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No. Dios está siempre con él pero no siempre él está con Dios. Una
cosa es: «Donde están dos o tres reunidos en su nombre, Él está». Y
otra: «Donde quiera que fueres, yo estaré contigo; no temas ni
desmayes». Él está en todos lados; está donde están los demonios
también, donde está una persona que no cree, pero no podríamos decir
que esa persona está en la presencia de Dios, es decir, que tiene
conciencia del ser de Dios. Creo que es allí donde podemos fallar. Una
cosa es decir: «Donde usted esté, Dios está» y otra cosa es decirle;
«Recuerde, hermano, tome conciencia del ser de Dios». En el culto, la
adoración es estar en la presencia de Dios y dejar que Dios trabaje.
El que tiene la dirección del culto tiene que saber que el barro debe ser
puesto en la mesa del alfarero y tiene que haber disposición en ese
barro para que el alfarero haga contacto con él y haga algo más. Un
culto debería concluir en todo creyente con un poco más de la imagen
formada de Dios en él, si no es así, el culto falló. Si no hay pecados
perdonados, si no hay vidas cambiadas, no hay transformación, no ha
estado en la presencia de Dios. Y si no estuve en la presencia de Dios,
no hay culto. He hecho un rito religioso más o menos bien enlazado,
más o menos bien cantado, pero no he estado en la presencia de Dios.
Otra, puede ser la que dice: «El sermón sí, es muy importante,
pero vamos a tener un tiempo de adoración importante en sí
mismo, tenga o no que ver con el tema del sermón. ¿Cuál de los
dos es legítimo?
Creo que los dos, pero me parece mejor cuando integramos todo. Yo
creo que cualquier tema bíblico me da la posibilidad de conectar de
algún modo la adoración, algún aspecto de Dios que tenga que ver con
ese tema. No creo que el sermón sea algo descolgado. Es la Palabra,
es cuando escucho a Dios. La congregación tiene que estar lista para
escuchar a Dios cuando llega el momento, si no es así, el sermón va a
tener que hacer todo. Muchas veces pasa que llega el momento del
predicador y la congregación no está lista. Es como si el herrero
estuviera con la maza lista para dar forma al hierro y este no se hubiera
calentado. Por más que golpee, le va a costar muchísimo más. En
cambio, cuando el hierro está al rojo, la palabra golpea y da forma sin
romper.
Lo más importante no es sólo saber qué tiene que hacer, sino también
con quién lo va a hacer, es decir que él esté listo, que este encuentro
se haya producido, que esté imbuido de la presencia del Señor. Más
importante que simplemente ponerse a recoger himnos y canciones y
pensamientos, cosas muy importantes, es el tiempo que él está con
Dios. Porque si él sale de la presencia de Dios y va a buscar al pueblo
es más fácil conducirlo.
Tiene que ser algo que sorprenda, que haga pensar, no que haga sentir
solamente. No que sea un golpe a la emoción sino que sea un golpe
para sacarlo de donde está. Lo más probable es que no está en
condiciones de adorar. Puede ser un testimonio, una expresión, un
pequeño drama, una canción que uno sabe que la congregación la
canta con entusiasmo. No debería ser una canción desconocida, no un
pensamiento negativo, o una exhortación de tipo enjuiciadora. A veces
un chiste, alguna nota de humor. Algo que al individuo lo haga salir del
encierro en que está. Muchas personas están en un encierro.
¡Es terrible eso! ¡No hace falta! La estrofa es lo que van a cantar.
Ahora, si dice una frase, un poema que está motivando sobre lo que
van a cantar, entonces sí.
En lo posible no.
En primer lugar enseñé en todos estos años, todos los domingos, qué
es la ofrenda, en distintas formas, distintas maneras, mostrándole al
creyente que es un acto hecho a Dios, no para las necesidades de la
congregación. Dios sostiene a su iglesia. No es para pagar la luz, el
gas, el sueldo pastoral, los gastos de evangelización. Es una expresión
de adoración a Dios, el reconocimiento de que Él es el dueño de todas
las cosas. Y entonces el acto de ofrenda es para nosotros un acto de
adoración.
La única razón por la que debe pararse una canción es que no se está
cantando bien, ya sea desde el punto de vista musical o en el sentido
de la vivencia.
La persona que ora en público debe saber que la adoración que más
bendición va a darle a sus hermanos es cuando él ora para Dios y no
para sus hermanos. A veces, cuando ora públicamente, la persona está
pensando más en las cosas que aprueban los que están escuchando
que Aquél a quien ora. Cuando hay oración, debe olvidarse que allí
están sus hermanos, porque esa es la oración que más lo va a
bendecir, y si va a interceder por todos, que interceda realmente como
un sacerdote.
Quiere decir que no lo va a hacer con motivos personales sino que está
representando tanto a Dios como al pueblo. Entonces, es el pueblo que
pide a Dios y Dios quien está dando bendición al pueblo. Él tiene que
sentirse así, con toda la autoridad, el poder, la gracia o la pena, si es
que el pueblo está expresando su pecado. Pero si él no lo siente, si él
no lo está viviendo, si no está orando en la presencia de Dios, no va a
dar a la congregación el efecto de que está siendo realmente
representada delante de Dios. El no puede buscar una aprobación
doctrinal en la oración, debe buscar un encuentro con Dios.