Vous êtes sur la page 1sur 1

La nada miasma

La nada miasma, dijo, antes de que un fluído viscoso y blanquecino brotara de su oreja. Debió
sentir como un cosquilleo porque en un lento ademán movió la mano cerca de su oreja, como
quien espanta un mosco zumbón.

Misma, le dije, corrigiéndolo. Pero él orientó su cara hacia mi y con un ojos que no se
sostenían en ninguna superficie, me dijo, que no, que no había entendido nada, y cayó y se
desparramó como cuando cae el agua arrojada de un balde.

Vous aimerez peut-être aussi