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Jéhan DIOSES Y PARI AS

Vellard DE LOS ANDES


El profesor Jehan Vellard es uno de los más destacados peruanistas franceses,
quien dirigió durante varios años ¡'Instituí Troncáis d'Eiudes Andines, visitó va-
rias regiones de nuestro país, especialmente el altiplano, hizo películas sobre los
Urus v los Chipayas y escribió un notable libro: "Dieux et Parias des Andes", que
inexplicablemente está todavía sin traducirse, pese a que fue publicado en 1954.
Para reparar, en parte, esta falta que podría ser considerada como una ausencia
de inquietud de los peruanos, nos permitimos traducir para RUM1, en este número
consagrado a Puno, eí primer capítulo de tan bello libro, iodo él inmerso en una
apasionante búsqueda del último hombre de la mítica raza de los Urus.
Est| Jibrq es la historia de un pequeño grupo la cual no podemos ahogarnos nosotros, ni sentimos
humafíp "¿Hüef habita las lagunas del contorno del el frío del Lago en las noches de invierno. Las he-
lagoTfoi€kca¿ a 4,000 metros de altura, en el cora- ladas neblinas que penetran a los hombres y los
zón o ¡Tía cordillera de los Andes. hacen morir con neumonía, no nos hacen daño. El
Negándose a mezclarse con los demás indígenas, rayo no puede alcanzarnos. No hablamos la lengua
rechazando, inclusive, el nombre de hombres, los de los hombres y ellos tampoco comprenden lo que
Urus hacen remontar su origen a una época fabu- decimos nosotros. Nuestra cabeza es diferente de la
losa, anterior a la creación de los verdaderos hu- de los demás indios. Somos un pueblo aparte, muy
manos, mucho antes del sol de los Incas y de la viejo, el más viejo, el pueblo del Lago, los Kot-
aparición de nuestro sol. Suñs. Nosotros no somos hombres".
Aislados por su raza y por sus tradiciones, ver- Envuelto en su poncho negro, encogido-sobre
daderos fósiles vivientes, pudieron ellos mantener- un poyo de adobes que se desenvuelve en torno de
se hasta nuestros días en sus pantanos cubiertos la única pieza de su pobre cabaña, Manuel Inta,
de juncos, extrayendo todos sus recursos de un nos refería así, una tarde de junio, la génesis de su
ambiente particularmente ingrato. Víctimas incons- raza. Una fogatita de plantas resinosas, la tola, en-
cientes del progreso, van desapareciendo por inca- rogecía su vieja cara arrugada., rodeada por u
pacidad de adaptarse a las nuevas condiciones crea- largo chullo de lana de los indios de los Andes.
das por las facilidades en la comunicaciones, cada Era allí, sobre un pequeño acantilado del Desa-
vez mayores, que transforman a un ritmo cada vez guadero, vertedero del lago Titicaca, en el puebli-
más rápido la vida de los indígenas de los Andes. to de Iru-Itu, donde vivían los últimos Urus. En
Con el pueblo del Lago, con los Urus, últimos esta altura, a 4,000 metros, un helado viento barría
representantes, según sus leyendas, de los pre- el Altiplano, sacudiendo los techos de totoras, en
humanos que habrían vivido antes del sol, antes forma de quilla de barco, y sujetos por gruesas so-
de los incas hijos del sol, y de las otras grandes gas de paja amarradas a clavijas de madera enca-
culturas .indígenas encontradas por los españoles jadas en las paredes de tierra.
en los Andes, cuyos restos aombran a los arqueó- En esa fría noche invernal del Continente aus-
logos, desaparece una de las antiguas y más inte- tral, las estrellas brillaban con un fulgor muy vivo,
resantes razas de América. como en los antiguos tiempos, descritos por el vie-
jo Uru, y se reflejaban en las pequeñas capas de
FIN DE UNA RA_ZA' ' / agua libre, en medio de los totorales que cubren
los vastos pantanos, junto al poblado. Y muy le-
"Nosotros, el pueblo del Lago, los Kot-Suñs, no- jos, en el Sudoeste, iluminada por la luna, baja ya
sotros no somos hombres. Mucho antes que los en el horizonte, se dibujaba la blanca silueta del
Incas, antes que el Padre de los Cielos, Taitito, hu- Sajama, cubierta de hielo, una de las más venera-
biese creado a los hombres, aymaras, quechuas y das y sagradas montañas de Bolivia. El Lago,. la
blancos; antes aún que el sol alumbrase al mundo, vasta llanura, el alto nevado: es toda la Bolivia
antes de la última aurora, anunciadora de la época andina.
actual, cuando la tierra estaba todavía sumida en El narrador estaba acompañado por otras per-
una semioscuridad, iluminada solamente por la lu- sonas ancianas, Luis Inta, casi centenario, Rafael
na y las estrellas, más brillantes que ahora, el la- Vila, con más de ochenta años, Carlos Quispe, uno
go Titicaca, mucho más vasto que el que tú cono- de los más jóvenes, ya de otra generación, que no
> ees, se extendía hasta los confínes del Altiplano. tenía más de sesenta años, y algunas mujeres, to-
Pero nuestros padres ya vivían aquí. Nosotros no das muy envejecidas. Todos mascaban lentamente
somos hombres. Nuestra sangre es negra, razón por el bolo de coca, el acullico, que hincha las mejillas
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y mancha los labios con hilillos verdosos. Sin este blan la antigua lengua. Ya no conocen las tradi-
estimulante, indispensable en todas las activida- ciones. Sus hijos observan el status de la madre.
des físicas o psíquicas de los andinos, no hubiera Son aymaras.
habido velada ni historia. He regresado de los Urus. El poblado apenas
Esa escena tuvo lugar hace ya doce años. (Más tiene una veintena de habitantes, cinco de los
o menos en 1942, N. del T.). El viejo Inta deploró cuales solamente hablan todavía el viejo idioma.
entonces la decadencia de su raza, la que, antaño, Carlos Quispe tiene ahora cerca de 75 años. To-
ocupaba todo el Desaguadero y una parte de las davía está vivo el viejo Rafael, casi centenario,
orillas del Lago Titicaca. Desde entonces, hemos así como su hermana y otra mujer casi igualmen-
repetido nosotros, muy a menudo, estas veladas te vieja. Queda todavía una mujer, depositaría de
en la aldea de los Urus, aunque los que asistían las últimas tradiciones del grupo, Jesusa Salinas,
era cada vez menos numerosos. La mayor parte buena narradora, aunque rara vez se decide a
de los Urus que yo conocí entonces, ha desapare- hablar.
cido. El viejo narrador murió también, a su tur- Nunca más oiremos ya a estos sobrevivientes
no, hace algunos años, en una noche de'invierno, de otra edad pronunciar estas asombrosas pala-
al borde del camino. Agotado por las privaciones, bras salidas de labios humanos: "Nosotros, los del
su corazón fue vencido por el soroche, el mal de pueblo del Lago, no somos hombres".
la montaña, luego de haber traspuesto un eleva- Ellos han desaparecido, convencidos de la an-
do cuello a más de 4,200 metros, yendo a pie al tigüedad de su raza, orgullosos de su lengua y des-
pueblo boliviano de Guaqui. preciados a la vez por todos los demás indios des-
Estos doce años han visto la última parte del de mucho antes de la conquista española, aunque
drama uru, la extinción casi total de esta antigua siendo objeto de un cierto temor a causa de su
raza. Habían sufrido muchas vicisitudes. Empu- origen misterioso que les rodeaba de una miste-
jados por todas las razas indias que se sucedieron riosa aureola semidivina. Sus vecinos los opri-
en el altiplano, despreciados por su baja cultura, mían y molestaban, aunque sin atreverse, sin em-
explotados por unos y por otros, sin amigos y sin bargo, a propasar ciertos límites, de temor de irri-
apoyo, hubieron de refugiarse en las lagunas, don- tar a sus espíritus protectores y de atraer serias
de pudieron sobrevivir hasta nuestros días. Vie- calamidades sobre la región: hambre, granizo, se-
ron ellos desfilar todas las grandes culturas pre- quía, inundaciones... Una vez al año, los ilaca-
colombinas, los constructores del Tiwanaco, ¡os tas de las aldeas aymaras, trajeados en gran for-
orgullosos qollas y hasta el mismo imperio de los ma, llevaban regalos a los pobres Urus, a fin de
Incas. Explotando los míseros recursos de las la- apaciguar a sus achachilas, los espíritus de sus
gunas y de los totorales, pudieron crear una cul- antepasados.
tura propia, muy baja, pero original, la que era Todo eso no existe más. En 1943, el viejo Ma-
suficiente para sus necesidades. nuel Inta me contaba en su lengua la agonía de
Mas ellos dependían directamente del medio. su raza:
Durante muchos años, la región andina sufrió una "Nosotros no podremos partir de aquí jamás.
sequía prolongada. Poca nieve en las cumbres. Desde siempre tenemos aquí demasiadas costum-
Mal nutrido por sus tributarios, el Lago Titicaca bres. Pero nuestro campo nos producirá pocas co-
bajó de nivel cerca de cuatro metros; su vertede- sas. Este año es demasiado seco y las papas no
ro, el Desaguadero, quedó reducido a un hilillo prosperan. Todo lo han quemado las heladas. Por
de agua; desaparecieron las lagunas y, con ellas, eso es que nos vamos. Y ahora, ¿qué haremos? En
los campos de juncos, totorales, base de la econo- la laguna que se seca ya no hay más suches. Ya
mía uru. no hay cañas y tampoco hay huevos de aves. To-
Los viejos, amarrados a sus costumbres, inca- dos los huevos se han ido para el gran lago de
paces de adaptarse a un nuevo género de vida, Guaqui. Los pescados se han ido a Guaqui. ¿Có-
sucumbieron a las privaciones. Los más jóvenes, mo nos alimentaremos ahora? Si este año llueve
se dispersaron, en busca de trabajo junto a los de- bastante, viviremos. Todos regresaremos a nues-
más pescadores del Lago Titicaca y, como colmo tra aldea. Si no llueve lo suficiente, nos morire-
de decadencia, junto a los agricultores aymaras o mos. Comemos pequeñas papitas que cultivamos
en los pueblos del altiplano. para la gente de otra raza (los aymaras). Culti-
El lago ha vuelto a subir desde hace cuatro vando para ellos, las ganamos. Hay pocos pesca-
años. Ha recuperado más de cuatro metros, al- dos y sólo hemos tomado uno de ellos. Tú has vis-
canzando un moderado estiage. Lentamente se re- to qué pequeñito era. Hay que ir lejos para pes-
cuperan los totorales, y, a la par, ve renacer el car. Tenemos la costumbre de regresar de noche
Desaguadero la vida animal: los peces, las aves a nuestra casa. Volvernos a casa para vender nues-
acuáticas. Mas el pueblo del. Lago ha sufrido un tros pescados. Los vendemos a la gente de la otra
golpe mortal. Ya no volverá a rehacerse el últi- raza, a tres por un real".
mo grupo Uru. Han desaparecido casi todos los Antes de su completa desaparición, hemos que-
viejos. Algunos de los jóvenes han regresado, pe- rido recoger lo que todavía se podía salvar de su
ro ya casados con mujeres aymaras. Y ya no ha- cultura y de sus tradiciones.

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