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El pintor James
Northcote decía,
en 1825, al des-
cribir el profundo
efecto que había
provocado en
él una tela de
Velázquez, que le
“parecía hecha
con los colores
todavía húmedos”
y con “toques
aplicados sólo con
el deseo”.
POR SANDRA ACCATINO La vitalidad que transmite la forma en que esta Una belleza que Velázquez deliberadamente re-
L
Venus está pintada, los trazos gruesos y rápidos presentó en el reflejo, velada e imprecisa, para
a «Venus del espejo», que dejan ver el tono ocre subyacente y que afirmar, tal vez con ingenio y agudeza, que a ella,
de Diego Velázquez (1599-1660), dan la luminosidad a la piel y al satén, contrasta, a subjetiva e inquietante, es el espectador quien
produce, al mirarla de cerca, una primera vista, con la actitud reflexiva y aparente- debe imaginarla.
sensación de extraña inmediatez. Las mente lejana de la diosa que, tendida de espaldas
pinceladas son tan rápidas y certeras, y la mezcla a nosotros, contempla la imagen reflejada en el Una pintura secreta
de tonalidades tan bien resuelta, que uno no se espejo que Cupido sujeta frente a ella, y en el
alcanza a convencer que ese lienzo –contempla- que percibimos vagamente su rostro. La sensa- El tamaño de la tela y la inusitada posición de
do mil veces en reproducciones– lleve trescien- ción de ensimismada distancia que el especta- la diosa, encuentran su razón de ser en el encar-
tos sesenta años colgado. El pintor James Nor- dor supone en la figura femenina, se transforma go que hizo a Velázquez, hacia mediados del siglo
thcote decía, en 1825, al describir el profundo cuando descubrimos que la imagen observada XVII, Don Gaspar de Haro y Guzmán, marqués
efecto que había provocado en él una tela de por la diosa en el espejo no es la misma que del Carpio y Heliche, en ese entonces un joven
Velázquez, que le “parecía hecha con los colores nosotros vemos, sino otra. De acuerdo a un prin- tan apasionado por las pinturas como por las
todavía húmedos” y con “toques aplicados sólo cipio básico de la óptica, mientras contemplamos mujeres. El cuadro de Velázquez debía secundar
con el deseo”. el reflejo de su rostro, ella observa el nuestro y a un lienzo veneciano de un formato similar, que
reflexiona, quizás, sobre el efecto que su belle- representaba a una Danae (más tarde converti-
Sandra Accatino es académica del departamento de Arte de la Universi- za nos ha producido. La mirada de la diosa y la da en Venus) desnuda y recostada en la misma
dad Alberto Hurtado. Ha publicado diversos capítulos de libros, artículos y nuestra se encuentran, entonces, en la superficie posición que la Venus del espejo, pero mirando
ensayos sobre pintura europea, arte de la memoria, coleccionismo y artistas brillante y borrosa que sostiene Cupido, símbolo directamente al espectador. Velázquez combi-
chilenos contemporáneos. Fue curadora, junto a Pablo Chiuminatto, de la del deseo amoroso. Al igual que él, en este cua- nó en la figura de la diosa la sinuosa silueta del
muestra «Degas escultor: impresiones de la vida moderna». dro el espectador queda cautivo de la Belleza. «Hermafrodita dormido» y dos modelos pictó-
18 I La Panera
En 1914, la sufra-
gista Mary Raleigh
Richardson asestó
siete hachazos
a la Venus de
Velázquez. Esta
es la fotografía
que apareció en la
prensa y una ima-
gen de la época
que reconstruye el
hecho.
Un problema de miradas
1. Tiziano, «Venus
con un espejo»,
hacia 1555, óleo
sobre tela, 124.5
x 105.5 cm,
National Gallery,
Washington.
2. En Roma,
Velázquez mandó
a hacer copia para
la colección real
del «Hermafrodita
dormido».
Los gobiernos tienen el deber de difundir la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas, entre niños, niñas, jóvenes y personas adultas. La Panera I 19