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org/articulo/396/254/hans/kelsen/impurezas/teoria/pura/
En su Teoría Pura del Derecho, Kelsen se opuso, una vez más, al dualismo de
Derecho y el Estado y defendió su intrínseca unidad (monismo) ya enunciado
en sus anteriores obras. Kelsen no concebía más Derecho que el emanado del
Estado. El derecho anterior al Estado era concebido por el jurista austríaco
como "Derecho primitivo pre-estatal". El emanado del Estado era un "orden
normativo (coercitivo) centralizado" con validez espacial delimitada por el
territorio nacional y validez temporal por el tiempo de su vigencia. Era el único
Derecho a tener en cuenta para todo el que pretendiera ser un verdadero
"científico" positivista del derecho.
Hans Kelsen criticaba a los juristas que anteponían la idea de justicia como
conformadora del derecho, pues ésta no era más que la imposición de un
interés sobre otro (o, a lo sumo, un consenso entre intereses individuales) y
que, a la postre, la justicia no era más que una ilusión. No admitía siquiera la
comprobación negativa de la justicia (la no injusticia) de las normas. Para él no
es posible saber lo que es la justicia; en todo caso, el criterio medianamente
válido de lo justo se acercaría a lo válido jurídicamente. En su Teoría Pura del
Derecho se afirma que "justo es sólo otro nombre para designar lo legal o lo
legítimo". La conclusión sería que ninguna ley puede ser injusta, como ya
afirmó Hobbes en su primera parte del Leviatán. Parece increíble que esta
aberración jurídica contraria al más mínimo sentido común fuese aceptada
como dogma (incluso que hoy se acepte) por casi todos los partidarios del
positivismo jurídico. Como honrosa excepción cabe mencionar al positivista G.
Radbruch, que se dio cuenta de los evidentes peligros que estas posiciones
teóricas pueden acarrear; señaló que si no se puede saber lo que es justo,
ante dicho vacío, alguien tendría inevitablemente que indicar qué es lo legal.
Este último jurista llegó incluso a reconocer sin ambages que pueden existir
leyes de contenido arbitrario e, incluso, delictivo. Cuando uno se acerca al
pensamiento iuspositivista es importante tener claro que legalidad no es lo
mismo que justicia; esto es un antídoto fundamental.
F. Hayek denuncia ya desde los Fundamentos de la Libertad que el liberalismo
es lo opuesto al positivismo jurídico y que, con Kelsen a la cabeza, ha
contribuido al debilitamiento del liberalismo para hacer frente al relativismo y
al totalitarismo actuales. Nos alertó de las consecuencias políticas de la
identificación entre existencia y validez de las normas jurídicas y de la coacción
legal como medio para imponer normas (no ya abstractas y generales) con el
fin de alcanzar objetivos particulares (decretos y leyes especiales).
Por aquellos años es famosa la polémica que Kelsen mantuvo con Carl Schmitt,
el teórico más importante del nazionalsocialismo. Con esto Kelsen se granjeó el
prestigio académico internacional, pues su postura fue merecedora de elogios
por doquier debido a su garantismo constitucional y su defensa de la tolerancia
frente al teórico teutón del Poder (es curioso constatar que, al igual que
Kelsen, muchos ideólogos socialdemócratas obtuvieron notoriedad por su
oposición sincera y valiente contra el nazismo, pero se les daba licencia, por
otro lado, para coartar la libertad de otros modos más sutiles).
Al cabo de los años, Kelsen tuvo finalmente que aceptar una excepción a su
pureza con el "principio de efectividad" del Derecho, en virtud del cual éste
existe porque, por una u otra razón, los hombres lo observan y, por tanto es
"eficaz". Con esta contradicción o con esta inevitable "contaminación" de los
aspectos sociológicos del Derecho, la autonomía lógica (la "pureza") de toda su
teoría del Derecho kelseniana se viene abajo. Con ello se acababa con su ideal
de Teoría Pura del Derecho.
Se hizo patente para muchos (no así para Kelsen) la necesidad de repensar las
posturas uisnaturalistas tradicionales. La nuez del problema seguía siendo la
decantación del criterio válido según el cual podría considerarse una norma
justa (o, al menos, no injusta) y su adecuación a la naturaleza del hombre. Eso
tenía que ver con el contenido de la misma, más que con el modo de
producirse. El Derecho natural, al menos en su versión más depurada y actual,
tiene, por tanto, todavía algo que decir (1,2, 3, 4).
No me resisto a constatar que la Teoría general del Empleo, el Interés y el
Dinero de John M. Keynes fue publicada en 1936, es decir, dos años después
de la Teoría Pura del Derecho de Kelsen. Ambas supusieron un soporte
ideológico muy conveniente para "los socialistas de todos los partidos". Lord
Keynes, por un lado, dio cobertura a la política económica de crecientes déficits
públicos e intervenciones en asuntos privados (tales como que el Estado puede
impedir la caída de la demanda aumentando sus propios gastos) y Hans Kelsen
proporcionó, por su parte, la teoría jurídica necesaria para llevar esto a
cabo. El Derecho y la Economía política contemporáneos se retroalimentaron
mutuamente desde entonces.
Inicios teóricos