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LA CAMPAÑA LIBERTADORA DE LA NUEVA GRANADA EN 1819, CAMPO DE

APLICACIÓN DE LAS TRANSFORMACIONES EN EL MODO DE HACER LA

GUERRA.

Luis Alfredo De la Peña Jiménez – Universidad Nacional de Colombia.

Ponencia presentada en el IV Congreso Internacional de Estudiantes de Historia en Lima,

Perú, octubre de 2014

Abstract: Esta ponencia expone las principales conclusiones de mi trabajo de grado, y

versa sobre las diversas transformaciones en el modo de hacer la guerra durante la

independencia de Colombia, las influencias de las guerras del antiguo régimen en el siglo

XVIII y las guerras napoleónicas y la confluencia de estas experiencias en la conformación

de un modo de guerra «colombiano», que tuvo su génesis en la campaña definitiva de la

independencia nacional: la campaña libertadora de 1819.

Palabras Claves: Historia militar, Independencia de Colombia, Modo de guerra, campaña

libertadora, antiguo régimen, guerras napoleónicas.

«La batalla de Ayacucho es el clímax de la gloria americana y el trabajo del general

Sucre. Sus planes para la batalla eran perfectos y la ejecución divina […] así como la

Batalla de Waterloo decidió el destino de las naciones europeas, la de Ayacucho decidió el

destino de las naciones de la América hispana…»

Simón Bolívar. 1

1 Bruce, Robert B... [et al.] Técnicas bélicas de la época colonial: 1776-1914, equipamiento, técnicas y
tácticas de combate; p. 84
Los conflictos armados que se desarrollaron entre 1792 y 1815, y que enfrentaron a la

Francia revolucionaria y posteriormente al Imperio Napoleónico contra prácticamente el

resto de potencias y países europeos suscitaron un cambio en los modos de hacer y pensar

la guerra que se había desarrollado durante el siglo XVIII. La introducción de nuevos

conceptos o la aplicación masiva de algunos de concepción anterior, como la guerra total, la

leva en masa, la artillería montada -el uso masivo de la artillería en general en el campo de

batalla-, el ánima lisa en los fusiles, la división de los ejércitos por cuerpos y divisiones, la

transformación de los regimientos, la optimización del canal de mando e incluso la

masificación y complejidad del concepto de guerrilla, hicieron que tanto en la logística

como en la táctica y la estrategia, estos cambios generaran profundas transformaciones en

las estructuras y bases de los ejércitos de aquel momento.

Esta experiencia particular en el desarrollo de los conflictos armados durante la

historia de la humanidad, ubican a las guerras napoleónicas (o “guerras de coalición” como

algunos autores sugieren llamarles) como el punto intermedio entre las guerras entre

estados, fundamentadas en el antiguo régimen y el absolutismo del siglo XVIII; y las

guerras entre naciones, condicionadas por las ideas liberales y la burocratización e

industrialización de los conflictos.

El Virreinato de la Nueva Granada no fue ajeno a estos conflictos. Su primer intento

por independizarse fue generado por el vacío del poder que hubo en España tras la

abdicación de los borbones ante Napoleón en Bayona; las noticias de las victorias de la

Grand Armeé causaron conmoción entre las elites neogranadinas y en general a la

población que tenía acceso a las noticias sobre estos hechos de armas; las noticias de la

heroica resistencia española y el odio hacia los franceses que la invasión generó, también
fueron motivo de opinión a este lado del Atlántico. Los líderes de los ejércitos que

pugnarían por la independencia y a la vez por la reconquista española estaban íntimamente

relacionados (directa o indirectamente) con las transformaciones en el modo de hacer la

guerra, siendo claramente los ejemplos más conocidos e importantes el de Simón Bolívar y

Pablo Morillo. Y por último, muchos de los combatientes de las guerras napoleónicas,

hombres que no conocían otro oficio sino el de la guerra se embarcaron buscando fortuna

para enlistarse en los ejércitos independentistas a lo largo del continente, donde la Campaña

Libertadora de 1819 en la Nueva Granada no podía ser la excepción.

Estos aspectos son los que este trabajo pretende analizar, el impacto, la apropiación

y la apreciación de estos modos de hacer la guerra -y en una perspectiva más amplia, hacer

la política y conformar una nación- en la Nueva Granada; las implicaciones históricas que

estos conflictos internacionales suscitaron en la gestación de un primigenio estado

colombiano, para a su vez revitalizar y hacer aportes inéditos a la investigación no solo de

la historia militar de este período (que atraviesa una coyuntura importante) y la integración

y reevaluación del periodo napoleónico en la Nueva Granada desde una dimensión histórica

medianamente objetiva.

Este periodo, como pocos sucesos en la historia de la humanidad ha tenido una

trascendencia tal en la asimilación y apropiación de los acontecimientos históricos y de los

hombres y mujeres que los protagonizaron, al punto que la misma figura de Napoleón sólo

es superada en producción bibliográfica por Jesucristo, rayando obviamente la historia con

el mito, tanto como apologéticamente como en forma de diatriba. Superado el paradigma

positivista de la historia, hacer estudios sobre batallas y grandes hombres se convirtió en un

tabú para los historiadores, lo cual condujo la disciplina otros caminos y objetos de estudio.
De todas formas, estas nuevas perspectivas ayudarían a entender mejor el proceder de estas

figuras notables y la importancia histórica de los conflictos. Si bien es cierto –siguiendo los

postulados de los Annales- que la historia es el cambio de los hombres en el tiempo, los

campos de batalla deben ser vistos como catalizadores de este cambio.

Las guerras napoleónicas influyeron de una manera decisiva en las independencias

del continente americano en general y muy probablemente en la formación de lo que hoy

es Colombia en particular. Las características de esta época se trasladaron a la otra orilla del

océano en las ideas de los líderes revolucionarios y de los mismos veteranos que vinieron a

combatir por la causa americana. El significado y la importancia de estas guerras para el

proceso independentista en la Nueva Granada recayeron en el impulso ideológico, político,

cultural y militar de los acontecimientos históricos europeos del momento a las

experiencias independentistas en la Nueva Granada, particularmente en la Campaña

Libertadora de 1819.

Todos estos nuevos campos del estudio histórico de la guerra han hecho que la

historiografía militar se vea fuertemente revitalizada en las últimas décadas, avivando

incluso un mayor interés entre un sector más numeroso de la población sobre la historia y la

guerra, en especial por la conmemoración de ciertos conflictos armados que han

configurado el mundo actual: el bicentenario de las independencias americanas, el cercano

centenario de la Primera Guerra Mundial e incluso el bicentenario de las guerras

napoleónicas. Aun así el campo de análisis de esta nueva historia militar se ha reducido

prácticamente a Europa y Norteamérica falencia de la cual son conscientes los principales

representantes de esta tendencia historiográfica, quienes además hacen un llamado al


análisis de los conflictos en otros espacios geográfico bajo estas nuevas categorías de

estudio.

Como ya es evidente al llegar a este punto, el objetivo de este trabajo es, en primera

medida, analizar el cambio que suponen las guerras napoleónicas en la manera de hacer la

guerra y la implementación de este modo en la guerra de independencia en la Nueva

Granada. Como objetivos secundarios este estudio busca comprender el momento

inmediatamente anterior a las guerras napoleónicas que es representada por los conflictos

del siglo XVIII, en especial la Guerra de los Siete Años y el momento posterior, es decir,

los inicios de la industrialización de la guerra, momento que coincide con la formación del

estado-nación y de un ejército nacional, período que no sobra decir estuvo pasado por las

constante guerras civiles durante el siglo XIX en el país.

De los anteriores objetivos se desprenderá la demostración de que hubo un cambio

en los modos de hacer la guerra. Esto es, el cambio de instrucción de las tropas, gracias a la

aplicación de nuevas formas de combate, nuevas categorías estratégicas y nuevos avances

tácticos y técnicos tanto en la logística como en el armamento y la misma comandancia de

las tropas. Todo esto en busca de dar respuesta o por lo menos tratar de comprender la

razón por la cual, después de la conquista, el único conflicto relevante que sufrió el

territorio de la Nueva Granada fue la Campaña Libertadora y que después de esta, ese

mismo espacio geográfico ha sufrido hasta el día de hoy el azote de conflictos armados de

la más variada naturaleza.

Para desarrollar este trabajo se seguirá la siguiente estructura: Partiendo de una

reflexión teórica e historiográfica sobre la historia militar, se pasará al análisis del concepto
de «modo de guerra» como categoría válida para el análisis y clasificación de los conflictos

armados y en especial de la Campaña Libertadora. Posteriormente se analizarán en tres

acápites los correspondientes tres momentos o «modos» de combatir que están presentes en

la guerra de independencia de Colombia: el modo de guerra del siglo XVIII, el momento de

transición que proveen las guerras revolucionarias y el posterior perfeccionamiento y

complicación de la guerra durante las guerras napoleónicas. Tras esto se analizará la llegada

al escenario neogranadino de estos modos de guerra, para culminar con el análisis de la

aplicación de estos desarrollos militares en la campaña de 1819 que sellarían la

independencia de Colombia.

Los acontecimientos y hechos de armas que ocurrieron en la Campaña Libertadora

son ampliamente conocidos y no es menester en este escrito volverlos a mencionar uno tras

otro en un ejercicio retórico. La misión de este apartado de la monografía es establecer los

paralelos entre los desarrollos y transformaciones bélicas que se venían desarrollando

desde inicios del siglo XVIII y su aplicación factual en la campaña que puso fin al dominio

español en suelo neogranadino. Todo esto mediante la explicación de algunos ejemplos,

hechos y actitudes de sus protagonistas.

Y aunque anteriormente se había descrito el problema de escribir nuevas

interpretaciones sobre la independencia por ser esta una “prisión historiográfica” acaparada

por la historia oficial y de academias, una de las ventajas que esta apropiación tuvo fue la

amplia publicación de documentos referentes a este proceso, en especial de la Campaña

Libertadora. Los boletines del ejército libertador, la correspondencia entre los generales del

estado mayor, especialmente de Bolívar y Santander, los diarios de campaña y los órdenes

de batalla del ejército libertador, conforman, por el lado patriota la documentación de


primera mano para el análisis de la gesta independentista. De igual manera, los ejércitos del

rey, la correspondencia oficial y personal de los miembros del ejército expedicionario

peninsular y otros documentos referentes a él se encuentran también publicados, lo que

facilita y acelera el proceso de investigación, es con el soporte de estas obras que esta

sección está redactada.

Tipos de guerra.

La campaña libertadora es en sí, la regularización de la guerra por parte del ejército

independentista. Desde el 20 de julio de 1810, por más ejércitos reales que se hayan

conformado, gran parte de los combates se libraron al estilo de la “pequeña guerra” del

siglo XIX, de la guerra irregular, tanto urbana como rural. Con excepción tal vez de la

campaña del Sur, llevada a cabo por Antonio Nariño, la guerra de independencia se llevaba

a cabo fuera de los cánones establecidos para un ejército nominal y establecido. Pero con el

paso de los años, la guerra irregular cambió su carácter, Los guerrilleros del Cauca, la

cordillera occidental y el Magdalena medio, pasan de un actitud pro española a una pro

republicana, para luego pasar de esto a una transformación regular en el modo de hacer la

guerra, especialmente en la formación y ascenso de varios oficiales. El caso más relevante

es el de Santander, quien pasó de guerrillero a oficial de un estado mayor totalmente

constituido.2

Pablo Morillo sirvió en los batallones de marina en la clase de soldado, cabo y

sargento, hasta la invasión de 1808, cuando fue ascendido a oficial en un regimiento de

infantería de línea, combatiendo a los franceses de manera regular como irregular en donde

2 Pérez O., Eduardo. La guerra irregular en la independencia de la Nueva Granada y Venezuela 1810-1830.
2a. ed. Tunja: Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia: Academia Boyacense de Historia 2005.
xxxi, 410 p.: il. p. 197-202
su valía en el campo de batalla lo llevaron en franco ascenso hasta el grado de coronel,

poniéndose al servicio del duque de Wellington quien asumió el mando de las tropas anglo-

españolas que guerreaban contra el cuerpo francés al mando del Mariscal Soult a la llegada

de las casacas rojas a la península. Según Restrepo, el mismo Wellington recomendó

especialmente a Fernando VII el nombramiento de Morillo como el comandante en jefe del

ejército expedicionario para someter a los independetistas en América.3

Conformación y naturaleza de los ejércitos combatientes.

El ejército expedicionario partió de España con rumbo a las colonias americanas para

reivindicar las aspiraciones de dominación que Fernando VII tenía luego del traumático

episodio de ausencia gubernamental por parte del monarca ilustrado y las consecuentes

acciones junteras y constitucionalistas, tanto en España como en América. Veteranos de las

guerras napoleónicas, nuevos reclutas influenciados por los logros de sus mayores, oficiales

de bajo rango que buscaban experiencia en campaña componían las divisiones, regimientos

y contingentes de infantería, caballería y artillería que tal vez a pesar de las convicciones

ideológicas de carácter liberal que tuvieran, su carácter disciplinado, típico del modo

occidental de hacer la guerra les permitió zarpar en busca de completar la misión que su rey

les había impuesto.4

Ambos ejércitos se guiaban por reglamentos, los cuales se habían formulado para la

conformación, subsistencia y disciplina de las tropas del ejército neogranadino recién

3 Restrepo, José Manuel. Historia de la revolución de la república de Colombia en la América Meridional; ed.
académica de Leticia Bernal Villegas. Edición completa.- Medellín: Universidad de Antioquia 2009. (v.1) 1118
p. 950
4 Morillo, Pablo. Documentos de la reconquista de Colombia y Venezuela : transcripciones del fondo
documental "Pablo Morillo". Archivo de la Real Academia de la Historia de Madrid, España selección y notas
Heraclio Bonilla , Marco Manuel Forero Polo , Carlos Daniel Pérez Ruiz ; coordinación Ignacio Castán Andolz.
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia (Bogotá). Facultad de Ciencias Humanas: Centro Cultural y
Educativo Español "Reyes Católicos" 2011. xxiii, 212 p. : il. , 3 mapas plegs. p. 11-40
conformado, estos reglamentos a la larga serían una de las pruebas documentales más

fehacientes a la hora de explicar la incorporación de un nuevo modo de guerra. Es evidente

que los líderes de los ejércitos en américa, especialmente del bando independentista,

buscaban establecer una cadena de mando a la manera de los ejércitos que combatieron en

las guerras napoleónicas, aunque a veces esto ocurriera con poco éxito y la guerra no se

pudo regularizar del todo, aunque fueron el primer paso para la aplicación normativa de las

transformaciones de la guerra y del modo de guerra occidental de la primera mitad del siglo

XIX5

La guerra de independencia no sólo fue entre neogranadinos, venezolanos y

españoles, como ya se había mencionado en acápites anteriores, la participación inglesa fue

fundamental para el curso de la campaña libertadora. A Venezuela llegaron en 1818 un

total de cuatrocientos veinte oficiales y soldados ingleses repartidos en varios contingentes

que se embarcaron en varios puertos de Gran Bretaña. Comandados en el buque Grace por

el coronel MacDonald, el Príncipe con el coronel Wilson, El Brittania con el coronel

Gilmore, el Dawson con el coronel Campbell entre otros, que lograron llegar a los llanos

venezolanos atraídos por la sed de gloria y fortuna, pero no sin cierta dificultad.6

El ejército libertador se dispuso a marchar al altiplano cundiboyacense partiendo

desde los llanos el 25 de mayo de 1819. El ejército, que en su totalidad no excedía en

número a un regimiento de infantería de línea de la Grand Armeé estaba compuesto en la

infantería por los batallones Rifles, Bravos de Páez, Barcelona y Albión. La caballería

5 Santander, Francisco de Paula Diario de campañas, libro de órdenes y reglamentos militares, 1818-1834
Bogotá: Fundación Francisco de Paula Santander, 1988. Descripción física: 352 p. 23 cm. p. 87-108
6 Flórez Alvarez, Leonidas. Introducción a la historia militar : conferencias elementales para los alféreces,
1946-1953.Bogotá : Imprenta del Comando General de las Fuerzas Armadas, 1953. Descripción física: 160 p.
il., planos ; 16 cm.
compuesta por los Guías de Apure y la soldadesca y el tren de suministros que los

acompañaba y con quienes se embarcaron en el tortuoso paso del piedemonte llanero 7, con

una movilidad y capacidad de marcha puesta a prueba y que no le hubiera envidiado nada a

las marchas forzadas que en Europa ya eran un canon.8

En el aspecto técnico, los arsenales del ejército expedicionario correspondían a los

de un ejército organizado de corte europeo de la época, fusiles que se cargaban por la boca,

o de avancarga, con bayoneta calada, generalmente usando modelos basados en el clásico

fusil inglés «Brown Bess», un arma tremendamente confiable que tuvo una vida útil dentro

del ejército y la marina inglesa desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX. El

ejército libertador, en su constante vaivén entre lo regular e irregular no hacía del arsenal

una excepción. A la hora del combate, los ejércitos iban armados de muchas maneras,

fusiles traídos de Europa, arcabuces que databan de la conquista, bayonetas, machetes,

lanzas.9

El ejército expedicionario, aunque era curtido en los últimos avances en el arte de la

guerra que se dieron durante las guerras napoleónicas, manejaban también sus armas y

tácticas, pero al ser parte de un Estado absolutista en sus filas y organización se mezclaban

los tres modos capitales de hacer la guerra durante este periodo histórico. Del antiguo

régimen tenía sus estructuras, denominaciones y símbolos, todos con la intención de

mostrar su filiación y obediencia a Fernando VII. Y de la guerra revolucionaria y

napoleónica heredó y aplicó la conformación del estado mayor, así como el uso de nuevas

7 Restrepo, José Manuel. Historia de la revolución de la república de Colombia en la América Meridional p.


1012
8 Santander, Francisco de Paula Diario de campañas, libro de órdenes y reglamentos militares, 1818-1834 p.
40-47
9 Rodríguez Plata, Horacio y Lee López, Alberto (recopiladores) Documentos sobre la Campaña Libertadora
de 1819 /. Bogotá: Editorial Andes, 1971. 3 v. 23 cm. vol II p. 88-96
10
unidades militares como los dragones. El encargado por Morillo para librar la campaña

libertadora fue el jefe de la tercera división del ejército expedicionario, el coronel de

artillería José maría Barreiro, veterano de la guerra de independencia española y que

esperaba acantonado en Tunja, luego del primer combate en el sitio de Paya, a las tropas

independentistas con un contingente de dos mil cuatrocientos infantes y cuatrocientos

jinetes.11

Perspectivas de la guerra por parte de los oficiales

La desacreditación del enemigo, cuestión típica de la guerra desde las Guerras de

Revolución, emerge cuando los valores más caballerescos que la guerra ilustrada y racional

desaparecieron se convirtieron en una tradición de los documentos de los bandos que

pelearon en la campaña de 1819. Bolívar, su estado mayor y susu tropas estaban

convencidos de que su arrojo y valor los llevaría a conseguir el anhelado objetivo de la

libertad, desde la “Guerra a Muerte”, veían a los españoles como maquiavélicos enemigos,

perezosos y vejados. Por su parte el ejército expedicionario, aún con todas las

contradicciones ideológicas que habían entre sus filas, en especial luego de las Constitución

de 1812 y el carácter liberal de esta, sabían que estaban cumpliendo el papel de defensores

del rey, de los intereses del mismo imperio español, que se contraponía a la pernicia y

delincuencia del bando patriota.12

Cada quien es héroe a su manera, y esta máxima se aplica a estos ejércitos con la

costumbre napoleónica de comparar bajas obtenidas y sufridas, tanto para resaltar el valor
10 Lee López Alberto (compilación y prólogo)Los ejércitos del rey. Bogotá: Fundación Francisco de Paula
Santander, 1989. vol 2; 25 cm. p. 234-250
11 Restrepo, José Manuel. Historia de la revolución de la república de Colombia en la América Meridional p.
1013-1014
12 Montaña, Andrés (comp.)Santander y los ejércitos patriotas compilación; presentación Camilo Riaño.
Bogotá: Fundación Francisco de Paula Santander, 1989. 2 v. : mapas ; 25 cm. p. 237
propio como para evitar la furia de los superiores, utilizando los medios de comunicación

existentes como mecanismo de coerción de la sociedad y exponiendo el carácter heroico de

los combatientes de uno u otro bando a través del manejo de los boletines. Ese uso de la

propaganda y la construcción de un ideal heroico desde el mismo ejército es una innovación

de las guerras de coalición que permanecerá en el arte de la guerra hasta nuestros días.13

Se puede establecer una relación entre batallas de las guerras europeas, tanto

napoleónicas como de la guerra de independencia española y la Campaña Libertadora. Esto

con el fin de mostrar de manera más explícita la correspondencia entre estas experiencias

bélicas. La batalla de Somosierra y la del Pantano de Vargas, sangrientas ambas por demás,

llenas de incompetencia y terquedad por parte de los oficiales al mando, -Napoleón y

Bolívar respectivamente- en donde los renovados cuerpos de caballería tuvieron un factor

decisivo, saliéndose del canon teórico de la guerra y realizando una carga sorpresiva sobre

pendiente. Ambos bandos victoriosos rindieron homenajes y ascensos por valor en el calor

de la batalla, a los que literalmente se sacrificaron (pero sobre todo hicieron uso de su

inventiva e improvisación) por conseguir el objetivo. 14

Los campos de batalla, como se había anunciado anteriormente, son los lugares en

donde los cambios en el tiempo histórico se catalizan. La batalla de Boyacá 15 es uno de

estos ejemplos, no fue militarmente definitiva como el Pantano de Vargas, y hay que tener

presente que los generales de ambos bandos difícilmente pudieron presentar tropas

suficientes para igualar el número de soldados de un regimiento que haya combatido en


13 Montaña, Andrés (comp.)Santander y los ejércitos patriotas p. 241
14 Bruce, Robert B. ... [et al.] Técnicas bélicas de la época napoleónica: 1792-1815: equipamiento, técnicas y
tácticas de combate; traducción de Ma. Jesús Sevillano. Madrid: Libsa, 2008. 256 p.: il., mapas ; 28 cm. p.
92-97; Restrepo, José Manuel. Historia de la revolución de la república de Colombia en la América
Meridional p. 1018-1019
15 Restrepo, José Manuel. Historia de la revolución de la república de Colombia en la América
Meridional p.1021
Europa para la misma fecha. Pero lo que Boyacá comparte con Austerlitz y Waterloo es su

carácter decisivo, la búsqueda de la batalla decisiva es parte de la tradición del modo

occidental de hacer la guerra y un elemento potenciado durante los conflictos napoleónicos.

Su resultado, mal que bien definió el destino del dominio español en Suramérica para los

siguientes años y para la posteridad, siendo ahí donde recae su importancia.

La heroicidad, el valor y el ascenso por mérito propio son conceptos heredados y

asimilados de buena o mala manera dentro de las formas que la guerra adquiere en el

continente y esencialmente en Colombia. El profesor Bernardo Tovar analiza estos aspectos

durante la independencia y esencialmente durante la campaña libertadora en el libro de

reciente publicación que conmemora los cincuenta años del Departamento de Historia de la

Universidad Nacional. En este artículo, se demuestra cómo las tropas libertadoras,

famélicas y sufridas, realizaban una campaña de tintes surreales, venciendo una ingente

cantidad de vicisitudes y problemas, anteponiéndose a todas estas, saliendo victoriosas de

las batallas y adquiriendo prestigio y reconocimiento luego de estas.16

Nada distinto a lo que Napoleón sufrió y vivió con su ejército luego de la campaña

Italiana en 1796, o lo que los defensores victoriosos de la «Gran Guerra Patria» rusa no

experimentarían después de 1812, o los mismos veteranos de Napoleón, desde sus más

experimentados y hoscos gronards de la Guardia Imperial, hasta los Marie-louises, sus

imberbes e improvisados reemplazos en el tortuoso años siguientes a 1813, quienes

añoraron y exigieron el prestigio de héroes por sus méritos en combate hasta su muerte.

16 Tovar Zambrano Bernardo [et al.] Independencia historia diversa. 50 años del Departamento de Historia
1962-2012 Bogotá : Universidad Nacional de Colombia (Bogotá). ed. Facultad de Ciencias Humanas.
Departamento de Historia 2012. 648 p. p. 209-254
En ese mismo texto, el profesor Paolo Vignolo elaboró un escrito en compañía de

Oscar Murillo en el que analizan la extrapolación temporal de los símbolos de la gesta de

la independencia con el resurgir nacionalista en Colombia y Venezuela. 17 Pero lo

interesante de este artículo es cómo en la política más reciente de estos dos países, los visos

de esas guerras están presentes, especialmente en lo que respecta al comportamiento

político de sus dirigentes. Uribe y Chávez eran bonapartistas en el sentido de que sólo bajo

su égida, sus pueblos pueden salir adelante y sobreponerse ante sus enemigos, sólo ellos

representan el ideal de sus cargas políticas y sociales, y aún más, siguiendo el claro ejemplo

napoleónico, sólo ellos tienen máxima autoridad y potestad a la hora de configurar la

seguridad y las acciones militares como acción de gobierno. Thibaud aplicaba el

«cesarismo» a Bolívar y sus contemporáneos (incluido Napoleón, claro está) como actitud

política. Pero este cesarismo, esta política de los grandes hombres, adquiere y asimila las

características de la modernidad política y militar que el tránsito del siglo XVIII al XIX

dejó tanto en Europa como en América y se transforma en «bonapartismo».

Conclusiones

En este apartado, se expondrán los argumentos que responden a los objetivos planteados

para este trabajo, estos están divididos en la pertinencia de la historia militar y su estudio en

Colombia, cuestión que se analizaba en las primeras partes de este escrito y en segunda

instancia, las que tienen que ver con su tema principal, las aplicaciones de las

transformaciones en el modo de hacer la guerra en la etapa final de la independencia

colombiana.

17 Tovar Zambrano Bernardo [et al.] Independencia historia diversa. p. 593-618


Las guerras de independencia aparecen con poca frecuencia dentro de los libros de

historia militar, en especial los que aducen de tener un carácter global. No aparecen como

puntos de quiebre en el desarrollo de las armas, las tácticas, las estrategias o en algún otro

aspecto que responda al paradigma establecido del desarrollo militar del arte o la ciencia de

la guerra.18 El objetivo, utópico si se quiere, de este trabajo, era cambiar esa situación. Era

conjugar la historiografía militar actual con el acontecimiento militar más importante de la

historia nacional, conjugando la Campaña Libertadora con las experiencias, cambios y

desarrollos militares que la condicionaron y antecedieron. Objetivo que se desarrolló al

ejemplificar las similitudes que la Campaña Libertadora tuvo con las transformaciones que

se desarrollaron a nivel militar en otros espacios geográficos desde un siglo antes.

A través de la exposición que se ha llevado a cabo en estas páginas, es clara la

conjugación directa o indirecta de varios modos de guerra durante la guerra de

independencia de la Nueva Granada. Se advierten claros indicios de evolución de las

milicias que se conformaron durante el Antiguo Régimen hacia otras que, sin abandonar

algunas características del sistema colonial, tienen unos significados y objetivos totalmente

diferentes a sus antecesoras.19

Aún así, la comparación y relación de la guerra de independencia con las guerras

europeas del XVIII y del XIX se hace complicada por el tamaño, naturaleza y desarrollo de

los ejércitos europeos con las nacientes tropas americanas. La evolución militar que Europa

experimentó durante toda la Edad Moderna con todas sus traumáticas variaciones, el

territorio neogranadino y sus tropas la experimentaron de una manera tremendamente

18 Black Jeremy. Western warfare: 1775-1882. Bloomington: Indiana University Press, 2001. xiii, 210 p. ; 24
cm. p. 102
19 Chust Manuel, Marchena Juan (eds.). Las armas de la nación: independencia y ciudadanía en
Hispanoamérica (1750-1850) p. 9
precoz. Lo que Europa logró en 300 años, se impuso en toda América y en particular en la

Nueva Granada en menos de 10 años, este desarrollo acelerado, este experimento de

modernidad, tendría fuertes repercusiones en la historia futura del país y del continente, y

las formas europeas de la guerra siempre estuvieron presentes durante el proceso

independentista, aunque sus actores se mantuvieran al margen de estas influencias en pro

del carácter auténtico de sus luchas.

De todas maneras, los mismos protagonistas de las guerras de independencia no

tenían ningún reparo en hacerlas, bien sea en representaciones pictóricas como el famoso

cuadro de Hilarión Ibarra que representa a Bolívar en la misma posición y gesto que tiene el

retrato de Napoleón cruzando el San Bernardo pintado por David. Y por más que el mismo

libertador mantuviera distancia sobre el accionar tiránico de Napoleón. La fascinación por

la trascendencia de las guerras ocurridas en Europa no le era ajena, al punto de decir en

1824 el epígrafe que encabeza esta ponencia.

Es importante resaltar en estos comentarios finales que sin el desenlace de las

guerras napoleónicas en Waterloo, la fase final de la independencia colombiana no hubiera

sido posible. Es hasta después de 1815, cuando los teatros de la guerra en el mundo

cambian. El ejército expedicionario, la cooperación oficial y extraoficial de los británicos y

el suministro de los elementos necesarios para desarrollar una guerra, solo podrían hacer su

aparición después de esta fecha. Siempre han existido a lo largo de la historia, hombres que

solo tienen a la guerra como oficio y profesión. Después de Waterloo, en los países que

combatieron en la última fase de estas guerras –especialmente Inglaterra, Francia y

España– los brazos cruzados, que antes llevaban un fusil o un sable buscaban
desesperadamente dónde continuar con su oficio, las guerras de independencia en América

fueron la válvula de escape para esta situación.

El rey español, después de expulsar al invasor francés, quiso retomar el poder en sus

colonias por las vías de hecho, enviando a un ejército expedicionario lleno de veteranos de

su propia guerra de independencia. Los veteranos ingleses, coaccionados por las promesas

de gloria, oportunidades de negocio y ascenso social que los patriotas americanos les

ofrecieron, rápidamente olvidaron las jornadas de Los Arapiles, Bailén o Zaragoza junto a

los españoles para combatir contra ellos por una causa ajena.

El teatro de operaciones en el piedemonte llanero y el altiplano cundiboyacense es

totalmente diferente al espacio geográfico europeo o norteamericano donde se gestaron y

desarrollaron las transformaciones en los tres modos de guerra que aquí se analizaron. La

geografía que va de Arauca a Bogotá no es ni medianamente similar a los valles y llanuras

que Washington, Wellington o Napoleón usaron como un “mantel” para desarrollar sus

operaciones militares. El vado de los caños y lagunas del llano, que hasta hoy en día

dificultan el transporte y comunicación con la zona, no tienen punto de comparación en el

grado de dificultad con el cruce del Potomax; y por las condiciones del ejército, su

naturaleza y composición, el cruce del San Bernardo por Napoleón no significó un desafío

igual que para Bolívar fue el cruce del páramo de Pisba. La dificultad geográfica que

Venezuela y Nueva Granada representaban para la aplicación de las transformaciones de

los modos de guerra aquí expuestos es, sin caer en falsos elogios, mérito del ejército

libertador.
Finalmente, la conjugación de estos tres modos de guerra (el del antiguo régimen, el

revolucionario y el napoleónico) se combina para desarrollar en su forma inicial, el «modo

de guerra» colombiano. En su desarrollo militar posterior, el país se nutrió de la Campaña

Libertadora, su gesta fundacional por medio de las armas, su episodio bélico más

importante, y por extensión de los elementos externos que éste sufrió. La modernidad

política, la “democracia” de la que se jactan los que consideran a Colombia un país sin

vicios populistas o dictatoriales trajo consigo un constante ambiente bélico, más no

militarista, y de esto dan fe las guerras civiles del siglo XIX y el conflicto interno actual.

Aquí es donde los postulados de Victor Davis Hanson sobre una «manera occidental» de

librar la guerra toman más relevancia. Junto con la conformación de una cultura o

civilización occidental, caracterizada por demás por su naturaleza democrática, viene su

violenta capacidad de demostrar su superioridad, y de cierta manera se podría decir que

entre más democracia, más guerra. Resumiendo en este axioma la historia republicana (con

su componente militar) de Colombia, el «modo de guerra colombiano», la cultura bélica del

país, se fundamenta en violentos y paulatinos enfrentamientos, en donde las operaciones

militares, por cuestiones geográficas no involucran a todo el país y donde los bandos

siempre proclaman su naturaleza e ideales democráticos.


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