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Las verdades sobre la moral, el buen salvaje y su leviatán .

Ensayo

(Por José David Chavarría Centeno)

“La autoridad es superflua cuando los


hombres son verdaderamente virtuosos.
(Montesquieu)”

No existen los buenos ni los malos salvajes son solo eso, gente sin la más mínima
idea del respeto a los demás. Y es que, casi un año después que se presenciara
uno de los episodios más triste de la historia de Nicaragua, he podido comprender
el sentido que tiene la vida en una sociedad organizada, sin embargo, me doy
cuenta del daño que puede causar la anarquía gestada por personas que olvidan
que la libertad no solo es el resultado de la moralidad cívica que se deriva de una
organización adecuada de la sociedad.

En este sentido, no quiero herir la susceptibilidad de nadie, ni resultar ofensivo a


quienes ideológicamente piensan distinto; he querido abordar la temática sobre la
desintegración social y la ingobernabilidad expuestas en una de las cartas de
Montesquieu y el mito de los trogloditas porque, se hace necesario entender la
conducta cultural de aquellos que pretenden instaurar el desorden en una nación
como la nuestra. Así mismo, abordar de manera específica la naturaleza de las
acciones humanas y el ejercicio del estado. En consecuencia, el propósito de este
escrito es manifestar mi opinión a través de la analogía del episodio XI de las cartas
del francés con la situación actual de mi país.

En este sentido he debido abordar algunas problemáticas que plantea esta


fabulosa historia de un pequeño pueblo imaginario que se sitúa en Arabia y que la
tradición califica como salvajes, pero, no describiré aquí, la historia en sí; me limitaré
a poner en contexto la similitud que tiene con nuestra coyuntura actual. Por lo tanto,
debo decir que el gobierno y el estado derecho, la estructura y el funcionamiento de
éste depende de las circunstancias, así es y así ha sido desde tiempos
inmemoriales, pero debemos preguntarnos ¿La ausencia de valores humanos es la
causa de los males que consumen esta generación de un nuevo leviatán?, ¿Se
puede negar la naturaleza salvaje, las costumbres y la tradición de quitar lo que no
te gusta?

El episodio reciente de la historia de nuestro país nos ha demostrado que el


hombre igual que se describe en la carta XI no es social y que más que asociarse
se soporta, esto quedó de manifiesto con los hechos organizados por las personas
que llegaron al grado de demostrar sus ganas de establecer el caos y la anarquía
que solo produjo dolor, carencias y división en las familias nicaragüenses.

La causa de los desmanes son las ansias de poder y el ejercicio de alcanzar


las libertades al costo que deberá pagar la sociedad común, porque quienes
dirigieron las acciones tiene como vivir bien y por eso manipularon a gente que solo
actúa gregario de un grito de intolerancia.

Las consecuencias fueron nefastas, igual que ese pueblo mitológico de


Heródoto del cual nos habla Montesquieu, mató gobernantes y aliados con quienes
fueron también implacables; está representado en el grupo de personas que
olvidaron que además de ellos está más gente pobre que necesitaba progresar y
sobrevivir a la pobreza.

La tensión entre libertad y sometimiento a las leyes se apunta en esta fábula


como una de las grandes paradojas del estado de derecho. En mi parecer nadie
puede arrogarse la libertad de venir y presumir de tener el poder o el apoyo social
para acabar con un gobierno popularmente electo; debemos apegarnos a los
mandatos de la constitución y las leyes.
Consiente debía ser el pensar que, si el estado no puede garantizar el orden
y la paz en la sociedad éste queda sin su entidad como tal, los trogloditas a los que
alude Montesquieu mataron a su gobernante, eligieron otros representantes que por
su dureza en la forma de gobernar o establecer orden también los asesinaron, igual
pasaría aquí, de no haber tomado la decisión de sofocar las acciones que se
salieron del orden de lo moral y humano, no se olviden que hay personas
asesinadas, incineradas, violadas, secuestradas y aun desaparecidas.

Estos actuaron a tal nivel que nadie podría ocuparse del conflicto, por los
egos propios de quienes no se interesan por los demás sino por ellos mismos;
imperaría el adagio que reza “ocúpate de tus asuntos yo me ocuparé de los míos,
pero inevitablemente el policía del mundo viene y mete manos en los asuntos y te
dice que lo que es bueno para sus allegados es malo para quienes no están con
ellos.

Recordemos también que la injusticia provoca el abandono del bien, la pérdida del
humanismo, y de la norma de la equidad, la carta XII expresa que aquellos
trogloditas carecían de principios, igual que estos trogloditas de hoy, cuando se
oponen a estas manifestaciones de valor; tenían un gobernante que los trató con
dureza para corregir su malignidad, pero lo mataron, y cuando otro estuvo en el
poder, hicieron lo mismo cuando se volvió insoportable para ellos, y decidieron vivir
de acuerdo a su naturaleza salvaje, acordando no obedecer a nadie y que cada uno
velaría por sus propios intereses.

Así estaban los trogloditas de hoy, inconformes con todo y con todos, asesinaron,
secuestraron y violaron, fueron capaces de desaparecer a un ser humano, quieren
vivir sin ley y sin orden, velan mezquinamente por sus míseros intereses o mejor
dicho por su capital
Aceptar las acciones de ellos es corresponder con la idea de que la historia de la
sociedad es la historia del progreso de las desigualdades. El que tiene más quiere
más y con perdón de la frase, al pobre, empobrecerlo más. Porque sin ánimos de
poner sal sobre la herida, quiero recordar las privatizaciones del sistema neoliberal
que dejo pobre a mucha gente.

Entonces que opinar con esta similitud de estos hermanos nicaragüenses que me
recuerdan esta sociedad que pereció por su propia maldad, víctima de su propia
injusticia. Perecerán también porque no tiene otro destino más que autodestruirse

El pueblo tendría que morir por falta de solidaridad porque el hombre dejado al
gobierno de sí mismo, no entendería la necesidad de sus semejantes ni para
dañarlo tal como pasó en la historia de estos trogloditas de la carta XII; este tipo de
personas se caracterizan peor que los trogloditas en mención, que aparte de
horribles físicamente pese a estar más humanizados son horribles y crueles
moralmente, no conociéndose entre ellos principio alguno como la equidad y la
justicia, la rectitud de corazón.

En conclusión, la limitación absoluta y el incumplimiento de las normas


morales que expone Montesquieu ponen de manifiesto la naturaleza maligna del ser
humano negando aquello que lo hizo nacer como ser social, y así sucede porque
hay verdades sobre las que no basta convencer y es preciso hacerlas sentir y no se
puede renunciar a la razón para poner a prueba la de otros. O respetamos el orden
que establecen nuestras normas y principios del precepto constitucional, o el caos
los consumirá junto a su propia maldad dando lugar a otro leviatán más fuerte que
el que desataron con tanto odio y rencor. Nunca se podrá llegar a ser un buen
salvaje, no se puede negar su propia naturaleza, sus costumbres y la tradición de
quitar lo que no te gusta. Hecho esto, la multitud así unida en una persona se
denomina estado, en latín, “civitas”. Esta es la generación de aquel gran leviatán,
más bien de aquel demonio mortal, al cual debemos la perdida de nuestra paz y
quiso arrebatar la estabilidad de nuestro pueblo.

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