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RELACIONES URBANAS

Un proyecto basado en la reflexión de la relación hábitat/hábitat-ante (ante como sufijo revisor del
oficio y el hábito) y las dinámicas que se desarrollan a través de dicha coexistencia; fundamentado a
partir de una observación ambigua entre los componentes metafísicos y materiales que constituyen
un lugar en contraposición al espacio, buscando determinar las variables que permiten que dicha
transformación suceda << hablando de la transición que cualquier espacio(terreno, tiempo o cantidad
que separa un punto A y C siendo el espacio el punto B, es decir aquel lapso que queda entre ambos
puntos sin importar entonces aquello que quede entre los anteriores, el espacio abarca solo lo que está
en la frontera entre dichos elementos) sufre al ser adoptado por un individuo o la agrupación de los
mismos dotándolo de significado y referencias que le permiten llegar a constituirse un lugar como tal
(hablando del lugar como el espacio ya establecido para albergar a uno o más actores que harán que
dentro de unos límites; que no tienen que ser reales o visibles; se desarrollen una o más conductas de
forma habitual)>> de forma que todas ellas funcionen o no de forma simbiótica, con la expectativa
de poder dar respuesta a una cuestión; ¿cuál es el hábitat óptimo para el animal social?….¿ existe tal
hábitat?...

Entrar en cuestión de afirmar o negar un triunfo en la ciudad, sería ilógico; sin antes definir lo que
esto implica; la primera pregunta que surge es “¿Cómo fue la competencia?”, es decir, sobre que se
impuso o que se le impuso, porqué se desencadenó, y el desarrollo de la misma. Es imprescindible
empezar por definir lo que es un triunfo, un triunfo es el resultado victorioso de una confrontación o
competencia, entre dos o más partes, <<es un absurdo pensar en una competencia de una sola parte>>,
pero debe vincularse en una categoría, donde se puedan cotejar elementos de características similares
para decidir cuál es el mejor, el más o el peor, el menos; porque en teoría una competencia es una
comparación que decide la calidad, la efectividad y/o la supremacía de lo uno sobre lo otro; además
de todo esto, es necesario tener unos estándares que puedan definir cuál elemento se impondrá al
otro, a los otros; en consecuencia es vital definir algo o alguien que eligiera el destino y la dirección
de la competencia –juez-, además si se le dará o no el poder de elegir el elemento victorioso y el
perdedor. Ahora bien, para definir un triunfo o no, en la ciudad, es inherente que cada uno de los
elementos se encuentre, no solo definido, si no bien diferenciado.
Teniendo en cuenta los planteamientos anteriores, es menester preguntarse por la ciudad,
entendiéndola de forma integral, es decir comprender que es, como funciona, sus antecedentes
históricos y su razón de ser (…¿el porqué de la ciudad?) entonces… ¿Qué es la ciudad?, la pregunta
resulta difícil de definir, y el interrogante no ha podido aun ser resuelto; la razón es la ciudad misma,
ya que es un concepto íntimamente ligado a la historia, debido a que las definiciones han variado
según el contexto histórico; recordemos que el ser humano como animal tiene unos hábitos naturales,
y entre ellos está la conformación de grupos, pero un grupo no suscita una ciudad; recordemos que
fue un proceso, y no fue hasta el año 4300 a.C (aproximadamente) <<la primera ciudad que fue
denominada como tal “Uruk” una de las capitales mesopotámicas, se dedicaba a actividades rurales,
lo único que la separaba de las demás villas y pueblos era única y exclusivamente la densidad
poblacional y la organización social y que contaba con el palacio de gobierno>> que se conformó la
primera ciudad como hoy la percibimos, pero aun así era muy diferente a como hoy la reconocemos;
y allí radica la dificultad, los cambios en las planteamientos urbanos y las concepciones del espacio
social han variado tanto que resulta muy difícil definir un concepto que encierre todos los
pensamientos que han configurado las ciudades a lo largo de la historia. Así que el concepto general
que se tiene de ciudad al día de hoy es : “Conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento,
cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas”, cabe resaltar
además que también ha sido definida como un sistema, un organismo y hasta un dispositivo,
conjeturas que no son determinantes ni erradas, pero evidencia la falta de un concepto definitivo
<<que en lo personal, jamás podrá ser dado, debido a la complejidad de los hábitos humanos y su
mutación constante causada por el tiempo>>; tomando en cuenta esto cabe afirmar que la ciudad no
es natural, es una adaptación del entorno,<<el hombre es el único animal que no solo se adapta al
entorno, sino que adapta su entorno, lo transforma, lo destruye y reconstruye de otra forma, que no
es natural, no es la real>> no es un hábitat para el homo sapiens, y sin embargo lo es,(más de la mitad
de las personas del mundo viven en ciudades), es un concepto que varía según los tiempos y que no
es perenne, ni obvio. Pero entonces, surge una duda ¿Por qué se ha asumido entonces la ciudad como
entidad principal del habitar en sociedad? ¿Realmente responde a unas necesidades habitacionales?
O es acaso una respuesta de un ente obligante... ¿Por qué ha desplazado y denigrado a la ruralidad?
¿Acaso es imposible generar una dualidad para crear hábitats sostenibles?...
Cuando se define la ciudad en oposición a la ruralidad, es evidente entonces que este fue el elemento
de la confrontación de la que hablamos al principio; así que fue una competencia para determinar el
mejor dispositivo de vivienda colectiva, es decir, cual es mejor lugar para agrupar a la colectividad
de personas. Así que las características compartidas entre estos dos ámbitos no viene siendo más que
la capacidad de albergar a personas; pero, ¿qué estándares definirían un mejor hábitat para el homo
sapiens?, acorde a las necesidades del hombre como animal, es válido admitir que necesita suplir tres
necesidades básicas: alimentación e hidratación, refugio y compañía (el ser humano es un ser social
por naturaleza, necesita de los otros para poder subsistir), que tanto de estos elementos podemos
encontrar en uno u otro, son muy similares, teniendo en cuenta que muchas de las ciudades se
constituyeron en cercanías a ríos importantes, que generan mucha riqueza a las tierras y una buena
vía comercial (cuando los ríos son navegables) y así mismo la ruralidad trata de asentarse en lugares
cercanos a estas vías, pero la diferencia importante, es la cantidad poblacional, la interacción social,
y la transitabilidad operacional. Las ciudades más antiguas no contaban con procesos industrializados,
empresas o trabajos diferentes de lo que las provincias, pueblos y villas pudieran ofrecer; entonces
¿qué es lo que nos lleva a la ciudad?, ¿son las grandes construcciones, las grandes masas, las
“facilidades”, la economía en su apogeo?; puede ser, pero es obvio que llama más la atención que la
estancia en la ruralidad, que se ha visto denigrada a tal punto de ser llamada el caos, lo salvaje; es
decir aquello que se encuentra por fuera de unas fronteras invisibles separa lo que es la civilización
de lo demás; que ya lloverán adjetivos para calificarlo discrepando entre la individualidad adquiriendo
así tantos epítetos como personas sobre la esfera.
El aparente caos que presuponen las periferias y exteriores de las ciudades, parece totalmente ilógico
cuando se piensa sensatamente en la ciudad como complejo habitacional; << Entiéndase “complejo”
como la pluralidad de estancias que albergan la concentración de personas en unos límites marcados
y definidos, por llamar de una forma descuidada y no muy profunda a las diferentes formas de habitar
en comunidad que ha encontrado y desarrollado el hombre a lo largo de su historia>> es decir, en el
concepto, la ciudad es aquello que separa el caos, lo bárbaro, y lo desconocido, y encierra dentro de
sí el orden, la civilización, y lo natural como ecosistema para el hombre (que contradictoriamente
parece ser que el mismo artificio es tan propio del hombre que se ha convertido en lo “natural”) ; pero
todo este concepto se derrumba al verse desligado de la realidad de una ciudad, esta misma es un caos
aparentemente ordenado y el salvajismo de sus dinámicas sociales diarias pareciera encerrar la misma
ferocidad de las bestias salvajes; en consecuencia no es dramático ni erróneo el dicho popular : “ la
ciudad es una selva de cemento”. Entender y definir la ciudad en alusión a un ambiente natural, es
totalmente lógico; como animales tenemos la necesidad de unas condiciones óptimas y específicas
para poder subsistir, en otras palabras al igual que nuestros colegas de reino, necesitamos un
ecosistema, y al parecer la ciudad “la selva de cemento” no es más que la alusión obvia de metaforizar
las relaciones y dinámicas de sociales dentro de un grupo de animales que la conforman, no es
coincidencia entonces que muchos de los adjetivos que usamos en nuestra jerga urbana sean alusiones
al mundo natural y sus animales <<entendiendo animales a todos aquellos pertenecientes a este reino
natural ajenos al hombre, siguiendo la tendencia de des-entender al hombre como perteneciente real
de este grupo; solo citado a forma de ejemplo, nunca tratando de des-ligar al hombre de dicho reino>>,
por eso es normal encontrar diariamente a: “patos”, “perros”, “zorros”, “lobos”, “tiburones”,
“víboras”… adjetivos que varían según el entendimiento cultural de las personas en su latitud
correspondiente. Es imposible negar entonces el hecho de que la ciudad misma es un ecosistema más
dentro del planeta, que pese a lo artificioso, ha sido instaurado como ecosistema “natural” del hombre,
afirmación basada en los porcentajes de asentamiento del hombre alrededor del mundo (alrededor
del 70% de la población mundial viven en ciudades) dicha afirmación termina de afianzar el concepto
de la ciudad como ecosistema “natural” del hombre -homo sapiens-, ya que es el medio más
normalizado donde se des-envuelve la especie, es donde la comunidad de la misma se agrupa en
sociedades –culturas-.
Pero ni las selvas ni las ciudades son ambientes tranquilos… encierran dentro de sí dinámicas hostiles,
aceleradas e incluso peligrosas; en definitiva el uso de este refrán da a entender lo vertiginosa que es
la vida citadina, lo que deja al descubierto la duda del por qué escogemos la ciudad como hábitat.
Acaso ¿alguien escoge la ciudad como hábitat? ¿Quién escoge la ciudad? Para resolver dichos
interrogantes es bueno preguntarse por quien dictaminaría un triunfo en la ciudad como complejo
habitacional – ¿el juez? - , aquel que escogerá o decidirá si finalmente la ciudad es o no un triunfo.
Para seguir con la dinámica inicial es importante que como competencia hayan unos estándares y/o
características que determinen un “puntaje”, “clasificación” o cualquier otro tipo de herramienta que
sirva para determinar y/o proclamar un triunfo o no en la ciudad… así que surge la pregunta ¿Quién
–qué- puede –tiene- la capacidad –obligación- de determinar –escoger- si la ciudad es un triunfo o
no? En realidad no sé si alguien se abra hecho esta pregunta pero es vital para determinar la finalidad
de dicha competencia, ¿habrá alguna forma de hacer un juicio justo acerca de esta respuesta, sin antes
definir quién –que- tiene la facultad optima de definir un ganador? Por lo general aquellos que juzgan
son quienes tienen un apto conocimiento acerca del tema, son experimentados o grandes conocedores
del ámbito que critican, entonces aquel –aquello- que juzgue los complejos habitacionales debe
conocer todos los elementos participantes que definirán la victoria de la competencia; entonces…
¿quién más experimentado en ello que aquel que lo habita? La respuesta es el hombre en su pluralidad,
es decir, él cuenta con todos los elementos comparativos para juzgar y/o comprar los complejos
habitacionales, en su misma historia ha tenido no solo la posibilidad sino también la necesidad de
escoger su hábitat; conforme pasó el tiempo se escogieron unos complejos habitacionales y se fueron
des-echando otros, y finalmente se consolidaron las grandes urbes que hoy por hoy conocemos, lo
que podría dar pie a decir que en el hombre eligió la ciudad como triunfo <<a la luz de los
acontecimientos la mayoría de las personas escogieron la ciudad como complejo habitacional, y se
escogió por encima de otros>>pero… ¿es realmente cierto esto? Es decir, ¿fueron los humanos en su
pluralidad (entendiendo como humanos a la globalidad de la especie) los que escogieron la ciudad
como hábitat “natural” del –homo sapiens-? ¿O acaso? ¿no fueron todos?; resulta inquietante que
pese a las situaciones deplorables en las que yacían y yacen algunas ciudades a lo largo de la historia,
siguen siendo la mayoría (y cada vez en aumento) los que prefieran la ciudad como complejo
habitacional, ¿es en realidad una elección consciente?… pregúntese cada quien por su habitar en la
ciudad, ¿tuvo acaso la posibilidad de escoger? ¿Conoce otros tipos de complejos habitacionales?...
preguntas importantes y que han pasado desapercibidas y obviadas al borde de lo absurdo, pero que
realmente son menester que tanto las individualidades como las pluralidades se pregunten por ello…
inevitablemente parece ser que los homo sapiens nos vemos más seducidos por la estancia en
localidades urbanas, densas e importantes. Nace el termino de grandes ciudades que inquieta de
pronto; ¿Qué son las grandes ciudades? En relación ¿Cuáles son las pequeñas ciudades? ¿Cuál es la
diferencia entre ellas, sus características, diferencias y similitudes? ¿Quién las nombro o de donde
surgió dicho termino? Preguntas que deberían ser resueltas más en profundidad, pero cuya reflexión
no respecta al presente texto, sin embargo es menester que las individualidades se pregunten por ello.
Entonces queda claro que no somos quienes escogemos, no somos los jueces, aunque sea por derecho
nuestro trabajo, entonces es algo más… algo que rige, nos rige, que dirige, nos dirige, es algo que nos
hace estar sin pensar…
Es tal vez un ejercicio de poder, lo que se impone, lo que se construye, lo que se muestra, lo que se
conoce y desconoce, puede ser la razón de porqué unas ciudades han fallado y se han abandonado, se
han perdido en el tiempo. La ciudad no se ha configurado como un hábitat para el hombre, han habido
hombres que han configurado la ciudad como un hábitat, es un ejercicio del poder, del manipular y
controlar, del saber el principio y el fin y tener así un “rebaño”, censado, encerrado en unas fronteras
invisibles, que separa el aparente caos de la civilización. Son las figuras del poder las que han elegido
a la ciudad como un triunfo, que la han configurado de tal manera que sea la mejor herramienta de
control; su planeación, su urbanización, su transitabilidad, su funcionamiento e “independencia”,
todo ha sido conformado para generar necesidades específicas, tanto así que creemos en que hay que
trabajar para poder comer; todo es parte de un discurso político que nos hace creer que somos los
dueños de nuestro espacio, que somos quienes dirigen la composición urbana; nada más alejado de
la realidad… somos “muebles” urbanos, solo estamos en constante fluir, un devenir planeado, nos
movemos por donde quieren que nos movamos, pensamos como quieren, porque no nos dan tiempo
de pensar por nosotros mismos; vivimos en un paralelismo mágico, de un imaginario urbano en el
cual solo somos invitados de piedra; nos venden independencia, trabajo y seguridad, en donde
simplemente no existe. La ciudad tal como hoy la conocemos funciona por una relación simbiótica,
con la ruralidad, relación que lentamente se convierte en un parasitismo de la ciudad hacia lo rural,
que absorbe, acapara, ultraja y aprovecha los recursos del campo, haciendo que cada vez más gente
emigre a la ciudad; ¿Cuándo nos daremos cuenta de la problemática que esto sugiere? Cuando
empezaremos a pensar en la ciudad como una extensión, un apéndice de la ruralidad, de dos
complejos que trabajan de la mano, que deberían equiparar cargas, de modo que uno no sea obstáculo
para el otro, no es cuestión de atacar o exclamar alguno de los complejos habitacionales, es acerca de
cómo podemos hacer que ellos finalmente sean de verdad el mejor hábitat para el hombre en una
elección donde todos participemos donde todos hagamos parte activa; ¿o es que alguno cree en serio
que las ciudades son las masas grises que se erigen en altura, la frivolidad del asfalto y el tránsito de
sus auto-motores? La ciudad es en realidad sus gentes, sus tránsitos, su estar, fluir, devenir, sus
pensamientos y acciones, la ciudad es del agrupar de convocar y converger de sus gentes; basta una
mirada a una utopía clásica absorbida por el tiempo, o de una villa de ensueño des-habitada por la
radiación de sus calles, o de una isla completa recuperada por la naturaleza que se empodero de ella
después del desierto de sus gentes.
Pensar en un triunfo en la ciudad es un absurdo, si lo pensamos como ciudadanos, las problemáticas
sociales son mucho más evidentes en la urbe; nuestras ciudades no están concebidas desde el
colectivo, desde la apropiación del animal urbano de su espacio, lo que es un gran error, la ciudad
debería responder a una dinámicas reales de sus habitantes, a sus transito e ideas, a su fluir y convocar,
de hacer ciudad desde los ciudadanos de hacer complejos habitacionales a partir de los que los
habitan, conformar la masa a partir de la pluralidad, y no erigir el gris frívolo a diestra y siniestra,
sino mejor dejar oasis verdes dentro de nuestros complejos… la ciudad se consolidara en un triunfo
(en mi opinión), cuando puedan hacerse tratados de equilibrio, entre la ciudadanía y el poder, cuando
lo urbano no absorba a lo rural, sino que lo integre como parte vital, debe avanzar en la planeación
de un hábitat funcional, dual, habitable, transitable y respirable, en la sana simbiosis con la ruralidad,
en el trabajo de sus gentes, no de sus calles, inversión social, una nueva educación de calidad, la
culturización de sus gentes… el triunfo de la ciudad radicará entonces para mí, en la apropiación que
los ciudadanos deberían tener de su espacio, la configuración, apropiación y dirección que le demos,
ya que finalmente los que hacemos ciudad somos los ciudadanos.

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