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Convivencia conflictiva
Viena era la capital del Imperio Austrohúngaro, en el que convivían más de 50 millones de habitantes
de 15 nacionalidades. El garante y símbolo de la unidad de esta monarquía era sobre todo el
emperador Francisco José I, nacido en 1830 y que gobernó de 1848 a 1916, pero también el eficiente
aparato administrativo del imperio.
La capital recibía oleadas de inmigrantes de diferentes grupos étnicos y religiosos, que venían de
todos los confines de este imperio multinacional. También confluían estratos sociales diversos,
aumentando el potencial conflictivo, dado que los inmigrantes solían padecer la explotación laboral
que se daba en esta fase del liberalismo. A raíz de esta situación prosperaron los movimientos
obreros, la formación de organizaciones como los sindicatos o la corriente socialdemócrata.
La problemática resultante del conflicto entre las diversas naciones se resume en el apodo que los
habitantes eslavos le dieron al Imperio, llamándolo “calabozo de los pueblos”. Los eslavos
constituían casi el 50 por ciento de la población: Mientras los húngaros tuvieron el privilegio de gozar
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de un mayor reconocimiento a partir de 1867 mediante el llamado “Compromiso”, pasando a ser la
segunda nación del estado, a los eslavos (checos, polacos, serbios, croatas, ucranianos, etc.) no se
les concedió ningún derecho similar. Pero en esta época llena de tensiones el roce entre las diversas
nacionalidades resultó también muy fértil, dando frutos que iban más allá de una cocina vienesa de
consistencia bohemia y sabor húngaro y que persisten hasta el presente.
Literatura y cafés
“Adolf Loos y yo, él literalmente, yo con las palabras, no hemos hecho más que demostrar que existe
una diferencia entre una urna y un orinal”, así describió Karl Kraus (1874-1936), nacido por cierto
en Bohemia, su afinidad intelectual con su amigo Loos. Los pintores, músicos, arquitectos, poetas,
periodistas y otros intelectuales se daban cita en el Café Griensteidl, en el Café Central o en el Café
Museum. El Griensteidl se encontraba en el edificio antecesor del Palacio Herberstein que se
construyó en 1899 en la Plaza de San Miguel. El Palacio Herberstein resulta opulento en sus
ornamentos, en total contraste con el edificio construido enfrente, en la misma plaza, por Adolf Loos,
el “Goldman & Salatsch”. Hacia el 1890 el Café Griensteidl era el lugar de tertulias del círculo literario
“Viena joven” que se aglomeraba alrededor de Hermann Bahr. También era asiduo al Griensteidl el
mordaz Karl Kraus, quien solía criticar la glorificación de la decadencia que profesaban los escritores
de las corrientes modernas, en especial Hermann Bahr. En la revista “Fackel” (La antorcha), editada
y redactada prácticamente en solitario por Karl Kraus entre 1899 y 1936, el autor convertía en sátira
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todo lo que le disgustaba. Precisamente por causa de estas críticas, el nombre d e Hermann Bahr
estuvo omnipresente durante décadas en la revista “Fackel”.
Después de cambiar de café para empezar a frecuentar el Café Central, Kraus escribió una sátira
titulada “La literatura demolida” en la que criticaba la así llamada “Galería de los Poetas Jóvenes
Vieneses” que se encontraba en el café de literatos Griensteidl, el cual se había cerrado en 1897 y
había desaparecido con la demolición del edificio. No es de extrañar que Karl Kraus fuera amigo y
mentor de Peter Altenberg (1859-1919), el más característico literato de café, conocido también
como un artista de la vida. También pertenecía a su círculo de amistades el compositor Alban Berg.
Este gran representante de la innovadora corriente de música contemporánea compuso canciones
para orquesta en base a textos de Altenberg.
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escritor abordó los temas de la sexualidad, la seducción, la infidelidad matrimonial y la doble moral.
También escribió sobre el creciente antisemitismo que se percibía en la sociedad vienesa. Muchas
de sus novelas y de sus piezas teatrales como “El teniente Gustl”, “El profesor Bernhardi” o “La
ronda” se convirtieron en clásicos de la literatura en lengua alemana. El “Relato soñado” de
Schnitzler inspiró la última película de Stanley Kubrick, “Eyes Wide Shut” (1999).
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(1894-1939) había nacido poco antes del fin de la Monarquía de los Habsburgo en un recodo del
Imperio, en la región de Galitzia, que hoy pertenece a Ucrania. Al igual que muchos de los artistas
e intelectuales ya citados, también Roth era de familia judía. Cuando comenzaba a percibirse el
antisemitismo desenfrenado, Roth escribió “La marcha Radetzky” (1932). Esta novela se considera
como un retrato esclarecedor y a la vez nostálgico del derrumbe de la Monarquía Austrohúngara, si
bien también se puede leer desde otra perspectiva. Joseph Roth, austríaco exiliado, judío católico y
socialdemócrata monárquico sabía diferenciar muy bien entre opereta y realidad. Y quien sino él
podía haber retratado la realidad de la década de 1930 como un retroceso en la historia de la
humanidad, retroceso de tal gravedad que hacía parecer inocuos los más graves errores de la extinta
monarquía.
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