EL CÓNDOR Y LA PASTORA
Había una pastora que siempre se dedicaba a pastar sola su ganado
en las pampas. Hasta que un día un cóndor, que pasaba por ahí, la
vio y se enamoró de ella. Entonces el cóndor se convirtió en un
joven bien vestido con un traje negro y una chalina blanca. Se le
acercó y le hizo conversación. Así, durante varios días, el cóndor
transformado en joven visitaba a la pastora. Ella ya le había
tomado confianza; por eso, cuando el joven le dijo que, si le
gustaría subir cargada a lo alto de las montañas junto a él, la
pastora le dijo que sí. Entonces el joven se transformó en cóndor,
sujetó a la pastora y la llevó a la cima de la montaña más alta. La
pastora, aterrada, perdió el conocimiento. Al llegar al lugar, la
chica se despertó y se quedó sorprendida. Se puso a llorar y llorar;
le decía al cóndor que la regresara a su casa. Pero el cóndor le dijo
que jamás regresaría, pues ahora sería su esposa. El cóndor, para
que la pastora no llorase, le traía carne cruda para que coma, pero
ella siempre la rechazaba. Así iban pasando los días.
Los padres de la pastora, cuando se dieron cuenta de que su hija
había desaparecido, la buscaron, pero no la encontraron. Sin
embargo, no habían perdido la esperanza de hallarla. Un día que la
buscaban, se encontraron con un picaflor, quien sabía dónde
estaba. El picaflor les propuso a los padres que la traería de vuelta
a cambio de que le dieran todo el jardín que tenían. Los padres de
la pastora aceptaron. Entonces, el picaflor partió a la casa del
cóndor y, aprovechando que este había salido a buscar comida,
mostró un camino secreto a la pastora por donde huir y la dirigió
hasta la casa de sus padres.
Cuando el cóndor regresó a su casa, no encontró a la pastora. Voló
inmediatamente a buscarla, pero nunca más la encontró porque los
padres ya no dejaron que su hija pastara en el campo.
EL CÓNDOR Y LA PASTORA
Había una pastora que siempre se dedicaba a pastar sola su ganado
en las pampas. Hasta que un día un cóndor, que pasaba por ahí, la
vio y se enamoró de ella. Entonces el cóndor se convirtió en un
joven bien vestido con un traje negro y una chalina blanca. Se le
acercó y le hizo conversación. Así, durante varios días, el cóndor
transformado en joven visitaba a la pastora. Ella ya le había
tomado confianza; por eso, cuando el joven le dijo que, si le
gustaría subir cargada a lo alto de las montañas junto a él, la
pastora le dijo que sí. Entonces el joven se transformó en cóndor,
sujetó a la pastora y la llevó a la cima de la montaña más alta. La
pastora, aterrada, perdió el conocimiento. Al llegar al lugar, la
chica se despertó y se quedó sorprendida. Se puso a llorar y llorar;
le decía al cóndor que la regresara a su casa. Pero el cóndor le dijo
que jamás regresaría, pues ahora sería su esposa. El cóndor, para
que la pastora no llorase, le traía carne cruda para que coma, pero
ella siempre la rechazaba. Así iban pasando los días.
Los padres de la pastora, cuando se dieron cuenta de que su hija
había desaparecido, la buscaron, pero no la encontraron. Sin
embargo, no habían perdido la esperanza de hallarla. Un día que la
buscaban, se encontraron con un picaflor, quien sabía dónde
estaba. El picaflor les propuso a los padres que la traería de vuelta
a cambio de que le dieran todo el jardín que tenían. Los padres de
la pastora aceptaron. Entonces, el picaflor partió a la casa del
cóndor y, aprovechando que este había salido a buscar comida,
mostró un camino secreto a la pastora por donde huir y la dirigió
hasta la casa de sus padres.
Cuando el cóndor regresó a su casa, no encontró a la pastora. Voló
inmediatamente a buscarla, pero nunca más la encontró porque los
padres ya no dejaron que su hija pastara en el campo.