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UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL NORTE

DEPARTAMENTO DE TEOLOGIA
ANTOFAGASTA

CAPÍTULO V DEL DIRECTORIO ECUMÉNICO

NOMBRE ESTUDIANTE
Marcela López González
lopezgonzalez.marce@gmail.com

CARRERA
Licenciatura en Ciencias religiosas y eclesiásticas

ASIGNATURA
Introducción al Derecho Canónico
PROFESOR
Padre Ibar Astudillo Godoy
LA COLABORACIÓN ECUMÉNICA, EL DIÁLOGO Y EL TESTIMONIO COMÚN

El ecumenismo está presente cuando los cristianos se unen para vivir la palabra de Dios y orar, dando
testimonio de su fe y de su bautismo en nombre de Dios Padre, del hijo el salvador y del Espíritu Santo,
que une y transforma todo con su fuerza y amor. También se dan otras expresiones ecuménicas, basadas
en esta unión de vida y dones espirituales, que expresan y favorecen la unidad, destacando el
testimonio del poder salvífico del evangelio y que todos los cristianos deben mostrar al mundo. Para
ello lo podemos hacer, a través del estudio y difusión de la Biblia, la catequesis, los estudios litúrgicos,
la Pastoral y otras actividades ligadas al servicio de caridad en un mundo, que desea alcanzar la
justicia, la paz y el amor, junto con poner de manifiesto el rostro del Cristo servidor.
Los cristianos deben abrir su corazón al lamento de las necesidades humana, que presenta nuestro
mundo, junto con aportar en todos los campos de la vida humana, donde existe una necesidad de
salvación y que se hace más eficaz cuando todos participan de esta misión y se visualiza su unidad para
lograrlo.
Ahora bien, cuando se presenta una ausencia de comunión entre las diversas Iglesias y comunidades
cristianas, se produce una divergencia en la enseñanza de la fe y de la moral, que traen al recuerdo una
historia de separación, que pueden limitar lo que todos los cristianos unidos pueden realizar ahora. Sin
embargo cuando se actúa en colaboración, es más factible que se cumpla la misión a la cual todo
cristiano está llamado.
La colaboración ecuménica considera la participación de las diferentes Iglesias y Comunidades
eclesiales en programas establecidos por uno de sus miembros, con la coordinación de acciones
independientes, con iniciativas y programas vinculados. Además se pueden crear consejos o comisiones
en forma permanente, para favorecer las relaciones entre las diversas Iglesia y otras Comunidades
eclesiales e iniciar entre ellas la colaboración y el testimonio común.
En todo tipo de encuentro ecuménico y de proyectos de cooperación, es necesaria la participación
católica para que se respeten las normas establecidas por la autoridad eclesiástica del lugar. Finalmente
quien tiene el deber de juzgar la oportunidad y la pertinencia de todo lo relacionado con la actuación
ecuménica, es el Obispo de la diócesis. Además las directrices con que deben actuar los Obispos,
Sínodos de las Iglesias orientales católicas y las conferencias Episcopales son dadas por la Santa Sede.
La colaboración ecuménica también se puede dar, cuando hay encuentros de representantes de la
Iglesia autorizados y Comunidades eclesiales, junto con considerarlos como un importante testimonio
del compromiso de aquellos, que participan de la promoción de la unidad de los cristianos y que a la
vez con estos encuentros se puede imprimir un sello de la autoridad con que actúan los miembros de la
Iglesia y de las Comunidades, junto con examinar situaciones problemáticas articulares y las labores
de cooperación ecuménica.
Para promover la unidad y la colaboración ecuménica, existen los Consejos de Iglesias y los Consejos
cristianos .El Consejo de Iglesias está conformado por varias Iglesias y es responsable ante las Iglesias
que lo constituyen. El Consejo cristiano se compone de otras organizaciones y grupos cristianos
además de Iglesias. En general, Consejos e instituciones similares tratan de dar a sus miembros la
posibilidad de trabajar juntos, de iniciar un diálogo, de superar divisiones e incomprensiones, de
mantener la oración y el trabajo por la unidad, y de dar, en la medida de lo posible, un testimonio y un
servicio cristiano comunes.
Es un deseo que la iglesia católica logré a diversos niveles, la expresión justa de sus relaciones con las
otras Iglesias y Comunidades eclesiales, considerando que los Consejos de Iglesias y los Consejos
cristianos son lo más importantes de la colaboración ecuménica, hay que alegrarse de los contactos que
se mantienen entre todas las Iglesias y comunidades eclesiales.
Los obispos de una región toman la decisión de unirse a un Consejo y son los responsables de que se
mantenga la participación Católica en dicho consejo. En el caso de los Consejos nacionales son los
Sínodos de la Iglesias orientales católicas o la conferencia episcopal, los encargados. Cuando analicen
la posible pertenencia a un Consejo, y mientras toman la decisión, las autoridades competentes
deberían ponerse en contacto con el Consejo Pontificio para promover la unidad de los cristiano.
Siempre hay que considerar que la participación en la vida del consejo, es una oportunidad pastoral,
que debe ser compatible con la enseñanza de la Iglesia católica y que su identidad no se puede
empañar. Por lo que primero, debe haber una claridad doctrinal, sobre todo cuando se trata de
eclesiología. Como consecuencia de esto, ni los consejos de las Iglesias, ni los Consejos cristianos
contienen el inicio de una nueva Iglesia, que reemplace la comunión que existe en la Iglesia católica.
También es necesario prestar atención al sistema de representación de estos consejos y al derecho a
voto, al procedimiento al tomar decisiones, a la forma de hacer declaraciones públicas y al grado de
autoridad que a estás se le atribuye.
Al nivel local hay numerosas ocasiones en que se presenta el intercambio entre cristianos, desde las
conversaciones informales de la vida diaria hasta llegara a las sesiones, para examinar juntos los
problemas de la vida local o de grupos profesionales particulares (padres, educadores, médicos,
trabajadores sociales) y los grupos de estudio sobre temas específicamente ecuménicos.

Los diálogos pueden ser realizados por grupos de laicos, de clérigos, de teólogos profesionales o por
diferentes combinaciones de esos grupos.
Teniendo un estatuto oficial, por el hecho de estar establecidos o autorizados por la autoridad
eclesiástica o no teniéndolo, estos intercambios siempre deben estar impregnados de un vigoroso
sentido eclesial. Los católicos que participan en ellos sentirán la necesidad de conocer bien su fe y
tenerla muy arraigada en su vida, y cuidarán de permanecer en comunión de pensamiento y voluntad
con su Iglesia.

El diálogo está en el centro mismo de la colaboración ecuménica y la acompaña en todas sus formas.
Este diálogo requiere que se escuche y se responda, que se trate de hacer y comprender. Hay que estar
dispuesto a plantear cuestiones y a la vez ser interrogado. Hay que comunicar algo propio y tener
confianza, en lo que los demás informan de sí mismos. Cada interlocutor debe estar dispuesto a dar
siempre más aclaraciones y a modificar sus puntos de vista personales, junto con sus modos de vivir y
de actuar, dejándose guiar por el amor auténtico de la verdad. La correspondencia y el compromiso
mutuo, así como el sentimiento de que los interlocutores se sitúan en una posición de igualdad, son
elementos esenciales del diálogo. El diálogo ecuménico permite a los miembros de las diversas Iglesias
y Comunidades eclesiales llegar a conocerse entre sí, a tener claro los temas de fe y de práctica que
tienen en común y los puntos en que diferencian. Tratan de comprender las raíces de estas diferencias y
valorar en qué medida conforma un obstáculo real a una fe común. Cuando reconocen que las
diferencias constituyen una barrera real a la comunión, tratan de hallar los medios para superarlas a la
luz de los puntos comunes que tienen de la fe.
También se debe considerar el trabajo común relativo a la Biblia, donde la Palabra de Dios, entregada
en las Escrituras, alimenta de variadas formas la vida de la Iglesia y es "un instrumento insigne en las
manos poderosas de Dios para obtener la unidad que el Salvador ofrece a todos los hombres". La
devoción de las Escrituras es un lazo fundamental de unidad entre los cristianos, lazo que permanece
aun cuando las iglesias y Comunidades eclesiales a las que pertenecen no están en plena relación unas
con otras. Todo lo que se pueda hacer, para que los miembros de las Iglesias y de las Comunidades
eclesiales lean la Palabra de Dios, y en lo posible lo hagan juntos, fortalece este lazo de unidad que ya
los une, los abre a la acción unificadora de Dios y refuerza el testimonio común de la Palabra
salvadora de Dios que se da al mundo entero.
Los católicos pueden conllevar el estudio de las Escrituras con miembros de otras Iglesias y/o
Comunidades eclesiales de bastantes maneras y a muchos niveles diferentes, partiendo de un trabajo
que puede realizarse en grupos de vecinos o parroquiales hasta el de la investigación científica entre
exegetas profesionales. Para obtener un valor ecuménico, a cualquier nivel o estudio siempre debe estar
fundamentado en la fe y alimentarla. Frecuentemente hará ver con claridad a los participantes, en qué
medida las posiciones doctrinales de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales y sus diferentes
maneras de ver en la utilización y exégesis de la Biblia conducen a interpretaciones variadas de ciertos
pasajes. Es útil para los católicos que las ediciones de las Escrituras que emplean, destaquen los
pasajes en que se ve comprometida la doctrina de la Iglesia. No dejarán de enfrentar las dificultades y
diferencias que causa el uso ecuménico de las Escrituras con comprensión y lealtad para con la
enseñanza de la Iglesia. Tampoco les puede significar un impedimento, para reconocer lo cercanos que
están a los demás cristianos en la interpretación de las Escrituras. Por ese camino, llegarán a valorar la
luz que la experiencia y las tradiciones de las diversas Iglesias pueden proyectar sobre pasajes de la
Escritura que son especialmente significativos para ellos. Estarán abiertos a la posibilidad de encontrar
en las Escrituras nuevos puntos de inicio, para discutir sobre temas controversiales. Además estarán
estimulados, para descubrir el significado de la Palabra de Dios en relación con las situaciones
humanas actuales que comparten con sus hermanos cristianos, junto con experimentar con gozo el
poder unificador de la Palabra de Dios.
En el campo de la catequesis, la Iglesia católica reconoce que en situaciones de pluralismo religioso la
colaboración en el ámbito de la catequesis puede enriquecer su vida y la de las demás Iglesias y
Comunidades eclesiales, completando la catequesis normal que de todas maneras deben recibir los
católicos y que además pueden fortalecer su capacidad de dar en medio del mundo un testimonio
común de la verdad del Evangelio, en la medida actualmente posible. El fundamento de esta
colaboración, sus condiciones y sus límites se exponen en la Exhortación apostólica Catechesi
Tradendae.
Hay países en que el Estado o circunstancias particulares aplican una forma de enseñanza cristiana
común a católicos y otros cristianos, que contienen los libros de texto y el contenido del curso, ya
fijado. En estos casos no se trata de una verdadera catequesis, ni de libros que puedan usarse como
catecismos. Sin embargo, tal enseñanza tiene un auténtico valor ecuménico cuando presenta lealmente
elementos de la doctrina cristiana. Aun apreciando el valor potencial de tal enseñanza, en esos casos
sigue siendo no menos indispensable asegurar a los niños católicos una catequesis específicamente
católica.
Cuando la enseñanza de la religión en las escuelas se realiza en colaboración con los miembros de
religiones variadas de la cristiana, por lo que hay que hacer un esfuerzo particular para asegurarse de
que el mensaje cristiano se presente, de forma que se destaque la unidad de fe existente entre los
cristianos en temas fundamentales, al mismo tiempo incluso considerando las divisiones que existen y
los pasos que se han dado para superarlas.
Además en la actividad misionera, también se puede presentar el testimonio ecuménico. Para los
católicos, las bases de la colaboración ecuménica con los otros cristianos en misión son: "el
fundamento del bautismo y el patrimonio de fe que nos es común". Las demás Iglesias y Comunidades
eclesiales que llevan a los fieles a la fe en Cristo Salvador y al bautismo en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo, los conducen en la comunión real, aunque imperfecta que existe entre ellos y
la Iglesia católica. Los católicos desearían con toda su fuerza, que todos los llamados a la fe cristiana se
unan a ellos en esa plenitud de comunión que, existe en la Iglesia católica, según su fe. No obstante,
reconocen que algunas personas pasarán, en Providencia de Dios, toda su vida cristiana en Iglesias o
Comunidades eclesiales, que no aseguran esta plenitud. Intentarán respetar con mucho cuidado la fe
viva de las demás Iglesias y Comunidades eclesiales que predican el Evangelio y también se alegrarán
de que la gracia de Dios actúe entre esas personas.

Los católicos pueden unirse a las demás Iglesias y Comunidades eclesiales, siempre y cuando no exista
nada de sectario o de deliberadamente anticatólico en su trabajo de evangelización, en organizaciones y
programas que aporten a las actividades misioneras de todas las Iglesias participantes un apoyo común.
Uno de los objetivos específicos de tal colaboración será asegurar que los factores humanos, culturales
y políticos que estaban implicados en las divisiones originarias entre las Iglesias y que han marcado la
tradición histórica de separación, no se trasladen a los lugares donde se predica el Evangelio y donde se
fundan Iglesias.

La colaboración ecuménica es especialmente necesaria en la misión que se debe hacer con las masas de
personas descristianizadas de nuestro mundo actual. Para los cristianos aún divididos, la capacidad de
dar un testimonio común, ya desde ahora, de las verdades centrales del Evangelio puede ser una
tremenda invitación a una renovada estima de la fe cristiana en una sociedad secularizada; Una
evaluación común de las normas de ateísmo, de secularización y de materialismo que actúan en el
mundo actual y a la vez una forma común de tratarlas, serían muy provechosas para la misión cristiana
en el mundo contemporáneo.

Además, hay que dar un lugar importante a la colaboración entre los miembros de las diferentes
Iglesias y Comunidades eclesiales en la reflexión que constantemente necesitamos sobre él sentido de
la misión cristiana, sobre el modo de promover el diálogo de salvación con los miembros de otras
religiones y sobre el problema general de la relación entre la proclamación del Evangelio de Cristo,
además de las culturas y formas de pensamiento del mundo contemporáneo.

En el mundo actual son cada vez más numerosos los contactos entre cristianos y personas de otras
religiones. Estos contactos difieren absolutamente de los contactos entre las Iglesias y Comunidades
eclesiales cuyo fin es restituir la unidad querida por Cristo entre todos sus discípulos y que con razón,
se les llama ecuménicos. Pero en la práctica, están profundamente influenciados por estos últimos y a
su vez en las relaciones ecuménicas, mediante las que los cristianos pueden profundizar en el grado de
comunión que entre ellos existe. Estos contactos componen una parte fundamental de la cooperación
ecuménica. Esto es especialmente cierto en relación a todo cuanto se hace por desarrollar las relaciones
religiosas privilegiadas que los cristianos tienen con el pueblo judío.

Los indicadores que los católicos, deben tener sobre sus relaciones con los judíos emanan de la
Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo y las referentes a las relaciones con los
miembros de otras religiones, que emanan del Consejo pontificio para él diálogo interreligioso. Al
instituir relaciones religiosas con los judíos y en sus relaciones con miembros de otras religiones, según
las directrices apropiadas, los católicos pueden encontrar numerosas ocasiones de colaborar con
miembros de otras Iglesias y Comunidades eclesiales. Existen bastantes campos en las que los
cristianos pueden colaborar en un diálogo y una acción común con los judíos, como por ejemplo
luchando juntos contra el sectarismo, antisemitismo o el fanatismo. La colaboración con otros
creyentes puede considerar sobre asuntos de valoración de las perspectivas religiosas, sobre problemas
de justicia y de paz, de apoyo a la vida familiar, de respeto hacia las comunidades minoritarias; pero
esta colaboración puede enfrentar también los numerosos y nuevos problemas del tiempo presente. En
estos contactos interreligiosos los cristianos pueden apelar juntos a sus fuentes bíblicas y teológicas
comunes, contribuyendo de esa forma a aportar los puntos de vista cristianos en este contexto
ampliado, de un modo que favorezca al mismo tiempo la unidad cristiana.

También la Iglesia católica considera que la colaboración ecuménica en la vida social y cultural
constituye un aspecto importante del trabajo orientado a la unidad. El decreto sobre el ecumenismo
estima que tal cooperación expresa con claridad la relación que une a todos los bautizados. Por eso
anima y apoya formas muy concretas de colaboración.

Lo principal es que la colaboración ecuménica en la vida social y cultural debe hacerse en el contexto
global de la búsqueda de la unidad de los cristianos. Si no va unida a otras formas de ecumenismo,
especialmente la oración y el compartir espiritual, puede fácilmente confundirse con intereses
ideológicos o puramente políticos y convertirse así en un obstáculo al progreso hacia la unidad. Como
todas las otras formas de ecumenismo, debe ser supervisada por el obispo del lugar, por el Sínodo de
las Iglesias orientales católicas o por la Conferencia episcopal.

Mediante esta colaboración todos los que creen en Cristo pueden aprender con facilidad a conocerse
mejor unos a otros, a estimarse más y a preparar el camino de la unidad de los cristianos. El Papa Juan
Pablo II informó en varias ocasiones, que la iglesia católica está comprometida en la colaboración
ecuménica, la misma afirmación se expresaba en la declaración conjunta del Cardenal Johannes
Willebrands y del Doctor Philip Potter, Secretario general del Consejo ecuménico de las Iglesias en
1984.

Las Conferencias episcopales regionales o nacionales, en colaboración con las otras Iglesias y
Comunidades eclesiales, junto con los Consejos de las Iglesias, podrían componer grupos destinados a
dar una expresión común a los valores cristianos y humanos fundamentales. Esta especie de
discernimiento realizado en común, ayudaría a proporcionar un importante punto de partida para
abordar ecuménicamente asuntos de naturaleza social y ética; esto desarrollaría la dimensión moral y
social de la relación parcial, de que ya participan los cristianos de las diversas Iglesias y Comunidades
eclesiales.

El estudio común tiene como objetivo de este tipo es promover una cultura cristiana, una "civilización
del amor", el humanismo cristiano, que han expresado anteriormente los Papas Pablo VI y Juan Pablo
II. Para construir esta cultura debemos instituir con claridad que valores la componen y cuáles la
amenazan. Por ende este estudio implicará por ejemplo un reconocimiento del valor de la vida, de la
significación del trabajo humano, de las cuestiones de justicia y de paz, de libertad religiosa, de los
derechos del hombre y del derecho a la tierra. Tendrá que resaltar además los factores que en la
sociedad, amenazan a los valores fundamentales, como la pobreza, el racismo, el consumismo
exagerado, el terrorismo, así como todo, cuanto amenaza la vida humana en cualquier etapa de su
desarrollo. La larga tradición de la enseñanza social de la Iglesia católica podrá aportar bastantes
lineamientos e inspiraciones para este tipo de colaboración.
Existe un enlace intrínseco entre el desarrollo, las necesidades humanas y la protección de la creación.
La experiencia nos ha enseñado que el desarrollo que responde a las necesidades humanas no puede
hacer mal uso ni abusar de los recursos naturales sin graves consecuencias.

La responsabilidad de cuidar la creación, que tiene su propia dignidad particular, ha sido entregada por
el Creador mismo a todos los pueblos, como custodios de la creación. A variados niveles se alienta a los
católicos a ser parte iniciativas comunes destinadas al estudio y a la acción en torno a los problemas
que amenazan la dignidad de la creación y hacen peligrar a la raza humana completa. Otros temas para
tal estudio y acción pueden incluir, ciertas formas de industrialización rápida y de tecnología
incontrolada, que provocan la contaminación del entorno natural y a su vez graves consecuencias para
el equilibrio ecológico, como la destrucción de los bosques, los experimentos nucleares y el empleo
irracional o mal uso de los recursos naturales, renovables o no renovables. Algo importante a
considerar de la actuación común, consiste en enseñar a los hombres a usar estos recursos, junto con
planificar su uso y a proteger la creación.

El campo del desarrollo humano ofrece una variedad de posibilidades para la colaboración entre la
Iglesia católica, las Iglesias y Comunidades eclesiales al nivel regional, nacional y local. Tal
colaboración incluiría entre otras, la acción por una sociedad justa, por la paz, por la promoción de los
derechos y de la dignidad de la mujer, junto con la distribución más justa de los recursos. En este
sentido, sería posible asegurar un servicio común a los pobres, a los enfermos, a los disminuidos, a las
personas mayores y a toda persona que sufre a causa de injustas estructuras de pecado. Por lo que se
recomienda especialmente la colaboración en este campo allí donde existe una gran concentración de
población, con graves consecuencias para el entorno, el alimento, el agua, la vestimenta, la higiene y
también los cuidados médicos. Una importante acción de la colaboración en este terreno, podría ser el
ocuparse del problema de los inmigrantes, de los refugiados y de las víctimas de las catástrofes
naturales. Ahora bien, en los casos de urgencia a escala mundial, la Iglesia católica recomienda la
puesta en común de los recursos y servicios con organismos internacionales de Iglesias, por razones de
eficacia y de precio. Además se conseja igualmente la colaboración ecuménica con organizaciones
internacionales especializadas en ese ámbito.

CONCLUSIÓN
El ecumenismo corresponde fundamentalmente a un gran movimiento de unidad de los cristianos y al
cual se ha sumado con exaltación la Iglesia Católica. Además podemos decir que existen diversas
formas de ecumenismo (espiritual, doctrinal, social , entre otros) Pero todos ellos nos llevan a un
mismo objetivo, el cual es promover la unidad de todos los cristianos para llegar a ser la única Iglesia
que Cristo fundó.
A partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica se ha comprometido con esta noble causa. Y es que
con el Decreto sobre Ecumenismo “Unitatis redintegratio” de 1964,se marca un hecho muy
importante, ya que en él se dan las indicaciones precisas para promover, participar y apoyar la unidad,
entre religiones cristianas.
Además nuestra Iglesia ha elaborado otros importantes documentos en relación con el ecumenismo,
hasta alcanzar un punto culminante con la carta encíclica “Ut unum sint” de Juan Pablo II en 1995. En
la actualidad los católicos contamos con un abundante material al respecto, motivados por el ejemplo
del propio Pontífice, que dio grandes pasos en este camino.
Otro aspecto importante que considero destacable del ecumenismo es la celebración de la Semana de
Oración por la Unidad de los Cristianos, que va teniendo cada vez más resonancia entre las diferentes
Iglesias y Comunidades, junto con celebrarse una vez al año.
En Chile el ecumenismo ha avanzado silenciosamente, pero de manera efectiva. Basta con Recordar la
presencia de la Fraternidad Ecuménica de Chile, que se ha convertido en un espacio privilegiado para
quienes quieran apoyar la tarea de la unidad. Otras instancias son el Movimiento de los Focolares, los
Grupos de Oración, entre otros.
También considero destacable el llamado Diálogo Interreligioso, que se va abriendo paso cada vez con
mayor fuerza. La Iglesia Católica también se refirió a las religiones no cristianas en el Concilio
Vaticano II, tampoco se trata de unir a todas las religiones, sino que éstas se conozcan, dialoguen y
vean modo de hacer algo en conjunto.
Por otro lado debemos reconocer que estamos ante un panorama religioso interesante, pero al mismo
tiempo muy complejo, por lo que es necesario estudiar y prepararse mejor para defender y presentar
nuestra fe católica de una forma muy clara. A su vez la participación en el movimiento ecuménico es
muy necesaria en estos tiempos de tanta descristianización.
Nosotros los católicos podemos y debemos crecer junto a los hermanos de otras Iglesias cristianas,
haciendo oídos y respondiendo al petitorio de Jesús. Junto con presentarnos una invitación para ampliar
la mirada más allá de estas Iglesias, lo que implica entrar en contacto con otras religiones existentes en
el mundo de hoy. La Iglesia Católica reanima con gozo, fuerza y esperanza a los fieles a que se
comprometan con el ecumenismo de todo el mundo.
Tampoco podemos dejar de considerar la importancia que se le brinda a las escrituras, es decir a la
Biblia, donde la Palabra de Dios es entregada para alimenta de variadas formas la vida de la Iglesia y
es "un instrumento insigne en las manos poderosas de Dios para obtener la unidad que el Salvador
ofrece a todos los seres humanos"

Finalmente no puedo dejar de destacar la importancia que cobra la catequesis, en términos de favorecer
el ecumenismo, junto con que no debemos descuidar la creación que Dios nos ha dado gratuitamente y
la responsabilidad que tenemos respecto, de atender a las necesidades propias de este mundo
globalizado, como son la pobreza, la guerra, el excesivo consumismo y otros elementos de los que nos
tenemos que hacer cargo.
Aún queda camino por recorrer en consideración del ecumenismo, pero damos gracias a Dios, porque a
través de su Espíritu nos acompaña y nos fortalece para que cumplamos de la mejor forma la misión
que nos ha encomendado, la unión del mundo cristiano y el no dejar afuera a los necesitados del
encuentro con la fe en el Señor.

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