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11.2. Política económica del franquismo: de la autarquía al desarrollismo.

Transformaciones sociales:
causas y evolución
Política económica del franquismo: de la autarquía al desarrollismo
En 1939 España era un país destrozado por la guerra civil que causó un hundimiento demográfico. Además,
parte de la industria, de la agricultura y de las infraestructuras habían quedado inutilizadas y la producción
había caído muy por debajo del nivel de antes de la guerra. Por otro lado, para la mayoría de la población la
vida cotidiana venía marcada por la falta de alimentos y la pobreza. Al mismo tiempo, fueron años de enri-
quecimiento fácil para unos pocos sectores de la sociedad: los jerarcas del régimen, los grupos sociales más
vinculados al poder y los especuladores.
En la posguerra la política económica autárquica del franquismo se caracterizó por un gran intervencio-
nismo del Estado en la producción y distribución de bienes, fijación de precios de los principales productos
y reglamentación de los salarios. Además, el aislamiento exterior y el boicot internacional contribuyeron a
desarrollar la autarquía. Para fomentar la industria se creó el Instituto Nacional de Industria (INI) y se funda-
ron empresas públicas que se ocupaban de los sectores no rentables para la iniciativa privada pero necesarios
para la economía. La autarquía condujo al estancamiento de la economía: la agricultura y la industria crecie-
ron muy lentamente, el comercio exterior era mínimo y la escasez de bienes duró años. Así, el nivel de vida
y la renta per cápita española no alcanzó los niveles anteriores a 1936 hasta 1953.
El giro en la política económica se inició con el cambio de gobierno en 1957, del que salieron los represen-
tantes más radicales del falangismo. En el nuevo gobierno los ministerios de Hacienda (Navarro Rubio) y
Comercio (Alberto Ullastre) pasaron a estar controlados por el Opus Dei. Los nuevos ministros fueron clasi-
ficados como “tecnócratas” porque orientaban su labor hacia la eficacia técnica y económica. El gobierno
abandonó la autarquía e inició un proceso de liberalización económica, acorde con el sistema capitalista oc-
cidental al que pretendían incorporarse. Para ello se puso en marcha el Plan de Estabilización (1959), que
perseguía tres grandes objetivos:
 Frenar el crecimiento de la inflación: reducción de los gastos del Estado, congelación de salarios y deva-
luación de la moneda.
 Liberalizar la economía interior: desaparición del control del Estado sobre las actividades económicas
 Eliminar trabas al comercio y la inversión extranjera: apertura a los mercados exteriores, facilitando la
instalación de empresas extranjeras.
Los resultados inmediatos fueron traumáticos (cayeron los salarios, quebraron empresas no rentables, au-
mentó el paro…), pero durante los años sesenta se empezaron a notar los efectos positivos de la estabiliza-
ción presupuestaria que se plasmaron en una importante expansión económica, favorecido por la coyuntura
económica internacional, pero provocó la emigración al exterior de muchos españoles. Son los años del
desarrollismo. Los factores que lo favorecieron fueron: abundante mano de obra procedente del éxodo ru-
ral, barata y muy controlada; existencia de capitales acumulados en el interior y llegada de capital extranje-
ro; ingresos crecientes procedentes del turismo y de las remesas de dinero enviadas por los emigrantes, e
industrialización de España, concentrada en Madrid, Cataluña, País Vasco, Asturias y Valencia.
Una vez que se logró equilibrar los presupuestos se pusieron en marcha los Planes de Desarrollo, en 1962.
El proyecto consistía en iniciar un desarrollo acelerado, basado en la coincidencia de objetivos entre el Esta-
do y las empresas privadas: a éstas, si aceptaban las condiciones del Plan, se les concedían ventajas fiscales,
financieras y laborales; las empresas públicas debían someterse obligatoriamente a él. Desde 1964 a 1975 se
elaboraron tres Planes de Desarrollo, pero el último de ellos se abandonó en 1973, coincidiendo con el inicio
de la crisis económica internacional.
Uno de los aspectos más destacables de estos Planes fue la creación de los Polos de Desarrollo. Se eligieron
ciertas zonas atrasadas del país, pero con posibilidades económicas, para establecer allí empresas. El Estado
estimulaba al capital privado al invertir en esos lugares mediante subvenciones, créditos baratos y descuen-
tos fiscales. Así se crearon entre 1964 y 1972 doce polos de desarrollo; destacan Vigo, Valladolid, Huelva,
Zaragoza… La favorable coyuntura internacional y la ejecución de los Planes de Desarrollo llevaron a la
economía española a un crecimiento acelerado y sin precedentes.
La renta per cápita aumentó en más del doble y la tasa de crecimiento anual del PNB sólo fue superada por
Japón. El sector que más se desarrolló fue el secundario (industrias químicas, del metal y del automóvil).
Dentro del sector terciario destacaba el crecimiento espectacular del turismo. También fueron notables los

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cambios en el sector agrario: la agricultura tradicional fue abandonada por la incorporación de nuevas técni-
cas, maquinarias y fertilizantes, que provocaron un masivo éxodo rural.
No obstante, no todo fueron logros. Se originaron grandes desequilibrios regionales; se incentivó la emigra-
ción al exterior para evitar un paro masivo; la balanza comercial española siguió siendo deficitaria por la
necesidad de importar productos energéticos, maquinaria y materias primas. La inversión extranjera, los
ahorros que los emigrantes enviaban a España y la entrada masiva de divisas por el turismo pudieron com-
pensar el déficit comercial; desarrollo de una industria con poco contenido tecnológico y muy dependiente
del exterior; la renta per cápita y el bienestar social no alcanzaron el nivel medio de los países occidentales;
sistema fiscal regresivo, fraude y evasión de impuestos.
Transformaciones sociales: causas y evolución
La expansión económica de los años 60 estimuló el crecimiento demográfico y desencadenó los mayores
movimientos migratorios de la España contemporánea. Paralelamente, la sociedad modernizó sus hábitos
sociales y culturales y avanzó hacia la denominada sociedad de consumo. La mejora de las condiciones de
vida provocó un aumento de la natalidad y una disminución de la mortalidad, dando lugar a un fuerte au-
mento demográfico -baby boom- (25 millones de habitantes en 1957 a más de 34 millones en 1970).
Durante los años 60, una parte importante de la población emigró en búsqueda de mejores expectativas. Cer-
ca de dos millones emigraron al extranjero (Alemania, Suiza, Francia), y otra gran parte se desplazó de los
núcleos rurales a las ciudades. Las grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia) tuvieron que hacer fren-
te al aluvión de inmigrantes procedentes del campo. Esto supuso graves problemas de vivienda e infraestruc-
tura urbana, el chabolismo, y surgieron suburbios y ciudades dormitorio. Se despoblaron zonas de Andalu-
cía, las dos Castillas, Extremadura y Galicia, acentuándose las diferencias de riqueza entre regiones del país.
Tras los años de posguerra, en que la sociedad había mantenido formas muy tradicionales, en los 60 se pro-
dujo un cambio social acelerado. La mecanización agrícola y la industrialización dieron lugar a un drástico
descenso de la población agraria y un notable crecimiento de la población dedicada a la industria y a los
servicios; asimismo, aumentaron las clases medias.
La mentalidad española comenzó a cambiar con el contacto con el exterior. A los turistas que llegaban a
España el régimen les consentía actitudes y prácticas normales en Europa, que contrastaban con la moral
conservadora del país. También el regreso, por vacaciones o de forma definitiva, de los emigrantes introdu-
cía en España la nueva mentalidad europea. Uno de los cambios más destacados fue la incorporación de la
mujer al trabajo fuera de casa. Poco a poco se extendió la sociedad de consumo: los hogares españoles em-
pezaron a equiparse con electrodomésticos (frigoríficos, televisores, etc.), se compraron coches (SEAT 600),
y se generalizaron las vacaciones y la cultura del ocio.
La demanda de educación se extendió notablemente, por lo que el Estado tuvo que aumentar las inversiones.
Se extendió la escolaridad obligatoria hasta los 14 años (1964), y en 1970, la Ley General de Educación
convirtió la enseñanza elemental en gratuita y general. El analfabetismo disminuyó de manera drástica, hasta
alcanzar los niveles de los países más avanzados, a la vez que tenía lugar una progresiva democratización
del sistema educativo con la incorporación de un buen número de familias obreras y de clase media.
La renovación de la Iglesia que siguió al Concilio Vaticano II tuvo gran impacto en España e influyó decisi-
vamente en un sector de las Iglesia española, que comenzó a distanciarse del régimen y a alienarse junto a
sectores sociales que reclamaban su democratización.
La rígida moral católica trató de mantenerse y las medidas de liberalización fueron más aparentes que reales.
En 1966 se aprobó la Ley de Prensa e Imprenta por el ministro de Información y Turismo Fraga Iribarne.
Esta ley eliminaba la censura previa, pero no garantizaba la libertad de expresión. La nueva ley no fue bien
acogida ni por los más reaccionarios franquistas ni por la oposición. La segunda medida aperturista fue la
Ley de Libertad Religiosa (1967), por la que se reconocía la igualdad de todas las confesiones religiosas.

España los años de autarquía: la guerra civil dio paso a una larga posguerra, que coincidió con la Segunda
Guerra Mundial. La postura ambigua de franco y la de los contendientes sitúa España en un aislamiento. La
reconstrucción se llevó a cabo sin apoyo exterior, buscando la autosuficiencia económica. La intervención
del Estado se produjo hacia un control de los precios y hacia una asignación de recursos. Los agricultores
tuvieron que vender sus tierras al servicio nacional del trigo, que fijaba los precios. Aparece el mercado ne-
gro al recudirse la producción. El mismo sistema se produjo en la industria, combustible, materias primas e

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importaciones. Otro aspecto fue el control sobre la inversión privada mediante la exigencia de autorizacio-
nes administrativas para creación o ampliación de plantas industriales. En El Estado asumió el papel de em-
presario con creación de empresas públicas. Tras la Segunda Guerra Mundial el régimen de franco, alineado
con los regímenes derrotados, privaron a la economía española de las ayudas para la reconstrucción.

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