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I

ANTES
II

Miles Halter, un adolescente de dieciséis años que tiene una particular afición por las
palabras pronunciadas por personajes famosos antes de morir, se encuentra fascinado
por las últimas palabras del humanista francés François Rabelais: “Voy en busca de un
gran quizás”.

Aburrido de su perfecta pero monótona e infeliz burbuja suburbana en el norte de


Florida, decide iniciar con la búsqueda de su propio “Gran Quizás” para ello se dispone
a terminar la preparatoria en el internado para niños ricos en el que su papá estudió
cuando era joven: Culver Creek, ubicado en el sur de Alabama.

Es allí donde conoce a dos personas que cambiarán el rumbo de su vida para siempre:
su compañero de cuarto, Chip Martin, más conocido como “El Coronel” y su vecina,
expendedora de alcohol y cigarrillos, Alaska Young; una misteriosa chica de quien Miles
se enamora a primera vista, sentimiento que por supuesto no es correspondido.

Junto a ellos Miles se une a la “pandilla” que está integrada además por Takumi
Hikohito, de origen japonés y quien usa un curioso sombrero de piel de zorro, y por Lara
Buterskaya, una inmigrante rumana, a quien Alaska trata de emparejar con Miles sin
éxito. Por cierto, Miles recibe en el grupo el apodo de “Gordo”, como ironía al hecho de
que es, precisamente, flaco y desgarbado.

Alaska está impresionada por la frase que el escritor Gabriel García Márquez en su
novela “El general en su laberinto” atribuye a Simón Bolívar como sus últimas
palabras: “¡Carajo! ¿Cómo voy a salir de este laberinto? y ofrece a Miles que si logra
descifrar qué quería decir con dichas palabras, conseguirá que éste se acueste con una
chica.

El primer día en el internado Miles intenta pasar la mayor parte del tiempo con Alaska y
al hacerlo descubre cómo ella y Chip habían llegado al internado: Ambos eran
compañeros de clases, los dos con becas y, cómo ella lo dijo, “un interés compartido
por el alcohol y las travesuras” Ese año hicieron su primera travesura: cubrieron el
salón 4 con una ligera capa de canicas, así fue cómo Chip se convirtió en el Coronel, el
planificador casi militar de sus travesuras y ella siempre había sido ella, la enorme
fuerza creativa detrás de los dos.

En la madrugada del tercer día en el internado Miles es “secuestrado” por los


“Guerreros Semaneros” un grupo enemistado con el de Alaska, quienes le recalcan que
lo que le va a suceder es por ser amigo del imbécil del Coronel, estos lo atan con cinta
adhesiva y lo arrojan al lago que se encuentra dentro de los límites de Culver Creek.

Por suerte o por un milagro Miles flota a la superficie por lo que no se ahoga cómo en
un principio creyó que lo haría, nadando de espaldas completamente enrollado llega
hasta la orilla en donde Los Guerreros Semaneros le habían dejado una vieja toalla
III

verde, luchando contra las tres capas de cinta adhesiva en su cuerpo por fin-después
de mucho retorcerse-consigue liberar uno de sus brazos y la rasga.

Luego de envolverse en la toalla arenosa y sin ningún ánimo de regresar a su


habitación se dirige a la de Alaska, quien, para su sorpresa se ríe de él y con malicia
casual le dice: -Apuesto a que fuiste a nadar, ¿verdad?

Miles cree que toda la escuela lo sabía y se pregunta el por qué toda la maldita escuela
se había puesto de acuerdo para quizás ahogarlo, él se queda en blanco, mirándola por
lo que Alaska arrebata contra él verbalmente, por lo que sale sin dirigirle la palabra y se
marcha a su habitación.

Cuándo termina de bañarse, sale del baño en busca de ropa seca, el Coronel le
pregunta:

-Oye, ¿qué te llevó tanto tiempo? ¿Te perdiste en el camino?

-Me dijeron que era por ti.-en su voz se notaba cierta molestia.-Me dijeron que no debía
ser tu amigo.

-¿Qué? No, eso les sucede a todos. Me sucedió a mí. Te lanzan al lago, nadas a la
orilla, caminas a casa.

-No podía nada más nadar a la orilla.-dijo suavemente.-Me envolvieron en cinta de


embalaje. Ni siquiera podía moverme, en realidad.

-Alto, alto.-lo detuvo y brincó de su litera, mirándolo en la oscuridad.- ¿Te envolvieron


con cinta? ¿Cómo?

Entonces le hace una demostración parándose cómo una momia, luego el Coronel le
promete que los van a “agarrar”, al día siguiente en clases Alaska lo ignora y luego en
la última clase del día Religiones del Mundo en donde Takumi le explica que había
escuchado lo que pasó en la noche y que Alaska estaba molesta a lo que él responde: -
¡Qué raro!, porque anoche fue una ojete.

Después por estar distraído sacan a Miles de su clase y Alaska lo sigue, luego Takumi y
el Coronel cuando acaba la clase se dirigen a su escondrijo para fumar en donde lo
hacen, aunque Alaska lo hace velozmente, por ello él pregunta:

- ¿Por qué fumas tan condenadamente rápido?

Ella lo miró y sonrió de oreja a oreja; una sonrisa tan ancha en su cara estrecha podría
haberse visto tonta a no ser por el elegante verde, sin reproches de sus ojos. Sonrió
con todo el deleite propio de un niño en la mañana de Navidad y dijo:

-Todos ustedes fuman para gozarlo. Yo fumo para morir.


IV

Más adelante y a punto de que comiencen los exámenes Miles, Alaska y la “pandilla”
deciden ir a estudiar al McDonald´s en donde piden papas fritas; sentados en el pasto y
mientras que fuma y come Alaska dio una clase de cálculo. Cómo buena maestra,
toleraba poca disensión. Habló durante una hora sin parar. A medida que ella pasaba
cómo rayo por algo obvio acerca de las ecuaciones lineales, el jugador mariguano Hank
Walsten dijo:

-Espera, espera, no entiendo.

-Eso es porque tienes ocho células en tu cerebro.

-Hay estudios que muestran que la mariguana es mejor para tu salud que esos cigarros.

Alaska tragó un gran bocado de papas fritas, le dio una calada a su cigarro y sopló el
humo hacia Hank, que estaba al otro lado del círculo.

-Puede que muera joven.-dijo.-pero al menos moriré inteligente. Ahora, de vuelta a las
tangentes.

Miles va descubriendo los antecedentes de Alaska, cómo el origen de su nombre:

-Digo, no quiero preguntar lo obvio pero ¿por qué el nombre de Alaska?

Ella toma un sorbo de su refresco y le toma la mano a Miles.

-Siempre surge tarde o temprano. Está bien, mi mamá tenía un aire de hippie cuando
yo era niña. Era del tipo que usaba suéteres gigantes que tejía ella misma, se dopaba,
etcétera, y mi papá era en realidad del tipo republicano. Así que cuando yo nací, mi
mamá quería ponerme Harmony Springs Young y él, Mary Frances Young.
>>-Entonces, en vez de ponerme Harmony o Mary, estuvieron de acuerdo en dejarme
decidir. Así que, cuando era chiquita, me llamaban Mary. Digo, me decían “corazoncito”
o lo que fuera; pero en los documentos escolares y cosas semejantes escribían Mary
Young. Luego cuando cumplí siete años, mi regalo fue elegir mi nombre. Qué padre,
¿no? Me pasé todo el día mirando el globo terráqueo de mi papá en busca de un
nombre que de verdad me gustara. Mi primera elección fue Chad, cómo el país de
África. Pero cómo mi papá dijo que ése era nombre de niño, elegí Alaska.

-Pero ¿por qué Alaska?

-Bueno, más tarde supe lo que significaba. Proviene de una palabra aleuta, Alyeska.
Significa “aquello contra lo cual rompe el mar” y eso me encanta. Pero en aquel
momento, sólo vi Alaska allá arriba. Era muy grande, cómo yo quería ser. Y estaba tan
condenadamente lejos de Vine Station, Alabama, igual que quería estar yo.

Pero luego Miles intenta besarla y ella se aleja y dice:


V

-No-Sé volvió hacia el otro lado y bajito, cómo si hablara con ella misma, siguió.- ¡Dios
mío!, No voy a ser una de esas personas que se sientan y hablan de lo que van a
hacer. Simplemente voy a hacerlas. Imaginar el futuro es un tipo de nostalgia.

-¿Qué?

-Te pasas toda la vida atorado en el laberinto, pensando en cómo vas a escapar de ahí
un día y qué fabuloso será: imaginar ese futuro te mantiene con vida, pero nunca te
escapas. Sólo utilizas el futuro para escapar del presente.

Miles se da cuenta de que eso parece tener sentido; que había imaginado que la vida
en Culver Creek sería más emocionante de lo que era, pero de no haberlo imaginado,
nunca hubiera llegado allí. Ella cambia de tema rápidamente aunque él quería hablar
más acerca de ella, de Vine Station y el futuro.

-A veces no te entiendo.

-Nunca me entenderás. De eso se trata.

Unos días después Alaska dice que le consiguió al Gordo una novia: Lara Buterskaya, a
quien había conocido el día que fueron a estudiar Cálculo en McDonald´s y se decide a
ir a un cita triple y media: él, Lara, Alaska, su novio, Jake, y Takumi. Jake era tan guapo
cómo se esperaría que fuera el novio de Alaska. Él tenía el cabello rubio hasta los
hombros, vello oscuro en las mejillas y el tipo de complexión que se recompensa con
una carrera cómo modelo de catálogo, al menos así lo describe Miles y, aunque desea
odiarlo, no lo logra.

Por ciertas circunstancias-lo golpean en la cabeza con un balón que le provoca una
conmoción cerebral-Miles pasa su cita triple y media en la clínica con Lara y Takumi.
Tres días después, empieza a llover con muchísima fuerza, lo que el Coronel describe
cómo: “un chusbaco”. Miles no hablaba con Lara por miedo a sufrir una conmoción y/o
ataque de vómito mientras que veía a Alaska sólo en los salones y nunca podía hablar
con ella, porque llegaba tarde a todas las clases y se iba en el momento que sonaba la
campana, antes incluso de que él pudiera tapar su pluma y cerrar su cuaderno. En la
quinta noche de lluvia, se encuentra a Alaska en la cafetería sentada sola, de espalda a
una ventana sucia por la lluvia y se sienta junto a ella.

-¡Dios mío!, parece que nunca va a terminar.

-Sin duda.-contestó ella. El cabello mojado le colgaba y cubría gran parte de su cara.

-¿Cómo has estado?

-No tengo ganas de contestar preguntas que empiecen con cómo, cuándo, dónde, por
qué o qué.

-¿Qué te pasa, Alaska?


VI

-Ésa es una pregunta de qué. En este momento no estoy respondiendo qués. Bueno.
Ya me tengo que ir.

-¿Qué…?-Miles se detiene y reorganiza su frase.- ¿Hice algo malo?

-Claro que no, encanto.

Su “encanto” sonaba condescendiente, no romántico, cómo si un niño que pasa por su


primer tormento bíblico no pudiera de ninguna entender sus problemas, cualesquiera
que éstos fueran. Requirió de un gran esfuerzo para no mirarla con desesperación,
aunque Alaska ni se habría dado cuenta cuando salió de la cafetería, con el pelo que le
escurría por la cara.

Al noveno día de la tormenta luego de su clase de Religiones del Mundo-quien Miles


considera cómo su favorita-, a la que Alaska falta, por lo que él toma una copia del
examen final para ella: “¿Cuál es la pregunta más importante que los seres humanos
deberán responder?” Elige tu pregunta con cuidado y luego analiza la manera cómo el
islam, el budismo y el cristianismo intentan responderla.

-Espero que ese pobre bastardo sobreviva al resto del año escolar.-dijo el Coronel
mientras trotaban a casa bajo la lluvia.-porque de verdad estoy empezando a disfrutar
esta clase. ¿Cuál es tu pregunta más importante?

-¿Qué… nos… sucede… cuando morimos?

-Dios, Gordo, si no dejas de correr, sí que lo vas a averiguar.-el Coronel redujo la


velocidad hasta volver el trote en caminata.-Mi pregunta es ¿por qué a las personas
buenas les tocan vidas de mierda? ¡Madre de Dios! ¿Es Alaska?

Ella corría hacia ellos a toda velocidad, gritando, pero no podían oírla debido a la
tremenda lluvia hasta que estuvo tan cerca que Miles veía volar por el aire la saliva que
escupía.

-Esos cabrones inundaron mi habitación. ¡Arruinaron cómo cien de mis libros! ¡Pinches
Guerreros Semaneros! ¡Hijos de su madre! Coronel, hicieron un agujero en el tubo del
canal que corre por el techo y conectaron un tubo de plástico desde ahí hasta la
ventana posterior de mi habitación. El lugar entero está empapado. Mi copia de El
general en su laberinto está completamente arruinada.

-Buen trabajo.-dijo el Coronel, cómo un artista que admira el trabajo de otro.

-¡Oye!-gritó Alaska.

-Perdón. No te preocupes, chica.-dijo el Coronel.-Dios castigará a los malvados. Y


antes de que Él lo haga, lo haremos nosotros.
VII

Una semana después Miles es despertado por el sonido de Decapitation: una ráfaga de
automática de disparos sobre la música amenazante y pesada del bajo del videojuego.
Todo a cortesía de Alaska.

-¿Por lo menos podrías jugar en silencio?

-Gordo.-dijo, en apariencia condescendiente.-el sonido es parte integral de la


experiencia artística de este juego de video. Silenciar Decapitation sería cómo leer una
palabra sí y otra no de Jane Eyre. El Coronel despertó hace cómo media hora. Parecía
un poco molesto, así que le dije que se fuera a dormir a mi habitación. Cambiando de
tema, ¿pasarás el día de Acción Gracias aquí? Porque yo sí.

Miles no sabía si confiar en Alaska, pues sin duda ya había tenido suficiente de su
carácter impredecible: fría un día, dulce al siguiente, irresistiblemente coqueta en un
momento, insoportablemente fastidiosa en otro. Él prefería al Coronel: cuando menos,
sí estaba de malas tenía una razón para ello. Alaska no la tenía. Miles consigue volver
a dormirse solo para ser despertado por ella de nuevo media hora después: el trasero
de ella contra la cadera de él.

Miles no estaba seguro de si le caía bien y dudaba confiar en ella, pero al menos le
importaba lo suficiente para tratar de averiguarlo. Ella en su cama y sus grandes ojos
verdes mirándolo con detenimiento. El misterio perdurable de su sonrisa traviesa, casi
burlona.

-Jake tiene que estudiar. Así que no me quiere en Nashville. Dice que no puede
prestarle atención a la musicología mientras me mira. Le dije que me pondría una
burka, pero no lo convencí, así que me quedaré aquí.

-Lo siento.

-No, no importa. Tengo mucho que hacer. Hay una travesura que planear. Sin embargo,
estaba pensando que tú también tendrías que quedarte aquí. De hecho escribí una
lista.

-¿Una lista?

Ella le lee una lista que en realidad sólo tiene dos razones, pero que son lo
suficientemente buenas para él, por lo que le dice que llamará a sus padres para
avisarles. Después lo persuadió para que se fuera al sofá y jugaron Decapitation juntos
hasta que de pronto ella soltó el controlador.

-No estoy coqueteando. Solamente estoy cansada.-se justificó Alaska, pateando sus
chanclas.

Luego subió los pies al sofá de hule espuma, metiéndolos detrás de un cojín, y se
arrimó arriba para poner la cabeza en el regazo de Miles. Él podía sentir la calidez de
su mejilla sobre su muslo. Un rato después llamó a su madre; a quien luego de una
VIII

serie de mentiras y un par de verdades consigue que ella le dé su bendición para


quedarse en Culver Creek durante Acción de Gracias. Más tarde ese mismo día llama
de nuevo a su madre pensando en que está abandonándola a ella y a su padre solo
para darse cuenta de que ellos luego de su llamada anterior habían decidido ir a pasar
Acción de Gracias en un castillo en durante su segunda luna de miel. Miles caminó
sintiéndose tonto a pesar de que fue él quien abandono a sus padres no ellos a él, pero
aún así se sentía triste.

Él miró hacia el puente y vio a Alaska sentada en una de las sillas azules del Agujero
para fumar-donde ellos mayormente se reunían para fumar-y aún cuando pensó que
quería estar solo, dice:

-Oye.-y luego, cuando no se volvió hacia él, le gritó.- ¡Alaska!

-Te estaba buscando.-dijo, al sentarse junto a él en la roca.

-Oye.

-Lo siento mucho, Gordo.-dijo, y lo abrazó, reposando la cabeza en su hombro. A él se


le ocurrió que ella ni siquiera sabía lo que había sucedido, pero de cualquier manera
sonaba sincera.

-¿Qué voy a hacer?

-Pasar Acción de Gracias conmigo, tonto, aquí.

-¿Y por qué no te vas a casa a pasar las vacaciones?

-Porque me dan mucho miedo los fantasmas, Gordo. Y mi casa está llena de ellos.

Después de que todos se van y Alaska y Miles se quedan solos ella lo lleva a la orilla
del bosque en donde le dice que debe cavar en la suave tierra negra y antes de que
llegue hondo sus dedos rasguñaron vidrio por lo que cava alrededor hasta que saca
una botella de vino rosa, de nombre Strawberry Hill, que él describe cómo: “un vino que
si no hubiera sabido a vinagre con un toque de jarabe de maple, hubiera sabido a
fresa”.

Alaska le confiesa entonces que tiene una identificación falsa y que es una fregadera
por lo que cada vez que iba a la licorería trataba de comprar diez botellas de Strawberry
Hill y un poco de vodka para el Coronel, luego comienzan a beber hasta que después
de un rato él se sentía mareado pero no borracho. La botella reposaba entre ellos, su
pecho tocaba la botella y el de ella también pero ellos no se tocaban. Alaska puso una
mano en su pierna. Su mano, justo arriba de su rodilla. La palma, lisa y suave, contra
sus pantalones de mezclilla. Su dedo índice hacia círculos lentos, perezosos, que se
dirigían al interior de su muslo. Él la deseaba tanto y que acostados ahí viendo el cielo
estrellado pensó que era un buen momento para decir las “dos palabritas”.
IX

Y se preparó para decirlas convencido de que ella las sentía también, que su mano tan
viva y vivaz contra su pierna era más que juguetona, que le valía Lara, que le valía Jake
porque él si la quería y qué más importaba aparte de eso. Pero antes de que Miles
pueda hablar ella dice:

-El laberinto no es vida o muerte.

-Ah, está bien. Entonces, ¿qué es?

-Sufrimiento.-dijo.-hacer el mal y que te sucedan cosas malas. Ése es el problema.


Bolívar hablaba sobre el dolor, no sobre los vivos y la muerte. ¿Cómo te escapas del
laberinto del sufrimiento?

Más adelante ellos revisan las habitaciones de todos en busca de porno, y cuando la
consiguen corren con esta hasta la sala de TV, y vieron la película. Alaska se la pasa
criticándola todo el rato. Pero un rato después ella la detiene, se recostó de panza en el
sofá y murmuró algo. Por lo que Miles le pregunta que qué dijo a lo que Alaska le
responde que haga silencio que está durmiendo. Así tal cual, de cien kilómetros por
hora a dormirse en un nanosegundo.

Él quería acostarse junto a ella en el sofá, abrazarla y dormir. No coger, cómo en esas
películas. Ni siquiera tener sexo. Sólo dormir juntos, en el sentido más inocente de la
frase. Pero a él le faltaba valor. Y lo describe cómo: “Ella tenía novio, yo era torpe, ella
era preciosa, yo era un aburrido sin remedio y ella era fascinante hasta el infinito”. Por
lo que regresa su habitación y cae sobre la litera inferior pensando en que si las
personas fueran lluvia, él sería llovizna y ella, un huracán.

Luego el Coronel los invita a la cena de Acción de Gracias en donde descubren que él
vive en un remolque, aunque eso no les molesta ni a Miles ni a Alaska, quien se decide
a ayudar a Dolores-la madre de el Coronel-con la cena, igual dijo que era sexista
dejarle la cocina a las mujeres, pero que era mejor tener buena comida sexista que
comida basura preparada por chicos. Luego de cenar Dolores insiste en que Alaska y
Miles compartan la única cama en el remolque mientras que ella se acostó en el sofá
cama y el Coronel durmió afuera en la tienda campaña.

Al día siguiente por fin es la cena de Acción de Gracias y Miles la describe cómo la
mejor comida de Acción de Gracias. Sin horrorosa salsa de arándanos-la cual él odia y
por alguna razón su mamá cree que es lo que más le gusta de ese día a pesar de que
Miles siempre la evitaba-luego de la comida cada uno enumeró por lo que estaba
agradecido. Miles estaba agradecido por la deliciosa comida, por la fina compañía y
por tener un hogar el día de Acción de Gracias.

Alaska estaba agradecida por haber tenido su mejor día de Acción de Gracias en una
década mientras que el Coronel sólo está agradecido por su madre. ¿Y Dolores? Ella
estaba agradecida de que le hubieran conectado de nuevo la línea telefónica, de su hijo
estuviera en casa, de que Alaska la hubiera ayudado a cocinar, de que Miles hubiera
mantenido al Coronel ocupado, de tener un trabajo fijo, de que sus compañeros de
X

trabajo fueran amables, de contar con un lugar en donde dormir y de tener un hijo que
la amara.

En el camino ellos se detienen en la licorería en la que Alaska siempre compraba


alcohol y allí consigue que le vendan tres cajas de cigarrillos, cinco botellas de vino y
una de vodka para el Coronel. De camino a “casa” cómo define Miles a Culver Creek,
ella le pregunta si le gustan los chistes de toc-toc y se dicen varios. Por eso él no
podría haberse sorprendido más cuando ella llegó llorando a su habitación, se sentó en
su sofá y cada exhalación suya era una mezcla de lloriqueo y grito.

-Lo siento.-dijo, y se levantó; los mocos le escurrían por la barbilla.

-¿Qué pasa?

-Yo no…-empezó ella y sollozó cómo un tsunami. Su grito fue tan fuerte e infantil que
asusta a Miles y se levantó. Se sentó junto a ella y la abrazó.-No entiendo porque lo
enredo todo.

-¿Qué, cómo con Marya? Quizás tenías miedo.

-¡El miedo no es una buena excusa!-ella le gritó al sofá.- ¡Tener miedo es la excusa que
todos usan siempre!

-¿Por qué estás tan sacada de onda por esto ahora?

-No es sólo eso. Es todo. Pero se lo dije al Coronel en el coche.-Alaska aspiró fuerte
pero pareció haber terminado con los sollozos.-mientras dormías atrás. Y dijo que él
nunca me perdería de vista durante las travesuras. Que no podía confiar en mí si
estaba sola. Y no lo culpo. Yo tampoco confío en mí.

-Pero tuviste agallas para decírselo.

-Tengo agallas, sólo que no cuando debería tenerlas, ¿podrías…?-se sentó derecha, se
le acercó y él levantó el brazo mientras ella se colapsaba en su pecho y lloraba. Miles
se sintió mal por ella, pero ella se lo hizo sola.

-No quiero molestarte, pero quizá necesitas decirnos a todos porque delataste a Marya.
¿Temías tener que regresar a casa o algo así?

Alaska se alejó de Miles y le echó una “mirada de la perdición” que habría hecho sentir
orgulloso al Águila-el encargado del lugar-y él creyó que ella lo odiaba o que odiaba su
pregunta o ambas cosas. Luego miró hacia otro lado, afuera de la ventana, al campo de
fútbol y dijo:

-No hay casa.


XI

-Bueno, pero tienes una familia.-Miles retrocedió. Ella le había hablado de su madre
apenas esa maña. ¿Cómo podía ser que esa chica se hubiera convertido en este mar
de lágrimas?

Aún con la mirada fija en él, le dijo:

-Procuro no tener miedo, ¿sabes? Pero de todas maneras arruino todo. Aún así lo
destrozo.

-Está bien. Está bien.-Miles ya ni siquiera sabía de lo que estaba hablando. Una noción
vaga tras otra.

-¿No sabes a quién quieres, Gordo? Quieres a la chica que te hace reír, te muestra
pornografía y bebe vino contigo. No quieres a la zorra loca, malhumorada.

Y bueno, algo había de eso, a decir verdad pensó él.

De ahí llega la Navidad y todos, incluida, Alaska se fueron a pasarla en su casa, incluso
aunque ella decía no tener casa. Cuando vuelven los exámenes comienzan y
paralelamente también ellos planean realizar una pre travesura para que el Águila se
relaje y no espere la verdadera. Sin embargo Alaska delicadamente deja a Miles fuera
de la planeación. Él pensaba que después de que habían pasado tanto tiempo juntos
durante las vacaciones de Acción de Gracias, le parecía ridículo que ella planeara la
travesura con el Coronel pero sin él. A Miles nunca le había pasado en Florida esa
ansiedad tan de prepa sobre quién se lleva mejor con quien, y se odiaba a sí mismo por
dejar que le sucediera ahora. “No tienes que quererla” se dijo a sí mismo. “Al diablo con
ella”.

Tras tres días de preparación el plan comienza: el Coronel engaña al Águila diciéndole
que se llevará a Miles y Takumi por el fin de semana pero en realidad ellos tres, Alaska
y Lara se esconden en el granero de la escuela entonces cuando estaban sentados
sobre sus bolsas de dormir, Alaska fumaba con gran descuido para la inflamabilidad
extrema de la estructura, el Coronel sacó una hoja de papel de computadora y leyó:

-“Las festividades de esta noche son para demostrar, de una vez por todas, que
nosotros somos para las travesuras lo que los Guerreros Semaneros son para las
mamadas. Pero también tenemos la oportunidad de hacerle la vida desagradable al
Águila, lo que siempre es un placer bienvenido. Así pues.-dijo, haciendo una pausa
cómo en espera de un redoble de tambor.-esta noche peleamos una batalla en tres
frentes:
“Frente uno. La pre travesura: encenderemos, como quien dice, una fogata bajo
el trasero del Águila.
“Frente dos. Operación Calvito: en la que Lara vuela sola en una misión de
carácter vengativo, tan elegante y cruel que únicamente podría haber sido ideada por
mí, claro está.”

-¡Oye!-lo interrumpió Alaska.-la idea fue mía.


XII

-Está bien. La idea fue de Alaska.-se rio.-finalmente: “Frente tres. Los reportes de
progreso: nos meteremos en la Red de computación del profesorado y utilizaremos la
base de datos donde almacenan las calificaciones para enviarle cartas a las familias de
Kevin et al., en las que les informaremos que están reprobando algunas materias.”

El plan estaba bien trazado y no dejaba espacio para errores. El Coronel dependía a tal
grado de la sincronía perfecta que si uno de ellos se equivocaba, aunque fuera un
poquito, todo el plan se vendría abajo por completo. El Coronel había impreso
itinerarios individuales para cada uno, donde incluía tiempos exactos hasta en
segundos. Con los relojes sincronizados, la ropa negra, las mochilas sobre sus
espaldas, su respiración visible en el frío, sus mentes atiborradas de los nimios detalles
del plan y los corazones a toda velocidad, salieron todos juntos del granero una vez que
oscureció por completo, cómo a las siete.

Y entonces el plan se pone en acción con Miles y Takumi siendo la distracción,


mientras que Lara le agrega tinte para el cabello del número cinco, color azul sin diluir,
de uso industrial. Y tal cómo era el plan el Coronel hace su parte pero asustado por que
lo atrapen Alaska se “encarga” de que a veinte Guerreros Semaneros más les llegue
próximamente un reporte de progreso, también. La noche siguiente continúan en el
granero y comienzan a beber y a Alaska se le ocurre un juego llamado “¡Mejor día/Peor
día!”.

-Nunca lo había oído mencionar.-dijo el Coronel.

-Es porque lo acabo de inventar.

-¡Qué divertido! ¿Cuáles son las reglas?-preguntó a su vez Lara.

-Todos cuentan la historia de su mejor día. El mejor narrador no tiene que beber.
Luego, todos cuentan la historia de su peor día. Y así seguimos.

Miles dice que su mejor día fue justo ese. A lo que Alaska responde: “Esa historia
terminó siendo bastante mejor de lo que pensé que sería” y entonces ella cuenta el
suyo.

-El mejor día de mi vida fue el 9 de enero de 1997. Tenía ocho años y mi mamá y yo
fuimos al zoológico en una excursión escolar. Me gustaron los osos. A ella le gustaron
los monos. El mejor día de todos. Fin de la historia.

Lara por su parte dice que su mejor día fue cuando llego a USA de Rumania mientras
que Takumi comenta que él pierde porque el mejor día de su vida fue cuando perdió la
virginidad y que para contarles esa historia tenían que emborracharlo más. El Coronel
gana la ronda-al menos eso consideran todos-diciendo:

-El mejor día de mi vida todavía no ocurre. Pero ya sé cuál es. Lo veo todos los días. El
mejor día de mi vida es el día cuando le compre a mi mamá una casa enorme, enorme.
XIII

Y no sólo en el bosque, sino en medio de Mountain Brook, donde están todos los
padres. Y no la voy a comprar con una hipoteca. Voy a pagarla en efectivo. Y voy a
conducir a mi mamá ahí y a abrirle la puerta del coche y saldrá y mirará la casa, con su
cerca de estacas puntiagudas, y será de dos pisos y todo, ya saben. Y le voy a dar las
llaves de su casa y le diré: “Gracias”. Así que ése es el mejor día de mi vida.

Al abrir la siguiente botella, Alaska le sonrió al Coronel.

-Ganaste esa ronda. Ahora, ¿cuál es tu peor día?

El Coronel dice que fue el día en que su papá se fue. Miles por su parte dice que fue el
día en que: “Tommy Hewitt se orinó en su ropa de gimnasia y el profesor lo obligó a
ponérsela a pesar de que él intentaba explicarle lo que pasó aún así estuvo toda la
clase de gimnasia con la ropa empapada en orine ajeno”. Tambien comenta que “a
partir de allí ya nunca más le importó, ni ser un perdedor ni carecer de amigos ni nada
de eso”. Lara explica que su mejor día fue de hecho su peor día también porque tuvo
que dejar todo, su niñez incluida.

-Te toca, Takumi.

-El peor día de mi vida.-dijo Takumi.-fue el 9 de junio de 2000. Mi abuela murió en


Japón. Murió en un accidente automovilístico y se suponía que yo iría a verla dos días
después. Iba a pasar todo el verano con ella y con mi abuelo, pero en vez de ello, fui a
su funeral y la única vez que en realidad la vi, aparte de en fotografías, fue allí. Tuvo
uno budista, y la cremaron, pero antes de eso estaba sobre una… bueno, no era tanto
budista. Digo, digo, la religión es complicada allá, así que es un poco budista y un poco
shinto, pero a ustedes les da lo mismo. Bueno, el caso es que estaba sobre una…
cómo una pira funeraria o lo que sea. Y ésa fue la única vez que la vi, justo antes de
que la quemaran. Ése fue el peor día.

-No hay un ganador claro todavía.-dijo el Coronel después de haberle lanzado un


cigarrillo encendido a Miles.-El campo está bien abierto. Tu turno, amiga.

Alaska se recostó, con las manos entrelazadas detrás de la cabeza. Hablaba suave y
rápidamente.

-El día siguiente al que mi mamá me llevó al zoológico en donde a ella le gustaron los
monos y a mí los osos, era viernes. Yo llegué a casa de la escuela. Ella me abrazó y
me dijo que me fuera a hacer la tarea a mi cuarto para que después pudiera ver la
televisión. Yo me metí a mi cuarto y ella se sentó frente a la mesa de la cocina,
supongo. Luego gritó y yo corrí y vi que se había caído. Estaba tirada en el piso,
deteniéndose la cabeza y sacudiéndose. Yo enloquecí. Debí haber llamado a
urgencias, pero empecé a gritar y a llorar hasta que dejó de sacudirse y pensé que se
había quedado dormida y que lo que le dolía le había dejado de doler. Entonces me
quedé sentada ahí en el suelo con ella, hasta que mi papá llegó a casa una hora más
tarde y me empezó a gritar: “¿Por qué no llamaste a urgencias?” y a tratar de darle
XIV

respiración de boca a boca, pero para entonces ya estaba más que muerta. Aneurisma.
El peor día. Yo gano. Ustedes beben.

-¿Tú papá te culpó?


-Bueno, no después del primer momento. Pero sí, ¿cómo podía no hacerlo?

-Bueno, pues eras una niña pequeña.

-Sí, era una niña. Los niños pueden marcar a urgencias. Lo hacen todo el tiempo. Dame
el vino.-dijo, con la cara sin expresión, sin emoción. Bebió sin levantar la cabeza de la
paja.

-¿Por qué nunca me dijiste?-preguntó el Coronel con la voz suave.

-Nunca hubo oportunidad.

Era el momento central de la vida de Alaska. Cuando lloraba y le decía a Miles que lo
había arruinado todo, ahora él sabía a lo que se refería. Y cuando decía qu le había
fallado a todos ahora también sabia a quien se refería. Era al todo y a todos en su vida.
Miles solo podía imaginárselo: vio a una niña flacucha de ocho años con las uñas
sucias, mirando a su madre convulsionarse. Luego se había sentado junto a su madre
muerta o quizá todavía viva, a quien imaginó que ya no respiraba, pero tampoco estaba
fría. Y en ese lapso entre morirse y la muerte definitiva, una pequeña Alaska sentada
con su madre en silencio.

“Alaska debió haberse sentido tan impotente”. Que lo único que podría haber hecho era
tomar el teléfono y llamar a una ambulancia; ni siquiera se le ocurrió. Por eso se había
vuelto impulsiva; su temor a la inacción la llevó a la acción perpetua. Cuando el Águila
la confrontó con la expulsión, tal vez lanzó de sopetón el nombre de Marya porque fue
el primero que se le ocurrió, porque no querían que la expulsaran y no podía pensar
más allá de ese momento. Tenía miedo, claro está, pero, más importante, quizá tuvo
miedo de sentirse paralizada de nuevo por el temor.
XV

EL ÚLTIMO
DÍA
XVI

Alaska
Esa noche el Coronel y el Gordo caminaron hasta mi habitación para celebrar nuestro
éxito de la “Noche del granero”. Chip y yo habíamos comenzado la celebración dos días
atrás mientras que Miles no tenía “ganas” de lanzarse unos tragos de Strawberry Hill
con nosotros, por lo que se sentó y mordisquió pretzels-porque ni siquiera se los comía
enteros.-mientras que el Coronel y yo bebíamos vino en vasos de papel con florecitas.

-Hoy, nada de terminarnos la botella así cómo así, ¿eh?-dijo el Coronel.- ¡Lo haremos
con clase!

-Es un concurso de bebida sureño, cómo se hacían antes.-le concedí con una especie
de voz ceremonial que no tenía ni idea de donde salió.-Invitamos al Gordo a una noche
de verdadera vida sureña: nos retamos uno al otro vaso de papel con florecitas por
vaso de papel en mano hasta que caiga el que menos bebe, así que, Gordo disfruta de
esta demostración de-patear-el-culo-patriarcal-del-Coronel.

Y ante su mirada incrédula eso fue justo lo que hicimos, haciendo sólo una pausa para
apagar las luces alrededor de las ¿10:50? Quizás ¿11? O una mierda así, aunque sólo
estaba consciente de que lo hice para que nuestro querido Águila no fuera a pasar a
visitarnos. El Coronel hablaba de algo que sonaba cómo: “Estoyyy tan feliiiiz de que no
nos hayas delataaaaadoo Alaaaska”, pero sobre todo, lo más importante: bebíamos.

Ante mis ojos verdes vi cómo el Gordo dejó de poner su atención en nosotros para
dirigirla a los libros de mi Biblioteca de Vida. Parecía que aquello se le dificultaba cómo
si fueran una cantidad exagerada de libros para una sola persona. Sin embargo sus
ojos se abrieron cómo platos cuando vio la docena de orquídeas azules en un jarrón de
plástico rosa que estaban colocadas con descuido encima de uno de los montones de
mis libros. Cuando me preguntó al respecto, sin siquiera dirigir la mirada hacia él, le
dije:

-De mi aniversario con Jake…-justo cómo creí aquello no le importó en lo más mínimo,
por lo que volvió a leer los títulos hasta que decidí interrumpirlo.-El Gordo ni siquiera
nos está escuchando.

Tal cómo pensé que lo haría él contestó en seguida.-Los escucho.

-El Coronel y yo estábamos hablando acerca de Verdad o Desafío. ¿Lo jugaste ya


hasta el cansancio en séptimo grado o todavía te quedan ganas?
XVII

-Nunca lo he jugado. No tenía amigos en séptimo.

-Bueno, es el momento entonces de jugarlo.

-Está bien.-él me concedió provocando que mariposas revolotearan en mi estómago.-


Pero no me voy a besuquear con el Coronel.

-No puedes besuquearme. Estoy demasiado borracho.

Sin dejar que dijera algo más, comencé el juego.

-Verdad o desafío, Gordo.

-Desafío.

-Ven conmigo.

Y me siguió.

Él se rio pareciendo nervioso, un novato que no sabía besar, me incliné hacia él, ladee
la cabeza y nos estábamos besando. Nuestras lenguas danzaban de ida y de vuelta en
la boca del otro hasta que ya no era mi boca o su boca. Por fin, Miles me prestaba
atención, después de todo constantemente yo daba muestras de la profunda atracción
que sentía por él, además él es la única persona que hasta ahora ha obviado la
profunda oscuridad que me persigue. Pero aquello se sentía tan mal, el Gordo estaba
saliendo de mi alcance y lo peor de todo es que ni siquiera notaba que eso me
afectaba. Pero no importaba, él me estaba besando, yo estaba segura de que él me
correspondía. Yo estaba segura de que Miles Halter era mi puerta, mi cuerda, mi algo
para salir del Laberinto de sufrimiento en el que me encontraba.

Subí mi mano hasta su rostro y acaricié la línea de su mandíbula. Nos recostamos al


besarnos, yo a horcajadas sobre él, y él empezó a moverse debajo de mí. El Gordo se
apartó de mis labios un momento para preguntar:

-¿Qué está sucediendo aquí?

Pero me llevé uno de mis dedos a los labios y entonces lo volví a besar. Aquello se
sentía tan bien, agarré una de sus manos y me la coloqué en el estómago. Él se movió
lentamente encima de mí lo que provocó que arqueara mi espalda. Pero se vuelve a
apartar. Tan inseguro.

-¿Qué hay de Lara? ¿De Jake?

-Shh. Ahora menos lengua, más labios Gordo.

-¡Por Dios!-dijo el Coronel en voz muy alta, seguramente intentando interrumpirnos.-Esa


bestia maldita llamada drama se acerca veloz.
XVIII

Pero no le prestamos atención, seguimos besándonos, y besándonos y besándonos un


poquito más hasta que ella murmuró:
-Esto es tan divertido, Miles pero tengo tanto sueño. ¿Continuamos luego?

Luego lo besé un momento más, me quité de debajo de él, coloqué mi cabeza en su


pecho y me quedé dormida de inmediato. Pero no duré mucho así porque el teléfono
sonó afuera, despertándome de golpe. Debía ser Jake, nadie más llama por la
madrugada. Me alejé de Miles quien dormía profundo al igual que el Coronel y salí
borracha a atender el maldito teléfono, aunque antes de hacerlo tomé un bolígrafo y
salí. Me senté en el suelo y lo respondí, efectivamente era Jake.

-Hola nena.

Me trago un gruñido y le respondo, sonando más borracha de lo que pretendía.-Mmm,


nada, sólo dormía, como de dormir.

Él maldijo durante un minuto entero que yo utilicé para dibujar una flor, que en el fondo
sabía que sólo significaba una cosa: desdén, el jodido desdén que siento hacia la
relación que mantengo con él. Luego, cuando acaba con su perorata él dice:

-¿Qué estás haciendo exactamente Alaska?

-Nada, garabateando, sólo garabateando.

Pero vi la maldita flor que representaba el jodido desdén que sentía hacia mi relación
con Jake y es entonces que mi borracho e incompetente cerebro hizo click: Mamá.

Ese día era 10 de enero.

Dejé morir a mi mamá el 10 de enero de 1997.

En mi borrachera y mi estupor de felicidad por Miles yo había olvidado lo que había


hecho.

Era la peor persona que existió, existe y existirá.

-¡Oh, Dios!

-¿Alaska? ¿Qué pasa Alas…?

Tiré el auricular y me levanté de un brinco, las lágrimas ya estaban corriendo por mis
mejillas. Maldita sea. Entré a mi habitación cerrando de un portazo.

-¡Tengo que salir de aquí!

-¿Qué pasa?-Miles me preguntó. Ese imbécil.


XIX

-¡Sé me olvidó! ¡Dios!, ¿Cuántas veces puedo arruinar las cosas?-dije sin dejar de
llorar. Antes de que si quiera se le ocurriera preguntar algo grité.-Sólo tengo que salir.
¡Ayúdenme a salir de aquí!

-¿A dónde necesitas ir?

Me dejé caer de culo en el suelo con la cabeza en las piernas, chillando. Yo era tan
mala.

-Sólo distraigan al Águila ahora mismo para que me pueda ir. Por favor.

Y eso fue lo que hicieron, supongo que con los cohetes que les quedaban pero lo
hicieron. Me llevé conmigo las orquídeas azules que Jake me había dado y corrí con
mis chancletas hasta mi auto y gracias a la distracción salí fácilmente de Culver Creek.
Manejé tan rápido cómo pude sin dejar de llorar y entonces la vi: La verdadera salida
para mí laberinto de sufrimiento.

Un camión estaba doblado y frente a este había una patrulla de policía, y entonces lo
decidí lo mejor que le podía pasar a mi padre.-mi padre que no me extrañaría.-sentiría
que se hizo justicia por la muerte de su esposa. Lo mejor que le podía pasar a Miles-
porque alguien tan maravilloso cómo él-es que no esté con alguien como yo, sino con
alguien cómo mi perfecta y delicada amiga rumana Lara, que no puede hacerle daño
cómo yo. Además ni él ni el Coronel me detuvieron, sino que me ayudaron a salir del
internado totalmente borracha, cómo si yo no les importara en lo más mínimo.

Por eso llegué a la conclusión de que lo mejor que me podía pasar era que no quitara el
pie del acelerador.

Así que no lo hice.

Yo estaba borracha.

Dirán que fue un accidente.

Y por primera vez desde el 10 de enero de 1997, supe cómo arreglar todo lo que había
hecho. El oficial dentro de la patrulla se bajó tan rápido como pudo, salió corriendo y un
segundo después impacté mi vieja chatarra con esa otra chatarra. Mi pecho golpeó con
tanta fuerza el volante que el dolor me cegó por completo.

Ya voy mami.

Espero que ya me hayas perdona por dejarte morir.

Espérame.
XX

DESPUÉS
XXI

Un día después
Miles
Me di la vuelta en mi cama cuando el Águila abrió la puerta a las siete de la mañana del
día siguiente.

-Necesito que todos vayan al gimnasio.

No podía ser posible. Fuimos atrapados. Sin embargo el Águila no venía para
expulsarnos sino que dijo:

-No están en problemas. Pero necesitan ir al gimnasio ahora mismo.

-¿Qué está pasando?-preguntó el Coronel.

-Más bien, ya pasó.-dijo el Águila con los ojos cristalizados.-Algo terrible, de hecho.

Después de eso todo es una bruma borrosa para mí, el Coronel y yo vistiéndonos. Él y
yo yendo al gimnasio, sentándonos juntos hasta que el lugar se llenó de todos los que
estudiaban y trabajaban en Culver Creek. Todos, excepto Alaska, claro.

-¿Dónde diablos está Alaska?-el Coronel suena asustado.- ¿Está aquí, Gordo?

-No, no está.

Luego el Águila se subió al podio y dijo:

-¿Estamos todos ya?

Me puse de pie y grite.-Alaska no. ¡Alaska no está! ¡Tenemos que esperar a Alaska!
¿Por favor señor, podemos?

Cuando el Águila me miró sus ojos grises estaban inundados en lágrimas, estas
rodaban sin hacer ruido por sus robustas mejillas y caían en su suéter de pana. Su
mirada no era la típica “mirada de la perdición” él lucía realmente afligido. Todos los
demás, incluido el Coronel me veían cómo si me hubiera crecido un cuerno en el centro
de la frente o una cola.

Sabía porque me veían así.

Sólo que no quería creerlo.


XXII

Mis peores temores se confirmaron cuando el Águila quitó su mirada de mí y la clavó en


el suelo antes de explicarme:

-Anoche, nuestra querida y traviesa Alaska Young, estuvo involucrada en un terrible


accidente…-

Ni siquiera pude dejar que terminara con su oración antes de empezar a gritar cómo un
jodido poseso.

-¿Pero ella está bien, cierto?

Él aún seguía sin poder verme a los ojos.

Maldito mentiroso.

-No Miles, Alaska no está bien.-aprieta sus dientes con fuerza antes de dejar salir las
tres palabras que me destrozaron el mundo.-Alaska se mató.

-¡No! ¡Eso es mentira! ¿Cómo puede ser capaz de mentir?

Mis ojos se llenan tan rápido de lágrimas que caen aún más rápido cuando veo que las
del Águila caen a la par.

Yo dejé que Alaska se fuera.

Por mi culpa Alaska estaba en una morgue.

Mis labios y los suyos nunca volverían a tocarse.

Me dejé caer de culo en el suelo con la cabeza en las piernas, chillando. Tal cómo
había visto a Alaska hacerlo la noche anterior. Yo era tan malo. Pero si yo estaba mal y
apenas la conocía, ¿cómo diablos estaba el Coronel? Cuando subo la mirada él está
tirado en el suelo en posición fetal. Inhala y grita: “¡Perdón Alaska!” mientras se tapa los
oídos; Takumi y Lara están detrás de él intentando consolarlo. Pero fui tan egoísta que
volví a encerrarme en mi propio mundo.

Yo había ayudado a Alaska a escapar de Culver Creek.

Yo no intenté, que diablos, yo no la detuve.

Yo contribuí a la muerte de Alaska.

La maté.
XXIII

Tres días después


Miles
Hacía exactamente tres días, nueve horas, trece minutos y doce segundos que Alaska
Young había dejado este mundo.

El funeral sería el sábado.

Sólo faltaban tres días para eso.

Mí Alaska estaba a punto de ser encerrada en una caja y enterrada tres metros bajo
tierra; luego me di cuenta de que ese era su cadáver pero eso no era ella.

El cadáver solo se ponía más frío con cada hora que pasaba, más muerta con cada una
de mis exhalaciones.

Pero Alaska no estaba allí, ella no estaba y eso era lo que más me dolía.

Anoche mientras el Coronel hiperventilaba tomé su mano y no la solté hasta que nos
despertamos al día siguiente.

Siete días después


El Coronel y yo estábamos en nuestra habitación cuando me espetó:

-Tengo una teoría acerca de lo que pasó. Esa noche, Jake la llamó, ellos pelearon,
Alaska se trastornó toda y por eso entró llorando e hizo que la ayudáramos a salir de
Culver Creek. Va manejando sola, ve la patrulla y de pronto todo encaja: el final a su
misterio laberíntico la está mirando de frente y sólo lo hace “derechito y rápido”; tan sólo
se dirige a la patrulla y nunca gira el volante para evadirla no porque esté
exageradamente borracha sino porque se mató a sí misma.

-Que estupidez.

-Quizás ella iba a ir a romper con Jake para estar contigo Gordo.

-Pues la verdad no me importa ni un poco saberlo.


XXIV

-Pues yo si quiero saber. Porque si sabía lo que estaba haciendo, Gordo, nos convirtió
en sus cómplices. Y la odio por eso. Tenemos que hablar con Jake y enterarnos de su
relación con Alaska y…

-¿Estás jodidamente loco? No me voy a sentar contigo y con Jake para averiguar algo
cómo eso. Maldita sea. No quiero saber sobre ellos. ¡Sé lo que ella me dijo y eso es
todo lo que malditamente necesito saber y tú puedes ser un güey condescendiente todo
el tiempo que quieras, pero no yo no voy a hacer eso!

-¡Oh por Dios!-él grita viéndome con incredulidad.- ¡Ni siquiera te importa Alaska! Todo
lo que te importa son tú y tu preciosa fantasía de que tuviste un affaire secreto con ella
y que iba a dejar a Jake por ti, y que vivirían felices por siempre. ¡Malditamente aterriza!
Ambos sabemos que si ella estuviera aquí seguiría siendo la novia de Jake. Y entre
ustedes lo único que existiría sería el drama. No amor, no sexo. Sólo drama. Drama de
telenovela mexicana barata. Respóndeme esto: ¿Sí te amaba tanto porque te dejó? ¿Sí
la amabas tanto porque la ayudaste a que se fuera? Yo estaba borracho. A ver, dime,
¿Cuál es tu excusa? ¡Maldito hipócrita!

Antes de que lo asesinara por decir semejante mierda lo único que hice fue gritarle:-
¡Vete al infierno!

Antes de salir corriendo.

Veinte días después


El Coronel y yo seguíamos sin hablarnos y me importaba un carajo. Esa tarde decidí
fumar, por lo que fui hasta el escondite.

Y fumé.

Y pensé.

Y fumé un poco más.

Hasta que llegué a una conclusión que me perturbaba profundamente: Ella me había
enseñado todo lo que sabía de poesía, y el vino rosado y cómo besar.
Tiré uno de mis cigarrillos al río y grité:

-¡Te odio Alaska Young! ¡No puedes hacerme diferente y luego suicidarte! ¡Porque yo
estaba bien antes Alaska! Estaba bien con quien yo era, con las últimas palabras y tú,
perra, simplemente no puedes hacerme diferente; ¡y luego morirte!

Luego me di cuenta de otra cosa: El Coronel era mi mejor amigo, o lo más cercano que
yo tenía a uno. Por eso corrí a mi habitación y prácticamente me arrodillé en busca de
redención.
XXV

Pero él no era la clase de gente a la que tienes que suplicarle por lo que simplemente
intercambiamos disculpas y todo estaba bien.

Pero ya no era cómo antes, por supuesto.

Cincuenta días después

Ese mismo día-gracias al Águila-nos habíamos enterado de que el padre de Alaska


vendría a vaciar su habitación, por lo que en seguida nos pusimos en acción, en busca
de cualquier cosa que un padre no quisiera encontrar.

Primero revisamos sus gavetas; de donde saqué la caja de condones que ella guardaba
para las visitas de Jake y los eché en la bolsa que habíamos traído. Luego fui a su
cómoda en busca de botellas de licor o juguetes sexuales o lo que fuera.

Por supuesto no había nada más.

Pero, luego, tomé su copia de El general en su laberinto y de este cayó un papel, o más
bien varios papeles.

Los tomé y leí en voz alta:

-“¿Cómo saldremos de este laberinto de sufrimiento? Por Alaska Young”.


>>-“He llegado a la conclusión de que, hay sólo una manera de salir de este
laberinto: derechito y rápido. Pero a pesar de eso, sigo pensando que es una manera
egoísta de irse, porque eso es el laberinto. Sufrimiento, pero todo es sufrimiento.
Cuándo amas, sufres. Cuándo odias, sufres. Esa es la cosa con el Laberinto; puedes
intentar salir de otra manera pero, al final, igual quedarás atrapado. Ahora si…”

La hoja no tenía nada ya, por lo que revisé las otras hojas en busca de algo más. Lo
que le faltaba a esa.

Algo.

Pero, cómo Alaska, su trabajo también quedó cómo un misterio; sin embargo para mí
todo estaba por fin claro cómo el agua: El “derechito y rápido” de Alaska significaba una
salida instantánea al Laberinto, ¿Pero cuál es la única manera de dejar de sufrir?

Morir.

Alaska había sido egoísta, al igual que yo. Había sido egoísta y no pensó en mí. No
pensó en su padre. No pensó en el Coronel, o en Takumi o en Lara o en Jake. Alaska
sólo vio la solución a su problema-el sufrimiento-y la tomó.
XXVI

-¿Ahora si me crees?-interrogó el Coronel sentado en la cama de ella.-Alaska se


suicidó.

Me siento a su lado, después de guardar la hoja y el libro en la bolsa con los condones.-
Sí. Alaska no me amaba. Y ciertamente yo no la amaba.

Lo que me hace pensar en sólo una cosa: “¿Te ayude a llegar a un destino que no
querías, Alaska, o tan sólo te auxilié en tu autodestrucción premeditada?”

Estaba decidido a creer que solo la auxilié en su camino a la salida del Laberinto, en su
camino a la autodestrucción. Pero, no es que yo sea exactamente mejor, después de
todo tal cómo el Coronel estuvo sugiriendo yo sólo me había obligado a creer en un
amor que no existe, pues cuando ella murió yo ni siquiera tomé un minuto para pensar
en lo que signifiqué para ella, sino en lo que ella representó para mí.

A pesar de todo, la perdoné.

La perdoné por ser egoísta.

Y de todo corazón espero que ella esté con su madre y, sobre todo, espero que ella me
haya perdonado a mí.
XXVII

Cincuenta y dos días después


Me pareció inconcebible que todos en Culver Creek simplemente hayan dejado de
pensar en Alaska. Sí, quizás yo no estaba enamorado de ella, pero significó demasiado
para mí en el poco tiempo que la conocí. Entonces, ¿Cómo era posible que las
personas que tenían años conociéndola simplemente hayan hecho de la vista gorda?

Quizás aquello se debió a que el padre de Alaska, había venido dos horas después de
que el Coronel y yo hayamos salido de su habitación con la caja de condones-que el
Coronel había escondido en algún lugar-, su ensayo a medio camino-que yo había
pegado en la pared-, y su copia de El general en su laberinto-que descansaba en el
mini escritorio de nuestra alcoba-y había vaciado el lugar.

Lo que quedaba de Alaska se había ido.

Sin embargo, esa noche cuando me detuve frente a su habitación para llamar a mis
padres, el olor que emanaba del cuarto seguía siendo el mismo: una combinación de
loción de vainilla, tierra y cigarrillos.

Extrañaba a Alaska.

Pero, por supuesto que no le dije ni una palabra de eso al Coronel. No porque
estuviéramos peleados de nuevo o algo por el estilo, sino más bien porque entre
nosotros algo había cambiado cuando descubrimos el ensayo de Alaska. No estaba
seguro de que era, o si era bueno o malo, pero algo había cambiado.

Claro, no solo con él habían cambiado las cosas yo apenas hablaba con Takumi y
mucho menos con Lara. Incluso los bufritos-que eran una especie de burritos fritos-
sabían distinto.

O, simplemente yo era el que era distinto. Y eso no estaba mal, Alaska me había
enseñado que yo era lo suficiente inteligente, lo suficiente bueno para cambiar. Para
dejar de ser el tonto chico introvertido que venía de Florida. Por ello es que la
extrañaba. No por mi falsa creencia de que teníamos una especie de romance secreto y
tendríamos un final feliz, juntos.

Para bien o para mal, su muerte nos había tocado-más bien marcado a otros-a todos
los que la habíamos conocido. Y aunque no estaba feliz porque ella nos haya dejado, sí
que lo estaba por todo el tiempo que compartimos.
XXVIII

Cincuenta y siete días después


Lo único que siguió siendo igual fueron las clases, igual de difíciles, igual de
interesantes, también, un poco aburridas. Un par de veces Lara intentó tener una
conversación de más de dos palabras conmigo, sin éxito, cabe destacar. Me sentía una
basura, pero simplemente era demasiado incómodo para mí estar a su alrededor,
Takumi en cambio no tenía problemas con eso.

-¿Qué vas a hacer?-me preguntó el Coronel esa tarde, cuando terminó nuestra jornada
de clases.

-¿Cuándo?

-Ahora.

-Ir a estudiar para nuestro examen final de francés. ¿Por qué?

-Tengo pensado hacer la travesura de este año. En honor a Alaska.-sus ojos dorados
brillaban intensamente mientras se clavaron en mí.- ¿Te apuntas?

-Claro que sí.-dije y en seguida su sonrisa traviesa apareció.-El francés puede aller en
enfer.

-Vaya Gordo, después de todo sí que has aprendido algo en francés. No todo los días
te escucho enviando al infierno en francés.

Me reí.

Duro.

Como no lo hacía desde que Alaska se había ido. Y aunque sentí también que la
estaba traicionando por ello, supuse luego que ella debía estar riéndose de mí no tan
audaz intento de ser un tipo cool y rudo.

De todas maneras el Coronel y yo fuimos hasta el granero, en donde nos esperaban


Takumi y Lara.

Mis ganas de reír se esfumaron tan rápido como habían llegado. Pero, después deje
que una pequeña sonrisa adornara mi rostro.
XXIX

Alaska debía estar orinándose de la risa.

Nos sentamos todos en un círculo con el Coronel a la cabeza, explicando minuto a


minuto la travesura. La pierna de Lara se rozó intencionalmente con la mía. Diablos,
eso iba a ser más difícil de lo que creía. A pesar de que tuve que haberle prestado
atención al plan, no lo hice.
Mi concentración estaba en Lara y su pierna rozando la mía.

*************

Para mi desgracia-¿o suerte?-el Coronel terminó exageradamente su explicación, luego


rápidamente se puso de pie y, murmurando algo como: “más adelante tendrán los
detalles” salió del granero seguido por Takumi, quien sólo dijo adiós con la mano.
Cuando me puse de pie para irme también Lara se aferró como una lapa a mi brazo. Y,
a mi mente vinieron las palabras del Coronel la noche que Alaska se había muerto:
“Esa bestia maldita llamada drama se acerca veloz”.

-¿Podemos hablar, Miles?

-Mmm, seguro. Eh, ¿de qué, uh, quieres hablar?

En un nanosegundo los ojos azules de la chica se llenaron de lágrimas. Oh, santa


madre de Dios, yo había sido tan malo con ella. Ella debía estar pateando mi
entrepierna, no llorando. Antes de que pudieran empezar a arrastrarme por su perdón
ella inhalo profundo antes de iniciar una perorata.

-Alaska era mi amiga. Y tu mi novio. Cuando ella se murió tal parece que también te
perdí a ti.-ahora, las cristalinas gotas caían sin control y exageradamente rápido.-Y me
dolió como el infierno que ella se haya muerto, pero me dolió aún más perderte a ti.
Entendí cuando dejaste de hablar conmigo que no querías seguir siendo mi novio, pero
al menos pudiste haber seguido siendo mi amigo.

Fueron aquellas palabras las que menos quería escuchar. Yo en serio había sido tan
asquerosamente egoísta. Ni siquiera me detuve a pensar en los sentimientos de alguna
otra persona que no fuera yo-o el Coronel, pero él porque era mi compañero de
habitación-y por eso es que a duras penas podía mantener una conversación con
Takumi o con Lara.

Yo simplemente no podía darme el lujo de perder amigos, nunca había sido una
persona popular y mucho menos con el don de la facilidad de hacer unos cuantos.
También, mientras el sol se ocultaba y yo envolvía a Lara entre mis brazos me di
cuenta de que no quería a otros amigos.

Quería a los míos.


XXX

Quería a Chip, y a Takumi y quería a Lara. Ellos eran los únicos que habían aceptado
mi rareza y contrario a los demás, ellos no querían cambiarla. Por ello, tragué saliva y le
espeté a la rumana:

-Lo siento.

Y luego de nuevo. Y otra, otra, otra, otra y otra vez. Le dije esas dos palabras hasta que
de sus ojos-y los míos también, para ser sincero-dejaron de brotar lágrimas.

En ese justo momento me di cuenta de que yo estaba malditamente feliz de que ella
estuviera viva.

Ah, y de que no me odiara, claro.


XXXI

Sesenta días después


Esa tarde mientras estudiaba en mi habitación para mi examen de Religiones del
Mundo-mientras el Coronel estaba fuera haciendo quién sabe qué-Takumi entró
rapeando tan bien como siempre. No reconocía exactamente la letra aunque, era un
poco vulgar.

Sabes que puedo manejarlo/Sabes que puedo manejarlo/Cuando arrojas esa cosa de
vuelta/Consígueme como garantía/Vas a pasar toda la noche/Cuando estas en ese
adderall/Estaremos pasando toda la noche/Cuando estas en ese adderall/Perra mala,
perra mala/Tú nunca eres promedio.

No estaba seguro de si sentirme ofendido, avergonzado o si debía estar riendo o que


rayos, por lo que sólo aplaudí.-Que linda canción.-dije usando el sarcasmo por primera
vez en mi vida.- ¿Quieres decir que soy una perra mala y que puedes manejarme?
Además, ¿qué diablos es un adderall?

Takumi se rio como un poseso, se rio hasta que estuvo en el piso agarrándose el
estómago, se rio tanto que dejó salir un par de lágrimas y su gorro de zorro.-el mismo
que había usado el día de la pre travesura-, se le salió de la cabeza. Me reí con él,
también.

-Justo eso quise decir con mi fantabuloso rap. Y el adderall según google es: “Una
droga psicoestimulante que se utiliza para el tratamiento de la narcolepsia y del
trastorno de hiperactividad con déficit de atención. Además, esta droga también se
utiliza como potenciador cognitivo, como afrodisíaco y euforizante.”

-Bien, gracias por la clase privada de drogas recetadas ahora, ¿qué rayos es
fantabuloso?

Takumi puso sus ojos en blanco.-Oh querido Gordo, eres tan friki, ¿y no sabes que es
fantabuloso?

-Oh querido Takumi, eres tan cínico, ¿qué me llamas friki e inventas palabras?

Nos quedamos en una especie de guerra de miradas hasta que cedí, intimidado y él se
rio de mí un poco más.

Bastardo.
XXXII

-Fantabuloso, viene de la combinación de “Fanta” de fantástico y “buloso” de fabuloso.

Esa vez, fue mi turno de reír.

-En fin, no vine aquí a educarte, maldición no soy tu padre o tu profesor.-dijo agitando
los brazos como si estuviera lanzándome un sermón, aunque tenía una sonrisa en su
rostro.-Vine aquí para que me acompañes a la licorería para buscar un par de botellas
de Strawberry Hill, ¿qué dices? Ya tengo mi ID falso, listo para estrenarse.

Al principio me pareció una idea terrible, espantosa, horrible. Pero luego pensé en el
hecho de que apenas había pasado tiempo con alguno de mis amigos-a excepción del
Coronel-desde que Alaska se había matado. Por eso, y porque era un adolescente
estúpido que ciertamente quería emborracharse le dije:

-Bien, te acompañare.-él hizo una especie de baile de celebración, agitándose como


una anguila eléctrica o lo que fuera. Me reí.-Hay un solo problema, no tenemos un auto.

-Ahí es donde te equivocas, brodér. La nueva novia del Coronel tiene un auto.

¿La quééééé? ¿De quiéééééén?

-Uh, entonces está bien. Me pondré mis zapatos.

*************
A pesar de mi escepticismo inicial, de alguna manera Takumi convenció a Isa-la nueva
novia del Coronel-de que nos llevara para comprar alcohol con el ID falso de mi amigo.
La chica rubia con enormes, ejem, senos, sólo nos puso una condición: teníamos que
dejar que tomara con nosotros.

NO era una Guerrera Semanera.

ERA la novia del Coronel.

Así que le dijimos que sí. La chica casi nos disloca el cuello a mí y a Takumi cuando se
lanzó sobre nosotros atrapándonos en un apretado abrazo. Minutos después
estábamos en el viejo Toyota rojo de Isa-que era todo lo contrario a la vieja chatarra
azul de Alaska-pero aun así, bastante cómodo en el camino.

Diez minutos después Takumi fingió tener diecinueve años-la edad minima permitida
para ingerir alcohol en Alabama-y regresó con cuatro botellas de Strawberry Hill, una
quinta de vodka para el Coronel y cuatro cajetillas de cigarrillos en una bolsa de papel
marrón.

Cuando estábamos lo suficientemente lejos de la licorería comenzamos a gritar como


unos locos en nuestra celebración por el triunfo. Isa también estaba emocionada.
XXXIII

Ahí sentado atrás solo con la bolsa marrón, escuchando la improvisación de Takumi y
la risa de Isa me sentí feliz.
XXXIV

Sesenta y tres días después

Isa, se unió fácilmente a nuestro grupo. Era extremadamente divertida e igual de genial
que el resto de mis amigos, también nos dimos cuenta de que ambos veníamos de la
misma ciudad de Florida.

Qué pequeño es el mundo ¿verdad?

Sin embargo nada-ni siquiera el hecho de estar en perfecta armonía y felicidad con mi
pequeña élite de amigos-nada, me preparó para la llegada de la hermosa estudiante
latina que había llegado al colegio justo ese día. La primera vez que la vi de frente fue
cuando caminaba hacia el teléfono para mi llamada semanal dirigida a mis padres. No
pude evitar compararla con Alaska Young-porque ella era la nueva ocupante de su
habitación-pero esa chica latina era todo lo contrario a mi amiga.

Su piel estaba oscura, no como una persona afrodescendiente, sino ese extraño color
dorado que poseían los latinos. Tenía ojos grises y un cuerpo curvilíneo que sólo podría
describirse como “ridículamente ardiente”. Su cabello era un tono más oscuro que el de
Alaska. Cuando descolgué el auricular ella abrió la puerta de la que había sido una vez
la habitación de mi amiga y se quedó viéndome fijamente.

Me sonrojé.

Me sonrío

Le sonreí de vuelta.

-Hola.

-Hola.

-Me llamo Grenda Gonzales y vengo de Venezuela.-su acento sonaba gracioso.-Soy


nueva.

-Soy Miles Hatter y vengo de Florida.-sin estar seguro de que más decir, sólo dije-No
soy nuevo.
XXXV

Ella se rio como si le hubiera contando un chiste extremadamente gracioso, cuando en


realidad lo único que había hecho era decir “no soy nuevo” como un idiota.

-¿Vas a usarlo?

-Este, sí, yo, eh.-parecí un retrasado mental, aunque ella no dejó ni por un minuto de
estar risueña y con una linda y enorme sonrisa.-Úsalo tú primero.

Y eso hizo, llamo a alguien, a su madre quizás. No estoy seguro, estaba más
concentrado en la forma en que sus rizos negros caían por su espalda. Ella era
hermosa.

No hermosa como Alaska. Pero era una clase de hermosura distinta.

La clase que me hacía delirar.

Ella terminó bastante rápido de hablar y luego se volteó hacia mí mientras se recostaba
en la puerta de su habitación. No de Alaska, me tenía que recordar.

-¿Tienes novio?-en cuanto la pregunta dejó mis labios me sentí un acosador


asqueroso.

¿Acaso no podía arruinarlo más?

Pero estaba tan equivocado.

Tan, tan equivocado.

La sonrisa de Grenda se amplió aún más, casi tocando sus orejas.

-No, Miles. No lo tengo.-después ella abrió la puerta y metió la mitad de su cuerpo, y


mirándome sobre el hombro dijo.-Aún.

Nunca en mi vida lo había sentido hasta entonces. Aunque había creído que lo había
sentido con Alaska, los nervios, la emoción y las mariposas revoloteando en mi panza
me dijeron lo contrario.

Yo no sabía lo que era estar enamorado.

Yo nunca había estado enamorado.

Pero quizás Grenda Gonzales iba a enseñarme.


XXXVI

Setenta días después


Yo deseaba pasar cada vez más tiempo con Grenda.

Sí Alaska era un huracán, ella era un jodido terremoto.

Alaska había desordenado mi mundo, pero Grenda lo había destruido por completo. En
los siete días que llevaba conociéndola era incapaz de formar oraciones enteras con
sentido cuando la tenía cerca. Y a pesar de que era muy distinta a Alaska existían
ciertas cosas similares entre ellas:

*Ambas eran sexys, misteriosas, feministas y muy inteligentes.

*Al igual que Alaska amaba los libros, y aunque no tenía una biblioteca de vida como
ella, sí que tenía muchísimos libros en su habitación.

*Grenda también tenía el gusto por el alcohol, los cigarrillos y el alcohol, justo como
Alaska.

Pero hasta ahí llegaban sus similitudes. No sólo físicamente era distintas sino que
también en la personalidad-fuera de sus rasgos compartidos-ella no tenía la bipolaridad
de un-día-fría-un-día-caliente de mi amiga muerta. Ella era increíblemente dulce. Y para
sorpresa de todos-excepto quizás de Lara, quien desde que la vio dijo: “esta chica es
mucho, muchísimo más loca que Alaska.”-Grenda amaba aún más hacerle la vida
imposible a los superiores.

Desde hacía tres días la habíamos puesto al corriente de Alaska-obviando muchísimos


detalles tanto buenos como malos-de su muerte y de nuestra idea de la broma en su
honor.

Ella adoró la idea.

Ella dijo que detestaba el no haberla conocido.

Ella dijo que probablemente hubieran sido mejores amigas.

Y entonces no pude evitar amarla un poco más de lo que ya lo hacía.


XXXVII

Setenta y cinco días después


Nuestros exámenes finales se acercaban con tanta rapidez como el final del año
escolar, por lo que estaría por dos meses y medio lejos del Coronel, Takumi, Lara, Isa
de Grenda. Por lo que ese día tuve la idea de terminar de pulir los detalles de la broma
en el granero.

Justo como lo habíamos hecho con Alaska.

Todos estuvieron de acuerdo.

Así que como la última vez, el Coronel fingió que Takumi y yo lo acompañaríamos el fin
de semana a su casa para visitar a su madre. Menos de una hora después todos
estábamos juntos escuchando al Coronel divagar. Aún había un par de fallas en su
plan, pero cuando las chicas sacaron las botellas y los cigarrillos, supe que al menos
por esa noche se habían acabado las planificaciones.

Así fue.

Tomamos mucho. Fumamos bastante. Bailamos como loco fingiendo que había música
en algún lugar. En serio estábamos ebrios. En serio lo disfruté. Pero la mejor parte llegó
cuando estuvimos tan agotados que decidimos ir a dormir. Isa y Chip se acostaron
juntos en su bolsa de dormir mientras que Takumi y Lara compartieron la otra. Lo que
dejaba la mía y a mí y a Grenda.

-Si quieres puedes tomarla, yo dormiré en el heno.

Ella no lució tímida. De hecho, esa fue la ocasión en la que más me recordó a Alaska y
que me hizo, a la vez, separarlas para siempre.

-Podemos compartirla. A menos de que seas una nenaza.

Así que se acostó. Me acurruque a su lado. Su cabello me hacía cosquillas en la nariz.


Ella olía a cigarrillos y a alcohol pero también a algo dulce, algo como fresas con
caramelo. Un olor que decidí que desde entonces era mi favorito.

-Me encanta como hueles.-ella dijo.-Hueles como a lluvia combinada con alcohol y
cigarros y jabón.
XXXVIII

-A mí me encanta como hueles tú.-dije clavando mis ojos en los suyos.-Hueles como a
fresas y caramelo y alcohol y cigarros. Es mi nuevo olor favorito.

Ella rio, pero juguetonamente no burlonamente.

Las mariposas revolotearon en mi panza.

E hice lo único que se me pudo ocurrir y que cualquiera en mi posición hubiera hecho:
la besé.

La besé hasta que me faltó el aire.

La besé hasta que me dolieron los labios.

Y luego, bese cada centímetro de su rostro.

Me besó todo el rostro también.

Quise que el jodido tiempo se detuviera para siempre en ese momento.

-Olvida lo del olor. Tus labios son mi nueva cosa favorita.

-Bien dicho bicho, concuerdo contigo.

Esa vez no me reí, esa vez no se río. Esa vez sólo nos besamos hasta que caímos por
el cansancio.

Fue esa noche, sin tener conocimiento de donde comenzaba su cuerpo y donde
terminaba el mío que me di cuenta de que eso era estar enamorado.

También me di cuenta de que yo sí había amado a Alaska. Pero no como amaba a


Grenda. La había amado como mi mejor amiga, la había amado como mi primer amor.
Realmente no estaba seguro de cómo.

Pero, la había amado.

Y en donde sea que esté esperé que ella estuviera feliz por mí.

Que ella me perdonara finalmente.

Pero sobre todo, que yo me perdonara a mí mismo. Porque para amar a Grenda
Gonzales sin reservas como quería, necesitaba dejar de echarme la culpa por lo que le
había pasado a Alaska.
XXXIX

Setenta y seis días después


Al día siguiente mientras desayunábamos galletas con jamón y el detestable café
instantáneo que habíamos traído, Grenda tomó mi mano y yo estaba que hacia
volteretas hacia atrás de la emoción.

-¿Supongo que somos novios no?

Casi me ahogué con mi café-barato-asqueroso-instántaneo. Ella ni siquiera pestañeó.

-No.-ella alejó su mano de la mía luciendo dolida.-Así no, quiero decir, ¿Quieres ser mi
novia?

Ella saltó sobre mí y delante de mis amigos me besó. Lara e Isa se rieron, el Coronel
gritó algo que intentaba ser: “hip,hip hurra” y Takumi hizo sonidos sexuales. Pero no me
importó.

En ese momento sólo me importó ella.

Su boca contra mi boca.

Su cuerpo contra mi cuerpo.

Así que esto era el amor.

Era algo deliciosamente extraño.

*************

Mientras comenzó a oscurecer y el Coronel finalmente tenía casi listo el plan para la
travesura en honor de Alaska Young, decidimos empezar a tomar de nuevo y de alguna
manera terminamos fuera del granero bailando bajo la luna llena y las estrellas.

En ese momento sentí que Alaska estaba orgullosa de nosotros.

Que ella estaba emocionada de la travesura que haríamos para ella.


XL

Por eso, cuando empezamos a girar y caímos en el pasto-el Coronel de mi lado


derecho y Grenda en el izquierdo, Isa a los pies del Coronel junto con Takumi y Lara-
me sentí completo por primera vez en mi vida.

Por fin había entendido completamente lo que significaba el Laberinto. Y en desacuerdo


con Alaska, yo no quería salir “derechito y rápido” sino que quería vivir con el dolor y
con el amor y con la emoción de vivir.

Y aunque estaba triste porque ella no estuviera en ese momento físicamente con
nosotros, sabía que en realidad nunca iba a morir.

No de verdad.

No mientras Chip la tuviera en su corazón.

No mientras Lara la tuviera en su corazón.

No mientras Takumi la tuviera en su corazón.

No mientras yo la tuviera en mi corazón.

Alaska Young había muerto pero nunca íbamos a dejarla ir.

Porque eso es lo que hacen los amigos de verdad.

La gente que te ama de verdad nunca se va. Simplemente duermen hasta encontrarse
en la siguiente vida.

Allí, acostado en el pasto viendo las estrellas y riendo con los chistes malos de Takumi,
entrelacé cinco de mis dedos con cinco dedos de Grenda y los otros cinco con Chip.

Estando allí me di cuenta de que había encontrado mi Gran Quizás.

Y aunque, faltaba una parte fundamental de mi Gran Quizás, tenía todas las otras
partes y yo, estaba tan jodidamente feliz y agradecido por eso.

Amaba tanto estar allí con ellos.

Y fue entonces cuando supe que yo había nacido para estar con ellos, en ese justo
momento, haciendo justo lo que hacíamos.

Sonreí hacia el cielo y en silencio le hice una promesa a Alaska: “Aunque hayas
decidido salir del Laberinto derechito y rápido, yo voy a vivir por ti también. Y voy a
tener una biblioteca de vida y voy a hacer cosas locas. Voy a vivir Alaska. Te lo
prometo”.

-Por cierto, gracias por enseñarme que puedo ser quien quiero ser.
XLI

FIN

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