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23 de Marzo: Día del Mar

El 23 de marzo es el día para recordar a nuestro mar. Es también el día para recordar al
héroe de la Guerra del Pacífico: don Eduardo Avaroa, quien era un hombre como
cualquiera de nosotros. Estudió teneduría de libros, tenía un pequeño comercio en San
Pedro de Atacama, la población donde nació, trabajaba como administrador en una mina
de la zona, tenía esposa y cinco hijos, era un hombre de paz.

El 21 de marzo, cuando comenzó el ataque a Calama, Ladislao Cabrera y Severino


Zapata reunieron un grupo de 144 valientes bolivianos y convocaron a los vecinos del
lugar y de la zona. Avaroa estuvo allí, se alistó y combatió en Calama. Fue uno de los
defensores del puente del Topáter, en el río Loa, y fue uno de los que cayó el 23 de
marzo de 1879 con la decisión indeclinable de no rendir jamás las armas. No estuvo solo,
estuvo con su bandera en el corazón y estuvo en el momento que la historia le fijó. Avaroa
y otros muchos otros bolivianos y otras muchas bolivianas murieron en la defensa de
nuestro Litoral.

Ésta es una oportunidad propicia para decir inequívocamente que la posición de Bolivia
de reivindicar una salida soberana y útil al Océano Pacífico se mantiene, porque refleja el
sentimiento de todos y cada uno de los ciudadanos de esta nación, porque es
indispensable para el desarrollo económico del presente y del futuro y porque su
pertenencia al Océano Pacífico es parte de la legitimidad que le dio la historia desde el
tiempo prehispánico, desde el tiempo colonial y desde el tiempo republicano.
EDUARDO AVAROA HIDALGO

Eduardo Avaroa Hidalgo, nació el 13 de octubre de 1838, en San Pedro de Atacama. Sus
padres fueron Juan Avaroa y Benita Hidalgo. Se casó con Irene Rivero, madre de sus
cinco hijos Amalia, Andrónico, Eugenio, Antonia y Eduardo.

Realizó sus primeros estudios en la escuelita del pueblo. Siendo mayor adquirió
conocimientos de Teneduría de Libros y Contabilidad. Fue miembro del Concejo Municipal
de San Pedro de Atacama.

Hombre alto, delgado, de movimientos tranquilos, ojos claros de mirada bondadosa y a la


vez firme así fue Eduardo Avaroa Hidalgo, héroe de la defensa de Calama, que
representa el símbolo del sacrificio sirviendo a la Patria. Se lo recuerda por su célebre
frase: “¡Que se rinda su abuela… Carajo!”.

Murió a la edad de 41 años. Su cadáver fue recogido por las tropas enemigas y se lo
sepultó, silenciosamente, en el cementerio del pueblo de Calama, a las cuatro de la tarde
del 23 de marzo de 1879. Su epitafio pudo ser lo que él le dijera a don Ladislao Cabrera: “
Soy boliviano, esto es Bolivia y aquí me quedo”.

El desembarco de las tropas chilenas en Antofagasta, el 14 de febrero de 1879 y la


desocupación de los funcionarios bolivianos del puerto, sorprendió a Avaroa, quien había
viajado a esa población por motivos mineros.

Concentrados en Calama los más prestigiosos elementos políticos y militares de la región


a iniciativa de don Ladislao Cabrera, se formó una comisión patriota, encargada de
organizar la defensa, que fue denominada “Comisión Salvadora de Bolivia” Avaroa, fue el
primero de los civiles en ofrecerse como voluntario y se convirtió en su brazo derecho
para los preparativos de la defensa.

En el combate del Puente del Topáter se rehusó a abandonar su puesto pese a la


superioridad numérica de las fuerzas chilenas y luchó con valor hasta quedar atrincherado
por el enemigo, que le pidió rendirse.

Avaroa contestó con voz ronca, como un rugido: “Rendirme Yo. ¡Qué se rinda su abuela…
Carajo!”. Los soldados chilenos respondieron con una nueva carga cerrada de sus fusiles
y lo ultimaron con sus bayonetas, porque Avaroa parecía tener siete vidas. Cuando los
soldados comenzaron a festejar el triunfo alrededor del héroe al grito de ¡Viva Chile!,
todavía escucharon el último aliento del héroe: ¡Muera!...

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