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morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.
Juan 11:25-26 Entonces Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que
cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás.
1 Corintios 15:22 Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos
volverán a vivir.
Mateo 5:4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Juan 14:1-4 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho;
voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
Eclesiastés 3:1-2 Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo
tiene su hora.
Juan 10:27-29 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy
vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
San Juan 16,33 En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido
al mundo.
Mt 11,28 Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”
Sal 147,3 Él sana a los que están afligidos y les venda las heridas.
YO soy la resurrección, y la vida, dice el Señor: el que cree en mí, aunque esté
muerto, vivirá; y todo aquel que vive, y cree en mí no morirá eternamente.
Después de las lágrimas y las despedidas quedarán solo los buenos momentos que
compartiste con él.
Mientras estuvieron juntos siempre pasaron bellos momentos y aunque hoy estés
triste por su descanso eterno, siempre debes recordarla como la feliz persona que
fue.
Tengo su sonrisa como si lo tuviera frente a mí y le pido que nunca borre esa
imagen de mi mente para recordarlo como siempre fue.
Así como nuestro hermano ya encontró la paz de Dios ante su partida de la Tierra,
a nosotros nos concede la paz en medio del dolor, pues aunque es dura su ausencia,
él nos ilumina con luz y fortaleza para que asumamos con resignación su partida”.
Oremos.
ACUERDATE de tu siervo, oh Señor, según el favor que muestras hacia
tu pueblo, y concede que, creciendo en conocimiento y amor a ti, pueda
ir ascendiendo de fortaleza en fortaleza, en la vida de perfecto servicio,
en tu reino celestial; mediante Jesucristo nuestro Señor, que contigo y
el Espíritu Santo, es siempre un solo Dios y vive y reina por los siglos
de los siglos. Amén.