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PROFESEMOS NUESTRA FE

Catequesis sobre El Credo


Equipo Teyocoyani
2| Ca t eques is s ob r e E l Cr ed o
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PRESENTACIÓN

«En este Año de la Fe, las comunidades religiosas, así como las
parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas,
encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo.
Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a
confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y
esperanza» (Porta Fidei, n. 8).

Respondiendo a esta invitación del papa Benedicto XVI,


ofrecemos nuestra catequesis sobre El Credo para contribuir a la
profundización de esta oración central de la Iglesia en nuestras
comunidades. Anteriormente la habíamos publicado por partes,
sin embargo, es con motivo del Año de la Fe que aparece
completa.

Carecíamos hasta ahora de una explicación sencilla del Credo en


Nicaragua. Nuestro esfuerzo se ha orientado a desentrañar por
partes las verdades más fundamentales de nuestra fe, de manera
didáctica y atractiva, y yendo a las fuentes de la Sagrada
Escritura.

Memorizar el Credo no es lo mismo que saborearlo,


comprenderlo y asimilarlo. Advertía por eso oportunamente Juan
Pablo II en su exhortación apostólica sobre la catequesis: «Lo
esencial es que estos textos memorizados sean interiorizados y
entendidos progresivamente en su profundidad, para que sean
fuente de vida cristiana personal y comunitaria» (Catechesis
Tradendae, n. 55). «El don más precioso que la Iglesia puede ofrecer
al mundo de hoy, desorientado e inquieto, es el formar unos
4| Catequesis sobre El Credo

cristianos firmes en lo esencial y humildemente felices en su fe»


(Catechesis Tradendae, n. 61).

El Evangelio, al penetrar en lo más profundo del corazón del


creyente, se desborda como confesión de fe pública en el Credo:
«¡Creemos, por eso hablamos» (2 Cor 4, 13). Pero ¿quién podría
decir con sinceridad creo, sin antes hacer un serio esfuerzo por
vivir y encarnar su propia fe cristiana? La fe es auténtica
solamente si «actúa mediante el amor» (Gál 5, 6).

Los grandes obispos y doctores de la antigüedad dedicaron


amplios comentarios al Credo. San Cirilo de Jerusalén le llamaba
“un tesoro de vida” que el candidato al bautismo debía aprender
de memoria «sin escribirlo en pergamino, sino esculpiéndolo en el
corazón para no olvidarlo». Y se suponía que este resumen de la fe
era algo tan precioso que no debía ser divulgado fuera de las
mismas comunidades cristianas.

En aquellos primeros siglos, el obispo en persona se encargaba


durante la cuaresma de explicar su contenido a aquellos
candidatos al bautismo que hubiesen aprobado un riguroso
proceso de selección y escogencia de parte de la comunidad. El
obispo les entregaba entonces el Credo a los catecúmenos por
medio de su explicación, para que lo asimilaran y aprendieran de
memoria, y luego éstos debían devolvérselo a la comunidad
antes de recibir su bautismo el día de Pascua, profesándolo
solemnemente frente a ella. De esta forma se volvían testigos y
mensajeros de la fe, y cumplían con las palabras de Jesús: «Por
todo el que se declare por mí ante los hombres, yo también me
declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10, 32).

«No por casualidad —advierte el Papa Benedicto XVI— los


cristianos en los primeros siglos estaban obligados a aprender de
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memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no


olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo
recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando en un
sermón sobre la entrega del Credo, dice: “(El Credo) no es otra cosa
que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la
Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo
el Señor. […] Ustedes recibieron y recitaron algo que deben
retener siempre en su mente y corazón y repetir en su lecho; algo
sobre lo que tienen que pensar cuando están en la calle y que no
deben olvidar ni cuando comen, de forma que, hasta cuando
duerman corporalmente, vigilen con el corazón”» (Porta Fidei, n.
9).

Aunque esta catequesis se puede leer de forma personal con


provecho, en realidad está pensada para ser trabajada en grupos
de formación, utilizando las preguntas que se proponen en
pequeños grupos y compartiendo esas reflexiones con el resto de
los participantes en plenarias. Se sugieren además al final de cada
capítulo, lecturas bíblicas para la profundización y meditación
personal.

Esperamos que estas páginas ayuden a nuestras comunidades a


descubrir la riqueza que hay detrás de las fórmulas del Credo.

Invocamos el auxilio del Espíritu Santo para que, supliendo todas


nuestras deficiencias, esta catequesis reavive en quienes la usen
el verdadero espíritu cristiano.

Equipo Teyocoyani
6| Catequesis sobre El Credo
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«Me siento muy agradecido


al Equipo Teyocoyani
por explicar en forma sencilla
esta oración tan bella
y tan importante que es el Credo.
Y espero que nos ayude a entender,
amar y orar mejor en Nicaragua
el resumen de nuestra fe
que es el Credo».

Mons. David Zywieck O.F.M. Cap,


Obispo Auxiliar del Vicariato
Apostólico de Bluefields
8| C a t equ es is s ob r e E l C r ed o
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Primera Parte

CREO EN DIOS PADRE


10 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o
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1. ¿Por qué tenemos un Credo?


Como Pueblo de Dios tenemos un Credo y lo proclamamos en
nuestras celebraciones litúrgicas. Pero cuando oramos el Credo,
¿cómo lo recitamos? ¿Qué sentido tiene para nosotros? ¿Nos
hemos detenido a pensar en lo que significa?

Vamos a tener ahora la oportunidad de saborearlo a fondo,


deteniéndonos en cada uno de sus puntos, para profundizarlo,
porque el Credo es una referencia fundamental para nuestra
catequesis. En el Credo se contienen todos los misterios de
nuestra fe en fórmulas cortas.

¡Sí, en el Credo están


contenidas las verdades
fundamentales de nuestra
fe!
12 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Profundizar en el Credo es una necesidad pastoral, pues a veces


aprendemos cosas dispersas y desordenadas, y nos falta una
comprensión profunda de las verdades esenciales de nuestra fe.

“Porque deben saber que


el Credo no lo han
compuesto los hombres
según su capricho, sino
que de toda la Escritura
ha sido recogido lo que
hay en ella de más impor-
tante, para dar en su in-
tegridad la única ense-
ñanza de la fe. Y como el
grano de mostaza con-
tiene en un grano muy pe-
queño gran número de
ramas, de igual modo este
resumen de la fe encierra
en pocas palabras todo el
conocimiento de la ver-
dadera piedad contenida
en el Antiguo y el Nuevo
Testamento”.

San Cirilo de Jerusalén


(Siglo IV)
Catequesis 5, 12
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¡Vea qué cosa! El Credo entonces es como esta


semillita de ceiba que tengo yo aquí en mi mano;
¡mire aquél inmenso árbol que nace de ella! Porque
el Credo recoge toda la Historia de la Salvación.
14 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Israel en el Antiguo Testamento


también tenía su Credo

“Entonces tú dirás estas palabras ante Yavé: Mi padre era un


arameo errante, que bajó a Egipto y fue a refugiarse allí, siendo
pocos aún; pero en ese país se hizo una nación grande y
poderosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos
impusieron dura servidumbre. Llamamos entonces a Yavé, Dios
de nuestros padres, y Yavé nos escuchó, vio nuestra
humillación, nuestros duros trabajos y la opresión a que
estábamos sometidos. Él nos sacó de Egipto con mano firme,
demostrando su poder con señales y milagros que sembraron el
terror. Y nos trajo aquí para darnos esta tierra que mana leche
y miel. Y ahora vengo a ofrecer los primeros productos de la
tierra que tú, Yavé, me has dado.” Dt 26, 5-10
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Este es el Credo israelita más antiguo, que se repetía al presentar


las primicias de las cosechas ante el sacerdote. Antes de disfrutar
de los bienes de la tierra, los israelitas recordaban la acción
liberadora de Dios para con su pueblo y se comprometían a
compartir con los pobres: las viudas, los huérfanos, los
extranjeros, y también con el levita que no tenía tierra porque se
dedicaba al culto (Dt 26, 12-14).

Reflexionemos

1. ¿Qué nos llama más la atención de este Credo del


pueblo de Israel?
2. ¿En qué podemos compararlo con el nuestro? ¿Ven
parecidos o diferencias?

Nuestro Credo era una


profesión de fe sobre lo
que Yavé hizo con
nosotros: Él nos sacó de
Egipto y nos guió hacia la
tierra prometida.t

Meditemos: Dt 6, 20-24; Jos 24, 1-14; Sal 78; Sal 105;


Sal 136
16 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Las tres partes del Credo Apostólico:

El credo cristiano contiene tres partes, que se refieren


al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, pero la más
desarrollada es la que se refiere al Hijo, Jesucristo.

Creo en Dios,
Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo,


Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y
gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder
de Poncio Pilato,
fue crucificado,
muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre
los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha
de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a
juzgar a vivos y muertos.
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Creo en el Espíritu Santo,


la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.

El Credo concede mayor amplitud a la acción de Jesucristo que a las


de las otras dos divinas Personas, porque es a través del Hijo que
conocemos plenamente al Padre y al Espíritu Santo. Es Jesucristo
quien nos ha revelado a plenitud el misterio del Padre y del Espíritu
Santo (Lc 10,22, Col 2, 2-3).

Nadie viene al Padre sino por


mí. Si me conocen a mí, también
conocerán al Padre. Desde ya,
ustedes lo conocen y le han
visto.
Jn 14, 6-7

Yo les enviaré, desde el Padre, el


Espíritu de la Verdad, que procede
del Padre... En verdad, les conviene
que yo me vaya, porque si no me voy,
el Intercesor no vendrá a ustedes.
Jn 15,26a; 16, 7
18 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Al rezar el Credo, proclamamos


que Dios camina con nosotros

La fe en Jesucristo es el centro de nuestra fe trinitaria. Al


participar en el misterio pascual de su vida, muerte y
resurrección, penetramos en el centro mismo de nuestra fe
cristiana. A esto nos invita el Credo.

El Credo expresa esa gozosa experiencia de salvación ligada a


Cristo: al rezarlo, proclamamos que Dios continúa caminando con
nosotros hoy, tal y como caminó con su pueblo en el Antiguo y en
el Nuevo Testamento.

No se trata tan sólo de afirmar verdades de fe, sino de entrar en


comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y con toda la
Iglesia que nos transmite la fe y en el seno de la cual creemos.
Profesar la fe nos permite hacer presentes los grandes hechos de
la historia de la salvación: la Creación, la Redención y la
santificación en el Espíritu, hechos que todavía hoy dan sentido a
nuestra vida, avivan nuestra esperanza y nos mueven al
compromiso.

¿Cómo se desarrolló el Credo?


Un poco de historia

Nuestro Credo actual se desarrolló lentamente durante los siglos


segundo y tercero, a partir de la liturgia bautismal. Recordando
las palabras del Señor en Mt 28, 19 (“Vayan y hagan que todos los
pueblos sean mis discípulos; bautícenlos y conságrenlos al Padre
y al Hijo y al Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo
les he encomendado”) durante la ceremonia bautismal se
preguntaba a los candidatos al bautismo: ¿Crees en Dios Padre
Todopoderoso? ¿Crees en Jesucristo, el Hijo de Dios? ¿Crees en el
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Espíritu Santo? Y el candidato respondía en latín a cada una de


esas preguntas diciendo “Credo”, o sea: yo creo, y con cada
respuesta se sumergía en el agua bautismal.

Ya durante el siglo tercero se elaboró en Roma un Credo sin


preguntas y respuestas en el que se proclamaban las verdades
fundamentales de nuestra fe en forma corta. Este es básicamente
el texto que ha llegado hasta nosotros hoy y al que llamamos
Credo apostólico, por ser un fiel reflejo de la fe de los apóstoles.
“Es el Credo que guarda la Iglesia romana, la que fue sede de Pedro,
el primero de los apóstoles, y a la cual él llevó la doctrina común”,
comenta San Ambrosio en el siglo cuarto. Ese Credo se divulgó
desde Roma hacia todo Occidente. Las Iglesias de Oriente
conservaron en cambio hasta el día de hoy varios Credos, por
ejemplo el Credo más largo que rezamos a veces en la misa
dominical, llamado de Nicea-Constantinopla, por haber sido
proclamado en esas ciudades durante los Concilios Ecuménicos
que se celebraron allí en la antigüedad.

En un texto de San Ireneo, un gran obispo y teólogo de los siglos


segundo y tercero, encontramos ya los mismos elementos de
nuestro Credo actual:
20 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Esta es la regla de nuestra fe: Dios, Padre, no creado (...)


creador del universo; así es el primer artículo. Y como
segundo artículo: el Verbo de Dios (...), Cristo Jesús nuestro
Señor (...) que apareció a los profetas (...) y al final de los
tiempos, para reunir en si todas las cosas, se hizo hombre
entre los hombres (...) Y como tercer artículo: el Espíritu
Santo por el que los profetas profetizaron (...), y que al final
se derramó de un modo nuevo sobre nuestra Humanidad (...).
Por eso, en nuestro nuevo nacimiento, el bautismo se realiza
por estos tres artículos.
.

San Ireneo
Demostración de la Predicación Apostólica, 6-7
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¡Se nota aquí la


influencia de la
fórmula bautismal!

Cada vez que recitamos el Credo recordamos todo lo que Dios ha


hecho por nosotros, dando nuestra respuesta de fe... Es como
encender una luz en la oscuridad y poder andar seguros. El Credo
es para la vida, para ponernos a caminar como Abraham y seguir
a Jesucristo.
22 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

«Recitar con fe el Credo es entrar en comunión con Dios


Padre, Hijo y Espíritu Santo; es entrar también en
comunión con toda la Iglesia que nos transmite la fe y en
el seno de la cual creemos».
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 197)

Reflexionemos

1. ¿Qué importancia tiene para nosotros el Credo?


¿Cuándo y de qué manera lo rezamos?
2. ¿Vale la pena profundizar sobre el Credo? ¿Por qué?
3. ¿Cuál es el contenido del Credo? ¿En qué se
fundamenta?
4. ¿Cuáles son las tres partes principales del Credo?
5. Comente esta frase: «No se trata tan sólo de afirmar
verdades de fe, sino de tener presentes los grandes
hechos de la historia de la salvación: la Creación, la
Redención y la santificación en el Espíritu, hechos que
todavía hoy dan sentido a nuestra vida, avivan
nuestra esperanza y nos mueven al compromiso».
6. ¿Podría explicar cómo fue que nuestro Credo actual
se desarrolló a partir de la liturgia bautismal?
7. Lea y comente el Credo actualizado de la página 13.
Señale qué cosas le llamen más la atención de ese
Credo.
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Confesión de fe actualizada
Creemos en Dios, Padre,
que creó el mundo entero,
que reunirá todas las cosas en Cristo,
y que quiere que todas las personas vivan juntas
como hermanos en una misma familia.

Creemos en Dios, Hijo,


que se hizo hombre,
que murió y resucitó glorioso,
reconciliando al mundo entero con Dios,
derribando todas las murallas
que separan a las personas,
todas las barreras de religión, de clase,
de raza y de cultura,
a fin de crear una humanidad unida.

Él es el único Señor que tiene autoridad sobre todo.


El llama a cada ser humano y a la sociedad,
a la iglesia y al estado, a la reconciliación,
a la unidad, a la justicia y a la libertad.

Creemos en Dios, Espíritu,


que es la promesa del reino venidero,
que nos da el poder de anunciar el juicio de Dios
y su perdón a los seres humanos y a las naciones,
de amar y servir a todas las personas,
de luchar por la justicia y la paz,
y de llamar al mundo entero a reconocer
aquí y ahora el reino de Dios.

Iglesia presbiteriana de África del Sur, 1973


24 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

2. Creo en Dios…
En este capítulo queremos reflexionar sobre la fe. El Credo
comienza con una afirmación de fe personal: «Creo»...Es un acto
de fe realizado por cada uno de nosotros y en el que nadie puede
reemplazarnos. Para introducirnos al tema, queremos recordar la
figura de Abraham, el primer creyente. Con Abraham y Sara
comienza la Historia de la Salvación.

Caminemos con Abraham,


el Padre de la Fe

¿Recordamos la historia de Abraham y Sara? Narrémosla entre


todos... Que luego cada quien lea en silencio para sí mismo,
todos los pasos siguientes y trabajemos aquellos que se nos
asignen por grupos:
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Génesis 12
Primer paso:
¡Deja...y anda!
¿Qué hemos
dejado
nosotros por
nuestra fe?
(Abram
tuvo que
abandonar su país, la gente de su raza, su familia...) ¿Nos ha
puesto la fe en camino hacia nuevos valores y metas en nuestra
propia vida?

Segundo paso:
Partió pues Abram...como se lo había dicho Yavé.
¿Hemos obedecido el llamado de Dios? ¿Nos hemos puesto en
camino para cumplir su Palabra?

Tercer paso:
Los cananeos estaban entonces en el país. Yavé se
apareció a Abram y le dijo: “Esta tierra se la daré a tu
descendencia”.
La realidad era completamente contraria a la promesa divina,
pues los Cananeos eran dueños de la tierra, pero Abram confía en
la promesa: confía que esa tierra ajena un día le pertenecerá a su
pueblo, que ni siquiera existe todavía.
Al contemplar la cruel realidad de injusticia que nos rodea,
¿somos nosotros también capaces de soñar con un mundo según
las promesas de Dios, en que haya justicia y fraternidad? ¿O nos
acomodamos a este mundo tal cual es, sin empujarlo hacia el
cambio?
26 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Cuarto paso:
Abram atravesó Canaán hasta el lugar sagrado de
Siquem y allí edificó un altar a Yavé. Desde allí pasó a
la montaña... y allí también edificó un altar a Yavé.
¿Qué animaba en su marcha al patriarca? ¿Qué nos enseña esto a
nosotros para nuestra vida?

Quinto paso:
Luego Abram avanzó por etapas hacia el país de
Negueb...
¿Tenemos también nosotros paciencia para caminar por etapas,
aceptando que nuestro camino no nos lleve de un día para otro
hacia la meta?

Sexto paso:
En el país hubo hambre y Abram bajó a Egipto a pasar
allí un tiempo...
La fe de Abram no le impide enfrentar los pro-
blemas de aquella gente; él se ve también
acorralado por el hambre.
¿Nos sorprende a
nosotros cuando
experimentamos
situaciones
similares, sin
que ningún
milagro nos
las resuelva?
Equipo Teyocoyani | 27

Gn 15, 1-7

Séptimo paso:
Yavé lo sacó fuera y le dijo: “Mira al cielo y, si puedes,
cuenta las estrellas; pues bien, así serán tus
descendientes”. Y creyó Abram a Yavé...Yavé le dijo:
“Yo soy Yavé que te sacó de Ur de los caldeos para
entregarte esta tierra en propiedad”.

El tiempo ha transcurrido y Abram sigue sin descendencia; piensa


incluso que su heredero será su sirviente Eliezer de Damasco.
Pero Yavé renueva su promesa y Abram fortalece su fe...

Ante las dificultades y penalidades de la vida, sintiéndonos a


veces desfallecer y perder la esperanza de que sea posible el
Reino de fraternidad y justicia, ¿nos fortalece la Palabra de Dios,
para empeñarnos aún más en construir el Reino?
28 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

La oscuridad de la fe
Luminosa por Aquel en quien cree, la fe es vivida con frecuencia
en la oscuridad. La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en
que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos
asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las
injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva,
pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 164

Gn 17, 1-8
Octavo paso:
Cuando Abram tenía
noventa y nueve años, se
le apareció Yavé y le dijo:
“Yo soy el Dios de las
alturas, anda en mi
presencia y trata de ser
perfecto...No te llamarás más Abram, sino Abraham:
porque te tengo destinado a ser padre de muchas
naciones”.
Cuando ya Abram parecía no tener futuro alguno, Dios
finalmente cumple su maravillosa promesa de concederle un hijo
y lo convierte en padre de una multitud de creyentes. Así se
transforma en Abraham, en Padre de una muchedumbre.

¿Y si Dios quisiera convertirnos hoy en padres y madres de una


muchedumbre de testigos de Cristo?
Equipo Teyocoyani | 29

Creemos en Iglesia, comunidad de creyentes


Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se
ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí
mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla
a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a
hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un
eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo
creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo
contribuyo a sostener la fe de los otros.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 166

Gn 22, 1-18
Noveno paso:
Dios quiso probar a
Abraham y le dijo:
“Toma a tu hijo,
al único que tie-
nes y al que
amas, Isaac, y
anda a la región
de Moriah. Allí me lo sacrificarás en un cerro que yo te
indicaré”.
Estando ya Abraham a punto de sacrificar a su hijo único, el Ángel
de Dios le grita: “No toques al niño ni le hagas nada. Pues ahora
veo que temes a Dios, ya que no me negaste a tu hijo, el único
que tienes”. Y Dios lo bendice: “Juro por mí mismo que, ya que
30 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

has hecho esto y no me has negado a tu hijo, el único que tienes,


te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tus descendientes
que serán como las estrellas del cielo y como la arena que hay a la
orilla del mar...Porque obedeciste mi voz, yo bendeciré, por
medio de tus descendientes, a todos los pueblos de la tierra”.

Confiar plenamente en la Palabra de Dios


Dios es la Verdad misma, sus palabras no pueden engañar.
Por ello el hombre se puede entregar con toda confianza a
la verdad y a la fidelidad de la palabra de Dios
en todas las cosas.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 215

En nuestra propia vida cristiana hay también momentos muy


dolorosos, en que el Señor nos pide lo más precioso y lo más
costoso: aquella persona que más amábamos, aquel proyecto en
el que teníamos puestas todas nuestras ilusiones, nuestra salud o
la misma vida...Y sin embargo, Dios siempre es capaz de sacar
vida de la muerte, luz de la oscuridad y esperanza de la
desesperanza, si confiamos en Él como Abraham.
Equipo Teyocoyani | 31

SON MUCHOS LOS TESTIGOS DE LA FE

En la larga y maravillosa historia de Yavé con su pueblo, hay


también muchos otros testigos de la fe: está Jacob, quien
luchó con Dios y le ganó la bendición (Gn 32, 25-32); Moisés, el
liberador del pueblo; los grandes profetas que mantuvieron
viva la conciencia de la Alianza y plantearon sus exigencias;
hay mujeres valientes como Ester y Judith; mujeres de fe como
Rut y Ana...El Espíritu de Yavé también alentó a personas
sencillas que jugaron un papel importante en la Historia de la
Salvación: mujeres estériles que concibieron hijos, como Sara,
Rebeca (Gn 25,21) y Raquel (Gn 29,31); campesinos humildes
como Gedeón (Jue 6-8) y el profeta Amós (Am 7, 14-15);
líderes del pueblo como Débora y el rey David; mujeres
decididas como Yael (Jue 4-5)...
32 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Un ejemplo de confianza en el Señor (Mt 8,5-13)

Señor, mi muchacho está


en cama, totalmente
paralizado, y sufre Yo iré a sanarlo
terriblemente

Señor, no soy digno de que Puedes irte, y que te


entres bajo mi techo. Di una suceda como creíste
palabra solamente y mi siervo
sanará

¡Verdaderamente no he encontrado una


fe tan grande en el pueblo de Israel!
Equipo Teyocoyani | 33

Contemplemos la escena de Mt 8, 5-13:

 La misericordia del capitán, que se duele de su sirviente. No es


un hombre duro de corazón, pese a ser un militar. Lucas
añade que lo quería mucho (Lc 7,2)
 Su humildad: Entonces Roma era una potencia imperialista
que mantenía tropas de ocupación en Palestina y esa
situación humillaba profundamente a los judíos. El capitán tal
vez por eso mismo se consideraba indigno de que Jesús
viniera a su casa.
 Llama “Señor” a Jesús, empleando un título de grandeza con
el que manifestaba comprender el misterio de su persona;
poseía como militar autoridad y subordinados que le
obedecían, pero en ningún momento se le ocurre comparar
su autoridad con la de Jesús, pues sabía que éste era un
profeta.

¿Por qué decimos que el


capitán tuvo fe?
¿En qué consistió su fe, que tanto
asombró a Jesús?

¿Se parece la fe del capitán a la fe


de Abraham? ¿En qué?

Jesús también se admiró de la fe de dos mujeres: la Sirofenicia


(Mc 7,24-30) y la del flujo de sangre (Lc 8,42b-48).
34 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Creer, ¿qué significa realmente?

Comentemos las siguientes respuestas:

Para mí tener fe es
saber que Dios existe.

Creer significa aceptar


las verdades del Credo y
aprender bien la doctrina.

Para mí creer es vivir


de acuerdo a lo que
Jesús enseña en el
Evangelio.

Y usted ¿qué
piensa?
Equipo Teyocoyani | 35

La fe es una nueva manera de vivir

La fe es más que una opinión o una doctrina.


La fe significa un cambio de vida.

PABLO: ¡A veces pienso que mucha gente cree que cree, pero en
realidad no tiene fe! Lo que tiene es creencia, en vez de fe.
MARGARITA: ¿Cómo es eso, Pablito? ¡Por favor explíquese
mejor!
PABLO: ¡Es bien simple, Margarita! Son personas que toda su
vida han oído hablar de Dios y de Cristo y que hasta consideran
que hay un Dios en el cielo, pero para ellas eso no pasa de ser una
simple opinión, una idea religiosa que almacenan en su cabeza,
pero que no penetra en sus vidas.
MARGARITA: Esa gente, Pablito, aunque considere que haya un
Dios, no puede realmente decir con el Credo: Creo en Dios. Fíjese
bien: el Credo no nos dice Creo que hay un Dios en el cielo, sino
creo en Dios, o sea: me confío enteramente al Dios que se ha
manifestado a plenitud en Jesucristo, a quien considero
fundamento, aliento y meta de mi vida. Sólo con esa actitud de
fondo podemos hablar de una verdadera fe.
36 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

PABLO: Por eso nunca hay que olvidar que el Credo nace dentro
de la antigua liturgia bautismal: al candidato al bautismo primero
se le preguntaba si renunciaba al Maligno, a su servicio y a sus
obras, para interrogarle luego si creía en Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo. Al dar su sí definitivo, el candidato se sumergía
por tres veces en el agua bautismal y de esa manera manifestaba
que moría al pecado de su vida anterior y comenzaba una vida
nueva en Cristo.

MARGARITA: ¡Era entonces como romper con todo lo malo de su


vida! Jesucristo de ahí en adelante se convertía en el centro de
todas sus obras y decisiones...Para aquellos antiguos cristianos,
con el bautismo sus vidas daban un vuelco y esto se manifestaba
proclamando: Creo en Dios...Porque el bautismo sin la fe no
aprovecha (Mc 16, 16; Hch 2, 38).
PABLO: ¡Qué diferencia a como es ahora! Hoy cualquiera recita el
Credo como lora, sin pensar en un cambio de vida, y se supone
que con aceptar mentalmente la doctrina de la Iglesia, eso ya
basta.
MARGARITA: Sí, pero no basta con afirmar la existencia de Dios
para tener fe en el sentido bíblico. Definitivamente que no. Yo
siempre recuerdo a este propósito la historia del paralítico que en
la piscina de Betesda de Jerusalén se encontró con Jesús (Jn 5, 1-
9); había una multitud de enfermos esperando que se agitaran las
Equipo Teyocoyani | 37

aguas para sanar, pero a él nunca le llegaba su turno, porque


otros se le adelantaban y ¡el pobre llevaba ya 38 años esperando!
Cuando Jesús finalmente le dijo: “Levántate, toma tu camilla y
anda”, el enfermo no se puso a pensar: ¿Será posible? ¡pero si yo
ya llevo 38 años postrado! ¡Esto no puede ser! No, sino que creyó
en Jesús, confió plenamente en él y, sin esperar a que se
fortalecieran sus miembros, se puso de pie y empezó a caminar.
PABLO: ¡Qué fe más maravillosa!

MARGARITA: Está también el caso de Pedro (Lc 5, 1-11): él y sus


compañeros habían regresado cansados de andar pescando toda
una noche sin conseguir nada y cuando Jesús le dice: “Lleva la
barca a la parte más honda y echa las redes para pescar”, Pedro
no le replica: “¡Señor, eso es absurdo! En lo más hondo del lago es
donde menos se pesca...Venimos además cansados y con las
manos vacías”. No, Pedro confía en Jesús y sale de nuevo a
pescar. Y fue entonces que las redes casi se rompían de tantos
pescados que agarraron... ¿Sabe, Pablo, cuál es la conclusión que
yo saco de estas dos historias bíblicas?
PABLO: ¿Ajá?
38 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

MARGARITA: ¡Pues que uno cree en la misma medida en que


actúa!...Sólo creemos si nos ponemos en camino para construir el
Reino.
PABLO: San Pablo viene a decir lo mismo de otra manera: “lo que
importa es tener la fe que actúa mediante el amor” (Ga 5, 6; Ef 3,
17). Y el apóstol Santiago lo refuerza: “Hermanos, ¿qué provecho
saca uno cuando dice que tiene fe, pero no la demuestra con su
manera de actuar? ¿Será esa fe la que lo salvará? Si a un hermano
o a una hermana le falta la ropa y el pan de cada día, y uno de
ustedes les dice: “Que les vaya bien: que no sientan frío ni
hambre”, sin darles lo que necesitan, ¿de qué les sirve? Así pasa
con la fe si no se demuestra por la manera de actuar: está
completamente muerta” (St 2, 14-17).

La fe debe moldear toda nuestra vida


MARGARITA: Sí, Pablo. Si rezamos el Credo, pero no nos
comprometemos por el Reino de Dios, es que no tenemos
verdadera fe. Un joven seminarista me apuntó en mi cuaderno el
otro día un pensamiento de San Hilario, un gran obispo del siglo
IV, que viene como anillo al dedo sobre lo que estamos
reflexionando. Se lo voy a leer; está aquí, dice así: “Es preciso que
corazón y labios sintonicen, profesando la misma fe firme en la
vida y en la palabra”. ¡Qué lindo! ¿Verdad?
PABLO: ¡Maravilloso! ¡Quiera Dios que lo cumplamos! Me llama
la atención, Margarita, que para San Hilario profesar la fe de
corazón viene a ser lo mismo que profesarla con la vida. Para él la
fe no se limita nada más a la interioridad del corazón,
permaneciendo ajena a la vida, sino que desde el centro mismo
de nuestra persona moldea toda nuestra vida: pensamientos,
sentimientos, decisiones y actitudes.
MARGARITA: Sí, como enseña el Catecismo católico: “La fe es la
adhesión plena de la inteligencia, de la voluntad y de toda la
persona a Dios que se revela”.
Equipo Teyocoyani | 39

PABLO: Pero ¿qué significa adhesión? ¿Entiende usted esa


palabra? Aunque le de risa, a mí me recuerda una curita, tal vez
por aquello de cinta adhesiva. ¿Tiene que ver adhesión con
esparadrapo?
MARGARITA: ¡Ya me hizo reír, Pablito! Pero la verdad es que sí:
adherirse significa pegarse, abrazarse, apoyarse con todo nuestro
ser en algo o en alguien, en este caso, en Dios. Y eso exactamente
significaba la palabra fe en el Antiguo Testamento: apoyarse en
Dios, depositar en El toda nuestra confianza (Jer 17,5-8; Sal 146,3-
6). Él es nuestro Dios en la medida en que le confiamos la
orientación de nuestra vida.

PABLO: De esa fe viva brotaría entonces la auténtica profesión


de fe: “¡Creemos, por eso hablamos!” exclama San Pablo (2 Co 4,
13). ¡De ahí brotaría el mismo Credo!
MARGARITA: ¡Fíjese qué cosa! Estando ayer en la casa cural
descubrí un folleto sobre el Credo, cuyo autor se llama Víctor
Codina. ¡Mire qué interesante lo que dice a propósito de lo que
venimos reflexionando!: “En el Credo nosotros profesamos
nuestra actitud personal y comunitaria de fiarnos de Dios, de su
Palabra y de su acción. No es una simple afirmación de verdades
sino una entrega confiada y amorosa al Señor, poniendo en El
nuestra esperanza de salvación. Es ponernos en sus manos, es
confiar en su amor, apoyarnos en él como en la roca
indestructible. Dicho de otro modo, creer es fiarnos de que Dios
continuará guiando a su pueblo a la tierra prometida del Reino,
aunque en algunos momentos sólo veamos oscuridad y
dificultades”.
40 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Reflexionemos

1. ¿Qué es lo que más le llama la atención de estas


reflexiones de Pablo y Margarita sobre la fe? Explique
por qué.
2. ¿En qué se diferencia la verdadera fe de la simple
creencia? ¿Será acaso lo mismo creer en Dios que
opinar que hay un Dios?
3. Comente esta frase: «Sólo creemos si nos ponemos
en camino para construir el Reino»... ¿En qué
consiste la verdadera fe?

LA IGLESIA SOSTIENE NUESTRA FE

La Iglesia es la primera que cree, y así conduce, alimenta y sostiene mi


fe...Ella es la que guarda la memoria de las palabras de Cristo, la que
transmite de generación en generación la confesión de fe de los apóstoles.
Como una madre que enseña a sus hijos a hablar y con ello a comprender y
a comunicar, la Iglesia, nuestra Madre, nos enseña el lenguaje de la fe
para introducirnos en la inteligencia y la vida de la fe.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 168 y 171

Para perseverar en la fe, debemos:

 Alimentarla con la Palabra de Dios


 Rogar al Señor que nos la aumente (Mc 9,24; Lc 15,5;22,32)
 Vivirla en el amor
 Sostenerla por la esperanza
 Y estar enraizados en la fe de la Iglesia.

(Catecismo de la Iglesia Católica,


n. 162)

Meditemos: Mt 7, 21; Lc 6, 46; Mc 9, 23; Ef 3, 17; Jn 4, 14; Jn 6, 44; Ef 2, 8; Jn


6,45; Hb 11, 1-39; 2 Pe 1, 5-9; St 2, 14; Gal 5, 6; Is 45, 22-24.
Equipo Teyocoyani | 41

3. ..Padre Todopoderoso, creador del


cielo y de la tierra.

TÚ AMAS, OH SEÑOR, TODO LO QUE EXISTE


Porque tu solo tienes en la mano el poder supremo, y ¿quién puede
resistir la fuerza de tu brazo? Delante de ti todo el mundo es como
un granito en la balanza y como una gota de rocío que en la
mañana baja sobre la tierra.
Pero tú tienes compasión de todos, porque todo lo puedes, y
disimulas los pecados de los hombres para que hagan penitencia. Tú
amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que has hecho; de
lo contrario, ¿cómo lo habrías creado?
Y ¿cómo podría durar algo si tú no lo quieres? ¿cómo se habría
conservado lo que no hubieras llamado? Tú tienes compasión de
todo: porque todas las cosas son tuyas, Señor, que amas la vida.

Sabiduría 11, 21-25


42 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Reflexionemos

1. ¿Cómo nos presenta a Dios este texto bíblico?


2. ¿Se relaciona este pasaje del Libro de la Sabiduría
con los atributos de Dios en nuestro Credo: Dios
Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
¿En qué puntos se relaciona?
3. ¿Le llama la atención cómo actúa ese Dios que todo
lo puede? ¿Cuál sería la cualidad que más lo
caracteriza? ¿Por qué?
4. Comente estos dos versículos: “Tú tienes compasión
de todos, porque todo lo puedes…Tú tienes compasión
de todo...Señor, que amas la vida.”

EXPERIENCIAS DE VIDA

Viviendo con gratitud y asombro


Flor de María escapó con vida a un terrible accidente que le hizo
comprender que no era la dueña de su propia vida. Muchas cosas
que antes no apreciaba, las mira ahora con gratitud y asombro: el
mero hecho de estar viva y respirar, los alimentos de cada día, el
amor de sus amistades y familiares, la belleza de la
naturaleza...Es como si hubiese comprendido de pronto que el
mundo entero, pudiendo no haber sido, misteriosamente es. Y
todas las cosas le manifiestan ahora la fuerza creadora de Dios,
“como si acabaran de salir fresquitas de sus manos”, expresa ella
cuando comparte su experiencia.
Equipo Teyocoyani | 43

Una conversión al Dios creador


Desde su juventud Celestino se acostumbró a pescar con bombas,
cortar los árboles de la vega de los ríos y quemar en verano; al
mirar un pájaro o una ardilla, los agarraba a pedradas y en su finca
descombró toda la montaña para hacer potreros...Celestino es
celebrador de la Palabra de Dios y hasta hace poco no se
percataba de la contradicción entre su actitud hacia la creación y
su fe en el Dios creador. Comprendió finalmente su error en un
curso bíblico y sintió una sacudida muy grande en su interior. “Fue
como una segunda conversión”, comentaba con lágrimas en los
ojos, “ahora sé que es imposible rendir culto al Dios creador, sin
mostrar amor y respeto a su propia creación”.

¿Un Dios que también es Madre?


Mercedes nunca conoció el amor de su padre, pues éste la
abandonó cuando estaba recién nacida. De su crianza y
educación se ocuparon con muchos sacrificios su mamá y una
abuelita. Pensando en la actitud de su padre, a Mercedes le
cuesta rezar el Padre nuestro y dirigirse a Dios como padre. “Mi
papa fue un irresponsable, en cambio mi madre fue todo amor. Por
eso —explica Mercedes—, yo prefiero dirigirme a Dios como Madre,
ya que para mí Ella es la fuente del amor”.

¿Qué le llama más la atención de estas historias?


¿Ha hecho usted alguna vez experiencias parecidas?
¿Qué luces nos dan sobre el tema de Dios Padre y Creador?
44 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

De cómo el tema de la creación animó a la


comunidad de El Ensueño

Carta al Padre Luis


Querido Padre Luis:
¿Cómo debemos entender la Palabra de Dios? Acabo de regresar
de un curso bíblico, donde se nos explicó que no debemos tomar
al pie de la letra los relatos del Génesis sobre la creación, pues la
Biblia no es un libro de ciencia.

Escuchar esto fue para mí una gran novedad, pues yo pensaba


que era histórico el relato de Adán y Eva creados del barro de la
tierra. Al principio me sentí sacudido con las explicaciones, pues
yo me decía: ¿Cómo hay que entender entonces la Biblia? Un
compañero mío incluso tomó su mochila y se marchó del curso
molesto, diciendo que llevaba ya 30 años engañando a su gente.
Otra señora repetía la misma pregunta: “Yo sólo quiero saber”,
insistía, “si Dios hizo al hombre del barro de la tierra”. Por más
explicaciones que se le daban, ella siempre volvía a lo mismo y no
hubo manera de sacarla de ahí.

En el curso nos explicaron que hay dos relatos bíblicos de la


creación. Usted los recuerda: el primero y más antiguo es aquél
en que se nos presenta a Dios como alfarero, moldeando a Adán
del barro de la tierra y a Eva de la costilla de Adán. El segundo
relato es más moderno y ahí Dios crea el mundo y los seres
humanos por la sola fuerza de su palabra. El más antiguo (Gn 2,
4b-25) es llamado Yavista y fue escrito 900 años antes de Cristo, y
el segundo (Gn 1, 1- 2,4), conocido como sacerdotal, fue escrito
unos 400 años después del primero. Ya esto me dio qué pensar,
pues comprendí que en la misma Biblia se presentaba la creación
Equipo Teyocoyani | 45

de dos formas diferentes. El interés de los autores bíblicos no


consistía tanto en describir la manera en que había surgido el
mundo (este es un tema de investigación para la ciencia), sino en
afirmar la acción divina como origen del mundo y de la vida. En la
historia del primer hombre y la primera mujer se encuentra
reflejada nuestra propia historia con Dios; Adán y Eva no fueron
personajes históricos, pero nos representan a nosotros mismos.

“La Palabra de Dios –leí en un folleto que nos dieron durante el


curso- nos da el sentido del mundo, no explicaciones científicas”.
El mensaje central de los relatos sobre la creación es que los seres
humanos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y
que Él es la fuente de nuestro ser.
Una de las cosas que más me fascinó durante el curso, fue
entender de qué manera Israel adquirió la convicción de que Yavé
era creador del cielo y de la tierra y un Dios universal.

Fue durante el exilio babilónico


que los israelitas descubrieron al Dios creador

Al principio los israelitas consideraban a Yavé como su Dios, pero


para ellos era natural aceptar que los demás pueblos tuviesen
otros dioses. Yavé no era visto como un Dios único, sino como el
46 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

mayor y más poderoso de entre los dioses: ¿Quién como Tú,


Yavé, entre los dioses? (Ex 15, 11); No invoquen los dioses
extranjeros, ni siquiera los nombren (Ex 23, 13). Cuando mires al
cielo y veas el sol, la luna, las estrellas y todos los astros del
firmamento, no te dejes arrastrar a adorarlos como dioses y a
servirlos. Pues Yavé tu Dios, les dio eso a los demás pueblos, pero
a ustedes los eligió y los sacó del crisol ardiente, de Egipto, para
que fueran su propio pueblo como lo son ahora (Dt 4, 19-20; Jue
11, 24).
Durante las primeras etapas de su historia, el Pueblo de Dios
celebraba a Yavé como su liberador y redentor (Ex 20, 1). La
experiencia del Éxodo constituía el corazón mismo de su fe. Fue
tan sólo siglos más tarde, en un momento difícil, cuando el
pueblo finalmente comprendió que Yavé su Dios era además
creador de todas las cosas y el único Dios verdadero: durante el
exilio babilónico, en los siglos sexto y quinto antes de Cristo.
Entonces el Templo de Jerusalén había sido destruido, el país
arrasado y los israelitas desfallecían en tierra extranjera,
sufriendo esclavitud. En medio de tantas desdichas y
calamidades, se preguntaban: ¿Dónde está nuestro Dios? En
momentos tan angustiosos surgió el gran profeta Isaías Segundo
(cuyos oráculos se encuentran en Isaías 40-55; era continuador y
discípulo del primer Isaías que vivió 150 años antes), proclamando
a Yavé como creador del cielo y de la tierra y único Señor de la
historia universal (Is 40,12-18; 43, 5-9; 44, 24-27; 46, 9-10). En Is
40, 27-29 leí:
«¿Por qué dices tú, Jacob, y lo repites tú, Israel:
“Yavé no me mira, mi Dios no tiene idea de mis derechos”?
¿Acaso no lo sabes, o nunca lo has oído?
Equipo Teyocoyani | 47

Yavé es un Dios eterno


Que ha trazado los
contornos del mundo.
No se cansa ni se fatiga
Y su inteligencia no tiene
límites.
El da fuerza al que está
cansado
Y robustece al que está débil».
Imagino cómo se animó el pueblo que estaba tan angustiado con
estas palabras tan consoladoras. Si hasta entonces se veía a sí
mismo como un gusanito indefenso bajo la bota del imperio
babilónico (Is 41, 8-16), ahora comprendió que el Señor del cielo
y la tierra estaba de su parte.
El relato sacerdotal de la creación (Gn 1,1 - 2,4) también fue
escrito durante el exilio babilónico, bajo la influencia del gran
profeta Isaías Segundo. Ahí se insiste, no ya en poemas como los
de Isaías, sino bajo el ropaje de un hermoso relato, que el Dios de
Israel es el único creador del cielo y la tierra, las plantas y los
animales, y que los seres humanos fuimos creados a su imagen y
semejanza.
¡Los israelitas comprendieron que eran imagen del Dios creador,
aunque viviesen como esclavos en Babilonia!
La fe en el Dios creador nos devuelve la confianza de que el Señor
camina con nosotros hoy.
Pienso, Padre Luis, que el mensaje de este profeta es muy actual
para nosotros hoy en Nicaragua. Nuestro pueblo también
necesita oír palabras de aliento y esperanza como éstas. La fe en
48 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

el Dios creador nos devuelve la confianza de que el Señor


también camina con nosotros hoy en medio de todos nuestros
sufrimientos y que, a pesar de todas las dificultades, hay futuro y
razones para la esperanza. Israel finalmente vio coronado su
deseo de regresar a su tierra e iniciar la reconstrucción. Espero
que mi comunidad se contagie de esta misma esperanza al leer
estos textos.
Todas estas cosas tan bonitas se las comuniqué a mi comunidad
de El Ensueño, y la gente se sintió muy animada; fue muy
novedoso para ellas escucharlas y les dio mucha esperanza,
porque comprendieron que así como Dios creó el Universo de la
nada, también puede hacer surgir de nuevo a su Pueblo.
Con saludos muy cordiales,
Raúl Antonio Sotomayor

Reflexionemos

1. Comente espontáneamente con su grupo esta carta... ¿Qué


le parece? ¿Qué novedades encuentra aquí?
2. ¿Cuál es el mensaje de la Biblia sobre la creación?
3. ¿Es la Biblia un libro de ciencia que quiere explicarnos la
manera cómo surgió el mundo?
4. Lea con su grupo Is 40, 21-31: ¿Cuál es el mensaje de este
texto para nosotros hoy? ¿Qué esperanza reaviva en
nosotros saber que Dios es creador?
5. Lo que aquí hemos estudiado, ¿fortalece nuestra fe en el
Dios creador? ¿De qué manera?

Meditemos: Sal 121; Job 38, 4-21; Sab 13, 1-5; Sal 104; Jr 10, 6-16; 51, 15-
19; Sal 115; 2 Mac 7, 20; 7, 28; Hch 17, 24. 26-28; 1 Co 8,6; 2 Co 4,6; Heb
1,10; 3,4; 11, 3; Ap 4, 11; 14, 7.
Equipo Teyocoyani | 49

¿Qué nos dice la ciencia


sobre el origen del mundo y de la vida?
Los científicos han llegado a la conclusión de que el ser humano
surgió después de quince mil millones de años de evolución de la
materia y la vida. Este gigantesco proceso comenzó con una
formidable explosión al principio de los tiempos, de la que surgió un
universo en expansión. Se piensa que la vida humana se ha
desarrollado lentamente desde hace apenas unos quinientos mil
años, cuando algunas especies de monos adquirieron inteligencia
superior, aprendieron a usar instrumentos y comenzaron a caminar
erguidos. Nuestro mismo planeta tierra resulta ser apenas una
motita de polvo flotando en la inmensidad del universo. El sistema
solar al que pertenecemos tiene unos cuatro mil quinientos
millones de años de edad. Y estamos rodeados de una cantidad
innumerable de galaxias, cada una con miles de millones de
estrellas y planetas.

Nota: si quiere profundizar este tema, lea la sección ¿Qué hubo


en el mundo antes de la Biblia?, en la Introducción a la Biblia
Latinoamericana.
50 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Si creemos en el Dios creador...

 Podemos vivir con confianza: la creación entera está en manos


de un Dios bueno. Como dice el evangelio: “Ni un solo cabello
cae sin que Él lo sepa.” (Mt 10, 20). El universo no es fruto de la
casualidad ni carece de sentido; proviene de Dios y va hacia
Él. La última palabra no la tendrán la muerte ni el caos, ni la
violencia y el mal.

 Podemos vivir con esperanza: Dios, que es amor y


misericordia, conduce todo hacia su consumación definitiva.
El drama del dolor, el pecado y la muerte, pasarán un día (Ap
19, 5-8; 21, 1-8). Las fuerzas del mal serán vencidas (1Co15,
24). Como dice San Agustín: «El Dios Todopoderoso por ser
soberanamente bueno, no permitiría jamás que en sus obras
existiera algún mal, si Él no fuera suficientemente poderoso y
bueno para hacer surgir un bien del mismo mal» (CIC 311).

 A nosotros corresponde la tarea y responsabilidad de cuidar del


resto de las criaturas, pues son fruto del amor del Dios
creador, que cubre toda su creación: la tierra, las plantas, los
ríos, los animales, nuestro propio cuerpo, incluida la
sexualidad... Todo posee un valor inmenso, particularmente el
ser humano, cuya dignidad es inviolable y jamás debe ser
sometido a maltrato o torturas.
Equipo Teyocoyani | 51

 El Dios Creador nos mueve a la acción de gracias: «Todo cuanto


somos y todo lo que tenemos, viene de Dios. Debemos por tanto
usar las cosas para gloria de Dios, esto es, para agradarle. Y
debemos usar de las mismas para utilidad nuestra, de modo que
usándolas no cometamos pecado. Deberíamos hacer nuestras
estas palabras de la Biblia: Tuyas son, oh Señor, todas las
cosas, y te hemos dado lo que hemos recibido de tus manos (1
Cr 29,14). Por consiguiente, sea que tengas ciencia, sabiduría o
hermosura, todo lo debes referir y usar para gloria de Dios»
(Santo Tomás de Aquino, El Credo VII, 4)

 Hay que comprometerse por una justa distribución de los


beneficios económicos y sociales: Los bienes creados por Dios
son para que todos puedan satisfacer sus necesidades y nadie
carezca de lo necesario para vivir dignamente. Pero en caso
de extrema necesidad, la Iglesia enseña que cada quien tiene
derecho a procurarse lo necesario para vivir, aún a costa de los
bienes de los demás, pues por encima del derecho a la
propiedad privada, está el destino universal de los bienes
creados (GS 69).
52 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

4. Creo en Jesucristo, su único Hijo,


nuestro Señor...

Examinemos ahora en los


Evangelios los tres títulos que
damos a Jesús en esta parte del
Credo: Cristo, Hijo de Dios y
Señor:

Mc 8, 27-33: Jesús es el Cristo

 Jesús quiere saber lo que la gente piensa de Él.


 Los discípulos le responden que lo consideran un profeta.
 El insiste: ¿quiénes piensan ustedes que soy yo? Y Pedro,
en nombre del grupo, responde: Tú eres el Cristo.
Equipo Teyocoyani | 53

 Sin embargo, Jesús ordena a los discípulos guardar


silencio, pues él es un Mesías diferente al que esperaba
Israel y quiere así evitar malos entendidos sobre su
persona.
 Explica entonces a sus discípulos que deberá pasar por el
trago amargo de su Pasión, pero Pedro lo lleva aparte y lo
reprende. Y entonces Jesús lo rechaza como expresión de
Satanás, diciéndole: Tú no piensas como Dios, sino como
los hombres.
Pedro proclama a Jesús como el Cristo o Mesías de Dios,
sin comprender aún qué tipo de Mesías es Jesús.
Recitando el Credo, también nosotros proclamamos a
Jesús como el Cristo, pero ¿estamos conscientes de las
consecuencias de esa proclamación de Jesús como
Mesías? ¿Qué implica para nuestra vida? ¿Quién es
para nosotros Jesús?

Jesucristo es más que un nombre…

 Jesucristo no es simplemente un nombre, sino un título y una


confesión de fe.
 Jesús era nombre común en Israel (significaba Dios salva), no
así el título de Cristo.
 Cristo es una palabra griega que significa ungido.
 Mesías, mashiah en hebreo, también significa ungido.
 Los israelitas ungían con aceite a sus reyes (1 S 9, 16; 10, 1; 16,
1.12-13; 1 R 1, 39) y sacerdotes (Ex 29, 7; Lv 8, 12), y alguna
vez también a los profetas (1 R 19, 16).
54 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

 De esa manera reconocían que Dios los escogía y consagraba


para una misión que El mismo les encomendaba.
 El Mesías de Israel debía ser ungido por el Espíritu del Señor
(Is 11, 2) como rey y sacerdote (Za 4, 14; 6, 13), pero también
como profeta (Is 61, 1; Lc 4, 16-21).
 Los discípulos reconocieron en Jesús al Mesías de Israel, en su
triple función de sacerdote, profeta y rey. Por eso le llamaron
Jesucristo (Mc 1,1), fundiendo su nombre con el título de
Cristo, afirmando que Jesús era el Cristo.

Juan 13, 2-17: Jesús es el Maestro

Tú, Señor, ¿me vas a No puedes comprender


lavar los pies a mí? ahora lo que estoy
haciendo. Lo
comprenderás después.

“Si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también
ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado un ejemplo, para
que hagan lo mismo que yo hice con ustedes...Pues bien, ustedes saben
estas cosas: ¡felices si las ponen en práctica! (Jn 13, 13-17)

¿Qué pensamos de la
actitud de Pedro?

¿Cómo pide Jesús que


reconozcamos su señorío?
¿A qué nos compromete
confesarlo como Señor?
Equipo Teyocoyani | 55

Marcos 15, 33-40: Jesús es el Hijo de Dios

¿Qué observamos en esta escena del Evangelio de Marcos?

 Un grupo de curiosos contempla indiferente la crucifixión.


 Uno de ellos quiere incluso averiguar si el profeta Elías
descenderá del cielo para bajar a Jesús de la cruz.
 Jesús expira impotente, clamando a Dios con palabras
tomadas del Salmo 22.
 El capitán romano, sacudido por su muerte, lo reconoce
como Hijo de Dios en medio de su humillación.
 Se rompe el velo del Templo, simbolizando que Dios no
oculta ya más su presencia en el santuario de Jerusalén. La
función del Templo ha concluido, porque ahora ya no hay
más distancia entre Dios y su pueblo...
 Las mujeres acompañan a Jesús en su sufrimiento...

¿Con quiénes nos identificamos nosotros en esta escena?


¿Qué sentimos y pensamos al leer este texto?
56 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

¿Descubrimos realmente en la impotencia de ese crucificado al


Hijo de Dios?

Jesús se distingue de las demás personas por la calidad de su


relación con Dios. Él es el Hijo, el Hijo único del Padre.

«Hijo de Dios» se llamaba al rey, al pueblo o al


Mesías...
En Israel, cuando una persona estaba unida con Dios de manera
especial, se le llamaba hijo de Dios. En Ex 4, 22 se llama así a todo
el Pueblo de Dios por ser su elegido. Cuando los reyes eran
ungidos y tomaban posesión de su cargo, recibían también ese
título de honor: Tú eres mi hijo (Sal 2, 7), ya que gobernarían en
representación de Dios, el verdadero y único Rey. El título de Hijo
de Dios se reservaba también al heredero de David, al Mesías (2
Sam 7, 14).

Pero Jesús es el Hijo único del Padre...


Pero cuando afirmamos que Jesús es el Hijo de Dios, queremos
dar a entender mucho más que eso. Él estuvo unido con Dios de
manera diferente y más íntima que el rey o el pueblo de Israel. Su
relación con Dios supera la de cualquier otra persona. Los
Evangelios lo dan a entender así en las escenas del bautismo y la
transfiguración, al iniciar Jesús su vida pública y al emprender su
marcha definitiva hacia Jerusalén: en ambos casos, el Padre lo
confirma, proclamándolo su Hijo único sobre quien ha volcado su
amor. En el Monte Tabor aparece Jesús en compañía de Moisés y
Elías, que simbolizan la Ley y los Profetas, máximas
manifestaciones de Dios reconocidas hasta entonces por Israel.
Ahora Dios revela que su Hijo amado es Jesús y que debemos
escucharle (Mt 17,5).
Equipo Teyocoyani | 57

Jesús se dirigía a Dios llamándole Abba, que en su propia lengua


natal significaba papito. Esta expresión tan sencilla y familiar no
era usual en las oraciones judías y hasta hubiera podido parecer
irrespetuosa. Al invocar a Dios de esa forma tan íntima, tan
directa, tan libre de todo temor, Jesús revelaba su profunda
comunión con Él como su Padre y se entregaba a Él (Lc 2, 49 ; Mc
14, 36).

Jesús mismo evitó usar el título de «Hijo de Dios»


Jesús mismo, para no despertar falsas expectativas sobre su
persona, evitó usar el título mesiánico de Hijo de Dios (Mc 1, 23-
26; Mt 16, 20). Con todo, el pueblo intentó proclamarlo rey,
camino rechazado por Jesús desde las tentaciones del desierto.

Fue hasta después de su resurrección, cuando la comunidad


entera de discípulos y discípulas lo reconoció como Cristo y
Señor, que también lo proclamó como el verdadero Hijo de Dios.
Con este título no sólo estaba afirmando su resurrección (Rm 1,
2-4; Hch 13, 33), sino reconociendo que Jesús, en su vida y en su
muerte, se había manifestado desde siempre como el Hijo del
Padre y que todo estaba destinado a tenerle a Él como cabeza
(Col 1,15-20).

Confesar que Jesús es el Hijo, significa seguirlo


Jesús manifestó que era el Hijo comprometiéndose para que su
Padre reinase en la historia: para ello curó, echó demonios, alentó
la esperanza de los pobres y oprimidos, liberó del mal y de la
muerte...También compartió la mesa con los pecadores y les
perdonó (Mc 2, 16-17; Lc 7, 36-48). Su extraordinario poder hizo
sospechar a algunos que obraba en nombre de Belcebú, príncipe
de los demonios (Mt 12, 24-27). Mas cuando finalmente Dios lo
58 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

resucitó de entre los muertos y le dio la victoria sobre el pecado y


el odio, todos aquellos gestos suyos aparecieron como un
adelanto del gesto definitivo del Padre al devolverle la vida en la
resurrección (Hch 10, 37-42). La resurrección mostró al Hijo en su
gloria. Dios confirmó por ella lo que Jesús había obrado durante
su vida, de manera que de ahora en adelante, proclamar su Reino
sería actuar como había actuado Jesús.

Si creemos en Jesús como el Emmanuel, el Dios-con-nosotros,


entonces somos cristianos. Ningún profeta ni ninguna otra
revelación podrá ya superar la revelación de Dios en la persona de
Jesús (Lc 10, 21-22; Jn 14, 9.16). En Él ya nos ha manifestado
Dios todo lo necesario para nuestra salvación: “Tanto amó Dios al
mundo, que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no
perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

Pero la única manera eficaz y verdadera de confesar nuestra fe en


Jesucristo, es seguirlo y continuar su obra, haciéndonos hijos con
el Hijo, luchando por un mundo en que los crucificados por la
injusticia tengan vida y esperanza. “Quien dice que permanece en
El, debe vivir como él vivió” (1 Jn 2, 6). “No todo aquel que me diga:
¡Señor! ¡Señor! entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la
voluntad de mi Padre Celestial” (Mt 7, 21-23).

Reflexionemos

1. ¿A quiénes se les aplicaba el título de Hijo de Dios en Israel y


qué significaba?
2. ¿Qué queremos decir cuando afirmamos que Jesús es el Hijo
único del Padre? ¿Qué significa eso para nuestra propia vida
cristiana?

Meditemos: 1 Jn 4, 9-15; Mt 3, 13-17; Mt 17, 1-5; 1 Co 8, 6;


Equipo Teyocoyani | 59

Filipenses 2,6-11: Jesús es el Señor

 Cuando el Antiguo Testamento se tradujo a la versión


griega utilizada por las primeras comunidades cristianas,
la palabra Yavé se tradujo como Kyrios, esto es, Señor.
Decir “Señor” para los primeros cristianos venía a ser
entonces lo mismo que decir “Dios” y ese título fue el que
luego aplicaron a Jesús (Hch 2, 36; Rm 10, 9; 1 Co 12, 3; 2
Co 1,2 y 4; Fil 2, 11). Él mismo indirectamente se lo había
aplicado al discutir con los fariseos sobre el sentido del
salmo 110 (Mt 22, 41-46). 
 En los Evangelios aparecen muchas personas que se
dirigen a Jesús llamándole “Señor” y así le expresan su
respeto y su confianza, pues llegan a él pidiéndole socorro
y curación (Mt 8, 2; 14, 30; 15, 22).
 “A lo largo de toda su vida pública sus actos de dominio
sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre los
demonios, sobre la muerte y el pecado, demostraban su
soberanía divina” (CIC 447).
60 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Proclamar a Jesús como Señor significa:

 Poner a Cristo como centro y meta de todas nuestras


aspiraciones y esperanzas. Sólo así confesaremos de
verdad que Cristo es para nosotros nuestro Dios y Señor
(Jn 20, 28).
 Negarse a adorar a otros dioses y servir a otros “señores”,
pues nadie puede servir a dos señores, a Dios y el dinero
(Mt 6, 24). Los primeros cristianos tuvieron que pagar con
su vida por confesar a Jesús como Señor, pues ese título
era reclamado para el emperador romano. La idolatría
sigue siendo hoy una realidad y un peligro para nuestra fe
cristiana: caemos en idolatría cuando ponemos una
realidad creada por Dios en lugar suyo, convirtiéndola en
fin supremo de nuestra vida y de nuestras aspiraciones.
Ídolos actuales son el dinero, el poder, la violencia, la
comodidad, el placer sin criterios morales, la fama, el
machismo... Es propio de los ídolos ofrecer vida pero
generar muerte.
Equipo Teyocoyani | 61

Reflexionemos

1. ¿Es Jesús realmente el Señor de nuestra vida? ¿Está


realmente su Evangelio presente en nuestra vida,
nuestras relaciones, nuestro trabajo, nuestras
diversiones?

2. Comentemos con el grupo Rm 14, 7-9.


62 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o
Equipo Teyocoyani | 63

Segunda Parte

CREO EN JESUCRISTO
64 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o
Equipo Teyocoyani | 65

5. Que fue concebido por obra y


gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen...

Reflexionemos

1. ¿Cómo entiende usted esta parte del Credo?

2. ¿Qué significa que Jesús fue concebido por obra y gracia


del Espíritu Santo?

3. ¿Qué significa que Jesús nació de Santa María Virgen


66 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

DIOS Y HOMBRE VERDADERO

Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nacido de Santa


María Virgen: Esta parte del Credo surgió de la necesidad de
profundizar aún más en el significado de la persona de Jesús.
Después de su resurrección, hubo quienes estuvieron dispuestos
a adorarle como Dios, negando su humanidad. Otros en cambio
reconocían su humanidad, pero negaban su divinidad. La fe de la
Iglesia proclamó siempre que Jesús es Dios y hombre verdadero:
no mitad Dios y mitad hombre, sino plenamente humano y
plenamente divino.

Jesús fue plenamente humano


En cuanto ser humano, él fue semejante a nosotros en todo,
menos en el pecado (Hb 4, 15): tuvo su familia, creció y vivió en
una comarca de Palestina, aprendió la lengua y las costumbres de
su pueblo, y se dedicó al oficio de carpintero hasta iniciar su vida
Equipo Teyocoyani | 67

pública alrededor de sus 30 años. Entonces se hizo bautizar por


Juan el Bautista en las riberas del río Jordán e inició un
movimiento profético propio, anunciando la llegada del Reino. El
gran proyecto de Dios que anunciaba Jesús se manifestó en sus
enseñanzas, parábolas y milagros: perdonando pecados, dando
de comer a los hambrientos, sanando enfermos, resucitando
muertos...El Reino traía la liberación de todas las opresiones que
aplastan a la humanidad, tanto personales (nuestros propios
pecados), como colectivas (toda clase de injusticias), e incluía la
liberación de la muerte, que pone límite a toda esperanza
humana.

Como ser humano sintió Jesús cansancio y sufrimiento, hambre y


sed, conflicto y persecución, y supo desde dentro lo que eran la
tristeza, la angustia y la soledad, pero también experimentó la
dicha de amar y ser amado, el entusiasmo de entregarse a una
causa noble y justa, la confianza en Dios, las inspiraciones del
Espíritu Santo y el asombro y la gratitud ante la belleza de la
68 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

creación. Naciendo del seno de María fue un hombre enteramente


humano, que vivió su vida como uno más; en otras palabras fue
nuestro propio hermano. Como dice el Concilio Vaticano II:
“Trabajó con manos humanas, obró con voluntad humana, amó con
corazón humano” (GS 22).

Con Jesús se inicia una nueva creación


Pero el Credo no sólo afirma la plena humanidad de Jesús, sino
que le confiesa también como un hombre que provenía
totalmente de Dios: concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nacido de la Virgen. De esta forma nos da a entender que Jesús es
una persona histórica única, pues vino a nosotros desde el seno
mismo de Dios. Con él se inicia una nueva creación. Él es el
hombre nuevo, el segundo Adán, salido también directamente de
manos de Dios, pero esta vez con la colaboración de María (Gal 4,
4). Por medio de ella, el Padre inicia una nueva historia humana,
por la fuerza del Espíritu Santo: el propio Espíritu hace surgir la
vida de Jesús en el vientre de su madre la Virgen María.
Equipo Teyocoyani | 69

Jesús es por tanto una criatura que es obra del Espíritu Santo (Mt
1, 20), el Hijo de Dios hecho hombre. Su nacimiento es tan sólo el
inicio de una vida que será toda ella guiada por el mismo Espíritu
que condujo a los profetas y que orientará a Jesús hacia el amor
misericordioso y la confianza en Dios Padre. El mismo Espíritu
Santo lo ungirá también al comienzo de su misión para anunciar
la buena nueva a los pobres, la liberación a los cautivos y el año de
gracia del Señor (Lc 4, 14-22).

Los demás escritores del Nuevo Testamento no mencionan el


nacimiento virginal de Jesús; sin embargo, también ellos están de
acuerdo con Lucas y Mateo sobre el origen divino de Jesús. “A
Dios, nadie lo ha visto jamás; pero está el Hijo, el Único en el seno
del Padre. Él lo dio a conocer” (Jn 1, 18), escribe Juan en su
prólogo al Evangelio. Pablo señala que en Jesucristo se desbordó
la gracia sobre la humanidad pecadora (Rm 5, 15) y el antiguo
himno cristiano que cita en su carta a los Filipenses, dice que
Cristo era de condición divina, pero que se despojó de ella para
hacerse servidor (Fil 2, 6-7). La Carta a los Colosenses proclama:
“Porque en él reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente”
(Col 2, 9; 2 Co 4,4).

A través del nacimiento virginal, Mateo y Lucas nos comunican


una profunda verdad de nuestra fe: la salvación no proviene de
nosotros mismos, es un don de Dios. Y el gran don de Dios a la
humanidad tiene nombre, se llama Jesús de Nazaret. “Tanto amó
Dios al mundo que entregó su Hijo Único, para que todo el que crea
en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

La concepción virginal subraya que Dios actúa y se hace presente


en la vida de Jesús desde su mismo inicio; destaca que Jesús es el
70 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Hijo único de Dios. María también es mencionada en el Credo


porque colaboró con su disponibilidad a la salvación de la
humanidad.

En María se cumplen las antiguas promesas


María fue la mujer elegida por Dios para cumplir las promesas
hechas desde antiguo al pueblo de Israel. Ella fue escogida para
ser madre del Mesías, sin embargo tuvo que dar libremente su sí a
la propuesta divina: “hágase
en mí según tu palabra” (Lc 1,
38). A través de ella, la
humanidad entera expresa su
acuerdo con el plan de Dios
de encarnarse y redimirnos.
María tiene por tanto un
lugar único en la historia de la
salvación y nosotros le
expresamos nuestro cariño y
nuestra devoción. Pero María
no debe ser separada de su
Hijo; una piedad o culto
mariano que aparte a María
de Jesucristo, deja de ser
cristiano.

«En María todo está referido a Cristo y todo depende de Él. Su


existencia entera es una plena comunión con su Hijo. Ella dio su sí a
ese designio de amor. Libremente lo aceptó en la anunciación y fue
fiel a su palabra hasta el martirio del Gólgota. Fue la fiel
acompañante del Señor en todos sus caminos. La maternidad
Equipo Teyocoyani | 71

divina la llevó a una entrega total...Entrelazó una historia de amor


a Cristo íntima y santa, única, que culmina en la gloria» (Puebla
292).

“Ella sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de él


esperan con confianza la salvación. Con ella, excelsa hija de Sión,
tras larga espera de la promesa, se cumple la plenitud de los
tiempos y se inaugura un nuevo tiempo, cuando su Hijo asume de
ella la naturaleza humana para librar al hombre del pecado
mediante los misterios de su carne” (Lumen Gentium 55).

En cuanto a nosotros los bautizados, creyendo en Jesús tenemos


la posibilidad de un nuevo comienzo en nuestra vida. El nuevo
Adán vino para crear una nueva humanidad basada en el amor y
la justicia. Por medio de Jesucristo, podemos también nosotros
llegar a ser hombres y mujeres nuevos.
72 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

El hombre nuevo Jesús nos da la posibilidad de renovar nuestra


vida. De nosotros también afirma el evangelista Juan que
podemos nacer de Dios y ser hijos suyos: “A todos los que lo
recibieron, les concedió ser hijos de Dios: éstos son los que creen en
su Nombre, que no nacieron de unión física, ni de deseo carnal, ni de
la voluntad del hombre, sino que han nacido de Dios” (Jn 1, 12-13).

Reflexionemos

1. ¿Qué importancia tiene para nosotros que el


Hijo de Dios se haya hecho hombre?

2. ¿De qué maneras dejamos nosotros que el


Espíritu renueve nuestras vidas?

3. ¿Qué importancia tiene María en la Historia


de la Salvación? ¿Cómo podemos
demostrarle hoy nuestro cariño?

Meditemos: Fil 2, 6-11; gal 4, 4-5; 1 Jn 4, 9.14; Ez


37; Lc 2, 8-20; Lc4, 14-22.
Equipo Teyocoyani | 73

Sobre la Encarnación
«El Hijo de Dios, descendiendo al seno de la Virgen se
revistió de carne por obra del Espíritu Santo. Dios se unió
con el hombre. Como Mediador entre Dios y el hombre, el
verbo se revistió del hombre para llevarlo al Padre. ¡Cristo
quiso ser hombre, para que el hombre pueda ser lo que es
Cristo! Pues el Padre, con el fin de conservarnos y darnos
la vida, envió a su Hijo; para que nos redimiese; y este Hijo
quiso ser y hacerse hombre, para hacernos hijos de Dios»

San Cipriano

«Para que nadie pensara que era distinto de nosotros, se


sometió a la fatiga, quiso tener hambre y no se negó a
pasar sed, tuvo necesidad de descanso y no rechazó el
sufrimiento, obedeció hasta la muerte y manifestó su
resurrección, ofreciendo en todo esto su humanidad como
primicia, para que tú no te descorazones en medio de tus
sufrimientos, sino que, aun reconociéndote hombre,
aguardes a tu vez lo mismo que Dios dispuso para él»

San Hipólito de Roma

«Se encarnó verdaderamente y no en apariencia. Pues si


la encarnación fue falsa, también lo sería la salvación
humana...En Él existen ambos, el hombre visible y el Dios
invisible».

Nicetas de Remesiana
74 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

6. Padeció bajo el poder de Poncio


Pilato, fue crucificado, muerto y
sepultado

Reflexionemos

1. ¿Por qué crucificaron a Jesús? ¿Cuáles creemos que


fueron los motivos de su muerte?

2. ¿Qué significa que Jesús padeció bajo el poder de


Poncio Pilato? ¿Quién era Pilato y a quién
representaba?

3. ¿Qué situaciones vivió Jesús con los jefes y autoridades


de su pueblo?

LA MUERTE DE JESÚS
FUE LA CONSECUENCIA DE SU VIDA

Sorprende que el Credo pase directamente del nacimiento de


Jesús a su muerte, sin describir su vida pública, sus enseñanzas y
sus milagros. Y extraña también que en un recuento tan corto de
su vida aparezca mencionado precisamente aquel hombre que lo
envió a la cruz. Esto sucede para dejar bien claro que la crucifixión
fue un hecho histórico, que tuvo lugar en Palestina bajo el poder
de Poncio Pilato. El nombre del gobernador romano sirve para
Equipo Teyocoyani | 75

ponerle fecha y lugar exactos a la crucifixión del Señor y para


cortar el paso a quienes querrían adorar al Hijo eterno de Dios,
negando su encarnación y su cruz. Se hace constar así que la
muerte de Jesús fue un hecho bien real.

El Credo remacha aquí una vez más que Jesús sufrió y es humano
como nosotros; que El también saboreó el trago amargo de la
muerte y fue incluso sepultado.

La muerte y resurrección de Jesús son decisivas para comprender


su persona y su obra. Tales acontecimientos son los que mejor
explican e iluminan su vida. Por eso el Credo se concentra en
ellos: padeció, murió, resucitó...

Según los evangelios, Jesús mismo anunció tres veces que moriría
violentamente (Mc 8, 31; 9, 31; 10,33). Hay que reconocer que
Jesús tuvo suficientes razones para prever una muerte violenta.
Se le acusó de actuar en nombre del jefe de los demonios (Mc 3,
76 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

22), de ser falso profeta, de blasfemar contra Dios (Jn 10, 31-33) y
de irrespetar el sábado; cualquiera de estas acusaciones bastaba
para que le aplicaran la pena de muerte. Si a alguien en Israel se le
advertía públicamente de una falta grave contra la Ley y sin
embargo volvía a cometerla, se le consideraba entonces reo de
muerte. Ya en los primeros capítulos del evangelio de Marcos se
nos cuenta que Jesús fue advertido de quebrantar el sábado (Mc
2,24) cuando sus discípulos arrancaban espigas. Pero él no se
amedrentó, sino que más bien respondió tajantemente: “El
sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el
sábado” (Mc 2, 27). Por eso poco después cura en sábado dentro
de una sinagoga al hombre del brazo tullido (Mc 3, 1-6) por lo que
los dirigentes enseguida decretan su muerte (Mc 3, 6). Lucas por
su parte cuenta que al principio de su vida pública, sus propios
paisanos de Nazaret intentaron despeñarlo desde un cerro (Lc 4,
29), por haberse negado a hacer milagros entre ellos.

Lucas también refiere que Herodes quería matarle (Lc 13,31). Y


en Galilea el rey Herodes tenía permiso de parte de los romanos
para aplicar la sentencia de muerte, como se ve por la ejecución
de Juan el Bautista.
Equipo Teyocoyani | 77

El movimiento de Jesús creaba conciencia de la dignidad humana


entre los pobres y presentaba la visión de un mundo nuevo sin
exclusiones. En una sociedad dividida entre amos y esclavos,
entre los que se beneficiaban del poder y los que trabajaban para
mantener con sus impuestos al poder romano, vivir valores como
el servicio, la compasión y la solidaridad con los débiles
incomodaba mucho a los poderosos.

Es claro entonces que Jesús vivió constantemente amenazado. Su


libertad de espíritu resultaba insoportable. En el evangelio de
Juan se nos cuenta de varios intentos de echarlo preso (Jn 10, 39;
11, 46-50). Él sabía que podía sufrir una muerte violenta, sin
embargo no retrocedió en su misión, pues había venido “para
servir y dar su vida en rescate por todos” (Mc 10, 45). Aceptó la
muerte como consecuencia de su compromiso y de su fidelidad al
Reino de Dios.

Reflexionemos

1. ¿Por qué despertaba Jesús tanto rechazo de parte de


las autoridades?

2. ¿Qué acusaciones se levantaron contra él y cómo


reaccionó antes las amenazas?

3. Lea con su grupo los siguientes cuatro títulos y señale


las cosas que más le llamen la atención en las
actitudes de Jesús; fíjese también en las reacciones
que provoca.
78 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Las manifestaciones del Reino de Dios


Toda su vida la puso Jesús al servicio del Reinado de Dios, que lo
llevó a solidarizarse con los pobres y despreciados, en quienes
veía a los preferidos de Dios; el Reino lo llevó a profundizar las
exigencias de la Ley, de manera que no sirviera para ocultar la
voluntad de Dios ni para justificar abusos (Mt 5, 17-48), sino para
fomentar el verdadero amor al prójimo; lo llevó también a
perdonar los pecados a quienes humildemente aceptaban la
misericordia de Dios. Fueron precisamente esas actitudes de
Jesús las que provocaron desconfianza.

Reacciones del pueblo ante Jesús

Sus enemigos comenzaron a llamarle comilón y borracho


(¡características del hijo desvergonzado a quien sus propios
padres debían someter a la muerte a pedradas según Dt 21, 18-
21!). Tras una primera reacción llena de entusiasmo de las
multitudes, la gente misma comenzó a darle la espalda. Hubo
ciudades enteras que rechazaron su mensaje, como Corazaín,
Cafarnaún y Betsaida (Lc 10, 13-15). El pueblo hasta llegó a
plantearse la tremenda pregunta de si Jesús provenía de parte de
Dios para traer salvación, o de parte del demonio para engañarlo
(Lc 11, 14-23; Jn 8, 48). El evangelista Juan describe muy bien el
desconcierto de la gente: Jesús tuvo que viajar clandestino a la
fiesta de la Pascua en Jerusalén, y se discutía en torno a él: “Todo
el mundo hablaba de él en voz baja. Unos decían: Es muy buena
persona. Otros decían: En absoluto, es un hombre que engaña al
pueblo” (Jn 7, 12). Y más adelante describe así las opiniones de la
gente: “Unos decían: Es víctima de un espíritu malo y habla locuras,
¿para qué escucharlo más? Otros decían: Un hombre endemoniado
Equipo Teyocoyani | 79

no habla de esta manera. ¿Puede un demonio abrir los ojos de los


ciegos?” (Jn 10, 20-21).

A sus más íntimos amigos y discípulos llegó a plantearles Jesús la


desalentadora pregunta: “¿Quieren dejarme también ustedes?” (Jn
6, 67).

Denuncias de Jesús que provocaron su muerte

Jesús tuvo entonces problemas con la gente que le escuchaba y


hasta con sus propios discípulos, pero sobre todo con los
dirigentes y autoridades religiosas de Israel, a las que denunció
públicamente en Jerusalén. Les dijo que habían convertido el
templo en cueva de bandidos (Mt 21, 13); que con el pretexto de
rezar mucho devoraban los bienes de las viudas y que tendrían de
parte de Dios un juicio muy severo (Mc 12, 40); les comparó con
unos viñadores asesinos, pues mandaban a matar a los
mensajeros de Dios, por lo que éste les quitaría todos sus
privilegios para dárselos a un pueblo que rindiera más frutos (Mt
21, 33-46).

Los Sumos Sacerdotes captaron que Jesús no se sometía a su


autoridad y que se presentaba como quien actúa directamente en
nombre de Dios, poniéndose por encima de la misma Ley. Esto
para ellos era una blasfemia y merecía la pena de muerte (Mc 14,
61-64).
80 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

En la última cena Jesús se muestra consciente de su próximo fin y


lo acepta activamente: el pan será su cuerpo entregado y el cáliz
su sangre derramada. El evangelista Juan pone en boca suya
estas palabras: “Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente”
(Jn 10, 18).

Los responsables de la muerte de Jesús


Un discípulo renegado lo entregó a los Sumos Sacerdotes y éstos
le hicieron comparecer ante el gobernador romano, que lo envió
después a Herodes, rey judío de Galilea; tras burlarse de Jesús,
Herodes lo devolvió a Pilato, quien finalmente dio la orden de
crucificarlo, bajo presión de los Sumos Sacerdotes. Aquí Judas
representa al círculo más íntimo de los discípulos de Jesús;
Herodes y los Sumos Sacerdotes, al pueblo judío, y Pilato, al
imperio romano y a los paganos en general. Descubrimos con
asombro que detrás de éstos personajes está representada la
Equipo Teyocoyani | 81

humanidad entera. “Dios nos encerró a todos en desobediencia,


para tener misericordia de todos” (Rm 11, 32).

Tras la crucifixión, vino un gran desconcierto para los discípulos:


ellos realmente creían que Jesús acabaría como Mesías triunfante
de Israel (Lc 24, 21; Hch 1,6) y de pronto aparecían a los ojos de
la opinión pública como cómplices de un delincuente ejecutado
por las máximas autoridades civiles y religiosas del país. ¿Qué
sentido tenía esa muerte tan horrible?

Interpretaciones de la muerte de Jesús


1) Jesús murió como profeta: Las primeras comunidades
cristianas consideraron a Jesús como el profeta definitivo que
Dios había enviado al mundo y que había sido asesinado como los
antiguos profetas. Él había venido a enseñar el verdadero camino
de Dios. Sólo se podía estar con Dios si se estaba con Jesús y se
seguía su camino de servicio, valentía y compromiso por el Reino
de Dios. Él había sido el Justo perseguido del cual habla el Salmo
22 y el Siervo sufriente de Yavé, que “soportó nuestros
sufrimientos y aguantó nuestros dolores” (Is 53, 4-11.12). Los
primeros cristianos y cristianas entendieron entonces que Jesús
había sufrido la suerte de los profetas (Jer 11, 18-21; 26, 8-11.
20-23; 1 Re 18, 4.13; 2 Cr 24, 19-21), rechazados y asesinados
por Israel, a causa de su defensa de los derechos de los pobres y
de las exigencias de la Alianza (Mi 3; Lc 16, 19-31; Mt 21, 33-46).
Jesús había muerto como un profeta mártir (Lc 24, 19-21; 13, 34;
Hch 4, 10).

2) La muerte de Jesús era parte del plan de Dios: Reflexionando


más sobre su muerte, se la llegó también a interpretar como
82 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

expresión del plan divino de salvación. En el Antiguo Testamento


se decía que ser crucificado era una maldición divina (Dt 21, 23;
Gal 3, 13). Un crucificado era entonces un maldito, un
abandonado por parte de Dios y de los hombres. Esto parecía
contradecir cualquier intento de darle un sentido salvador a la
crucifixión de Jesús. Pero los discípulos respondieron que Dios
mismo así lo había querido y dispuesto y que su muerte era parte
de su plan de salvación (Hch 2, 23).

3) Jesús murió por nuestros pecados: Finalmente, el Nuevo


Testamento interpretó la muerte de Jesús como sacrificio de
expiación por los pecados de la humanidad: Jesús, que era
inocente, había sufrido en lugar de los demás, que eran culpables,
para salvarnos a todos (Rm 4, 25; 5, 8-10; Ef 5, 2); su muerte se
interpretó como un acto de amor misericordioso, por medio de la
cual Jesús mismo entregó su vida, para darnos vida a quienes
estábamos muertos por el pecado. De esa manera él realizó la
redención de parte de Dios Padre (2 Co 5, 18-19).

En el testimonio más antiguo sobre la Resurrección que


poseemos en todo el Nuevo Testamento, la Carta del apóstol
Pablo a los cristianos de Corinto, escrita en Éfeso entre los años
49 y 50 de nuestra era, aparece esta última interpretación de la
muerte de Jesús ligada a los datos del Credo que ahora estamos
estudiando. Allí escribe Pablo: “En primer lugar les he transmitido
la enseñanza que yo mismo recibí, a saber: que Cristo murió por
nuestros pecados, tal como lo dicen las Escrituras; que fue
sepultado; que resucitó al tercer día como lo dicen también las
Escrituras” (1 Cor 15, 3-4). El apóstol recibió dicha tradición entre
las comunidades de Siria, donde él experimentó su conversión, y
ésta se remonta a los primeros años de la Iglesia. De manera que
Equipo Teyocoyani | 83

esta parte central de nuestro Credo recoge la confesión de fe de


esos primeros cristianos.

Sin embargo el hecho principal fue la muerte de Jesús como


profeta mártir y sobre ese hecho histórico luego las comunidades
reflexionaron tratando de descubrir su sentido. Hoy nos toca
retomar la raíz de lo que provocó su muerte, para vivir nuestra fe
en ese mismo espíritu.

Reflexionemos

1. ¿De qué formas interpretaron las primeras


comunidades el sentido de la muerte de Jesús?
¿Cuáles de esas interpretaciones conocía ya usted?
¿Hay alguna que le resulte novedosa? ¿Por qué?
2. Estas explicaciones ¿cambian en algo su manera de
entender la muerte de Jesús? ¿En qué?
3. ¿Qué aplicación práctica tiene todo esto para
nuestra vida cristiana?
4. ¿Cuáles son los compromisos que hemos asumido
nosotros por el Reino?
5. ¿Qué renuncias y conflictos hemos tenido que
enfrentar por seguir a Cristo?
6. ¿Cómo vive la persona que se sabe perdonada por
Cristo?
84 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Meditemos: Is 42; 49; 50; 53; Fil 2, 5-11; 2 Co 4, 10-12; Hb 4, 14-


16; 5, 7-9; 1 P 2, 21-24; Jn 3, 16; Rm 5, 6-11; 1 Co 1, 17-25.

¿Qué hacer ante el dolor humano?

El ejemplo de Jesús nos invita a enfrentar el dolor humano de cuatro


maneras complementarias:

 Mostrando compasión hacia los que sufren

 Combatiendo todo sufrimiento y tratando de eliminar sus


causas

 Aceptando las consecuencias dolorosas de nuestros


compromisos a favor de los pobres y por la construcción del
Reino de Dios

 Sobrellevando los sufrimientos propios de nuestra condición


humana(enfermedades, duelos, frustraciones, pérdidas de
todo tipo) en comunión con Jesús crucificado

7. Descendió a los infiernos

¿Cómo entienden
ustedes eso del descenso
de Cristo a los infiernos?
Equipo Teyocoyani | 85

Con frecuencia nos preguntamos qué podrá significar esta


parte del Credo en la que se afirma que Cristo descendió a
los infiernos. Esto fue añadido al Credo bastante tarde, hacia
el año 359 d. C. y presupone una concepción judía del
mundo, según la cual la creación se dividía en tres partes: el
cielo, la tierra y el sheol. El sheol era la región de los
muertos, donde éstos no podían alabar más a Dios (Sal 30,
10), una especie de morada subterránea, como quien dice
una hondura por debajo de la tierra. No se trataba de un
lugar de castigo, sino simplemente del sitio adonde iban a
parar los difuntos (Jb 30, 23; 3, 17-19). Allí vivían en la
sombra y alejados de Dios (Sal 6, 6; 88, 11-13).

El descenso de Cristo a esta región de los muertos significa


en primer lugar que Cristo realmente murió, que
experimentó la amargura y el abandono de la muerte. Él
estuvo “entre los muertos”. Y que al resucitar, “predicó a los
muertos” que habían vivido antes de él (1 P 4, 6), para
conducirlos al cielo (1 P3, 19-20; Ef 4, 9). Simbólicamente
se afirma aquí la posibilidad de salvación para aquella parte
de la humanidad que vivió antes de Cristo o que aún no le
conoce, en primer lugar para los justos del Antiguo
Testamento (Mt 27,52; Rm 14,9). A toda la humanidad
Cristo ha abierto las puertas de la resurrección, mientras ella
86 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

no se cierre culpablemente a la comunión con Dios (Lc 16,


22-26).

Así se imaginaban el universo los antiguos judíos: sobre la tierra


plana el firmamento y abajo la morada de los muertos o Sheol.
Equipo Teyocoyani | 87

Página para meditar

Cristo abre las puertas de la Salvación


a toda la humanidad

Les compartimos aquí una parte de un antiguo sermón que


la Iglesia católica propone como lectura de meditación
para la fiesta del Sábado Santo y donde en forma
simbólica y narrativa se aclara el significado del “descenso
de Cristo a los infiernos”. En esta bella página de la
antigüedad cristiana, queda bien claro que el autor se
mueve dentro de la vieja visión bíblica del Universo, donde
los muertos se encontraban en una región propia, el Sheol
o región de los muertos. Es allí adonde desciende Cristo
para rescatar a Adán y Eva y con ellos a toda la
humanidad que vivió antes de la Encarnación. El Señor,
por la gracia de su cruz, perdona sus pecados y los lleva
consigo al cielo.

¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un


gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey
duerme. La tierra está sobrecogida, porque Dios se ha dormido y
ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios hecho
hombre ha muerto y ha conmovido la región de los muertos.

En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a oveja


perdida. Quiere visitar a “los que yacen en las tinieblas y en las
sombras de la muerte” (Is 9,1; Mt 4,16). Él, Dios e Hijo de Dios, va
88 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a

Eva, que está cautiva con él.

El Señor se acerca a ellos, llevando en sus manos el arma


victoriosa de la cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre,
golpeándose el pecho de asombro, exclama, dirigiéndose a
todos: “Mi Señor esté con todos ustedes”. Y Cristo responde a
Adán: “Y con tu espíritu”. Y, tomándolo de la mano, lo levanta,
diciéndole: “Despierta, tú que duermes, levántate de entre los
muertos y Cristo será tu luz” (Ef 5,14). Yo soy tu Dios, que por ti y
por todos los que han de nacer de ti me he hecho hijo tuyo. Y
ahora te digo que tengo poder de anunciar a todos los que están
encadenados: “Salgan”, y a los que están en tinieblas: “Sean
iluminados”, y a los que duermen: “Levántense”.

Y a ti te mando: “¡Despierta, tú que duermes!”, pues no te creé


para que permanezcas cautivo del abismo. ¡Levántate de entre
los muertos!, pues yo soy la vida de los que han muerto.
Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a
Equipo Teyocoyani | 89

mi semejanza (Gn 1, 26-27; 5,1). Levántate, salgamos de aquí,


porque tú en mí y yo en ti formamos una sola e indivisible
persona.

8. Al tercer día resucitó


de entre los muertos

Reflexionemos

1. ¿Qué importancia tiene para nosotros la Resurrección


de Jesús?
2. Si Cristo resucitó, ¿qué esperanzas despierta en
nosotros su Resurrección? ¿A qué nos motiva?
3. En nuestras celebraciones y experiencia cristiana:
¿está más presente el Cristo sufriente o el
90 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

¡CRISTO HA RESUCITADO!

Al resucitar a Jesús de entre los muertos, el Padre demostró que


había estado siempre con Jesús y que le daba la razón frente a sus
verdugos y adversarios. El amor de Dios resultó así más poderoso
que la injusticia humana y más fuerte que la misma muerte (Rm
8, 35-38).

¿En qué se basa nuestra fe en la Resurrección? En verdad, nadie


vio nunca a Jesús en el preciso momento de resucitar, lo que
sucedió fue que sus seguidores comenzaron a proclamar en
Jerusalén que Jesús estaba vivo y se les había manifestado: ellos
lo habían visto y se les había aparecido. Como anuncia el apóstol
Pedro en Jerusalén: “Al Señor de la Vida lo hicieron morir, pero Dios
lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos de ello”
(Hch 3, 15; Hch 10, 40-41).

Las confesiones de fe
Los primeros y más antiguos testimonios de la Resurrección que
conservamos en el Nuevo Testamento son dichos breves en que
se recoge la confesión de fe de las primeras comunidades. Estos
dichos son como credos resumidos en que se expresa la
convicción de que Jesús vive: “Porque si confiesas con tu boca que
Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los
muertos, serás salvo” (Rm 10, 9). Otra confesión de fe muy corta
la encontramos en Lc 24,34: “El Señor ha resucitado y se ha
aparecido a Simón”. También está la confesión de fe que recogió
Equipo Teyocoyani | 91

Pablo de las mismas comunidades que lo catequizaron después


de su conversión y que citamos ya en el capítulo anterior: “Les he
transmitido la enseñanza que yo mismo recibí, a saber: que Cristo
murió por nuestros pecados, tal como dicen las Escrituras; que fue
sepultado; que resucitó al tercer día como lo dicen también las
Escritura”. Acto seguido Pablo enumera los testigos de la
Resurrección: “Se apareció a Pedro y luego a los Doce. Después se
hizo presente a más de quinientos hermanos de una vez; la mayoría
de ellos viven todavía y algunos ya entraron en el descanso. En
seguida se hizo presente a Santiago y, luego, a todos los apóstoles.
Y, después de todos, se me presentó también a mí, al que de ellos
nació como un aborto” (1 Cor 15, 3-8).

De este pasaje podemos sacar la conclusión de que para Pablo la


fe en la Resurrección tiene como fundamento las apariciones del
Señor a los apóstoles y discípulos, tanto varones como mujeres.
Recordemos igualmente que los Evangelios se escribieron
alrededor de 20 años después de las principales epístolas de
Pablo y que sus escritos son los más antiguos testimonios de la
Resurrección en el Nuevo Testamento.
92 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Los relatos de la tumba vacía

Los cuatro evangelistas cuentan que después de la Pasión


algunas mujeres fueron a la tumba a embalsamar el cuerpo del
Señor y la encontraron vacía. María Magdalena pensó al principio
que se trataba de un robo y que alguien había sacado el cuerpo
del Señor (Jn 20,2.13.15), pero luego se le aparecieron unos
ángeles o el mismo Señor y le dijeron que estaba vivo: “¿Por qué
buscan entre los muertos al que vive?” (Lc 24, 5). Pero la reacción
de los discípulos fue de incredulidad, pensaron que eran cosas de
mujeres (Lc 24, 11.22-24.34) y creyeron en la Resurrección hasta
que Cristo en persona se les apareció a ellos mismos.

Las historias de la tumba vacía servían a las primeras


comunidades para hacer una catequesis sobre la Resurrección y
para proclamar que Jesús había resucitado. Su objetivo era ese:
testimoniar que el Señor había sido resucitado de la muerte y
despertar así la fe en la Resurrección.

La tumba vacía no es el fundamento de nuestra fe en la


Resurrección; fundamento de nuestra fe en la Resurrección es el
Resucitado que se manifiesta a María Magdalena junto a la tumba
y la envía como apóstol de los apóstoles! “Anda a decirles a mis
hermanos que subo donde mi Padre, que es Padre de ustedes;
donde mi Dios, que es Dios de ustedes. María Magdalena fue a
anunciar a los discípulos: He visto al Señor y me ha dicho tales y
tales cosas” (Jn 20, 17-18). Ese encuentro personal con Cristo es
el que fundamenta nuestra fe en la Resurrección.
Equipo Teyocoyani | 93

Las apariciones del Resucitado


Además de las confesiones de fe y de los relatos de la tumba
vacía, el Nuevo Testamento declara la Resurrección de Cristo
principalmente a través de los relatos de las apariciones del
Resucitado. El Nuevo Testamento nos presenta muchos
testimonios de las apariciones.

Para los discípulos el Señor se hizo visible y palpable: conversaron


y comieron con él, pusieron sus dedos en sus llagas...Fue algo que
vieron y no podían negar y que estuvieron dispuestos a testimo-
niar aún al precio de
su sangre. Pero
evidentemente
que no fueron en-
cuentros corrien-
tes, como los que
tenemos común-
mente en nuestra
vida ordinaria.
Fue algo único y muy difícil de compartir y explicar, que se dio
dentro de la propia experiencia de fe de los discípulos. El Resuci-
tado manifestó su cercanía y les dio a entender con claridad que
continuaba vivo y actuante en medio de ellos y ellas.

En los relatos de apariciones encontramos siempre los siguientes


elementos: 1) Una situación en la que están los apóstoles o las
mujeres 2) Jesús llega inesperadamente 3) Jesús saluda 4) Hay un
reconocimiento del Señor, por lo general en medio de dudas 5)
Los testigos reciben una misión: el Señor resucitado les encarga
algo.
94 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

¿Cuántas fueron las apariciones? Es difícil decirlo.

 Pablo afirma que fueron cinco (1 Cor 15, 3-8)


 Marcos (en la versión original, que concluía su
evangelio en MC 16, 8) no habla de ninguna aparición
(MC 16, 1-8), aunque testimonia que Jesús ha
resucitado y se mostrará en Galilea (Mc 16, 7)
 Mateo conoce una aparición a las mujeres y otra a los
Once en Galilea (MT 28, 1-11. 16-21)
 Lucas relata dos apariciones: la de los discípulos de
Emaús y la de los Once en Jerusalén (Lc 24, 13-53)
 Juan habla de cuatro apariciones: la de María
Magdalena junto a la tumba vacía, la de los discípulos
en Jerusalén, la de Tomás en presencia de los demás
apóstoles (Jn 20, 11-18, 19-23.24-29) y la de los
discípulos junto al lago de Tiberiades en el capítulo
final (Jn 21)
 Pero habría que añadir también las apariciones del
Resucitado en Hechos de los Apóstoles: la aparición a
Esteban en el momento de su martirio (Hch 7, 56),
 y las apariciones a Pablo (Hch 9, 4-6; 1 Cor 15,8;
Gal 1,15). Las más tardías fueron sin duda las de Palo,
probablemente algunos meses después de la muerte
de Jesús.

Al tercer día
En el Credo repetimos la fórmula bíblica de que Jesús resucitó al
tercer día. Por lo general pensamos que su cuerpo estuvo en la
tumba durante tres días y hasta entonces resucitó. Los mismos
evangelios dan pie a esta interpretación, pues cuentan que Jesús
fue enterrado el viernes por la tarde y no se manifestó resucitado
Equipo Teyocoyani | 95

sino hasta el amanecer del domingo. Pero el dato de los tres días
tiene en la Biblia más bien un significado religioso.

En el Libro segundo de los Reyes se cuenta que el rey Ezequías


estaba enfermo y el profeta Isaías llega a anunciarle que morirá
pronto, pero el rey, angustiado, suplica por su vida a Yavé con
abundantes lágrimas, y Yavé cambia su decisión y ordena a Isaías
comunicarle al rey que escuchó su súplica y que vivirá: “He visto
tus lágrimas; te doy la salud. En tres días más subirás a la Casa de
Yavé (2 Re 20, 1-5).

En el libro del profeta Oseas leemos: “Vengan, volvamos a Yavé.


Pues él nos ha desgarrado y Él nos curará. Él nos ha herido y Él nos
vendará. Dentro de dos días nos dará la vida, y al tercer día nos
levantará, y en su presencia viviremos” (Os 6, 1-2). Al tercer día
significa aquí dentro de un tiempo muy corto.

Por último está el famoso pasaje del libro de Jonás, donde se


cuenta que éste estuvo tres días y tres noches en el vientre de la
ballena (Jon 2,1.2.11). Dicho relato siempre fue visto por la
Iglesia como símbolo de la Resurrección de Cristo (Lc 11,29-
30.32).

Los tres días no significan entonces 72 horas del reloj; el tercer


día es el día de la actuación de Dios, el día de su acción salvadora.
Y eso querían expresar los autores del Nuevo Testamento con la
fórmula de los tres días: que Dios pronto rescató a Jesús de la
muerte, que actuó en su favor para darle vida, vida eterna, plena y
sin fin.
96 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Conclusión pastoral
Los apóstoles fueron perseguidos y encarcelados por anunciar la
Resurrección de Cristo. ¿Por qué era esto un asunto tan
peligroso? Porque al anunciar la Resurrección, se proclamaba que
Dios había desautorizado a Pilato y a los Sumos Sacerdotes y
confirmado al humilde profeta de Nazaret, a quien ellos
consideraban un subversivo (Jn 11, 49-50). Esto no sólo
significaba que Jesús vivía, sino que de ahí en adelante había que
vivir como él había vivido, reproduciendo sus actitudes y
enseñanzas, y rechazando lo que él había rechazado. El orden de
este mundo basado en el poder, la violencia, el lucro y la
injusticia, había sido vencido por el Evangelio.

A hombres y mujeres abatidos, desesperanzados, atemorizados,


el anuncio de la Resurrección trajo gozo, paz y esperanza. Cristo
resucitado comunicó a sus discípulos un nuevo Espíritu, que les
lanzó a la misión de la Iglesia.

Meditemos: Rm 6, 3-5; 1 Cor 15, 1-11; 2 Cor 5, 14-17; Ef 2, 4-10; 1


Pe 1, 3-12; 1,20-2,3; Ez 37, 1-14.

Reflexionemos

1. Comente con su grupo lo que acabamos de leer y


escuchar. ¿Qué aspectos le resultan más novedosos?
¿Tiene inquietudes o preguntas sobre el tema?
2. ¿En qué se basa nuestra fe en la Resurrección?
3. ¿Cómo se hace presente hoy el Resucitado en
nuestras comunidades?
4. ¿A qué nos mueve y motiva Cristo resucitado?
Equipo Teyocoyani | 97

9. Subió a los cielos y está sentado


a la derecha de Dios, Padre todopoderoso

Reflexionemos

1. ¿Cómo entendemos nosotros esta parte del Credo, de


que Jesús «subió a los cielos y está sentado a la
derecha de Dios»?

2. Leamos el relato de la Ascensión en Hch 1, 1-11: ¿A


quiénes se manifiesta el Señor después de su Pasión y
por cuánto tiempo? ¿De qué les platica? ¿Qué les
concede y con qué fin? ¿Qué importancia tiene todo
esto para nosotros como miembros de una
comunidad cristiana?
98 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

LA ASCENSIÓN ES OTRA CARA DE


LA MISMA RESURRECCIÓN

En el Evangelio de Juan, la Ascensión o subida al cielo de Jesús


aparece como manifestación de su Resurrección. Cuando el
Señor resucitado dialoga con María Magdalena junto a la tumba
vacía, éste le dice: «anda a decirles a mis hermanos que subo
donde mi Padre» (Jn 20, 17). La Ascensión y Resurrección son
aquí una y la misma cosa. También en los evangelios de Lucas y
Marcos la Ascensión acontece el mismo día de la Resurrección,
como efecto de la misma (Lc 24, 50; Mc 16, 19).

Mateo ni siquiera menciona la Ascensión al final de su evangelio,


pues lo decisivo para él es destacar que Cristo resucitado envía a
sus discípulos a proclamar, enseñar y bautizar, prometiéndoles a
los suyos mantenerse junto a ellos hasta el fin del mundo,
comunicándoles su vida y fortaleza (Mt 28, 16-20).

Aunque el Credo no entra en detalles sobre la relación entre la


Resurrección y la Ascensión, en nuestro año litúrgico transcurren
sin embargo 40 días entre la fiesta de Pascua y la de la Ascensión
del Señor Jesús a los cielos. ¿De dónde proviene esta idea de que
la Resurrección y la Ascensión son dos hechos distintos, entre los
cuales transcurren 40 días? Sin duda, proviene de Hechos de los
Apóstoles, la segunda obra escrita por el evangelista Lucas entre
los años 80 y 90 del siglo primero.

Únicamente en este libro tardío del Nuevo Testamento se


separaron en el tiempo, como si fuesen dos acontecimientos
diferentes, la Resurrección y la Ascensión a los cielos (Hch 1, 3.
9). En los demás escritos del Nuevo Testamento, la elevación del
Señor a los cielos acontece con la misma Resurrección (Ef 1, 20).
Equipo Teyocoyani | 99

Cuarenta es un número sagrado que no deberíamos tomar al pie


de la letra: en la Biblia, Jesús y Elías ayunan durante 40 días; Israel
también anda errante por el desierto durante 40 años. Se trata de
un número simbólico, que expresa un tiempo fuerte.

La intención del autor de Hechos de los Apóstoles consiste en


describir cómo el Evangelio se va abriendo camino desde
Jerusalén hasta Roma, la capital del imperio, lo cual sucede por la
fuerza del Espíritu Santo. Tras la Ascensión, el Espíritu desciende
en Pentecostés sobre los discípulos para darles vida y fortaleza.
De allí en adelante, Cristo actuará en su Iglesia únicamente a
través del Espíritu. Es por medio suyo que el Señor seguirá
penetrando en la vida de sus discípulos y discípulas a lo largo de
los siglos, a través de la proclamación de la Palabra y de los
sacramentos.

La presencia de Jesús entre nosotros no ha disminuido desde


entonces, sino que se ha vuelto incluso más intensa que cuando
100 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

recorría Palestina con sus discípulos, pues al subir al cielo, ha


entrado en una nueva forma de contacto y cercanía con nosotros
por medio del Espíritu Santo (Jn 16, 7)

En Hechos de los Apóstoles leemos estas palabras que el


Resucitado dirige a sus apóstoles antes de ascender a los cielos:
«Van a recibir una fuerza, la del Espíritu Santo, que vendrá sobre
ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria,
y hasta los límites de la tierra». Y a continuación se describe la
Ascensión: «Al decir esto, en presencia de ellos, Jesús fue levantado
y una nube lo ocultó a sus miradas» (Hch 1, 8-9).

Con esto quiere darnos a entender Lucas que Jesús entra ahora
definitivamente en la vida de Dios, para la cual había sido
resucitado de entre los muertos. La nube representa el misterio
que rodea a Dios y lo cubre a nuestras miradas. Recordemos que
era una nube la que guiaba a Israel al salir de Egipto y durante la
travesía del desierto (Ex 13, 21). También Yahvé hablaba desde
una nube a Moisés en el monte Sinaí (Ex 19, 16). Y en el relato de
la transfiguración, Dios aparece hablando igualmente desde una
nube (Mt 17, 5).
Equipo Teyocoyani | 101

Con la Ascensión no se describe por tanto una elevación del


cuerpo de Cristo en el espacio, sino la entrada de Jesús en el
mundo invisible y misterioso de Dios. Cuando el Credo afirma que
Jesús subió a los cielos, quiere decirnos que el Señor está ahora
junto a Dios y continua presente entre nosotros.
Pero el Credo además nos dice que Jesús, después de su
Ascensión, está sentado a la derecha de Dios (Mc 16, 19; Ef 1, 20;
Hb 1, 3; Sal 110, 1). Sentarse a la derecha de una persona
importante significa ocupar el lugar de honor y compartir su
posición de poder. A la derecha de los reyes se sentaban sus
consejeros, que tenían gran influencia en sus decisiones. De
manera que cuando Dios Padre sienta a su derecha al Hijo, lo
cubre de honor y distinción y comparte con El su soberanía sobre
la creación. Cristo ahora reina con Dios sobre todas las cosas.
Al exaltar de esa forma al Hijo, uno de nuestra propia carne y
sangre ha llegado a ocupar el lugar de honor en el cielo. De ahora
en adelante Él es nuestro intercesor (Heb 7, 24-25). En Cristo se
manifiesta la gloria que un día también será nuestra, cuando
participemos de su Resurrección.

Reflexionemos

Comentemos espontáneamente estas explicaciones:


1. ¿Qué nos llama más la atención de ellas y por qué?
2. ¿Qué aporta a nuestra vida este misterio de la Ascensión de
Jesús a los cielos?
3. ¿Qué quiere decir el Credo cuando afirma que Jesús está
sentado a la derecha de Dios Padre? ¿Tiene ello alguna
importancia para nuestro propio caminar como cristianos?
102 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

10. Desde allí ha de venir a juzgar a


vivos y muertos...

¿Qué hemos oído


decir sobre el juicio
final?

¿Qué historias se nos han


contado acerca de él?
¿Qué cosas recordamos que
nos hayan impresionado más?

¿Cómo nos imaginamos nosotros el


Juicio final?
¿Cuándo y cómo pensamos que será?
¿Nos inspira confianza y esperanza o
más bien temor?

¿Qué textos de la
Escritura nos
impresionan más sobre
este tema y por qué?
Equipo Teyocoyani | 103

EL JUICIO SERÁ DE AMOR

El tema del Juicio tal vez despierte en nosotros sentimientos de


miedo e incluso de terror. Puede que nos recuerde desagradables
experiencias en el confesionario, o lo asociemos a un Cristo
severo, que con gesto imperioso y rostro amenazante, juzga
implacablemente a la humanidad, tal y como pintores y
predicadores tantas veces nos lo han descrito.

De tales representaciones se ha abusado ya suficientemente en la


catequesis. El empleo del miedo y la amenaza como recursos
para provocar conversiones, falsea el aspecto más fundamental
de la predicación de Jesús: que su mensaje era una Buen Nueva
para los pecadores e incrédulos. A diferencia de Juan el Bautista,
Jesús no ponía en primer lugar el juicio de Dios, sino su
misericordia. Para él, la bondad de Dios era la puerta de entrada
al Reino, como lo muestran sus inolvidables parábolas del padre
104 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

bondadoso, de la oveja extraviada y la moneda perdida,


recopiladas en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas.

Precisamente porque Jesús reflejaba en sus gestos y palabras esa


bondad misericordiosa de Dios, ejercía una atracción irresistible
sobre los pecadores: «Todos, publicanos y pecadores, se acercaban
a Jesús para escucharlo. Los fariseos, pues, con los maestros de la
Ley murmuraban y criticaban: «Este hombre recibe a los pecadores
y come con ellos» (Lc 15, 1).

Dios quiere que todas las personas se salven


Al hablar del Juicio, jamás debemos olvidar que la voluntad de
Dios es que todas las personas sin excepción alcancen su
salvación: «Pues él quiere que todos los seres humanos se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Ti 2, 4; Mt 18, 14; 2 Pe 3,
9; Hch 10, 34-35). Ya en el Antiguo Testamento, en el libro del
profeta Ezequiel, leemos palabras tan esperanzadoras como
éstas: «Por eso tú di a la gente de Israel: Ustedes han dicho: “Se nos
piden cuentas por nuestras maldades y pecados, y por eso nos
vamos consumiendo, ¿cómo podremos quedar con vida?” Pero así
dice el Señor Dios: Por mi vida juro que no quiero la muerte del
malvado, sino que cambie de conducta y viva. Conviértanse,
cambien de conducta, malvados, y no morirán gente de Israel» (Ez
33, 10-11; Is 55, 6-7; Rm 4, 5-8).

La bondad, misericordia y paciencia de Dios son para nosotros


una constante invitación a la conversión, pues como dice el
apóstol Pablo: «¿Qué conclusión sacaremos? ¿Que vamos a seguir
en el pecado para que la gracia se dé con mayor abundancia? Por
supuesto que no» (Rm 6, 1).
Equipo Teyocoyani | 105

«¿Te aprovechas de Dios y de su inmensa bondad, paciencia y


comprensión, y no reconoces que esa bondad te quiere llevar a una
conversión? Pero si tu corazón se endurece y te niegas a cambiar, te
estás juntando tú mismo un gran castigo para el día del Juicio en
que Dios se presentará como un justo juez» (Rm 2, 4-5).

Sólo si cerramos nuestro corazón y nos negamos a responder a la


bondad y misericordia de Dios manifestada en Jesucristo, recaerá
sobre nosotros un duro Juicio, acarreado por nuestra propia
actitud.

Es Jesús quien juzgará y eso nos da confianza


Quien nos juzgará será el mismo Jesús y eso nos da confianza. A
él ha encomendado el Padre la tarea de juzgar, por haber
compartido con nosotros nuestra condición humana y
experimentado también en carne propia el dolor, el abandono, la
libertad y la tentación. «El Padre no juzga a nadie, sino que ha
entregado al Hijo la misión de juzgar. Y también lo ha constituido
juez por ser hijo del hombre» (Jn 5, 22.27).
106 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

El Juicio venidero debe por tanto entenderse a la luz de la


actuación de Jesús en su primera venida. Y él mismo declaró a
Nicodemo: «El hijo del hombre no ha venido a juzgar al mundo,
sino a que el mundo se salve por él» (Jn 3, 17).

Según el Evangelio de Juan, Jesús también delega en su Palabra


la función de juzgarnos: «Yo soy la luz del mundo y he venido al
mundo para que quien crea en mí no permanezca en tinieblas. Al
que escucha mi Palabra pero no la obedece, no seré yo quien lo
condene, porque yo no he venido a condenar al mundo sino a
salvarlo» (Jn 12, 46-47). De manera que cada vez que, en actitud
penitencial, dejamos que su Palabra ilumine dolorosamente
nuestra vida, mostrándonos actitudes y comportamientos a
corregir, anticipamos ese Juicio (Heb 4, 12-13); así sucedía
también al pueblo de Israel al escuchar la palabra de los profetas.
La Palabra de Dios nos sacude y cuestiona permanentemente.

El Juicio acontece ahora mismo


El Juicio acontece ahora mismo, pero queda oculto a nuestros
ojos: «En verdad les digo: el que escucha mi palabra y cree en el que
me ha enviado, vive de vida eterna; ya no habrá juicio para él,
porque ha pasado de la muerte a la vida» (Jn 5, 24). En la misma
medida en que nos unamos pues a Cristo y obedezcamos su
Palabra, hacemos innecesario el Juicio para nosotros.

En el encuentro con Cristo cada quien se define ante Dios. El


Juicio es ese momento de verdad en que ante la presencia de
Cristo, que es luz, verdad y vida, escogemos permanecer en las
tinieblas o nos abrimos a la luz (Jn 3, 19-21). Ya aquí se está
realizando el Juicio final en nuestra vida: «El que cree en él no se
Equipo Teyocoyani | 107

pierde; pero el que no cree ya se ha condenado, por no creerle al Hijo


Único de Dios» (Jn 3, 18; 5, 25).

La actualización del Juicio final en nuestra vida presente no


excluye para el evangelista Juan que éste también tenga lugar de
manera definitiva al final de los tiempos (Jn 5, 28-29).

En el Juicio final, Cristo será la medida

La persona de Cristo será entonces la medida con que se juzguen


todas nuestras actitudes y comportamientos humanos. El sacará
a luz lo más profundo de nuestros corazones (1 Co 4, 5).

No hay que imaginarse el Juicio final como una sentencia que


recaerá sobre nosotros desde afuera, como sucede en el caso de
un tribunal humano, cuyo fallo podemos rechazar o discutir. A la
luz de la persona de Cristo, en ese momento definitivo, nosotros
mismos veremos con total claridad cual habrá sido el valor de
nuestra vida. Dios permanecerá siempre fiel en su amor
incondicional hacia nosotros, porque su amor es eterno y nos lo
ofrecerá siempre. Pero, ¿cuál habrá sido nuestra respuesta? A lo
largo de nuestra vida habremos desarrollado o no la capacidad de
corresponderle, eligiendo entre el amor y el egoísmo, entre la
solidaridad o el rechazo a nuestros hermanos necesitados. Santa
Teresita del Niño Jesús decía por eso que el Juicio será de amor.
Ese mismo amor de Dios para unos podrá volverse motivo de
gozo y dicha eternos, y para otros de purificación o de
condenación (Sal 68, 2-4; 2 Co 2, 15-16; St 2,13).
108 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

En la grandiosa escena del Juicio final en Mateo 25 se nos


describe a Cristo separando a justos y pecadores. Tanto en la
historia del mundo como en nuestra propia historia personal, hay
muchas luces y sombras que separar.

En la parábola del juicio final en Mateo 25 también se nos aclara


que el juicio de Cristo no será tan sólo sobre nuestras acciones,
sino también sobre nuestras omisiones, sobre el bien que pudimos
hacer y no hicimos (Mt 25, 44-45); tendremos también que dar
cuentas de nuestra forma de administrar los bienes y carismas
que Dios nos concedió, tal y como se revela en la parábola de los
talentos (Mt 25, 14-30).
Equipo Teyocoyani | 109

En el juicio saldrá a luz cómo fue que aprovechamos o


desaprovechamos aquellas ocasiones en que nos visitó el Señor,
brindándonos mayores oportunidades para amarle y servirle (Mt
25, 1-13).

En Mt 25, 31-45 nos advierte Jesús que desde ahora nos aguarda
en quienes pasan hambre, o sed, o no tienen ropa ni hogar, o
sufren cárcel o enfermedad. El Juicio será por tanto en primer
lugar sobre nuestra solidaridad con los pobres y sufrientes.

Hay en nuestro corazón un anhelo profundo de que triunfe el bien


sobre el mal, la verdad sobre la mentira y la justicia sobre la
injusticia. Eso, ni más ni menos, será el Juicio final.

Reflexionemos

1. Comentemos espontáneamente esta lectura: ¿Qué nos


parece? ¿Hay en ella cosas nuevas que nos llamen la
atención? ¿Cuáles y por qué?

2. ¿Qué sacamos en conclusión para nosotros sobre el


Juicio final?

Meditemos: Sal 103, 8-14; Mt 25, 31-46; Jn 5, 21-29; St 2, 13; 1


Jn 4, 17-18; 1 Co 4, 1-5; 1 Cor 3, 10-15; 2 Co 5, 1-10; Rm 1, 28-
2,11; 1 Jn 3, 18-23; 1 Pe 1, 13-2,2; Col 3, 23-25; 2 Pe 3, 5-14; Mt
13, 36-43; 1 Sam 16, 7; Jer 17, 9.
110 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o
Equipo Teyocoyani | 111

Tercera Parte

CREO EN EL ESPÍRITU
SANTO
112 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

¿Qué es lo que más necesita la Iglesia?


«La mayor necesidad de la Iglesia es el Espíritu Santo porque
el Espíritu Santo es el animador y santificador de la Iglesia, su
aliento divino, el viento de sus velas, su principio unificador, su
fuente interior de luz y fuerza, su apoyo y consolador, su
fuente de carisma, su paz y su gozo. La Iglesia tiene necesidad
de un Pentecostés permanente, tiene necesidad de fuego en el
corazón, de palabras en los labios, de profecía en la mirada.
La Iglesia tiene necesidad de ser templo del Espíritu Santo, es
decir, de purificación total y de vida interior. Tiene necesidad
la Iglesia de recobrar el ansia, el gusto, la certeza de la verdad,
y de escuchar en profundo silencio y con plena disponibilidad
la voz del Espíritu Santo, el cual enseña toda la Verdad. Tiene
necesidad la Iglesia de sentir la oleada del amor, aquel amor
que se llama caridad y que se difunde en nuestros corazones
por “el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Hermanos todos:
¿me escuchan? De esto tiene necesidad la Iglesia: Tiene
necesidad del Espíritu Santo. Del Espíritu Santo en nosotros,
en cada uno de nosotros, y en todos nosotros juntos, en
nosotros, la Iglesia.»

Pablo VI
Equipo Teyocoyani | 113

1. Creo en el Espíritu Santo...


En la primera parte de nuestra catequesis sobre el Credo nos
centramos en Dios-Padre y en la segunda, en su Hijo Jesucristo;
para concluir, vamos a centrarnos ahora en la acción del Espíritu
Santo, que, como veremos, unifica esta última parte de nuestra
confesión de fe.
Por lo general, nuestra práctica cristiana gira alrededor de Dios
Padre y de Jesucristo y pocos nos damos cuenta de la acción del
Espíritu Santo.
Dice la misma Escritura que cuando el apóstol Pablo visitó a los
discípulos de Éfeso, al preguntarles si habían recibido el Espíritu
Santo, éstos le respondieron que ni siquiera habían oído hablar de
Él (Hch 19, 2).
Nosotros invocamos al Espíritu Santo al persignarnos, pero aún
nos falta descubrir más claramente su presencia y acción. Si
amamos a Jesús y queremos seguirle, el Espíritu está ya con
nosotros, pues «nadie puede decir “Jesús es el Señor”, sino
guiado por el Espíritu Santo» (1 Co 12, 3). «Dios nos ha
comunicado su Espíritu; con esto comprobamos que
permanecemos en Dios y él en nosotros» (1 Jn 4, 13). El Espíritu es
para nosotros como un guía que nos acompaña desde nuestro
bautismo. Pero, ¿cómo podremos distinguir mejor su presencia
viva entre nosotros?

Reflexionemos

1. ¿Cuáles son para nosotros las señales de la presencia del


Espíritu Santo?
2. ¿Cómo lo sentimos presente en nuestra vida, en nuestras
familias y en nuestras comunidades?
3. ¿Qué textos de la Sagrada Escritura nos hablan de la acción
del Espíritu Santo? Compartan los textos que recuerden...
114 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

El Espíritu Santo en las Sagradas Escrituras:


Algunos ejemplos...

 Gn 1, 1-2: El Espíritu es creador...


 Ez 37, 1-14: ¿Cómo se manifiesta aquí el Espíritu y en qué
circunstancias actúa?

El profeta Ezequiel tuvo esta visión cuando los israelitas se


encontraban exiliados en Babilonia: «Pueblo mío, los haré salir de
sus tumbas y los llevaré de nuevo a la tierra prometida» (Ez 37, 12).
En el exilio, Israel se encontraba sin esperanza, desalentado y
como muerto: “Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros
huesos. Se perdió nuestra esperanza, el fin ha llegado para
nosotros” (Ez 37, 11). Sólo el Espíritu de Dios podía hacer que
revivieran y se levantaran los israelitas, infundiéndoles de nuevo
valentía, esperanza, deseos de vivir y alegría. De tal resurrección
nos habla el profeta, en la que Israel revive por su fe en Dios (Is
44, 1-5).

Y nosotros hoy ¿cómo andamos? ¿Se nos manifiesta


actualmente el Espíritu para revivir nuestra esperanza? ¿De qué
maneras?
Equipo Teyocoyani | 115

 Jn 3, 1-8: ¿Qué nos llama la atención de este encuentro


entre Jesús y Nicodemo? ¿Qué le pide al Señor? ¿Cómo se
manifiesta aquí el Espíritu?

Dos cosas muy importantes aprendemos de éste diálogo de Jesús


con Nicodemo:

 Una es que el Espíritu sopla donde quiere, no está atado


a nada (ni siquiera a la Iglesia) y puede manifestarse de
muchas maneras sorprendentes para nosotros (Mc 9,
38-40).
 Y otra es que por el Espíritu acontece un nuevo
nacimiento.

La palabra ruah en hebreo (la lengua del Antiguo Testamento)


significa Espíritu, pero a diferencia de nuestra palabra en español,
es femenina. En el Antiguo Testamento el Espíritu es femenino,
porque renueva la vida, la cuida e inspira. Como una madre.
116 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

También en el Nuevo Testamento se le atribuyen al Espíritu


Santo cualidades femeninas: es “Ella” quien provoca un nuevo
nacimiento, tanto en Jn 3,5 como en Pentecostés, el nacimiento
de la Iglesia. ¿Quién puede dar a luz? Únicamente una mujer.

El evangelista Juan atribuye asimismo al Espíritu la tarea


femenina de consolar como una madre (Is 66, 13). “Ella” es
nuestra abogada, nuestra defensora y nuestra consoladora: “Yo
rogaré al Padre y les dará otro Consolador que permanecerá
siempre con ustedes” (Jn 14, 16). En el Espíritu Santo
descubrimos pues a Dios como Madre.

“El Espíritu es nuestra Madre, porque el paráclito, el Consolador, está


pronto para consolarnos como una madre consuela a sus hijos y porque
los hijos renacen de él y son así los hijos de esta Madre misteriosa que es el
Espíritu Santo”.
Macario el Sirio
Siglo IV
“Dios es Padre, pero es más todavía Madre”
Juan Pablo I

¿Hemos experimentado ya al Espíritu Santo como madre


consoladora en momentos de dificultad? ¿De qué formas?
Meditemos: Núm 11, 24-30; Is 42, 1-9; Ez 11, 18-20; Mi 3, 8; Jl 3,
1-2. 5.
Equipo Teyocoyani | 117

¿Cómo podemos reconocer la presencia


del Espíritu Santo?

Vamos a profundizar ahora sobre el momento en que nació la


Iglesia bajo el influjo del Espíritu Santo:

Leamos en grupo Hch 2, 1-24. 32-33. 36-40:

1. ¿Cuáles son aquí las señales de la presencia del


Espíritu?
2. ¿Cómo entendemos nosotros lo del viento huracanado,
las lenguas de fuego y el milagro de las lenguas?
3. ¿Qué consecuencias de la presencia del Espíritu Santo
descubrimos en este relato de Pentecostés?

Nuestra comprensión de la acción del Espíritu Santo está


profundamente marcada por los primeros cuatro versículos de
este pasaje (Hch 2, 1-4. 7-13), pero para entender mejor el relato
de Pentecostés, en primer lugar debemos tomar en cuenta sus
elementos simbólicos:
118 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

 El fuego: “unas como lenguas de


fuego”, simbolizan el entusiasmo de
los testigos. El fuego purifica y
transforma.

 El soplo y el viento:
simbolizan la fuerza del
Espíritu y la presencia de Dios.

 El hablar lenguas distintas:


Simboliza la proclamación del
Evangelio en medio de todos los
pueblos y naciones.
Ese milagro ocurre también hoy en día, cada vez que la Iglesia
proclama su mensaje entre las más diversas lenguas y culturas del
mundo. Congregada por el Espíritu Santo, la Iglesia sigue
anunciando su mensaje a todos los pueblos.
Pero el relato de Pentecostés no queda ahí. Examinemos ahora
más detenidamente cuáles fueron las consecuencias de
Pentecostés en las primeras comunidades cristianas y cómo el
Espíritu impulsó la misión:

 Hch 2, 14: “Entonces Pedro se presentó con los Once; levantó


su voz y habló” en el propio centro de Jerusalén, frente a todo
el pueblo y las mismas autoridades que habían crucificado a
Jesús. Revestido de asombrosa valentía, Pedro les echa en
cara su pecado: “Ustedes lo entregaron a los malvados,
dándole muerte, clavándole en la cruz” (Hch 2, 23). ¿En qué se
ha transformado ahora bajo la acción del Espíritu Santo aquel
temeroso discípulo que negó al Maestro? ¡En un valiente
testigo del Resucitado, que no teme ni siquiera a quienes
Equipo Teyocoyani | 119

pueden darle muerte! Sus palabras tocan el corazón de


aquellos oyentes que se arrepienten y piden el bautismo (Hch
2, 37-39). A lo largo de todo el libro de Hechos de los
Apóstoles, el Espíritu Santo infunde a los discípulos
audacia, valentía y seguridad (Hch 4, 13.29.31; 9, 27-28;
13, 46; 18, 26; 19, 8; 28, 30-31). Como confirma el mismo
apóstol Pablo en otra parte de la Escritura: “Donde hay
Espíritu del Señor, hay libertad” (2 Cor 3, 17).

 Hch 2, 42-47; 4, 32-35: Otro signo clarísimo de la presencia


del Espíritu es la comunidad. Cuando se comunica el
Espíritu, nace una comunidad, nace la Iglesia, y ésta se
congrega alrededor de la eucaristía, la oración, la enseñanza
de los apóstoles y el compartir fraterno de sus bienes. “Nadie
consideraba como suyo lo que poseía, sino que todo lo tenían en
común”. “Repartían a cada uno según sus necesidades”. Para
Lucas, este es un signo maravilloso de la presencia de Cristo
Resucitado en la comunidad de Jerusalén, que rompe así las
barreras del egoísmo (Hch 4, 33). El Espíritu animaba a la
solidaridad fraterna y no había por eso en ella necesitados.
120 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

 A partir de Pentecostés la presencia del Espíritu se muestra


también por medio de los carismas, dones o regalos que Él da
a cada cristiano para edificación de toda la Iglesia. Entre
otros, el libro de los Hechos señala la acción de
los profetas (11,27s 15,32.21,10s), de los maestros (13,1s), de
los anunciadores del Evangelio (6,8ss); la acción de hacer
milagros (6,8; 8,5ss) o el tener visiones (7,55; 9,10-12). Estos
carismas particulares son otorgados en primer lugar a los
apóstoles, pero también se encuentran entre los miembros de
las comunidades, o entre los mismos diáconos tales como
Esteban, Felipe y Bernabé.

Según estos mismos textos, ¿qué signos de la presencia del


Espíritu Santo descubrimos hoy nosotros en nuestras propias
comunidades?

¿Cómo se manifiesta el Espíritu


en nuestra vida diaria?

Reflexionemos

1. ¿A qué nos mueve el Espíritu según Ez 36, 25-27?


2. ¿Cuál es el principal don del Espíritu según 1 Co 13?
3. Leamos 1 Co 2, 11 y comentemos esta afirmación del
Vaticano II: «La Sagrada Escritura se ha de leer con el
mismo Espíritu con que fue escrita».
4. ¿De qué forma nos enseña a orar el Espíritu según Rm
8, 26-27?
5. ¿Qué es lo que más necesitamos hoy nosotros para
realizar nuestra misión cristiana? ¿Y cómo se alcanza?
Equipo Teyocoyani | 121

 Moviéndonos a la conversión: “Los purificaré de toda mancha


y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo, y pondré
dentro de ustedes un espíritu nuevo. Les quitaré del cuerpo el
corazón de piedra y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi
Espíritu en ustedes para que vivan según mis mandatos...” (Ez
36, 25-27; Sal 50, 12-14). El Espíritu Santo, fuente de toda
vida, genera en nosotros una vida nueva en Jesucristo (Jn 3, 5-
6; Rm 8, 5-6.13b), orientada hacia el amor, el servicio, el
compromiso por la justicia...

 Creando entre nosotros la unidad: “Todos nosotros, ya seamos


judíos o griegos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un
mismo Espíritu, para formar un único cuerpo. Y a todos se nos
ha dado de beber del único Espíritu” (1 Co 12, 13). Pero la
unidad impulsada por el Espíritu supera lo meramente
organizativo, pues nace del corazón y se manifiesta como
fraternidad, abarcando incluso el compartir de bienes. Se
basa en el amor (1 Pe 1, 22-23), el don tal vez más humilde y
menos espectacular, pero el más importante de todos los
dones del Espíritu Santo (1 Co 13).

 El Espíritu nos lleva a saborear las Sagradas Escrituras y


alimentarnos de ellas, descubriendo en los textos bíblicos la
Palabra de Dios siempre actual, que guía, ilumina y corrige
nuestro camino (Lc 24, 45; Rm 15,4). El mismo Espíritu que
inspiró a los autores bíblicos nos ayuda a leer e interpretar la
Biblia. “La Sagrada Escritura –dice por eso el Concilio Vaticano
II- se ha de leer con el mismo Espíritu con que fue escrita” (DV; 1
Co 2, 11). Cada vez que un cristiano (varón o mujer) lee y
medita la Escritura, la interpreta y encarna, se manifiesta en
la Iglesia el soplo del Espíritu Santo.
122 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

 El Espíritu nos enseña a orar (Rm 8, 26), aún con gemidos


inexpresables, que no son otra cosa sino el balbuceo del
Espíritu, el ímpetu de amor que se expresa libremente en
nuestro corazón y en nuestros labios (1 Co 14, 12-19).

 El Espíritu nos empuja a la misión, pues también hoy es


tiempo de Pentecostés. “Cuando venga el Paráclito (el
Consolador), el Espíritu de verdad, que procede del Padre, y que
yo os enviaré de junto al Padre, él dará testimonio de mí” (Jn
15, 22). Su testimonio nos conduce a la misión, como anuncio
y testimonio de Cristo. Así como los mismos discípulos se
sintieron renovados y recreados por la fuerza del Espíritu, que
cambió su miedo en valentía y su encerramiento en envío, así
también necesitamos hoy de la fuerza del Espíritu, para
superar nuestros miedos, nuestra desgana, cobardía y
desesperanza...»El Espíritu es también para nuestra época el
agente principal de la nueva evangelización» ha dicho el Papa
Juan Pablo II.

“No se puede pensar en el Padre sin el Hijo y no se puede


concebir al Hijo sin el Espíritu Santo. Porque es imposible
alcanzar al Padre a no ser que uno sea levantado por el Hijo,
y es imposible llamar Señor a Jesús a no ser en el Espíritu
Santo.”

San Gregorio de Nisa


Siglo IV
Equipo Teyocoyani | 123

Profundicemos

El Credo sigue el orden de la Historia de la Salvación: afirma


primero la fe en Dios Padre y Creador, luego en Dios Hijo y
Redentor, y por último, en Dios Espíritu Santo y santificador.

Sin embargo, desde la perspectiva de nuestra propia experiencia


cristiana, las cosas suceden al revés: lo primero que nos envuelve
es la acción del Espíritu Santo, dando vida a la Iglesia en cuanto
comunidad de fe, esperanza y amor. Es en ella que recibimos el
bautismo y nacemos a la vida nueva en Cristo. A través de la
Palabra y los sacramentos, Jesucristo mismo sale a nuestro
encuentro, invitándonos a seguirle. Es por la fuerza del Espíritu
que respondemos a Jesús con nuestra vida, y que con nuestros
labios profesamos que Él es el Señor (1 Co 2, 3; Jn 14, 26).

No hay vida cristiana sin el Espíritu Santo


En realidad, no hay vida cristiana sin la acción del Espíritu Santo.
El evangelista Juan nos narra cómo Cristo resucitado se apareció
a los discípulos en Jerusalén y, después de soplar sobre ellos, les
dijo: “Reciban el Espíritu Santo; a quienes ustedes perdonen,
queden perdonados, y a quienes no libren de sus pecados, queden
atados” (Jn 20, 22-23). El soplo de Jesús sobre los discípulos nos
recuerda el primer soplo de vida en la creación del hombre (Gn 2,
7b). El poder de perdonar o dejar atados los pecados se refería
aquí originalmente al bautismo, el gran sacramento del perdón
de Dios, por medio del cual se ingresaba a la comunidad de
seguidores de Jesús; al “soplar” sobre ellos, el Resucitado estaba
haciendo un gesto simbólico que representaba al Espíritu, porque
la palabra Espíritu en lengua hebrea significaba también eso:
124 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

soplo o viento. Por nuestro propio bautismo también nosotros


hemos recibido ese soplo del Espíritu (Mt 3, 11b; Hch 2, 38);
somos re-creados por el Espíritu. Unidos a Cristo en la fe,
participamos del Espíritu Santo; por el Espíritu vivimos en
comunión con Jesucristo y es el Espíritu quien nos acompaña
entre la Resurrección del Señor y su segunda venida,
ayudándonos a perseverar y crecer en nuestro compromiso
cristiano.

El Espíritu reparte sus dones a la comunidad


Toda comunidad cristiana está animada por los dones del Espíritu
Santo, que él reparte abundantemente entre sus miembros. Hay
quienes reciben el don de la palabra o la enseñanza, o el del
liderazgo, el consuelo, la fortaleza, el consejo o la sabiduría...Sus
dones son múltiples, pero provienen todos del mismo Espíritu y
tienen como fin la edificación de la misma comunidad (1 Co 12, 4-
11; 1 Co 12, 7; 1 Co 14,12). Por medio de sus dones, el Espíritu
renueva a la Iglesia y la vivifica permanentemente. En
Pentecostés, toda la comunidad se veía a sí misma como
receptora del Espíritu Santo: jóvenes y viejos, esclavos y libres,
varones y mujeres (Hch 2, 16-19; Gal 3, 26-28; Núm 11, 29).
Dejando actuar al Espíritu, reconoceremos también nosotros sus
Equipo Teyocoyani | 125

carismas, incluso entre las personas más humildes, y valoraremos


así la riqueza presente en nuestras propias comunidades.

Ser cristianos y cristianas es vivir por la fuerza del Espíritu Santo,


que Cristo resucitado nos envía a quienes creemos en Él y
queremos moldear nuestra vida según la suya. Es el Espíritu quien
hace posible que nosotros conozcamos a Dios ya que Él conoce
las profundidades de Dios y nos la revela en el corazón (1 Co 10-
11). Una persona creyente en Jesucristo puede mostrar al mundo
de lo que es capaz un ser humano cuando lo anima el Espíritu
Santo y vive la vida de Dios (Mt 5, 14.16).

El Espíritu inspira la profecía


En toda la Escritura el Espíritu Santo está íntimamente unido a la
profecía; por tanto, invita a enfrentar las circunstancias concretas
de nuestra vida para transformarlas según el proyecto de Dios.
Nada que nos empuje a darle la espalda a nuestra propia realidad
proviene de su parte. Un culto al Espíritu Santo que nos haga
cerrar los ojos frente a los retos de la pobreza y la injusticia no
puede ser cristiano.

El Espíritu Santo empujó a los profetas bíblicos a enfrentar reyes,


desenmascarar falsos profetas y acusar a los sacerdotes infieles
126 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

que manipulaban al pueblo en el nombre de Dios (Mi 3, 1-12). Los


profetas predicaron que tampoco se puede honrar a Dios sin
respetar antes la justicia hacia los pobres y sin practicar el
derecho (Am 5, 21-24; Jer 7, 1-15).

En tiempos del exilio, cuando Israel había sido desterrado a


Babilonia y no tenía ya reyes, ni sacerdotes, ni Templo, y andaba
desorientado y sin esperanza, con la sensación de haberlo
perdido definitivamente todo, los profetas concentraron su
acción en infundirle ánimo, fe y esperanza al pueblo, y en llevarlo
a renovar la alianza con su Dios (Is 40, 1-2. 27-31; Is 41, 8-16. 17-
20; Is 42, 24 - 43, 1;Is 43, 1-7. 14-21; Is 44, 1-5; Is 49, 14-26).

El don de profecía lo recibieron igualmente mujeres (1 Co 14, 31;


Hch 21,9), como María de Nazaret (Lc 1, 46-55) y Ana, aquella
anciana profetisa que reconoció al Mesías en el pequeño niño
Jesús, cuando sus padres lo llevaron al Templo (Lc 2, 36). A lo
largo de la historia de la Iglesia no sólo ha habido varones
profetas, sino también mujeres profetisas, como santa Catalina
de Siena y santa Brígida de Suecia, quienes, en tiempos oscuros
en que la Iglesia se había corrompido, tuvieron el coraje profético
de exhortar a Papas y Cardenales a renovar la Iglesia y seguir con
fidelidad a Jesucristo (Gal 2, 14).

El Espíritu nos inspira a seguir a Jesús


Jesús, en el sermón con que comenzó su vida pública en la
sinagoga de Nazaret (Lc 4, 16-22), retomó la línea profética,
según la cual el Espíritu se manifiesta a través de la solidaridad
con los pobres y maltratados (Is 61, 1-3; 42,1-9; 63,10-14).

El Espíritu debe llevarnos por los mismos caminos de Jesús: a


practicar la misericordia, denunciar las injusticias (Lc 6, 24-25; 16,
Equipo Teyocoyani | 127

19-31; Mt 23) y entregar nuestra propia vida en el servicio a los


más pobres. “El sacrificó su vida por nosotros y en esto hemos
conocido el amor; así también nosotros debemos dar la vida por
nuestros hermanos” (1 Jn 3, 16).

El Espíritu Santo nos llama pues a ejercer una responsabilidad


profética. Bajo su inspiración, los discípulos promovieron
comunidades donde se vivían los valores del Reino de Dios: los
bienes se compartían, se vivía la fraternidad entre varones y
mujeres, esclavos y libres, judíos y griegos (Gal 3, 26-28), ricos y
pobres; el culto ya no se hizo en el Templo, sino en casas de
familias, donde se compartía el pan y la Palabra.

El Espíritu actúa también en la humanidad


entera y en la Creación
El Espíritu Santo actúa también en medio de toda la humanidad,
aún entre quienes no comparten nuestra fe: todo aquello que
favorezca la fraternidad, la justicia, el respeto a la dignidad
humana y ponga las bases para una vida más plena y humana,
hay que considerarlo como efecto del Espíritu Santo. Esto incluye
las transformaciones políticas, culturales y los grandes avances de
la ciencia y la tecnología. La acción del Espíritu es universal y nos
toca mirar bien dónde se hace presente en la historia de los
pueblos y culturas, reconociendo los signos de la llegada del
Reino. “El Espíritu es el que vivifica” (Jn 6, 63).

Por último, la Escritura también contempla la presencia del


Espíritu en la inmensidad de la Creación: ésta siempre está
sostenida por el soplo creador de Dios, que le dio el ser y le
imprime vida y dinamismo propio. “Tú envías tu Espíritu y
128 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

renuevas la faz de la tierra” (Sal 104; Gn 1). Al reconocer la


presencia del Espíritu en la Creación, la contemplamos como
templo vivo de Dios (Hch 7, 48-50), que debemos tratar con amor
y respeto.

Reflexionemos

1. Comentemos espontáneamente esta reflexión en


plenario...
2. Escribamos una oración al Espíritu Santo.
3. Presentemos algún símbolo que exprese su acción.

Meditemos: Jn 16, 12-15; 14, 26; Lc 12, 49; Jn 7, 37; Jn 14, 16-18;
Jn 16, 7.13-14; Hch 1, 8-9; Gal 5, 16-25; Ti 3, 5; 1 Co 3, 16; 1 Co
6,19; 2 Tm 1, 13-14; 1 Tes 5, 19; 1 Jn 2, 27.

“En nuestra época, estamos de nuevo llamados, por la fe


siempre antigua y siempre nueva de la Iglesia, a acercarnos
al Espíritu Santo que es dador de vida. Nos ayuda a ello y
nos estimula también la herencia común con las Iglesias
orientales, las cuales han custodiado celosamente las
riquezas extraordinarias de las enseñanzas de los Padres
sobre el Espíritu Santo”.

Juan Pablo II
El Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo, n. 2
Equipo Teyocoyani | 129

La acción del Espíritu Santo

“Sin el Espíritu Santo, Dios queda lejos;


Cristo pertenece al pasado;
el Evangelio es letra muerta;
la Iglesia, una organización más;
la autoridad jerárquica es opresión;
la misión, mera propaganda;
el culto, brujería y la moral cristiana, esclavitud.
Pero con el Espíritu Santo
el mundo se eleva y gime
con dolores de parto
y da a luz el Reino de Dios;
Cristo ha resucitado y está presente
en el universo y en la historia;
el Evangelio es potencia de vida;
la Iglesia, comunión Trinitaria;
la autoridad, servicio liberador;
la misión, experiencia de Pentecostés;
el culto, memorial y anticipación,
y el obrar humano, acción divina”

Patriarca Ignacio IV de Antioquía


III Asamblea del Consejo Ecuménico de las Iglesias
en Upsala, 1968.
130 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

2. La santa Iglesia católica...

En el Credo proclamamos nuestra fe en Dios Padre, en Jesucristo


y en el Espíritu Santo, y proclamamos así nuestra propia entrega
al Dios trinitario como respuesta de amor y gratitud ante todo lo
que ha hecho por nosotros. Si el Padre nos creó y el Hijo nos
redimió, la obra del Espíritu es santificarnos. A éste corresponde
por tanto la tarea de conducir la Historia de la Salvación a su
plenitud.

En la última parte del Credo proclamaremos la obra del Espíritu


Santo, que santifica a la Iglesia, inspira la comunión de los
santos, perdona los pecados, resucita a los muertos y concede la
vida eterna.

Nuestra fe es únicamente en Dios


A primera vista se pudiera tener la impresión que, después de
proclamar nuestra fe en Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo),
fuéramos ahora a proclamar nuestra fe en la Iglesia. Pero en
realidad esto sería un malentendido, pues sólo es Dios en quien
creemos.

El Catecismo de la Iglesia nos lo explica así: “Hacemos profesión de


creer que existe una Iglesia Santa y no de creer en la Iglesia, para
no confundir a Dios con sus obras, y para atribuir claramente a la
bondad de Dios todos los dones que ha puesto en su Iglesia” (CIC
750). Nuestro acto de fe sigue por tanto siendo en el Dios
trinitario y no en la Iglesia. (Esta diferencia quedaba bien clara en
la versión original del Credo en latín, pero al traducirse al español,
se oscureció y necesita por eso ser aclarada).
Equipo Teyocoyani | 131

“Creo que la Iglesia es santa y católica”: así podríamos recoger el


sentido de esta parte de nuestra profesión de fe.

Reflexionemos

1. Compartamos el testimonio de personas que hayan


inspirado nuestra fe, motivándonos al seguimiento de
Jesucristo.
2. ¿Qué es lo que más nos impresiona de ellas?
3. Leamos la parábola del trigo y la cizaña en Mt 13, 24-
30: ¿Qué importancia tiene este mensaje para nosotros
como Iglesia?
4. ¿Qué entendemos nosotros por Iglesia católica?
132 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

EXPERIENCIAS DE VIDA

El perdón de la viuda
Doña Chica ya está viuda y es muy conocida y apreciada en su
parroquia; los domingos participa en las celebraciones eucarísticas,
visita a los presos, asiste a los enfermos e imparte la catequesis a
los niños. Hace años le tocó vivir una tragedia espantosa: dos de sus
hijos fueron asesinados. Esto le provocó un inmenso dolor. Al cabo
de varios años, el asesino de su hijo mayor, que andaba suelto, llegó
a la puerta de su casa y se le arrodilló, implorándole perdón. Doña
Chica lo acogió con palabras consoladoras: le dijo que Dios era
misericordioso y que tal vez ella misma era más grande pecadora
que él, pero que sus propios pecados estaban ocultos, y lo abrazó y
perdonó. Un tiempo después doña Chica visitó a los presos y se
encontró con el asesino de su otro hijo. Ella les estaba repartiendo
comida y el hombre le apartaba la vista, sin atreverse a presentarle
su plato, pero Doña Chica lo miró a los ojos y le dio de comer.
Equipo Teyocoyani | 133

El testimonio de Carmencita
La Carmencita vende achiote, clavo de olor, canela en polvo, canela
en raja, pimienta de comino y condimentos en las calles de su
ciudad. Tiene una hija minusválida y es realmente pobre, pero
siempre está dispuesta a compartir flores, naranjas o mangos....
Carmencita no se pierde ningún curso bíblico y muestra gran
retentiva, de manera que cuando participan profesionales se
quedan asombrados de su capacidad. Ella nunca falla a las
oraciones diarias que celebra su comunidad, en las que se lee y
comenta la Escritura, se canta o adora en silencio. Sus reflexiones
bíblicas son muy profundas y basta que ella asista para que surja un
ambiente fraterno y comunitario. Cuando alguien se enferma, ella
es la primera en darse cuenta y siempre está atenta a las
necesidades de los demás. La gente de su comunidad la aprecia
muchísimo.

¿Qué nos llama más la atención de estas historias?


¿Qué dones del Espíritu Santo reconocemos en estas personas?
¿Podríamos relacionar esos dones con la parte del Credo que
habla de “la santa Iglesia católica”? Expliquen sí o no y por qué.

Profundicemos

La Iglesia hunde sus raíces en Israel, el antiguo Pueblo de la


Alianza, al cual Dios acompañó siempre en una larga marcha de
siglos, llena de tanteos, aciertos y fracasos. En su larga historia,
Israel se debatió constantemente entre la fidelidad a Yahvé y la
idolatría.

El nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, es también un pueblo en


marcha, que, aunque acompañado por el Espíritu Santo, vive en
134 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

permanente proceso de conversión y renovación. En su larga


historia ha tenido también infidelidades y fracasos, así como
momentos hermosos en que se experimenta un nuevo
Pentecostés.

La Iglesia es santa y pecadora


Nuestro Credo proclama la santidad de la Iglesia; sin embargo, una
afirmación semejante nos plantea hoy dificultades. Hemos adquirido
dolorosa conciencia de los pecados de nuestra Iglesia. A veces éstos
saltan a la vista en los medios de comunicación social y provocan
escándalo público. Muchas personas se desalientan por eso; hay
quienes se declaran incapaces de percibir en el rostro de la Iglesia
católica el rostro de su Maestro Jesucristo y le dan la espalda.

SOMOS PECADORES ALCANZADOS POR CRISTO

“Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros,


deben reconocerse pecadores (1 Jn 1, 8-10). En todos, la
cizaña del pecado todavía se encuentra mezclada con la
buena semilla del Evangelio hasta el fin de los tiempos (Mt
13, 24-30). La Iglesia, pues, congrega a pecadores
alcanzados ya por la salvación de Cristo, pero aún en vías de
santificación”.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 827

Hemos de confesar con humildad que, como Iglesia, los miembros del
Pueblo de Dios, a todos los niveles, estamos llamados a la conversión y
purificación interior (1 Jn 1, 8-10). La mejor respuesta que podemos dar
frente a los pecados de la Iglesia, es dejar que el fuego del Espíritu
Santo nos abrase y purifique, renovando con fidelidad nuestro propio
seguimiento de Jesús. Esta ha sido la respuesta que han dado siempre
Equipo Teyocoyani | 135

los santos y santas de la historia y la que más eficazmente ha


contribuido a restituir a la Iglesia su verdadero rostro.

Como laicos y laicas pareciera que aún no caemos en la cuenta de que


nuestros propios pecados (y no sólo los de los dirigentes eclesiales)
desfiguran también el rostro de la Iglesia. Y Cristo “deseaba una Iglesia
espléndida, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santa e
inmaculada” (Ef 5, 27).

Desde un principio la Iglesia fue santa y pecadora (1 Co 15, 34). Ya en


las comunidades del apóstol Pablo aparecieron serios problemas: hubo
divisiones internas (1 Co 3, 3-4; 12, 20); casos de inmoralidad (1 Co 5, 1;
6, 15-20); pleitos legales entre miembros de la misma comunidad (1 Co
6, 6-9); ostentación de los ricos frente a los pobres (1 Co 11, 20-22) y
falsa seguridad en sí mismos (1 Co 10, 1-6. 12-13). Por eso Pablo
exhorta a los Corintios: “¿No saben que un poco de levadura fermenta
toda la masa? Echen, pues, fuera esa levadura vieja, para ser una masa
nueva. Si Cristo se hizo nuestra víctima pascual, ustedes han de ser los
panes sin levadura. Celebremos, pues, la Pascua; no más levadura vieja,
que es la maldad y la perversidad; tengamos pan sin levadura, o sea, la
pureza y la sinceridad (1 Co 5, 6b-8).

LA IGLESIA: SANTA Y NECESITADA DE PURIFICACIÓN

“Mientras que Cristo, santo, inocente, sin mancha, no conoció


el pecado, sino que vino solamente a expiar los pecados del
pueblo, la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la
vez santa y siempre necesitada de purificación y busca sin cesar
la conversión y la renovación”.

Concilio Vaticano II (LG, n. 8)


136 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Pero el mismo Pablo, tan agudamente consciente de las fallas y


debilidades de sus cristianos de Corinto, les saluda sin embargo al
principio de su carta con estas palabras: “a ustedes a quienes Dios
santificó en Cristo Jesús y los llamó a ser su pueblo santo, junto
a todos aquellos que por todas partes invocan el nombre de Cristo
Jesús” (1 Co 1, 2). Para el apóstol, los cristianos de Corinto
seguían marcados, por su fe y su bautismo, con el sello de Cristo
y conservaban intacta su vocación a la santidad. El Señor —fuente
de toda santidad— había santificado a los corintios uniéndolos a
Él y comunicándoles el Espíritu Santo y ellos debían ahora
corresponder, viviendo a la altura de su propia vocación cristiana.
El don de Cristo trae a la vez consigo un don y una llamada: “¿No
saben ustedes que son Templo de Dios, y que el Espíritu de Dios
habita en ustedes? Al que destruya el Templo de Dios, Dios lo
destruirá. El Templo de Dios es santo, y ese templo son ustedes”
(1 Co 3, 16-17; 6, 11). El apóstol considera pues que la comunidad
de Corinto sigue siendo templo vivo de Dios, habitado por el
Espíritu Santo, y que ese templo está llamado a permanecer sin
pecado.

La Iglesia para Pablo había sido santificada por Cristo en el


Espíritu. Cristo, que dio su vida por las ovejas (Jn 10, 11-15), es
quien alimenta y cuida sin cesar a su Esposa, la Iglesia (Ef 5, 29).
Así como el tronco del árbol transmite vida a sus ramas, así
también el Señor nos hace participar de su propia vida divina y de
su santidad (Jn 15, 1-5). Es en ese sentido que hablamos de una
Iglesia santa.


Equipo Teyocoyani | 137

Cristo santifica a la Iglesia

La santidad de la Iglesia le viene tan sólo de Jesucristo, que la


transmite a sus miembros como vida nueva en el amor, en el
servicio, en el compromiso por el Reino de Dios.

Si la Iglesia no tuviera la vida de Cristo, dejaría de ser santa. Aún


afectada por el pecado, palpita en ella el corazón de Cristo,
infundiéndole vida, porque la Iglesia es su cuerpo (Rm 12, 5), su
corral y su rebaño (Jn 10, 1-10) y Jesús es el Buen Pastor y guía de
todos los pastores humanos que la gobiernan (1 P 5, 4). La Iglesia
es campo de cultivo y construcción del mismo Dios (1 Co 3,9) y
una novia que se embellece para encontrarse con Cristo, su
prometido (Ap 21, 2) La vida de Cristo se nos comunica a
nosotros por el testimonio de nuestros hermanos y hermanas,
por la Palabra y los sacramentos. “La Iglesia –nos dice el
Catecismo católico- no tiene otra luz que la de Cristo; ella es, según
una imagen predilecta de los Padres de la Iglesia, comparable a la
luna, cuya luz es reflejo del sol” (CIC 748).

Si a veces nos cuesta descubrir su santidad, es porque el pecado


resalta y hace gran ruido, mientras que la santidad generalmente
138 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

es silenciosa. Necesitamos por eso de los ojos de la fe para


descubrirla en el corazón del Pueblo de Dios (Lc 21, 1-4).

La santidad es fundamentalmente apertura al Espíritu, que nos


conduce al seguimiento de Jesucristo. Y ¿cuántas personas no
conocemos ya en nuestras propias diócesis, parroquias,
comunidades y familias, que se entregan a veces con heroica
generosidad al servicio de los demás, compartiendo, orando y
perdonando de corazón, dando testimonio del Evangelio y
comprometiéndose por la justicia? Tales personas están ya dando
su vida por los demás (2 Co 5, 15) y, aunque humanamente
tengan fallas y defectos, en ellas brilla el Espíritu que santifica a la
Iglesia. Los santos y santas universalmente reconocidos son como
luminarias que el Espíritu Santo pone entre nosotros, para
alumbrarnos; el Espíritu los ha colmado de gracias para
enriquecernos a todos. Y en María, la madre del Señor, la Iglesia
realizó ya la plenitud de su santidad. Ella es por eso imagen y
anticipo de lo que el Pueblo de Dios aspira llegar a ser (Ef 5, 27).
Ella «mientras vivió en este mundo una vida igual a la de los demás,
llena de preocupaciones familiares y de trabajos, estaba
constantemente unida con su Hijo y cooperó de modo especialísimo
a la obra del Salvador» (Vaticano II, AL 4).

MARÍA ES LA IGLESIA SIN MANCHA NI PECADO

“La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin


mancha ni arruga. En cambio, los creyentes se esfuerzan
todavía en vencer el pecado para crecer en la santidad. Por
eso dirigen sus ojos a María”.

Concilio Vaticano II (LG, n. 65)


Equipo Teyocoyani | 139

En el rostro de la Iglesia
debe brillar el de Jesucristo
Dios convoca a la Iglesia para reflejar en su rostro el de su
Maestro Jesucristo. Su única vocación es ser sacramento de
Cristo en el corazón de la humanidad, “signo transparente o
modelo vivo” del amor de Cristo que ella anuncia y se esfuerza por
realizar. Por eso, nuestras diócesis, parroquias y comunidades
están llamadas a ser lugares “donde la autoridad se ejerza con el
espíritu del Buen Pastor, donde se viva una actitud diferente frente
a la riqueza, donde se ensayen formas de organización y estructuras
de participación, capaces de abrir caminos hacia un tipo más
humano de sociedad” (Puebla 273).

Pero el Credo no sólo nos dice que la Iglesia es santa, sino


también católica, es decir, universal. El plan divino de salvación se
dirige a toda la humanidad y se le encomienda a la Iglesia.
Católica es la Iglesia en cuanto es Iglesia misionera, abierta a
todos y enviada a todos. Cristo la santifica en función de su
misión, para ser fermento del Reino de Dios.
Comentemos en plenario lo que más nos haya llamado la
atención.
Meditemos: 2 Co 4, 7; 1 Pe 2, 9. Ex 19, 5;Rm 6, 3-4. 11-14. 19;
Col 3, 1-17; Ti 2, 14; 1 Pe 1,14 - 2,2; Fil 4, 8-9.
140 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

RENOVÉMONOS COMO IGLESIA

“Aunque la Iglesia, por virtud del Espíritu Santo, se ha


mantenido siempre como fiel esposa del Señor y nunca ha
dejado de ser un signo de salvación en el mundo, no
ignora, sin embargo, que entre sus propios miembros,
sacerdotes y laicos, a lo largo de tantos siglos, no han
faltado quienes fueron infieles al Espíritu de Dios. Aún en
nuestros días, no se le oculta a la Iglesia que es grande la
distancia entre el mensaje que ella predica y la humana
debilidad de aquellos a quienes se confía el Evangelio. Sea
cual fuere el juicio que la Historia pronuncie sobre estos
defectos, debemos ser conscientes de ellos y combatirlos
valientemente para no perjudicar la difusión del
Evangelio...Por impulso del Espíritu Santo, la Iglesia, como
madre, no deja de exhortar continuamente a sus hijos a
una purificación y renovación, para que el signo de Cristo
brille más claro en el rostro de la Iglesia”.

Concilio Vaticano II (GS 43)

SOLO UNA IGLESIA SANTA ES FECUNDA

“La santidad de la Iglesia es el secreto manantial y la


medida infalible de su laboriosidad apostólica y de su
ímpetu misionero. Sólo en la medida en que la Iglesia,
Esposa de Cristo, se deja amar por Él y Le corresponde,
llega a ser una Madre llena de fecundidad en el Espíritu.”

Juan Pablo II,


Sobre la Misión Cristiana de los Laicos, 17
Equipo Teyocoyani | 141

3. La comunión de los santos...

Según Ef 1,1, ¿quiénes son los santos y santas?


¿Cómo entienden ustedes esta parte del Credo? ¿Qué querrá
decir?

Una comunión eucarística, social y económica

El Credo se refiere aquí de nuevo a la Iglesia, esta vez como


asamblea y comunidad de personas santificadas por Cristo en el
Espíritu. Los santos, en el lenguaje del Nuevo Testamento (Hch 9,
32.41; Ef 1,1; Fl 1,1; 4, 21-22; Col 1, 2. 4; Flm 5; Heb 3,1), son los
varones y las mujeres que formaban las primeras comunidades
cristianas y que habían aceptado a Jesucristo, procurando vivir su
seguimiento. No se trataba de gente sin fallas ni defectos; eran
santos en cuanto que –igual que nosotros- habían sido llamados y
elegidos por Dios para “reproducir la imagen de su Hijo” y “para
que fuera él el primogénito entre muchos hermanos” (Rm 8, 29).
142 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Los “santos” son los fieles


Comunidad de los santos significa entonces lo mismo que
comunidad de los fieles, comunidad de varones y mujeres
creyentes. Y la comunión nace y se nutre por la Eucaristía: “Uno
es el pan y por eso formamos todos un solo cuerpo, porque
participamos todos del mismo pan” (1 Co 10, 17).

La Eucaristía compartida crea la comunión


Cuando en el siglo quinto se incorporó a nuestro Credo esta
expresión de la comunión de los santos, vino a tener dos sentidos
complementarios: significaba por una parte comunión en las
cosas santas, esto es, en la Palabra de Dios y los sacramentos de
la Iglesia, principalmente en la Eucaristía; pero por otra parte
también se entendió —y este es el sentido que conserva
actualmente en el Credo—, como comunión entre los santos, es
decir, como unión de personas creyentes que comparten la vida y
la misión. Unión que abarca tanto a los vivos como a los muertos
y que une a los fieles de hoy con los mártires y justos del pasado.
Equipo Teyocoyani | 143

La participación en la eucaristía comunitaria forma entre los que


comulgan una comunidad; el pan compartido genera la comunión
de los santos. “Así reconocerán todos que ustedes son mis
discípulos: si se tienen amor unos a otros” (Jn 13, 35).

Para los primeros cristianos,


la comunión era también económica
Nos resulta difícil captar hoy toda la profundidad que tuvo para
los primeros cristianos ese sentido de comunión: ésta se vivía
como convivencia fraterna, participación y corresponsabilidad,
solidaridad y apoyo mutuo.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, el evangelista Lucas


incluye dos retratos bastante idealizados de la primera
comunidad de Jerusalén (Hch 2, 42-47; Hch 4, 32-37), con el fin
que pudiera servir de modelo a los cristianos de fines del siglo
primero. Estos pasajes contienen un mensaje muy importante
para nosotros: aquellos primeros cristianos y cristianas daban
testimonio de la Resurrección de Cristo compartiendo sus bienes.
La comunión fraterna era también económica.

“Nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que todo lo


tenían en común. Dios confirmaba con su poder el testimonio de los
apóstoles respecto de la Resurrección del Señor, y todos vivían algo
maravilloso. No había entre ellos ningún necesitado...” (Hch 4,
32b-34a). En cuanto a vender posesiones propias para remediar
las necesidades de los pobres, fue un voluntario gesto entusiasta
de algunos cristianos pudientes de Jerusalén, y no una ley
obligatoria (Hch 5, 4). Lucas no transmite esto como una norma
general, sino como gesto inspirador.
144 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Para nosotros lo fundamental es asimilar el espíritu que animaba


aquellos primeros cristianos: nadie pasaba entre ellos necesidad
mientras otros tuvieran cómo apoyarle. Quienes poseían bienes
económicos (casas, fincas, negocios), compartían sus beneficios
con los más pobres de las comunidades (Hch 12, 12; Ti 3, 14; Fil
4, 16-19; Rm 16, 1-2).

Ese mismo espíritu se mantuvo igualmente entre las


comunidades fundadas por el apóstol Pablo. Los cristianos de
Grecia, que estaban más holgados económicamente, enviaron
una fuerte suma de dinero a los cristianos de Jerusalén, que
atravesaban por una gran crisis económica (2 Co 8, 20). La
solidaridad cristiana se extendía así entre comunidades de
diferentes países, razas y culturas. En Rm 15, 27 Pablo mismo nos
da la razón: “Lo han decidido y, en realidad, se lo debían. Pues si los
paganos participaron de los bienes espirituales de los judíos, deben
a su vez servirlos en lo material”. Se trataba por tanto de un
intercambio fraternal: mientras los judíos habían enriquecido con
la Buena Nueva a los griegos, ahora éstos estaban dispuestos a
compartirles sus bienes económicos.
Equipo Teyocoyani | 145

De esta manera tan admirable se vivía la comunión entre


cristianos. Si las diferentes comunidades participaban en común
de los bienes de la salvación, ¿no iban a comunicarse acaso
también los bienes materiales? Y Pablo nos aclara cuál era la
medida de ese intercambio: “No se trata de que otros tengan
comodidad y ustedes sufran escasez. Busquen la igualdad; al
presente, ustedes darán de su abundancia lo que a ellos les falta, y
algún día ellos tendrán en abundancia para que a ustedes no les
falte” (2 Co 8, 13-14).
Vemos pues que aquel gran dinamismo fraterno de las primeras
comunidades no se limitaba a compartir unos mismos bienes del
Espíritu, sino que se hacía concreto y palpable compartiendo
también el fruto del propio trabajo.

Una comunión eclesial

Como comunión fraterna, como comunión de los santos, la Iglesia


está edificada sobre una misma fe (Ef 4, 1-6; 1 Jn 1, 3-4. 6-7) y
unos mismos sacramentos. Lo que une profundamente a la
Iglesia es compartir la Palabra y la Eucaristía. De ahí surgen la fe,
la conversión y el amor fraterno. Al servicio de esta comunión
existe la organización eclesial: la parroquia, en unión a la Iglesia
local congregada alrededor de su respectivo Obispo, que actúa
como vínculo con el sucesor de Pedro. El Papa es el encargado
de mantener la comunión en la Iglesia universal (Mt 16, 18; Jn 21,
15-18; Lc 22, 32). Y Cristo sigue siendo el corazón de la unidad de
la Iglesia (Ef 4, 15-16; 1 Pe 5, 3; 1 Co 1, 11-13)

Es el Espíritu Santo quien sustenta la comunión de los santos y por


eso en el Credo ésta se proclama junto con la profesión de fe en el
Espíritu.
146 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Reflexionemos

1. ¿Vivimos hoy también nosotros ese espíritu solidario de


los primeros cristianos? ¿De qué formas?
2. ¿Nos animan nuestras eucaristías dominicales a la
solidaridad entre nosotros y con los pobres de
Nicaragua y del mundo?

Meditemos: Hch 2, 42-47; Hch 4, 32-37; Gal 3, 27-29; Gal 2, 9-


10; Rm 15, 25-28; 1 Co 16, 1-4; 2 Co 8 y 9; Hch 11, 27-30; Ef 4, 1-
6; 1 Jn 1, 3-4. 6-7; 1 Co 12, 26-27; 1 Co 10, 24; 1 Co 1, 9; 2 Co 13,
14; 1 Jn 1, 5-10.

EXPERIENCIAS DE VIDA

Jóvenes cristianos que comparten


con los ancianos
En el Barrio San Judas de Managua existe una comunidad cristiana
que tiene un grupo juvenil llamado “Grupo La Amistad”; son jóvenes
entre 15 y 23 años, llenos de energía y alegría. Hace 4 años,
sintieron que su fe les impulsaba a hacer algo más que simplemente
encontrarse para jugar y formarse. Decidieron entonces visitar una
Equipo Teyocoyani | 147

vez al mes el Hogar de Ancianos de Jinotepe, donde un domingo


por la mañana entretienen a los ancianos y les presentan
espectáculos de títeres o payasos que ellos mismos preparan, o
también bailan con ellos haciéndolos reír. A cada viejito o viejita le
llevan algún cariñito, aunque sea un caramelo. Para recaudar
fondos, los jóvenes organizan rifas o venden comidas y con el dinero
que recogen compran para el asilo víveres, jabón, pasta dental,
papel higiénico o aceite...Los viejitos se pasan el mes entero
esperando el día de su visita y ya se conocen todos y todas por su
propios nombres. Después de la velada recreativa, los jóvenes
organizan una celebración de la Palabra y reflexionan desde su fe
con los ancianos.

Solidarios por el Reino


Alemania es un país muy desarrollado y con un nivel de vida muy
alto. Al sur del país vive un grupo de profesionales cristianos, tanto
católicos como luteranos. Son maestros y maestras de secundaria,
amas de casa y el coordinador es un ingeniero agrimensor. Ellos
ganan suficiente dinero para mantener bien a sus familias y
cuentan con seguridad social, viviendas y educación para sus hijos.
Pero como cristianos sienten dolor ante la injusticia que hay en el
mundo y saben que parte de su bienestar proviene de un comercio
mundial que beneficia a los países grandes y poderosos como el
suyo. Por eso han decidido privarse de lujos y comodidades
innecesarias y compartir con otros que carecen incluso de lo
necesario. Desde hace ya 10 años apoyan una serie de proyectos
sociales en Nicaragua: un proyecto de becas de estudios para
jóvenes de escasos recursos, proyectos de salud y agricultura. En
vez de gastarse su dinero en sí mismos, se privan para compartir con
nosotros.
¿Qué nos llama más la atención de estas historias?
¿Podríamos relacionarlas con la parte del Credo que habla sobre “la
comunión de los santos”? ¿De qué forma? ¿Qué otros ejemplos
podríamos sobre cómo practicar “la comunión de los santos”?
148 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

COMUNIÓN CON CRISTO Y EN CRISTO

“La Iglesia es una comunión. ¿Qué quiere decir en este caso


comunión? Iglesia quiere decir comunión de los santos. Y
comunión de los santos quiere decir una doble participación
vital: la incorporación de los cristianos a la vida de Cristo, y la
circulación de una idéntica caridad en todos los fieles, en este y
en el otro mundo. Unión a Cristo y en Cristo; y unión de los
cristianos dentro de la Iglesia”

Pablo VI
Alocución del 8 de junio de 1966

LA COMUNIÓN HA DE SER TAMBIÉN


ECONÓMICA, SOCIAL Y POLÍTICA
“La comunión que ha de construirse entre los hombres abarca el
ser, desde las raíces de su amor y ha de manifestarse en toda la
vida, aún en su dimensión económica, social y política.
Producida por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es la
comunicación de su propia comunión trinitaria”.

Documentos de Puebla, 215

EL BIEN DE CADA UNO SE CONVIERTE


EN EL BIEN DE TODOS
“Ésta es la Comunión de los Santos que profesamos en el
Credo: el bien de todos se convierte en el bien de cada uno,
y el bien de cada uno se convierte en el bien de todos. En la
Santa Iglesia –escribe San Gregorio Magno- cada uno
sostiene a los demás y los demás le sostienen a él”

Juan Pablo II
Sobre la Misión de los Laicos, 28
Equipo Teyocoyani | 149

4.El perdón de los pecados...

Reflexionemos

1. ¿Qué importancia tiene para nosotros el perdón?


2. Contémonos experiencias personales de haber sido
perdonados o de haber perdonado (escojamos después
alguna de ellas para compartir en plenario).
3. ¿Qué pasajes del Evangelio recuerdan en que Jesús
perdona a alguien? Compartamos las historias con el
grupo.

“No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mc 2,


17b). Con estas palabras explicó Jesús su actitud de sentarse a la
mesa con publicanos y pecadores, ante la crítica y la
incomprensión de los maestros de la Ley. Ellos no podían
comprender que compartiera la mesa con cobradores de
150 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

impuestos, prostitutas y gente que ejercía profesiones contrarias


a la Ley israelita. A pesar de ser judíos, los publicanos servían a
Roma para recaudar sus pesados impuestos y sacaban provecho
del sudor y la sangre de los pobres.

En la cultura israelita, al compartir la mesa se suprimían las


barreras sociales y se establecía comunidad. Hoy también es así,
pero lo era mucho más entonces. Un fiel judío no se sentaba
jamás a la misma mesa con un no-judío, pues entre ellos no era
posible la comunidad. Tampoco entre amos y esclavos o entre
personas de diferente condición social se compartía una misma
mesa.

Jesús compartió la mesa con los pecadores


Al sentarse Jesús con las personas menos estimadas de aquella
sociedad, provocaba escándalo. Su actitud iba en contra de todas
las costumbres de la época. Su gesto expresaba la acción
simbólica de un profeta que, actuando en nombre de Dios,
restablecía la comunidad con aquellas personas excluidas y
menospreciadas. Por la vía de los hechos y no de las palabras,
estaba comunicándoles el perdón, la acogida y aceptación de
parte de Dios, y la posibilidad de un nuevo comienzo en sus vidas.
El banquete con los pecadores era asimismo un adelanto del
banquete celestial, preparado por Dios en su Reino definitivo (Mt
8, 11; Lc 14, 16-24; Is 55, 1-3. 6-7).

Jesús primero ofrecía el perdón,


luego invitaba a la conversión
Como el padre de la parábola que corría a abrazar a su hijo antes
de que éste le pidiera perdón (Lc 15, 20), Jesús mismo se
Equipo Teyocoyani | 151

acercaba a estas personas para perdonarlas y ofrecerles su amor.


Quizás nadie notó tan claramente esa actitud del Señor como
aquella mujer pecadora que cubrió de besos, lágrimas y perfume
sus pies (Lc 7, 36-50). Jesús no le había criticado ni exigido nada;
al contrario, ella se sintió amada por él, y por eso recapacitó y
derramó lágrimas de arrepentimiento. La acogida del Señor
provocaba la reacción de arrepentimiento.

“El Reino de Dios se ha


acercado” anunció
Jesús en Galilea al
comienzo de su predi-
cación (Mc 1, 15). Y la
cercanía del Reino se
hacía palpable en su
propia actitud de salir
él mismo a los caminos de Palestina en busca de las ovejas perdi-
das de Israel (Lc 15, 1-7; Mt 15, 24). El ofrecimiento del perdón
venía en primer lugar, antes de la exigencia de conversión. Sólo
después de ese acercamiento misericordioso venía, en segundo
lugar, la invitación: “Tomen otro camino y crean en la Buena
Nueva” (Mc 1, 15). También a la mujer adúltera que iba a ser ape-
dreada mostró Jesús primero su bondad y su misericordia, y sólo
después la invitó a cambiar de vida (Jn 8, 1-11).

Reflexionemos

1. Leamos Jn 8, 1-11: ¿Cuáles son aquí las actitudes de Jesús?


2.Leamos Rm 5, 6-8: ¿en qué circunstancias se ofreció Jesús por
nosotros?
3. ¿Cómo recibimos hoy nosotros el perdón del Señor?
152 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Cristo se ofreció por nosotros,


antes de nuestra conversión
El apóstol Pablo destaca que la muerte en cruz fue un acto de
puro amor, pues Jesús se entregó por nosotros antes de que nos
hubiéramos convertido (Rm 5-6-11). En la cruz volvía a suceder lo
que ya había pasado durante la vida pública de Jesús: que Dios
nuevamente abría sus brazos en un gesto de acogida paternal,
brindando su perdón y su reconciliación. Cualquier pecado podía
ser perdonado.

La buena noticia del Evangelio se manifestaba ahora nuevamente


y en forma definitiva, sellada ya por la muerte y resurrección de
Cristo: Dios perdonaba y nos ofrecía restablecer la comunión con
Él.

Cristo resucitado envió a perdonar


los pecados
Tras su crucifixión, el Resucitado comunicó a los discípulos el
Espíritu Santo y los envió a perdonar los pecados, primero de
Israel y luego de toda la humanidad: “Así como el Padre me envió a
mí, así los envío a ustedes”. Dicho esto, sopló sobre ellos: “Reciban
el Espíritu Santo; a quienes ustedes perdonen, queden perdonados,
y a quienes no libren de sus pecados, queden atados” (Jn 20, 21-22;
Lc 24, 45-49; Hch 5, 30-31; 4, 26).

Por el bautismo acogemos el perdón de Dios


Ante ese don tan inmerecido, ¿no valía la pena responder con
generosidad y ponerse a caminar por los caminos de Jesús? (Rm
2, 4; 5, 21). Muchos oyentes del anuncio apostólico despertaron a
la fe en Jesucristo y respondieron con un cambio de vida. Para
Equipo Teyocoyani | 153

sellar su compromiso, recibieron el bautismo. “Y ahora, ¿qué


esperas? Levántate –le dijo Ananías a Saulo- bautízate y lávate de
tus pecados invocando su Nombre” (Hch 22, 16). Y al ministro de la
reina de Etiopía le dijo Felipe: “Si crees con todo tu corazón,
puedes recibir el bautismo”. Él contestó: “Creo que Jesucristo es el
Hijo de Dios” (Hch 8, 37).

Por medio del sacramento del bautismo (unido siempre a la fe)


nos hacemos partícipes de la muerte y la resurrección de Cristo
(Rm 6, 3-4). Al sumergirnos en las aguas bautismales, o
dejándolas correr sobre nuestras cabezas, somos
sacramentalmente sepultados con Cristo para resucitar con Él a
una vida nueva (1 Co 6, 11). En el agua de la pila bautismal queda
muerto el hombre viejo. La vida nueva en Cristo se despliega
luego a lo largo de toda nuestra vida; es ahí donde se realiza el
significado del sacramento. Por eso decía San Basilio: “Toda la
vida humana es el tiempo del bautismo”.

Cuando el Credo proclama el perdón de los pecados, lo relaciona


ante todo con el bautismo. “Creo en un solo Bautismo para el
perdón de los pecados”, declara abiertamente el otro Credo más
largo que proclamamos a veces los domingos en la misa.

La penitencia: otro sacramento del perdón


Sin embargo, los apóstoles recibieron del Señor resucitado el
poder de perdonar pecados (Mt 18, 18; Jn 20, 23) y por eso la
Iglesia estableció, además del bautismo, otro sacramento para
poder conceder el perdón a quienes pecaban después de haber
sido bautizados. El sacerdote en tales casos actúa en lugar de
Cristo y reconcilia al penitente con Dios y con la comunidad.
154 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

El sacramento de la penitencia restablece la gracia bautismal, por


lo que ha sido llamado “bautismo de lágrimas”. “Quienes se
acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia
de Dios el perdón de la ofensa hecha a Él y al mismo tiempo se
reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron pecando, la cual, con
caridad, con ejemplos y con oraciones, les ayuda en su conversión”
(Vaticano II, LG 11b).

El sacramento de la penitencia, también llamado de la


reconciliación, hace posible un encuentro entre la misericordia
divina y el penitente arrepentido. Tan sólo se requiere de una
actitud sincera de conversión. El perdón sana al pecador y lo
reconcilia con Dios y la comunidad eclesial. Esta reconciliación es
fruto del Espíritu Santo (Jn 20, 22) y el Credo incluye por eso el
perdón de los pecados dentro de nuestra confesión de fe en el
Espíritu Santo.

Hay que compartir el perdón recibido


Jesucristo quiere que el perdón de Dios lo compartamos también
con el prójimo: “Quede bien claro que si ustedes perdonan las
ofensas de los hombres, también el Padre celestial los perdonará.
En cambio, si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el
Padre los perdonará a ustedes” (Mt 6, 14-15; 18, 21-22; 18, 23-35;
6, 12).

Un especialista en Sagradas Escrituras explica muy bien este


pasaje: “Si no perdonamos, no hay perdón. ¿Por qué? Perdonar es
otra manifestación del amor: perdona porque ama. Los que se
cierran al amor, negándose a perdonar, no pueden recibir el amor
que Dios les ofrece. Cerrarse al amor con los demás significa
cerrarse al amor que Dios quiere dar. Y, no es que Dios no quiera
Equipo Teyocoyani | 155

perdonarnos, es que no puede, porque somos incapaces de recibir


amor, porque no tenemos sitio para el amor” (Juan Mateos, El
Sermón del Monte).

Ser testigos de la reconciliación en un mundo


dividido por el pecado
Si Dios nos ha reconciliado con Él perdonándonos, debemos
nosotros ahora ser testigos de la reconciliación en un mundo
dividido por el pecado. El pecado es todo aquello que rompe la
comunión con Dios y con los hermanos y hermanas, impidiendo
la realización del proyecto de Dios para la humanidad.

Para ser testigos de la reconciliación es necesario luchar contra el


pecado, que siembra muerte y destrucción en nuestro mundo.
Desde dentro de nosotros el mal es una fuerza que acaba
moldeando las mismas costumbres e instituciones de los pueblos,
que luego influyen en la vida de millones de personas. Ahí es
donde descubrimos “una situación de pecado” que mantiene a
millones de personas en la injusticia y la opresión (Documentos
de Medellín). “En este sentido, la situación de miseria,
156 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

marginación, injusticia y corrupción que hiere a nuestro continente,


exige del Pueblo de Dios y de cada cristiano un auténtico heroísmo
en su compromiso evangelizador, a fin de poder superar semejantes
obstáculos” (Puebla 281). No hay forma más eficaz de combatir el
mal en nuestro mundo que “buscar ante todo el Reino y la Justicia
de Dios” (Mt 6, 33) y poner nuestra propia vida al servicio de los
valores del Reino (Mt 5, 1-12).
Meditemos: Is 1, 12-20; 55, 6-7; 44, 21-22; Sir 5, 2-7; Jer 2, 12-13. 19; Jer 31,
33-34; Ez 36, 22-30; Sal 85; Lc 7, 48-49; Lc 15; 18,9-14; 19, 1-9; 23, 34. 36-50;
7, 42-43; Jn 8, 1-11; Rm 5 y 6; Ti 3, 3-7.

El pecado
“Pecado es aquello que dio muerte al Hijo de Dios y pecado sigue siendo
aquello que da muerte a los hijos de Dios. Esa verdad fundamental de la
fe, la vemos a diario en situaciones de nuestro país. No se puede ofender a
Dios sin ofender al hermano. No es, por ello, pura rutina que repitamos
una vez más la existencia de una estructura de pecado en nuestro país”.

“¿Qué puedo hacer y no hice? ¿Qué hice mal? Porque soy el primero en
reconocer como todo ser limitado, humano, que no todo lo que he
hecho, es bueno. Que al decirle al Señor en la Misa que me perdone por
pecados de omisión, estoy señalando el capítulo más misterioso de la
maldad de cada corazón, lo que pudo hacer y no se hizo. ¡Cuánto vacío
en la vida, cuánto bien dejamos de hacer!”

“Querer hablar únicamente de confesarse para no tener pecados uno, pero
luego no luchar también contra la injusticia del ambiente, no es ser
verdadero pueblo de Dios. Es necesario que, junto con el esfuerzo por no
tener yo pecados personales, trabaje también para arrancar los pecados
sociales y de raíz, contra el poder del infierno y del demonio”.
Monseñor Oscar Arnulfo Romero
Equipo Teyocoyani | 157

Reflexionemos

1. ¿Podría señalar dos o tres puntos nuevos que haya


aprendido de esta explicación sobre el perdón de los
pecados?
2. Comente esta frase de Monseñor Romero: «Es
necesario que, junto con el esfuerzo por no tener yo
pecados personales, trabaje también para arrancar los
pecados sociales de raíz».
3. ¿Qué situaciones de pecado descubrimos hoy en
nuestro país y qué podemos hacer frente a ellas?

5. La Resurrección de la carne y la
vida eterna, amén.
¿Cambia algo en nuestra vida si creemos o no en
la Resurrección? ¿Qué cambia para nosotros?

¡Cuánta entrega y esperanza, cuánto sacrificio y amor ha


despertado el anuncio de la Resurrección de Cristo, proclamada
por los apóstoles hace dos mil años! Se trata de un
acontecimiento que todavía hoy marca profundamente nuestras
propias vidas, porque seguimos experimentando al Señor
presente en medio de nuestras comunidades. El Resucitado actúa
hoy en la Iglesia, y con su Resurrección ha entrado una corriente
de vida nueva en la humanidad.

Cristo vencedor de la muerte anticipa nuestra propia


resurrección: también nosotros viviremos con Él después de pasar
158 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

por nuestra propia muerte. “Miren mis manos y mis pies, soy yo.
Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene carne ni huesos,
como ustedes ven que yo tengo” (Lc 24, 39). Creemos en la
resurrección de la carne, en la existencia de una vida nueva en la
que participaremos con Cristo, una vez transfigurados y
glorificados.

El apóstol Pablo explica este misterio con una comparación: dice


que será como cuando uno siembra una semilla que se pudre en la
tierra y luego nace una planta (1 Co 15, 36-38). “Lo que tú
siembras no revive si no muere”. Es necesario primero morir para
poder llegar a ser transformados y entrar así a esa nueva
dimensión de la vida, que Dios tiene reservada para nosotros, en
la que nuestra existencia corporal no estará ya atada a tiempos ni
lugares, ni tampoco sufriremos privaciones ni enfermedades (Mt
22, 30; Ap 21, 4).

“Se siembra lo corruptible, resucita incorruptible;


se siembra lo miserable, resucita glorioso;
se siembra lo débil, resucita fuerte;
se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual”
(1 Co 15, 42-44).
Equipo Teyocoyani | 159

Se trata de una existencia corporal pero muy diferente de la


actual. Por eso es que los discípulos no reconocían a Jesús
resucitado, porque estaba transfigurado. Y también nosotros
seremos transfigurados con Él, dice Pablo: “Cristo Jesús el
Señor...cambiará este nuestro humilde cuerpo y lo hará semejante a
su propio cuerpo, del que irradia su Gloria, usando esa fuerza con la
que puede someter a sí todas las cosas” (Fil 3,21).

Vale la pena vivir y «morir» por Cristo


Nuestra fe en la resurrección no significa tan sólo esperar un futuro con
Cristo más allá de la muerte; significa confesar que hoy todavía vale la
pena vivir y “morir” con Cristo (2 Co 5, 15), compartiendo los logros y
alegrías, pero también las penas y dolores de nuestro pueblo,
desviviéndonos por crear condiciones de vida más humanas y dignas.
La vida nueva del Resucitado brilla ya desde ahora en nosotros si
practicamos el amor solidario, y tanto más, cuanto mayor sea nuestra
entrega. El amor y la solidaridad son una señal anticipada de la
Resurrección. “Hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a
nuestros hermanos” (1 Jn 3, 14). El Evangelio de Juan afirma que si
creemos en Cristo y escuchamos su palabra, vivimos ya de vida eterna y
hemos pasado de la muerte a la vida (Jn 5, 24).
El Resucitado nos transmite fuerza y coraje para oponernos a las
condiciones de muerte que por todas partes nos rodean en Nicaragua, y
para sembrar vida y esperanza en nuestras comunidades.

Nuestros esfuerzos por lograr un mundo más humano, fraterno y


solidario, encontrarán un día su plenitud en la Resurrección. “Así, pues,
hermanos míos muy amados, sigan firmes y no se dejen impresionar.
Progresen siempre en la obra del Señor, sabiendo que con él nuestras
penas no son en vano” (1 Co 15, 58). Así alentaba Pablo a los cristianos
de Corinto después de exponerles el misterio de la Resurrección.
160 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

Más allá de lo que logremos en nuestra vida, nuestro compromiso por el


Reino será un día recogido por Cristo, quien lo llevará a su plenitud en la
Resurrección. Dios mismo concluirá la obra.
Con el «amén» que significa «así es» o «así lo creo» al final del creo,
cada creyente confirma con su propio acto de fe la confesión de fe de la
Iglesia. El Credo inició con un «yo creo» personal y acaba de nuevo
confirmándolo con el amén.

Reflexionemos

1. Compartamos nuestras reflexiones sobre el tema de la


vida eterna.
2. Leamos y comentemos en grupo 1 Co 15, 12-20. 35-44.
3. ¿Qué signos de resurrección encontramos en nuestras
comunidades? ¿Está ya presente en nuestras
comunidades la vida eterna? (1 Jn 3,14). Demos hechos
concretos.

Meditemos:1 Co 15; Rm 6, 3-14; Ef 2, 4-6; 2 Co 4, 14; 1 Tes 4, 13-


18; Fil 3,20;Mt 20, 30; Ap 1, 17; Jn 5, 28-29. 39-40. 44. 54. 58; Jn
11,1- 46; 14, 3.
Equipo Teyocoyani | 161

CONTENIDO
PRESENTACIÓN ………………………………………………………………………………….. 3

CREO EN DIOS PADRE …………………………………………………… 7


1. ¿POR QUÉ TENEMOS UN CREDO? ……………………………………. 11

ISRAEL EN EL ANTIGUO TESTAMENTO TAMBIÉN TENÍA SU CREDO ......................... 14


LAS TRES PARTES DEL CREDO APOSTÓLICO ...................................................... 16
AL REZAR EL CREDO, PROCLAMAMOS QUE DIOS CAMINA CON NOSOTROS ............. 18
¿CÓMO SE DESARROLLÓ EL CREDO? ............................................................... 18

2. CREO EN DIOS…………………………………………………………….. 24

CAMINEMOS CON ABRAHAM,EL PADRE DE LA FE ............................................... 24


UN EJEMPLO DE CONFIANZA EN EL SEÑOR (MT 8,5-13) ...................................... 32
CREER, ¿QUÉ SIGNIFICA REALMENTE? .............................................................. 34
LA FE ES UNA NUEVA MANERA DE VIVIR ............................................................ 35

3. ..PADRE TODOPODEROSO, CREADOR DEL CIELO Y DE LA


TIERRA………………………………………………………………………. 41

EXPERIENCIAS DE VIDA ........................................................................... 42


Viviendo con gratitud y asombro 42
Una conversión al Dios creador 43
¿Un Dios que también es Madre? 43
Carta al Padre Luis 44
SI CREEMOS EN EL DIOS CREADOR... ................................................................ 50

4. CREO EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR..... 52

MC 8, 27-33: JESÚS ES EL CRISTO ................................................................... 52


JESUCRISTO ES MÁS QUE UN NOMBRE… ........................................................... 53
JUAN 13, 2-17: JESÚS ES EL MAESTRO ............................................................. 54
MARCOS 15, 33-40: JESÚS ES EL HIJO DE DIOS ................................................. 55
«Hijo de Dios» se llamaba al rey, al pueblo o al Mesías... 56
Pero Jesús es el Hijo único del Padre 56
Jesús mismo evitó usar el título de «Hijo de Dios» 57
Confesar que Jesús es el Hijo, significa seguirlo 57
FILIPENSES 2,6-11: JESÚS ES EL SEÑOR ........................................................... 59
162 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

CREO EN JESUCRISTO …………………………………………………… 61


5. QUE FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU
SANTO, NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN.............................. 65

DIOS Y HOMBRE VERDADERO ................................................................. 66


Jesús fue plenamente humano 66
Con Jesús se inicia una nueva creación 68
En María se cumplen las antiguas promesas 70

6. PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO, FUE CRUCIFI-


CADO, MUERTO Y SEPULTADO ……………………………………… 74

LA MUERTE DE JESÚS FUE LA CONSECUENCIA DE SU VIDA .................. 74


Las manifestaciones del Reino de Dios 78
Reacciones del pueblo ante Jesús 78
Denuncias de Jesús que provocaron su muerte 79
Los responsables de la muerte de Jesús 80
Interpretaciones de la muerte de Jesús 81
¿Qué hacer ante el dolor humano? 84

7. DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS ………………………………………. 84

CRISTO ABRE LAS PUERTAS DE LA SALVACIÓN A TODA LA HUMANIDAD .................. 87

8. AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS …………. 89

¡CRISTO HA RESUCITADO! ....................................................................... 90


Las confesiones de fe 90
Los relatos de la tumba vacía 92
Las apariciones del Resucitado 93
Al tercer día 94
Conclusión pastoral 96

9. SUBIÓ A LOS CIELOS Y ESTÁ SENTADO A LA DERECHA DE


DIOS, PADRE TODOPODEROSO ……………………………………… 97

LA ASCENSIÓN ES OTRA CARA DE LA MISMA RESURRECCIÓN .............. 98

10. DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS... 102

EL JUICIO SERÁ DE AMOR ...................................................................... 103


Dios quiere que todas las personas se salven 104
Es Jesús quien juzgará y eso nos da confianza 105
Equipo Teyocoyani | 163

El Juicio acontece ahora mismo 106


En el Juicio final, Cristo será la medida 107

CREO EN EL ESPÍRITU SANTO …………………………………….. 109


1. CREO EN EL ESPÍRITU SANTO.............................................. 113

EL ESPÍRITU SANTO EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS ........................................ 114


¿CÓMO PODEMOS RECONOCER LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO? .................. 117
¿CÓMO SE MANIFIESTA EL ESPÍRITU EN NUESTRA VIDA DIARIA? .......................... 120
PROFUNDICEMOS ....................................................................................... 123
No hay vida cristiana sin el Espíritu Santo 123
El Espíritu reparte sus dones a la comunidad 124
El Espíritu inspira la profecía 125
El Espíritu nos inspira a seguir a Jesús 126
El Espíritu actúa también en la humanidad entera y en la Creación 127

2. LA SANTA IGLESIA CATÓLICA.............................................. 130

Nuestra fe es únicamente en Dios 130


EXPERIENCIAS DE VIDA ......................................................................... 132
El perdón de la viuda 132
El testimonio de Carmencita 133
PROFUNDICEMOS ........................................................................................133
La Iglesia es santa y pecadora 134
CRISTO SANTIFICA A LA IGLESIA ..................................................................... 137
EN EL ROSTRO DE LA IGLESIA DEBE BRILLAR EL DE JESUCRISTO........................... 139

3. LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS........................................... 141

UNA COMUNIÓN EUCARÍSTICA, SOCIAL Y ECONÓMICA....................................... 141


Los “santos” son los fieles 142
La Eucaristía compartida crea la comunión 142
Para los primeros cristianos, la comunión era también económica 143
UNA COMUNIÓN ECLESIAL ........................................................................... 145
EXPERIENCIAS DE VIDA ......................................................................... 146
Jóvenes cristianos que comparten con los ancianos 146
Solidarios por el Reino 147
164 | C a t e q u e s i s s o b r e E l C r e d o

4. EL PERDÓN DE LOS PECADOS............................................. 149

Jesús compartió la mesa con los pecadores 150


Jesús primero ofrecía el perdón, luego invitaba a la conversión 150
Cristo se ofreció por nosotros, antes de nuestra conversión 152
Cristo resucitado envió a perdonar los pecados 152
Por el bautismo acogemos el perdón de Dios 152
La penitencia: otro sacramento del perdón 153
Hay que compartir el perdón recibido 154
Ser testigos de la reconciliación en un mundo dividido por el pecado 155

5. LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE Y LA VIDA ETERNA……….. 157

¿Cambia algo en nuestra vida si creemos o no en la Resurrección? ¿Qué


cambia para nosotros? 157
Vale la pena vivir y «morir» por Cristo 159

CONTENIDO........................................................................................... 161

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