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NI CATOLICOS
NI PROTESTANTES
Por Guillermo R. McGrath
El título de este estudio parecerá un poco extraño al lector que tiene la idea popular
de que sólo hay dos clases de cristianos: los protestantes y los católicos. Originalmente el
término “protestante” fue usado para designar un grupo de príncipes alemanes del siglo XVI,
quienes querían controlar los asuntos religiosos en sus propios territorios, sin ninguna
interferencia de Roma.
Pero muchas iglesias evangélicas rechazaron el nombre “protestante” y no quisieron ser
llamadas así. Muchas de estas iglesias no sólo rechazaron el nombre, sino repudiaron a los
mismos Reformadores. Y, ¿por qué no quisieron ser identificados con ellos? ¿Por qué decían
que ellos no eran protestantes? ¿Todavía siguen diciendo lo mismo en este tiempo moderno?
Es posible contestar estas preguntas por medio de un estudio de la historia de la Iglesia. Y
cuanto debemos hacer, porque el Apóstol Pablo nos amonestó a hacerlo para que no fuéramos
a cometer los mismos errores que los antepasados cometieron (l Cor.10:1‐14.) Para entender el
porqué los anabautistas rehusaron ser identificados con el protestantismo, debemos primero
entender los problemas que formaron el trasfondo del movimiento Reformado del siglo XVI.
La iglesia Católica estaba en una condición decadente. Toleró muchos abusos y defendía estos y
a los sacerdotes que lo cometían. Cuando examinamos la escena detalladamente, encontramos
ocho violaciones a la Sagradas Escrituras que clamaban por ser corregidas o reformadas:
1. EL SISTEMA DE IDULGENCIAS: La Iglesia Católica proclamaba tener el derecho de perdonar al
pueblo sus pecados y librar de las penas del purgatorio a los cristianos muertos, si ellos hacían
cierto “sacrificio”. Este sacrificio normalmente era el pago de una cantidad de dinero a cambio
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de un certificado de indulgencia. Esta práctica llegó a ser tan corrupta que incluía una licencia
para pecar emitida antes de cometerlo. Y, obviamente, tenía un precio muy elevado.
2. EL SISTEMA DE PENITENCIA, CONFESION Y OBRAS MERITORIAS: Los católicos de aquellos
tiempos fueron enseñados de que la Iglesia podía perdonar los pecados si la persona pecadora
los confesaba a un sacerdote. Este entonces le imponía al pecador una penitencia de cierta
duración de tiempo, como por ejemplo, ayunos o dar dinero para la ayuda de los pobres.
3. LA VENERACION DE LOS SANTOS, DE MARIA, DE IMAGENES Y RELIQUIAS: Las clases comunes
eran enseñadas que podían conseguir intercesores con Dios, orando a María y a los santos, así
como oraban a Dios. Pensaban que Dios se complacía en la veneración de imágenes y reliquias
y de oraciones por los muertos.
4. LA MAGIA SACRAMENTAL: La Iglesia enseñaba que las aguas bautismales, correctamente
administradas, producían la regeneración. Si una persona, niño o adulto, fuera a morir sin antes
ser bautizado, nunca podría ver a Dios. Enseñaban que el pan y el vino eran el cuerpo y la
sangre de Cristo y no sólo símbolos para recordar su sacrificio.
5. EL ROMANTICISMO, EL CELIBAT0 Y EL ASCETISMO: Estas eran prácticas de la Iglesia, en las
cuales ella sostenía un doble modelo de vida cristiana. Por un lado demandaba una vida muy
estricta a los monjes, sacerdotes y monjas, por otro era menos estricta con los laicos. Sostuvo la
teoría de que solamente unos pocos fueron llamados a ser discípulos, y solamente estos
podrían vivir vidas lo suficientemente santas. Este grupo selecto podría propiciar los pecados de
los cristianos comunes. Así este sistema desarrolló muchos abusos morales.
6. EL SISTEMA SACERDOTAL: Por Su autoridad, los sacerdotes, obispos y papas interpretaron la
Escritura para la membresía. Se desarrolló la idea de una jerarquía infalible, una maquina
eclesiástica que proclamaba leyes y declaraba “herejes” a todos los que protestaban. El
sacerdote llegó a ser el intercesor entre Dios y el hombre. Así reemplazaron ellos a Cristo y lo
hicieron accesible sólo por medio de ellos.
7. EL USO DE VIOLENCIA EN LOS ASUNTOS RELIGIOSOS: La Iglesia Católica usó la fuerza, tortura,
prisión y la persecución, exigiendo que el gobierno civil diera muerte o exiliara a aquellos cuyas
conciencias y fe no se conformaran con Roma.
8. UNA IGLESIA UNIVERSAL DE LAS MASAS: Toda la población fue bautizada desde la niñez y
todos fueron considerados miembros de la iglesia aunque eran inconversos y vivían vidas no
cristianas. La ciudadanía con el estado era sinónimo con la membresía en la iglesia.
Estas ocho violaciones a la Escritura constituyeron el problema y fueron causa de la Reforma
Protestante. Los Reformadores debían hacer frente a cada una de las ocho violaciones y
restaurar la Iglesia a la verdad bíblica en cada área. Por último, la posición social y económica
de las Iglesias en la sociedad medieval no debía ser pasada por alto. La Iglesia era dueña de más
de una tercera parte de toda Europa. Recolectaba un diezmo anual de cada persona, rica o
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pobre, y llevaba grandes sumas de los países europeos a Roma. Los impuestos eran aplicados a
los Reyes y Príncipes también, aunque se quejaban de ello. Si estos se oponían a la decisión de
la Iglesia, quedaban bajo amenazas de excomunión y revolución promovida por fuerzas
armadas de la Iglesia. También la Iglesia Romana mantenía ordenes militares y en ocasiones
hasta pagaba a otros ejércitos para que impusieran sus leyes a los disidentes. Las famosas
“cruzadas” fueron declaradas contra los reyes desobedientes y herejes, y contra los países
paganos cuyas riquezas fueron saqueadas.
La Iglesia era un super‐estado que controlaba los gobiernos de cada país; un tipo de gobierno
mundial. Cuando el nacionalismo creció, los gobiernos empezaron a quejarse contra este poder
internacional e imperialista de la Iglesia. Empezaron a querer guardar para sí los impuestos que
Roma se llevaba. Al fin confiscaron las propiedades grandes de la Iglesia, nacionalizándola en
una como en algunos países latinoamericanos han hecho en estos tiempos modernos. Pero una
reforma verdadera tenía que corregir no sólo abusos religiosos, sino también romper el poder
efectivo de roma con el cual interfería en los asuntos políticos de las naciones. Esta situación
fue propicia para la revolución y el cambio. Lo único que faltaba era un liderazgo que podría
proveer la “teología” para la “nacionalización y canalizar el entusiasmo popular. Tales líderes
pronto se manifestaron.
Martín Lutero empezó su carrera de reforma sin comprender las consecuencias que ésta
produciría. Su vida y carrera pueden ser divididas en cuatro períodos distintos:
2. EL LUTERO, MÁS MADURO, y desilusionado con el desorden social y económico, el
levantamiento de la religiosidad fanática. Este Lutero vacilaba entre dos opciones: fundar una
iglesia compuesta sólo de creyentes renacidos o, tratar de reformar una iglesia de las masas
que se había desviado del camino verdadero.
3. EL LUTERO ADAPTABLE, quien acomodó sus necesidades eclesiásticas a las exigencias
políticas, sacrificó su conciencia a lo más oportuno cortejando a los príncipes y nobles, y
hablando fuertemente contra los pobres rebeldes.
4. EL LUTERO ARCHICONSERVADOR, quien atribuía a los “príncipes santos” y al poder civil, la
misma autoridad que antes pertenecía sólo a la Iglesia Romana.
El joven Lutero quien quemó el decreto papal de su excomunión y el libro de la ley canónica,
repudiando el sistema entero papal junto con su autoridad falsa, es el Lutero que merece
nuestra simpatía. Este Lutero dijo: “¡Esta es mi posición, no puedo hacer más porque ni seguro
ni correcto es ir en contra de la conciencia. Que Dios me ayude!” Este joven sólo esperaba la
muerte de mártir: pero fue destinado a vivir y a cambiar. Eventualmente se consentiría en la
muerte para otros que declararan sus conciencias. La vida y obra de Lutero es, en muchas
maneras, típica de otros reformadores, cuyo grito era “volvamos a la Biblia”, pero pronto su
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posición no sólo afectó la reforma eclesiástica. Uno tras otro se encontraba en una situación
comprometida, gradualmente dándose cuenta más y más del interés propio de los príncipes y
reyes. Estos últimos sólo querían deshacerse del yugo papal para ser ellos los poderosos y ricos.
Ahora, vamos a examinar cada una de las ocho violaciones flagrantes de la Iglesia Romana
contra la Escrituras y ver como los reformadores protestantes la combatieron. Primero
destruyeron el sistema de indulgencias. Enfatizaron la doctrina de la Biblia la cual enseña que
ninguna iglesia tiene el poder de dar una “indulgencia”, remitir la pena del pecado o ayudar en
ninguna manera a los que ya murieron. Desgraciadamente, el énfasis sincero que los
reformadores protestantes hacían en la salvación sólo por la fe (sola fide), fue entendida
generalmente por el pueblo como una “indulgencia protestante” para pecar. El resultado fue
que un sistema de indulgencias fue reemplazado por otro. Un teólogo Luterano, Dietrich
Bonhoeffer, escribió de este triste resultado en la siguiente manera: “La gracia barata (o fácil)
quiere decir la justificación del pecado sin la justificación del pecador. La gracia sola hace todo,
dicen ellos, y por eso todo queda como siempre ha sido.... El mundo sigue en su mismo camino
y todos somos pecadores, hacen hasta el mejor entre nosotros, dijo Lutero. Bueno entonces
deje que cristiano viva como el resto del mundo, que moldeó su carácter según el patrón
mundano en cada aspecto de la vida. Que bajo la gracia no aspire a vivir una vida diferente de
la que tenía antes de ser salvo. Esta era la herejía de los “entusiastas”, los Anabautistas y otros
como ellos.... La gracia barata es la predicación del perdón sin el arrepentimiento, el bautismo
sin la disciplina eclesiástica, comunión sin la confesión, absolución sin contrición. La gracia
barata es gracia sin el discipulado, gracia sin la cruz, gracia sin Jesucristo, vivo y encarnado en el
creyente... Nosotros los luteranos no hemos reunido como águilas sobre un cadáver y hemos
tomado el veneno que mata la vida de un seguir a Cristo. Es verdad que hemos rendido honores
sin paralelo en el cristianismo a la doctrina de la gracia pura, en realidad hemos exaltado a esta
doctrina a la posición de Dios mismo. Por dondequiera la fórmula luterana, pecar con valentía
es repetida, pero la verdad que contiene es pervertida y es nuestro auto‐engaño. Mientras
nuestra iglesia mantenga correctamente la doctrina de la justificación, no habrá duda alguna de
que sea una iglesia justificada. Así dicen, pensando que nosotros debemos vindicar nuestra
herencia luterana, haciendo que esta gracia esté al alcance de un precio barato y fácil de pagar.
Ser luterano quiere decir que hemos dejado el asunto de seguir a Cristo a los legalistas,
calvinistas y anabautistas, y lo hacemos para el bien de la doctrina de la gracia. Justificamos a
este mundo y condenamos como herejes a aquellos que luchan por seguir a Cristo. El resultado
es que una nación se convirtió en cristiana y luterana, pero ésta nos costó el verdadero
discipulado. El precio que la nación tuvo que pagar fue demasiado barato, Sí, la gracia barata ha
prevalecido”.
Estas palabras no son las de un oponente de Lutero, sino son la confesión de un teólogo
luterano moderno que contempla el colapso de un protestantismo vacío cuyos miembros en la
mayoría fueron llevados por el nazismo. Pero no eran necesarios cuatrocientos años para que
alguien comprendiera la realidad de este cristianismo superficial. Los anabautistas
contemporáneos de Lutero, inmediatamente vieron la falsedad de la doctrina de “sólo creer”.
Podemos leer cientos de comentarios de ellos, como por ejemplo este de Menno Simons:
“...Dicen que somos pobres pecadores y no podemos guardar los mandamientos de Dios, y
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otras consolaciones por el mismo tipo. Por eso quieren egoístamente buscar su libertad carnal
por medio de esta doctrina. No se mueven de su antigua manera de vivir, en una vida no
cambiada, sin ningún temor de Dios, como si nunca jamás hubieran oído una sílaba de la
palabra de nuestro Señor, y como si Dios nunca les fuera a castigar su injusticia y maldad.
Los eruditos generalmente están de acuerdo en que uno de los frutos de la Reforma era un
deterioro marcado en la moralidad de la gente común en toda Europa, donde quiera que la
doctrina de “sola fide” era prodicada. Menno Simons observó este deterioro con tristeza e
indignación:
"Sin embargo, aunque la predicación de su evangelio comprometedor, en toda Alemania hay
evidencia de una libertad excesiva tal, que no es posible exhortarles acerca de su inmoralidad,
vida desordenada, lenguaje sucio, lascivia y palabras indignas de Dios. Dicen que nosotros
somos sectarios, vagabundos, fanáticos, que creemos que nos salvamos por nuestras buenas
obras, y otros términos de reproche e insultos. Cuando contemplamos los abusos del
catolicismo, nos regocijamos al principio cuando veíamos a los reformadores famosos
rechazando por completo el sistema antibíblico de la penitencia, confesión y obras meritorias
como propiciación por el pecado. Sin embargo, como pronto se manifestó, cuando estudiamos
su literatura y la práctica de sus seguidores, que aunque desecharon las buenas obras como
meritorias, no siempre aclararon la verdad de las obras como un resultado necesario de la
salvación y el morar con Cristo. Lutero sustituyó un concepto pesimista de un pecar continuo y
un arrepentimiento continuo por la penitencia católica. Los anabautistas también rechazaron
esta doctrina inmoral y aunque predicaban la necesidad de un arrepentimiento continuo y
humilde ante Dios, no dudaron de que sí es posible vivir la vida Cristiana y, para el creyente
regenerado, obedecer los mandamientos de Dios y así complacerle (vea 1Juan.3:). Uno de sus
versículos favoritos era (1Pedro 3:21), que habla del bautismo como una “apelación de un
buena conciencia hacia Dios”. Uno de sus folletos hermosos, DOS TIPOS OBEDIENCIA, enfatizó
que en verdad hay una obediencia legalista, que en sí es la esclavitud, pero hay también una
obediencia filial de un hijo de Dios renacido, para quien el guardar los mandamientos de Dios
no es gravoso, sino una expresión de gozo por el amor del Padre (1Juan. 5:3, Juan.15:10‐11). En
lugar del concepto protestante de un pecar continuo y un arrepentimiento continuo, los
Anabautistas enfatizaron el poder de Dios para guardarlo, la necesidad de un discípulo de ser
entregado a Dios, un confesar el pecado unido con un abandonar su práctica también.
Demostraban estar prestos a arrepentirse, una sensibilidad de corazón hacia la convicción del
pecado. Recordamos una vez más cuando vemos en la historia que no es suficiente sólo
destruir una falsa doctrina, sino que tenemos que restaurar la doctrina bíblica. Aunque
abandonaban las obras legalitas, del perfeccionismo radical, los Anabautistas insistían en una
obediencia humilde en la vida de uno que decía ser renacido. Esta vida puede ser comprendida
en cuatro partes:
1. la obediencia de un cristiano regenerado que demuestra una humildad sencilla;
2. El sufrimiento por llevar cierta cruz que el amor tiene que experimentar en el rechazo a
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Cristo por el mundo;
3. El estar siempre dispuesto a ser instruido y corregido cuando se equivoca, y voluntariamente
sujetare a la disciplina;
4. Una disposición del alma a Dios, con paz en el corazón por descansar en Dios, aunque el
mundo le ofenda y le persiga.
Esto es completamente lo opuesto de una resignación detestable al pecar que caracterizaba la
piedad protestante. Es apoyarse en Cristo, entregándose plenamente a él; estar en paz como
cuando el mar se pone quieto. Y esto aún cuando alrededor haya problemas, sufrimiento,
rechazo y difamación del nombre de Dios. Es de lo que nuestro Señor habló en Juan.16:22 y 33
“Su gozo nadie lo puede quitar” y “para que en mí puedan tener paz...” La experiencia preciosa
de orar en Cristo, de quedarse en él, y también la de tener a Cristo orando en el corazón, una
fusión de amor imperturbable por la circunstancias.
Ahora, para condenar los abusos católicos, el sistema de veneración de los santos, las imágenes
y de María, felizmente vemos a los reformadores famosos rechazando todos estos abusos,
hasta destruyendo las imágenes, ventanas de vidrio de colores, pinturas, altares, estatuas, y
con un celo forvoroso. Zwinglio, Knox, y Calvino eran especialmente vehementes en este tipo
de deshacerse de todas las “ayudas” para la adoración”, destruyendo los instrumentos
musicales y coros musicales.
Lutero, sin embargo, no fue tan lejos, pero retuvo mucha ceremonia en la misa, velos, órganos
y muchas otras cosas del culto católico. Juan Wesley acusó a la iglesia de Inglaterra de no
terminar por completo la reforma, acusándole de ser mundana: “¿Están más libres ustedes de
la idolatría que los católicos? Sí, en su propia idea. Pero, ¡Cuán pequeña es la diferencia! Ellos
levantan sus ídolos en sus templos; ustedes los levantan en sus corazones. Sus ídolos son
cubiertos con oro y plata, pero los de ustedes son oro sólido. Ellos adoran el retrato de la reina
del cielo, y ustedes el de la reina de Inglaterra. En otra manera ellos idolatran un hombre o
mujer muerta; pero ustedes idolatran una persona viva. Pero, ante Dios ¡Cuán poca es la
diferencia! Poca preeminencia tiene el londinense que adora el dinero, sobre el romano que
adora una imagen; o el que adora un santo vivo sobre el que ruega a un santo muerto”.
Mientras Lutero y muchos de los protestantes seguían el principio del rechazo solo de aquellas
cosas que son específicamente contrarias a la Escritura, los Anabautistas generalmente seguían
el principio de rechazar todo lo que no es específicamente establecido para observarse en la
Biblia. H.S. Bender, cita y comenta sobre este precepto que se encuentra en una carta de
Conrado Grebel a un pretendido reformador “Entendemos que usted ha traducido la misa al
Alemán, y que ha ordenado una nueva liturgia. Esto no puede ser bueno, porque en el Nuevo
Testamento no se encuentra enseñanza como esta (la liturgia)” ‐Esta cita anuncia el método de
Grebel, todo tiene que ser comprobado con el N.T., y todo lo que no se halla en él como una
enseñanza de Cristo y de los apóstoles o que fuera la práctica apostólica, tiene que ser
abandonada. A este primer principio es añadido un modelo: todo tiene que ser para la
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edificación, tiene que producir una fe que convierta el modo de vivir, y no dejar guiarnos en
una fe externa e hipócrita”.
Este principio no quiere decir que la Iglesia no tiene el derecho a interpretar las Escrituras, sino
que no tienen el derecho de introducir prácticas extrañas e innecesarias que no tienen
fundamento alguno en las Escrituras.
Es particularmente triste ver que tan fácilmente las masas protestantes dejan la adoración de
los santos para pasarla a la de uno de sus héroes, glorificando reyes y príncipes y otros
personajes políticos. Esto también es idolatría. No debemos subestimar la influencia masiva del
nacionalismo en la formación protestante de país en país. En Inglaterra donde el reformador
era el villano Rey Enrique VII, la reforma incluía el robo de la riqueza y propiedad católica.
Al considerar el cuarto error católico, el de la magia sacerdotal, la enseñanza que Dios dio su
gracia regeneradora sólo en las aguas del bautismo administradas por el sacerdote
(normalmente a infantes), y que Cristo está presente físicamente en el pan y vino de la Cena del
Señor; estamos desilusionados al observar que ningún reformador repudió el bautismo de
infantes o la regeneración bautismal. Casi todos ellos durante el trayecto de sus ministerios,
dudaban de esta práctica, pero uno tras otro decidieron que era necesario retenerlo. La razón
de esto fue que si el bautismo infantil era rechazado, y si sólo los creyentes eran admitidos al
bautismo después de la confesión voluntaria de su nueva fe, el resultado de esto sería una
iglesia muy reducida. Si la membresía fuera puramente voluntaria, no muchos se acercarían,
habría solo unos pocos cristianos y la sociedad se desintegraría. Así razonaron los
reformadores. Y decidieron en pro de una iglesia masiva, en la cual todos lo que nacían en el
país eran bautizados y automáticamente se convertían en cristianos. Siendo que un infante no
puede tenerlo, esta decisión por parte de ellos no fue sabia, por lo que la Biblia no enseña, era
una decisión política y socialmente cómoda. También en la cuestión de los símbolos en la Cena,
sólo una minoría de los reformadores se decidió en contra de la idea de que Cristo estaba
presente físicamente en los elementos de la Cena. Lutero insistió fuertemente que estos
elementos mismos eran en realidad Cristo. Así la iglesia llegó a estar compuesta de los que
fueron bautizados cuando eran infantes, estaban de acuerdo con la teología de los
Reformadores (sola fide), y comían y bebían a Cristo en el culto de comunión. Los Anabautistas
absolutamente rechazaron cualquier bautismo excepto aquél que fuera hecho a base de una
confesión de fe. También rehusaron reconocer que los elementos de la Cena eran más que
símbolos. Así los Anabautistas repudiaron la magia ceremonial mientras los protestantes
quedaban confusos y divididos en cuanto al asunto, muchos de ellos creyendo que Dios sólo
daba la gracia por medio de los sacramentos mismos o por la predicación de la doctrina de
“sola fide”.
En quinto lugar, debemos considerar si los reformadores en verdad reformaron las instituciones
catolico‐romanas, tales como el monasticismo, el celibato, el ascetismo. Aunque las facciones
de “iglesia alta” de nuestros tiempos hayan revivido el monasticismo y el celibato como
vocaciones de unos pocos selectos, en general, lo reformadores simplemente dejaron de poner
un doble énfasis en un código estricto para unos pocos y otro más estricto para la masas, y lo
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reemplazaron con una regla más liberal para todos, lo que dejó como consecuencia la moral
deteriorada.
En verdad no ayudó a la causa de Cristo el demoler la norma doble, sino que la reemplazó con
un antinomianismo general. Los Anabautistas rechazaron la dos cosas. Restauraron la norma
bíblica del discipulado para todos los hijos de Dios. Cuando se hayan relajado los modelos del
Nuevo Testamento, como vigentes para todos los miembros de la iglesia, la disciplina estará
perdida inevitablemente, y cuando se pierde el discipulado, la relación filial de un hijo con el
Padre se pierde y finalmente la salvación también.
Considerando ahora el abuso católico del clericalismo y la autoridad de Papas, obispos, y de
concilios, nos sentimos reconfortados cuando leemos de los gritos de los reformadores de
“regresar a la Biblia”. Sin embargo, cuando examinamos los datos, su piedad y práctica, nos
queda o desilusionados al encontrar otra traición a la causa de una verdadera reforma. Aunque
el lema de los reformadores, el sacerdocio de los creyentes, el hecho es que ellos
definitivamente prohibían predicar o testificar a cualquiera que no era ordenado por la
máquina eclesiástica y política. Vez tras vez, Lutero rugió contra los predicadores “no
autorizados” Anabautistas, quienes él consideraba de inferior calidad. A menudo se oye que los
reformadores introducían la libertad religiosa, pero los hechos demuestran que esto estaba
muy lejos de la verdad: perseguían a todos los que no estaban de acuerdo con ellos. Lutero
criticó duramente a todos los otros reformados que no demostraban un desacuerdo a los
Anabautsitas. El historiador protestante, Hallam, refleja la actitud de un erudito imparcial
cuando escribió de Lutero: “Un dogmatismo sin límites, que descansa en una confianza
absoluta en infalibilidad de su propio juicio, prevalece en sus escritos. Ninguna indulgencia es
manifestada, ninguna incertidumbre. Lo que se opone a sus decisiones, los patriarcas de la
iglesia, los eruditos reconocidos, los filósofos, los cánones y concilios, todos son llevados por la
corriente de una declaración impetuosa. Y siendo que todo lo que contiene la Escritura, según
Lutero, es fácil de entender, sólo puede ser comprendido en la manera en que Lutero lo
comprende. Cada desvío de su doctrina atrae su anatema. El que los Zwinglianos, como los de
la Iglesia de Roma y los Anabautistas, por sus creencias fueron juzgados como perdidos, es
insinuado en numerosos pasajes de los escritos de Lutero”.
Otro intelectual, Juan L. Stoddard, se siente impulsado a llegar a la misma conclusión por causa
de unos datos inquietantes de la vida de Lutero y de su literatura: Se dice comúnmente que
Lutero originó el derecho de la libre investigación. Pero esto está lejos de la verdad. Hablaba de
él, como una de sus razones de abandonar las tradiciones de la iglesia, pero hizo todo lo que
podía para lograr una sujeción universal a la Biblia, así como él la interpretaba. Llegó a ser un
papa de la hoja impresa, en lugar de uno de carne y hueso. Además, siendo que se consideraba
así mismo como intérprete autorizado de la Biblia, prácticamente se declaró infalible. Uno de
los contemporáneos de Lutero, Sebastian Frank, escribió tristemente: “Hasta bajo el papado
teníamos mas libertad que ahora'”. No sólo Lutero sino todos los reformadores manifestaban
intolerancia a los anabautistas y a todo aquel que no se conformaba con sus ideas, desde Juan
Calvino que consintió en la muerte de Servetus su oponente teológico, a Ulrich Zwinglio quien
forzó a su antiguo amigo Hubmier a renunciar a su doctrina y traicionar su conciencia bajo la
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tortura y amenaza de muerte. Lejos de restaurar el sacerdocio de todos los creyentes, e instituir
una nueva libertad de religión, todos los reformadores famosos trataron de imponer sus
propias interpretaciones por la fuerza, e intimidaron a sus oponentes a callar, por medio de
amenazas. Esta situación infeliz dio como resultado grandes olas de persecución y guerras
civiles. Finalmente, después de mucha confusión y derramamiento de sangre, un esfuerzo fue
hecho para lograr la paz por medio del compromiso.
El plan adoptado era que cada rey podía libremente establecer su iglesia nacional según sus
propios gustos. Así la libertad fue sólo para los príncipes y su poder llegó a ser supremo tanto
en los asuntos de la religión como en lo civil. Este triste principio dió lugar a un nacionalismo
creciente que a su vez estableció la supremacía y totalitarismo del estado que hasta ahora sigue
produciendo su fruto pernicioso. Bajo los católicos, los gobernantes por lo menos temblaban
ante la posibilidad de la crítica e interferencia de la Iglesia, pero una vez establecida la reforma,
entonces los príncipes acallaron toda crítica. Pero los Anabautistas no solamente creían en el
sacerdocio de todos los creyentes, también lo practicaban sin miedo y cada miembro fue
requerido para testificar del amor y el señorío de Cristo, y contra el pecado. Por consecuencia,
fueron arrestados bajo la acusación de traición, actividad subversiva, y herejía. Fueron casi
aniquilados en una sangrienta persecución por los gobernantes que patrocinaban una iglesia
del estado pero no soportaban una iglesia de profetas valientes de Dios. Experimentaron la
misma fortuna que Juan el bautista antes que ellos, y por las mismas razones.
El séptimo error católico fue el de un sistema de poder y violencia, manifestada por la coerción
a todos los que no estaban de acuerdo con ella. Los reformadores famosos no hacían ningún
intento por corregir este principio anti‐critiano. Al contrario, lo explotaron a lo máximo. Un
historiador bautista contemporáneo ha ecrito lo siguiente: “todos los reformadores mayores,
quienes habían librado horóicamente a la iglesia del poder de Roma y del Papa, sobre
impusieron una iglesia del estado donde quiera que andaban. La iglesia local y soberana del
Nuevo Testamento, que mantenía la libertad religiosa absoluta, fue perseguida por la iglesia del
estado de los reformadores. Esta era la verdad en cuanto a Lutero, quien impuso la iglesia
estatal en Alemania; Zuinglio en Suiza; Juan Knox en Escocia; Enrique VIII en Inglaterra; Juan
Calvino en Ginebra, cuya consistorio no era menos que una inquisición. Todos ellos
perseguidores así como Roma fue antes de ellos”.
Que esto es un hecho histórico no puede ser negado, pero muchos adora‐héroes han tratado
de excusar a los reformadores y sus iglesias del estado de alguna manera u otra de la culpa de
esos perseguidores. Uno de lo pretextos más comunes es que los tiempos eran en sí brutales y
todo el mundo hacía lo mismo de todos modos. Hace cinco años fue publicado en Suiza un libro
titulado EL CRISTIANISMO Y EL MIEDO, en el cual el autor, Oscar Pfister analiza con muchas
palabras los crímenes de lo reformadores. En cuanto a Calvino escribió lo siguiente: “El
conocimiento del período de la reforma demuestra que muchos eruditos del tiempo, hombres
con seguidores que enumeraron miles, celosamente se pusieron en contra de la persecución de
los herejes, y en nombre del Evangelio, clamaron por la misericordia en el trato de estos.
Prominentes entre ellos eran los Anabautistas. Muchos de estos hombres de elocuencia
inspirada fueron conocidos por Calvino. Pero la oposición a la persecución de los herejes, no le
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impresionó siquiera. Hay que derrumbar la idea antigua de que las crueldades de Calvino
únicamente demostraban el espíritu de los tiempos. Me maravilla la falta de sabiduría de
Calvino quien era conocido por su lógica. Su ira fue encendida contra la persecución de
protestantes en países católicos y a pesar de esto, no demostró misericordia hacia los que él
consideraba herejes”.
Los Anabautistas protestaron contra la actividad anticristiana de los reformadores, pero sin
éxito. Menno Simons escribió de esta crueldad por la cual miles de Anabautistas fueron
muertos por las iglesias estatales protestantes: “Observen, queridos hermanos, hasta dónde el
mundo se ha apartado de Dios y de su palabra... con tanta rabia persiguen, difaman y destruyen
la verdad salvadora, el Evangelio no adulterado de Nuestro Señor Jesucristo, la vida piadosa de
los santos. Y esto es hecho no sólo por los católicos romanos y los turcos, sino en gran parte
también por los que se jactan de la Palabra Santa, aunque en sus primeros escritos tenían
mucho que decir en cuanto a la fe, que es el Don de Dios, y es creada en los corazones de los
hombres sólo por medio de la Palabra. Pero este principio hace ya muchos años ha sido dejado
a un lado por los teólogos y me parece a mí, que ha sido borrado de sus libros. Porque desde
que los señores y príncipes y países se identificaron con su carnal doctrina, han publicado la
opinión contraria, como es evidente en sus escritos. Y aunque sus publicaciones y sermones
incitan a que sean entregados a las manos de los ejecutadores a muchos corazones piadosos
quienes contradicen, desaprueban y amonestan a ellos con la Palabra clara de Dios y les
señalan los fundamentos verdaderos de la Palabra Santa, es decir, la fe poderosa que obra
amor, una vida penitente, la obediencia a Dios y a Cristo y las ordenanzas evangélicas del
bautismo y la santa cena que Cristo mismo mandó a su iglesia hacer. SI, todos los que de un
corazón puro insisten en esto, son estos Anabautistas maldecidos, considerados seductores y
herejes;... sin embargo, cada uno y todos ellos, sean señores, príncipes, predicadores, teólogos
o personas comunes, sean ellos católico‐romanos, luteranos o zuinglianos, quieren ser llamados
la congregación cristiana, la Iglesia Santa”.
Podemos notar particularmente dos cosas en la cita de arriba: Primero Menno dice que los
Anabautistas censuraban y profetizaban en contra de los pecados de sus perseguidores.
Recuerdo haber leído del juicio de un Anabautista quien fue acusado ante los jueces y un
numeroso grupo de predicadores de la iglesia‐estado, que uno de ellos gritó “Este hombre
Herman se ha entregado a una de las sectas malditas que nos condenan. Sin duda las
conciencias de los reformadores se dolían bajo el testimonio de los Anabautistas. Segundo,
debemos notar que Menno oberva un cambio en los reformadores mismos: si al principio
demostraban valientemente sus convicciones de que la fe tiene que ser voluntaria y no forzada,
pronto cambiaron cuando vieron que tenían necesidad del sostén de los gobernantes, si es que
su reforma iba a tener éxito. Esta observación de Menno no es una observación privada. Un
erudito conocedor de la historia de la Reforma, Harold J. Grimm, de la Universidad de Indiana,
escribió en 1954, lo siguiente: “El valor de Lutero en Worms ha sido estimado correctamente
como un paso importante en la historia del desarrollo de la libertad religiosa. Mantuvo sin
moverse que las autoridades de la iglesia y del estado, tenían que convencerle a él, un
individuo, de sus supuestos errores antes de condenarle. Por el otro lado, este era un paso lejos
de la negación de la autoridad. Esta posición sostenida por la historia subsecuente del
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reformador, demuestra que él firmemente creía que por su experiencia personal y por su
estudio que había llegado a la verdad absoluta de la religión que no permitía ninguna
interpretación individual. Era su responsabilidad demostrar a las autoridades esta verdad, y fue
la obligación de ellos el defenderla. Si el papado no consentía, entonces volvería Lutero al
gobierno. Si rehusaba el emperador, entonces volvería a los señores territoriales.”.
Si algún hombre fuera a llegar a esta misma conclusión en estos tiempos modernos, lo
mandarían a un asilo de enfermos mentales. Pero Lutero tuvo éxito en sus planes, en parte
porque los señores territoriales buscaban alguna manera de evadir la interferencia de la iglesia
romana y por eso se complacían con la oportunidad de esposar la causa de la libertad sostenida
por el reformador. Pero cuando los pobres alemanes quisieron aplicarse esta libertad,
revelándose contra lo señores territoriales y ganando su independencia, Lutero se enfureció
contra ellos: “Si un hombre es un rebelde, cada otro hombre es su juez y ejecutador. Así como
cuando un fuego es encendido, el primero que lo apaga es el mejor hombre... Por eso cada
persona que puede, apalear, matar, o apuñalar en secreto o en público, recordando que nada
es más venenoso, dañoso, o demoníaco que un rebelde. Es así como cuando uno tiene que atar
a un perro rabioso; si no lo mata, él le matará y a todos los suyos... Por eso apuñalen apaleen y
maten cuando puedan. Si llega a morirse en cumplir esto, le será para bien. Una muerte más
bendita no puede haber, porque ustedes morirán en obedecer la Palabra divina y el
mandamiento de Romanos XIII, y en servicio de amor a su vecino, quienes ustedes rescatan de
los lazos del infierno y del diablo.... Un rebelde no vale la pena de contestarle, porque no
acepta los argumentos. La mejor contestación para tales bocas es un puño que hace sangrar la
nariz. Los campesinos no escucharon; no dejaban que nadie les contestara. Sus oídos deben ser
cerrados con balazos hasta que sus cabezas caigan de sus hombros... Que nadie tenga piedad
de los campesinos obstinados, endurecidos, sino que todo, según sus habilidades, cortar,
apuñalar, matar, como si fueran perros rabiosos... para que así se mantenga la paz y la
seguridad.... Y sin duda, estas son obras de misericordia, amor y bondad, siendo que no hay
nada peor en el mundo que la inquietud, inseguridad, opresión, violencia e injusticia, etc.,etc”.
Los artículos escritos por Lutero sobre el asunto de las guerras campesinas están llenas de
expresiones como la arriba citada. Cuando muchos años después le fue reprochado por su
lenguaje violento, y por incitar a los señores territoriales a matar sin misericordia (mataron más
de cien mil campesinos), él contestó insolentemente: “Fuí yo, Martín Lutero quien mató
efectivamente a los campesinos en la insurrección, porque yo mandé eliminarlos. Toda su
sangre está sobre mis hombros. Pero yo respondo a nuestro Señor Dios quien me mandó hablar
de esta manera”. Aún más triste, Lutero reaccionó con igual violencia contra los Anabautistas
quienes trataron de aplicar el principio de la libertad a sí mismos. Aunque sabía que muchos de
ellos fueron partidarios de la no‐resistencia violenta, a la vez que existía una rama de ellos que
eran revolucionarios sociales, Lutero condenó a todos por igual, favoreciendo una póliza de
exterminación. Si tuviéramos espacio y tiempo podríamos citar sus folletos escritos en contra
de los judíos también. Lutero, llevado por la ola del nacionalismo alemán, escribió varios
folletos anti‐semíticos abrazando la matanza o el destierro de los judíos, al estilo de Hitler. Fue
esencialmente el sostén de los príncipes y gobernantes que aseguraron el éxito del movimiento
luterano, como es expresado por la Enciclopedia Británica: “Si los príncipes germanos no
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hubieran considerado que fuera por el bien de sus intereses el sostén sus principios (los de
Lutero), a lo mejor nunca hubiera llegado más allá de ser un cabecilla de una secta obscura. Era,
además, un mal estadista. Era impetuoso en su temperamento y supersticioso según nuestro
modo de pensar moderno”.
Los príncipes alemanes tenían un interés personal en la reforma, que les dio la oportunidad
para evitar la interferencia eclesiástica, para dejar de pagar diezmos e impuestos a Roma, y a
confiscar y robar las propiedades ricas de la iglesia como las huertas y los monasterios.
En todos estos ejemplos de la vida de Lutero y de sus escritos, podemos ver un patrón que fue
repetido durante la carrera de cada uno de los reformadores. No todos, por cierto, fueron tan
crueles y mal hablados como Lutero, pero seguían la política de la unión de la iglesia con el
estado. Esta fue repetida pero nunca repudiada. Un obispo metodista Moderno y un
escolástico, R.F. Weaver, bien describe en resume en nuestras conclusiones tocante a la
relación entre la iglesia y el estado y el nacionalismo como resultado de la reforma: “La mente
protestante es el precursor del nacionalismo y da lugar a la doctrina del derecho divino de lo
reyes. Lutero consideraba al poder secular como divino: 'La mano que maneja la espada no es
una mano humana sino divina. Es Dios, no el hombre, quien quiebra la rueda. Es Dios que hace
guerra.' No es demasiado el decir que por tan influyente que era Lutero en la esfera de la
religión, su doctrina del estado era más poderosa en las tierras protestantes que su doctrina de
la gracia, y creó una nueva fase del problema antiguo de la relación del gobierno organizado
con la religión organizada”.
Antes del tiempo de la reforma, lo reyes y príncipes estaban sujetos a la iglesia, pero los
reformadores introdujeron una nueva forma de razonar en cuanto a la política de la sociedad.
Unas pocas palabra de los escritos de Lutero serán suficientes para demostrar esta nueva
actitud que pronto hizo del estado un poder centralizador (hizo de la iglesia sólo una rama del
gobierno, y pronto cada autoridad germana tuvo su pequeño estado‐iglesia, así como cualquier
otro departamento del gobierno): “Como un cristiano, el hombre tiene que sufrir todo y no
resistir a nadie. Como ciudadano, el mismo hombre tiene que robar, matar y pelear con gozo,
mientras viva.... Un príncipe puede, en verdad, ser un cristiano, pero tiene que reinar, no como
cristiano.... Nadie debe pensar que el mundo puede ser gobernado sin derramar sangre. La
espada mundanal tiene que estar roja de sangre... No nos importa de donde reciban los
príncipes su poder. Es las voluntad de Dios, sin importarnos si lo han robado o lo asumieron... Si
alguien tiene el poder, lo ha recibido de Dios, y por eso tiene el derecho... Si las autoridades se
comportan injustamente, Dios nos manda a obedecerles de todos modos... porque el tener que
servir injustamente no daña nuestra alma, al contrario no es aprovechable... Si las autoridades
sean malas e injustas, nadie tiene el derecho de oponerse a ella, o de infligir contra ellas”.
Que un cristiano debe obedecer y sufrir bajo un gobernante injusto, es bíblico, pero nunca debe
tomar parte en la administración de la injusticia o la justicia, y esto es exactamente lo que
Lutero nunca entendió. El creía que un cristiano era una personalidad dual; lo que hace como
cristiano, lo hace en su vida privada (y en privado puede no ser violento), pero cuando el estado
lo llama para hacer algo, tiene que obedecer sin preguntar, como un ciudadano, un hombre
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público. El desobedecer aún a un estado injusto es lo mismo que desobedecer a Dios. En tal
sistema, en caso de conflicto entre sus ideas y las del estado, el cristiano siempre tiene que
cumplir su responsabilidad ciudadana. Lutero hizo claro que él siempre lo haría, si hubiera sido
un cristiano viviendo en un estado mahometano, la voluntad del Sultán y hacer la guerra contra
los cristianos. Pero la Biblia en ningún lugar enseña tal dualismo, cada hombre tiene sólo un
alma, y somos responsables a Dios por los hechos que hacemos en la carne. No importa si
pecamos porque el estado nos diga que lo hagamos, somos responsables ante Dios por
nuestros hechos en la carne. Los Apóstoles dijeron: “tenemos que obedecer a Dios antes que a
los hombres”. Ellos fueron acusados de traición, actividad subversiva, porgue enseñaban que
hay un poder más alto que el estado, a quien somos responsables. ‐"Y todos ellos hacen lo
contrario de los decretos de Cesar, diciendo que hay otro rey, un tal Jesús” ‐¡AMEN!
Ahora veremos el octavo abuso católico‐romano que los reformadores enfrentaron,
y tenemos que preguntar, si la reforma protestante re‐estableció la enseñanza del Nuevo
Testamento de la iglesia. ¿Abolieron el concepto católico de una iglesia de las masas,
compuesta de miembros por virtud del accidente de su nacionalidad y la geografía? La
respuesta es otra vez, No. No conformaron su iglesia al modelo del Nuevo Testamento de una
iglesia compuesta de creyentes solamente, de renacidos, discípulos de Cristo, lavados en su
sangre. Todos y cada uno de los reformadores retuvieron y defendieron la iglesia antibíblica,
fundada sobre el bautismo infantil e incluyendo a todos los habitantes de un país “cristiano”. En
esta falla singular, la meta verdadera de una reforma fue traicionada. Los reformadores
famosos no pueden ser justificados por el pobre pretexto de que “hicieron lo mejor posible
dadas la situaciones”. La tragedia de todo esto es que consideraron y rechazaron, fría y
deliberadamente, el modelo bíblico de una iglesia de creyentes. Sabían que había otros que
preferían seguir el ejemplo bíblico, y no rechazaban sus convicciones, sino que los
reformadores trataron de borrarles de la tierra con la espada y el fuego. Aquellos otros que
tomaron su lugar al lado de su Señor y de su modelo para la iglesia, fueron los Anabautistas.
Numerosos estudiantes de la historia de los tiempos de la Reforma han llegado a la misma
conclusión: lo Anabautistas cumplieron la obra verdadera de la reforma y los protestantes
fallaron. Rolando H. Bainton, nos da una de las razones: “La restauración era la idea común en
la edad de la Reforma. Y todos lo partidos fingieron restaurar algo. La única diferencia fue en
cuanto a qué iban a restaurar y hasta dónde. Lutero quiso restaurar la iglesia de la edad Media;
para él la gran corrupción era el levantamiento del poder temporal del papado en el siglo
octavo. Los Anabautistas fueron más allá que ningún otro grupo y volvieron exclusivamente al
Nuevo Testamento. Aún cuando regresaron a los apóstoles, seguían hasta llegar a Cristo. Es por
esto que su ideal de la Reforma tiende a coincidir con la del imitar a Cristo”.
Esto no es decir que rechazaban a Pablo, sino que simplemente buscaban tener a Cristo en ellos
como el Señor, y, en vez de sacar la doctrina de Pablo de la justificación de su contexto
novotestamentario, e inventar, como hicieron los Protestantes, una salvación barata y anti‐
bíblica de “sólo creer” (sola fide). Pablo mismo dijo: “Cristo en ustedes, la esperanza de gloria”
(Col. 1:27), no sólo la justicia de Cristo puesta en nuestra cuenta, sino su justicia cumplida en
nosotros (Romanos 8:4; 13:10), y “Sean seguidores de mí, así como yo lo soy de Cristo”
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(lCor.ll:l). Otro gran erudito, Hoffann, dio: “las raíces de los Reformadores estaban
principalmente en Pablo, mientras los anabautistas preferían la enseñanza de Jesús, con su
imperativa ética y su esperanza escatológica... En respecto a esto, los anabautistas estaban
cerca al cristianismo bíblico que los reformadores, aunque estos últimos también tenían como
objetivo el cristianismo bíblico”.
Hall, al comparar el Anabautismo con el Protestantismo, en su HISTORIA DE LA ETIICA DEL
CRISTIANISMO ORGANIZADO, escribió el siguiente comentario: “El bautismo no era en ningún
sentido un movimiento verdaderamente protestante, si por “protestantismo” uno quiere decir
autonomía religiosa y moral. Estaba completamente bajo el concepto católico de una autoridad
externa, sólo que era la autoridad de un libro y una ley escrita, y no una tradición o un papa.
Todo lo que se puede encontrar entre los Anabautistas, también se encuentra en el Nuevo
Testamento. Era simplemente una diferencia de énfasis. Si el entender literalmente el Nuevo
Testamento es el protestantismo verdadero, entonces los Anabautistas eran los verdaderos
protestantes y no Lutero, Calvino y Zwinglio. Los Anabautistas basaban su enseñanza en la
estimación de Lucas en cuanto a la pobreza, y sobre la comunión de los Hechos, o, la libertad
del espíritu en el sentido Paulino, o, sobre el premilenialismo de la iglesia primitiva y los
primeros Evangelios. Entendían el sermón del monte literalmente, y rechazaban con más o
menos consistencia, todas las cosas no mandadas por la Biblia. Veían, en general, en una forma
en que no veían los Reformadores, que el Cristianismo está inherentemente opuesto a la
existencia del orden social anti‐cristiano de sus días. No encontraron, naturalmente, ninguna
razón en el N.T., para la magia sacramental, porque no está allí. Pero esto no es cosa nueva en
la historia de la iglesia. Desde los tiempos de Joviniano y Claudio de Turín, desde los días del
cristianismo Británico primitivo hasta los Valdenses y Lolardos, el N.T. ha sido siempre puesto
en alto por los que lo toman en serio y examinaban la tradición cristiana por él. Pero este
cristianismo nunca ha salido probado por el N.T. La nobleza se aprovechó de la revolución de
Munster y la guerra de los campesinos para lograr su propósito de reestablecer su poder sobre
una base de iglesias nacionales y provinciales, como heredero de un imperio rechazado por el
pueblo. El corazón frío de Zwinglio, en la tortura de su amigo Baltazar Hubmaier, haciéndole
elaborar una falsa confesión, demuestra la misma actitud de Calvino hacia Servetus, o, como la
de Lutero hacia Carlstadt. No hay nada en las enseñanzas de los Anabautistas que fuera
aprobado en ningún tiempo por los reformadores ortodoxos. Era una cuestión de poder, orden,
y sumisión a los nuevos herederos del imperialismo católico, y no una cuestión de la pureza
evangélica o la precisión doctrinal que separaron a los reformadores de sus hermanos
perseguidos y despreciados. Es verdad que los reformadores ortodoxos también profesaron
usar la letra de las Escrituras como su guía y también se jactaban de ser guiados por el Espíritu
Santo. Pero no lo tomaron en serio tanto como los Anabautistas, ni permitían ser guiado por las
Escrituras tan lejos de las interpretaciones e ideales de los príncipes protestantes en Alemania o
en Suiza. Los Anabautistas eran, sin duda, la expresión clara de una clase media espléndida y
bien balanceada.”
Otro erudito contemporáneo de nosotros, José M. Dawson, escribió sobre el origen de la
libertad religiosa que todos gozan ahora en los E.U.A., y encuentra que no proviene de los
Reformadores intolerantes, sino de los Anabautistas: “No el protestantismo como tal, sino unos
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grupos no‐conformistas pequeños e independientes, que aceptaron las implicaciones generales
de Lutero y Calvino, procuraron la plena libertad religiosa y la separación de la iglesia con el
estado”. No fueron los Peregrinos (Pilgrams) ni los Puritanos quienes trajeron a América la
libertad religiosa, por el contrario, ellos robaron a los indios ignorantes, con el látigo y la muerte
en la hoguera castigaron a los Cuáqueros (Quakers). Eran los Bautistas, influenciados
directamente por los Anabautistas del viejo continente, que podrían escribir como escribió
Roger Williams: “La iglesia cristiana no persigue a nadie, así como un lirio no puede arañar
como la espina, o como una oveja no puede perseguir y herir como un lobo. La religión cristiana
no puede ser propagada por la espada”.
Si no fuera por nuestros antepasados Anabautistas, América probablemente nunca hubiera sido
una democracia con libertad para todo. Piensen en ello la próxima vez que ustedes sean
reprochados por un super patriota porque es un pacifista.
CONCLUSIONES
Ya que hemos visto la historia del movimiento protestante en relación a cada uno de los abusos
católicos, y ya que hemos leído, cómo los Reformadores generalmente no efectuaron una
verdadera Reforma, podemos también ver los resultados sociales y políticos del movimiento.
Nuestra atención ya ha sido llamada al hecho de que el movimiento Protestante no era
solamente un movimiento religioso, o un perturbar del nacionalismo. A la luz de las enseñanzas
de los Reformadores y sus seguidores, una ola de deterioración oral, persecuciones, revolución,
y “guerras religiosas” cubrieron a Europa. Una nación se levantó contra otra, hermano contra
hermano, y grandes ejércitos marcharon en todas direcciones en Europa, donde la destrucción,
el robo y la brutalidad eran comunes. Por todo un siglo y medio hubo guerras intermitentes.
Cuando se logró la paz de Westphalia rn 1648, después de 30 años de guerra continua, Europa
estaba en ruinas y nada más en Alemania murieron 10 millones de una población de 13
millones en sólo treinta años. No sólo los millones de víctimas inocentes nos infunde horror,
sino las atrocidades crueles cometidas contra los mártires Anabautistas, y esto en el nombre de
la religión. El gran historiador Bautista, A.H. Newman, se sintió forzado a levantar la siguiente
pregunta: “Hemos sido impulsados a preguntar si esta guerra era necesaria; si esta era la única
manera por la cuál los Protestantes y Católicos podrían aprender a respetar los derechos de
cada quien. No podemos contestar; pero tenemos una razón seria para dudar si el destructor
(Lutero) del viejo cristianismo evangélico y el padre del gran movimiento protestante político‐
eclesiástico, que dio lugar a la contrarreforma y a los Jesuitas, y que directa e indirectamente
produjo la Guerra de los Treinta Años, era, después de todo, tan gran benefactor de la raza
humana y el promotor del reino de Cristo, como ha sido comúnmente aceptado”.
No sólo la pérdida de vida humana, sino la destrucción del comercio, las artes y la educación, el
abandono de pueblos y ciudades, produjeron el decaimiento moral en la mayoría de lo
sobrevivientes. El nacionalismo nació ya crecido y la primera guerra del “mundo” europeo fue
peleada.
Estoy seguro que muchos de nuestros lectores nunca han conocido estos hechos en relación a
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los resultados trágicos del avivamiento Protestante. Se ha cultivado en los países Protestantes,
una leyenda de las infalibilidad y santidad sin mancha de los Reformadores famosos. Si
preguntamos si los Anabautistas tenían buena razón para rechazar el Protestantismo y repudiar
a los Reformadores famosos, tenemos que decir que sí. El Anabautismo en verdad era más que
el Protestantismo. Hubo cuatro puntos principales de diferencia entre el avivamiento
Anabaptista y el Protestante:
1. LA REVELACION DE LA AUTORIDAD: Tanto Anabautistas como Protestantes creían en la
autoridad de la Palabra de Dios, pero sólo los Anabautistas aceptaban a Cristo como la
autoridad final, el intercesor absoluto de toda vida, la apelación final de los conflictos. Ellos
aceptaban a Cristo como el Señor y rechazaron lo céntrico de la predicación Protestante del
“sola fide”. Los Anabautistas creían que Cristo tiene que ser tanto nuestro Salvador como
Señor, mientras los Protestantes apelaron a él como Salvador pero obedecían la autoridad de
los príncipes y gobernantes, y las tradiciones del cristianismo medieval. La restitución
Anabaptista (la reforma) era el rescate del reconocimiento del señorío de Cristo, Cristo como el
Señor de la moralidad universal, no haciendo excepciones de personas o posiciones, mandando
a todos los hombres en todo lugar a arrepentirse y doblar la rodilla ante él.
2. LA PROCLAMACION DE LA AUTORIDAD: Los Anabautistas creían que las buenas nuevas de la
gran comisión era el proclamar a todos los hombre la salvación y el señorío de Cristo, como
responsabilidad de todos los hombres, sin excepción de los asistentes de otras
denominaciones, o de lo gobernantes (quienes fueron exhortados a arrepentirse, abandonar su
poder mundano, y seguir solamente a Cristo). Los Anabautistas comprendieron esta gran
comisión como incluyendo a cada miembro del sacerdocio de todos los creyentes, y veían que
el propósito mayor de la iglesia como el de alimentar, y disciplinar, yendo a todo el mundo,
declarando el poder del Cordero para todo aquel que cree, conquistando y juzgando las Almas.
Los Protestantes aceptaron, por el otro lado, la iglesia gigantesca de las masas, obedientes a su
propio gobernador, y a los sacerdotes y pastores establecidos por la iglesia‐estado.
Es una de las verdades más extrañas de la historia de la iglesia que los Reformadores
Protestantes y sus seguidores rechazaron la gran comisión por su teoría de que ella fue
cumplida por los Apóstoles. Los Anabautistas fueron por todo el mundo predicando el
Evangelio, y oponiéndose a los mandamientos de la iglesia‐estado. La respuesta favorita de los
Anabautistas a los que les prohibían predicar, era este versículo: “La tierra es del Señor, y su
plenitud”, por eao salieron valientemente y sin miedo, a cumplir la gran comisión a pesar de la
oposición. Pero los Protestantes, creyendo que sólo el estado es responsable para proveer para
la predicación del Evangelio, ferozmente contendían que los Cristianos no tenían nada que ver
con el cumplimiento de la comisión. El Sr. Aberly en su libro UN BOSQUEJO DE
EVANGELIZACION (pp l47‐148), explica este rechazo extraño de la gran comisión y de la
evangelización por parte de los Protestantes: “El regreso de los Reformadores al mensaje
Paulino de salvación por gracia para judío y gentil, hubiera incluido el programa misionero del
gran Apóstol a las iglesias. Sin embargo, los Protestantes estaban, por lo menos después de la
Guerra de los Treinta Años, preocupados con todo lo que tenía que ver con su propia
existencia. Lo inferido lógicamente de los principios aceptados son poco a poco modificados
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cuando chocan con las costumbres del pueblo. El sostén de la iglesia debía ser la
responsabilidad del estado. El mandamiento del Señor para ir y hacer discípulos de toda las
naciones, fue entendido durante mucho tiempo por los teólogos que había sido dado sólo a los
apóstoles. El pensamiento era que las naciones que habían rechazado la oportunidad de creer,
o simplemente no habían hecho caso al Evangelio, debían ser dejadas a su fin meritorio.
Teodoro Beza, respondió a Saravia en 1592, que contestara su razón de que el mandamiento
para predicar el Evangelio a todas las naciones fue dado a la iglesia para hacerse en toda edad.
Algunos láicos entre los Luteranos tocaron el asunto de las misiones. Uno de ellos era el Conde
Truchses, quien habló ante la facultad teológica en Wittenburgo tocante a ciertos escrúpulos
que él había expresado: 'Siendo que la fe viene por el oír, quisiera saber como el Oriente, el Sur
y el Oeste serán convertidos a la única fe, siendo que no veo en la Confesión de Augsburgo que
manda ir'. La cuestión fue contestada por la facultad diciendo que el mandamiento sólo tenía
que ver con los Apóstoles y que ya había sido cumplido. Además, no es la iglesia sino el estado
sobre quien descansa la responsabilidad de proveer para la predicación del Evangelio”.
Esta posición antibíblica e ignorante prevaleció entre los Protestantes por casi dos siglos. Es una
de las ironías de las historia, que mientras los patriarcas del protestantismo rechazaron la gran
comisión, y los Anabautistas fervientemente lo creían y lo practicaban, existen ahora algunos
grupos de los Anabautistas que actualmente se oponen a la evangelización y rechazan la gran
comisión, afirmando que fue dada nada más para los apóstoles. Hasta son tan intrépidos en su
ignorancia, que al rechazar las misiones están siguiendo fieles a los oponentes de sus
antepasados anabautistas. Muy a menudo se oye que tales personas dan esta razón: “Die
vovaeter hen's net gedu' una expresión de un dialecto alemán que quiere decir: Los padres no
lo hicieron).
3. LA APLICACION DE LA AUTORIDAD: Los Anabautistas creían en el libre estacionamiento y
protección de una iglesia disciplinada, consistiendo sólo de discípulos renacidos, unidos en una
entrega voluntaria a las reglas y disciplina del N.T., como sea interpretado por la hermandad.
Los Protestantes rechazaron la idea de una iglesia disciplinada de discípulos voluntarios, y
defendían la iglesia‐masa de infantes bautizados. Calvino guardó en forma limitada la disciplina
eclesiástica, pero por medio del poder de los latigazos, mutilaciones y la muerte para los
transgresores.
4. EL CONFLICTO DE LA AUTORIDAD: Los Anabautistas creían que un verdadero Cristiano no
puede forzar a otros a cumplir la justicia del mundo, sino que es un profeta de Dios, llevando el
amor de la cruz que siempre sufre la opresión porque no puede quedarse callado o indiferente
a la presencia de la maldad. El Cristiano verdadero es un testimonio luminoso contra cualquier
autoridad que demanda la fidelidad absoluta que sólo puede ser dada a Cristo. Por eso el
discípulo verdadero de Cristo es siempre considerado como una amenaza a la seguridad
humana, al compromiso y a la paz falsa. Siempre tiene que sufrir enemistad, rechazo y reproche
por el mundo. Los Protestantes creían que el mundo podría ser “cristianizado” y que si hubiera
algún conflicto entre las responsabilidades a Cristo y su deber al estado, entonces debía
obedecer primero al estado para que la sociedad no cayera en la anarquía. Así fue entonces que
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los Anabautistas llegaron a ser los perseguidos y los Protestantes lo perseguidores.
Ahora podemos dar un sumario en breve de estas cuatro distinciones, recordando que la
reforma anabautista era la restauración de la autoridad de Cristo como el Señor sobre sus
discípulos, mientras que la Reforma Protestante tenía la tendencia de rechazar la autoridad
cató1ico‐romana en favor de la autoridad de los príncipes y gobernantes y sus iglesias
territoriales. En breve los Anabautistas creyeron que la verdadera iglesia es:
1. Una iglesia de discípulos, obedeciendo al Señor:
2. Una iglesia de profetas‐misioneros, testificando a todos los hombres;
3. Una iglesia disciplinada, santa y pura;
4. Una iglesia sufrida, llevando su cruz, y no violencia.
Esta era la fe de nuestros padres hace 400 años. ¿Y ahora? Siendo que los principios de la
libertad religiosa, por la cual nuestros antepasados murieron, ha sido generalmente aceptada
aún por los Protestantes, entonces ¿por qué queremos seguir con el deseo de ser “¿más que el
protestantismo"? ¿Por qué no dejar que los crímenes y errores sean olvidados para siempre?
¿por qué no unirnos en el movimiento ecuménico con los Protestantes? Porque los
Protestantes nunca han cambiado su teología, aunque algunos de sus métodos sean diferentes
ahora. No sostienen la autoridad absoluta de Cristo como el Señor del Cristiano.
Al concluir este artículo, espero enfrentar a nuestra hermandad de hoy con veinte acusaciones
de haber abandonado la fe y la visión de la reforma anabautista:
1. Hemos perdido el celo de los Anabautistas, y vuelto a un quietismo pietístico. Ya no
profetizamos contra el pecado en las naciones y en las denominaciones.
2. Siendo que ya no testificamos con vigor al mundo de que sus obras y religiones son malas,
ellos ya no nos odian como antes, sino ya somos un pueblo respetado porque nos quedamos
quietos en cuanto a los pecados populares.
3. Nos hemos separado tanto del mundo que somos retraídos, contentos con ser un grupo de
parientes con ciertos apellidos comunes.
4. Sucumbimos al ídolo de la prosperidad, hipnotizados por máquinas brillantes, casas grandes,
comodidades extravagantes, y seguridad económica. ¿No sabemos que los codiciosos no
heredarán el cielo?
5. Estamos llegando a ser todos parientes; creemos que el mandamiento de Cristo es sólo
relevante para los que son de linaje mennonita (Grupo de cristianos de creencias fírmes).
Creemos que la no‐resistencia y la no‐conformidad son doctrinas mennonitas, que Dios por eso
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no requiere estas cosas de los otros grupos de Cristianos. A diferencia de los Anabautistas,
parece que no tenemos un mensaje para las denominaciones, ningún interés en los billones de
cristianos perdidos que no son en verdad discípulos de Cristo. Si la no‐resistencia es sólo una
doctrina mennonita, entonces la debemos abandonar. Pero si es una doctrina bíblica, entonces
debemos sentir fuertemente nuestra responsabilidad do compartirla con los cristianos
profesantes en el gobierno y en los servicios militares. O amamos más a nuestros vecinos y
rehusamos pasarles juicio (sea amigo o enemigo), o estamos transgrediendo el segundo de los
dos grandes mandamientos, y no podemos manifestar ser salvos si no nos arrepentimos de
nuestro pecado y lo abandonamos.
6. Aparentemente creemos ahora más, y más que los protestantes tenían razón. Después de
todo el Evangelio simple es que crean, que sólo hagan una decisión en pro de Cristo, sean
salvos a pesar de sus vidas malas, y no sea necesario ser un “discípulo” de nuestro Señor
Jesucristo.
7. Parece que ahora es comúnmente creído que un hombre puede ser salvo por “aceptar el
perdón”, no tiene que arrepentirse, ser renacido y recibir a Cristo en su vida en una manera que
tenga a Cristo morando en él; tampoco necesitamos recibir a Cristo y morar en él, sólo
necesitamos “aceptar” lo que él hizo y seguir viviendo como antes.
8. Muchos de nosotros quienes todavía creemos en el discipulado, manifestamos la idea de que
no es necesario para la salvación, sino que sólo es algo que hacemos para complacer a Dios, no
es que lo tengamos que hacer, sino que es una obrita de, un favorcito para Dios.
9. No son pocos también los que piensan que el tolerar el pecado y la mundanalidad es una
característica del cristiano. No se atreven a reprender el pecado y los pecadores, sólo porque
no debemos juzgar a otros.
10. Muchos piensan que la disciplina es el legalismo. Cada asociación, club y organización
tienen sus reglas y disciplina, pero sólo la iglesia no las debe tener, porque eso es el legalismo.
11. Son tantos los que entre nosotros ahora exaltan y alaban a los Reformadores famosos,
como Lutero, que me hacen pensar que si estos admiradores hubieran vivido en aquellos días,
se hubieran vuelto también Protestantes más que Anabautistas. Un triste ejemplo de esto es
visto en algunas de nuestras iglesias, es la simpatía con los espectáculos religiosos, que usan
alguna pobre película romántica que glorifica a Lutero, en sus cultos. Esta película sólo un
romance histórico acerca de algunas escenas de la vida del joven Lutero. Promueven la leyenda
de un Lutero infalible, restringiendo su intolerancia, violencia, vulgaridad y egoísmo. Uno de los
historiadores que ayudó en la filmación de esta película, trató de justificarla diciendo que
Lutero sólo era un producto inocente de aquellos tiempos y que hizo, después de todo, lo
mismo que cualquier otro hubiera hecho. Pero nosotros sabemos que ésta película es más bien
una novela romántica, irreal y barata que románticamente presenta al Reformador como un
héroe. Tal vez nos estamos debilitando por medio de los miembros quienes lo son por el
accidente de su nacimiento y crianza y no por decisión propia. Deben arrepentirse o dejar la
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iglesia e irse a alguna iglesia que sea más de su agrado y dejar de debilitar a la hermandad.
12. Nuestro énfasis principal se está cambiando del evangelismo, la conversión y el discipulado,
a uno de educación institucionalizada, que siempre es una señal de la máquina organizada que
reemplaza al organismo viviente.
13. Estamos abandonando las estrictas reglas bíblicas y gradualmente nos deslizamos, cada vez
con más velocidad, al aceptar de la cultura pagana americana y su sociedad. Mientras vemos
más y más a nuestras mujeres que cortan su cabello, usan maquillaje, joyas, ornamentos etc.,
nos preguntamos si estos en verdad son descendientes espirituales (tal vez sólo por sangre
quienes como los judíos quienes solamente son descendientes de físicos de Abraham) de aquel
Menno Simons, quien escribió una defensa vigorosa del Evangelio entero, repudiando el carnal
andar de los cristianos “reformados”, no sólo porque no eran discípulos obedientes en la
cuestión de la no‐violencia, sino porque también: “Dicen que creen, y que no hay límites ni
fronteras que restrinjan su pompa, anillos, cadenas fajas de plata, botones, camisas adornadas,
collares, velos, delantales, zapatos de terciopelo, etc.; nunca han notado que los apóstoles
iluminados, Pedro y Pablo, han expresado en palabras claras que está prohibido todo esto a los
cristianos, y si está prohibido a ellas, entonces cuanto más deben los hombres abstenerse,
quienes son los líderes y cabezas de las mujeres. Y a pesar de todo esto, quieren llamarse la
iglesia de Cristo.
14. No sentimos entristecidos por la destrucción de los pocos signos que quedan de nuestra
peculiaridad que antes nos separaba de la cultura de las masas americanas. Una iglesia que es
en verdad novotestamentaria, hace la guerra espiritual contra las costumbres, prácticas y
creencias del mundo pagano, pero esta ya no es la verdad en cuanto a nosotros.
15. Hoy día nos gloriamos en un tipo de evangelismo popular que invita a los hombres a hacer
“decisiones”, pero no reciben a Cristo en sus corazones, no moran en él ni mora él en ellos. Si
no tenemos nada que compartir con otros, entonces no tenemos nada para nosotros mismos.
El Evangelismo del N.T., es el de hacer discípulos, y no simplemente conseguir “decisiones”.
16. Entradas sutiles están haciéndose dentro de nuestra creencia sobre la autoridad y la
inspiración de las Escritura por medio de alguna teología de moda, la neo‐ortodoxia. Evaluamos
mucho la importancia de fraternizar con los del movimiento ecuménico, para así comprobarles
que no somos tan extremitas como nuestros antepasados, los Anabautistas.
17. Ignoramos el hecho de que sin duda hay en el infierno millones de los que profesaban en
vida ser cristianos, almas que en un tiempo o en otro “aceptaron a Cristo” como su salvador,
pero nunca se sometieron a él como su Señor. ¿Cuándo entenderemos que es fácil conseguir
“decisiones”, pero el camino del discipulado es angosto, y que sólo los disciplinados entrarán en
el Reino de los Cielos?
18. Muchos ahora tienen fe sólo en la confianza, o una fe en una ceremonia mágica, pero a
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nosotros se nos a dicho que ellos son cristianos también, y que todos los que están en otras
iglesias no necesitan más testimonio de nosotros. Repetidamente nos dicen también que esta
nación gentil en la cual nos encontramos son “peregrinos y extraños en una nación Cristiana”.
19. Contemplamos una ola de ministros profesionales que nos hunden en las aguas de un
interés personal, y no son profetas de Dios que dirigen al pueblo para salir de la esclavitud del
pecado. Menno Simons no era el consentido asalariado de un concilio, pero sus sucesores si lo
son. Hemos olvidado tanto la persecución y la enseñanza que es natural para la iglesia ser
perseguida. Eludimos todo reproche y esperamos que Dios no haga más aceptados entre
nuestros enemigos, aunque sabemos que al mundo no le agradó Cristo y los mártires. Ahora
nuestro lema es el éxito, buenas relaciones públicas, y el ajustarnos a la sociedad, con su
carrera loca por cultura, espectáculos, el prestigio y un lugar respetuoso en la sociedad.
Señores y hermanos, ¿que haremos? ¿Somos todavía miembros de una hermandad que es más
que el catolicismo o el protestantismo? ¿Cuánto nos hemos desviado?, Que Dios nos permita el
arrepentirnos y volvernos a él, antes que nos quite el candelero. Querido lector, ¿Está usted
traicionando la visión de la restauración cristiana? ¿Ha sido usted engañado a creer que no hay
nada que pueda hacer en cuanto a la dirección en la cual la su iglesia anda? Le digo, por el amor
de Dios y de su Santa Palabra, que sea usted fiel a El, primero y reconozca que la lealtad no le
permite irse con la mayoría. Si está usted traicionando esta visión, le ruego que se arrepienta y
regrese a la verdad bíblica y sus prácticas. No sea culpable del crimen de ayudar a la iglesia a
deteriorarse. La Iglesia Verdadera es la Novia
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