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La paz cotidiana por construir

Escrito por Alejandro Cortés Arbeláez*


Lunes 11 de julio de 2016

Los niveles de la paz


Con el acuerdo sobre “fin del conflicto” que hace poco alcanzaron las
delegaciones del gobierno y de las FARC nos acercamos cada vez más al fin
definitivo de las confrontaciones entre el Estado colombiano y la guerrilla más
antigua, grande y poderosa que ha tenido el país. Este no es un logro menor y es
pertinente celebrar la persistencia del gobierno y el mando guerrillero para llegar a
este punto.

Sin embargo, debemos evitar caer en el error de decir que ya llegó “el último día
de la guerra”, pues aún hay varios puntos importantes que deben ser superados
antes de cerrar exitosamente las negociaciones. Por ejemplo sigue pendiente la
definición de los mecanismos de selección de los integrantes de la Comisión para
el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición y de los
magistrados que integrarán las distintas salas de la Jurisdicción Especial para la
Paz y el Tribunal para la Paz.

Además, la firma de un Acuerdo Final no traerá la paz por arte de magia, ya que
los desafíos de la etapa del post-acuerdo probablemente serán más difíciles que
los de las actuales negociaciones. Entre ellos está construir una paz cotidiana
entre los ciudadanos comunes y corrientes, a los que tanto nos cuesta
entendernos y tratarnos con respeto.

Se puede decir que la paz se construye en dos niveles:

• Un nivel político, o “desde arriba”, donde las partes en conflicto buscan


resolver sus diferencias mediante la negociación política; y
• Un nivel social mucho más amplio, que construimos los ciudadanos “desde
abajo”, y en el que debemos desarmar los espíritus y alcanzar la
reconciliación social.

Aunque estos niveles pueden separarse, ambos están profundamente


entrelazados: si no se alcanzan unos acuerdos mínimos de paz social, la paz
política puede acabar convertida en una paz de papel. Por eso ahora que se
acerca la paz política es necesario empezar a preocuparnos por la paz social.
Integrados, apocalípticos y escépticos
Los puntos pendientes de la mesa de negociaciones no son sencillos y los
ciudadanos de a pie no podemos hacer mayor cosa para contribuir a resolverlos.
Pero esto no significa que quienes defendemos el proceso podamos o debamos
asumir un papel pasivo. Es todo lo contrario. Los colombianos de a pie tenemos
un papel fundamental que desempeñar en este momento y durante los primeros
años del post-acuerdo: promover el debate sobre lo aceptable y lo inaceptable de
un acuerdo de paz con las FARC.

En una columna reciente, Rafael Grasa distinguió tres visiones de los colombianos
respecto del proceso de La Habana:

1) Los integrados, esto es, los optimistas radicales;

2) Los apocalípticos o pesimistas radicales; y

3) Los escépticos es decir, quienes se encuentran en una posición intermedia


entre integrados y apocalípticos y se mantienen en un prudente “ya veremos”.

En aras de una mayor precisión, dividiré esta última categoría en dos:

3.1) Los pesimistas escépticos, que tienen muchas dudas sobre las negociaciones
de paz, pero aun así les conceden el beneficio de la duda; y

3.2.) Los optimistas escépticos, que tienen puestas sus esperanzas en el proceso,
pero son conscientes de que este puede fracasar y de que la firma de un acuerdo
final con las FARC no traerá ríos de leche y miel a Colombia.

Los integrados y los apocalípticos se miran mutuamente con desprecio y ven al


otro como un enemigo con convicciones irracionales o, peor aún, como una
persona malintencionada que quiere hacerle daño al país. Estas dos posiciones
son inconvenientes e incluso peligrosas, puesto que en el actual clima de
polarización política, podrían llevar a episodios de violencia.

Frente a esto, los escépticos –optimistas o pesimistas– podemos servir como


correa de transmisión entre las dos posiciones radicales, pues al estar entre
ambas tenemos la capacidad de ver las razones que mueven a integrados y
apocalípticos, comprender que en ambos lados hay personas que quieren lo mejor
para el país y tender puentes entre los extremos.
Por eso debemos hacer un esfuerzo para mostrar a los apocalípticos que los
integrados:

• No son aliados ni idiotas útiles de las FARC, sino ciudadanos que


consideran que la forma más expedita de acabar con el sufrimiento que
causa el conflicto armado es a través de una negociación donde es por
definición inevitable hacer algunas concesiones.
• No son insensibles frente a las víctimas del conflicto sino que, por el
contrario, consideran que es preferible tragarse algunos sapos en materia
de justicia retributiva con tal de que esto contribuya a disminuir el número
de víctimas futuras del conflicto armado.
• No son necesariamente santistas y mucho menos “enmermelados” del
gobierno. Algunos podrán ser seguidores del presidente Santos, otros no,
pues le apoyan en lo que se refiere al proceso de paz pero son críticos de
otras políticas de su gobierno.

Por otra parte, los escépticos también debemos hacer un esfuerzo para mostrar a
los integrados que los apocalípticos:

• No son amigos de la guerra ni simpatizantes del paramilitarismo. Son


colombianos que piensan que algunas de las concesiones que se le han
hecho a la guerrilla son demasiado amplias, dudan de la buena fe de las
FARC y temen que las negociaciones lleven a un empoderamiento de la
guerrilla y a un escalamiento de la violencia. También les preocupa que
algunas cuestiones pendientes en La Habana (como las mencionadas al
inicio de este texto) acaben siendo resueltas de una manera excesivamente
favorable para las FARC.
• No son simplemente ricos urbanos que no saben lo que es la guerra.
Algunos lo son, pero otros, como Fernando Ricaurte (mencionado en un
reportaje de Pacifista), la han visto de cerca y es precisamente esa
experiencia la que les hace difícil aceptar las negociaciones con las FARC.
• No son necesariamente uribistas ni partidarios del Centro Democrático.
Seguramente una buena porción de los apocalípticos simpatiza con el
expresidente Uribe, pero esto no es pecado. Por otra parte, es
perfectamente posible dudar de las FARC sin ser simpatizante de Uribe.

La actitud deliberativa
En el campo de la teoría política contemporánea ha venido tomando fuerza la
“democracia deliberativa”. En el modelo deliberativo de la democracia se espera
que cada ciudadano ingrese a la arena política con una serie de opiniones y
argumentos para defender.

Además de esto, el ciudadano debe estar acompañado por una convicción muy
valiosa: estar dispuesto a escuchar los argumentos de los demás y a modificar –
parcial o totalmente– sus propias convicciones si, después de un debate
razonado, se da cuenta de que los argumentos de sus contradictores fueron
superiores a los que él esgrimió.

Esto no significa que necesariamente deba asumir como propia la posición


opuesta, pues puede reformular sus argumentos con las críticas recibidas para
volverlos a presentar en la esfera pública, donde debe primar lo que el filósofo
Jürgen Habermas llama la “coacción no coactiva del mejor argumento”.

Algunos de quienes defendemos el proceso de negociación con las FARC


hacemos esto porque tenemos la esperanza de que un acuerdo de paz contribuya
a profundizar nuestra democracia. Y por tener esta motivación debemos promover
prácticas democráticas en nuestras interacciones cotidianas y tratar a nuestros
contradictores políticos como personas que pueden tener razones admisibles para
estar en desacuerdo con nosotros. También tenemos el deber de promover la
actitud deliberativa entre quienes tienen posturas cercanas a la nuestra.

Debemos construir puentes entre ciudadanos que tienen posiciones opuestas y


demostrar que aunque es imposible que nos pongamos todos de acuerdo, sí es
posible llegar a consensos mínimos sobre las reglas del debate público (hablar
con argumentos, oír a los de los demás y no demonizar al otro) que permitan la
construcción de una paz cotidiana que vaya más allá de las negociaciones en La
Habana.

* Politólogo, investigador del Centro de Análisis Político de la Universidad Eafit y profesor de


cátedra en la Misma institución. alejandrocortes90@gmail.com

Consultado en: http://www.razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/9576-la-


paz-cotidiana-por-construir.html

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