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Elecciones 2017
¿Por qué arrasó?
Por Alejandro Grimson
Un segundo logro del gobierno es que hay un éxito del relato macrista en
identificar el período de gobierno anterior con un plan de corrupción y
desmanejo económico. Si con todos los problemas que existen hoy en el país
el gobierno se impone en las elecciones, es porque sus votantes no creen que
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esos problemas sean consecuencia de sus políticas. Tienen la expectativa de
que, por el contrario, sepan resolverlos.
El cuarto ciclo
Si se consideran los tres ciclos políticos que hubo en estos casi 34 años de
democracia, tanto el alfonsinismo como el menemismo y el kirchnerismo
lograron prolongar su poder encabezando la dirección política de fuerzas
relativamente heterogéneas, en combinación con la fragmentación de la
oposición. Eso es lo que está logrando en este momento el macrismo, que ya
se erige como el artífice del cuarto ciclo. Con ese respaldo y esa
fragmentación, Macri pasará del “gradualismo” a un proceso con mayor
aceleración en la reestructuración económica regresiva. La diferencia es que el
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argumento opositor de que había mentido en la campaña de 2015 ya no será
viable. Ahora no sólo ganaron una elección mientras gobernaban, sino que
incluso anunciaron algunas de las medidas más polémicas que piensan
instrumentar.
Las ideas, tan habituales en 2016, de que “este gobierno choca en seis meses”
o que “se van en helicóptero” subestimaban la capacidad política de Macri y de
Cambiemos. La idea de que “esto termina en otro 2001” parte de la suposición
de que el neoliberalismo no es económica y políticamente sustentable. Pero
esa tesis está desmentida por la mayoría de los países del mundo, donde esas
políticas llevan décadas sin estallidos. La creencia de que siempre que haya un
modelo de este tipo habrá un 2001 cuestiona los datos históricos. Las
situaciones económicas y políticas dependen de una multiplicidad de factores.
Nada es automático. Macri y Cambiemos tienen el plan de aplicar su proyecto y
darle sustentabilidad económica y política. Eso es lo nuevo.
Quienes desde la oposición hagan política creyendo que en el futuro una crisis
como la de 2001 es inevitable se darán cuenta más temprano que tarde de que
eso es justamente renunciar a la política. Es descansar en exceso en las
propias convicciones y abandonar en exceso la vocación política por convencer
a otros. Es conformarse con creer que uno tiene razón y quitarle importancia a
que una parte mayoritaria de la sociedad crea que estás equivocado. Es no
asumir la reflexión colectiva como tarea política cuando dos de cada tres te dan
la espalda en la Provincia de Buenos Aires o cuatro de cada cinco en el país.
Proyectos económicos como el del macrismo sólo son viables si derrotan sus
resistencias sociales y oposiciones políticas. Los ciclos de protesta son “ciclos”
justamente porque tienen flujos y reflujos, no duran para siempre. Habrá que
estar atentos a si la capacidad y potencia de la movilización social mantiene su
vigencia o entra en un cierto reflujo durante un tiempo. Es momento de
atreverse a formular la pregunta y seguir los acontecimientos.
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El problema es que las consecuencias políticas de las políticas regresivas
pueden derrotar a las resistencias que se le oponen y también pueden generar
expectativas e ilusiones. ¿Acaso es sustentable el actual nivel de
endeudamiento? En el corto plazo sí, en el largo plazo no. Pero el plan de
Cambiemos es tornarlo sustentable bajando el déficit fiscal con el nuevo
impulso político de esta elección.
Cuando apareció un cuerpo en el río Chubut (y antes de que se confirmara que
era el de Santiago Maldonado), surgió en todos los sectores la pregunta acerca
de un eventual impacto del hecho en el resultado electoral. El siempre
ingenioso Jorge Asís tuiteó “Walt Disney es el Cajón de Herminio de Elisa
Carrió. Ampliaremos”, comparando el patetismo de la quema de un ataúd
radical por parte de Herminio Iglesias en el acto de cierre de campaña del PJ
en 1983 con las inaceptables declaraciones de la candidata que,
evidentemente, se siente impune. Pero en relación a las encuestas de la
semana anterior parece que el Caso Maldonado no tuvo impacto electoral
alguno. Es la inferencia más plausible de que la grieta de interpretaciones es
muy profunda e inamovible en las circunstancias actuales.
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ex presidenta obtuvo el 56% de los votos. Si ahora se suman los votos del
peronismo a nivel nacional o provincial, se llega a una cifra algo menor, pero
similar. En la Provincia, el peronismo sumado tiene más de la mitad de los
votos. Sólo que en 2011 Cristina, Massa y Randazzo se presentaban juntos, y
a nivel nacional sumaban a De la Sota, Solá, Moyano y Urtubey. En ese año
CFK ganó la elección presidencial en la Capital Federal con el 35% de los
votos, lejos del segundo.
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institucionales. Si eso sólo definiera las elecciones, serían inmutables e
innecesarias, porque siempre ganarían los poderosos. Cuando se ganan
elecciones durante varios años y se pierden en 2013, 2015 y 2017 deben
evitarse interpretaciones que escapen al carácter relacional de la política.
Quienes hoy están en la oposición tendrán el desafío de desplegar una
comprensión de procesos que llevan varios años. O quedarán condenados a
repetir sus actuales estrategias. En teoría todos saben que es difícil recorrer el
mismo camino y llegar a un destino diferente.
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El gobierno va acelerar todos “los cambios” al grito de que “eso votó el pueblo
en octubre”. Va a mantener el ojo en el termómetro de las encuestas de Durán
Barba. Pero las usará para revisar una de cada diez políticas que avancen a
paso redoblado. Cuando haga un nuevo gesto de “errorismo” respecto de un
tema, será porque avanza sin temores en otros diez.