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CÓMO LUCHAR CONTRA LA IMPUREZA

1. Desplegad las armas de la oración

En el huerto de Getsemaní, Cristo recordó a los apóstoles y al mundo entero: “Velad y orad,
para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”
(Mateo 26:41). En lugar de rezar, los apóstoles se durmieron y así fallaron al Señor.

A menudo es una falta de oración lo que nos empuja a caer en el pecado, sobre todo en el de
la impureza. Imploremos al Señor y pidámosle que nos guíe por el camino de la virtud.
Vayamos a comulgar con regularidad: la Santa Comunión nos alimenta con el cuerpo y la
sangre de Cristo, Su alma y Su dignidad. Recibimos así toda la pureza del corazón sagrado de
Jesús. En las palabras nobles de san Pablo: “Y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien
vive en mí” (Gálatas 2:20). ¿Qué mejor forma para vivir una existencia pura que rezar y
comulgar con frecuencia?

2. No juguéis con fuego

El proverbio acierta de lleno: “El que juega con fuego, se acaba quemando”. Hagamos gala de
sentido común y de prudencia. Un ejemplo sencillo: después de una cena de enamorados, un
chico invita a su novia a ir a su casa (para rezar el rosario, por ejemplo). Damas y caballeros,
¡cuidado! Hace falta poco para sucumbir a las tentaciones de la carne.

3. Huid de la pereza

“La ociosidad es la madre de todos los vicios”, dice el refrán… “La pereza hace dormir
profundamente, y el perezoso habrá de pasar hambre” (Proverbios 19:15). El aburrimiento
abre una puerta a tentaciones de todo tipo. Hay tantos jóvenes que van a sitios web
pornográficos porque tienen mucho tiempo libre ¡y se aburren! Así que huid de la pereza y
ocupaos el tiempo (¡hay tantísimas cosas que hacer!).

4. Id a confesaros (¡a menudo!)

El ser humano no es perfecto, todos cometemos errores. Pero la vida espiritual nos invita a la
oración y a la penitencia. Esforcémonos para ayunar y abrirnos por completo al Señor. Los
santos nos enseñaron esta lección, tomémosles como modelos. San Pablo afirma: “Cuando el
pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20). ¡La confesión puede transformar
nuestras almas!

5. Rezad a la Santísima Virgen, ejemplo de virtud

Con el bautismo, nuestros cuerpos se convierten en el templo del Espíritu Santo, y con la
primea comunión, los tabernáculos del Santo Sacramento. Que la Virgen María, radiante de
virtud y humildad, sea nuestro modelo y nuestra guía hacia la pureza. Roguémosle que
interceda en nuestro favor y que nos ayude a vivir según la beatitud que Jesús nos enseñó:
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios” (Mateo 5:8). Amén.

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