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AL HOMBRE DE CAMPO

Hombre de campo que habitas

en la tierra y la cultivas

y recoges el noble fruto

de tierra virgen y suelo bruto.

Campesino, tú que cosechas

canciones tristes y endechas,

y esperas alegre y con fe

que la tierra producto dé.

Ejerce paciencia labrador,

pues no es vana tu ardua labor,

solo hay que saber esperar,

y mientras mantener y cuidar.

Remueve la tierra y planta

sembrando lo que más te encanta;

quita los yuyos y riega

que llegará el tiempo de la siega.

Que los cielos lluevan para ti

y te bendiga Dios y te haga feliz,

sabiendo que esta alegría

es el fruto de lo que sembraste un día.

Hombre de campo, tú que miras

al sol con el rostro bronceado,

tu frente suda y transpiras


por tan duro haber trabajado.

Tus manos se han encallecido,

tus pies se han enrojecido,

trabajaste duro y tendido,

con lluvia o sol, calor o frío.

Aunque te sientas solo y herido

nunca, nunca te des por vencido,

multiplicarás tu fuerza productiva

y derrotarás hasta a la sequía.

Y luego de una gran jornada

de muchas horas trabajadas

descansarás, tú y tu familia

tranquilos, durante la vigilia.

No te desvíes campesino,

continúa por tu duro camino,

pon mucho empeño y experiencia,

trabajando con sabia conciencia.

Sé que sos un pequeño puntito

dentro de este universo infinito,

pero sigue esta vida alegre y sana,

sigue sembrando, segarás mañana.


Al CAMPESINO EN SU DÍA
CAMPESINO,
paisaje arrugado de ilusiones
y esperanzas frustradas,
canción de eternidad...
A través de los surcos
grabados por tu llanto,
abres al arado
fecundante herida.

CAMPESINO,
veo gruesas y callosas manos,
que sangran y dialogan
con la Pachamama,
porque el arado,
es libertad y es vida.
En el sudor de tu frente,
se ve la agonía centrada
tristeza de raza,
por la sumisión enigmática,
que te trajeron los siglos.

CAMPESINO,
tu quena desenvuelve
su larga melodía,
más penetrante y más triste.
En el silencio
que hay en la puna helada,
a penas se divisa a lo lejos
en hileras tus vicuñas,
alpacas y llamas.

CAMPESINO,
que cultivas con las lágrimas,
estranguladas por tu silencio.
Te roba el aire,
la queja melancólica
de tu alma atribulada.

CAMPESINO,
azotado por los vientos,
bautizado por los rayos
i curtido por las nieves.
Tu quena
que en el silencio de la noche,
llora un aire de tristeza.
Tu dolor es como una urpi,
que vuela sobre los chachacomos,
los pisonayes y el achancaray,
porque en tu rostro se dibuja,
la angustia de los siglos.

CAMPESINO,
la Pachamama es preludio de poemas,
que se deshoja en waynos,
porque tienes el alma,
de cóndor, lluvia y estrella.
Raza hecha de ensueños,
de tristeza y de grandeza,
viertes en los Andes,
toda la tortura de tu alma.

CAPESINO,
en el silencio de la soledad
que hay en la puna fría,
tu pena llora un aire de tristeza.
Desde los albores
de la tierra andina,
floreces como los grandes ñujch´us inmortales
anochecidos en el tiempo.

CAMPESINOS,
que gustan la oración de la coca,
por el arado del tiempo
se arrugaron sus rostros.
Porque aquí hay pobreza,
aquí hay dolor,
entre las manos de todo ser.
Por eso que los poblados,
dan un aspecto
de penas prolongadas.
LAS MANOS DEL NIÑO CAMPESINO

Ver las manos del NIÑO CAMPESINO,


abriendo la TIERRA
para la semilla
dorada del trigo;
parece un canto
así como el vuelo
de picaflores andinos.
Allí está el campo, el sol,
con dulzura...
sobre los verdes prados
i los capulíes,
sobre los altos eucaliptos,
que alguna mañana tocan
al viento grávido de las nubes,
camino a los cerros nevados.
Allí los retamales
cargados de jilgueros,
que no se podría decir:
si son flores que cantan
o pájaros floridos.
Perfume y canto de diluye
en la sonrisa del viento
i se ve a la Pachamama abriéndose
con una sonrisa suave,
para el NIÑO CAMPESINO
i el NIÑO CAMPESINO está allí,
cantando y llorando para crecer.

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