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JESUS MORALES
[NOMBRE DE LA EMPRESA]
[Dirección de la compañía]
MATERIA:
TALLER DE INVESTIGACIÓN II
CARRERA:
INGENIERÍA CIVIL
GRUPO:
“1” / 7° SEMESTRE
INTEGRANTES:
ARENAS ZAMORA MARÍA DEL CARMEN
MORALES CRUZ JESÚS
RAMOS TIBURCIO KELLY YAMILETH
VALDES MACARIO EDGAR URIEL
MARIELY ZAMORA HERNÁNDEZ
DOCENTE:
LIC. JUAN GÓMEZ GÓMEZ
Con esta investigación se pretende conocer las causas por las que las estructuras
en la capital de nuestro país están siendo gravemente afectadas por los sismos
abordando el tema desde una perspectiva ingenieril.
DETERMINACIÓN DE OBJETIVOS
Objetivo general
Objetivos específicos
Analizar el tipo de suelo como uno de los factores que intervienen en los
daños de una estructura después de un sismo.
Investigar y comparar las distintas estructuras, principalmente las que fueron
más susceptibles a daños o a colapsarse en sismos recientes e investigar el
porqué de la situación a partir de la indagación en artículos fundamentados.
Analizar los métodos recientes de identificación de daños en estructuras
causados por los sismos.
Analizar la normatividad de construcción que rige en la ciudad de México.
Proponer mejoras a las soluciones existentes.
Suministrar información técnica que permita el mejoramiento de las normas
de construcción y escenarios de riesgo, con el fin de definir acciones a
mediano y largo plazo para la reducción del riesgo sísmico.
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
Por lo anterior es necesario analizar los factores que agravan los efectos de los
sismos en la infraestructura como son el tipo de suelo, carencia de un
mantenimiento adecuado, la vida útil restante de las edificaciones existentes, etc.,
que pueden ocasionar deterioros e incluso el colapso de las mismas durante y
después del fenómeno natural.
SISMO
Según el Servicio Sismológico Nacional de México, “un sismo es un rompimiento
repentino de las rocas en el interior de la Tierra. Esta liberación repentina de
energía, acumulada bajo la corteza terrestre, se propaga en forma de ondas que
provocan el movimiento del terreno.”
El Servicio Geológico Mexicano expresa, “El país se localiza en una de las zonas
sísmicas más activas del mundo, el Cinturón de Fuego del Pacífico, cuyo nombre
se debe al alto grado de sismicidad que resulta de la movilidad de cuatro placas
tectónicas: Norteamericana, Cocos, Rivera y del Pacífico.”
¿CÓMO SE GENERAN?
La generación de los temblores más importantes en México
por su magnitud y frecuencia se debe, básicamente, a dos
tipos de movimientos entre placas: de subducción y
desplazamiento lateral. El primero se da a lo largo de la porción
costera entre Jalisco y Chiapas donde las placas de Rivera y
Cocos penetran por debajo de la Norteamericana.
Magnitud
La magnitud de un temblor está directamente relacionada con
la cantidad de energía liberada durante el movimiento en la
falla. Esa energía se puede medir, indirectamente, de la
amplitud máxima observada en el sismograma. La magnitud
Richter es un número que indica el tamaño de dicha amplitud
y por lo tanto de la cantidad de energía liberada. La magnitud
Richter es única para cada temblor y no depende del lugar en que se mida.
Los suelos blandos amplifican el movimiento, por lo que muchas veces el daño que
produce un sismo no es debido a la mala calidad de la construcción, sino a la poca
solidez del suelo. En el terremoto de Lisboa de 1755, se consideró la posibilidad de
desplazar la ciudad de Lisboa hacia la zona de Belén, donde la dureza del suelo era
más favorable. Un fenómeno bastante curioso que generó este terremoto fue el de
la licuefacción, o pérdida de la capacidad de transmisión de esfuerzos motivada por
la acción sísmica, lo que hace que el suelo se comporte como si se tratara de un
lodo inestable. Podemos citar como ejemplo paradigmático de este fenómeno el
terremoto de Niigata (Japón) de 1964, donde los edificios se inclinaron
completamente sin que llegase a romperse la estructura.
Además de las características del terreno situado bajo los edificios, los terremotos,
a partir de una determinada magnitud pueden producir efectos en la naturaleza que
de forma indirecta ocasionan gravísimos daños en las construcciones. Uno de los
más destructivos, como recientemente se ha puesto de manifiesto, son los tsunamis
u olas gigantescas capaces de destrozar aquellos edificios cuya estructura resulte
más endeble. Asimismo, otros efectos geológicos de origen sísmico como los
deslizamientos de ladera o la caída de grandes rocas sobre las ciudades, pueden
aumentar notablemente los daños que por sí mismo ha ocasionado el terremoto.
VULNERABILIDAD DE INMUEBLES
Una de las tareas más importantes para incrementar la resiliencia sísmica de una
ciudad es identificar cuáles de sus inmuebles presentan características de alto
riesgo, para someter cada uno de éstos a una evaluación individual en la que
personal capacitado determine si los edificios deben ser demolidos, reforzados, o si
se encuentran en condiciones de riesgo aceptable.
Los sismos pueden cambiar la dinámica de una urbe, sus estructuras, paisaje e
incluso sus normas. Ciudad de México, ubicada en una zona sísmica, no es la
excepción; en distintas épocas sus autoridades han tenido que ajustar el reglamento
de construcciones a las condiciones que les ha impuesto la naturaleza. Este
reglamento, creado en 1920, es el marco normativo que establece, entre otras
cosas, la altura, espacio y especificaciones de las construcciones en la ciudad.
“El año pasado se cayeron construcciones a las que no se les había dado
mantenimiento, eso también se debe cambiar para obligar a los constructores que
lo hagan, porque no están obligados ", puntualizó.
HIPÓTESIS 2
HIPÓTESIS 3
Las calles estrechas también pueden ser un factor ya que la caída de casas
puede afectar a las contiguas como si se tratase de un castillo de naipes. Desde
un punto de vista de la protección civil, este tipo de calles pueden quedar
colapsadas, con lo que el acceso de las ayudas y suministros puede dificultarse
enormemente.
HIPÓTESIS 4
MÉTODO DE INVESTIGACIÓN
Método lógico analítico
Para nuestro estudio decidimos utilizar el método lógico analítico dado que nos
vimos en la necesidad de analizar cada una de las variables por separado (tipo de
suelo, distancia con el epicentro, normatividad y negligencia constructiva). Para
efecto de este caso las variables mencionadas anteriormente son los factores que
actualmente agravan los daños sísmicos en la infraestructura de la Ciudad de
México. Una vez obtenido los resultados de cada análisis comprobando la validez
de cada hipótesis, pasamos a relacionarlas en un todo y llegar a una conclusión.
RECOPILACIÓN DE LA INFORMACIÓN
La información que se presentará se obtuvo mediante fuentes secundarias
documentales; dado que para este caso los archivos se obtuvieron de hemerotecas,
y estos a su vez, han sido recogidos y procesados por otros investigadores.
La recopilación no se puede llevar a cabo de manera directa debido a que se nos
hace difícil el traslado a la zona de estudio y consecuencia de ello no podemos
realizar los cuestionarios y entrevistas a las personas afectadas.
Es normal que ocurran sismos con epicentros en las delegaciones capitalinas, esto
debido a pequeñas fallas geológicas que atraviesan el Valle de México,
aseveró Luis Quintanar, investigador del departamento de Sismología del Instituto
de Geofísica de la UNAM.
“Las fallas que atraviesan el Valle de México no son muy grandes, sino todo lo
contrario, hablamos de fallas más pequeñas que cuando son activadas producen
sismos de una magnitud proporcional, que son de magnitudes de 2.8 hasta 3,
cuando mucho”, indicó.
Hace relativamente poco tiempo, se llevaron a cabo una serie de sismos en nuestro
país, uno el 7 de septiembre del 2017 con una magnitud de 8.2 en escala de Richter
y otro menor el 19 de septiembre del mismo año con una magnitud de 7.1.
A pesar de la gran diferencia de escalas Richter, el de menor magnitud causó más
estragos en la zona capitalina que el que aparentemente era más catastrófico, pero
¿A qué se debe esto? Arturo Iglesias, investigador del departamento de sismología
del Instituto de Geofísica de la UNAM, explica que la distancia del epicentro para el
sismo de este 19 de septiembre fue mucho más cercana y con una profundidad muy
baja.
“La distancia epicentral de los dos sismos con respecto de la ciudad son diferentes,
en el primero la distancia fue mayor de 600 kilómetros mientras que el segundo tuvo
un epicentro menor a 150 kilómetros de la Ciudad de México. A pesar de que la
magnitud es menor, el efecto de la cercanía acentúa las intensidades que se
perciben en la zona afectada en la capital”, refiere el especialista.
En pocas palabras, este terremoto ocurrió en la placa de Cocos subducida a una
profundidad de 50 kilómetros. Según refiere el también analista del Servicio
Sismológico Nacional, la placa de Cocos se está moviendo por debajo de la placa
norteamericana, razón por la que el epicentro se provocó en el centro de México y
no en las costas del Pacífico, como ocurrió el 7 de septiembre.
Por otra parte, se puede analizar si el sismo del 19 de septiembre del 2017
(magnitud 7.1), fue más fuerte en la capital que el terremoto de magnitud 8.0 de
1985. Sólo por la enorme diferencia de magnitud de los dos eventos, uno podría
suponer que no.
Esto tiene sentido, ya que el sismo de 1985 liberó 32 veces más energía sísmica
que el del 19 de septiembre de 2017. Sin embargo, en 1985, el epicentro fue muy
lejano y bajo las costas del estado de Michoacán, a más de 400 km de la capital,
mientras que el 7.1 ocurrió apenas 120 km al sur de la ciudad.
Conforme se propagan las ondas sísmicas estas van perdiendo intensidad
rápidamente. Por ello, a pesar de que la ruptura que generó las ondas sísmicas el
martes pasado es mucho menor que la de 1985, las sacudidas en la Ciudad de
México fueron tan violentas.
¿Dónde y por qué ocurrió el sismo? Como ya se dijo, el sismo del 19 de septiembre
del 2017 se llevó a cabo en la placa de cocos (intraplaca), por debajo del continente,
a una profundidad de 57 km.
A continuación, se muestran los epicentros y profundidades de algunos sismos
similares. Estas rupturas se producen a profundidades mayores que los típicos
sismos de subducción como el de 1985, que tiene lugar bajo las costas del Pacífico
mexicano sobre la interfaz de contacto entre las placas tectónicas de Cocos y de
Norteamérica (línea roja).
Es importante aclarar que el punto rojo de la figura anterior represente la ubicación
del sismo del 19 de septiembre del 2017.
Es preciso mencionar que estudios realizados para sismos intraplaca en México
muestran que, por año, la probabilidad de que la intensidad de las sacudidas en la
Ciudad de México debidas a este tipo de terremotos sea grande es muy similar a la
de los sismos típicos de subducción, como el de 1985, entre otros.
Esto implica que el peligro sísmico en la capital, asociado a los sismos intraplaca
(como los del 7 y 19 de septiembre de 2017), es tan grande como el de los sismos
más comunes que ocurren bajo las costas del Pacífico mexicano.
Otra de las incógnitas planteadas es el por qué tantos daños, uno de los
ingredientes que usan los ingenieros civiles para calcular las estructuras de los
edificios de la CDMX es la aceleración máxima (Amax) del suelo producida por las
ondas sísmicas. En 1985, la Amax en Ciudad Universitaria (CU), que está en suelo
firme, fue de 30 cm/s2, mientras que la Amax del 19 de septiembre de 2017 fue de
57 cm/s2. Es decir que el suelo en la zona cercana a CU experimentó una sacudida
dos veces mayor que en 1985.
Sin embargo, todos sabemos que gran parte de la Ciudad de México está edificada
sobre sedimentos blandos de los antiguos lagos que existieron en el valle. Estos
sedimentos provocan una enorme amplificación de las ondas sísmicas en la Ciudad
de México que, probablemente, sea la más grande reportada en el mundo.
Para dar una idea tangible, la amplitud de las ondas sísmicas con períodos
cercanos de 2 segundos en zona de lago puede llegar a ser 50 veces mayor que en
un sitio de suelo firme de la Ciudad de México.
Sin embargo, como las ondas también se amplifican en el suelo firme de la periferia,
con respecto a lugares lejanos de la Ciudad de México, la amplitud en zona de lago
puede ser de 300 a 500 veces mayor. En algunos sitios de la zona del lago, las
aceleraciones máximas del suelo producidas por el sismo de magnitud 7.1 fueron
menores a las registradas en 1985.
Por ejemplo, en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, que se encuentra
en dicha zona, Amax en 1985 fue de 160 gal, mientras que el pasado 19 de
septiembre fue de 91 gal. En otros sitios de la zona de lago, las aceleraciones del
suelo durante el sismo reciente fueron, muy probablemente, mayores que la
registradas en 1985. Se trata de un patrón de movimiento complejo y muy variable
en el espacio.
Un análisis detallado del movimiento del suelo producido por ambos sismos en la
Ciudad de México revela que de la misma manera que sucede con el sonido emitido
por una cuerda de guitarra, los sismos están formados por ondas con diferentes
períodos de oscilación. Los sismogramas registrados muestran que la amplitud de
las ondas sísmicas con períodos de oscilación menores a 2 segundos fue mucho
más grande en 2017 que en 1985 (en promedio unas 5 veces), grosso modo, en
toda la ciudad.
Sorprendentemente, sucede lo contrario para ondas con períodos mayores de 2
segundos, cuya amplitud fue mucho mayor en 1985 (hasta 10 veces mayor). Como
veremos abajo, esto tiene fuertes implicaciones en el tipo de daños observados
durante ambos terremotos.
En resumen, los movimientos del suelo debidos al sismo de magnitud 7.1 fueron
muy violentos y, de cierto modo, comparables a los de 1985 a pesar de haber sido
provocados por una ruptura (falla geológica) mucho más pequeña que, sin embargo,
ocurrió mucho más cerca de la Ciudad.
Para los edificios, la situación no es tan sencilla. La aceleración máxima del suelo
(Amax) no es necesariamente lo que pone en riesgo su estabilidad. Por el contrario,
al ser estructuras de dimensiones diferentes, su vulnerabilidad es muy variada.
Ondas con mayor período de oscilación amenazan estructuras más altas.
Contrariamente, ondas con períodos más cortos, amenazan estructuras más bajas.
Para identificar qué estructuras pudieron verse afectadas por el sismo de 2017, los
ingenieros y sismólogos calculan lo que llaman las "aceleraciones espectrales" a
partir de los sismogramas registrados. Dichos valores nos dan una idea de las
aceleraciones que pudieron experimentar, en sus azoteas, edificios con diferentes
alturas.
Las aceleraciones espectrales en CU (suelo firme) indican que, los edificios de 1 a
12 pisos cercanos a la estación sísmica experimentaron una aceleración promedio
de 119 gal (1 gal=1cm/s2), que es aproximadamente 2 veces mayor que la
observada en 1985. En contraste, las estimaciones en SCT (suelo blando) muestran
que edificios pequeños de este tipo, cercanos a la estación, experimentaron una
aceleración promedio de 188 gal, muy similares a las de 1985.
Por otro lado, edificios más altos, de entre 12 y 20 pisos, experimentaron una
aceleración promedio en CU de 60 gal, que es 30% menor a la de 1985, que fue de
85 gal. La diferencia más clara entre los dos terremotos ocurrió en suelo blando
para edificios con más de 15 pisos.
La Figura muestra claramente cómo, en 1985, los edificios de este tipo cercanos a
SCT experimentaron aceleraciones de 1.5 a 4.9 veces más grandes que las
observadas el 19 de septiembre de 2017. En 1985, algunas de estas grandes
estructuras experimentaron aceleraciones de hasta 760 gal. Como referencia, la
aceleración de la gravedad terrestre es de 981 gal.
Consistentemente con lo explicado anteriormente, el sismo de magnitud 7.1 dañó,
en su mayor parte, estructuras relativamente pequeñas, de entre 4 y 7 pisos, a lo
largo de una franja con orientación norte-sur dentro de la zona de transición al
poniente de la zona de lago. En contraste, las estructuras dañadas en 1985 fueron
en su mayoría más grandes, con alturas de entre 7 y 14 pisos.
Ahora, la mayor parte de la ciudad descansa sobre capas de arena y barro —de
una profundidad de hasta 91 metros— que estaban debajo del lago. Estos
sedimentos suaves y acuosos hacen que la ciudad sea particularmente vulnerable
a los sismos y a otros problemas.
Empeora cuando el material debajo de los sedimentos más sueltos es más profundo
y más denso pues hace que las ondas se queden en el valle y que el temblor
amplificado dure más tiempo.
La Ciudad de México de por sí está en una zona propensa a los sismos debido a
los enormes pedazos de corteza terrestre, llamadas placas tectónicas, que chocan
lentamente entre ellas. México está sobre la placa de Norteamérica y la placa de
Cocos se desliza por abajo de ella a lo largo del suroeste del país.
La colisión de una placa que se desliza debajo de la otra —un movimiento llamado
subducción— libera grandes cantidades de energía y hace que los sismos sean un
fenómeno común en México. A diferencia del del martes, muchos de esos temblores
son de baja magnitud.
La geología única de la cuenca de Ciudad de México puede amplificar las ondas
sísmicas de modo que sean cien veces más fuertes.
En general, los sismos del 19 de septiembre, de 1985 y 2017, afectaron las mismas
zonas en la Ciudad de México. Las colonias Roma, Condesa y algunas otras en una
franja entre el centro y el sur de la ciudad, fueron las más dañadas y tuvieron
decenas de construcciones dañadas y víctimas.
Lo que nos lleva a percatarnos que el tipo de suelo afecta en gran cantidad el
potencial de daño por cada sismo.
La capital del país tiene tres tipos de suelo y es la zona Tres donde se amplifican
las ondas sísmicas y la duración del temblor.
Por ello, en la zona Tres las construcciones deben tener cimientos diferentes a las
otras dos, como son pilotes o cajones de cimentación que permiten distribuir de
forma uniforme la carga del inmueble.
"Es como construir sobre una gelatina, encima de algo que se tambalea", dijo
Jackson.
La zona Uno es de Lomas, y está formada por rocas o suelos firmes depositados
fuera del ambiente lacustre, pero donde podría existir depósitos arenosos en estado
suelto o cohesivos relativamente blandos. Es frecuente la presencia de oquedades
en rocas y cavernas, túneles excavados en suelo para explotar minas de arena.
Los depósitos lacustres suelen estar cubiertos superficialmente por suelos aluviales
y rellenos artificiales, el espesor de este conjunto puede ser superior a 50 metros.
Además, en una zona Tres, las construcciones deben tener cimientos diferentes a
las otras dos. Por ejemplo, se utilizan pilotes o cajones de cimentación, que hacen
que la carga el edificio se distribuya uniforme, añadió.
CONCLUSIÓN
México es una ciudad construida sobre lagos, las zonas más vulnerables de la
ciudad, presentan un mayor movimiento sísmico por el agua que existe por debajo
del pavimento; los suelos muy blandos con altos contenidos de agua favorecen a
la amplificación de las ondas sísmicas.
Las zonas con un menor índice de riesgos y peligros ante sismos son aquellas
formadas por roca volcánica o que se encuentran cerca de las colinas en la Ciudad
de México.
Donde las ondas sísmicas sufren mayor amplificación se concentran las zonas más
vulnerables de la ciudad, se pudo ver en el terremoto del 19 de septiembre de 1985
y el del 2017, la historia se repite.
El tipo de suelo que configura las zonas en las que se divide el terreno de la CDMX
es determinante como factor de riesgo durante los sismos debido a que, según su
tipo, es como se reflejarán los daños sobre las estructuras.
Gracias al tipo de suelo en la cuenca del Valle de México, al llegar las ondas
sísmicas a la ciudad, sufren una amplificación muy grande y tardan más en
desvanecerse.
NEGLIGENCIA CONSTRUCTIVA
Una sección presentada en la revista de THE NEW YORK TIMES, llama: El
terremoto revela falta de rigor en la aplicación de normas de construcción en Ciudad
de México, presentada el 25 de septiembre de 2017, se obtuvo la siguiente
información correspondiente:
La devastación causada por el terremoto del 19 de septiembre en el centro de
México ya ha resultado en cientos de muertes así como en la destrucción de más
de una veintena de edificios.
Pero pudo haber sido peor, y fue considerablemente menor a lo que sufrió Ciudad
de México en el sismo de 1985, el más mortífero en su historia.
La razón podría estar relacionada más con cómo fue el terremoto en sí y, a
diferencia de lo que muchos piensan, menos con los códigos de construcción
adoptados durante los últimos treinta años.
Aunque las regulaciones de construcción de la capital mexicana son consideradas
de las mejores del mundo, hay fallas en el cumplimiento, de acuerdo con
académicos, oficiales e inspectores de obra.
La revisión de construcciones ha quedado en manos de una red de ingenieros o
arquitectos que son contratados y pagados por los desarrolladores inmobiliarios y
por las constructoras, lo que genera conflictos de interés que pueden socavar hasta
los mejores estándares.
Así que las regulaciones de construcción más estrictas, el uso de diferentes
materiales para la construcción y un conocimiento arraigado entre el público de la
importancia de la resistencia sísmica sin duda resultaron en que la devastación
fuera menor, con poco más de 300 muertos en todas las zonas afectadas y unos 40
edificios colapsados en la capital.
Pero quizá lo que realmente salvó a esta zona metropolitana de 21 millones de
habitantes, al menos parcialmente, fue la suerte.
El terremoto de 1985 fue de una magnitud casi 30 veces mayor que la del 19 de
septiembre y derrumbó edificios residenciales, hoteles y oficinas, con más de 10.000
muertos.
En un estudio liderado por Reinoso a partir de 150 edificios construidos después de
2004, la última gran reforma a la regulación de construcciones, se halló en que
muchos no cumplían con los estándares oficiales. En varios casos, los edificios
revisados ni siquiera tenían el papeleo suficiente de planos y otros factores como
para revisar por completo el cumplimiento.
Así que, como sucede con tantas cosas en México: el problema no es la ley, sino
cómo se acata. Ya sea por falta de voluntad política, la corrupción presente en
tantos sectores o la disfunción burocrática, una de las amenazas más mortíferas
para el país no ha sido apropiadamente atendida.
“Hay constructoras que ya tienen a su director responsable de obra preferido y que
construyen constantemente y contratan a ese DRO, lo que quiere decir que este es
muy activo, conocido y tiene mucho trabajo”, dijo Jorge Ortiz, ingeniero arquitecto
que es uno de la centena de inspectores reconocidos por la ciudad. “Y en ocasiones
el que tiene varias obras está menos, o no visita, durante todas las fases de
construcción y ahí probablemente se den algunos descuidos”.
De acuerdo con el estudio de Reinoso y otros, el 71 por ciento de los edificios que
sí pudieron ser revisados no cumplían por completo con las normas técnicas
oficiales, mientras que el 36 por ciento ni siquiera cumplió con un estándar menor.
“La autoridad no verifica ninguna parte del proceso relacionado con el riesgo sísmico
y existen edificios por los que nadie responde ni a va a responder; existe una
impunidad flagrante”, señala parte del estudio.
“Y a la industria de la construcción se le ha ido la mano. Le dan más importancia a
los acabados y a que se vea bonito a que haya un buen diseño de la estructura”,
añadió Reinoso en entrevista telefónica.
Aunque todo podría haber sido peor, integrantes de la comunidad de ingenieros
esperan que todo esto genere una revisión al sistema de inspecciones por parte de
terceros como los directores responsables de obra.
“Nos preocupa que si hay un gran terremoto como el de 1985 tendremos problemas
en más edificios”, dijo Sergio Alcocer, vicepresidente del Colegio de Ingenieros
Civiles y exencargado de investigación para el Centro Nacional de Prevención de
Desastres. “Es una llamada de atención”.
Alcocer dijo que, aunque el sistema no es perfecto, agradece que algunas
estructuras grandes sí aguantaron las fuerzas sísmicas del martes. Pero indicó que
teme que los desarrolladores, que llegan a contratar a los ingenieros más baratos
que no necesariamente conocen las normas técnicas en materia sísmica, podrían
quedarse con la lección equivocada si sus obras no colapsaron con el terremoto.
“Si es otro tipo de sismo, podría haber problemas en los edificios que aguantaron
este”, dijo.
Un residencial de seis pisos cuya construcción terminó apenas el año pasado (2016)
y donde los departamentos fueron entregados hace unos meses prometía la
máxima tecnología con sistemas de captación de agua pluvial y páneles solares,
con un costo promedio de 2,5 millones de pesos, o 150.000 dólares, por
apartamento.
Es uno de los edificios que colapsó el martes y cuyo derrumbe causó la muerte de
dos personas. Los restos están derruidos y son una mezcla de metal y concreto
fracturados, una muestra clara de las inspecciones laxas y de mala calidad que han
aumentado conforme la vorágine de desarrollo inmobiliario se ha disparado en la
ciudad, de acuerdo con oficiales y expertos.
Los habitantes y propietarios de departamentos en ese edificio sobre la avenida
General Emiliano Zapata ahora buscan posibles recursos legales dado que el
edificio parece no haber cumplido con las normas para tener una estructura
resistente a sismos y el director responsable de obra no parece haber detectado o
reportado tales falencias.
Otra fuente de información obtenida de la página web de CIENCIA UNAM, nos
confirman lo anterior:
Hasta el momento no se tienen indicios de que las fuerzas de diseño (i.e. los criterios
de resistencia estructural) actualmente vigentes en el reglamento de construcción
de la Ciudad de México se hayan excedido durante el sismo del 19 de septiembre
de 2017. Por lo tanto, los edificios construidos en los últimos años no deberían haber
sufrido daños.
Sin embargo, en el caso de estructuras comunes, el Reglamento de Construcciones
de la ciudad no exige que las edificaciones antiguas sean reforzadas para resistir
las fuerzas especificadas en las normas emitidas después de su fecha de
construcción. Es posible, entonces, que en el caso de edificaciones antiguas sí se
hayan excedido las fuerzas de diseño con las que fueron proyectadas.
Independientemente de lo anterior, se sabe que existe un grave problema por falta
de cumplimiento de las normas especificadas en el reglamento vigente de
construcción, documentado en proyectos de investigación realizados en la UNAM.
En consecuencia, los daños observados se explican mejor con la falta de
observancia de las normas, más que por posibles deficiencias en el Reglamento de
Construcción actual.
Nota preparada por:
Dr. Víctor Manuel Cruz Atienza, Departamento de Sismología, Instituto de
Geofísica, UNAM.
Dr. Shri Krishna Singh. Sismólogo y Profesor Emérito del Instituto de Geofísica,
UNAM
Dr. Mario Ordaz Schroeder, Coordinación de Ingeniería Sismológica, Instituto de
Ingeniería, UNAM
La información utilizada para elaborar esta nota resulta del esfuerzo de
investigadores y técnicos académicos de los Institutos de Geofísica e Ingeniería de
la UNAM. http://ciencia.unam.mx/