DANIELA GARCIA PALOMER
cree invencible, esta seguro de que nada malo pue-
de pasar. Entonces me apoyé en esa idea protectora
¥ me subt al tren,
Soné un pito y un sinfin de chirridos metali-
08 indies que comenzabs nuestro viaje. No sé qué
hago acd, me dije nuevamente, mientras miraba a
través de los vidrios sucios el enredo de rieles que
lentamente dejsbamos atrds. Mis amigos, ajenos a
mis preocupaciones, refan, jugaban y camtaban,
Queria contagiarme de Ia alegrfa de mis compa-
Feros, asf que me paré y me dirigf hacia un grupo
de amigas que bailaban y cantaban al son de una
—i¥e Dani, baila ti tam!
| —grité la Pancha,
Les obedect. Si algo me encanta es bailar
pero luega de dos 0 tres pasos ya no queria mas.
Disimuladamente dejé el grupo. ¢Qué podia ha-
cer ahora? Divisé a José Luis, Alejandro, Juampi y
Diego conversando y riendo. Me acerqué a ellos.
ees que fue buena idea venir? Imaginate
cudinto me habrias retado si no te hubiese conven.
cido —me dijo Juampi.
Le sonref, eran todos tan buenos amigos. ¢Por
‘qué no podia compartir su entusiasmo? Me sentia
tan fuera de lugar... Puede sonar increfble, pero,
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sueot vin
ahora, a la distancia, creo que mi cuerpo presenta
algo, trataba de ponerme sobre aviso.
Volvi a mi asiento, mientras mis compaferos
circulaban de un vagén a otro, trayendo noticias
de otros estudiantes, Felipe me ofrecié un pedazo
de chocolate. No tenfa hambre, a pesar de que ha-
bia almorzado sélo una escuslida ensalada; sentia|
un nudo en el estémago. Sin embargo, lo reeibi.
[Nunea he podido decir que no a un trozo de choco
late, Me costé tragarlo, pero el sabor dulce en mi
boca me dio energia.
Sintigndome algo mejor, acepté la propuesta
de Diego y Marco de movernos un poco. I vigje
seria largo y era bueno ejercitar algo las piernas,
Comenzamos, entonces, nuestra travesfa para co-
nocer a quienes serian nuestros compafieros 0 ri-
vales en las competencias. A cada vag6n que Ile~
gabamos preguntabamos: gDe qué universidad son
ustedes? {De la Mayor!, v nos quedabamos un rato
conversando con ellos. Luego flamos al siguiente
carro y haciamos la misma pregunta. De la Chile,
nos contestaban, y asf fuimos avanzando. Nos di
pusimos a pasar al tercer vagén de nuestro recorri-
do. Diego iba primero, luego yo y Marco cerraba
nuestra fila, Por fin empecé a pensar que podria
a