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de enseñar”.1 Este magisterio tiene varias funciones pero analicemos dos que nos sirven para
nuestro análisis.

2.4.1 La interpretación del depósito de la fe.

Es la característica más importante del magisterio y de ella deriva la segunda que veremos,
para tengamos en cuenta el CVII:

La tradición y la Escritura constituyen, pues, un solo depósito sagrado de la palabra


de Dios, confiado a la iglesia; fiel a este depósito todo el pueblo santo, unido con
sus pastores en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, persevera constante en
la fracción del pan y en la oración (Hch 8,42) de suerte que pastores y fieles
colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión de la
fe recibida.
Pero el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida
ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, evidentemente, no está
sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido
confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, la oye con
piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito
de la fe saca la que propone como verdad revelada por Dios para que sea creída.
(DV 10)2

Ya en este punto podemos observar la relación que se van creando entre las diferentes
categorías y como ellas son fuentes de nuestra fe. Por conclusión de este numeral vamos que:

Es evidente, por tanto, que la sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el


Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios están entrelazados y
unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que juntos, cada
uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la
salvación de las almas. (DV 10)3

2.4.2 Los dogmas de fe.

La podemos definir, como: una verdad cristiana definida por el magisterio extraordinario de
la iglesia: el papa o por un concilio ecuménico.4 Pero ya al nivel de nuestro análisis
empezamos a ver su necesidad, pues un dogma nos asegura que sea verdadero, que se ajuste
al magisterio de la Iglesia, que sea acorde a la tradición y verdadero frente a la revelación.
Es un camino seguro frente a la marejada de falsas posturas, y que en parte nos permite vivir
la fe frente a una revelación.

1
Fernández Aureliano, Teología dogmática I, 89
2
CV II, DV 10
3
Idem.
4
Fernández Aureliano, Teología dogmática I, 86
2

3. La respuesta del hombre a Dios. La fe.

La fe, ya le definimos al inicio de nuestro trabajo, en este momento tengamos en cuenta el


hecho que la fe cristiana es el presupuesto para cualquier reflexión que tengamos de la
teología, de hecho sólo por la fe se puede hacer teología, de lo contrario se hace a lo sumo
una teosofía, o una teología natural, pero no teología como la conocemos.
Como nos recuerda Olegario de Cardedal “no es posible una teología sin fe en el doble
sentido de la fe objetiva (contenidos de la revelación como realidad en relación) y de la fe
subjetiva (principio sobrenatural de iluminación y de connaturalización con Dios)”5
Este acto de fe del creyente versa sobre los misterios revelados6 que llegan al creyente por
diversos medios, que a su vez son la fuente de nuestra reflexión teológica, las Sagradas
Escrituras, el Magisterio, la tradición.

3.1 La obediencia de la fe.

Tenemos que preguntarnos qué implica para el hombre el ser capaz de dicha revelación de
Dios mismo, ¿es algo que lo deja impávido, o que lo estremecerse hasta lo más profundo y
sobre todo que exige de él tales manifestaciones? La DV 5 nos da claridad frente a este punto:

“Cuando Dios revela hay que prestarle “la obediencia de la fe” Rm 16,26. Rm 1,5;
2 Cor 10, 5-6), por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios prestando “a
Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad”, y asintiendo
voluntariamente a la revelación hecha por El. Para profesar esta fe es necesaria la
gracia de Dios que previene y ayuda, y los auxilios internos del Espíritu Santo, el
cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da “a todos
la suavidad en el aceptar y creer la verdad”. Y para que la inteligencia de la
revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la
fe por medio de sus dones”.

Vemos en este numeral los diferentes aspectos que demanda la revelación de Dios frente a la
exigencia de la fe del hombre, el cual en su libertad decide qué realiza frente a este
autorevelarse de Dios. Y sin duda la exigencia de esta manifestación es la obediencia de la
fe. Que no es impuesta, pero si exigida, y que requiere de parte del ser humano su
entendimiento y voluntad, pero que no es solo un voluntarismo por a su vez también requiere
de la gracia divina para su realización, su aceptación y su desarrollo. Como vemos es casi
una danza que lleva a un crecimiento.

CONCLUSION

Dios es su infinito amor se automanifiesta a nosotros (Revelación), los hombres que somos
“capaces de Dios” esto demanda del hombre la obediencia es decir la fe. A su vez esta
revelación fue introducida en la historia y su culmen es Jesucristo, los apóstoles a los que les
fue encomendada esta revelación, a su vez la fueron trasmitiendo a las generaciones futuras

5
De Cardedal Olegario, El quehacer de la teología, 393
6
Morales José. Introducción a la teología, 59.
3

por medio de lo que conocemos como Tradición que al inicio es de carácter oral, pero luego
se hace de manera escrita, estos escritos son orados y luego son considerados inspirados, son
recogidos por la iglesia, ordenados, canonizados y por dogma aceptados como de origen
divino de parte de toda la Iglesia.

Esto se realiza como un ejercicio del Magisterio, es decir del Papa y los obispos, que a su vez
son sucesores de los apóstoles a los que se les encomendó la revelación, por medio de la
sucesión apostólica. A esa organización se le denomino las Sagradas Escrituras. Así, nos
llega hasta nosotros la revelación escrita de Jesús, por medio de la Biblia, la tradición viva
de la iglesia y su magisterio.

Lo anterior nos permite ver la relación entre la Revelación y la fe, que no es sólo de carácter
lineal, sino que esta mediada por una gran cantidad de categorías que nos son muy familiares,
y que en ocasiones no las contemplamos unidas, sino separadas, esto nos impide ver lo
orgánico de la relación entre Revelación y fe.

También hay que hacer notar que no se puede realizar teología sin fe, puesto que no tenemos
sus fuentes, Sagradas Escrituras, magisterio, Tradición, pues sólo serían escritos y no fuentes
de revelación, ni las capacidades para realizarla, como es la gracia que viene de Dios y su
revelación.

BIBLIOGRAFIA

De Cardedal Olegario González. El quehacer de la teología. Génesis. Estructura. Misión.


Salamanca: Sigueme, 2008.

Iglesia Católica, Catecismo de la Iglesia Católica. Bogotá: San Pablo, 2000.


--- Concilio Vaticano II. Bogotá: San Pablo, 2006.

Fazio Mariano. Historia de las ideas contemporáneas, una lectura del proceso de
secularización. Navarra: Rialp, 2001

Fernández Aureliano. Teología dogmática I. Madrid: BAC, 2015.

Juan Pablo II. Encíclica “Fe y razón” (Fides et ratio) 1998.

Mannucci Valerio. La biblia como Palabra de Dios. Introducción general a las sagradas
escrituras. Bilbao: Desclee de Brouwer 1995.

Morales Jose. Introducción a la teología. Pamplona: EUNSA 2004.


Pie-Ninot. Teología fundamental. Madrid: BAC, 2016.

Rahner, k. Oyente de la palabra. Fundamentos para una filosofía de la religión.


Barcelona: Herder, 1967

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