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AGRO, ECONOMÍA Y NEGOCIOS

Por Aldo Bravo

El método del caso y el paro nacional


agrario
24 MAYO 2019

El pasado 13 de mayo, cientos de miles de agricultores acataron el paro nacional agrario


convocado por la Conveagro y la Junta Nacional de Usuarios de Riego a lo largo de 15
regiones.

Los dirigentes gremiales reclaman principalmente que el Minagri reestablezca los niveles
arancelarios y las medidas de protección a la producción agropecuaria nacional para
mejorar los precios que reciben los agricultores. Aducen que existe una competencia
desleal por parte de los importadores debido a que tienen menores costos de producción.

Yo me pregunto, ¿no sería mejor elevar la productividad y mejorar la calidad en el campo


peruano en lugar de poner trabas a la importación? Para ensayar una posible solución a
este tema, aplicaré el método del caso.

Esta metodología se inventó en la Universidad de Harvard en 1914 y aún sigue vigente


por su eficacia para la toma de decisiones y resolución de problemas. Esta técnica consiste
en exponer una situación compleja mediante una descripción, situarla en un contexto,
analizar los hechos y, finalmente, plantear una solución.

Para este ejercicio, intentaré “ponerme en los zapatos” de la Ministra de Agricultura.

Primero: La fórmula más efectiva para elevar la productividad y mejorar la calidad de los
cultivos, es a través de buenas prácticas agrícolas: comprar buenas semillas; hacer un
buen uso del agua y del suelo; aplicar fertilizantes de manera balanceada en todo el ciclo
productivo del cultivo.

Segundo: La agroindustria es exitosa y competitiva porque opera bajo buenas prácticas
agrícolas; es decir, realiza un adecuado manejo de los cultivos y se tecnifica. En cambio,
más del 55% de los pequeños y medianos agricultores en todo el país no aplica ningún
tipo de fertilización por desconocimiento, falta de acceso o tradición (según el Censo
Nacional Agropecuario: 2012). Tampoco, hacen una correcta gestión del agua (muchos
tienen acceso muy limitado) y un análisis de suelo que le permita determinar el nivel de
acidificación o la deficiencia de nutrientes que presenta. Esto claramente repercute en
rendimientos por hectárea muy bajos y una producción de baja calidad y heterogénea.

Tercero: Del 45% que sí aplica fertilizantes, sólo el 25% lo hace de manera suficiente,
balanceada y con fertilizantes especializados con micronutrientes. Los demás aplican
principalmente urea, obteniendo resultados en rendimientos que no le reditúan las
ganancias suficientes para seguir creciendo. De esta manera, se genera un círculo vicioso.

Cuarto: Después de la reforma agraria que promovió el Gral. Velazco Alvarado, tenemos
en el Perú una inmensa cantidad de pequeños agricultores. El 81% del universo agrícola
está compuesto por unidades agropecuarias de menos de cinco hectáreas.

Quinto: Los productos importados -por ejemplo, el arroz que proviene del Asia- son más
baratos para el mercado peruano porque tienen costos bajos de producción. En la lejanía
del oriente, la aplicación de fertilizantes es una práctica común.
La lista de hechos es amplia y el caso es complejo. Luego de un análisis minucioso, planteo
algunas ideas de solución:

1. Impulsar desde el Gobierno, en colaboración con el sector privado y los gremios,


un auténtico acompañamiento en el campo con programas de transferencia de
conocimiento en nutrición de cultivos, manejo del agua y análisis del suelo.

2. Facilitar el acceso a fertilizantes especializados con macro y micronutrientes, los


cuales, según la FAO, duplican hasta quintuplican los rendimientos dependiendo
del tipo de suelo y el cultivo. Para ello, se debe establecer una “cancha plana” en
el mercado de fertilizantes. Este tipo de fertilizantes -de última generación y más
eficientes- pagan IGV; los demás no.

3. Empoderar a los ingenieros y técnicos agrarios de las Gerencias de Desarrollo


Económico de cada municipio rural. Ellos deben llevar conocimiento y tecnología
al campo. El sector privado podría colaborar con las capacitaciones.

4. Replantear el uso del Canon Minero. La mayoría de las comunidades aledañas a


proyectos mineros son agrícolas. Los gobiernos locales y regionales podrían
emplear este dinero para contratar equipos de expertos agrónomos nacionales e
internacionales para capacitar a los agricultores; se podría incluso destinar para
entregar fertilizantes y buenas semillas; o, desarrollar proyectos de irrigación.

Desde esta humilde tribuna, hago un llamado a la cordura. No busquemos medidas


extremistas que podrían perjudicar nuestros tratados comerciales. Haciendo las cosas
bien, entre todos, podemos mejorar la competitividad de millones de agricultores
peruanos que exigen -con justicia- atención y apoyo.

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