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La pareja ante la llegada de los hijos e hijas.

Evolución de la relación conyugal durante el proceso


de convertirse en padre y madre Becoming parents: Changes in the marital relationship during
transition to parenthood

Article (PDF Available) in Infancia y Aprendizaje 26(4):469-483 · October 2003 with 1,725
Reads
DOI: 10.1174/021037003322553851
Cite this publication

Victoria Hidalgo

o 22.25
o Universidad de Sevilla

Susana Menéndez Álvarez-Dardet

o 18.33
o University of Huelva (Spain)

Abstract
En este artículo se presentan datos del seguimiento longitudinal realizado a 96 mujeres y hombres
durante su transición a la maternidad y la paternidad. Los resultados muestran, en tendencias
centrales, un cierto deterioro de la relación conyugal tras la llegada de un bebé, y al mismo tiempo,
que existe una importante variabilidad entre los procesos experimentados por unas parejas y otras.
El apoyo emocional recibido del cónyuge, la implicación paterna en las tareas de cuidado del bebé
y la satisfacción con el reparto de tareas domésticas parecen ser los factores que explican -en
distinta medida para hombres y mujeres-las diferencias existentes en la evolución de la relaciones
conyugales durante la transición a la paternidad y la maternidad. Findings from a longitudinal study
following 96 women and men during their transition to parenthood are presented. Overall, the
results show a slight deterioration in the marital relationship following the baby's birth. However,
significant variability between the different couples was observed. The spouse's emotional support,
father involvement in childrearing and satisfaction with the division of household work seem to be
factors that explain-to different extents for men and women-differences in how marital relationships
evolve during transition to parenthood.

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Available from: Susana Menéndez Álvarez-Dardet
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Mª VICTORIA HIDALGO* Y SUSANA MENÉNDEZ**
diferencias en función del género.
ción. C/ Camilo José Cela s/n. 41018 Sevilla. Tel. : 954554332. Fax: 954557642. E-mail: victoria@us.es
**Universidad de Huelva. Escuela Universitaria de Trabajo Social. Departamento de Psicología. Avda. de las
Fuerzas Armadas s/n. 21007 Huelva. Tel.: 959019584. E-mail: menendez@uhu.es
© 2003 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0210-3702 Infancia y Aprendizaje,2003, 26 (4), 469-483

Los estudios sociológicos y demográficos realizados en nuestro país ponen de


manifiesto los importantes cambios que ha experimentado la familia española en
las últimas décadas (Alberdi, 1999; Flaquer, 1998; Iglesias de Ussel, 1998; INE,
1999; Menéndez, 2001). Entre los cambios más significativos figuran, sin duda,
los relativos a la natalidad: se ha retrasado notablemente la edad en la que las
mujeres se convierten en madres, al tiempo que se ha producido una drástica dis-
minución del número de hijos e hijas por familia. Pero a pesar del descenso del
número de nacimientos, tener un hijo o una hija continúa siendo una de las
experiencias más significativas e impactantes que la mayor parte de los adultos
afronta en algún momento de su vida y, por ello, la paternidad y la maternidad
constituyen experiencias muy relevantes de la adultez, y dimensiones de gran
importancia en el estudio del desarrollo psicológico adulto (Serra, Gómez, Pérez-
Blasco y Zacarés, 1998).
A lo largo de todo el ciclo vital, los acontecimientos que requieren adoptar
nuevos roles y afrontar nuevas exigencias suelen desencadenar momentos de
desequilibrio, dando lugar a períodos de la vida que con frecuencia están marca-
dos más por el cambio que por la estabilidad. Esos momentos de la trayectoria
vital se definen como transiciones evolutivas (Rutter y Rutter, 1992) y, sin duda,
convertirse en padre o madre es uno de los acontecimientos que puede ser defini-
do en estos términos. El impacto que potencialmente tienen la maternidad y la
paternidad sobre la propia trayectoria de vida, junto al hecho de ser una expe-
riencia vivida por la mayoría de las personas, hacen del proceso de convertirse en
padre y madre una de las transiciones normativas más destacadas de la etapa adulta.
La transición a la maternidad y la paternidad comenzó a ser objeto de estudio
de la psicología evolutiva en la década de los ochenta y, en la actualidad, consti-
tuye una temática sobre la que han proliferado las investigaciones –fundamen-
talmente con población norteamericana– y sobre la que existe muchísima litera-
tura, como lo atestiguan el importante número de monografías y revisiones
sobre el tema (Belsky y Kelly, 1994; Brooks, 1996; Cowan y Cowan, 1992; Hei-
nicke; 1995; 2002; Luster y Okagaki, 1993; Michaels y Goldberg, 1989; Palko-
vitz y Sussman, 1988).
La revisión de los datos de investigación disponibles pone claramente de relie-
ve que el proceso de convertirse en padre y madre constituye una importante
su análisis cobra sentido tanto para el desarrollo adulto como para el infantil
(Hidalgo, 1994; 1998; Hidalgo y Menéndez, 2002). Por un lado, se trata de un
acontecimiento que plantea muchas exigencias y supone importantes cambios
tanto para el hombre como para la mujer que se convierten en padre y madre.
Acceder a este significativo papel implica incorporar a la identidad un complejo
conjunto de nuevas cogniciones, conductas y emociones, y esta incorporación
obliga a un proceso de ajuste y adaptación personal que incide directamente en
cómo piensa, se comporta y siente el adulto. Por otra parte, este complejo proce-
so de ajuste y adaptación tiene entre sus ingredientes principales la forma en que
mujeres y hombres aprenden a ser madres y padres, es decir, a cómo ocuparse de
su bebé, cómo identificar sus necesidades, adaptarse a ellas y satisfacerlas, de
manera que el proceso resulta igualmente muy significativo de cara al desarrollo
infantil. Pero convertirse en madres y padres no sólo afecta a los adultos y al bebé
de forma individual, pues el acceso a la paternidad y la maternidad se experi-
menta tanto en el ámbito personal como en el familiar. Los procesos de cambio y
adaptación, las nuevas exigencias y horarios, la redistribución de papeles, y, en
definitiva, las nuevas tareas que requiere la llegada de un bebé son, sin duda, de
una considerable magnitud para el sistema familiar como totalidad.
Por estas razones, al igual que otras transiciones del ciclo familiar, la transi-
ción a la maternidad y la paternidad representa un momento potencialmente propi-
cio para que tengan lugar cambios importantes, cambios que pueden alterar
tanto la conducta de las distintas personas que componen la familia como el
entramado de relaciones que existen entre ellas. Sin embargo, como hemos desa-
rrollado en otro lugar (Hidalgo, 1998), no debemos olvidar la variabilidad que
existe al afrontar toda transición evolutiva, siendo difícil establecer a priori cuá-
les serán las consecuencias de la paternidad y la maternidad para cada persona y
para cada familia. De esta forma, a pesar de los muchos elementos comunes que
permiten caracterizar el proceso de convertirse en padre y madre como una tran-
sición normativa, este proceso no representa un acontecimiento uniforme para
todas las familias; más bien al contrario, existe todo un conjunto de factores rela-
cionados con la ecología del sistema familiar que tienen mucho que ver con la
trayectoria que siga este acontecimiento y con la forma en que se resuelva esta
transición.
En definitiva, la identificación de esta ecología de factores tiene interés, tanto
desde un punto de vista teórico como aplicado, pues no sólo permite comprender
las claves de un proceso muy relevante para adultos y niños, sino que aporta
herramientas muy útiles de cara a intervenciones que, a través de programas típi-
camente implementados a través de los centros sanitarios (ver por ejemplo
Cowan y Cowan, 1992; Palacios e Hidalgo, 1996), puedan optimizar una transi-
ción vital que no siempre resulta sencilla. En definitiva, y puesto que dispone-
mos de evidencia empírica que muestra que las características de la transición
que viven hombres y mujeres al convertirse en padres y madres influye de forma
decisiva tanto en su funcionamiento como adultos como en el desempeño poste-
rior de estos roles y, por tanto, en el desarrollo infantil (Cowan y Cowan, 1992;
Hidalgo, 1994, 1998), es comprensible la psicología evolutiva se haya interesa-
do por analizar los procesos diferenciales que distintas parejas experimentan al
convertirse en progenitores. Dentro de esta línea de investigación, las relaciones
conyugales constituyen, sin duda, el tema que ha aglutinado un mayor número
de trabajos.
Las características de la relación que mantienen entre sí los dos miembros de
una pareja y el desempeño de ambos cónyuges como padre y madre no son aspec-
tos independientes; todo lo contrario, y como queda ampliamente demostrado
en la literatura sobre paternidad y maternidad, los roles como cónyuges y como
padre y madre están estrecha y complejamente interrelacionados (Cox, Paley y
Harter, 2001; Erel y Burman, 1995; Feldman, 2000; Gable, Belsky y Crinic,
1992; Grych, 2002; Wilson y Gottman, 1995). Los primeros estudios que pro-
porcionaron datos empíricos sobre la relación existente entre la dinámica conyu-
gal y el desempeño de la paternidad y la maternidad fueron los que, de forma
pionera, analizaron el proceso de convertirse en padre y madre desde una óptica
longitudinal (Belsky y Pensky, 1988; Cowan y Cowan, 1992; Goldberg y Eas-
terbrooks, 1984). Desde entonces, las repercusiones que tiene el nacimiento de
un bebé en las relaciones de pareja ha constituido, como hemos señalado más
arriba, el tema estrella de la investigación sobre la transición a la paternidad y la
maternidad. Este protagonismo tiene mucho que ver con los orígenes del estu-
dio sobre la transición, que se inició a mediados del siglo XX como fruto del
interés de la sociología de la familia por las relaciones conyugales, y que, en gran
parte, dibujaron el acceso a la paternidad y a la maternidad como una dramática
crisis para las relaciones de pareja (Dyer, 1963; LeMasters, 1957). Aunque los
datos empíricos acumulados en los últimos veinte años han desterrado la idea de
que la llegada de un bebé representa un acontecimiento necesariamente deleté-
reo para la relación conyugal, sí es cierto que son muchas las investigaciones que
siguen encontrado que el nacimiento del primer hijo o hija suele conllevar cier-
tos efectos negativos para la relación de pareja. En conjunto, como destaca Grych
(2002) en su reciente revisión, los estudios sobre la transición a la paternidad y la
maternidad han contribuido sobre todo a poner de manifiesto que las relaciones
conyugales afectan y se ven afectadas desde los inicios del proceso de convertirse
en padre y madre.
Pero ¿por qué la llegada de los hijos y las hijas puede afectar negativa -
mente la relación conyugal entre sus padres? Los datos disponibles muestran
que el impacto de la maternidad y la paternidad sobre la dinámica de las
relaciones de pareja incide, al menos, en tres ámbitos: las actividades com-
partidas por ambos cónyuges, la distribución de roles entre ellos y la satis-
facción con la relación conyugal (Hidalgo, 1994; 1998). En primer lugar, la
transición a la maternidad y la paternidad suele alterar el estilo de vida ante-
rior, provocando cambios que afectan tanto a los hábitos personales como a
las costumbres y rutinas relacionadas con la vida de pareja y que, en conjun-
to, suelen describirse como una drástica y agobiante reducción del tiempo
para sí mismo y para la vida de pareja (Cowan y Cowan, 1992). En segundo
lugar, la mayoría de los estudios encuentran que tras el nacimiento del bebé
se produce una fuerte tradicionalización en la distribución de los papeles
dentro del hogar, de forma que la mujer aumenta considerablemente su
dedicación a las tareas de la casa y al cuidado de los hijos, mientras que el
hombre afianza su función como proveedor económico de la familia. (Belsky
y Pensky, 1988; Emery y Tuer, 1993; Feldman, 2000; Menéndez, 1998).
Finalmente, la mayoría de las investigaciones también coinciden en encon-
trar ciertas modificaciones en la calidad de la relación conyugal y la satisfac-
ción con la misma tras el proceso de convertirse en padre y madre. Teniendo
en cuenta la disminución del tiempo disponible para la pareja, la alteración
de los hábitos cotidianos y la tradicionalizació n en la distribución de roles,
no resulta extraño que la transición a la paternidad y a la maternidad pueda
saldarse con un cierto deterioro en la calidad de relación conyugal y, en con-
secuencia, mermar la satisfacción que ambos cónyuges perciben acerca de la
misma.
Los datos empíricos disponibles confirman esta idea: aunque pequeño en
magnitud, se observa un decremento significativo en la satisfacción conyugal
tras convertirse en padre y madre, especialmente en el caso de las mujeres
(Belsky y Rovine, 1990; Cowan y Cowan, 1992; Emery y Tuer, 1993; Feldman,
2000; Levy-Shiff, 1994). Aunque esta tendencia se observa de forma consistente
en la mayoría de los estudios, es necesario hacer dos consideraciones. En primer
lugar, los cambios observados son siempre de pequeña magnitud, por lo que no
se está hablando de grandes crisis, sino de ligeras modificaciones de sentido
negativo. En segundo lugar, si es cierto que cuando se analizan las tendencias
centrales de los datos se encuentra un cierto decremento, también lo es que exis-
te una importante estabilidad intrafamiliar: aquellas parejas que funcionaban
bien, a pesar de un ligero deterioro de la relación conyugal más o menos transito-
rio, tienden a seguir manteniendo buenas relaciones tras la llegada del bebé; sin
embargo, en aquellas parejas en las que ya existían problemas, la transición a la
paternidad y la maternidad parece acentuarlos (Heinicke, 1995; 2002).
De forma similar a lo que ocurre en otros temas, el abordaje empírico más
predominante en los estudios sobre la transición a la maternidad y la paternidad
ha consistido en seguimientos longitudinales efectuados en un nivel de análisis
individual, en los que se comparan las puntuaciones medias de los hombres y las
mujeres en un conjunto de variables antes y después de convertirse en padres y
madres. Como mostraron Belsky y Rovine (1990), estas aproximaciones que se
limitan a analizar la tendencia central de los datos coinciden en mostrar efectos
negativos pero, al mismo tiempo, están enmascarando importantes diferencias
individuales en la evolución de las relaciones conyugales durante la transición a
la maternidad y la paternidad. De hecho, cuando se utiliza un abordaje empírico
que va más allá del análisis de las tendencias centrales de los datos, una gran
variabilidad interindividual sale a la luz y se obtiene una visión distinta del pro-
ceso de convertirse en padres y madres. Más que mostrar repercusiones generali-
zadas y uniformes de la transición a la maternidad y la paternidad, este tipo de
aproximaciones ilustra que existen distintas formas de afrontar y resolver esta
importante transición.
Los estudios más recientes sobre la temática que nos ocupa coinciden en seña-
lar la importante variabilidad que existe en la transición a la maternidad y a la
paternidad, y más que tratar de describir las consecuencias generales que convertir-
se en padre y madre puede tener sobre el ámbito de las relaciones conyugales, se
plantean como objetivo principal la exploración de los factores predictores que
pueden explicar los procesos diferenciales que distintas parejas viven durante su
transición a la paternidad y la maternidad (Belsky y Kelly, 1994; Heinicke,
1995; 2002; Helms-Erikson, 2001; Feldman, 2000). Como concretaremos pos-
teriormente, en esta línea se sitúa el objetivo de nuestro trabajo.
Tal y como una de nosotras ha desarrollado más extensamente en otro lugar
(Hidalgo, 1998), los factores determinantes de las diferencias individuales que se
observan en la transición a la maternidad y la paternidad proceden de distintos
niveles: desde características personales de los padres, hasta aspectos del contexto
familiar o extrafamiliar. De acuerdo con el objetivo del presente trabajo, vamos a
revisar el papel desempeñado por algunos de los factores que parecen más signi-
ficativos a la hora de explicar la variabilidad en la evolución de las relaciones con-
yugales durante la transición a la maternidad y la paternidad: el género de los
progenitores, la distribución de tareas entre ambos cónyuges y el apoyo percibi-
do de la pareja.
En relación con el género, son muchos los estudios que ponen de manifiesto
que convertirse en padre o en madre son dos procesos diferentes. En términos
generales, los datos empíricos disponibles sugieren que el impacto que la mater-
nidad tiene sobre las mujeres es de mayor magnitud que el que la mayoría de los
hombres experimentan al convertirse en padres. Así, al convertirse en madres,
las mujeres experimentan mayores cambios que los hombres en los roles que
conforman su identidad personal, en su situación laboral y en las relaciones con
familiares y amigos. Asimismo, en el ámbito de las relaciones de pareja, el decli-
ve percibido en las relaciones conyugales tras la llegada de un bebé parece ser
más acentuado en el caso de las mujeres que en el de los hombres. Pero aunque
los datos disponibles muestran que el proceso de convertirse en madre y padre
tiene consecuencias distintas para la percepción que mujeres y hombres tienen
de sus relaciones de pareja, no existen datos consistentes acerca de los procesos
que explican estas diferencias. Así, en el magnífico trabajo de revisión realizado
por Erel y Burman (1995), consistente en un meta-análisis de 68 estudios empí-
ricos que abordaban las relaciones entre la dinámica conyugal y el desempeño
como padre y madre, no se obtuvieron datos concluyentes acerca del papel que
desempeña el género como variable mediadora en la relación entre el rol como
pareja y como progenitor.
Aparte del género, la calidad de la relación conyugal previa a la llegada del bebé
constituye el mejor predictor de una adaptación satisfactoria a la paternidad y a
la maternidad (Cowan y Cowan, 1992; Heicnicke, 1995; 2002; Helms-Erikson,
2001). Dentro del ámbito de las relaciones entre ambos cónyuges, dos aspectos
parecen tener una especial importancia: el grado de implicación paterna tanto en
las tareas domésticas como en las de crianza y cuidado del bebé, y el apoyo perci-
bido del cónyuge.
Respecto a la distribución de tareas entre padre y madre, son muchos los estu-
dios que señalan la implicación del padre como uno de los factores más clara-
mente asociados al cambio en la satisfacción con la relación de pareja tras acceder
a la paternidad y la maternidad. Así, en el estudio realizado por Levy -Shif
(1994), la implicación paterna y la evolución de la satisfacción con la relación
conyugal se mostraron claramente relacionadas: en aquellas parejas en las que
más se implicó el padre en las tareas de cuidado del bebé se observó un menor
decremento –incluso estabilidad y ligeros incrementos– en la satisfacción con la
relación conyugal tras la llegada del bebé. Los resultados que ofrecen Cowan y
Cowan (1992) se sitúan en la misma línea, pero en este caso el efecto negativo
que la paternidad y la maternidad tienden potencialmente a ejercer en las rela-
ciones de pareja se veía atenuado, entre las madres, no tanto por el grado de
implicación real del padre (participar más o menos en el cuidado del bebé), sino
por el ajuste o la adecuación que dicha implicación tuviera con las expectativas
sostenidas al respecto por la mujer antes del nacimiento del bebé. Estaríamos, en
definitiva, ante el efecto de expectativas violadas descrito por Belsky (1985) para
explicar los cambios negativos frecuentemente asociados a la transición a la
paternidad y la maternidad: en la medida en que las expectativas sobre lo que va
a suponer la llegada del bebé no se ajusten a los cambios que tienen efectivamen-
te lugar una vez que hombres y mujeres se han convertido en padres y madres,
esta transición será exper imentada de forma menos satisfactoria (Kalmuss,
Davidson y Cushman, 1992). En el caso concreto de la evolución de las relacio-
nes conyugales durante la transición a la paternidad y la maternidad, parece que
el desajuste entre expectativas y realidad resulta especialmente crítico cuando se
refiere a la distribución de las tareas relacionadas con el cuidado y la crianza del
bebé, que se erige como el ámbito de donde derivan la mayoría de las nuevas y
más acuciantes demandas que la pareja tiene que afrontar al convertirse en pro-
genitores (Feldman, 2000; Levy-Shiff, 1994).
Finalmente, el apoyo percibido del cónyuge parece ser otro aspecto específico de la
relación entre los padres que desempeña un papel crucial en la forma en que se
resuelve la transición a la maternidad y la paternidad. La importancia del apoyo
del cónyuge fue destacada en el ya clásico modelo de Belsky (1984) acerca de los
principales determinantes de la actuación como padre o madre. Desde la pers-
pectiva ecológico-sistémica defendida por Belsky (1984), las relaciones conyuga-
les constituyen uno de los principales factores que hay que tener en cuenta a la
hora de explicar las diferencias que se observan en el desempeño de padres y
madres. Mientras que unas relaciones problemáticas pueden suponer una fuente
de tensión y estrés que interfiere y dificulta la sensibilidad necesaria para identi-
ficar y atender de forma ajustada las demandas de los hijos e hijas, el hecho de
mantener una buena relación conyugal puede suponer, tanto para el hombre
como para la mujer, una inestimable fuente de apoyo de cara al desempeño com-
petente de los roles de padre y madre. De hecho, los datos empíricos disponibles
coinciden en señalar que las mujeres y los hombres que perciben más apoyo
emocional de sus cónyuges, tanto en lo relativo a la maternidad y la paternidad
como en relación a otras cuestiones, son los que experimentan menos deterioro
en sus relaciones de pareja y los que afrontan mejor y de forma más satisfactoria
las exigencias del nuevo rol de madre o padre (Belsky y Rovine, 1990; Cowan y
Cowan, 1992; Levy-Shiff, 1994).
Por tanto, la literatura sobre el tema muestra que la transición a la materni-
dad y la paternidad supone un proceso complejo, con importantes repercusiones
tanto para los adultos y bebés implicados como para el contexto familiar. En el
caso de la relación entre la pareja, el hecho de convertirse en padres tiende a tener
repercusiones con un frecuente carácter negativo sobre la calidad que hombres y
mujeres perciben en la misma y la satisfacción que experimentan al respecto,
aunque existe una amplia variabilidad que, en buena medida, está en función de
otras dimensiones de la relación entre ambos progenitores, y que, en su conjun-
to, ponen de manifiesto la relevancia que tiene la estabilidad dentro de un proce-
so que implica cambios.
En relación con toda esta temática, presentamos en este trabajo algunos resul-
tados de un extenso estudio longitudinal sobre la transición a la maternidad y la
paternidad realizado en familias sevillanas. Nuestro principal objetivo es exami-
nar los patrones de cambio y continuidad de las relaciones conyugales durante el
proceso de convertirse en padres. En concreto pretendemos, en primer lugar,
constatar las tendencias generales que aparecen sistemáticamente en la literatu-
ra, en el sentido de un ligero declive en la calidad percibida de las relaciones con-
yugales y una tradicionalización del reparto de tareas durante la transición a la
paternidad. En segundo lugar, nos proponemos explorar las relaciones existentes
entre estas dimensiones, pues algunos de los resultados de investigación revisa-
dos nos llevan a esperar que las relaciones conyugales y el grado de implicación
paterna durante el proceso de convertirse en padres no experimenten patrones de
cambio independientes. Finalmente, exploraremos el papel del género de los
progenitores en los procesos vividos al convertirse en padres. En este sentido,
analizaremos las diferencias que existen entre padres y madres en la evolución de
las relaciones conyugales durante la transición a la paternidad y la maternidad.
Los resultados que presentamos en este artículo proceden del estudio de un
grupo de parejas durante el proceso de convertirse en madres y padres. El segui-
miento longitudinal realizado ha constado, hasta este momento, de cuatro con-
tactos con las familias: al principio y al final del embarazo, y cuando los niños
tenían 1 y 4 años de edad. En concreto, en este artículo presentamos datos de la
primera y la tercera fase del estudio, fases a las que a partir de este momento
denominaremos T1 y T2 respectivamente.
El estudio longitudinal se inició con 120 personas pero, como suele ser habi-
tual, entre las dos fases del seguimiento longitudinal tuvo lugar una pérdida de
participantes del 20% de la muestra inicial. Las razones de esta mortalidad expe-
rimental fueron diversas y, en muchos casos, inevitables: en algunos casos resultó
imposible concertar la segunda cita, principalmente por problemas de tiempo de
uno o ambos progenitores, en otros no fue posible localizar a la familia (debido a
cambio de domicilio e incluso en un caso de país de residencia), y en otras ocasio-
nes la pérdida de participantes se debió a abortos, muertes perinatales, o proble-
mas de importancia en los bebés que transformaban la transición a la paternidad
y la maternidad en un proceso no normativo. No obstante, la comparación de las
proporciones de distribución sociodemográfica de ambas muestras no arrojó
diferencias significativas, de manera que la mortalidad experimental no fue
selectiva y las muestras del T1 y el T2 son similares.
En definitiva, el número de parejas en las que ambos progenitores colabora-
ron en todas las fases fue de 48, de manera que, para este trabajo, ofrecemos datos
procedentes de un total de 96 personas, el 65% de las cuales se enfrentaban a la
experiencia de convertirse en padres o madres por primera vez. La edad prome-
dio de los padres en el T1 fue de 27.66 años (DT=4.34) y la de las madres de
26.12 (DT=4.17). En cuanto al nivel de estudios, el 41.3% de los participantes
en nuestro estudio tenía estudios primarios, el 43.8% tenía estudios secundarios,
y el 15% había cursado estudios superiores.
Tanto en el T1 como en el T2, padres y madres fueron entrevistados indivi-
dualmente mediante dos extensas entrevistas (Entrevista del Principio del Embarazo
y Entrevista del Primer Año del niño), que evaluaban diversas dimensiones, tanto
intra- como interpersonales, especialmente relevantes según la literatura relativa
al proceso de convertirse en padres y madres (existencia y tipo de dudas, ampli-
tud y composición de la red social, fuentes de apoyo extrafamiliar, valoración de
la situación laboral, características de personalidad, etc.). En relación con los
resultados que presentamos en este artículo, utilizamos los siguientes instru-
mentos:
Para la calidad de las relaciones conyugales nos servimos de una escala diseñada
por una de nosotras (Hidalgo, 1994), mediante la cual cada individuo valora
diversas facetas de su relación conyugal, concretamente el grado de unión y
comunicación de la pareja, la facilidad de las relaciones cotidianas, la satisfacción
con la relación y las perspectivas de futuro de la misma. Esta escala permite obte-
ner una puntuación cuantitativa final que puede oscilar entre 5 y 15, y que se
interpreta como indicativa de unas mejores relaciones de pareja mientras más
elevada sea. El índice de fiabilidad Alpha de esta escala fue de .80 en el T1 y de
.81 en el T2.
En cuanto al apoyo percibido de la pareja, utilizamos una adaptación del ins-
trumento diseñado por Belsky y Rovine (1990), en el que se evalúa el grado de
ayuda y utilidad que la persona atribuye a las conversaciones mantenidas con la
pareja, tanto sobre la experiencia de tener y educar a un hijo o hija como acerca
de otros temas de índole personal y social. Este instrumento aporta dos puntua-
ciones: el grado de apoyo conyugal específicamente para la paternidad-maternidad
por un lado, y apoyo conyugal en general por otro. En ambos casos los valores míni-
mo y máximo son 1 y 25, e indican mayores niveles de apoyo percibido mientras
más alto sea el resultado obtenido. Los índices de fiabilidad obtenidos para esta
escala fueron de a=.89 en el T1 y de a=.90 en el T2.
Para la evaluación de la distribución de tareas dentro del hogar empleamos una
adaptación del instrumento diseñado por Belsky (Belsky, Lang y Huston, 1986;
Volling y Belsky, 1991), en el que el padre o la madre indica quién se ocupa coti-
dianamente de realizar diversas tareas, tanto domésticas como de cuidado y
crianza del bebé, mediante una escala que va desde 1 (siempre la madre) hasta 7
(siempre el padre). En ambos casos las puntuaciones finales oscilan entre 7 y 49,
de forma que mientras más elevado sea el resultado final se refleja una mayor
implicación paterna en esas actividades. En el T1, durante el embarazo, las pre-
guntas relativas a las tareas de cuidado del bebé se planteaban a nivel de expectati-
escala obtuvo un índice de fiabilidad a=.83 en el T1 y a=.86 en el T2.
Finalmente, y mediante una escala Likert de 1 a 5, padres y madres infor-
maron tanto en el T1 como en el T2 acerca de su grado de satisfacción con la distri-
Como se acaba de describir, los instrumentos utilizados aportan información
sobre la percepción que los participantes en el estudio tienen antes y después de
convertirse en progenitores acerca de las siguientes dimensiones:
Calidad de la relación mantenida con su pareja
Apoyo que su pareja le aporta para su propia actuación como madre o padre
Apoyo que su pareja le aporta en general, para cuestiones diferentes a la
maternidad o la paternidad
División de las tareas domésticas
Satisfacción con el reparto de las tareas domésticas
Implicación paterna en la crianza y el cuidado del bebé (en T1, expectativas
de implicación)
Durante el T1 contactamos con la muestra a través de la red sanitaria pública
de la provincia de Sevilla. A todas las parejas que acudían al centro sanitario para
iniciar el control periódico del embarazo de la mujer se les explicaba el estudio y
se les pedía su colaboración. El porcentaje de aceptación fue muy alto, superando
el 95% de las parejas a las que se intentó captar. Una vez que aceptaban volunta-
riamente participar en el estudio, se concertaba una cita con la pareja en el centro
sanitario para realizar la Entrevista al Principio del Embarazo; en este primer con-
tacto entrevistamos a padres y madres por separado, evaluando, entre otros, los
contenidos descritos anteriormente. Una vez que los bebés ya habían nacido y
estaban próximos a cumplir su primer año de vida, volvimos a contactar con las
familias mediante llamadas telefónicas. En esta ocasión realizamos visitas a los
hogares, y en cada casa, volvimos e entrevistar a padres y madres por separado
además de obtener distintas medidas de desarrollo de los niños y niñas.
En la tabla I aparecen los resultados descriptivos de las puntuaciones obteni-
das en cada fase. Como puede apreciarse, casi todos los índices muestran, a nive-
les promedio, cambios en sentido negativo: tanto la calidad de la relación de
pareja como el apoyo conyugal en general sufrieron un decremento, la distribu-
ción de tareas domésticas se volvió más tradicional, disminuyó la satisfacción con
el tipo de reparto, y la distribución de las tareas relativas al cuidado del bebé se
concretó con menor participación del padre de la esperada durante el embarazo.
La excepción a este cuadro de cambios negativos viene representada por el apoyo
conyugal específico para la paternidad-maternidad, que experimentó cierto
aumento. No obstante, se trata en la mayor parte de las ocasiones de cambios de
pequeña magnitud, y como reflejan los contrastes efectuados para muestras rela-
cionadas, estos cambios sólo resultan estadísticamente relevantes en el caso de la
valoración de la relación de pareja (t=3.415 (88), p<.001) y la satisfacción con el
reparto de tareas domésticas (t=4,875 (83), p<.001). En la misma línea, existe
en todos los casos una elevada y significativa correlación entre las puntuaciones
del T1 y el T2.
De cara a poder trabajar en los análisis no con los datos aislados de cada fase
sino con puntuaciones que reflejen, para cada individuo, la tendencia de incre-
mento o decremento experimentada a lo largo de la transición, elaboramos varia-
bles para cada dimensión que mostraran tanto la dirección como la magnitud del
cambio experimentado. Para ello pedimos al programa que restara, en cada par-
ticipante, las puntuaciones obtenidas en cada variable en el T1 y el T2, y que
reservara el resultado de dicha resta como una nueva columna de datos. Así, si el
índice obtenido resulta positivo indica que el valor de que se trate para el T2 es
menor que el del T1, y por tanto refleja un decremento; mientras que si el resulta-
do es negativo, el valor del T2 es mayor que el del T1, e indica un aumento en la
dimensión correspondiente. Los resultados obtenidos con este procedimiento
reflejan las tendencias de cambio experimentadas en cada dimensión mediante
una única puntuación y es con estas variables con las que procedimos a realizar
los análisis siguientes.
Con objeto de analizar en mayor profundidad la variabilidad existente en el
mayor o menor decremento en la relación conyugal, procedimos a correlacionar
esta puntuación con el resto de los índices, de cara a explorar si la dirección y
magnitud de los cambios tendía a ir acompañada de modificaciones en otros
índices. En cuanto a la interpretación del carácter positivo o negativo del resulta-
do de estos análisis, si la correlación entre la puntuación sobre el cambio en la
relación conyugal y el resto de los índices es positiva indica que el decremento en
esta dimensión tiende a ir acompañado de una disminución en la otra y vicever-
sa, mientras que si el resultado es negativo nos habla de una correlación cruzada,
es decir, la disminución va unida a un aumento y viceversa. Los resultados de los
análisis de correlación, que aparecen recogidos en la tabla II, indican que la rela-
ción de pareja tiende a no empeorar o a hacerlo en menor medida si se mantiene
estable el apoyo conyugal en general, si la participación del padre en la crianza
del bebé es similar a la anticipada durante el embarazo, y si no disminuye la
satisfacción con el reparto de tareas domésticas.
TABLA II
Cambio en la relación conyugal
Cambio en el apoyo conyugal para la paternidad .192
Cambio en el apoyo conyugal en general .537***
Expectativas/distribución del cuidado del bebé .233**
Cambio en la distribución de las tareas domésticas .192
Cambio en la satisfacción con la división de tareas .404***
TABLA I
Variable T1: Media (DT) T2: Media (DT) t r
Valoración de la relación conyugal 14.03 (1.66) 13.45 (2.1) 3.415 (88)*** .347***
Apoyo conyugal para la paternidad 18.71 (7.7) 19.02 (6.47) -.817 (88) .215*
Apoyo conyugal en general 20.76 (6.71) 20.09 (6.27) .912 (88) .199#
Distribución de tareas de cuidado del bebé 19.15 (6.49) 18 (6.07) 1.764 (88) .343***
Distribución de tareas domésticas 23.11 (7.03) 22.71 (6.18) 1.746 (83) .461****
Satisfacción con el reparto de tareas domésticas 4.33 (1.09) 3.74 (1.42) 4.875 (83) **** .448****
Teniendo en cuenta los resultados descritos, procedimos a efectuar un
análisis de regresión por pasos que nos informara del porcentaje de varianza
que estos índices predicen del cambio experimentado en la calidad de la
relación conyugal. Con objeto de que el modelo tomara en consideración el
posible papel jugado por el sexo en la influencia diferencial de las variables
predictoras, aplicamos a dicha var iable una codificación tipo Dummy que
permitiera, por un lado, incluirla en el modelo, y por otro, incluir igualmen-
te en éste la interacción entre el sexo y el resto de variables predictoras. La
lógica de esta estrategia es que los resultados del análisis pongan de relieve si
un determinado índice tiene (o no) una influencia significativa directa sobre
la variable dependiente, o bien si dicha influencia está condicionada por otro
índice con el que tiene un efecto interactivo. Así, si un término de interac-
ción entre efectos AxB obtiene un coeficient e de regresión significativo ,
puede concluirse que el efecto de la variable A sobre la variable criterio está
condicionado por B, y viceversa. Los resultados de dicho análisis aparecen en
la tabla III y, como puede apreciarse, el programa va incluyendo sucesiva -
mente el cambio en el apoyo conyugal en general, el efecto interactivo entre
el sexo y la satisfacción con el reparto de tareas, y finalmente el cambio entre
las expectativas y la implicación paterna en el cuidado del bebé, índices que,
conjuntamente, explican un 42,6% de la varianza. El modelo final indica
por tanto que la mayor estabilidad en la calidad percibida de las relaciones
conyugales queda significat ivamen te ex plic ada (29% de la var ian za,
F=19,787, p<.001) por la estabilidad del apoyo conyugal en general y la
mayor similitud entre las expectativas y la implicació n real del padre en las
tareas de cuidado del bebé, mientras que el poder predictor de la estabilidad
en la satisfacció n con el reparto de tareas se avanza como diferencial en fun-
ción del sexo.
Con objeto de explorar en mayor medida las diferencias entre madres y
padres planteamos el modelo de regresión de forma separada para hombres y
mujeres (ver Tabla IV). Los resultados obtenidos muestran que la estabilidad
de la calidad percibida de la relación conyugal es predicha de manera rele-
vante en ambos grupos por la estabilidad en el apoyo conyugal en general,
mientras que, y tal y como avanzaban los análisis anteriores, la estabilidad
de la satisfacció n con la división de tareas sólo es relevante en el caso de las
madres, entre las que, igualmente, aparece una relación marginal o cercana a
la significatividad estadística en el caso de la relación entre sus expectativas
de implicación paterna y la participación real de sus compañeros en el cuida-
do del bebé (p=.069). Dichos modelos obtienen para hombres y mujeres,
respectivamente, un valor del porcentaje de variación explicada del 64,3% y
del 61,9%. Los valores de la prueba F en ambos modelos son F=21,806
(p<.001) para los padres y F=14,937 (p<.001) para las madres.
TABLA III
Modelo F (Sig.) R
2
R múltiple Variable ß t (Sig.)
1 33.732 (.000) .283 .540 Cambio en el apoyo conyugal general .540 5.808 (.003)
2 26.134 (.000) .377 .626 Cambio en el apoyo conyugal general .413 4.426 (.000)
SexoxCambio en la satisfacción con la división de tareas .342 3.664 (.000)
3 19.787 (.000) .404 .653 Cambio en el apoyo conyugal general .405 4.440 (.000)
SexoxCambio en la satisfacción con la división de tareas .336 3.678 (.000)
Expectativas/distribución del cuidado del bebé ..184 2.169 (.033)
Al igual que en los estudios que revisábamos en la introducción, los resulta-
dos que hemos obtenido muestran, por un lado, que en términos generales las
parejas estudiadas experimentaron un cierto deterioro en la valoración de su rela-
ción conyugal tras convertirse en padres y madres, y, por otro, que la tendencia
de cambio se produce dentro de una gran estabilidad intrafamiliar, pues las pare-
jas que mantienen relaciones más positivas antes de convertirse en padres se
siguen caracterizando por mantener relaciones positivas también después. Por
otro lado, los resultados también muestran una importante variabilidad entre el
cambio experimentado por unas parejas y otras, como se desprende de los altos
valores de la DT en la mayoría de las dimensiones evaluadas.
Puesto que el proceso de convertirse en padre y madre es objeto de estudio de
la psicología evolutiva debido, en parte, a las repercusiones que tiene para el bie-
nestar y la satisfacción de los adultos, entre nuestros objetivos figuraba el interés
por explorar especialmente las diferencias que se observaban en cómo unos pro-
genitores y otros viven esta transición. En este sentido, los análisis de correlación
realizados muestran que la relación conyugal se deteriora más en las parejas en
las que, durante el proceso de convertirse en padre y madre, disminuye el apoyo
percibido del cónyuge, disminuye la satisfacción con el reparto de tareas domés-
ticas, y en las que la implicación paterna en el cuidado del bebé es menor de la
esperada. Estos resultados nos permiten concluir que, como señala Heinicke
(2002), las propias características de la relación de pareja figuran entre las varia-
bles que mejor permiten predecir las repercusiones que tiene la transición a la
maternidad y la paternidad. Así, unas buenas relaciones de pareja parecen contri-
buir a que el proceso de convertirse en padre y madre se resuelva de forma satis-
factoria y, previsiblemente, se cuente con todo el apoyo y ayuda necesaria para
desempeñar de forma competente los nuevos roles de padre y madre, con los con-
siguientes beneficios que ello tiene para el desarrollo infantil.
La relación existente entre el desempeño como cónyuges y como progenitores
ya había sido constatada en muchos estudios, pero, como señalábamos en la
introducción, existen menos datos concluyentes acerca de qué dimensiones con-
cretas de la dinámica conyugal están relacionadas con el ejercicio satisfactorio de
la paternidad y la maternidad (Grych, 2002). Los resultados del análisis de
regresión ponen de manifiesto que una dimensión clave parece ser el apoyo conyu-
mente en relación al papel de padre o madre. Las parejas cuya relación se caracte-
riza por un alto nivel de apoyo mutuo probablemente son parejas en las que
ambos cónyuges son sensibles a las necesidades del otro y son capaces de aportar-
se la ayuda emocional necesaria para afrontar exitosamente las nuevas y constan-
tes exigencias que, en gran medida, requiere el desempeño de los roles de padre y
madre. En este sentido, la importancia que parece tener el apoyo percibido del
cónyuge corrobora la idea de que el desempeño como padre o madre, además de
tener un componente de actuación individual, cuenta con otro componente de
TABLA IV
Modelo F (Sig.) R
2
R múltiple Variable ß t (Sig.)
Madres 1 21.872 (.000) .295 .556 Cambio en la satisfacción con el reparto de tareas .556 4.677 (.000)
2 14.937 (.000) .358 .619 Cambio en el apoyo conyugal general .301 2.417 (.020)
Cambio en la satisfacción con el reparto de tareas .431 3.457 (.001)
Padres 1 21.806 (.000) .394 .643 Cambio en el apoyo conyugal general .643 4.670 (.000)
carácter interpersonal, relacionado con la consistencia, sintonía, coordinación,
ayuda y confianza mutua entre las dos principales figuras socializadoras, en cierta
forma, lo que algunos autores han definido como copaternidad (McHale et al.,
2002) y otros como alianza paternal (Abidin y Brunner, 1995). En ambos casos,
se trata de explicar la relación que existe entre la dinámica conyugal y la paterni-
dad y la maternidad, entendiendo que es más fácil desempeñar de forma compe-
tente y satisfactoria el rol de padre o madre cuando se forma parte de una pareja
en la que ambos cónyuges se respetan y valoran mutuamente como progenitores,
al mismo tiempo que se apoyan, comparten las tareas y ejercen conjuntamente
su responsabilidad como padre y madre.
Por otro lado, nos parece especialmente destacable el hecho de que el apoyo
conyugal en general aparezca como mejor predictor de la evolución de las rela-
ciones de pareja que el apoyo específicamente relacionado con la paternidad y la
maternidad. Desde nuestro punto de vista, este resultado viene a corroborar la
importancia de las características de la relación de pareja antes de acceder a la
paternidad y a la maternidad (Erel y Burman, 1995) pero además, pone de mani-
fiesto que es fundamental que la sensibilidad y la atención ante las necesidades y
preocupaciones personales del cónyuge –el apoyo conyugal en aspectos no espe-
cíficamente relacionados con el hecho de ser padre o madre– se mantengan
intactas tras la llegada de un bebé; dicho con otras palabras, probablemente, las
relaciones conyugales se ven menos deterioradas en la medida en que no se siente
Además del apoyo conyugal, el análisis de regresión realizado con la totalidad
de la muestra revela que otras dos dimensiones están relacionadas con la evolu-
ción de las relaciones conyugales durante la transición a la paternidad y la mater-
nidad, y que, al igual que los resultados que acabamos de comentar, apuntan
hacia la relevancia que, en el seno de un proceso de cambios y modificaciones,
tiene la estabilidad: el deterioro en la calidad de la relación de pareja responde
también a la disminución en la satisfacción con el reparto de tareas domésticas
–que muestra un efecto interactivo con el género– y al grado de implicación
paterna en las tareas de cuidado del bebé. En relación al papel que tiene la impli-
cación paterna durante la transición a la paternidad y la maternidad, los resulta-
dos encontrados tienen una buena interpretación desde la tesis de las expectativas
boración que se espera del cónyuge durante el embarazo no se ajuste a la actua-
ción real tras la llegada del bebé. No obstante, este razonamiento explicaría bien
el deterioro de la relación de pareja experimentado por las madres, no el percibi-
do por los padres; de hecho, al realizar los análisis por separado, esta dimensión
no aparece en la recta de regresión de los hombres, mientras que en el caso de las
mujeres alcanza una relación marginal, cercana a la significatividad estadística.
Respecto al género de los progenitores, los resultados obtenidos nos permiten
concluir que los factores que predicen la evolución de las relaciones conyugales
tras la llegada de un bebé no son los mismos en el caso de los padres que en el
caso de las madres. Mientras que la existencia de un buen apoyo conyugal parece
crucial tanto para hombres como para mujeres, para estas últimas existe otra
dimensión que también parece ser relevante: la satisfacción con el reparto de
tareas domésticas. Así, las mujeres que más deterioro percibieron en su relación
conyugal fueron las que se volvieron más insatisfechas con el reparto de tareas
domésticas tras convertirse en madres, presumiblemente, como consecuencia del
proceso de tradicionalizació n de roles que suele acompañar a la transición a la
maternidad y la paternidad (Cowan y Cowan, 1992), y que, lógicamente, les
afecta en mayor medida.
En suma, los resultados encontrados confirman, por un lado, que los cambios
y procesos experimentados por mujeres y hombres al convertirse en madres y
padres son diferentes y, por tanto, requieren de estudios específicos pero, por otro
lado, revelan que existe una dimensión, el apoyo conyugal, que parece tener una
importancia crucial para que tanto hombres como mujeres accedan de forma
satisfactoria a sus nuevos roles de padres y madres y, en definitiva, tengan un
desempeño adecuado de sus nuevas tareas que les permita promover un desarro-
llo óptimo en sus hijos e hijas.
Junto a la necesidad de analizar estos procesos por separado para madres y
padres, nos parece igualmente necesario abordar el estudio de la transición a la
maternidad y la paternidad no desde una óptica individual, como la que aquí y
en la mayoría de la literatura al respecto se ha adoptado, sino también desde
otros niveles de análisis. Como planteábamos en la introducción, la llegada de un
bebé es un acontecimiento muy significativo para los adultos como individuos,
que, como esperamos haber contribuido a mostrar en este artículo, incide en
cómo perciben y sienten su realidad personal y familiar. Pero es igualmente
necesario abordar las implicaciones que tiene la transición en general, y especial-
mente en cuanto a las relaciones de pareja, en un nivel de análisis que vaya más
allá de la vivencia individual y la complete con información interpersonal y de la
familia como totalidad. Estos dos últimos enfoques son claramente menos fre-
cuentes en este ámbito de estudio y, en general, en la investigación sobre el desa-
rrollo en el contexto familiar, pero resultan necesarios desde la perspectiva ecoló-
gico-sistémica en la que se asienta la psicología evolutiva en la actualidad.
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