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Tu

Mano Encaja con la Mía


Por

Cristhian Alejandro Cardona


Cardona


CAPÍTULO I

Escucho un ruido, me fastidia a más no poder. Es el despertador, olvidé


desactivar mi alarma; es mi día libre y quería descansar hasta tarde. "Deja de
molestar" dije. Levanté un poco mi mano para desactivar su escándalo. No iba
a poder conciliar el sueño de nuevo, soy así.
Mi teléfono sonó y sólo pude pensar "¿ahora qué?". Pensé que era del
trabajo, me saca de mis casillas cuando me llaman en mi día libre, aun siendo
yo el jefe. Tengo un restaurante de alta categoría, heredado de mi padre,
aunque el sigue vivo. Siempre me decía que quería que lo superara en su
propio terreno. Sí, me estaba retando. Él quería que creara una cadena de
restaurantes más grande que la de él.
Revisé mi celular y tenía un mensaje de Dimitri, un amigo que es doctor en
un hospital famoso en la ciudad. El mensaje decía: "Santiago, acabo de ver a
tu padre aquí en el hospital, ¿le sucede algo?". "¿Mi padre en el hospital?",
pensé. No respondí el mensaje por la preocupación de que a mi padre le
hubiese pasado algo. Ya es una persona mayor, y una visita al hospital no era
un tema leve.
Mi padre vivía conmigo mientras estaba en la ciudad. Hace tres días salió y
no lo he visto desde entonces. Pero no me preocupé, él siempre asistía a
reuniones de negocios, y pudo haberse quedado en un hotel por haber salido
tarde.
Llamé a mi padre, le pregunté qué pasaba; sólo me dijo que no me
preocupara, que él estaba bien de salud, aparentemente. Le seguí insistiendo
para que me explicara; dijo que me contaría luego, que nos reuniéramos el día
siguiente en mi restaurante, House Italia. El nombre no se lo puse yo, fue mi
padre, pero cambiarle el nombre haría perder la reputación que tenía.

CAPÍTULO II

Esperaba a mi padre en mi restaurante, sólo podía pensar en qué tramaba.


Él era un hombre solitario, desde que se divorció de mi madre, ya que no
tenían un buen matrimonio; muchas mujeres lo buscaron, pero él no se
interesaba en ninguna. En cambio, se la pasaba viajando mucho, tal vez quería
disfrutar antes de que le llegara su momento.
Mi padre llegó, todos los empleados lo saludaban con respeto. Él se dirigió
directamente a la mesa donde yo estaba sentado. Faltaba poco para abrir al
público.
—Santiago, hijo mío, ¿cómo está todo? —Me levanté y le tendí la mano
para saludarlo. Él hizo lo mismo y luego nos dimos un abrazo.
—Todo bien de mi parte, aunque dudo que tú estés bien. —Respondí un
poco serio.
—Te dije que no era nada, ya te explico. —Comenzó a darme detalles muy
pronto. Me explicaba el porqué de sus viajes; él estaba en busca de alguien, de
una mujer para ser más específicos. Sólo asentía a lo que decía, intrigado por
lo que me contaba; no sabía que estaba "enamorado".
Me contaba que era una persona especial y que su mejor amiga (que
conoce desde muchísimo tiempo antes de mi nacimiento) le informó que la
mujer que buscaba mi padre estaba en ese hospital, internada. "Vaya, mi padre
se encontró a alguien que lo pone así", pensé. Mi padre no parecía interesado
en ninguna mujer. Tampoco con mi madre parecía del todo feliz. Sí, la quiso,
pero dudo que la haya amado con todo su ser.
–Si te explicara por qué la busco, creo que no terminaría hoy. —Me dijo el
mientras reía. Amaba ver a mi padre reír, a esa edad es muy difícil mostrar
felicidad, aunque por alguna razón, no se le veía feliz— Te daré esto, aquí está
todo lo que debes saber. —Me dio un pequeño libro. Lo abrí y parecía haber
sido escrito por él.
—¿Qué es este libro, padre? —Le pregunté mientras hojeaba, aunque no
leía.
—Podría decirse que es un triste diario de un anciano. –Sus ojos
comenzaron a encogerse. —Bueno, debo irme, debes abrir pronto. Léelo
cuando puedas.
—Lo haré sin duda, padre. —Ambos nos levantamos de nuestros asientos,
dándonos un abrazo de despedida. Mi padre posó su mano en mi hombro,
apretando con suavidad.
—Santiago, léelo, por favor. —Mi padre comenzó a caminar hacia la
salida.
—No te preocupes, padre, no me olvidaré de hacerlo. —Apreté un poco el
libro con mi mano. Debía ser algo muy importante para que mi padre
escribiera sobre esto, y a mano. Mi padre odiaba su letra.
Mi padre iba caminando hacia la salida y vi su espalda, tan caída, tan triste;
algo debo hacer para alegrarlo. La recepcionista le dijo: "Que tenga un buen
día, Sr. Pirson". Él le agradeció y le regaló una sonrisa.

CAPÍTULO III

Apenas llegó mi siguiente día libre tomé el diario de mi padre. "Debe


haber algo que me aclare todas las dudas que tengo", pensé. En la primera
página decía: "Querido amor de mi vida". No podría estar más boquiabierto,
mi padre había escrito esto. Él no se notaba interesado en alguien, y para
escribir algo como esta frase, debía haber pasado algo importante. Pronto
cambié de página para comenzar a leer. Empezaba así:
¡Estoy que reviento de emoción, podré ir a la fiesta!
—Le avisaré a Ana. –Tomé mi celular y le escribí. No tardó en responder,
parecía muy contenta por esa noticia, al igual que yo. Era mi primera vez
saliendo a una fiesta sin mis padres; sólo con amigos. Además, iría ella, la
chica que me gusta.
Nos reuniríamos en mi casa, íbamos a ir un grupo un poco extraño, no
todos nos juntábamos siempre, aunque había una amistad notable. Yo esperaba
a la hora en que llegara Ana, quería verla, no la veía desde que salimos a
vacaciones de la secundaria. Quería abrazarla.
—¡Axel, ¿estás activo?! —Escuché la voz de John (mi amigo más cercano)
desde mi habitación.
—¡¿Con quién crees que estás hablando?! —Salí rápido a abrir la puerta.
Vi que venía con su hermana. No la trataba, consecuencia que trajo una
relación que tuve en el pasado, cosas que me marcaban.
Ambos entraron y yo sólo tenía mis Jeans puesto, estaba sin camisa, amaba
estar así. Yo estaba jugando Playstation en la sala, ellos me veían jugar
mientras hablábamos de cualquier cosa. Le dirigía la palabra a Marisol (su
hermana), porque claro, no le tenía rencor por nada, eran cosas del pasado.
Esperábamos a que llegaran los demás.
Pronto ellos irían a buscar a uno de nuestros amigos que también asistiría,
él vivía muy cerca. Yo seguí jugando Playstation mientras esperaba. También
le escribía a Ana, le preguntaba que cuándo llegaría. Ella vendría con su primo
(mi amigo y compañero de clases). Ella me decía que pronto nos veríamos,
que dejara la impaciencia.
A los 20 minutos llegaron John, Marisol y Juan (nuestro amigo), ya
estaban listos, aunque aún faltaban 2 horas para que comenzara la fiesta, pero
queríamos reunirnos antes para bromear como solemos hacerlo. Esperamos 30
minutos más, hablamos y jugamos juntos al FIFA.
Ana me escribió, diciendo que ya había llegado a la parada, así que salí a
buscarla. La veía desde lejos, mientras caminábamos a nuestro encuentro.
"Debería esperarlos aquí, de todos modos van a mi casa", pensé y casi me
detengo, pero seguí, quería abrazarla cuanto antes. La abracé, la alcé en el aire
y la abracé como nunca lo había hecho. Ella no dejaba de sonreír y yo menos.
Al terminar el abrazo saludé a Abraham, su primo.
Llegamos a casa y comenzaron a saludarse. Aún faltaba para que mi padre
nos viniera a buscar, él accedió a llevarnos, ya que quería "cuidarme".
Bromeamos un buen rato, todo eran risas y yo estaba nervioso porque Ana
estaba ahí, era la única que me colocaba así. Me gusta, aunque ella no siente lo
mismo.

CAPÍTULO IV

Mi padre había llegado a recogernos, así que corrí a ponerme una camisa.
Todos subimos al auto. Partimos en busca de una noche inolvidable. En el auto
venía sonando una canción nueva, una que no había tardado en ponerse de
moda, una que me recordaba a ella. Yo estaba haciendo de copiloto, y Ana
estaba sentada detrás de mí. Sentía el frío del aire acondicionado del auto,
también los nervios de tenerla cerca. Ella comenzó a acariciar mi cabello, eso
me sorprendió, era la primera vez que lo hacía, y no sabía por qué lo estaba
haciendo. Eso me relajó, me encantaba. Recuerdo haber tocado su mano, pero
no hice más por los nervios.
Llegamos a la fiesta y entramos dispuesto a disfrutar la noche. Recuerdo
que mis ojos se encontraron con los de ella, yo nunca pude mantener la mirada
fija a ella, hasta esa noche; la miré fijamente y ella no tardó en desviarme la
mirada. "¿Por qué hizo eso?", pensé en ese momento, eso era extraño; ella
siempre jugaba conmigo mirándome fijamente, porque sabía que yo no podía
mirarla por mucho tiempo a los ojos.
Todos disfrutábamos de la fiesta, hacíamos bromas, como siempre. Había
buena música, buen ritmo, aunque nunca me ha llamado la atención bailar (no
es mi fuerte). A Ana le gustaba bailar, a veces se acercaba e intentaba bailar
conmigo, pero los nervios no me dejaban, además, no quería que notara que no
sabía bailar.
Abraham se perdió en la fiesta, nosotros sólo lo esperamos mientras
seguimos bromeando. Luego se fue Ana, algunas de sus amigas también
estaban en la fiesta. Unos minutos más tarde, John y Juan fueron a buscar a
Abraham, así que me dejaron sólo con Marisol, no podía estar más incómodo.
Para relajarme, decidí cantar las canciones que sonaban, amaba cantar. Marisol
parecía estar muy cerca de mí, eso me colocaba intranquilo.
Pasó un buen tiempo y ninguno regresaba, y ya estaba a punto de volverme
loco. Decidí ir a buscarlos a todos, Marisol me acompañó. Entre la multitud de
personas, cerca de la barra de bebidas, vi a Ana. Ella le bailaba a un chico. Eso
me cayó tan mal, que yo di media vuelta y decidí regresar y sólo esperar a que
terminara; me puse celoso y hasta empecé a sentir rabia, aunque ella y yo no
éramos "nada". Marisol al parecer se dio cuenta y me invitó a bailar, yo sólo
accedí, no tenía más nada que hacer y no iba a dejarla mal cuando intentaba
consolarme; ella era mujer, así que pudo darse cuenta que Ana me gustaba.
No pasaron ni 10 minutos cuando todos regresaron a donde estábamos
inicialmente. Me costaba ver de frente a Ana de nuevo, cada vez que la veía
recordaba lo que había visto, me sentía mal. Yo estaba sentado en una mesa y
Ana se apoyó en ella, justo frente a mí. Por alguna razón la rodeé con mis
piernas, hasta recuerdo haberla abrazado un poco.
Al rato cambiamos de lugar, ella parecía cansada de tanto bailar, con otros
chicos, claro está, eso me hacía sentir rabia por alguna razón. Ana estaba
sudada, pero eso no me impidió acercarme a ella y besarla en la mejilla, lo
hice por instinto, no sé qué me pasaba; sólo sé que ya era de madrugada, y
dicen que a esas horas las personas se vuelven más sentimentales. La besé
varias veces, aunque moría por besarla en los labios. Recuerdo haber bailado
aunque sea un poco con ella, o bueno, hice el intento, porque no sabía.
Sentía que mi corazón iba a mil, me abrazó y yo hice lo mismo. Moría por
darle un beso de verdad, mis labios estaban deseando ese momento, pero no
me atreví, no quería dañar nuestra bonita amistad. Después de esa noche, todo
se tornó más sentimental entre los dos.

CAPÍTULO V

Pasaron un par de días y confesaste que deseabas besarme esa noche en la


fiesta. "¡Qué casualidad, yo sentía lo mismo!", fue lo que pensé. Te dije que
también deseaba besarte y ambos nos preguntamos por qué no lo habíamos
hecho, ambos respondimos que no sabíamos.
Moría por besarte, desde hace tiempo, pero esa noche se intensificó; me
empezaste a gustar más. Sí, no sólo me gustas, me encantas. Me encanta jugar
fútbol, me encanta reír y hacer bromas con mis amigos, me encanta hacer un
gol y que todos me alaben porque no podrían hacer uno ni aunque lo
intentasen miles de veces; pero más me encantabas tú. Sí, tal vez me había
enamorado.
No podía explicar lo que sentí al enterarme que querías besarme. "No
puede ser", me dije a mí mismo. Esa chica que tanto me gustaba y que creía
que era imposible para mí, estaba confesando que quería besarme.
Me habían dicho que era un gran besador, aunque yo siempre lo tenía en
duda. No sabía si le pudiese gustar si llegara a besarla. Tal vez se
desilusionaría al darse cuenta que no era nada del otro mundo.
Mi corazón latía a mil cada vez que la tenía cerca, cada vez que me
abrazaba. Sus abrazos me encantaban, cada vez que su rostro se refugiaba en
mi pecho, que era lo máximo que ella llegaba con su estatura. Me encantaba
cada vez que ella me rodeaba con sus brazos, era una sensación de calidez,
sentía que ella me quería.

CAPÍTULO VI

Han pasado varios meses desde esa noche, la noche en la que sentimos el
deseo de besarnos. Desde ese día, no hubo una vez que no nos escribiéramos.
Las veces que nos veíamos y pensaba besarte, me entraron unos nervios
horribles; me odiaba a mí mismo por no atreverme a hacerlo, tal vez
comenzabas a pensar que sólo jugaba contigo. No quería eso, no. No quería
que pensaras que era otro más que sólo te buscaba por un rato de diversión;
quería que fueras para mí, la única para mí y yo el único para ti.
¡Malditos nervios! ¡¿Por qué soy así?! No dejaba de despreciar mi
ineptitud, mi impotencia cuando sólo pensaba en besarle. Tenía miedo de que
te cansaras de esperar por mí, y buscases a otro que sí podía hacerlo.
No sabía qué debía hacer, tampoco qué decirte. Me sentía perdido cada vez
que nos despedíamos y no había logrado avanzar. Tal vez no pueda, mi
timidez no me lo permitirá.
Los días pasaban y no me atrevía, cada vez que me acercaba un poco más a
ti, mi nervio me hacía retroceder y retractarme. ¡¿Pero por qué, si ella también
quiere que la bese?! No lo sé, sólo no podía hacerlo. Sí, era un idiota incapaz.

CAPÍTULO VII

Sentía una gran emoción, hoy venías a mi casa después de tanto tiempo.
No había nadie más en casa, sólo yo. Ana vendría a visitarme junto con
Abraham, él le había insistido en que debían visitarme, porque que él quería
jugar Playstation. Yo la encendí y comencé a jugar tiempo antes de que
llegaran.
Escuché sus voces que venían desde afuera y no volteé, los vi por el espejo
que tenía en la sala, no pude evitar sonreír al verte. Les abrí y me saludaron de
inmediato, Ana me abrazó con cariño y Abraham y yo chocamos puños.
Decidí terminar el partido de FIFA, no me faltaba mucho. Hablábamos
mientras jugaba.
Al terminar mi partido, Abraham me arrebató el mando de las manos como
diciendo "¿qué haces? Ve por ella". Me cambié de asiento y me senté en el
sofá junto a ella, era un sofá individual, así que estábamos muy cerca. No
podía explicar la velocidad a las que mis latidos aumentaron, los nervios se
intensificaron y en ese momento moría por darle ese beso que tanto quería.
Temía que Abraham nos viera por el espejo, así que no me atreví a besarla.
Recuerdo haber tocado su mano, y mi corazón dio un vuelco, me sentí más
nervioso de la cuenta.
Hablamos un buen rato, reímos y veíamos a Abraham jugando. Nos
burlábamos de que no podía ganar un partido. Pasaron las horas, los minutos y
segundos y ya ellos debían irse a sus casas. Los acompañé a la parada de
autobús, eran más de las 5:40 pm. ¡Maldición, otra vez no pude besarla!
Pude ver como ella se recostó en una pared solitaria y cerró los ojos como
si estuviese perdida. Tal vez se aburrió. Fui a su encuentro y sólo se me
ocurrió apoyar mi frente en la de ella, estaba muy cerca y cuando pensé en que
debía besarla en ese instante que nadie nos veía, ella abrió los ojos, me tomó
del rostro con sus manos y me besó. No sabía si estaba soñando o si ya había
perdido la cordura, pero me besó, lo hizo. ¡Maldita sea, se me adelantó! Estaba
feliz en ese momento. No pude decir una palabra y la abracé, la rodeé suave y
tiernamente con mis brazos. Estuvimos así un buen tiempo hasta que llegó el
autobús y se fueron.

CAPÍTULO VIII

Han pasado días, y no había podido olvidar la sensación de ese beso, era
algo inefable. Soy un chico que es considerado "tierno" por algunas personas,
porque mi día a día se definía en poemas, frases que a los demás le gustaban.
Ya había escrito poemas para ti, pero no con tanta intensidad y cariño, todos
los compartía en las redes sociales y ya comenzaban a hacer preguntas desde
antes de la fiesta. "¿Son novios?", preguntaban. No, no lo éramos, aunque
tampoco éramos sólo amigos.
Pasaron los días y seguían preguntándonos, decían que parecíamos novios.
Nosotros lo negábamos, aunque sentíamos algo más. Ahora el dilema es,
animarme a pedirle que sea mi novia. Es todo un reto, no soy de los que se
expresan personalmente. Mi personalidad es retraída, decirle lo de volvernos
"oficial" era algo difícil para mí. No soy como los demás.
Cada día sus ojos me recordaban que no debía perder el tiempo, pero me
daba miedo de que sólo quisieras pasar el rato y me dijeras algo como: "Sólo
quería besarte, no quiero una relación seria". Solían decirme que me
enamoraba muy rápido, además de que las demás personas no sentían lo
mismo por mí.
Sentía el miedo de que también se aburriera de mí, de que sí quería algo
más y yo no me animaba. Todo por culpa de mi ineptitud. No sólo nos
besamos una vez, nuestros labios se juntaron y se devoraron muchas veces,
disfrutábamos de estar con el otro. Me encantaban cada uno de sus besos. La
quería para mí, pero odiaba no poder hacer nada.
Un día íbamos en un autobús, juntos, uno al lado del otro. En algún
momento posé mi mirada en tu mano, y sin pensar la tomé. Ahí vi
perfectamente que ya había perdido la cordura por ti. Nuestras manos
encajaban perfectamente, eso me ponía los nervios de punta. Tú sólo apretaste
suavemente mi mano como diciendo "Esto me hace feliz". "Genial, tu mano
encaja con la mía", pensé.
Hoy es "Noche Buena", aunque para mí es un día normal. No suelo
celebrar porque mis padres no están juntos, no es lo mismo. Siempre me
acuesto temprano, pero esta vez no era así, quería escribirte y así lo hice. No
tenía nada que hacer en navidad y mi madre me permitió ir a su casa. Le avisé
y ella parecía emocionada.
Mañana nos veremos de nuevo, princesa.

CAPÍTULO IX

Ya era navidad, aunque para mí siempre había sido un día normal. Pero
esta vez no era así, te vería, iría a visitarte. Te escribí un mensaje: "Feliz
Navidad, princesa. Más tarde paso a visitarte".
Fue una mañana llena de emoción, aunque no pasaba nada fuera de lo
común. Lo que me tenía así, era que nos veríamos en un par de horas. "¡Ya
quiero verte!", era lo único que pensaba.
Pasó la hora del almuerzo y poco a poco se acercaba el momento de salir.
Fui a ducharme y luego me vestí, no sabía qué ponerme, aunque tampoco tenía
variedad de ropa. Escogí una camisa azul, del mismo tipo que usé el día de la
fiesta; también me puse un pantalón un poco ajustado, era mi favorito.
Me despedí de mi madre y salí a tu encuentro. Al llegar a tu casa te di un
abrazo de Navidad. Sentí como mi cuerpo sentía ansias de un beso suyo, pero
era su casa, debía respetar que aún su madre no sabía qué pasaba entre
nosotros. Quería hablar con la madre de Ana, decirle que su hija y yo teníamos
algo, y que yo quería una relación seria con ella. Pero ahí estaba el problema,
no me animaba, mis nervios, mi timidez, mi impotencia al no poder hacer lo
que debía y quería; eso me deprimía.
Nuestros labios se encontraron una que otra vez. Pero con cautela, tu
madre ni tú hermana menor nos podían ver. Te dije que mi cena había sido
aburrida, que me hacías falta en Noche Buena.
Nuestras manos se juntaron, quería sentir lo que había sentido la primera
vez, ese nerviosismo, esa sensación inexplicable. Tú observaste nuestras
manos entrelazadas y tomaste una foto, como diciendo "Eres mío"; debí
admitir que eso me encantó.
Ya debía regresar a casa, mi padre me llevaría de vuelta, porque él vivía
cerca de Ana, afortunadamente. Cuando me despedí de Ana, con un beso un
poco intenso, sentí que algo en mi desapareció. Al separarme de ella, sentí que
me faltaba algo, no quería dejarla. Llegué a mi casa y sólo pensé en tumbarme
en la cama, a dormir y no pensar más. Me había enamorado totalmente de ella.
Ana se volvió indispensable para mí.

CAPÍTULO X

No podía creer que había personas que te habían lastimado. ¿Con qué clase
de basura te topaste? No entendería jamás quién podría lastimar a alguien
como tú, quién te había puesto a la defensiva con los hombres. La culpa la
tenían aquellos que tuvieron "algo" con ella. Sólo la utilizaban, sólo deseaban
su cuerpo. Ninguno la respetó, y quién lo hizo, sólo fingía para obtener algo de
ella. Yo no sería así. Sería yo el que la amara de verdad, el que la respetara, la
apoyara e hiciera todo para estar con ella. Sin embargo, algunas cosas me
costaban por mi timidez.
Tu sonrisa me encanta, tu cabello liso me atraía, tus mejillas me
obsesionaban, a tal grado, que no dejaba de pensar ni un minuto en ti. Eres
lista, madura aunque hagas niñerías, esa es tu personalidad, un tanto
espontánea; eso y tú interés en mi verdadero "yo", era lo que me tenía atado a
ti.
Te defendería de cualquiera, sea de mi ex, de los tuyos, de cualquiera que
venga a intentar alejarte de mí; lo haría todo por ti. Sabía que tenías miedo de
que yo fuese como los demás, que sólo buscase tu intimidad. Pero no, quería
todo de ti: tus sueños, tus miedos, tus objetivos, tus sentimientos, tú vida, tu
amor.
Sabía que sería complicado hacerte entender que soy diferente, pero lo
lograría a cualquier costo. Así soy yo, me entrego completamente a alguien
cuando estoy enamorado.

CAPÍTULO XI

Mi víspera de año nuevo fue un fracaso. Lloré. Lloré porque no había


estado contigo, cuando más necesité de ti. Había pasado casi toda la noche
encerrado en una habitación, en casa de mis abuelos, mientras te escribía. Me
habías dicho que un "amigo" te iba a buscar para salir a dar una vuelta. Lo que
más me hacía sentir mal, era que esa vuelta, era en mi propio barrio, y yo lejos
de allí. Mi madre había decidió pasar la víspera con su familia, y nosotros
debíamos estar con ella (Mi hermano y yo).
Debo admitirlo, me sentía fatal. Me daban celos y no podía hacer nada.
Estabas un poco distante porque no había podio hablar con tu madre sobre lo
nuestro, aunque no éramos nada oficial, pero yo sentía que era lo más en serio
que había tenido.
Llegué a mi barrio a las 3 am. Nos dejaron en el lugar de la fiesta, ya que
era en medio de la calle y el auto no podía llegar más allá. Había muchas
personas, hablando y bailando con la música a tope. Miré a todos lados,
porque sabía que podrías estar por ahí, con él, un "amigo" que te había
presentado. Me encontré con John y Juan, ellos siempre salían a cosas así. Nos
saludamos con un abrazo amistoso y reímos mientras nos decíamos "¡Feliz
año!".
—Hermano, vi por ahí a Ana. —Dijo Juan.
—Sí, estaba por ahí con este... —Interrumpí a John.
—Samuel. —Dije.
—Sí, ese mismo, parecían estar cariñosos. —John siempre era sincero,
aunque esa verdad me doliese. Ellos sabían que yo sentía algo por ella, debían
decirme sin importar cómo llegara a sentirme.
—Déjalos, total, no somos nada. —Dije seco. Nos despedimos, mi madre
ya quería estar en casa para descansar.
Llegó el año nuevo. "Año nuevo, vida y decisiones nuevas" según tú.
Habías dicho que todo iba a ser mejor de ahora en adelante, que eso era lo que
esperabas en nuestra "relación". Esperaba a que respondieras uno de mis
mensajes, estabas tardando un poco, aunque te veía "en línea". "Tal vez no
sabe qué decir", pensé. Hasta que recibí su mensaje: "Siempre seremos buenos
amigos". Mi corazón dio un vuelco, una horrible sensación se apoderó de mí.
Me sentí tan mal, tan basura, tan impotente; sólo quería desaparecer.
"Bueno, ya se cansó, mucho había esperado por mí", fue lo que dije en ese
momento viendo hacia el techo de mi habitación, con lágrimas en los ojos.
Vale, le responderé. "Está bien, princesa", fue lo único que se me ocurrió
decirle. Desde ese momento, todo se volvió sombrío. Había perdido a la chica
que tantas emociones había causado en mí, la chica de la que estaba
enamorado.

CAPÍTULO XII

Regresaron las clases. Todo mi tiempo se enfocaba en trabajos, proyectos,


servicio comunitario y las clases normales. Faltaba poco más de tres meses
para comenzar mis pasantías.
Cuando sentía la ausencia de Ana, sólo recurría a ir a la cancha, a
desahogar mi estrés en un partido de fútbol, hasta que me doliese todo el
cuerpo. Me dolía no tenerte conmigo, no caminar a tu lado, no reír a solas de
las payasadas del otro. Ya no habías vuelto a visitarme, mi madre preguntaba
por ti. ¡Maldición! Me duele, me quema, me mata no poder estar contigo, solo
por culpa de mis nervios.
A veces me cruzaba contigo en los pasillos, pensando en que ni siquiera
querrías saludarme; yo sólo podía bajar la mirada. Nuestros amigos lo
notaban, estábamos más distantes. Todos me preguntaban y yo sólo decía que
estábamos "normal" que tú y yo no éramos "nada". Todos sabían que me
gustabas, que moría por ti.
Me duele... Realmente me duele como terminó esto. Odio ser así, no poder
hacer lo que quiero. Me había enamorado perdidamente de ti, aunque tú tal
vez pensabas que sólo te quería para pasar el rato.
Lo siento, realmente lo siento. Mi corta vida ha sido un viaje de
decepciones. No había logrado mantenerte a mi lado, había fallado otra
relación.
Había estado en contacto con mi amiga de la infancia, mi mejor amiga
además de ti, aunque ya no podía decir lo mismo. Habíamos cruzado esa línea,
y ahora tu ausencia es una estaca en el corazón. Mi amiga, Whitney, ella fue
mi primer beso cuando apenas éramos unos niños pequeños. Ella me había
gustado por mucho tiempo, hasta que apareció Ana.

CAPÍTULO XIII

Había planeado una salida con Whitney a un centro comercial. "¡Vamos,


para mejorar la relación entre ambos!", pensaba yo. Debía intentar superar a
Ana, ya la había perdido. Con nosotros iban: Josh (Mi hermano), David (Mi
primo), Manuel (Su primo) y dos amigos de ella que yo no conocía.
Era una salida para divertirnos, no para ligar. En el camino íbamos
bromeando con todo, todo el mundo nos miraba, y yo a ella. Era un poco
extraño verla después de tanto, era nuestra primera salida juntos, aunque había
gente de más. Sí, me seguía gustando, un poco. Quería intentar superar a Ana
con ella, aunque fuese un error intentarlo, porque ella siempre seguiría en mis
pensamientos.
En el autobús camino al centro comercial (el segundo que tomamos)
íbamos todos. El autobús iba un poco vacío. Los amigos de Whitney se
sentaron dos asientos adelante de nosotros. Ella iba, hablaba con ellos y luego
regresaba a mi lado. Uno de los chicos me quedaba mirando. "¿Y a este qué le
pico?", pensaba. Ya sabía qué pasaba, le gustaba Whitney. Soy hombre, mi
instinto no falla.
Whitney tenía novio en ese entonces, aunque su novio no era un buen tipo,
la trataba indiferente, aunque ella se mostraba cariñosa (era raro que ella fuese
así, es un témpano de hielo y no muestra sentimientos). Al llegar al centro
comercial, ella caminaba a mi lado, y los chicos que nos acompañaban (sus
amigos) desaparecieron del lugar. "Creo que no les cayó bien verme con ella",
pensé y sonreí.
Disfrutamos del paseo, compramos helados y compartimos un buen rato.
Mi primo y mi hermano se fueron un rato con el primo de Whitney. Había un
evento de Anime, y sí, habíamos ido principalmente a eso, a ver y disfrutar.
Ellos se fueron a ver los Cosplays. Me dejaron a solas con Whitney y ella
tomó mi mano. "¡¿Qué mier...?!", pensé. Ella nunca había demostrado nada
por mí, yo le había dicho que me gustaba un tiempo antes, pero ella dijo que
no sentía esas cosas por mí. Ese momento me dejó confundido, pero no solté
su mano.
Hablamos un buen rato y no regresaban los que habían ido con nosotros,
así que miramos a abajo, estábamos en el segundo piso. Yo me apoyé en el
barandal y ella me abrazó por la espalda. No puedo explicar lo que sentí en ese
momento, pero sabía que eran nervios. Una sensación de escalofríos se posó
sobre mí, me encantaba esa sensación, ella estaba demostrando que sí le
gustaba. Decidí que lo intentaría con ella. Debía intentar olvidar lo que sentía
por Ana.
Nos encontramos con John y Juan porque también eran fanáticos del
Anime. Les presenté a Whitney y luego seguimos nuestro camino.
En el camino de vuelta a casa, sus amigos se habían regresado solos. Mi
padre nos fue a recoger ya que era muy tarde. En el auto sonaban canciones
que explicaban justamente el momento, la situación con su novio y lo que le
pasaba conmigo, me había dicho que yo le gustaba, que sólo me había dicho
que no porque mi ex aún me buscaba, y no quería problemas.
En el auto íbamos tomados de la mano, ella apoyaba su cabeza cansada en
mi hombro. Me sentía un poco extraño, pero a la vez feliz. Ella había sido mi
amor platónico desde pequeño, quería intentarlo con ella. Una canción decía
algo sobre un beso y yo estaba cantándola. Ella me dijo: "No serías capaz de
hacerlo". Sólo ella y yo hablábamos, aunque la música estaba tan alta, que
sólo podíamos escucharnos entre nosotros. "¿A sí?", dije e intenté besarla,
pero ella me rechazó. Me sentí mal, me había hecho que intentara besara y
luego me rechazó.
No nos dijimos una palabra hasta llegar a nuestras casas, yo la acompañé a
la suya y le di un beso en el cachete como despedida. No sabía cómo sentirme.
Al día siguiente nos seguíamos escribiendo. Ella decía que si la quería, que
la esperara. Yo dije que estaba bien, que no tenía prisa. Un par de horas más
tarde me escribió. Me dijo que le había terminado a su novio porque
discutieron, que le habían dicho que Whitney caminaba por el centro
comercial agarrada de manos con un tipo. "Pero si eso no es verdad, fue en el
auto", le respondí y reí. Me sentía culpable, ella había discutido con Diego (Su
novio) por mi culpa.
Un día después Whitney me mandó un mensaje que me dejó con la boca
abierta: "¿Quieres ser mi novio?" preguntó ella. Yo me sorprendí mucho, y con
una sonrisa, aunque sintiéndome un poco culpable dije que sí. Whitney y yo lo
intentaríamos. Ella me ayudaría a superar a Ana.
Llegó el lunes y fue un día totalmente aburrido, hasta que estábamos en la
parada de autobús de la secundaria. Estaba bromeando con mis amigos. Tenía
un mal presentimiento. "¡Maldición, ahí viene Ana!", pensé e intenté abordar
un autobús. Mis amigos me detuvieron y llamaron a Ana y comenzaron las
bromas pesadas. Yo buscaba mirar a cualquier lado que no fuese donde
estuviese ella. A John se le fue la lengua y le contó sobre mi salida con
Whitney. Yo le había dicho hace mucho a Ana que Whitney me gustaba,
tiempo después resultó haber una atracción entre Ana y yo que me hizo dejar a
Whitney a un lado.
Ana se fue de inmediato y se despidió de todos, menos de mí. Vale, estaba
bien, así la olvidaría más rápido, aunque por dentro me dolía que me ignorara.

CAPÍTULO XIV

Hacía todo lo posible por no volver a molestar a Ana, no quería que


sufriera por mí. "Está mejor sin mí", pensé. De mí no sacaría nada bueno,
necesitaba a alguien que pudiera darle lo que ella quiere, y ese no era yo. Yo
no era el que podía hacer lo que tú querías, no podía por mis malditos nervios.
Perdón.
Las cosas con Whitney no resultaban muy bien, no como esperaba. Algo
me decía que la dejara ir, que olvidara eso del "Amor" y me enfocara en otra
cosa, ya que eso al parecer no era para mí. Pero seguía ahí, con ella.
Seguía pensando en Ana, pero ella ya no quería estar conmigo, por mi
estupidez. Ya no nos veíamos en el pasillo, ya no salía del aula de clases. Si la
veía, me iba a sentir fatal. No quería eso.
Mis días me la pasaba jugando fútbol, todas las tardes eso era lo que me
llevaba a otro mundo, lejos de todo. No quería pensar en Ana, tampoco en
Whitney, sólo quería olvidarme de todo.
Adoraba a Whitney, pero no sentía lo mismo que antes. ¿Por qué me había
mentido diciendo que no le gustaba? Eso habría impedido que sintiera cosas
por Ana, la chica que me volvió loco, la que me enamoró. No me habría
acercado a Ana, si Whitney hubiese dicho la verdad, si me hubiese aceptado
cuando dije que me gustaba. Pasó todo lo contrario, me había enamorado de la
chica que estuvo ahí cuando ella no quiso.
Un día no sé qué me pasó y te escribí diciéndote que te extrañaba, ya no
podía ocultar lo que sentía. También dijiste que me extrañabas, aunque me
dolía su respuesta, me gustaba al mismo tiempo.
Finalmente llegó el momento, te enteraste de que tenía una relación con
Whitney. Me preguntaste que qué significaba eso, habías visto mi foto y mi
estado (la foto de ella y nuestra fecha de noviazgo), te dije que no quería
hablar de eso. Sabía que la había arruinado todo.
Me decía que me odiaba, aunque sabía que no era así. Decía que le había
mentido, que no era verdad que la prefería a ella. "Sí es verdad", dije dentro de
mí. Pero ella me había dejado atrás, me dijo que seríamos buenos amigos, eso
quería decir que ya no era para mí, sólo amigos.
Sentir que tenía tu odio era la peor sensación que pude haber
experimentado, la chica que me volvió loco ahora me odiaba. Genial. En esa
conversación con Ana, sólo sentía el rencor, la tristeza, todo lo que estaba
sintiendo. Sabía cómo se sentía realmente, la había lastimado, aunque no lo
quería así, yo la quería a ella, la prefería a ella. Sin embargo, ella quería a
alguien que diera todo por ella. Y yo no podía. No podía atreverme a todo por
culpa de mi retraída y estúpida personalidad.

CAPÍTULO XV

No puedo sacarte de mi mente, ya estaba cansado de sentirme mal. Quiero


estar contigo, con nadie más, pero... Tú no querías. Ana, me enamoré de ti,
pero ya no te vale nada mis sentimientos. No te importa. Supongo que estás
mejor con alguien más.
Salimos temprano del instituto, incluso hasta te esperé, me encantó volver
a verte, a pasar tiempo contigo. Nos fuimos en grupo a una cancha que estaba
cerca, teníamos vista al mar, una maravillosa vista. Nuestros amigos vieron
que llegaban personas con un balón y decidieron unirse a un juego, yo quería
jugar, pero decidí quedarme a tu lado, hablando contigo. Te miraba un poco
distante, como si estuvieras evitándome.
Estábamos sentados en las gradas, mirando el juego y nos reíamos de cómo
fallaban los tiros al arco, como sé caían y cómo nuestros amigos humillaban al
otro equipo. "Debería jugar y dedicarle un gol a Ana", pensé. Pero antes de
que pudiese levantarme, ella dejó caer su cabeza sobre mi regazo, me miró y
sentí que sus ojos me decían: "Quédate conmigo".
Me quedé ahí, con tu cabeza en mis muslos, mirándome desde abajo. Te
veías tan tierna, moría por darte un beso, pero aunque me volvieses loco, no
podía ser infiel a Whitney. Ahí supe que te prefería a ti sin ninguna duda.
Las ganas de besarte se hacían más fuertes cada segundo. Mi garganta
quemaba, necesitaba estampar mis labios con los tuyos.
—¿Qué pasa? —Te pregunté. Noté que te perdías en tus pensamientos.
—Quiero besarte. —Me respondió. ¡Maldición, yo también muero por
besarte, lo necesito!
Llegó el momento de que tomaras el bus hacia tu casa. Te abracé.
Esperaría hasta que te fueras.
—Si te beso yo, ¿No pasaría nada? —Preguntó.
¡No, maldición, esa pregunta no!
—No te lastimes más. —La abracé. Me dijo que me fuera, que esperaría
sola, me alejó de ella. No quería verme.
"¡Ya no más!", me dije a mí mismo, dejándola ahí, esperando el autobús.

CAPÍTULO XVI

Pasé la página del diario y la hoja estaba en blanco. Hojeé un poco más y
todas las siguientes estaban en blanco, mi padre no había escrito más. Regresé
a la última página escrita y pude ver que cayó una gota. Estaba llorando, esa
historia me había conmovido, y me había dejado intrigado a más no poder.
—¡Maldición, ¿por qué mi padre no siguió escribiendo?! —Tiré el diario a
mi cama.
No podía sacar esa historia de mi cabeza, la historia de mi padre. "Necesito
saber qué pasó", pensé y cogí mi celular y le marqué a mi padre.
—¿Qué sucede hijo? ¿Todo bien? —Escuché su voz un poco caída.
—¡¿Cómo se te ocurre dejar la historia hasta ahí?! —Le pregunté enojado,
limpiando las lágrimas de mis ojos.
—Lo siento, sólo no tuve tiempo de escribir después de eso.
—¿A qué te refieres? —Pregunté.
—Mañana nos vemos en el House Italia para explicarte. —Contestó y
colgó.
¿Tengo que esperar hasta mañana?
Cuando revisé la hora, ya era de noche. Había estado leyendo por muchas
horas, realmente su historia me había atrapado. La historia del verdadero amor
de mi padre.
El despertador hizo lo suyo. Me levanté de la cama y tomé una buena
ducha. Salí del baño con solo la toalla en mi cuello, ya que vivía solo. No tenía
pareja, aunque las mujeres me buscasen, sólo se acercaban a mí por mi físico y
mi dinero, así que yo las ignoraba.
Me vestí con el mismo atuendo de siempre, mi traje elegante, mis zapatos
negros y mi corbata. Ya se me hacía aburrido vestir así siempre, pero bueno,
era el dueño de uno de los mejores restaurantes de la ciudad, debía lucir como
tal.
Necesito un amor como el de mi padre, y necesito ayudarlo a conseguir su
felicidad.
Salí de mi apartamento y subí a mi Audi R8 color negro, lo encendí y puse
marcha al House Italia. Necesitaba que mi padre me contara qué pasó después,
y por qué habrá dejado el diario hasta ahí.
Yo era un solitario, siempre en mi apartamento, administrando las finanzas
del restaurante en mis días libres, así que prácticamente no tenía "días libres".
En el restaurante sólo debía supervisar, revisar que todos los clientes se fuesen
con una cara de satisfacción.

CAPÍTULO XVII

Llegué a mi trabajo, aunque yo soy el "jefe" de ese trabajo. Todos estaban


ordenando porque pronto iba a abrir para el público. Mis trabajadores son lo
mejor, no hacía falta que les dijera lo que tenían que hacer, ellos ya lo estaban
haciendo. Al parecer la recepcionista me echaba el ojo, cada vez que pasaba,
sonreía de oreja a oreja y no paraba de mirarme. Yo la saludaba amablemente,
siempre trataba a mis empleados con respeto.
Mi padre esperaba en la mesa de siempre, parecía muy pensativo, tenía las
manos entrelazadas.
—Buenos días, padre. —Él se puso de pie con un sobresalto, al parecer
estaba perdido en sus pensamientos.
—Buenos días, Santiago. —Me dio la mano con firmeza y puso la otra en
mi hombro. Luego nos sentamos.
–Y... ¿Me contarás el resto de la historia? —Pregunté con una ceja
levantada y mis manos entrelazadas, mirándolo fijamente.
—Por supuesto, Santiago, no hay nadie más a quien se lo pueda contar. —
Respondió– Además, necesito que me ayudes.
—Si está a mi alcance, haré lo que sea por ti. —Dije. Él sonrió.
—Dejé el diario hasta ahí, porque simplemente no quería escribir lo que
venía después, o simplemente no tuve el tiempo. —Tomó una leve pausa y
siguió, parecía muy serio— Santiago, acabé mi relación con Whitney, la chica
que ya tú conoces como mi mejor amiga, al cabo de un poco más de una
semana. —Parecía nervioso, a veces desviaba la mirada— Busqué a Ana, la
busqué porque la quería para mí, la amaba a ella y no quería lastimar a
ninguna.
—Pero... —Me interrumpió.
—Cada día pensaba en ella, era quien yo quería en mi vida, la mujer que
realmente amé. Sí, parecía solo un amor de jóvenes, algo que no iba a durar,
pero yo no lo sentía así. —Sus manos se volvieron temblorosas— La busqué
hijo, le dije que la quería, que fuese mi novia y que lucháramos por estar
juntos. Una semana después de haber terminado con Whitney, Ana me dio el
"Sí". Me sentí tan feliz, tan dichoso de tenerla, parecía un sueño. —Comenzó
a derramar leves lágrimas.
—¿Por qué dejaste de escribir tus sentimientos? —Pregunté mientras le
daba el pañuelo que tenía en mi bolsillo. Me conmovía ver a mi padre así,
siendo totalmente sincero.
—Los mejores momentos hay que vivirlos, Santiago. Ella se adueñó de
todo mi tiempo, vivía para ella, escribía para ella, la amaba a ella.
—¿Por qué ahora no están juntos?
—Después de años de relación, yo comencé a viajar por asuntos de trabajo,
mi franquicia estaba creciendo y debía expandirla. Ya casi no estaba en casa y
cada que estaba, sólo podíamos estar tristes al saber que luego tenía que irme y
viajar por un largo tiempo de nuevo. Decidí dejarla ir, no podía retenerla
conmigo y que no fuese feliz. La amaba, la sigo amando a pesar de tantos
años, pero su felicidad era lo primero para mí.
—Padre... —Me interrumpió.
—Por eso necesito tu ayuda, quiero recuperarla, la sigo amando con la
misma intensidad, quiero volver a tenerla entre mis brazos. —Dijo tomándome
de los hombros.
—Te ayudaré, padre, quiero que seas feliz. —Dije.
—Gracias, Santi. —Mi padre tenía los ojos envueltos en lágrimas.
Comenzó a limpiarse con el pañuelo.
—Primero hay que encontrarla. —Le dije mientras me colocaba de pie.
—¿Cómo haremos eso? —Preguntó.
—De eso me encargo yo. —Sonreí— ¿Cuál es su apellido?
—Hilson, su nombre es Ana Hilson. —Sonrió.
—¿Puedes encargarte del House Italia hoy? —Le pregunté— Debo hacer
unas vueltas.
—¡Por supuesto, Santiago! Ve, haz lo que tengas que hacer. —Estreché su
mano y me retiré del local.
Debo contactar a Dimitri, él es el único que me puede ayudar.

CAPÍTULO XVIII

Llamé a Dimitri de inmediato. Iba en mi auto hacia el hospital, debía


encontrar a Ana y hablar con ella. Aparqué enfrente del hospital y entré a
encontrarme con mi amigo.
—Dimitri, cuánto tiempo sin verte. —Estrechamos nuestras manos.
—¡Santiago, amigo mío, ¿para qué me necesitas?! —Sonrió.
—Necesito que busques a alguien por mí, está aquí en el hospital. —Dije.
—¿De quién se trata? –Preguntó mientras alzaba una ceja.
—Es alguien de importancia para mi padre, su nombre es Ana Hilson.
—¡¿Ana Hilson?! —Exclamó— Esa era la paciente de Max.
—¡¿Qué quieres decir con que era?! —Sentí un dolor en el pecho, por mi
mente pasó la posibilidad de que Ana hubiese muerto.
—No te preocupes, le dieron de alta hoy, había sufrido un ACV, pero ya
está mucho mejor. —Trató de calmarme.
—¡Qué alivio! —Suspiré— ¿Puedes conseguirme un número de contacto
con ella o algo?
—Déjame ver qué consigo. —Dio media vuelta y fue hacia la
recepcionista. Parecía estar utilizando una computadora.
Ojalá consiga algo...
—¡Santiago, buenas noticias! —Decía Dimitri.
—¡¿Encontraste su número?! —Pregunté emocionado.
—No, algo mucho mejor, el correo de su linda y sexy hija. —Dimitri
nunca cambia, aunque eso también me servirá.
—Eres un caso, Dimitri. –Puse mi mano en mi frente— Envía la
información de su contacto a mi teléfono.
—Me debes una, podrían despedirme si se enteran de lo que hice.
—Yo me encargo de eso después, solo haz lo que te dije. —Me despedía
con un saludo de mano mientras caminaba hacia la puerta principal del
hospital. Llegué a mi auto y lo encendí.
Mi teléfono sonó, era un mensaje de Dimitri, vaya que sí era rápido. Estaba
su dirección de correo, la dirección de su apartamento y una foto de ella. Vaya
que sí era sexy y hermosa, aunque a mí no me interesaba mucho el físico. La
mayoría de las mujeres con buen físico, no tenía dotes inteligentes que
mostrar.

CAPÍTULO XIX

No tardaría ni un par de días cuando había planeado lo que iba hacer. Le


escribí un correo a la hija de Ana, Melissa, esa linda chica. Mi comunicado
decía:
"Melissa, buenas noches, espero no estar interrumpiendo nada importante.
El asunto es el siguiente: Necesitamos vernos y aclarar un asunto que nos
conviene a ambos, por nuestros padres, en este caso tu madre, (que espero que
se haya recuperado) y mi padre Axel. Permítame invitarla a almorzar el día de
mañana en House Italia. Espero su respuesta."
Tenía pensado averiguar lo que ella pensaba sobre unir a nuestros padres, y
si Ana aún deseaba ver a mi padre. Eran cosas que debía tener en cuenta, han
pasado años y Ana podría estar con alguien, tal vez ya no sentía nada por mi
padre. Aunque hacía esto por mí, quería conocer a Melissa, parecía una chica
atractiva, sencilla pero elegante, tenía la esperanza de que fuese diferente a las
chicas que me buscaban.
Al día siguiente despierto y la alarma aún no había sonado, me levanté 10
minutos antes de que sonara. Estaba ansioso por mi reunión con Melissa, por
lo que podría decirme u opinar sobre todo, sobre mí, precisamente. Aunque mi
misión principal es reunir a mi padre con Ana, debo aprovechar para conocer
chicas que realmente valgan la pena.
Tomo una ducha relajante y me visto de inmediato. Me coloco una camisa
de vestir que casi nunca usaba, pero que se veía bien; también una corbata
negra que me hacía lucir un poco serio. Me miré al espejo ajustando mi
corbata, y parecía que fuese a una cita, mis ojos resaltaban por mi vestuario.
Sonreí frente al espejo, parecía un tonto. "¿Por qué no tomarla como una
cita?", pensé.
Salgo de mi apartamento y subo a mi auto, lo enciendo y me dirijo al
restaurante. Al entrar le dije a Jessica (la recepcionista) que esperaba a una
linda chica, que la llevara a mi mesa preferencial en la zona V.I.P del local.
Ella asintió, aunque parecía un poco disgustada. Jessica es aquella chica rubia
con buen cuerpo, pero que no se siente conforme consigo misma y decide
operarse lo que la tiene disconforme. Se había operado la nariz no hace
mucho.
Me senté en mi mesa y me dispuse a esperar a Melissa, aunque temiendo
que rechazara mi invitación a comer y charlar. Pasaron 15 minutos y vi que
Jessica venía hacia mi mesa, detrás de ella estaba la linda chica, Melissa; una
joven chica, parecía ser contemporánea conmigo. La chica parecía un poco
disgustada, tal vez me había apresurado en invitarla.
—Disculpe la molestia, Sr. Santiago. Esta joven lo ha solicitado en la
recepción. —Me dice Jessica con desagrado. Esta chica me estaba empezando
a molestar.
—Te estaba esperando. —Me levanto de mi asiento y me acerco un poco.
Tomé su mano y le di un suave beso— Ya puedes retirarte, muchas gracias,
Jessica.
Jessica había hecho otro mal gesto, parecía que más tarde iba a tener que
hablar seriamente con ella.
—Lamento si te hice esperar. Es un placer Sr. Santiago. —Me dice la chica
mientras sonríe.
—¡Oh, no! Por favor nada de señor. Sólo tengo veinticinco años, llámame
Santiago solamente. Ven, toma asiento ¿Tienes hambre? —Pregunto mientras
le ayuda con su silla.
—Sólo un poco. —Me responde. Llamé a Cristofer, mi camarero. Aunque
ella no sabía que yo era el jefe.
—Quiero el mejor vino que tengas. —Digo y luego miro a Melissa— ¿Qué
deseas comer?
—No lo sé. —Se encogió de hombros. Parecía estar incómoda.
—¿Me permites ordenar por ti? —Pregunté. Debía tomar la iniciativa.
—Sí, por supuesto. —Contestó. Pido nuestra comida y Cristofer anota
todo con cuidado en su libreta, parecía estar muy atento a no cometer algún
fallo mientras estaba con una chica, él siempre es muy atento, es mi mejor
camarero.
—¿Has tenido algún inconveniente para encontrarme? —Le pregunto a
Melissa.
—Sólo una y fue en la recepción. —Contestó. Al parecer Jessica no la
había tratado como se merecía.
—¿Sí? ¿Qué hizo mal Jessica? —Le pregunté.
—Al parecer se conocen muy bien. —Dijo y yo no pude evitar sonreír.
—Cuéntame de ese inconveniente, por favor.
—Dijo: "El Sr. Santiago espera a una joven de clase, no creo que seas tú".
—Estaba tomando un sorbo de agua y me sorprendí al escuchar lo que había
pasado.
—No te preocupes, eres más de lo que dejé dicho en recepción. —Le dije y
bajó la mirada, al parecer la había avergonzado.
Parece una chica fuera de lo común, además, es de mi tipo.

CAPÍTULO XX

Cristofer llegó y trajo justo lo que le pedí. Me hice cargo del vino tinto
mientras él colocaba la pasta a la boloñesa en la mesa, también había traído los
panes recién sacados del horno.
—Espero te guste. —Dije mientras sonreía. Ella comenzó a comer con
delicadeza. Yo la veía mientras llevaba la comida a mi boca.
—¿Cómo has encontrado mi email? —Me preguntó.
—Tengo mis contactos. —Le dije con una sonrisa pícara. No podía
contarle lo de Dimitri.
—¿Cómo te has enterado de mi madre? —Siguió preguntando.
—Mi padre... Siento que está perdiendo la cabeza por Ana. Todo comenzó
cuando su mejor amiga se comunicó con él, y le dijo que Ana estaba en el
hospital. Se fue de la casa sin avisarme y volvió a los tres días.
—Mamá sufrió una ACV recientemente, pero está estable. ¿Dónde está
Axel? —Dijo.
—Debe estar por venir, dijo que quería verte. Cuando le comenté que había
contactado contigo, se puso muy ansioso. —Le conté.
Y pensar que mi padre quería ver también a Melissa, según él, es la imagen
de Ana cuando era joven.
—Mi padre no tuvo un buen matrimonio con mi madre y se divorció, pero
siempre ha estado para mí. No me quejo, aunque hubiese querido que
estuviera cuando despertara cada mañana. Quiero ayudarlo a que encuentre lo
que busca, quiero que esté bien... —Comencé a sentirme triste al recordar—
¿Deseas el postre?
—Sí, por favor. —Respondió. Cristofer retiró los platos de la mesa con
mucho cuidado.
—¿Su madre le ha hablado de mi padre? —Pregunté.
—No, bueno no lo había hecho hasta que le pregunté. Cuando me dieron la
noticia que mamá se quedaba en el hospital varios días, decidí ir a buscar un
par de cosas para ella, en su armario encontré un diario donde sólo habla de él.
—¡Vaya...! —Me sorprendió bastante, qué casualidad, ambos escribieron
sobre el otro en un diario.
—Tuvo que significar mucho para ella. —Dijo un poco triste.
—Para los dos. —Interrumpe mi padre. Melissa se puso de pie, parecía
sorprendida.
—¿Usted...? —Dijo ella.
—Discúlpame por mirarte aquel día en la panadería y en el hospital, pero...
—Mi padre paró un momento y continuó— Eres igual de hermosa que tu
madre. Mucho gusto, es un placer. Mi nombre es Axel Pirson.
—Melissa. —Dijo ella presentándose.
—Sé toda la historia de usted con mi madre. —Le dijo.
—¿Te la ha contado?
—La mayor parte la leí. —Metió su mano a su bolso y deslizó un libro por
la mesa— Léalo en su casa.
—¿Cómo está ella? —Pregunta mi padre en un hilo de voz.
—Mucho mejor... —Contestó.
—Quiero que sepas que amé y sigo amando a tu madre. Me fui por
oportunidades de trabajo y nos alejamos creyendo que era lo mejor, me vi solo
en la gran ciudad, sin tener con quien hablar... pero cuando regresé tu madre se
había mudado y nadie sabía de ella. Era como si hubiese desaparecido. Busqué
y busqué, no obtenía nada, sólo soledad. Intenté comenzar mi nueva vida con
la madre de mi hijo, pero... Éramos más discusiones que otra cosa. —Negó mi
padre con la cabeza— Me enteré de que se encontraba mal de salud y comencé
a buscarla de nuevo, fui a cada hospital y clínica que hay en la cuidad hasta
que te vi... Comenzaba a creer que me estaba volviendo loco porque veía a
Ana en ti. Ese día te vi salir del hospital y pregunté por Ana Hilson. Ahí
estaba... —Sonrío— Quiero verla y disculparme.
Yo sólo permanecí callado, era hora de que mi padre se desahogara.
—Si quieres verla... —Melissa comenzó a hablarle— Yo te ayudo. Pero mi
madre no puede recibir muchas sorpresas por su condición, ¿De acuerdo?
Mi padre solamente asintió.
—Creo que ya es hora de irme... —Dijo Melissa.
Qué lástima, me tendré que comer su postre.
—Te acompaño a la salida —Me levanto de mi asiento.
—Eres una joven muy hermosa, fue un placer y te agradezco todo lo que
estás haciendo por mí — Dice mi padre mientras se despide con un gesto de
mano y una pequeña sonrisa.
Mientras caminamos, Sentí que los ojos de Jessica nos seguían con
desagrado.
—Jessica. —Le digo— Estás despedida por la falta de educación que
tuviste al recibir a Melissa.
—¡¿Tú... Eres... El dueño?! —Melissa parece estar totalmente
desorientada.
—¡Eh, sí! Todo este bello restaurante me pertenece —Sonreí.
Parece muy sorprendida, es graciosa su expresión.
—¿Cuál es tu auto? —Le pregunté y ella señaló con su dedo.
—Gracias por la comida, fue muy agradable. —Dijo.
—Cuando gustes venir, eres invitada. —Le dije.
La acompañé hasta su auto y abrí la puerta de este. Me despedí con un
gesto con la mano y una sonrisa.
Esta chica es perfecta, ella sí que es diferente.

CAPÍTULO XXI

Han pasado dos semanas desde que vi a Melissa. Desde ese día le he
estado escribiendo, me gustaba esa chica. Pero nos estábamos enfocando en
nuestros padres. Me enteré que mi padre había ido a su casa, y que Melissa
parecía asustada por verlo ahí. Mi padre es muy impaciente, pero se acerca
arriesgando la salud de Ana.
Conseguí el número de Melissa y la llamaba en ocasiones para saber sobre
ella y su madre. Le preguntaba cosas de su día a día, si comía, si estaba bien, y
preguntaba si tenía ideas sobre el encuentro entre mi padre y Ana.
Habíamos decidido que sería en el cumpleaños de su madre, y era hoy, mi
padre no tenía que esperar más. Ya iba a salir a casa de Melissa. Me vestí un
poco diferente, algo un poco casual, pero no tanto. Al llegar a su casa, vi que
la puerta principal estaba abierta, entré para buscarla y había algunas personas,
pero me colé con facilidad. No la encontraba por ningún lado, evitaba que me
viera Ana y preguntara quién soy y se arruinara el plan.
Debe estar en su habitación.
Busqué entre las habitaciones hasta que encontré la suya, parecía tener su
esencia, así que no estaba equivocado.
—¿Quién te dejó pasar? —Escuché a Melissa.
—La puerta principal estaba abierta y comencé a buscarte hasta... Que caí
en tu habitación, creo. ¿Es tu habitación verdad? —Pregunté.
—Sí. —Mi instinto no había fallado.
—Me gustan tus peluches en la cama, ¿Ellos te hacen compañía?
—En ocasiones... —Parecía un poco distante.
—Cierra la puerta por favor. —Le ordené. Quería estar a solas con ella por
un momento.
—¿Dónde esta Axel? —preguntó.
—Está sentado en el auto esperando tu señal, está muy ansioso y nervioso.
Más de la cuenta. —Dije acercándome— Te ves muy hermosa esta noche,
Melissa.
—Gracias, igual tú.
—Tengo algo que hacer antes de seguir con mi plan, ¿Me permites? —
Pregunté, quería hacer algo desde hace un rato.
—¿Qué quieres hacer? —Me preguntó.
—Besarte. —Respondí.
—Bésame. —Dijo. Sentí que mi corazón comenzó a vibrar. Quería besarla.
Me acerqué a ella con fuerza y deseo. Tomé su rostro y le di un tierno
beso. Sentía que algo saldría de mi pecho volando, tal vez mi corazón, era la
primera vez que me ponía nervioso por una chica.
—Ya es hora de unirlos. —Dije.
—Hagámoslo. —Dijo tomándome de la mano— Ve a buscar a tu padre y
llévalo al despacho de mi madre, es la puerta que está al frente de la sala de
estar, te espero ahí en 15 minutos.
—De acuerdo, princesa. —Me regaló una gran sonrisa.
Salimos de la habitación y me dirigí al estacionamiento; ella iba al jardín
por su madre. Llegué al auto y mi padre se había quedado dormido.
—¡Sr. Pirson, es hora de levantarse! —Grité. Él se levantó sobresaltado.
—¡No me des esos sustos, Santiago! —Me miró feo.
—Debía hacer algo, padre, disculpa. —Me encogí de hombros— ¡Es hora!
—¡Sí! —Llevé a mi padre a donde me había indicado Melissa. Esperamos
ahí unos minutos.
—Tenía que hacer esto mamá. —Escuchamos la voz de Melissa.
La habitación estaba a oscuras, para mayor suspenso. Mi padre estaba
sentado en una silla y yo estaba un poco alejado. Al ver que Melissa encendió
la luz, mi padre se colocó de pie y comenzó a cambiar hacia Ana. Noté que
ella estaba un poco asustada.
—Perdóname Ana. —Dijo mi padre con lágrimas en los ojos— Te busqué,
nunca supe más de ti...
Ana no dijo una palabra, sólo lo abrazó fuertemente. Mi padre la abrazó
con dulzura y con sentimiento, parecía que no hubiese nadie más en la
habitación. Melissa me miró y me hizo señas para que los dejáramos solos.
—Todo ha salido bien. —Le dije mientras sonreía.
—Sí... —Al parecer Melissa estaba un poco nerviosa.
Estaba realmente feliz, habíamos logrado reunir a nuestros padres después
de años, sin ningún problema. Eso era un amor puro y sincero, algo que no se
ve en todos lados. Mi padre lo logró, ahora está con el amor de su vida. La
vida es un vaivén, no sabes lo que pueda pasar en el futuro. Sólo queda que
vivan lo que les resta de vida y lo hagan siendo felices.

CAPÍTULO XXII
AXEL PIRSON

Sólo quedábamos Ana y yo en el pequeño salón, sin nadie que nos pudiera
interrumpir.
—Yo te he echado de menos, todo este tiempo he esperado tenerte aquí a
mi lado —Le decía a Ana mientras mis lágrimas caían— Deja que hable, deja
que hoy te cuente como fue mi infierno cuando supe que me olvidabas. Sólo
recuérdame y que sea lo que deba ser, así me toque perder... En este sutil
momento de la noche, quiero que sepas que aún sigo enamorado, y amarte me
hace muy bien, porque me mantiene vivo. Voy encender el fuego de tu piel
callada para recuperar esas promesas y sueños que dejé a la mitad. Duele
equivocarse, y duele saber que me perdí, me equivoqué, me desvié del camino
y te dejé ir. Dejé que otra persona te amara, te diera unas hermosas hijas, una
hermosa casa, te besara en las noches... —No sabía qué más decir.
—... No te odio, tampoco tengo rencores. Pero sí me destrozó que cruzaras
esa puerta aquel día. Si supieras que tú estás mejor aquí, si sintieras lo que aún
causas en mí. Creo que éste es el momento donde coincidimos con el amor. El
mar separa muchos continentes, pero algo más fuerte nos une, me llaman loca
cuando te nombro sin querer, me llaman loca por dejar tu recuerdo quemarme
la piel...—Su voz se cortó.
—Me derrumbo si te marchas esta noche. Déjame remediar todo —La
miré con la misma intensidad con la que la miraba cuando éramos jóvenes. Me
besó. Sentí lo que no había sentido en año, algo que sólo ella podía causarme.
***
Ha pasado un año desde que llegué junto con Santiago a casa de Melissa,
para poner nuestro plan en proceso. No he vuelto a sentir la tristeza y la
soledad. Me siento como cuando era apenas un adolescente en pleno apogeo.
Todo era diversión y felicidad.
—Buenos días, mi rey. —Me dio un beso en la mejilla.
Mis ojos se abrían poco a poco mientras se acostumbraban a la claridad de
esa intensa mañana. Le sonreí a Ana apenas la vi y ella la acerco a mí.
—¿Qué haces? tengo que preparar el desayuno y darle de comer a nuestro
Husky. —Preguntó. Compramos un Husky (un cachorro) como habíamos
prometido cuando éramos jóvenes.
—No, te quedas conmigo. —Le dije.
—Recuerda que nuestros hijos vienen a desayunar. —Nos levantamos de
inmediato. En la cocina, mientras Ana prepara el desayuno, la abrazo por la
espalda con cariño.
—Huele delicioso. —Le dije. Se volteó hacia mí. Me veía con unos ojos
intensos, como si fuese el único hombre en el mundo. No podía evitar
sentirme como la primera vez que supe que me había enamorado.
Ahora estamos juntos, y nada ni nadie nos podrá separar; somos más que
felices. Algo bueno que salió de esto, fue que mi hijo, "el lobo solitario",
consiguió pareja. Sí, escribirá su propia historia de amor con Melissa.
El amor es algo impreciso, algo maravilloso, aunque este nos pueda
lastimar. Sólo debemos amar de la forma correcta, no importa que hayamos
sido lastimados en el pasado, los demás no tienen la culpa de lo que otra
persona hizo. El amor no llega cuando tú lo buscas, él te encuentra cuando
menos lo esperas. Si una persona es para ti, a pesar de los problemas y la
distancia, volverán a estar juntos. Esa es mi opinión sobre el amor. Te amo, mi
princesa...

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