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Gerardo Cornejo M.

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cól. Del Valle
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México 03¡oo, D. F.

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JUAN IUST]NO JUDICIAL
536 30 31
Fax: 682—06-40

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Consejo editorial: Gonzalo Amico Montes de Oca,


coucaó¡v

Tels. 543 7016 - 682

Antonio Hernández Estrella y Porfirio Romo Lizárraga

Diseño de portada: José Luis Guzmán


Diseño de interiom: Alfavit, S.A. de CV.
Ilustraciones: Antonio Ruano Gómez

DR. © 1996, Selector, S.A. de CV.

ISBN: 968—403—916—6

Primera edición: Febrero de 1996


AURA

5717

Características tipográficas aseguradas conforme a la ley


Prohibida la reproducción parcial o total de la obra
sin autorización de los editores.
Impreso y encu&dcmado en México.
Printed und Bound in Mexico.
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Esta novela le debe mucho a
Francisco González Gaxiola

Mi afectuoso agradecimiento para


Man/?“ 5 López 6.


Presagios

icen que desde la hora y punro en que juan _lustino


Alra[a Sagrario se asomó a esie mundo. su desventura
fue descubierta.
Cuentan que la comadronu habia venido desde el otro
lado de la cordillera atravesando (res rios de los que mantie—
nen arras[re todo el ano y dos barrancas (le las que esconden
su fondo muy adeu[ro de la [ierra. Por eso fue que desde un
principio se afanó en aplicar todos los ritos de su (lllCl() la
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manera de su raza de modo que el vraie resultara validado por


un buen pario y su fama siguiera siendo refrendada por las
lenguas puebler1nas. Y_ como todos lo esperábamos sin saber
por que. aquella parición fue un rosario de apuros que traio
a las muieres en un [rálago de en[radas )" salidas que duró lo-
da la noche. La panera murruuraha las ordenes como para si
llll5…;l. según la cortesía taraluunura. pero se aseguraba de ser
Gerardo Cornejo M. ]uan ]us!ino judicial
oída y entendida por sus ayudantes por medio de un cántico, no— pero de todas maneras, yo me echo la responsiva de que
en voz baja y en tono de oración, que parecía dirigido más a los la víbora no rezumbe por estos rumbos, nomás que no acaba-
dioses que a los seres de este mundo. Así las mantenía en un lo bien a bien porque es que la cosa tiene gravedad si yo he
permanente estado de alerta y se aseguraba de que no cayeran visto que los animales chiclanes- andan sobre las hembras de
en el descuido o en la somnolencia. Mientras tanto, don Juan la misma manera que los completos.
Atilano Altata Peña alimentaba la fogata en el patio—corral re-
y —Sí
pues, pero ellos no lo saben Y luego no viven en
partía café con sotol a la docena de parientes, compadres y ami- un pueblo donde… ¿a qué quiere que le diga si ya sabe?
gos que habían venido a brindarle compañía. —Sí, ya sé, pero de todas maneras creo que la cosa no
Como a las cuatro de la mañana, cuando don Juan Ati- es como para estar aquí malagñereando.
lano se había quedado solo, cesaron los gritos de la parturien- —Bueno pues, ái usté sabrá. Yo nomás le digo…
ta y doña Ninfa, con su porte altivo de partera antigua, vino a
decirle, ya todito salió fuera nacido. Ya le pasé revisión con
detención bastante. Está todo bueno, pero nomás que... Cuarenta días más tarde, cuando la parturienta había cumplido
—¿Nomás que qué, mujer? con su “dieta” y le fue permitido devolverse a lo de a diario,
—Nomás que… que le falta la mitá de la varonía. don Juan Atilano esperó a que sus hijos grandes anduvieran
Aseguran que don Juan Atilano no supo nombrar lo remontados en la comida del ganado y las hijas estuvieran ocu-
que sintió, ni precisar lo que le vino al pensamiento, así que padas en el desgranado del maíz con la abuela materna, para
lo único que se le ocurrió decir fue que, eso nomás me faltaba, llamar a cuentas a su mujer.
yo creo que la Felizarda ya no sirve para tener más críos. —¡De a tiro tú ya ni te pelas! ¿qué es eso de resultarme
—¿Y porquesque quiere más pues? —dizque retobó do— ahora con un crío descompleto pues?
ña Ninfa— si ya tiene la decena de diez. Lo que le debe dar —Si no está descompleto,Juan Atilano, es nomás que le
cuidado bastante, es lo que le vendrá a este pobre criaturito falta una almendrita... y eso no tiene nada que ver...
cuando las lenguas rinconeras se den cuenta de que llegó chi- —¿Cómo que no va a tener nada que ver? Por algo tene-
clancito. mos dos orejas, dos brazos, dos manos, dos piernas, dos pies,
por qué habrían de darse cuenta mujer?
—¿Y dos ojos, dos pulmones, dos riñones, dos... dos de todo pues.
—Porque cuando uno mata víbora en viernes uno mis— —Si, pero si a todos esos pares de dos les quitas uno,
el
mo es quien va y lo cuenta. Y luego en un pueblo como se puede seguir viviendo como si nada ¿o no?
éste… —Sí
pues, pero con la pura mitad de las potencias, y sa-
—Y como en todos los demás —replicó don Juan Atila— brá Dios si en este caso ni con eso.
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—¿Y tú qué sabes? Te apuesto a que m'jito va a poder paridad que se le antoiaba de lo más natural. Al principio la
llevar una vida tan igual como cualquiera. Si no, vamos lleván— cosa le pareció sólo un ligero desequilibrio, pero el recuerdo
dolo al médico del Puesto de Salud y allí si que sabrán decír- de la angustia que tembló en las palabras de su madre durante
telo de cierto. el sueño, le hicieron sospechar ,que aquello tenía más impor—
—Qué Puesto de Salud ni qué un chingao. Después de tancia de la que aparentaba. Por eso fue que se dedicó a inda-
que me sales con un crío descompleto todavía quieres andar gar las consecuencias de aquello y terminó consultándolo con
haciendo faramallas para que luego lo sepa todo el pueblo. No la enfermera del Puesto de Salud después de hacerla jurar, so
me vuelvas a salir con eso y... ¡y ponme buen cuidado de una bre una cruz dos veces bendita, que a nadie, nunca, jamás…
buena y por todas las veces; que nadie sepa nunca que... —Puede jo... jorobar como todos los hombres —le ase—
que
a Juan Atilano Altata Peña, le nació un hijo chiclán. Desderra guró la enfermera— siempre y cuando no le dé por ser tan
de tu lengua para siempre jamás esa mención! ¿Entendiste?
ca... cábula, como todos ellos. Ya sabes que to… todos son
—Sí Juan —respondió atribulada doña
Felizarda, y lue— iguales.
go con un hondo suspiro de resignación exclamó—: ¡Vida mía —¿Iguales?
de m'ijo! —y dicen que por lo bajo, le murmuró una bendición —Bueno para qué te lo adelanto si muy pronto lo vas
angustiada. a descubrir tú misma.
La Fidelia no entendió cabalmente aquella advertencia,

pero la respuesta le bastó para quedar tranquila y no tener que


Según se sabe, Juan Justino, niño, Altata Sagrario, nunca par— preguntárselo a la madre ni comentarlo con sus hermanas o her—
ticipó de aquel secreto ajeno hasta que un día la hermana ma— manos. Decidió que aquello era asunto explicado y lo mandó
yor fue asaltada por la curiosidad cuando escuchó que la mucho al olvido, hasta que, al año siguiente, juan Justino niño
madre farfullaba entre sueños, “mi socoyote es tan varón co- tuvo que ingresar al hormiguero escolar y se encontró con que
mo los primeros aunque... aunque no esté completito... no tie- allí sus compañeros sabían algo que secleteaban a sus espal—
ne... no tiene nada que ver... ya verá Jua... el pueblo”. das asegurándose de que él oyera sólo a medias. Y una como
Desde entonces cumplió hacendosamente con la rutina urgencia por saber de lo que se trataba, empezó a carcomerlo:
de bañarlo los sábados con la intención de explorar su cuer—
no, no era lo de su apellido indio (la escuela estaba llena de
pecito de cinco años y descubrir qué era lo que le faltaba. Y no niños con apellidos mayos, guarijios, pirnas, tarahumaras y sí-
tardó mucho en notar que sólo una de las dos bolsitas regla— naloas); no, ni lo de su color prieto subido; ni... ¿entonces
mentarias colgaba de su lugar sin una contraparte que comple— qué…? y comenzó a sospecharse víctima de algún defecto ñsi-
tara (como lo había visto entre los toros y los caballos) una
co que, a lo mejor por vergonzoso, le había sido ocultado por
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su propia familia. Pero; ¿cuál?, ¿dónde? y se veía al espejo to— fueran los nombres de los que lo habían sometido a su prime—
dos los dias al llegar a su casa sin lograr descubrir el menor ra humillación. Ella arrancó apurada la página del cuaderno
desvío de la normalidad. como para evitar que aquello se convirtiera en una lista negra
Hasta que un día oyó secretear, entre risas, a un grupi— de por vida y se asignó la misión de hacer de aquel incidente
%
to de companeros que se deshacran r )
algo inmencionable, dentro y fuera de la casa, por parte de

hacrendole senales desa-


. —

fiantes asegurándose de que los vieran las niñas se interesa- todos los miembros de aquel familión. Aquella prohibición no
y
ran en lo que iba a pasar: “Que está tuerto de abajo" (le llegó escrita se convirtió pronto en costumbre y más tarde en indi-
clara la burla); “que eso dice la enfermera" (se repitió cruel la ferencia. Juan Justino aferró su infancia al olvido conveniente
confirmación); “que vamos a bajarle los pantalones y…” (oyó cla- aquel y logró, por largo tiempo, sumergir su resentimiento en
ro cuando ya venían en tropel a capturarlo). las profundidades de lo que ya se da por ido.
Resistió el primer ataque entre un reguero de cuader— Pero dos hechos inescapables vinieron a desenterrarle
nos deshojados. El segundo dobló el número de atacantes. En- todo (y a sacarlo de aquel olvido que desde entonces iba a que—
tonces jaloneó cabellos, arañó caras y pataleó con furia, pero dársele como el único paréntesis feliz de su vida): el tempra-
fue derribado. Luego mordisqueó, escupió y se desgañitó pi— no matrimonio de la Fidelia y el tardío arribo de su adoles—
diendo auxilio pero un encordado de brazos lo inmovilizó y, cencia.
desde su indefensión enrabiada, tuvo que mirar cómo aquella Todo empezó con el involuntario aborrecimiento que
turba infantil comprobaba colectivamente un secreto que el comenzó a sentir contra el vaquero aquel que todas las tardes
mismo desconocía. pasaba frente a la casa cuando volvia de los potreros. Se dio
Es de imaginarse, entonces, que cuando se subía el cuenta del peligro cuando notó la manera en que su hermana
pantalón, todavía moqueando y maldiciendo, sintiera en el pe- lo miraba. Desde entonces, toda su atención se fijó en la bús—
cho el hervor de lo que iba a recordar toda su vida como su queda de estratagemas para ahuyentarlo. Cuando la hostilidad
primer gran odio. abierta no le resultó suficiente, deseó con todas sus fuenas la
caida de paredes viejas que aplastarian al intruso cuando do—
blara una esquina; derrumbes de rocas que lo empujarian al
Que Juan Justino, niño, Altata Sagrario no volvería jamás a la abismo cuando regresara por las orillas del acantilado que bor—
escuela, lo dimos por seguro en todo Pinalto y no resultó de deaba el arroyo; pajareadas de su caballo que lo lanzarían
extrañarse que cuando, a duras penas y después de indoma- contra las piedras y luego lo arrastrarían, colgado de un estri-
bles esfuerzos, la Fidelia pudo enseñarle a mal leer bo, hasta destrozarlo; desprendimientos de los paredones que
y peor es—
cribir, los primeros garabatos que silabeara sobre el papel flanqueaban el camino y que lo enterrarían en su fango rojo.
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Pero como nada de aquello se volvía realidad, le dio por co— —Sí
pues, pero ya no es igual.
locar un alambre estirado a través del Callejón por donde esa —Pues no igual pero si lo mismo. Además para eso tie-
tarde iba a pasar a caballo el vaquero silbando aquellas tona- nes madre ¿qué no?
das que removían las inquietudes de la Fidelia. No pudiendo —Sí
pues má… —alcanzó a murmurar sintiéndose abra—
colocarlo al nivel donde pudiera enredarse en la garganta del zado por aquella mirada de ternura que siempre recordaría.
jinete, porque la pared de enfrente no tenía la altura suficiente, El rubor ardiente de la adolescencia,
aunque un poco
decidió tensarlo al ras de las patas del caballo para que espan— retardado, sí que era un evento al que no podia tenderle tram—
tándolo cuando llegara a ese punto, se pialara, diera una vuel— pas. Juan Justino lo reconoció el día en que se quedó mirando
ta en el aire y cayera sobre el jinete. cómo el atajo de borregas que pastoreaba, enfilaba hacia los
Y lo que vino a lograr fue que el rebaño de borregas maizales de la vega del arroyo y a él le importaba más seguir
que el babieca del Ismael echó por el callejón en el momento tumbado bocarriba en el agua siguiendo, atónito, los movi—
en que el vaquero venía ya entrando, viniera a enredarse con mientos de aquella delicada criatura femenina que se abría
el alambre y a convertir aquello en un berreadero polvoriento paso por entre los batamotes de la ribera y se dirigía hacia él
que desató la curiosidad de todo el pueblo. con los labios entreabiertos y el camisón transparente pen—
Cuando se descubrió lo del alambre, Lizandro decidió diendo apenas de los botones terminales de sus dos pechos
dejarse de rodeos y, de una buena vez, proponerle matrimo— erectos. La sorpresa lo hizo incorporarse a medias y a tiempo
nio a la Fidelia para terminar con los amagos de su futuro para ver cómo, con una inhalación anhelante, ella levantaba
cuñadito. Ella aceptó apurada porque le parecía que a los su dorso y hacía caer la delicada tela que flotaba por unos mcr
veintidós era ya candidata a vestir santos sin percatarse de mentos en el aire y luego iba a posarse sobre las leves ondas
que
dejaba a Juan justino en una especie de orfandad fraterna de la— corriente. Quiso advertirle algo, pero desistió temiendo
que doña Felizarda se apuró a llenar, “con tantas criaturas que que su voz ahuyentara aquel hechizo. Dejó.entonces que ella
atender" se dijo a sí misma “una le deja el cuidado de los más pusiera el dedo sobre los labios indicándole el abandono de
chicos a los más grandes. Es ley de Dios que ellos ayuden, las palabras y de si mismo mientras que con delicada pericia
pero también es ley que alcen su vuelo. Y entonces a una le le untaba los pechos en su muslo izquierdo, los subia hasta
toca de vuelta lidiar a los menores“, por eso lo atrajo a la co surcar con los pezones el incipiente pelillo de sus ingles y, sin
cina con un platito de requesón sobre tortillas del comal le detenerse a dar respiro a sus asombros, hurgaba en su sexo
y
dijo que la Fidelia se va nomás a vivir en otra casa con ese hom- y comenzaba un jugueteo frotatorio que lo convertía de inme-
bre, pero eso no quiere decir que no siga siendo tu hermana diato en un mástil muscular. El quiso advertirle algo ansiosa-
m'jito. mente pero ella no se detuvo hasta que, exhalando suspiros

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Gerardo Cornejo M. juan ]us!íno judicial
irreprimibles, se encontró cabalgando sobre una columna nuevo si la esperaba con testigos, propuso que fueran sólo dos
erecta y flexible y arrastrándolo hacía un remolino que lo ele- los que lo acompañaran y que para la prueba se valieran de
vó por los aires y lo devolvió a las arenas de la orilla como a un una borrega tierna, como era común entre los pastores.
ángel exhausto. Y se fijó la hora, el lugar y las condiciones de la
Despertó con su mano todavía empapada y supo en— apuesta.
tonces que si era capaz de ingresar a lo que allí llamaban la Y esa tarde, pudo notarse cómo varios pastores arrea-
varonía; que el temor que lo acompañaba desde su niñez; que ban sus rebaños en la misma dirección, pero nadie pensó que
la humillación del lejano día de aquel ataque escolar—, que... aquello tuviera ninguna significancia. Y lo que sucedió de
que les haria saber aquello a todos los que... Quiso correr en- cierto es que todos llegaron puntuales a las orillas del arroyo
y se dedicaron a escoger el animal acordado.
tonces; ir a gritarle en sus caras, y cuando aquel impulso lo le- Una vez amama-
vantó, fue cuando se dio cuenta de que los borregos trillaban da la oveja bajo el sauce llorón, Juan Justino exigió que todos
ya las milpas aledañas al arroyo. se retiraran y que sólo permaneciera el Evaristo Torres que era
el mayor, el Marcelino Valdés, que andaba ya en los catorce
como él, y el Elízar Muñoz que era menorcito.
Con razón se dice que las desgracias andan siempre a la par con Mucho fue lo que esperaron y poco lo que lograron,
los errores. Porque se supo luego en Pinalto que Juan Justino, la presencia de aquellos
porque Juan Justino, encogido por
adolescente, Altata Sagrario, entusiasmado con su descubri- dos, no lograba estimularse. Decidieron entonces dejarlo solo
li-
miento, quiso que todos sus burladores lo supieran. Y ése pa- y observarlo desde los chicurales cercanos. Entonces pudo
rece haber sido su error, porque se dice que cuando se los berar su imaginación y no tardó en comenzar a revivir aquella
contó, los mocetones avispados aquellos se rieron en su cara imagen femenina con toda la nitidez necesaria para lograr la
y tomaron a chacota su experiencia. Y entonces, lo que había erección esperada y hacer la señal para que le acercaran el
sido soma soterrada y referencia velada, se convirtió en chun— animal. Y eso fue lo que dio pie a que le hicieran lo que le
ga descarada y choteo abierto. Y debe haber sido su desespe- hicieron
ración lo que lo empujó a soltar la hablada aquella de que Resulta, se piensa, que cuando le animaron a la borre-
ga, no lo hicieron como lo hacían todos
estaba dispuesto a repetir la experiencia delante de cualquiera los pastores, es decir,
de ellos. Así que en su apuro porque le creyeran, él mismo or- con las patas traseras bien atadas y la cabeza inmovilizada con
ganizó lo que desde entonces iba a maldecir como el más acia- la otra cuerda. Por eso fue que cuando Juan justino se puso
go día de su vida. en posición de penetrada, la borrega dio un salto defensivo
Como sabía que su ensoñación no se presentaría de y con las dos pezuñas juntas, vino a golpearlo directamente en
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Gerardo Cornejo M.
juan jus/ino judicial
lo que en ese momento descubrió como lo más delicado y lo tronco y se había lastimado en… bueno que ya había pasado
más doloroso de todo su cuerpo. lo peor y sólo le quedaba un dolorcito hacia adentro que pron—
Disparado hacia atrás. fue a caer de espaldas al agua y los to le pasaría, que... que vamos para que te vean en el Puesto
dos acompañantes tuvieron que precipitarse a sacarlo porque no sea que vaya a tratarse de un golpe de los malos y… y en
vieron claro que, con el alarido que le salió desde sus entra— esas partes tan delicadas, Dios no lo quiera... pero él no lo
ñas, se le había ido también el sentido. El grito viajó hasta consintió entonces ni lo consentiria nunca porque quería que
donde estaban los demás esperando y los hizo acudir en tro— aquello quedara allí. Y jamás, nadie, pudo sacarle de la cabeza
pel hasta donde se retorcia juan Justino, que en esos momen- la sospecha de que sus compañeros habían dejado mal ama-
tos recobraba la conciencia para entrar de lleno en el dolor. rradas las patas de la borrega con toda mala intención.
Acobardados, trataron de ayudarlo sin saber cómo, mientras él No quiso entrar al pueblo hasta que estuviera oscuro
se revolcaba en la hierba y les disparaba maldiciones biblicas porque no le vieran la dificultad en el andar y se encerró por
hasta la quinta generación. Quisieron levantarlo y llevarlo al varios días bajo la complicidad protectora de la Fidelia que se
pueblo, pero él se resistió con tal encarnizamiento que mejor encargó de hacer creer a todos que se trataba de un desgarra-
urdieron esperar a que el dolor pasara. miento muscular en un muslo.
Horas más tarde, los vieron volver arreando sus reba- juan Justino salió de aquello con el semblante tacitur—
ños. Y dicen que traían huidiza la mirada y que Juan Justino no. Su rostro afilado y moreno delataba ahora una preocupa-
no venía con ellos. ción grave y un odio de los que se empozan para siempre. Eso
Cuando ya anochecía, la preocupación orilló a la Fide- y el dolorcito soterrado y latente que se le instaló en la ingle
lia a ir a la casa de sus padres a rogar a los hermanos izquierda se convirtieron desde entonces en un recordatorio
que fue-
ran a ver por qué se tardaba tanto. Ellos le salieron con que persistente y en una premonición aciaga. Llegó hasta no poder
ya vendría; con que no viniera a irnportunar con sus preo— separar la molestia fisica de la espina mental que le urgía pen-
cupaciones de siempre por el vago consentido aquel; con que sar en la posibilidad de buscar ayuda médica para atenuar la
al rato irian; con que... Y terminó por ir ella misma a buscarlo. incertidumbre. Pero el Puesto de Salud no era lugar de confiar.
Lo encontró tumbado entre el batamotal donde, agota- Ya lo había traicionado una vez. No, lo mejor sería viajar algún
do por el dolor, se había quedado dormido. Cuando lo des— dia a un lugar lejano, a donde nadie lo conociera y donde
pertó se alarmó de oírlo quejarse y lo arrinconó a preguntas. pudiera ser examinado por manos expertas y desconocidas.
Sólo pudo sacarle el cuento de que cuando vigilaba el rebaño Era necesario entonces pensar en el mundo que se ex—
desde los brazos del sauz más alto, una rama se había quebra- tendía más abajo de La Frontera de los Vientos, en el sudoroso
do y él había venido a caer a horcajadas en la horqueta del tráfago de la faja costera que siempre le había parecido lejana

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cabestros a animales ya empretalados y entreverándose entre
y hostil. Aquella, pensó, tendría que ser una aventura solitaria,
un enfrentamiento con los hechos en terreno desconocido y en los toreadores de a pie poniendo en peligro sus vidas. Y mien-
desafíos en-
un mundo abierto. Y los hechos estaban ahí a su vista como tras hacía todo aquello, gritaba insultos y repartía
al
para que él se diera cuenta de la brutal certeza de no tener tre los que andaban en el ruedo._ Por no dejarse arrastrar
ninguna instrucción para defenderse y mucho menos un ofi- enfrentamiento, los demás pasaban por alto sus provocaciones
cio—, de no poder aspirar a nada que no fuera alquilar sus bra-
hasta que le dio por pregonar a grito pelado el incidente de
había
zos ¡óvenes e inexpertos entre los ardientes surcos de la lejana juan Justino. Para cuando pudieron callarlo, ya éste
llanura irrigada. comprobado una culpabilidad que siempre sospechó pero que
de
Pero encerrarse en una infamancia pueblerina para ser nunca habia podido confirmar. Sus compañeros trataron
escarnecido por unos, despreciado por otros y compadecido contenerlo, pero él tuvo tiempo de replicar y, a gritos, declarar
por los demás, le parecía desolador, así que echó mano de to su intención de venganza.
da su paciencia para aguantar aquello sólo el tiempo suficiente Y, según se cuenta, no pasó ni un amén antes de que
el caballo del Evaristo empezara a trastabillar de fatiga y, final-
para pensar, de frente, en una posible salida; para aceptar lo él le
que tenia de inevitable y para resignarse a lo que tenía de mente, cayera con todo y jinete en media plaza. Entonces
irreversible. clavó las espuelas y el animal no se movió; lo cruzó a cuarta-
de
Varios años se le irían todavia en aquel trance de in— zos en la cabeza y el penco clavado en el suelo sobre una
decisión hasta que, inesperadamente, el destino le dio un día las piernas del ¡inete. Fue entonces cuando, desde uno de los
el empujón defrnitorio. rediles, se desprendió un torazo moro de corpulencia cebú
La fiera ingresó al círculo
Por aquellas alturas se dice que la cosa fue premedita- y de furia provocada por una pica.
da por Juan Justino como una venganza. Pero repasándolo placero lanzando bufidos y escarbando el suelo con las patas
bien, se acabala claro que fue una pura casualidad. El caso es delanteras. Lanzó primero una mirada en redondo y no vio ca-
dos brasas en el bulto
que aquella tarde del 16 de septiembre, cuando el Evaristo To- potes para embestir. Fijó entonces sus
indefenso que yacía a medio ruedo. Y con decisión que a na-
rres entró al redondel de pilares de piedra, ya iba escogido por
la muerte. die dio tiempo ni modo de intervenir, cargó a toda carrera

las celebraciones patrias habían durado ya tres días contra aquello. El griterío advirtió al Evaristo que sólo alcanzó
con sus noches y se dice que fueron las mismas que él se pasó a reaccionar tratando de cubrir su cuerpo con el del caballo,
la clavícula derecha
a caballo, con un botellón de soto] en la mano y con la lengua pero un cuerno de acero lo prendió por
arrastrarlo por la
desenfrenada. Durante la jineteada se la pasó echando lazos y lo separó de un jalón de la montura para
a toros ya lazados—, tirando piales a bestias ya pialadas; liando plaza. Dicen que dos veces le dio vuelta en los aires y dos
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Gerardo Cornejo M.

veces lo volvió a ensanar antes de que lograran quitárselo de


encima.
Supimos luego que no había llegado vivo al Puesto de
Salud.
II
Y aquí es donde las suposiciones arropan a los hechos porque Corrido
unos aseguran haber visto que Juan Justino azuzaba al toro
dentro del redil y luego lo dejaba salir antes de tiempo hacia Por (¡i dicen que el Rodrigo
el ruedo. Otros barruntan que eso no es creú>le hizo algo muy criminal
porque para
y que Dios como casligo
arrear una fiera de esa alzada por el corredor, picanearla y lue- la com:inió en judicial.
go cerrarle las trancas de atrás para que no se devolviera, se y que Dios como castigo
lo convirtió en judicial.
necesitan por lo menos dos vaqueros. Y otros acabalan que
todo depende de dónde estuviera situado el toro en ese

P
momento. Lo cierto es que mientras se aclaraba el asunto, Juan
. ues si pues hombreee, yo no columbro por qué, pero
Justino tuvo que disolverse en una fuga que le duraría casi ese maldito sonsonete me ha venido a carcomer
toda su vida. hasta lo más hondo de los oídos del alma! Porque ahí
Así es donde lo oigo todas las noches, se lo juro, y eso es lo que
es me revuelve la hiel que luego me sube en amargor al paladar.
como dicen Porveso, ¡qué rebueno está esto de que por fin se me hizo que
que de veras usté llegara! Llevo meses esperándolo. Sé lo dificultoso que re-
sucedió. sulta encaramarse hasta estas remotidades y aguantar las inco—
modidades de este cascarón de adobe que fue de mis viejos.
Por eso nada le reclamo y le alabo que haya llegado con la
voz por delante y con la guitarra por detrás. Porque en eso fue
en lo que quedamos. Asi que yo cuento y usté recompone,
porque quiero que vaya poco a poco poniendo de moda el
nuevo corrido hasta que borre de la memoria de todos esa za-
randa¡a que se anda cantando por ai. Y sé rete bien que si hay

22 23
Gerardo Cornejo M. juan justino judicial
alguno que puede hacer eso es precisamente usté que tiene estos horrores que sólo puedo transmitine en las pesadillas que
tanta fama de corridero, componedor, cantaclaro y dicetodo te causo y que te llenan de miedo los sueños... estoy estaré sin
pues. Esa es la más principal de las razones por las que lo cesar siempre que cuentes porque tengo que asegurarme de que
desafié a subir hasta por acá. Las otras se las iré diciendo más procures mi liberación definitiva.f . porque…
adelante. Y las va a oír tal y como pasaron porque le sostengo porque creo que
lo de contarle cada cosa como si estuviera sucediendo mien- no hay necesidad de que le recuerde que éste es un trato entre
tras se la estoy contando hombres de palabra y que la condición es que usté registre to—
y yo que fui tu primera víctima y yo do tal y como yo lo diga y no me vaya a salir luego con agre—
que flota en la no—vida desde que me negastepara siempre que gadijos de su propia cosecha. ¿Seguimos estando en esas…?
lo
ya soy que vas a ser en cuanto ese higo podrido que empollas Bueno pues.
en tus entrañas te coma el aliento yo—tú desde este sinlugar Empiezo entonces aclarándole que eso del tal conidi-
vacío donde estoy sin estar desde este sinser que muy pronto to, me lo encajaron cuando ya había ganado fama como
“El

serás desde este otro tú que fui cuando era me traslado desde teniente Castro“. ¡Y mire que el que le habla es el mero Rodri—
go Rodarte Nomás. No nadie menos ni nadie más. Pero
hoy a tu presente para acompañarte desde adentro en tu afán la
de remendar con medias verdades tu pasado y tu memoria mera completita es la de que a más de cuatro capos, al no te-
para completar la que no digas para poder liberarme de esta ner tamaños para enfrentarse conmigo, les dio por hacernos
cárcel de entremundos en que me tiene atrapada tu intención campaña de difamación a mi y a la corporación. Por eso fue
de contarlo todo dejando de decir lo que me hubiera podido que billetearon a los “Peregrinos de la Frontera“ para que
soltar estas amarras de culpa que me tienen flotando en este compusieran esa zarandaja y la anduvieran cantando por
*ºí; nolugar y en este notiempo. Por eso es que no me despegaré de cuanta cantina pisaran en toda la costa del Pacífico. Luego
tu oído ínten'or mientras cuentes no me despegaréde tu lengua compraron acciones en la disquera y la obligaron a grabarla
para ir diciendo lo que no digas confesando lo que no conjiaes y desparramarla a lo grande desde Puerto
Pacífico hasta la
limpiando tu pronta muerte mientras tú te preocupas sólo por frontera. Y la mera, mera, es que lo notorio eso que usté re-
limpiar tu sucia vida que ya no tiene mañana completando las fiere, yo ya me lo había ganado a mero pulso como le iré di-
verdades mutiladas llegando al detalle y al motivo de tus ciendo. Pero primero le platico cómo fue que fui a meterme
_

acciones para que todo quede dicho para que todo quede
contado todo quede vaciado bacia afuera de tu alma y… a lo
'i en aquello. Para empezar por el principio pues.
Resulta que un día fui a parar a la peni grande del
y -v

mq'or asi se van alivianando estos rosarios de piedras que . estado de Once Ríos porque unos soplones del campo donde
arrastra estas pesados pesares que aún en este sinpeso me pesan estábamos levantando tomate, me echaron de cabeza junto
'

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Gerardo Cornejo M. juan ]us!ino judicial
:que se embarraron en el asalto del ingeniero que Y ái tiene que como aquél es uno de los centros de enganche
aya de la semana. Los cuervos nos persiguieron en más soconidos, pues más de cuatro de los inculpados nos
—no les duramos ni para el arrancón
porque a los dos ofrecimos dizque como voluntarios y después del selecciona-
,

nos llevaban a patadas hacia los chiqueros de la Pur- do de rigor, nos dimos de alta como auxiliares aspirantes a una
1…rias. Cai allí inocentito todavía así que cuando, por equí- plaza que había que ganarse después a puro pulso para poder
*Weo, me llegó el primer “bombillo de talco" para alcanzar el derecho a participar en las cuotas de protección,
que lo es-
condiera, no supe qué hacer con él y los polis me cayeron en los remanentes de la merca requisada y en los levantes de
como penada. No se afanaron en interrogarme los cabrones
grupo. Y como por entonces la producción mayor estaba en
porque sabían bien que yo estaba más verde que un jalapeño la sierra, pues yo estaba que ni pintado para los operativos de
y que ni siquiera sabría decirles quién me lo habia dado, pero limpieza. Y como vieron muy pronto que yo estaba dispuesto
si aprovecharon la recta para mandarles un recadito claro los
a a entrarle a lo que saliera, me fueron tomando en cuenta y me
de la Camorra Gorda de que si no les daban participación, hicieron menos bruto el zarandeo del entrenamiento. Al prin—
no
iban a dejar pasar ni un gramo. Y para fuera
el
que mensaje cipio, cuando guiaba las primeras entradas acá por la cordille—
creíble, le cayeron a uno de los charales y nos arrastraron a los
ra, me daba cuidado por eso de poder encontrarme con los
dos hasta los “talleres" de La Tétrica donde guardaban parientes de uno que me había ajusticiado por aquí hacía ya
sus he-
rramientas de “convencimiento”. A mi me la perdonaron por— tiempecito, pero cuando me asignaron una Doble EE (“Escupe
que nomás me dieron tres llegues debajo de las uñas, pero al Esquire" pues) al contrario, hasta me daban ganas de toparme
otro le dieron un tratamiento allí donde más duele con un con cualquiera de los de mi pueblo de aquellos que me de-
H cascanueces de madera hasta que soltó nombres y prometió bían una de las que jamás nunca se olvidan
llevar enterito el recado. Después se guardaron la merca
con . porque me consta
cuidado y le empujaron por atrás el bombillo
ya vacío. Y ya que nada se te bahía olvidado siempre tuviste muy presente
Hl ni pa'qué contarle que no hubo manera de salir de ahí sin lo que te hicieron y llevabas en el expediente del odio hasta las
echarse encima un compromiso de delito o endeudarse facciones más mínimas de cada una de ellos y a los Muñoces y
con
una pendencia emperrada. Para muchos allí empezó su perdi- a los Valdeses fúeron a los primeros que [es cobraste aquella
ción, pero para mi fue la salvación que andaba buscando deuda vieja
con
ansias porque allí fue donde me tiraron el gancho de de las que se recuerdan cada noche de las sin sue-
que la
1_

andaba

corpo reclutando aguachiles que conocieran la sierra ño ¡y mire que las tengo a diario! y conste que se lo cuento
y que estuvieran dispuestos a entrarle a todo. como me sale; como me voy acordando, carajo, como si estu—
viera pasando a medida que se lo voy diciendo porque yo
26 27
Gerardo Cornejo M. juan ]ustino judicial

… antes de bajar desde por acá que el Elízar Muñoz


glas_de
Yaldésw el Marcelino Valdés Muñoz hacían verde
bien desinflado. Ni aguanta nada, dicen, si sólo le dimos el
adelanto de ablandamiento, ni se imagina lo que le espera allá
crecer la en
el,perrenito de Los Vallecitos, así que me fue facilón calcular abajo donde los Siniestros le van a sacar toda la bazofia. Ten—
cuándo la cosecha estaba ya almacenada en la tazolera del drá que cantar hasta las que no se sepa. De paso por el pueblo
Marcelino y cuando llegó el mero momento, hice la denuncia levantan al Elízar para que vaya a ratificar una denuncia que
para juntar méritos con mis superiores. Y le achacamos al Elí- nunca hizo. Le dan un par de garnatadas y lo aplanan en el
zar el mandadito. Y ái tiene que a las cinco de la mañana del asiento delantero para que no vaya cerca del Marcelino que al
dia cinco de mayo reciben la orden de emprender la subida verlo le suelta un escupitajo en la cara y le dice hasta de lo
por Cuesta Grande, de bordear los voladeros y encaramarse que se va a morir, y eso es fácil saberlo cabrón porque quien
hasta por aqui por Pinalto. Se ha recibido el pitazo, les dicen, te va a dar en la madre está aquí amarrado, pero en cuanto me
de que el tal Marcelino Valdés ya levantó la cosecha y la tiene suelten... Tienen que darle un revés en la jeta para que se calle
escondida en la tazolera de su chiname. Entonces forman un y masticando sangre todavía bufa de furia y echa
lumbre por
grupo de tarea, acuerdan la estratagema, mandan preparar el los ojos. Por el camino le abren todo al estéreo y repasan la
camionetón equipado y, como retozando, agarran el rumbo de carrillera de corridos que llevan en la camioneta. Como uno
la sierra grande. viene bien madreado y el otro como azorado, ni disfrutan de
Para las cuatro de la tarde ya han subido hasta la mese— los corridos ni de los chorros de cerveza que les echan y les
ta porque el "cazanarcos" equipado no les falla ni en las peo— hacen tragar, con la nariz tapada, cada vez que destapan un
res cuestas pedregosas. Pasan por Corral de Piedra y ya cuan- bote.
do está clareando surcan con las llantonas gordas el lodo de Y al son de “éstos eran dos hermanooos
la única calle de Pinalto. Le caen en el rancho de
sorpresa y ni que venían de Mapimíii
las manos mete. Ni alarma enseña. Sale entonces haciéndose que por no venirese deoquis...”
el inocente hasta que los ve encaminarse derechito a la tazo— .

lera. Y en cuanto empiezan a desparramar los tercios de zaca- llegan derechito a La Tétrica de Tamazumaya y alli los
te, comienzan a aparecer las pacas. El Marcelino de tan sor— presentan a los superiores. Estos les dicen que se trata de pu-
prendido ya ni pio puede decir y se dedica a echarle madres ros poquiteros y que no les quiten el tiempo con esas pende-
al Elízar y a juramentar venganzas. jadas y los mandan a los preventivos para que los nuevos
Para cuando se despiertan los del caserío ya vienen de reclutas se den vuelo haciendo con ellos sus prácticas de inte-
vuelta con el Marcelino bien aperzogado. Y ái lo tráin atrás, rrogatorio. Si allí no sueltan todo, serán turnados a los Sinies—
después de darle un entre de los que no dejan señas Viene tros para que les den el tratamiento completo y luego que se
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Gerardo Cornejo M. juan justíno judicial
las suelten con la condición de que los guíen hacia
y,entre los gritos de las mujeres; ¡tío Marce, por jesucristol, le
m charales (porque con los

mayoreros sólo los jefes suena dos plomazos a quemarropa. Luego se limpia la salpi-
de la corpo pueden meterse). El Marcelino lo suelta todo a las
cazón de sesos y sale de la casa dejando detrás el aullerío de
primeras y los guía adonde quieren. Después le
cumplen lo de la familia.
soltarlo pero haciéndole las amenazas de
cajón y no se dan Era la noche del 11 de mayo, me acuerdo tan claro
cuenta de que lo que busca es apurarse hacia la sierra
para como si estuviera pasando ahorita.
alcanzar al Elízar y ajustarle cuentas. Aquél le lleva
sólo un día Bueno, pues para no hacérsela de las largas, lo que si-
de ventaja y todo su descuido de desventaja.
Por eso no se las gue es que una semana después, por ái por el 16 del mismo
huele y se detiene en Pie de la Cuenta. Allí
se queda toda la mes, están los tres hermanos del Marcelino juntos en la casa
mañana tratando de conseguir un préstamo sobre
su terrenito del padre para determinar cómo esconderlo, cuando aparecen
porque en la Tétrica lo desplumaron hasta el hueso todavía
y como cinco enmascarados bien armados amenazando con
le falta darles la cuota de rebote
para que no le vuelvan a lle- unos palos que, según parece, son mangos de talacho. En el
gar. Sale en la tarde sin saber que ya el Marcelino le
pisa los puro cuerpo se les conoce que son Muñoces. Y que se meten
talones y llega a dormir a su rancho donde está
su mujer, la de rondón a la casa; y que les entran a garrotazos a unos
chamaca mayor y los dos cuatitos
menores. Después de asar mientras a otros los enañonan con los rifles para que no se
unos elotes en la lumbrada que pone afuera, se
meten todos desbalaguen, ahora nos van a decir dónde tienen escondido
a dormir y aquello queda como al
principio del mundo. a ese hijo de su perra madre, y dale con los garrotazos. Como
Como a la medianoche el primer
fogonazo hace saltar ninguno suelta nada, los siguen apaleando hasta dejarlos
al Elízar y quedarse sentado
en la cama. La aldaba de la puerta descoyuntados y sembrados por el patio y el corral que se lle—
de enfrente ha sido volada de un
plomazo y entre las tablas nan de quejidos.
podridas de la puerta se abre un boquete .
por donde el Mar— Dos días después, el padre ya está seguro de que va
celino, que conoce muy bien la
casa, mete la mano y quita el a quedar paralizado de la cintura para abajo por los golpes
travesaño. El Elízar corre hacia donde
cuelga el rifle pero es que le dieron en el espinazo y, en un descuido de los que
alcanzado por un travesañazo el Marcelino
que le alcanza a dar están curando a los demás garroteados, se deja caer del catre,
en el mero espinazo. La familia entera se levanta la
y mujer se arrastra hasta el rincón donde está el rifle y se mete un tiro
desperdicia fósforos por el temblor cuando trata de
prender la por la boca.
lámpara de petróleo. Todos corren a donde está el Elízar
re- Y ái tiene la noche del velorio al pueblo todo aterrado
volándose de dolor pero él ya lo tiene agarrado de los
llos con una mano con la otra le
cabe- y a las lenguas todas sueltas. Que esto no se puede quedar así;
y el
pone arma en la frente que no, que hasta ahí hasta porque ya hay un muerto por fa—
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Gerardo Cornejo M.

milia; que tan unidos que eran, quién ¡ha a decir si son primos
usados con primas y tíos dos veces y… y esto tiene que pa—
rarse, porque... Y en eso llega el mayor de los Valdeses con
una docena de hombres armados y en medio de los rezos, ;
echa afuera un grito de fiera enyerbada, estrella el sombrero III
contra el suelo y frente al cuerpo de don Plácido Valdés jura
una venganza de ésas sin reposo y sin olvido. Campos de brasas

Cuando yo recibí las noticias, columbré claro que para cuando


los Valdeses y los Muñoces acabaran de matarse entre ellos
mismos, habría quedado completa mi venganza y… y bueno
yo ni metí las manos. ¡Asi es como fue que de veras pasó y no
como dice el corrido ese!
¿Ya lo anotó bien clarito? e vino a saber mucho después que Juan Justino, joven,
Bueno pues. ;
E Altata Sagrario había emprendido la cuesta abajo ¡¡ caba-
llo; que debió deiar atrás La Frontera de los Vientos du-
rante la primera jornada y avanzar el día siguiente hasta Salto
de la Barranca; que no aguantaría sin dormir más allá de la
Mala Noche; que en los Atascaderos conseguiría carne seca
y pinole con gorgoios que de seguro le alcanzarían hasta bajar
al Pie de la Cuesta donde había vendido bestia y montura para

seguir; que lo vieron pasar por Milpa Grande, luego por Gente
Campesina, por Rio Generoso y por San Isidro de la Brecha
y que durante meses vagabundeó por los campos agrícolas de
la gran Costa Verde. Parece que no fue sino hasta que pudo li-
brarse de la manía de sentirse perseguido cuando por fin se
detuvo, por una temporada, en uno de los valles algodoneros.
la pizca comenzó con el verano. Juan Justino se enlis-
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Gerardo Cornejo M.
juan ]uxtino judicial
tó como quien cumple una condena. Le dieron su bolsón largo Y fueron semanas las que se le escurrieron entre motas
de lona con panza ahulada, lo poblaron en los surcos entre sin peso, surcos sin final y noches cuajadas de mosquitos.
una cincuentena de pizcadores y le encarrilaron la mirada por Cuando la primera pizca terminó, el sintió que había
en medio de aquella interminable sucesión de hileras motea- cumplido ya con su primer castigo.
das. El obedeció como quien acepta un destino fijado por Días después, se supo que se había enlistado en el cor—
voluntad divina. te de sandía. Aquella cosecha le resultaría menos penosa por-
Para las nueve de la mañana ya sabía lo que era la ca- que el campamento estaba bordeado por tres grandes álamos
nicula. Agachado sobre las matas, recibía de lleno el castigo bajo los cuales los trabajadores podían refugiarse durante las
del sol sobre las espaldas y la nuca, mientras que por abajo se horas reverberantes. Tenia también un galerón de petate don-
le pegaba en el cuerpo el vapor caliente que la tierra devolvía, de podian meterse durante la noche y guardar sus mochilas
como un rechazo, al recibir la resolana. El resultado era un bo- con relativa seguridad. Además, el acarreo comenzaba en la
chorno asfixiante que a él no le pareció de este mundo. Y fal— madrugada y paraba antes de que el vaho hirviente se empo
taban todavía las horas altas del mediodia. zara en el ambiente. Luego se regresaba en la tarde para seguir ..…-»

Cuando, desde el final del surco, divisó la caseta de hasta bien entrada la noche ya que las grandes bolas verdes …r.

cartón enchapopotado donde habían instalado la balanza, podian palparse en la penumbra sin dificultad. Lo de tentalear
..

creyó verla al otro lado del valle. Caminó los quinientos me- una cascabel entre las guías, era un riesgo que tenían que co—
tros con la bolsa a rastras y sintiendo que la ramada temblaba rrerse por su cuenta. _-G…r—nv'-—u—

entre espejismos. Llegó aturdido y casi ni se fijó en el número —Para qué demontres celas tanto tus
rayas —le espetó
de kilos que le acreditaron porque a unos cuantos metros ha- r. Marcial Campero el tercer sábado en la tarde cuando recibían
bía visto la corriente del pequeño canal de riego. Se dejó ir sin el pago—. Ni que tuvieras a quién mandárselas como yo, o ni
advertencias y no fue sino hasta que estaba dentro cuando se que tuvieras una deuda vendida que quisieras saldar de apuro.
dio cuenta de que aquello era sólo un caldo verde. Sea lo que sea, creo que también hay que distraerse un poco,
Por recomendación de sus compañerosesperó hasta que mano. No puede uno estar siempre doblado sobre el surco, no—
bajara el sol, y entonces hizo junta de las energías que no se le más dándole toda la sangre al afane, sin alegrarse de vez en
habían escapado por el sudor y se metió entre los surcos de- cuando ¿no? ¡Ándale, vamos con los otros al leonero ese de
cidido a completar un kilaje que le alcanzara siquiera para pagar por alli de las afueras de El Sembrador. Ya verás que hasta les
las tres comidas del día. Al anochecer, regresó con la bolsa sacamos lustre a las renegrídas esas que traen de los bules de
a medias y con una cara que alarmó al capataz que tuvo que for- Navolato todos los sábados. Despabílate mano. ¡Órale!, ¿no?
zarlo a tomar un café caliente y a masticar dos pastillas de sal. A cualquier otro le hubiera respondido con una
nega-
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Gerardo Cornejo Mi juan ]uxtino judicial
tiva tajante. Pero a Marcial Campero; al cuatito Marcial; al úni- pasa siempre la primera vez. Tú déjame hacer, que yo me en-
co ser que le brindaba plática; al que, desde el día de su llega- cargo!
da, le habia regalado un compañerismo sin preguntas y sin La inminencia de aquella propuesta puso en guardia
reservas... No, a el no podía desairarlo en un momento en que de nuevo a todas sus defensas y de ¡un salto involuntario que-
lo veía tan animado, tan ansioso por salir de aquel encharca- dó de pie temblando y repitiendo: ¡No, no es eso... es que, no
clero de sudores; de aquel aire espesado de insecticidas y fer- es eso... es algo muy peor…! Y vistiéndose a la carrera se enca—
tilizantes; de aquellas pestilencias de fábricas de huevo y de minó hacia la puerta masticando maldiciones contra si mismo.
criaderos de marranos. Antes de salir, dejó sobre la mesita varios billetes arrugados.
.

Y fueron a parar a un hervidero de humores alcohóli-


cos y de perfumes baratos donde pululaban en bandada los Y.…v.».....

jornaleros, pizcadores, regadores, camioneros, tractoristas, ma- Regresó de aquello con semblante de suicida. Marcial no quiso
quinistas y hasta uno que otro capataz o mayordomo. presionarlo con preguntas y lo dejó solo. Una semana más tar—
de, cuando recibían el pago y todos abandonaban el campamen-
___—.

La noche se les fue en entradas y salidas a cada uno de


los antros que componían aquel reguero de tolerancia, así que to como puñado de pájaros, Marcial se quedaba atrás sabiendo
.—.

..

para cuando recom'an los últimos salones ya les trastabillaba el que su compañero necesitaría más que nunca su cercanía. ".*.—..“

juicio y los tumbaba el sueño Y cuando Juan Justino pensó —¿Por qué no te fuiste con aquellos? —le preguntó Juan
“,

que ya emprendían el regreso al campamento, apareció Marcial justino sin mucha delicadeza cuando lo vio sentado bajo el
flanqueado por dos prietas suculentas. Una de ellas vino a sen- sauce llorón.
—Es que... pues que uno no puede ir todos los sábados.
tarse en sus rodillas y a rodearle el cuello con dos tenazas mo-
renas. Y por más que levantó sus defensas y reforzó sus Esta semana me toca mandar el giro a mi vieja y no quiero ir-
resistencias, no supo ni cómo fue a parar al cuarto con ella. selo a desmolachar.
_

Fue entonces cuando, por primera vez, le salió a flote —¡Ah!—murmuró el otro sin mucha convicción pero
una duda largamente agazapada que lo paralizó. Ella le sintió agradeciendo para sus adentros el gesto— qué suerte que me
la angustia desde el principio y pensó que tenía que vérselas gmardé unas caguamas y aunque no estén heladas pues…
Y aquella tarde, después de dos botellas, juan Justino
con un primerizo. Por eso fue que se le enterneció el oficio
sintió por primera vez que tenía un oído dispuesto a quien
y se esmeró en iniciarlo en aquel rito con la maestría de una
profesional y ¿por qué no? con la dulzura de una madre. Así soltarle que, no nomás nací chiclán, carnal, sino que de niño
que lo fue calmando calmando hasta que, una vez llegada la me los bajaron delante de todos para que vieran mi defecto
confianza, pudo murmurarle al oído: ¡No te apures mi vida, así ese. Luego ya de jovencito, los mismos desgraciados me juga—
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Gerardo Cornejo M. juan ]usn'no judicial
ron una traición que resultó en el dañarniento del que me —Ya pregunté y allí no te dan ese servicio, dizque porque
quedaba bueno. Por eso no hago jalón a los bules, camal, no— eso es de especialidades y que el Seguro de los peones apenas
más por eso ¿se te hace poco? sirve para unas cuantas enfermedadesde por encimita nomás
Marcial no se extrañó, porque hacia mucho que le ha- —Bueno pues, pero de cualquier manera tienes que
bía adivinado aquella carga, y le pareció que la cosa no era verte eso. Mientras tanto no le des permiso de que te joda el
para tanto, "si le contara lo mío, pensó, veria que no sólo a él ánimo mano, y arráncate ésa que todos dicen que se saben
le pasan cosas y que, como que no es para ponerse así, aun- y que me recuerda mi querida tierra. Porque aqui tu servilleta
que... claro… eso de nacer chiclán y que encima le patién a uno también tiene su historia, carajo... que lejos estoy del suelo
lo que le queda útil, pues... pues si que está cabrón". donde he nacidooo... Y para qué le sigo hermano si nomás de
-Pero es que ni siquiera estás seguro de que hayas acordarme de cómo aquellos cabrones de los Sandovales nos
quedado inutilizado, mano —dijo en voz alta—. Ni siquiera te birlaron las tierritas, me hierve la hiel. Y nosotros de ejidatarios
has ido a revisar con algún médico o alguien que sepa de esas babiecas, pidiendo la intervención dela autoridá; nosotros que
cosas. Luego eso de correrle al asunto y no querer ir a hacerle no queríamos la violencia cuando ellos ya lo habian violenta-
la lucha allá donde vamos todos. Como que nomás no mano, do todo y se habían conchabado al presimuni de Huetamo y te-
como que tuvieras miedo a… nían amenazado a nuestro comisario de Zirándaro. Hasta que
—'A comprobarlo, carnal —le atajó
Juan Justino— preci- se le presentan una noche en su ranchito y a punta de cuete
samente a comprobarlo. Tú no sabes lo que se siente no saber le hacen Firmar la conformidá del ejido con los límites de sus
si… pensar que a lo mejor resulta que…
que ni para tener des- terrenos que ellos mismos habían marcado y que se llevan las
cendencia sirva uno, carajo. tierritas de más de cuatro de los que luego no tuvimos ni para
—Bueno, bueno, a lo mejor lo que pasa es que allí don— mantener a las hambreadas familias, hermano, y allá nos tienes
de te digo no es el mejor lugar para andarlo averiguando. a cada uno buscando el jornal para los cuatro rumbos: que
—¿Y cuál es entonces? unos hasta Zitácuaro y otros a Tierra Caliente—, que los demás
—Hay… hay especialistas en eso. Alli nomás en Tama- hasta Morelia y que cada vez más y más lejos, hasta que
zumaya, en donde quieras pues. Creo que les dicen ginecóli- atarantados por la ruina a unos nos dio por venimos a los va-
cos 0 no sé como. lles del noroeste con la esperancita de luego pasamos al otro
—Sí, pero lo que no ha de costar. Si dicen
que de esas lado. Y aqui me tienes, mano, con el alma que se me desmo—
consultas hasta los dueños de los campos salen desplumados, rona cada vez que me acuerdo dellos, si va ya para casi un
cuantimás uno. año... inmensa nostalgia invade mi pensamientooo... ¿cómo
—Pues empieza con el Seguro, hombree. sigue compañero?… y es que, maldita sea, no somos más que
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Gerardo Cornejo M. juan Justino judicial
de su rutinaria
terrones porosos, como ésos que estás viendo allí enfrente, que le daba una cierta razón de ser a la sinrazón
más que terrones que el agua deshace nomás de tocarlos o que oferta diaria. Luego olvidaba el asunto durante la semana sa-
el viento levanta en polvo, por Dios que... que las que he pa- biendo que algún otro sábado el caería de vuelta por allí.
—Es que el destino del peón es rodar. A uno se lo lleva
sado durante este año, hermano, no se las deseo ni al más des—
graciado de los humanos aunque fuera el bandido del cacique la pizca, se lo lleva el corte, la cosecha, la zafra y la conve—

que nos despojó, ni... ¡ya pásame el último traguitol, ¿no? niencia de los patrones como si uno fuera una hoja de papel
—¿Cómo fue que dijiste que te llamas? ——le preguntó a la volando pues ——le dijo Juan Justino con amargtra la noche del
morena el siguiente sábado, venciendo una timidez temblorosa. día en que el corte de tomate habia llegado a su fin y muchos
—Pues ya te lo dije, pero si quieres te lo digo otra vez. tenían que irse a perseguir otra zafra. Ella supo entonces que
—Pero no tu nombre de batalla; no ése que le das a to— aquel principio, de no sabía qué, se iba a quedar en eso, y esa
dos. Yo digo el nombre nombre, el de de veras pues. noche se esmeró en hacerle sentir la seguridad de que podría
—¿Y ése a quién podría importarle en estos rodaderos? regresar a esos encuentros cuando él bien quisiera o pudiera.
—Pues se dan casos. Uno nomás por saber pues, pero Ella estaria siempre dispuesta aregalárselos ya que, también
si no quieres no hay fijón. para mi, le dijo, son como descansos en esta brega que me
—Romelia —le contestó como apenada—. Romelia no- arrastro; son como esos sentimientos que se llaman no sé c(>
más, por lo pronto. mo, o no sé de qué, pero que una va a extrañar cuando ya no
—Gracias por la confianza, yo me llamo Juan Justino los tenga. Y es que una es también piedra cuesta abajo como
nomás y también por lo pronto. dicen y tampoco puede escoger quedarse de fijo. Nosotras
siempre andamos como en romería y a la mejor cuando
vuel—
Ella se estaba acostumbrando ya a sus arranques aisla-
dos de conversación porque eran ya tres las veces que aquel vas ya me han arrastrado para cualquier otro de tantos andu-
tacitumo sieneño (obviamente sierreño, según ella supuso por rriales que hay regados por la Costa Verde
—Yo te busco. Nomás no te pierdas'.
su mirar a lo lejos, su elevada estatura y sus movimientos mon—
teses) venía a los bailaderos y la escogía de entre todas, le —Ojalá me encuentres... nomás no te tardes.
brindaba bebida y terminaba yendo al cuarto con ella sólo pa- Regresó al campamento con el semblante que Marcial
ra liberar aquellas cortas ráfagas de plática y luego, a la hora de de sobra le conocía, así que no le habló sino hasta la mañana
que ella trataba de complacerlo con el escarceo amoroso, siguiente cuando ya liaban sus mochilas.
—Le agarraste ley a la morena ¿no compadre? —le dijo
emprendía, otra vez, la huida. Su experiencia le decía claro que
aquel era un caso de timidez crónica por eso se había propues- mirándolo de reojo—, y ¿cómo no iba a ser asi si está re”buena
rebalsados.
to curarlo con paciencia y con ternura. Además, aquello como y además te sacó todos esos temores que tenías
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Gerardo Cornejo M. Juan ]us!ino judicial
Pero ya caeremos por acá la otra temporada tomatera. Usted donde dormían anacimados sobre zarandas a medio llenar, ca-
no se me haga rosca ni se me arrugue y... y ya vámonos por- tres remendados, costales deshilachados y humores estancados.
que el carcachón aquel no nos va a estar esperando todo el El lunes de madrugada, vendrían los agricultores con sus
santo día. carm'ones de redilas a embarcados parados sobre la plataforma
Cuando la pizca algodonera termina en el norte del es- para luego zarandearlos por sobre los bordes de los drenes, sa-
tado de Once Ríos, todos saben que apenas empieza en los cudlrles sus dolencias y desvelos sobre el hoyanquero de los ca—
valles del sur de la vasta extensión de los valles mayo—yaquis, minos y hacerlos tragar polvo fino hasta su llegada a los campa-
de modo que para mediados del verano dicen que ya andaban mentos. Allí, se armaría de nuevo un arrebatar de bolsas, un
encorvados sobre los surcos moteados. Y el recibimiento que colgar de balanzas, un llenar de galones forrados de pita o de 10—
alli les esperaba en esa posición, era el fogonazo incandescen- na, un apartar de costales y andrajos para la noche y un poblarse
te que se carga sobre la nuca y las espaldas como un carapa— en la surquería sobre la que herviria pronto un tufo sofocante.
cho de lámina recalentada, mientras que por abajo la tierra Y aquello se repetiría todas las mañanas de todos los
rechaza el aliento solar y lo devuelve hecho un reverbero tem- días hasta que la tarde del sábado viniera a liberarlos de aquel
bloroso. Alli regaron, a gotas gordas, los surcos y lograron so ir y venir sobre rescoldos verdes, que para entonces ya los trae-
brevivir la canicula entre motas volátiles, ramadas ralas y cam— rían con la mirada enandilada y la mente como extraviada…
pamentos nómadas. Los sábados eran también allí los días de Fue por esas fechas cuando Juan Justino sintió por primera vez
la escapada colectiva a los pueblos vallecinos que entonces se aquellas extrañas febrículas tercianas para las cuales no encon-
convertían en honnigueros humanos que se movían como a cie- traba causa y que siempre se le presentaban acompañadas de
gas en un pandemonio de puestos de baratijas ofertadas a gri- un dolorcito sordo en la ingle izquierda. El las aguantaba en
to herido. Y allí se les vería deambular sin rumbo ni sentido silencio y en soledad, y se prometía que la siguiente vez que
por calles-brechas, lodazales estancados y casuchas dispersas, se me presente esta ancheta voy a tener que ir a vérmelas con
en busca de refugios públicos contra un clima implacable; en un maldito matasaludes carero de ésos.
'
busca de distracciones de respiro—, de oasis donde distraer su Pero aquello le pasaba pronto y más pronto lo olvida-
ocio momentáneo. ba porque para entonces ya los dos eran dueños de una acep—
Y después de vagar en redondo por aquellos territorios table destreza en los tiempos y los movimientos de entrar al
de carencias; de manotear horas enteras contra las nubes de pa— surco, arrancar motas con las dos manos al mismo tiempo,
lomillas que revoloteaban en tomo a los focos desnudos; de meter el brazo lo más adentro posible de la zaranda para re-
disputarle el plato a las moscas y de embotarse de cervem ti— tacarla sin perder tiempo y dar cabida a los puñados nuevos,
bía, iba a dar en parvada a los galerones de concentración meterle bolas verdes y caiillas mojadas que aumentaran su peso,

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Gerardo Cornejo M. juan jus/ino judicial
sacarle el cuerpo a las horas más calientes y otros pormenores ido a parar hasta Cajeme para cambiar de aires, se tardaron
del oficio que les redimaban cada vez mejores kilajes. Aprendie- más de la cuenta y cuando regresaron se encontraron con que
ron también a defenderse de los enganchadores (que desde la sus covachas habían sido saqueadas.
Costa Verde los traían en rebaño para negociarlos con los agri— —¡Qué bueno que de perdida se les escapó el sombrero
cultores vallecinos) tratando directamente con éstos el precio y que aquí no se necesitan cobijas ni chamarras —dijo Marcial
por kilo pizcado y regateando de acuerdo con las nublazones a punto de las lágrimas— porque no nos dejaron ni chingada
de agosto que ponían histéricos a los dueños con la amenaza madre...!
de un chubasco. “Mota caída, mota manchada“ les gritaba el —Sí
pues —conñrmó juan Justino con amargura.
capataz cuando los veía recogerlas del suelo “y mota manchada,
mota de segunda" les reclamaba al bajarles la clasificación.
Luego, cambiarían de campamento y de patrón. Y de Y para cuando entraba el otoño, ya surqueaban sus afanes por
nuevo tendrían que negociarlo todo y, después de eso, arras- los campos de la costa seri.
trar sus trapos y sus trastos en procesión por sobre los bordes Septiembre los recibió con su frazada de brasas y sus
de los drenes, en pleno solazo y en busca de las parcelas seña- lengúetadas de lumbre. Allí entreveraron la pizca del algodón
ladas por agricultores que veían en ellos depósitos movibles con el riego de los viñedos y las nogaleras. Le entraron tam—
de brazos y manos pizcadoras. Porque muchos vimos, durante bién a la limpia de los naranjales y, por primera vez, probaron
muchas temporadas de pizca, cómo aquellas multitudes tenían dátiles y pasas que presagiaban ya la cercanía del desierto. El
que acampar bajo una lona rota, un remendado de costales de exceso de luz acabó por marcarles las arrugas prematuras en-
pita o un tapanco de láminas negras. Y los que corrían con tre los dos ojos ocasionadas por la resistencia visual a la reso—
suerte, alcanzaban a instalarse en un jacal derruido o en cual- lana y no respiraron alivio hasta que llegara octubre con su
quier par de paredes en ruinas. La mayor parte pasarían toda promesa de un clima para seres humanos. Salieron de aquella
la temporada sin un techo. Tres piedras serían sus hornillas, asazón, con el cuerpo exprimido y la cara como curtida. Y le
una tabla rústica su mesa y un algodonal su excusado. Por eso terquearon hacia el extremo final de noroeste.
era tan común andar pisando plastas, todavía frescas, entre los Al empezar el invierno, los vieron doblados ya sobre
surcos cuando se empezaba a trabajar en la penumbra de la las meigas del valle de San Luis y Mexicali.
madrugada para ganarle horas al sol. —Dios nos libre —dijo Marcial cuando Juan Justino se

juan justino y Marcial no se perdieron de ninguna de quejaba de los temblores que le había dejado el verano—.
aquellas comodidades y parece que todavía tuvieron que agre— Dios nos libre si las pizcas en este sobaco del diablo fueran
gar algunas más porque sucedió que un sábado que habían por áí por los julios. Dicen que en esas fechas, el suelo de aquí
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Gerardo Cornejo M. juan ]us!ino judicial
es tan caliente que hasta las lagartijas tienen que traer pechera rendi¡as del alambrado y fuera a dejarlos desamparados en pleno
y que para acá vienen a aclimatarse los que saben que van a ir territorio patrullado. Alli les cumplieron al pie de la letra el re-
al infierno. ¡Y cuando dicen infierno es porque tienen las lla— quisito de la captura, la golpiza y la patada de despedida en el
mas en la mano, eh! Pero como la pizca es en el otoño pues trasero. Y convertidos en un costal de magullones ocultos, fue-
le viene a uno tocando por fin un clima de gentes. ron a recalar de vuelta adonde habian empezado.
—¿Y cómo es que le hacen para que las pizcas caigan La desesperación se les metió por los bolsillos cuando
asi como escalonadas en las estaciones desde allá de la Costa sus escasas reservas se agotaban. La vida entonces, se empezó
Verde hasta estas lejuras. ¿Quién se encarga de...? a convertir en un rosario de escaseces, en un desamparo so
—Pues ni modo que sea el gobierno manito, es que asi brecogedor y en una espera desesperada. Todo indicaba que
es de natural. No ves que el algodón tiene sus tiempos en cada lo que habían podido ganar en los braseros de los valles, se
lugar según las humedades y las sequedades y como esta costa les iba a ir entero en aquella andanza fronteriza. Por eso fue
es tan larga tan larga, pues la escalonada esa se da solita, a lo que, sin pensarlo mucho, se unieron al grupo de desesperados
natural, o lo que sea, ¿yo cómo voy a saber pues? Lo bueno es que iba a intentar, en la madrugada, lo que más bien parecía
que siguiéndola vinimos a dar hasta la merita frontera y con un escape al revés.
un buen guardadito para agencíamos la pasada al otro lado y co— Resultó que un enganchador, atrapado a fuego nutrido
sechar allí también, hermano, pero cosechar en dólares, ¿o no? entre los que había burlado con entradas de “entrega", tuvo
Eso se lo debemos a la escalonada esa que dices. que echar mano de todos sus contactos para arreglar la entra-
—Si
pues da contratada de un lote de brazos. Fue así como Juan Justino
y Marcial se encontraron un dia cosechando alcachofas en un
valle desconocido.
El miedo al desierto, que alcanzaron a divisar hacia el otro lado “Cuatro semanas más tarde recibieron, junto con el pa-
de la línea, y el temor a los contratadores vendegente que los go, la notificación de que el contrato se habia terminado y de
acosaron en este lado, parece haber sido lo que los expulsó de que desde ese día en adelante...
aquel valle y los obligó a peregrinar hasta el Cañón Zapata. Y los guardias fronterizos que les cayeron luego no sa—
Merodearon en aquel sufridero por semanas, entre aspirantes ciaron su gusto con la sola golpiza y la patada reglamentaria,
a ilegales, polleros volátiles y patrulleros acechantes mientras sino que antes los llevaron al juicio por reincidencia y al cas-
que sus ahorros adelgazaban junto con ellos. Hasta dos simula- tigo de la multa.
cros de entrada se atrevieron a intentar antes de que un dia un Y en menos de lo que esperaban, se vieron de vuelta
enganchador, que les cobró por anticipado, los colara por las en el hervidero humano del cañón donde se les fueron escu-

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Gerardo Cornejo M.

rriendo los dias con la vista fija en el otro lado y el recuerdo


estampado en sus pueblos.
La espera de otra pasada agotó las ganancias de la an—
terior y terminó con las esperanzas de Marcial que mirando a la
multitud que deambulaba por la ladera del cañón una ma— IV,
drugada de aquellas, y conteniendo la rabia, dijo: yo ya tuve su-
ficiente de esta zarandaja y… y lo he pensado muy bien, herma- Esto es la guerra, pues…
no, ya estoy harto de este moridero. Desde que andamos no—
madeando por acá no he podido mandar ni un centavo a mi… Cuentan que en la Costa Verde
¡carajo, mejor ni me acuerdo de ellos...! yo mejor me devuelvo comenzaron sus hazañas
adonde andábamos y me clavo allí a surquear hasta que... y como los “judas" huelen
las que son de su calaña
—Hasta que el sol te seque —interrumpióJuan Justino le echaron pmnto sus redes
sólo por decirle algo. y le enseñaron sus mañas.
—Hasta que me seque, mano, pero sin andar huyendo
como criminal y, y menos lejos de mi tierra. ¡Yo tengo familia o de plano ya andaba como enrabiado contra la em—
mano!, ¿qué quieres que haga pues?
i perrada vida cuando se vino aquello del asalto que ya
le conté. Por eso fue que hice lo que hice y que cuan—
do, dentro de La Purgapenas, me pasaron el soplo de que la
Y dicen que el mero felízañonuevo, los sorprendió sobre un peje andaba en la transeada de consignados que quisieran salir
camión de tercera que, con rumbo contrario al norte, rodó por la puerta trasera dejando la cuenta pendiente (porque el
durante noches y días sobre las rectas sinfín que atraviesan los gobernador le había dado un plazo fijo al_ comandante para
oleajes arenosos de El Altar; sobre las que parten la vasta ex- que limpiara su caballeriza) yo me apronté a ofrecerme de
tensión de chaparrales del semivacío y sobre las que bordean “voluntario” y ellos, sin muchos recovecos, me dieron la pri-
los valles cuadrículados de las islas irrigadas de Sonora. mera calada. Y creo que fue mi conocimiento de las veredas
Así es de la sierra y la cara de pierdenada que les puse, lo que les
como dicen convenció de habilitarme como… como merce... madrina,
que pasó pues. Claro que aquí vas a bailar nomás nuestro son, me dije—
de cierto. ron, y si no entonas como te la marcamos, la primera trompa—
da te la vamos a dar aquí mismo en La Tétrica y la última

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Gerardo Cornejo M. juan ]ustíno judicial
patada te vamos a sonar en el puro “as de oros“ y frente a la porque luego no sabe uno qué responder. El caso es que
entrada del hervidero aquel de la Purgapenas. Así es que si como le entré a aquello con todo el quemasdá, muy pronto
l'entras, ya sabes. me irnpuse y como ellos vieron mi voluntad, pues me dispen—
Lo del cambio de nombre tiene que ser lo prímerito. saron muchas de las madrizas del adiestramiento. Le repito
Aquí vas a caminar al compás de nuestras notas compa, me re— que en eso tuvo mucho que ver lá necesidad que tenían de te-
pite el jefe de grupo, y eso quiere decir que tienes que ponerte ner un elemento propio que pudiera guiarlos por la sierra.
una nueva personalidá encima de la que tienes. Y como sabe- Claro que yo desde un principio aproveché aquello para em—
mos que tú ya debes una por allá por los altos y otra por aquí pezar a cobrar algunas cuentecitas viejas que tenia por estos
por los bajos, lo primero que tienes que hacer es enterrar ese territorios. Cualquiera hubiera hecho lo mismo en mi lugar
nombrecito pueblerino muy donde nadie lo vuelva a mencio— ¿no? Porque ésas son oportunidades que a uno le men muy de
nar. Tienes hasta mañana para pensarte uno nuevo, pero que vez en vez en la vida ¿no?
sea uno de los que se usan por aqui, no uno de eso de los Ahora, eso de que en la Costa Verde comenzaron mis
aguachiles de por allá de arriba que parecen sacados de un al- hazañas, pues se me frunce que no está tan errado porque
manaque viejo. cuando de veras me dieron entrada para participar en una de
Y yo que le pienso y le pienso toda la noche y que las tareas de choque de las meras de primera, fue cuando lo
ninguno me gusta. Hasta que ya en la madrugada se me ocu- de las avionetas que iban a llegar de Colombia repletas de
rre que como ya había empezado a rodar cuesta abajo y como merca. ¡Me acuerdo como si estuviera viendo, carajo, como si
de seguro iba a seguir rodando así, el que mejor me quedaba todo estuviera pasando mientras se lo voy contando!
era el de Rodrigo Rodane y ése es el que le mato al jefe en la Resulta que el asunto se vino merito cuando el coronel
mañana y él me contesta que está bueno pero que cuál es el Bobadi... ¡chin…! ¿quedamos que sin nombres, no? Aunque de
segundo apelativo. Y yo le digo que Rodane nomás y que no todas maneras el de él debe haber sido falso. Bueno, cuando
he pensado en otro y como ve que me voy a pasar otra noche el coronel aquel del adoctrinamiento, que dizque se las comía
en ese brete, me agrega el de Nomás en el papel y asunto aca- crudas y las eructaba ardiendo, nos acababa de deshilar el ma-
bado. Y no crea que eso es cosa simple. Al contrario, es algo dejón aquel de que: “Esto es la guerra. Las fuerzas del droga—
muy de alrevesarlo a uno por adentro, porque cuando lo lla- mundo son multiformes, son poli… polimorfas, polivalentes...”
man con el nuevo nombre, ¡tómalal que se empieza uno a sen- y quién sabe que otra dominguera que se avienta y yo que me
tir de veras como si fuera otro; como si lo hubieran librado, emociono y que me da por memorizar las palabrotas esas con
así nomás, de todo el pasado junto. Da como miedito y como que nos apantalla y con las que luego nos azuza como a pe—
gusto al mismo tiempo—, da como un sacudimiento rete extraño rros para mandamos a que nos demos en la madre muy

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Gerardo Cornejo M.
juan ]uslino Judicial
…esporquey ¿qué otras de lujo se mandaba...? ah “multi-


y… si,
y que se baja un grupo entero de los nuestros y no pueden
son como virus que se infiltran en las entra- decir ni pio porque a la primera rodada los dejamos partidos
ñas de la sociedad y que desarrollan toda clase de resistencias
por la mitad y… (es la desventaja de que se parezcan tanto
contra la justicia y por eso hay que extirpar sus numerosas
a nosotros) y mientras tanto los otros huyen en sus camionetas
cabezas donde quiera que aparezcan y eso se hace sólo con
valor, sin reservas ni miramientos y con la convicción de que
y son parados en seco por una patrulla de los de verde que
viene llegando en ese mismo momento y que luego la em—
estamos cercenando las cabezas de la Hiedra... (¿Cómo...? ah
prende a balazos contra nosotros y para cuando logramos que
si, la Hidra pues) con la que no se puede andar con descuidos
nos oigan y le paren ya se han echado a tres y entonces revi-
ni…” bueno, olvídese, que nos deja a todos con la baba larga;
samos los cuerpos de los del avión grande y descubrimos
con la mano en la cacha y con el permiso de rociar la esqui-
quiénes son y quedamos todos perplejos y obligados a empe-
tera sobre los enemigos antes de averiguar nada, y ai tiene que
zar en friega la tarea de… de “limpieza” pues
cuando nos reparten las matracas ya nos cosquillea el dedo.
Pero eso si, nos advierte, todo esto vale sólo para los de la in- y bien que te
acuerdas de que la famosa limpieza consistía en despedazarles
fantería, ése es su territorio, el de los capos altos es el de los
la cara a culatazos en cortarles el pescuezo con ráfagas de ida
comandantes altos solamente. La negociación no es cosa de
ustedes y punto, ¿alguna pregunta? y vuelta para que los del ejército no los reconocieran y en bo—
rrarles toda huella de identificación
Y pues, por las ansias de que a uno lo noten los de-
y pues las primeras veces
más; por la urgencia de vaciar lo que uno carga rebalsado muy
uno se arruga de a feo, pero ya después se va acostumbrando
en los adentros; por la necesidad de demostrarse a uno mismo hasta que llega el momento de que aquello se hace como cual-
que... que es alguien pues, uno le entra a aquello como a tien-
quier otra operación de guerra, así como lo hacen los de verde
tas y se avienta a las camorras como si fueran causa propia;
pues que no lo andan pensando mucho y al oír la orden ¡tó—
como… Por eso es que aquella vez, cuando rodeamos la pista mala! se avientan a ejecutar lo que sea cómo si nada, sin ver
clandestina y los dejamos bajar y salir de las avionetas, los muy
ni oír otra cosa, como... como llega uno a ejecutarlo también.
majes pensaron que éramos su grupo de protección y que (es Es cuestión de oficio, pues, cualquiera hubiera hecho lo mis—
la ventaja de parecernos tanto a ellos) que vienen a ponerse
mo en mi lugar, ¿qué no?
de pechito a recibir de sorpresa las descargas que les aventa-
Y cuando terminamos aquello, como que nos queda—
mos. Ahora, ¿quién madres iba a saber que el último avión, el
mos con una sensación de pendiente, como que dejamos algo
más grande, era de los de nosotros y que los venía persi-
sin acabar, algo que no sabemos qué es pero que nos empuja
guiendo? Y que aterriza y se queda en lo más lejano de la pista
fuerte a… a terminar de descabezar a la famosa Hidra esa, por-
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Gerardo Cornejo M.

la
que ésa es nuestra guerra pues. Y luego pensamos que otra
allí ya
guerra, la grande, debe ser muy emocionante porque
vas de verde y asi si puedes seguir disparando hasta que te
hartes y entre más cristianos parias, más te recompensan y en-
medallan y… V
y para qué se lo niegas si te descargas cuando se
lo cuentas como que te sacas las imágenes aquellas como foto— Asignatura pendiente
grafías que te tengo estampadas en la memoria porque mien—
tras los otros hacen la operación de limpieza a ti te entran
aquellas ganas incontenible: de castrar los cuerpos de los caí-
dos aquel impulso que te asusta y que se te denuncia en la cara
porque hasta el comandante te nota la intención y te dice que
síqueesosemerecmyquelaprúxfmavezcuandolosalcan-
cemos todavía vivos los vamos a colgar de allí para que sepan
lo que han sentido los compañeros a los que les han hecho eso ue no pudieron contener un suspiro de alivio cuando
mismo claro mi comandante le dijiste si usted me asigna de se vieron entrando de regreso al primer valle de Once
planta a un grupo de choqueyo le respondoya sabe… como Ríos, lo contaron ellos mismos después; que sintieron
siempre... a sus órdenes y como aquélla es tierra donde se como que llegaban a su propio sufridero, lo dijeron también;
siembran cadáveres para que nazcan cruces, pues luego sale que les pareció como que allí los afanes les eran más familia-
el corridete ese con que allí es donde comienzan mis musara- res y por eso más sopor1ables y llevaderos, terminaron admi-
ñas, ¿le parece justo? tiendo para si mismos y sin tener que decirb.
Pasaron el valle de los cañaverales, atravesaron el de
los algodones y fueron a bajarse en medio del de los tomates.
En la misma estación de El Sembrador, empezaron a preguntar
por los ¡ales de la temporada y para antes de que se les
acabara el dia, ya iban trepados sobre una estiba de costales
de semilla que malcargaba un carcamal que resquebrajaba
muelles sobre un camino rizado y polvoriento. Mientras tanto,
ellos enredaban la vista, y la esperanza, entre el surqueo de

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Gerardo Cornejo M. juan ]ustino judicial
los sembradíos nuevos. A canalear primero, dijo Marcial con Y el sábado en la tarde ya les iba volando el greñero
palabras empolvadas, luego a los riegos y más luego a los por los caminos costeros con rumbo a El Sembrador. Pero no,
cultivos. Y así nos la vamos a ir llevando, mano, hasta que lle- les dijeron, la prieta Romelia ya no batalla por estos rumbos,
guen los cortes, las cosechas, y las pizcas que es cuando uno hace meses que el primo del dueño la enganchó, junto con
puede agarrar sangrita si se apura. Con eso tenemos como varias otras que traía de Puerto Pacífico, y se las llevó con rum—
para seis meses, compadre, y sin andar arrastrando angustias bo contrario al del sur. Y ni yo, ni yo que fui tan amiga d'ella,
con la migra en los talones; sin tener que tragarse las humilla- he sabido dónde fue a trastabillar.
ciones de los pinches giieros, sin tener que dejarse transar a ca- juan Justino quedó desencanme y ya no quiso seguir
da paso por los chupasangre y sin andar alambreándose la la ronda de aquella noche. Pero Marcial lo obligó a acompa—
suerte como círquero ruin. ¡Acuérdate nomás, hermano, acuér— ñarlo porque, esta vez va por mi puro gusto hermano, no to—
date que de cada docena de desesperados que logran pasar al dos los días recibe uno carta de la familia, carajo. Ahora es por
otro lado, a diez les va mal y son los otros dos los que luego mi contento, como otras veces es por el tuyo ¿no?
vienen a sus pueblos a presumir de panzallena. Y allá van los —Sí pues.
otros pendejos, creyéndoles todo, a rebalsarse contra aquel re- Y desde entonces los fines de semana se convirtieron

preso de esperanzas que se agolpa contra la línea. Y luego no— en una ronda burdelera que los llevó— por muchos de los
más andan dando lástima con sus ganitas colgadas al hombro pueblos desperdigados en la extensión de la Costa Verde. Así
y su cara de hambres atrasadas, como andábamos nosotros. se les acabó la limpia de canales y les empezó la pasajera tem—
—Sí
pues. porada de los riegos. Y mientras Marcial enviaba giros telegrá—
ficos a Zirándaro, Juan Justino anudaba en un paliacate sus jor—
nales y sus ánimos para continuar la búsqueda.
El Campo de Vado Malo los acogió en sus galerones olorosos Los primeros cortes los llevaron a campos más lejanos de

a fruta pasada y hortaliza podrida. Varias semanas se les irían modo que Juan Justino tuvo un nuevo radio de acción que le
permitía cubrir otras extensiones que, más que valles, eran
dis—
en el macheteo del rule que plagaba los canales y en el palco
del lodo aguado que los azolvaba, antes de que Juan Justino tritos de riego. Fue por entonces que volvió a sentir aquellas fe—
propusiera, como no queriendo, dar una vuelta por los burde- brículas tercianas que luego desaparecían sin darle tiempo para
les de la región, a ver si… si nomás por una chiripa (iba dicien- buscarles causa. Era entonces cuando le llegaban también aque-
do cuando Marcial le arrebató la frase) ¡por una pura y merita llas oleadas de nostalgia que lo sumían en un estado de letargo
chiripada, se te atraviesa por allí la morenotal ¿no? en el que todo se convertía en una afanosa reconstrucción de
—Bueno pues si, a lo mejor… nomás por ver pues. caras familiares cuyos rasgos ya empezaba a erosionar el olvido-,

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Gerardo Cornejo MA Juan ]uxtino judicial

en una revisita imaginaria de los lugares congelados en la infan— resulta que yo soy el de los mutis y retobos,
—¡Ahora
cia y en un sacudirse los pequeños olvidos que ya le empezaban mira pues! ¿qué no te acuerdas de que el lunes me mandaste
a azolvar la memoria. Se sentía entonces como un desterrado, mucho a la jesusmaria; el miércoles le repelaste al mayordomo
como un condenado a la pena perpetua del no retomo y como por quitarme estas pajas y el viernes casi le pelas el machete
si hubiera naufragado en la inmensidad de aquella llanura verde. al pobre del velador por una que ni debía?
Salía de aquellos trances con la cara afilada, la piel más que todos... todos lo quieren rebajar a uno pues,
—Es

pálida y la mirada como esquiva. y cuando uno anda medio muino... —le contestó con amargura.
—Yo creo que esas calenturitas son como de ausencia, —¡Ahom resulta que todos estamos mal y que tú eres el
mano, ¿no crees? —se burlaba Marcial sólo porque no se le único que anda con la razón de la mano, mira pues!
ocurría decirle otra cosa—. Creo que lo que necesitas es en- —Es que si uno no se mete a fuerte, se lo carga la mal-

contrar a la morena pronto. El otro sábado vamos arrancándo— dita ningunería y nunca ¡unta valor bastante con qué encarar
nos para la zona cañera, quién quita y por lo de la zafra, se lo de por aquí de abajo ni lo que tiene pendiente por allá por
haya resbalado por allá. Ya verás cómo te cambia esa cara arriba.
como con la mano. ¿Digo, no? -¡Ora como que te entiendo un poco mano, yo creo
—Sí
pues, pero... que lo que tú necesitas es darte una vuelta por allá por tus que—
—¿Pero qué hombre? rencias y darle la cara a tus pendencias para no tener que echar—
—Pero es que no sólo es eso chingao. selas encima alos que no las debemos! ¿no crees?
—¿Entonces qué pues? —Puede… puede que si pues.
“Sepa… sepa Dios qué carajos será, y… y ultimadamen- Desde entonces Juan Justino anduvo como juntando
te ¿por qué te tengo que andar dando tantas cuentas pues? Tú coraje para intentar su primer enfrentamiento con el pasado,
todo lo quieres arreglar con plática y… y cuando pensó que ya contaba con reservas suficientes, lio su
Marcial sabía que aquel era uno de sus típicos puntos mochila, encargó a Marcial sus pertenencias de nómada y la
finales y que por días no lo sacaría del mutismo, así que lo de- emprendió de frente hacia los caminos de arriba.
!

jó en paz para que por si mismo recobrara el habla. Algunos recuerdan claro, que lo vieron intentar la su-
Una semana más tarde, cuando descansaba bajo los bida por un camino diferente al conocido, y que hasta enton-
álamos del borde del canal, Juan Justino se le acercó como por ces se dio cuenta de que Once Ríos era un estado de dos
casualidad y sentándose a la orilla de la sombra le murmuró rumbos con rutas que corrían hacia el norte y hacia el sur pero
un saludo tosco para luego decirle; ¡Pinche prieto! ¿qué te co— nunca hacía el oriente.
mieron la lengua los mochomos o qué? Se sabe bien que hasta donde nace el agua nunca sube

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Gerardo Cornejo M. juan ]usu'no Judicial

el camino por eso tomó el rumbo de Pie de la Cuesta en un dida, Potrero del Monte y Vareional de Santiago. Luego paró
viejo costal de fierros que arrastró su zangoloteo por los pol- en Caballo de Arriba por ver si allí encontraba algún trabajo
vos y hoyancos de cuanto camino encontró transitable. Su ruta que lo retuviera el tiempo suficiente como para que fuera
creíble que había subido hasta su tierra y había regresado sin
comprendía paradas en todos los pueblos y rancherías del pie
de monte, por eso se llevaba el doble del tiempo necesario pa- consecuencias notorias. Pero aquellos pueblos revolcados
ra llegar a sus destinos. Es por eso que se ve claro que Juan sólo parecen tener ocupación para los escasos habitantes que
Justino se descuidó y, entre la somnolencia, dejó entrar de logran retener y no dan mucha cabida a los fuereños. Por eso
nuevo a sus temores. Y no era tanto el terco fantasma del Eva- vegetó allí durante días perpetuos sumido en silencios sordos
risto, que tantas veces había visto en sus insomnios, ni las jura— y como estancado en un pantano de dudas, hasta que se dio
mentaciones de venganza de sus parientes, sino el temor a las por vencido y, partiendo monte por Pozo Seco y Casas Viejas,
miradas ocultas que, por entre rendijas de puertas viejas, le enfiló de regreso hacía los campos agrícolas de la Costa
Verde.
perforarían las espaldas cuando transitara por los espacios
abiertos de su pueblo; la hiel de las lenguas adiestradas en el —No son malas incumbencias ni ganas de meterme en
vicio del secreteo cimñero; el reavivamiento de su viejo com— pena ajena, pero la aganaste larga en el pueblo, hermano —le
plejo y… y su posible reacción ante todo aquello junto. dijo Marcial a manera de saludo. Pero antes de comenzar la
Y.para cuando, esa tarde, llegaba a Pie de la Cuesta, siguiente frase, le notó aquella mirada medio perdida que bien
había decidido que todavía era demasiado pronto para le conocía y supo que algo había resultado mal Se empeñó
ya
aquel regreso y que mejor había que esperar a que el destino entonces en hacerle creer que daba por hecho que él había
mismo se encargara de presentarle otra ocasión mas propicia. subido hasta su pueblo y desvió la atención hacia la noticia,
Por eso, descargó calladamente su mochila y se fue al viejo ca— también faléa, de que en una de sus tandas por los bailaderos
serón de don Ramiro a rentar un catre y un rincón para pasar de El Sembrador había logrado averiguar el paradero de la mo—
la noche. rena. Parece que ya dio señales de vida y que yo tenía razón
—¿Sigues para arriba en la mañana, muchacho? porque en El Palmar me dijeron que si, que la habían visto
—No, para abajo, don Ramiro —le contestó dándole desde la zafra pasada por allí por uno de los bules del valle
luego la espalda y poniendo punto final a la plática que el vie- cañero. Falta saber ahora cuál de los tantos será ¿no?, y pen—
jo apenas comenzaba. sando que las aflicciones de Juan Justino tenían en aquella au-
Y atrapado en una maraña de divagaciones, deambuló sencia su causa mayor, se apresuró a redoblar las incursiones
durante semanas por los pueblos del lomerío bajo. Dicen que burdeleras por ver si, de buena suerte, un sábado de aquellos,
anduvo como sin dirección ni propósito por Ciénaga Escon- ella en verdad reaparecía.

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Y sí,según se sabe, la noche de un cierto día zafrero, —Pues vamos a platicar de todo eso allá adentro antes
entre las penumbras espesadas de uno de los salones de El de que venga otro a ocuparme y…
Refugio del Cafiero, Juan Justino creyó distinguir entre un —A ocupane ni madres. Tú ya estas ocupada de fijo

grupo de fichadoras que esperaban ser bailadas, el rostro de… conmigo. -

¿sería...? la Romelia. Pero el cuerpo no correspondía muy bien —¿Ves lo que te digo? ¿qué pasó con tu timidez aquella

a su recuerdo, el de ahora abundaba en gorduras que su ro— pues?


,
paje suelto no lograba disimular. Entonces se acercó lento, co— —Pasó que la voy a mandar mucho a los infiernos. Esa
mo con miedo de que aquella visión fuera a ser disipada por es la tarea que tengo pendiente contigo precisamente.
la realidad. Dio unos pasos. Y, ya de frente, tropezó con una —Entonces ¿vamos?
mirada inequívoca. Ella suspendió una sonrisa que llevaba —Si
pues.
otro destino y casi desorbitó los ojos como frente a una apa-
rición.
—¿Serás tú de veras... o seré yo que…? ¡Madre mía: —De plano ya casi ni te reconouo —le dijo Marcial semanas
VOLVISTE! después— desde el día que te topaste con la morena ya no
desde hace mucho. Y desde entonces todo se me
—Sí, quieres salir de El Refugio y desde que bajaste del monte co—
ha vuelto un rastreo sin fin de tu paradero. mo que andas en&bn'tado contra la vida y como con ansias
—Y a mi un rodar sin final
por toda la costa rogando de comerte el mundo.
que una noche de sábado... bueno, la esperanza es así, ¿no? —Es que ya te dije que se me colmó el plato compadre.
—Sí
pues. Ya quiero salir de pendejo y rifármela de otra manera. Ya quie—
—¡Pero mira cómo has cambiado criatura, si ya eres un ro entrarle a lo que salga, pero de frente. Sacar a la Romelia
hombre completo. Ya no estás tan flaco y com'oso sino medio de'esa vida y… y apartarla donde no la vuelva a tocar ningún
embamecido y… y tu (ma como que ya se te retostó como a los otro cabrón. Y, no sé, pero ya quiero... ya quiero levantarme
de aquí, pero… pero como que te traes otro semblante ¿no? del surco ajeno y buscarme el mío propio a como sea; ya quie—
—Es que uno tiene
que meterse a fuerte pues, si no se ro ser alguien, maldita sea, y subir a mi pueblo en otro plan,
lo carga la ningunen'a ¿no? para que vean aquellos cabrones que uno también puede...
—Pues sí, pero… a ti como que te ha pasado algo. puede levantar la cabeza pues ¿cómo la ves?
—No, es sólo que ya he determinado entrarle a la an- —Pues la veo y no la creo, hermano. Pero ni modo, ca—
cheta esta de la vida de frente, ya estuvo suave de andar de da quien su… papalote.
agachado. —¿Cómo que cada quien, compadre? El dia que yo salga

62 63
Gerardo Cornejo M.

de esto, al primero que me voy a jalar va a ser a ti ¿a poco no


lo sabes?
—Pues si, mano, pero, pues. eso va a depender a qué
es a lo qué me quieras jalar ¿no?
VI
.

—A lo
que sea compadre, usted no se me va a rajar, ¿o
si?
—No. El teniente Castro
pos
nooo. Castro no era su apellido
decían por los mulum'ales
pero se ganó el apodo
en las batidas mrales
que por rumbo del Recodo
emprendían losjudicíales.

¡, ya sé. Tenía que salir lo del apodito ese. Y es que co-


mo ya le dije, desde que se dieron cuenta de que yo
tenía… que tenía lo que se necesitaba pues; lo que se
precisaba para éntrarle a una guerra que por entonces yo ni me
olía cómo estaba convenida y a la que iba como con ansias de,
de vérmelas de frente con la emperrada vida pues; de significar
algo en aquella pelea de bestias para la que uno ya viene
condenado desde que se despierta en este fnundo. Y mire, yo
por eso, desde entonces, dejé de andarme haciendo pregun-
titas y decidí dejarme llevar por una vida que de todas maneras
no iba a poder cambiar. Así que eso de las culpas, écheselas
a los de arriba que nomás se la pasan pisoteando a los de aba-
jo! y eso de los apodos, acháqueselo a los de abajo que nomás
se la pasan pitorreándose de los de arriba.
Claro que quién qui-

64 65
Gerardo Cornejo M. Juan ]ur!ino judicial

tara que tú salíeras en la televisión que vieras tu nombre en los sajeras y Nacimiento. Nos tardamos el resto del dia jineteando
periódicos y que te supieras mentado por muchas partes y que cerros antes de llegar al Rancho del Espíritu donde ordenamos
esa fama llegara a tu pueblo para que vieran todos los de allá que nos atiendan y nos den lugar para pasar la noche. Nos
la que tú eras capaz de llegar a significar y que anduvieran dan una cena sin conversa y nos acomodan en las caballerims.
entonando el corrido que te compusieran para ti solo pero un El jefe se enchila entonces y se va a la casa del ranchero con
corrido a tu gusto no una de a de veras como éste que ahora te un hombre a cada lado y con la matraca en la mano. Abre la
afanas en recomponer con paga y… puerta de una patada y le ordena que salga. Y apenitas salien-
Si, si... ya le sigo. ¿Dónde do, le sorraja una gamatada y lo avienta reculando sobre unas
íbamos? Ah sí, lo del apodito famoso. Bueno pues lo que pasó monturas viejas. Le dice que ha visto que el rancho tiene otras
es que no tardaron en presentarse otras ocasiones de demos- dos casitas y que si no nos acomoda como las gentes va a orde-
trarles a los jefes a lo que estaba dispuesto. Como aquella nar un registro y que ya sabrá a qué atenerse. El hombre azo—
cuando subimos hasta la región más alta donde se juntan las rado y con la jeta sangrando va y saca a los otros vaqueros a los
esquinas de los tres estados. cuartos viejos y les pide que se acomoden en el galerón de las
Se lo cuento como lo voy recordando; como si estuvie- vacas y que nos dejen los catres. Ellos se levantan y, refunfu-
ra pasando cuando se lo estoy diciendo. Y es que como a las ñando por lo bajo, se cambian mentándonos la jefa con la
mirada.
'

cinco de la mañana el jefe da la orden de salida. Todos los


asignados estamos ya como azogue de livianos porque desde dormimos.
Alli
hace días los mandos han recibido el chivatazb. El encuentro A la mañana temprano, tengo que admitir que hasta
de los capos va a ser en un rancho que está encaramado en aquel lugar llega mi conocimiento de la sierra, pero como sé
los arrugamientos más altos de la siena de más arriba. Por eso moverme en este tipo de teneno, pronto pesco las orientacio—
se llama Los Estribos del Diablo. El comandante me ha desig— nes que nos dan los rancheros y evitando pasar por Témoris,
nado como el guía en jefe y me ha dado facultades de mando Guasapares o Chínipas, para no dar señales de presencia, 10—
en grado de teniente porque vamos a operar en mi mero gramos subir hasta Guazisaco ya bien metidos en Chihuahua.
territorio y tal vez más allá todavía. Yo decido emprender la Allí recibimos radiazo de que desde Creel sale el grupo que
subida por donde se pueda aprovechar un buen tramo de ca- nos viene a autorizar y a reforzar. Mientras llegan pasamos allí
rretera antes de meter los “cazanarcos” equipados por las bre— otro día que el jefe aprovecha para repasar el plan y repetir las
chas pedregosas que se enredan entre los desñladeros de la instrucciones: capturar a todos los peces que se pueda; incau-
madre de las sienas. Por eso empezamos por El Fuerte. Se nos tar vehiculos; confiscar todo el talco que se encuentre (del que
acaba la carretera en Choix y emprendemos la subida por Ta— nos tocará un recaudito cuando el jefe haya completado las ta-

66 67
Gerardo Cornejo M. juan ]usrino judicial

llevarlo
avionetas pero no llegan más que tres que logran mover un
¡adas que van para los de arriba) y cargar el resto para
aparato y arrastrado hasta la pista. Como los están cubriendo
a la ceremonia pública de la quema, ustedes son los soldados desde las camionetas, no podemos evitar que arranquen que-
rasos de la corporación, nos dice el comandante y no tienen mando llanta, pero cuando se van levantando logramos alcan—
las órdenes;
por qué andar haciendo preguntitas ni juzgando zarlos con una rodada y entonces el avioncito empieza a echar
ustedes aténganse a la última recordada, así que nada de andar
humo, a zarandearse hacia los lados y, ya sin control, se deja
embolsándose o escondiendo recaudos de la merca ¿está en-
ir en picada 2 la barranca más cercana. Entonces, los de las ca-
tendido?
mionetas se rinden.
Empezamos a subir hacía Los Estribos del Diablo antes —Lo dicho ——me confirma el jefe. y es entonces cuando
de la salida del sol y todavía con un frío de temblar. Para cuan-
empiezo. de veras, a ganarme el mentado apodo ese, cuando
do llegamos a las cercanías del lugar ya dos avionetas están en lo que busco es ganarme el grado de teniente para el que ya
la pista clandestina y otras andan rondando sobre la zona.
voy habilitado Ordeno a varios hombres que me preparen dos
Notamos entonces que una se aleja por el rumbo de las ba- de los heridos no graves y dos de los ilesos para darles el es-
rrancas gigantes y se pierde a lo leios. Otras dos la siguen y en— carmiento convenido ...y para cuando están amarrados y con
tonces nos damos cuenta de que algo se han olido. Y enton- los pantalones abajo, ya te ha entrado aquel impulso ciego que
ces el jefe tiene que dar la señal de ataque antes de tiempo te venía cada que Olías la sangre,- aquella como ansia de cortar
buscando cortar la retirada de los que están en tierra y evitar hasta el hueso; como necesidad de hacer doler; aquella como
la fuga de las camionetas que ya han llegado. Y allí es cuando
mezcla de dos sentimientos encontrados que ya no podías
se arma la frasca porque para cuando logramos rodearlos ya
parar y que
les han mandado el radiazo y no atienden la orden de rendi- tebacían estremecer y entonces colgaste a los dos
ción que les gritamos sino que responden con una serenata de
_

toda—
heridos de sus tanates pero aquello sete convirtió en una tasa—
ráfagas con matracas que luego reconocemos. Se ve que
jera porque el pellejo que los une al cuerpo ”no resistía el jalón
vía son pocos y, por lo de las avionetas, ya sabemos que los
y luego como que se restiraba como que se deshilacbaba deján-
demás no van a llegar, asi que les mandamos una esquitera de dolos bajar despacito en medio de un colgadijo de nervios
las nutridas y ellos acabalan entonces que somos muchos y que
estirados y luego se desmayaban y alfinal se iban desangran-
más les hubiera valido entregarse. Pero creen que van a lle-
do hasta quedarse quíetecitos ya sin aspaviento sin quq'as ya
garles los refuerzos y se animan a rociamos de nuevo. Dos de con los cuerpos de trapo y con la boca abierta hasta donde
los de nosotros son barridos por la lluvia de plomo y entonces daba…
nos olvidamos de las instrucciones del comandante y soltamos
las pero la cosa se nos desparpaia y entonces me dice el
a retozar los gatillos Cinco de los de ellos corren hacia
69
68
Gerardo Cornejo M. juan ]us!ino judicial

jefe bien enchilado, tienes que aprender a hacer esto bien te- ya ser tomado en cuenta de ya poder hablar con peso y con
nientito castrador y, sin darse cuenta, ya me ha enjaretado el una fuerza que ”amabas autoridad y que te volvía como
apodo y todavía me remacha que si no se hace un trabajo pro— [equino y…
fesional no se vuelve a aplicar el escarmiento aunque me ven— y es que aquello era la guerra pues, no tiene por
gan con que ellos nos hacen lo mismo o se lo hacen entre qué poner esa cara, y además, '
ellos cuando se ajustan cuentas. ¿Está bien entendido? asi fue como de veras pasó lo que pasó
mi comandante! Le garantizo que mañana nos
—¡Claro y no como lo mntan
saldrá mejor con los dos capturados que agujerearon a varios esos pinches guitarreros de cantinas esquineras.
compañeros y que, pues, no pueden quedar con el cuerpo com—
pleto después de lo que han hecho, no?
-Está bien, pero que sea nomás de un lado y sin colga—
di¡os ¿está claro?
desde entonces me esmeré en hacer aquel trabajo
Y
con el mayor cuidado hasta que después de mucha práctica
logré mejorarlo al grado de que los castigados casi ni sangra-
ban; casi ni echaban alaridos; casi ni se pasmaban porque les
echaba el polvo de sulfaliazol como lo hacíamos desde chi—
cuelos con los becerros en el pueblo. Claro que tenía mucho
que ver mi navaja puñalera aquella que me había agenciado
en una requisa y que desde entonces fue mi capadora insepa-
rable. Así que quedaban chiclanes pero vivitos para que los
mandos superiores pudieran disponer de ellos como más con-
viniera.
por eso, y por culpa del jefe aquel, por lo que
Y fue
me encajaron eso del “Teniente Castro” por el que fui conoci-
do desde entonces. Claro que no le puedo negar que aquello
me dio una fama que luego luego empezaron a envidiar mu-
chos compañeros de La Tétrica
y eso era lo que te bacía sentir muy de ser alguien de
70 71
Vll
Cambio de vías

ue ya estaría escrito, mencionan, pero el caso es que


aquel campamento tomatero sería el último en el
que Juanjustino Altata. joven, Sagrario recorriem sur-
cos y recogiera frutos de los de abajo. Porque, según supimos
después, el cambio que se vio venir en aquel hombre fue
violentado por un sucedido que a él le vino como huevo a ni-
do ¿'acío.
El tra¡ín del corte comenzaba como a las cinco de la
mañana con el poblamiento de los pizcadores entre los surcos.
Luego, el verdor de la siembra se salpicaba de colores porque
las pizcadoras, que eran mayoría, cubrían sus cabezas con pa-
ñoletas. mascadas o paliacates de distintos tonos y luego se
ponían el sombrero encima de todo aquello quedando como
hongos de las aguas, Lapaditas hasta el hombro. Las blusas de
tonos subidos completaban aquel mosaico movible que se pa-

73
Gerardo Cornejo M. juan jus!ino judicial
seaba de una punta a la otra de los surcos. Varias semanas du- pardeaba la tarde, los bordos de los canales, los terraplenes de
raría aquella multitud con las espaldas arqueadas sobre el los drenes, las brechas y los caminos ya estaban coronados
verdor del tomatal recogiendo bolas, todavía sin madurar, de caminantes que se desperdigaban en distintas direcciones.
y acarreándolas en javas hacia el galerón donde eran pesadas Y en un pestañeo, todos se perdían en las distancias verdes

y vaciadas en las bandas que las pasaban luego frente a las rá- del valle.
pidas manos de las seleccionadoras. Alli eran eliminadas las El campamento quedaba entonces desierto sumido
y
que llegaban en mal estado y aventadas a los montones de de- en una quietud que le duraba hasta el siguiente lunes.
sechos que rodeaban el campamento y que lo impregnaban
con aquel olor a podrido tan familiar a los olfatos de la región.
Las bolas que no llenaban los requerimientos de consistencia, Nos imaginamos todos que al principio Juan Justino no quiso
verdor, brillantez y tamaño, eran apartadas para su envío al ni oírlos. Pero parece que una noche burdelera un sujeto ape-
mercado nacional. las que resultaban seleccionadas, seguían llidado Osuna se le acercó muy misterioso y le propuso que
su camino sobre la banda y hacia el empaque empapelado
que las destinaría a la exportación.
se fueran a una
m rinconera para hablar. Yo soy de uno de
los pueblos bravos del sur de la Costa Verde, comenzó por decir—
Aquel éntrale se repetía, desde el amanecer, todos los le, donde te pelan el machete por quitarme esa mirada de
días de todas las semanas que duraba la temporada del corte. encima y donde los hombres le entran a la vida de frente. Te
Los sábados por la tarde aquello se convertía en un abejero he estado mirando desde hace tiempo y he recalado en que tú
que revoloteaba alrededor de los galerones esperando su pa— también eres d'ésos. Por eso te voy a proponer lo que sólo dos
ga. Como a la una llegaba la camioneta del ingeniero Buelna compañeros del campamento saben. Se necesitan cuatro para
repleta de bolsas bancarias con billetes de pocos ceros y el re— que el plan resulte porque uno tiene que ir hasta el centro de
iuego comenzaba. El se instalaba en una de las cabeceras de El Sembrador para ver que el inge haya sacado el dinero del
la mesa tosca y el mayordomo en la otra. los trabajadoreseran banco, otros dos tienen que estar en el cruce de las brechas
llamados de acuerdo a una lista que contenía el número de y otro vigilando el camino para evitar que algún desprevenido
javas pizcadas y el orden de poblamiento. Luego pasaban con vaya a pasar en ese momento por allí. Esto tiene que hacerse
el ingeniero donde cada uno recibía su fajita de billetes y se el sábado que viene porque esta semana van a meter el doble
retiraba espichadito hacia algún rincón donde los recontaba y re- de gente para terminar de un jalón la pizca y el inge va a venir
pensaba con cuidado en el destino que tendria que darles. cargado de ¡aios que, si el asuntito nos resulta, van a ser no—
Luego todos empezaban a recoger sus cosas y a mirar hacia lo más para cuatro. ¿Qué te parecería salir de pobre en un solo
lejos con una mirada que dejaba atrás su cuerpo. Para cuando día y sin matar a nadie, eli7

74 75
Gerardo Cornejo Mr
juan ]us!íno judicial
—Pues no sé bien a bien. Yo… este, pues tengo que anduvo vuelta y vuelta como tratando
Al día siguiente
pensarlo siquiera un poco, ¿no? La cosa está muy... de desenredar algo que Marcial no tardó en percibir. Pero no
—Está muy fácil vale, no se te va a presentar otra así en trató de averiguar el origen de aquella desazón porque estaba
toda tu puerca dizque vida. seguro de que, como siempre, Juan Justino encontraría un mo
—Sí, pero aunque sea así, hay que pensarlo ¿no? mento propicio para soltarse. Pero esta vez se equivocó por—
—¿Pensarle qué? si esa lana la sacan estos pinches que el hombre no sólo no dijo nada sino que el sábado tem-
terratenientes del afane de todos nosotros ¿o no? Entonces has- prano desapareció del campamento sin dejar ni recado ni
te el ánimo de que nomás estamos repartiendo la riqueza con rastro.
más justicia y ya. Echale sicología al asunto y si te animas a en-
trarle, tienes hasta el lunes para avisamos. Ahora que si no
tienes el valor, pues no le entras y ya, pero te conviene poner El mediodía llegó muy retrasado. Cansada de esperado, la
pico de cemento porque si algo se sabe… gente empezó a levantarse de entre los surcos y a entregar sus
No tiene remedio, está visto bien claro que el fastidio canastos y javas en la estiba más cercana. Pronto, aquello se
y la determinación de un cristiano se le denuncian en cara,
la convirtió en un hormiguero que avanzaba hacia el punto cen-
debe haber pensado esa noche mientras hacía esfuerzos inúti- tral de los galerones. Para la una, el campamento hervía en
les por entrar al sueño si no ¿por qué es que éstos me invitan una multitud anhelante que, inquieta, lanzaba miradas ansia
precisamente a mi? Tienen que habérmelo notado. No tiene sas hacia el camino esperando que apareciera a lo lejos la nu-
remedio. Es el encuentro con lo que ya le toca a uno, porque be de polvo que anunciaría la llegada de la camioneta blanca.
yo ya estoy más puesto que un calcetín de lana; porque yo ya Pero las señales no aparecían. Pensando en un retraso
estaba esperando nomás el empujoncito; porque... bueno y des- momentáneo, todos fueron encontrando una sombra dónde
pués de todo, como que… Y se asume, que consumió el resto tumbarse a descansar mientras duraba la espera. El cansancio
de la noche convenciéndose de que aquella era su oportuni- les convirtió pronto el descanso en sueño y para las dos aque-
dad para salir de una vida que él no había escogido. En cuanto 110 era un tiradero de cuerpos inmóviles que reponían energías

a compartir el secreto con Marcial, decidió que sería inútil y pe- al ritmo de un concierto de resuellos desacompasados.
ligroso porque, además de no participar en el asunto, le va a dar A las tres despertaron todos como impulsados por un
por tratar de convencerme de que no le entre y yo creo que presentimiento colectivo. Se miraron unos a otros y empeza—
desde que me invitaron ya estoy metido porque si algo les fa- ron a transmitirse una preocupación que pronto empezó a con-
lla, van a creer que yo... Bueno ya estaría de Dios que éste vertirse en protesta. El mayordomo sintió venir el descontento
fuera mi cambio de vías y se apuró a explicarles que aquello era muy extraño y que
76 77
Gerardo Cornejo M.

nuna antes había pasado, el ingeniero jamás ha llegado tarde


con la raya, algo tiene que haberle sucedido. Una llama, una
descompostura, qué se yo... Vamos a esperar un rato más, y si
no aparece, los muchachos y yo agarramos camino hasta en—
contrado. Tengan un poco de paciencia ¡obre Dios que no lo VIII
haya detenido algo de lamentar!
A las cuatro, un mayordomo preocupado y cuatro esti- ¿Por qué cree que se lo cuento pues?
badorts corpulentos treparon en la mejor camioneta dis—
ponbleyseperdietmenladistanciaverde.lasmhadasdela A losnarcos se enfrentaba
multitud de pizcadores los acompañaron por un largo trecho. con su "cuemita de cbiuo"
y aquel que se le escapaba
() quedaba mal herido

con navaja lo miraba


Dos horasmástarde,yatodosesabía. Flingeniero Buelna ha— para asárxelos "en Live”.
bíasidoasaltadoenelaucedelaMala£squina.(bmohabía
opueao…xia,habíasidogolpadoymaniamdohm- . ya sé, eso fue lo que le dio a la gente por andar di—

S
¡

núomublanahalíaskbanojadaaun…cméladmtm ciendo! la maldita gente es asi de injusta pues. Por


Nosesabíatodavíasiilnasobmivir. eso, le repito, por eso precisamente es que me veo
Esomtmh.Nohabtíamásdetallahastaquedamn— obligado a soltarle todo esto. Para que se sepa la merita cierta
tosehveaiguny,sobretodo,mhabríapagohamdlm completa y para que se grabe en la memoria pública que las
cuandombdemdbancoenñ$endmdon0nmdem- cosas no fueron como se dice que fueron sino como de veras
pmrecbiólam¡iciayunaola&hdefmstmdónaplaáód fueron y, más al fondo, como ya quedamos, para que usté afi-
áninndeknpizca…que,enuenmldiciomasume, ne su talento componedor y con eso pueda borrar mucho de
fuemndispersimhsedesgamdanmte hacialoscuatxo rumbos lo que miente el desdichado corridete. Par'eso le estoy pagan-
do )! po'reso le estoy contando. Porque la merita es que lo mío
no tenía nada que ver con eso que dicen los esos versos, sino
con que aquello era una guerra pues. Y en esa batalla todo tie—
ne que valerse, carajo, en ésas no puede uno andarse con de-
licadezas, como decía el instructor refrescamotivos aquel que
se las comía crudas y la eructaba ardiendo, y… y él nos decía

79
Gerardo Cornejo M. juan ]ustino]udicial
del oficio y que era muy natural que a veces se cometieron
que aquella era: “una lucha contra un enemigo camuflado en-
errorcitosy que rociaras de balas a alguno que no era o que se
tre la ciudadanía; un enemigo infiltrado en el tejido social que
te enfriara a la mitad del interrogatorio otro que tampoco era
tiene sus raíces entremetídas en todos los niveles del poder;
un enemigo que es protegido por todos sus beneficiarios y has- porque me seguías tratando de convencer de que "hay gente
ta por todas sus víctimas; que...” que no me acuerdo ya de sus que ni aguanta nada hay delicaditós que a losprimeros toques
se enfrían de puro miedo y luego tiene una la lata de hacerlos
domingueras pero que por eso no se le puede andar echando
mucha sicología a la cosa y hay que... hay que jalar el gatillo desaparecer y los que sí aguantan pues quedan con algo muy
peligroso que contary pues cómo los vamos a dejar ir si ésa es
y después averiguar, “no compañeros", nos dijo tantas veces,
como la defensa propia dela corpo y como dice el coronel ésos
“alguien tiene que hacerle esta cirugía sin anestesia a nuestra
sociedad anque los pacificadores y los predicadores de dizque son los costos que la sociedad tiene que pagar para que siga la
los derechos esos, nos vengan a echar sus condenacionesy nos poda " y te repetías que él tenía mucha razón pero eso no te
atreves a soltárselo a este componetodo porque a lo mejor se
quieran alborotar el palomar de la conciencia".
escandaliza y no te remienda el dichoso corrido que es lo que
Bueno, el caso es que no es nomás porque el coronel
lo dijera, sino porque así es pues; sino porque para que la cu— más te interesa en lugar de echar de veras todo afuera para
ña apriete... por eso es que dicen que nos parecemos tanto a los que yo—tú pueda salirme del mundo y darle respiro a ¡ni—tu al—
ma y… y te pido te reclamo te exijo que le cuentes todo que le
que dizque combatimos, que a veces hasta nos confundirnos
abras este pozo de culpas en el que me tienes nadando por
con ellos. Y es que somos como dos frijoles del mismo ejote
causa de tu escondido placer aquel que tanto disfrutabas
pues y la gente como que lo sabe, por eso nos tiene más
miedo que a ellos. Así es que hay que valerse de eso y apro— cuando insultabas cuando golpeabas cuando herías cuando
vecharlo en contra de los delincos sin andar parándose a ha- matabas aquel temblor de entrañas que te hacía cebarte en la
cerle cortesías y caravanas a la ciudadanía. Es que hay que im— indefensión de tus víctimas aquella pasión irrefrenable que te
empujaba a propinar ofensa causar dolor torturar hasta el Ii—
ponerse y hacer que la gente sienta la autoridad; que sepa
mite del aguante hasta... hasta la muerte misma… anda dile
dónde está lo duro y que nos respete a como dé lugar
cuéntale confiésale... libérame
y eso
te hacía sentir como otro y te daba una como conjianza en el
ah si, es que a veces se me va la
pulso como seguridad de que eras alguien como que te levan- hebra, eso... eso de los “asados" es otra exageración de los
metideros. Porque la mera cierta es que se trataba de un jue-
taba para verdesde arriba y por eso era que como por descuido
dejabas que se te pasara la mano cuando perseguías sospe— guito que la narquiza empezó a practicar entre ella misma.
chosos pero te justificaba; con aquello de que sólo eran trances Porque resulta que en eso de ajustarse cuentas o de marcar sus

80 81
Gerardo Cornejo M. juan jus/ino judicial

territorios, no se andaban con espérame tantito y si no habia todo, los jueces los soltaban a las setenta y tantas horas y allí
los tienes de nuevo con más bríos que antes y, para acabaria,
acuerdo en la mesa, la cosa se arreglaba a punta de matraca
en la calle o en el centro nocturno, o en alguna de sus guari— con ansias de venganza. Entonces viene a resultar que lo que
les hacíamos, no era más que lo que se merecían y que la jus-
das, o donde quiera que se encontraran. Los que eran ene-
ti perdonaba. Pero eso sólo podíamos hacerlo con los peque-
migos derechos, se la rifaban a bala limpia y por lo regular
ños y los medianos porque los grandes no se tocaban ni de
eran los que quedaban fríos en la frasca, pero los que eran
nombre. Esos estaban y siguen estando allí en la mera cresta
traidores a alguno de los bandos, quedaban, como por casua-
del miedo y del dinero y sabiendo todos de dónde viene esa
lidad, ¡[esos 0 heridos, pero siempre vivos porque, resultaran
lana—, sabiendo todos lo que son y lo que hacen; sabiéndolo
del bando que resultaran, cuando el agarrón terminaba, eran
todo, todos: nadie los toca por eso les llamamos "los invisi-
entregados a los que traicionaron para que les aplicaran el jue-
bles". Y allí están; pasteando sueltos en potrero ajeno; dán—
guito ese de “el asado". Y no crea que aquello era algo del
dose la más regalada de las vidas; mandando sobre un ejército
otro mundo porque consistía sólo en cortarles las orejas, po—
nedas a asar en una parrilla y hacerlos que se las comieran. Ya particular y… y entonces uno ¿qué pues; a uno qué le toca?
Y viene uno a concluir en que el delito no es ser narco sino
después de eso, recibían el verdadero castigo que les tenían
reservado narco chico; en que el desprestigio no es ser judicial sino ju-
dicial menor. Y hasta entonces uno se viene a dar cuenta de
claro que para qué decirle a ¿“e que tú j'uiste el que
mejoró el tratamiento porque cuando ya habías perfeccionado que los de arriba están en el ajo juntos mientras que los de aba-
jo nos matamos unos a los otros. Y entonces también quere-
aquello del colgar a los enemigos de sus partes sin que se le:
mos pastel y por propia cuenta y riesgo nos lanzamos al
desmadejaran los nervios ni se les desangrara el cuero el jefe
conecte y es cuando aquello se convierte en la intrincazón que
de grupo estuvo de acuerdo en que luego se las canaras y que
es,—al punto de que llega el momento en que ya no se sabe
prepararas a ji4ego lento el asado de cn'adillas aquel que luego
les dabas a probar a los condenados por dónde le puede llegar a uno el madrazo ni dónde hay que
darlo a tiempo. Nooo... no vaya a pensar que de esa madeja
que consi&ía en sentados
al volante, soltarlos cuesta abajo sin frenos y con el motor apa-
se puede uno desenredar así como así; que de eso se pueda
escapar por completo. De eso sólo se sale marcado o muerto.
gado. Si ya tenían hasta sus voladeros preferidos por los cami-
Eso, eso le explica mucho de lo que pasa ¿o no? Y le deja ver
nos de la serranía. Y si… si es cierto que luego luego nosotros
por lo menos un poquito de lo más mucho que hay; le permite
adoptamos también ese castigo, pero ellos empezaron primero
una asomadita a ese mundo emparejado al que vive la socie-
y porque luego pasaba que cuando, a base de puro jugamos dad que no lo quiere ver, según decía el coronel, y le da ma-
la vida, anestábamos a los más peligrosos y más implicados en
83
82
Gerardo Cornejo M…

terial a usted para que recomponga ¿no?; para que diga algo
de lo que yo digo y para que se sepa que las cosas no son co—
mo se dice que son, sino como son de veras.
¿Por qué cree que se lo cuento pues?
IX ,

Como que ya soy otro

encionan que el lunes siguiente, cuando los jornaleros


se reagrupamn en el campamento para recibir su
paga, de pronto se vieron rodeados por un cerco de
judiciales que, metralleta en mano, los obligaron a juntarse en
el patio, 3 enfrlarse detrás del camión de redilas y a embarcar—
se como ganado. Dicen que no les dieron tiempo ni de recoger
sus mochilas Estaba visto que el mayordomo estaba en el ajo
porque se le veía clara la intención de aprºvechar el pretexto
para embolsarse el pago de los jornales de una semana entera.
Ya embutidos en La Purgapenas de Tamazumaya uno
a uno tuvo que pasar a los “talleres" de junto al río.
—¡Dense vuelo muchachitos! —les dijo el jefe de grupo
a los novatos de la judicial— ora que hay material de sobra
para practicar las técnicas intermgatorias. Nomás no se les va-
ya a pasar la mano con ninguno porque ustedes no responden.
85
Gerardo Cornejo M. juan jus!ino judicial
rados. Se aseguraba que los autores intelectualesserían descu—
Y aquello fue un retozo de primerizos que entraban de
lleno al delirio de causar dolor. Muchos platicaron después biertos muy pronto porque los arrestados estaban siendo
que habían sido sometidos a los más variados “tratamientos“ interrogados por los especialistas de La Tétrica. Supo también
sin que les preguntaran siquiera sobre lo que se investigaba. que entre los cuatro estaba Juan Justino y pensó en las que es-
Cuando se “convencieron" de que eran inocentes, sus- taría pasando, pero cuando empezaba a sentir pena por el pa—
pendieron aquella “averiguación previa” con la amenaza de ró el sentimiento en seco y se dijo, se lo merece porque desde
hace tiempo andaba con un… como desasosiego sospechoso.
que si armaban lío, los detendrían indefinidamente
allí por no
colaborar con la justicia en la aclaración de un grave delito Pero nunca pensó que llegara a tanto y que los hubiera preci-
Luego fueron arrastrados a una peregrinación tramita- pitado a todos a la Purgapenas de la que no se salía sin huella
toria durante la cual les incautaron las últimas cosas de valor en el cuerpo o sin odio en el alma.
que habían podido salvar. Y, ya para despedirlos, les
ordena—

ron tantas gratificaciones para avanzar en cada trámite, que al


salir ya iban endeudados con los de afuera, porque habían te— Marcial no tuvo tiempo ni de pensar en cómo había sido en-
nido que pedir prestado para recomprar la libertad contrado cuando aquella camioneta flamante vino a parársele
Marcial se terció la mochila al hombro y salió a la calle enfrente meses después. De allí bajaron primero unas botas
masticando indignación. Al recibir de frente la oleada del rui— vaqueras de punta angosta y tacón de piloncillo, luego unos
do exterior, se quedó un momento entre aturdido y dudoso. pantalones vaqueros ajustados y un cinturón con hebilla pla-
Se decidió por fin a enfrentar la hostilidad urbana de Tamazu- teada; después una camisa a cuadros con botones a presión
maya y se aventuró a penetrada. Preguntó muchas veces antes y abierta en el pecho sobre el que colgaba una gran medalla
de encontrar el rumbo de la salida hacia la zona agrícola. Ca- dorada y, finalmente, una cara levantada de la que colgaba
minó con una determinación enojada y después de largos kiló— una "sonrisa y una mirada pretensiosa que coronaba un som—
metros de pavimento, vislumbró a lo lejos los verdores rurales. brero blanco de alas arriscadas. .
—Pe… pero ¿cómo? ¿no estabas en...?
Emprendió el camino confiado en que pronto sería levantado
por alguno de los tantos tipos de vehiculos que transitaban -Estaba, cabrón, estaba. ¡Pero hay maneras de arreglar
hacia el valle de El Sembrador. Mientras tanto, iba todavía re- las cosas!, ¿ves?
sistiéndose a admitir que Juan Justino hubiera podido ser ca- —Pero es que tú fuiste uno de los cuatro ¿o no?
—Pues claro ése. ¿No te acuerdas de que te había dicho
paz de participar en el asalto.
Días más tarde llegó hasta el pizcadero donde trabaja— que ya me había decidido a salir de pobre?
ba el rumor de que cuatro de los asaltantes habian sido captu- —Sí, pero hay maneras ¿no?

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Gerardo Cornejo M. juan ]ustíno judicial
—Pues claro ése, y yo encontré la mejor, por eso vengo —Bueno camal, piénsalo, y si le entras, ya sabes
a pagarte la raya que te quedaron debiendo ese día y a ofre- —Pues la verda es que no te reconozco vale. No hace

certe la salida de este sufridero, ¿quieres más? Ai'stá el primer nada de aquello y ahora, de buenas a primeras, te me apareces
fajo de billetitos y pues, ellos, más bien nosotros, necesitamos hecho un… un muy otro pues.
—En seis meses se puede cambiar mucho, chapito, con-
ayudantes sueltos y limpios ¿quieres más? ¡De veras que hoy
estás de suerte pinche prieto! timás si ya estabas más que dispuesto como yo.
—No hermano, no quiero más. Con lo que me das a ver, —Pues si pero...

acabalo bien claro en lo que andas metido. Y de plano, yo… -¿Pero qué carnal? No hay pero que aguante los fajos
yo no sirvo para eso. que te caen si te pones buzo en este jale. Y en cuanto empie-
—Lo que pasa es que te faltan tamaños, cabrón, te falta zas a salir de muertodehambre, empiezas a cambiar más que
con qué salir de aqui y por eso te conformas. prontito.
—Puede que si mano, pero… pero es que yo tengo fa- -Será lo que quieras, pero yo no tengo hígados para
milia ¿no te acuerdas? esas.
—Pues para que te la traigas, gúey, y le pongas casa
—Lo que no tienes son tamaños, caaa... Eso es lo que
aquí y todo eso pues. te falta para salir de pelagatos caza..
—Ni ellos se quieren venir, ni yo me los quiero traer. Al —Pues será lo que quieras, ultimadamente, pero no

contrario yo me quiero regresar en cuanto agarre sangrita. ando ái de fanfarrón apantallapendejos y queriendo reclutar
—Pues por eso, caaa… Para que te puedas regresar más borregos para carne de cañón después de que nos madrearon
"pronto pero llevando con qué ponerles tienda. por tu culpa.
—De veras te lo aprecio hermano, pero... pero hay que —¿Y ora qué te picó, pinche prieto? Gracias habías de dar—

saber cuando la vida lo cambia a uno de vía. Y a ti ya te la me por haberme acordado de ti, pero se ve claro que de giiey
/
cambió. Y es para otro rumbo que el de la mía. nunca vas a salir.
—Claro que me la cambió caaa... Si desde que me col- -Mejor de giieyes y de tamaños no me hables, vale, no
garon al cuello mi nuevo nombre; desde que me enseñaron sea que te recuerde lo que ya sabes.
a ver las cosas desde atrás de un arma; desde que me levanta- —¡Mejor ái nos vemos, malagradecido, eso me saco por

ron el ánimo, ca… me siento como que soy otro; como que Juan- andar queriendo alivianar a mandilones! —gritó Juan Justino
justinito quedó perdido por ái entre los surcos; como que aho- mientras subía a la camioneta, daba un acelerón y rechinaba
'
ra soy alguien… ¿qué no se nota pues? el enllantado nuevo con su violenta salida.
—Sí, y desde lejos.

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Gerardo Cornejo M. juan justino judicial
Dicen que la Romelia tampoco tuvo tiempo de pensar cómo tiva y al son de “vámonooos
había pasado pero una noche de entre semana, cuando la donde nadie nos juzgue
clientela escaseaba, oyó un rechinar de llantas por fuera de donde nadie nos diga…“
la puerta del salón y un grito que desparramaba su nombre por el teniente sintió que era dueño indisputado de todos los en-
todo el local. Para evitar el escándalo, tuvo que abrirse paso cantos de aquella emperatriz Al Sentir su protección, la Rome-
entre las mesas y salir a la banqueta. Y allí, con un mariachi lia debe haber recordado de golpe su niñez de abandono en

por intérprete, con su indumentaria nueva y su nuevo nombre. Romerales, su adolescencia migrante tras las zafras y su suelto
el teniente Rodrigo Rodarte Nomás la reclamaba como de su rodar por los burdeles porque le dijo, todavía sorprendida:
propiedad y le exigía que sacara sus cosas y se embarcara con "casi ni te reconozco, juanius; casi ni te reconozco".
él en aquella camioneta ribeteada de molduras plateadas. Ella —Es
que como que ya no soy ése, morena, ahora soy
no supo qué decir y para cuando se reponía de la sorpresa ya ya muy otro.
el mariachi trompeteaba los aires y una multitud de curiosos De veras,
empezaba a juntarse alrededor de aquel desencuentro. así es como dicen
Entonces ella sintió que era el destino el que la raptaba y con saber
paso de reina, caminó en sentido contrario entre las mesas y se que pasó.
metió a su cuarto. Afuera la serenata continuaba convocando
mírones mientras el teniente se pavoneaba desde la puerta
abierta de la camioneta asegurándose de que todos vieran sus
botas de piel de víbora y las dos esclavas de oro que rodeaban
sus muñecas. ¡Ninguno de ustedes, mirones, ni ningún otro ca-
brón volverá a tocar a la Rome! De aquí en adelante ya nomás
de mi coyunda lame. Ya no la volverán a ver en estos basure-
ros, porque ahora si puedo ponerle casa aparte. Y porque
puedo digo y porque lo digo puedo, palabra de teniente
caaa...
Quince minutos más tarde, la Romelia salió de la pe-
numbra, avanzó por entre la valla de curiosos y se deió caer
entre sus brazos.
Cuando se retiraban envueltos en la admiración colec—

90 91
*“

¡Uno también tiene sus motivos! ¿No?

Um dut/n lu alormeulu,
¿lucían por los men¡i¿lemx
)' es que no sabe si cuenta
con ru bomhría por entero
y quiere que los otros Slenlrm
[o que m' saberse sin cueros

pues, como quedamos. lo sigo entonando sin encora-


iinarme nomás porque vea lo falseado de lo que dice
y lo maldito de lo que esconde. Porque la meritita
completa es que yo nomás hice lo que hacen todos los que le
entran a lo que el coronel llamaba el brazo armado de la judi-
cialidad pues.… ¿Y los qué? ¡Qué los humanos esos ni qué los
trapos de la Magdalena! ¿A poco se va ¿1 acordar uno de los de
rechos cuando anda persiguiendo a los chuecos? ¿A poco se
va uno a parar en esas finuras cuando le pueden madrugar
y cuando los delincos no se acuerdan de los de uno? ¿A poco
les vamos a tirar con pan cuando ellos nos tiran con balas? ¿A
poco va a andar uno con delicadezas en el trato a la [al ciuda<
dania esa si entre ella pueden esconderse los que su represen-
tante público nos ordena perseguir. y entonces…
y entonces era
Gerardo Cornejo M. juan juslino judicial
cuando te sentías a tus anchas bablándole a la gente desde la nomás nosotros; que nomás en la corpo y el drogamundo se
autoridad desde la ventaja del temor ordenándole a los que cuecen habas, también allá afuera, también allá arriba, también
nunca ordenarías nada en la vida “civil viendo cómo se bumi- en el medio de los negocios, también en el de usté mismo… en
llaba la gente de todas las calañas al ver el dedo en el gatillo donde quiera pues. Por eso nosotros, como decía el coronel
atemorizando a los cobardones y doblegando a los bravucones instructor, somos nomás el espejo de ustedes, la imagen fea en
sintiéndote dueño de la ocasión y hasta de la vida de los otros la que no quieren verse, el lado velado de su retrato y la cara

y luego envalentonándote con el placer del dominio y sucia de la fachada social. Todo eso nos decía. Y cuánta razón
sin—

tiendo el terreno blando no podías contenevie y se te pasaba la no tendria que hasta en los peores momentos del tráfago
mano no sólo en eso del maltrato sino también en el golpeo judicialero nos acordábamos de sus palabras y nos convencia-
y si de malas tocaba que anduvieras bajo los efectos de un mos de que en la corpo como en la droga lo que hay que ha—
pericazo pues hasta te dabas el gusto de rociar plomo sobre la cer es ganarse el ascenso a como sea, subir a cualquier costo,
indefensión de los detenidos saliéndome luego con aquella de llegar a mandar para poder participar en el reparto grueso y no
que... sólo en las migajas; subir al nivel de la impunidad donde se
y entonces el señor desprocurador del estado sale con alcanza la protección de la culpa compartida… No, no vaya
declaraciones en la prensa de que va a limpiar la “peje”, y el a creer que esto no lo toca a usté y a todos los que oigan lo
de la República con que va a fumigar la “pejerre” y que los que ya está obligado a componer cuando termine de sacarme
malos elementos serán cesados, que la ciudadanía puede estar todo lo que tengo que sacarme. Porque como que al soltárselo
tranquila porque ahora si se aplicará todo el peso de la ley a usté se lo estoy diciendo a todos, a todos los que no somos
a los responsables, que... y nosotros nos arrugamos porque no nosotros, que... qué chingao, uno también tiene sus motivos
sabemos a quién le va a tocar la expiada chivera para que los ¿no? corrupción somos todos, como dijo un presidente, ¿no? Y
periodiqueros se den vuelo si no les dan tajada. Y también nos a lo mejor la redención también, como dice usté mismo pues.
sonreímos porque sabemos que la prom está bien metida en Bueno pues, pues iba directo a seguirle contando que
el ajo, nomás que con los drogos mayores y que sabe quiénes para cuando los demás se dieron cuenta, yo ya era jefe de gru-
en el gobierno están también en lo mismo y porque sabemos po y, además, ya tenía a mis órdenes a una docena de merce—
que su tarea más principal es la de mantener eso bien tapado; nas de afuera. Ni qué decirle que ésos eran los más difíciles de
de no dejar que nada salga a flotar; de proteger la relación “de controlar porque se me volvían loquitos con las armas y las
altura” mientras que los de la infantería, de los dos bandos, camionetas. Como no eran oficiales, no recibían el adiestra-
nos la peleamos, nos la disputamos, nos la jugamos y luego miento inicial completo ni el adoctrinamiento del instructor
salirnos pagando el pato. No, no señor, no se crea usted que aquel. Los pepenábamos de entre nuestros amigochos, de entre

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Gerardo Cornejo M.
Juan ]ustino judicial

los desarrapados enttaleatodo que se llevaban rondando la fiesta que terminaba sin muertos, fiesta que no era fiesta. Lue-
corpo o, si no había más, de entre los desesperados que acep- go venían los dos capos a los velorios, muy serios y de lentes
taban salir de La Grande por la puerta de atrás. Así que ése era negros, a dar el pésame a los parientes de las víctimas y a de-
mi ejército, mi batallón, mi gente pues. Y fue con ellos con los jarles gruesos fajos de billetes para consolarlos.
que logré mis mejores entres y mis méritos de más tomarse en Y a esas madrigueras me tuve que ir a meter un día de
cuenta. Esa que dice usted de los gomeros del Humaya fue aquellos.
apenas una de las tantas que me tocaron en un principio. Resulta que por entonces, yo ya andaba encomjinado
Era el final de la época de los reyes tamazumayas de con el destino pues. Y motivo no me faltaba porque el viejo do—
la yerba. Ya cuando la operación cóndor habia empujado a los lorcito aquel de la ingle, las calentun'tas sin causa aquellas y las
más grandes a establecer sus reales más al norte y más cerca tarantas, empezaron a volver con tanta seguidilla que me obli-
de la frontera. Pero todavía muchos de ellos eran amos de al- garon a visitar un médico de los que no nos cobraban porque
gunos de los barrios de la capital de Once Rios donde
reina— sabían que sabíamos que eran de los “subrogados” de los capos.
ban sin que la autoridad se atreviera a entrar. Aquello era Y… y que no se podía saber nada hasta que me hiciera

como su propia madriguera porque cuando agarraban la avia- una catáfila de análisis; que no se podía decir cuál era la cau-
da, contrataba cada grupo su “perrada” y la ponían a apedrear sa antes de que me completara una chorrera de estudios; que
el aire con su tambora y sus instrumentos de viento. El Boca otra vuelta a los quince días, y que otra más y… y que ái tiene
Seca cerraba su cuadra al tráfico, suspendía el comercio, jun— que me harté de tanta faceta y entonces que le digo que no
taba su pandilla entera y mandaba traer carros repletos de me la esté haciendo de película y que me diga la derecha. Y
“Pacífico nada mas" que repartía entre los cuates y entre cuan- que se pone muy digno y que me dice que a la ciencia no se
to mirón o gorrón se arrimara. Como al segundo dia de gua- le puede amenazar y que los análisis tienen que reconfir-
rapeta, cuando la cosa ya se ponia caliente, empezaba la com— marse, y que... El caso es que ya mejor ni volví y mandé todo
petencia de tiros al aire. Y ái tiene usted un cielo rayado por a la fritanga. Pero la carcomita dañosa se lne quedó clavada
los cuetazos y un aire astillado por las matracas. Lo peligroso en la cabeza y desde entonces como que empecé a sentir
comenzaba por ái por el tercer día, cuando las ráfagas se iban cosquilleos muy internos en mis viriles y a imaginar toda clase
tendiendo poco a poco hasta llegar a las azoteas de la cuadra de anchetas feas. Pero lo que vino a enchilame los higados
de la mafia del Troza Sierras. Entonces aquellos contestaban no fue sólo eso, sino lo de que un dia el Manos Pintas Ba-
y al rato era un cruzadero de silbidos que sálvese quien pue— rrientos agarrara la penada de El Recodo y se paseara por
da. Al terminar la fiestecita, casi siempre quedaban regados todo el barrio gomero cantando el corridito ese y agregándole
varios muertos de cada lado y uno que otro de los coleros. Y el versito de que ahorita estamos hablando. Y no fue tanto

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Gerardo Cornejo M. juan ]ustino judicial

que aquel hijo legítimo del infierno anduviera provocándome po. Resulta que me agencié una entrevista con un resentido al
con el corrido, porque ya me habia acostumbrado a esa za- que el Manos había dejado más pelado que una rodilla de
randaja, sino que él supiera lo de los resultados de los análi— chiva después de que le cortó el contrato de almacenamiento
sis; que él hubiera averiguado lo que ni yo mismo me había y le embargó las bodegas. El fue quien me dio el soplo de la
atrevido a saber junta del Manos con su gente. Así que cuando se dieron cuen-

aunque lo cierto era que te habías hecho el eno— ta ya les habíamos tumbado a cuatro de sus guatarifes, le ha—
jadízo y el impaciente con el médico porpuro miedo a saber por bíamos prendido fuego al almacén principal, explotado tres
puritito temor a que te¡tema a descubrir alguna malignidad de camionetas y desgraciado las dos avionetas que tenian esta-
las incurables de las que te sentencian a una muerte prontay se— cionadas. Pero falló lo más principal porque lo que no sabía-
guradelasquenotedejanlaesperanzadeladudaoe! mos era que el maldito del Manitas había recibido un soplo
consuelo del no saber de no saber cuándo te iba a venir este también y en esos momentos iba volando rumbo a los Ca-
cambio de mandos en el que ahora flotapor anticipado y del que nadás...
no he podido acabar de salir por culpa de tus culpaspor. .. y lo del médico por qué no se lo cuentas como se lo
Y que platicaste a tus amigos cuando les dijiste.— “pues era lógico no
el maldito matasanos tenía la obligación de callar. Y qué duda esas cosas no se hacen no que la ética profesional y la no se qué
cabía de que él había sido el que se lo dijo al Manos Pintas, puespero no no sufrió como se lo están imaginando porque se
¿qué duda pues? Así que vine a enterarme de mi desgracia por los cortamos como se debe casi sin dolor sin sangrado
y con mi
el peor de los conductos y en el peor de los momentos. navajapuñalera aquella nomás para que aprendiera cirugía
—Está confirmado lo de su denuncia contra el capo Ba- de la buena y… y se los mandamos al Manos Pintas en alcohol
rrientos, teniente Castro —me dijo el comandante al día y vinagre con una etiqueta que decía; botana curada de
siguiente—. Pero no puedo autorizarle una batida abierta cribdil ” ¿te acuerdas cómo celebraste con ellos esa hazaña
cuando el hombre anda con todos sus elementos juntos y sus cómo te aplaudieron cómo te creciste ante sus elogios cómo…?
mejores armas. Además sería en plena calle y aunque ese ba- ¡No, no se extrañe de estos largos silencios
que me
rrio esté acostumbrado a ver esas cosas, no puedo autorizarlo entran mientras le cuento, son nomás por acordarme bien de
a un enfrentamiento que luego puede salirse de control. Así lo que pasó y en cuanto a lo que recién dije,
pues…
que cálmense y guárdese las ganas de cumplir con su deber pues así
para mejor ocasión. es como fue
De modo que el entre aquel que le dimos al Manos que de veras
Pintas fue por mi propia cuenta y riesgo y sin ayuda de la cor— sucedió.

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/2. /¿0 Sé!

XI
Reciutamientos

ue la respuesta de Marcial no dejó nada contento al


teniente, se columbró bien claro poco después.
Pero la satisfacción de haber levantado a la Romelia
y de haberla establecido como suya; como propia; como de
nadie más, le colmó el orgullo por algún tiempo. Es natural
entonces suponer que aquella mujer fuera para su estima de
hombre lo que el madero para el náufrago porque estaba
convencido de que ninguna otra habría. sido capaz de fijarse
en él sin pensar, sin reparar siquiera en…; ella había sido
quien lo enseñara, a base de pura hembra, a lidiar con la du—
da soterrada aquella; ella quien sabía ignorar lo
que para él
constituía una desgracia congénita; ella… ella que por esas
y por otras cosas más, le brindaba un amparo que nadie más
había sido capaz de asegurarle. Así que le puso casa aparte
y por un tiempo, que a ninguno de los dos le interesó medir,

101
Gerardo Cornejo M. juan ]usrino ]udicr'al

y disfrutaron de un tan gran contento que nadie pudo dejar y carreta hasta las playas donde los turistas te los arrebatan a
de envidiar. mucho mejor precio —le confirmó y se ofreció para llevarla
Y, según parece, eso de la envidiada fue lo que vino hasta allá el día siguiente.
a descomponer las cosas porque no faltó quien viniera con el Y se lo cumplió.
mitote de que por allá por El Refugio del Cañero andaba un
malandrón renegrido reclamando a la Romelia como gallina de
su corral. Regresó de allá a paso lento como para disfrutar despacio lo
Resulta que cuando ella y su madre salieron de Rome- que iba imaginando y para cuando llegó a la choza ya llevaba
rales, aguijoneadas por la miseria y el abandono definitivo de laintención y el deseo fijos en las ondulaciones de aquel cuer—
su padre, fueron a parar a los caseríos destartalados que ro— po moreno. Por eso cuando la Romelia lo vio, atrancando la
dean a Puerto Pacífico por todos lados menos por donde tiene puerta desde adentro, supo lo que le esperaba.
mar. Allí fue donde la madre conoció al “Renegrido” y se afe-
rró a él con angustia de náufrago. Y parece que ni los malos
tratos ni los abandonos repetidos fueron suficientes para que La madre, entusiasmada con lo bien que le había ido en la
ella dejara de recibirlo como al hombre de la casa y de atender venta de cocos, cayó rendida esa noche y no notó los moreto—
sus desmesuradas exigencias sexuales. Asi arrastraron aquella nes en el cuello de la hija hasta la rmñana siguiente. Entonces
relación por meses, luego por años hasta que un dia el hom- él le contó, como si nada, de la trifulca que habían tenido dos
bre empezó a notar el meneo provocativa de las poderosas pandillas del barrio frente a la casa y de la mala pata de que
caderas juveniles de la Romelia; la solidez de sus muslos hubieran sorprendido en medio a la Romelia, pobrecita...
príetos que se pegaban a las ropas sudadas, y la redondez de Es de suponer que, de allí en adelante, aquello fuera

sus pechos erguidos que parecían respirar ansias por sus para la Romelia un puro infierno amenazada como estaba por
puntas. un padrastro vigilante y atenazada como sé sentía por la culpa
Durante meses, se buscó ocupaciones en la choza ante una madre sin sospecha.
mientras la madre, que lo creía recobrado, salía a vender cocos Hasta que no pudo más y una mañana ya no amaneció
fríos a orillas de la carretera de Nayarit. Cuando trajo un esme- en su catre. la notita que le dictó a la vecina y que luego dejó en
ril y comenzó a afilar machetes ajenos, ella se alegró y empezó el bolso de su madre, sólo declaraba su dolor por tener que
a tomarle confianza. dejarla, pero no el motivo de su huida. La madre, que jamás
—Allí nunca vas a vender bien los cocos —le dijo un se cansaría de buscarla, no lo sospecharía nunca.
día a manera de consejo— más vale que te avientes con todo Pero el Renegrido tampoco dejaría de buscarla hasta

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Gerardo Cornejo M, juan ]urlíno judicial

que una noche caliente, la vislumbró entre los humos y


los que hacía por la serranía, se trepó por el balcón trasero, se
humores de un burdel de marineros. metió a la recámara como sin pisar el suelo y le cayó encima
—Por las cartas que le mandas a escondidas a tu madre cuando todavía dormía. Nadie supo cómo fue que la sacó de
—le dijo mientras la ¡alaba del brazo violentamente— colegí allí, pero unos dicen que fue con algodones impregnados
cómo seguirte el rastro ¿a poco pensaste que no me las iba de cloroformo con lo que la dufmió. Después la bajó con la
a oler?, ¡uta, ni fuera tan tarugo baboso! Pero yo y tú nos ayuda del mismo cuidador, al que le habia dado coima jugosa,
vamos a arreglar de fijo y aquélla no tiene ni por qué olérselas. y desapareció con ella en una camioneta vieja y con rumbo
Yo me encargo de… y no alcanzó a terminar la frase cuando contrario al del norte.
ya la regenteadora del burdel se habia dado cuenta
de la an- Cuentan que desde entonces el mentado teniente se
gustia de su pupila y había acudido con dos cancerberos ame- convirtió en uno de esos que les dicen antropólogos porque
nazantes en su auxilio. no hacia otra cosa que voltear al revés cuanto antro había por
Pero la Romelia, que conocía bien la condición del Re- toda la zona cañera, la tomatera, la melonera y toda la Costa
negrido, sabía que aquello iba para desgracia segura y buscó Verde entera.
una salida. la encontró días después en el arreglo con el vieio
reclutador de jovencitas destinadas a las zonas agrícolas. Una
semana más tarde, dicen que ya iba en un Tres Estrellas con Y sería el verse solo y enrabiado de nuevo; el sentirse otra vez
rumbo contrario al del sur. peregrino de burdeles; el saberse metido en una búsqueda sin
Así fue como, según algunos cuentan, vino a parar a pistas que iba para larga y el sentirse huérfano de afectos, lo que
los andurriales de la Costa Verde. le removió el rescoldo de su vieja amistad con aquel jomalero
Y ahora, después de años y para desgracia de la Rome— terco que se negaba a ser arrancado de los surcos. “Qué
lia, se aparecia aquel hombre por los alrededores de El Refu- diférente sería si no anduviera sólo repitiendo esta ancheta

gio y, como nunca falta uno que masque envidias por la


feli— maldita; si anduviéramos los dos como lo hicimos antes; si el ma—
cidad de los demás, un malalengua se le acercó y le dio señas nito me consolara con su plática familiera; si… Y, como para lle-

seguras para encontrarla. nar su vacío, fue maquinando un plan para reclutado a su manera.
Resultó por eso que el Renegrido transitó, merodeó y
olisqueó sin preguntar a nadie, hasta que descubrió la casa
donde la tenia instalada el teniente. —El trato es ése, Troza Sierras, no ningún otro. Así es que tú
Y esperó sentado y con paciencia de la mala. dirás si nos entendemos así o te suelto la penada encima
Y en una de ésas, cuando aquél salió a las peinadas ahora que estás por cosechar.

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Gerardo Cornejo M. juan ]us!ino judicial
-Tú ganas esta vez tenientito, pero a condición de que colectivo. Cuentan que los pizcadores pensaron en algún
la cosa no se filtre para arriba y que el arreglo sea nomás entre incendio del algodonal que estaba apilado bajo los galerones,
nos. ¿Está claro? luego en un derrumbe de zarandas, luego... hasta que las luces
—Uy, uy... ni que te estuviera pidiendo tajada tú. Sólo rojas y anaranjadas que repartían el miedo desde las camione—
te estoy pidiendo un embarramiento. Ya sobrará ocasión de tas, los convencieron de que setrataba de otra cosa.
agradecértelo. Eso es todo. —¡Que nadie salga del campamento. Esta es una opera-
—Casi todo, dirás, porque con ustedes no puede uno ción de captura! Repito: ¡que nadie salga del campo, o no res-
tratar derecho sin que luego quieran aprovechar el viaje. pondemosl, corearon los embudos de lámina mientras los em—
—No, esta vez no, ése. Te repito que se trata sólo de pistolados sacaban a empellones a los trabajadores de sus
reclutar un elemento que nos interesa. No te puedo decir más, covachas y los obligaban a formarse como lo hacían el día de
¿está bueno? raya. Y restregándose los ojos todavía nublados, todos desgre-
—Bueno pues, y ¿qué más hay sobre el sujeto ese? No ñados y atónitos, fueron entrando a regañadientes a una reali—
vaya a ser que luego salga madreado uno que no era. dad de sorpresa. Cuando todos hubieron abierto bien los ojos
—Es moreno, de altura como hasta mi hombro, muy y la conciencia, el jefe del grupo judicial les gritó que la inves-
corrioso el compita, muy terco y porf1ado pero de muy buena tigación que se había hecho en toda la zona del valle de El
ley el manito. Esto es lo que no se dice en la hoja de señas Sembrador había demostrado que en muchos campamentos
particulares que te pasé. ¡Ah…! y lo que no dice tampoco es de pizcadores se distribuían drogas y que El Ramajal era uno de
que me le van a dar el tratamiento liviano; el más suave posi- los más infestados; que por eso se había averiguado a fondo
ble pues, ¿está claro? y se había descubierto que por lo menos seis sujetos, que iban
—Sí
pues, pero que en eso quede todo esto ¿está claro a responder a sus nombres en voz alta en ese momento,
también7 estaban implicados en la venta; que más les valía dar un paso
—Sale. al frente y entregarse porque si no los iban a sacar a culatazos
y que si había alguien que de alguna manera los encubriera,
iba a parar a la Purgapenas junto con ellos. Y los nombres em—
El campamento de El Ramajal reposaba todavía entre penum— pezaron a ser gritados: Horacio Figueroa, Marcelo Barceló, Re-
bras de madrugada cuando la partida de judiciales lo rodeó si- fugio Suárez, Macario Encinas, Tiburcio Rojas y… y Marcial
gilosamente para luego despertarlo con una ráfaga de órdenes Campero.
escupidas desde cuatro magnavoces. la sorpresa se les metió yo nunca… un momento comandante, un mo—
—¡No...
de golpe en el sueño y convirtió el despertar en un sobresalto mento! —gritó con toda su angustia Marcial mientras era con—

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Gerardo Cornejo M.
juan ]urtino judicial
tenido por la boca oscura de una metralleta—. Perdone pero, y en los tiernos verdores de su tierra michoacana cuando un
pero hay un error, porque yo, yo jamás… jamás… se lo juro... desconocido se le acercó disimuladamente y apartándolo de
que, que me registren si quieren para que vean... —alcanzó los demás reclusos, le secreteó a
quemarropa que su situación
a decir antes de recibir la bofetada del judicial más cercano tenía un pronto arreglo, si te pones buzo y atiendes las indi-
que lo derribó de espaldas. caciones de un amigo que tienes entre los gallos negros
-No necesitamos que nadie nos diga lo que tenemos —Si tuviera
algún amigo allí, no me habrían dejado co—
que hacer, pendejo —le atajó el jefe del grupo—. Ya comen- mo me dejaron ¿qué no me ve? —contestó Marcial contenien—
zamos el registro de todo el campamento y orita vamos a ver do la ira.
si estás o no metido en el ajo. —Claroque lo tienes, pendejo, y es de los jefecillos
Y dicen que más que registro, aquello fue un tan vol-
nuevos, giley. Si no sales es porque no quieres, porque el te-
tear de cosas al revés y un tan vaciar y romper de costales, que niente Rodrigo Rodarte te manda decir que te saca de aqui an-
a los quince minutos el campamento parecía haber sido barri- tes de las setenta y dos horas si declaras
que lo que hacías en
do por un ventanón costero. Y los “leñitos” que los infiltrados El Ramajal era un servicio de anzuelo
para la judis. ¿Qué con-
del Troza Sierras habían sembrado entre los andrajos de Mar— testas?
cial aparecieron a la vista cuando dos agentes desperdigaron
juanjus?! —gritó Marcial en sus adentros. Y en una
—¡¿El
frente a todos sus escasas pertenencias. ráfaga de imágenes, recorrió la última plática con aquél; la
—¿Quieres más, cabrón? —le gritó el judicial— ¡Niégalo fallida oferta; el casi rapto de la Romelia; los
rumores
que le
otra vez y aquí mismo te damos un entre que ni tu madre… habian empezado a llegar sobre las correrías iniciales de su
ándale, niégalo! —repetía mientras Marcial quedaba mudo de viejo amigo; su nueva vestimenta; su nuevo nombre; su nue-
asombro y era remolcado a empujones hacia una de las camio— va…
netas donde fue atado de pies y manos y arrojado con los —¿Quépues? —le insistió el otro—_. Muchos se las pe—
otros cinco a la caja trasera. lan por una oportunidad como ésa a ti te cái del cielo to—
y y
Por la brecha polvorienta de entre los algodonales, las davía la estás pensando.
camionetas rugieron con velocidad innecesaria dejando atrás —Yo no quiero tratos con animales de uña. Yo lo que
una nube arremolinada y una multitud en el azoro. quiero es que este cuento se aclare pronto para irle a pedir
cuentas a los que me la jugaron. Dígale eso a su teniente de
mierda ese —las palabras se le deshicieron entre los dientes
Aferrado a la rabia, hundido en la desesperanza y repasando cuando vio la sonrisa de aquel hombre y
supo entonces, de
a trechos su afanosa vida, Marcial pensaba en su lejana familia cierto, a lo que se exponía. Y dicen que aun así…
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109
Gerardo Cornejo M…
juan justino judicial
—Yaun asi, el muy guey dijo lo que dijo mi teniente. se acercó a Marcial y por lo bajo le secreteó: -— ¿Y cómo está
—Bueno, todo era por ayudarlo; por una vieja amistad la familia compita? —Marcial se paró de un salto y lo prendió

que... por el cuello.


Pero se ve que sigue siendo tan terco y tan pendejo co- -¿Y por qué me preguntas eso gargajo?
mo siempre. Deja que se le pase lo enchivado y que se cueza —Porque por allá por Ziráridaro hay una familia muy

un tiempecito alli dentro y ya verás que hasta va a rogamos necesitada —le revíró el otro mientras le rechazaba las manos.
de favor que le échemos un pia]. —¿Y cómo lo sabes...? ¿Qué es lo que se tráin7 Ora me
lo dices 0...
—Sí
pues, mi teniente. ¿
Pero como pasaron los meses y Marcial no daba ni la —Ya, ya… ni te me pongas bravito que sólo son no- =5_f.

más leve muestra de transigir, el teniente entró en un estado ticias. :=…»

de intranquilidad resentida que fue detectada al vuelo por su —¿Qué noticias? Pronto... —.e-—eg

ayudante. —Calma, calma, que ellos están bien. Pero no es gracias


—¿Por qué no vas a verlo tú mismo? —le dijo una tarde a ti, compita, que desde que estás aquí dentro no les has man—
.-—

como sin pensarlo. dado más que puras cartas lloronas como ésta, ¿la reconoces?
—¿Y yo por qué? —respondió a la defensiva—.
El es el que: “mi querida prietita aguantadora espérame un tiempecito .…..¿¡.v¡._

más”, “mis guachis del alma ya deben estar regrandotes", “mi


que debía mandarme recado si no fuera un malagradecido
co—

mo es. tostadito patas blancas que ya debe ser caballo”, “mi...


—¿Y por qué sabes tú de eso, por qué…?
—Bs que no lo puedes obligar, pues.
—¿Y quién lo obliga, yo lo que le ofrecia era una opor- —Porque nosotros lo sabemos todo, compita, cómo,
E1a_xi“

tunidad, pero el muy atarantado no supo apreciada. qué, por qué. ¡Mira, mejor cálmate si quieres saber de lo que
—Sí, pero, es que hay modos. se trata, ¿está bueno?
—Pues se la ofrecí del otro modo también. Y lo mismo. -Sí pues pero, pero… -

—Entonces ya déjalo, a la mejor el giiey ni sirve para ya calma tus ansias y óyeme bien, ¿está bueno?
—Ya,

estos trotes. Para comenzar, tu familia está bien gracias a nuestro jefazo
—-Pues que se vaya a comer mierda pero... pero cuando que se enteró de lo que te hicieron los de la Tétrica y te in—
me necesite ya verás que... que ya veremos. vestigó y se convenció de que estabas limpio. Fue por eso que
se condolió y desde el primer mes que cumpliste aqui, em-
pezó a mandarle ayuda a tu familia en tu nombre. Aqui están
las copias de los giros si quieres verlas. ¿Voy bien7
—Se supo después que casi al mismo tiempo, otro desconocido
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Gerardo Cornejo M.

—Pues todavia no sé.


—A él le hicieron lo mismo cuando comenzaba, por eso
tuviste la suerte de que se fijara en ti y de que se pusiera en
humor de sacarte de aquí.
—¿Y a cambio de qué? Si se puede preguntar. XII '

—De nada… bueno, de que cuando él necesite un favor

tuyo, pues seas tan hombrecito de hacérselo. Retirada


—¡Pues eso depende de lo que se trate! ¿no?
—Ni madres, no depende de nada. ¿Note das cuenta de
Hasta que un día el destino
,-.…=

que ya le debes no sé cuantos meses de la lana que le ha man— dándole vuelta a su suene ..
le invadió "lo masculino"
dado a tu familia y de que le vas a deber la hombrada de sa-
r-A

con e! carcama másfuerte …

cane de este hervidero ¿y todavía le sales con dependeres? y tuvo que irse a su pueblo
¿¡ rogarle al Dios clemente.
—No pos no, no es desagradecimiemo, pero es que ya
:...…

no sé ni qué chingaos pues.


—Piensa primero en salir de aquí y ya después pensarás ya ni para qué lo sigo enfadando con el recuento de -a=,r-w—

lo que se te hinche. los entres que me di con los gomeros (no sólo en sus
—Sí
pues. barrios tomateros y sus madrigueras del lomerio bajo,
sino hasta en sus sembradíos de la sierra alta) porque eso no
es lo que me parece tan principal que recomponga. Usté que …

Y dicen que días después, y de repente, el Ministerio Público sabe manejar el lápiz y las cuerdas y no es ignorante como
retiraba su acción penal contra Marcial Campero y el juez lo uno que tiene que estar atenido nomás a la memoria porque
declaraba en libertad por falta de méritos. no sábe cómo fijar el pensamiento. Por eso sigo con lo que pa-
Así fue como pasó, según se toma por cierto y no co— só luego porque es lo que me pudrió el alma cuando ya tenía
mo se barrunta en los mentideros, que Marcial fue arrastrado podrido el cuerpo. Eso es lo que más me propuse echar afuera
a la órbita del Troza Sierras Miranda. cuando lo desafié a que viniera hasta este reguero de casas
que antes estaban entre los pinos y ahora ni pinos tienen; a oír
de primera mano estas como recordaciones que he tenido
encerradas bajo este techo de tabletas por años; estas como
declaraciones...

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Gerardo Cornejo M. juan ]ustino judicial

estas como confesiones interesadas este como trucos del Troza Sierras. Pero tuvo que pasarle lo que le pasó
vomitar las medias verdades para alivianar el peso muerto de y tuvieron que hacerle lo que le hicieron, para que pudiera
tus mentiras enteras este vaciar el saco de las culpas dejando apreciar la verdadera amistad y para que, ya no teniendo de
adentro un remanente dañero que me amarra a tu vida… dónde agarrarse, se decidiera por fin a pedir mi ayuda.
le Resulta que el capo aquel mandó arreglar todo para
que usté me tiene que oír porque para eso pago pues.
-

Bueno pues sucedió que ya cuando mis quehaceres se que de La Purga lo pasaran al taller de La Tétrica y allí le die-
habian hecho importantes ran el tratamiento quebrador que era un puro infierno, y cuan—
porque habías dejado atrás el puesto do ya vieron que no aguantaba mas, le llegaron con el cuento
de carne de cañón habías dejado atrás el de elemento de grupo aquel de la familia. Y el pendejo se lo tragó todo y se dejó
de choque y habías ascendido al nivel de la impunidad y ya sacar de allí por ellos. Pero no tardó mucho en descubrir lo
podías exigir tajada y tomar determinaciones de criterio que que la dichosa protección a su familia quería decir y después
cali- de que le desaparecieron al hijo mayor en Zirándaro y lo de-
no eran sino una licencia para matar sin que los jefes te
de ti- jaron sufrir por un tiempo hasta reaparecérselo en la Costa
ficaran de pendejo porque cuando se daban las órdenes
Verde, el se corvó todito y así se lo cincharon para meterlo en
rar antes de preguntar lo único que les reclamaban era que no
del el mero frente de su infanteria—, en la mera carne de cañón,
fueran a regar la esquitera contra cristianos de afuera
pleito pero a ti ya sintiéndote en los niveles de
mando no te pues. El pobre no tuvo ni para dónde hacerse y apechugó
todo hasta aquel día que nos dimos aquel agarre en El
importaba mucho y ordenabas la disparadera a discreción con
Cenizal.
la esperanza de que entre los que cayeran hubiera una de
los
de las confundidas no era En cuanto los mandos superiores recibieron el chivata-
que querías eliminar así que aquello
sino un pretexto un darte gusto un soltar el instinto a retozar zo, se dieron cuenta de que no se trataba de una entrega ma-
yor… La plaza de Puerto Pacífico estaba ya demasiado caliente
con la muerte de los demás un…
y ya cuando el trajin del ofi- como para hacer allí esa clase de operaciones. Por eso sope-
cio me había hecho calmar un poco la buscadera de la Rome- saron que se trataba de un movimiento de prueba y se decidió
de darles un revés ya que la ocasión estaba que ni pintada para
lia, me llegó el grito de auxilio de… ¿de quién cree?... pues
del que montar la faramalla de “otro golpe al narcotráfico" en la pren—
quién iba a ser sino de mi olvidado cuatito del alma;
había rechazado mis ofrecimientos de sacarlo de pobre;
del sa, sin afectar los niveles, que usté ya sabe, de ninguno de los
en lugar de dos bandos.
que había preferido sancocharse en la Purgapenas
Y nos agarramos en El Ceniza].
admitir mi ayuda; del que habia despreciado mi nuevo oficio;
Pero el Troza Sierras nos la jugó bonita porque mandó
del grandisimo pendejo que se había dejado engatusar por los
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juan ]us!íno judicial
Gerardo Corneja M.

todos nos los podíamos explicar. Resulta que el mil veces mal-
los que no tenían antecedentes
puros elementos limpios (de pan'do (porque a ése no lo parieron sino que se salió solo) del
fueran a pa-
penales pues) de modo que si eran aprehendidos Troza Sierras comenzó de nuevo a darnos guerra. Y lo más
“habilitados" y pu-
rar a los juzgados donde ellos tenían jueces peor todavía: comenzó a agarramos las señales porque cuan-
dieran salir del pantano judicial sin mucho sudor. Pero de
los
do llegábamos al lugar de los trancazos, el desgraciado ya nos
de los pri—
gallones: niuno. Lo malo fue que los amasomados estaba esperando. Es más, el hijuemalamadre agarraba la sona-
merizos defendieron el recaudo como si fuera de los de prime- ja en cualquier parte y esto era un pasearse por la calle pi—
El resultado fue que más
ra y nos hicieron frente a lo abierto. diendo que le tocaran el tal corrido y agregándole versitos de
nada
de cuatro quedaron sembrados y que uno de ellos fuera su cosecha para que el chisme llegara a mis oídos y luego se
el atarantado del
menos que... ¡tómala que no lo podía creer...! me fuera hasta los hígados. Luego le dábamos un entre y nos
Marcial. encontrábamos con que nos tenía la trampa echada. Así fue
Pero ya estaba visto que no le tocaba porque cuando como perdí este dedo y como saqué este fogonazo que me
amenacé al médico con que si me lo dejaba morir el se moría atravesó la pura lonja y este cuadril astillado. Y, y no vaya
también, me dijo que no eran necesarias tantas alilayas porque a creer, la cosa se me empezó a poner renegrida... tan rene-
el hombre la iba a librar. grida que a la superioridad se le hizo muy de pensar el asunto
Y cuando él despertó y vio claro que ya la había
libra-
y)le dio por sentarse a discurrir en lo que estaba pasando; en
do, fue cuando me dijo que ahora si ya sabía a qué atenerse como era que el desgraciado nos medía los pasos, pues; cómo
y que en adelante se la rifaria con su mero
cuate jornalero, con era que nos estaba cuereando al grado de poner en vilo hasta
su mero compañero de surco y que no sé cuántas cosas
enter—
a los que maquillaban la cara públim de la corpo. Así fue
necidas más que se le salieron en ese momento. como comenzó la operación silenciosa aquella que revolvió en
hincha—
Y pasó entonces que mientras el pecho se me secreto los expedientes de todos los de mi grupo hasta dar con
ba de contento por tener amigo a la mano (que es la cosa más la gotera. -
el mo—
principal en la vida); que cuando más se presentaba Cuando el comandante me mandó llamar, supe que ya
más pare-
mento de sacarle chiste a la maldita existencia ésta, la fritanga había sido destapada.
cía avanzar mi temible malatía que, aunque no le hiciera caso, —Lo que sea mi comandante... lo
que sea, échemelo
las bascas y por cuanta señal
ya me traía por las náuseas y derecho. Usté sabe que yo...
había de que era de las malas. Pero lo que más me dolió vino —Sí, ya lo sé teniente. Por eso lo mandé llamar. Resulta
el este
luego porque... (¡…ay... jijuela…! ¡Perdón por retorcijón que todas las averiguaciones se cierran en un solo punto: en
cada rato...!) porque
que me hace trastabillar el pensamiento a una grieta. Y resulta que esa coladera está precisamente en su
ni entre
me empezó a llegar una maldita ristra de reveses que
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116
Gerardo Cornejo M. juan ]ustino judicial
de nuevo ingreso que nos pitaban a medias. Marcial va extrañado porque aque-
grupo porque entre sus elementos hay uno lla operación no ha sido platicada como se hacía siempre y por—
que."
—¡¿Marcial
. ¡ .

Campero?! —cast grite. que como que le vamos dando muchas vueltas al camino y a los
movimientos; como que llevamos dudas; como que nos anda-
—Yo no se cómo se llama, pero es un transplante que
le metieron allí. mos con muchos recovecos. Se le dice que porque se trata de
—¿Ycon qué cinchos lo tienen agarrado? una operación de sorpresa. Todavía dudoso, sube a la camio—
—Con los más apretados, teniente, los familiares. neta y al ver que no es de las equipadas, estado de sospecha
—Menos mal que no fue por tajada, comandante. que luego se le delata en la cara como preocupación. Enton-
—Pues si, peroo el resultado... y el tratamiento, son los ces le noto un como temblorcito en las manos, que a mi se me
mismos ¿o no? pasa a las corvas, y sé que ya se olió delo que se trata. Luego
siento que una como descarga helada me baja por el espinazo
—Sssí…pues. '

—Pero el tratamiento completo, digo, el que usted y me invento un pretexto para no ir cerca de él. Y es eso lo que
le conñrma que se trata de una de las faenas rápidas y mortales.
aplica tan rete bien teniente “Castro”. ¿Me explico?
Y, ¡por mi sagrada madre que si lo era! Pero para él nomás.
—Mmuy… muy claro mi comandante
Y, como le acabo de decir que no me cabía en el
Y... y no me alcanza el habla, se lo juro, para decirle
buche toda aquella piedrota que llevaba, le voy a confesar que
que aquella era la orden más desgraciada que…; que hubiera
obedecido con mmm la más peor...; que hubiera aplicado sin me propuse dejarlo ir. Pero me habían metido en el grupo
fuera, varios de afuera y tarde o temprano iban a soltar el pico. Pien-
pensar mi...; que hubiera hecho lo que quisieran que
menos… menos aplicar aquel mi tratamiento precisamente
al… so entonces en varias salidas y ninguna me sirve para nada
al Marcial mismo pues. mientras el camino se va acortando. Ya desesperado, le vuelvo
Sufrí noches de condenado a muerte antes de planear a buscar y se me ocurre inventar un enfrentamiento falso con

en el operativo falso aquel por el lomerío de pie de monte; pa— unos rancheros que venían en una camioneta en sentido con-
sé agonías de rabioso antes de señalar el día y el lugar pre-
uario. Pero mi perra suene, más bien la de Marcial, hace que
ellos agarren por otro camino que se pierde entre el monte y,
cisos; me atrincheré detrás de un silencio de piedra para que
la superiondá no me sintiera la angustia y… y finalmente, tuve y demasiado pronto, llegamos al lugar convenido allá por las
cercanias de Yecorato. Y me pongo a esperar no sé que cosa.
que tomar la determinación.
Hasta que uno de los que me agregaron me viene a decir que
si a qué hora; que si me estoy arrugando; que recuerde
que la
traición en gremio es igual a una sentencia de...; que en esos
vamos de madrugada como siguiendo una pista de
Y allá las

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Gerardo Cornejo M. juan ]ustino judicial

trances es cuando se conoce a los que verdaderamente sirven que tú porque tú no tienes el valor de decírselo nisiquiera al
todo por estar titubeando testigo que contrataste para eso carajo aquí me tienes
para jefes; que estoy arriesgándolo
gritándolo desde el más hondo silencio de tu pozo interior
y, y que más vale hacerlo ya de una vez.
Les ordeno entonces que ellos lo hagan por mi, pero…
echándole fuera como una busca de lumbre que me
dolorosa que se pueda, achicbarra el recuerdo sacándome lo podrido que le dejaste a
pero de la manera más rápida y menos
la muerte y que ella ha rechazado porque sabe que pronto
casi, casi por sorpresa ¿me entienden>
—La orden no venía de esa manera, mi teniente —me dispondrá de tu cuerpo y que en el alma pronto nos vamos a
contesta uno de los que siempre están más que dispuestos juntar maldito seas...
y procedí como debía proceder pues; co—
para las ejecuciones.
—La orden es como yo se las estoy dando y así se va mo lo haría cualquiera que estuviera en mi lugar ¿no? Le regalé
a hacer ¿me entendió? —le digo poniéndole el cañón en
la una ejecutada directa y sin dolores pues.
De vuelta se me pudrieron las palabras y para cuando
mera frente.
claro mi teniente contestan tres al mismo
——me llegamos a dar el parte, ya llevaba decidido darlo junto con mi
—Muy
renuncia. Ya, ¿ya qué le buscaba
tiempo y en su tonito me doy cuenta de que si no lo hago yo,
no?
ellos lo van a hacer a su... a “mi" manera y…
y entonces cami—
naste decidido hasta donde ya habían amarrado al Marcial
de sor— Y pues… pues parece que eso de que a la sangre caliente le
para colgarlo de donde todos sabían y sin verle la cara
valentía llega la lumbre más pronto, a mi me resultó más cierto que la
presa que luego te dijeron que paso sin ver el gesto de
luz del día que estamos mirando por estas ventanas chuecas
con que dicen que se te enfrentó capeando la mirada de perdón
el
que dicen que te regaló le vaciaste una ráfaga en pecbo y… y podridas. Porque después de extraviada la Romelia y de li—
boca sobre ti quidado el Marcial, se me amontonaron los malditos dolores
y lo recibiste en los brazos cuando caía de
desde aquellos y no tuve más que acordarme de los estudios que me
y desde este singular vacío donde estoy sin estar había mandado hacer el matasaludes aquel y se me removió
este ser que ya no soy y que fui cuando era
la carcomita de saber los resultados que el desgraciado había
juro que todavía percibo el peso de su cuerpo colgando
del tuyo—mío todavía me palpitan en el recuerdo sus últimos soplado al Manos Pintas antes que a mi mismo. Y que le caigo
temblores todavía siento clarito el descoyuntamientoque lo fue un día por su consultorio. Lo columbré gordito y como ceba-
derrumbando hasta dejarlo lentamente como de trapo do, como se ponen los becerros después de capones pues, y que
le madrugo con lo del encañone de la Escupe-Esquite. Y ya no
y aquí estoy diciéndolo todo sin que nadie me oiga más
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Gerardo Cornejo M. juan justino judicial

tiene más que buscar en los expedientes y encontrar el de este por su famosa fama de corridero. Y no sabe qué alivio encon—
servidor. Que abre entonces unos sobres grandototes y saca tré en este puntito de chozas madereras; en estos aires rela-
los papeles de los resultados. Luego se me queda viendo y con vados de lluvia; en este rincón de vigas boleadas y de adobes
una sonrisita delgadita que me va diciendo: cacarizos.
—Tú ya andas en agonía, desgraciado, ya nomás te falta Pero no se crea que me-deiaron escurrir el bulto así
que te acuestes para que te mueras. como así. Los compañeros de la corpo como que se propusie-
¡Y tómala que le suelto una garnatada y que lo mando ron mantenerme ocupado en faenitas de retozo para distraer-
de lomo sobre el escritorio! (¡También qué manera de comu- me el susto que se me había quedado estampado en el sem-
nicarle a uno los resultados! ¿no?) Luego que le arrebato los blante. Y como yo ya me había quedado sin futuro, pues me
sobres y que me los llevo con todo y expediente. dejé llevar y antes de retirarme de plano pues me dio por ha-
Estaba visto que lo que quería era asustarme y que cer tercio con ellos en sus travesuras. Como, por ejemplo,
eran puros deseos suyos de que mi dolencia fuera de las ma— aquella de la de la gringa que iba con rumbo contrario al
lignas esas que no se curan con nada. Pero por si acaso, le lle- norte.
vé los papeles a uno que dizque muy fregón en eso de la mala Resulta que nos la reportaron desde que pasó la fron-
tera. Sus papeles estaban bien, pero como que se relucía claro
sangre pues. Y… y para qué quiere que le confiese que los...
los que nos creemos muy espoludos, también nos arrugamos que era una de esas que le tupen a la yerba con fe cristiana
a la hora de la de a de veras: que me va confirmando, por las y que si venía limpia era porque por acá conocía alguna fuente
buenas y con mucha labia, que la cosa estaba como para ya de dónde beber. Y que la dejan venir nomás, pero con la ad—
no tener lucha. ¡Uuuta… le aseguro que ningún cristiano se vertencia de que le echáramos ojo. Y eso fue lo que hicimos.
puede imaginar lo que se siente en esos casos...! Tres veces le revoltijwon su camioneta antes que entrara en
Y desde entonces fue que le digo que me empezó a en- territorio de Once Ríos asique cuando nosotros la paramos ya
trar una como ansia de aventarlo todo y de venirme de vuelta venía enchilada y lista para armamos una denuncia. Y que la
a mis querencias oriundas estas; como de huir para am'ba y de— esperaban en Puerto Pacífico; que no sólo era turista sino que
jar allá abajo mi mal; como de venir a revoltijear uno por uno era medio socióloca, o no sé qué, y que iba a asesorar un pro—
los escondederos del alivio milagroso de los curanderos de la yecto de quién sabe qué anchetas; que si la volvíamos a mo—
sierra y como de meterle a la vida un cambio de velocidad lestar iba a irse derechito a Turismo o a la oficina del primer
para ya no andar siempre en primera especial y sentarse a con— periódico que encontrara; que… que clarito vemos entonces
tarle la meritita completa a un componedor de mi escogencia. que la giiera ya era un peligro porque empieza por tomamos
Fue entonces cuando empecé a echarle el pia] a usté animado el número de placas y se sigue con pedimos el nombre de

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Gerardo Cornejo M,
juan ]ustino Judicial
cada uno y ahora percibo claro que era de puro susto que se tonces ya habías cometido aquello y tenias que escudarte en el
puso tan rejolina porque creyó que así dejariamos ir antes
la
poder dela corporación que para ustedes radicaba en una cla-
de que se nos ocurriera lo que luego luego se nos ocurrió y se
ra licencia para impartir muerte...
me viene entonces a la cabeza que… que ya que estamos en la cosa no pasa de darle
, pero
ésas; que ya que la tenemos en despoblado; que ya que de to— un sustito y después dejarla que siguiera su camino a Puerto
das maneras está encrespada y que a lo mejor siempre si nos Pacifico.
va a denunciar, que ya que la tenemos a tiro pues… pues nada ¡Noo, no! Párele ái. Lo de la pareja en la playa no fue
valía darle de veras motivos de queja lo mismo. Allí lo que hubo fue una verdadera confusión y lue—
y entonces te la llevaste go una resistencia contra la autoridad. Resulta que cuando iba-
con todo y camioneta para el montecito y allí se armó la lucha mos sobre la pista de una de las parejas de pantalla que los
cuerpo a cuerpo porque la mujer estaba muy bien nutrida y en- distribuidores dela zona de Topo usaban para enganchar ven—
tonces tuviste que darle un cacbazo en la quijada para que se tas fuertes entre los gringos, divisamos a la parejita aquella
quedara quieta y se dejara quitar la ropa sin aspavientos y luego bien entrada en un faje que nos pareció fingido para despis—
que despertó y se vio desnuda y se dio cuenta de lo que te ibas tarnos. Y entonces que les caemos en frío y les ordenamos
a hacerse quedó como muerta como de trapo como que ya no le que se levanten y que vayan al carro por sus identificaciones
importara lo que le hicieran y tú te saciaste hasta que ya y luego para luego registrarles todo. Entonces el chavalo que se pone
se la pasaste a tus amigos que le entraron así pero el Rabicano se medio corvado y empieza con ruegos y ofrecimientos y para
encabrt'tó y le ordenó que se moviera y como ella siguió entera- callarlo tenemos que darle una gamatada que lo tumba sobre
mente desguazada le entró a cacbazosy para cuando se la qui— la arena con la boca reventada. Luego lo levantamos y lo arras-
taste ya le había dado golpes de los que derraman tinta y enton-
tramos hasta el carro para que nos dé la Have y cuando vamos
ces dijiste que ya no tenían de otra más que terminar aquello llegando que se suelta gritando ¡AUXILIO, NOS ASALTAN! ¡SOCO-
y luego te dq'aste llevar a placer por aquel irresistible impulso que RROOO NOS MATAN LOS PERIUDICIALES…! y. entonces nos enchi-
te entraba ante los débiles y los indefensos que te empezaba con lamos y para callarlo le damos un culatazo
las ganas de maltratar que te seguía con el gusto porpegar y que
pero el muchacho se
se te iba convirtiendo rápidamente en un incontenible ímpetu por levantó y corrió hacia donde se divisaba gente y ustedes se que—
apretar, por causar dolor, por ben'ry que terminaba en aquel es— dan viendo unos a los otros y para cuando se dan cuenta una
calofriante deseo por... por matar y. .. y gozar con ello
ya le ha soltado una rociada de las verticales que casi lo raja
y ya después como que se te revolvía con un senti- por en medio yla mucbacba muda viéndolo todo como para-
miento de lástima y de ternura que te espantaba pero para en- lizada sin poder soltar ni una palabra sin poder moverse como
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Gerardo Cornejo M. juan ]uxlino judicial

adivinando que ella también tiene ya que resignarse porque pudieron sacar de la cabeza la idea machacona aquella de que
ustedes no se correrán el riesgo de su testimonio y luego ven traía muy readentro de mi una pudridera que me avanzaba en
sin antes dis— los entresijos sin parar un momento. Así que decidí dejarme
que es muy bonita y les da lástima despacharla
sin de zarandajas y aseguré bien en el banco, y a mi verdadero
frutarla y es cuando le entran y aunque sigue como momia
habla le pasan revista uno por uno antes de… nombre, lo que me había tocado de las tajadas; me despedí de
y ya se levanta la búsqueda de la Romelia; dije hasta luego a los compañeros
sin armar bulla y nos diciéndoles que me venía al buen clima y al aire limpio por
muy mansito y deja cumplir el registro
órdenes médicas y arrié para las alturas esperando encontrar
damos cuenta entonces de que la hemos regado porque todo
está limpio. Así que nomás lo regañarnos por resistirse y por aquí tres cosas: el alivio para mi malatía entre los curanderos
insultar a la autoridad y hasta allí la dejamos ¿a poco uno no de las barrancas que saben de curas milagrosas; la limpia de
mi fama con lo que le cuento para lo que ya sabe, y el retorno
puede equivocarse pues? Es normal cuando se anda en eso
diario como es natural ¿o no? a una familia que hacía mucho que había enterrado en el
y, pues de ésas nos pasaban a
olvido.
Ahora eso de que hayan aparecido bien agujereados después,
Y vine a reaparecerme aqui,
pues ya no fue cosa de nosotros.
Yo creo que ya está bueno ¿no? Ya le conté dos ejemplos aquí donde ya no soy ni Rodrigo Rodane Nomás
Esos ni el teniente Castro
de los de rutina y todavía me sale con ésos de las familias.
ni tienen caso porque eran nomás de castigo para los que nos sino el mero Juan Justino Altata
querían dar jarabe de pico como aquel viejo que nos echó un que lo mandó traer para lo que vino
discurso moralero y que nos sacó el librito de los derechos esos y para lo que... lo que le toque oirme pues,
mal y por eso le die— ¡maldita sea!
y serían los trapos que traían pero les cayó
ron una golpiza delante de lafamilia y a la esposa quitaron
le

todo lo que traía de valor y a los niños las bicicletas y las bolsas
que llevaban con regalos de navidad y…
que siempre sacan.
¡Noombree, a ésos solamente les dábamos una sobada para
los dejábamos ir! Así que
que le bajaran de palabrería y luego
ni caso tienen...
...lo que si lo tiene es que le siga con que aquellas
aventun'tas me distrajeron por un tiempecito pero no me
126
XIII
Peregrinación

Pero [a cura no L'i710


con su mrxr'lio [un ansiado
y rodó huscmuíu (111r'iu
del uno al Giro poh/ado
hasta que… bien podrido
11110 (¡ pumr' desa/manda

6 vino a saber después que el regreso de juan Justino


a Pinalto había sido recibido con mucho recelo de parte
de propios y extraños. Su padre se la vivía en el corral
de la vieja casona familiar entreteniendo su desvarío senil en-
tre guajolotes, puercos y gallinas, por eso ni cuenta se dio de
su llegada. Cada uno de sus hermanos mal mantenía un fami-
lión adocenado y mal cuidaba un rebaño famélico, por eso no
tenían ninguna gana de recibir a un descarriado malafarna que
podría emborucarlos en quién sabe qué pendencias. Las úni-
cas que le dieron el buen regreso fueron doña Felizarda y la
Fidelia que, viuda desde hacía dos años, había quedado sola
de remate cuando su única hija, la Flora, había escapado hacia
la costa con un comprador de ganado.
“Con tanto nieto que lidiar", pensó doña Felizarda "una
va deiándole a la vida el cuidado de su socoyote. chiclancito.

129
Gerardo Cornejo M. [uan justino judicial

así pase se supo nunca con seguridad. El caso es que Juan Justino en-
ovejita negra siempre ausente. Es ley de Dios que
día vuelve, a una le to— tró en una recuperación de no creerse que le hizo empollar
pues, pero también es ley que si algún
ca por derecho recibirlo y terminar la crianza que quedó pen- esperanzas de que la curandería hierbera iba a conseguir lo
diente", así que lo atrajo a la cocina, le sirvió su ración de re- que no había podido lograr la medicina de los médicos de
abajo. Y si que lo logró, por lo menos en parte, porque aquel
quesón fresco con tortillas del comal, y le dijo: “par'eso tienes
alivio se estiró por meses y meses y le fue dando una confian-
madre, ¿qué no?"
sin- za que poco a poco lo devolvió a su manera de ser. Y le dio
—51
pues má…. —alcanzó a murmurar Juan Justino
tiéndose acariciado por aquella mirada de ternura que bien la por salir a la calle a presumir su camioneta equipada que hacía
temblar los aires con un par de bocinas que ponía sobre el
recordaba todavía.
Por su parte, la Fidelia lo acogió como al hermanito
techo. Luego, atestiguan muchos, le dio por frecuentar la can-
tina de su primo donde hilaba borracheras de tres días conce—
tierno de sus tiempos idos y lo rodeó con las atenciones que
el diéndose, a sus anchas, sus dos gustos favoritos: el de pagar
pensó que le debía desde el día en que salió de la casa con
la cuenta de todos con billetes nuevecitos que sacaba de una
vaquero aquel que fue su marido.
Por todo eso fue que al poco tiempo, juan Justino se paca gruesa que dejaba ver como por descuido, y el de bur—
larse de los que sabía más pobres gritándoles, están jodidos
sintió de nuevo en casa y le dio por reconstruirle el cuarto del
fondo a la Fidelia y agregar uno nuevo para lo que él suponía porque son pendejos, cuando se decidan a salir de burros, no
más me dicen. Yo sé cómo se quita eso.
una muy larga espera. La vieja casa tuvo luego puertas nuevas,
Pero era durante los dias festivos cuando su gusto ma-
tejaván nuevo y piso de cemento. El traspatio y el corral, don-
de don Juan Atilano convivía inocentemente con sus animales, yor: contrataba una “tambora” donde la hubiera, y se iba a traer—
la en su camioneta. Antes de llegar de vuelta, se bajaba de un
fueron emparejados, reparados y divididos en separos para
brinco y, a pie, entraba al pueblo seguido por la música y ro—
cada bestia. Don Juan Atilano no logró pronunciar el nombre
deado de una procesión de gorrones. X aquello era una de
de su hijo pero el brillo húmedo que le aparecía en los ojos
vueltas y vueltas por la única calle del pueblo mandando tocar
cuando lo veía, convenció a todos de que lo había reconocido.
la única pieza que se sabía, hasta el amanecer. Y, como para
Fue por entonces cuando Juan Justino sintió la mila-
habló después en el remacharla, últimamente le habia dado por andar diciendo
grosa mejoria aquella de que tanto se
pueblo: que fueron los aires tonificantes de la sierra; los caldos que los parientes del Evaristo se habían ido del pueblo por te-
nutridos con que lo consentían aquellas dos mujeres o los bre- mor a su llegada cuando todos sabíamos muy bien que aque-
llos habían emigrado hacia la costa desde hacía varios años
bajes de hierbas medicinales que ellas conseguían entre las an-
cianas más virtuosas en las artes curanderas de la región, no empujados por la pura vil ruina.
131
150
Gerardo Cornejo M.
juan ]us!íno judicial
Pero aquel periodo de gracia no podía ser eterno y un milagrera seguía recorriendo los territorios de toda la comarca
la ingle que poco
día empezó a sentir unos como pálpitos en de Sochiloa y la había obligado a dejar, desde hacía muchos
los dolores que tan bien
a poco se le fueron convirtiendo en años, su antiguo oficio de partera.
conocía y que terminaron por acosarlo a diario hasta que ya Estragado como estaba, juan justino no pudo ser reco—
platicadas que
no pudo más y tuvo que suspender las largas nocido por la vieja. Sin embargo, ella no quiso hacer distingos
le echaba, durante las tardes, al corridero contratado que para y lo mandó acostar en el tapeiste
ralo que usaba como cama.
entonces ya se había convertido en su confesor. Echó fuera a los acompañantes y comenzó a olfatear aquel
le
Y entonces un peregrinar por cuanto rumbo
empezó cuerpo reblandecido quese aferraba a una esperanza que ella
hierbero que
marcara la curandería: que se sabía de un viejo
ha—
pronto vio falsa. Y no fue sino hasta que tentaleó la zona ma-
cosecha,
bía curado la misma enfermedad con un brebaje de su leada cuando le vino el recuerdo.
oía de—
allá iba Justino acompañado por la Fidelia; que se
juan —¡Ah…! —farfulló por lo bajo— Altata eres. Chiclán co—
dedos
cir que un ciego milagroso operaba con sus propios mo el padre del padre tuyo. Y como él echado a perder de
la
allá recalaba Juan Justino
y sacaba del cuerpo los tumores, y varonía por... por causa de la maldición vieja que le cayó al
sólo la seguridad de que
a someterse a lo que fuera; que... que último Altata de los alzados.
atraerle la atención
aquello no tenía cura, vino a ser capaz de —Dispense doña Ninfa, pero qué maldición ni qué
los
de her-
de sus hermanos y hermanas (y hasta la de los hijos un trapos de la Magdalena, yo lo que traigo es
bueno usté lo
volvieron
mano muerto hacía varios años) que de pronto se sabrá meior... pero ¿de qué maldición me está hablando pues?
visitadores y serviciales. El sabía muy bien la razón de aquel —El último Altara alzado defendía la tierra de su raza.
terminó
repentino interés así que los ignoró mientras pudo y La defendía terco y echaba camino abajo a los blancos
roba—
Felizarda y la Fidelia. Hasta
por no hablar más que con doña tierras. Les metía respeto con el tanto valor que tenía. Pero una
compañía de la
que un dia, sin previo aviso, emprendió en mala vez, agarró a uno de los brujos cristianos, ésos que vie—
la
hermana y de un chofer, hacía el mero espinazo de
la cor—
nen siempre dando bendición a las cabrbnadas que nos hacen,
El barbudo entonces le
dillera. y lo sacó a varejonazos de la sierra.
Días después, se dice que fue a recalar a las barrancas echó maldición encima. Y era de que sus hijos nacieran des-
al mundo una
pobladas de cuevas donde todavía se aferraba completos de la varonía hasta la quinta parentela de engendra-
comunidad de indios tercos se negaban a desaparecer del
que ción con fin de que no siguiera habiendo muchos Altatas. Tú,
la de doña Ninfa y tras la de la
mapa de los pueblos. Iba tras pista socoyote de nueve; hijo de Altata cuarto, eres el último
todavía se
esperanza de que en su ancianidad noventona.
la
engendración quinta. Y hasta ti llega la maldición. Por eso tra-
fama
acordara de que ella lo había recibido en este mundo. Su jiste aferrada siempre a tu pensar y de allí se te pasó a tu
cuer—

132 133
Gerardo Cornejo M.

po. Y tanta mala duda le fuiste apilando y tanto le huiste a su


cuidado, que la creciste tú mismo de puro descuido. Y ya no
hay más que llamar a una luneada de los que más arriba viven,
porque saben más de cura, y palabrear con ellos lo que se
tiene que convenir contra que el mal te siga comiendo tus en— XIV
treveros.
La última frase la dijo con tanto desánimo que Juan Merodeo de buitres
Justino se estremeció como ante una condena de muerte. Sa-
bía además. lo que significaba convocar una reunión de curan- Muchos eran los parientes
deros. Por eso, quedó como mudo por un momento y luego que Irinaban por su herencia
pero aquellas tres mujeres
fue invadido por un pesar de plomo que pronto se le convirtió fueron toda su querencia.
en desesperación. Entonces se levantó trastabillando y, mi- por eso sin limbeor
les dejó su pertenencia.
rando con despecho a doña Ninfa, tuvo el impulso de llamar
a gritos a la Fidelia. Pero sofocó el intento y poco a poco fue
quedando vencido hasta caer de lleno en la desesperanza. icen que el chofer no pudo entender lo que significa
Contaron después que salió de la cueva con cara de la espera entre los que viven en otro tiempo. Por eso
cadáver y que se sentó sobre unos costales viejos desde donde fue que a los cuantos días se aburrió de aquella in-
dejó caer la mirada y el habla, hasta el fondo de la barranca. movilidad y abandonando ajuan Justino, a la Fidelia y a la ca-
No lograron sacarle señal mi palabra, hasta el dia siguiente mioneta, la emprendió a pie hasta llegar a la primera pobla-
cuando ya agotados de aquella velación forzada, le insistieron ción por donde pasara cualquier motor con ruedas.
en que había que tomar una determinación y él contestó: “Me Y no pasaron ni tres días antes de_ que se apareciera de
alcanzó el momento de mi última pelea, carajo; de mi último vuelta en Pinalto con el cuento de que la Fidelia lo había des-
operativo; de mi más última lucha pues. Nomás que ahora es pachado para que les avisara que la cosa no tenía ninguna lu-
contra la puerca muerte. Pero por mi santísima madre que no cha y que ella se quedaba allá sólo para acompañarle a Juan
me voy a rendir así nomás. Yo aquí me quedo hasta que se Justino su última esperanza, pero que mejor fueran disponien-
junten los viejos y me encuentren alivio o… o de plano que do ya todo para la cristiana sepultura que él se merecía, el mis-
aqui me entierren." mo lo dijo, les aseguró: a mi ya denme por muerto.
Y figura en la memoria de muchos en el pueblo, que
desde que terminó su relato el chofer y doña Felizarda se en-

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Gerardo Cornejo M. juan ]ustino judicial
cerró a tratar de dominar el ataque de 50110205 que le vino, ya no que él dejó eso en manos del banco de allá abajo! ¡Bendito
los hermanos y las hermanas estaban viéndose de reojo tratan- sea Dios que yo no quise nunca saber nada de esas zarandajas!
do de adivinar si Juan justino habría dejado alguna testamen- Y ahora resulta que hasta la rejolina de la Flora vino a recalar
tación en la que los mencionara. “De mi ni se ha de haber por aqui con todo y marido después de que en años ni se
acordado“ imaginan que pensó el primero, y coligen que ese acordó de que tenía madre. ¡Aaay vida mía de m'iio, si volviste
pensamiento fue pasando de cabeza en cabeza hasta repetirse nomás para sufrir! y estos bribones ni un gesto hermanable
siete veces, por eso, cuando terminaron de tomarse el tercer siquiera; ni una señal de dispensa para tus culpas; ni una... ni
café negro, ya habían acordado enterarse de lo que pudiera una nada hasta que supieron que ya no tenías lucha; hasta que
tener sabido la Fidelia y fueron a tratar de convencer a doña el interés les recordó su deber de ayudarnos a lidiar tu pade—
Felizarda de que les dijera si ella sabía algo del asunto. cer; tu padecer tan de no acabarse nunca, tan del castigo de
Y nunca lo hubieran hecho porque cuando ella escu— Dios. Y ahora vienen como zopilotes volando en rueda, ven-
chó de lo que se trataba, se puso lívida de cólera y les reclamó teando la muerte. Pero qué larga van a poner la cara cuando
a gritos que ninguno de ellos había sido hermanable con el ni sepan que no hiciste testación y aunque sea para que no te
lo había confortado en sus dolores, y ahora quieren enterrarlo olviden, van a tener que esperar, te lo juro hijo querido, por—
por adelantado para repartirse lo que fue suyo ¿qué es lo que que yo ya sabía lo que te esperaba desde la tarde en que entré
son ustedes, zopilotes carroñeros o qué pues? Y dicen que des- a dejarte el café y sentí aquel como hálito invisible que te ro
de ese momento, aquello fue un comedero de ansias que cada deaba cuando, en medio de la plática con el corridero, te que-
uno tuvo que masticar lentamente entre los avemarías y los daste como ido, como ausente d'este mundo. la Fidelia lo sin—
megapornosotros que doña Felizarda les obligó a rezar en de- tió luego muchas veces, pero no quiso decírmelo porque sabía
sagravio. que aquello era como un cobro anticipado de tus culpas que
Cuando sintieron que habían cumplido con la peniten- te tenía en el predicamento inútil de decir _… verdad mentirosa
cia y en vista de que no se recibían noticias sobre el moribun- para limpiar tu memoria en este mundo...”
do, comenzaron de nuevo a deslizarle recados y recordatorios Hasta que un día las hermanas se dedicaron a juntar
indirectos. Pero ella seguía montada en su mula murrnurando a los hermanos y lograron reunir a la mitad en una asamblea
para si “ninguno quiso saber nada de él hasta que supieron familiar en la que les reclamaron su pasividad ¡Válgame Dios,
que su mal era de los sin cura, ninguno fue para concederle si ustedes ya de a tiro se pelan de pura desidia, están viendo
el más mínimo perdón a sus hechuras ni el menor de los cui- que la Fidelia se quedó allá con él para sacarle para ella nomás
dados a sus pesares. Y ahora vienen los cabrones con que su última voluntá y se quedan ái con la baba cáida. Ya hasta
quieren saber si se acordó de ellos en su (estación. ¡Qué bue- la Flora se apareció a ver qué le toca mientras que los babiecas

136 137
Gerardo Cornejo M. juan jus/ino Judicial
de nosotros nos quedamos aquí panaleando pues. ¡Ya es tiem- que un espeso banco de niebla se empecinó en arropar la luz…
po de que ustedes los hermanos le hablen a mamá, le vayan Las dos hermanas impacientes no
esperaron el sol y empeza—
a la mano, le exijan que diga algo pues! ron desde muy temprano a recorrer las casas de los hermanos.
Fue así como decidieron ir a visitarla cada tarde en gm- Hacia media mañana, ya habían tornado siete tazas de café
pos de a tres para ir ablandándole el humor. cargado y habían logrado todas las confirmaciones. Dieron
Cuando llegó a verla el primer trio, ella exigió que se una tregua al mediodía y después de la siesta atacaron de nue-
presentaran todos, porque lo que les tengo que decir es muy vo y no descansaron hasta que lograron sentar a todos los her—
simple pero tiene que ser oído de primera oreja para que no manos bajo el portal trasero que Juan Justino había agregado
haya luego agregadijos de segunda. a la casa. Dicen que la Flora se ofreció para servir el café tu—
y
La tarde siguiente acudieron puntuales pero uno de los vo asi pretexto para estar entrando y saliendo con las
orejas
mayores andaba fuera del pueblo y mandó en su lugar al hijo ma— bien paradas.
yor, y otro habia bajado a la cabecera municipal para atender Finalmente, doña Felizarda terminó de asegurarse de
un trámite inaplazable. Así que ella volvió a pedirles lo mismo que don Juan Atilano quedaba pacíficamente dormido en el
y a decirles lo mismo también, auras es lo que son, auras que cuartito del fondo del corral y se dirigió directo hacia el portal.
vuelan esperando muerto, zopilotes cabeza pelada que ya Quedó porfin completa la familia y un silencio pantanoso se
quieren ver el cadáver para repartirse el recaudo. Y ni siquiera apoderó del ambiente. Uno de los hermanos intentó comenzar
son capaces de juntarse todos, pero toditos completos y en una frase y se le cayó a pedazos antes de terminarla. Otro lc»
persona presente pues. gró hilar dos oraciones completas pero le salieron todas cua-
Las hermanas ya casi castañeteaban los dientes así que trapiadas. Y el silencio volvió a caerles encima con todo su pe—
decidieron asumir la misión de reunidos a como diera lugar así so. “Ya cuando los nervios de las hermanas estaban
como
que durante una semana anduvieron de casa en casa hasta cuerdas de violín, doña Felizarda decidió, calmadamente
lograr que cada uno se comprometiera ¡por caridad de Dios! ahorrarse la regañada y darles la información ansiada: Su
que—
a que el viernes por la tarde estarían presentes en la casa fa- rido hermano tiene que estar vivo todavía, Dios me lo avisa.
miliar. Asi que no es tiempo todavía de andar
con estas alilayas Pero
Dos días antes de la fecha, las hermanas se encargaron como ustedes se mueren por saberlo, con el permiso de Dios
de que dos sobrinos fueran a los ranchos de sus respectivos les quiero decir que se calmen;
que se calmen de una vez por—
padres y se los trajeran, a cabeza de silla si es necesario, y de que... porque Juan Justino no ha hecho ninguna testación. Lo
ustedes va a ser la responsiva si alguno falta, los amenazaron. único que previó, es depositar todo en una cuenta de banco
El amanecer del viernes llegó un poco retrasado por— allá abajo. Y ni yo, oíganlo bien, ni
yo ni su hermana Fidelia,
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139
juan justino judicial
Gerardo Cornejo M,

hermanas y las cuñadas) que les informara quién, o quiénes


quisimos saber nunca quién, o quiénes, son sus beneficiados, eran los beneficiarios de la cuenta y cuál era el saldo repar—
beneficiarios o como se diga pues. Eso, oiganlo bien, eso sólo tible.
le toca a él decidirlo. Y mientras él viva, les exijo que tengan Y las vueltas se multiplicaron hastaque el expediente
vergiienza y demuestren respeto a la familia no volviendo a men— se abrió con un acta falsa de defunción. las actas de nacimien-
cionar el asunto ni entre ustedes, ni mucho menos delante de to de cada uno de los solicitantes y, finalmente, la solicitud de
mi. información firmada o huellada por todos.
Que la cara se les cayó hasta el suelo a todos y que el Y, cuando el gerente se sintió bien cubierto, los citó
café se les desparramó entre las manos temblorosas, lo conta-
para informarles.
ron indignadas las cuñadas que ni estuvieron allí. Lo que pasa Cinco hermanos y dos hermanas se descolgaron en-
es que nuestros maridos son unos coyones que le tienen mie- tonces hasta Pie de la Cuesta sólo para oír, todos en vilo, que…
do a la vieja y no se atreven a nada aunque estén en su dere-
que habia sólo tres, sólo tres beneficiarias.
cho. Para más sean las hermanas que si se abocan a mover la —¿Treees nomáaas...? —gritaron a coro
ellos
cosa, si no fuera por ellas todo se quedaría como está y —Sí…tres mujeres.
como si nada ái nomás acostados alrededor de las hornillas to— —¿Mujeres…? ¿quiénes...? ¿por qué?
mando café y sacándole el bulto al asunto. Son unos tuturus- —Puedo decirles quiénes, pero no por qué —los atajó
cos que en la mañana no hacen nada y en la tarde descansan. el gerente.
¡No... si éstos se conforman, todos nos vamos a quedar nomás —Está bueno pues… entonces... ¿quiénes?
venteando! -Felizarda Sagrario de Altata, Fidelia Altata Sagrario y Ro—
Y todos fuimos testigos de que a fuerza de repetir su melia Dorantes Nomás.
letanía, las cuñadas le removieron la avaricia a las hermanas De las miradas que se entrecruzaron; de las palideces
que a su vez le sacudieron la indolencia a sus hermanos, por que les blanquearon la cara y de las maldiciones que se les es—
eso, acordaron entre todos otra vez, una asamblea familiar sin caparon, platicó después el gerente mismo, pero se dice que
la presencia de la madre. Allí fue donde se decidió que dos de el hermano Romualdo, bien encizañado, bailó en el sombrero
los más despabilados pasaran La Frontera de los Vientos y ba-
y que la hermana Herminia se orínó en los calzones.
jaran hasta Pie de la Cuesta. Irian al banco; informarían al ge— —Y ahora
que he cumplido con mi obligación de infor—
rente de la muerte de Juan Justino; lo convencerían de que marles, ustedes tienen la de ayudarme a encontrar a las tres
estaban previniendo problemas posteriores (según se los había beneficiarias para notificarles y que ellas me den las instruc-
pedido el querido hermano antes de emprender su viaje sin ciones de lo que se hará con el dinero porque, hasta ahora,
regreso a la cordillera) y le pedirían (o le exigirían, según las
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Gerardo Cornejo M. juan ]ustina judicial
ellas no saben nada de este asunto —les dijo el hombre una parte de… —¡Ningún pelear, a ninguna desconocida nada...! —in—
vez que calculó que el alma les había vuelto al cuerpo. terrumpió doña Felizarda con un grito de autoridad—. Todo
El ascenso de regreso por aquella brecha pedregosa, este reborujo inútil y vergonzoso lo han ocasionado ustedes
abierta a pico en la roca colorada y bordeada de abismos, nun- porque siguen como cuervos picoteando a un hombre todavia
ca se les había hecho tan penoso como ahora que cargaban vivo. Ni tanta necesidad que tuvieran, ni si estuvieran muertos
con tamaña desilusión y sangraban por la mordedura del re- de hambre se podría creer esto. Pero de lo que se mueren es de
sentimiento. Por eso ni notaron el cambio de los vientos cuan- avaricia así que si mi hijo me deja algo, cuando lo haya aban-
do subieron a la cumbre y al llegar al pueblo ya nadie tuvo donado la vida, ya veré cómo les tiro a la jeta mi parte aunque
que avisar a doña Felizarda que venían derechito a su casa. me quede sin cinco y nomás para asegurarme de que cuando
Y, cuando ya calmados empezaron a deliberar, Manuel me llnge el momento me dejen morir a gusto y no me vayan
Maria, en su papel de hermano mayor, habló con autoridad a enterrar viva. Yo… ese dinero no lo quiero. Pero, óiganlo
para decirles, lo he pensado despacio y creo que a lo mejor muy rete bien: el de Fidelia no lo tocarán ni muertos. Y… y al
así la cosa está justa porque al fin de cuentas ellas dos son las que me vuelva a hablar sobre esto, lo dejo sin su parte. Y se
que lo merecen más y además lo van a necesitar más que na- me van ahora mismo hasta la cordillera a buscar a su hermano
dien. Y la otra… pues la otra quién sabe quién será pero de que a lo mejor los está necesitando.
seguro algo muy grande le quedó a deber mi hermano y no Y dicen que fue la primera vez que doña Felizarda los
debemos violentar tanto su voluntá. Así que yo creo que mejor despidió sin echarles la bendición.
ái la dejamos.
—Qué dejamos ni qué el carajo —reaccionó rápida la
Herminia— dicen que ésa es una suripanta de ésas de abajo
y que vivió con él en amasiato.
—No escierto ——atajó Manuel María— vivían en Navolato.
—Arrejuntados quise decir bruto. ¿Entonces vamos a que-
damos como si nada mientras una desconocida nos birla una
parte que de otra manera seria para nosotros? —remachó
apoyada en la opinión de la otra hermana, luego en la de las
cuñadas y, finalmente, en la de los otros hermanos. Y se en-
tabló entonces una discusión desigual que no tardó en conver—
tirse en acuerdo unánime: le pelearían a la desconocida su

142 143
XV
Remate

Ruz/¡1ng ¡10 0121 (lv ¡¡¡/¿1


… (.“115¡ru dv ¿tpv/alu u
S1HH_/IIHII]IUHVII! Alla/u
f0_uúumuf¡rmu el ¡muy…
¿¡Heer1xusúl!rmus ww… ul…
run/mn) comu lux/¡gu

¿1 luna ya quiso llenar su ¿uo —dijo doña Ninle dando


por terminada la espera— y ya caben en su luz todos los
saberes juntos que han sido llamados por buscar tu alí—
vio. Por eso ya terminaron la llegada los ancianos de los mon—
tes de más arriba y esta noche será palabreado el acuerdo. Por
eso tres de ellos tienen que hacer palpazón de la malatía y hm—
pizizón de malos humores.
Así fue como. dicen. Juan Justino“ se sometió al su ul-
timo examen y a su última esperanza.
Durante toda la tarde. los ancianos tentaleuron la zona
afectada y fueron haciendo rayas en el suelo como ;lnotacione>
para el diagnóstico final. Luego rnurmururon palabras por lo bajo
que más parecian oraciones. Hasta que. ya metido el sol, se sen»
(¿ron & espemr en el centro de la cueva. Luego se [es unieron los
demás. uno a uno. hasta que se comple[ó un círculo de los siete.

14%
Gerardo Cornejo M.
juan ]uslino judicial
Y se cuenta que por varias horas balbucearon cánticos
nooo, no yo mismo, hermanita, no aunque aquí me clave,
extraños, quemaron hojas olorosas y deliberaron sobre lo que
los tres examinadores les decían. nooo…
Doña Ninfa quedó extrañada y no pudo traducir muy
Luego quedaron en silencio por un largo rato hasta
bien aquello, pero no pareció necesario porque los ancianos
que de nuevo alguno empezó un murmullo distinto y los de—
más le respondieron con el suyo. Y asi, hasta que se metió la tomaron aquella reacción como natural y decidieron retirarse
luna. a esperar la última decisión que Juan justino Altata Sagrario
tendría que hacer en su vida. Por eso él cayó otra vez en aquel
Hacia el amanecer, cuando ya el alba permitió ver los
pesado silencio que disfrazaba de sueño pero que no era sino
gestos, fueron levantándose uno a uno hasta quedar parados al-
rededor del tapeiste del enfermo. un hervor de pensamientos encontrados.
Y todo volvió a estancarse en un estado que nadie qui-
Y entonces hablaron en su lengua.
so darle prisa.
—Que han reborujado todo lo sabido de tu mal —em-
Así pasó toda la tarde hasta que ya para anochecer.
pezó a traducir doña Ninfa— que han buscado todas las cu-
Juan Justino dio muestras de querer hablar y la Fidelia le acer—
ras; que han recordado todos los casos que se saben y se han
có la oreja para oírle decir, hermanita, vida mia… si ya he pasa—
oído de lo que hay que hacer y que han, que han llegado al
do chiclán toda mi existencia, no quiero hacer esto nomás por
acordado de que no hay otra salidera que cortar el mal de a ráiz,
pegarle unos cuantos meses o, tal vez unos cuantos días más
y que, que”l mejor en hacer eso, eres, eres: el tú mismo.
a esta perra vida. Y ultimadamente y por derecho, yo ya fui
—¿O sea que yo mismo… yo mismo tengo que...
capado por esta pudrición que me tiene comida la varonía,
teniente Castro te acuerdas que eras el maestro en esta opera-
ción que te gozabas por dentro cuando sentías el dolor y la hermanita, yo ya por derecho fui capado por la culpa que me
arrancó a pedacitos lo que en otros yo arrancaba entero, yo...
ofensa de tus condenados que llegaste a competir con tus com—
No, mejor llévame a Pinalto hermanita, pero sin acostarme
pañeros sobre quién lo hacía mejor que llegaste a gozar el te—
y sin dejarme dormir porque sólo allá me atreveré a cerrar los
rror de tus víctimas sus estertores suspulsaciones que. .. que por
ojos.
fin se te llegó a ti que porfin te toca saberlo que sintieron que… ..
Y comenzaron el regreso por caminos deslavados por
—que ya me lo esperaba desde hace más tiempo del que que— los escurrimientos de la nieve y por pueblos clausurados por
ría admitir —gritó después de su largo silencio—. Desde el
el frio. Y el hombre sentado allí en medio de la Fidelia y el
principio, desde que sentí la primera punzada, desde que me
revisó el primer matasaludes, desde que llamé al corridero,
otro chofer que tuvieron que contratar; con los ojos tercamen—
te abiertos y el brebaje que le habían preparado los curande—
desde que vine aquí… desde que lo he temido y sabido... pero
ros, listo para atajar los dolores; con la imaginación puesta en
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Gerardo Corn ejo M. Juan ]us!ino judicial
las caras de los que habían sufrido un dolor igual causado por componer un pasado que no podía modificarse un pasado que
él mismo; con la memoria empecinada en recordar sus nom- era tu vida misma porque desde entonces estabas condenadopor
bres: con una letanía de frases que pedían perdón y rogaban tu primera muerte quefue la míay con la que me obligarte a ade—
piedad; con un sollozo de disculpa cuando la imagen de Mar- lan!arme a este rerriiorio donde, ya me acompaña la que fire tu
cial le llegaba nítida para luego disolvérsele en el vacío de la última muerte aquella que tembló entre tus brazos como señal
desmemoria; con… pero los hoyancos y las piedras no daban de despedida que… pero ya no tendré que volverya seré libre ya
reposo a las muelles, de modo que para cuando habían cu- no tendré que mantenerme a tu lado para decirlo que no digas
bierto la mitad de la distancia, ya las llagas le iban supurando porque ya no… porque ya te vas deshaciendo de un cuerpo
un líquido pestilente que se hacía cada vez más abundante. descompuesio porque ya vamos empezando a ser uno porque por
Tres veces pidió a la Fidelia que lo dejara lanzarse a los abis— fin nos vamos uniendo porque después de todas las vidas de
mos que bordeaban el camino, y otras tantas que le regresara todos no somos más que. más que un todo grande. .. y entonces,

su escuadra de repetición. Cuando se convenció de que ella entre ráfagas de frases sueltas, repetía el ruego de que no lo
no le concedería ninguna de las dos cosas, insistió en que lo acostaran, porque, aunque ya esté muerto. insistía, quiero ver
sentaran bajo un gran encino, lo rodearan de nopales, lo cu- por última vez a Pinalto—, sé que ya vamos llegando, ya se oyen
brieran con un grueso colchón de agujas de pino, y volvieran cantar los gallos… quiero que me dejen en el solar de afuera,
por él la mañana siguiente. Ya para entonces la Fide]ia había allí donde viven todos los muertos del pueblo... allí….
decidido desoír sus desvaríos porque le dolian más que a él, Cuando se quedó quieto, la Fidelia pensó que había
y para cuando alcanzaron la segunda madrugada, ya Juan caído en otro de sus hoyos de silencio, pero cuando sintió au-
Justino entraba en un estado de inquietud febril que ocasionó mentaba sobre su brazo, supo que había huido ya de aquel
que las supuraciones aumentaran al grado de que su vendaje cuerpo purulento.
de hojas ya no era más que una masa sanguinolenta de la que
¡
escurría una sanguaza fétída que chorreaba por el asiento.
An'es del amanecer, y cuando ya habían pasado el úl- Y corren la voz las lenguas hornilleras, fogoneras, esquineras,
timo caserío, Juan Justino entró en delirio permanente y sus mentideras, cantineras, y hasta placeras, que por allá por los
arranques de palabras entreconadas parecían confundirse ya lupanares de la Costa Verde, el final del corrido fue zurciéndo
con las otras que le venían como de otra parte y porfin te unes se de boca en boca y que el corrídero aquel no sólo no lo
a mi descanso porfin llegas alfinal de esta espera que co— recompuso sino que le agregó aquel remate de:
menzó desde el momento en que contraiaste al com'dero desde
que comenzaste ¿: repasar lo que habías vivido tratando de
148
Gerardo Cornejo M.
Ya con éxta me vo_vyendo
y digo muy convencido
que si una nace incompleto
hay que darte por servido
y no envidiarle a los otros
lo que [es fue concedida
Índice
Este cantar es textigo
de esta historia singular
___4,4-=e

y dq'a entero el conido -…

quen'éndoles recordar _.

que como justo castigo


Dios lo volvíójudíciul

y que cualquier individuo


. Presagios ........................................................................ 7
que agarrepor ese rea!
. Corrido ..............................................................
queda con exto advertido
que correrá suerte igual.

Asignatura pendiente ....................................................


. 55
VI. El teniente Castro 65
..........................................................
VII." Cambio de vías
.......... .. ..... 73
VIII. ¿Por qué cree que se lo cuento pues?" 79
........................
D(. Como que ya soy otro 85
.................................................
X. ¡Uno también tiene sus motivos! ¿No?
......................... 93
XI. Reclutamientos
.............................................................. 101
XII. Retirada ...............
XIII. Peregrinación ................................................................ 129
XIV. Merodeo de buitres........................................................ 135
XV. Remate .......................................................................... 145
Tipognña: AI/avit. S.A. de CV.
Negativos: Fomnacián Gráfica. S.A. de C. V.
Esta edición de cuatro mil ejemplares
se imprimió en febrero de 1996, en
Avelar Editores. 5. A. Bismarck ¡8.
México, 03510, D. F.

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