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El ser, es el deseo *

Jacques-Alain Miller
La metafísica de la acción analítica.
Del reconocimiento a la causa del deseo.
El goce, causa de la realidad psíquica.
Fui formado por la enseñanza de Lacan para concebir al sujeto como falta en ser, no sustancial, lo
que tiene una incidencia radical en la práctica del análisis. En la última enseñanza de Lacan, - esas
indicaciones cada vez mas fragmentadas, enigmáticas, que piden poner mucho de sí,- la dirección al
sujeto como falta en ser, se desvanece. En el lugar de esta categoría ontológica, puesto que es
cuestión de ser, viene la categoría del agujero, que tiene relación con la falta en ser y que sin
embargo pertenece a otro registro diferente del ontológico.
Esto me obliga a pensar la relación, la filiación y por otro lado la diferencia entre la falta en ser y el
agujero, a partir de lo cual Lacan en su última enseñanza quería definir lo simbólico mismo. El
recurso al nudo no hizo sino volver a esta categoría tanto más insistente puesto que cada uno de los
redondeles de cuerda de los que se apropiaba está hilado alrededor de un agujero. Esto queda por
pensarse.
Mi primera práctica estaba reglada por el deseo, entendido como lo que se trata de interpretar, sin
desconocer que es también darle un ser. En eso la interpretación es creacionista. Instituye una cierta
potencia de la palabra, que sin duda es necesario aprender a adquirir como se enseña en los
controles.
Lo esencial en esta enseñanza no es el arte del diagnóstico, incluso si constituye la preocupación del
debutante que quiere saber con qué tipo de sujeto tiene que vérselas. Lo que se intenta trasmitirle es
el método que permite que su palabra adquiera potencia. Se reduce a esto, enseñarle a callar. La
palabra no alcanza y no retiene la atención del paciente sino a condición de ser escasa, incluso si lo
conduce del lado de las formaciones del inconsciente. Como lo dice Lacan en su último texto
publicado en los Otros escritos en la página 599- : "Pero basta que se le preste atención para salir de
él [del inconsciente]". Sin embargo, es lo que se trata de obtener por medio de la interpretación. Hay
un término del que ustedes no pueden adueñarse para otorgarle un ser, ese término es el goce. Allí
ustedes deben desistir de cualquier intención creacionista y deben volverse más humildes.

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Interpretar es un término que aquí desfallece y habría que sustituirlo por algo como ceñir, constatar.
Este vocabulario no me satisface, y quisiera llegar a decir mejor aquello de lo que se trata para el
analista en relación con lo que supera a la ontología. "...por supuesto, tengo mi ontología" dice
Lacan, y agrega "- ¿por qué no? - como cualquiera la tiene, ingenua o elaborada". Cito el Seminario
Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, página 80. La enseñanza de Lacan, se
sostiene a nivel de la ontología y cuando desistió de ella ¡se perdió el control! Por esa razón quiero
permanecer en este punto antes de tratar de avanzar.
Lacan inscribió su ontología en la tentativa de Freud de dar cuerpo a la realidad psíquica sin
sustantificarla. Precisamente no sustantificar la realidad psíquica es no psicologizarla. Ninguno de
los esquemas que Freud propuso para articular la realidad psíquica, incluyendo el esquema del
huevo que ilustra su segunda tópica, debe dar lugar a una diferenciación del aparato. El que no se
trate aquí de sustancia, es decir de aparato diferenciado en el organismo nos conduce a rechazar las
tentativas de asentar la teoría freudiana en una investigación del funcionamiento del cerebro. No
faltan en nuestros días los investigadores que intentan validar las intuiciones de Freud, tratando de
ubicar las instancias que él distinguió gracias a las imágenes a las que la tecnología, desarrollada en
los últimos decenios, da acceso. Se trata de una tentativa para dar cuerpo a la realidad psíquica
sustantificándola. En su primera enseñanza Lacan, por el contrario, trató de elaborar lo que
podríamos llamar un ser sin sustancia. ¿Qué quiero decir con esta expresión? Designo un ser que no
postula ninguna existencia. Como no es seguro que el término existencia sea más claro que el
término sustancia, precisemos que se trata de un ser sin real, el de un sujeto que no se inscribe sino
diferenciándose de lo real y postulándose a nivel del sentido. A ese nivel se sostiene la ontología de
Lacan que es una ontología semántica.
Lacan fue a buscar en Freud con qué sostener el término ser. Tuvo que examinar la obra de Freud
poco pródiga en tales referencias, y la encontró en la Tramdeutung en el capítulo 7 apartado E,
titulado El proceso primario y el secundario. La represión, bajo la forma de la expresión Kern
unseres Wesen, el núcleo de nuestro ser. Lacan se apropió de este hapax -por lo que sé nunca fue
dicho más que una vez por Freud - para decir que la acción del analista va al corazón del ser y que
por esto él mismo está implicado allí.
Podemos referirnos a ese pasaje de Freud que encontrarán en la página 131 de la última traducción
de la Traumdeutung por Jean-Pierre Lefevre en Ediciones Seuil, traducción que habiendo
comenzado a examinar, la encuentro eminentemente recomendable. [1]
¿Dónde se inscribe exactamente esta expresión? Se inscribe en la diferencia entre los dos procesos
psíquicos distinguidos por Freud, primario y secundario. Reconoce el carácter ficticio de su
construcción, indicando que un aparato psíquico que no poseería más que el proceso primario no
existe. Este carácter de ficción no impide pensar que los procesos secundarios - se pasa al plural - se
desarrollen paulatinamente después. Es la idea de una orientación temporal, está lo primero y lo que
sigue. Entre los dos hay una laguna, una distancia. Los procesos secundarios inhiben, corrigen,
dominan, los procesos primarios. Conservemos la idea que hay lo primario y que luego viene a
implantarse un aparato que opera sobre él. Lo que explica que el inconsciente no es un libro abierto.
Aquí introduce la expresión el núcleo de nuestro ser situándolo en el nivel primario, antes de que
intervenga un aparato o una configuración susceptible de retener esos procesos, de desviarlos, de
orientarlos. Según Freud ese núcleo debe situarse en el nivel primario, en el sentido en que este
estaría constituido - siguiendo la traducción de Lefevre - por movimientos deseantes
inconscientes que, precisa Freud, surgieron de lo infantil. Podemos situar una ontología freudiana
en estos términos - el núcleo de nuestro ser es del orden del deseo, un deseo imposible de captar y
de refrenar, a despecho de lo secundario. La realidad psíquica está obligada a plegarse al deseo
inconsciente.
Hay allí una suerte de dominio imposible que Lacan hará repercutir hasta en sus cuatro discursos,
donde inscribirá el significante amo como impotente para dominar el saber inconsciente. Dominio
imposible, sólo le está permitido al proceso secundario desviar los procesos primarios hacia lo que
Freud llama los fines más elevados, lo que más tarde designará como sublimación. Sólo voy a
retener esto - para Freud el núcleo de nuestro ser está al nivel del deseo inconsciente y ese deseo no
puede ser dominado ni anulado jamás, sólo puede ser dirigido. Es lo que Lacan se proponía
pensando su práctica bajo el título "La dirección de la cura".
La primera enseñanza de Lacan - la que ha marcado el pensamiento con "Función y campo de la
palabra y del lenguaje" - culmina en el deseo constituyendo el ser del sujeto. Dado que trato
precisamente de hacer tambalear esta ontología lacaniana - como lo hizo el mismo Lacan, que se
vio llevado a sobrepasarla - voy a extraer de estas consideraciones una definición ontológica según
la cual el ser, es el deseo.
Es la razón por la cual, cuando Lacan señala la expresión de Freud el núcleo de nuestro ser, puede
decir, a manera de inciso, que no se inquieten "ante el pensamiento de que me ofrezco aquí una vez
más a unos adversarios siempre felices de mandarme de vuelta a mi metafísica"[2].

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Lacan desafía a esos adversarios pavoneándose con su metafísica. Encuentro aquí la misma
expresión que muestra que él la asume en el discurso con el que presentaba su Informe de Roma.
Evocaba entonces al analista debutante, al que su psicoanálisis personal dice - utilizaba esta
expresión - "no le resulta más fácil que a cualquier otro hacer metafísica de su propia acción". Hay
que entender allí el enunciado de su ambición, hacer metafísica de la acción analítica, es decir
asignar el ser sobre el cual se lleva a cabo esa acción. Diré incluso que el término acción implica
aquí el de causa. ¿Cómo puedo, a partir de lo que hago como analista, ser causa de una
transformación que toca el núcleo del ser?
De entrada prevenía de abstenerse de hacer metafísica de la acción analítica, lo que sería escabroso
pues querría decir hacerlo, a pesar de todo, sin saberlo. Esto evoca el argumento según el cual hay
que filosofar, porque si no hace falta filosofar, de todos modos hay que filosofar para mostrar que
no es necesario filosofar. De este modo concebía Lacan, en el comienzo mismo de su enseñanza que
no se puede no hacer metafísica del psicoanálisis.
¿Cómo entenderlo? ¿Cuál es el ser sobre el que se pretende actuar por medio del análisis? Es en la
vía de esta interrogación que encontramos la función de la palabra medio del psicoanálisis. La
intensidad con la cual Lacan promovió la función y el campo del lenguaje se debe a que, para él,
esta asignación lingüística estaba inscripta en el marco de la metafísica del psicoanálisis. Se lo quiso
reducir a una explotación de la lingüística, mientras que la cuestión que animaba a Lacan era
metafísica - ¿cuál es el ser sobre el que esta operación pretende actuar?
Entonces, aplica un axioma según el cual no puede haber acción de un término sobre otro si no son
homogéneos. Debe haber allí homogeneidad entre la acción del analista y el ser al que se aplica, su
realidad es del mismo orden ontológico.
¿Cuál es esta acción? Lacan la centra incluso la reduce a la interpretación, es decir a dar otro
sentido a lo que es dicho. Si aislamos la interpretación como el núcleo de la acción analítica hay que
considerar que opera en el orden del sentido. La metafísica analítica debe implicar que el ser es
sentido. Dicho de otro modo, el psicoanálisis implica una ontología semántica. Lo que Lacan llama
el sujeto, es precisamente el correlato de la interpretación, un sujeto que no tiene ser más que por
ella, un ser variable en función del sentido. No hay allí nada que sea del orden de la sustancia, nada
que tenga permanencia.
¿Cómo pensar el orden del sentido sino como algo distinto del orden de lo real? Voy a hablar en
términos de intuición, como él lo formula en los Otros escritos página 150, "...la distancia que ella
supone entre lo real y el sentido que le es dado...". Esta distancia es la distancia entre dos órdenes,
el de lo real y el del sentido que Lacan no dejará de comentar. Para utilizar un término de Saussure,
hay una manera arbitraria en la que Lacan querrá a veces ver una libertad del sujeto. En todo caso lo
real no decide el sentido, ni el sentido lo real, estas dos dimensiones no se comunican entre ellas. Si
Descartes distinguía el alma y el cuerpo y planteaba su unión, Lacan separaba lo real y el sentido,
pero sin unirlos nunca.
El pivote de la acción analítica es dar sentido, lo que requiere en primer lugar estar atento a las
modalidades semánticas por medio de las cuales el analizante les comunica lo que vive.
La interpretación también da sentido, pero para permitir un advenimiento del ser, hacer ser lo que
no era, de donde pueden inferir que quiere ser incluso si el sujeto no se lo confiesa. ¡El analista sería
de algún modo el partero del ser no acontecido! Lacan encontraba allí los poderes poéticos y
creacionistas de la palabra que contrastan con su valor realista.
De entrada Lacan evocaba este ser tomado en el engranaje de las leyes del blabla, que luego
deletreó con el esquematismo de la metáfora y de la metonimia, la arborescencia de su grafo del
deseo, etc. Pero la doctrina del inconsciente subyacente hace de él un fenómeno de sentido. En su
discurso inicial, Lacan emplea este término, fenómeno, a propósito del inconsciente, y yo agrego
semántico.
He pasado mucho tiempo articulando, desarticulando las construcciones de Lacan que conciernen a
los engranajes lingüísticos pero apunto aquí a un nivel más elemental de lo que los sostiene en
nuestra práctica - el inconsciente como el sujeto tiene que ser. Se trata de una intuición muy
restringida pero que sirve para sostener la experiencia analítica en su sucesión, en la serie material
de las sesiones. El deseo freudiano que califica el núcleo de nuestro ser toma de este modo un
alcance ontológico.
¿Qué es lo que puede conferir el ser al deseo de ser? La primera respuesta de Lacan es el
reconocimiento. El deseo como deseo de ser es un deseo de reconocimiento, en tanto que sólo el
reconocimiento puede conferirle ser. Reconocimiento quiere decir que está ratificado por aquel a
quien se dirige y que lo interpreta. Este reconocimiento - término heredado de Hegel - es la
satisfacción del deseo. En este sentido, una vez obtenido el reconocimiento el análisis puede
terminarse en la satisfacción del reconocimiento. Mucho más tarde, en su último escrito publicado,
Lacan dirá también que el final del análisis es un asunto de satisfacción, pero a mucha distancia de
la que aquí señalo.

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En la primera enseñanza de Lacan, se produce ya un franqueamiento hacia un más allá del
reconocimiento que podemos encontrar en "La Dirección de la cura". Lo hace en el momento donde
distingue deseo y demanda. Allí se da cuenta de que el reconocimiento es lo que demanda el deseo,
pero como el deseo también va más allá de la demanda, no hay ninguna satisfacción de esta, ya sea
incluso de reconocimiento, no puede satisfacer el deseo.
A partir de aquí se produce un desplazamiento que va del reconocimiento del deseo a su causa. El
término causa sustituye al de reconocimiento. Es el momento en el que Lacan no se satisface más
definiendo el núcleo de nuestro ser a partir del deseo inconsciente, a contrapelo de lo que había
pesquisado en uno de los primeros escritos de Freud, la Traumdeutung. Se trata de un
desplazamiento ontológico.
Se produce cuando surge que el deseo no es más la ultima ratio del ser sino un efecto de
significante tomado en la conexión del significante con el significante, los carriles de la metonimia.
El escrito "La instancia de la letra..." con su definición del deseo, se inscribe en falso en relación
con la dialéctica del reconocimiento. Esta construcción inscribe el deseo a nivel de la significación
con su valor de remisión que Lacan transcribe en esta fórmula: S (-) s, donde entre significante y
significado no hay emergencia de un nuevo sentido. El significante está allí retenido, lo que escribe
con un signo menos entre paréntesis. En este efecto metonímico - a diferenciar del efecto
metafórico que se escribe de la misma manera pero con un signo + que indica la emergencia de un
sentido, S (+) s -, Lacan rencuentra la falta en ser por la cual definía el deseo. Pero se trata de un
deseo incompatible con la palabra porque corre debajo de los dichos y al que ningún
reconocimiento puede extinguir. Es un deseo que no puede interrumpirse al confesarse, es un
fantasma de la palabra.
Al pasar del reconocimiento a la causa, Lacan desplaza también el punto de aplicación de la
práctica analítica del deseo al goce. La primera enseñanza se asienta en el deseo de ser y prescribe
un cierto régimen de la interpretación, el del reconocimiento. Se trata de la interpretación que
reconoce y exhibe el deseo sobrentendido - cada vez que nos ocupamos en descifrar un sueño,
practicamos la interpretación de reconocimiento. Pero hay otro régimen de la interpretación que no
se dirige al deseo sino a la causa del deseo. Es una interpretación que trata al deseo como una
defensa, la falta en ser como una defensa contra lo que existe.
Lo que existe, al contrario del deseo que es falta en ser, es lo que Freud abordó a partir de las
pulsiones y Lacan le dio el nombre de goce. Freud atribuyó a las pulsiones una existencia
problemática llamándolas míticas, término que fue traducido de manera abusiva como irreal, pero
que Lacan lo desmiente interpretando a Freud. Decir que las pulsiones son míticas es considerar
más bien que son un mito de lo real. Hay real bajo el mito, y ese real es el goce.
Lacan dio a esta ruptura la siguiente fórmula - el deseo viene del Otro, el goce viene del lado de
Cosa. El deseo depende del lenguaje y apela al Otro. La Cosa no es la verdad freudiana charlatana,
sino lo real al que se le da sentido. Más allá de su primera enseñanza, Lacan arribó a lo siguiente, el
primer real sobre el que se ejerce la donación de sentido, es el goce. Esta vertiente de la Cosa donde
se inscribe el goce es el síntoma, es decir lo que resta cuando el análisis termina en el sentido de
Freud. También es lo que resta en el pase de Lacan, es decir después del desanudamiento del
sentido.
La metafísica de la acción del analista, su ontología semántica, apunta al deseo como núcleo del ser,
es decir a un sentido. Ese núcleo alcanzado por el pase está esencialmente designado por la
aparición de una falta en ser que Lacan llama la castración. Incluso cuando indicaba, que ese núcleo
era posible escribirlo con una notación positiva, a minúscula, solo tomaba para él su función a partir
de la falta en ser, como un obturador de la falta en ser. El pase aún estaba dominado por la cuestión
de la falta en ser pero separado de la idea del reconocimiento porque con el deseo concebido como
una metonimia, su reconocimiento pierde su valor.
En lugar del reconocimiento de un deseo que adviene al ser, Lacan instalaba con el pase el
reconocimiento de la falta en ser, y especialmente el reconocimiento de la falta en ser del deseo. Por
eso señalaba en el pase una deflación del deseo donde se termina por circunscribir ese menos entre
paréntesis (-) y a darle valor de castración. También se circunscribe lo que permitió hacer la
soldadura entre significante y significado, el objeto a. Lo que Lacan llamaba el pase queda tomado
en su ontología. Será solo en su última enseñanza donde habrá una renuncia a esta metafísica.
Lacan franqueará los límites de esta ontología en el momento en que dice Yadl´Un, que no es del
orden ni de la falta ni del ser. Va a buscar sus referencias mucho más acá de Descartes y de la
metafísica moderna, en Platón y los neoplatónicos. Se abstiene de decir el Uno es, como ellos
mismos lo hacen. Dice y´a, haciendo elipsis del il. Esta jaculación designa una posición de
existencia y si queremos, es un volver a decir la función de la palabra y el campo del lenguaje,
reducidos a sus raíces, al puro hecho del significante pensado fuera de los efectos de significado y
del sentido del ser.
Se trata de algo enorme porque aprendimos con Lacan a reconstituir la historia del sujeto a partir de
las aventuras del sentido de su ser. No digo que podamos abstenernos de eso en la práctica, sino que
más allá, hay aun un hay. Hay el primado del Uno, mientras que lo que creemos haber aprendido de
Lacan es el primado del Otro de la palabra. El deseo pasa a segundo plano, pues el deseo es el deseo
del Otro. La verdad del pase de Lacan da la clave de la deflación del deseo, es decir que el deseo no
ha sido nunca otra cosa que el deseo del Otro. De este modo el Otro, que nunca fue sino supuesto,
se evacúa con la consistencia del deseo.
Nos vimos forzados a constatar que el sujeto se enfrenta con el Yadl´Un, una vez que ha
desinvestido su deseo. Este Yadl´Un tal como lo tomo aquí, es precisamente el nombre de lo que
Freud aisló como los restos sintomáticos. Lo que viene en primer plano con el primado del Uno es
el goce, el goce del cuerpo que llamamos el cuerpo propio y que es el cuerpo del Uno.
Se trata de un goce que es primario, en el sentido que no es más que secundario el que sea objeto de
una interdicción. Lacan llegó hasta el punto de sugerir que la religión proyectaba sobre el goce una
interdicción que Freud había ratificado. Llegaba al punto también de pensar que la filosofía había
entrado en pánico frente a este goce a falta de pensar en su permanencia, su existencia rebelde a la
dialéctica.
Lacan pudo escribir una frase que sólo llego a explicarme ahora, Otros escritos página 533: "...el
goce viene a causar lo que se lee como el mundo...". Esto quiere decir que el goce es el secreto de la
ontología, la causa última del orden simbólico a partir de lo cual la filosofía hizo el mundo. Hay una
oposición entre ontología y goce. La ontología da lugar a lo que quiere ser, e implica también lo
posible, en tanto que el goce pertenece al registro de lo existente. Por eso Lacan pudo decir en su
última enseñanza, página 591 de los Otros escritos, que el psicoanálisis contradice el fantasma de la
metafísica - quizá sea yo el que agrega eso - que consiste en hacer pasar el ser antes que el tener,
mientras que el tener es ante todo tener un cuerpo.
¿Podemos decir que hasta aquí el sujeto lacaniano no tenía un cuerpo? No, pero solo tenía un
cuerpo visible, reducido a la pregnancia de su forma. ¿Con la pulsión, con la castración, con el
objeto a el sujeto reencontraba un cuerpo? Sí, pero un cuerpo sublimado, trascendentalizado por el
significante.
Se trata de algo muy diferente a partir de la jaculación Yadl´Un, porque el cuerpo aparece a partir de
allí como el Otro del significante, en tanto que el significante produce acontecimiento en él. El
acontecimiento de cuerpo que es el goce aparece como la verdadera causa de la realidad psíquica.
Utilizo esta expresión no sin haberme preguntado desde cuándo tenemos una realidad psíquica. No
es seguro que Pitágoras, Platón, Plotino, referencias del Yadl´Un de Lacantengan una. Los
Escolásticos se interesaban especialmente en el Otro divino y es solo a partir de Descartes y de su
cogito que empezaron a existir
Lo que deja en suspenso cómo definir el deseo del analista. Lacan lo invocaba para conducir el ser
inconsciente, es decir reprimido, al estado realizado. Lo reprimido como lo que quiere ser, recurría
al deseo del analista para acceder a la existencia. La posición del analista, cuando se confronta
con Yadl´Un en el ultrapase, no está ya marcada por el deseo del analista sino por otra función que
nos será preciso elaborar a continuación.
*Clase del 11 de mayo de 2011 del curso de J.-A.Miller, L´Un tout seul, inédito
Establecimiento de texto: Christiane Alberti y Philippe Hellebois
Traducción Silvia Baudini
NOTAS
1. En Freud, S., Obras Completas, "La interpretación de los sueños", pag.710, Biblioteca
Nueva, Madrid, 1973
2. Lacan, Jacques, Escritos 2, La dirección de la cura y los principios de su poder, Siglo
veintiuno editores, S.A., 2008, pag. 561.

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