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¿Libre albedrío?

Nuestro propio límite


¿TENEMOS LIBRE ALBEDRÍO?

“Deja que la libertad reine. El sol nunca se pone sobre tan glorioso logro”
(Mandela, Nelson).

¿Cuál es la libertad que realmente disfrutamos?

“Somos libres” e irónicamente decidimos mediantes ciertos paradigmas y


reglas proporcionados mediante una especie de acuerdo social.

La libertad a menudo que nos dan por sentado, no las imprimen y pegan en
la cabeza, dándonos una expectativa sobre lo que deberíamos o no hacer.
Reduciéndonos, fragmentándonos y quizás, hasta deshumanizándonos
sobre nuestras ideologías morales, políticas, religiosas e incluso, filosóficas.

En un mundo globalizado, en dónde los estereotipos son las bases más


significativas de nuestra sociedad. ¿El ser humano de verdad es libre? Es
quizás cómico, si retrocedemos hacia la historia de la humanidad, dónde el
hombre fue humillado y denigrado durante siglos por su tipo de piel o
situación económica, e inclusive, se luchó hasta la muerte para romper esa
perspectiva primitiva, y ahora, somos títeres de ideas comerciales y
consumistas.

No, al referir este hecho no doy por sentado que seguimos siendo igual de
opresores como en la época de la esclavitud. Ahora pasamos en ser
opresores de máquinas, mediante revistas y publicidad que vemos en las
calles. O lo que oímos y vemos en la televisión. Tenemos una cierta parte
de libertad sí, pero la misma raza la ha limitado. Y la mentalidad es mundial
y esa tendencia se acentuó de manera globalizada.

Pero ahora, desde la perspectiva religiosa, si Dios ejerce control


providencial sobre todos los acontecimientos, debido a que es un ser
supremo y omnipotente, ¿somos libres en algún sentido? La respuesta
depende a lo qué se refiera al decir la palabra “libre”. Muchas veces, la
gente discute interminablemente este asunto porque nunca se define
claramente lo que ellos y sus opositores en el debate quieren decir por
“libre”, y la palabra entonces la usan de varias maneras que confunden el
debate.

Ahora bien, muchos han definido el libre albedrío como la facultad que tiene
el individuo de elegir entre el bien y el mal, otros lo definen como un regalo
de parte de Dios, pero ¿será eso cierto? ¿Tiene el hombre esa facultad
“divina”?

A la vez, las leyes de Dios permiten gran libertad de selección dentro de sus
límites. El resultado de esto es una variedad que hace muy interesante a la
familia humana.

“Libre albedrío” se refiere al tipo de decisión que es única en los seres


humanos: una decisión moral.

Sin embargo, no basta pensar erróneamente que “moralidad” es elegir entre


“el bien y el mal”. La mayoría escogen ser “buenos”, inclusive la persona
más malvada e inmoral. Hitler racionalizaba que los judíos eran los
enemigos del mundo y en su mente justificaba sus acciones como algo
“bueno”.

Si nos referimos hacia el aspecto filosófico, Schopenhauer se refirió a la


libertad, cuya naturaleza consiste en la ausencia de toda necesidad, y se
postula como la independencia absoluta respecto de toda otra causa. La
hipótesis sobre una libertad de indiferencia alberga en sí misma la
afirmación siguiente: “Un sujeto, en ciertas circunstancias dadas y
enteramente determinadas, puede con arreglo a aquella libertad de
indiferencia obrar de dos modos simétricamente opuestos entre sí”. Es
decir, admitido este principio, cada acción humana sería una especie de
milagro inexplicable, un efecto sin causa alguna. En este caso, deberíamos
suponer algo que posea capacidad para determinar sin verse, a su vez,
determinado; que no dependa de nada, pero de lo cual dependan otras
cosas.

En efecto, es con arreglo a esta ilusión como se promueve la voluntad


humana como decidiendo ella misma, desprovista de razón suficiente,
cuyas resoluciones pudieran inclinarse, sin más y de un modo indiferente
hacia uno u otro lado. Todo ser, cualquiera sea la especie a la que
pertenezca, obrará conforme a su naturaleza de las causas que lo soliciten
y de acuerdo con su naturaleza individual. Esta ley, a la cual se hallan
sujetas todas las cosas, ya había sido enunciada con notable exactitud por
los escolásticos en la conocida sentencia: Operan sequitur esse (cada ser
obra conforme a su esencia). A este principio se refiere también aquella
máxima: “Ergo unde esse, inde operari (De donde procede la esencia,
procede la acción). Por lo mismo, pretender que un hombre, bajo el influjo
de motivos idénticos, actúe de un modo o de otro absolutamente opuesto es
equivalente a creer que un árbol, habiendo dado cerezas el año pasado
produzca, luego castañas.

En conclusión, El libre albedrío implica, entonces, una existencia sin


esencia; es decir, algo que, al mismo tiempo es y no es nada, lo cual
constituye una evidente contradicción.

Ana María Díaz, 10-02.

Discurso político.

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