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Relevancia de polimorfismos en el gen de la leptina y su receptor para el


desarrollo de la obesidad

Chapter · September 2011

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Jonathan Pablo Carrillo Vazquez Laurence A. Marchat


Instituto Politécnico Nacional Instituto Politécnico Nacional
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Obesidad:
Problema multifactorial
4
Candita Victoria Gil Jiménez
Rectora

Raúl Guzmán León


Director de la División Académica de Ciencias de la Salud

5
Obesidad:
Problema multifactorial

6
Juan Manuel Muñoz Cano
Coordinador

Universidad Juárez Autónoma de Tabasco


OBESIDAD: PROBLEMA MULTIFACTORIAL

ISBN 978-607-606-029-2

Primera edición en México, septiembre de 2011.

D.R. © Juan Manuel Muñoz Cano

D.R. © Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, Aveni-


da Universidad s/n Zona de la Cultura, Colonia
Magisterial, Villahermosa, Centro, Tabasco,
C.P. 86040.

Figura de la portada: El sustento del puerto. Juan Manuel


7
Muñoz Cano.
Diseño de la portada: Vianey Rodríguez Torres

Este libro se publicó con recursos del proyecto Fondos-


Mixtos CONACYT-Gobierno del Estado de Tabasco ―Es-
trategia de intervención educativa para la salud alimenta-
ria‖ con clave TAB-2010-144012.

Reservados todos los derechos. Queda prohibida, total o


parcialmente, cualquier forma de reproducción, distribu-
ción, comunicación pública y manipulación de esta obra
sin previa autorización del editor, de acuerdo con lo esta-
blecido en el Código Penal en materia de derechos de la
propiedad intelectual.

Hecho en los Estados Unidos Mexicanos.


En este volumen participaron académicos de las siguientes institu-
ciones:

Colegio de la Frontera Sur


 Departamento de Población y Ambiente.

Instituto Politécnico Nacional.


 Escuela Nacional de Ciencias Biológicas.
 Especialidad en Acupuntura Humana de la Escuela Nacional
de Medicina y Homeopatía.
 Programa Institucional de Biomedicina Molecular de la
Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía.
 Programa de Doctorado en Biotecnología en Red de la
Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía.

Secretaría de Educación de Tabasco.


8  Centro de Actualización del Magisterio.

Universidad Autónoma de Campeche.


 Facultad de Ciencias Químico Biológicas.

Universidad Autónoma de la Ciudad de México.


 Posgrado en Ciencias Genómicas.

Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.


 Centro de Investigación de la División Académica de Ciencias
de la Salud.

Universidad Pedagógica Nacional.


 Unidad 049.
9
Índice
Aprender a diagnosticar la obesidad 1
Ángel Ernesto Sierra Ovando, Juan M. Muñoz Cano

Relevancia de polimorfismos en el gen de la leptina 17


y su receptor para el desarrollo de la obesidad
Jonathan P. Carrillo Vázquez, Jerónimo López
Alcantar, Claudia G. Benítez Cardoza, Absalom
Zamorano, César López Camarillo, César Augusto
Sandino Reyes López, Laurence A. Marchat Marchau

La obesidad en la medicina tradicional china 39


María del Carmen García Cardona, Laurence A.
Marchat Marchau, Flavia Becerril Chávez, Francisco
Lozano Rodríguez

Asociación entre la obesidad, presión 53


sanguínea y la edad en varones jóvenes
Lauro Figueroa Valverde, Elodia García Cervera,
Francisco Díaz Cedillo, Eduardo Pool Gómez,
María López Ramos
10
La doble carga de la transición nutrimental en zonas 65
rurales de la península de Yucatán, ¿consecuencia de la
alteración de los sistemas agrícolas de subsistencia tra-
dicionales en la segunda mitad del siglo XX?
Francisco D. Gurri

El ambiente obesogénico: influencias y 85


consecuencias en grupos de escolares de Tabasco
Juan M. Muñoz Cano, Juan Antonio Córdova
Hernández, Miguel Xavier Boldo León

Consumir alimentos con base en cereales 109


integrales para disminuir la obesidad
Juan M. Muñoz Cano, Andrea G. Carrillo Aguilar,
Heidi Mayo Silva

¿Cómo prevenir lo que se piensa curar? 131


La obesidad como enfermedad
Juan M. Muñoz Cano, Teresita N. J. Maldonado Salazar,
Ethel Garrido Cruz
11
Aprender a diagnosticar
la obesidad

Ángel E. Sierra Ovando1*,


Juan M. Muñoz Cano1

1. División Académica de Ciencias de la Salud, Universi-


dad Juárez Autónoma de Tabasco, Avenida Méndez 2838-
A, Tamulté, Villahermosa, Tabasco, México, C.P. 86150.
*E.mail: angelernestos@hotmail.com

Resumen. Se considera a la obesidad como una enfermedad y no


sólo como un problema estético. Desde esta perspectiva es necesa-
rio que se aprenda a realizar el diagnóstico de la obesidad como un
primer paso hacia su manejo correcto, así como la prevención
tanto de esta condición como de los trastornos cardiometabólicos,
neurológicos y proliferativos que son consecuencia, o al menos
están asociados a ella. Se describen en este trabajo los instrumen-
tos para realizar una correcta evaluación inicial del paciente con
obesidad, tanto en su estilo de vida como de las consecuencias de
este, como de aquel otro que se encuentra en riesgo de desarrollar-
la, o de padecer enfermedades no transmisibles y que son evita-
bles. Se ponderan mediciones como la de la cintura, y se mencio-
nan aquellas pruebas bioquímicas para el control de la obesidad y
las enfermedades consecuentes, que deben manejar los profesiona-
les de la salud de acuerdo con las Normas Oficiales Mexicanas,
pero que de acuerdo a diversos estudios se encuentra en niveles
subóptimos, o incluso alarmantes.
Palabras clave: Control de la obesidad; evaluación nutricional;
estilo de vida; parámetros bioquímicos.

1. Introducción

La obesidad y el sobrepeso son importantes problemas de salud


pública, que van en aumento en todas las edades (Parikh et al.,
2007). Requieren de la atención de los profesionales de la salud,
por su contribución al desarrollo de enfermedades cardiovasculares
y diabetes, tanto en los países desarrollados como en los que se
encuentran en desarrollo o en la pobreza. La obesidad, especial-
OBESIDAD

mente la central, conforma el principal signo clínico del síndrome


metabólico. Los otros componentes son hiperglucemia, dislipide-
mia e hipertensión. En México se ha observado un aumento de la
prevalencia del síndrome metabólico, observado a través de las
Encuestas Nacionales de 1993, 2000 y 2006. De acuerdo a los
criterios de la Federación Internacional de Diabetes, en 2000 la
prevalencia era de 29.3% y aumentó a 49.8% en 2006 (Villalpando
et al., 2010).
La obesidad es una enfermedad. En la NOM-174-SSA1-
1998 ―Para el manejo integral de la obesidad‖, se le encuentra
definida como ―enfermedad caracterizada por el exceso de tejido
adiposo en el organismo‖, y el criterio es índice de masa corporal
(IMC) mayor de 27, o IMC de 25 en caso de ser de talla baja, me-
nos de 1.5 metros de estatura. El criterio para sobrepeso es IMC
mayor de 25 en población normal o menor de 23 en caso de talla
baja. En el consenso de la Sociedad Española para el Estudio de la
Obesidad (SEEDO) se le definió como ―una enfermedad crónica
multifactorial, fruto de la interacción entre genotipo y ambiente‖
(Salas et al., 2007).
Esto no se refleja desde las tablas de morbilidad a partir
de los diagnósticos realizados en consultorios, clínicas y hospita-
les. En el caso de México se sabe que tiene altas tasas de obesidad
2
a partir de observaciones transversales como la Encuesta Nacional
de Salud y Nutrición de 2006. Más si se revisan las tablas de regis-
tros, la obesidad es invisible. Este subregistro en el proceso de
atención cotidiana es un problema mundial. El profesional de la
salud de nuestro país no hace el diagnóstico de obesidad, también
tiene dificultades para realizar el diagnóstico oportuno de diabetes
mellitus de tipo 2 (DM2), hipertensión arterial (HTA), dislipide-
mias (DL) y aterosclerosis (Villalpando et al., 2010; Fanghänel et
al., 2011; Gakidou et al., 2011), así como el síndrome metabólico
(SM) (Hsich, 2011).
El objetivo de este trabajo es contribuir a establecer más
explícitamente las necesidades educativas del profesional de la
salud acerca de cómo se puede identificar este problema de manera
temprana en el primer nivel de atención, tanto para su manejo
como su prevención, así como de sus consecuencias que ya son
una pesada carga de morbilidad, mortalidad y costos, tanto ca-
tastróficos como de bolsillo, que ponen al borde de colapso al
Sistema Nacional de Salud, sobre todo porque son ―costos de opor-
tunidad‖ (García et al., 2011), al no percibir el profesional de la
salud a esta enfermedad, sus causas y consecuencias.
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

2 Historia clínica

Este documento debe cumplir con los lineamientos de la Norma


Oficial Mexicana NOM-168-SSA1-1998, ―del expediente clínico‖.
Es relevante conocer los antecedentes patológicos individuales y
familiares referidos a enfermedades crónicas y también los proce-
sos patológicos padecidos en las últimas semanas. Asimismo se
contempla el consumo de medicamentos o suplementos en los
últimos días y de manera crónica. Se preguntará si existen antece-
dentes familiares de obesidad u obesidad mórbida, de muerte car-
diovascular prematura, DM2, o cáncer de origen epitelial.
En cuanto a los antecedentes personales, se registrará la
presencia de cualquier enfermedad metabólica asociada a la obesi-
dad, el año de su diagnostico actual, en especial la presencia de
DM2, HTA y DL. Se registrará la presencia de tabaquismo (en-
fermedad que a su vez es factor de riesgo cardiovascular y enfer-
medad pulmonar obstructiva crónica, entre otras) y el consumo y
tipo de bebidas alcohólicas. Es de importancia identificar los me-
dicamentos que toma el paciente, haciendo especial énfasis en
aquellos que se asocian a un incremento ponderal como corticoste-
roides, insulina, sulfunilureas, metiglinidas, tiazolidinedionas,
3
fenotiacidas, antidepresivos tricíclicos, ciertos antipsicóticos, glu-
cocorticoides, acetato de megestrol, estrógenos, antiepilépticos
como valproato y la carbamazepina, ciproheptadina y betabloque-
antes. Ello orientará ante la presencia de una obesidad yatrógena o
en la necesidad de cambiar la estrategia terapéutica de las enfer-
medades asociadas a la obesidad.
Se registrarán todos aquellos datos de interés con la inten-
ción de evaluar mejor el contexto en el que se desarrolla la obesi-
dad: a) limitaciones profesionales, familiares o interpersonales
condicionadas por la obesidad; b) situaciones personales que difi-
cultan la realización de de un tratamiento o la adopción de hábitos
de vida saludables; c) grado de apoyo externo (familiar, de ami-
gos) y de motivación por parte del paciente.
En la entrevista se debe profundizar en la evolución de la
obesidad: edad de inicio, ya que entre más tiempo con obesidad
mayor el riesgo cardiometabólico, y la evolución del peso (máxi-
mo, mínimo), ya que fluctuaciones en el mismo a consecuencia de
intentos de bajar de peso resultan benéficas. Deben identificarse
posibles causas desencadenantes (cambio de trabajo, de domicilio
o estado civil, embarazo, lactancia, disminución del ejercicio,
abandono de tabaquismo, cuadros ansioso-depresivos, ingesta de
fármacos, entre otros). También es preciso registrar los intentos de
OBESIDAD

pérdida de peso, los tratamientos utilizados y su eficacia. Es im-


portante conocer la percepción que tiene el enfermo de su enfer-
medad y los posibles fracasos anteriores en relación al tratamiento
de la obesidad, ya que las expectativas no realistas conducen a la
frustración.

2.1 Características socioeconómicas


Las características sociales, culturales y los ingresos económicos
influyen en el estado de nutrición. El nivel educativo (que no es
sinónimo de escolaridad) se relaciona fundamentalmente con el
acceso a la información sobre los aspectos que promocionan o
perjudican la salud, y los ingresos reflejan el grado de bienestar
material, la clase social basada en la ocupación indica ambos as-
pectos y añade algunas connotaciones más ligadas a la ocupación
desempeñada, como son prestigio social, privilegio o poder. Varios
estudios en nutrición han relacionado educación con obesidad
(Jacoby et al., 2003), o desnutrición (Newman et al., 2001; Islam
et al., 2004).

2.2 Análisis del consumo alimentario


La historia de la dieta y la ingesta actual más que para el dia-
gnóstico de la obesidad debe serlo de una dieta insana como causa
4
de este problema. Es preciso también conocer el entorno relacio-
nado con la alimentación. Es fuente complementaria que debe
contemplarse por su repercusión exógena sobre el estado nutricio-
nal y también para conocer las posibilidades reales de intervención
a partir de modificaciones o aportaciones de la dieta. Ya que exis-
ten evidencias científicas del efecto de tipos de alimento con efec-
to protector, como son verduras, cereales integrales, frutas, legu-
minosas, pescado, nueces y yogurt (Oude Griep et al., 2011; Mat-
tei et al., 2011; Mozaffarian et al., 2011), el fin de esta parte de la
entrevista es evaluar áreas de oportunidad y promover una dieta
saludable (Akbaraly et al., 2011, Lim et al., 2011). Por otra parte,
también hay asociación alta entre el consumo de papas fritas, bebi-
das azucaradas (con o sin gas) y carnes rojas procesadas (como
jamones, salami, entre otros), también se inquiere para evaluar las
recomendaciones para disminuir el consumo de este tipo de ali-
mentos, al mismo que se incrementan los alimentos del estilo de
vida saludable y que han mostrado asociación con menor desarro-
llo del IMC, y de DM2, HTA, enfermedad cardiometabólica y
algunos tipos de cáncer (Mozaffarian et al., 2011). Desde esta
perspectiva es importante que el profesional de la salud tome posi-
ción con respecto a los productos que se consumen en la alimenta-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

ción, ―los médicos no deben decir que es correcto comer hambur-


guesas con queso y papas fritas‖ (Hsich, 2011).

2.3 Evaluación de la actividad física


Los datos más importantes a reseñar relacionados con el ejercicio
serán aquellos que tengan relación con la actividad física cotidiana
(caminar, subir o bajar escaleras, ir a la tienda o el mercado), sin
menospreciar la actividad física programada (aerobics, futbol, por
ejemplo). Por último, se debe recabar información en cuanto a las
posibles dificultades que existen en la realización de cambios en el
estilo de vida como limitaciones físicas, económicas, sociales,
educativas (diferentes a las de escolaridad).
Diferentes sociedades científicas recomiendan que cada
adulto debería realizar 30 o más minutos diarios de una actividad
física de intensidad moderada, preferentemente todos los días de la
semana con la finalidad de mejorar la salud y prevenir las enfer-
medades cardiovasculares. Estas recomendaciones no se ajustan a
las necesidades de un paciente obeso que quiera modificar su estilo
de vida de forma realista. La Asociación Internacional para el
Estudio de la Obesidad (IASO por sus ciglas en inglés) (Saris et
al., 2003) propuso dos recomendaciones (Salas et al., 2007). La
primera hace referencia a la necesidad de realizar entre 45-60
5
minutos de actividad física diaria (315-420 min/semana) como una
acción preventiva para evitar que los sujetos con sobrepeso puedan
evolucionar hacia la obesidad. La segunda recomendación va diri-
gida a las etapas de mantenimiento del peso perdido, donde se
sugiere invertir de 60-90 minutos diarios (420-630 minu-
tos/semana) de actividad física de intensidad moderada, para evitar
la recuperación del peso perdido. Por su parte, el American Colle-
ge of Sports Medicine, en colaboración con la American Diabetes
Association, elaboraron recomendaciones donde se hace énfasis en
que mediante la actividad física, incluso con pérdidas modestas de
peso, se logra un muy buen control de la glucosa y de otros pará-
metros en pacientes con diabetes mellitus (ACSM-ADA, 2010).
Muchas de las personas con obesidad que tienen una vida
sedentaria manifiestan escaso interés o habilidad para iniciarse en
una actividad física. Por esta razón se debe plantear comenzar con
un régimen de actividad física lento, pero progresivo, durante
varias semanas, hasta alcanzar los objetivos planteados. Como
primera medida, conviene reducir el sedentarismo, fomentando el
incremento de las actividades cotidianas que generen un gasto
calórico (utilizar transporte público, subir tramos de escaleras,
caminatas). A medida que el paciente va perdiendo peso y aumen-
tando su capacidad funcional, se puede incrementar tanto la inten-
OBESIDAD

sidad como el tiempo de dedicación a estas actividades, hasta al-


canzar entre 45 a 60 minutos diarios. Pero, para que la actividad
física sea eficaz para perder peso y/o mantener la pérdida ponderal
a largo plazo, necesita que se realice con una determinada intensi-
dad o esfuerzo. Sólo los ejercicios de actividad moderada o intensa
son los que permiten alcanzar dicho objetivo, como caminar rápi-
damente, bicicleta, gimnasia aeróbica, deportes (volibol, natación).

3 Exploración física

La exploración por aparatos y sistemas para descartar complica-


ciones asociadas a la obesidad. Ésta debe de ir dirigida especial-
mente a la búsqueda de signos o síntomas de hipotiroidismo o
diabetes mellitus tipo 2 descompensada; signos o síntomas suges-
tivos de síndrome de apnea del sueño, insuficiencia cardiaca o
respiratoria; alteraciones en el ciclo menstrual que oriente al dia-
gnóstico de síndrome de ovario poliquístico u otra endocrinopatía;
signos o síntomas de hipertensión endocraneal que haga pensar la
existencia de un psudotumor cerebral o de un proceso expansivo
hipotálamo-hipofisiario: cefaleas de reciente instauración, cambios
6
en el humor o comportamiento, alteraciones del campo visual,
vómitos. Por ello es importante definir si existe acantosis nigri-
cans en axilas, ingles y dedos de los pies, papilomatosis en área
superior del tronco, hirsutismo, estrías color rojo en el abdomen o
axilas, hiperpigmentación cutánea o signos cutáneos de dislipide-
mia.

3.1 Determinación de la estructura corporal. Exploración


antropométrica
La antropometría es la medición y el estudio comparativo del
cuerpo humano, evalúa las dimensiones y proporciones corporales,
favoreciendo la determinación de la adiposidad global y regional,
otra función es la de evaluar la estructura y composición corporal
describiendo los componentes corporales (magro y graso) de for-
ma indirecta como la medición de circunferencias (McGill et al.,
2008). Las ventajas que ofrece son las medidas son relativamente
sencillas, rápidas y económicas, capaces de reflejar cambios en la
ingesta nutricional producidos a largo plazo. Los inconvenientes
que se pueden presentar son errores ocasionados por el examinador
a consecuencia de su inexperiencia, referencias estándar pueden no
ser apropiadas para el grupo de pacientes en estudio. Altura y peso
pueden alterarse por determinadas condiciones patológicas, como
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

osteoporosis y edema, respectivamente, y no reflejar por tanto una


situación nutricional.

3.1.1 Peso. Es deseable realizar esta medición con balanzas homo-


logadas, bien calibradas y precisas. Debe realizarse con el indivi-
duo en ropa interior ligera y descalzo.

3.1.2 Talla. Permite evaluar el control del crecimiento y desarrollo


en los niños y adolescentes y, en los adultos determina la longitud
final del crecimiento.

3.1.3 Índice de masa corporal (IMC). Quetelet señaló que en


adultos de constitución normal de peso (en kg) es aproximadamen-
te proporcional al cuadrado de la talla (en metros). Es el parámetro
más utilizado en la valoración nutricional en el paciente obeso
(OMS, 1995), y utilizado por la mayoría de los estudios epide-
miológicos (Formiguera et al., 2004; Flores et al., 2006; Bharati et
al., 2007; Ramos et al., 2007) dada su reproducibilidad, facilidad
de utilización y capacidad de reflejar la adiposidad en la mayoría
de la población. Sin embargo el IMC no logra detectar el estado
nutricional alterado en presencia de sobrepeso u obesidad, ya que
la desnutrición puede estar presente y enmascarada por la cantidad
7
anormal de la masa grasa (Talluri et al., 2003). El IMC tiene una
buena correlación con la masa grasa total, pero el aumento de la
grasa intraabdominal se relaciona más con la presencia de factores
de riesgo y de enfermedad cardiometabólica (Ysuf et al., 2005;
Winter et al., 2008), lo cual puede no ser detectado por este índice.
En un estudio reciente se encontró que en pacientes con IMC ≤
24.9 no sólo se puede presentar SM sino que en estos casos el
riesgo de infarto cardíaco es mayor que en quienes tienen obesidad
pero no otros datos de SM (Voulgari et al., 2011). En los niños es
conveniente emplear como límite de corte para sobrepeso y obesi-
dad el percentil 75 (INSP, 2006), ya que se han encontrado pará-
metros bioquímicos anormales en niños con IMC con percentil
entre 75 y 85, además de obesidad central y parámetros bioquími-
cos fuera de los valores sanos (Muñoz et al., 2011).

3.1.4 Circunferencia de la cintura. Se determina en el punto de


máxima circunferencia sobre el abdomen, en el punto intermedio
entre la cresta iliaca y el último borde costal. Pese a ser un pará-
metro aparentemente muy sencillo de determinar, en la práctica la
medida puede resultar compleja. Ello es así fundamentalmente, por
que no siempre es sencillo localizar las referencias anatómicas en
pacientes obesos, lo que favorece una nada despreciable variabili-
OBESIDAD

dad entre observadores (Rubio et al., 2007). Diferentes estudios


sugieren que la cintura es el mejor indicador de grasa visceral (y de
sus cambios con la pérdida de peso), así como del riesgo cardio-
metabólico (Zhu et al., 2002; Onat et al., 2004).
La medición de la cintura permite junto con la de la cade-
ra establecer la distribución de grasa corporal y establecer así el
tipo de obesidad. Para el diagnóstico del SM se incluye la medi-
ción de la obesidad abdominal por medio de la circunferencia de la
cintura, ya que está correlaciona bien con los factores de riesgo
cardiometabólico y las alteraciones propias del SM (Misra y Vi-
kram, 2003; Després et al., 2008; Ness y Apovian, 2008). Así,
quienes tienen IMC dentro del nivel sano están en riesgo de des-
arrollar estas enfermedades si su cintura es mayor al límite de
corte, 80 cm en mujeres y 90 en hombres con estatura mayor a 1.5
m (Voulgari et al., 2011). En escolares de Tabasco se encontró que
el tamaño de la cintura era 20 cm mayor en niños con IMC ≥ per-
centil 75, sobrepeso y obesidad (SPyO) en referencia a quienes
tenían peso sano (PS). En las niñas con PS el promedio de cintura
fue 61,26 ± 4,99 cm, en niñas con SPyO 82,27 ± 8,53 cm, en niños
PS el promedio fue 64,35 ± 4,95, y SPyO 80,85 ± 7,48 (Muñoz et
al., 2011).
8
3.1.5 Circunferencia de la cadera. Se determina, al igual que el
resto de las circunferencias con una cinta métrica inextensible en
el punto de máxima circunferencia sobre las nalgas. La medida
aislada de la circunferencia de cintura ha mostrado mejores corre-
laciones con la adiposidad visceral en los dos sexos, incluso duran-
te la pérdida de peso (Weinsier et al., 2001).

3.1.6 Índice cintura-cadera. Se ha asociado modestamente con el


tejido adiposo visceral abdominal determinado por técnicas de
imagen (Wajchenberg, 2000) pues se modifica cuando la cadera y
la cintura se incrementan en idéntica proporción, lo que debilita su
capacidad predictiva (García et al., 2004).

3.1.7 Presión arterial


La hipertensión es la primera causa de daño renal irreversible y de
lesión cerebral. La hipertensión es asintomática, no así sus conse-
cuencias tardías, por lo que es relevante identificarla cuando se
encuentra en estadios tempranos. Se calcula que en México sólo se
ha diagnosticado al 50% de quienes padecen hipertensión (Villal-
pando et al., 2010; Gakidou et al., 2011), y de los que reciben
tratamiento sólo 25% mantienen cifras sistólicas > 130 y diastóli-
cas > 80 mm Hg (Fanghänel et al., 2011).
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

Por eso, toda consulta debe estar acompañada de la medi-


ción de la presión arterial. Esta debe realizarse de acuerdo a la
Norma Oficial Mexicana NOM-030-SSA2-1999, ―Para la preven-
ción, tratamiento y control de la hipertensión arterial‖. El propósito
es mantener una presión sistólica máxima de 129, y diastólica
máxima de 84 mm de Hg. Valores mayores, que se denominan
normal alta, diastólica de 130 a 139, y sistólica de 85 a 90 mm de
Hg requieren de manejo no farmacológico, aunque este debe ser
parte de las recomendaciones habituales del profesional de la sa-
lud.

4 Evaluación de parámetros bioquímicos

Tanto en pacientes con obesidad, como en aquellos en los cuales


no se encuentran datos de sobrepeso, es necesario realizar análisis
en busca intencionada de los problemas principales de salud tanto
para evitarlos en caso de que no se encuentren, como para dismi-
nuir los efectos, en el caso de que se detecten de manera temprana,
o evitar el deterioro, cuando se han presentado, de acuerdo con los
requerimientos de las NOM. Estos grandes problemas, que causan
9
casi la mitad de las muertes son enfermedad cardiovascular, diabe-
tes mellitus, hipertensión arterial y cáncer, por lo que es necesario
que el profesional de la salud sepa, y realice como parte de su
práctica profesional, la búsqueda de datos, que se describen bre-
vemente a continuación. La búsqueda, y control de estos proble-
mas no es una capacidad inherente al personal de salud. En el
informe de siete países de la Organización Mundial de la Salud, se
encontró que en México y Colombia la proporción de pacientes
que logran un control deseable de glucosa, presión arterial y nive-
les de colesterol es 1%. Esto es global, ya que Estados Unidos, con
mayores recursos, sólo tiene 12% con buen control (Gakidou et al.,
2011). El tener el diagóstico de un trastorno debe llevar al control
de los asociados, lo cual no se realiza correctamente en el mundo,
por lo que es urgente modificar las estrategias de atención y edu-
cación del personal de salud.

4.1 Glucosa en sangre


La obesidad tiene una alta asociación con la diabetes mellitus de
tipo 2. Ya que el 95% de quienes desarrollan DM2 son obesos,
esta enfermedad es un factor de riesgo para aquella. De acuerdo
con la Norma Oficial Mexicana NOM-015-SSA2-1994, ―Para la
prevención, tratamiento y control de la diabetes‖, el personal de
OBESIDAD

salud está obligado a evaluar este aspecto para prevenir su apari-


ción (numeral 8), como para su detección temprana. Tanto en
obesos como en quienes tienen su peso con IMC menor de 25 se
efectuará periódicamente de acuerdo con la clasificación que se
encuentra en dicho documento.
La diabetes mellitus es la principal causa de muerte en
México; sin embargo, es insuficiente la proporción de pacientes
detectados en relación a los que se calcula tienen diabetes. Se
estima sólo se ha realizado la identificación de 50% de los afecta-
dos (Gakidou et al. 2011). La American Diabetes Association
(2010) recomienda diagnosticar prediabetes, e iniciar manejo tem-
prano, cuando la hemoglobina glicosilada (HbA1c) se encuentre
entre 5.7 y 6.4%; la glucosa en ayunas sea de 100 a 125 mg/dL
(5.6 a 6.9 mM/L); la glucosa dos horas después de los alimentos se
encuentre entre 140 a 199 m/dL; se encuentren valores anormales
en el test de tolerancia a la glucosa por vía oral.
Aunque en la NOM se establece confirmar la diabetes
mediante otras pruebas, en la práctica es conveniente considerar el
estado de prediabetes como suficiente para iniciar el manejo no
farmacológico, de acuerdo a recomendaciones de la ADA. Por otra
parte, de los pacientes a los que se les diagnosticó DM2, sus médi-
cos definieron como fuera de control a 60% de ellos, pero al eva-
10
luar sus parámetros bioquímicos, 40% de los que fueron conside-
rados como bajo control no tenían cumplimiento de la meta de
HbA1c ≤ 6.5%, entre otras inconsistencias (Fanghänel et al.,
2011).

4.2 Perfíl de lípidos


De acuerdo con la Norma Oficial Mexicana NOM-037-SSA2-
2002, ―Para la prevención, tratamiento y control de las dislipide-
mias‖ se deben identificar valores tanto limítrofes como de riesgo.
Ya que las anomalías en estas moléculas no causan manifestacio-
nes tempranas, deben evaluarse cada cinco años a partir de los 35
de edad. Para el nivel y gravedad de los riesgos se deben emplear
los criterios de la NOM, numerales 5.1 al 5.4. Las metas con los
pacientes es mantener valores de colesterol total (CT) menores de
200 mg/dL, colesterol de lipoproteínas de baja densidad (C-LBD)
menores a 130 mg/dL, colesterol de lipoproteínas de alta densidad
(C-LAD) mayores a 35 mg/dL (idealmente mayores a 60 como
factor protector), y triglicéridos menores a 150 mg/dL.
En México, dos terceras partes de los casos de hipercoles-
terolemia tanto en el grupo de menores de 35 años como en el de
35 a 64 permanecen sin diagnóstico (Gakidou et al., 2011). La alta
prevalencia de C-LAD menor a 40 mg/dL ha permanecido invaria-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

ble en las Encuestas Nacionales, 61, 63 y 60.5%. Aunque Villal-


pando et al. (2010) sugieren un componente genético, puede ser
más un reflejo del sedentarismo de la población del país que se
encontraba presente antes del aumento en la prevalencia de obesi-
dad, ya que hubo un incremento en la prevalencia de niveles ma-
yores a 200 mg/dL de CT, 27.1% en 1993, a 42.4% en 2000 y
43.6% en 2006. A las C-LAD no se le ha dado el papel relevante
que tiene en el metabolismo del colesterol, ya que se ha notado que
la mitad de los pacientes que ingresaron en Estados Unidos a causa
de infarto de miocardio tenían C-LBD menor a 100 mg/dL pero
niveles anormalmente bajos de C-LAD (Chapman et al., 2011).

5. Diagnóstico de la obesidad para la prevención de las enfer-


medades crónicas no transmisibles

El estado nutricional de una persona o grupo humano es el resulta-


do de la interrelación entre el aporte nutricional que recibe (volu-
men, calidad, composición, frecuencia) y las demandas nutritivas
del mismo, necesarias para permitir la utilización de nutrientes,
mantener las reservas y compensar las pérdidas (Aranceta et al.,
11
2006). Diversos factores anatómicos, genéticos, fisiológicos o
psicológicos, además de poder disponer o no de comida, desempe-
ñan un papel determinante en el estado nutricional (Planas et al.,
2008). El diagnóstico de la obesidad, sea general o localizada
como la de la cintura, debe ser realizado con base en indicadores
que deben identificarse de manera rutinaria en todo tipo de inter-
vención o consulta por parte del personal de salud de primer nivel
de atención. Ya que no necesariamente se es obeso total, sino que
la grasa intraabdominal es un factor de alto riesgo, los criterios
diagnósticos son índice de masa corporal (peso ÷ estatura al cua-
drado), diámetro de la cintura, índice cintura-cadera y el índice
cintura-talla. Partiendo de este razonamiento, la obesidad requiere
para su intervención una buena letra A, Evaluación, para con esto
obtener la letra B, Diagnóstico, y por último, la letra C, Tratamien-
to. La evaluación del estado de nutrición está ligada al estilo de
vida, sobre todo en tres aspectos fundamentales: la actividad física,
la alimentación y el estado de ánimo, ligados entre sí, y por tal
motivo son fundamentales a la hora de mirar todos los elementos
que puedan influir a esta triada.
El personal de primer nivel de atención debe tener la ca-
pacidad de detectar, prevenir y manejar la obesidad, siempre que
no sea resultado de problemas endócrinos como hipotiroidismo o
OBESIDAD

síndrome de Cushing, que deberá identificar y referir. Esto se hace


un imperativo ya que en relación en las Normas Oficiales Mexica-
nas, NOM-174-SSA1-1998 ―Para el manejo integral de la obesi-
dad‖ en relación a los adultos, y en la NOM-008-SSA2-1993
―Control de la nutrición, crecimiento y desarrollo del niño y del
adolescente‖, de observación obligatoria para todos los niveles y
tipos de atención que se presten en México, se explicita que la
obesidad debe recibir un manejo profesional desde diferentes pun-
tos de vista. También menciona que ―el médico será el responsable
del manejo integral del paciente obeso‖ y ―será el único profesio-
nal facultado para la prescripción de medicamentos‖.
Sea porque el profesional de la salud no percibe que la
obesidad sea una enfermedad y por lo tanto motivo de manejo
correcto así como de estrategias de prevención, como por desco-
nocimiento de los medios para realizar un diagnóstico, no se reali-
za de manera sistemática la búsqueda e identificación de la obesi-
dad, los factores de riesgo que la promueven, y sus consecuencias
(Calzada et al., 2006; Murray et al., 2011). De esta manera se deja
de disminuir la probabilidad de desarrollar (y prevenir) DM2,
HTA, pero también enfermedad cardiovascular, enfermedad cere-
brovascular, enfermedad de Alzhaimer, cáncer de mama, cáncer de
próstata, muerte por apnea del sueño.
12
Esta necesidad deberá solventarse (a falta de políticas
públicas que se generen para beneficio de la población y no de la
industria de repostería industrial, botanas y refrescos azucarados)
en el fortalecimiento de las capacidades de los recursos humanos:
―médicos, enfermeras y otro personal sanitario‖ (OMS, 2008),
como desde el proceso escolar en las universidades (García et al.,
2009; Barquera et al., 2010). En este sentido es urgente que el
proceso educativo donde se forma a los profesionales de la salud
se oriente a resolver este y otros problemas de salud mediante la
reorientación del curriculum, así como el papel de estudiantes y
profesores, hacia uno más participativo e integral.

6. Conclusiones

La obesidad es una pandemia pero que no se identifica en el proce-


so de atención en el primer nivel, por lo que es necesario que se le
diagnostique como lo que es, una enfermedad compleja y multifac-
torial.
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

Los profesionales de la salud no realizan de manera opor-


tuna los diagnósticos de las enfermedades asociadas a la obesidad
tales como diabetes, hipertensión y dislipidemias.
No se realizan estrategias para el logro de las metas en el trata-
miento de las enfermedades asociadas a la obesidad por lo que sólo
una proporción pequeña se beneficia con la administración de los
medicamentos.
Es necesario que el profesional de la salud contribuya a la
disminución de los impactos que la obesidad hace en el Sistema
Nacional de Salud mediante el manejo oportuno de la obesidad y
de las enfermedades asociadas de acuerdo a las Normas Oficiales
Mexicanas.
Hacen falta estrategias educativas innovadoras tanto como
parte de un proceso de educación continua para el profesional de la
salud en servicio como en la educación escolar, para lo se requiere
la modificación del curriculum escolar para formar las capacidades
necesarias para afrontar estos graves problemas.

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Relevancia de polimorfismos
en el gen de la leptina y su re-
ceptor para el desarrollo de la
obesidad

Jonathan P. Carrillo Vázquez1, Jerónimo López Alcantar2,


Claudia G. Benítez Cardoza1,2, Absalom Zamorano1,2,
César López Camarillo3, César Augusto Sandino Reyes
López1,2, Laurence A. Marchat1,2,*

1. ENMH-IPN, Programa de Doctorado en Biotecnología en Red,


Guillermo Massieu Helguera 239, Ticomán, CP 07320, México
DF, México.
2. ENMH-IPN, Programa Institucional de Biomedicina Molecular,
Guillermo Massieu Helguera 239, Ticomán, CP 07320, México
DF, México.
3. Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Posgrado en
Ciencias Genómicas, Av. San Lorenzo #290, Col. del Valle, CP
03100, México DF, México.
*E.mail: lmarchat@ipn.mx

Resumen. La obesidad es un problema multifactorial que implica


la participación de factores ambientales y genéticos que en su
conjunto conllevan a una alteración de los mecanismos biológicos
de regulación del peso corporal. Numerosos trabajos han eviden-
ciado el rol esencial de la adipocina leptina y su receptor en la vía
hipotalámica de señales leptina-melanocortina de regulación de la
homeostasis energética. Además se ha evaluado la presencia de
mutaciones en los genes correspondientes para dilucidar la suscep-
tibilidad genética a la obesidad. Como sucede comúnmente, aso-
ciar un polimorfismo al desarrollo de una patología de origen mul-
tifactorial no es algo que pueda definirse fácilmente. Una revisión
bibliográfica extensiva de los polimorfismos de un solo nucleótido
identificados muestra que los cambios G-2548A en el promotor del
gen de la leptina y Q223R en el gen de su receptor han sido rela-
cionados con los niveles de leptina en suero y el sobrepeso o obe-
sidad en algunas poblaciones, pero no así en otras, lo que demues-
tra la relevancia del fondo genético en el desarrollo de la obesidad.
En el caso de la población mexicana, existen muy pocos reportes.
Los datos preliminares publicados hasta la fecha sugieren que el
OBESIDAD

polimorfismo G-2548A en el promotor del gen de la leptina podría


estar asociado a la obesidad en mujeres de la zona metropolitana
de México, así como a la diabetes tipo 2 en jóvenes obesos de la
Ciudad de Durango. El cambio Q223R en el gen del receptor po-
dría estar relacionado con el porcentaje de grasa corporal en ado-
lescentes del estado de Guanajuato.
Palabras clave: leptina, obesidad, polimorfismos, receptor de
leptina.

1 Introducción

La obesidad es una enfermedad que resulta de malos hábitos ali-


menticios y una falta de actividad física, en asociación con factores
genéticos que conllevan a una alteración de los mecanismos bio-
lógicos de regulación del peso corporal (Barsh et al., 2000; Co-
muzzie et al., 2001). Hasta la fecha no se han identificado marca-
dores moleculares que puedan ser utilizados para realizar estudios
epidemiológicos de susceptibilidad genética en el ser humano.
Además, análisis detallados sugieren que la expresión fenotípica
de la obesidad es determinada por la interacción entre factores
18
genéticos y un medio ambiente obesogénico, y puede variar entre
diferentes grupos raciales (Maes et al., 1997; Bouchard et al.,
2003). Particularmente, muchos trabajos se han enfocado al estu-
dio de mutaciones en el gen de la leptina y su receptor debido a su
rol esencial en la vía hipotalámica de señales leptina-
melanocortina de regulación del peso corporal en el hombre.

2 Regulación del peso corporal: papel de la leptina y su recep-


tor

2.1 Vía hipotalámica de señales leptina-melanocortina


El balance entre la ingesta y el gasto energético está regulado por
un complejo sistema fisiológico que requiere la integración de
muchas señales periféricas provenientes principalmente del tejido
adiposo, estomago, intestino y páncreas, hacia el hipotálamo para
que este dirija y armonice la producción de factores hormonales
que participan en la regulación del equilibrio energético del orga-
nismo. En particular, el núcleo arcuato del hipotálamo recibe in-
formación a partir del tejido adiposo mediante la leptina (LEP),
una adipocina anorexigénica transportada por la vía sanguínea
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

hacia el cerebro mediante la unión a la forma libre de su receptor


(Houseknecht et al., 1996; Banks et al., 1996).
Existen seis isoformas del receptor de leptina que se clasi-
fican en tres clases: corta (LEPRa, LEPRc, LEPRd y LEPRf),
secretada (LEPRe) y larga (LEPRb). Todas las isoformas compar-
ten una región extracelular de 894 aminoácidos que es estructu-
ralmente parecida a los receptores de citocinas de clase I (Bazan,
1990; Tartaglia et al., 1997; Nakashima et al., 1997; Febbraio et
al., 2007), un dominio Ig-Like y cuatro dominios tipo fibronectina
clase III (FNIII); una región transmembranal de 23 residuos, asi
como una región intracelular con un dominio de 34 aminoácidos y
un dominio variable en cada isoforma (Ghilardi et al., 1996;
Thompson et al., 1997a-b; Friedman et al., 1998; Baskin et al.,
1999; Burguera et al., 2001; Frühbeck, 2006; Harvey et al., 2007).
En el núcleo arcuato, la leptina interacciona con el recep-
tor funcional LEPRb (o LEPR-L, OBR-L, OBRb) cuyo dominio
intracelular (304 aminoácidos) contiene tres secuencias consenso
(Box1, 2 y 3) que conforman el sitio JAK/STAT importante para
la transducción de señales (Matsuoka et al., 1997; Frühbeck,
2006). Particularmente, la unión LEP-LEPRb estimula la prohor-
mona convertasa 1 (PC1) de las neuronas catabólicas para la catá-
lisis de la proopiomelanocortina (POMC) y la producción de me-
19
lanocortinas como la hormona α-melanocito estimulante (α-MSH).
Esta ejerce sus acciones catabólicas por medio de la activación de
receptores de melanocortina (MC4R) localizados en el núcleo
periventricular del hipotálamo para generar una señal de saciedad
y así reprimir el apetito. Por otro lado, la unión LEP-LEPR en las
neuronas anabólicas, inhibe la expresión del neuropéptido Y
(NPY) importante en el estimulo de la ingesta. Estas neuronas
también sintetizan la proteína relacionada con la proteína agouti
(PRAg) que ejerce sus efectos anabólicos compitiendo con las
señales de melanocortina en MC4R, estimulando el apetito.
De manera interesante, se ha demostrado que una baja
cantidad de leptina invierte el mecanismo de control del peso, es
decir que favorece la ingesta y reduce el gasto energética, dando
como resultado un desbalance de la homeostasis energética, lo que
promueve la adipogénesis y por lo tanto la síntesis de leptina
(Friedman et al., 1998). La vía hipotalámica de señales leptina-
melanocortina puede por lo tanto ser definida como una secuencia
de reacciones bioquímicas altamente reguladas que permite man-
tener el equilibrio entre la estimulación y la inhibición del apetito,
en función del gasto energético, para controlar el estado de los
depósitos grasos y el peso del organismo.
OBESIDAD

2.2 Alteraciones en pacientes obesos


La leptina es un factor clave en la regulación de la homeostasis
energética. Varios estudios han demostrado que sus niveles au-
mentan con la ganancia de peso (Kolaczynski et al., 1996; Maffei
et al., 1995) y disminuyen con la pérdida de peso (Maffei et al.,
1995), lo que sugiere que la leptina representa una señal del tejido
adiposo. Por otro lado, el hecho de que el suero de la mayoría de
los individuos obesos contenga aproximadamente cuatro veces
más leptina que el de sujetos delgados no concuerda con el papel
anorexigénico de esta adipocina (Considine et al., 1996a; Maffei et
al., 1995). Se cree que la resistencia celular a la leptina pudo
haberse desarrollado en respuesta a una presión evolutiva para
promover el almacenamiento de grasa y así proteger el organismo
contra la falta de nutrientes y el ayuno.
La más aceptada de las hipótesis propuestas para explicar
el fenómeno de ―resistencia a la leptina‖ en los pacientes obesos
está relacionada con defectos en el transporte de la leptina en el
torrente circulatorio. En pacientes obesos, el transporte sanguíneo
de las altas concentraciones de leptina no es eficiente, posiblemen-
te por la cantidad insuficiente de la isoforma libre de su receptor,
lo que sugiere que la leptina es transportada hacia el cerebro por
un sistema saturable (Banks et al., 1996; Caro et al., 1996;
20
Schwartz et al., 1996). Otra posibilidad es que la resistencia a la
leptina sea el reflejo de las limitaciones del efecto de la leptina
para regular la ingesta y las reservas de grasa corporal, debido a
alteraciones en la vía de señalización que depende de la interac-
ción LEP-LEPR o bien a alteraciones en esta interacción (Spie-
gelman y Flier, 1996). También es posible que haya mutaciones en
el gen de la leptina y/o de su receptor que provoquen cambios en la
secuencia de amino ácidos y/o el plegamiento de las proteínas,
dando como resultado una inhibición de su interacción.
Debido a la relevancia de la interacción LEP-LEPR en la
activación de la vía hipotalámica de señales leptina-melanocortina
para la regulación de la homeostasis energética, numerosas inves-
tigaciones se han enfocado a evaluar la presencia de mutaciones en
los genes que codifican para la leptina y su receptor para dilucidar
la susceptibilidad genética a la obesidad.
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

3 Polimorfismos en el gen de la leptina en pacientes obesos

3.1 Identificación de polimorfismos en la secuencia codificante


El gen de la leptina, localizado en la región q31.3 del cromosoma
siete, consta de 650 kb y consiste de tres exones separados por dos
intrones. Solamente se transcriben los exones 2 y 3 para generar un
polipéptido de 167 aminoácidos. Después de la eliminación de un
péptido señal de 21 residuos, la proteína madura procesada corres-
ponde a 146 aminoácidos con un peso molecular de aproximada-
mente 16 kDa (Gong, 1996; Zhang et al., 1997).
Existen pocos reportes sobre la asociación de mutaciones
en la región codificante del gen de la leptina y la obesidad. En dos
niños de Pakistán, la eliminación del nucleótido C398 provocó un
cambio del marco de lectura después de la glicina 192 y la genera-
ción de una proteína trunca que no es secretada (Montague et al.,
1997). El cambio C314T provoca la sustitución R105W y la pro-
ducción de una proteína no funcional (Strobel et al., 1998). Re-
cientemente, Mazen et al. (2009) reportaron una nueva mutación
homocigota que genera el cambio N103K en un paciente Egipto
obeso. Otro estudio reveló los cambios G > A en la región no codi-
ficante del exón 1 y CAA > CAG en el codón 25 del exón 2 en un
21
grupo de niños obesos de Tailandia (Kongmacheep et al., 2009).
En los casos de obesidad monogénica asociada a una deficiencia
congénita de leptina, es posible dar un tratamiento a base de lepti-
na para restablecer la activación de la vía hipotalámica de señales
leptina-melanocortina y la regulación del hambre y saciedad (Fa-
rooqi et al., 2002).

3.2 Asociación del polimorfismo -2548G/A en el promotor del


gen de la leptina con los niveles de leptina y la obesidad
La mayoría de los estudios han evidenciado la relevancia de poli-
morfismos en la región promotora del gen de la leptina. El primer
reporte sobre este tema fue publicado en el 1998 por Mammès et
al. (1998) quienes analizaron la región que abarca del nucleótido -
2608 en el promotor hacia la posición +31 en el exón 1 en un gru-
po de franceses caucásicos obesos. Estos análisis permitieron la
identificación de ocho polimorfismos (-2549 C/A, -2437 T/G, -
1887 C/T, -1823 C/T, -1387 G/A, -633 C/T, -188 C/A y +19 G/A)
que no crean ni modifican sitios de regulación transcripcional
importantes. Sólo la presencia del alelo A en la posición -2549
(polimorfismo ahora conocido como -2548G/A) se asoció con
altos niveles de leptina en sangre independientemente del peso
corporal y una mala respuesta a la dieta en mujeres obesas. Poste-
OBESIDAD

riormente, los mismos autores encontraron que el alelo G estaba


asociado a la obesidad (p < 0.001) y a niveles más bajos de leptina
(p = 0.05) (Mammes et al., 2000).
Otro estudio mostró que las mujeres brasileñas portadoras
del alelo G tenían cuatro veces más posibilidad de ser obesas que
aquellas que tenían el alelo A (OR: 4.11, CI 95%: 1.06-15.90, p =
0.041). En esta población, el alelo G se asoció con un aumento de
los niveles de leptina en plasma (p = 0.024) y un mayor índice de
masa corporal (p = 0.027) (Hinuy et al., 2008). El alelo G tambien
fue asociado a altos niveles de leptina en niños de 12 a 16 años en
España (Riestra et al., 2010). Particularmente, las niñas portadoras
del genotipo GG presentaban una circunferencia de cadera y un
IMC mayor que los portadoras de los otros genotipos (p = 0.04).
En un grupo de aborígenes taiwaneses, Wang et al. (2006) mostra-
ron que el genotipo homocigoto GG está significativamente aso-
ciado con la obesidad extrema (IMC ≥ 35 kg/m2) usando los mo-
delos mendelianos recesivo (2 = 7.89, p = 0.005) y codominante
(2 = 7.93, p = 0.02), y no así en los pacientes que presentan una
obesidad moderada (27 ≤ IMC ≤ 35 kg/m2). Sin embargo, no en-
contraron relación con los niveles de leptina, lo que sugiere que el
genotipo homocigoto -2548 G/G podría jugar un papel genético
22 recesivo en el desarrollo de la obesidad extrema en esta población
de aborígenes taiwaneses.
Por otro lado, Le Stunff et al. (2000) reportaron que el
genotipo AA está asociado a una reducción del 25% en la concen-
tración de leptina, en niñas caucásicas obesas. En contraste, el
genotipo AA fue asociado a niveles significativamente más altos
de leptina en suero (14.5 ± 2.1 vs 9.7 ± 0.9 ng/ml, p = 0.02), un
aumento de la secreción de leptina (1158 ± 288 vs 626 ± 84 ng/2
h/107 células, p = 0.02) y los niveles de ARNm (p = 0.01) en el
tejido adiposo, en mujeres suecas con peso normal (Hoffstedt et
al., 2002). Mediante ensayos de retardamiento de la movilidad
electroforética, los autores demostraron que los adipocitos huma-
nos poseen proteínas nucleares que son capaces de unirse a un
fragmento de ADN que incluye el sitio -2548 del promotor de
LEP. Particularmente, estas proteínas presentaron más afinidad al
ADN cuando estaba presente el alelo A en la posición -2548, lo
que sugiere que el polimorfismo -2548G/A en el promotor del gen
de leptina podría afectar la expresión génica, posiblemente a nivel
transcripcional, y por lo tanto los niveles de secreción de la adipo-
cina. Mientras que en mujeres embarazadas con diabetes mellitus
tipo 1, el genotipo AA parece estar asociado a sobrepeso y obesi-
dad, sin que haya cambios en los parámetros metabólicos (Iciek et
al., 2008).
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

3.3 Ausencia de asociación del polimorfismo -2548 G/A en el


promotor del gen de la leptina con la obesidad
Aun si varios estudios apuntan a una posible asociación entre el
polimorfismo -2548 G/A y la obesidad en distintas poblaciones,
otros trabajos llevan a una conclusión opuesta. Por ejemplo, el
análisis de las características genéticas, clínicas y de estilo de vida,
de 303 individuos españoles obesos y su grupo control no eviden-
ció ninguna asociación entre este polimorfismo y la obesidad (Por-
tolés et al., 2006). Así mismo, Duarte et al. (2007) reportaron que
no hay diferencias en las frecuencias genotípicas de sujetos brasi-
leños. Ben Ali et al. (2008) llegaron a la misma conclusión al
estudiar un grupo de individuos de Túnez. Sin embargo, los pa-
cientes obesos portadores del genotipo AA, particularmente los
hombres, presentaban mayores presiones sistólicas (p = 0.01) y
distólicas (p < 0.001) que los individuos con los genotipos GA o
GG, evidenciando una relación entre el polimorfismo -2548G/A y
la presión sanguínea en este grupo de pacientes. Esta relación fue
confirmada por el estudio de un grupo de sujetos brasileños obesos
en donde el genotipo AA aparece como un importante mediador de
la hipertensión arterial asociada a la obesidad (Genelhu et al.,
2009).
23
4 Polimorfismos en el gen del receptor de la leptina en pacien-
tes obesos

4.1 Polimorfismos en el gen del receptor de la leptina


El gen (70 kb) que codifica para el receptor de la leptina se en-
cuentra localizado en el cromosoma 1 en la región 1p31, entre los
microsatellites D1S515 y D1S198. Consta de 20 exones, 18 de los
cuales son codificantes y otros dos variables que no se traducen.
Los exones 19 y 20 codifican el dominio intracelular variable en
cada isoforma (Chung et al., 1996a-b; Thompson et al., 1997a-b).
El primer ejemplo de la asociación entre polimorfismos
en el gen del receptor de la leptina y la obesidad fue descrito en un
grupo de 20 indios Pima no diabéticos seleccionados por sus altos
niveles de grasa y su respuesta aguda de insulina en respuesta a
glucosa intravenosa (Thompson et al., 1997b). La secuenciación
del gen permitió la identificación de siete polimorfismos: dos de
ellos, Lys109Arg y Gln223Arg, corresponden a sustituciones de
aminoácidos en el dominio extracelular del receptor; uno es una
sustitución silenciosa y otros cuatro caen en regiones intrónicas.
OBESIDAD

Posteriormente, estos y otros polimorfismos reacionados


con la obesidad fueron descritos en distintas poblaciones. Al estu-
diar el polimorfismo Lys109Arg en el gen del receptor de leptina
en pacientes obesos sometidos a una dieta hipocalorica, Abete et
al. (2009) mostraron que la disminución de grasa corporal y coles-
terol total fue mayor en pacientes con el genotipo AA. Además, los
portadores del alelo G presentaron un mayor riesgo de inflamación
(OR=2.5; p = 0.042) y estrés (OR=3.3; p = 0.011), parámetro que
disminuyo significativamente con la pérdida de peso. Estos datos
sugieren que el alelo Arg en la posición 109 está asociado a un
estado proinflamatorio y de estrés en pacientes obesos.
El análisis de 1843 sujetos de 405 familias caucásicas
evidenció que Lys656Asn se asocia con el peso (p = 0.002) y el
porcentaje de grasa (p = 0.015) en personas de peso normal, la
contribución de este polimorfismo a las variaciones fenotípicas
correspondientes siendo de 2.63% y 1.15%, respectivamente. Los
sujetos con el alelo G en el sitio Lys656Asn tenían en promedio un
aumento de 3.16% en peso y 2.71% en grasa, confirmando la rele-
vancia de las variantes genéticas del gen del receptor de leptina
para el fenotipo de obesidad (Liu et al., 2004). En el 2006, de Luis
et al. realizaron un estudio prospectivo para evaluar el efecto del
polimorfismo Lys656Asn en el gel del receptor de la leptina en 67
24
pacientes españoles obesos no diabéticos sometidos a una dieta
hipocalórica y actividad física. La pérdida de peso fue similar en el
grupo de pacientes con el genotipo Lys656/Lys656 silvestre y el
grupo de pacientes con los genotipos Lys656/Asn656 o
Asn656/Asn656 mutante (91.7 vs 87.1%). Ambos grupos presenta-
ron una disminución similar del IMC, grasa corporal y circunfe-
rencia de cintura. De forma interesante, la disminución de la con-
centración de leptina en sangre solo se observó en los pacientes del
grupo silvestre (57.3 ± 31.5 ng/mL vs 45.8 ± 29.3 ng/mL; p <
0.05), lo que sugiere que la presencia del alelo Asn656 tiene un
efecto sobre la respuesta a la dieta y ejercicio. La pérdida de peso
también fue asociada a una disminución significativa de la concen-
tración de leptina solo en pacientes con el genotipo
Lys656/Lys656 silvestre, independientemente de que estén some-
tidos a una dieta baja en grasa (30.3%; p < 0.05) o en carbohidra-
tos (15.5%; p < 0.05), confirmando la influencia del alelo Asn656
sobre la respuesta al tratamiento (de Luis et al., 2008a). Además, el
alelo Asn656 presente en los genotipos Lys656/Asn656 y
Asn656/Asn656 fue relacionado con altos niveles de insulina (18.1
± 10.7 vs 32.1 ± 25 mUI/ml; p < 0.05), HOMA (2.8 ± 1.7 vs 5.6 ±
4.8; p < 0.05) y leptina (39.3 ± 23 vs 63.5 ± 28 ng/ml; p < 0.05) en
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

españoles obesos no diabéticos, pero no así en mujeres (de Luis et


al., 2008b).
Un estudio realizado en tres hermanas obesas con altos
niveles de leptina evidenció la presencia de una sustitución nucleo-
tidica en el exón 16 que genera una proteína de 831 aminoácidos
sin los dominios transmembranales y intracelular. Varios familia-
res con peso normal fueron heterocigotos por esta mutación, lo que
sugiere una herencia autosomal recesiva de esta característica
(Clement et al., 1998). El polimorfismo Pro1019Pro se asoció con
un aumento longitudinal del peso corporal (p = 0.02), de la grasa
(p = 0.05) y del IMC (p = 0.01) en un grupo de mujeres australia-
nas evaluadas durante un periodo de dos años, particularmente en
individuos obesos. Además, las mujeres homocigotas por el alelo
A tendían a ganar más peso con el tiempo (De Silva et al., 2001).
En la población francesa, la variante genética T70C (exón 1) fue
asociada a la grasa corporal en mujeres (p = 0.025). Las frecuen-
cias genotípicas y alélicas del cambio Ser343Ser (T343C en el
exón 9) fueron significativamente diferentes entre mujeres con
peso normal y en obesidad, el alelo T siendo más frecuente en el
grupo con sobrepeso y alto nivel de grasa corporal. De manera
interesante, las mujeres portadoras del alelo C perdieron más peso
en respuesta a su dieta baja en calorías (p = 0.006). Estos datos
25
indican que las variaciones en gen del receptor de leptina están
asociadas a la obesidad y están involucrados en la respuesta a los
factores nutricionales (Mammès et al., 2001).
En un grupo de niños de China, la frecuencia del cambio
G>A en la posición 3057 del exón 20 fue significativamente supe-
rior en los niños obesos (p < 0.05). El genotipo AA se asoció con
un aumento de la concentración de triglicéridos en suero, el IMC y
el porcentaje de grasa corporal (p < 0.01), y una disminución de
colesterol HDL-C (p < 0.01), en comparación con el genotipo GG.
Estos datos sugieren que el polimorfismo G3057A podría afectar
el metabolismo lipídico y la distribución de grasa corporal en ni-
ños obesos (Liu et al., 2004). Algo similar se reportó en la pobla-
ción de Túnez, en donde la frecuencia del alelo A en la posición
3057 fue mayor en mujeres obesas en comparación con el grupo
control (33.3% vs 25.8%; 2 = 4.90, p = 0.026). En el modelo de
herencia dominante, los genotipos GA y AA fueron más frecuentes
en mujeres obesas (58.3% vs 47.8%; 2 = 4.08, p = 0.044).
Además, el riesgo de ser obseso fue mayor en las mujeres homoci-
gotas AA (OR = 2.73, 95% CI: 1.03-7.21) y heterocigotas GA y
AA (OR = 1.53, 95% CI: 1.01-2.31) en comparación con las muje-
res con el genotipo GG (Ben Ali et al., 2010). En mujeres embara-
zadas con diabetes mellitus tipo 1, el genotipo GG en la posición
OBESIDAD

668 del gen del receptor de leptina parece estar asociado a sobre-
peso y obesidad, sin que haya cambios en los parámetros metabó-
licos (Iciek et al., 2008).

4.2 El polimorfismo Q223R en el gen del receptor de la leptina


y su asociación con la obesidad.
De los polimorfismos en el gen del receptor de leptina relaciona-
dos con la obesidad, el que más se ha estudiado es Q223R (A>G
en el exón 6) que afecta al dominio extracelular presente en todas
las isoformas del receptor. Fue descrito por primera vez en huma-
nos en 1996 (Considine et al., 1996b), y los autores concluyeron
que no estaba asociado a la obesidad. El primer estudio que asoció
este polimorfismo con la obesidad fue el realizado por Thompson
et al. (1997b) en los indios Pima. Posteriormente, Chagnon et al.
(1999) analizaron 308 sujetos (146 hombres y 162 mujeres) de la
población franco-canadiense de Quebec y encontraron que el po-
limorfismo Q223R está relacionado con la grasa corporal (p =
0.005). Los hombres delgados portadores del alelo Q223 tenían 4
kg menos de peso corporal libre de grasa que los portadores del
otro alelo (53.4 ± 0.6, n = 47 vs 56.6 ± 0.9, n = 18; p = 0.005); sin
embargo, no se evidenció diferencias en la distribución de las
frecuencias alélicas y genotípicas del polimorfismo Q223R entre
26
los sujetos obesos y con peso normal. El siguiente año, el mismo
investigador confirmó la asociación del polimorfismo Q223R con
el IMC y la grasa corporal en individuos caucásicos de Quebec (p
= 0.005 y p = 0.03, respectivamente), pero no así en sujetos de
origen africano. Los hombres portadores del alelo R223 presenta-
ron valores más altos de IMC (+4 U, p = 0.0001), grasa corporal
(+7 kg, p = 0.0004) y leptina (+4 ng/mL, p = 0.0006), corroboran-
do el efecto significativo del receptor de leptina sobre la adiposi-
dad en hombres canadienses (Chagnon et al., 2000).
El polimorfismo Q223R también fue relacionado con el
IMC, la grasa corporal y los niveles de leptina en un grupo de
mujeres postmenopausicas de Inglaterra (Quinton et al., 2001). Un
estudio realizado en 118 sujetos griegos (62 mujeres y 56 hom-
bres) evidenció la mayor prevalencia del alelo R223 en su forma
homocigota en individuos obesos o con sobrepeso en comparación
con individuos con peso normal (20.7% vs 4.5%; p = 0.01). Asi-
mismo, los análisis de regresión simple y múltiple revelaron que el
alelo R223 en su forma homocigota constituye un elemento predic-
tivo del IMC (p = 0.015) y porcentaje de grasa (p = 0.02) en po-
blación de Grecia (Yiannakouris et al., 2001).
En 2002, Mattevi et al. publicaron el primer estudio sobre
la población brasileña, evaluando una muestra de 183 mujeres y
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

153 hombres caucásicos. Las frecuencias genotípicas y alélicas del


polimorfismo Q223R fueron significativamente diferentes entre
los sujetos con peso normal y obesos (p = 0.013 y p = 0.009, res-
pectivamente). Los individuos homocigotos Arg/Arg tienen un
mayor IMC que los sujetos Gln/Gln, mientras que los heterocigo-
tos presentan un IMC intermedio (ANOVA, p = 0.063). Además,
la relación del polimorfismo Q223R con la obesidad fue mayor en
los fumadores (p = 0.009). Los trabajos de Duarte et al. (2006 y
2007) ratificaron la fuerte asociación que existe entre el polimor-
fismo Q223R y la obesidad en la población brasileña, el genotipo
GG siendo asociado a la obesidad, con un factor de riesgo del 58%
con respecto a los genotipos AG y AA. Finalmente, el genotipo
Arg/Arg predominó en dos grupos de ancianos con trastornos
metabólicos (2 = 7.886, p = 0.019) y síndrome metabólicos (2 =
14.941, p = 0.001) en comparación con individuos sanos, lo que
sugiere que el polimorfismo Q223R podría estar relacionado con la
predisposición a desarrollar el síndrome metabólico en ancianos
brasileños (Gottlieb et al., 2009).

4.3 Ausencia de asociación del polimorfismo Q223R del gen del


receptor de leptina con la obesidad
El polimorfismo Q223R presente en el gen del receptor de la lepti- 27
na podría participar en el desarrollo de la obesidad en varios gru-
pos poblacionales, sin embargo existen otros estudios que mues-
tran que podría no estar asociado a un IMC elevado. Uno de los
primeros reportes fue el realizado por Matsuoka et al. (1997) quie-
nes observaron que la presencia de este polimorfismo y otros seis
comúnmente encontrados en el mismo gen (K109R, S243S,
S492T, K656N, P1019P y A976D) no tenía una correlación es-
tadísticamente significativa con la obesidad en un grupo de 47
individuos de origen japonés, cuando se compararon los resultados
con los obtenidos en un grupo de 68 individuos no obesos. En el
mismo año, Silver et al. (1997) evaluaron un grupo de 104 indivi-
duos caucásicos residentes de los Estados Unidos de Norteamérica
que presentaban obesidad y que no padecían de diabetes, y eviden-
ciaron que no existía relación entre la presencia de los polimorfis-
mos Q223R y K556N presentes en el gen del receptor de la leptina
y el IMC. En este mismo estudio, tampoco se encontró que estos
polimorfismos estuvieran asociados a los parámetros comúnmente
asociados a la obesidad en pruebas cuantitativas, específicamente
la resistencia a la insulina o la tolerancia a la glucosa.
En 1997 también se publicaron los resultados de un estu-
dio realizado a un grupo de 156 individuos daneses con obesidad,
que adicionalmente contaban con antecedentes de haberla padeci-
OBESIDAD

do desde la juventud, observándose que el polimorfismo Q223R


no parece estar asociado al IMC alto que presentaban (Echwald et
al., 1997). Algo similar encontraron Gotoda et al. (1997) en la
población británica. En este caso, estos investigadores reportaron
que la presencia de cinco polimorfismos comúnmente encontrados
en el receptor de la leptina, incluyendo al Q223R, parecen no estar
asociados con el desarrollo de obesidad mórbida, ya que estos
cambios se observaron en personas obesas y no obesas, sin impor-
tar si eran homocigotos o heterocigotos para estos polimorfismos.
Por su parte, Wang et al. (2006) demostraron que no existen dife-
rencias genotípicas entre un grupo de 226 taiwaneses con sobrepe-
so y obesidad cuando se compararó con un grupo de 182 sujetos
con peso normal.
En un estudio realizado en pacientes norteamericanos, se
ha observado que existe una asociación importante entre el poli-
morfismo Q223R y anormalidades metabólicas asociadas a una
dieta alta en calorías, aun si no se encontró una asociación estadís-
ticamente significativa con el peso corporal (Ukkola et al., 2000).
Resultados similares se reportaron recientemente en un grupo de
individuos rumanos con obesidad (Constantin et al., 2010), donde
se observó que no existe predisposición al desarrollo de obesidad
por la presencia del polimorfismo Q223R, aunque esta variación
28
podría estar implicada en el desarrollo de otros desórdenes me-
tabólicos, como altos niveles de triglicéridos (p = 0.017) y glucosa
(p = 0.040), así como en altos valores en la presión sanguínea
sistólica y diastólica (p = 0.015 y p = 0.026, respectivamente).
Otro ejemplo es lo observado en un grupo de individuos finlande-
ses obesos, donde se encontró que aunque no existe asociación
entre el polimorfismo Q223R y el desarrollo de obesidad, este
mismo polimorfismo presenta asociación importante con el desa-
rrollo de diabetes mellitus tipo 2 en esta población (Salopuro et al.,
2005).
En población infantil se han realizado observaciones simi-
lares. Un estudio realizado por Pyrzak et al. (2009) mostro que la
presencia del polimorfismo Q223R no tenía influencia en el peso
corporal, niveles de leptina y algunos parámetros metabólicos de
niños polacos con obesidad. El polimorfismo Q223R en el receptor
de la leptina no está asociado con el IMC elevado de las madres
hindúes y asiáticas después del nacimiento de sus hijos, ni con la
talla o peso de los niños al nacer (Rand et al., 2001); tampoco a un
IMC alto o a la acumulación de grasa corporal en mujeres caucási-
cas australianas (de Silva et al., 2001) o belgas (Wauters et al.,
2001).
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

Incluso, en los estudios en que se ha encontrado una co-


rrelación estadísticamente significativa entre el desarrollo de la
obesidad y la presencia de un polimorfismo, el Q223R parece no
ser trascendente en algunos grupos étnicos para que se presente
esta condición. Por ejemplo, Mammes et al. reportaron en el 2001
que en una muestra de población francesa la presencia del poli-
morfismo Q223R no parece estar asociado al desarrollo de la obe-
sidad, aunque describieron que un nuevo polimorfismo, en el nu-
cleótido 70 (T70C en el exón 1) y el polimorfismo en el nucleótido
de la posición 96 (S343S en el exón 4), podrían estar asociados
con el sobrepeso observado en esta población. En el mismo senti-
do, Heo et al. (2002) reportaron que aunque en algunos grupos
étnicos parece existir una débil relación estadística entre el poli-
morfismo Q223R y el IMC o la circunferencia de cintura, no se
tiene una correlación estadísticamente significativa.
Por su parte, van Rossum et al. (2003) encontraron que el
cambio Q223R podría estar relacionado con una disminución en la
funcionalidad biológica del receptor de la leptina, pero no se en-
contró una relación estadísticamente significativa con la ganancia
de peso en la población danesa. Algo similar se ha observado en
un grupo de 265 turcos, donde no existía una correlación clara
entre el IMC y la presencia del polimorfismo Q223R en el receptor
29
de la leptina, incluso cuando se intentó asociar a polimorfismos
presentes en los genes del receptor beta 3 adrenérgico, el transpor-
tador de serotonina y con el sustrato del receptor de 1 de insulina
(Mergen et al., 2007).

5 Evaluación de los polimorfismos LEP G-2548A y LEPR


Q223R en la población mexicana

Los antecedentes descritos anteriormente muestran que los poli-


morfismos -2548 G/A en el promotor del gen de la leptina y
Q223R en el gen que codifica para el receptor de leptina esta aso-
ciados con la obesidad en diversas poblaciones, no así en otras. En
México, hasta hace poco, no había ningún trabajo publicado sobre
estos u otros polimorfismos en los mencionados genes.
Fue hasta el año 2005 que Guizar-Mendoza et al. analiza-
ron el polimorfismo del Q223R del gen del receptor de la leptina
en una muestra de 103 adolescentes (55 obesos y 48 no obesos, de
12 a 17 años) de la región de Guanajuato. Sus resultados mostra-
ron que la presencia del aminoácido Q223 estaba relacionada con
niveles de insulina aproximadamente 26% más elevados en los
OBESIDAD

individuos obesos (p = 0.004). Asimismo, fue asociado a niveles


más elevados de leptina, porcentaje de grasa corporal y actividad
simpática del corazón, lo que sugiere que la presencia de Q223
podría estar asociada con alteraciones hemodinámicas y metabóli-
cas relacionadas con la obesidad. En el año 2008, se realizó un
estudio preliminar sobre la presencia del polimorfismo G-2548A
de la región promotora del gen de la leptina en 56 sujetos jóvenes
(27 obesos y 29 no obesos) de la ciudad de Durango (Lara-
Castañeda y Lares-Assef, 2008, comunicación personal). Los re-
sultados de este trabajo mostraron que el polimorfismo G-2548A
no está asociado al peso corporal. Sin embargo, los autores sugie-
ren que el genotipo GG podría estar relacionado a la diabetes me-
llitus de tipo 2 (DT2).
En nuestro grupo de trabajo se realizó un análisis simultá-
neo de los polimorfismos -2548 G/A en el promotor del gen de la
leptina y Q223R en el gen que codifica para el receptor de leptina
en una muestra de 160 pacientes mexicanos de la región del Valle
de México, quienes fueron captados en la Clínica de Acupuntura
de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía del Instituto
Politécnico Nacional. Los análisis estadísticos no evidenciaron
asociacion entre el peso corporal y estos dos polimorfismos. Sin
embargo, de manera interesante, el genotipo GG en el promotor
30
del gen de la leptina fue asociado a un mayor riesgo de padecer
obesidad (p < 0.001) y una mayor concentración de leptina en
sangre (p ≤ 0.05) en las mujeres (manuscrito en preparación).

6 Conclusiones

Esta revisión bibliográfica extensiva de los cambios genéticos


identificados en el promotor del gen de la leptina y el gen de su
receptor muestra que asociar un polimorfismo al desarrollo de una
patología de origen multifactorial como lo es la obesidad, no es
algo que pueda definirse fácilmente. Aun si es clara la participa-
ción de la leptina y su receptor en la regulación del peso corporal,
el fondo genético de cada población así como los factores ambien-
tales pueden modular la importancia de un polimorfismo, de tal
manera que es muy difícil poder considerar estos genes como
marcadores moleculares universales de la obesidad.
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

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209

37
OBESIDAD

38
La obesidad en la medicina
tradicional china

María del Carmen García Cardona1, Laurence A.


Marchat1,2, Flavia Becerril Chávez3, Francisco
Lozano Rodríguez3,*

1. ENMH-IPN, Programa Institucional de Biomedicina Molecular,


Guillermo Massieu Helguera 239, Ticomán, CP 07320, México
DF, México.
2. ENMH-IPN, Programa de Doctorado en Biotecnología en Red,
Guillermo Massieu Helguera 239, Ticomán, CP 07320, México
DF, México.
3. ENMH-IPN, Especialidad en Acupuntura Humana, Guillermo
Massieu Helguera 239, Ticomán, CP 07320, México DF, México.
*Email: mcarmengc150577@hotmail.com,
lozanof57@gmail.com.

Resumen. La obesidad es un padecimiento descrito por la medici-


na tradicional china (MTCh) desde la antigüedad y se han utilizado
innumerables modalidades terapéuticas entre las que destacan la
acupuntura. La MTCh ha involucrado en el desarrollo de la obesi-
dad al sistema Bazo, Hígado y Riñón lo cual conduce a una altera-
ción en el metabolismo de los líquidos corporales y la formación
de humedad y flema, los cuales se acumulan y estancan en diferen-
tes partes del cuerpo a manera de grasa. Existen varios síndromes
dentro de la MTCh los cuales pueden conducir al desarrollo de
obesidad de tal manera que un mismo padecimiento se manifestará
con diferentes características particulares en cada enfermo y por
consiguiente cada paciente requerirá un tratamiento específico.
Actualmente muchos investigadores a nivel mundial están dedi-
cando recursos y esfuerzos en demostrar que la MTCh no sólo es
útil en el manejo de la obesidad, sino puede ser un tratamiento
altamente efectivo de esta patología.
Palabras clave: Acupuntura, medicina tradicional china, obesidad,
sistema bazo.
OBESIDAD

1 Introducción

La medicina tradicional china (MTCh) es un sistema médico muy


completo y bien estructurado cuyas bases teóricas tienen más de
2000 años de existencia. Es un sistema que ha permanecido vigen-
te en China y ha trascendido fronteras llegando a obtener un reco-
nocimiento a nivel mundial y en la actualidad ha sido también
incorporada e integrada con los modelos medico científicos con-
temporáneos, posicionándose como uno de las medicinas comple-
mentarias de mayor difusión y reconocimiento (Cossrow y Falkner
2004).
La MTCh utiliza un código de reconocimiento, análisis e
interpretación del fenómeno salud-enfermedad muy sui géneris, en
el cual se apoya para establecer diagnóstico y tratamiento. En
forma muy sintética se establece que la salud depende del buen
funcionamiento y armonía de un sistema conformado por ―órganos
y visceras‖, ―sustancias vitales‖ (energía, sangre y líquidos) y
―canales y colaterales‖. Cuando se rompe el equilibrio en este
sistema que garantiza una adecuada producción de sustancias vita-
les y su distribución a todo el organismo, sobreviene la enferme-
dad (Cho, 2009)
40

2 Definición de la obesidad en la MTCh

La obesidad es un padecimiento que está reconocido en la MTCh


desde hace miles de años y para la cual existen innumerables escri-
tos que describen ampliamente las bases para conocer su origen,
establecer su diagnóstico, así como los elementos indispensables
para su prevención y tratamiento con diversas modalidades terap-
éuticas como son la herbolaria tradicional y la acupuntura (Lund,
2006)
El término chino para obesidad utilizado en la actualidad
es fei pang 肥胖 que en general se puede traducir como ―gordura,
grasa, grasa fértil, gordura o grasa generada con facilidad‖ (Lacey,
2003). La MTCh describe a la obesidad como una enfermedad
compleja que involucra principalmente a los sistemas energéticos
del bazo, hígado y riñón y donde el principal proceso fisiopatoló-
gico está representado por la alteración de la energía de esos sis-
temas que lleva a la alteración del metabolismo de los líquidos
corporales y la consecuente formación de productos patológicos
llamados humedad y flema, los cuales la medicina china considera
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

que son los que se acumulan y estancan en diferentes partes del


cuerpo en forma de grasa (Lau, 1975). Esta flema-grasa se consti-
tuye a su vez en un producto patológico capaz de generar o detonar
una gran diversidad de procesos patológicos que afectan al orga-
nismo en múltiples sistemas.
Los chinos también atribuyen el origen principal de la
obesidad y su proceso patológico a los malos hábitos alimenticios
y el sedentarismo. Además, reconocen que la herencia y la consti-
tución probablemente determinada congénitamente juegan un
papel importante en el desarrollo de la enfermedad (Wang, 2008).

2.1 Teoría de la medicina china, un código especializado, sis-


temas orgánicos, diagnóstico
En la teoría de la MTCh se establecen diversas características y
funciones específicas a los diferentes ―sistemas orgánicos‖ que no
corresponden estrictamente a la medicina moderna (aunque siem-
pre es posible definir correspondencias y paralelismos que integran
los dos sistemas médicos), de tal manera que se debe tener cuidado
para evitar dar una interpretación superficial o a la ligera de los
conceptos vertidos en los textos que se refieren a la MTCh, ya que
pueden llevar a confusiones o concepciones parciales o erróneas.
Está fuera de los objetivos y alcances de este capítulo el profundi-
41
zar en la definición y análisis de las diversas teorías de la MTCh,
sin embargo, trataremos en forma sencilla de explicar algunos de
los conceptos más importantes, sobre todo en lo que se refiere a
obesidad (Liu, 2004).
En la MTCh, los ―sistemas orgánicos‖ principalmente in-
volucrados son el bazo, riñón e hígado, pudiendo en mayor o me-
nor medida todos ellos estar involucrados en diferentes proporcio-
nes, dando lugar a matices específicos que determinan la indivi-
dualidad de cada caso (diferenciación sindromática). Sin embargo,
el sistema que siempre y mayormente se involucra es el del bazo,
por lo que en este capítulo nos abocaremos principalmente a la
descripción más detallada de su fisiología y patología en MTCh.
El proceso de diagnóstico particular de la MTCh lleva a la
integración de síndromes, establecidos con el código de la MTCh a
través de la integración de las manifestaciones clínicas y la evalua-
ción especializada del pulso radial y de la observación de la len-
gua.
OBESIDAD

3 La obesidad y el concepto de flema en la MTCh

De acuerdo a los códigos y fundamentos marcados por las teorías


básicas de la MTCh para interpretar, diagnosticar y tratar la enfer-
medad, la obesidad se relaciona principalmente con el concepto
―acumulación de flema‖. De acuerdo a estas teorías, la ―flema‖
tiene su origen principalmente en la disfunción de un sistema
orgánico-energético llamado Pi 脾 Bazo (Shape, 1998).

3.1 El sistema Pi 脾 Bazo de la MTCh


Este concepto, en términos generales se traduce como bazo y con
frecuencia se le relaciona también con funciones del páncreas (de
la medicina convencional), llamándolo entonces ―sistema bazo-
páncreas‖. En MTCh, este sistema no corresponde estrictamente a
los órganos de la medicina occidental y más bien se podría consi-
derar como unidad funcional, ―energética‖, acorde con los criterios
de la teoría de la MTCh, y solo parcialmente corresponde a la parte
anatómica y funcional de la medicina moderna (Shape, 1998).

3.1.1 Funciones del sistema bazo en MTCh


42 Con frecuencia, el sistema chino, abarca muchas más funciones
que el órgano occidental propiamente dicho, incluyendo funciones
atribuibles a otros órganos y sistemas en la medicina occidental. A
Pi 脾 o ―bazo chino‖ se le atribuyen las siguientes funciones:
 Regular todas las funciones del sistema gastrointestinal
 Producir sangre y energía: la asimilación, selección, purifica-
ción, distribución de lo más esencial de los alimentos para la
producción de ―energía y sangre‖ (fuerza y capacidad de reali-
zar las actividades cotidianas) (para esto se le reconoce una
unión estrecha con Wei 胃 ―estómago‖, órgano o sistema que
también adquiere otras connotaciones especiales en MTCh).
 Regular el metabolismo de los líquidos.
El bazo es el órgano más importante en relación con el meta-
bolismo de los líquidos, de cuya disfunción se derivan diversos
procesos patológicos, en parte relacionados con retención, mala
distribución, enlentecimiento, estancamiento y obstrucción de flujo
de líquidos (Shape, 1998).

3.1.2 Disfunción del bazo y producción de flema, obesidad


Se considera que con la disfunción del bazo, los líquidos corpora-
les se tornan turbios, más densos y viscosos, constituyendo pro-
ductos patológicos llamados humores turbios, humedad y flema.
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

Estos a su vez, una vez producidos son responsables de la obstruc-


ción del flujo de la sangre y energía y de una gran diversidad de
procesos patológicos. El concepto flema se refiere al producto
patológico de mayor viscosidad y potencial obstructivo y se rela-
ciona también directamente con la formación y acumulación de
tejido graso excesivo y por consiguiente con el aumento de peso y
la obesidad (Tradit, 1999).
Cuando se habla de disfunción o deficiencia de energía de ba-
zo, se debe considerar principalmente las siguientes manifestacio-
nes clínicas:
 Falta de apetito
 Distensión abdominal postprandial
 Sensación de pesadez en la cintura, debilidad de las extremi-
dades
 Evacuaciones pastosas o diarreicas
 Náuseas
 Sensación de opresión en tórax y en epigastrio
 Pesadez generalizada
 Pulso agotado, delgado, resbaladizo
 Lengua pálida, obesa y con impresiones dentarías

43
4 Diferenciación sindromática

En la MTCh, el estudio de una enfermedad o entidad nosológica se


realiza en función de la llamada diferenciación sindromática, de tal
manera que un mismo padecimiento, de acuerdo a las característi-
cas particulares de cada enfermo, tendrá diversos matices indivi-
duales de donde se desprenderá un síndrome diferente y por consi-
guiente un tratamiento también distinto.
La obesidad, analizada desde la MTCh también puede es-
tar incluida en diversos síndromes. Si bien es cierto que de acuerdo
al análisis fisiopatológico referido previamente y en especial al
concepto de flema estudiado, sabemos que en buena medida todos
los casos de obesidad compartirán algunos de los elementos, pero
en especial la disfunción del sistema de bazo y la formación de
flema; sin embargo, de acuerdo a la diferenciación sindromática es
posible establecer algunas características distintivas especiales que
norman el criterio terapéutico.
OBESIDAD

4.1 Principales síndromes en obesidad


4.1.1 Deficiencia de bazo y obstrucción de humedad
Manifestaciones clínicas:
 Obesidad con edema, cansancio, pereza, falta de fuerza, pesa-
dez, dificultad para mover el cuerpo y las extremidades, dis-
tensión abdominal, falta de apetito, orina escasa, evacuaciones
pastosas
 Lengua: cuerpo de la lengua pálido, ligeramente obeso, con
impresiones dentales, saburra blanca, pegajosa
 Pulso: agotado (vacío, sin fuerza), delgado, resbaladizo

Principio terapéutico: tonificar el bazo, incrementar la energía y


eliminar la humedad.

Puntos recomendados:
 Yinlingquan (B 9)
 Pishu (V 20)
 Zusanli (E 36)
 Zhongwan (RM 12)
 Neiguan(PC 6)
 Tianshu (E 25)
44  Qihai (RM 6)

4.1.2 Calor en el estómago y obstrucción de humedad y flema


Manifestaciones clínicas:
 Obesidad, vértigo, distensión en la cabeza, apetito excesivo,
ansiedad, boca seca, deseo de beber líquidos, distensión ab-
dominal, plenitud, estreñimiento
 Lengua: lengua roja con saburra delgada amarillenta
 Pulso: cordalis, resbaladizo, acelerado.

Principio terapéutico: aclarar-enfriar el calor de estómago, trans-


formar y eliminar la flema.

Puntos recomendados:
 Tianshu (E 25)
 Fenglong (E 40)
 Neiting (E 44)
 Quchi (IG 11)
 Zhongwan (RM 12)
 Shuidao (RM 28)
 Pishu (V 20)
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

4.1.3 Estancamiento de la energía del hígado y flema


Manifestaciones clínicas:
 Sobrepeso u obesidad, pesadez, distensión toraco-costal, agi-
tación, irritabilidad, plenitud y sensación de masa epigástrica,
boca amarga, lengua seca, distensión abdominal, falta de ape-
tito, irregularidades menstruales
 Lengua: rosada con saburra pegajosa
 Pulso: cordalis, ligeramente resbaladizo

Principio terapéutico: Drenar el hígado, regular-movilizar la energ-


ía y transformar la flema.

Puntos recomendados:
 Taichong (H 3)
 Zhigou (SJ 6)
 Qimen (H 14)
 Neiguan (PC 6)
 Hegu (IG 4)
 Zhongwan (RM 12)
 Shanzhong (RM 17)

4.1.4 Deficiencia de energía y estancamiento sanguíneo 45


Manifestaciones clínicas:
 Sobrepeso u Obesidad, palpitaciones, respiración entrecortada,
dolor toraco-costal, dolor fijo, irregularidades menstruales,
sangrado oscuro con coágulos
 Lengua: cuerpo de la lengua opaco con puntilleo o manchas
equimóticas, saburra delgada
 Pulso: Agotado o delgado, cordalis o áspero

Principio terapéutico: Incrementar la energía, avivar la sangre y


romper estancamiento sanguíneo.

Puntos recomendados:
 Zhongwan (RM 12)
 Sanyinjiao (B 6)
 Zusanli (E 36)
 Guilai (E29)
 Taichong (H 3)
 Hegu (IG 4)
 Geshu (V 17)
 Tianshu (E 25)
OBESIDAD

4.1.5 Obstrucción del centro por flema y turbiedad


Manifestaciones clínicas:
 Constitución obesa, gusto por alimentos dulces y grasosos,
vértigo, distensión en la cabeza, plenitud y distensión abdomi-
nal epigástrica, pesadez de extremidades y cuerpo, parestesias
en pies y manos, tos con expectoración pegajosa
 Lengua: Lengua rosada con saburra blanca pegajosa o amari-
llenta pegajosa
 Pulso: resbaladizo, ligeramente cordalis y agotado

Principio terapéutico: Vigorizar el bazo, armonizar el centro y


transformar la flema.

Puntos recomendados:
 Zhongwan (RM 12)
 Tianshu (E 25)
 Qihai (RM 6)
 Zusanli (E 36)
 Yinlingquan (B 9)
 Taichong (H 3)
 Neiguan (PC 6)
46  Pishu (V 20)

4.1.6 Deficiencia de yang de bazo y de riñón


Manifestaciones clínicas:
 Constitución obesa, extremidades frías, gusta de calor, aver-
sión al frío, debilidad, cansancio, dolor lumbar y de rodillas y
piernas, edema en las extremidades, distensión abdominal, fal-
ta de apetito, oliguria, evacuaciones pastosas
 Lengua: pálida con saburra delgada
 Pulso: hundido, delgado o débil, lento

Principio terapéutico: Calentar y tonificar el yang del bazo y del


riñón.

Puntos recomendados:
 Shenshu (V 23)
 Pishu (V 20)
 Tianshu (E 25)
 Qihai (RM 3)
 Zhongwan (RM 12)
 Zusanli (E 36)
 Taixi (R 3)
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

 Taibai (B 3)

5 Técnicas opcionales y complementarias a la acupuntura uti-


lizadas en el manejo de la obesidad

Además del tratamiento acupuntural clásico que involucra la utili-


zación de agujas, la MTCh puede aprovecharse de diversas técni-
cas complementarias:
 Herbolaria: preparaciones a base de hierbas para estimular y
regular las funciones del sistema bazo.
 Tui-Na: técnicas de masaje chino, con pleno conocimiento de
los canales energéticos acupunturales para lograr un equilibrio
energético corporal.
 Qi-Gong: practica de movimientos corporales en coordinación
con la respiración para controlar y regular el flujo de energía
por el organismo.
 Electroestimulación: es la estimulación eléctrica constante y
periódica en la superficie corporal o sobre las agujas ya pre-
viamente insertadas, que tiene como ventaja la producción de
un estimulo más intenso y prolongado en cuanto a intensidad 47
y frecuencia.
 Moxibustión: es la aplicación de calor en puntos de acupuntu-
ra por medio de conos o puros de moxa, su materia prima
principal son hojas de Artemisa vulgaris.
 Auriculoterapia: es una variante de la acupuntura en la cual se
aplican estímulos en puntos de la oreja para la prevención y
tratamiento de diversas enfermedades, es ampliamente usado
para el manejo de obesidad.

6 Investigación clínica y básica

Muchos expertos refieren que la MTCh por sí sola no debe ser el


único abordaje para el tratamiento de pacientes con problemas de
obesidad y sobrepeso, sino más bien como una terapia auxiliar o
complementaria en el manejo integral de la obesidad. Siempre
deberá indicarse una dieta adecuada, ejercicio físico regular y
hábitos alimenticios saludables. De esta manera los resultados
serán mucho mejores que cualquiera de los otros recursos aislados
o sin la acupuntura y otras modalidades de la MTCh.
OBESIDAD

A través de la investigación se ha podido demostrar que la


acupuntura produce efectos reguladores definitivos en una amplia
gama de procesos fisiológicos, y que se puede elegir como un
recurso efectivo en el manejo de una gran diversidad de padeci-
mientos, incluyendo los de orden metabólico como son la obesi-
dad, la diabetes mellitus y el síndrome metabólico (Birch, 2004).
A continuación se enlistan, solo a manera de ejemplo, al-
gunas citas que respaldan el efecto de la acupuntura en estos pade-
cimientos:
 La acupuntura en el tratamiento de la obesidad ha probado
tener ciertos efectos a corto y largo plazo (Hui, 2007).
 La acupuntura influye en el metabolismo de la glucosa, proce-
sos de secreción endocrina y digestiva, así como en la regula-
ción del eje hipotálamo-hipófisis-glándulas y en el centro de
la alimentación en el hipotálamo, así como otras reacciones
reguladoras abdominales y otros factores sicológicos, menta-
les y de sugestión (Hsu, 2005).
 En la Universidad de Nanjing se estudió a 359 mujeres adultas
no obesas que requerían poner su cuerpo en forma, combinan-
do diferentes modalidades de MTCh para la obesidad (acu-
puntura corporal con moxibustión y auriculoacupuntura). Los
48 resultados obtenidos mostraron que la acupuntura y moxibus-
tión pueden ser muy efectivas en regular las medidas soma-
totrópicas del peso corporal, la circunferencia del pecho, cade-
ra y muslo, cintura, el radio cadera-muslo, el pliegue de grasa,
el grado de obesidad, el índice de masa corporal y el porcenta-
je de grasa corporal (Tugrul, 2009).
 En el Departamento de Medicina General de la Universidad de
Adelaide en el sur de Australia, se llevó a cabo un estudio a
través de la estimulación acupuntural de la rama auricular del
nervio vago que eleva los niveles de serotonina, lo que ha de-
mostrado incrementa el tono del músculo liso del estomago
dando por resultado supresión del apetito (Mazzoni et al.,
1999; Wadden et al., 2002; Bing et al., 2006).
 Apostolopoulos y Karavis aplicaron acupuntura auricular en el
punto del Estomago y algunas veces en el punto de equilibrio
psicológico (Shenmen) para controlar la ansiedad y ayudar a
perder peso a 800 pacientes. En este estudio no hubo una
pérdida de peso significativa en el 35.2 % (282) de los pacien-
tes. Sin embargo, durante los primeros tres meses hubo una
significativa pérdida de peso en el 64.8% (518) de los pacien-
tes y a los 6 a 12 meses en el 35.5% (284) de los pacientes.
Con esto los autores concluyeron que el uso de acupuntura au-
ricular en los puntos Estómago y Shenmen es efectivo para el
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

control del apetito compulsivo y la ansiedad de pacientes con


sobrepeso (Xi, 1990)
 En un estudio, se trató a 260 personas con obesidad simple
con acupuntura. Se combinó la acupuntura corporal con la au-
riculoterapia utilizando los puntos: Tianshu (E 25), Qihai (RM
6), Zhongwan (RM 12) Fengiong (E 40) y Neiting (E 44) para
acupuntura corporal con electroestimulación; y los puntos de
Hambre (en el centro del trago), Estómago (en la cruz del
hélix), Shenmen (en la fosa triangular), Endócrino (en la base
de la concha cava), con puntos auxiliares: Sanjiao, Boca e
Hígado (también en auriculoacupuntura). Después de uno o
dos cursos de tratamiento (8 sesiones cada uno), 58 casos
(cerca de 22.31%) tuvieron una significativa mejoría clínica
(reducción de peso medible), 81 casos (31.15% aproximada-
mente) mejoraron de manera importantes (reducción de peso
de 5kg), 109 casos (41.92% aproximadamente) tuvieron una
mejoría moderada (disminución de 3kg) y 12 de los casos no
presentaron ningún cambio (Sun y Xu 1993).
 La acupuntura ejerce efecto sobre el péptido YY (Erns y Pit-
ter, 1998; Lao et al., 1999).
 La acupuntura incrementa los niveles de Leptina (Lou et al.,
2001; Min y Xi, 2005). 49
 La acupuntura puede estimular la producción del neuropéptido
Y (Mariano et al., 2003; Mok et al., 2006).

7 Conclusiones

Aunque la acupuntura ha sido utilizada para tratar una gran varie-


dad de problemas de salud de manera eficiente, algunos autores
aseguran que su utilidad en el manejo de la obesidad no ha sido
todavía totalmente evaluada. Por lo que es necesario realizar más y
mejores estudios. A este respecto, investigadores a nivel mundial
están dedicando muchos recursos y esfuerzos para no solo demos-
trar su utilidad, sino también para mejorar su efectividad y diluci-
dar su mecanismo de acción. En particular, en la Escuela Nacional
de Medicina y Homeopatía del Instituto Politécnico Nacional se
están llevando a cabo estudios en la población Mexicana, con
todos los controles necesarios para reportar estudios científicos de
calidad.
OBESIDAD

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OBESIDAD

52
Asociación entre la obesidad,
presión sanguínea y la edad
en varones jóvenes

Lauro Figueroa Valverde1*, Elodia García Cervera1,


Francisco Díaz Cedillo2, Eduardo Pool Gómez1,
María López Ramos1.

1. Laboratorio de Farmacoquímica, Facultad de Ciencias Quími-


co Biológicas, Universidad Autónoma de Campeche, Av.
Agustín Melgar, Col Buenavista C.P. 24039 Campeche Cam.,
México.
2. Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politéc-
nico Nacional. Prol. Carpio y Plan de Ayala s/n Col. Santo To-
mas, México, D.F. C.P. 11340.
*E-mail: lauro_1999@yahoo.com

Resumen

La prevalencia de obesidad en varones se ha relacionado con cam-


bios en los valores de presión sistólica. En este sentido, el objetivo
de este estudio fue evaluar la correlación entre el índice de masa
corporal (IMC) y la presión arterial sistólica (PAS) a diferentes
edades en varones jóvenes. Para llevar a cabo esto, se usó un estu-
dio transversal, incluyendo una muestra representativa de 328
varones sanos en edades de 17 a 21 años. El IMC y la PAS se
evaluaron mediante procedimientos internacionales estandariza-
dos. Los resultados señalan que variaciones en el porcentaje de
IMC se correlacionan positivamente con la edad en jóvenes con
peso bajo, normopeso y sobrepeso. Además, otros datos indican
que obesidad grado I en varios jóvenes y que esto se asocia negati-
vamente con la edad. Otros resultados, mostraron una relación
positiva entre el IMC y la PAS en jóvenes con peso bajo, normo-
peso y en varones con sobrepeso; sin embargo, se registró una
asociación negativa en varones con obesidad grado I. En conclu-
sión, Todos estos datos sugieren que incrementos en el IMC trae
como consecuencia una relación inversa con la presión sanguínea
y que este efecto puede ser dependiente de la edad.
Palabras clave: Índice de masa corporal, presión arterial sistólica,
obesidad
OBESIDAD

1. Introducción

La obesidad es uno de los principales problemas de salud que


afecta a la población en el ámbito mundial, y que puede traer como
consecuencia la posibilidad de desarrollar enfermedades cardio-
vasculares (Mokdad et al., 2001; Gómez et al., 2002; Sinha et al.,
2002). Este tipo de patología clínica se ha incrementado en las
últimas décadas, especialmente en etapas tempranas; ejemplo de
esto son los trabajos realizados en una población de 2.916 niños
polacos (1.445 niñas y 1.471 varones), cuyos resultados señalan un
sobrepeso del 15% en niños y del 15,8% en niñas; además, datos
adicionales en este estudio mostraron que el 3,7% de las niñas y el
3,6 de los niños presentaban obesidad (Matecka et al., 2005).
Otros estudios longitudinales realizados por Stark et al
(1981) en una población de 5.362 niños nacidos en 1946, a los que
se les determinó el índice de masa corporal (IMC) en diversas
etapas de su vida, mostraron sobrepeso, en niños y niñas, respecti-
vamente, del 1,7 y del 2,9% (6 años); 2,0 y 3,8 (7 años); 6,4 y
9,6% (11 años); 6,5 y 9,6% (14 años); 5,4 y 6,5% (20 años); 12,3 y
11,2% (26 años). Adicionalmente a esto, los resultados obtenidos
por Poletti et al (2007), en una población compuesta por 1.373
54
mujeres y 1.134 varones (10 a 15 años), indican que la prevalencia
de sobrepeso y obesidad en varones fue mayor (23,5%) comparada
con el sexo opuesto (20,0%).
Por otro lado, existen datos donde se señala que existe
una asociación entre la obesidad e incrementos en la presión san-
guínea en una población de 1092 niños (McMurray et al., 1995).
Aunado a esto, otro estudio realizado en hombres y mujeres japo-
neses mostró una correlación directa del IMC y el grado de hiper-
tensión (Sakurai et al., 2006). Por esto algunos investigadores han
sugerido que la obesidad y la hipertensión pueden ser relacionadas
por mecanismos patogenéticos comunes (Berglund et al., 1982).
Sin embargo, otros reportes (Hubert et al., 1983; Levit et al., 1999)
indicaron una relación inversa entre la presión sanguínea el peso
corporal.
Todos estos datos señalan una gran controversia con res-
pecto a la asociación entre la PA y la obesidad, lo cual sugiere que
las diferencias en los resultados obtenidos por cada uno de los
diversos investigadores pueden deberse a los diferentes abordajes
experimentales o a la mala interpretación de sus resultados. Por lo
tanto, en este trabajo se evalúan los valores de PA y el IMC en
hombres de 17 a 21 años, con la finalidad de evaluar el grado de
obesidad que presentaran todos los individuos involucrados en el
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

estudio, así como su relación con la PA. Aquí es importante men-


cionar que este trabajo traerá como consecuencia directa caracteri-
zar si hay diferencias entre la población de estudio de esta investi-
gación con respecto a otros datos presentados para otras comuni-
dades.

2. Material y métodos

Se realizó un estudio transversal en 328 varones jóvenes de la


Universidad Autónoma de Campeche, a los cuales se les determinó
la PA. Se determinaron los valores antropométricos usando técni-
cas estandarizadas (Cocuillard et al., 2000). Se incluyeron en el
estudio varones jóvenes con una edad de 17 a 21 años, y se exclu-
yeron los que estaban en tratamiento farmacológico, los alcohóli-
cos y los que presentaban disfunción de algún tejido.

2.1 Mediciones antropométricas


Las medidas antropométricas (talla, peso, cintura) se tomaron en
todos los individuos de la población de estudio conforme las nor-
mas establecidas (Chiprut et al., 2001), por las que se clasificaron
55
en 4 grupos de acuerdo con el IMC, considerado como la razón
entre el peso (kg) y la talla (m2): peso bajo (< 18,5 kg/m2), normo-
peso (18,5-24,9 kg/m2), sobrepeso (25,0-29,9 kg/m2), obesidad (≥
30 kg/m2) y obesidad grado I (30,0-39,9 kg/m2).

2.2 Control de la presión arterial


La PAS y la PAD se midieron con un esfingonómetro portátil
(Microlife), en un día típico de actividad de clases (7-9 h) por 3
días, tomando como antecedentes el séptimo informe del comité
internacional sobre prevención, detección, evaluación y tratamien-
to de la presión arterial (Chobanian et al., 2003).

2.3 Análisis estadístico


Los valores obtenidos se expresaron como media ± 1 desviación
estándar. El coeficiente de Pearson se realizó como prueba estadís-
tica (Yan et al., 2007) para determinar la correlación entre la edad
y la PAS. Todos los análisis se desarrollaron usando el software
SPSS 12.0.

2.4 Consideraciones éticas


Se solicitó consentimiento informado a los participantes en el
estudio.
OBESIDAD

3. Resultados

3.1 Índice de masa corporal


Los datos obtenidos del registro del IMC en varones cuyo rango de
edad fluctúa entre 17 y 21 años se muestran en la Tabla 1.

Índice de masa corporal. Kg/m2


Edad ≤ 18.50 18.50–24.99 25.00–29.99 30.00–34.99
años (Peso bajo) (normopeso) (sobrepeso) (obesidad I)
17 119±0.62 22.0 ±1.81 28.31±3.16 35.67±1.86
(n = 7) (n = 29) (n = 20) (n = 6)

18 18.02 ± 0.27 22.24 ± 1.86 29.76 ± 1.09 33.82 ± 1.89


(n = 6) (n = 59) (n = 34) (n = 6)

19 17.75 ± 0.48 21.89 ± 1.50 28.04 ± 2.23 34.52 ± 1.66


(n = 7) (n = 33) (n = 9) (n = 7)

20 17.58 ± 1.05 22.14 ± 1.78 29.89 ± 3.78 32.49 ± 2.16


(n = 7) (n = 31) (n = 9) (n = 4)

21 17.80 ± 0.37 22.86 ± 2.29 28.53 ± 3.26 31.18 ± 2.98


56 (n = 4) (n = 26) (n =17) (n = 7)

Tabla 1. Registro de IMC. IMC = índice de masa corporal; ES = error


estándar. Datos obtenidos (media ± ES) en jóvenes de 17 a 21 años. El
IMC fue calculado como el producto del peso x la talla (Kg/m2).

Estos resultados indican que el 11.29% (17 años), 5.71% (18


años), 12.50% (19 años), 13.72% (20 años) y 7.40% (21 años) de
la población de estudio fueron jóvenes con un IMC < 18.50 kg/m2
en comparación con jóvenes con normopeso (IMC = 18.50-24.99
kg/m2), donde se observó un 46.77% (17 años), 56.19 (18 años),
58.92% (19 años), 60.78% (20 años) y 48.14% (21 años). Adicio-
nalmente, se registraron varones con sobrepeso (IMC = 25.0-24.9
kg/m2) en las diferentes edades (17 años, 32.25%; 18 años,
32.38%; 19 años, 16.07%; 20 años, 17.64%, y 21 años, 31.48%).
Por otro lado, se observó una prevalencia de obesidad grado I
(IMC = 30.00-34.99 kg/m2) en un 9.67% (17 años), 5.71% (18
años), 12.50% (19 años), 7.84% (20 años) y 12.96% (21 años).

3.2 Presión arterial sistólica


Los resultados observados en este estudio en varones con IMC <
18,50 kg/m2 (Tabla 2) mostraron una PAS < 120 mm Hg, con una
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

diferencia de 1 mm Hg entre edades de 17, 19 y 20 años. Sin em-


bargo, se observó que otros varones en esta misma subpoblación
mostraron una PAS entre 120 y 122 mm Hg en las diferentes eda-
des. Otros datos indican que varones jóvenes con normopeso (IMC
= 18.50-24.99 kg/m2) mostraron una PAS < 120 mm Hg, con una
diferencia de 4 mm Hg desde 17 a 21 años. Sin embargo, otros
sujetos con normopeso registraron una PAS > 120 mm Hg (131 a
136) en el mismo rango de edades.

Presión sistólica
mm Hg
Edad ≤ 18.49 18.50 – 24.9
años (peso bajo) (normopeso)
≤ 119 120-139 ≤ 119 120-139
17 114±1.02 120±1.18 115±0.48 131±0.74
(n = 3) (n = 4) (n = 21) (n = 8)

18 -- 121 ± 0.86 116 ± 0.41 132 ± 0.45


(n = 6) (n = 6) (n = 6)

19 115 ± 1.48 120 ± 1.24 118 ± 1.18 134 ± 1.24


(n = 3) (n = 4) (n = 29) (n = 30)
57
20 114 ± 1.32 121 ± 0.90 118 ± 1.26 137 ± 1.06
(n = 3) (n = 4) (n = 15) (n = 16)

21 -- 122 ± 1.04 119 ± 1.56 136 ± 1.86


(n = 4) (n = 15) (n = 11)

Tabla 2. Registros de la presión sanguínea sistólica. Datos en jóvenes


con peso bajo y normopeso. No se observaron registros de datos < 120
mm Hg en varones de 18 y 19 años = (-).

Registros alternos en jóvenes con sobrepeso señalan que en varo-


nes obesos en edades de 17, 18 y 21 años, la PAS fue < 120 mm
Hg, con una diferencia de 1 mm Hg. Sin embargo, datos adiciona-
les mostraron que en esta misma subpoblación se registraron jóve-
nes con variaciones en la PAS (132-138 mm Hg) en las diferentes
edades. Aunado a esto, otros datos señalan que en jóvenes con
sobrepeso (Tabla 3) de 18 y 21 años mostraron una PAS > 140 mm
Hg. Por otro lado, la evaluación de la PAS en varones obesos gra-
do I (tabla 3) mostró que en edades de 18 y 19 años se registró una
PAS de 118 mm Hg. Sin embargo, otros datos señalan incrementos
OBESIDAD

en la PAS (133-136 mm Hg) en jóvenes con este síndrome en las


diferentes edades.

Presión sistólica
mm Hg
Edad 25.00-29.99 30.00-34.99
(años) (sobrepeso) (obesidad I)
120 120-139 140-159 120 120-139 140-159
17 119±0.62 132±0.74 -- -- 138±1.58 --
(n = 7) (n = 13) (n = 6)

18 118±0.55 134±1.06 141±0.78 118±1.06 137±0.88 --


(n = 18) (n = 13) (n = 3) (n = 3) (n = 3)

19 -- 134±0.96 -- 118±1.68 134±1.24 --


(n = 9) (n = 3) (n = 4)

20 -- 136±0.78 -- -- 136±1.06 --
(n = 9) (n = 4)

21 118±0.64 1.34±1.24 142±1.40 -- 138±1.47 144±1.08


(n = 9) (n = 5) (n = 3) (n = 4) (n = 3)

Tabla 3. Registro de la presión sanguínea sistólica en varones con


sobrepeso y obesos grado I. Aquí se observa una mayor prevalencia de la
58
PSS en un rango de 120-139 mm Hg en los dos grupos en las diferentes
edades. PSS = Presión Sanguínea Sistólica; (--) = No se registraron datos.

2.3 Correlación de índice de masa corporal con edad y la pre-


sión arterial sistólica.
En la Tabla 4 se muestran los resultados obtenidos del análisis de
Pearson; éstos indican una relación positiva entre la edad y varo-
nes con peso bajo (r = 0.243), con normopeso (r = 0.646), con
sobrepeso (r = 0.091) y una correlación negativa con varones obe-
sos grado I (r = – 0.932; p = 0.005). Otros datos señalan que hay
una relación positiva entre la PAS en varones con peso bajo (r =
0.460), con normopeso (r = 0.398) y en varones con obesidad
grado I (r = 0.388); sin embargo, se observó una asociación nega-
tiva (r = – 0.149) con jóvenes con sobrepeso.

2.4 Correlación de la presión arterial sistólica con la edad.


Los datos obtenidos (Tabla 5) del análisis de Pearson muestran una
relación positiva entre la PAS y la edad en jóvenes con peso bajo
(r = 0,756), normopeso (r = 0.930; p = 0.005), sobrepeso (r =
0.577) y una asociación negativa en obesos grado I (r = – 0.313).
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

Índice de masa corporal

Pará- 18.49 18.50-24.99 25.00-29.99 30.00-39.99


metro (peso bajo) (normopeso) (sobrepeso) (obesidad I)
r R2 r R2 r R2 r R2
Edad
0.243 0.059 0.646 0.418 0.091 0.008 -0.932* 0.868
(años)
PS
mm 0.460 0.212 0.398 0.159 0.633 0.400 -0.182 0.033
Hg

Tabla 4. Análisis del coeficiente de Pearson y el coeficiente de deter-


minación. Para evaluar la relación entre el índice de masa corporal, la
edad y la presión sistólica sanguínea en varones de 17 a 21 años. PS =
presión sistólica. r = coeficiente de Pearson. R2 = coeficiente de determi-
nación. (*) cuando la correlación es significativa al nivel de 0.05.

Presión sistólica
mm Hg

Pará- 18.49 18.50-24.99 25.00-29.99 30.00-39.99


metro (peso bajo) (normopeso) (sobrepeso) (obesidad I)
r R2 r R2 r R2 r R2 59
Edad
0.756 0.571 0.930* 0.865 0.671 0.450 -0.094 0.009
(años)

Tabla 5. Correlación entre la presión sistólica sanguínea (PSS), el


índice de masa corporal y la edad. Datos en varones de 17 a 21 años. r
= coeficiente de Pearson. R2 = coeficiente de determinación. * la correla-
ción es significativa al nivel de 0.05.

3. Discusión

Se han documentado varios reportes donde se señala una asocia-


ción entre la obesidad y la hipertensión (Berglung et al., 1982;
McMurray et al., 1995); sin embargo la naturaleza de su relación
no es clara. Por lo tanto, en este estudio se evaluó la asociación del
IMC y la PAS con la edad en varones jóvenes. Los resultados
señalan que variaciones en el porcentaje de IMC se correlacionan
positivamente con la edad en jóvenes con peso bajo, normopeso y
sobrepeso; sin embargo, otros datos señalan que hay cierta preva-
lencia de obesidad grado I en varios jóvenes y que esto se asocia
OBESIDAD

negativamente con la edad. Estos resultados son avalados por


algunos estudios longitudinales realizados entre 1972 y 2003,
donde se señala una relación inversa entre la edad y la obesidad
(Sherman et al., 1985; Garn et al., 1986; Burke et al., 1992; St
George et al., 1994; Van Lenthe et al., 1996; Power et al., 1997;
Biro et al., 2001; Osaka et al., 2001; Del Río et al., 2004). Aunado
a esto, otros trabajos realizados por Kovalskys et al (2003) en una
población argentina que involucró a los 2 sexos (10-19 años) seña-
lan que los varones mostraron mayor sobrepeso (24,1%) que las
mujeres (18,8%) y que a su vez el grado de obesidad se incremen-
taba en el sexo masculino (7,9%) con respecto al femenino (3,4%),
sin embargo, este fenómeno fue dependiente de la edad.
Estos datos hacen pensar que a aparte de la relación entre
la edad y la obesidad, existen otros factores involucrados con el
grado de obesidad; en este sentido, existen datos clínicos donde se
sugiere una asociación indirecta entre variaciones en la PA y la
obesidad (Mamun et al., 2005). Con base en estos datos, en este
estudio se evaluó la asociación entre el IMC y la PAS; los resulta-
dos mostraron que hay una relación positiva entre el IMC y la PAS
en jóvenes con peso bajo), normopeso y en varones con sobrepeso;
sin embargo, se registró una asociación negativa en varones con
obesidad grado I. Estos datos son apoyados por los trabajos reali-
60
zados por Sheffer y Calderon (2008) en una población israelí com-
puesta por 1,949 varones (17-69 años).
Todos estos datos sugieren que incrementos en el IMC
trae como consecuencia una relación inversa con la presión san-
guínea y que este efecto puede ser dependiente de la edad. En este
sentido, se evalúo la asociación de la PAS con la edad; nuestros
resultados muestran una correlación positiva en varones con peso
bajo, normopeso, sobrepeso y una relación inversa en varones
obesos grado I. Estos datos son avalados por algunos reportes que
señalan que no todos los individuos obesos son hipertensos, aun-
que hay estudios que indican que la ganancia de peso es asociada
con incrementos en la PAS. Sin embargo, esta asociación no es
muy clara, porque tanto la obesidad, así como la PAS pueden estar
condicionada por varios factores, como lo señalan varios investi-
gadores (Miller et al., 2005; Figueroa et al., 2009; 2011) entre los
que se encuentran cambios en los niveles hormonales, factores
genéticos, hábitos alimentarios y la actividad física entre otros. Por
lo que sería interesante ahondar en el estudio de otros parámetros
involucrados en la asociación obesidad-hipertensión en la pobla-
ción de estudio.
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

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63
OBESIDAD

64
La doble carga de la transición nu-
trimental en zonas rurales de la
península de Yucatán, ¿consecuencia
de la alteración de los sistemas agríco-
las de subsistencia tradicionales en la
segunda mitad del siglo XX?

Francisco D. Gurri

El Colegio de la Frontera Sur,


Departamento de Población y Ambiente,
*E-mail: fgurri@ecosur.mx

Resumen

Se presenta evidencia que asocia la perturbación de sistemas agrí-


colas de subsistencia con la presencia de desnutrición infantil y
sobrepeso-obesidad en adultos de zonas rurales de la península de
Yucatán. Se comparan la talla para la edad (T/E), el peso para la
edad (P/E) y el índice de masa corporal (IMC) de niños y adultos
de tres poblaciones rurales de Yucatán y Campeche, México cuya
estrategia agrícola de subsistencia fue alterada de manera distinta
desde 1970. Los niños de las regiones menos perturbadas eran
significativamente más altos, pero no más pesados que los niños de
las otras dos regiones por lo que tenían un IMC menor. Los niños
de la zona perturbada más pobre eran más bajos y menos pesados
que el resto. El IMC de los adultos varones era más alto en las
zonas más perturbadas solo en cohortes que crecieron después de
que su régimen de subsistencia fuera alterado. Se concluyó que la
perturbación de la agricultura de subsistencia promovió el desarro-
llo de un fenotipo frugal que incrementa la tendencia a acumular
grasa corporal promoviendo la presencia de niños más pequeños
para la edad pero más robustos con una tendencia a convertirse en
adultos con sobrepeso.
Palabras clave: Fenotipo frugal, obesidad, desnutrición infantil,
desarrollo.
OBESIDAD

1 Introducción:

La asociación entre desnutrición infantil y la transformación de


sistemas agrícolas de subsistencia a sistemas diseñados para gene-
rar ingresos fue observada desde la década de 1930 (Culwick y
Culwick, 1939; Cussler y De Give’s, 1942) y ha sido confirmada
en estudios de caso a lo largo del siglo XX (Adam, 1974; Baer
1987; Clark, 1980; Daltabuit, 1992; Dewey, 1979, 1981; Fleuret y
Fleuret, 1980; Hoorweg et al. 1996; King, 1971; Little 1991;
Schoepf y Schoepf, 1987). ―La doble carga de la transición nutri-
mental‖ como la llamaron Doak et al. (2005), implica la co-
existencia de niños desnutridos y adultos con sobrepeso y obesidad
en las mismas familias. Esto sólo ha sido observado recientemente
en poblaciones rurales (Arroyo et al., 2007; Malina et al., 2007)
pero puede ser parte del mismo fenómeno.
Desde mediados del siglo XX se observó que el dinero
obtenido de cosechas comerciales, el trabajo asalariado, o la cría
de ganado era suficiente para comprar comida barata de baja cali-
dad con muchos carbohidratos, pero que raras veces le permitía a
las poblaciones locales comprar comida de alta calidad que reem-
plazara los nutrientes que balanceaban la dieta tradicional (Adam,
66
1974; Baer, 1987; Cattle, 1976; Dewey, 1979, 1981; Daltabuit,
1992; Fleuret y Fleuret 1991; King, 1971; Nietschmann, 1972;
Picon-Reateguien, 1976; Rawson y Valverde, 1976; Schoepf y
Schoepf, 1987; Weiss, 1980; Williams, 1973). Esta nueva dieta,
rica en calorías pero pobre en nutrientes, no solo limita el creci-
miento de los niños si no que hace que los adultos engorden (Ca-
ballero, 2005). De acuerdo con Frisancho (2009) los niños que
crecen en un medio ambiente nutricionalmente pobre serán más
bajos y desarrollarán cambios metabólicos permanentes que los
harán menos eficientes en la oxidación de la grasa corporal. Estos
niños tenderán a acumular grasa por lo que subirán de peso con
mayor facilidad que los niños creciendo bajo mejores condiciones
(Hoffman et al., 2003), y crecerán a ser adultos de menor talla, con
una tendencia al sobrepeso y la acumulación de triglicéridos y
leptina en suero (Leonard et al., 2009). Es posible, por lo tanto,
que al generar ambientes nutricionales desbalanceados, las fuerzas
del progreso hayan promovido cambios metabólicos que hoy con-
tribuyen a la co-existencia de desnutrición infantil con sobrepeso y
obesidad en adultos en poblaciones rurales.
En este trabajo se comparó la condición nutricional y la
composición corporal en tres poblaciones de agricultores en el
estado de Yucatán, México cuyos regímenes tradicionales de sub-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

sistencia fueron alterados de diferente forma en el decenio de 1970


para determinar si su alteración pudo haber promovido las condi-
ciones que hoy se han identificado como la doble carga de la tran-
sición nutrimental en las áreas rurales. El éxito económico entre
las poblaciones son diferentes así que pueden ser clasificadas en
tres etapas consecutivas de ésta transición (Popkin, 1994): El Esta-
do de Hambruna, el Estado de Hambruna en Recesión y la etapa
de Enfermedades Degenerativas. En este trabajo se propone que al
alterar el balance de las dietas locales de subsistencia la transición
al Estado de Hambruna en Recesión (transición de la dependencia
en la producción de alimentos a la compra de comida) promovió
un fenotipo frugal (Hales y Barker, 2001) que generó niños corpu-
lentos con baja talla para la edad y adultos con tendencia a acumu-
lar grasa.

2 Antecedentes

En los sistemas agrícolas de subsistencia la combinación de los


cultivos es tal que las deficiencias de proteínas, vitaminas y mine-
rales de cada componente individual son cubiertas por la composi-
67
ción de los otros. Además, la dieta depende de una gran variedad
de plantas no cultivadas y animales de caza que combinados con la
dieta básica la proveen con las vitaminas y proteínas necesarias en
una dieta balanceada (Bascom, 1951; Calloway et al., 1974; Fleu-
ret, 1979; Grivetti, 1979; Jeliffe y Maddocks, 1964; Latham and
Stare, 1967; Latinis, 2000; Messer, 1977; Morton, 2007; Oomen,
1971; Terán y Rasmussen, 1994; Woolfe et al., 1977). En el trópi-
co mexicano los agricultores dependen de una estrategia de subsis-
tencia diversificada centrada en la milpa. Esta es un poli-cultivo
diversificado que incluye al maíz (Zea mais) diferentes tipos de
frijoles (Phaseolus sp.) calabaza (squash) (Cucurbita sp.) chiles
(Capsicum sp.) y otros cultivos que varían localmente. Los produc-
tos de la milpa se complementan con los cosechados en el traspatio
y los campos en barbecho, con la caza y la recolección, y con el
manejo forestal (Atran et al., 1993; Terán y Rasmussen, 1994).
Este sistema sufrió diferentes grados de alteración en las tres po-
blaciones agrícolas de este estudio (Figura 1).
La primera población colonizó los municipios de Calak-
mulk, Campeche y de Othon P. Blanco, Quintana Roo, México,
durante el decenio de 1970 y la primera mitad de la de 1980, y
será referida en este documento como la población de Calakmul.
OBESIDAD

68

Figura 1. Mapa de Calakmul.


PROBLEMA MULTIFACTORIAL

Los colonos viajaron a la selva tropical del sur de México


desde diferentes partes de la república a ocupar las tierras que se
les asignaron como parte de lo que resultó ser la última reforma
agraria del país. Miles de hectáreas del bosque tropical se convir-
tieron en la última frontera agrícola. A la fecha los hogares en
Calakmul combinan la agricultura de subsistencia con la produc-
ción para el mercado de chile jalapeño (Capsicum annum). Los
colonos de Calakmul no tienen acceso directo al mercado. Toda su
producción es vendida a través de intermediarios que entran al área
a comprar sus chiles. Los intermediarios deciden cuánto de la
cosecha comprarán y fijan sus precios. No hay una migración
circular y los que migran generalmente se van a los Estados Uni-
dos (Gurri et al., 2008). Los agricultores cosechan una milpa
diversificada y recogen raíces de barbechos abandonados (Alayón
y Gurri, 2007). Sus traspatios son al mismo tiempo una fuente de
ingreso y comida (Alayón y Gurri, 2008), y su cocina depende
grandemente de animales y vegetales cazados y recolectados en la
selva tropical circundante (Flores y Gurri, 2005; Gurri et al.,
2001). Podrían ser clasificados como pertenecientes al Estado de
Hambruna en el esquema evolutivo de la teoría de la transición
nutrimental.
La segunda se encuentra en lo que Villanueva (1994)
69
llamó ―la Zona Maicera‖ del estado de Yucatán y encaja en la
descripción de una población en la Etapa de ―Hambruna en Rece-
sión‖. Esta región fue conectada a las florecientes ciudades de
Mérida y Cancún en 1973 por una moderna carretera y un eficiente
sistema de transporte público. El rápido y fácil acceso a estas ciu-
dades les permitió a los campesinos combinar la producción de
comida en casa con el trabajo asalariado en Mérida y Cancún. Las
campañas de vacunación, la disponibilidad de dinero para comprar
medicinas, el acceso a la atención médica, la rehidratación oral y
mejoramientos habitacionales y sanitarios redujeron la carga epi-
demiológica tradicionalmente asociada a las poblaciones agrícolas
pre-industriales (Gurri et al., 2001).
La tercera población se encuentra en la ―Zona Citrícola‖
del estado de Yucatán (Villanueva, 1994). En la década de 1940 el
gobierno auspició un programa de perforación de pozos para pro-
mover los cítricos para agricultura comercial. Los campesinos
cultivaron los cítricos para el mercado pero no abandonaron la
producción de alimentos. Al principio de 1970 la riqueza local se
incrementó y promovió el desarrollo local de servicios e industria.
Los agricultores de la región citrícola mantuvieron el control de la
producción y distribución de la naranja y de otros cítricos. Se or-
ganizaron para entregar la fruta a mercados locales y regionales y
OBESIDAD

ahora también exportan a los Estados Unidos. Estando cerca de la


ciudad de Mérida la región citrícola es el área de crecimiento más
rápido en el estado (Rosales, 1988). A diferencia de las otras re-
giones de este ensayo, la gente tiene acceso y dinero para comprar
carne y comida de fiesta rica en grasas y azúcares de forma regular
por lo que podrían ser clasificados como pertenecientes al Estado
Degenerativo de la transición nutrimental.
En las Zonas Maicera y Citrícola el crecimiento poblacio-
nal ha forzado a los agricultores a reducir los tiempos de barbecho
y la cobertura del bosque con consecuencias desastrosas para el
sistema de milpa (Gurri y Morán, 2002; Sohn et al., 1999). Los
campesinos ahora tienen que usar herbicidas que reducen su varia-
bilidad y ha habido una reducción en la disponibilidad de plantas y
animales salvajes. Como consecuencia, desde la década de 1980 la
dieta en estas dos regiones se ha vuelto más dependiente de la
comida barata y, rica en carbohidratos, comprada en las tiendas
locales. (Daltabuit, 1992; Daltabuit y Leatherman, 1998; Leather-
man y Goodman, 2005). A diferencia de los mayas de la Zona
Citrícola, los de la Zona Maicera no tienen suficiente dinero para
comprar carne, así que su maíz cultivado es suplementado ahora
con pastas baratas, botanas y repostería industrial, así como refres-
cos azucarados con o sin gas (Balam y Gurri, 1994; Leatherman y
70
Goodman, 2005).

3 Materiales y metodos

Se analizaron datos de peso y talla obtenidos en cuatro diferentes


proyectos de investigación en las Zonas Citrícola y Maicera del
estado de Yucatán y en Calakmul, Campeche. El trabajo de campo
de la Zona Maicera se llevó a cabo entre 1992 y 1996 en proyectos
del CINVESTAV-Mérida. Los datos de la Región Citrícola se
recolectaron en un proyecto de la Universidad de Indiana en 1998,
y los de Calakmul en un proyecto de El Colegio de la Frontera Sur
(ECOSUR) en 1999. En Yucatán se obtuvo una muestra estratifi-
cada por municipio para obtener una muestra representativa de
desnutrición crónica en menores de 10 años en cada una de las
zonas. En Calakmul, dónde las fronteras del municipio todavía no
son claras, se obtuvo una muestra para obtener un valor representa-
tivo de desnutrición crónica infantil en las comunidades coloniza-
das más recientemente. Los detalles de la estrategia de muestreo se
pueden obtener en Gurri et al. (2001) para la Región Maicera,
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

Balam et al. (1998) para la Región Citrícola y en Gurri et al,


(2002) para Calakmul.
Los individuos de tres años o mayores fueron medidos
usando un antropómetro tipo Martin siguiendo las recomendacio-
nes de Frisancho (1990). Fueron pesados con la menor cantidad de
ropa posible, sin zapatos, en una pesa portátil de baño. Se usó un
infantómetro para niños menores de tres años que no se podían
parar y una báscula de calzón para los infantes.
En cada estudio, las medidas antropométricas fueron es-
tandarizadas antes de salir a trabajo de campo usando al autor
como estándar dorado. En cada región se hicieron pruebas para
controlar errores entre observadores (Ulijaszek y Kerr, 1999). No
se hicieron pruebas de error entre estudios. Puesto que en cada
caso el autor fue el estándar dorado, cambios inconscientes en la
técnica de medición de éste podrían ser una fuente desconocida de
error entre poblaciones. Tomar medidas de peso y talla, sin embar-
go, es relativamente sencillo para un antropometrista con expe-
riencia por lo que es de esperarse que el error sea mínimo. No
obstante, el lector puede querer tomar esto en cuenta cuando inter-
prete los niveles de significancia de la varianza entre grupos.
Para probar la hipótesis de que los niños del estado de
Yucatán eran los más bajos y corpulentos de la muestra se hizo
71
una ANOVA de una vía en las transformaciones z sobre la referen-
cia de la NCHS (1976) de talla para la edad (T/E), peso para la
edad (P/E) y el índice de masa corporal (IMC) de los niños de las
tres poblaciones. En caso de encontrar valores significativos de F,
se compararon las poblaciones con pruebas post hoc de Games-
Howell. La prueba Games-Howell no requiere igualdad de varian-
zas y ajusta grados de libertad cuándo las muestras son desiguales
(Klockars et al., 1995).
Para probar la hipótesis de que solamente los adultos de
Yucatán que crecieron después de que su base de subsistencia
tradicional fue alterada experimentaron más sobrepeso que los
adultos de Calakmul, los adultos fueron separados por cohorte,
sitio de estudio y género. ANOVAs de una vía entre poblaciones
fueron realizadas para cada cohorte: las que crecieron antes que su
estrategia tradicional de subsistencia fuera alterada y las que cre-
cieron después de eso. En este caso el análisis se hizo en los esco-
res z para IMC de los hombres calculado como P/T2 y en el de las
mujeres calculado como P/T1.5 según las recomendaciones de
Micozzi et al. (1986). La población de referencia fue la de Frisan-
cho (1990). Finalmente el estado nutrimental de los hombres y las
mujeres de 20 años y mayores se estimó usando los puntos de
corte del IMC recomendado por la organización mundial de la
OBESIDAD

salud (WHO 1995). En este caso, el índice de Quetelet se utilizó


tanto en hombres como mujeres. Las diferencias en el estatus nu-
tricional entre las poblaciones fueron comparadas usando una χ2
después de haberlas estandarizado por edad.

4 Resultados

La tabla 1 muestra el tamaño de la muestra dividida por sitio de


investigación y sexo para menores de 10 años y mayores de 20. El
tamaño de muestra requerido para obtener un estimado significati-
vo (α < = 0.05) del estado nutricional para niños de 10 años o
menos fue menor para la Zona Citrícola que para la Maicera pues
solo tres municipios se muestrearon en el primero y cinco en el
segundo. En Calakmul se muestrearon mas hogares de los requeri-
dos por la fórmula original para analizar la variabilidad regional en
otros características de los hogares de la región (Gurri, 2010).
Gracias a esos hogares las muestras de Calakmul y la Zona Mai-
cera son similares excepto por el número de hombres medidos.
Estos son menos en Yucatán por que las visitas a los hogares se
hicieron durante diferentes épocas del año y algunos de los hoga-
72
res fueron visitados en las temporadas en las que los hombres
migran. No debería de haber ninguna diferencia, sin embargo,
entre los que medimos y los que no pudieron ser medidos por que
sus casas fueron visitadas durante las temporadas en las que traba-
jaban en la ciudad ya que todos siguen el mismo patrón de com-
portamiento. Los hombres en Calakmul por otra parte estuvieron
todo el año en la misma área.

Tamaño de la muestra
Año de
Sitio: muestra Niños Niñas Hombres Mujeres Total
Z. Citrícola 1998 127 115 107 216 565
Z. Maicera 1992, 1996 431 422 247 437 1537
Calakmul 1999 435 399 496 473 1803
Total 993 936 850 1126 3905

Tabla 1. Muestra de las comunidades de estudio en Calakmul. Fue


dividida por sitio de estudio y género para niños de 10 años y menos y
adultos de 20 y más años. Z = zona.
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

Los resultados de la prueba ANOVA y los promedios pa-


ra T/E, P/E e IMC en niños de cada sitio de estudio se muestran
en la tabla 2. Diferencias promedio fueron significativas en los tres
indicadores nutricionales. Las pruebas Games-Howell mostraron
que los niños de Calakmul eran significativamente más altos para
su edad que los niños de la zona Citrícola, pero no eran significati-
vamente más pesados. Tanto los niños de Calakmul como los de la
Zona Citrícola fueron significativamente más altos y pesados que
los niños de la Zona Maicera. Los IMC de los niños yucatecos
fueron muy similares y significativamente más altos que el IMC de
los niños de Calakmul.

ANOVAs de una vía y pruebas post hoc


Promedios por sitio de estudio:
Indi- Zona Zona Calak-
cador Citrícola1 Maicera2 mul3 Total f gl α
T/E z -1.882,3 -2.27 1,3 -1.641,2 -1.95 65.12 2 <0.00001
S (1.19) (1.18) (1.08) (1.18)
P/E z -1.002 -1.301,3 -1.012 -1.14 19.61 2 <0.00001
S (1.30) (1.07) (0.93) (1.05)
IMC z 0.213* 0.203 .021*,2 0.12 7.76 2 <0.00001
S (1.17) (1.08) (0.90) (1.02)
73
N 242 853 834 1929

Tabla 2. Resultados para los valores estandarizados ―z‖ de la NCHS


(1977) de T/E, P/E, e IMC, en niños de 10 años y menores de ambos
géneros en las tres áreas de estudio. Los superíndices indican promedios
significativamente diferentes (α < 0.02) al de la celda de acuerdo a las
pruebas post hoc de Games-Howell, y un ―*‖ se agregó cuando α =
0.055.

La tabla 3 muestra los resultados de las ANOVAs de una


vía para hombres y mujeres que crecieron antes y después de que
su estrategia de subsistencia fuera alterada. Tal como se esperaba
en la hipótesis, los varones que crecieron en Yucatán después de
que su estrategia fuera alterada tenían IMC significativamente más
alto que los de Calakmul de la misma cohorte. No se encontraron
diferencias significativas entre los varones que crecieron antes.
Los resultados con las mujeres no fueron tan claros. Aunque como
era de esperarse, en ambas cohortes los IMC fueron más bajos en
Calakmul, intermedios en la Zona Maicera y más altos en la Citrí-
cola, las diferencias solo fueron significativas en la generación de
mayor edad. Las pruebas post hoc diferenciaron entre las mujeres
OBESIDAD

de Calakmul y las de la Zona Citrícola pero las de la Zona Maicera


no son significativamente diferentes a ninguna de las otras dos.

ANOVAs de una vía por género y pruebas post hoc

Crecieron después de la alte- Crecieron antes de la alte-


ración de su estrategia de vida ración de su estrategia de
. vida.

Sitio de N IMCz S LSD N IMCz S LSD


estudio

Calakmul1 310 -.326 .68 2,3 185 -249 .89


Zona
Maicera2 120 -.149 .81 1 127 -.066 .81
Zona
Citrícola3 43 .005 .81 1 64 -192 .80

Total
473 -.251 0.74 376 -.177 .85
hombres
ANOVA f=5.5 2gl, α=.005 f=1.7, 2gl,α=.177

74 Calakmul1 317 .297 .78 147 .145 .893 3


Zona
Maicera2 266 .355 .83 160 .285 .76
Zona
115 .424 .83 96 .419 .791 1
Citrícola3

Total
698 .340 .81 403 .266 .82
mujeres
ANOVA f=1.1 2gl, α=.329 f=3.4 2gl, α=.035

Tabla 3. Se realizaron para los valores estandarizados de IMC entre sitios


de estudio para las generaciones que crecieron antes y después de que su
estrategia de subsistencia fuera alterada. LSD = Mínima diferencia signifi-
cativa de Fisher, prueba de rango multiple post hoc. Los números indican
poblaciones con promedios significativamente distintos a la población de
la fila.

El aumento del IMC en las cohortes nacidas después de la


alteración de su estrategia de supervivencia tradicional puede ser
responsable de un aumento en la frecuencia de individuos con
sobrepeso y obesidad; particularmente en la proporción de esos
que son obesos. La tabla 4 muestra las frecuencias de sobrepeso y
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

obesidad según la clasificación de la Organización Mundial de la


Salud (1996) para hombres y mujeres de 20 años o mayores en los
tres sitios de investigación. En los tres, las mujeres mostraron más
frecuencia de sobrepeso y obesidad que los hombres y una propor-
ción más grande de mujeres clasificadas con sobrepeso eran obe-
sas. Las frecuencias de sobrepeso en hombres y mujeres de las dos
poblaciones yucatecas fueron significativamente mayores que las
de Calakmul (χ2 = 32.49; 6 df; α < 0.001 para los hombres y χ2 =
45.26; 6 gl, α < 0.001 para las mujeres). Las frecuencias de sobre-
peso fueron similares en las zonas Citrícolas y Maicera en hom-
bres y mujeres. Sin embargo, la proporción de individuos con
sobrepeso clasificados como obesos fue mucho mayor en la Zona
Citrícola que en la Maicera para ambos géneros.

Frecuencias comparadas
Sitio de estudio:
Zona Zona
Clasificación Calakmul
Citrícola Maicera
Bajo peso. 1.9% 1.8% 2.9%
Normal 55.9% 52.7% 62.3%
Pre-obeso 31.1% 36.8% 28.9%
Hombres
Obeso 11.1% 8.6% 5.9% 75
Total sobrepeso 42.2% 45.4% 34.8%
N 107 247 496
χ2=32.49; 6gl; α< 0.001
Bajo peso. 1.8% 2.6% 2.5%
Normal 33.6% 36.2% 43.5%
Mujeres Pre-obeso 36.0% 40.6% 33.3%
Obeso 28.5% 20.7% 20.7%
Total sobrepeso 64.6% 61.3% 54.1%
N 216 437 473
χ2=45.26; 6gl: α< 0.001

Tabla 4. Comparación de frecuencias de sobrepeso y obesidad para


hombres y mujeres de 20 años o más de las tres regiones de estudio de
acuerdo a los criterios de la Asociación Mundial de la Salud (1995) para
IMC estandarizados por edad. La pirámide poblacional de las tres co-
munidades juntas se usó para estandarizar cada muestra.
OBESIDAD

5 Discución

Casi todos los modelos evolutivos que abordan hoy la epidemia de


obesidad asumen que la comercialización ha sumado nuevas fuen-
tes de comida a una dieta basada mayormente en almidones (Mintz
1985). La teoría de la transición nutrimental de Popkin (1994),
propone que las comidas almacenadas no solo agregaron carbohi-
dratos refinados a la dieta de subsistencia de los campesinos, sino
que también redujeron el riesgo de que la población se quedara sin
comida durante los eventos catastróficos tales como las sequías o
los huracanes. La teoría de Popkin visualiza tres patrones dietéti-
cos: Un Patrón de Hambruna dónde la población depende casi
exclusivamente de la comida que ellos producen para satisfacer sus
necesidades dietéticas como es el caso de la población de Calak-
mul; El Patrón de Hambruna recesiva donde se reduce la desnutri-
ción infantil gracias a que los individuos suman a su dieta carbohi-
dratos baratos comprados en las tiendas como la gente de la Re-
gión Maicera, y el patrón de ―Enfermedades Degenerativas‖ cuan-
do el éxito económico permite a los individuos aumentar el insumo
de grasa total, colesterol, azúcar, y otros carbohidratos refinados,
conduciéndolos al sobrepeso, la obesidad, y los desordenes me-
76
tabólicos asociados.
Contrario a las expectativas de la teoría de la transición
nutrimental, la desnutrición infantil crónica, medida como baja
T/E y/o P/E, fue mayor en las Regiones Maicera y Citrícola que en
Calakmul dónde la gente dependía sobretodo de la comida produ-
cida localmente por su sistema agrícola tradicional. Estos resulta-
dos, concuerdan con casi todos los estudios del siglo XX citados
en la introducción que sugieren que las comidas compradas son
incapaces de compensar la diversidad y complementariedad de las
dietas tradicionales. En la actualidad en la Región Maicera el 20%
de las necesidades calóricas de los niños provienen de refrescos
azucarados con o sin gas, pastas y otros productos de harina com-
prados en las tiendas (Leatherman y Goodman, 2005). Finalmente,
aunque el consumo de calorías es adecuado entre los niños de la
Región Maicera, su dieta carece de importantes micronutrientes y
proteína animal (Balam y Gurri, 1994; Gurri y Balam, 1992; Gurri
et al., 2001; Leatherman y Goodman, 2005). En este caso por lo
menos, la alteración de sistemas agrícolas tradicionales no solo
agrega nuevas fuentes de energía, también substituye comida nutri-
tiva por comida menos nutritiva que genera desnutrición crónica a
pesar de una adecuada, incluso excesiva, ingesta calórica.
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

Los niños de la Región Citrícola comen proteína animal y


con una dieta parecida a la urbana pueden ser categorizados dentro
del Patrón de Enfermedades Degenerativas. Como podría esperar-
se desde la teoría de la transición nutrimental, son más altos y más
pesados que los de la Región Maicera. Ellos son, sin embargo, más
bajos para su edad que los niños de Calakmul, sugiriendo una
mayor desnutrición crónica. Según Wells (2010) los niños expues-
tos a un ambiente nutricional estresante en el útero y durante los
primeros años de su vida cuándo el crecimiento lineal se canaliza
desarrollarán un ―fenotipo frugal‖. Este último se asocia entre
otras cosas, con una mayor acumulación de grasa central y una
deficiencia en la capacidad de oxidación de grasa corporal (Frisan-
cho, 2009).
Wells (2010) argumenta que un fenotipo frugal podría
promover la acumulación de grasa corporal para financiar una
futura acreción de masa magra en infantes y niños en ambientes
donde la ingesta nutrimental es insuficiente o puede verse inte-
rrumpida. Este mecanismo en niños de poblaciones como las de las
Regiones Maicera y Citrícola puede llevar a una elevada adiposi-
dad temprana que se continúa hasta la edad adulta. Los datos pre-
sentados aquí no nos dicen nada sobre la distribución de la grasa
corporal. Además, aunque la dieta de Calakmul es más rica y más
77
variada que la de las otras dos regiones, el contenido nutricional de
estas dietas se ha comparado de manera estadística. Aún así, el
hecho de que los niños de la Región Citrícola tengan escores z de
P/E parecidos a los de sus homólogos más altos de Calakmul, y
que el IMC de los niños de las Regiones Maicera y Citrícola son
más altos que los niños de Calakmul, sugiere que existe una carga
metabólica mayor en los niños de Yucatán y que puede estar des-
arrollándose desde una edad muy temprana.
En la península de Yucatán las transformaciones ecológi-
cas que afectaron la malnutrición de la niñez empezaron con la
alteración del sistema tradicional de subsistencia en la década de
1970. Si estos cambios afectaron el metabolismo de los niños pro-
moviendo un fenotipo frugal, deberíamos esperar un IMC mayor
en los adultos que crecieron después de esta fecha tanto en la Re-
gión Maicera como en la Citrícola. Esta predicción se sostuvo al
comparar el IMC entre los hombres. Los varones de 25 a 35 años
de edad del estado de Yucatán tienen un mayor IMC que los indi-
viduos de la misma edad de Calakmul mientras que los varones
que nacieron antes de 1970 tienen un IMC parecido independien-
temente de su lugar de origen.
Las mujeres, sin embargo, se comportaron de manera
distinta. Sólo existen diferencias significativas entre las mujeres de
OBESIDAD

Calakmul y las de la Zona Citrícola pero son de la generación


mayor por lo que es difícil sugerir que estas diferencias se deban a
cambios en la alimentación durante la infancia. En las tres regiones
las mujeres están expuestas a un ambiente que promueve el sobre-
peso y la obesidad mucho más que sus maridos. En esta muestra
más de la mitad de los hombres en las Regiones Maiceras y Citrí-
colas fueron clasificados como normales, y 62.3% de los hombres
fueron normales en Calakmul. Menos de la mitad de las mujeres
en las tres áreas, sin embargo, fueron clasificadas como normales y
en la Región Citrícola 64.6% fueron clasificadas con sobrepeso. La
ingesta de comida, sin embargo, no varió entre las mujeres y los
hombres en los tres sitios de investigación (Gurri y Balam 1992;
Balam et al. 1998; Gurri y Alayón 2003).
Lo que si varió por género fue el tipo de actividad (Gurri
1997; Alayón y Gurri 2007). Las actividades de los hombres en las
tres regiones eran caras energéticamente y se llevaban a cabo bajo
el sol. En el caso de los hombres yucatecos esto ocurría tanto en
sus predios locales como durante las temporadas de trabajo migra-
torio como albañiles en las ciudades. Casi todas las actividades de
las mujeres, por otro lado, se realizaron dentro de sus hogares,
requerían menos movimiento y menos gasto energético. Es proba-
ble, por lo tanto, que ya que su dieta está basada en maíz, las res-
78
ponsabilidades tradicionales de las mujeres de Calkmul les impi-
dan quemar la grasa necesaria para mantener un bajo IMC y que
las diferencias del estado nutricional entre sitios de investigación
reflejen el impacto que la alteración del régimen del sistema tradi-
cional de subsistencia ha tenido en cada una de sus dietas de adul-
tos. La primera transición incrementó el consumo de alimentos
comprados ricos en carbohidratos en la Zona Maicera por lo que
aunque no se aprecian diferencias significativas en IMC promedio,
si se aprecia un mayor porcentaje de mujeres con sobrepeso. Fi-
nalmente, las mujeres de la Zona Citrícola tienen una dieta que es
rica en grasa animal, y es parecida a otras poblaciones yucatecas
urbanas y semi-urbanas. Consecuentemente la frecuencia de su
sobrepeso y obesidad es significativamente distinta a la de las otras
dos regiones y similar a la de las zonas urbanas (Arroyo et al.,
2007; 2000).
Tanto la adiposidad como la altura tienen un componente
genético y medioambiental (Eveleth y Tanner 1990; Wells, 2010).
Puesto que existen diferencias étnicas entre las poblaciones de
Yucatán y Calakmul, esto podría poner en duda las interpretacio-
nes ambientales de las diferencias aquí observadas. Esto es poco
probable. Hasta ahora nadie ha demostrado que los mayas yucate-
cos sean genéticamente más bajos que otros mayas o grupos mes-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

tizos mexicanos. Por el contrario, estudios con poblaciones mayas


bien alimentadas que crecieron en los Estados Unidos han demos-
trado que éstos pueden ser más altos que otras poblaciones Latino
Americanas (Bogin y Lucky, 1997). Con respecto al IMC, se han
reportado diferencias entre poblaciones negras, blancas, asiáticas o
hispanas (Sánchez-Vaznaugh et al. 2009), pero nadie ha encontra-
do diferencias entre las poblaciones amerindias y las clasificadas
como hispanas, a las que los mestizos mexicanos de Calakmul
pueden pertenecer. Nadie, entonces, ha demostrado que las dife-
rencias poblacionales en IMC sean determinadas genéticamente
(Casazza et al. 2011).

6 Conclusiones

En estas poblaciones yucatecas, la coexistencia de desnutrición


infantil con sobrepeso y obesidad en adultos probablemente sea el
resultado de un proceso que alteró los sistemas agrícolas de subsis-
tencia en la década de 1970 afectando así la complementariedad de
la dieta tradicional. Las nuevas dietas desbalanceadas promovieron
cambios metabólicos en los niños afectando su capacidad de oxi-
79
dación de grasa corporal haciéndolos más susceptibles a acumular
grasa corporal y convertirse en adultos con sobrepeso. Este proce-
so no se ha invertido y los niños continúan estando desnutridos.
Hoy estas comunidades tienen mayor acceso a las grasas, coleste-
rol, azúcar y otros carbohidratos refinados en su dieta, lo cual
incrementa el número de adultos con sobrepeso. La perturbación
deliberada de sistemas agrícolas de subsistencia fue una política
universal durante la segunda mitad del siglo XX y la desnutrición
crónica continúa expandiéndose. Si como pasó en nuestra muestra,
las poblaciones rurales obtienen acceso a fuentes de grasas y car-
bohidratos, la doble carga de la transición nutrimental puede tam-
bién convertirse en un fenómeno rural.

Agradecimientos

Para Gilberto Balam de CINVESTAV y Emilio Moran de la Uni-


versidad de Indiana por su guía y colaboración. Ellos fueron los
investigadores principales en los proyectos de la Zonas Maicera y
Citrícola. En Calakmul, Armando Alayón y Dolores Molina me
apoyaron en campo y gabinete. La investigación en la Zona Maice-
OBESIDAD

ra se llevó a cabo con becas del Instituto Nacional Indigenista de


México, el Estado de Yucatán, y la Fundación Nacional para la
Ciencia de Estados Unidos (NSF), beca SBR#9420727. El trabajo
en la Zona Citrícola se hizo gracias a una aportación del proyecto
―Effects of Land Use Change on Landscape, Land Tenure, Social
and Economic Organization‖ de El Centro para el Estudio de Insti-
tuciones, Población y Cambio Ambiental (CIPEC, por sus siglas
en inglés), de la Universidad de Indiana, USA, y el trabajo en
Calakmul fue financiado por CONACYT, beca #29264-H.

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El ambiente obesogénico:
influencias y consecuencias en
grupos de escolares de Tabasco

Juan M. Muñoz Cano1*, Juan Antonio Córdova


Hernández1, Miguel Xavier Boldo León1

1. División Académica de Ciencias de la Salud, Universidad Juá-


rez Autónoma de Tabasco, Avenida Méndez 2838-A, Tamulté,
Villahermosa, Tabasco, México, C.P. 86150.
*E-mail: juan.munoz@ujat.mx

Resumen. Este trabajo describe los efectos del ambiente obesogé-


nico en muestras de niños de Tabasco, tando de características
urbanas como rurales. La investigación se realizó desde la perspec-
tiva de los estudios multinivel para evaluar los efectos de los ele-
mentos obesogénicos en microambientes. Aunque las característi-
cas socioeconómicas, los accesos a satisfactores y a productos de
consumo de las comunidades son diferentes, existen influencias
como las de la mercadotecnia que, detectamos, impacta primero a
las familias y a través de ellas a los escolares. Los patrones de
consumo, preferencias y costumbres son semejantes en los gruos
estudiados, sin diferencia de género, excepto en lo que se refiere a
la práctica de conductas de riesgo como hacer dietas y vomitar
como respuesta también a elementos ambientales y la percepción
de la figura, que fue más marcado en niñas del grupo urbano.
Tampoco se encontraron diferencias significativas en los efectos
del ambiente en la generación de factores de riesgo cardiometabó-
lico, ya que en los grupos hubo proporción semejante de sobrepeso
y obesidad, aunque hubo desnutridos en la comunidad rural. Se
encontró que a consecuencia, hay un alto porcentaje de niñas y
niños con elevación a niveles limítrofes y de riesgo de glucosa en
ayunas, colesterol total, colesterol de lipoproteínas de alta densi-
dad y triglicéridos. Por otra parte, se encontró que hay una dismi-
nución del colesterol de las lipoproteínas de alta densidad, y eleva-
ción de alanino amino transferasa en algunos niños, dato de daño
hepático, y hemoglobina glicosilada mayor de 8 en un porcentaje
alto de los niños de la comunidad rural.
Palabras clave: Sobrepeso y obesidad infantil; riesgo cardiome-
tabólico; biomarcadores; enfermedades no transmisibles.
OBESIDAD

1 Introducción

En el mundo se calcula la existencia de 1,700 millones de adultos


con sobrepeso y 312 millones con obesidad. En México hubo un
aumento de obesidad del 150% entre 1988 y 1999, y para 2006 se
encontró que 39.7% de los adultos mayores de 20 años tenían
sobrepeso y 29.9% obesidad (Barquera et al., 2010). En ese con-
texto, la salud infantil, entendida como un proceso de crecimiento
y desarrollo dentro de los percentiles 5 a 75 de índice de masa
corporal, es uno de los grandes retos en el campo de la salud
pública. Los niños que presentan este indicador en valores mayo-
res, cinco millones de acuerdo a declaraciones del secretario de
salud en agosto de 2011, representan un número importante de
nuevos casos de enfermedades crónicas no transmisibles asociadas
a sobrepeso y obesidad.
A pesar de los datos empíricos que hacen evidente el efec-
to del ambiente obesogénico como causa de hábitos de consumo y
estilo de vida que a su vez son responsables del sobrepeso y la
obesidad, la mayoría de los estudios se enfocan a la evaluación de
los factores de riesgo que son resultado de esta relación. La obesi-
dad es un proceso complejo, intervienen en su desarrollo múltiples
86
factores que se agrupan en sociales, ambientales, económicos,
culturales y biológicos, y la visión parcializada desde el paradigma
biologicista de la atención no ha permitido su percepción como
problema complejo, a pesar de que al menos lo maneja ya como
enfermedad.
El biologicismo, paradigma dominante, ha llevado a su
manejo parcelado con base en dietas, medicamentos como orlistat,
ribonamant, sibutramina, que se han retirado del mercado por
peligrosos e ineficaces, o ―curas mágicas‖ que ofrecen soluciones
sin esfuerzo ni modificaciones al estilo de vida (Calzada et al.,
2006; García y Mancillas, 2010). Dada la complejidad de los cam-
bios metabólicos que se producen en la obesidad ―no es sorpren-
dente que el tratamiento farmacológico actual de la obesidad fraca-
se‖ (Ferranti y Mozaffarian, 2008). Estos enfoques parcelados son
onerosos. Se calcula que el costo en 2010 de todos los países des-
tinados al manejo sólo de la diabetes fue de 376 billones de dólares
y que será de 490 billones de dólares para el 2030 (Murray et al.,
2011). En México el costo anual promedio a causa de la obesidad
entre 2000 al 2017 será de 81,000 millones de pesos (Barquera et
al., 2010).
Debe realizarse la modificación de las políticas públicas
para promover ―una cultura de salud diferente‖ y cambios en el
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

consumo de alimentos, bienes y servicios, pues el aumento de


masa corporal de la población mundial por esta causa impacta en
la aceleración del calentamiento global (Egger y Dixon, 2010). En
México, el establecimiento del Acuerdo Nacional para la Salud
Alimentaria de 2010, consecuencia de la ―Estrategia mundial sobre
régimen alimenticio, actividad física y salud‖, de la Asambrea
Mundial de la Salud de mayo de 2004 (Gracia, 2010), fue un pri-
mer paso, aún insuficiente, en el logro de que el estado proteja a su
población de riesgos a la salud derivados del consumo de alimen-
tos hipercalóricos y en porciones de supertamaño.

2 El ambiente obesogénico

Se define al ambiente obesogénico como ―la suma de las influen-


cias que los entornos, las oportunidades, o circunstancias de la
vida, tienen para promover obesidad en individuos o la sociedad‖
(Swinburn et al., 1999) ya que engordar es más que el imbalance
entre el consumo y el gasto calórico. Engordar es la respuesta
fisiológica normal de gente normal a un ambiente anormal donde
se producen volúmenes cada vez mayores de alimentos procesa-
87
dos, asequibles en todas partes y promovidos por sofisticados
mecanismos de comercialización (Swinburn et al., 2011). ¿Cómo
actúan estas influencias? El ambiente obesogénico se puede anali-
zar desde varios enfoques. Uno de ellos se refiere a las caracterís-
ticas globalizadoras que emanan de la colocación de productos y
marcas provenientes de mercados transnacionales. Las influencias
macrosociales impactan en ambientes locales, donde individuos,
escuelas o grupos humanos menos numerosos interactúan con las
influencias globales. Aunque el problema de la obesidad se identi-
ficó hace algunos años, el análisis de los microambientes, donde se
comprenden los modos de cómo actúan las influencias macro,
sobre hogares, escuelas y grupos comunitarios, es más reciente
(Moreno et al., 2004).
La obesidad se convirtió en el trastorno metabólico más
común en la infancia. El interés primordial en disminuir la inci-
dencia de sobrepeso y obesidad en niños obedece a varias razones.
Dentro de ellas las más importantes son dos. En la medida en que
una persona pase más tiempo con sobrepeso, mayor probabilidad
tiene de desarrollar enfermedades que son consecuencia del pro-
blema metabólico que resulta de esta condición (Yeste y Carrasco-
sa, 2011). Los mediadores químicos que se liberan al hipertrofiarse
los adipocitos a su vez generan señales que inducen a la diferen-
OBESIDAD

ciación de preadipocitos en adipocitos y aumentan así la masa de


células y hacen que la obesidad se convierta en un problema que
crece en espiral, como una ―tormenta perfecta‖ (Ferranti y Mozaf-
farian, 2008). Esto a su vez es una de las explicaciones acerca de la
disminución en la expectativa de vida de las nuevas generaciones,
lo cual revierte una tendencia que se había observado durante toda
la historia. Por primera vez, las nuevas generaciones tienen una
vida media esperada menor a la de sus padres.
Toda vez que el desarrollo de la obesidad se genera a par-
tir de un sustrato poligénico pero que responde a situaciones am-
bientales, es importante evaluar determinantes socioeconómicos,
educativos, culturales, geográficos, que pudieran tener relevancia
para explicar, y disminuir los efectos obesogénicos. Incluso en
tiempos y regiones con turbulencia, es imprescindible la investiga-
ción en ciencia, salud, educación y cultura como el único medio de
lograr que las poblaciones asuman sus responsabilidades en su
propio destino (Maziak, 2006). Nuestro grupo ha realizado inves-
tigación acerca del ambiente obesogénico con base en análisis de
microambientes, desde el enfoque multinivel (Díez, 2003; Maziak
et al., 2007).

2.1 Las influencias del ambiente obesogénico


88
En el esquema de Maziak et al. (2007), las influencias se agrupan
en cuatro rubros: individuo-familia, escuela, territorio y sociedad.
Se ha observado que las influencias impactan sin diferencias signi-
ficativas a niñas y niños con peso sano o sobrepeso (Edo et al.,
2010; Muñoz et al., 2011a). Esto significa que los niños que tienen
peso sano, al estar dentro del mismo ambiente, en alguna etapa de
su vida desarrollarán sobrepeso, a menos de que se tomen medidas
que modifiquen esas influencias, ya que la industria de los alimen-
tos procesados es muy eficiente para inducir a la gente a consumir
sus productos y obtener sumas astronómicas (STSC, 2011).

2.1.1 Individuo-familia. Se refiere a la estructura familiar, las


percepciones y actitudes alimentarias y de consumo originadas
culturalmente y por estatus social. Se ha observado que la práctica
del desayuno es un factor que disminuye la probabilidad de des-
arrollar obesidad, tanto en niños menores de cuatro años, como en
los escolares (Grumer y Mei, 2004). Como en otros estudios, Edo
et al. (2010) encontraron en su población de estudio 16% de niños
desayunaban repostería industrial, un porcentaje de niños de una
escuela urbana y una escuela rural que analizó nuestro grupo de
trabajo, desayunan al menos una vez por semana este tipo de pro-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

ductos, y también lo hacían como merienda, sin diferencia signifi-


cativa si tenían sobrepeso o no (Muñoz et al., 2011a).
López et al. (2007) al comparar dos poblaciones de esco-
lares de distinto nivel socioeconómico en la ciudad de México, no
encontraron diferencias significativas ni en los niños ni sus padres.
Un hallazgo semejante lo encontró nuestro grupo de trabajo en
grupos de estudiantes de sexto grado de escuela urbana y escuela
rural en Tabasco, donde en ambas la mitad de los niños se encon-
traron con índice de masa corporal (IMC) ≥ del percentil 75 (Mu-
ñoz et al., 2011b). Las preferencias o elecciones de alimentos de
los padres se reproducen en sus hijos, aunque pueden tener dife-
rencias de acuerdo a la permisividad que se genere en la escuela.
Se ha observado que el nivel educativo de las madres,
aunque también el de los padres, más que el nivel socioeconómico,
tiene un efecto protector sobre el desarrollo de la obesidad, y que a
medida aumenta, disminuye el IMC (Edo et al., 2010; Gracia,
2010). Este efecto es mayor en grupos de mujeres blancas, seguido
por hispanohablantes, asiáticas y más lejos por las afroamericanas
(Moreno et al., 2004).

2.1.2. La escuela. Comprende la educación para el consumo de


alimentos, las actividades de recreación, el modelo educativo. La
89
escuela influye en su conformación tanto física como funcional. La
presencia de bebederos, la permisividad de la venta de embotella-
dos o bebidas dulces (López et al., 2007), y los alimentos que se
expenden dentro de la escuela son componentes de esta influencia.
A consecuencia del ―Acuerdo Nacional para la Salud Alimentaria:
Estrategia de Acción en el Contexto Escolar‖ (SEP, 2011), se
proveyó de materiales como el opúsculo ―Cómo preparar el refri-
gerio escolar y tener una alimentación correcta‖. Éste presenta
varias deficiencias, desde estar pensado como si México fuera
homogéneo y se dijera jitomate, mamey y col a lo que en Tabasco
se conoce como tomate, zapote y repollo. Entre sus fallas algunos
ejemplos: promueve el consumo de arroz refinado, que se asocia a
riesgo de desarrollar DM2 (Mattei et al., 2011). Menciona como
cereales a productos derivados de harina de trigo refinada como
pasta de espagueti, coditos o fideos. Recomienda barras de cereal
azucaradas y bísquets que es el pan más calórico. Equipara pan de
harina refinada con tortillas de maíz y avena en hojuelas. Reco-
mienda el cereal de caja a pesar de las observaciones de ―La otra
cara del inocente desayuno‖ de la PROFECO (2011), ya que
además de ser cereales refinados se les adiciona hasta 30% de
azúcar.
OBESIDAD

Influencias, mediadores y comportamientos del ambiente obesogénico

1 2 3 4 5 6 7 8

1
Niñas U -.014
2 Niñas R -.112
Niños U .208
Niños R .257
Niñas U -.244 .012
3 Niñas R .148 .303*
Niños U .021 .604**
Niños R -.141 .156
Niñas U .513** -.368* -.033
4 Niñas R .269 -.255 .131
Niños U .460* .230 .087
Niños R .558** .144 -.212
Niñas U -.199 -.040 .149 -.116
5 Niñas R -.030 -.006 -.253 -.017
Niños U .447* .054 -.253 .390*
Niños R .098 .229 -.181 .227
Niñas U -.122 -.462* .044 .371* .175
6 Niñas R .189 .046 .116 .140 .126
Niños U .238 -.285 -.385* .183 .540**
90 Niños R .245 .110 -.060 .011 .277
Niñas U .521** .032 .000 .589** -.185 -.056
Niñas R .497** -.017 .264 .431** .033 .058
7
Niños U .741** .235 .061 .555** .299 .015
Niños R .435** -.004 -.083 .326* .100 .383**
Niñas U .068 .053 -.214 -.176 .128 -.207 -.068
8 Niñas R .172 -.021 .037 .061 -.111 -.199 -.022
Niños U -.177 .287 .213 .011 -.028 .134 -.130
Niños R .248 .132 .090 .290* .222 .099 .192
Niñas U .185 -.260 -.134 .468** .097 .238 .668** -.036
Niñas R .263 -.096 .200 .083 .037 -.046 .241 .010
9
Niños U .127 -.037 -.072 -.180 -.029 .080 -.081 .091
Niños R .293* .084 .099 .134 -.002 -.017 .107 .089
Tabla 1. Correlación entre influencias, mediadores y comportamien-
tos resultantes. 1 = individo/familia, 2 = escuela, 3 = territorio, 4 = socie-
dad, 5 = tiempo en casa, 6 = situaciones sedentarias, 7 = consumo hiper-
calórico, 8 = disminución de actividades, 9 = conductas de riesgo. U =
urbano, R = rural. (*) cuando p < 0.05, (**) cuando p < 0.01. Se realizó
con base en el instrumento de Booth et al. (2006) y para la correlación se
eligieron ítems de acuerdo a la identificación de los componentes princi-
pales. Las conductas de riesgo consistentes en vómito autoinducido, hacer
dietas o tomar pastillas, sólo es significativo en niñas del grupo urbano y
depende de los alimentos hipercalóricos (7) que se consumen a causa de la
mercadotecnia (4). Fuente: Muñoz et al. (2011b).
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

2.1.3 Territorio. En el elemento territorio, que de acuerdo con


Morin, incorpora costumbres y cultura local a un espacio físico,
comprende la posibilidad de caminar por las calles, calles seguras,
conductores educados, acceso a comida rápida en los trayectos
principales, y la disponibilidad de espacios para recreación y de-
porte. Las zonas geográficas ni el nivel socioeconómico parecen
ser determinantes. Booth et al. (1999) no encontraron diferencias
significativas en la prevalencia de obesidad entre zonas urbanas y
rurales de Australia. Nuestro grupo no encontró diferencias signi-
ficativas en las respuestas de grupos de escolares de sexto grado en
una escuela urbana al compararla con una escuela rural. Diferen-
cias importantes entre ambas son el impacto vehicular mayor en la
urbana y la vuelta continua a la derecha que se encuentra en la
mayoría de las calles de Villahermosa, Tabasco, donde se encuen-
tra la escuela urbana (Muñoz et al., 2011a).

2.1.4 Sociedad. En el elemento sociedad se encuentran las in-


fluencias de la mercadotecnia, los grupos que producen alimentos
obesogénicos, y su contraparte en forma de políticas públicas. Un
niño que mira televisión dos horas al día mira también 12,400
anuncios de repostería industrial, bebidas azucaradas, botanas,
comida rápida (Ávila, 2011). Al realizar un análisis de correlación
91
entre los elementos del ambiente obeso génico en una comunidad
rural, realizado bajo el esquema de estudios de multinivel, nuestro
grupo encontró la relevancia del ambiente social. En la tabla 1 se
muestra el impacto que éste tiene sobre las familias, con p = 0.01,
que a su vez determina el consumo hipercalórico, p = 0.01 (Muñoz
et al., 2011b). Esto es resultado de la ausencia de políticas públicas
que regulen la venta y distribución de golosinas, botanas, reposter-
ía industrial y bebidas azucaradas (con o sin gas).
Las acciones individuales y grupales requieren de apoyo
de esas políticas. Esto significa que el estado tiene que cumplir un
papel regulador hacia restricciones como ofertas de juguetes por
los expendios de comida rápida, tipo de comerciales y la informa-
ción que presentan, tamaño de las porciones. Pero la industria del
tabaco, del alcohol y de los alimentos son poderosas e impiden la
implantación de políticas públicas efectivas (Cohen, 2011).
Son pocos los países en los cuales se han obtenido logros
en este campo de aplicación del conocimiento científico. Uno de
los casos es el de Noruega, donde el Consejo Nacional de Nutri-
ción, el cual es autónomo pero que trabaja en concordancia de
objetivos con el gobierno, ha desarrollado desde 1975 políticas de
nutrición y alimentos, incluso con oposición de sus industrias
ganadera y lechera. Esto se expresa en la ley del 2000 como el
OBESIDAD

derecho de todo habitante de ese país al goce de ―una dieta nutri-


cionalmente adecuada y segura‖. Estas leyes se sustentan en cam-
bios en la producción de alimentos, la búsqueda del autoabasto en
cereales integrales, la colaboración intersectorial y la permanencia
de un consejo de expertos independiente del gobierno (Reyes y
Atalha, 2006).
Aunque los resultados de la investigación científica no
son el eje principal de las políticas públicas en el mundo, hace falta
aumentar el diálogo a partir de grupos académicos que sustenten
sus afirmaciones en evidencia científica (Unwin et al., 2010).
Barquera et al. (2010), identificaron en la literatura diez principa-
les objetivos para basar una política de estado para prevenir, de
manera efectiva, el desarrollo de la obesidad y la diabetes mellitus
de tipo 2, entre otras consecuencias, para lo que se deberá trabajar
con el fin de conciliar los intereses de la gente con los de la indus-
tria de alimentos y bebidas.
Es necesario considerar que el problema de la obesidad
infantil es complejo y no se le puede afrontar con los diversos
programas que se ofrecen por quienes promueven el ambiente
obesogénico. Por ejemplo, la compañía productora de bebidas
endulzadas y gasificadas que más ventas tiene es la que más estu-
dios e investigaciones financia acerca de actividad física. Así
92
mismo, se le encuentra como patrocinadora de eventos internacio-
nales como el 3rd International Congress on Physical Activity and
Public Health realizado en Toronto en 2010 o el Nacional de Di-
abetes en México, 2011. Estas ―soluciones reduccionistas e hipó-
critas‖ tienen el fin de bloquear iniciativas hacia la regulación de
sus intereses económicos (Gómez et al., 2011).

2.2 Los mediadores del ambiente obesogénico


Estos son aumento de tiempo en casa, la existencia de comida
rápida, el tipo de programas que se difunden en la televisión co-
mercial, la mercadotecnia alrededor de alimentos y bebidas, la
disminución de oportunidades para caminar, efectuar recreación y
deporte (Maziak et al., 2007).
La definición de sedentarismo, como el gasto de menos
del 10% de la energía total empleada en la actividad física diaria, a
pasar de que no considera las actividades laborales de mayor gasto,
se hace característica de la globalización, por ejemplo, se estima
prevalencia de sedentarismo de 89% en mujeres y 84% en hom-
bres en Chile (Romero, 2009). La transición de los grupos cazado-
res-recolectores a otros con base en la agricultura y la domestica-
ción de los animales sucedió entre hace 20 mil o 10 mil años. El
fenómeno de menores necesidades calóricas de la gente de las
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

ciudades se presentó recientemente. Pero no sólo ha sido la dismi-


nución de la actividad, pues en las sociedades industrializadas el
tipo de producción fordiano generó disminución del consumo
calórico de los trabajadores sin que se produjera la epidemia de
obesidad a principios del siglo XX.
El problema de la obesidad comenzó con la transición a la
occidentalización de la dieta (Rivera et al., 2004; Flores et al.,
2009; Barquera et al., 2010; Gracia, 2010). Esta se generó con el
establecimiento de un tipo específico de globalización de merca-
dos, se les encuentra incluso en hospitales de alta especialidad
dedicados a enfermedad isquémica y diabetes (White y Broad-
hurst, 2004). La mercadotecnia que la apoya por una parte pro-
mueve alimentos hipercalóricos, y por otra genera el mito de que
los alimentos saludables son caros mientras que aquellos no salu-
dables son baratos, y que es sostenido también por especialistas.
Ver, entre otros, a Melgar et al. (2003), Swimburn y Egger (2004),
Olivares et al. (2006), Barquera et al. (2010), Gracia (2010). Esto
es producto, entre otros, de la desinformación poblacional acerca
de la nutrición apropiada (García et al., 2009), y de la mercadotec-
nia, a la que los expertos no somos inmunes.

2.3 Los efectos del ambiente obesogénico (comportamientos)


93
Este rubro se refiere al aumento de situaciones sedentarias ya que
los niños pasan más tiempo en casa viendo televisión, jugando
videojuegos o en la computadora; el consumo excesivo de comida
hipercalórica y refrescos azucarados con o sin gas; también la
disminución de la actividad física estructurada como deporte, no
necesariamente de competencia, sino como recreación. También es
el espacio donde reciben un volumen inmenso de ofertas, indica-
ciones e imperativos para consumir desde alimentos procesados
hasta productos que reparan los daños causados por la obesidad sin
dietas ni ejercicio.

2.3.1 Disminución de la actividad física. Se afirma que uno de


las principales causas de la obesidad es la falta de actividad física.
Una de las definiciones de la obesidad se refiere a un desequilibrio
entre las calorías consumidas y las que consume en la actividad
diaria. Aunque esencialmente el excedente de calorías se acumula
como grasa y se expresa como obesidad, esta visión pasa por alto
que la obesidad es un problema complejo, poligénico, y que la
mayoría de los cuadros de obesidad mórbida corresponden a pro-
blemas endócrinos, por fallas orgánicas, o debido a que el indivi-
duo afectado presenta una mayor carga genética. Las recomenda-
OBESIDAD

ciones acerca de actividad física como mecanismo para reducir la


masa corporal pasan por alto cuestiones esenciales.
La obesidad se presenta en niños menores de cinco años.
En 1999 la obesidad en este grupo era del 18.6% y aumentó a 26%
en 2006 (INSP, 2007). A esta edad normalmente los niños tienen
actividades que no son deportivas, son muy activos, y desde hace
tiempo se ha documentado el efecto de las costumbres de las fami-
lias en el desarrollo de la obesidad antes de que los niños ingresen
a la primaria. Para la etapa escolar, algunos estudios no encuentran
correlación entre sedentarismo y obesidad infantil (Edo et al.,
2010). Parece ser que más que la inactividad como causa de obesi-
dad, es la obesidad la que se relaciona con inactividad (Costa y
Gil, 2008; Metcalf et al., 2010), lo cual explica porqué fracasan las
intervenciones encaminadas a generar actividad física en niños con
el propósito de hacerlos disminuir el IMC.
Otra es la cantidad de calorías que se consumen por minu-
to por cada tipo de actividad física. Una persona de 80 kg. consu-
me durante media hora 165 calorías al trotar, 168 al bailar, 268 al
nadar, 609 al subir escaleras (Roldán et al., 2011). Estas no son
capacidades que la mayoría de la gente tiene, o las que se pueden
obtener a menos de establecer un programa de entrenamiento de
mediano rendimiento, por lo que erróneamente se afirma que con
94
la actividad física la gente baja fácilmente de peso.
La actividad física tiene otros fines y resultados, por estos
que debe fomentarse, ya que es parte de la prevención y el manejo
de la diabetes mellitus y los problemas cardiometabólicos (ACSM-
ADA, 2010). Aumenta la masa muscular y disminuye el porcentaje
de grasa (Howe et al., 2010), mejora la capacidad aeróbica, dismi-
nuye la presión arterial y eleva las lipoproteínas de alta densidad
(Perichart et al., 2008), aumenta la sensibilidad a la insulina y
mejora el metabolismo de los triglicéridos (Schenck y Horowitz,
2007; González et al., 2011), aumenta la consistencia del hueso,
mejora el estado de bienestar mediante la liberación de testostero-
na y de endorfinas, tiene efectos antidepresivos (Ernst et al., 2005;
Sylvia et al., 2010), propicia la neurogenesis (Cotman y Berchtold,
2002) y el aprendizaje (Van Pragg et al., 2005), disminuye la de-
pendencia y las caídas en ancianos, disminuye la probabilidad de
desarrollar cáncer de colon, mama (Subirats et al., 2010) y de
próstata.
Debe promoverse por estas razones, aunque en la práctica
resulte difícil, pues el aumento de peso disminuye la capacidad y
el interés para la actividad física en los niños, además de que hay
otros determinantes, aún no conocidos en detalle, que dificultan la
modulación de la actividad en esta etapa de la vida (Wilkin, 2011).
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

El ejercicio que realizan en las escuelas a consecuencia de inter-


venciones, se compensa con disminución de la actividad en el
tiempo libre o los fines de semana (Frémeaux et al., 2011). Que-
dan también por realizarse intervenciones efectivas. En una revi-
sión sistemática de estudios cuasiexperimentales con evaluaciones
objetivas y duración mayor a 12 meses de trabajos publicados
hasta mayo de 2010, Medina et al. (2011) no encontraron resulta-
dos significativos al analizar y comparar los siete estudios de dife-
rentes grupos y países con mayor consistencia metodológica. Esto
determina que no sólo hay la necesidad de promover más aún la
actividad física sino además cambiar los paradigmas desde donde
se planea hacer esa promoción.
En este sentido, al realizar una exploración en un grupo
de niños que asistían voluntariamente con sus madres a un centro
deportivo (N = 20), nuestro grupo de trabajo, al aplicar el cuestio-
nario de autoeficacia de Aedo y Ávila (2009) encontró correlación
de Pearson entre los factores I, búsqueda de alternativas que deno-
ta la capacidad que poseen los niños de explorar posibles alternati-
vas para la realización de la actividad física, y II, la capacidad de
enfrentar posibles barreras para realizar la actividad física que
implica la búsqueda de soluciones a los obstáculos que encuentren
para realizar la conducta, de 0.580 con p ˂ 0.01. La correlación
95
entre factor I y III fue de 0.98 y entre II y III de 0.23, ambas sin
significatividad, por lo que el factor expectativa de habilidad o
competencia, que se refieren a la confianza que poseen los niños
en su capacidad para realizar adecuadamente la conducta, no inter-
viene en el mantenimiento de una rutina de actividad física en
estos niños (datos no publicados).

2.3.2. Aumento de consumo de alimentos hipercalóricos. La


estrategia de las empresas que promueven los alimentos hipercaló-
ricos y con azúcar extra no es vender barato.
La realidad es que el principal costo de estos productos es el
transporte, el local, sueldos, impuestos, franchising, y no el ma-
yor tamaño del alimento que ofrecen. Un pequeño aumento en la
cantidad influye mínimamente en el costo final y el cliente se
siente complacido y atraído. A costa de más calorías y grasas
(O’Donnell et al., 2004).
Son precisamente esa azúcar y grasas extras lo que convierte a los
alimentos de la dieta occidentalizada en adictivos.
Las altas concentraciones de grasa en los alimentos pare-
cen inducir la liberación de endocanabinoides por lo que esto po-
dría explicar su poder para generar adicción. Se ha demostrado en
el hipotálamo y en el núcleo accumbens, dos zonas clave en el
control del apetito y el placer, corresponden a regiones con recep-
OBESIDAD

tores a este mediador (CBR). Este efecto es más intenso en el re-


ceptor CB1R, uno de los dos complejos de proteína G que recono-
cen ∆9-tetrahidrocanabinol, donde se induce apetito y producen
efectos psicotrópicos (DiPatrizio et al., 2011). En el animal íntegro
estos receptores son estimulados por otras moléculas, como anan-
damida y 2-araquidoglicerol, este derivado del ácido araquidónico,
que se liberan tanto en el intestino proximal como en núcleos en-
cefálicos como respuesta a si el intestino se encuentra vacío o
lleno. Estas moléculas se liberan durante la fase de deprivación de
alimentos y disminuyen inmediatamente después de la ingestión de
comida, posiblemente debido a los efectos de leptina, grelina o
corticosterona (DiMarzo, 2011).
El bloqueo de CB1R y CB2R con ribonamant no produjo
los resultados esperados, ya sea por los efectos no deseados en
encéfalo ya que es liposolubre y atraviesa la barrera hematoencefá-
lica. Por eso se diseñaron moléculas que sólo tienen efectos perifé-
ricos, las que se encuentran en etapa experimental (Tam et al.,
2010). A partir de los resultados de estos experimentos se infiere
que existe en los obesos una importante anomalía en el metabolis-
mo mediado por los endocanabinoides, sea causa o efecto, que se
expresa como diabetes mellitus de tipo 2 e hígado graso (Patti,
2010).
96
El azúcar extra también es adictivo. Esta se le agrega tan-
to a alimentos, sobre todo del tipo de repostería industrial, como a
bebidas. En México, 21% del consumo total de energía de los
adolescentes proviene de bebidas azucaradas, sobre todo refrescos
embotellados (Rivera et al., 2008). Las bebidas que se promueven
para los niños, leches con azúcar, néctares y ―jugos‖, son altamen-
te calóricos (PROFECO, 2011). La adicción a las bebidas azucara-
das tiene el agravante de que no producen sensación de saciedad
(Rivera et al., 2008). Esto es consecuencia de que durante milenios
no existieron bebidas azucaradas. El metabolismo humano no tiene
mecanismos para responder al azúcar diluido ya que al beber estos
líquidos no se produce la fase cefálica que favorece la liberación
de insulina (Teff, 2000), pues no se libera el polipéptido pancreáti-
co, por consiguiente, tampoco se produce la fase vagal de la
homeostasis de la glucosa (Teff, 2010).

3 Las consecuencias del ambiente obesogénico

La obesidad es un problema que tiende a ser crónico y complejo.


La OMS la considera una enfermedad global, epidémica y multi-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

factorial. Es un proceso que suele iniciarse en la infancia y la ado-


lescencia, y se establece por un desequilibrio termodinámico entre
la ingesta y el gasto energético (Costa y Gil, 2008). Es un proble-
ma que se puede prevenir o evitar (INSP, 2010); sin embargo, la
obesidad infantil es un problema de salud pública en México y el
mundo. La prevalencia de obesidad en escolares mexicanos ha
aumentado de forma alarmante durante los últimos años, desde
18.6% en 1999 hasta 26% en 2006 (INSP, 2007). Los riesgos vin-
culados con la obesidad en la infancia incluyen muchas de las
comorbilidades que se han descrito en el adulto, entre ellas el con-
glomerado de factores de riesgo cardiovascular como hipertensión,
hipertriacilgliceridemia, hiperglucemia y dislipidemia, ligados a la
aparición posterior al síndrome metabólico. La resistencia a la
insulina, desde la perspectiva del metabolismo del enterocito y la
liberación de adipocinas, sería una respuesta endócrina que traería,
a consecuencia, la cascada de resultados adversos, al que se rela-
cionan además, algunos tipos de cáncer (Ferranti y Mozaffarian,
2008). La comprensión de que la resistencia se expresa como au-
mento de la cantidad de insulina circulante más que como hiper-
glucemia, ha permitido clarificar este proceso y también superar la
idea del gen crtc3 como ―ahorrador‖ y principal responsable de la
pandemia (Ricart y Fernandez, 2010).
97
3.1 Incremento en el índice de masa corporal
De manera operativa el sobrepeso y la obesidad se diagnostican
con base en la determinación del índice de masa corporal (IMC).
En los adultos esta medida permite clasificar a la población de
acuerdo a límites de corte en sobrepeso ≥ 25 kg/m2 y obesidad ≥
30 kg/m2, y a ésta en niveles. En los niños la International Obesity
Task Force (IOTF) estandarizó de manera definitiva las tablas de
percentiles en puntos de corte que se correlacionan con los IMC ≥
25 para sobrepeso y ≥ 30 para obesidad de los adultos (Cole et al.,
2000). Nuestro equipo encontró en grupos de escolares de sexto
grado de primaria que 47% de los escolares urbanos y 43% de los
de la comunidad rural presentaron sobrepeso u obesidad. No hubo
diferencias entre las medias de las estaturas entre grupos de niños
con peso sano (PS) con respecto a los de sobrepeso y obesidad
(SPyO) de cada comunidad. Tampoco hubo diferencias de las
medias de presión sistólica o presión diastólica (Muñoz et al.,
2011a).

3.2 Incremento del perímetro de la cintura


La medida del perímetro de la cintura, independientemente del
volumen corporal, es un predictor de alta precisión y de gran sen-
OBESIDAD

sibilidad pues se han encontrado biomarcadores alterados en la


población con IMC ≤ 25 kg/m2 con depósito graso en la cintura
(Ramachandran, 2003; Aguilar et al., 2007; Balas et al., 2008). La
evaluación de la medida de circunferencia de la cintura ha presen-
tado dificultades para su estandarización ya que en distintos grupos
étnicos es posible encontrar diferentes promedios de talla. En gru-
pos étnicos donde la talla no muestra diferencias significativas,
como entre adolescentes blancas y negras en Estados Unidos, el
tamaño de la cintura es un importante indicador de obesidad (Ty-
bor et al., 2010). En general se acepta que ≤ 80 cm en mujeres y ≤
90 en hombres es un estricto límite de corte, se ha manejado que es
deseable ≤ a 88 en mujeres y ≤ 102 en hombres.
La medida de la cintura para la población infantil no es un
indicador que se haya estandarizado a pesar de que se han elabora-
do estudios en ese sentido (Pajuelo et al., 2004; Denney et al.,
2008). En un grupo de escolares de sexto grado nuestro grupo
encontró diferencias significativas, 61.26 ± 4.99 en niñas y 64.35
4.35 ± cm en niños con IMC ≤ percentil 74.9, mientras que se
encontró 82.27 ± 8.53 cm. en niñas y 80.85 ± 7.48 cm. en niños
cuando el IMC era ≥ percentil 75. Este tamaño anormalmente
grande de la cintura debería ser alarmante, ya que escolares con
IMC entre los percentiles 75 y 85 considerados como sanos, no lo
98
están, ya que tienen importantes depósitos de grasa en el abdomen
(Muñoz et al., 2011c).

3.3 Incremento en índices cintura/cadeya y cintura/talla


En el consenso internacional entre organizaciones de 2009 (Alberti
et al., 2009) se propuso al índice cintura cadera como el mejor
predictor para el desarrollo de los componentes del síndrome me-
tabólico. Esto se correlaciona con el aumento de la grasa intraab-
dominal como indicador sensible de riesgo para enfermedad cróni-
ca (Arjona et al., 2008).
Para resolver las dificultades de la medida de la cintura se
desarrolló el índice cintura/talla (ICT) como producto de dividir la
medida de la cintura en centímetros entre la talla en centímetros,
que pondera la grasa intraabdominal (Balas et al., 2008). El límite
de corte propuesto para este índice es 0.5; sin embargo, en un
grupo de escolares encontramos biomarcadores anormales incluso
con ICT 0.47 (Muñoz et al., 2011c).

3.4 Impacto en biomarcadores


La medición de biomarcadores es un importante criterio clínico
para identificar los efectos del aumento de la masa grasa, espe-
cialmente la intraabdominal, y se correlacionan con aumento del
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

riesgo de diabetes mellitus tipo 2 (Bibbins et al., 2007; Valle et al.,


2007); sin embargo, aún no se consideran auxiliares del diagnósti-
co de rutina (Ferranti y Mozaffarian, 2008). También expresan el
proceso inflamatorio sistémico vascular, medido con la proteína C
reactiva (PCR) (Winer et al., 2006; Brasil et al., 2007; Valle et al.,
2007), y la lesión hepática no alcohólica temprana a causa de la
obesidad con la medida de la alanino-amino-transferasa (ALT) y
los cambios en proteínas clave como la adiponectina (Booth et al.,
2006; Perichart et al., 2008; Weiss et al., 2008). La evaluación de
biomarcadores para la población en general, requiere de personal,
equipo e instalaciones que pueden ser obviadas mediante otros
indicadores.
Se ha encontrado que en promedio los valores de los bio-
marcadores se encuentran anormales en los niños obesos (Kim et
al., 2010). En escolares de una comunidad rural y de una urbana
nuestro grupo de trabajo encontró resultados alarmantes ya que
sólo 22% del grupo en de la comunidad rural no presentó al menos
una anomalía en la determinación de biomarcadores. De los niños
con sobrepeso u obesidad (n = 27) a los que se les realizaron exá-
menes, 26% presentaron glucosa en ayunas ≥ 100 mg/dL, 38%
triglicéridos ≥ 150 mg/dL, 43% colesterol ≥ 170 mg/dL, 41% LBD
≥ 110 mg/dL y El C-LAD, que es un factor protector (Chapman et
99
al., 2011), se encontró ≤ 40 mg/dL en 15%. Se encontró 21 % con
alanino aminotransferasa ≥ 41 unidades, indicador de lesión hepá-
tica. Sólo a un niño se le detectó proteína C reactiva. Los datos de
la comunidad rural fueron semejantes, por ejemplo, se enontró
HbA1c ≥ 8% en 47% de los niños seleccionados para exámenes de
biomarcadores (el límite de corte de acuerdo con la ADA es ≤
6.5% para sano). Esto a pesar de que algunos a los que se les toma-
ron muestras para la determinación tenían índice de masa corporal
en percentiles ≤ a 75, elegidos por presentar IMC correspondiente
a ≥ 22 ≤ 24.9 de acuerdo a la escala del IOTF (Cole et al., 2000;
Arjona et al., 2008), pues se sabe que el IMC entre 22 y 24.9 pue-
de no ser protector por la posible adiposidad central (Ramachan-
dran, 2003; Sánchez, Pichardo y López, 2004). Sólo en un niño de
esta comunidad encontramos Hb ≤ 12 g (Muñoz et al., 2011b).

4 Conclusiones

Son varios los países del mundo que han replanteado políticas de
salud. Con el propósito de reorientar el gasto público, se ha tratado
de dar mayor prioridad a las acciones preventivas y de salud colec-
OBESIDAD

tiva. Sin embargo, para que este cambio de política muestre efec-
tos, se requiere más que la asignación del presupuesto; hay que
fomentar entre los integrantes de los equipos de salud un cambio
de mentalidad, que lleve a pensar más en términos de la atención
primaria. La forma de lograrlo es dando mayor impulso a la medi-
cina preventiva, a través del reforzamiento de sus acciones de
prevención primaria, orientadas primordialmente, pero no exclusi-
vamente, al primer nivel de atención, sino en coordinación con en
sector educativo.
Los principales instrumentos de la prevención primaria
son la educación para la salud y la prevención específica. La edu-
cación para la salud tiene un ámbito de competencia muy diverso,
abarca aspectos tales como la promoción de una alimentación sana
y equilibrada, una vivienda higiénica y funcional, fomento de la
actividad física, acceso a fuentes de recreación, práctica del des-
canso reparador, así como la ampliación de la cultura sobre la
salud.
Los patrones actuales de morbilidad y mortalidad requie-
ren una atención creciente por el estudio de la influencia de la
nutrición en la prevención de las principales enfermedades cróni-
cas. Fundamentalmente interesa la identificación de los determi-
nantes dietéticos en las enfermedades cardiovasculares y cáncer,
100
aunque también se deben considerar otras afecciones de gran im-
pacto sobre la salud pública, como la diabetes y la obesidad. Estos
son ejemplos de los problemas que actualmente acaparan la aten-
ción de la alimentación en salud pública, y para los que hay que
diseñar estrategias eficaces de intervención.

Agradecimientos

La investigación en grupos de escolares de poblaciones urbana y


rural del proyecto ―Prevención y tratamiento de la obesidad desde
la niñez: estrategia para disminuir la incidencia de las enfermeda-
des crónicas no transmisibles‖, se llevó a cabo con financiamiento
de Fondos Mixtos CONACYT-Gobierno del Estado de Tabasco,
clave TAB-2008-C13-93673. El trabajo en el área deportiva forma
parte del proyecto ―Estrategia de intervención educativa para la
salud alimentaria‖, financiado por Fondos Mixtos CONACYT-
Gobierno del Estado de Tabasco, clave TAB-2010-C19-144012.
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

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Consumir alimentos con
base en cereales integrales
para disminuir la obesidad

Juan M. Muñoz Cano1*, Andrea G. Carrillo Aguilar1,


Heidi Mayo Silva1

1. División Académica de Ciencias de la Salud, Universidad Juá-


rez Autónoma de Tabasco, Avenida Méndez 2838-A, Tamulté,
Villahermosa, Tabasco, México, C.P. 86150.
*E-mail: juan.munoz@ujat.mx

Resumen
A partir de la diseminación de los productos de la industria alimen-
taria se ha producido la pérdida de patrones ancestrales de alimen-
tación. Esto se ha correlacionado con las pandemias de sobrepeso,
obesidad, diabetes mellitus de tipo 2 y la hipertensión arterial.
Diversos estudios epidemiológicos han encontrado que los compo-
nentes de las dietas tradicionales tienen efecto regulador en el
apetito, el metabolismo y son protectores contra aquellas entida-
des. De los componentes, los cereales integrales son los que más
efectos protectores han mostrado, ya que han sido durante milenios
la base de la alimentación de los grupos humanos. Esto ha dado
origen a estudios que han permitido identificar los efectos en el
metabolismo de los diferentes elementos de los cereales y las le-
guminosas. En el caso del maíz, son escasas las publicaciones que
se han realizado para evaluar su efecto, tanto en lo que se refiere a
estudios epidemiológicos acerca de los alimentos tradicionales,
entre ellos las tortillas y el pozol y son menos las publicaciones de
estudios en animales. Dada la importancia que tienen las interven-
ciones para disminuir los impactos de la dieta occidentalizada en
nuestro país, en este artículo se documentan resultados prelimina-
res acerca de los alimentos tradicionales básicos de Tabasco.
Palabras clave: Síndrome metabólico, cereales integrales, maíz,
tortillas, pozol.
OBESIDAD

1. Introducción

Entre los alimentos que en México han disminuido su consumo se


encuentra la base de la alimentación de los pueblos mesoamerica-
nos ancestrales: el maíz, del cual en el Popol Vuh se menciona fue
el origen del hombre, el maíz, y su acompañante y complemento
en la constitución de una proteína de alta calidad, el frijol. Esos
granos fueron el sustento básico de los habitantes del continente
durante milenios. Dio origen a dos procesos, por una parte la do-
mesticación de los granos —sólo en Tabasco se conocen siete
variedades de frijol comestible (Espinoza et al., 2006) — así co-
mo una selección biológico-cultural donde sobrevivieron los que
tenían procesos digestivos y metabólicos que se beneficiaron con
la ingestión de estos vegetales, lo cual se observa en estudios en
gemelos sujetos a dietas de diferente clase y que presentan trastor-
nos con dietas occidentalizadas en comparación con el hermano
que se alimentaba con dieta de tipo mediterránea (Dai et al., 2010).
Esto sucede gracias a la plasticidad fenotípica asociada al ambien-
te, donde genes homólogos producen fenotipos divergentes y feno-
tipos semejantes resultan de genotipos divergentes (Baguñà y
Garcia, 2003). Desde esta perspectiva el fenómeno de variación
110
fenotípica, y cambios en los genes, está asociado a cambios en el
medio y la domesticación de las plantas en el caso de los grupos
humanos (Gremillion y Piperno, 2009). Esto no significa la evolu-
ción determinada por el ambiente, puesto que el contexto no le
confiere sentido a la evolución.
El acto de comer se convierte, además de biológico y cul-
tural, o social mediado por lo biológico ─―dependemos de la me-
moria y el intestino para alimentarnos‖─ en ecológico y político
(Toth y Robinson, 2007). Lo que comemos, en el momento en que
escogemos entre una hamburguesa o un plato de frijoles con torti-
llas, es parte ―del uso que hacemos del mundo‖ (Pollan, 2007), del
compromiso ambiental que tenemos con el planeta, los otros, noso-
tros mismos. Muchos datos de estudios epidemiológicos han mos-
trado que los efectos de la modificación de la dieta no son sola-
mente causantes de cambios culturales y económicos, simples
cambios en el tipo de cocina, sino que se refieren a disminución o
eliminación en la ingestión de alimentos a los cuales no se les
había otorgado el valor que tienen como parte de platillos autócto-
nos y, sobre todo, completos (Venn y Mann, 2004).
Los distintos componentes de los granos integrales, sean
cereales o leguminosas, no sólo aquellos a los que se les han atri-
buido efectos diabetógenos como las harinas altamente refinadas y
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

que han etiquetado peyorativamente a los cereales como alimentos


no saludables, sino los de digestibilidad lenta y los almidones
resistentes, han demostrado ser protectores para el desarrollo de
enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes mellitus
de tipo 2 y la hipertensión arterial. Ello es independiente de que su
consumo alto se exprese como sobrepeso u obesidad, lo cual inclu-
so es menos probable pues hay correlación entre la alimentación
con base en frutas, verduras, cereales integrales, frijoles, carnes
blancas, nueces y yogurt y la capacidad de mantener bajo el índice
de masa corporal (Jenkins et al., 2011; Mozaffarian et al., 2011).
A diferencia de lo que sucede con productos de otros ce-
reales, como la harina refinada de trigo para elaborar panes y torti-
llas de harina, o la mayor parte de los tipos de arroz que no dispo-
nen de almidones de digestibilidad lenta pues no son propensos a
producir alimentos pegajosos, el maíz habitualmente se consume
integral (pericarpio, germen y endospermo) en forma de elote o
granos de maíz sin la pilorriza como elote cocido, esquite; o sin
partes superficiales del pericarpio, ya que las capas profundas del
mismo están más íntimamente unidas al endospermo (Bartolo et
al., 1999) y el germen como para tortillas, masa para pozol, pozole
(Bonifacio et al., 2005) (Figura 1). Los cereales integrales tienen,
además de la fibra no digerible, antioxidantes, compuestos fenóli-
111
cos, fitoestrógenos, vitaminas y micronutrientes inorgánicos (Pa-
redes et al., 2009; Gil et al., 2010).
En lo que se refiere a México, el maíz es la base de multi-
tud de preparaciones culinarias y de una cultura alimentaria que se
ha declarado patrimonio intangible de la humanidad por la
UNESCO.

Figura 1. Componentes del grano de maíz. En la mayoría de los alimen-


tos tradicionales se consume con una parte importante del pericarpio.
Fuente propia.
OBESIDAD

Este artículo contribuye, tanto como una revisión de los


avances en las investigaciones relacionadas con granos integrales,
como de lo que realiza nuestro grupo en el sentido de develar los
efectos metabólicos protectores de los alimentos locales derivados
del maíz, tanto en estudios experimentales como epidemiológicos.

1.1 La promoción de la dieta occidentalizada


Una de las consecuencias de la modernización es la promoción de
un cambio en los hábitos de consumo, tendientes al incremento en
la alimentación con base en productos industrializados y el aban-
dono de las costumbres locales. El éxito de la industria alimentaria
se basa en la promoción de productos de origen animal, y deriva-
dos refinados de los cereales, que se acompañan de bebidas azuca-
radas y con o sin gas (jugos, néctares, refrescos de cola), todos con
excesivo valor calórico, ninguna de ellas recomendada ya que se
encuentran en el nivel 6, lo que significa que no se deberían pro-
porcionar a los niños (Rivera et al., 2008). La ingestión de bebidas
azucaradas (con o sin gas) se asocia epidemiológicamente a DM2,
pues el consumo de bebidas endulzadas se asocia muy fuertemen-
te, más que ningún otro alimento a la obesidad (Johnson et al.,
2009; Aller et al., 2011), o de manera semejante a las papas fritas
y las carnes rojas, procesadas o no (Mozafferian et al.,
112
2011).También es la base del modelo de suplementación con saca-
rosa que produce animales de laboratorio con síndrome metabólico
(El Hafidi et al., 1997; 2006). Las bebidas con endulzantes artifi-
ciales no son recomendables como opción, pues se ha observado
que inducen la ingestión de alimentos ricos en azúcares simples y
también se asocian por esta razón al riesgo de desarrollar DM2 (De
Koening et al., 2011).
Este modelo alimentario industrial que se propone a
través del ―marketing‖, y el interés de la acumulación de capital
por un grupo de compañías rompe el vínculo cultural entre el lugar
y el alimento, hace desaparecer los platillos típicos de las regiones,
elaborados sobre todo con base en las especies endémicas, hacia la
estandarización de los alimentos y su obtención a través de las
grandes cadenas de expendio en detrimento de los pequeños pro-
ductores locales que llevan aún sus productos a los mercados loca-
les tradicionales.
Estas dietas que constituyen un efecto de transculturiza-
ción, no toman en consideración los componentes de los alimentos
ni su efecto biológico sino sólo las características necesarias para
su conservación durante el proceso de transporte y distribución. A
los alimentos que se promueve de esta manera se le agregan inten-
sificadores de sabor, al mismo tiempo que se pone énfasis en adi-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

ciones como calcio, ácido fólico (entre ellos el inexistente ―L.


protectus‖), entre otros.
Lo anterior produce el paso de la cultura de la cocina tra-
dicional a la cocina industrializada. Así se pierde la cocina local,
constituida por platillos típicos diversos, ligados a la capacidad de
auto-abastecimiento y lo rural (Centurión et al., 2003), ya que
están profundamente vinculadas con las formas de producción y
los ciclos climáticos. También se pierde la distribución en los
mercados o tianguis, así como ―los escenarios sociales y culturales
que lo sustentan‖, ya que los alimentos ―tienen una historia‖
(Meléndez y Cañez, 2010) asociada al territorio, el contexto am-
biental. Esta invasión económica se realiza con distintos grados de
transición, ya que hay algunas regiones que ofrecen mayor resis-
tencia, como en la isla de Creta (Tsakiraki et al., 2011), hacia la
cocina ―occidentalizada‖ industrial, homogénea (lo mismo se en-
cuentra en Londres, San Miguel de Allende que en Timbuctú) y
rápida a pesar de que se conocen las diferencias en los efectos
sobre salud de ambos tipos de dietas.
Estas dietas occidentalizadas, que constituyen un efecto
del coloniaje cultural, científico, tecnológico y político, no toman
en consideración los componentes de los alimentos ni su efecto
biológico sino acaso sólo las características necesarias para su
113
conservación durante el proceso de transporte y distribución. Por
otra parte, a la industria de los alimentos se le permite promover
como saludables productos que no sólo distan de serlo, por ejem-
plo purés de tomate y salsas cátsup que sólo tienen trazas de toma-
te (PROFECO, 2011a,b), o cereales para el desayuno que contie-
nen hasta 30% de azúcar (PROFECO, 2011c), sino que impactan
negativamente el ambiente debido a la generación de residuos,
empaques, y el consumo de combustibles fósiles.

1.2 Efectos benéficos de las dietas tradicionales


Los efectos de los alimentos en el metabolismo, sobre todo medi-
ble como respuesta glucémica, dependen no sólo de la cantidad de
carbohidratos del alimento. Tiene importancia el tipo de azúcar
(glucosa, fructosa, sacarosa, lactosa) (Raniken et al., 2011), las
características del almidón (amilosa, amilopectina, almidón resis-
tente) pues el resistente y el lentamente digerible producen sacie-
dad y control del ingreso energético, tipo de cocinado y la forma
cómo se preparan los alimentos (grado de gelatinización del al-
midón, tamaño de la partícula), otros componentes (grasas y otros
como taninos, fitatos) (Figura 2).
Es importante el modo de ingestión de los alimentos (be-
bidos o masticados) ya que aquellos que sólo se beben, y este es el
OBESIDAD

caso de la leche, las bebidas endulzadas, y en general, todo lo que


se pueda tomar con popotes, evade la respuesta cefálica a la masti-
cación, en consecuencia, con los alimentos dulces (tampoco si se
mastica chicle) no se libera el polipéptido pancreático, por consi-
guiente, tampoco se produce la fase vagal de la homeostasis de la
glucosa (Teff, 2000; 2010). Esto sustenta la necesidad de comer
las frutas y no emplear los extractores de los jugos.

114

Figura 2. Carbohidratos contenidos en los alimentos. Es importante


recomendar los alimentos de acuerdo composición pero también a la
rapidez de la digestibilidad. Fuente propia.

La relevancia de estas variaciones en los alimentos, sobre


todo en los que se originan en los cereales, han adquirido relevan-
cia a partir de estudios epidemiológicos que muestran correlación
entre el tipo de dietas y la probabilidad de desarrollar enfermeda-
des crónicas no transmisibles como obesidad, hipertensión, ateros-
clerosis, diabetes mellitus tipo 2, así como algunos tipos de cáncer.
Estos estudios se iniciaron hace 50 años, con la observación que en
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

poblaciones colindantes con el Mediterráneo, específicamente la


isla de Creta, había una baja prevalencia de enfermedades cardio-
vasculares y de mortalidad por la misma (Ros, 2008). Estudios
recientes como el metaanálisis de Sofi et al. (2008) han mostrado
concordancia entre la alimentación semejante a la del Mediterrá-
neo, dietas mediterráneas ya que no hay una sola (Panotopoulos,
2005), tanto en la reducción del riesgo de enfermedad cardiovascu-
lar (9%), como la incidencia de cáncer (6%), Parkinson y enfer-
medad de Alzheimer (13%). En los primeros estudios se mostró
interés en encontrar qué elemento o elementos de la dieta eran los
protectores, sin embargo, en los últimos años se ha hecho énfasis
en la composición de la dieta completa ya que se entiende que es la
interacción de la variedad de productos lo que tiene el efecto pro-
tector, pues al analizar componentes individuales la asociación con
estado saludable se debilita (Priebe et al., 2008).
De esta manera, en el caso de los vegetales, en un princi-
pio se asociaron efectos benéficos a la fibra no digerible lo cual
fue usado por la industria de la alimentación para promover este
tipo de producto. Posteriormente, en el análisis de las dietas más
completas, se encontró que es necesario el consumo del grano
integral como en el estudio de descendientes de Framingham
(McKeown et al., 2002), y en otros estudios en poblaciones (Far-
115
det, 2010; Isaksson et al., 2011; Raniken et al., 2011; Ross et al.,
2011). También se encontró que tanto cereales como leguminosas
tienen estos efectos benéficos (Torre-Villalvazo et al., 2009). Hay
evidencia de que la ingestión de dos o tres raciones diario de ali-
mentos con base en cereales integrales tienen 20 a 30% menos
riesgo de enfermedad cardiovascular en iguales condiciones en
comparación con los que no los consumen (Gil et al., 2010). Tam-
bién hay estudios que demuestran menores índices de DM2, riesgo
cardiometabólico en general, así como cáncer de colon al consumir
alguno de los distintos tipos de frijoles de manera cotidiana
(INIFAP, 2011; Mattei et al., 2011),
Los cereales integrales se asocian a niveles normales de
los biomarcadores para inflamación sistémica que se asocia a obe-
sidad (Liu et al., 1999; Esposito et al., 2004; Ma et al., 2006; Qi et
al., 2006; Esmaillzadeh et al., 2007), y este efecto protector es
mayor al que proporciona sólo la ingestión de frutas y verduras
(Gil et al., 2010), lo cual no significa suprimir su consumo ya que
sus efectos benéficos son aditivos.
En el contexto de que es más importante la adherencia a
determinado tipo de dieta, más que de productos, es importante
establecer las recomendaciones más en base de alimentos que de
nutrientes o conteo de calorías (CEIPC, 2009). La adherencia se
OBESIDAD

refiere a la habituidad con que se consumen los componentes de la


dieta, como son cereales, leguminosas, frutas, verduras, pescado,
nueces, de acuerdo a un promedio de consumo regional (Sofi et
al., 2008). En lo que se refiere México, hay trabajos donde se
identifica una mayor probabilidad de obesidad y enfermedades
crónicas por consumo de una dieta occidentalizada (Flores et al.,
2010), aunque se identifica una dieta tradicional, no se estiman los
consumos de los diferentes alimentos.

2. Los cambios en el estilo de vida y el síndrome metabólico

Las modificaciones en el estilo de vida, primordialmente en el


aumento de la ingesta de alimentos hipercalóricos, la disminución
de la actividad física, pero sobre todo, el consumo de más de 100
calorías en forma de bebidas endulzadas (Johnson et al., 2009),
son relevantes en el aumento de la masa corporal de la población.
Este resultado, sobrepeso y obesidad se consideran como una pan-
demia. El problema no se limita a un simple aumento de peso, el
incremento en el volumen de masa grasa tiene implicaciones me-
tabólicas que además son diferentes dependiendo de las caracterís-
116
ticas de los componentes de la dieta (Flores et al., 2010), que son
clave en la génesis de diabetes mellitus de tipo 2 (Johnson et al.,
2009).
En los últimos decenios se ha observado una elevada pre-
valencia de entidades patológicas asociadas al síndrome metabóli-
co (SMetab). Los estudios de todo tipo han mostrado que el SMe-
tab, lejos de ser el efecto final de una serie de enfermedades cróni-
cas, es el punto de partida para esas enfermedades crónicas no
transmisibles (ECNT) (Von Bernhardi et al., 2010). Esto confiere
una causa común y una serie de elementos que configuran al SMe-
tab como el foco de la atención clínica, epidemiológica y social, ya
que es de la mayor importancia establecer mecanismos de preven-
ción, primero para la aparición de los elementos que configuran al
SMetab, y en segundo lugar, para establecer estrategias para dis-
minuir los impactos que esta entidad tiene como factor de riesgo
para la aparición del espectro de ECNT, entre ellos la diabetes
mellitus de tipo 2 (DM2). Los estudios han mostrado que los cam-
bios en el consumo de alimentos y satisfactores impactan de mane-
ra negativa en los grupos humanos. En este sentido es relevante
determinar aquellas prácticas protectoras que deban ser promovi-
das como cambios del estilo de vida necesarios para uno saludable,
pues se ha observado que estos cambios conductuales y dietéticos
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

reducen las alteraciones cardiometabólicas y las anomalías cogni-


tivas y el deterioro neurológico (Deeb et al., 2003; Eckel et al.,
2005; Grundy et al., 2005; Pasinetti et al., 2008; Bayer-Carter et
al., 2011).
Tradicionalmente, el tejido adiposo fue visto como el sitio
de almacenamiento de energía en forma de triacilglicéridos duran-
te la alimentación y liberador de ácidos grasos durante el ayuno
para proporcionar combustible a otros tejidos. Sin embargo, es
evidente que tiene funciones fisiológicas importantes. Secreta
numerosas moléculas (adipocitonas o adipocinas), las cuales parti-
cipan en la regulación autócrina y parácrina dentro del propio
tejido y además tienen efectos en la función de órganos distantes,
tales como el músculo, páncreas, hígado y cerebro. Entre ellas se
encuentran factor de necrosis tumoral alfa (TNFα), leptina, resisti-
na, inhibidor-1 del activador del plasminógeno (PAI-1) y adipo-
nectina (Domínguez, 2007; Ferranti y Mozaffarian, 2008).
Estas moléculas se hallan implicadas en:
 La regulación del peso corporal (leptina, CRP30/adipoQ).
 La función del sistema inmune (TNFα, IL-1, IL-6).
 La función vascular (angiotensina e inhibidor del plasminóge-
no tipo 1).
 La función reproductiva (estrógenos). 117
 El desarrollo de la resistencia a la insulina (resistina).
 Efecto antidiabético, antiinflamatorio y antiaterogénico (adi-
ponectina) (Elissondo et al., 2008).

Con el incremento en la concentración de ácidos grasos


libres o de azúcares simples en la dieta, se producen modificacio-
nes metabólicas que se traducen en lipotoxicidad (Rodríguez et al.,
2009). Las dietas que contienen una alta concentración de lípidos,
producen resistencia periférica a la insulina mediante un mecanis-
mo que involucra la inhibición de NF-porI-Schenk et
al., 2007), con lo que a su vez se bloquea una vía de activación de
adiponectina (Ziemke et al., 2010). Esta resistencia a la insulina
puede verse reflejada en una disminución de la glucosa pospran-
dial o en la medición de 2 horas posteriores a la ingestión de ali-
mentos, lo cual es un factor de riesgo para enfermedad cardiovas-
cular (Balkau et al., 2004). El aumento de ácidos grasos en el in-
terior del miocito, mediado por TollR-4, se traduce en un aumento
de la concentración de diacilglicerol-ceramidas. Esta molécula
activa isoformas de la proteincinasa C (PKCs), que por una parte
aumenta la síntesis del inhibidor de la creatincinasa, y, por otra,
aumento en la fosforilación del IRS-1, con activación de la P13K.
Ésto se traduce a su vez en falla en las translocación de la Glut-4,
OBESIDAD

con lo que los incrementos en la glucosa periférica no se acompa-


ñan de su captura por el músculo para sintetizar glucógeno.

4. Recomendaciones dietéticas

Dentro de los tratamientos preventivos de la DM2, del SMetab y la


obesidad se encuentra el estilo de vida. Los tres componentes fun-
damentales son la alimentación, el ejercicio y la conducta. El pri-
mer paso esencial es la pérdida de 5% de peso corporal en un año.
Ésta aparentemente simple etapa, ha demostrado numerosos efec-
tos: reducción de la mortalidad, mejora del perfil lipídico, reduc-
ción de la presión arterial y de la masa del ventrículo izquierdo en
la hipertensión y reducción de los marcadores de inflamación en la
DM2. En pacientes obesos se ha demostrado que retarda la evolu-
ción a DM2. Los mismos efectos benéficos se han demostrado en
pacientes con SMetab (Alegría et al., 2008), incluso en pacientes
recién diagnosticados con DM2 y que ingresaron a un régimen
estricto de 600 calorías diario durante dos meses y posteriormente
a un régimen de dieta saludable. Por medio de exámenes de reso-
nancia magnética nuclear se encontró en ellos disminución de
118
triglicéridos en hígado y páncreas, lo que explica el desbloqueo de
vías metabólicas que se había producido por ese lípido, y la mejora
de las condiciones generales (Lim et al., 2011).
No basta bajar de peso, hay que mantener bajo ese peso, y
para esto hace falta una dieta donde como base haya frutas, verdu-
ras, granos completos, carne de pescado o pollo, nueces y yogurt,
como encontraron Mozaffarian et al. (2011) en un estudio realiza-
do durante 20 años con 121,000 pacientes en Estados Unidos. Esta
indicación de reducir el peso debe acompañarse de la recomenda-
ción de ingerir suficientes carbohidratos para garantizar el porcen-
taje mayoritario de la ingesta calórica con base en alimentos prepa-
rados a partir de granos integrales o completos, ya que se ha hecho
escaso énfasis en este punto (McKeown et al., 2002). Aunque en la
práctica clínica tradicional se les achaca el sobrepeso y la obesi-
dad, el pan y las tortillas no deben prohibirse. En todo caso debería
promoverse su consumo razonado ya que no son los responsables
de esas consecuencias, sino los cambios en el tipo de alimentos. En
México se reporta un aumento sostenido en la prevalencia de so-
brepeso y obesidad, 60% de los adultos tienen estas condiciones,
mientras que inversamente disminuyó 22% el consumo de tortillas
entre 2002 y 2007, de 90 a 70 kilos por año por persona (FIRA,
2008). En España esto se observa también ya que el consumo de
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

pan disminuyó, de 300 gramos diario por persona en 1960, a 80 en


2010, al mismo tiempo que aumentó considerablemente la preva-
lencia de gente con sobrepeso y obesidad (Gil y Majem, 2010).
Estudios en poblaciones han mostrado que la ingestión de
cereales integrales, no sólo de fibra no digerible o de almidones
resistentes, se asocia fuertemente a una menor probabilidad de
desarrollar DM2, y enfermedad isquémica coronaria (Liu et al.,
2000a,b; Liu, 2002; Fung et al., 2002; Liese et al., 2003; Liu et al.,
2003; Montonen et al., 2003; De Munter et al., 2007; Nilsson et
al., 2007; Fardet, 2010; Wilson, 2010), y otros trastornos como
como hipertensión (Fung et al., 2010), el cáncer de colon (Egeberg
et al., 2010; Fung et al., 2010) o de próstata, (Nimptsch et al.,
2011). La dieta de tipo mediterránea aumenta los niveles de adipo-
nectina, tanto como bajar de peso, ingestión de nueces, el café y
uso moderado de alcohol (Ziemke et al., 2010), además de que
tiene efecto protector para las funciones neurocognitivas asociadas
a la edad (Féart et al., 2009; Tangney et al., 2011). Esto se evalua-
do en animales de laboratorio en los cuales se ha demostrado que
la suplementación con mijo integral disminuye los niveles de tri-
glicéridos séricos y proteína C reactiva (Lee et al., 2010). El con-
sumo de mijo integral se ha analizado en humanos, donde la sacie-
dad a partir del consumo del grano es evidente al compararlo con-
119
tra la harina descascarillada (Isaksson et al., 2011), además, la
harina integral de este cereal evita la elevación aguda de insulina
posprandial (Esposito et al., 2004; Aller et al., 2011; Rosén et al.,
2011).
Ya que los efectos benéficos de los granos integrales no
se deben a la ingestión de la fibra no soluble, sino que se requieren
todos los componentes, incluso los de la fibra viscosa (Raninen et
al., 2011), los alimentos con base en maíz integral entre los cuales
se encuentran las tortillas y el pozol, bebida de origen maya, son
altamente recomendables, aunque no hay estudios que mencionen
los beneficios de éste cereal ni los mecanismos mediante los cuales
se produce la protección, en cambio sí se describe de manera indi-
recta como en Flores et al. (2010). De manera preliminar, hemos
observado que la ingestión de tanto de tortillas como de pozol
disminuyen los niveles de glucosa y colesterol en ratas a las que se
les induce síndrome metabólico con la adición de 30% de sacarosa
a su agua de bebida, y que es más prolongado con el pozol con
cacao (datos no publicados).
Otra de las características de los alimentos tradicionales
mexicanos como el pozol es la existencia de Lactobacillus. La
identificación de al menos 40 especies se asocia a proliferación de
la microbiota considerada benéfica, productora de ácido láctico a
OBESIDAD

partir del almidón del maíz (ya que la nixtamalización elimina el


azúcar simple de la masa del pozol) y donde unas bacterias digie-
ren el almidón para proveer de glucosa a otras especies (Omar y
Ampe, 2000; Escalante et al., 2001; Díaz et al., 2003). Estos bene-
ficios de los lactobacilos podrían ser mayores aún. Hay estudios
que asocian la menor probabilidad de desarrollar sobrepeso u obe-
sidad a la presencia de este tipo de microorganismos en el intestino
humano, sobre todo al considerar que la gran diversidad de bacte-
rias, hongos, protozoarios de la microbiota genera más de cien
veces la cantidad de material genético en relación al del genoma
del huésped humano. Esta información genética modula tanto la
digestión intestinal, la absorción de los nutrimentos, como el pro-
ceso metabólico general. En experimentos en animales se ha en-
contrado que el colocar determinados microorganismos en el intes-
tino genera animales de peso normal mientras que su ausencia se
expresa como animales obesos (Tsai y Coyle, 2009), o con ano-
malías en el metabolismo del colesterol (Martínez et al., 2009).
El ingerir pozol en su forma tradicional, donde sólo se
dispersaba en agua una cantidad de masa, dio paso a la práctica de
molerlo en licuadora. Esto disminuyó el tamaño de las partículas y
el masticado de este alimento líquido. A pesar de ello aún conserva
suficientes residuos para que esto se lleve a efecto y contiene el
120
componente viscoso. Debe desalentarse la práctica de consumirlo
con azúcar, jarabe de horchata y otros aditivos que aumentan con-
siderablemente el nivel calórico y disminuyen la densidad de almi-
dones de baja digestibilidad.
Mientras tanto se han sugerido modificaciones en los es-
quemas nutricionales. En la pirámide del programa NAOS, donde
la base es el agua como bebida principal, y el primer segmento,
verde corresponde a frutas y verduras de las que hay el acuerdo
global de al menos cinco raciones. De estos vegetales, tres son
frutas y dos verduras. Se discute que deben integrarse los granos
básicos, en forma completa, a la base de la alimentación, no como
un segundo peldaño de un esquema en forma de escalera (Hu y
Willet, 2002). Esto porque la mayor proporción de las calorías
deben ser con base en carbohidratos (Figura 3), pero también debi-
do a que los componentes de los cereales y las leguminosas en su
estructura completa, y compleja, proporcionan nutrimentos cuyos
efectos en la conservación de la salud va más allá de la suma de
sus efectos individuales, y cuyos beneficios son mayores de acuer-
do al apego a la dieta saludable (Akbaraly et al., 2011, Lim et al.,
2011).
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

Figura 3. Recomendaciones elementales del estilo de vida saludable. 121


Las recomendaciones se refieren a componentes habituales de la dieta, en
mayor proporción a medida que están más cerca de la base, en este caso
las verduras. Los componentes no deseables de la dieta, ya que se asocian
fuertemente a la obesidad, son papas fritas, bebidas azucaradas (refrescos
embotellados, jugos, néctares, bebidas de deportistas), carnes rojas y
carnes procesadas como los embutidos (Mozaffarian et al., 2011). El
ambiente obesogénico es generado por la mercadotecnia y promueve
precisamente estos alimentos y bebidas poco recomendables. Fuente
propia.

5. Conclusiones

No hay soluciones mágicas en forma de untos, pociones, pastillas


o amuletos.
El principal eje de la modificación de la dieta debe ser prepa-
rar platillos que se disfruten, aprender a compartirlos, convivir.
No hay alimentos buenos ni malos; sin embargo, hay algunos
que se deben consumir muy ocasionalmente.
No hay un elemento de la dieta que de manera individual
constituya una dieta saludable. Es la interacción de los componen-
OBESIDAD

tes de la dieta, la variedad de esos nutrimentos, lo que conforma


una dieta saludable.
Tomar como base los cereales lo más integral posible, junto
con verduras y frutas de temporada, complementar con legumino-
sas como frijoles y lentejas, consumir más pescado que pollo y
preferirlos a las carnes rojas.
Comer todo tipo de nueces (―frutos secos‖), entre las que en
nuestro medio incluimos las semillas de calabaza, los cacahuates,
los pistaches y las castañas.
Si se tiene sed, beber agua, no hay otra recomendación en este
sentido.
El pozol es una excelente fuente de lactobacilos, atreverse a
tomarlo agrio.
No dejarle todo el peso a la dieta. Hay que activar el cuerpo.
Hay que aprender a usar el tiempo libre. No depender de la te-
levisión pues está inundada de falsos remedios y de necesidades
artificiales. Los medios son un negocio, tienen sus intereses.

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OBESIDAD

130
¿Cómo prevenir lo que se
piensa curar? La obesidad
como enfermedad

Juan Manuel Muñoz Cano1*, Teresita del Niño Jesús


Maldonado Salazar2, Ethel Garrido Cruz3,

1. División Académica de Ciencias de la Salud, Universidad Juá-


rez Autónoma de Tabasco, Avenida Méndez 2838-A, Tamulté,
Villahermosa, Tabasco, México, C.P. 86150.
2. Universidad Pedagógica Nacional Unidad 049, México, D.F.
3. Centro de Actualización del Magisterio, Castillo 66, Villaher-
mosa, Tabasco, C.P. 86100.
*E-mail: juan.munoz@ujat.mx

Resumen
Se realizó este trabajo con el objetivo de analizar los problemas
relacionados con la atención del sobrepeso y la obesidad en el
primer nivel de atención. Ya que estos son problemas multifacto-
riales y complejos, se revisan brevemente los conceptos que re-
quieren atención con el fin de construir la percepción de esos pro-
blemas desde una perspectiva que permita comprenderlos más
como resultado de influencias sociales que como enfermedad, no
obstante que son factores de riesgo para patologías crónicas no
transmisibles. Se identifica que el origen de la percepción actual de
ambos parte de la teoría social dominante. Se identifican los para-
digmas dominantes en medicina y educación, el biologicismo y el
de la transmisión, los cuales resultan en obstáculos tanto para la
identificación de las causas contextuales de los problemas de salud
pública, como los que dan origen a la obesidad. Así mismo, esos
paradigmas son obstáculos para la resolución y prevención de los
problemas como de sus causas en el primer nivel y el proceso de
atención integral. También lo son para un proceso educativo cen-
trado en el estudiante, y en la formación de capacidades para el
aprendizaje maduro, la creatividad y la aprehensión de la ciencia,
tendientes al manejo oportuno y anticipatorio de las causas de los
problemas de salud, para sus pacientes como para ellos mismos.
Como alternativas se presentan los paradigmas del empoderamien-
to social y el constructivismo, respectivamente. Se discute que, a
diferencia del conductismo, el constructivismo se sustenta en evi-
OBESIDAD

dencia neurocientífica, por lo que, en el interés de construir puen-


tes entre ésta y el proceso educativo, se ha elaborado un cuerpo
teórico, la neurociencia educativa, una de cuyas aplicaciones en el
aula es la metacognición. Se muestran resultados de investigación
educativa del grupo de trabajo donde se retoma este cuerpo de
conocimiento en la formación de médicos y las dificultades a su-
perar.
Palabras clave: Teorías sociales, teorías implícitas, educación
médica, ―mente, cerebro y educación‖, metacognición.

1. Introducción

Las tendencias en la prestación de los servicios de salud no depen-


den tanto de las construcciones conceptuales ni de las elaboracio-
nes teóricas que se hagan al respecto. Esto explica las tendencias
de los modos actuales de atención y la dificultad para que se modi-
fiquen sustancialmente: de la curación a la prevención, del consu-
mo de productos a la instauración de medidas que requieren de la
modificación de conductas, en este caso, tendientes a la disminu-
ción de la prevalencia de obesidad (OMS, sf). La dificultad para
132
que el enfoque de la atención cambie, a pesar de que es conocido
que hasta el 60% de la morbilidad podría ser prevenida en el mun-
do mediante estas normas, se encuentra, entre otros, en la brecha
entre los datos de la literatura científica y los resultados de los
procesos escolares. Esto sucede por la falta de un proceso educati-
vo que considere los preconceptos y las nociones de la gente que
acude a las escuelas, en todos los niveles, incluso en las de medi-
cina, con el fin de elaborar una construcción conceptual desde la
comprensión. En vez de eso, el paradigma de la transmisión, a
pesar de que no tiene fundamento científico, permea las activida-
des escolares y en realidad sabotea la educación. A causa de ello
las ideas ingenuas, donde los medicamentos y los procedimientos
son poderosos, dominan el pensamiento de la gente en nuestro
país.
De esta manera, las teorías científicamente construidas no
establecen ni sustentan los modelos operativos de la atención
médica. La idea general que se tenga acerca de la salud y la enfer-
medad conforman el sentido y el énfasis de la prestación de los
servicios por parte del personal sanitario así como de los pacientes
que los reciben y determinan la estructura del sistema de salud.
Estas ideas sobre salud, enfermedad, atención médica, dependen
de una mezcla de los siguientes elementos: a) conceptos teóricos
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

que se encuentran elaborados en el campo académico y científico,


b) la construcción social o teoría cultural que se expresa a partir de
los discursos menos formales y de los documentos oficiales, así
como de los planes, programas, diseño y recursos que se emplean
en la estructura operativa de los servicios, en los cuales se encuen-
tran modificaciones de los conceptos teóricos, y c) la respuesta
cognitiva de quienes se forman para desempañarse en el sistema de
salud, y la gente que requiere de los servicios, ante los dos elemen-
tos anteriores, misma que conforma la percepción individual, a lo
que también se les llama teorías implícitas o intuitivas (López,
1996; Rodríguez, 1999; Jiménez y Correa, 2002).
El propósito de esta revisión fue hacer notar la relación
del aumento en la prevalencia de sobrepeso y obesidad con sus
antecedentes en la educación médica y las tendencias de los servi-
cios de salud. En este sentido, se identifican como áreas de oportu-
nidad de la educación médica el desarrollo de un proceso educati-
vo sustentado en la neurociencia para realizar investigación neu-
roeducativa, y la identificación de las dificultades ideológicas para
el cambio de paradigma educativo y en el de prestación de servi-
cios.

133
2 Las teorías sociales en el campo de la salud

A las construcciones elaboradas para definir los distintos elemen-


tos de la cultura y la sociedad se les denomina teorías sociales. Se
les llama teorías, pues no son sólo nociones aisladas, sino ―un
conjunto de ideas más o menos organizado y coherente de cono-
cimientos sobre el mundo físico o social‖ (Jiménez y Correa,
2002). A diferencia de las teorías científicas, carecen de rigor, de
reproducibilidad (ya que de acuerdo a los intereses del sistema a
las teorías sociales les corresponde ser interiorizadas para modular
las conductas de la población) y de procesos de verificación para
conformar nueva teoría (López, 1996). Las teorías sociales corres-
ponden a modos de interpretación de la realidad de acuerdo a un
parámetro ideológico, donde los datos científicos se integran al
interior de esos modelos. Aunque no son imágenes estrictas de los
contenidos de las teorías científicas, si matizan la estructura con-
ceptual de las teorías sociales. Estas teorías sociales constituyen
una impronta cultural que determina, aunque no total y definitiva-
mente, la actuación humana, la cual produce ―pensamientos par-
ciales y mutilantes (que) conducen a acciones parciales y mutilan-
tes‖ (Morin et al., 2003).
OBESIDAD

Por su parte, las teorías científicas a su vez emergen y se


construyen desde un ambiente cultural donde las teorías sociales
las modulan y conforman a partir de paradigmas científicos so-
cialmente construidos, donde el reduccionismo que elimina (estu-
dia una parte fuera de su contexto) domina al reduccionismo que
integra (explica un objeto de estudio limitado en relación a un
cuerpo de estudio más amplio). La cuestión de si se pueden estu-
diar las cosas como si estuvieran fuera del mundo, abstraídos to-
talmente de la naturaleza ha sido una visión que ha favorecido la
identificación de pequeñas características de la materia, pero que
ha dejado de ver que esos objetos forman parte de un mundo.
Si en lo que concierne a objetos esto ha dado resultados,
pretender crear conocimientos a partir de cualquier situación redu-
cida a pocas características de los organismos vivos no ha sido
muy productivo. Por ejemplo, una vez que se descubrió la existen-
cia de una proteína, la adiponectina, que se encuentra en mayores
concentraciones en situaciones normales pero que disminuye en
cuadros de diabetes, de acuerdo a la visión reduccionista se pensó
que una vez clonada la proteína se podría vender como un medi-
camento para controlar la diabetes. En la vida real no tuvo efecto
ya que en el organismo completo la proteína no actúa fuera de las
interacciones que tiene con otras moléculas.
134
Peor es la situación que se origina de pretender estudiar al
hombre fuera de su contexto, y en el caso de la medicina pretender
que no hay enfermos sino sólo enfermedades. Aldous Huxley
(2000) dijo ―todos los hombres de ciencia, cualesquiera que sean
sus vistas, actúan como si creyeran que la inteligencia humana
puede formular juicios ciertos respecto a la naturaleza del mundo y
utilizan los métodos de la lógica‖. Por lo contrario: ―Las preguntas
formuladas por científicos, los tipos de explicación aceptados
como adecuados, los paradigmas estructurados y los criterios para
ponderar la evidencia son históricamente relativos (Lewontin et
al., 2003).
La ciencia se ha nutrido de las cosas que los científicos
conocen. Mas es necesario repensar el cómo se genera el conoci-
miento y cómo los datos se convierten en sabiduría. Hace falta
reconfigurar el sistema educativo desde esta perspectiva pues es
necesario enseñar la comprensión en oposición al pensamiento que
aísla. Para realizar un proceso educativo donde se propicie la com-
prensión —que significa asir en su conjunto el texto y su contexto,
las partes y el todo, lo múltiple y lo individual (Morin,1999)— hay
que considerarlo en oposición a un proceso donde se privilegia la
eficacia de la transmisión (Londoño, 2002).
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

Ya que la explicación —base de la idea de la transmisión


del conocimiento— no basta para la comprensión intelectual u
objetiva de las cosas ―anónimas o materiales‖, pues resulta insufi-
ciente para la comprensión humana, debe considerarse en el con-
texto en que se planea descubrir, crear, indagar, aplicar. Morin
(1999) menciona que ese proceso de ―comprender incluye necesa-
riamente un proceso de empatía, de identificación y de proyec-
ción‖, por ello, ―siempre intersubjetiva, la comprensión necesita
apertura, simpatía, generosidad‖, estas últimas necesarias en la
práctica de la medicina, y cuya falta ha impactado de manera nega-
tiva la calidad de la atención.

2.1 Los paradigmas


Las teorías sociales, aunque mencionen esta definición, no necesa-
riamente se apegan a la consecución de los determinantes de la
salud identificados desde la teoría científica. En el ámbito de la
prestación de los servicios, y por consiguiente, en la educación
médica, las teorías sociales, identificados como los paradigmas
más conformados son:

2.1.1 El biologicismo. Este sistema de representación enfoca de


manera primordial al proceso salud-enfermedad como un fenóme-
135
no donde el objeto de estudio está fuera del contexto en que se
produce. En este paradigma, donde se manifiesta que lo relevante
es el estudio de la enfermedad individual, con enfoques ahistóri-
cos, asociales y mercantilistas. El biologicismo, como sustento
ideológico del neoliberalismo, ha servido para colocar a la enfer-
medad en el mercado, como una mercancía. Este sistema de pro-
ducción, donde los salarios son apenas suficientes para la sobrevi-
vencia, hay gastos inmensos en atención médica y escasa inversión
en medicina preventiva y salud pública.
Así, se espera que la eficacia de la atención sea pragmáti-
ca, con lo que resulta rayana en la charlatanería, pues emplea ―tan-
to elementos eficaces, como inocuos o deletéreos‖ (Menéndez,
2005), más que verdaderamente sustentada en el conocimiento
científico. Esto genera una profunda confusión en el mismo médi-
co acerca de su función, pues no logra explicar nada aceptable-
mente desde la visión reduccionista de la información científica en
que se sustenta el biologicismo: mecanismos moleculares de la
función de células y procesos metabólicos.
Así, desde esta teoría cultural se diagnostica la enferme-
dad antes que la salud (Estrada, 2005), y se piensa al sobrepeso y
la obesidad como enfermedades que se pueden diferenciar clíni-
camente una de otra. Desde esta perspectiva, de manera primordial
OBESIDAD

las infecciones explican, y determinan los tratamientos con anti-


bióticos, ya que el biologicismo se matiza con paradigmas anterio-
res como el de los humores, y el de los miasmas. Paradójicamente
cada año el deficiente lavado de manos causa miles de casos de
infecciones, muchas de ellas fatales como las que se producen en
las unidades de cuidados intensivos (Galindo, 2008), a pesar de las
recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (2005),
organismos gubenamentales (CDC, 2011), asociaciones médicas
(Pegues et al., 2011) y de la creación de guías clínicas (OMS,
2005; Álvarez et al., 2010; CDC, 2011).
El hospital —como espacio de la enfermedad— es el em-
blema de la medicina, por lo que el ofrecimiento de prácticas de
tercer nivel y la existencia de las subespecialidades en el catálogo
de los servicios son el mejor símbolo de la calidad de la atención.
Desde esta medicina no sorprende que ―al sustituir un riñón, un
corazón, una rodilla, o una cadera‖, se esté ―curando‖ (Estrada,
2005); peor, que con la cirugía bariátrica, el by-pass gástrico, se
cure al enfermo de diabetes mellitus tipo de 2 y la hipertensión
arterial (Correa, 2010).
A pesar de que desde el Centro Nacional de Vigilancia
Epidemiológica y Control de Enfermedades (CENAVESE) se
mencione que las enfermedades respiratorias son producidas por
136
―la exposición inmoderada a los (aparatos de) aire acondicionado
así como al humo de las quemas y esporas de las plantas‖, en el
informe de enfermedades las infecciones respiratorias, 180,840
casos, y no las alergias, son las que se encuentran reportadas en
Tabasco en una semana de abril de 2011 (25/04/2011), pues la
infección, una distorsión de la teoría microbiológica de la enfer-
medad generada posteriormente al trabajo de Pasteur y Koch, entre
otros, a finales del siglo XIX, permean profundamente en el pen-
samiento de los médicos como nociones semejantes a las de la
gente que no tiene esta formación.
Desde esta idea persiste el diagnóstico de salmonelosis y
de tifoidea mediante una prueba obsoleta lejana de ser el estándar
de oro pues se reporta positiva con otros antígenos, la reacción de
Widal (Katime, 2006), con el resultado que se reportaron en sólo
una semana 1,105 casos de tifoidea y 3,283 de salmonelosis
(CENAVESE, 25/04/2011). Estos ejemplos ponen de relieve que
la prescripción de antibióticos para curar las enfermedades es per-
sistente en la terapéutica médica, aunque el abuso en la prescrip-
ción de medicamentos es un problema global. En un informe de
los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades
(CDC por sus siglas en inglés), casi la mitad de los habitantes de
Estados Unidos habían al menos surtido una receta en el mes antes
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

de la aplicación de una encuesta realizada por esa institución (Reu-


ters, 14/04/2011). Esta posición también es compartida por cientí-
ficos de países desarrollados. En una entrevista, Ezzati, miembro
del Imperial College del Reino Unido, declaró:
A no ser que desarrollemos mejores programas para detec-
tar a las personas con niveles de azúcar en sangre elevados
y les ayudemos a controlar su peso, la diabetes seguirá
siendo un gran problema para los sistemas de salud de to-
do el mundo (BBC online, 27/06/2011).
Ese científico asume que la gente invariablemente desarrollará
diabetes mellitus 2 y que sólo cuando tengan esta condición se
podrá realizar una intervención en forma de recomendaciones
nutricionales a esos enfermos. Deja fuera de la discusión la res-
ponsabilidad de la falta de regulación en el crecimiento del impac-
to del ambiente obesogénico y la falta de políticas públicas que
permitan revertir las causas de que la gente se mantenga con varios
factores de riesgo para esa enfermedad. Esto se corrobora en la
opinión de Urbaniak, de Sanofi, compañía que promueve Lyxumia
(lixicenatida, bloqueador del péptido 1 semejante a glucagón), para
quien la mayor preocupación son los pacientes que no reciben
tratamiento farmacológico (BBC online, 27/06/2011), no así por la
prevención o la modificación de políticas públicas.
Los sistemas de salud del mundo han sido claramente re- 137
basados por la incapacidad del personal en diseñar y realizar estra-
tegias efectivas que pudieran afrontar esta epidemia, a pesar de
contar con la información necesaria para ello. De esa manera, a
pesar de contar con muchos más fármacos para manejar la diabetes
mellitus de tipo 2 que en los 70, ―la epidemia se disemina sin con-
trol efectivo‖ (OMS, sf). Esto es resultado de que a pesar de los
estudios que muestran que los tratamientos farmacológicos no son
efectivos sin cambios en el estilo de vida, el reduccionismo de la
percepción del paciente como máquina que se puede reparar, se
piensa que esos cambios son secundarios (Viniegra, 2006).
En esta percepción se inscriben las ofertas de productos
milagro, mismos que se encuentran constantemente en desapari-
ción y aparición a consecuencia de indicaciones de la Dirección de
Protección Contra Riesgos Sanitarios. La búsqueda y aseguramien-
to de productos como Chardon de Marie o Rejuvital (SaludTab,
2011) pronto se compensará con otros productos. Por otra parte,
otros se ofrecen hasta como generadores de felicidad, como lo
hace una bebida azucarada con gas, sin que se elaboren recomen-
daciones en este sentido. Los mensajes que sustentan la mercado-
tecnia de estos productos, ―sin ser necesariamente falsos sí que son
engañosos‖ (Marinè y Piqueras, 2006).
OBESIDAD

La idea de la prevención en este esquema se refiere habi-


tualmente a indicaciones hacia la asistencia a la atención especiali-
zada, como ―a partir de los 65 años las personas de la tercera edad
deben comenzar a cuidarse para no tener accidentes vasculares
conocidos como embolias‖ y también ―se necesita de especialistas
que le digan cómo cuidar al paciente para que su salud no se dete-
riore más, eso se dice en el mismo hospital antes del alta‖ (Agen-
cia Reforma, 26/04/2011). La verdadera prevención, que actuaría
sobre las causas sociales y culturales, no se realiza, ―muy pocos
son los recursos dirigidos para actuar sobre las causas condicio-
nantes perfectamente identificadas, tales como la pobreza, la insa-
lubridad en el trabajo, la contaminación ambiental, la mala alimen-
tación y la deficiente educación‖ (Estrada, 2005).

2.1.2 La higiene y el sanitarismo. Cada persona es responsable de


enfermar, sea por la inadecuada limpieza, por no hacer uso ade-
cuado de los servicios de salud, por el alto número de hijos, por ser
pobre, indio, mexicano, con lo que pasan a segundo plano los
problemas socio-ambientales. De esta manera debe responsabili-
zarse a la población de estar sana o enferma. ―Las enfermedades
urinarias (se producen) pues los ciudadanos consumen en exceso
refrescos o líquidos compuestos por químicos o conservadores, en
138
lugar de consumir más agua para evitar la deshidratación‖
(CENAVESE, 25/04/2011).
Aunque no hay estudios en México, desde este paradigma
se generan estereotipos negativos para percibir la enfermedad, y
dentro de éstas al sobrepeso y la obesidad. Esas actitudes negativas
se encuentran desde los niveles elementales de educación hasta los
estudiantes universitarios (Jaúregui et al., 2008). Los promociona-
les que pretenden que la gente asuma conductas que le permitan
mantener el peso ideal. ―Si te alimentas sano te pasas cosas chi-
das‖, o ―júntate con gente sana‖ responden a esos estereotipos.

2.1.3. Otros paradigmas. También existen teorías culturales pero


que no permean los servicios de salud. Entre ellos se encuentran:
2.1.3.1. La medicina social. Incorpora el concepto de que
la calidad de las condiciones de vida determina la res-
puesta de una persona ante los agentes que producen las
enfermedades. Establecimiento de condiciones de trabajo
dignas y seguras a nivel físico, mental y emocional.
2.1.3.2. La organización de sistemas de atención a la
salud. Se genera con base en la necesidad de modelos de
atención adecuados a los problemas de mayor interés epi-
demiológico en la población, donde se integren discipli-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

nas de la salud pública al proceso de la toma de decisio-


nes. Se basa en el modelo de la atención primaria de la sa-
lud.
2.1.3.3. Paradigma sistémico. Considera que los siste-
mas nervioso, inmunológico, y endócrino no son sistemas
cerrados sino que se encuentran íntimamente ligados con
lo que forman subsistemas de un sistema más amplio.
Considera que lo mental puede afectar al sistema inmu-
nológico y endócrino.
2.1.3.4. Integracionista. Conjunto de políticas, compo-
nentes, sistemas, dimensiones, procesos, instrumentos pa-
ra mejorar la calidad de los servicios y la optimización de
los servicios mediante el incremento de la participación
ciudadana en el contexto de la familia y la comunidad.
Reorientación de los servicios de salud con énfasis en la
prevención, la promoción, todo esto dentro del contexto
del desarrollo sustentable como política pública.
2.1.3.5. La calidad de vida. Se sustenta en el carácter va-
lorativo, contextual e histórico al que debe atenerse el sis-
tema de salud, así como su vinculación a los valores
humanos que son la expresión del progreso social y la in-
dividualidad en la que se armonizan necesidades de la
139
persona y la comunidad. Emplea indicadores para estimar
el grado de progreso alcanzado y seleccionar las formas
más adecuadas de interacción humana con el ambiente.
2.1.3.5. El bienestar. Relaciona la salud con la búsqueda
del bienestar, entendiendo ésta al estado resultante de to-
das las condiciones, oportunidades y empoderamiento ne-
cesario para superar los desequilibrios, tanto impuestos
por la naturaleza como por la sociedad. Prestación de ser-
vicios más allá de los básicos, ingresos que permitan con-
tar con satisfactores más allá de los elementales.
2.1.3.6 Empoderamiento y la salud popular. Este mo-
delo se apega más a la generación de actividades de la
comunidad que influyen en la salud. La obtención de la
salud es fundamental para la apropiación de un mayor
control de la vida y la salud para lo cual se ha de depender
menos de los médicos y del servicio de salud responsabi-
lidad del Estado. Promueve mecanismos horizontales y
participativos donde debe considerarse la actividad y opi-
nión de la gente implicada. Estas actividades, identifica-
das por Horwitz en 1969, son educación (diferente de es-
colaridad), política económica, justicia distributiva, ac-
OBESIDAD

ciones en el ambiente, política de vivienda, obras públicas


y urbanismo (Gómez, 2009).
Este paradigma es el que más aproximaciones
tiene con la teoría científica. Desde ella se ha definido a la
salud como ―el bienestar físico, psíquico y social, así co-
mo la capacidad de funcionamiento de la persona, y no
sólo la ausencia de enfermedad o achaque‖, donde la ca-
pacidad de funcionamiento es la capacidad de trabajar, es-
tudiar, gozar de la vida. Esta definición, elaborada por Te-
rris, establece dos extremos, entre muerte prematura y
elevado nivel de bienestar físico, mental y social y de ca-
pacidad de funcionamiento. También la teoría científica
explica la prevalencia de enfermedades evitables. Horwitz
elaboró un esquema, pobreza-enfermedad-pobreza, donde
la primera, a causa de salarios insuficientes, se relaciona
con escaso nivel de escolaridad, pobres sistemas educati-
vos, alto abandono escolar, migración y ambientes insalu-
bres. Como consecuencia, la OMS calcula que 24% de los
años de vida sana perdidos , y el 23% de los años de vida
perdidos por mortalidad prematura se atribuyen al am-
biente, no sólo biológico, sino también social y cultural
(Gómez, 2009). El empoderamiento es resultado de la
140
aplicación de la producción científica, no sólo en el uso
racional de la tecnología, también de la adopción de estilo
de vida saludable, la formación de conductas de autocui-
dado y de ciudadanos proactivos conscientes de sus dere-
chos (Frenk et al., 2010).

2.2. Los modelos de atención actuales


Los esquemas de atención, el énfasis en los servicios, así como la
distribución de los recursos, dependen del resultado de la interiori-
zación de las teorías culturales y su reestructuración por quienes
diseñan los modelos de atención, así como los mecanismos de
evaluación y acreditación. El paradigma dominante, el biologicis-
mo, al ser la teoría que permea el proceso de atención, califica
como enfermedades al sobrepeso y la obesidad. El propósito de la
introducción de estas condiciones al catálogo de las enfermedades
crónicas no transmisibles, más que su entendimiento como conse-
cuencia de un proceso social, cultural y económico, donde los
genes ofrecen una ventana limitada de respuestas al ambiente obe-
sogénico, obedece a la idea de la medicalización: ―la vida personal
y social de la gente se convierten en objeto de preocupación, estu-
dio, orientación y, en definitiva, control, por parte de la corpora-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

ción médica‖ (Rodríguez, 2008). De esto surgen los esquemas de


atención, entre ellos los dos siguientes.

2.2.1. Las Unidades Médicas Especializadas (UNEME). Se han


establecido UNEME para la atención al sobrepeso, el riesgo car-
diovascular y la diabetes, su servicio está dirigido por tanto a per-
sonas con síndrome metabólico. La que se encuentra en el Centro,
Tabasco, está destinada a la demanda de habitantes de los munici-
pios de Centro, Centla, Nacajuca, Macuspana y Jalapa. Sin embar-
go, una desventaja es el reducido número de personas que atiende,
200 entre octubre del 2008 y enero del 2009. Si se estima que al
menos 5% de la población mayor de 20 años tiene datos clínicos
de diabetes mellitus tipo 2, significa una demanda potencial de al
menos 25 mil personas sólo del municipio del Centro para la
UNEME.

2.2.2. Modelo de atención del Instituto Nacional de Salud


Pública. En el boletín de la Práctica Médica Efectiva del Instituto
Nacional de Salud Pública (INSP, 2006), se afirma que la preven-
ción de la obesidad debería realizarse a partir de que se inicia la
gestación. En el caso de detectarse un niño con sobrepeso, las
acciones deberán iniciarse en el momento de identificar esa condi-
141
ción. La atención deberá ser ante todo hacia la prevención, dirigido
a la modificación del estilo de vida y a mejorar el patrón de ali-
mentación. Sin embargo, tal como puede observarse en el diagra-
ma de flujo elaborado en ese boletín, se propone una actividad del
médico como fuente principal de la atención.

3. Las alternativas en la formación médica

La formación médica debe transitar hacia perspectivas más inte-


grales y participativas que superen la ―medicalización‖ y la ―su-
perespecialización‖ -que cada vez fragmenta más al ser humano- y
reconozcan las implicaciones sociales-culturales, económicas y
educativas en la pérdida de la salud. Para ello, es necesario que los
formadores identifiquen y transformen las teorías implícitas que
están guiando sus acciones en el campo de la salud y en la prácti-
ca docente. En este sentido es importante repensar la práctica do-
cente propia. Por ejemplo, desde el modelo conductista se piensa
que para manejar el problema de la obesidad o la diabetes mellitus
de tipo 2 bastará con exponer al estudiante a conceptos, entre ellos,
anatomía del hígado, el intestino y el páncreas, metabolismo de las
OBESIDAD

grasas (UNAM, 2004; López et al., 2006), infiltración grasa del


hígado, las calorías que tiene cada alimento, fármacos que dismi-
nuyen la absorción intestinal de las grasas, los que bloquean los
receptores de los endocanabinoides. Ello justifica que se haga
repetir al alumno la lección escrita en un libro que en realidad
tiene muchas ediciones y reimpresiones, que se le explique la lec-
ción, y que se le pregunte puntualmente lo que se encuentra en las
páginas del texto o en los apuntes dictados aún por algunos profe-
sores. En la vida real se necesita mucho más que la memorización
de datos (Fisher, 2009).
A diferencia de lo que algunos docentes hacen, incluso
sustentados en sus programas de estudio y los mecanismos de
evaluación explícitos en los mismos: lista de asistencia, exposicio-
nes de los estudiantes, exámenes finales, la tarea docente no puede
reducirse a este estereotipo. En realidad, dada la complejidad que
significa la interacción de un profesor que tiene una perspectiva
del mundo y modos de aprender que son diferentes a los que han
desarrollado los estudiantes, la tarea no es simple.
La educación, y por consiguiente, la Universidad, deben
repensarse, reconstruirse, refundarse. El proceso educativo está
estructurado de acuerdo a una idea técnica sin sustento científico,
la transmisión del conocimiento y la medición de la memorización
142
mecánica como indicador del aprendizaje; una epistemología cen-
trada en la fragmentación y la división entre el objeto de estudio y
la perdona que investiga, así como la idea de que el método deter-
mina la construcción de una ciencia; la ideología que interfiere con
la percepción de que la ciencia es una construcción humana, por lo
tanto, una actividad política. Descartes promovió la separación
entre la mente y el cuerpo en el siglo XVII y de sus ideas, que
dejaban el alma en poder de la religión, se originó un proceso
donde se ha negado el carácter científico de las ciencias sociales.
Un siglo después, la Universidad diseñada por Humbolt tuvo como
resultado primordial la creación de los departamentos, los centros
de investigación especializados y separados, la separación entre la
técnica y el conocimiento.
La reforma de la Universidad es necesaria y urgente en el
contexto de una ―remodelación civilizatoria. La universidad no es
sólo la institución que provee a la sociedad de cuadros científicos,
técnicos, humanísticos y artísticos, sino sobre todo, la casa donde
se construyen sueños, proyectos, utopías. Entonces, la Universidad
del siglo XXI debe ser una institución de vanguardia, comprometi-
da con los principios del desarrollo sustentable‖ (Toledo, 2000).
En este sentido es importante que el Estado mantenga su responsa-
bilidad en la educación, que ha sido declarada un derecho univer-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

sal —en uno de los estados de nuestro país se ha declarado así en


su Constitución— pues se han visto los resultados de la disminu-
ción de sus atributos en la búsqueda de la generación de capital
para un grupo dominante transnacional en forma de catástrofes
financieras, pues el mercado no se regula solo, hay manipulación
del mismo para producir acaparamiento de divisas, y que animan
la privatización del sistema educativo, para quienes la educación
para todos ―son ilusiones de gente poco responsable‖ (López,
2004).
En México esto se observa sobre todo en el nivel tercia-
rio, donde 1,400,000 estudiantes se encuentran inscritos en el sis-
tema público, y 700,000 en las escuelas de cuota, primordialmente
en carreras de administración e ingenierías que se complementen
con posgrados en administración. Por otra parte, mientras el siste-
ma de educación superior de Argentina, tan endeudado como
México, atiende a 60% de sus jóvenes menores de 19 años, en
nuestro país sólo se atiende al 30%.
El debate acerca de si hay que adaptar la Universidad a
las condiciones económicas del país o preservar un papel más
amplio de producción, difusión e indagación a largo plazo dentro
de una reflexión sobre las relaciones entre la Universidad, el Esta-
do y los otros actores económicos del país, se genera al no tomar
143
en cuenta que la Universidad, como institución de educación supe-
rior, forma más que funciones o profesiones. La Universidad —
transecular y transnacional— ha de orientar todo su esfuerzo en el
diseño y construcción de una modernidad alternativa, que encarna
en la visualización de una nueva sociedad sustentable (Toledo,
2000). De ese modo:
La política de la complejidad se expresa por la doble pareja pen-
sar global/actuar local, pensar local/actuar global. El pensamien-
to planetario deja de oponer lo universal a lo concreto, lo general
a lo singular: lo universal se ha vuelto singular, es el universo
cósmico y concreto, es el universo terrestre (Morin, 2000).

3.1 Reflexión acerca de las teorías implícitas


¿Por qué parece ser más benéfico el que la gente enferme a que se
prevenga mediante la regulación del ambiente por el estado?, ¿no
acaso una de las primordiales funciones del estado es la seguridad
de la gente (entendida como acceso a satisfactores, no la implanta-
ción de un estado represor, policíaco)? Idealizada, la escuela es el
sitio donde un estudiante acude a ―llenarse de conocimientos‖, a
que le sea transmitida la cultura, los valores de una civilización.
Esto parte de una serie de errores conceptuales y operacionales ya
que el conocimiento no se puede transmitir, un estudiante no puede
adquirirlo, ni la escuela ha funcionado para los presuntos fines de
OBESIDAD

creación y generación de conocimiento. La escuela funciona real-


mente para lo que es. Un mecanismo de control donde las nuevas
generaciones son atrapadas y corregidas.
Durante años los estudiantes son sometidos a las exigen-
cias del poder. Pero el poder político es impersonal, para ello re-
quiere de la interiorización del mismo por los profesores, lo que
puede observarse en la manera diferenciada como se comportan
los maestros en una escuela del gobierno y aquellos que lo hacen
en una escuela donde se pagan cuotas. Porque se enseña de manera
diferente a los gerentes que a los obreros, lo cual ha sido documen-
tado por Bernstein y su escuela:
Imprinting y normalización se reproducen de generación en ge-
neración: «una cultura produce modos de conocimiento entre los
humanos sometidos a esa cultura, quienes, por su modo de cono-
cimiento, reproducen la cultura que produce esos modos de co-
nocimiento». Así se efectúa la domesticación de los espíritus‖
(Morin, 2000).

En el caso de la formación médica este imprinting y nor-


malización se puede relacionar con el dominio del paradigma bio-
logicista, debido en gran medida a la comercialización de la medi-
cina clínico-asistencial y los medicamentos, que ha llevado a:
144 Una interpretación desmedida de la función etiológica de los mi-
croorganismos y el papel terapéutico de los me-dicamentos y con
ello la creencia en el fin de la enfermedad, (…) asumiéndose una
posición dogmática y triunfalista que menospreciaba la influen-
cia de las condiciones de vida (González, 2002).

El reto es reconocer que en la práctica docente y en el


propio proceso formativo nuestras acciones son producto del sen-
tido y significado que se da a este proceso, en nuestro caso a la
formación médica, y de las ideas y esquemas mentales acerca de
las maneras de entender los elementos constitutivos de la enseñan-
za y el aprendizaje de los estudiantes. En este sentido, se ha discu-
tido acerca de la dificultad para observar lo que se es. ―No existe la
posibilidad de ser totalmente consciente de lo que pasa en la ma-
quinaria de nuestra mente, la cual siempre conserva algo funda-
mentalmente inconsciente. Existe pues, la dificultad de un auto-
examen crítico por medio del cual nuestra sinceridad no garantiza
certidumbre; existen límites para cualquier auto-conocimiento‖
(Morin, 1999). Hasta quienes pretenden ser lo más honestos consi-
go mismos terminan por dejar de percibir una serie de idealizacio-
nes, la interiorización de una ideología descrita en términos de
doctrina (Villoro, 2007). De este modo, en una sociedad dividida
en clases, una filosofía puede ser usada para producir cohesión
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

social, y ―con tal de sentirse seguros‖ —y, cómo no, de recibir


honores y reconocimiento por el grupo dominante— legisladores,
religiosos, moralistas, profesores, ―pueden hacer suya una doctrina
de liberación personal para justificar‖ el poder (Villoro, 2007).
Ya que ―cultura y sociedad mantienen una relación gene-
radora mutua y en esa relación no olvidemos las interacciones
entre individuos que son, ellos mismos, portadores/transmisores de
cultura; estas interacciones regeneran a la sociedad, la cual regene-
ra a la cultura‖ (Morin, 2000), la ideología permea profundamente
también el pensamiento de los científicos y de los filósofos e histo-
riadores de la ciencia, a veces más allá de lo que es en apariencia
una posición política, por ejemplo, la idea de que existe una evolu-
ción social que ha sido justificada como darwinismo social y adu-
cida por las clases dominantes para justificar las profundas des-
igualdades sociales, y hacer pensar a los pobres de que son culpa-
bles de sus condiciones de pobreza y cualquier explotador se ufana
de haber hecho su capital con base en el trabajo de sus empleados.
A partir de Darwin, y con su consentimiento, se habla de adapta-
ción de las especies y sobrevivencia de los más aptos, para justifi-
car genocidios. ―Después de Darwin la raza se convirtió en un
elemento central de la ideología imperial británica‖ (Lindqvist,
1996).
145
El poder imperativo/prohibitivo conjunto de los paradigmas, cre-
encias oficiales, doctrinas reinantes, verdades establecidas, de-
termina los estereotipos cognitivos, las ideas recibidas sin exa-
men, las creencias estúpidas no contestadas, los absurdos triun-
fantes, los rechazos de las evidencias en nombre de las eviden-
cias, y hace reinar, bajo cualquier cielo, los conformismos cogni-
tivos e intelectuales (Morin, 2000).

Y es esa impronta cultural la que hace a filósofos del re-


duccionismo como Spencer y a científicos como Popper adherirse,
quizás inadvertidamente, a la ideología de la sobrevivencia de la
raza anglosajona sobre todos los salvajes. Y esto se vio reforzado
por, paradójicamente, el descubrimiento de que el material genéti-
co podía transmitir información a través de generaciones, lo cual
fue un triunfo mecanicista, ya que Crick lo denominó como ―dog-
ma central‖ (aunque sabemos ahora la existencia de retrovirus y
priones). Popper (1985) afirmó que ―podemos distinguir entre tres
grados de adaptación: la adaptación genética, el aprendizaje con-
ductista adaptativo, y el descubrimiento científico, que es un caso
especial de aprendizaje conductista adaptativo‖.
A pesar de que la idea actual de la evolución, a diferencia
de la planteada por Darwin, es que los cambios en el genoma su-
ceden sin modificaciones en el ambiente, por consiguiente la adap-
OBESIDAD

tación es una falacia, y que esos cambios se heredan no como


producto de presiones ambientales, Popper menciona, mientras
amplía la idea e incluye en un mismo apartado genes, cultura y
teoría científica que ―estas estructuras heredadas están expuestas a
ciertas presiones o desafíos o problemas: presiones de selección,
desafíos ambientales, problemas teóricos. Como respuesta, se
producen variaciones de las instrucciones genética o tradicional-
mente heredadas, por métodos que al menos de manera parcial son
aleatorias‖ (Popper, 1985). Y a continuación la conclusión que
―sólo las instrucciones de proceso más o menos bien adaptadas
sobreviven y son heredadas a su vez. La eliminación del error, o de
las instrucciones de prueba mal adaptadas, también se llama selec-
ción natural: es una especie de retroalimentación negativa‖ (Pop-
per, 1985). Para comprender esta posición, Morin menciona:
El imprinting hace incapaz de ver otra cosa que lo que hay que
ver. Aun cuando se atenúe la fuerza del tabú que prohíbe como
nefasta o perversa toda idea no conforme, el imprinting cultural
determina la falta de atención selectiva, que nos hace despreciar
todo lo que no vaya en el sentido de nuestras creencias, y el re-
chazo eliminatorio, que nos hace rehusar toda información in-
adecuada a nuestras convicciones o toda objeción procedente de
una fuente reputada de mala (Morin, 2000).
146
Se dice que se trajo del pasado, de hace sólo cien años, a
tres profesionistas: un médico, un ingeniero y un profesor. Aunque
recientemente ya había rayos X y aspirina, no tenían anestésicos
seguros, antibióticos, vacunas, así como la identificación de mu-
chas enfermedades que le serían novedosas. La novela ―La ciuda-
dela‖, de A. J. Cronin es una buena narración de lo que hacía un
médico de principios del siglo XX. El ingeniero no sabría manejar
los nuevos materiales, ni los instrumentos electrónicos que le per-
miten liberarse de las mesas de dibujo. Sin embargo el maestro, ah,
el maestro: tomaría la lección a los alumnos, mantendría el orden,
podría hacerlo incluso en la universidad, sobre todo porque la
física que se enseña es la de Newton pero manejada desde la pers-
pectiva de la escolástica, las matemáticas incluyen las fracciones
comunes, la anatomía descriptiva es semejante a la de Vesalio, la
fisiología niega la reproducción neuronal y se basa en conceptos
de Arrhenius, se mantiene el derecho romano.
Esto no es ciencias sociales ni historia de las ciencias. Es
anacronismo. La ironía es cómo las universidades, en esas condi-
ciones, pretenden hacer que sus egresados se desempeñen en el
contexto del siglo XXI, porque en realidad, los profesores mantie-
nen ideas científicas superadas o que se han malentendido (Cam-
panario, 1997). Julio Muñoz dijo, al recibir el premio por trayecto-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

ria científica (2003) que personas dedicadas a la ciencia, teóricos


de la filosofía científica, carecen de rigor en el campo de la educa-
ción, lo cual es una de las cuestiones que nos hacen medrar en el
subdesarrollo educativo.
Burén (1990) afirma que los profesores no saben que no
saben. Este es el problema primordial. Muchos profesores, por
facilismo ideológico o por comodidad, mantienen un estado de
cosas que no acepta modificaciones, sobre todo en una institución
como la universidad donde se espera que se fomente, en el estu-
diante maduro, la creatividad, pues se ha de enfrentar a problemas
sociales que se tienen que resolver. Las creencias de esos profeso-
res hacen que desprecie todo lo que no vaya en el sentido de las
creencias dominantes, y se produzca el rechazo eliminatorio (Mo-
rin, 2000). Barriga Díaz (2005) afirma que ―debe darse paso a una
visión donde los problemas de la realidad social y profesional sean
el punto de partida y llegada de los procesos educativos‖.
―La historia del pensamiento pedagógico parece mostrar
que llevamos más de un siglo luchando contra esa visión sin po-
derla superar en los hechos‖. Pero ¿realmente los profesores no
saben que no saben?, cuando nos hacemos profesores, ¿nos queda
claro que es una profesión —que incluso habría que cambiar—
que tiene sus necesidades conceptuales, instrumentales, éticas? ―Es
147
precisamente el subdesarrollo mental el que no logramos superar
porque no tenemos consciencia de él‖ (Morin et al., 2003). Pero
incluso en esas condiciones de alineación, hay profesores y estu-
diantes que no se supeditan a los esquemas, a la imposición de una
educación que encuadra y clasifica. ―En ciertos lugares y momen-
tos privilegiados, hay brotes de libertad creadora en el pensamien-
to. Algunos despliegan sus aptitudes para imaginar y concebir, y,
transgrediendo los imprintings, se manifiestan como descubrido-
res, teóricos, pensadores, creadores‖ (Morin, 2000).
El resto de los profesores deberá generar un proceso re-
flexivo que les permita la transformación de su práctica y las teor-
ías implícitas que la guían. Algunas de las preguntas esenciales
sobre las acciones que desarrolla en su práctica docente -y médica
en caso de que las combinen- para iniciar este proceso podrían ser
las que se presentan en la figura 1.
Pero en este proceso reflexivo las acciones también deben
considerarse algo complejo, no lineal o de causa y efecto. Siguien-
do a Alfred Schütz (1993) la acción deberá ser analizada como una
relación intencional y dinámica con el entorno, que inicia desde la
advertencia de lo que se quiere o puede hacer, hasta el deseo y la
decisión de hacerlo o no.
OBESIDAD

Vista así, la acción está referida al proceso mental o


fenómeno psíquico que la guía, a partir de lo que se ha logrado y lo
que se quiere lograr; de cómo se ha logrado y cómo se quiere lo-
grar. Pero se refiere también al proceso de la acción y al producto
o acto terminado, lo que se logra. Por lo tanto, la acción deberá ser
analizada en el presente, pero también como proyecto a futuro y
como rescate del pasado.

148

Figura 1. Proceso de identificación de las teorías implícitas. En el


proceso de sustentar lo que se hace en la evidencia científica, también se
reconfigura el sustento filosófico y ético. Esto permite transitar de un
estado de mediatización, de consumo acrítico de la tecnología, a uno hacia
la sustentabilidad. Construcción propia.

3.2 Reflexiones acerca de la profesión médica


Este proceso reflexivo parece estar muy alejado de la profesión
médica, según la opinión del grupo de expertos citado en la Guía
Clínica 46-08 del IMSS ―la evaluación clínica del paciente con
sobrepeso y la obesidad debe ser realizada en el primer nivel de
atención‖, ¿cómo se identifican ―individuos con sobrepeso, obesi-
dad y en riesgo de obesidad, que se pueden beneficiar con la
pérdida de peso‖ si la prevalencia de ambas entidades va en au-
mento?, ¿cómo se documenta en el expediente clínico ―la evalua-
ción diagnóstico inicial, plan de alimentación, metas y objetivos
que contribuyan a un seguimiento oportuno y eficiente‖ si no está
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

en los objetivos de la escuela de medicina fomentar esas capacida-


des?, ¿cómo explicar que el problema de las enfermedades cróni-
cas no transmisibles ha llegado al nivel en que se encuentra?, ¿aca-
so no era posible vislumbrarlo hace decenios, hace 40 años, cuan-
do ya diabetes mellitus de tipo 2 estaba entre las principales 20
causas de muerte en México?, ¿qué piensa la gente de su enferme-
dad?, ¿qué sabe el médico sobre ello?
También en la NOM-174-SSA1-1998 para el Manejo In-
tegral de la Obesidad, se lee: ―el médico del primer nivel deberá
ser suficientemente capacitado para prescribir adecuadamente un
programa básico de ejercicios o un plan de actividad física para
individuos sanos‖; también ―el médico de primer contacto debe ser
debidamente capacitado para establecer un plan de alimentación
saludable para individuos con o sin diabetes‖. ¿Cómo hacerlo si la
educación médica está centrada en la memorización mecánica y no
en la formación de capacidades para resolver problemas?
La Carta de los Derechos Generales de los Pacientes, ela-
borada por la Comisión Nacional de Arbitraje Médico de México
(CONAMED, 2010), establece que se debe ―recibir información
suficiente, clara, oportuna y veraz‖, con el fin de ―decidir libre-
mente‖ acerca de un tratamiento médico. ―El paciente tiene el
derecho de aceptar o rechazar cada procedimiento diagnóstico o
149
terapéutico ofrecido‖, ya que el paciente tiene sus propias ideas de
la enfermedad (López, 1996). Esta carta se refiere sólo a un aspec-
to de lo que es la práctica de la medicina, hace énfasis en el inter-
cambio de información, socializado en el marco legal de los dere-
chos ciudadanos. Las consultas deberían ser educativas para el
paciente. Para la Secretaría de Salud de México el profesional
culturalmente competente ha desarrollado:
La habilidad y la capacidad para interactuar y negociar con gru-
pos culturalmente diversos, comunicándose de una manera res-
petuosa y eficaz de acuerdo con las múltiples identidades de los
participantes, con el fomento de actitudes de respeto, tolerancia,
diálogo y enriquecimiento mutuo, constatando que la verdad es
plural y relativa, y que la diversidad puede ser fuente de riqueza
(Salud, 2008).

Las barreras culturales no sólo se refieren a cuestiones re-


lativas a diferentes idiomas, son los obstáculos al proceso de cam-
bio social y a las modificaciones culturales necesarias para dismi-
nuir el impacto de las enfermedades en la salud pública.
La mayoría de las veces el proceso educativo no forma,
los médicos durante su etapa de estudiantes desarrollan actitudes
incongruentes con la competencia cultural y adoptan estereotipos
que se aprenden en la práctica cotidiana. Por ejemplo, contrario a
OBESIDAD

la evidencia científica que convierte en altamente recomendables a


los alimentos con base en granos integrales entre los cuales se
encuentran las tortillas y el pozol, bebida de origen maya (De
Munster et al., 2007; Nilsson et al., 2007; Fardet, 2010), los médi-
cos los estigmatizan. Aquí se crea un dilema entre una realidad
científica, cultural, económica y social y la prescripción del médi-
co. Las tortillas aún siguen siendo el alimento más barato en
México y la recomendación profesional contra su consumo es
producto de una deformación conceptual. Y esa deformación se
genera mientras se cursan asignaturas canónicas como anatomía,
bioquímica y fisiología, que en el modelo actual no aportan al
desarrollo del médico competente. Esta situación se explica ante la
falta de habilidades para la búsqueda de información es un pro-
blema definido en la World Alliance for Patient Safety (WHO,
2008). Hay estudios que demuestran que los médicos tenemos
pocas habilidades para la búsqueda de información relevante y
pertinente (Davis et al., 2007). De acuerdo con esto, es necesario
―reinventar a los médicos‖ (Jiwa, 2011).
Visto así, el proceso escolar no educa a los médicos, en su
caso no hace mucho por ellos mismos, pues son tan vulnerables a
los problemas de salud pública como el resto de la población (Pa-
lacios et al., 2006; Montes de Oca et al., 2008). Si los médicos no
150
asumen que el sobrepeso y la obesidad se relacionan con la diabe-
tes mellitus de tipo 2 (DM2), entre otros problemas, es debido a
que el proceso educativo no ha tenido impacto para resignificar sus
conceptos y prácticas. Por ejemplo, la población de la que provie-
nen los médicos en México piensa que la DM2 es producida por
una impresión, una situación estresante, cuyo origen conceptual es
la enfermedad popular susto (Rubel y Collado, 1989). En esa pers-
pectiva cultural la DM2 no se previene y la adopción de un estilo
de vida saludable no es necesaria.
En suma debería ser evidente que es necesario que los
médicos egresen de las escuelas con las capacidades necesarias
para cuidarse ellos mismos, a sus familias y a sus pacientes. Mane-
jar adecuadamente los problemas derivados del ambiente insalu-
bre, obesogénico. Pero esto no se ve reflejado en las causas de
morbilidad y muerte entre los médicos y los trabajadores del sec-
tor, ya que también en ellos las principales son diabetes mellitus de
tipo 2, enfermedad isquémica del corazón, síndrome metabólico
(Palacios et al., 2010), y 60% de ellos al menos tienen sobrepeso u
obesidad (a pesar de la Guía Clínica 46-08), por lo cual es también
evidente que en sus escuelas no hubo la preocupación necesaria
para evitar esas causas de enfermedad, deterioro y muerte, ¿puede
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

esperarse que se genere espontáneamente en las nuevas generacio-


nes?, ¿cómo enseñar lo que se ha de construir?

3.3 Reflexiones acerca de la práctica docente


Desde la enseñanza tradicional se piensa que se expone al alumno
(a luminere, sin luz) ante el conocimiento experto del profesor. El
modelo conductista pasa por alto que el intento de lo que los pro-
fesores intentan hacer para que sus estudiantes repitan puntual-
mente lo que pretenden ―enseñar‖ es imposible porque se trata de
una construcción interna del profesor. Es la interpretación del
profesor lo que se quiere que sea la interpretación del estudiante.
También pasa por alto la pregunta ¿cuál es mi interpretación de la
realidad percibida a partir de la interpretación de un científico? Y
más importante, ¿cuáles son las actividades que en conjunto y en
espiral de complejidad propiciarán que el estudiante sea competen-
te en prevenir, manejar oportunamente y evitar las consecuencias
de la obesidad?
La educación científica lo será cuando se abandone un
sistema tradicional basado en la especulación y se conforme uno
con base en el conocimiento científico, las neurociencias. La ense-
ñanza será más científica en la medida en que se base en teorías
científicas, no porque en la cuanto se ofrezcan más cursos de cien-
151
cias, en realidad cursos de recitación de contenidos de libros dedi-
cados a disciplinas en las que la ciencia se fragmentó artificial-
mente de manera mecanicista. La mayoría de los textos escolares
son realizados siguiendo esquemas enciclopedistas, no en la forma
en que se construye el conocimiento científico.
La enseñanza se hará más científica en la medida en que
los profesores nos demos cuenta que detrás del método tradicional
no hay ningún sistema coherente de enseñanza (Gil, 1983). Los
cursos en los cuales se habla de conceptos de ciencia (conocimien-
tos ya elaborados) y se realizan actividades de laboratorio como
manipulaciones de reactivos o instrumentos (en papel de ilustra-
ción ¡disecciones en pleno siglo XXI, la época de imágenes virtua-
les!), como ha sucedido tradicionalmente en los cursos de bioquí-
mica o fisiología en la educación médica, no son cursos de ense-
ñanza de ciencias. Enseñar ciencias implica elaborar hipótesis,
diseñar experimentos, realizar exploraciones como medios de
contrastar las hipótesis y de analizar los resultados.
Mejorar la educación no es cambiar la técnica de ense-
ñanza, es, entre otros aspectos, aprender a usar las tecnologías. Se
trata ante todo de cambiar el paradigma (Millar y Driver, 1987)
que sustenta la enseñanza con base en la especulación a uno sus-
tentado más en lo que hasta el momento se ha descubierto de cómo
OBESIDAD

aprende la gente. Se trata de abandonar los paradigmas de ―trans-


misión del conocimiento‖, y de ―descubrimiento inductivo y autó-
nomo‖ para trabajar con base en una enseñanza ―acorde con el
proceso de producción de conocimientos científicos‖ (Gil, 1983).
Desde la teoría social se produce la teoría implícita que
genera el facilismo docente, que se presenta, sobre todo, en la
exposición, antes del catedrático y ahora de los alumnos. Por el
contrario, una vez que se reflexiona acerca de la tarea docente se
concluye que ―enseñar no es fácil‖ (Picquart, 2008). Por el contra-
rio, la enseñanza es ―una actividad cuyas características más so-
bresalientes son la incertidumbre, la inestabilidad, la singularidad,
la imposibilidad de realizar predicciones totalmente seguras, por la
urgencia de sus demandas y la inmediatez de las soluciones que
han de aplicarse‖ (Rodríguez, 1999). Una vez cuestionada esa
―especie de gafas que nos hacen ver una realidad distorsionada‖
producida por la intromisión ideológica (Jiménez y Correa, 2002),
es posible transitar a una posición cada vez más difícil pero más
auténtica. Esa posición se sostiene ahora dentro del discurso, no
sólo como inferencia, ya que se han publicado modelos educativos
en las universidades públicas como un esquema funcional de inno-
vación. Y es funcional porque se elabora como un mecanismo que
difunde de manera vertical, en un solo sentido (Vogliotti y Mac-
152
chiarola, 2003).
Estas versiones del modelo educativo de la flexibilidad,
sustentado en el constructivismo como fundamento epistemológi-
co, ahora con apoyo de las neurociencias, podrían permitir a los
docentes, de ser su interés, sostener una posición menos centrada
en el inmovilismo. Para aquellos que se han atrevido a cuestionar-
se y han elaborado actividades sustentadas en la evidencia, es
importante contar con un paradigma teórico (Gil, 1983). Ese para-
digma ha de ser el de la complejidad, desde el cual se tendrán que
fortalecer las capacidades que ―permitan superar los obstáculos
enquistados en la dinámica social producidos por las estructuras
burocráticas y las institucionalizaciones de las políticas unidimen-
sionales‖ (Morin et al., 1993).
Detenerse y actuar, salir de la periferia, de la sola trans-
gresión, tan totalitaria como la que sucede al interior de las estruc-
turas de poder (Díaz, 2005). Permitiría trascender el discurso fun-
cionalista y convertirlo, precisamente, en un proceso innovador
(Vogliotti y Macchiarola, 2003). Se realizaría así la función de la
Universidad: ser el espacio de construcción del conocimiento, pues
―la fuerza de la universidad recae menos en la información pura y
más en la academia como comunidad; menos en las clases magis-
trales, y más en las tutorías; menos en las aplicaciones virtuales y
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

más en el profesor comprometido‖ (Noam, 1995); para constituir


―una comunidad de académicos y aprendices donde el contacto, el
intercambio de ideas, el modelado de roles, y el desarrollo de
competencias juegan un papel principal‖ (Salomon, 2003).

3.4 Nuevos modelos de educación médica


¿Cómo afrontar los problemas de salud, como la obesidad, la dia-
betes mellitus de tipo 2, los embarazos en adolescentes, el suicidio,
con los conceptos y el modelo de estudio del siglo XVII? La curri-
cula nacional de medicina está estructurada en forma tradicional,
con un bloque de asignaturas básicas, y uno de asignaturas clíni-
cas. De allí pretende ―integrar‖ contenidos del primer bloque con
respecto a los del segundo en la idea de que los estudiantes memo-
rizarán más los del primero (de los cuales hay una altísima repro-
bación), en torno a ejemplos, sea diabetes mellitus de tipo 2
(UNAM, 2004; López et al, 2006) o EPOC (UNAM, 2010), aun-
que en la práctica no generan capacidades para el cuidado del
paciente pues sólo 1% de los que padecen diabetes mellitus tienen
buen control metabólico en México (Gakidou et al., 2011). La
curricula analizada de programas de medicina en países desarro-
llados se basan en modelos integrales, con alta flexibilidad de
contenidos, interdisciplinares, y énfasis en el método de aprendiza-
153
je basado en problemas; en ellos existe aproximación a la clínica
desde los primeros semestres, con actividades y cursos virtuales
(GMC, 2009). Es necesario que se construya un saber, saber hacer,
y poder hacer, integrado de manera transdiciplinar, enfocado desde
la complejidad, sea hacia la gestión del riesgo (González, 2008), la
obesidad, la diabetes, no como meras reproducciones de interven-
ciones pasadas, sino como una estrategia de gestión y aplicación
del conocimiento para resolver problemas.
La educación superior del siglo XXI deberá poder res-
ponder a los retos del futuro. Para ello es necesario que se acom-
pañe a los estudiantes en el proceso de la formación de competen-
cias transversales (como aprender a trabajar en equipo, desarrollar
proyectos) y profesionales (atención médica en la interculturalidad
o la gestión del riesgo en el caso de medicina). Para los diseñado-
res de los curricula de las escuelas de medicina de Holanda, Ca-
nadá o Reino Unido (GMC, 2009), ha quedado claro que el mode-
lo Flexner tradicional, con un bloque de asignaturas básicas y uno
de clínicas, no era suficiente para que los egresados de sus univer-
sidades tuvieran las capacidades necesarias que les permitan afron-
tar y resolver problemas aún no planteados. Es necesario que se
construya un saber, saber hacer, y poder hacer, integrado de mane-
ra transdiciplinar, enfocado desde la complejidad (González,
OBESIDAD

2008). Por eso sus nuevos curricula se basan en modelos integra-


les, con alta flexibilidad de contenidos, interdisciplinares, y énfasis
en el método de aprendizaje basado en problemas; en ellos existe
aproximación a la clínica desde los primeros semestres, con activi-
dades y cursos virtuales (GMC, 2009; Dienstag, 2011). Además
las actividades de los docentes están encaminadas a acompañar a
los estudiantes en un proceso de formación para el aprendizaje
autónomo y el desarrollo de competencias.
La necesidad de cambiar muchos de los enfoques educati-
vos y los paradigmas en que se sustentaron los programas tradicio-
nales se apoya en recomendaciones de organismos como la Orga-
nización Mundial de la Salud, en el programa World Alliance for
Patient Safety, pues afirma, el sistema de salud global, incluso en
los países desarrollados, es subóptimo, cuando no peligroso para
los pacientes (OMS, 2008), y que debe sustentarse en las Normas,
las guías clínicas y en manejo de la información.
El médico, como todos los egresados de la educación su-
perior, tiene que desarrollarse en un mundo cambiante. Por ello es
que tanto el campo de actividad del egresado, como sus capacida-
des, son un espectro más amplio que aquel del profesional de la
medicina en el pasado. Aunque en el pasado el egresado de las
escuelas de medicina podía desempeñarse indistintamente en con-
154
sultorios o clínicas y hospitales, con el advenimiento de una mayor
estructuración de las funciones, capacidades y responsabilidades
para la atención, se establecieron niveles y características intrínse-
cas a cada uno de esos niveles.
La formación del estudiante de medicina debe ser hacia el
primer nivel de atención, sin embargo, incluso en los países con un
mayor énfasis en este nivel, el modelo educativo persiste y dificul-
ta el desarrollo de la competencia hacia resolver problemas en el
primer nivel (Caballero, 2000). Elementos de medicina de obesi-
dad, entre otras necesidades de la población en el contexto, son, si
acaso, de reciente introducción curricular (Céspedes, 2007). Igual
situación ocurre con problemas de salud pública como, diabetes
mellitus de tipo 2, hipertensión, pues a pesar de ser de alta preva-
lencia en la escuela, no se generan capacidades para afrontarlos.
Más aún, es necesario el desarrollo de las capacidades del médico,
y el personal de salud, para la guía en la gestión, sea de servicios,
procesos o referencias a otro nivel.
Todo esto debería ser un eje integrador en la educación en
el campo de la salud de la región, hacia la prestación de servicios
públicos esenciales tanto en situaciones habituales como de desas-
tres (Frumkin et al., 2008), lo cual no sucede (Accatino et al.,
2010). La falta tanto de políticas públicas como de la restructura-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

ción curricular ponen de manifiesto estas carencias (Morales et al.,


2008), por lo que se hace necesario desarrollar estrategias didácti-
cas innovadoras, más que cursos complementarios o la adición de
contenidos. En este sentido nuestro grupo ha desarrollado un mo-
delo para desarrollar estrategias de aprendizaje a partir del contex-
to (Tabla 1, figura 2).

3.5 Saber que aprendo. La metacognición


Para darle sentido a lo que se quiere comprender es necesario
adoptar imágenes de las cosas, del mundo. No en el aspecto de la
analogía sino de la metaforicidad. Paralelamente para responder a
las preguntas fundamentales ―¿cuál es la naturaleza del universo?,
¿cuál es nuestro lugar en él, y de dónde surgimos nosotros?, ¿por
qué es cómo es? ―hace falta elaborar metáforas, pues cada que se

155

Figura 2. Identificación de las necesidades contextuales. En el modelo


se parte de la necesidad de la identificación de las características contex-
tuales en función de morbilidad, prevalencia y mortalidad como indicado-
res de las necesidades educativas en un momento histórico. Esto lleva a la
necesidad de conformar estrategias para el aprendizaje permanente. Tam-
bién para comunicarse de manera efectiva con los pacientes y modificar
estilos de vida.
OBESIDAD

Matriz de desempeño del médico de primer contacto


Tabasco, 2011

Prevención enfer- Enfermedades


Sano
medades crónicas infecciosas
Niños 1. crecimiento y 2. sobrepeso y 3. IRAs con y sin
desarrollo obesidad neumonía, esque-
ma de vacunación

Adolescentes 4. sexualidad y 5. prevención de 6. prevención de


manejo del tiempo adicciones SIDA, VPH, VHB
libre

Adultos 7. promoción de la 8. detección tem- 9. SIDA


salud prana

Embarazadas 10. control de 11. control de peso 12. esquema de


embarazo vacunación

Ancianos 13. consejo de 14. consejo de salud 15. signos de alerta


salud en neumonía

Comunidad 16. promoción de la 17. educación para 18. vigilancia


salud la salud epidemiológica

Enfermedades
Situaciones de
crónicas no Salud mental
156 transmisibles
urgencias
Niños 19. asma bronquial, 20. traumatismos, 21. prevención de
alergias cuerpos extraños, violencia intrafami-
educación vial liar, bulling

Adolescentes 22. obesidad 23. traumatismos, 24. suicidio, adic-


educación vial ciones

Adultos 25. síndrome 26. traumatismos, 27. violencia


metabólico lesiones intrafamiliar,
adicciones

Embarazadas 28. diabetes y 29. sangrado 30. depresión


embarazo transvaginal posparto

Ancianos 31. cuidados 32. desvenecimien- 33. prevención del


paliativos tos, infartos deterioro cognitivo

Comunidad 34. educación para 35. inundaciones 36. educación para


la salud la salud

Tabla 1. Contexto de desempeño. La identificación de las características


del contexto permite seleccionar los ejemplos más acordes con éste y
hacer énfasis en las capacidades para resolver problemas situados.
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

quita un velo otro aparece‖ (Morin, 2009). ¿De qué otra manera se
podrá responder a preguntas más cercanas a la profesión, y a la
responsabilidad de un médico?, ¿por qué no se sabe manejar real-
mente los problemas de los pacientes y estos llegan a sus conse-
cuencias límite como amputaciones e infartos?
Si la verdad es intangible entonces tenemos que auxiliar-
nos con las metáforas ―hasta convertir la posibilidad en realidad‖
(Morin, 2009). Stephen Hawking dice que ―para responder a estas
preguntas adoptamos una cierta imagen del mundo‖. Las respues-
tas pueden ser, de esa forma, de varios tipos. Las imágenes que
elaboramos de acuerdo a una ideología, a la razonalización, como
la de una torre infinita de tortugas que sostienen a una tierra plana.
También son imágenes las que se elaboran con base en teorías
científicas, elaboraciones matemáticas como la teoría de las super-
cuerdas (Hawking, 1998), pues las teorías científicas no son, como
ingenuamente se piensa, producto de la experiencia sensorial, lo
cual explicó Piaget como ―mito del origen sensorial de los cono-
cimientos científicos‖ (Gil, 1983).
La metaforización se origina de la dificultad de explicar
las cosas, el mundo. Esa complejidad se contrapone, no a otras
teorías científicas, sino a significaciones, explicaciones originadas
por la racionalización, que, a diferencia de la racionalidad, ―se
157
camufla bajo la palabra razón, incluida la religión del progreso‖
(Morin y Kern, 1993). Ese sistema pseudoracionalista es manteni-
do por los racinalizadores. Para éstos, ―el conocimiento se percibe
como un fenómeno puramente objetivo, análogo a una imagen
fotográfica exacta, donde existe una ―planificación reduccionista‖.
Pero todo conocimiento es una traducción de datos sensoriales y
una reconstrucción mental‖. Desde esta perspectiva, ―las institu-
ciones existentes deben funcionar a tiempo completo y en mejores
condiciones‖ (Morin, 2009).
Estas mejores condiciones implican un ambiente donde
hay un proceso de desaprendizaje, reaprendizaje, aprendizaje y
complejización, donde al mismo tiempo el que aprende, analiza,
investiga, crea, es el contexto. En las condiciones normales de las
instituciones educativas de nuestros países, herencia anquilosada
de 20 siglos en las aulas, es difícil desarrollar un proceso de plani-
ficación metacognitiva. Nuestros estudiantes no tienen habilidades
para el trabajo grupal (Muñoz, 2011; Muñoz et al, 2011b,c), aun-
que es posible desarrollar en ocasiones procesos semejantes a los
de la planeación estratégica, de lograr superar el obstáculo que
para ellos significa la lectura permanente, la actualización bi-
bliográfica y la escritura permanente, sobre todo porque con otros
OBESIDAD

docentes se encuentra el facilismo de hacer que los estudiantes, por


turnos, expliquen la clase.
¿Hay alguna teoría científica a partir de la cual se pueda
comprender cómo la gente aprende?, de ser así, ¿cómo construir
una educación con mayor sustento en la teoría científica? Durante
el último siglo los científicos han trabajado para comprender cómo
la gente crea y aplica el conocimiento. Ha quedado claro que en la
enseñanza y el aprendizaje se requiere de un proceso activo de
construcción del conocimiento, primero desde las ciencias cogniti-
vas y desde hace medio siglo, con la neurociencia. La metáfora del
conductismo (la cual sólo funciona con pequeñas cantidades de
información) sigue siendo dominante en la escuela. ¿Porqué?, ¿por
qué asociaciones científicas como la Academia Mexicana de Cien-
cias y la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas promueven
concursos tipo Jeopardy?, ¿qué hace falta para transitar desde la
metáfora del conductismo hacia el modelo, sustentado en teorías
científicas, donde el conocimiento se construye activamente?
Alrededor de la educación se ha configurado un cuerpo de
conocimiento que involucra un proceso transdiciplinario. A partir
de las convenciones que se realizaron durante el ―Decenio del
cerebro‖, se definió a la neurociencia como una nueva disciplina
que comprende la biología del sistema nervioso, las ciencias
158
humanas y sociales, junto con ciencias duras (matemáticas, física),
que van desde las aproximaciones más teóricas y abstractas hasta
los médicos, tecnológicos e industriales (UNESCO, 1995). En esa
declaración, también se hicieron notar tanto las expectativas, como
los peligros de que a partir de la información resultante se generen
procesos de coerción y mayor dependencia científica y tecnológi-
ca. Sin embargo, un peligro más inmediato es el que esa informa-
ción no se aplique. Durante el último decenio, la subdisciplina
neurociencia educativa, o neuroeducación, es la que mayores apor-
taciones ha recibido.
A partir de ello ha surgido un nuevo campo de aplicación
del conocimiento: ―mente, cerebro y educación‖, (MBE, por sus
siglas en inglés) donde se integran conocimientos de neurociencia
con filosofía, lingüística, pedagogía y psicología del desarrollo,
entre otros (Immordino-Yang y Fisher, 2009).
Por ello es necesario tender puentes entre la neurociencia
y su aplicación en el aula (Goswami, 2006; Benarós et al., 2010),
lo cual no sólo no es simple, sino que no ha habido mayores inten-
ciones de aplicar los resultados de las investigaciones de la neuro-
ciencia en el proceso educativo. Se dice que al parecer la escuela
es alérgica a las mejores prácticas ya que no es sensible a la evi-
PROBLEMA MULTIFACTORIAL

dencia de las investigaciones acerca de lo que realmente funciona


(Fisher, 2009).

4. Consideraciones finales

Los enfoques con se se afronta la obesidad, como causa de las


enfermedades crónicas no transmisibles, no han permitido identifi-
car al sobrepeso y la obesidad como entidades patológicas pues se
les maneja más como una cuestión estética. El personal de salud
no realiza de manera sistemática la búsqueda e identificación de
patologías emergentes como las derivadas de la obesidad (Calzada
et al., 2006; Murray et al., 2011). Se necesita formar capacidades
profesionales desde las universidades para el manejo de quienes
están en riesgo de incrementar su índice de masa corporal (García
et al., 2009; Barquera et al., 2010).
Las estrategias para el manejo de esta situación deben di-
versificarse para la percepción como problema de salud pública
por el personal de salud y la población, la capacidad de actuación
del médico en un nuevo modelo de atención centrado en los para-
digmas de los sistemas de salud (GAEPTObSM, 2008) y el empo-
159
deramiento de la salud popular (Salud, 2008).
Deben promoverse cambios en el proceso de educación
médica que permitan transitar desde el paradigma explicativo y el
esquema de Flexner de 1910, hacia escenarios donde, como en
universidades de países desarrollados, se transite a formar capaci-
dades adecuadas pues se aprende en el contexto de aplicación
(GAEPTObSM, 2008; Cook et al, 2010), de acuerdo a necesidades
educativas del personal de salud que no se han afrontado en el
modelo tradicional, pues ni los trabajadores de la salud ni las insti-
tuciones están preparados para la prevención o el tratamiento de la
obesidad o el síndrome metabólico (Araya y Atalah, 2002; García
et al., 2009).

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Este libro se terminó de imprimir el viernes
27 de septiembre del 2011, con un tiraje de
600 ejemplares, en los talleres de Ideo gráfi-
cos y Publicidad, calle Juan Álvarez número
505, colonia Centro, CP 86000, Villahermosa,
Tabasco, México. El cuidado de la edición es-
tuvo al cuidado del coordinador.

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