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Análisis del largometraje Mala junta, de Claudia Huaquimilla

Resulta evidente que la película cuestiona las relaciones de poder que se establecen como
naturales en la sociedad chilena. Javier tiene dificultades para ejercitar su rol de autoridad
frente a su hijo. Mientras Tano tiene severos problemas para adaptarse a regímenes
incuestionables de normas y deberes como es el colegio, la familia y el estado. Sin
embargo, el principal cuestionamiento que los rodea es el conflicto mapuche.

Javier y Tano son testigos como Pedro, joven comunero mapuche es asesinado en una
redada policial, con el fin de tan solo someter y acallar las demandas del pueblo mapuche.
El Estado ejerce su autoridad con violencia de la misma forma con que violenta a Tano bajo
la amenaza de “obedece o te encerramos”. La metáfora sobre el sometimiento y la violencia
es clara en esta relación Estado versus padre-hijo.

Las metáforas no sólo se enfocan en la violencia y en la represión, sino además en el fuego


como elemento purificador. Cheo disfruta de jugar con fuego, disfruta quemando cosas.
Como un ritual purificador, él se limpia del dolor de no conocer a su padre y del constante
bullying recibido en clases. Es a través del fuego que Tano y Cheo consolidan su amistad,
pese a que Tano rechaza cualquier expresión formal de cariño frente a otros. Su
incapacidad de adaptarse a normas sociales hace que se cuestione cada uno de los modelos
existentes en la sociedad: ser escolar, ser amigo, ser hijo. Ambos adolescentes son extraños
para los aparatos estatales de orden.

La belleza de Mala junta está en esta constante tensión entre el poder y los sometidos, entre
las estructuras y los que se rebelan a éstas. En este sentido, la dirección es clave al saber
usar estos elementos de tensión para desarrollar historias que van más allá de los problemas
íntimos de los personajes. Si bien Tano tiene problemas con sus padres y Cheo nunca
conoció a su progenitor, esa amargura y ese abandono se transforman en rabia y rebeldía.
Es por eso que el giro que toma la película luego de la muerte del comunero mapuche es de
un significado mayor, ya que sirve de motivo para que los dos amigos expresen la rabia
contenida y descubran quiénes son, independiente de las consecuencias que eso traiga.
Mala junta es una película política sobre adolescentes que no encajan en una sociedad
normalizadora y represiva, de un padre que no sabe qué es ser padre, pero principalmente,
sobre un pueblo que lucha por su libertad.
La película es igualmente una constatación de que a nivel emocional y familiar los
problemas pueden llegar a ser los mismos, tengas la ascendencia que tengas, pues los papás
de los dos chicos nos llegan a dar buenos ejemplos de ello.

Huaiquimilla traza una película certera y creíble en torno a un problema que es básico: la
incomprensión del otro y ese empecinamiento en no quererse enterar de lo que se tiene
delante de los ojos. También sobre la sandez de provocar que una persona parezca
problemática, cuando lo que le pasa es que ese rechazo directo o sutil que sufre le está
haciendo sentir falsamente como si fuera un fracasado.

La crianza conflictiva de estos chicos, la palabra hiriente lanzada con el propósito de hacer
daño, los prejuicios sociales y la discriminación, aparecen también aquí en un primer plano.
La directora de origen mapuche nos presenta en su primer largometraje de ficción un
notable trabajo para la reflexión.

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