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Serie: Em:dío: sobre e! Birentmaria, 2

© IEP INSTITUTO DE ESTUDIOS PERUANOS

Horacio Urteaga 694, Lima 11
Telf.: (51—1) 332—6194
Carlos Contreras / Luis Miguel Glave
www.icp.org.pe
(editores)
ISBN: 978—9972-51»529—3
ISSN: 2304—3830
Impreso en Perú

Prkmera edición: julio de 2015

2000 ejemplares LA INDEPENDENCIA 12£L
Hecho el depósito legal
en la Biblioteca Nacional del Perú: 2015—091 16

Registro del proyecto editorial

en la Biblioteca Nacional: 11501131500794

Matíva de carátula: “Estudio alternativo para el mural “La Independencia del Perú).
Témpera sobre cartulina» de Teodoro Núñez Ureta. ¿Concedida, conseguida, concebida?
Correccián: Mario Naranjo
Diagramación: Silvana I.izarbe
Carátula: Gino Becerra
Apoyo editorial: María Claudia Huerta
Cuidado de edición: Odín del Pozo

Prohibida la reproducción mm! o parcial del tfxta y de la: mmcteríxtímx g;zzfmx de este lióro
por cualquier medio sin permím de los zdiiure:,

La independencia del Perú ¿concedida, conseguida, canceáida? /Carlos Contreras y Miguel

Glave, ed. Lima) IEP, 2015 (Estudios sobre el Bicentenario, 2)

1. HISTORIA; 2, INDEPENDENCIA; 3. SIGLO XIX; 4. HISTORIOGRAFÍA; 5.

PERÚ

W/01.04.03/B/2

E: 50 l…]33U—ng
. ESTUDIOS
ANOS PERUANOS
 La declaración de la independencia del Perú:
libertad por la fuerza*
TIMOTHY E. ANNA

—<º—%m%aaº—o———

1 Perú inició su historia como Estado independiente con una de las declara—
ciones de la independencia más breves y directas del mundo. En Lima, el 15
de julio de 1821, un cabildo abierto convocado especialmente para considerar la
cuestión, declaró:

Todos 105 caballeros presentes, por sí mismos y satisfechos de la opinión de los habitan-
tes de la capital, dijeron: que [a voluntad general está decidida a favor de la independen—
cia del Perú del dominio español, y del de cualesquier otra potencia extnfu1jem.l

El autor agradece el respaldo prestado a la investigación por el Canada Council, así como las útiles
sugerencias y correcciones efectuadas por su colega, el profesor Douglas N. Spraguc. La versión
original de este artículo fue publicada en inglés en el jam-nrzquLatinoamerica» Studies VII (2),
1975. La traducción del inglés fue realizada por Javier Flores Espinoza.
1. Bibliorem Mmicipal de Lima (en adelante BML), Actas de Cabildo, Libro 45, 15 de julio de
1821. Con ocasión de las Fiestas Patrias de 1972 tuve el privilegio de que se me permitiera usar el
original del Libro 45 de las actas, pues necesitaba leer todo el volumen. Creo haber sido el primer
extranjero a quien se le permitió usar el libro que contiene este tesoro nacional, el cual usualmente
se exhibe en una vitrina de vidrio. Sin embargo, las sesiones del cabildo inmediatamente
amerinres y posteriores a la Declaración fueron impresas editadas, en Gumio 1971. Esta a su vez
es una reedición y ampliación de la misma publicación de dicho autor, de título muy similar, La
munid]mlidad delímay la cmzmci_pacián (Lima, 1944). Todas las citas que acá aparan provienen
del libro de 1971. Un facsímile sumamente utilizabl= de la Declaración y las firmas, completo
con transcripciones de los nombres y una lista alfabética, fue publicada par el Concejo Provincial
de Lima en 1971, bajo el título de Acta de la Decláración de la Inde_perldmría Narional. Esta es la
copia que aquí usamos. La Biblioteca Municipal de Lima no es un archivo importante, sino más
bien la biblioteca de trabajo del Concejo Provincial. Sin embargo, ella sí guarda todos los Libros
de cabildo que han sobrevivido. [Todas las citas han sido retraducidas del inglés. N. del T.]

138 77motby E. Amuz
Las personas que se encontraban realmente presentes en las cámaras del cabildo,
en los corredºres afuera de ellas y abajo en 1a calle, firmaron entonces el Acta. Ad-
virtiendo su importancia como un hito en la historia de su ciudad, el cabildo acordó
entonces exhibir el libro de actas encuadernad0 que contenía la Declaración en la
oficina de su secretaría, de modo red que el público en general pudiera ratiñcarla.
Se amplió incluso el plazo para la recolección de ñrmas y al fmal un total de 3504
personas ñrmamn.2
Pocos documentos en la historia de nación alguna parecerían ser fruto de un
mayor consenso que este. Casi todo varón que sabía 1ccr y escribir firmó, excepción
hecha de 105 muchos ciudadanos que ya habían huido de Lima. La sugerencia inhe—
rente ¿113 Declaración es que la élite de Lima estaba de modo casi unánime & favor de
la independencia. Ella sostenía que se trataba positivamente de <<la voluntad general»
de la ciudad, de sus habitantes y de los caballeros que hablaban a nombre de estos.
Ahí radica el prob1cma.
La unanimidad resulta problemática porque, además de resultar sospechosa por
pura 1ógica, es también dudosa por los eventos que se produjeron ¿¡ continuación.
En los meses y años por venir, Lima no se distinguió por el apoyo que prestó a 13
independencia. Muy por el contrario, 1a república que fundara el general josé de
San Martín, y que tuvo su centro fundamenta1mente en esta ciudad, colapsó en seis
meses como resultado de la indiferencia peruana y de su negativa & sacrificarse en su
defensa.ñ Por 10 tanto, la hipótesis de un respaldo unánime a 1a independencia no
resulta plausible. Y, sin embargo, generaciones subsiguientes de historiadores jamás
han explicado todas esas firmas o 10 que e11as podrían significar.
La cuestión que las 3504 firmas p1antcan es el problema de la motivación. El
enfoque usual es simplemente asumir que ellas representaban el deseo real de Lima,
y luego explicar el fracaso subsiguiente del movimiento bajo San Martín con otros
2. Para contar esta cifra udIicé el facsímile de la Declaración. Deduje un nombre, el de Manuel
Muelle, secretario de cabildo, quien ñrmó dos veces. Aun así, es posible que (21 total de 3504 no sea
del todo correcto, puesto que algunos nombres son ílcgib1es o quedaron oscurecidos debido a los
manchones de tinta, la mala letra, el paso de la tinta en las páginas, y varias roturas en las pp. 1—4.
Sin embargo, c1 mayor problema que hay para identificar a 105 firmantes es que muchos de ellos
emplearon versiones abreviadas de su nombre En consecuencia no puedo identificar, y mucho
menos comprobar, la posib13 repetición de nombres tales como José García (hay 4), José Gutiérrez
(5), josé Moreno (3), José Rodríguez (3) () josé Sánchez (4). Sería de asumir que nadie más que
Muel1c ñrmó dos veces, pc… es imposible estar seguro. Me avenruré a efectuar una identificación
positiva solamente cuando el nombre era claramente distinguiblc de otros parecidos gracias a
algún criterio reconucible, como el uso de un apellido materno () las variantes en las grañ'as. La
Grimm del Gobimzo lndependientr de Lima pub1icó una edición especial cl 10 de agosto de 1821,
que contenía una lista de las firmas. Parece no ser completa. En todo caso la lista, publicada como
apéndice del facsímil dc1a Gaceta (La P1ata, 1950), no está completa, tal como scña1aran sus edi—
tores: inc1uye 3136 firmas.
3. Consúltese Anna 1974.
:
La declaración (In la independencia dc/ Perú: librrtrw'¡zar lafi4¿v'za 139
factores. Pero Obsérvese la tortuosa lógica que inevitablemente se sigue, una vez que
un historiador decide tratar la Declaración como evidencia de la popularidad de
la independencia. Si Lima c1amaba unánimemente por la independencia, entonces
San Martín, el hombre cuyos ejércitos hicieron que la Declaración fuera posible, era
algo más que un conquistador () un Libertador, y nada menos que un Mesías. Por 10
tantº, su fracaso en Lima debe haber sido 61 fruto de la ingratitud de sus habitantes
o de su propia estupidez 31 no lograr conservar su mandato. Ninguna de estas expli—
caciones resulta satisfactoria. San Martín no era estúpido, ni tampoco es lógico que
Lima haya rechazado con tanta rapidez un estatus político al que aceptó de modo
tan unánimc_
Debe haber una explicación alternativa que dé cuenta de la contradicción exis—
tente entre las palabras de Lima y sus actos. A decir verdad si la hay, pero a primera
vista resulta comprensiblcmcntc difícil aceptar1a. ¿Podría acaso ser que la Declara—
ción no es otra cosa que una farsa o un referendo arreglado? Así, Pedro Ángel de Telde
la describió en una notable carta que escribió a un ex oidor de Lima después de la
independencia. Tado, un sacerdote realista dedicado que vivió treinta y dos años en
Perú, es un testigo presencial sesgado en extremo. Sostenía él que la independencia
se produjo en 1821 debido a que un grupo_de abogados, sacerdotes y profesionales
ambiciosos y resentidos, se la impuso a una ciudad capital desesperada y hambrienta,
cuyos ciudadanos se vieron intimidados por la fuerza armada, amenazados por el
inminente caos social y coaccionados por la violencia y el temor? Es posible que los
historiadores hace tiempo hayan sentido intuitivamente que semejante explicación
4. Cuna de Pedro Ángel de Ta(10 211 Marqués de Casre1l—Bravo de, Rivero, Madrid, 14 de noviembre
de 1823, Archivo General de Indias (en adelante AGI), Lima 1024… Es necesario aclarar por qué
razón, hasta donde tengo noticia, este sorprendente documento no ha sido estudiado. Se trata
de una carta muy extensa escrita sobre una sola hoja de papel con una letra casi microscópica, 13
cual fue doblada varias veces. A] no llevar señales de identificación que atraigan al investigador,
ella literalmente desaparece en su legajo. Sin embargo, su importancia fue ndvc1 [ida cuando se la
recibió originalmente, puesto que Caste1l—Bravo, un oidor emigrado de Lima, la entregó al fiscal
del Consejo de Indias, quien sugirió que se 13 publicara como propaganda. El Consejo leyó ¡a ¿ana
en sesión del 17 de enero de 1826, pero no hay indicio alguno de que alguna vez haya sido pu—
blicada. Otros dns documentos corroboran la existencia de Tadu y dan detalles de su carrera. Uno
de ellos (AGI, Lima 1565) es un expediente referido a la solicitud que hiciera en 1826, pidiéndole
a] rey que le otorgara un beneficio en alguna iglesia en España. El expediente incluye su Relan'ón
de Mérito; impresa (en la cual su apellido figura como <<]ado»), así como referencias personales del
Arzu1>ispo y de Castel1»5ravu E1 segundo documento (AGI, Lima 604) es 141 decisión tomada por
la Cámara dc Indias, el 27 de febrero de 1826, para que se le encontrara un cargo. A 10 largo de
aln1ws expedientes, Tado es tratado como un testigo competente, con una larga cxpcrícncia cn el
Perú. El Consejo era sumamcnte crítico de 105 pastulnntes cuando dispensaba beneficios, y que nn
haya encontrado nada malo en 1215 calificaciones o la carrera de Telde sugiere, con toda sinceridad,
que todo estaba en orden. Decidí usar <<Tado» comº su apellido porque en su pmpia letra parecería
ser una T.
»

, 140 Tinzat/J_y 5. Anna La deckzració¡z de la indq¡endencia del Perú: Iióertad¡mr laf1eerza 141

tiene sentido; una cuidadosa evaluación del alegato de 'Iádo nos permitirá corrobo-
de recompensas y cargos de este segmento de la población; que no era representativo
rarlo o rechazarlo de una vez por todas.
del Perú como un todo o de Lima en particu1ar.
Comenzando con los indios, a quienes conocía muy bien1uego de haber pasado
Esta era la alineación de fuerzas cuando el virrey José de la Serna abandonó
veintidós años en diversos curatos de la sierra, Tado sostuvo
convincente y cohe— Lima el 6 de julio de 1821, habiendo decidido que la capital ya no podía suministrar
rentemcnte que la independencia no fue la voluntad general del Perú. Decía él que
una base para la resistencia realista. El virrey nombró entonces al Marqués de Mon—
indios y mestizos eran los más fieles vasallos del rey, y que las publicaciones rebe1dcs
remita, un mariscal de campo criollo a quien todos respetahan, como gobernador
simplemente mentían cuando sostenían tener su respaldo. <<Sí 105 pueblos [indios]
civi1 y militar interino. Hallándosc 1a hueste rebelde acampada afuera de la ciudad,
cercanos a Lima se mantienen del lado de la insurrección, es solo porque temen
a el virrey hizo un llamado público a San Martín para que no tomara represalias y
los negros armados de San Martín, quienes roban sus casas y graneros». Los mestizos
urgió & Montemira a que no presentara resistencia. Para garantizar que 13. ciudad no
pensaban igual, puesto que en las montañas vivían como indígenas. Los esclavos,
quienes se hallaban concentrados en la costa peruana, originalmente se
combatíría, solamente le dejó doscientos riHcs.5
unieron a los Según Basil Hall> un testigo presencial imparcia1,º)la población de Lima quedó
rebeldes, pero pronto quedaron desencantados cuando se les sometió a disciplina
, paralizada por 13 indecisión y la incertidumbre. El asistió a una reunión a la que el
y preferían apoyar a un gobierno conocido que a otro por conocer. Tado sostuvo
Marqués de Montcmira convocó a <<10$ principales habitantes que no hubiesen huido
saber de algunos hacendados liberales que originalmente apoyaron también la inde—
al Callao». La reunión se vio caracterizada por la misma parálisis. Hubo, claro está,
pendencia, pero estos también quedaron dcsencantados a1 descubrir que asistir a los
algunos simpatizantes de los rebeldes, quienes estaban cxu1tantes; también había
rebeldes signiñcaba ceder sus esclavos al reclutamiento.
muchos realistas, quienes manifestaron gran alarma. Pero un número sígniñcativo
Y estaban también los blancos, tanto los europeos como aquellos a quienes
de los restantes participantes, dice Hall, <<sc paseaban afanosamente en medio de la
simplemente describió como españoles. Tado sostuvo que pocos de ellos favorecía
u multitud, simplemente para decir cuánto dudaban de qué debía hacersc».7 Esta des-
la independencia antes de que el Ejército Libertador de San Martín hubiese desem-
cripción a duras penas encaja con una ciudad de ávidos partidarios de la rebelión. En
barcado en Pisco en septiembre de 1820. Ellos huyeron de la fuerza cxpedicionaría
todo caso no había ninguna alternativa y en la reunión se decidió enviarle una carta
¡¡ medida que esta ¡ba extendiendo su control desde Pisco. Esto se produjo primero
a San Martín invitándolc a que ingresara y ocupara la ciudad.
entre los hacendados de Chincha, Pisco e Ica, y luego entre los de Chancay y Huau—
A1 día siguiente, los mismos notables se reunieron con Montemira para recibir
ra, una Vez que el ejército rebelde se desplazó hacia el norte. Los rebeldes ofrecían
la respuesta de San Martín. E1 jefe rebelde les pidió que dijeran si era1a voluntad
cargos y salarios a propietarios y milicianos, pero solamente lograron captar
un res— general del pueb1o que él ingresara a la ciudad. Ellos respondieron afirmativamente y
paldo limitado, ¿: incluso eso únicamente entre las milicias o las tropas regulares más
él así 10 hizo el 12 de julio. Como dos afirmaciones no bastaban para el hombre que
jóvenes, como el regimiento Numancia, cuyos oficiales, según Tado, eran demasiad
o había prometido <mo avanzar un paso más allá de la marcha gradual de la opinión
jóvenes como para resistirse a un soborno.
púb1ica», 61 14 de julio el Libertador le. pidió a] cabildo de 1a ciudad que invitara a
En suma, el Perú rural rechazó la independencia de modo unánime.
Fur: solo los notables para que discutíeran el futuro estatus del Perú, y ellos convocaron un
cuando los rebeldes dirigieron su subversión contra la rica y decadente ciudad capi»
tal que su fortuna mejoró. A1 acercarse a Lima comenzaron a captar el respaldo de
una serie de <<abogadillos» sin crédito alguno, clérigos sin nombramientos, frailes sin 5. E1virrcy IA Serna anunció la evacuación el 4 y el 8 de julio de 1821, AGI, Indiferente 1571 y 313,
juicio y <<emplcaditos» públicos “que se juzgaban agraviados por no tener los cargos respectivamente.
más altos del Perú». El desdén que sentía por estos tempranos partidarios de la inde— 6. Debido a su habilidad como observador, se ha de preferir a Hall a cualquier otro testigo, tanm
extranjero como peruano. El era capitán del H M. & Conway, una nave de la real marina británica
pcndencia no necesita de aclaración alguna: <(Si algunas personas se declararon parti—
que surulba el Pacífico. En consecuencia csnuvo presente en 135 reuniones y en las discusiones tanto
darias [de 105 rebeldes], fueron demostrablcmentc aqus1las que acaban de recibir de realistas como de rebelde& Conoció tanto a San Martín como a La Serna y1esjuv.gó con justicia.
del
gobierno español distinciones que jamás merecieron». La independencia Aunque se inclinaba a la idea de independencia por motivos intelectuales, no era antihíspano y
se fundó siguió escrupulosamente el principio de neutralidad. Por 6110 se le ha de preferir incluso a otros
sobre <<la pandilla de abogadillos que deseaban magistraturas, los empleados públicos
observadores extranjeros como John Mil1en Su li1)rn (Hall 1968 [1824]) sufre principalmente
que querían grandes bonificaciones y los clérigos que aspiraban a los beneficios». Los debido a que sus deberes oficiales en ocasiones le retiraron del centro de la acción… De este modo,
abogados, en particular, <<hicieron más que las bayonetas» para alcanzar dicho fin. si bien vio a San Martín estab1cccr la república, no estuvo presente en Lima durante los siguientes
Entonces, según la versión dada por Tado, la independencia fue el resultado de 1a sed meses para Ver SU C013P50.

7. Hall 1968 [1824], vol. 1:219—232.

142 Timuth E. ¡171 nd
cabildo abierto para el día siguiente. Gamio afirma que el cabildo efectivamente
envió invitaciones a 105 participantes, cuyos nombres fueron extraídos de una lista
de personas que pagaban una real contribución de guerra, y que solo se permitió
ingresar a la reunión a quienes habían sido invitados.8 No ha116 ninguna evidencia
que respalde esta afirmación.
Tado sostuvo que no hubo control alguno sobre la asistencia al cabildo abierto,
y que lo conformaron solamente unas cuantas personas principales, en tanto que el
resto de los varios cientos que asistieron a la reunión o que ñrmaron la Declaración
ese primer día fueron los abogadillos, hombres de Iglesia y aspirantes a cargos guber-
namentales que había mencionado. Su descripción de este evento difiere de modo
ran dramático de todas las demás que vale la pena citarle in e;xcenso:
Todo 10 que había era una grifería desorganizada, y de los balcones de la Casa dc1Ayun—
tamiento, donde esta reunión tuvo lugar, gritaban abajo a la plaza: <<¡Viva la indepen—
dencia!», y esto fue repetido brutalmente por la escoria de la población que se había
congregndn allí para esperar los resultados. La junta llegó a su fin en menos de una hora
y ¿Ha flrmó el acta que declaraba que el Perú deseaba ser independiente. Todo aque1
que quisiera firmar así lo hizo, y quienes no querían también, pues muchas personas
se viemn nb1igadas a someterse a ello, habiéndoselcs comunicado que de no hacerlo
tendrían que vérselas con San Martín [...]. ¿Y quién no firmaría bajo esas circunstancias?
Todos corrieron a poner su nombre en ese célebre 1ibro porque temían, si no 13 muerte,
31 menos el exilio y el secuestro de sus bienes. Muchas personas firmaron a su nombre
y del de cualesquier amigo que tuviesen, y sé de ñrmas de personas que, o bien no se
hallaban en ese entonces en Lima, 0 que no podían o no habrían fumado… Así reunieron
la cantidad de ñrmas & favor de la independencia que los periódicos de Lima han C1evado
& las alturas.
“¿Y es este el voto del Pueblo? ¿Es esta la forma de saber la opinión pública? Con la ciudad
dominada por las tropas enemigas, cnn cada hombre preocupado por la pérdida de su
cmp1eo, de sus bienes y hasta de su vida, ¿acaso no era prudente librarse de tales peligros
con una firma forzada? Por este motivo firmaron todos los españoles peninsulares y los
americanos más realistas. Los evenms posteriores mostraron elva10r de sus firmas. Todos
los europeos la han desmentido [su firma] con sus actos, y los limeños que tenían todo
que perder lloran que no podrían haberlo hecho […]. ¿Quién usaría quejarse? ¡Nadie!
Todos lamentaban su desventura, pero no les está permitido decirlo en voz ¿[ha.
Cincuenta holgazanes pagados para dicho fm proclamaron1a independencia. ¡Cincuen—
ta no más!
Este es un serio cuestionamiento de 1a va1idcz de 1215 firmas, que mina seriamen—
te 13 afirmación de que la Dec1aración representa la <<voluntad general». No pode—
mos poner a prueba parte de esta afirmación. No podemos, por cjemp1o, establecer
8. Gamio 1971: 39.
¿¡ de:[amridn de la irzdcpmdmtia del Perú: libertadpar lafmzn ¡43
quiénes se encontraban dentro de la ciudad en dicho día, o si algunas personas Hr»
mal'0n a nombre de sus amigos (aunque diez sí lo hicieron a nombre de analfabetos).
Sin embargo, la añrmación que Tado hace dc1 uso de la fuerza es algo central y que
podemos verificar o rechazar. EI amplió su alegato de] uso de la fuerza para incluir los
problemas generales de una ciudad ocupada que enfrentaba la hambruna. ¿Era acaso
concebible que la opinión pública pudiera manifestarse libremente bajo semejantes
circunstancias? ¿A1gún europeo () criollo repudió posteriormente su ñrma? No pode—
mos evaluar el alegato final de sobornos, pero es posible que Tado haya querido decir
que algunas personas Fueron apagadas» con la promesa de cargos en 61 gobierno, que
es una cuestión del todo distinta. Quiso así decir, por implicación, que Cincuenta
partidarios desencadenaron la estampida del resto de las ñrmas. '
Tudo hizo dos observaciones Hnalcs antes de que 511 carta degenerara en una
diatriba contra la ingratitud del rey por no recompensar a los héroes de 1a1ucha en
América, y por su temeridad 31 nombrar funcionarios de lealtad no comprobada y
que posteriormente rcsu1tarían ser rebeldes, como sucedió con el intendente de Tru-
jillo, el marqués de Torre Tagle, a quien detestaba: '
Pero incluso si la población de Lima sí la hubiese declarado [la independencia] de buc-
na fe, ¿qué cuenta su voto como para decir que fue el voto del Perú, que es como se le
llama en los papeles públicos de Lima? Esta tiene una población de 704000 almas, y no
es exageración decir que si restasc 103 cspaño1cs europeos, los esc1avos y todos aquellos
que no podían vºtar en este asunto no le quedarán más de 4000 personas capaces de
manifestar un parecer. De estos, le aseguro a usted que. ni sesenta coincidieron en el acto;
pero incluso si todos hubiesen concurrido, ¿qué vale su parecer contra los dos millones
de habitantes que ese mismo día se encontraban bajo la protección de las reales armas?
[...,] ¿Podría usted llamar a este 61 parecer del Perú?”
Aunque sus cifras de población no son del todo precisas, y si bien no hay ra»
zón alguna para restar a todos los europeos dado que algunos de ellos sí fumaron;
resulta incuestionab1c 10 que Tado quería decir, esto es que la Declaración fue obra
solamente de Lima y no de1 Perú. Ello no obstante, los cuatro elementos principa—
les de su interpretación a los que debemos investigar son 105 siguientes: (1) que el
cabildo abierto fue una escena confusa en la cua1 nº hubo ninguna discusión seria
de las opciones con las que se contaba; (2) que las personas firmaron por temor a 133
represalias de San Martín 0 a la muerte, 51 exilio y la conñscación que 105 demorones
habrían de enfrentar; (3) que ha Declaración no fue firmada por suficientes <<per—
sonas capaces de manifestar un parecer», para usar su término, esto es que quienes
firmaron fueron las personas erradas, las que no pertenecían a la élite o una facción
no representativa de la población; y (4) que muchos (216 los Ermantss posteriormente
9— Tado a Caste1l-Bravo, AGI, Lima 1024.
 144
Timatby .E. Anna [¿¿ dgcúzmcírín de ¡a irzdzpendenrirz del Perú: libertadpar lnfílerza 145

lamentaron haberlo hecho, pero que se abstuvieron de repudi

arlo abiertamente por reinado de terror que ss 165 impuso, y esto antes de la célebre persecución de españo—
temor. La puesta a prueba de la interpretación dada por Tado
será un útil ejercicio al les que Bernardº Monteagudo, 61 ministro de San Martín, iniciaría al mes
tratar con un testigo histórico sumamente sesgada. siguiente.
En 10 que a su primer argumento se refiere, ni siquiera 105 Manuel Pardo, el ex regente del Cuzco, contó que a1gunos europeos
y criollos que se
historiadores menos rehusaron a jurar la independencia se escondieron para escapar el furor de la turba:
críticos ——como Gamío— pueden negar que el cabildo abierto
tomó su portentosa
decisión con indebida prisa. Después de todo no podía tomar
ninguna otra decisión. En esta situación crítica, la existencia de todo europeo, de sus familias y bienes, depen—
Gamío sostiene que 61 primer y único discurso importante
de la reunión fue dado día del capricho del populacho y de1 feroz despotismo de un jefe sanguinario, quien
no
por el Dr. José de Arriz, un profesor de Derecho y fundad reconocía otro límite al uso de la autoridad que aquel que él mismo prescribía.º
or del Mercurio Penta»
no, que poco después sería nombrado miembro de la
Corte Suprema de Justicia
que rcemp1azó & la Audiencia. Coincidiendo perfectament Pedro Gutiérrez Cos, obispo de Huamanga, huyó de su diócesis & Lima al des—
e con la versión de Tado,
Arriz urgió & los caballeros presentes a que ni siquiera consid
eraran la cuestión del embarcar 105 rebeldes en Pisco, y después de declarada la independencia en la capital
valor de la independencia, tan convencido estaba él de que dio fe de que San Martín intentó forzarle & que prestara 61 juramento de fidelidad,
ella era justa. <<Ahora no
debiéramos ocupamos», insistió, <<dc la justici
a, la necesidad, la conveniencia o la y a que remíticra una carta pastoral a su diócesis urgiendn a su grey & que hiciera 10
legitimidad de esta resolución […]. Lo que 01
momento requiere es determinación y mismo. A1 rehusarse, fue desterrado enérgicamente de1 Perú.13 Manuel Méndez, un
decidir con valentía»?ºA esto le siguió un aplauso desenf sacerdote, huyó a España y reportó que la persecución de los españoles simplemen—
renado ¡y eso Fue todo! Na—
die protestó que si este no era 61 momento de discutir el vaJ_or
del asunto, no habría te buscaba obligarlcs a jurar la independencia,“ Nicolás Tadeo Gómez, 61 Sacristán
jamás otro. Se invitó aArriz y a Manuel Pérez de Tudela, ambos mayor de la catedral de Lima, sostuvo haber sido confinado en Chancay y que sus
connotados partida—
rios de la independencia, a que redactaran la Declaración, bienes 16 fueron cnnñscados por haber rechazado la 1ndlependencia.15 Estos no son
& 10 que se dedicaron con
entusiasmo. Entretanto, según Gamio, alguien arrojó tarjeta únicamente ejemp1os de refugiados realistas, puesto que hay muchos más de ellos;
s impresas a la multitud
congregada afuera, diciendo: <<El voto de un americano es son, más bien, ejemplos de ñdelistas que mencionaron específicamente en su corres—
a favor de 1a independen—
cia y la libertad del Perú, y aquel que no quiera seguir esto, pondencia que se les presionó directamente para que firmaran 121 Declaración.
firme su nombre infame
y salga en busca de 105 tiranos»." Esta ciertamente era tanto El caso de josé Antonio Prada es, sin embargo, el más rcve1ador. Prada, un
una amenaza a los sím-
patizantes del rey ———a quienes se urgió a pesar de todo que acaudalado hacendado, se rehusó a firmar la Declaración no obstante ser criollo
firmaran la Declaración yvio
primero y huyeran después de 13 ciudad——— como una señal cómo su hacienda, que posteriormente fue tasada en 700.000 pesos; le Fue confisca—
de entusiasmo.
El estado traumático de ¡a ciudad, la ausencia da por el gobierno patriota. Como es bien sabido, fueron muchos los realistas que
de todo intento siquiera de sus—
tentar la Declaración con un argumento razonado & su favor
y el reparto de amenazas sufrieron con las conñscacíones. E1 caso de Prada es, sin embargo, distinto,
puesto
impresas, sugiere todo que se trató de una reunión convocada que después de huir a España le solicitó a1 rey que mantuviera a dos de sus hijas. La
con el fin exclusivo de
orquestar una acción impulsiva, obviando todas las alternativas investigación iniciada por este motivo por el Consejo de Indias pidió, a varios
a la independencia de los
total. Los hombres razonables que aún no se habían decidi más prominentes exiliados realistas, que respondieran & la pregunta de si era cierto
do no tuvieron tiempo
para reflexionar. Sus opciones eran firmar o huir. Rechazar que Prada se había rehusado a firmar la Dcc13ración ua pesar de 1as muy grandes
la presión del momento
habría sido el sacriñcio máximo. Esta limitación en las opcion penurias que 103 revolucionarios impusieron> y con peligro inminente de su vida».
es obviamente operó
de modo más directo sobre 105 hombres que efectivamente Entre los que respondieron ñguraron el ex virrey joaquin de la Pezuela (quien
estuvieron presentes en per—
el cabi1do abierto. maneció en Lima hasta después de la independencia), e1 ex contador mayor, varios
Como confirmación del segundo punto señalado por Tado,
contamos con sus—
tanciales evidencias de coerción abierta. En una
carta tras otra, los exiliados realistas
que huían de Lima, usualmente por mar a través
de Río de Janeiro, contaban el 12. Manue1 Pardo al Ministro de Gracia y Justicia, Río de Janeiro… 12 de febrero de 1822,
AGI, Lima
1619.
15. Pedro, obispo de Guamanga, al Ministro de Gracia y ]usticia, Ciudad
de México, 8 de marzo de
1822, AGI, Indiferente 1571.
10. Gamio 1971: 42.
14. Manuel Méndez al rey, Madrid, 16 de septiembre de 1823, AGI, Lima 1024.
11. Ibid., p. 45_
15. Consulta, Consejo de Indias, Madrid, 26 de enero de 1824, AG1, Lima 604.

146 Timothy E. Anna
de los antiguos oidores y otras personas más. El conde de Montemar (quien ñrmó 1a
Declaración y luego huyó) declaró que Prada se rehusó a Fumar <<a pesar del peligro
de ser sacrificado». Manuel Pardo sostuvo estar enterado de dos peligros que [corren]
los criollos de honor que pensaban como Prada», puesto que (<D. José y otros muy
cuantos de su clase [es decir, los criollos] eran objeto de la persecución del caudillo
[San Martín]». El ex oidor Manuel Genaro Villota atestiguó que Prada se había cs—
condido en casa de su cuñado y que corrió un gran riesgo. Manuel de Arredondo,
un ex regente, coincidió en ello y añadió que Prada ufue uno de los pocos y primeros
americanos […] que se expuso a las persecuciones de ese gobic:rno».US
E1 terror, entonces, estuvo dirigido no solo contra los peninsulares, sino tam-
bién contra los americanos, incluso contra algunos que habían'ñrmado la Dec1ara-
ción. Y tampoco apuntó solamente a 105 varones. Había historias cºnfirmadas de
damas prominentes que se vieron agraviadas por los oficiales rebe1des alojados en sus
casas; de la esposa del general Ramírez siendo ínsu1tada cn un baile por un oñcíal
patriota;17 y de otras intimidaciones dirigidas en contra de la muy unida élite. Todos
sus miembros tuvieron que enfrentar una decisión dolorosa y particularmente difícil,
cuyas consecuencias ninguno de 61105 veía con gusto. Hall 10 resumió sucintamente
del siguiente modo:
Los españoles, quienes conformaban 1a (11356 acaudalada, quedaron tristemente perple-
jos: de negarse a aceptar la posición de San Martín, su propiedad y personas quedaban
expuestas a la confiscación, pero en caso de aceptar sus condiciones quedaban compro-
. metidos ante su propio gobierno, que era posible regresara a visitarlas con iguales ganas
de venganza De otro lado, a los nativos […] les alarmaban aun más las consecuencias de
sus actos presentes. Muchos dudaban de la sinceridad de San Martín, y muchos de su
capacidad para cumplir con sus compromisox.”
La única forma de evitar esto era huyendo. Muchos peninsulares y criollos leales
huyeron de Lima en 105 días inmediatamente anteriores y posteriores a la declaración
de 1a independencia, abandonando esposas y familias, hogares y negocios. En marzo
de 1822, el gobierno ordenó a todos los escribanos de la ciudad que presentaran una
lista de todas las transacciones efectuadas desde julio de 1821 y que involucraran a
peninsulares, en un intento de rastrear la disposición que cs:ta clase había hecho de
sus propiedades. Cada escribano reportó muchos documentos que había preparado
para ellos: cartas de venta, transferencias de propiedad, otorgamiento y delegación
de poderes a las esposas. Se les ordenó además que dijeran qué había sido de sus
16. Expediente concerniente a José Antonio Prada, Madrid. 1824, AGI, Lima 1024.
17. Sin firma, Diario, Río de Janeiro, 26 de diciembre de 1821, AGI, Lima 1023.
18. Hall 1968 [1824], v()111: 254-255.
'
¡¿y
¿¡¡ declaración de la independencia del Perú: Zibermdpor lafí¡crza
Europa
clientes, si estaban enterados de ello, y resultó que casi todos habían huido a
(usualmente podían incluso nombrar la nave que habían abordado ).19
Dos semanas después de declarada la independencia, el Consulado reportó que
cuarenta y tres de sus sesenta y cuatro miembros habían fugado.ºº Esto queda con-
firmado con el hecho que solamente diecisiete de sus miembros firmaron la Decla—
ración, en tanto que cuarenta y dos deñnitiva_mente no lo hicieron y cinco nombres
En realidad
no son lo suficientemente claros como para establecerln con certeza.21
fueron tantos 108 comerciantes que cerraron, que San Martín ordenó que todos 105
establecimientos comerciales propiedad de españoles vo1víeran a abrir () enfrentaran
la confiscación.22
Para el argumento que aquí presentamos es de crucial importancia el número
de
de emigrantes del primer mes (antes de que se iniciaran las expulsiones forzadas
Monteagudo), pero es imposible intentar presentar un estimado real. Debe, con
mdo, haber sido sustancial, puesto que sabemos, para no citar más que unos cuantos
cjgmp105, que la mitad de los nobles huyó, al igual que las dos terceras parltes de los
integrantes del Consu1ado, una quinta parte de] cabi1do eclesiástico y la mitad de la
Audiencia. Y estos tampoco eran invariablemente peninsulares: algunos eran criol1os.
Si tantos miembros de la élite estaban dispuestos a renunciar a todo 10 que poseían,
a dejar su familia y a correr un peligro de muerte, entonces con toda seguridad mu—
chos hombres mucho menos dedicados a la causa del rey simplemente cedieron y
ñrmaron.
Sin embargo, la presión sutil pronto fue reemplazada por una persecución .
abierta de todo aquel que no se apresurara a indicar su entusiasmo por la indepen—
dencia. Ya en agosto, el gobierno rebelde inició su programa de persecución, que
según el sacerdote Méndez buscaba imponer la aceptación de la independencia. Se
impuso a los españoles un toque de queda a1as seis de la tarde; se Ies obligó a efectuar
grandes contribuciones punitivas al gobierno;23 fueron acosados con una campaña
púb1ica de dcnigración en la cual participó el mismo San Martín; se les exilió en gran
número; y, por último, se les destruyó. A comienzos de 1822, se ordenó dejar el país
a todos 105 españoles so1teros que no hubiesen adquirido especíñcamente cartas de
19. uRc1acíón eIevada al Sr. Presidente del Departamento por los escribanos de Lima, informando de
133 t…scrilums extendidas en sus registros por los españoles residentes en cscajurisd1cción». Archivo
Nacional del Perú (en adelante ANP), Superior Gobierno, Leg, 38, C. 1365.
20. Conde de Villar de Fuente a San Martín, Lima, 2 de agosto de 1821, ANP, Archivo His(óricu de
Hacienda, PL 1»10.
21. Se tomó los nombres de los miembros del Consulado de una carta de1Consu1ado a Pezuela, Lima,
27 de ju1ío de 1818, AG], Lima 155.
22. Decreto de San Martín, Cuarte.1 General de la Legua, 19 de julio de 1821, AG], Lima 800.
23. Suplemento :: la Gaceta de1 Gobierno, Lima, n.“ 41, 22 de mayo de 1822.
148 Timothy E. Anna
ciudadanía peruana, renunciando a 13 mitad de sus bienes a favor del Estado.”¡ El
acto de intimidación más conocido fue el confinamiento de dos mil civiles españoles
en el convento de La Merced en septiembre de 1821, cuando las fuerzas realistas
comandadas por el general José Canterac llegaron a 135 afueras de Lima.
A un año de la independencia, 105 españoles habían desaparecido, algo de 10
que Hall da fe.” Paz Soldán sostiene que al desembarcar los rebeldes en Pisco había
más de diez mi1 españoles en Lima, pero que para julio de 1822 no quedaban más
de 600.26 Gaspar Rico, un prominente periodista que estaba con 61 ejército de La
Serna en 105 Andes, calculó que para 1824 un total de doce mil españoles habían sido
muertos o expatriados del Perú en los tres últimos años.27 Paz Soldán Sc regocijaba
positivamente con estas historias de la persecución. En realidad, esta es una de las
tragedias más terribles de las guerras de independencia, pues, además de desacreditar
la autoridad de la Declaración, la destrucción de la parte mejor educada y más ¡3011—
tizada de [a población le asestó un terrible golpe a la joven república. En todo caso,
este sugiere un mayor grado de po1arízación y antagonismo en 61 conflicto peruano
del que usualmente se enfatiza en la historiografía. En las guerras de independencia
hispanoamericanas, semejante aniquilación de 13 vieja élite fue más la excepción que
la regla. Y 6110 también indica cierto grado de inmoderación en 105 actos públicos
efectuados por San Martín, que contradice directamente el supuesto de que gozaba
de un respaldo unánime.
Por 10 tanto, 10 que sorprende no es que tantas personas hayan firmado 13 De-
claración, sino más bien que alguien se haya librado de hacerlo. Los únicos que no
ñrmaron fueron aquellos que estaban dispuestos a huir, a cuya extraordinaria visibi-
lidad cra tal que 105 rebe1des preferían su silencio incluso a su firma. Por ejemplo, de
todos los ministros de la Audiencia, solamente uno de ellos, el peninsular Manue1
María del Valle, firmó. Otros seis ——1os crio1los José Santiago Aldunate, josé de Iri-
goyen y Francisco Moreno, y los peninsulares '1bmás Ignacio Palomeque, Gaspar
Osma y]osé de la Iglesia , en cambio, le pidieron a San Martín que les permitiera
permanecer en Lima después de la independencia, pero no Hrmaron la Declara—
ción.28 Sí decidieron permanecer no fue por una aceptación positiva de 13 república
de su parte, sino más bien al hecho de que su ingreso y sus propiedades estaban en 61
Perú.” No se 1CS obligó a firmar porque con su acatamiento silencioso bastaba; esto
24. Gaceta ¿le! Guln'mzo, 2 de enero, 26 de enero de 1822.
25. Hall 1968 [1824], v01.11: 874
26. Paz Soldán 1868: 314.
. 274 Cifra reportada en ama de La Serna al Ministro de Hacienda, Cuzco, 2 de abril de 1824, AGI, Lima 762.
28. Expediente concerniente a Francisco Tomás Anzotegui, regenle de Lima, 1821, AGI, Lima 795.
29. Por supuesto que era técnicamente ilegal que un oidor tuviera propiedades en general, o que
hundicra raíces en la región donde se hallaba esLacionado, pero en Lima ínfringían la ley
La declaración de [a indepsndendrz del Perú: libmzzd¡mr laj?mmz 149
las protegió, pero un ciudadano menos visib1c no contaba con semejante protección.
Los demás miembros de 1aAudíenc1a huyeron del país. Solamente un puñado de los
jefes de departamento y los directores de 135 ramas de la burocracia real fumaron. El
de más alto rango que 10 hizo fue Pedro Trujillo, un director de 105 reales estancos,
quien habría de conservar dicho cargo en la República, y Antonio Chacón, el conta—
dor mayor del Tríbuna1 de Cuentas. .
El clima de temor era real, estaba difundido y fue de larga duración. Era una
atmósfera de1 todo adversa ¡¡ la formación espontánea de la opinión. A1 no enfati»
zar esto hemos ignorado una de 135 razones principales del fracaso del movimiento
de San Martín en 13 liberación de1 Perú. Aunque resulta imposible saber cuánta
gente apoyaba vo1untariamente a la independencia y cuántos lo hacían contra su
voluntad, el fracaso subsiguiente del movimiento debiera al menos sugerir que la
mayoría lo hacía con escaso entusiasmo. Este punto, al cual volveremos más tarde
con evidencias más sólidas, asimismo sugiere que no hemos evaluado debidamente
;; San Martín, el po1ítico y desencadenante de eventos. El no se sentó a esperar pa—
sivamente & que el Perú despertara y se diera cuenta de la justicia de su causa, sino
que se dedicó más bien a fabricar la opinión pública sobre la cual había prometido
fundar su movimiento.
En ningún 1ado vemos con más claridad las maquinaciones de San Martín,
como en las ceremonias formales que organizó para proclamar la independencia el
28 de ju1io. En medio de gran pompa, cl Protector declaró: <<Desde este momento, el
Perú es libre e independiente, por 13 voluntad general de su pueb1o».ºº ¿Qué esperaba
conseguir con este colorido espectáculo? Hall, quien estuvo cerca de é1 ese día, nos
da uña respuesta: <<fuc una cuestión de exhibición y efecto, y del todo repugnante &
sus gustos. A veces me pareció detectar en su rostro una expresión momentánea de
impaciencia o desprecio de sí mismo por haberse prestado a semejante farsa [...]…
Tal como Hall advirtió, la publicación de 108 nombres de las personas que hicieron
consistentemente. Una serie de cscánda105, que estallaron entre 1808 y 1815, trajo esto a la 1uz.
En 1812, luego de una extensa investigación, se advirtió a seis ministros de que debían cambiar
de camino a enfrentar una musa púb1ica en su contra. Sin embargo, se autorizó al virrey & que no
tomara medida alguna si sentía que la rebelión 1e p1anteaba una amenaza demasiado grande a la
seguridad pública, y en 1813 fue por dicho motivo que suspendió toda otra medida. E1 Consejo
de las Indias respondió suspendiendo a Cuatro minislrus y ordenando a todos que se dcspojaran de
toda propiedad directa de tierras, y que solamente administraran las que pertenecían a Su esposa
o hijos, Por ejemplo, Manuel del Va1le poseía tres haciendas en ese entonces. En 1815, el rey in-
tentó recrifica…r estas ilegalidades ordenando el retiro del regente, la suspensión de tres ministros,
trasladando uno más, ¡ubilando otro y dándole una advertencia a otro más. Ello no obstante, 1a
mayoría de los oidores ministros censurados o desplazados permanecieron exactamente donde es—
[a1)an hasta 1821. Consulta, Consejo de las Indias (en sesión plena), Madrid, 28 de junio de 1815,
AGI, Lima 602.
30. Gamio 1971: 68-77.
150 Tínml/7y E. Anna L,4 derkzmcízíu al: la independencia del Perú: libermdpar La fmrza 1j]

este juramento a la independencia <<comprometió profundamente a muchos que se Cuadro ]

habrían sentido muy complacidos dc poder haber escondido su aquiescencia en este CENSO DE LIMA DE 1790*
asunto»?1 Este, claro está, fue también el objetivo de la recolección de las 3504
ñrmas de la Declaración de 1a independencia. Y ha palabra c1ave sigue siendo <<aquies-
cencia», no así respaldo.
La tercera proposición de Tado —que las ñrmas no refiejaban la auténtica élite
Religiosos
limeña, sino más bien a 10s letrados ambiciosos y sedientos de poder—— requiere que
escudriñcmos una muestra de los firmantes según su ocupación. La importancia
de la variable de la ocupación queda indicada por el notable censo llevado a cabo
en 1790 y que fuera publicado por la 1¡bcral Sociedad Académica de Amantes del
País. Este censo (cuadro 1) constó no solo de un esbozo genera1 de la población de
Lima, sino que inc1uyó además una lista de sus habitantes según su <<dcstino y catc-
goría». Esto es extremadamente valioso, puesto que la ocupación dice tanto sobre la
posición social y las percepciones de una persona como cua1quier otro criterio. Y al
mismo tiempo sugiere también su clase social. Mostramos que el censo de 1790 es
aplicable a la Lima de 1821, comparándolo con el que fuera llevado a cabo en 1815
y que seguía usándose en 1821 (cuadro 2). Este último censo solamente muestra
ligeros cambios en la estructura y 61 perñl de la población limeña en 10s años que Solteros
mediaron entre ellos.32

Miembros profesos de las órdenes regulares 711

3]. Hall1968[1824],v01.1:260-261.
32. Sin embargo, no podemos usar e1 censo de 1815 para presentar un cuadro auténtico de la sociedad
limeña, puesto que fue prcparado para repartir la ¡E:presentación en las Cortes constitucionales
(que gobernaron a1 imperio en 1812-14 y 1821—23). A1 dividir artificialmente ¡¡ 111 población en
categorías consrituclonalcs, distorsionó seriamente la división en clases, Los “ciudadanos con ejer—
cicio» (con voto) eran varones adultos blancos y cabezas de familia que probablem€n(c sabían leer
y escribir o eran scmíana1fabems, en mmm que 105 <<ciudadanos sin ejercicio» eran personal mi1itar
peninsular estacionado en Lima, menores de edad y b1ancos que claramente no alcanzaban la con»
dicíón de ciudadanía (por ejemplo, por su ocupación, ingreso o analfabetismo). Resu1ta confuso
que las ciudadanas fueran 135 esposas & hijas de ambas categorías. Cada virreinato deñnió la ciuda-
danía por su cuenta, puesto que la Constitución la dejó de modo vago. Sin embargo, la distorsión
más grande es que la categoría ((españolcs» ya no signiñm …una», cama sí 10 era ames, Las Cortes
especíñcamcme decretaron que & indios y mestizos se1es debía Uamar <<españolcs», de modo tal que
dicha categoría incluyó a todo aque1 que no fuera un re1igioso prºfeso, regular () secular, un esclavo
() un extranjero, esto es, indios, mestizos y castas. Aun así, en ninguna de 135 demás provincias del
Perú se enumeró a un <<indígcna» como mepañul», lo que es un indicio directo de que, en Lima,
los ¡mms indiºs que allí vivían ya no eran considerados ((indígcnas».
ua…
. 152
Timothy E Arma La derlamcíán de la independencia del Perú: libertadpor lafimza 153
vime

Cuadro 3
LA éLITE MASCULINA DE LIMA POR OCUPACIÓN, SOBRE LA BASE DEL CENSO DE 1790

Miembros profesos de las órdenes

71 1 28,6
regulares

Curas 10 0,4
Tcnientcs de cura 19 037
Esslavosf …__ …… …………_
Clérigos sccu1ares 229 9,2
Fuente: “Plan demostrativo de la población comprehendída
en el recinto de la Ciudad de Lima». Uma, 5 de Órdenes menores 16 . 0,6 Rc11gióñ
diciembre de 1790, AG], 1ndíferente 1527.

* ,ste censo solo comprende ¡a ciudad y el Cercadn (que para 1790 Sacristanes 34 1 ,4 41,7 ()/o
simplemente significaba <=nlrededores»). no
la provincia o intendencia de Lima. Dependien tes de la Inquisición 21 0,8
T Esta es la única cifra que no fue tomada directamente del o la Cruzada
censo. Este muestra un total de 1512 habitantes en las
casas religiosas de varones, 10 que inc1uye 711 miembros profesns,
149 esclavos y 94 criados. Concluye que los
rcstames 438 habitantes de estas casas eran novicios o jóvenes en divcrsas
etapas de un noviciado potencia1 (¡ rea1,
i Solamente había 8960 negros (hombres y mujeres), pero 9229 esclavos
hombre:: y un número no especifica-
do de esc1avas, Por lo ¡amo, la esclavitud no quedaba limitada a los negros. E1 censo
de 1813 muestra 12.265
esclavos de ambos sexos.

Cuadro 2
POBLACIÓN DE LIMA POR CATEGORÍA CONSTITUCIONAL,
1813, Empleados reales 426 17,1 Real servicio
TODAVÍA EN uso EN 1821*
Fuero militar 27 1,1 18,2 º/0

11.239

Total élite masculina 100,0

Tma1 ' 56.284

antt: <<Censo general de la pob1ación de Lima hecho a Gnrs
del año de 1812», AGI, Lima
747,
* Este censo solamente comprende 133 seis parroquias que conforma
'
ban1a ciudad, no el par—
(¡do del Cercado (uno de los ocho distritos constitucionales
representados en la Diputación
Provincial, y que juntos conformaban la provincia de Lima),
154 Tímatll) F Anna
El censo de 1790 nos permite identificar a la élite masculina que formu13ba
las políticas, simplemente eliminando aquel1os habitantes cuya ocupación les habría
dcñnido ——en términos de 135 categorías de 1813— como <<vecinos sin ejercicio» o
de estatus inferior (cuadro 3). De este modo eliminamos a todos los esclavos, a todos
los criados, fueran blancos o castas, a todos 105 menores de edad, todas 138 mujeres
y a todos los varones cuyas ocupaciones no eran de 1a élite.33 Estas son las personas
que ordinariamente no habrían esperado haber tenido voz alguna en 105 asuntos
públicos.
Habiendo eliminado así las obstrucciones, podemos decir quiénes eran los que
formulaban las políticas en Lima, Un hecho sorprendente surge de inmediato: 41,7%
de todos ellos eran religiosos regulares o seculares, hecho este que debe dar un nuevo
significado al viejo c1iché de una sociedad colonial <<abrumadn por los sacerdotes».
Algunos de 61105, claro está, efectuaban servicios sociales realmente esenciales como
cu'ras parroquiales, maestros, predicadores y administradores de fondos y propieda-
des eclesiásticos. El1o no obstante, un asombroso 28,6%, el grupo más grande de la
élite masculina, formaba parte de las órdenes regulares, muchos de los cuales vivían
supuestamente enclaustmdos. Esto indudablemente era una sangría considerable de
los recursos tanto de Lima como de sus principa1es familias, cuyos hijos conforma—
ban este grupo. En esta sociedad en la cual eran tan pocos los que conseguían educar—
se y capacitarse, más de una cuarta parte de 13 élite masculina alfabeta para decirlo
sin tapujos— no usaba sus capacidades y talentos en contribuir directamente al bien
común. Hemos combinado a otro grupo de personas involucradas en los negocios,
el comercio y la agricultura, y suman en total 26,3%. Estos hombres suministraban
la mayor parte de las rentas del Estado y de los bienes y servicios para la sociedad.
Y si bien ellos asumían la mayor parte de las cargas del mundo secular (juntamente
con la nobleza titulada), también cosechaban sus más grandes beneñcios. Un tercer
grupo, que comprendía 18,2% del total de la élite, 10 conformaban los empleados
del gobierno y los residentes permanentes que tenían 61 fuero militar (no se contó
53. Por ejemplo, hemos eliminado a los cirujanos mas no a los médicos, dado el estatus mucho más
bajo de los primeros. Esto siguió siendo cierto incluso después de la fundación del Colegio de Mc-
dicina de San Fernando, puesto que este no recibiría hasta 1815 la cédula formal de permiso para
que formara alumnos, lo cual hace que sea probab1e que1a mayoría de1os cirujanos practicantes
en 1821 hayan seguido siendo del viejo tipo autodidacta. E1imínamos & lospulperw pero rc:uvimos
:; los nba.rrecez¿orrs, puesto que los primeros en… los tenderos de la esquina y minoristas, en umm
que los segundos eran mayoristas y grandes ncgociantcs. Los artesanos, trabajadores y jornaleros
son fáciles de e1íminur, pero retuvimos a 103 fabriamtcs emm 1a élite, puesto que serían propietarios
de ubrajes de 'manufacturef. Los estudiantes y 103 novicios religiosos serían menores de edad, o al
menos se les vería como hombres que aún no eran 10 suficientemente maduros como para haber
ingresado a su profesión, Los <adcmandantes» probablemente son aquellos integrantes de la ¿1132
cuya ocupación no estaba clara a1 momento en que se llevó a cabo 51 censo, puesto que se encon—
traban en proceso de solicitar un rea1 nombramiento, estaban haciendo juicio por una herencia o
esperaban que se tomaran medidas sobre una solicitud de. un cargo burocrático.
La dadar/tcián (le la independencia del Perú; Iiberma'por la]?zerza 155
a 105 miembros peninsulares del real ejército, puesto que ellos no eran vecinos). Las
restantes ocupaciones desafían toda agrupación y podemos dejarlas solas. El grupo
socialmente más distinguido, pero no necesariamente el más poderoso o el más rico,
10 conformaban quienes tenían títulos de nob1eza españoles.
Antes de seguir avanzando, debemos enfatizar una característica importante de
esta élite. Uno muy naturalmente se sentiría tentado de asumir que ellos, al igual
que sus pares en el mundo contemporáneo de Norteamérica () Gran Bretaña, eran
propietarios, y a decir verdad que un requisito fundamenta1 para Formar parte de
13 élite con voz política habría sido contar con propiedades. Sin embargo, en Lima
esto no era 251. Una lista de los propietarios de bienes raíces en 1820 (preparada &
En de gravarlcs con una contribución de guerra especigl) muestra que solamente
814 varonc< contaban con ellos. Los restant€s propietarios eran 571 mujeres y /15
instituciones redes como colegios, conventos, hermandades, parroquias, cofradías,
oratorios, hospita1es y agencias gubernamentales.54 Y, sin embargo, la élite mascu1ína
total por ocupación era tres veces más grande. Por 10 tanto, los bienes raíces no eran
un prerrequisito para formar parte de la élite. Casi todo e1 c1ero, 105 oñciales reales y
los empleados privados vivían en alojamientos que les habían sido proporcionados
o arrendados. Para la mayoría de los limeños, <<propicdad» quería decir dinero en
efectivo, mobiliario, existencias o inversiones. Los mayorazgos eran la única parte de
1a población en 13 cual 103 bienes raíces y el estatus eran sinónimos. De este modo, la
ocupación era el determinante principa1 del estatus y podemos usarla con seguridad
La élite ocupacional sumaba en total 2489 personas. Estos hombres, y solamen—
te ellos, conformaban la auténtica é1ite. Solo a ellos se recurriría en circunstancias
normales para que ñrmaran un documento público tan importante como la Decla—
ración de la independencia. Un detalle a tener en cuenta es que, en la mayoría de los
casos, los 711 miembros profesos de las órdenes regulares (menos todos los prelados)
habrían sido exceptuados, 10 que habría hecho que 61 total de la élite que formulaba
las políticas fuera aún más pequeño, a saber 1778 varones, Sin embargo, el censo
' de 1813 muestra que Lima tenía 5243 ciudadano:; que votaban, 61 doble dc la élite
ocupacional. La única forma de explicar esto es recordando que, en esta ciudad, 1a
Constitución dejó la cuestión del sufragio de modo tan vago que se la debe haber
formu1ado de modo lo suficientemente amplio como para que incluyera a muchos
blancos que no formaban parte de la élite. En este sentido, 13 Constitución y las Cor—
tes provocaron una impresionante liberalización de 1a clasiñcación social de la época,
que sahcmns parecía ser realmente peligrosa para absolutistas como el virrey Abascal.
E11a empero era necesaria puesto que ahora, debido a una extraordinaria extrava—
gancia de los legisladores, los blancos estaban a punto de perder su distincion socía1
34. Lista de propietariºs de inmuebles, Lima, ANP, Superior Gobierno, 1,… 37, C. 1335.
 156
Timothy E. Anna La ¡lalamcián de ¡(l independencia del Jºmi: líbcrtadpar Íafi:erza 157

de indios y mestizos. Sea como fuere, el hecho más significativo que se

desprende validada. La Declaración de la independencia simplemente es una enumeración de
es que casi exactamente la mitad de 105 ciudadanos sufragantes de 1815
y 1821 no habitantes y no una demostración espontánea de la opinión pública. El problema
formaban parte de la élite (en tanto que más dc1 80% de ellos no eran
dueños de con esta técnica es que, a fin de suministrar alguna forma de control nos tuvimos
inmuebles).
que limitar, a lo largo de1 presente estudio, a las personas a las cuales logramos iden—
Si comparamos entonces estas cifras con el total de 135 ñrmas presentes en
la tif1car por ocupación antes de la Declaración. Por 10 tanto no será posib1e identiñcar
Declaración de la independencia, podemos ver que dicho total es de 1015 más
que & todas 1515 mil personas así estipuladas. En efecto, de todos los firmantes solamente _
61 total de 1a é1ite masculina, según quedara determinado por su ocupación. Es más,
1ogré identificar algo menos de quinientos por ocupación. De ellos, 127 ñrmamn
si recordamos que ella fue ñrmada solo después de que una gran parte de la
élite au— tempranamente y 81 tardíamente. Es muy poco lo que podemos decir acerca de las
téntica fugara de Lima —-—-no resulta descabellado que hayan sumado varios centena
- tendencias políticas de estas 208 personas, puesto que limitamos únicamente a los
rcs——-, queda claro que el alegato de Tado de que las personas equivocadas firmaro
n actos positivos que indican convicción política nos limita aún más, pero, a partir de
cuenta con bastante sustento. Inc1uso si todos 105 2489 miembros de la élite
autén- la información fragmentaria con que contamos, los primeros Hrmantes se pasaron
tica hubiesen firmado (y cs manifiesto que no lo hicieron), también 10 hicieron
más al bando realista con mucha menor frecuencia que los qué lo hicieron tardíamente
de mil otros cuya opinión normalmente no habría contado. Los firmantes no eran
(véase el Cuadro 4). Por 10 tanto, estos últimos pueden ser caracterizados como
en modo alguno la <<cscoria» de la ciudad,55 pero se trataba Fundamentalmen
te de los personas considerablcmente menos entusiastas con respecto a 13 independencia, 10
blancos que no formaban parte. de la élite y que estaban <<11aciéndosc ¿ sí
mismos» en que sugiere vigorosamente que estaban firmando por un sentido del deber, o porque
el contexto de 1a sociedad de su tiempo.
alguien se los exigió; también fueron menos activos políticamente en 13 República.
Tado quiso decir mucho más que simplemente indicar que personas que
no
eran de 1a é1ite ñrmaron; también sostuvo que un número significativo lo
hizo in-
voluntariamcntc. E1 mero hecho de que el movimiento a favor de la indepen
dencia Cuadro 4
posteriormente fracasara no prueba esto (aunque ciertamente que sí le sugiere)
.Y FIRMANTES IDENTIFICADOS POSITIVAMENTE POR OCUPACIÓN:
tampoco lo hace 51 hecho muy conocido de que muchos ciudadanos promine
ntes UNA MUESTRA PARA INDICAR LA POSICIÓN DE LA FIRMA EN LA DECLARACIÓN,
inicialmente apoyaron 12 independencia pero posteriormente se volvieron a1 fídelis-
Y LA CORRELACIÓN DE LA POSICIÓN CON LA CONVICCIÓN POLÍTICA
mo, puesto que podrían simplemente ser ejemp1os selectivos. Lo que debemos hacer
es impugnar efectivamente el supuesto de que los firmantes de la Declaración Fueron
partidarios de la independencia. De poderse hacer esto, la tesis de Tado será
creíb1c.
Si 1th tiene razón, solo los primeros firmantes fueron los partidarios más
ac- Ocupación 500
tivos de la independencia. Cuanto más tarde firmara una persona, tanto más 500
te—
nuente sería para esta causa. Debiera ser fácil verif1car esta interpretación: tomemo
s
los primeros quinientos firmantes y examinemos su comportamiento subsigui
ente
en busca de indicios positivos de que se hayan mantenido firmemente a favor de
la
independencia. Tomemos también los última: quinientos firmantes y busque
mos
en (¿1105 indicios positivos de un realismo incipiente. De encontrar estas tendenci
as,
esto es, si firmar tempranamente signiñcó una ardomsa rebeldía y hacerlo tardía—
Ordenes menores —— ——
mente significaba firmas conseguidas bajo coacción y que no indicaban la verdade
ra
preferencia política del firmante, entonces la interpretación hecha por Tado quedará ción , C _ ,
Hacendados 2 1

35. La comparación de 105 ñrmanles con las listas de criminalex muestra que ninguno Fabucantes
de estos firmó.
Del mismo mudo, tampoco encuentro ejemplo alguno de un estudiante o ¡: …
extranjero que haya
ñrmado, Vale la pena señalar esto ú1t1mo, en particular dado que 13 fuerza cxpedicion Empleados de oñcms
aria de San
Martín estaba conformada mayormente por personas que no eran peruanas. ………RÚX%QQL………
158 159.
Timothy E. Anna ¿¿ ,igglarazírín de la indzpena'encia delPrr1¡.' Ííbmrzdpnr Iafi:erza

...w'e'ne
podría ser que se trató de una cuestión de con qué opciones contaban. Es esto 10 que
les separa de las personas del mismo estatus que se rchusaron a fumar.
:ervmu Fuero Mxhtar 8 2 Por ejemplo, el censo de 1790 muestra a cuarenta y nueve títulos de Castilla
1
que vivían en Lima 0 <<pertcnecían» a ella, en tanto que en 1821 aún existía el mismo
HAbogados 21 _ 2 …'1rnerco.º6 En esta ú1tima fecha, ocho de los títulos estaban en manos de mujeres,
quienes no podían ñnnar la Declaración. Pero otros cuarenta y uno los poseían varo»
Escrlbanos 3 —— nes (la mayoría de los cuales definitivamente se encontraban en Lima en ese enton-
ces), y de dicho número solamente diecinueve Hrmaron (véase el cuadro 5). Con una
Síndicos de religión —— »— inspección más detenida parecería que 121 mayoría de estos diecinueve eran, o bien
hombres muy jóvenes que recientemente habían heredado su título, como Vega del
Nota.rios ... __
* Ren, Vistaf10rida (el heredero del gran Baquíjano), San Juan de Lurigancho () San
juan Nepomuceno, () sino poseedores de los muy <<nuevosv1 títulos otorgados desde
J:kpecízzle: Ana1fabctos 2 4
comienzos de siglo, como Casa Boza, Casa Saavedra, Casa Dávila y Torre Antigua
del Orué. Estos hombres usualmente nacieron y fueron criados en Lima, y tenían
Caizoíccio'n política en lo:
¡¿quimte: 3 año:
títulos que fueron otorgados específicamente para recompensar a familias criollas.
Se identiñcaban con el Perú y habrían sido forasteros en la misma Castilla de donde
provenían sus títulos. Además, y tal como 11311 anotase aludiendo a nob1es como
Se conv1mó al realismo 74 7 _ 7 4
Torre Tagle, la independencia ofrecía <<a personas así ubicadas un gran incremento
en su fortuna y rango»?7 Los nobles que firmaron y que eran de mayor edad o que

vt¡;u
La correlación entre la posición de 1a ñrma y 1.1 preferencia política auténtica tenían títulos más antiguos, o bien aquellos que tenían una fuente de ingreso () fami-
prueba que no podemos asumir que una persona apoyó la independencia simple— lia en Europa, como el Conde de Montemar, tendieron a huir del país poco después,
mente porque firmó la Decláracióri. En su intento de conseguir un medio de prov puesto que contaban con la opción de huir.
paganda al cual podrían usar para incitar a otras partes del Perú, y como una espada
de Dam'odes que sostener sobre la cabeza de los ñrmantes, los rebe1des cayeron en 1a Cuadro 5
trampa más común de quienes Fabrican un referendo. Hay demasiadas firmas para el TÍTULOS DE CASTILLA EN LIMA EN 1 821
tamaño de la élite políticamente c1ocuente que Lima podía tener en ese entonces, y
demasiados ñrmantes no dieron señal alguna de apoyar la independencia, sino que
muy por el contrario fueron siempre realistas. En 10 que a este punto respecta, Tado Título Cºmenta (¡
aprueba el examen.
¿Entonces cuáles fueron los motivos que guiaron a los firmantes, índepcndierk Marqués de Casa DáviIa
tementc de su verdadero sentir con respecto a la independencia? La historiografía
estándar enfatiza únicamente a aquellos ñrmantes de gran riqueza, posición socia1 Conde de Casa Saavedra T1'Lu1o ¿rando en 1820
o prestigio. Dado que nos interesa más 13 mayoría de los firmantes que 105 pocos
escogidos y no representativos, ocupémonos primero del puñado de nuestras ídentí»
Conde de Lagunas
ñcaciones ocupacionales que realmente eran líderes de 13 sociedad. 7111…

Fuera de la coerción, que sabemos fue empleada contra algunas personas, ¿qué
motivos principales podrían haber hecho que ñrmasen? Para los firmantes realmente
prominentes, el motivo resulta ser uno perfectamente obvio: el grado en que se iden-
tificaban, ellos y sus intereses, con el Perú. No es una cuestión de dónde nacieron,
sino de cuáles eran sus familias (: ingresos. Una Forma menos positiva de decir esto
56. Esta cifra proviene de una lista de prupicLarins de inmueb1ss en 1820, ANP, Superior Gobierno, 11.
37, C. 1335. La nobleza titulada, ¿ diferencia de otros miembros de 1a élite, debía lencr inmuebles,
puesto que este cra un prerrequisito indispensable para la posesión continua de un dru10.
37. Hall 1968 [1824], VOL 1: 114.
 Tímuth_y E. Anna La declaración de la independencia del Perúr libertadpar la]?zerza 161

No vivía en Lima en 1821, intendente

Marqués de Torre Tagle
de Truji1lo
Conde de Montemar y de Monteb1anco Hu ó asteriormente

Heredó el título después de 1812, faÍlcció cn

Conde de San Isidro
el Callao
Comandante realista
…
Hcredó el título en 1821, huyó y sus propie
Marqués de San Juan Nepomuceno
dades fueron conñscadas Comentario

Conde de Torreblanca

Hcrcdó el título a comienzos del decenio de Madre de Juan Bautista Lavalle,

Conde de la Vega del Ren
1800, cuando joven intendente de Arequipa

Mar u a de San Migue1

Fomenlarin
Fuente: <<Lista de los individuos que poseen chas en esta ciudad», 17 de mayo de 1820, ANP, Superínr
Gobierno, L. 37, C. 1335,
Nam: uu incluí a1 barón de Nordcnñicht como título1imeño, aun cuando en 1820 todavía tenía propiedades 3111.

Oidor; huyó
Otro grupo realmente de élite cm el puñado de grandes comerciantes y p1utó-
cratas, como los millonarios José Arizmendi y Pedro Abadia, 0 Manuel y Fernando
Permaneció en Lima Exhelme, (: el Conde de. San Isidro y 61 de Villar de Fuente. Sus motivos tampoco son
difíciles de descubrir, puesto que eran los empresarios independientes más importan»
Tal vez la fami1ía noble más importante (Man— tes de Lima. Hacía tiempo que eran activos en 61 comercio exterior y, a decir verdad,
rique de Lara), emparentada con Montemim, cm por dicha razón que habían caído bajo la sospecha popular. Ellos buscaban poner
Montemar, Feria y San Carlos
fm 31 ineficiente monopo1ío comercial hispano Como recompensa de 1a independen»
cia. En esto contrastaban con la mayoría de 105 miembros del Consulado. Pero todos
quedaron decepcionados, puesto que la perturbación del comercio y las incesantes
demandas de dinero hechas por (:1 gobierno hicieron que la mayoría de ellos que-
braran. Muchos se pasaron al bando realista o se fueron al exilio. Entre 6005 estuvo
Arizmendi, el comerciante más rico de Lima, cuya compañía ganaba 120 millones de
Conde de San Xavier reales al año, y cuyas propiedades fueron tasadas en 2.172.000 pesos inc1uso después
de que hubiese fugado del Perú.38 E1 vacío que su destrucción generó fue cubierto
Conde de Sícrmbe11a

38. Expediente concerniente a José Arizmendi, Madrid, 1825, AGI, Lima 604.
 162 Timothy E Anna
de inmediato por los comerciantes ing1cscs que acudieron masivamente al Perú en
1821, contando con la protección de la marina real.
Un tercer grupo notab1e de firmantes, que los historiadores invariablemente
enfatizan, son 105 hombres de Iglesia de alto rango. El arzobispo Bartolomé de las
Heras, el dcán Francisco Javier de Echagiie (quien administró la arquidiócesis por
varios años tras 61 exilio de las Heras) y la mayor parte del cabildo catedralício Hr-
maron. La explicación, una vez más, es el grado de su identificación con 61 Perú
y su deseo de continuar viviendo allí. El arzobispo, como es bien sabido, tomaba
con total seriedad su puesto como jefe de la Iglesia peruana. Había vivido la mayor
parte de su vida cn el Nuevo Mundo, tenía más de ochenta años de edad, amaba a
Lima y esta le quería tanto que, en la última década antes de la independencia, e1
cabildo de la ciudad y dos virreyes propusieron que se le nombrara cardenal.59 ¿A
dónde más podía ir? Sin embargo, 61 gobierno de San Martín respondió de forma
distinta: le expulsó, dado que constituía la piedra angular de su campaña contra los
españoles. El resto del cabildo catcdralicio se identiñcaba con América de modo aún
más íntimo, puesto que veinte de sus veintiséis miembros, de Echagiie abajo, eran
americanos. En efecto, dieciséis de ellos eran peruanos y de estos diez eran limeños.“
Este hecho debiera desvanecer toda tentación de saltar a la conclusión de que, en
Perú, los americanos fueron excluidos sistemáticamente de los cargos ec1esiásticos
más altos. Muy por el contrario, durante los últimos veinte años de1a época colonial
fueron ellos quienes manejaron la Iglesia, y naturalmente e1igieron seguir haciéndo-
lo. Quince años antes, 61 cabí1do aún tenía veinte americanos y tres europeos.41 La
célebre crítica que Ríva—Agúero hiciera en sus 28 causa:, de que a los criollos se les
negaban los mejores puestos en 1ajerarquía, simplemente no era cierta, El 1'espaldo &
1aíndependencia que encontramos entre los curas de Lima cra tam hién¡un producto
de su identiñ cación local.
Los médicos son un cuarto grupo de firmantes al cual frecuentemente se men-
ciona. Una vez más se trata de un grupo conformado sxc1usivamentc por peruanos,
usualmente formados también en Lima. Uno de ellos, el célebre Manuc1Va1dés, cm
en realidad un mestizo, cuya1impieza de sangre bajo el sistema virreinal es a menudo
39. Consulta, Consejo de Indias, Madrid, 16 df: junio de 1817, AGI, Lima 1018-B. El rey aceptó hacer
un pedido Formal al Papa a través de su embajador en la Santa Sede, pero reconoció c1aramente que
el honor rca] era hacer el pedido.
40. Solamente había un europeo, cuatro cuyo 1ugar de nacimiento no se especifica, y un nombrado
que aún no había arribado, <<Estado de la Iglesia metmpo1itana de Lima», 1820, AG1, Lima 1566.
En 1820, en otras dos diócesis peruanas, las caredralcs estaban repartidas como sigue: Truji110 tenía
un obispo español y un capítu1o conformado por cuatro criollos y tres europeos; Arequipa tenía un
obispo :riol1o y un capítu10 cºn cuatro criollos y tres europeas.
41, a1.ima, Estado de su Iglesia», sin fecha pero de a1rcdedor de 1807 (después del nombramiento de
Las Heras), AGI, Lima 1566. No se da el 1ugar de nacimiento de uno de sus miembros,
La declaración de la indq)endenda del Perú: líbermdpor Íaf¿erzd 153
citada como prueba de que algunos que no eran blancos lograron ascender bastante
en la vida profesional. Esta extraordinaria generación de cientíñcos y ñlósofos fue-
ron los fundadores o los primeros en graduarse en el Colegio de Medicina de San
Fernando de Lima. Su representante más importante y 61 ñ1ósofo-cstadista incuestio—
nado de la emancipación peruana fue Hipólito Unanue, quien ya era un connotado
estudioso, escritor y médico antes de 'la independencia, y después de la cual ocupó
tres ministerios distintos, fue presidente de1 Congreso y presidente del Consejo de
Gobierno. Otros integrantes de este grupo fueron José Pezet, Félix Devoti, José Ver-
gara, José María Falcón, Miguel Tafur, Laureano de Lara y Pedro de Echevarria.“2 No
podemos negarlcs su g1oria, pero en honor a la verdad no debemof romantízarles. En
tota1, este grupo constaba de solo unos diez hombres, que_debidu 3.1 alcance de sus
intereses y logros no eran rcprescntarivns de 13 é1ire. Aunque varios de ellos formaron
parte del Congreso, solo Unanue desempeñó un papel importante en la República,
puesto que en 13 era de 105 caudillos había poca cabida para 105 ñlósofos.
Volviendo, entonces, de 135 nada representativas cumbres olímpicas de 1a socie—
dad1imcña personiñcadas por un Las Heras, Unanue o Arizmendi, el hecho es que la
inmensa mayoría de los firmantes identificados fueron hombres que aún no habían
“alcanzado la cima de su profesión, o que sentían que su avance estaba bloqueado
por impedimentos reales o imaginarios, o muy simp1emcntc que jamás esperaban
alcanzar la cúspide. A1gunos eran como el futuro presidente josé de la RivaAgiíem,
cuya vida entera había sido una angustiosa lucha por conseguir ((lº que se merecía…“
42. Arias-Schrciber1971: 108.
43. Los contratiempos persona1£s y Hnancíeros que Riva—Agíiem sufrió en ::1 decenio de 1810 fueron
sumamente serios, especialmente para un hombre con sus pretensiones. Por ejemplo, en 1811 se
quejó a1 rey de 1u desproporción que había en 105 cargos otorgados a los peninsulares, en la mis-
ma carta en que solicitaba que se le nombraxa ya Fuera como director del Estanco c1e1 Tabacn 0
contador mayor de1 Perú (dos de los cargos más altos ¿1e1 virreinato), 10 que constituía un pedido
absurdamente pretencioso de parte de un joven de 27 años que solamente había sido real mnp1cadu
con dc(1icación cxc1usiva durante un año: Lima, 23 de ju1io de 1811, AGI, Lima 772. Su trauma
más serio fue su renuncia como contador ordenador del Tribunal de Cuentas en 1814, 10 que
según é] se debió a una conspiración entre el virrey Abascal y el contador mayor Antonio Chacón,
para dejar así libre el cargo para el yerno de Chacón. En una declaración [ilu1mla F.xc/amrlcia'?z, y
que fuera dictada a un secretario en pleno calor de su vergiícnza ¿: ira (como él mismo admitió),
Ríva—Agúero presentó muchos de 105 agravios criollos fundmnema1es que historiadores posteriores
a veces han aceptado de modo acrítico como verdades factuales: Carta a los directores de Hacienda
Pública, Lima, 26 de 317111 de 1814, AGI, Lima 1019. O…) gnlpe más 11536 en 1817, cuando se 18
ordenó devolver al rey 4901 pesos que había cobrado como sa1ario de su sinccura como guarda-
vista de: la ceca (lc Lima entre 1805 y 1809, cuando en realidad estaba viviendo en Europa: Real
Orden, Madrid, 27 de mayo de 1817, AGI, Lima 1467. ¿Cuántos de nosotros podríamºs devolver
msi cinco años de sa1ario en una sola cuota? Por otro lado, ¿cuántos de nosotros sentiríamos que
tenemos derecho a seguir cobrando un salario 51 no estamos cumpliendo con nuestros deberes? Por
último, a la madre de Riva»Agíiero se le negó la pensión de viudez completa de su segundo esposo
(su padre), con el tccnicisrno absurdo de que 1a rea1 cédu1a que le permitía contraer matrimonio
se había perdido en 13 mar. Ella tuvo que contentarse con cobrar la pensión mucho más pequeña

¡54 Timothy E. Anna
Otros eran como 61 sacerdote y profesor Francisco Javier Luna Pizarro, quien pos-
teriormente sería arzobispo y que ya en 1821 era un querido profesor y pensador.
Sin embargo, de estos dos tipos el que predominaba inmensamente entre los demás
firmantes era el de Riva-Agiícro, tal como Tado 10 sostuviera. Estos eran 105 abogadi-
llos, los burócratas de medio pelo, los pequeños empresarios, 105 hombres de Iglesia
sin imaginación, aspirantes todos a posiciones sociales y económicas más altas, mas
no los luchadores por la libertad o defensores de los oprimidos. Ellos culpaban de
su falta de ascenso a la inñexibilidad de las instituciones imperiales hispanas antes
que a sus propios defectos, y todos mantenían el ojo vigilante, aguardando su gran
Oportunidad.
Esto no quiere decir que no.habrízm sido una roca 10 suficientemente sólida so»
bre la cual conscruir1a independencia, ¡pero sí nos ayuda a explicar por qué razón no
10 fueron! Hal1 señaló que, en julio de 1821, los ciudadanos de Lima se caracteriza-
ban por aun absorbente egoísmo», al que explicó de1 siguiente modo: <<Los limeños,
largo tiempo engreídos por el lujo y 13 seguridad, y ahora bastante despiertos por
vez primera a las miserias y peligros reales de la vida, no podían adquirir de golpe
la facultad de balancear motivos»f“ Esta fue la debilidad fundamental de la novata
rcpúb1ica de San Martín. Una independencia fundada íntegramente sobre el interés
egoísta habría tenido que satisfacer dichas aspiraciones.
San Martín, que era un po1ítico y no 51Mesías, rea1mentc habría sido negligente
si no hubiese usado este egoísmo en provecho de su causa. A medida que su fuerza
expedicionaria avanzaba sobre Lima, fue emitiendo diversas proclamas dirigidas a
la nobleza, a los soldados crio1los y españoles, a los peninsulares y a la población en
general, e incluso al sexo débil», asegurándole a cada grupo que bajo su régimen
sus privilegios serían protegidos y ampliados, además de hacer tentadoras promesas
de recompensa. Por ejemplo, a los nobles les dijo que el sistema virreinal les había
tenido como <<una clase inerte[,] sin función» alguna en medio de una sociedad de
soldados y esclavos, y prometió que con él ellos estarían al mando.45 Sc dcspachamn
cartas privadas a líderes de opinión escogidos como los regidores de la ciudad, 61
arzobispo o ¡:1 periodista Gaspar Rico.“ San Martín le prometió algo a cada sector de
la población, desde el más alto hasta el más bajo.
de su primer esposa: Consulta, Consejo de1ndius, 1vÍadrid, 21 de 313111 de 1818, AGI, Lima 1019.
Como agravios genuinos contra la <<tiranfa hispana», estos no valen mucho, pero (21 vez fueron
golpes1o suñcientemenre fuertes a su ego como para que delonamn su lechazo del régimen realista.
¿Cuántos otras quejas criollas dc tiranía surgieron a partir del mismo tipo de motivos?
44. Ha" 1968 [1824], vn1. 1: 2827283.
45. San Martín a la nobleza peruana, 1820, AGI, Indiferente 313.
46. San Martín a Las Heras, Huaura, 20 de diciembre de 1820; y a Rico, 21 de diciembre de 1820,
AGI, Lima 800.
¡55
La darlaración de la independencia del Perú: líb¿'rlad¡¡ur la_)€¿erza
El ejérci(o fue un eje particular de esta propaganda, y 1a mayoría de los oñcialcs
del rey que se pasaron a los patriotas lo hicieron tras una promesa de ascenso, A1
batallón Numancia, cuya traición constituyó un serio golpe para el poder de] rey, se
le tentó para que se uniera a los rebeldes no solo ofreciéndoles ascensos sino también
dinero y hasta mujeres. Paz Soldán hizo un esfuerzo considerable por corroborar
esto, lo que Tudo también hizo. Un oñcial realista muy conocido fue sobornado con
la promesa de los patriotas de servir como garantes de sus deudas de juego.“
Con rodo, la cmpleomanía, o deseo de conseguir un empleo estatal, siguió sien—
do la motivación principal de la mu1titud de burócratas y abogados que firmaron la
Declaración. Que esta era una fuerza impulsora es algo que podemos ver en diversos
acontecimientos reveladores. Por ejemplo, durante el tiempo que la Declaración reci—
bía firmas, un grupo de oñc1ales reales le escribió a1cabildode la ciudad para pregun-
tar si debían presentarse a firmar como grupo, 1ucicndo su uniforme oñcial.“ Resulta
evidente que ellos percibían la existencia de una conexión directa entre su firma y su
empleo. Todos aquellos que tenían cargos tuvieron que aceptar la independencia, y
a las personas de nacionalidad española que así 10 hicieron se les prometió un trato
igual con los americanos en 1a preferencia a la hora de los ascensos.49
E1 problema en este complejo laberinto de temores, presiones y promesas era
que simp1emenfe no había suficientes empleos para todos, puesto que debía rcpar»
tírseles no Solo entre sus titulares, sino también entre aquellos peruanos que habían
prestado un servicio notable & la independencia, así como a aquellos extranjeros que
acompañaron a la expedición de San Martín desde Chile. Pero un Perú paralizado no
podía soportar este gasto.50 Los mejores cargos y las propiedades confiscadas más de—
seables fueron primero. a chi1cnos, argentinos y hasta ingleses antes que a peruanos.
Bastante más de la mitad de la maquinaria administrativa de la joven república fue
cubierta con personas que no eran peruanas, 61 primer Congreso inclusive.
La independencia no podía satisfacer porque 6113 no podía crear o pagar su—
ficientes puestos con los cuales cubrir los apetitos insaciablss de los pretendientes
de Lima. Apenas un mes después de producida 13 Declaración, el gobierno de San
Martín ya estaba a la deriva en medio de un mar de ambiciones e hipocresía; en
apenas seis ya se había desintegrado. Esto se sigue lógicamente del cuarto punto de
Tado, a1 cual confirma: que muchos Hrmantes, españo1es o crio11os, posteriormente
lamentaron su decisión.
47. Paz S_o1(1án 1868: 101—110.
48. Cabildo & San Martín, 19 de julio de 1821, ANP, Archivo Histórico de Hacienda, OL. 7-2.
49. Gaceta del Gobierno, Lima, 11 de agosto de 1821.
50. El gobierno rápidamente quedó en bancarrota. Consúltese Anna 1974: 657781.
166 Timothy E. Arma
Ramón del Valle reportó que, para ñnalcs de 1821, la nobleza y la clase media se
hallaban del todo dcsilusionadas, dada su incapacidad de conseguir un cargo: <<Y no
creo que estas dos clases sean muy afectas al gobierno»?1 Y, sin embargo, el poderío
armado de los patriotas inicialmente acalló la oposición abierta, pues, en palabras de
Antonio Vacaro, un oficial de la armada real, <<aunque en la capital hay muchas per-
sonas de todas las clases […] que parecen ser adictas al rey, nadie deja de manifestar
en público su adhesión al gobierno intruso». Conñrmando el alegato de Tado de que
nadie podía manifestar su desilusión, Vacaro sostuvo que uno es posible esperar que
ayuden a la verdadera causa [la del rey] directa () imíiírectamente».52
Todos coincidían en que, si el ejército realista lograba volver a ocupar Lima, la
población rápidamente cambiaría de bando. Los informes' consulares procedentes de
Río de Janeiro aseguraban a Madrid que <<mda la nobleza de Lima […] no aspira a
otra cosa que a ver la bandera española, a fm de […] incitar así la rebelión contra el
célebre Libertador, & quien odian en extremo», en tanto que Cristóval Domingo, un
refugiado realista, le aseguró al cónsul general en Río que San Martín había perdido
13 mayor parte de su apoyo popular ya en septiembre de 1821.55 josé María Ruybal,
otro refugiado, reportó que dos peruanos más informados, que habían seguido a
San Martín, desilusionados [ahora] por su conducta y convencidos de que no es un
nuevo Washington […] en general le aborrecen».5'í
Si bien es cierto que las conspiraciones abiertas contra el gobierno fueron limí—
tadas, las repetidas advertencias realistas de que San Martín había perdido su respalv
de no eran simples ilusiones, pues allí donde la oposición declarada era imposible, la
reemplazaba1a inactividad. Al no hacer nada para ayudar a rescatar al gobierno rebel-
de, ]a población dio la señal más segura de la falta de entusiasmo que sentía por este.
Así pues, en al menos tres ocasiones durante los siguientes tres años ——en septiembre
de 1821, junio de 1823 y marzo de 1824—, los ejércitos realistas se. acercaron a Lima
0 llegaron efectivamente a ocupar el Callao, y en cada una de ellas muchos de los
principales vecinos de la capital se pusieron bajo la protección de] rey y rechazaron
la independencia abiertamente. La deserción máxima tuvo lugar en marzo de 1824,
cuando el presidente de la república, el vicepresidente y el presidente del Congreso
se pasaron todos a los realistas.
El hecho de que podemos corroborar todos los puntos de la hipótesis de Tado
resuelve el problema de la dicotomía de 10 que la población de Lima dijo y 10 que
51. Informe de Ramón del Valle, Río de janeiro, 5 de marzo de 1822, AGI, Indiferente 313,
52. Jacinto de Romarate a Secretaría de Ultramar, adjuntando el informe de Vacaro, Aranjuez, 20 de
marzo de 1822, AGI, Indiferente 1571.
53. Cristóval Domingo a juez de Arribadas, Cádiz, 19 de marzo de 1822, AGI, Lima 1619; Informe
sin firmar de Rio de janeiro, 10 de mero de 1822, AGI, Indiferente 1570,
54. José Maria Ruybal a Antonio Luis Pereyra) Río de Janeiro, 27 de ju1'lo de 1822, AGI, Lima 798…
La derlamcián de la indepcndcntia del Perú: libertadpur ld_/íterza 167%
hizo. La declaración de la independencia simplemente fue una enumeración forza-
da de la élite y de los aspirantes a formar parte de ella. Muchas personas ñrmaron
involuntariamente, coaccionadas con la amenaza directa o indirecta de la fuerza.
Muchos otros firmantes favorecían genuinamente a la independencia, pero lo hacían
pºr razones del egoísmo más bajo. Quienes esperaban una recompensa quedaron
decepcionados instantáneamente y olvidaron el entusiasmo de julio, en tanto que
los demás se mantuvieron en silencio, refugíándose dentro del manto protector de
la inactividad política,
Por lo tanto, la declaración de 1a independencia no puede ser usada como una
prueba histórica de respaldo a esta causa. Al igual que la Gaceta publicada por el
gobierno de San Martín 0 los incontables juramentos deu len1md hechos por toda
corporación y grupo de la ciudad, ella es una evidencia sembrada, insertada en el
registro por partidarios del bando que en ese momento controlaba la ciudad y, por
ende, también a sus imprentas: fue una hazaña propagandística
Lima adoptó la independencia en julio de 1821 porque era la única alternativa
¿1 vacio dejado por el retiro del virrey. San Martín jamás contó con mandato alguno,
y su intento de ganarse el respaldo de los elementos indecisos mediante la coacción
solo tuvo éxito temporalmente. La población de Lima no había elegido la indepen—
denciay no 1ucharía por ella, y él ciertamente lo sabía. Toda su aventura peruana tc—
m'a esta apuesta como base, y era imposible. que no fuera consciente, mientras viajaba
a Guayaquil a reunirse con Bolívar, de que había fracasado. Por supuesto que estos
eventos también dcbilitaron seriamente 61 apego de Lima a la Coroná español;, pero
este continuó siendo lo suficientemente fuerte durante varios años, como para man-
tener indeciso a] futuro dc1 Perú. ¡La simple repetición del refrán <<La independencia
es la voluntad general del pueblo» no hacía que fuera cierto!
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HALL, Basil
1968 [1824] Extractxfmm ajaumal Written on the Comix ofC/Jile, Peru, andMexíca, in
the Yéars ]820, 1821, 1822. 2 volúmenes. New jersey: Gregg Press.
Entre 1a ñdelidad y la ruptura*
PAZ SOLDÁN, Mariano Felipe
1868 Historia del Perú independiente. Primer perioda 1819—1822. Lima: [sin José A. DE LA PUENTE CANDAMO
imprenta].

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ntre 1808 y 1820, entre los sucesos de Bayona y 1a Expedición Libertadora, se

desenvuelve 61 tiempo más vivo e intenso de la época de los precursores. Tic-
nen más fuerza y son más agudas las cuestiones sociales que se advierten en 01 siglo
anterior; a la vez gana raíces más hondas la noción de lo propio. Realístas, liberales y
patriotas repudian e1Antiguo Régimen, y en el mundo que se acerca al romanticismo
muchos ven con i1usión 1a monarquía constitucional. Son los días de Waterloo y ¿61
Congreso de Viena; es el final de la era napoleónica
La fidelidad tradicional sufre impactos que penetran en el espíritu de un defen-
sor de la metrópoli. La expulsión de los jesuitas, la revolución de Túpac Amaru, 61
<<elogio» de Baquíjano y su contenido crítico, la afirmación de lo propio que expresa
el Mercurio Peruano, 13 crisis de 13 Corona en los días de Carlos IV, los sucesos de
Bayona, la afirmación de la monarquía constitucional y la consiguiente censura al
Antiguo Régimen, el movimiento juntista americano, todo este variado mosaico de
ideas y de hechos suscita, sin duda, una forma de fidelidad angustiada.
En 61 medio hispanoamericano se vive intensamente la emancipación; entre
muchos despierta esperanzas; para unos es un riesgo y para otros un motivo de
temor. El Perú, parte de la persona mora1 que es el imperio declinantc, participa
——como no puede ser de otra manera——— de ese entretejido que es nuestro mundo
histórico y cultural.
Podemos pensar en dos Formas de 10 peruano, en dos <ccaras» del Perú, du—
rante la segunda década del siglo XIX. Está presente, sin duda, el Perú como parte
integrante del imperio, e1 virreinato de Lima, que por el espíritu alerta del virrey

* Publicado originalmente en La independencia del Perú, Madrid: Mapfre. 1992 (pp, 113<137).