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LUIS G. URBINA
LA VIDA LITERARIA
DE MÉXICO
Y
Edición y prólogo
de
TERCERA EDICIÓN
EDITORIAL PORRUA, S. A
AV. REPÚBLICA ARGENTINA, 11
MÉXICO, 1986
PRÓLOGO DEL AUTOR
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210 LA LITERATURA DE LA INDEPENDENCIA
La tortolita tierna
que en jaulita curiosa.. .
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228 LA LITERATURA DE LA INDEPENDENCIA
A OTRO
MARIÓFILA PARTENIA
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274 LA LITERATURA DE LA INDEPENDENCIA
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El primer órgano que tuvo la Revolución fue, proba-
blemente, El Despertador Americano, que fundó en Gua-
dalajara FRANCISCO SEVERO MALDONADO (¿-1832), de
Tepic, doctor en Teología y Cánones, talento penetrante
y diáfano, dialéctico elocuente y bizarro. El carácter per-
judicaba mucho a Maldonado: era "excesivamente extra-
vagante y de una arrogancia y presunción inauditas" (Mora,
México y sus revoluciones). Era, tal vez, un degenerado
superior.
El Despertador Americano tuvo vida efímera: cinco
números se publicaron solamente. En el inicial, el ilus-
trado hijo de Tepic da a la estampa la primera proclama
* Colección de documentos para la historia de la, guerra de la
independencia de México, formada por J. E. Hernández y Dá-
valos. México. 1877-1882. Tomo I, documento núm. 54, y tomo
II, documento núm. 164.
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H a y , en t o d o el discurso, u n t o n o v e n g a t i v o y colé-
rico, q u e deja sospechar alguna rencilla personal entre
d o n M i g u e l H i d a l g o y Costilla y d o n Francisco Severo
M a l d o n a d o . ¿Cuál fue ésta? ¿ Q u é viento d e pasión hizo
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do. Por eso calculaba y veía mejor que otros, y por eso
también, su pensamiento, que era la verdad misma, pene-
traba más hondo en las conciencias.
"El Pensador" no usó, o usó muy pocas veces, el in-
sulto violento. A su servicio estuvo siempre arma más
sutil y penetrante: la ironía.
Y es asimismo de llamar la atención que, en tanto que
el doctor Cos, y el licenciado Quintana Roo, y el doctor
Maldonado, y Bringas y Encinas, y Beristáin, y Fernández
de San Salvador, se enardecen con los hervores que en-
gendra su pluma turbulenta, Fernández de Lizardi conserva
su juicio sereno y escribe artículos sensatos y razonados
en frío.
A cuanto pudo alcanzar su delicadeza, fue, el ^autor
del Periquillo, un fino ironista. Hubo momentos en que
todos alrededor suyo blasfemaban y gritaban, y él son-
reía. Mas aquella sonrisa, en su cara roja y cenicienta
de mestizo lampiño, inquietaba más a los gachupines que
las noticias de los alborotos insurgentes. Aquella son-
risa grave y fatídica, era la señal de la reivindicación,
era la libertad, era la justicia.
Ningún escritor hizo tantos adeptos ni convenció a
tantos rehacios como éste con su tranquilo pensar y su
don prodigioso para esgrimir el ridículo y la burla.
Cohibido, cada vez más, por la censura; encerrado
en el círculo de la prohibición que se reducía minuto a
minuto en torno de sus ideas, "El Pensador" se veía obli-
gado a sortear peligros y a burlar vigilancias, valiéndose
de subterfugios de ingenio, de personajes simbólicos, de
fábulas emblemáticas y oscuras, o de triviales y mali-
ciosos paliques. A través de ellos dejaba transparentar
sus opiniones, todas encaminadas a sugerir la emancipación.
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LUCAS. ¿Y en la alacena
no dejé cuartilla? Ya
armarías alguna fiesta.
TULES. (A Lucas, con mofa.)
¡ Ay, señor Luquitas! ¿Ahora
quiere usted que le den cuentas
de cuartilla?
LUCAS. SÍ, señora,
que no es alguna Marquesa;
y cuartilla son dos flacos,
que si por cacaos se ferian
importan cuarenta y ocho,
que son muy bonita renta.
PEPA. (Con ironía.)
Pues oiga usted la memoria
de lo que compré con ella.
LUCAS. Diga usted, que no es razón
desperdiciar las monedas.
PEPA. Un trajecito de moda,
ocho pares de chinelas,
un brillante, varias cintas,
dos abanicos, dos muestras,
para ir a un baile de fama
con que don Pedro Contreras
recibe a una Comadrita
en la calle de Zuleta;
porque como saben todos
que soy señora de esfera,
y dama de un Mayorazgo,
ayer me enviaron esquela.
LUCAS. Muchas son esas perradas,
mire usted, señora Pepa,
que si me enfado, no habrá
demonio que me contenga.
(Asoma Gervasio envuelto en una sábana rota y sucia,
con sombrero muy usado, e igualmente andrajoso que Lu-
cas, y con los mismos avíos de remendón, y dice a Tules
en tono de cólera disimulada.)
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(A Pepa, aparte.)
Mira, niña, qué llanezas;
con menos causas hay jaulas
en San Hipólito llenas.
GERV. Don, y muy don, y cuidado
como sobre el don se alterca,
que yo sé que soy muy don *
y lo tuvo mi ascendencia.
TULES. Que usted tiene Don, no hay duda,
pero por atrás, y es prueba
el que lo conocen todos
por el remen-dón.
GERV. N O es esa
la circunstancia.
TULES. Pues, Tata,
yo no sé de dónde venga
ese don.
GERV. —De que mi padre
fue primo de una Condesa.
Mírase guarnecido
de un dorado filete, muy pulido,
y en el centro del manto, en luces bellas,
tiene cuarenta y seis lindas estrellas.
Una corona peina
la cabeza imperial de esta gran reina;
a toda esta belleza cual ninguna,
sirve de peana la menguante luna;
¿y qué mucho si un ángel con ternura
también está a los pies de su hermosura?
Est,e dibujo, la rudeza mía
es el que puede hacerte de María.
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. . . del campo
la quietud e inocencia,
de Baco las locuras,
y del amor, las flechas;
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ODA
Cocines majore poeta plectro Gesarem.
Horat., Lib. 4, od. I.
y cuando se revuelva,
"Zitácuaro cayó", dirá la selva.
FIN