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David, un hombre conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22).

Este sería el epitafio sobre la tumba de este gran personaje. Pero como dijo Emmanuel
Buch: “No necesitamos modelos humanos ni santos cristianos. Lo que necesitamos es ser
testigos de Él. El modelo es Cristo.”

Esto nos ayudará para no entrar en un esquizofrenia espiritual: tenemos que ser “Davides”,
“Pablos”, “Pedros”… Él nos ha creado únicos y con características propias. No quiere que
seamos otro, si no nos hubiera creado diferentes. En realidad debemos ser nosotros
mismos para Dios. Éste es su propósito.

Podemos dividir la vida de David en tres etapas:

1. Anonimato (0-17 años aproximadamente).

2. Fugitivo (18-29 años).

3. Rey (30-70 años).

1. Anonimato. David aquí es un desconocido con una vida monótona: siendo el menor de
sus hermanos, cuidando ovejas, aprendiendo música, obediente a su padre. Es un periodo
de formación (antes de Goliat vino el león y el oso). Está siendo fiel en lo pequeño, y
preparándose, sin saberlo, para un futuro.

2. Fugitivo. Tras el éxito en la batalla contra Goliat y en el palacio, es odiado y perseguido


por Saúl. Después de la promesa divina de ser rey, estuvo trece años en espera, con
periodos de depresión, soledad, desierto, traición y dolor. Dios no tiene prisa. Y David supo
esperar.

3. Rey. Finalmente fue coronado, y durante su reinado Israel prosperó muchísimo. Realizó
grandes logros como estratega, líder, soldado, gigante espiritual, adorador, y también tuvo
grandes caídas, de las que supo aprender, levantarse y continuar, aun pagando las
consecuencias. A partir de los 50 años las tragedias familiares se sucedieron, tras el
adulterio con Betsabé. Pero David fue moldeable.

Pasemos a analizar algunos episodios de su vida que pueden reflejar muchas de las
situaciones que vivimos en el mundo laboral, eclesial y familiar. Analicemos las enseñanzas
que podemos aplicar.

– Ser menospreciado por los cercanos (1 Samuel 16,17).

David no es tenido en cuenta en el rol familiar. Es el pequeño, el que cuida unas pocas
ovejas, malentendido (17:28-30). Pero él, lejos de discutir, continúa. Es fiel en las pequeñas
responsabilidades y aprovecha cuando tiene la oportunidad contra Goliat. Debemos
recordar que estuvo años practicando con pequeñas piedras (y buena música de arpa).

– Ser perseguido (1 Samuel 19 – 30)

La experiencia del desierto o de la cueva, fue uno de los periodos más difíciles de su vida.
Perdió casi todo: su posición en el ejército y la corte, su esposa Mical, su consejero espiritual
Samuel, su gran amigo Jonatán, e incluso el respeto a sí mismo. Así Dios le enseñó a
depender sólo de Él. Fue en este tiempo cuando compuso algunos de sus salmos más
conocidos. (Podemos conocer más a David por lo que él escribió que por lo que escribieron
de él). Los salmos son clamores profundos del corazón, expresando a Dios su desilusión,
dudas, depresión, dolor – algo que Dios nunca censura – buscando en Él consuelo y
esperanzas. Hasta Jesús mismo utilizó el Salmo 22 en la cruz. Estas experiencias difíciles
que todos podemos tener (muerte de familiares, pérdida de trabajo, enfermedad, rupturas
familiares, etc.) son momentos para expresar a Dios y esperar en Él.

– No ser premiado (1 Samuel 25).

David en el desierto no estaba inactivo. Formó un equipo y era guardián de rebaños. Nabal,
un insensato terrateniente, no quiso premiarle por el cuidado de sus bienes. David,
instintivamente, se lanzó a la venganza. Una mujer, Abigail, con gran inteligencia y
diplomacia, supo hacerle entender su ira desmedida y David rectificó. Cuando no somos
reconocidos, no debemos tomar la venganza por nuestra mano, sino saber escuchar a
amigos sabios (o cónyuges), y dejar actuar a Dios.

– Hacer lo bueno precipitadamente (2 Samuel 6).

David tuvo una buena idea: Llevar el arca a Jerusalén y restablecer la adoración en el centro
neurálgico de Israel: Jerusalén. David, un hombre apasionado y decidido, intentó trasladar
el arca, pero lo hizo de manera precipitada y equivocada. Debía de ser llevada con varas,
según Éxodo 25:14, Números 4:15,20, y se hizo en un carromato. Las consecuencias
fueron terribles – la muerte de Uza y la paralización del traslado. Meses después, David lo
planeó y ejecutó según las ordenanzas. El arca volvió a Jerusalén con gran regocijo.
Muchas de nuestras decisiones, aunque puedan ser en el fondo correctas, pueden ser
erróneas en la forma. Debemos de hacer el bien tanto en el qué y en el cómo.

– Cuando Dios dice NO (2 Samuel 7).

David ahora va más allá en sus buenas intenciones. Desea construir un templo a Dios, pero
Él tiene otros planes. Será su hijo Salomón quien llevará a cabo la obra. David acepta la
decisión de Dios y en vez de rebotarse, colabora con ella, preparando todos los materiales
para el llamado Templo de Salomón (no de David). Lo importante es estar dentro del plan
soberano de Dios. Somos un punto dentro de todo su cuadro, y nuestra responsabilidad es
ser ese punto, no otro.

– El pecado y sus consecuencias (2 Samuel 11,12 y siguientes).


Nos consuela saber que hasta un gran hombre pudo caer en el abismo – adulterio,
asesinato, engaño y mentira durante varios meses, hasta que el profeta Natán le señala y
dice: “Tú eres aquel hombre” (12:7). (Alguien habló acerca de las cuatro “F” Fatales –
Faldas, Finanzas, Fama y Familia – causas de la mayoría de las caídas, especialmente en
los líderes). Entonces David escribe el Salmo 51, reconoce su pecado y es perdonado, pero
las consecuencias fueron terribles. Su familia fue un completo desastre, y el palacio real un
descontrol: violación, asesinato entre hermanos, sublevaciones, exilio, muertes y dolor que
acompañaron a David hasta el final de sus días. El gran rey que supo regir todo un país, no
pudo liderar su propia familia. Todo esto nos alerta acerca de lo importante que es cuidar a
los nuestros más cercanos y alejarnos del pecado: ¡quema!

– Amigos en la frustración (2 Samuel 15).

David, huyendo de su hijo Absalón, en un estado lamentable, recibió el apoyo y la ayuda


de amigos incondicionales. El escritor Charles Swindoll (cuya biografía de David es
recogida en mucha de esta exposición) los denomina “árboles de cobijo.” ¡Qué importante
es tener buenos amigos en los momentos difíciles! David supo rodearse y desarrollar
buenas amistades durante toda su vida. Pero recordemos que éstos no crecen como setas,
sino que son cultivados a lo largo de los años, y son una buena inversión.

Conclusión: David fue un hombre conforme al corazón de Dios – moldeable (cogió la forma
de Dios). En su vida encontramos muchas luces y sombras, errores y aciertos, sufrimientos
y victorias, conquistas y derrotas, cantos y lamentaciones, pero el resultado final fue una
vida apasionada con Dios, conforme a su corazón.

Las fallas de David




o
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o

 comment
Por
David protagoniza una de las historias más conocidas de la Biblia, exhibida
en formato de miniserie “Rey David”, en el canal brasileño, Rede
Record (fotos). De ser un simple y delgado pastor, se convirtió en un gran
guerrero y llegó a ser el monarca más famoso de los judíos. A pesar de ser
rey por la voluntad de Dios, fue capaz de actos mezquinos, vergonzosos y
extremamente crueles.
El más famoso de sus errores, sin duda, fue su adulterio con Betsabé (2
Samuel 11:1 – 12:25).

Una tarde, David vio a la esposa de su amigo y súbdito, el militar


Urías, mientras tomaba un baño en la terraza de su casa, cercana al
palacio. Encantado por la hermosura de la muchacha, usó su autoridad de
rey y la llamó. En poco tiempo, estaban teniendo una relación.

La situación empeoró. Betsabé quedó embarazada de David. Como Urías


estaba lejos, en combate, el rey ordenó su regreso a Jerusalén para que, al
cohabitar con su esposa, pareciese que el hijo era suyo. El soldado no
creyó correcto tener la comodidad de su casa en la corte y la compañía de
su esposa en la cama, mientras que sus colegas de su cuartel estaban
acampados en duras condiciones, en plena batalla.

Tomado por la mezquindad, David conspiró, mandando a Urías de regreso


a la guerra en situación de desventaja delante de los enemigos para que
fuera muerto. Y así ocurrió (foto).
Betsabé, conforme a las leyes de la época, estaba libre nuevamente para
casarse, ya que se había vuelto viuda. David se casó rápidamente con ella,
de modo de esconder de todos que quedó embarazada mientras aun era
esposa de Urías.

Lo escondió de todos, pero no de Dios.

El profeta Natán, enviado por el Señor, fue a hablar con David y le expuso
su pecado por medio de una parábola (2 Samuel 12:1-2).

He ahí una gran prueba de la honestidad de la Biblia. En lugar de hacer


como en otras culturas, que exaltan solo los grandes hechos de sus héroes
y líderes, y excluye de los relatos sus engaños y errores; la Biblia muestra
las fallas, los acontecimientos de forma imparcial. El pueblo de Dios también
tiene defectos, incluso sus miembros notables.

La franqueza de los relatos bíblicos son incluso, brutos, ya que no protege a


los que se equivocan. Eso incluye a David, cuya historia muestra sus varias
victorias y éxitos en su primera parte, pero no hace la vista gorda a sus
grandes errores, en la segunda parte.

Aun así, muestra también, cómo se comporta un verdadero hombre de Dios


al enfrentarse a sus propios pecados. No está exento de cometerlos, pero
sirve a un Dios misericordioso, que pide una actitud sincera y activa en el
reconocimiento de las fallas.
Más errores
El asesinato indirecto de Urías no fue la única falla de David.

Muchos pueden alegar que vio a Betsabé desnuda, durante su baño, sin
querer. El error del Rey no fue ver a la muchacha involuntariamente, sino el
de no haberle dado la espalda en cuanto la vio, mucho más sabiendo que
era mujer de su valiente y fiel súbdito.

David también fue un padre fallo. Tanto, que su actitud débil en disciplinar a
sus hijos casi causa la ruina de su nación. Amnón (foto), su primogénito,
pensaba que podía hacer lo que quisiera, en su condición de príncipe y
heredero de trono. Llegó a violar a su media-hermana, Tamar (2 Samuel
13:1-22). David no lo reprendió, aunque no le gustó lo sucedido, ya que él
mismo no había sido un buen ejemplo por el caso de Betsabé.
Absalón fue otro que, por la falta de firmeza de su padre, se preparó
bastante. Hermano de Tamar, odió y mató a Amnón, huyendo del reino en
seguida (2 Samuel 13:23-39). David desistió de perseguirlo.

El hijo volvió, y la condescendencia de David continuó haciendo


estragos. Absalón conspiraba, y ganaba cada vez más popularidad entre los
súbditos de su padre (2 Samuel 15:1-6). Lleno de si, se proclamó rey de
Israel e hizo que David huyera de Jerusalén.

Estalló una gran guerra civil en el reino, y David no podía hacer nada, pues
su hijo había pedido su captura. El conflicto sólo terminó cuando el severo
Joab mató a Absalón (abajo), y el verdadero rey volvió al trono (2 Samuel
17:1-19:43).
No declarar oficialmente quién sería su sucesor trajo muchos sin sabores a
David y a Israel. El mayor entre los hijos sobrevivientes, Adonías, se creyó
con el derecho de ser heredero. Sin embargo, Dios ya había prometido el
trono a Salomón. Sólo después que su madre, Betsabé, le insistiera a
David, él decidió ungir al hijo como su sucesor (1 Reyes 1:28-53).

El hombre según el corazón de Dios


Aun después de todos esos errores – y probablemente muchos otros no
registrados en la Palabra -, David mostró la diferencia, aun siendo fallo, de
ser un verdadero hijo de Dios.

En cuanto al caso de Betsabé, cuando Natán lo enfrentó, el propio David se


prostró, arrepentido. Podía estar libre de la reprensión de cualquier súbdito,
pues era el rey. Aunque fuera gobernante de todo su pueblo, era siervo del
Señor, y su remordimiento fue real, sobre todo por la ofensa a Dios, que le
había bendecido tanto.
“Entonces dijo David a Natán: -Pequé contra el Señor. Natán dijo a
David: -También el Señor ha perdonado tu pecado; no morirás.” 2

Samuel 12:13
El rey estaba arrepentido. Aun así, Dios no permitió que su hijo bastardo
con Betsabé sobreviviera, y el niño murió 7 días después de nacer,
sufriendo bastante.

David cometió terribles fallas de carácter y desempeño. Pero los admitió


delante de Dios. Esa era una gran diferencia entre él y su antecesor, Saúl,
que siempre buscaba justificar sus errores o poner la culpa en otras
personas.

El rey David hizo buen uso de la confesión: decirle toda la verdad al Señor.
El Señor ya la conoce, obviamente, pero desea que sus hijos tomen
consciencia de lo que hicieron, para que sólo así alcancen la misericordia.
Dios creó un modo para que la persona forme parte activamente de su
propio perdón. Él siempre pide actitud, consciencia por parte de la persona,
para operar en su vida.

El propio David registró en una canción de alabanza su lección,


transmitiéndola a la posteridad:

“Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día,


Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; y se volvió mi
verdor en sequedades de verano.
Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: «Confesaré mis
rebeliones al Señor», y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” Salmo
32:3-5
Los errores no descalifican al verdadero hijo de Dios, que se entrega
realmente a Él; siempre y cuando se proponga confiar en el Padre
y encontrar en Él las fuerzas para tomar la actitud correcta delante de la
falla.

David erró bastante, pero también protagonizó muchos aciertos y grandes


victorias.

Al contrario de Saúl, que murió de manera humillante, David vio el fin de sus
días en su tierra y de avanzada edad, en paz y con comodidad, dejando un
reino próspero en las manos de Salomón (1 Reyes 2).

David era hijo de Isaí, de la tribu de Judá. Fue un joven valiente que mató un león,
un oso y al gigante filisteo Goliat (1 Sam. 17). David fue escogido y ungido para
ser el rey de Israel. Igual que Saúl, siendo adulto fue culpable de graves delitos;
pero a diferencia de este, fue capaz de sentir verdadera contrición y, por lo tanto,
logró el perdón de sus pecados, excepto en el caso del asesinato de Urías (DyC
132:39). Su vida se divide en cuatro etapas: (1) en Belén, donde era pastor
(1 Sam. 16–17); (2) en la corte del rey Saúl (1 Sam. 18:1–19:18); (3) la de fugitivo
(1 Sam. 19:18–31:13; 2 Sam. 1); (4) como rey de Judá en Hebrón (2 Sam. 2–4), y
posteriormente rey de todo Israel (2 Sam. 5–24; 1 Rey. 1:1–2:11).
El pecado de adulterio que David cometió con Betsabé llevó sobre él una serie de
desgracias que menoscabaron los últimos veinte años de su vida. La nación en
general prosperó durante su reinado, pero David sufrió las consecuencias de sus
pecados. Tuvo continuos problemas familiares que, en el caso de sus hijos
Absalón y Adonías, terminaron en completa rebelión. Estos acontecimientos
fueron el cumplimiento de la declaración del profeta Natán a David, por causa de
su pecado (2 Sam. 12:7–13).
A pesar de estos desastres, el reinado de David fue el más sobresaliente de la
historia israelita, pues (1) unió a las tribus en una sola nación, (2) adquirió
posesión absoluta del país, (3) se basó en la religión verdadera para gobernar al
pueblo, por lo que la voluntad de Dios era la ley de Israel. Por estas razones, en
épocas posteriores al reinado de David se le consideró la edad de oro de la nación
y el símbolo de la época más gloriosa que el pueblo esperaba: la de la venida del
Mesías (Isa. 16:5; Jer. 23:5; Ezeq. 37:24–28).
La vida de David ilustra la necesidad de que todas las personas perseveren en la
rectitud hasta el fin. Cuando era joven, David se caracterizó por ser un hombre
“conforme al corazón” de Jehová (1 Sam. 13:14); siendo ya un hombre, habló por
el Espíritu y recibió muchas revelaciones. Pero pagó un alto precio por su
desobediencia a los mandamientos de Dios (DyC 132:39)

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