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¿Cómo mejorar la educación en Colombia?

Fomentar la creatividad y habilidades sociales: la fórmula

Durante las tres últimas décadas, Colombia se ha presentado a múltiples pruebas internacionales
de evaluación de la calidad de la educación, entre ellas las conocidas como PISA (Program
for International Student Assessment), TIMSS (Trends in International Mathematics and Science
Study), PIRLS (Progress in International Reading Literacy Study) y LLECE (Laboratorio
Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación) [1]. En todas esas pruebas los
resultados han sido negativos.

La situación es más grave si tenemos en cuenta que no hay mejoras significativas entre 1996 –
cuando nos presentamos por primera vez en TIMSS- y 2012 – última de las evaluaciones PISA
realizadas-. La mayoría de estas pruebas se aplica después de un largo paso de los estudiantes por
el sistema educativo. PISA, por ejemplo, se realiza a los 15 años de edad, diez años después de
haber iniciado su proceso escolar. De allí que la evaluación sea un buen indicador de la calidad del
sistema educativo.

Es absurdo que la educación colombiana siga dedicada a transmitir informaciones que la mayoría
de los estudiantes encuentran fácilmente en la red.

¿Por qué son tan bajos los resultados en todas estas pruebas y en nuestras propias evaluaciones
internas -hoy conocidas como SABER, históricamente denominadas pruebas ICFES-? La respuesta
es muy sencilla: son muy bajos porque estas pruebas evalúan aspectos que en Colombia todavía
no se trabajan en la gran mayoría de instituciones educativas. Pruebas como PISA evalúan lectura
crítica, resolución de problemas y la manera como los jóvenes utilizan los conceptos científicos en
su vida cotidiana.

En Colombia, en lugar de desarrollar competencias comunicativas esenciales para la vida, como


leer, escribir o elaborar discursos orales coherentes, seguimos haciendo el énfasis sobre cosas tan
impertinentes para los niños como las reglas gramaticales y ortográficas, que no dominan ni
nuestros más grandes escritores. Los problemas que hoy por hoy resuelven nuestros estudiantes
en matemáticas y ciencias, son aterradoramente aburridos, mecánicos e irrelevantes, para ellos y
para el país. Seguimos dedicados a transmitir informaciones tan insustanciales como las fórmulas,
los accidentes geográficos o las fechas históricas, que nadie podría transferir a la vida cotidiana en
pleno siglo XXI.

Es absurdo que la educación colombiana siga dedicada a transmitir informaciones que la mayoría
de los estudiantes encuentran fácilmente en la red. Es incomprensible que usemos tanto tiempo
para enseñar algoritmos que hoy día pueden hacer en segundos con el apoyo de una calculadora.
Es lamentable que sigamos dedicados a recordar símbolos químicos que en el mejor de los casos
sirven para llenar crucigramas y resolver los exámenes de los profesores de química.

Menos extensión, más profundidad

Lo más inexplicable es que nuestra educación básica actual no esté dedicada a lo más importante:
a desarrollar competencias transversales para pensar, convivir, interpretar, leer y escribir.
A estas competencias debería dedicarse por completo la educación básica, como hacen los países
que obtienen los mejores lugares en estas pruebas. Así por ejemplo, en Europa un movimiento
que trabaja por este mismo fin se denomina: Hay que volver a lo básico. Otro movimiento análogo
en Estados Unidos se conoce como: Menos es más. Es cierto, menos contenidos permitirían
trabajar con mayor profundidad cada una de las competencias transversales que consideremos
prioritarias. A propósito, ¿sabe usted que hoy por hoy los estudiantes siguen viendo 15
asignaturas y en cada una de ellas intentan cubrir la mayor cantidad de contenidos posibles?

El filósofo Platón, en su diálogo “Las Leyes” explica la necesidad de reflexionar y de seleccionar los
contenidos, de anteponer la profundidad a la extensión, demostrando con ello una gran agudeza
pedagógica. Dijo Platón que “la ignorancia absoluta no es el mayor de los males ni el más temible,
una vasta extensión de conocimientos mal digeridos es cosa peor”. Veinticinco siglos después, su
reflexión sigue vigente para la educación de América Latina.

Factores que inciden sobre la calidad de la educación

Los países que obtienen muy buenos resultados en las pruebas mundiales trabajan en cinco
aspectos esenciales:

(1) Seleccionan muy bien a sus docentes y directivos, los evalúan para mejorar el proceso y
dedican enormes esfuerzos a su formación inicial y permanente.

(2) Suelen otorgar mayor autonomía pedagógica y administrativa a las instituciones educativas
para que piensen sus proyectos pedagógicos y para que adecúen sus currículos a sus contextos.

(3) Hacen completos seguimientos a procesos, prioridades, docentes y estudiantes.

(4) Trabajan en equipo en torno a un proyecto y propósito conjunto (el “Proyecto Educativo
Institucional” –PEI – como se llama en Colombia).

(5) Todos los estudiantes -independientemente de su condición social, género o lugar de


residencia-, reciben todo el apoyo para obtener resultados semejantes.

Esto sucede en países como Singapur, Corea, China, Cuba, Finlandia, los países Bajos y Canadá.

¿En qué está Colombia?

En Colombia es muy poco lo que estamos haciendo para atacar de manera profunda y concertada
el problema de la calidad de la educación.

Por una parte, los maestros están muy mal pagados y tienen poco reconocimiento social
y cultural para la complejidad del trabajo que cumplen. Desafortunadamente son docentes
quienes obtienen los peores puntajes en las pruebas SABER PRO en lectura crítica, escritura y
razonamiento matemático al culminar la carrera, y también quienes han obtenido los peores
puntajes al culminar la educación media.

Por otra parte, las Facultades de Educación -en general- no forman a los maestros para que
aprendan a desarrollar las competencias comunicativas, éticas y cognitivas de sus estudiantes. Por
el contrario, siguen transmitiendo informaciones y conocimientos más complejos y más
actualizados, pero que no logran transformar el papel de mediación que llevarán a cabo en las
aulas. Del mismo modo, prácticamente no hay reuniones de docentes en las instituciones
educativas con el objetivo de revisar e indagar sobre sus prácticas, al tiempo que sus sindicatos
han bloqueado las evaluaciones de manera sistemática.

En tercer lugar, Colombia tiene uno de los sistemas educativos más inequitativos del mundo en
términos de género, región y estrato social. La autonomía que fuera promovida durante la década
del noventa, casi se acaba por el papeleo que añadió el gobierno que prometió hacer la
“revolución educativa”. Por eso esta de Uribe resultó ser una de las “revoluciones” más fracasadas
de la historia, pues resultó en que menos del 2 por ciento de los estudiantes que culminan la
educación media argumenten bien y solo el 3 por ciento de los estudiantes de grado noveno
alcancen uno de los tres mejores niveles de lectura, mientras que el 82 por ciento se encuentra en
los tres primeros niveles, como señala un reciente informe del Instituto Colombiano para el
Fomento de la Educación Superior(ICFES) en el que se sintetizan los resultados de las pruebas PISA
presentadas en el año 2012. Para completar, equivocadamente convirtieron en gerentes a los
directivos y no en líderes pedagógicos, como lo exige una educación de calidad.

En Colombia es muy poco lo que estamos haciendo para atacar de manera profunda y concertada
el problema de la calidad de la educación.

Del panorama anterior, lo más rescatable de los últimos 50 años sería el programa Todos a
Aprender que pretende mejorar la calidad de la educación y disminuir la inequidad. Es
un esfuerzo enorme para el Ministerio de Educación Nacional (MEN) ya que está dando
formación, materiales y apoyo a las 3.200 instituciones con peores resultados educativos en el
país. Sin embargo, únicamente se lleva a cabo en primaria y por eso todavía no logra mejorar los
resultados, ya que pruebas internacionales como PISA se aplican en el grado noveno y a los 15
años. En estas instituciones, el MEN está dando prioridad a la lectura, que es una de las
competencias esenciales para mejorar la calidad.

Ojalá este programa se convierta en política de Estado, ya que en educación hemos carecido de
políticas de largo aliento y las buenas iniciativas se desvanecen con los nuevos gobiernos.

¿Qué hacer?

Contrariamente a lo que suele decirse el problema de la mala calidad no se reduce a los docentes.
Es bastante más complejo, puesto que todo el sistema educativo está diseñado para transmitir
informaciones impertinentes y no para pensar, crear o resolver problemas. Así fueron escritos los
currículos, previstos los sistemas de evaluación, selección y formación de los maestros. Así
también están pensados los museos y hasta los concursos y noticieros de televisión, construidos
para transmitir informaciones, pero no para interpretarlas, analizarlas o leerlas de manera crítica e
independiente.

La manera de lograr mejores resultados es bastante sencilla, pero supone un cambio profundo en
el sistema educativo. Necesitamos dedicar la educación básica a desarrollar la capacidad de
pensamiento, la creatividad, la resolución de problemas, el análisis y las competencias para
comunicarse y convivir. Desafortunadamente esto no será posible mientras no transformemos de
manera completa la actual formación de los docentes, el currículo y el modelo pedagógico que
sigue vigente en la mayoría de instituciones educativas de Colombia.
Ya es hora que todos entendamos que la educación es demasiado importante para que sea
exclusivamente la clase política quien tome las decisiones y defina la política pública. Necesitamos
aumentar el liderazgo pedagógico de los rectores e impulsar la formación permanente de los
docentes. Sin embargo, tampoco lo lograremos si seguimos dedicando más dinero a los militares
que cuidan las carreteras que a la formación ética, práctica y cognitiva de las nuevas generaciones.

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