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Páá g.

Lo Que Jesús Hace Cuando Usted Cae en Pecado


Noviembre 2015

Queridos amigos:

Bienvenidos al Ministerio Guarda la Fe. Gracias por unirse conmigo mientras abrimos la palabra de
Dios y estudiamos un asunto importante para el tiempo del fin. A medida que las profecías se
desarrollan rápidamente, estamos concientes que necesitamos a Jesús más que cualquier otra cosa para
poder lidiar con los desafíos que van a enfrentar al pueblo de Dios. Pero también necesitamos a Jesús
para nuestra salvación. Espero y oro para que el mensaje de hoy lo ayude especialmente a usted en su
caminada con Cristo. Una cosa es conocer las doctrinas y las profecías. Pero otra cosa es conocer a
Cristo. Las profecías nos abren el camino para entender a Cristo, porque ellas se refieren a Él.

Antes que comencemos, permítanme decirles que nuestras cartas diarias son para ustedes, si es que no
las están recibiendo. Envíennos un correo electrónico y pídanlas y los colocaremos en la suscripción
gratis de nuestras cartas diarias, las cuales les llevan noticias diarias que tal vez ustedes hayan
perdido.

Por favor continúen orando por el Retiro de Salud de Highwood. Ahora estamos recibiendo más
pacientes y tenemos un flujo de entrada más constante de los mismos. También estoy agradecido
porque el Señor está proveyendo un equipo de funcionarios y de voluntarios para continuar con el
fundamento que ya hemos colocado, por la gracia de Dios. Vuestras donaciones y apoyo con la
oración han sido una gran bendición.

Debiera mencionar que vamos a tener nuestra primera reunión campal en Guarda la Fe, en Highwood
del 6 al 10 de Enero. Daniel Pel es el orador principal. Ustedes podrán querer unirse a nosotros si es
que viven en Australia. Pero otros de otros países también serán bienvenidos. Ustedes tienen que
inscribirse luego, porque las acomodaciones son limitadas.

El Retiro de Salud de Amaroo Water Gardens también está haciendo algún progreso. Hemos
presentado nuestra propuesta al concilio local para que la aprueben, con respecto al cambio del uso de
la autoridad, de tal manera que podamos comenzar nuestro retiro de salud muy luego. Estamos orando
para que el Señor impresione corazones para que disminuya nuestro fuego de alto a mediano. Esto
significaría mucho menos en términos de renovaciones que tienen que llevarse a cabo allí. Por favor,
oren por esto. Ahora está en sus manos y nosotros creemos que Dios va a trabajar a nuestro favor. Pero
Él sabe lo que es mejor. Por favor, oren.

Por favor, verifiquen su canal de YouTube. Encontrarán videos que pueden ver. También, pueden ver
nuestras entrevistas y también otros materiales. También, pueden ir en línea y ver nuestro canal de
librería iTunes. Encontrarán todos nuestros sermones allí. Ellos pueden ser bajados para que los
escuchen y los vean en sus dispositivos.

Y lo más importante, gracias por vuestras oraciones, amistad y apoyo para con el Ministerio Guarda la
Fe. Eso significa mucho para nosotros. Nuestra obra se ha expandido tan rápidamente, que estamos
asombrados con lo que Dios está haciendo. Los vamos a mantener informados sobre las profecías y
sobre nuestro progreso en la obra de Dios.
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Antes que comencemos con nuestro mensaje de hoy, oremos. Nuestro Padre celestial, gracias por
Cristo, el cual nos ama con un amor tan poderoso, que nos alcanza desde el cielo y nos trae salvación.
Necesitamos realmente esta gracia transformadora en nuestras vidas. Queremos vivir para Jesús en
estos últimos días. Oro para nos guíes mientras estudiamos Tu palabra nuevamente hoy, en el nombre
de Jesús, Amén.

Por favor vayan conmigo en vuestras Biblias al séptimo capítulo del evangelio de Juan. He aquí una
historia que brilla mucho a través de las edades, hasta nuestro tiempo. Hay muchos hoy que necesitan
entender esta historia y sus aplicaciones personales y prácticas. Espero que ustedes sean grandemente
bendecidos con esta presentación.

Mientras Jesús les ministraba a las multitudes, algunos de ellos hicieron lo mismo que muchos hacen
hoy. Entraron en un debate. En este caso, el debate era si Jesús era el Mesías. Muchos creían en Él
debido a los milagros que hizo. Pero en el versículo 26, algunos señalaron que Jesús trabaja mucho.
“Aquí habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido los gobernantes que éste es
realmente el Cristo?” El versículo 32 dice: “Los fariseos oyeron que la gente rumoreaba estas cosas de
él”. Ellos estaban perturbados con el hecho que Jesús amenazara su pequeño y temporal reino. Y
entonces la Biblia dice: “Entonces los principales sacerdotes y los fariseos enviaron servidores que lo
prendiesen”. Pero los servidores no pudieron hacerlo.

En su presencia Jesús dijo: “Si alguien tiene sed, venga a mí y beba”. Estar en la feliz presencia de
Jesús era como beber un largo trago de agua en un día muy caluroso y seco, después de una larga
caminada a pleno calor del sol. Era tan refrescante que traía alivio a muchas almas sobrecargadas con
el pecado. Los Fariseos no tenían nada espiritual para ofrecerle al pueblo. Ellos estaban tan secos
como las colinas de Gilboa. Ellos permanecerían en el púlpito de las sinagogas y continuarían con las
formalidades de su religión, sin darle al pueblo el agua viva. Jesús, por otro lado, siempre tenía algo
para el pueblo, el cual estaba mojado con el rocío del cielo, lleno de significado y aliento. El contraste
era tan fuerte, que el pueblo se fue hacia Cristo, para escuchar lo que Él tenía para decir.

Versículo 38: “Como dice la Escritura, el que cree en mí, ríos de agua viva brotarán de su corazón”.
Estas palabras asombraron a las personas, porque Jesús les estaba diciendo cómo ser una bendición
para otros, así como para ellos mismos. Él les estaba ofreciendo vida, vida que podían impartirle a
otros.

Isaías había predicho esto cuando habló de Cristo, diciendo: “Yo lo di por testigo a los pueblos, por
jefe y por maestro a las naciones”. Isa. 55:4. El Comandante del cielo iba a darle agua al sediento.
“¡Todos los sedientos, venid a las aguas! ¡Y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed!
¡Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche! … Inclinad vuestro oído, y venid a mí. Oídme,
y viviréis. Y haré con vosotros un pacto eterno, las amorosas y fieles promesas hechas a David”. Isa.
55:1, 3.

¿Cómo creen ustedes que los Fariseos recibieron las palabras acerca de las maravillosas obras de
Jesús? ¿Ustedes creen que se regocijaron cuando el enfermo fue sanado y los demonios fueron
arrojados fuera? ¿Ustedes creen que se regocijaron cuando los muertos fueron resucitados a la vida?
Oh, no. Ellos estaban muy tristes con Su comportamiento. Ellos criticaron. Tenían acusaciones. Jesús
había venido para bendecir el mundo con la luz de Su presencia celestial. Pero aquellos que estaban a
cargo se enojaron mucho con lo que Jesús hizo, porque alejó a las personas de ellos. Ellos pensaron
que tenían una esquina en el mercado espiritual y sintieron que Jesús se entrometió en eso. Pero el
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cielo había enviado a Cristo para derribar las enseñanzas de los Fariseos y colocar la confianza de las
personas en la palabra de Dios.

¿Se ha dado cuenta que el versículo en Juan 7:38 dice: “como dice la Escritura”? Jesús estaba
continuamente socavando la autoridad de los hombres y estaba colocando la confianza del pueblo
sobre la autoridad de la palabra de Dios. Esta era Su misión. ¿Usted cree que esto tiene que ser hecho
hoy en día?

Pero algunos piensan que es mejor aceptar las opiniones de los líderes de la iglesia, antes de
posicionarse a favor o en contra de Cristo. Ellos no quieren estar en oposición con los líderes y era
vitalmente importante para ellos que Jesús estuviese en armonía con los líderes. Si así no fuese, ellos
no serían tampoco aceptables, si adoptaban las opiniones de Jesús para sí mismos. Ellos no querían ser
expulsados de la sinagoga debido a una asociación con alguien que no fuese aprobado.

Ahora vamos al capítulo ocho y comencemos con el versículo uno. Al final de un largo día cansador,
lleno de conflictos y controversias, “Jesús fue al monte de los Olivos”. Esto, a menudo, era su
práctica. Él encontraría algún lugar retirado donde podría orar y comulgar con Su Padre celestial. A
menudo Él salía de la ciudad e iba al monte de los Olivos, cuando estaba trabajando en Jerusalén. Tal
vez Su retiro al monte se debía parcialmente a que ningún amigo se atrevía a ofrecerle su hogar en
Jerusalén, ya sea por gentileza o por falta de coraje, como para darle una noche de descanso. Sus
perseguidores tenían sus propios hogares adonde ir, pero Cristo no. Tal vez Él dejó la ciudad porque
no quería ser capturado en un tumulto popular nocturno. Él sabía que los rabinos eran capaces de
azuzar a las multitudes, especialmente en la oscuridad de la noche. Él sabía que estaban planificando
capturarlo en la noche.

Amigos, es prudente salir del peligro para evitar el peligro, siempre que podamos hacerlo, sin
abandonar nuestro deber. Y el ejemplo de Cristo es instructivo. Durante el día Él trabajó abiertamente
en el templo y se expuso abiertamente al peligro de los rabinos. Él estaba bajo una especial protección
cuando desempañaba Su deber. Pero en la noche, cuando las personas dormían y cuando Él no tenía
nada más que hacer por ellos, se retiró al campo, y allí se refugió, aun cuando eso fuese
inconveniente. Y allí oraría y comulgaría con Dios y buscaría Su fortaleza para los próximos días de
labores.

Después de una noche de oración, Cristo volvió al templo. La Biblia dice en el versículo dos del
capítulo ocho de Juan, que era temprano en la mañana. Jesús era un maestro diligente de justicia y
comenzaría a trabajar temprano. Aun cuando había enseñado el día anterior, enseñaría nuevamente
hoy. Él estaba continuamente trabajando para el reino de Su Padre, enseñando y predicando a tiempo
y fuera de tiempo.

¿Por qué fue Jesús al templo? No era porque fuese un lugar sagrado, sino porque allí se reunían las
personas que necesitaban escuchar lo que Él tenía para decirles. Y Sus palabras y enseñanzas eran
enriquecidas con el rocío celestial, después de una noche de oración en el jardín del monte de las
Olivas. Jesús enseñando aquí en el templo, sería aprobado por solemnes asambleas de adoración. Ellos
no siempre tienen que estar en los lugares sagrados designados para la adoración a Dios, sino que Él
los aprueba. La Biblia dice que Jesús se sentaba a enseñar como si fuese a permanecer ahí por algunos
momentos. Él intentaba hablarles a las multitudes que venían para escucharlo.

Amigos, es temprano en la mañana cuando ustedes aprenden las ricas lecciones de la verdad de Jesús.
Vayan y escúchenlo temprano en la mañana. “Oh Dios”, dice el salmista David, “tú eres mi Dios;
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temprano te buscaré: mi alma tiene sed de Ti, mi carne desea por Ti como un terreno seco y sediento,
donde no hay agua; para ver Tu poder y Tu gloria, así como yo te he visto en el santuario”. Observe
que vemos el poder y la gloria de Dios temprano en la mañana, antes que comience nuestro agitado
día. Allí, a la luz del nuevo día, aprendemos primero de Dios. Oramos y escuchamos Su voz.

Y así que los adoradores comenzaron a llegar al templo aquel día, allí estaba Jesús enseñándoles.
Amigos, si quieren experimentar la gracia de Cristo, vayan temprano en la mañana, y la quietud de la
mañana los va a ayudar a escuchar la voz de Dios y los va a preparar para los desafíos del día.
Temprano en la mañana es cuando Jesús está especialmente ahí para bendecirlos y fortalecerlos. Es el
instante del día para refrescar vuestras almas con el agua de vida de la verdadera y viva fuente de la
vida. Y cuando la obra del Señor tiene que ser hecha en ese día, usted tiene que comenzar temprano en
la mañana, de tal manera que vuestra alma esté lista para enfrentar las tentaciones y agresiones del
maligno.

Cuando Jesús entró en el templo, algo sucedió que perturbó a los rabinos y Fariseos. La Escritura dice:
“todas las personas vinieron a Él; y Él se sentó, y les enseñó”. ¿Pueden imaginar eso? Todas las
personas fueron a Él. Muchas de las personas no eran de la ciudad y habían venido para asistir a la
fiesta de los Tabernáculos. Ellos esperaban otro gracioso sermón por parte de Jesús, antes que
volviesen a sus hogares. Aun cuando Él vino al templo temprano, ellos habían venido para escucharlo.
Ellos no querían escuchar lo que decían los sacerdotes. Ellos podían escucharlos en cualquier
momento. Pero había aun más. Los sacerdotes y los rabinos no tenían nada espiritual para darles y las
personas estaban al tanto que las palabras de Jesús eran como agua para el alma sedienta. Ellos
querían escuchar lo que Jesús tenía para decir.

La fiesta de los Tabernáculos o la fiesta de las Cabañas, era un tiempo alegre después del Día de la
Expiación. Era un tipo profético de regocijo después que el pecado y los pecadores ya no estarían más
al final de la Gran Controversia con Satanás. Qué símbolo preciso del poder y del amor de Dios para
vencer al enemigo. Esta fiesta profética aun tiene que cumplirse, aun cuando todas las otras ya no
poseen ningún significado, ya que Cristo ha sido el antítipo de todas ellas.

Así, aun cuando el pueblo sabía que el escuchar a Jesús iba a desagradar a los gobernantes, ellos
fueron hacia adonde estaba Él y escucharon atentamente lo que Él tenía para decirles. Esto airó a los
gobernantes. Se sintieron sitiados y amenazados por Jesús. Pero Jesús quería que ellos también lo
escucharan. Muchos de los que vinieron para escuchar a Jesús no eran ricos ni eran hombres de
notoriedad. Pero Jesús les enseñó sus lecciones a todos, incluyendo a los hombres del liderazgo y a los
gobernantes del pueblo. Y aun cuando estaban enojados con Él, ellos vinieron y también lo
escucharon.

Este no fue el primer día que Jesús enseñaba en el templo. Él había estado ahí muchas veces antes.
Los gobernantes sabían que Él iba a estar ahí esa mañana. Después de todo, era la fiesta de los
Tabernáculos y el pueblo tenía que asistir a esa fiesta. Pero estos líderes iniciaron una conspiración
contra Él e idearon un plan para deshacerse de Él.

Ellos conocían a una mujer que les había servido secretamente antes. Y algunos de ellos sabían
adónde encontrarla. A pesar de la alegría de la fiesta de los Tabernáculos, a menudo surgía una ocasión
para pecar. Algunos de ellos pueden haber pecado con ella, en contra de sus propias esposas y en
contra de Dios. Ella era muy voluptuosa y atractiva. Pero era muy insegura y muy vulnerable hacia los
hombres. Ella había sido conducida a propósito hacia el pecado sexual por algunos de ellos. El
repetido compromiso la había debilitado y ahora no conseguía resistirlo.
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Cada vez que eso sucedía, se sentía una mujer sucia y mala. Ella sabía que eso no estaba bien. Ella ya
no le hacía caso. Pero los hombres esperaban que ella cediera. Sus pecados eran muchos y se sentía
condenada a los ojos de los Fariseos, aun cuando había estado con algunos de ellos. ¿Cómo podía
Dios aceptar a una pecadora como ella? ¿Cómo podía ella tener un hogar juntamente con los justos en
el cielo? Parecía no haber ninguna manera para poder salir de este círculo pecaminoso.

Jesús sentía compasión por el alma de ella. Él la amaba, no de la manera en que lo hacían esos
hombres, sino como un amigo celestial. Él deseaba darle a ella la victoria sobre sus pecados. Ella
escuchó acerca de cómo Jesús perdonaba pecados y se preguntaba si sus pecados eran demasiado
grandes como para ser perdonados. Después de todo, estos eran muchos y muy serios. Ella temía ir a
Jesús, porque habría tenido que hacerlo en forma privada. Después de todo, sus pecados, aun cuando
eran graves, no eran bien conocidos. Pero ir hacia Él en forma privada, parecía inapropiado. Satanás le
dijo que ella no tenía esperanza y que no tenía ningún sentido el ir a Cristo. Él no podía perdonarla.

Ahora los Fariseos concordaron en usarla a ella para que fuera adonde estaba Cristo. Ellos
concordaron en que uno de ellos se reuniera con ella, y entonces, en el instante adecuado, la
“atraparían” en el acto. Así, una tarde, ella fue contactada por uno de sus clientes regulares, el cual le
dijo a ella que fuera a un lugar adonde ellos se habían encontrado a menudo antes. Ella fue adonde él
le había dicho, no sabiendo nada de lo que le iba a suceder.

En el momento más vulnerable, ellos fueron descubiertos. La mujer vio a aquellos con los cuales ella
estaba íntimamente acostumbrada a verlos, acusarla de inmoralidad sexual, y la llevaron temprano en
la mañana hasta el templo para ser procesada. Los Romanos les permitían a los Judíos apedrear a las
personas cuando había adulterio. La mujer estaba aterrorizada. Estos hombres la estaban exponiendo
públicamente, en medio de la asamblea, frente a Cristo, como su juez.

Imagine la tremenda sorpresa del pueblo que estaba observando y escuchando. Los gobernantes
hicieron esto, porque querían que todas las personas observaran a Cristo caer en la trampa colocada a
Sus pies. Sus palabras Lo condenarían de cualquier manera, pensaban ellos. Y cuanto más público
fuese el ejercicio, mejor.

La mujer había escuchado acerca de Jesús. Pero ella pensó que era demasiado pecadora como para ser
perdonada. Un hombre tan puro como Él jamás se interesaría en su problema. Pero entonces escuchó
algo que le dio un destello de esperanza.

Vayan conmigo a Mar. 2:15-16. Uno de sus amigos le contó una extraña historia de cómo Jesús entró
abiertamente en el hogar de Leví Mateo, un recolector de impuestos, y comió con todo un grupo de
ellos. Los Fariseos se burlaron de Él, por haber comido con recolectores de impuestos y con
pecadores. “Y cuando Jesús estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos cobradores de impuestos y
pecadores estaban también a la mesa con Jesús y sus discípulos; porque muchos lo habían seguido. Y
los escribas y los fariseos, al verlo comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a sus
discípulos: "¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y los pecadores?”.

Y ella era una pecadora, de acuerdo con los sacerdotes y rabinos. Tal vez exista esperanza. Pero ella
dejó ese pensamiento a un lado, pensando que Él jamás le prestaría atención. Pero las palabras que se
decían en la calle, era que Él estaba interesado en estos pecadores y que le gustaba su amistad. Las
personas hasta decían que Él era cariñoso y amigable con todos, incluyendo a los leprosos, los cuales
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eran los más pecadores, tal vez Él podía ayudarla a salir de este despreciable estilo de vida. Tal vez,
había esperanza, después de todo.
Pero tal vez, su mente le estaba jugando una mala pasada. Ella había ido demasiado lejos, pensaba;
demasiado lejos como para ser recibida por Jesús. Hasta los Fariseos le habían dejado eso bien claro,
en su propia manera de decirlo. Ellos afirmaban que si Él comía con ese tipo de personas, tenía que
ser uno de ellos y no merecía su aprobación. Había pecados que Dios no podía perdonar, ¿cierto? Ella
se preguntaba eso a sí misma.

Ustedes pueden ver, que todo había sido aprobado por las autoridades. Si las autoridades religiosas se
oponían a algo, entonces eso no debía estar correcto. El defenderse y el protegerse torció el amor de
Dios de una forma tan mala, que el pueblo común, como ella, sentía que no existía ninguna
posibilidad de alcanzar la norma. “Tengo que entender que no existe ninguna posibilidad para mí”, se
dijo ella a sí misma. “¡Contrólate! Se real. Mis pecados son tan grandes que no puedo ser salva”.

Pero otro día otro amigo le dijo que Cristo perdonaba a los pecadores. Pero la idea que Cristo era un
amigo de los pecadores, era tan radical, que era muy difícil creer eso. “Vino el Hijo del Hombre, que
come y bebe, y dicen: 'Es un comilón y un bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores". Mat.
11:19.

“Si Jesús era un amigo de los pecadores, tal vez pueda ser mi amigo también”, se preguntó ella. “Tal
vez me pueda ayudar a salir de este estilo de vida pecaminoso. Tal vez exista esperanza para este
terrible ciclo destructivo. Tal vez me pueda ayudar a vencer mi necesidad de aprobación y amor
masculino, de tal manera que no caiga en relaciones sexuales con cada hombre que aparezca”.

Jesús entendió a esta mujer. Él siempre entiende un corazón que está cargado con el pecado y que
anhela libertad para su esclavitud. Él es tan amoroso y cariñoso que puede perdonar hasta los peores
pecados y los peores estilos de vida. Él quiere ser amigo de los peores pecadores. Es una gran alegría
para Él libertar de las garras de Satanás. Eso le trae gloria a Su nombre. Magnifica Su gracia y Su
amor.

Cuando los Fariseos le trajeron esta mujer a Jesús y la condenaron, señalaron que la ley de Moisés
requería que un adúltero fuese apedreado. Ella estaba aterrorizada al verlos frente a Él. Estos hombres
nunca habían dicho algo antes. Algunos de ellos la habían ayudado. ¿Por qué estaban ahora tan
decididos a matarla?

Los sacerdotes y rabinos habían estado argumentando con Él el día anterior. Él les había dado
evidencia de Su divinidad exponiéndoles su complot para matarlo, y ellos pensaban que Él no sabía
eso. Ellos estaban quebrantando la ley, que ellos profesaban guardar. ¡Hipócritas! A ellos no les
gustaba ser expuestos, así es que reaccionaron diciendo: “Tienes al diablo; ¿quién quiere matarte?".

Ellos trataron de insinuar que los milagros y las maravillas de Jesús, eran el resultado de la obra de un
espíritu malo. Pero eran ellos los que estaban bajo el maligno, no Cristo. Y como un rayo de luz,
Cristo les reveló Su divinidad a ellos exponiéndoles su complot.

A medida que aumentaba su ira, ellos nuevamente hicieron planes para arrestarlo. Si permanecía en
libertad, ellos temían que el pueblo sería atraído lejos de ellos, que eran los líderes establecidos.
Tenían que silenciarlo, si es que podían.
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Y ahora, hoy, estaban tratando de atraparlo, de tal manera que sería enredado con sus propias palabras.
Cuando Jesús volvió al templo temprano en la mañana, después de una noche de oración y de
refrigerio con Su Padre, en el jardín del Getsemaní, comenzó a enseñarle al pueblo. Las Escrituras
dicen en Juan 8:2 que: “todo el pueblo vino a Él”. Era como si Jesús fuese un imán. Ellos no estaban
interesados en lo que los sacerdotes y rabinos decían o hacían. Ellos estaban interesados en lo que
Jesús estaba diciendo y haciendo. Y este era el punto principal. Era un conflicto entre Cristo y los
líderes de la iglesia. Su autoridad estaba siendo cuestionada y ellos estaban siendo amenazados, aun
con Su presencia.

Muchos de ellos habían sentido la convicción de la verdad de Sus palabras, pero habían aplastado los
sentimientos y el inteligente reconocimiento de Cristo como siendo el Mesías. Ellos le dieron la
espalda, debido a lo que les costaría. Ellos perderían su estándar mundano y serían despreciados y
rechazados por las multitudes.

Pero, Él atrajo a las multitudes y esto los enojó y los puso temerosos. Cuando los hombres en el poder
son temerosos, no van a escatimar esfuerzos para perseguir a aquellos que ellos temen. Piensen en lo
que va a suceder en los últimos días, cuando las naciones del mundo le temerán al pueblo de Dios.
Una vez que estén suficientemente endemoniadas, habrá una histeria colectiva entre ellos. Si los
desastres y las calamidades que van a venir sobre el planeta, son un resultado de aquellos que
practican la verdadera adoración y que se rehúsan a seguir a la bestia, y que guardan su día de
adoración, el pueblo no va a querer tenerlos cerca. Van a pensar fácilmente que para poder purgarlos,
tiene que ser cazados y muertos.

Piense en eso. Solamente los ángeles de Dios serán capaces de protegerlos. Y es así como muchos de
ellos van a sobrevivir.

Cruelmente, la ofendida, aterrorizada y llorosa mujer, fue llevada a los pies de Jesús, aun con sus
ropas nocturnas, y fue arrojada violentamente delante de Él.

Pero mis amigos, ¿no es ese el lugar en que tenemos que estar, a los pies de Jesús? Cuando pecamos,
tenemos que arrepentirnos. La única vía de escape de las consecuencias eternas, es estar a los pies de
Jesús. Satanás es el acusador, pero si estamos a los pies de Jesús, estaremos a salvo de sus
acusaciones. Es a los pies de Jesús que recibimos perdón y sanación de los pecados que Satanás nos
ha llevado a cometer, y entonces se vuelve y nos acusa. Es a los pies de Jesús que conseguimos
nuestra defensa contra el adversario. Es a los pies de Jesús que podemos encontrar el verdadero valor
por nosotros y un claro entendimiento de Su amor y el costo de Su sacrificio.

“Maestro”, dijeron ellos con cierto desprecio, “esta mujer fue encontrada en adulterio, en el mismo
acto”, Juan 8:4. Observe que Lo llamaron de “Maestro” cuando en el día anterior lo llamaron de
engañador. Jesús reconoció su hipocresía. Y amigos, si ustedes están en Cristo, Él les va a mostrar lo
que ustedes tienen que saber cuando van a ser entrampados en la red de algún adversario.

Para disipar cualquier sugerencia de que esto era un rumor, dejaron claro que no existía ninguna duda
de que ella era culpable de un crimen contra el cielo y contra las leyes de la iglesia. Ella había sido
capturada en el acto. Pero, fueron sus acusadores los que la habían conducido a pecar en primer lugar.
Pero amigos, ¿no es en misericordia que Dios a menudo nos expone para que no continuemos en eso y
nos pongamos más duros contra Él? Nuestros pecados son colocados delante de nosotros, no para
condenación, sino que para convicción, de tal manera que podamos volvernos y arrepentirnos.
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“Moisés nos ordena en la ley, que ella tiene que ser apedreada; ¿pero qué dices Tú?” Y las
implicaciones eran serias. “Tú, que pretendes ser un maestro venido de Dios y que echas a un lado la
ley de Moisés, reemplazándola con una nueva ley. ¿Quién piensas que eres?” ellos lo estaban
tentando, de tal manera que tuvieran una ocasión de acusarlo, (versículo 6). Ellos habían mal
interpretado la ley de Moisés y el amor de Dios. Ahora, como si fuese una victoria triunfal, colocaron
una pregunta seguros de que Cristo entraría en conflicto consigo mismo, o en conflicto con los
Romanos. De cualquier manera, ellos serían capaces de desacreditarlo y de deshacerse de Él. Ellos
esperaban confiados en que Él concordaría con ellos. Y al hacerlo, lo desacreditarían delante de los
ojos del pueblo, diciendo que había venido a destruir la ley y los profetas. Y como amigo de los
pecadores, estaría consecuentemente a favor del pecado. Y si Él dejaba sin castigo el pecado, lo
representarían como un benefactor del pecado. No sería respetado por el pueblo si aprobaba el pecado
y aun ser un profeta, el cual tenía que ser estricto y puro.

Con gran interés, el pueblo que había estado escuchando a Jesús, se preguntaba qué iría a responder.
Todas las voces se silenciaron y todos los oídos estaban atentos a lo que Él iba a responder a esta
pregunta. Diría Él lo correcto, o diría lo errado. Estaba claro para ellos que Cristo estaba en un dilema
– entre la roca y la pared, por así decirlo. Si Él respondía que ella no debía ser apedreada, ellos Lo
acusarían de ser desleal para con la ley de Moisés y de la iglesia. Si decía que tenía que ser apedreada,
lo podían acusar a los Romanos y ellos se lo llevarían.

“Muchos de los que escuchaban a Cristo moraban en Jerusalén y, aun conociendo las maquinaciones
de los príncipes contra él, se sentían atraídos hacia él por un poder irresistible. Se iban convenciendo
de que era el Hijo de Dios. Pero Satanás estaba listo para sugerirles dudas, y a ello se prestaban sus
ideas erróneas acerca del Mesías y de su venida”. DTG: 421. Estas personas estaban concientes que
Cristo estaba lidiando con hombres que no tenían ningún cuidado con la vida humana. Ellos solo
estaban preocupados con su propio poder y algunos de ellos esperaban secretamente que Cristo
venciera su complot.

Jesús miró con piedad la escena. He aquí una mujer temblando, avergonzada por los mismos hombres
que la condujeron a pecar. He aquí los semblantes duros de los dignatarios Judíos, desprovistos de
simpatía y de amor. Jesús conocía sus corazones impíos y entendió claramente su estrategia, que
estaba dirigida contra Él. Ellos no estaban buscando justicia para la mujer. Estaban tratando de
encontrar una manera para socavar Sus enseñanzas celestiales y Su poderosa influencia. Estaban muy
enojados y no se podía razonar con ellos. Estaban tan desprovistos de piedad humana, que no
aceptarían la misericordia, ni tampoco aceptarían la justicia. Ellos querían atrapar a Cristo. Lo querían
ver muerto y no conseguían dominar su ira. Pero un poder invisible puso un límite sobre su ira, al
decirles: “Hasta aquí llegarás y no irás más adelante”.

Jesús también conocía el corazón de la mujer que estaba en desgracia y temblando de temor delante de
Él, y Él quería darle paz y perdón por sus pecados. Él sabía que ella deseaba la paz y la victoria, pero
sintió que no podía conseguirla. Ella estaba en la vorágine de la mortal controversia entre Cristo y los
líderes de la iglesia. Y su vida pendía de ese equilibrio. ¿Qué iba a decir Jesús? ¿Qué haría?

Jesús no respondió directamente la pregunta. Él se inclinó y comenzó a escribir en el polvo del suelo
con Su dedo: “como si no los escuchara”, (versículo 6). A través de sus ojos llenos de lágrimas, la
mujer trató de ver lo que Él estaba haciendo, a medida que escribía con Su dedo en el polvo y en la
arena. ¿Vio ella la palabra “adulterio” ahí? ¿Estaba Él escribiendo acerca de ella?
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Estos hombres impíos pensaban que habían cogido a Jesús y que Él los estaba evitando, porque no
podía responder la pregunta. Pero su curiosidad pudo más. No pudieron evitar inclinar sus cuellos para
ver lo que Él estaba haciendo. Pero no entendieron la naturaleza de Su acción. Lo presionaron para
que respondiera su pregunta. “Qué dices, Maestro”. Ellos habían colocado su propia reputación en
juego al traer esta mujer adúltera delante de Jesús para que la juzgara. Era Él contra ellos. Y ellos Lo
presionaron mucho para que les diera la respuesta, sin pensar en las consecuencias, porque así
pensaban atraparlo. Pero Jesús continuó escribiendo en la arena. Ellos debieron haber asumido que la
demora de Cristo en responderles era una advertencia en contra de sus intenciones.

Eventualmente Él se levantó, miró a los confabuladores rabinos a los ojos, y dijo: “Aquel que no tenga
pecado entre vosotros, láncele la primera piedra”. La mujer se sobresaltó y gimió, pensando que una
piedra vendría volando y la golpearía en cualquier momento. Después de todo, esos rabinos se
representaban a sí mismos como justos y todos los demás eran pecadores. Pero no voló ninguna
piedra. Los Fariseos estaban pensando en lo que Jesús dijo. Ellos sabían en sus propios corazones que
eran totalmente pecadores. Al permitirle que aquél que estuviera sin pecado la apedreara primero, Él
impidió que ninguno se atreviera a hacerlo. Estos hombres estaban contaminados. Su confabulación la
había conducido a ella a pecar, en primer lugar. He aquí una declaración del DTG:425. “Aquellos
hombres que se daban por guardianes de la justicia habían inducido ellos mismos a su víctima al
pecado, a fin de poder entrampar a Jesús”. Su deseo era matar a Jesús. Y ellos matarían a una mujer
encontrada en adulterio si fuese necesario, para conseguir sus deseos. Ellos ya habían demostrado su
odio contra Cristo. ¿Cómo podía cualquiera de ellos afirmar que estaba sin pecado?

Solo Jesús estaba sin pecado. Él era el único en aquella muchedumbre que estaba libre para arrojar la
primera piedra. ¿Pero qué hizo Él? Él amaba mucho a la mujer; Él quería salvarla tanto de su pecado,
que no había ninguna posibilidad que cogiera una piedra.

Si, la mujer merecía la pena de muerte por su pecado. Ella como un veneno para la nación. La
sensualidad era un gran pecado, porque es muy engañador y adictivo. Si a las mujeres como ella se les
permitiera quedar sin castigo, no habría ninguna disuasión para todo tipo de mal e impiedad que
descendería sobre la nación. Ella merecía morir. Ella merecía la justa penalidad de la ley. Ella merecía
ser removida de la nación. Ella lo sabía. Los Rabinos y Fariseos lo sabían y Jesús lo sabía.

Pero, ninguna piedra le fue arrojada. Ni siquiera una pequeña. Nadie siquiera se movió para recoger
una piedra, cuando Jesús dijo estas palabras: “El que esté sin pecado, que arroje la primera piedra”.

Colóquese usted mismo en su lugar. Piensen en su pecado, mis amigos. ¿Merecen ustedes morir?
Pero, Jesús no tomó ninguna piedra de acusación para arrojársela a ustedes. Él los ama con un amor
eterno y desea reconciliarse con ustedes. Él sabe que si Él, el Salvador de la humanidad, lo acusa a
usted, usted se alejaría enojado y disgustado. Él sabe que tiene que apelar a su corazón por perdón, no
por justicia.

Todos entendemos la justicia. Todos conocemos el resultado de nuestro mal comportamiento. El


castigo y la muerte es el único fin. Pero, Jesús se inclinó para levantarlo a usted y para restaurar su
humanidad. Él desea remover sus ropas contaminadas de justicia propia y reemplazarlas con Sus ropas
de pureza y santidad. Oh, si fuese tan fácil ver esto como lo es ver la justicia.

Pero Jesús sufrió el castigo que usted merecía. Él sufrió en la cruz por usted. Él cumplió las
exigencias de la justicia a vuestro favor. Él tomó todos vuestros pecados sobre Su propio corazón. Él
puede ahora legítimamente ofrecerle libremente Su gracia, la cual está diseñada para libertarlo de los
Páá g. 10
grillos del pecado. Si, lo asombroso es que Su gracia es gratis. Va a transformar vuestras vidas y les va
a dar perdón (lo cual es justificación) y los va a libertar del poder del pecado, de tal manera que no
pequen más (lo cual es santificación). Es realmente maravilloso tener paz con Dios y ser restaurados a
Su favor como Sus hijos. Si usted lo acepta, usted es libre.

La aterrorizada mujer había deseado ir a Jesús y aprender de Él. Ahora estaba en las peores
circunstancias y Jesús acababa de pronunciar la sentencia de muerte – así pensaba ella. Pero Jesús
estaba realmente en el proceso de libertarla de sus pecados. Él reconocía la ley y su justicia. Pero
había otro fin para ella, diferente a sus exigencias. Cristo la iba a perdonar y la iba a dejar ir libre.
Jesús iba a transformar su vida a través de Su poder.

Juan 8:8 dice: “Y nuevamente se inclinó y escribió en el suelo”. El deseo de ver lo que Jesús estaba
haciendo se intensificó. Estos astutos líderes de iglesia comenzaron a entender que Jesús ESTABA
respondiéndoles su pregunta, escribiendo en el suelo. Ellos estaban llenos de pecado y de impurezas.
Jesús se los dejó claro en Mat. 23:27-28. Escuche: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!
Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera se ven hermosos, y por dentro están
llenos de huesos de muertos y de inmundicia. Así también vosotros, por fuera os mostráis justos a los
hombres, y por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad”. ¿Han observado que los que son más
celosos para defender la ley, a menudo son los que se indultan a sí mismos?

Pero, no era agradable ver los propios pecados secretos expuestos delante de toda la comunidad.
Recuerde que había muchas de las personas comunes observando ansiosamente, tal como ellos
mismos. Uno a uno entendieron que Él conocía sus pecados individuales y particulares con la más
dolorosa precisión y con la más fuerte realidad. Él los estaba escribiendo en la arena, desde los más
ancianos hasta los más jóvenes. Sus rostros se pusieron blancos. “¿Cómo lo sabe Él?” deben haber
pensado. El Espíritu Santo añadió el peso de la culpa sobre cada uno de ellos, a medida que leían Sus
palabras en el polvo, relacionadas con su propia impiedad y actos de las tinieblas.

Escuche lo que dice Juan 8:9. “Al oír esta palabra, acusados por su conciencia, salieron uno a uno,
empezando desde los más ancianos. Y quedó solo Jesús, y la mujer ante él”.

Sus conciencias fueron destruidas. La conciencia es el asistente de Dios en el alma. Y una palabra de
Él, la colocará en funcionamiento. Hasta el más bien conceptuado y arrogante no puede escapar de la
condenación de la conciencia. Así, uno a uno se alejaron como si no quisiesen que se notara su
ausencia. Tranquilamente abandonaron el debate. Jesús había colocado la convicción del prisionero
sobre los perseguidores. Con la red que habían preparado para Cristo, enredaron sus propios pies.
Ellos vinieron a acusarlo a Él, pero terminaron acusándose a sí mismos. Aun cuando Cristo concordó
en que ella debía ser perseguida, Él apeló a sus conciencias, que no estaban preparados para ser sus
perseguidores. Ellos la estaban ejecutando con sus lenguas, y hubieran querido ejecutarla con sus
manos, cuando eran culpables de pecados aun peores. Ustedes ven, que estos hombres presumían
poder juzgarla, cuando eran culpables de pecados tan negros como los de ella – los que ejecutaron al
Hijo de Dios. Ellos jamás debieron acusar a nadie, cuando eran culpables de pecados similares.
Después de todo, quién, en algún tiempo o en otro, en sus vidas, no es culpable de alguna forma de
fornicación. Jesús dijo, en Mat. 5:28, que con tan solo mirar a una mujer con lujuria, era transgredir el
séptimo mandamiento.

Uno a uno estos malos hombres vieron sus propios pecados escritos en la calle debajo de sus pies.
Uno a uno, encontraron excusas para alejarse rápidamente. “Oh, mi esposa me necesita para comprar
algo en el almacén. Los veré después”. “tengo un compromiso al cual tengo que asistir…”. “Oh
Páá g. 11
amigos, voy a llegar tarde para mi mitzvah si no me voy ahora”. Uno a uno, todos partieron
quietamente, no queriendo hacer una escena ni llamar la atención hacia ellos mismos.

Escuche esta declaración sobre la inconsistencia de los rabinos Judíos en su comportamiento, del
DTG:426. “Al par que profesaban reverencia por la ley, los rabinos, al presentar la acusación contra la
mujer, estaban violando lo que la ley establecía. Era el deber del esposo iniciar la acción 426 contra
ella. Y las partes culpables debían ser castigadas por igual. La acción de los acusadores no tenía
ninguna autorización. Jesús, por lo tanto, les hizo frente en su propio terreno. La ley especificaba que
al castigar por apedreamiento, los testigos del caso debían arrojar la primera piedra”.

Aquellos que desean, o presumen, o son obligados a acusar a otros, debieran mirarse primero ellos
mismos y ser más duros con el pecado contra ellos mismos, que contra otros. Eso es vitalmente
importante si es que alguna vez vamos alguna vez a discernir le verdadera impiedad del pecado.
Tenemos que ser cariñosos con aquellos que han cometido pecados. Tenga en mente; los
despabiladores del tabernáculo eran hechos de oro puro. Si usted quiere despabilar el pecado,
asegúrese que usted posee un carácter semejante. Si usted es culpable de pecado, entonces usted no
puede acusar a otros. Usted puede orar por ellos. Usted puede amonestarlos. Pero no puede acusarlos.

Cristo vino a nuestro mundo para traerles arrepentimiento a los pecadores. “Porque el Hijo del hombre
no vino para destruir las vidas de los hombres, sino que para salvarlos”. Luc. 9:56. Cristo decidió
atraer a todos Sus oyentes al arrepentimiento en aquel día, a la mujer a través de Su misericordia, al
sacerdote revelándole que conocía todos sus pecados y al pueblo común testimoniando de toda la
gloriosa escena. La escena al comienzo de vio mal para con la mujer y para Cristo, pero al final, logró
mostrar que Cristo era el victorioso y que la mujer fue liberada. ¡Cuánto más quería Cristo liberar a
esos rabinos! Pero ellos no aceptaron. Ellos querían atraparlo a Él, pero Él quería convencerlos y
convertirlos a ellos.

Eventualmente, cuando nadie permaneció para acusarla, “Jesús se levantó, y no vio a nadie a no ser la
mujer, y le dijo a ella: Mujer, ¿adónde están tus acusadores? ¿Ningún hombre te ha condenado?”

Observe que Jesús se levantó por Sí mismo. Cuando Jesús se levanta, todas las acusaciones y
alegaciones desaparecen. Nadie más se quedó ahí, a no ser el pecador y Jesús. Una vez que Jesús
señaló la culpa del maligno, el que acusa a Sus hijos, los impíos tienen que huir. Estos líderes eran
representantes de Satanás. Estaban inspirados por sus ideales. Ellos reflejaban su imagen en su odio
para con Cristo. Ellos habían cedido a la tentación para resentirse por la influencia y el poder de Cristo
y ahora querían matarlo.

Jesús llevó a cabo una serie de cosas con esta acción. Él no había colocado a un lado la ley de Moisés,
la cual era muy importante para estos rabinos legalistas. No infringió el poder Romano, así es que no
podían acusarlo de eso. Y le había expuesto su culpa a toda alma acusadora. “Temblaban de miedo de
que la iniquidad oculta de sus vidas fuese revelada a la muchedumbre; y uno tras otro, con la cabeza y
los ojos bajos, se fueron furtivamente, dejando a su víctima con el compasivo Salvador”. DTG:426.
Lo último que ellos querían era que sus pecados fuesen expuestos por Cristo a la multitud. Eso
desacreditaría totalmente sus dichos de justicia, y haría con que el pueblo los despreciara y que no
escucharan sus consejos. Jesús había escrito sus pecados en el polvo del camino, donde los pies de los
transeúntes los borrarían rápidamente. Él fue misericordioso también con los rabinos. ¿No es eso
increíble? No cualquiera podía leer esas palabras. No estaban escritas en piedras. No fueron colocadas
en escudos ni en letreros. No, fueron colocadas donde iban a desaparecer rápidamente.
Páá g. 12
Jesús no está ansioso para exponer a nadie. Él no quiere que nadie sea desanimado debido a sus vidas
pecaminosas. Pero, Él sí nos expone nuestros pecados a nosotros mismos, de tal manera que nos
podamos ver tal como somos y nos podamos arrepentir y ser convertidos. Él tiene que explicarnos la
gravedad de nuestros corazones egoístas e impíos, para que podamos correr a Él en busca de perdón,
purificación y justicia.
Jesús pudo haber condenado a la mujer pecadora. Su pureza sin manchas habría quedado en marcado
contraste con su vida contaminada. Pero, Él la atrajo a Sí mismo. Él no la rechazó, ni se alejó de ella,
ni la dejó allí en la calle sin la seguridad de Su amor salvador. Él la perdonó de todos sus muchos y
grandes pecados.

A través de sus lágrimas, y a medida que su terror de ser apedreada se apaciguó, ella dijo: “Nadie,
Señor”. Versículo 11.

Son aquellos cuyas causas son llevadas a Jesús y que están condenados delante de Él; son aquellos
cuyas vidas han sido vividas en completa conciencia de sus pecaminosidades y desgracias, los que
están más listos para recibir Su perdón. Aquellos que han crecido en la iglesia y que nunca han salido
de ella, tienen muchas dificultades para entender su inmoralidad y desgracia. Cuando Jesús separa a
las ovejas de los cabritos en la parábola, Él está hablando de las personas de la iglesia que piensan que
están salvos, cuando en realidad no lo están. Los clamores de la ley son silenciados por la sangre de
Jesús aplicada a tu registro de pecado. Entonces somos dejados en pie juntamente con Jesús. Ahora
solo tenemos a Jesús para lidiar con Él, porque con Él está comprometido todo el juicio. Mis amigos,
que el evangelio de Cristo los gobierne. Que su poder los liberte del poder del pecado. Asegúrense a sí
mismos en Cristo.

Nadie condena a aquellos que Jesús perdona, mis amigos. Piense en eso. Jesús es el refugio de los
penitentes. Las exigencias del diablo son reprobadas y rechazadas. El enemigo ya no es el maestro del
alma perdonada. Jesús reemplaza la malicia del enemigo con Su amor y cariño. Él restaura el alma del
daño que ha sido efectuado por el maligno. Él recupera al perdido a través de Su gracia salvadora.

Mis amigos, ¿quieren la gracia salvadora de Jesús a cambio de vuestros pecados? Qué paz y descanso
trae. Qué tremenda bendición es saber que Cristo cuida de nosotros personal e individualmente, como
si usted fuese la única persona sobre la tierra. Él los ama y va a enviar a todo el cielo para rescatar al
peor pecador del planeta. A Él le gusta salvarnos de nuestros pecados. Él desea perdonarnos. Esa es Su
naturaleza. Él desea que usted venza al enemigo en su vida. Esa también es Su naturaleza. Él desea
restaurarnos como a Su hijo, y quiere darnos un hogar en Su reino.

Y con todo el amor celestial que tenía, le dijo cariñosamente: “Ni Yo te condeno…”.

Por favor, tome nota de lo que Jesús dice. Si hay una persona que entiende el alma humana y su
propensión al pecado, ese es Jesús. A los seres humanos les encanta pecar. Somos atrapados en las
garras del enemigo y no hacemos otra cosa, a no ser pecar, a menos que tengamos el amor de Jesús en
nuestros corazones. Jesús entiende. Él no excusa el pecado. Él no disminuye la gravedad del pecado.
Pero, Él dice: “Ni Yo te condeno”. ¿Yo no te condeno por pecar? Yo he venido a salvarte del enemigo.
He venido para restaurarte a la imagen de Dios.

Nosotros entendemos que somos culpables de pecado. Jesús sabe que nosotros sabemos eso. Nosotros
pensamos naturalmente que Jesús no nos va a perdonar si nuestros pecados son demasiado grandes. Él
quiere que entendamos que todo lo que necesitamos hacer es ir a Jesús, confesar nuestros pecados y
buscar Su perdón, y Él va a concedernos un perdón gratis y abundante.
Páá g. 13

Jesús reconoce que la mujer había pecado y que está condenada a muerte por esos pecados. Pero Él
simpatiza con su situación. Él sabe que ella no puede vencerlos por sí misma. Ella necesita Su poder
en su vida.

Pero, siendo culpable por el pecado, no es el énfasis del mensaje de Jesús para ella. El punto principal
que Él está tratando de hacerle entender, es Su amor y perdón. Sin eso, ella estará perdida. Pero con
eso, ella lo poseería todo, incluyendo la vida eterna. Jesús es cariñoso con ella. Le da esperanza.

Jesús también le da un pequeño consejo. “Ve y no peques más”, le dijo. Con cada mandamiento, Jesús
provee el poder para cumplirlo. Estamos sin esperanza, incapaces de cumplir Su voluntad, pero
tenemos que hacerlo. Por lo tanto, la única solución es que Jesús nos de Su gracia para vencer. Es
gracia desde el comienzo hasta el fin. Gracia poderosa. Gracia esencial. La gracia es el camino de
Dios para levantarnos, sacarnos el polvo y para colocarnos en el camino de la vida. Es la gracia la que
le da poder al agente humano para vivir por Jesús. Cuando Jesús dice: “ve y no peques más”, Él está
hablando acerca de vivir por la gracia. Nosotros no somos apenas perdonados por la gracia. Tenemos
que vivir por gracia. La gracia no es meramente un acto de justificación legal, un acto a través del cual
somos perdonados. No. Es el mismo acto de gracia que nos da una vida de victoria. Sin ella, usted no
puede vivir en forma justa. Cristo nos la ofrece y nos restaura a Su semejanza, de tal manera que
podemos vivir Su carácter en nuestras vidas. ¿No son esas maravillosas buenas nuevas? Alabado sea
el Señor por la justicia de Cristo. Nuestros esfuerzos son ineficaces, pero tenemos que hacer Su
voluntad con nuestros esfuerzos. Pero en realidad, es solo una cooperación con Cristo la que
transforma la vida por la gracia. Usted no puede vencer el pecado. Eso es imposible. Solo es posible
vencer a través de la gracia de Cristo.

Cristo no va a condenar a aquellos que han pecado, que se arrepienten y que deciden en sus corazones
ir y no pecar más. Él no va a sacar ventaja de nosotros, debido a nuestras anteriores rebeliones e
impiedades. Él las va a arrojar en las profundidades del mar y se va a olvidar de ellas. Es el diablo el
que continúa mostrándolas delante de nosotros, para condenarnos y hacernos sentir que no podemos
reconciliarnos con Dios. Por lo tanto, el amor y la gracia de Cristo hacia nosotros, en la remisión de
pecados a través de Su sangre, debiera ser el argumento prevaleciente para nosotros, para ir y no pecar
más. Rom. 6:1-2 dice: “¿Qué diremos, pues? ¿Perseveraremos en pecado para que abunde la gracia?
¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”.
Si Cristo nos ha perdonado y restaurado, ¿por qué el diablo podría dar cualquier razón para acusarnos
nuevamente?

Pablo dice en Gál. 2:20. “Con Cristo estoy crucificado: sin embargo vivo; pero no yo, sino que Cristo
vive en mí: y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y
se dio a Sí mismo por mí”.

Cuando Cristo nos perdona y nos purifica, nos da un nuevo corazón. Cuando tenemos un nuevo
corazón, ya no deseamos pecar. Eso nos aleja de las tentaciones de Satanás. Observe que Cristo vive
en el cristiano victorioso. Ya no podemos vivir para nosotros mismos. Ya no nos pertenecemos, sino
que le pertenecemos a Cristo. Vivimos por Su fe, no por la nuestra. Es Su gracia la que restaura,
implantando Su fe en nuestras vidas.

Jesús llama a los perseguidores: “Adónde están tus acusadores”, dice Él. “¿Ningún hombre te ha
condenado?” Cristo sabía adonde estaban, pero Él hizo esa pregunta para poder dejar en vergüenza a
aquellos que no aceptaron Su justo juicio. También quería animarla a ella a resolver vivir por Su
Páá g. 14
juicio. Pablo lo dice de esta manera en Rom. 8:33. “¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el
que justifica”.

Esta desgraciada mujer es ahora uno de los elegidos de Dios. ¿No es maravilloso? Él ha convertido su
esclavitud al pecado en una libertad y justicia. Ella es perdonada y está en paz. Ahora ella perdona a
sus acusadores. “Nadie, Señor”, dice ella. Ella no los señala con el dedo para acusarlos. Ella no triunfa
sobre su infortunio. Ella no puede hacerlo, porque ha sido muy perdonada. Ella solo ama a Cristo. Y
así tenemos que hacerlo nosotros. Tenemos que amar a Jesús más que a nosotros mismos. Tenemos
que amar a Jesús más que a nuestra propia reputación. Tenemos que amar a Jesús más que a nuestra
vindicación.

La mujer está tan agradecida a Jesús por haberle salvado su vida y por no haberla condenado, que su
corazón fue derretido. Ella se arrojó a los pies de Jesús, sollozando su amor en gratitud y confesó sus
pecados con lágrimas amargas. Ella era libre y el alivio era tan grande, que decidió que jamás iría a
caer en ese pecado nuevamente. Su amor era tanto, que tomó Sus pies en sus manos y le agradeció una
y otra vez, por lo que había hecho por ella.

Escuche esta poderosa declaración del DTG:426. “Esto fue para ella el principio de una nueva vida,
una vida de pureza y paz, consagrada al servicio de Dios. Al levantar a esta alma caída, Jesús hizo un
milagro mayor que al sanar la más grave enfermedad física. Curó la enfermedad espiritual que es para
muerte eterna. Esa mujer penitente llegó a ser uno de sus discípulos más fervientes. Con amor y
devoción abnegados, retribuyó su misericordia perdonadora”.

Nuevamente, escuche esta asombrosa descripción de la obra de salvación de Jesús del DTG:427. “En
su acto de perdonar a esta mujer y estimularla a vivir una vida mejor, el carácter de Jesús resplandece
con la belleza de la justicia perfecta. Aunque no toleró el pecado ni redujo el sentido de la
culpabilidad, no trató de condenar sino de salvar. El mundo tenía para esta mujer pecadora solamente
desprecio y escarnio; pero Jesús le dirigió palabras de consuelo y esperanza. El Ser sin pecado se
compadece de las debilidades de la pecadora, y le tiende una mano ayudadora. Mientras los fariseos
hipócritas la denuncian, Jesús le ordena: "Vete, y no peques más"”.

Y entonces hay in consejo para nosotros. “No es seguidor de Cristo el que, desviando la mirada, se
aparta de los que yerran, dejándolos proseguir sin estorbos su camino descendente. Los que se
adelantan para acusar a otros y son celosos en llevarlos a la justicia, son con frecuencia en su propia
vida más culpables que ellos. Los hombres aborrecen al pecador, mientras aman el pecado. Cristo
aborrece el pecado, pero ama al pecador; tal ha de ser el espíritu de todos los que le sigan. El amor
cristiano es lento en censurar, presto para discernir el arrepentimiento, listo para perdonar, para
estimular, para afirmar al errante en la senda de la santidad, para corroborar sus pies en ella”.

Amigos, ¿consiguen imaginar lo que sucede en el cielo cuando un alma es restaurada a Dios? Es
difícil de imaginar el coro celestial cantando las alabanzas a Cristo. Pero es verdad. La verdadera
salvación es tan maravillosa, tan abarcante, tan aliviadora, que cuando sucede, todo el cielo la escucha
y se regocija con el pecador que se arrepiente.

Escuche esto de Señales de los Tiempos, del 3 de Abril de 1884. "Lo que el ojo no ha visto, ni el
corazón, ni ha entrado en el corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que lo
aman". En vista de la gloriosa herencia que puede ser de ellos, "¿qué dará el hombre a cambio de su
alma?". Él puede ser pobre; pero Él posee en Sí mismo una riqueza y una dignidad que el mundo no
puede contemplar. El alma redimida y purificada del pecado, con todos sus nobles poderes dedicados
Páá g. 15
al servicio de Dios, es de inigualable valor; y hay alegría en el Cielo, en la presencia de Dios y de los
santos ángeles, sobre un pecador que se arrepiente, una alegría que es expresada en cantos de santo
triunfo”.

¿Cantos de santo triunfo? Si, eso mismo, usted puede recibir canto celestial. Arrepiéntase y sea
convertido y el mismo Cristo cantará con alegría. Y también el Padre. He aquí lo que dice Sof. 3:17.
“El Eterno está en medio de ti, poderoso, él salvará. Se gozará sobre ti con alegría, te pacificará con su
amor, se regocijará sobre ti con cantar”.

Es el amor de Dios el que convierte al pecador. Él nos alcanza a través de Cristo y toca nuestros
corazones con lo que necesitamos para que sea derretido. Eso es lo que Jesús hizo por esa mujer.

¿Se acuerda usted cuando Jesús estaba en la fiesta de los Tabernáculos, cuando perdonó y libertó a la
mujer de sus pecados? La fiesta de los Tabernáculos era un buen símbolo profético de la última
liberación del pecado, cuando la tierra es purificada de su contaminación a través del fuego y es
restaurada y re-creada nuevamente a su belleza original. ¡Qué día va a ser ese! ¿Se imagina cómo va a
ser?

Trate de imaginar esta escena celestial descrita en el libro 1MS:361. Es acerca de la última
proclamación donde el pecado es eliminado. “Allí está el trono, y en torno de él el arco de la promesa.
Hay serafines y querubines. Los ángeles lo rodean, pero Cristo les indica que se alejen. Entra en la
presencia del Padre. Muestra el símbolo de su triunfo: las primicias, los resucitados con él, los
representantes de los muertos cautivos que saldrán de sus tumbas cuando suene la trompeta. Se
aproxima al Padre, y si hay gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, si el Padre se regocija
por uno con cánticos, procure captar esto la imaginación. Cristo dice: Padre, consumado es. He hecho
tu voluntad, oh mi Dios. He completado la obra de la redención. Si tu justicia está satisfecha,
"aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo" (Juan 17:24). Y
se oye la voz de Dios; la justicia está satisfecha; Satanás está vencido. "La misericordia y la verdad se
encontraron; la justicia y la paz se besaron" (Salmo 85:10). Los brazos del Padre rodean al Hijo, y se
oye su voz que dice: "Adórenle todos los ángeles de Dios" (Heb. 1:6)”.

Mire lo que dice en Juan 8:12. “Otra vez Jesús les dijo: "Yo Soy la luz del mundo. El que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida".

Si usted tiene a Cristo, tiene Su luz en usted. Usted Lo sigue en la luz, y ya no camina en tinieblas, o
con las obras de las tinieblas.

Escuche atentamente esta declaración de Juan 3:19. “Y ésta es la condenación: La Luz vino al mundo,
y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, porque sus obras eran malas”.

La única condenación que les cae a los hombres, es debida a que sus actos son malos y son de las
tinieblas. Están bajo el control del maligno, el cual está en tinieblas. ¿Ha observado usted cuánta
impiedad se comete en las tinieblas? Los clubes nocturnos operan en la noche, en las tinieblas. Las
prostitutas trabajan en la noche. Hablamos de la “vida nocturna” de la ciudad, la cual se desarrolla
después que el sol se ha puesto. A los ladrones les gusta la oscuridad, porque los cubre para realizar
sus malos actos. Aun aquellos actos malos realizados a la luz del día, son realizados cuidadosamente,
para que no sean vistos.
Páá g. 16
Amigos, ¿quieren el amor libertador y perdonador de Jesús en sus vidas? Entonces entréguense a Él.
Permítanle que Él los cuide. Vayan a Él tal como están, débiles, pecadores y arrepiéntanse. Él no les
va a dar la espalda. Él los va a perdonar. Eso es una certeza. Su sangre los va a cubrir y ustedes serán
libres para vivir que ya no va a estar sujeta al pecado. Hoy, hay muchos que enseñan que usted no
puede vencer sus pecados. Pero amigos, en estos últimos días, Jesús promete encontrar a todos los que
le van a dar todo a Él y que van a vivir en forma justa en esta impía generación. Él quiere mostrar el
poder de Su misericordia en vuestras vidas. Quiere demostrar ese poder dándoles la victoria sobre
vuestros pecados. “Vosotros sois mis testigos”, dice Él. Que Él pueda poseer vuestras vidas
pecaminosas, para que pueda reemplazarlas con Su vida sin pecado.

Que Dios los bendiga, al encontrar en Cristo vuestra salvación. Oremos. Nuestro Padre celestial,
gracias por Jesús, el cual se dio a Sí mismo para que podamos liberarnos del pecado. Gracias por
amarnos tanto, que vaciaste el cielo para salvarnos. Que podamos responder a tu amor convidándote a
nuestros corazones, para que podamos vivir de acuerdo con Tu justicia. Oramos en la gracia de Cristo,
Amén.

Pr. Hal Mayer


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