Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Por
CAPÍTULO I
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
CAPÍTULO IV
Mi padre había llegado a recogernos, así que corrí a ponerme una camisa.
Todos subimos al auto. Partimos en busca de una noche inolvidable. En el auto
venía sonando una canción nueva, una que no había tardado en ponerse de
moda, una que me recordaba a ella. Yo estaba haciendo de copiloto, y Ana
estaba sentada detrás de mí. Sentía el frío del aire acondicionado del auto,
también los nervios de tenerla cerca. Ella comenzó a acariciar mi cabello, eso
me sorprendió, era la primera vez que lo hacía, y no sabía por qué lo estaba
haciendo. Eso me relajó, me encantaba. Recuerdo haber tocado su mano, pero
no hice más por los nervios.
Llegamos a la fiesta y entramos dispuesto a disfrutar la noche. Recuerdo
que mis ojos se encontraron con los de ella, yo nunca pude mantener la mirada
fija a ella, hasta esa noche; la miré fijamente y ella no tardó en desviarme la
mirada. "¿Por qué hizo eso?", pensé en ese momento, eso era extraño; ella
siempre jugaba conmigo mirándome fijamente, porque sabía que yo no podía
mirarla por mucho tiempo a los ojos.
Todos disfrutábamos de la fiesta, hacíamos bromas, como siempre. Había
buena música, buen ritmo, aunque nunca me ha llamado la atención bailar (no
es mi fuerte). A Ana le gustaba bailar, a veces se acercaba e intentaba bailar
conmigo, pero los nervios no me dejaban, además, no quería que notara que no
sabía bailar.
Abraham se perdió en la fiesta, nosotros sólo lo esperamos mientras
seguimos bromeando. Luego se fue Ana, algunas de sus amigas también
estaban en la fiesta. Unos minutos más tarde, John y Juan fueron a buscar a
Abraham, así que me dejaron sólo con Marisol, no podía estar más incómodo.
Para relajarme, decidí cantar las canciones que sonaban, amaba cantar. Marisol
parecía estar muy cerca de mí, eso me colocaba intranquilo.
Pasó un buen tiempo y ninguno regresaba, y ya estaba a punto de volverme
loco. Decidí ir a buscarlos a todos, Marisol me acompañó. Entre la multitud de
personas, cerca de la barra de bebidas, vi a Ana. Ella le bailaba a un chico. Eso
me cayó tan mal, que yo di media vuelta y decidí regresar y sólo esperar a que
terminara; me puse celoso y hasta empecé a sentir rabia, aunque ella y yo no
éramos "nada". Marisol al parecer se dio cuenta y me invitó a bailar, yo sólo
accedí, no tenía más nada que hacer y no iba a dejarla mal cuando intentaba
consolarme; ella era mujer, así que pudo darse cuenta que Ana me gustaba.
No pasaron ni 10 minutos cuando todos regresaron a donde estábamos
inicialmente. Me costaba ver de frente a Ana de nuevo, cada vez que la veía
recordaba lo que había visto, me sentía mal. Yo estaba sentado en una mesa y
Ana se apoyó en ella, justo frente a mí. Por alguna razón la rodeé con mis
piernas, hasta recuerdo haberla abrazado un poco.
Al rato cambiamos de lugar, ella parecía cansada de tanto bailar, con otros
chicos, claro está, eso me hacía sentir rabia por alguna razón. Ana estaba
sudada, pero eso no me impidió acercarme a ella y besarla en la mejilla, lo
hice por instinto, no sé qué me pasaba; sólo sé que ya era de madrugada, y
dicen que a esas horas las personas se vuelven más sentimentales. La besé
varias veces, aunque moría por besarla en los labios. Recuerdo haber bailado
aunque sea un poco con ella, o bueno, hice el intento, porque no sabía.
Sentía que mi corazón iba a mil, me abrazó y yo hice lo mismo. Moría por
darle un beso de verdad, mis labios estaban deseando ese momento, pero no
me atreví, no quería dañar nuestra bonita amistad. Después de esa noche, todo
se tornó más sentimental entre los dos.
CAPÍTULO V
CAPÍTULO VI
Han pasado varios meses desde esa noche, la noche en la que sentimos el
deseo de besarnos. Desde ese día, no hubo una vez que no nos escribiéramos.
Las veces que nos veíamos y pensaba besarte, me entraron unos nervios
horribles; me odiaba a mí mismo por no atreverme a hacerlo, tal vez
comenzabas a pensar que sólo jugaba contigo. No quería eso, no. No quería
que pensaras que era otro más que sólo te buscaba por un rato de diversión;
quería que fueras para mí, la única para mí y yo el único para ti.
¡Malditos nervios! ¡¿Por qué soy así?! No dejaba de despreciar mi
ineptitud, mi impotencia cuando sólo pensaba en besarle. Tenía miedo de que
te cansaras de esperar por mí, y buscases a otro que sí podía hacerlo.
No sabía qué debía hacer, tampoco qué decirte. Me sentía perdido cada vez
que nos despedíamos y no había logrado avanzar. Tal vez no pueda, mi
timidez no me lo permitirá.
Los días pasaban y no me atrevía, cada vez que me acercaba un poco más a
ti, mi nervio me hacía retroceder y retractarme. ¡¿Pero por qué, si ella también
quiere que la bese?! No lo sé, sólo no podía hacerlo. Sí, era un idiota incapaz.
CAPÍTULO VII
Sentía una gran emoción, hoy venías a mi casa después de tanto tiempo.
No había nadie más en casa, sólo yo. Ana vendría a visitarme junto con
Abraham, él le había insistido en que debían visitarme, porque que él quería
jugar Playstation. Yo la encendí y comencé a jugar tiempo antes de que
llegaran.
Escuché sus voces que venían desde afuera y no volteé, los vi por el espejo
que tenía en la sala, no pude evitar sonreír al verte. Les abrí y me saludaron de
inmediato, Ana me abrazó con cariño y Abraham y yo chocamos puños.
Decidí terminar el partido de FIFA, no me faltaba mucho. Hablábamos
mientras jugaba.
Al terminar mi partido, Abraham me arrebató el mando de las manos como
diciendo "¿qué haces? Ve por ella". Me cambié de asiento y me senté en el
sofá junto a ella, era un sofá individual, así que estábamos muy cerca. No
podía explicar la velocidad a las que mis latidos aumentaron, los nervios se
intensificaron y en ese momento moría por darle ese beso que tanto quería.
Temía que Abraham nos viera por el espejo, así que no me atreví a besarla.
Recuerdo haber tocado su mano, y mi corazón dio un vuelco, me sentí más
nervioso de la cuenta.
Hablamos un buen rato, reímos y veíamos a Abraham jugando. Nos
burlábamos de que no podía ganar un partido. Pasaron las horas, los minutos y
segundos y ya ellos debían irse a sus casas. Los acompañé a la parada de
autobús, eran más de las 5:40 pm. ¡Maldición, otra vez no pude besarla!
Pude ver como ella se recostó en una pared solitaria y cerró los ojos como
si estuviese perdida. Tal vez se aburrió. Fui a su encuentro y sólo se me
ocurrió apoyar mi frente en la de ella, estaba muy cerca y cuando pensé en que
debía besarla en ese instante que nadie nos veía, ella abrió los ojos, me tomó
del rostro con sus manos y me besó. No sabía si estaba soñando o si ya había
perdido la cordura, pero me besó, lo hizo. ¡Maldita sea, se me adelantó! Estaba
feliz en ese momento. No pude decir una palabra y la abracé, la rodeé suave y
tiernamente con mis brazos. Estuvimos así un buen tiempo hasta que llegó el
autobús y se fueron.
CAPÍTULO VIII
Han pasado días, y no había podido olvidar la sensación de ese beso, era
algo inefable. Soy un chico que es considerado "tierno" por algunas personas,
porque mi día a día se definía en poemas, frases que a los demás le gustaban.
Ya había escrito poemas para ti, pero no con tanta intensidad y cariño, todos
los compartía en las redes sociales y ya comenzaban a hacer preguntas desde
antes de la fiesta. "¿Son novios?", preguntaban. No, no lo éramos, aunque
tampoco éramos sólo amigos.
Pasaron los días y seguían preguntándonos, decían que parecíamos novios.
Nosotros lo negábamos, aunque sentíamos algo más. Ahora el dilema es,
animarme a pedirle que sea mi novia. Es todo un reto, no soy de los que se
expresan personalmente. Mi personalidad es retraída, decirle lo de volvernos
"oficial" era algo difícil para mí. No soy como los demás.
Cada día sus ojos me recordaban que no debía perder el tiempo, pero me
daba miedo de que sólo quisieras pasar el rato y me dijeras algo como: "Sólo
quería besarte, no quiero una relación seria". Solían decirme que me
enamoraba muy rápido, además de que las demás personas no sentían lo
mismo por mí.
Sentía el miedo de que también se aburriera de mí, de que sí quería algo
más y yo no me animaba. Todo por culpa de mi ineptitud. No sólo nos
besamos una vez, nuestros labios se juntaron y se devoraron muchas veces,
disfrutábamos de estar con el otro. Me encantaban cada uno de sus besos. La
quería para mí, pero odiaba no poder hacer nada.
Un día íbamos en un autobús, juntos, uno al lado del otro. En algún
momento posé mi mirada en tu mano, y sin pensar la tomé. Ahí vi
perfectamente que ya había perdido la cordura por ti. Nuestras manos
encajaban perfectamente, eso me ponía los nervios de punta. Tú sólo apretaste
suavemente mi mano como diciendo "Esto me hace feliz". "Genial, tu mano
encaja con la mía", pensé.
Hoy es "Noche Buena", aunque para mí es un día normal. No suelo
celebrar porque mis padres no están juntos, no es lo mismo. Siempre me
acuesto temprano, pero esta vez no era así, quería escribirte y así lo hice. No
tenía nada que hacer en navidad y mi madre me permitió ir a su casa. Le avisé
y ella parecía emocionada.
Mañana nos veremos de nuevo, princesa.
CAPÍTULO IX
Ya era navidad, aunque para mí siempre había sido un día normal. Pero
esta vez no era así, te vería, iría a visitarte. Te escribí un mensaje: "Feliz
Navidad, princesa. Más tarde paso a visitarte".
Fue una mañana llena de emoción, aunque no pasaba nada fuera de lo
común. Lo que me tenía así, era que nos veríamos en un par de horas. "¡Ya
quiero verte!", era lo único que pensaba.
Pasó la hora del almuerzo y poco a poco se acercaba el momento de salir.
Fui a ducharme y luego me vestí, no sabía qué ponerme, aunque tampoco tenía
variedad de ropa. Escogí una camisa azul, del mismo tipo que usé el día de la
fiesta; también me puse un pantalón un poco ajustado, era mi favorito.
Me despedí de mi madre y salí a tu encuentro. Al llegar a tu casa te di un
abrazo de Navidad. Sentí como mi cuerpo sentía ansias de un beso suyo, pero
era su casa, debía respetar que aún su madre no sabía qué pasaba entre
nosotros. Quería hablar con la madre de Ana, decirle que su hija y yo teníamos
algo, y que yo quería una relación seria con ella. Pero ahí estaba el problema,
no me animaba, mis nervios, mi timidez, mi impotencia al no poder hacer lo
que debía y quería; eso me deprimía.
Nuestros labios se encontraron una que otra vez. Pero con cautela, tu
madre ni tú hermana menor nos podían ver. Te dije que mi cena había sido
aburrida, que me hacías falta en Noche Buena.
Nuestras manos se juntaron, quería sentir lo que había sentido la primera
vez, ese nerviosismo, esa sensación inexplicable. Tú observaste nuestras
manos entrelazadas y tomaste una foto, como diciendo "Eres mío"; debí
admitir que eso me encantó.
Ya debía regresar a casa, mi padre me llevaría de vuelta, porque él vivía
cerca de Ana, afortunadamente. Cuando me despedí de Ana, con un beso un
poco intenso, sentí que algo en mi desapareció. Al separarme de ella, sentí que
me faltaba algo, no quería dejarla. Llegué a mi casa y sólo pensé en tumbarme
en la cama, a dormir y no pensar más. Me había enamorado totalmente de ella.
Ana se volvió indispensable para mí.
CAPÍTULO X
No podía creer que había personas que te habían lastimado. ¿Con qué clase
de basura te topaste? No entendería jamás quién podría lastimar a alguien
como tú, quién te había puesto a la defensiva con los hombres. La culpa la
tenían aquellos que tuvieron "algo" con ella. Sólo la utilizaban, sólo deseaban
su cuerpo. Ninguno la respetó, y quién lo hizo, sólo fingía para obtener algo de
ella. Yo no sería así. Sería yo el que la amara de verdad, el que la respetara, la
apoyara e hiciera todo para estar con ella. Sin embargo, algunas cosas me
costaban por mi timidez.
Tu sonrisa me encanta, tu cabello liso me atraía, tus mejillas me
obsesionaban, a tal grado, que no dejaba de pensar ni un minuto en ti. Eres
lista, madura aunque hagas niñerías, esa es tu personalidad, un tanto
espontánea; eso y tú interés en mi verdadero "yo", era lo que me tenía atado a
ti.
Te defendería de cualquiera, sea de mi ex, de los tuyos, de cualquiera que
venga a intentar alejarte de mí; lo haría todo por ti. Sabía que tenías miedo de
que yo fuese como los demás, que sólo buscase tu intimidad. Pero no, quería
todo de ti: tus sueños, tus miedos, tus objetivos, tus sentimientos, tú vida, tu
amor.
Sabía que sería complicado hacerte entender que soy diferente, pero lo
lograría a cualquier costo. Así soy yo, me entrego completamente a alguien
cuando estoy enamorado.
CAPÍTULO XI
CAPÍTULO XII
CAPÍTULO XIII
CAPÍTULO XIV
CAPÍTULO XV
CAPÍTULO XVI
Pasé la página del diario y la hoja estaba en blanco. Hojeé un poco más y
todas las siguientes estaban en blanco, mi padre no había escrito más. Regresé
a la última página escrita y pude ver que cayó una gota. Estaba llorando, esa
historia me había conmovido, y me había dejado intrigado a más no poder.
—¡Maldición, ¿por qué mi padre no siguió escribiendo?! —Tiré el diario a
mi cama.
No podía sacar esa historia de mi cabeza, la historia de mi padre. "Necesito
saber qué pasó", pensé y cogí mi celular y le marqué a mi padre.
—¿Qué sucede hijo? ¿Todo bien? —Escuché su voz un poco caída.
—¡¿Cómo se te ocurre dejar la historia hasta ahí?! —Le pregunté enojado,
limpiando las lágrimas de mis ojos.
—Lo siento, sólo no tuve tiempo de escribir después de eso.
—¿A qué te refieres? —Pregunté.
—Mañana nos vemos en el House Italia para explicarte. —Contestó y
colgó.
¿Tengo que esperar hasta mañana?
Cuando revisé la hora, ya era de noche. Había estado leyendo por muchas
horas, realmente su historia me había atrapado. La historia del verdadero amor
de mi padre.
El despertador hizo lo suyo. Me levanté de la cama y tomé una buena
ducha. Salí del baño con solo la toalla en mi cuello, ya que vivía solo. No tenía
pareja, aunque las mujeres me buscasen, sólo se acercaban a mí por mi físico y
mi dinero, así que yo las ignoraba.
Me vestí con el mismo atuendo de siempre, mi traje elegante, mis zapatos
negros y mi corbata. Ya se me hacía aburrido vestir así siempre, pero bueno,
era el dueño de uno de los mejores restaurantes de la ciudad, debía lucir como
tal.
Necesito un amor como el de mi padre, y necesito ayudarlo a conseguir su
felicidad.
Salí de mi apartamento y subí a mi Audi R8 color negro, lo encendí y puse
marcha al House Italia. Necesitaba que mi padre me contara qué pasó después,
y por qué habrá dejado el diario hasta ahí.
Yo era un solitario, siempre en mi apartamento, administrando las finanzas
del restaurante en mis días libres, así que prácticamente no tenía "días libres".
En el restaurante sólo debía supervisar, revisar que todos los clientes se fuesen
con una cara de satisfacción.
CAPÍTULO XVII
CAPÍTULO XVIII
CAPÍTULO XIX
CAPÍTULO XX
Cristofer llegó y trajo justo lo que le pedí. Me hice cargo del vino tinto
mientras él colocaba la pasta a la boloñesa en la mesa, también había traído los
panes recién sacados del horno.
—Espero te guste. —Dije mientras sonreía. Ella comenzó a comer con
delicadeza. Yo la veía mientras llevaba la comida a mi boca.
—¿Cómo has encontrado mi email? —Me preguntó.
—Tengo mis contactos. —Le dije con una sonrisa pícara. No podía
contarle lo de Dimitri.
—¿Cómo te has enterado de mi madre? —Siguió preguntando.
—Mi padre... Siento que está perdiendo la cabeza por Ana. Todo comenzó
cuando su mejor amiga se comunicó con él, y le dijo que Ana estaba en el
hospital. Se fue de la casa sin avisarme y volvió a los tres días.
—Mamá sufrió una ACV recientemente, pero está estable. ¿Dónde está
Axel? —Dijo.
—Debe estar por venir, dijo que quería verte. Cuando le comenté que había
contactado contigo, se puso muy ansioso. —Le conté.
Y pensar que mi padre quería ver también a Melissa, según él, es la imagen
de Ana cuando era joven.
—Mi padre no tuvo un buen matrimonio con mi madre y se divorció, pero
siempre ha estado para mí. No me quejo, aunque hubiese querido que
estuviera cuando despertara cada mañana. Quiero ayudarlo a que encuentre lo
que busca, quiero que esté bien... —Comencé a sentirme triste al recordar—
¿Deseas el postre?
—Sí, por favor. —Respondió. Cristofer retiró los platos de la mesa con
mucho cuidado.
—¿Su madre le ha hablado de mi padre? —Pregunté.
—No, bueno no lo había hecho hasta que le pregunté. Cuando me dieron la
noticia que mamá se quedaba en el hospital varios días, decidí ir a buscar un
par de cosas para ella, en su armario encontré un diario donde sólo habla de él.
—¡Vaya...! —Me sorprendió bastante, qué casualidad, ambos escribieron
sobre el otro en un diario.
—Tuvo que significar mucho para ella. —Dijo un poco triste.
—Para los dos. —Interrumpe mi padre. Melissa se puso de pie, parecía
sorprendida.
—¿Usted...? —Dijo ella.
—Discúlpame por mirarte aquel día en la panadería y en el hospital, pero...
—Mi padre paró un momento y continuó— Eres igual de hermosa que tu
madre. Mucho gusto, es un placer. Mi nombre es Axel Pirson.
—Melissa. —Dijo ella presentándose.
—Sé toda la historia de usted con mi madre. —Le dijo.
—¿Te la ha contado?
—La mayor parte la leí. —Metió su mano a su bolso y deslizó un libro por
la mesa— Léalo en su casa.
—¿Cómo está ella? —Pregunta mi padre en un hilo de voz.
—Mucho mejor... —Contestó.
—Quiero que sepas que amé y sigo amando a tu madre. Me fui por
oportunidades de trabajo y nos alejamos creyendo que era lo mejor, me vi solo
en la gran ciudad, sin tener con quien hablar... pero cuando regresé tu madre se
había mudado y nadie sabía de ella. Era como si hubiese desaparecido. Busqué
y busqué, no obtenía nada, sólo soledad. Intenté comenzar mi nueva vida con
la madre de mi hijo, pero... Éramos más discusiones que otra cosa. —Negó mi
padre con la cabeza— Me enteré de que se encontraba mal de salud y comencé
a buscarla de nuevo, fui a cada hospital y clínica que hay en la cuidad hasta
que te vi... Comenzaba a creer que me estaba volviendo loco porque veía a
Ana en ti. Ese día te vi salir del hospital y pregunté por Ana Hilson. Ahí
estaba... —Sonrío— Quiero verla y disculparme.
Yo sólo permanecí callado, era hora de que mi padre se desahogara.
—Si quieres verla... —Melissa comenzó a hablarle— Yo te ayudo. Pero mi
madre no puede recibir muchas sorpresas por su condición, ¿De acuerdo?
Mi padre solamente asintió.
—Creo que ya es hora de irme... —Dijo Melissa.
Qué lástima, me tendré que comer su postre.
—Te acompaño a la salida —Me levanto de mi asiento.
—Eres una joven muy hermosa, fue un placer y te agradezco todo lo que
estás haciendo por mí — Dice mi padre mientras se despide con un gesto de
mano y una pequeña sonrisa.
Mientras caminamos, Sentí que los ojos de Jessica nos seguían con
desagrado.
—Jessica. —Le digo— Estás despedida por la falta de educación que
tuviste al recibir a Melissa.
—¡¿Tú... Eres... El dueño?! —Melissa parece estar totalmente
desorientada.
—¡Eh, sí! Todo este bello restaurante me pertenece —Sonreí.
Parece muy sorprendida, es graciosa su expresión.
—¿Cuál es tu auto? —Le pregunté y ella señaló con su dedo.
—Gracias por la comida, fue muy agradable. —Dijo.
—Cuando gustes venir, eres invitada. —Le dije.
La acompañé hasta su auto y abrí la puerta de este. Me despedí con un
gesto con la mano y una sonrisa.
Esta chica es perfecta, ella sí que es diferente.
CAPÍTULO XXI
Han pasado dos semanas desde que vi a Melissa. Desde ese día le he
estado escribiendo, me gustaba esa chica. Pero nos estábamos enfocando en
nuestros padres. Me enteré que mi padre había ido a su casa, y que Melissa
parecía asustada por verlo ahí. Mi padre es muy impaciente, pero se acerca
arriesgando la salud de Ana.
Conseguí el número de Melissa y la llamaba en ocasiones para saber sobre
ella y su madre. Le preguntaba cosas de su día a día, si comía, si estaba bien, y
preguntaba si tenía ideas sobre el encuentro entre mi padre y Ana.
Habíamos decidido que sería en el cumpleaños de su madre, y era hoy, mi
padre no tenía que esperar más. Ya iba a salir a casa de Melissa. Me vestí un
poco diferente, algo un poco casual, pero no tanto. Al llegar a su casa, vi que
la puerta principal estaba abierta, entré para buscarla y había algunas personas,
pero me colé con facilidad. No la encontraba por ningún lado, evitaba que me
viera Ana y preguntara quién soy y se arruinara el plan.
Debe estar en su habitación.
Busqué entre las habitaciones hasta que encontré la suya, parecía tener su
esencia, así que no estaba equivocado.
—¿Quién te dejó pasar? —Escuché a Melissa.
—La puerta principal estaba abierta y comencé a buscarte hasta... Que caí
en tu habitación, creo. ¿Es tu habitación verdad? —Pregunté.
—Sí. —Mi instinto no había fallado.
—Me gustan tus peluches en la cama, ¿Ellos te hacen compañía?
—En ocasiones... —Parecía un poco distante.
—Cierra la puerta por favor. —Le ordené. Quería estar a solas con ella por
un momento.
—¿Dónde esta Axel? —preguntó.
—Está sentado en el auto esperando tu señal, está muy ansioso y nervioso.
Más de la cuenta. —Dije acercándome— Te ves muy hermosa esta noche,
Melissa.
—Gracias, igual tú.
—Tengo algo que hacer antes de seguir con mi plan, ¿Me permites? —
Pregunté, quería hacer algo desde hace un rato.
—¿Qué quieres hacer? —Me preguntó.
—Besarte. —Respondí.
—Bésame. —Dijo. Sentí que mi corazón comenzó a vibrar. Quería besarla.
Me acerqué a ella con fuerza y deseo. Tomé su rostro y le di un tierno
beso. Sentía que algo saldría de mi pecho volando, tal vez mi corazón, era la
primera vez que me ponía nervioso por una chica.
—Ya es hora de unirlos. —Dije.
—Hagámoslo. —Dijo tomándome de la mano— Ve a buscar a tu padre y
llévalo al despacho de mi madre, es la puerta que está al frente de la sala de
estar, te espero ahí en 15 minutos.
—De acuerdo, princesa. —Me regaló una gran sonrisa.
Salimos de la habitación y me dirigí al estacionamiento; ella iba al jardín
por su madre. Llegué al auto y mi padre se había quedado dormido.
—¡Sr. Pirson, es hora de levantarse! —Grité. Él se levantó sobresaltado.
—¡No me des esos sustos, Santiago! —Me miró feo.
—Debía hacer algo, padre, disculpa. —Me encogí de hombros— ¡Es hora!
—¡Sí! —Llevé a mi padre a donde me había indicado Melissa. Esperamos
ahí unos minutos.
—Tenía que hacer esto mamá. —Escuchamos la voz de Melissa.
La habitación estaba a oscuras, para mayor suspenso. Mi padre estaba
sentado en una silla y yo estaba un poco alejado. Al ver que Melissa encendió
la luz, mi padre se colocó de pie y comenzó a cambiar hacia Ana. Noté que
ella estaba un poco asustada.
—Perdóname Ana. —Dijo mi padre con lágrimas en los ojos— Te busqué,
nunca supe más de ti...
Ana no dijo una palabra, sólo lo abrazó fuertemente. Mi padre la abrazó
con dulzura y con sentimiento, parecía que no hubiese nadie más en la
habitación. Melissa me miró y me hizo señas para que los dejáramos solos.
—Todo ha salido bien. —Le dije mientras sonreía.
—Sí... —Al parecer Melissa estaba un poco nerviosa.
Estaba realmente feliz, habíamos logrado reunir a nuestros padres después
de años, sin ningún problema. Eso era un amor puro y sincero, algo que no se
ve en todos lados. Mi padre lo logró, ahora está con el amor de su vida. La
vida es un vaivén, no sabes lo que pueda pasar en el futuro. Sólo queda que
vivan lo que les resta de vida y lo hagan siendo felices.
CAPÍTULO XXII
AXEL PIRSON
Sólo quedábamos Ana y yo en el pequeño salón, sin nadie que nos pudiera
interrumpir.
—Yo te he echado de menos, todo este tiempo he esperado tenerte aquí a
mi lado —Le decía a Ana mientras mis lágrimas caían— Deja que hable, deja
que hoy te cuente como fue mi infierno cuando supe que me olvidabas. Sólo
recuérdame y que sea lo que deba ser, así me toque perder... En este sutil
momento de la noche, quiero que sepas que aún sigo enamorado, y amarte me
hace muy bien, porque me mantiene vivo. Voy encender el fuego de tu piel
callada para recuperar esas promesas y sueños que dejé a la mitad. Duele
equivocarse, y duele saber que me perdí, me equivoqué, me desvié del camino
y te dejé ir. Dejé que otra persona te amara, te diera unas hermosas hijas, una
hermosa casa, te besara en las noches... —No sabía qué más decir.
—... No te odio, tampoco tengo rencores. Pero sí me destrozó que cruzaras
esa puerta aquel día. Si supieras que tú estás mejor aquí, si sintieras lo que aún
causas en mí. Creo que éste es el momento donde coincidimos con el amor. El
mar separa muchos continentes, pero algo más fuerte nos une, me llaman loca
cuando te nombro sin querer, me llaman loca por dejar tu recuerdo quemarme
la piel...—Su voz se cortó.
—Me derrumbo si te marchas esta noche. Déjame remediar todo —La
miré con la misma intensidad con la que la miraba cuando éramos jóvenes. Me
besó. Sentí lo que no había sentido en año, algo que sólo ella podía causarme.
***
Ha pasado un año desde que llegué junto con Santiago a casa de Melissa,
para poner nuestro plan en proceso. No he vuelto a sentir la tristeza y la
soledad. Me siento como cuando era apenas un adolescente en pleno apogeo.
Todo era diversión y felicidad.
—Buenos días, mi rey. —Me dio un beso en la mejilla.
Mis ojos se abrían poco a poco mientras se acostumbraban a la claridad de
esa intensa mañana. Le sonreí a Ana apenas la vi y ella la acerco a mí.
—¿Qué haces? tengo que preparar el desayuno y darle de comer a nuestro
Husky. —Preguntó. Compramos un Husky (un cachorro) como habíamos
prometido cuando éramos jóvenes.
—No, te quedas conmigo. —Le dije.
—Recuerda que nuestros hijos vienen a desayunar. —Nos levantamos de
inmediato. En la cocina, mientras Ana prepara el desayuno, la abrazo por la
espalda con cariño.
—Huele delicioso. —Le dije. Se volteó hacia mí. Me veía con unos ojos
intensos, como si fuese el único hombre en el mundo. No podía evitar
sentirme como la primera vez que supe que me había enamorado.
Ahora estamos juntos, y nada ni nadie nos podrá separar; somos más que
felices. Algo bueno que salió de esto, fue que mi hijo, "el lobo solitario",
consiguió pareja. Sí, escribirá su propia historia de amor con Melissa.
El amor es algo impreciso, algo maravilloso, aunque este nos pueda
lastimar. Sólo debemos amar de la forma correcta, no importa que hayamos
sido lastimados en el pasado, los demás no tienen la culpa de lo que otra
persona hizo. El amor no llega cuando tú lo buscas, él te encuentra cuando
menos lo esperas. Si una persona es para ti, a pesar de los problemas y la
distancia, volverán a estar juntos. Esa es mi opinión sobre el amor. Te amo, mi
princesa...