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En una concepción mucho más moderna de la escuela, como formación integral del ni-
ño, el área de Lengua también debe ampliar sus objetivos y abarcar todos los aspectos rela-
cionados con la comunicación. En la sociedad moderna y tecnificada en la que vivimos, a
menudo nos encontramos en situaciones "especiales" o "complicadas", que tienen conse-
cuencias trascendentales en nuestra vida (trabajo, dinero, amistades, decisiones, etc.). Por
ejemplo: hacer una exposición ante un grupo numeroso de personas, entrevistarnos para
conseguir trabajo, realizar una prueba oral (oposiciones, juicios, exámenes, etc.), dialogar
por teléfono con desconocidos, participar en un programa de radio o de televisión, dejar
mensajes en un contestador automático, declararnos a la persona amada, etc.
La vida actual exige un nivel de comunicación oral tan alto como de redacción escrita.
Una persona que no pueda expresarse de manera coherente y clara, y con una mínima co-
rrección, no sólo limita su trabajo profesional y sus aptitudes personales, sino que corre el
riesgo de hacer el ridículo en más de una ocasión. El comentario irónico que hasta estos
momentos se había reservado para los escritos con faltas de ortografía, ya se empieza a
aplicar a la persona que por sistema no responde a lo que se le pregunta, a la que se encalla
cuando habla, a la que se pierde en digresiones durante una exposición, o a la que comete
muchas incorrecciones gramaticales.
1 Con alguna ligera modificación (sobre todo, recortes, pequeñas correcciones y adaptaciones), el texto teórico
traslada apartados completos del texto de Daniel Cassany, Marta Luna y Glòria Sanz Enseñar lengua (Barcelo-
na: Graó, 1994), «6.3. Expresión oral», págs. 134-192.
2 Reitero lo apuntado como comentario en el archivo «02_Tema 3, texto 8. La comprensión oral»: el texto
que manejamos para nuestras clases es de 1994, por lo que sus autores no recogieron las TIC como instru-
mento esencial para todas las actividades que podrían relacionarse con el uso del vídeo y del magnetófono.
Pero a cualquiera de los alumnos de esta asignatura le resultará sencillo vincular las actividades descritas por
Cassany, Luna y Sanz con las enormes posibilidades que pueden brindar hoy por hoy las TIC.
exámenes orales, exposiciones, etc.). En definitiva, hay que ampliar el abanico expresivo del
alumno, de la misma manera que se amplía su conocimiento del medio o su preparación
física o plástica (que ya ha iniciado antes de llegar a la escuela).
Sería un gran disparate pretender que los niños aprendieran a hacer las actividades ante-
dichas sin ningún tipo de ayuda en la escuela, sin instrucción formal. El mundo de la ense-
ñanza está tomando conciencia lentamente de este cambio. Han aparecido algunos libros
sobre esta cuestión, que proponen materiales para trabajar en clase, y es de esperar que se
publiquen muchos más en un futuro inmediato. Se ha tratado el tema en seminarios, cursi-
llos y escuelas de verano. Y, finalmente, la última reforma educativa que vivimos incorpora
en los programas un tratamiento extenso y variado de la lengua oral, casi equivalente al de
la lengua escrita. Seguramente es la primera vez que ocurre esto en nuestro país y esta in-
novación debe entenderse como una de las más importantes de la Reforma.
Pero, a pesar de todo, muchos profesores siguen siendo escépticos sobre el tema. No
sabemos cómo podemos trabajar esta habilidad en clase. Nadie nos ha enseñado a enseñar
sobre esto, hay pocos materiales disponibles, etc. Además, cuando te decides a poner en
práctica alguna técnica, puedes tener la sensación de perder el tiempo, de no avanzar, y se
hace difícil controlar el ejercicio (los alumnos hablan al mismo tiempo y gritan más de lo
previsto) y de evaluarlo. Se trata de los típicos problemas, fruto de la inexperiencia, la inse-
guridad y la falta de formación en un apartado que, como decíamos, ha sido demasiado
desatendido. Pero todo esto se puede superar con una buena disposición, la práctica y ga-
nas de aprender.
Vale la pena esbozar una tipología esquemática de textos orales para poder estudiar las
necesidades de expresión que pueden tener los alumnos. En una primera clasificación, po-
demos distinguir tres tipos de situaciones comunicativas, según el número de participantes.
El primer tipo está formado por situaciones comunicativas singulares, como por ejemplo
un discurso político, una exposición magistral o una canción grabada. En la comunicación
singular, un receptor o más no tienen la posibilidad inmediata de responder y, por lo tanto,
de ejercer el papel de emisor. El segundo tipo serían las situaciones comunicativas duales,
que se dan por ejemplo en una llamada telefónica, en un diálogo de dos amigos o en una
entrevista. En éstas, dos interlocutores pueden adoptar alternativamente los papeles de
emisor y de receptor. Finalmente, podríamos distinguir un tercer tipo, las situaciones co-
municativas duales y plurales, en las que tres interlocutores o más pueden adoptar alternati-
vamente los papeles de emisor y de receptor. Estas situaciones se presentan por ejemplo en
una reunión de vecinos, un debate en dase o la conversación de varios amigos.
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dad de preparación y autorregulación del discurso, mientras que las segundas ponen énfasis
en la interacción y la colaboración comunicativa. El siguiente cuadro recoge las diferencias
más relevantes entre estos dos tipos:
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blemente su expresión. El trabajo por parejas y en grupo es uno de los momentos en los
que se pueden observar los patinazos: hay alumnos que no escuchan a sus compañeros, que
monopolizan la palabra, que se inhiben y no dicen nada, etc. Y estas deficiencias y necesi-
dades suelen ser aún más relevantes en los primeros niveles de la enseñanza, en Educación
Infantil y Primaria, cuando los niños aún no han adquirido los hábitos sociales más básicos,
cuando hablan y gritan sin pedir permiso ni esperan que alguien les escuche, cuando no se
adaptan a las rutinas comunicativas y dicen las cosas más inoportunas. Aún existe otro ar-
gumento fundamental para trabajar este tipo de situaciones en clase. La situación oral pluri-
gestionada es la forma más importante de comunicación en la vida humana, tanto desde un
punto de vista cuantitativo como cualitativo. Prácticamente la mayoría de nuestras activida-
des se produce a través de un diálogo, una conversación o alguna frase interactiva oral de
expresión (la misma clase es un claro ejemplo de ello).
Varios estudios sobre el análisis del discurso oral y de la conversación desgranan las es-
trategias que utilizan los interlocutores para comunicarse, pero pocos trabajos ofrecen un
modelo esquemático del proceso de expresión oral. La investigación es aún incipiente y no
ha alcanzado el nivel de conocimiento del que disfrutamos en otras habilidades, sobre todo
las escritas. A pesar de todo, disponemos del esquema de Bygate, del año 1987, interesante
y suficiente para nuestros propósitos. Presentamos el esquema y un comentario ejemplifi-
cado. Se proponen dos fases (planificación y producción), que en cierto modo describirían
el paso desde lo mental a la actualización final en la expresión oral3.
Fase 1. Planificar
HABILIDADES DE LA PLANIFICACIÓN
El elemento fundamental
es el conocimiento de la “ruti- Analizar la situación (rutina, estado del discurso, anticipación, etc.) para
na” propia del discurso que preparar la intervención.
vamos a realizar. En función
de nuestra participación en un Usar soportes escritos para preparar la intervención (sobre todo en
debate, en una conversación discursos monogestionados: guiones, notas, apuntes, etc.).
oral, en una entrevista, un Anticipar y preparar el tema (información, estructura, lenguaje, etc.).
discurso, etc., y si ya conoce-
mos los rasgos básicos de ese Anticipar y preparar la interacción (momento, tono, estilo, etc.).
tipo de discurso, nos plantea-
remos cuestiones como a quién Conducir el tema: buscar temas adecuados para cada situación, iniciar o
o quiénes nos dirigimos, el proponer un tema, desarrollar un tema, dar por terminada una conver-
tiempo asignado convencio- sación, conducir la conversación hacia un tema nuevo, desviar o eludir
nalmente a la rutina que vamos un tema de conversación, relacionar un tema nuevo con uno viejo, sa-
a iniciar, los registros espera- ber abrir y cerrar un discurso oral.
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Para estos apuntes de clase empleados como material teórico, he simplificado expresamente el esquema de
Bygate y los comentarios que propone sobre éste el libro de Cassany, Luna y Sanz.
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bles en ese discurso oral, si se Anticipar y preparar la interacción (momento, tono, estilo, etc.).
trata de un discurso “improvi-
sado” (conversación oral es- Conducir la interacción: manifestar que se quiere intervenir (con gestos,
pontánea) o “autogestionado”, sonidos, frases); escoger el momento adecuado para intervenir; utilizar
etc. eficazmente el turno de palabra (aprovechar el tiempo para decir todo
lo que se considere necesario, ceñirse a las convenciones del tipo de
discurso —tema, estructura, etc.—, marcar el inicio y el final del turno
de palabra; reconocer cuando un interlocutor pide la palabra; ceder el
turno de palabra a un interlocutor en el momento adecuado.
Adaptar el grado de especificación del texto.
Evaluar la comprensión del interlocutor.
Fase 2. Producción
HABILIDADES DE LA PRODUCCIÓN
El segundo componente de
la expresión oral es la produc- Facilitar la producción: simplificar la estructura de la frase, eludir todas
ción real del discurso, o sea, la las palabras irrelevantes, usar expresiones y fórmulas de las rutinas, usar
pronunciación de las frases y muletillas, pausas y repeticiones en la conversación oral espontánea.
palabras que vehiculan los
significados. El emisor no Compensar la producción en relación con la retroalimentación que
siempre piensa ni prepara lo percibimos en el “escuchante” (sea singular o plural): autocorregirse,
que dice. En la conversación precisar y pulir el significado de lo que se quiere decir, repetir y resumir
oral espontánea, por ejemplo, las ideas importantes, reformular lo que se ha dicho.
los intercambios verbales son
Corregir la producción: articular con claridad los sonidos del discurso,
rápidos e instantáneos, y a
aplicar las reglas gramaticales de la lengua (coloquial o normativa según
menudo es necesario relacio-
el tipo de discurso).
narlos en pocos segundos,
siendo muy útiles la improvisa- Aspectos no verbales: controlar la voz: impostación, volumen, matices,
ción y la agilidad. En otros tono; usar códigos no verbales adecuados: gestos y movimientos; con-
discursos como los autogestio- trolar la mirada: dirigirla a los interlocutores.
nados, el margen temporal que
aleja la planificación de la pro-
ducción permite al orador
desplegar habilidades diferen-
tes a las que caracterizan la
conversación oral espontánea.
Estas habilidades actúan en varios niveles del intercambio verbal y se interrelacionan las
unas con las otras durante todo el tiempo que dura la comunicación. Es claro que no po-
demos entender la expresión como un proceso lineal donde las habilidades se usan una tras
otra, sino como un acto global en el que cada componente depende de los demás. Durante
la entrevista de selección laboral el candidato estará pendiente del tema de conversación, de
si se adapta al nivel de explicitación, de cuándo tiene que hablar o que callar, de si usa pala-
bras correctas, de si se le entiende suficientemente, etc.
No queremos acabar este apartado sin mencionar, aunque sea de paso, dos aspectos que
tienen gran importancia en la expresión oral y que no se citan en el esquema anterior, segu-
ramente porque no pertenecen al terreno estrictamente lingüístico. Se trata del control de la
voz y de la comunicación no verbal. El primero incluye lo que afecta a la calidad acústica de
la producción: la impostación de la voz, el volumen, el tono, los matices y las inflexiones,
etc. El segundo abarca desde cuestiones tan decisivas como la mirada o la gesticulación
hasta otros aspectos más escondidos como el espacio emisor-receptor o el movimiento del
cuerpo (postura, inclinación, etc.). La incidencia de estos dos aspectos en la comunicación
es evidente. El orador que habla con una voz clara y potente, que sube el volumen cuando
hay algún ruido ambiental (el tráfico de la calle, alguien que entra en la sala, etc.) o que es
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capaz de remarcar el significado con matices y cambios de tono, evita cualquier interferen-
cia acústica y hace sentir más cómoda a la audiencia. Del mismo modo, alguien que nos
habla desde una distancia adecuada, que nos mira a los ojos o que acompaña la expresión
con un gesto pausado, nos propone un diálogo más intenso y distendido que el interlocutor
distraído que mira hacia todas partes indiscriminadamente, que no mueve ni un músculo (o
que no para de moverse ni un segundo) e incluso el que llega a invadir nuestro espacio per-
sonal.
5.1. Tomar conciencia de las necesidades orales. Normalmente los alumnos tienen ideas
poco acertadas y tópicas sobre la lengua y sobre lo oral. Seguramente han recibido una en-
señanza gramatical que ponía énfasis en la ortografía, en la corrección y en todo lo que
fuera escrito, al tiempo que descuidaba implícitamente las formas orales. Durante mucho
tiempo se les ha pedido que estudien gramática con ejercicios mecánicos y cerrados, y se les
ha prohibido hablar y colaborar en grupo. Por todo esto, es lógico que cuando comiencen
las primeras prácticas orales, sobre todo las más interactivas, las consideren como un pasa-
tiempo divertido, como una especie de "descanso" entre ejercicios fuertes de gramática; que
no las reconozcan como un aprendizaje útil e importante, e incluso que puedan pensar que
están perdiendo el tiempo.
Precisamente una de las tareas del maestro es cambiar estas actitudes y hacer ver a los
alumnos la relevancia de lo oral en la vida cotidiana y el gran beneficio que pueden obtener
de los diversos ejercicios que se harán en clase; ayudarles a darse cuenta de las cosas que
hacen mal, que podrían hacer mejor y que revertirían en su comunicación diaria. A menudo
los niños y las niñas asocian la lengua a un libro de gramática, a unas reglas pesadas que
tienen poca relación con su vida. No es una empresa ni fácil ni breve. Se necesita mucho
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tiempo y paciencia para modificar unas actitudes que se han consolidado progresivamente
durante un montón de años de enseñanza escrita y que arraigan en la misma visión del
mundo y de la escuela.
5.2. Progresos a medio y largo plazo. No hay que olvidar que el desarrollo de las habili-
dades es un proceso largo y complejo. De un día a otro, podemos notar que los alumnos
aprenden palabras, descubren un concepto nuevo o se dan cuenta de un hecho desconoci-
do; en cambio, tardaremos meses e incluso años en apreciar mejoras sustanciales en su ca-
pacidad expresiva. Y aún es más lento el proceso de cambio de actitudes y de opiniones.
Por eso hay que planificar la enseñanza de la expresión oral a medio y largo plazo. Los
maestros debemos entender que los resultados positivos de algunos de los ejercicios que se
realizan en nuestra aula tal vez no se revelen hasta pasado un tiempo, en algún curso supe-
rior, sin que nosotros podamos ser testigos de ello. El desarrollo de la expresión requiere
práctica y ejercitación, y se consolida con la experiencia y la continuidad.
Por lo tanto, cargar las tintas sobre un aspecto por encima del otro significa empobrecer
la expresión de alguna manera. El alumno puede estar tan preocupado por evitar errores y
faltas que acabará hablando despacio y sin apenas decir nada interesante. Y lo mismo ocu-
rriría al revés, concentrándose sólo en la fluidez. Una enseñanza global de la expresión tiene
que combinar los dos aspectos de manera equitativa.
5.4. El orden en clase. A menudo los maestros tenemos miedo de los ejercicios de ex-
presión oral, ya que rompen el silencio del aula, provocan jaleo (y pueden molestar a las
clases contiguas) y deshacen la disciplina establecida. Es lógico que la primera vez que se
realice un juego de roles, una discusión en equipo o una exposición, los alumnos se animen
más de la cuenta. No están acostumbrados a este tipo de ejercicios y no conocen sus reglas
de juego. De la misma manera que aprenden la mecánica de la actividad, tienen que apren-
der a dominarse, a mantener el orden, a respetar los turnos de palabra y a no gritar. Antes
de empezar, se puede atribuir a un alumno la función específica de vigilar estos aspectos.
Pero muchas veces los maestros tampoco tenemos demasiada experiencia en poner en
práctica estas técnicas. También es nuestra primera vez y, por lo tanto, es lógico que existan
inseguridades, dudas o impericias. La mejor manera de afrontar esta situación, este nuevo
aprendizaje, es hacerlo conjuntamente con los alumnos, de manera progresiva y con pre-
caución. Se puede empezar con ejercicios breves y más controlados para ir pasando lenta-
mente a prácticas más complejas y abiertas, que dan más libertad al alumno. Es evidente
que la clase de expresión no tiene que ser ningún desbarajuste.
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5.5. Planificar la actividad de expresión. La mejor manera y tal vez la única de combatir
este comportamiento de "pasar el tiempo" que pueden tener los alumnos, cuando realizan
una actividad de expresión oral, es planificarla muy minuciosamente. Demasiado a menudo
se trabaja en clase de una manera un tanto frívola o excesivamente espontánea, como una
actividad de distracción, para llenar algún hueco o durante días especialmente pesados (úl-
timos días de curso, de semana, exámenes, etc.). Lógicamente al proceder de esta manera
damos a la expresión un valor no mucho mejor que el de una materia "maría" cualquiera, y
en eso los alumnos son los primeros en darse cuenta.
Por el contrario, el tratamiento de la expresión tiene que seguir un plan didáctico cohe-
rente y adecuado a las circunstancias. Todo ejercicio debe tener un objetivo y unos conte-
nidos, tiene que inserirse en una realidad didáctica determinada y tiene que evaluarse, exac-
tamente de la misma forma que cualquier aspecto de la gramática. Sólo de esta manera el
aprovechamiento didáctico del ejercicio será real y todos, maestro y alumnos, entenderán la
expresión como un parte central del curso.
El siguiente esquema de preguntas formula los puntos más importantes a tener en con-
sideración:
B) ¿Qué contenidos gramaticales se asocian con cada tipo de texto? Por ejemplo, las ins-
trucciones requieren formas imperativas, perífrasis verbales de obligación, adverbios tem-
porales y de orden, etc.
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6. Ejercicios y recursos para la expresión
La literatura didáctica nos ofrece un amplio abanico de técnicas y recursos para practicar
la expresión oral en el aula, que van desde la lectura expresiva en voz alta hasta la exposi-
ción oral improvisada, pasando por los juegos lingüísticos, la lluvia de ideas o las simulacio-
nes. Varios autores han clasificado los ejercicios según distintos criterios, pero es sumamen-
te difícil, por no decir imposible, ordenar un torrente tan rico de ideas y posibilidades. El
listado siguiente expone los tipos principales de ejercicios y recursos, agrupados según los
criterios más sencillos y prácticos4:
1. Dramas.
2. Escenificaciones.
Las escenificaciones trabajan con textos teatrales e implican algún tipo de representa-
ción. El nombre de escenificación o escena hace referencia precisamente a este tipo de ar-
tes escénicas. Estos ejercicios implican que:
Los ejercicios son variados y abarcan desde la elaboración de un pequeño diálogo entre
un grupo de alumnos, para representarlo al final de la clase ante los demás compañeros,
hasta el montaje y la escenificación final de una obra completa de teatro. Otras posibilida-
des son:
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En el texto teórico Enseñar lengua, aparecen numerosísimas actividades escolares relacionadas con el trabajo
de la expresión oral. En estos apuntes, preparados específicamente para la docencia de la asignatura «Didácti-
ca de la Lengua», sólo se recogen algunas por las que siente predilección el profesor responsable de la impar-
tición de la asignatura.
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recitación de poemas, prosas poéticas o canciones;
explicación escenificada de cuentos.
La incorporación del vídeo a la escuela ha abierto una nueva vía de posibilidades didác-
ticas mediante la grabación de las escenificaciones y, también, con la elaboración de clips y
de sketchs (redacción de guiones, localización de escenarios, grabación, etc.). Seguramente
una de las mayores ventajas de las escenificaciones es que implican absolutamente al
alumno, que participa en la actividad de una manera muy motivada. Además, puesto que
una escenificación es un proceso largo y complejo que ocupa muchas sesiones de trabajo y
que requiere mucha ejercitación verbal (leer, memorizar, ensayar), acaba siendo un ejercicio
notablemente productivo.
3. Juegos de rol.
Los juegos de rol pueden plantear cualquier situación comunicativa, tratan todo tipo de
temas y pueden tener tantos participantes como sea conveniente. Las ventajas de la técnica
residen en que los alumnos se implican en cuerpo y alma, que es muy rentable lingüística-
mente (los alumnos actúan el 100 % del tiempo) y que ofrece oportunidades verosímiles de
usar la lengua. Entre los inconvenientes, algunos profesores destacan que se plantean pro-
blemas organizativos (cada grupo necesita espacio, requiere mucho tiempo, se hace dema-
siado ruido) y que, a veces, los alumnos no se sienten cómodos con el rol que les ha toca-
do, si es muy distinto de su manera de ser.
4. Dar instrucciones.
Los textos instructivos (instrucciones de uso, recetas de cocina, órdenes, ejercicios físi-
cos, etc.) han generado un tipo especial de ejercicios que aprovechan el carácter práctico y
útil del contenido de estos textos. En los ejercicios de dar instrucciones:
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Esta clase de ejercicios requiere un uso muy preciso, lógico y objetivo del lenguaje.
Puesto que tienen una verificación inmediata y no verbal, se utilizan a menudo para hacer
reflexionar sobre las características de la comunicación.
5. Historias y cuentos.
Las historias, los cuentos y las narraciones son fuentes inagotables. Cuando no había ni
televisión ni radio ni casete, contar cuentos era una de las actividades de ocio y de diversión
más importantes de los chavales. Actualmente tenemos muchos recursos distintos, pero
podemos continuar aprovechando el gran potencial didáctico de la magia de la historia.
Evidentemente, en este gran apartado entra todo tipo de material narrativo oral: literatura
(cuentos, poemas, canciones, etc.), chistes, noticias de la radio, anécdotas personales, etc.
Esta gran diversidad de textos se utiliza para practicar y desarrollar todas las habilidades
lingüísticas, aunque aquí sólo nos referiremos a la expresión oral. Seguidamente se apunta
una lista variada y amplia de ideas para trabajar con historias y cuentos. Se puede hacer una
primera distinción didáctica entre trabajar con una historia conocida (modificarla, ampliarla,
variarla, etc.) o inventarse una nueva:
Modificar una historia conocida: cambiar el punto de vista, el contexto (época, situa-
ción), algún personaje, un objeto importante, etc.; cambiar el final, un diálogo, una es-
cena, etc.; eliminar o introducir elementos: personajes, objetos, la manera de vivir, etc.;
recrear una escena del cuento, prepararla y escenificarla.
Comentar una historia conocida: hacer y responder preguntas de comprensión e inter-
pretación después de escuchar o leer un cuento: ¿qué personajes son más simpáticos?,
¿qué significa este final?, ¿hay moraleja?; asociar elementos de la historia (personajes,
caracteres, objetos, etc.) a fotografías, colores, olores, formas, etc.
Inventar una historia: continuar, completar o acabar un cuento ya empezado; imagi-
narse una historia a partir de un esquema tradicional; construir un cuento a partir de
palabras-clave.
6. Imágenes.
Cómics: ordenar las viñetas, escenificar o representar los diálogos por parejas, poner
palabras en los bocadillos vacíos, comentarlos e interpretarlos, explicarlos a otro com-
pañero, etc.
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Fotografías: describirlas, relacionarlas, recortarlas y recomponerlas, construir historias,
explicarlas de memoria a una tercera persona, etc.
Dibujos: dar y escuchar instrucciones para hacer dibujos, explicar una historia dibuja-
da.
Reproducciones artísticas: interpretar pinturas o esculturas, criticarlas, formular opi-
niones personales, situarlas históricamente, describirlas, etc.
7. Exposición.
Dejar tiempo para que los oradores preparen su intervención (guiones, ensayos, etc.), e
impedir que se lea textualmente un escrito o que se siga al pie de la letra.
Dar a la clase alguna razón para escuchar: tomar notas, hacer un esquema, valorar la
exposición del compañero. Es importante que el trabajo de comprensión sea concreto
y observable.
Distribuir el espacio de forma adecuada. La vergüenza y la inseguridad de los alumnos
los lleva a hablar sentados desde su mesa, de manera que la exposición pierde formali-
dad e interés. Es importante que el orador se sitúe delante de la clase, de pie mejor que
sentado, que gesticule sin miedo y que dirija la mirada hacia la audiencia. Todos estos
aspectos no verbales contribuyen a crear una buena atmósfera.
Evaluar cada intervención desde el punto de vista comunicativo y lingüístico.
Por otro lado, la propia clase del alumno no es el único espacio en donde se pueden
practicar las exposiciones. También se pueden programar exposiciones en clases de nivel
inferior o superior de la misma escuela, asambleas de alumnos o reuniones de profesores,
delante de la cámara de vídeo o simplemente con audio, reuniones de padres o profesores.
La lectura en voz alta o la oralización de un escrito es una práctica muy habitual en las
clases de lengua. Los maestros casi siempre la ponen de ejemplo como una actividad que
utilizan para ejercitar la expresión oral y también la lectura en clase. Pero, pensándolo bien,
decir un texto en voz alta no es exactamente ni expresarse oralmente ni comprender un
escrito. Evidentemente no tiene nada que ver con el modelo teórico de expresión que he-
mos formulado anteriormente: el alumno no aporta nada personal ni espontáneo, sino que
solamente deja su voz a unas letras de otro. Y tampoco implica comprensión lectora; los
maestros sabemos perfectamente que los alumnos pueden leer con una pronunciación y
fluidez fantásticas pero sin entender nada. La lectura en voz alta es un tipo mixto y especí-
fico de comunicación muy presente en la vida cotidiana: leer una noticia del periódico a un
grupo de amigos, grabar algún mensaje escrito, en la iglesia, en el trabajo, etc. Por eso mis-
mo es útil realizarla en clase, ya que requiere una práctica importante de la pronunciación.
También es evidente que no puede suplir de ninguna de las maneras la auténtica expresión
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oral y la auténtica comprensión lectora. La oralización de escritos es sólo un recurso más de
clase y no la base de la clase.
Lectura dramatizada. Consiste en interpretar un escrito que todos tienen. Se pone én-
fasis en la entonación, en las pausas, el volumen, el ritmo, etc., como si no se tratara de
escritos. Por ejemplo: la lectura de un fragmento de teatro en la que cada alumno hace
un papel, o la lectura y recitación de versos y poemas.
Lectura comunicativa. Consiste en leer un escrito que la audiencia no tiene y que debe
comprender oralmente. Pone énfasis en el significado del texto y en la comunicación.
Los alumnos suelen tener muchos problemas para leer de esta manera que, curiosa-
mente, es la más corriente y la que se debería trabajar más en el aula. Por ejemplo: por
grupos, cada alumno lee a los demás miembros una noticia que ha seleccionado del pe-
riódico o cualquier otro fragmento. En este ejercicio es muy importante que la audien-
cia tenga una razón para escuchar: un trabajo sobre el tema, motivación, interés del
texto, etc.
Lectura evaluativa. Consiste en leer un escrito que el maestro u otros alumnos tienen y
en concentrarse en la corrección y en la fluidez con que se ha hecho. Se trata, propia-
mente, de una práctica de evaluación: el que escucha puede marcar en el texto los luga-
res donde el lector se ha equivocado. Respecto a esta última práctica, hay que tener en
cuenta que, además de los errores más corrientes de corrección, también se tienen que
valorar la fluidez en la pronunciación y lectura.
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