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La agricultura representa más del 80% de todos los retiros de agua dulce en la
región, alcanzando picos superiores al 90% en algunos países, incluyendo
Yemen y Siria. El ministro de Jordania calculó que su país utiliza mil millones de
metros cúbicos para irrigar campos y solo 500 millones para abastecer a sus
ocho millones de habitantes. Por eso "es fundamental promover vías para que la
agricultura —y la producción alimentaria en general— utilicen menos agua y lo
hagan de manera más eficiente", instó da Silva. La demanda incontrolada de
agua para la agricultura en la región ha llevado a la sobreexplotación de las
aguas subterráneas, la disminución de la calidad del agua y la degradación del
suelo, incluyendo la salinización. Y no va a parar.
Con el apoyo de la FAO, los gobiernos de cercano Oriente y África del norte ya
han puesto en marcha programas que abordan la escasez de agua y promueven
una agricultura resiliente ante el clima. Yemen y Marruecos, por ejemplo, han
montado sistemas descentralizados de gobernanza de las aguas subterráneas.
Egipto ha puesto en marcha un plan para recuperar hasta dos millones de
hectáreas de tierras desérticas gracias a una nueva técnica de irrigación de
bombeo solar y para introducir un tipo de arroz modificado que crezca con menos
agua. Jordania ha implementado sus embalses para la captación de las lluvias.
Omán aprendió a cultivar en invernaderos. Argelia ha mejorado en la recogida
de la lluvia y en dos años piensa llegar a irrigar las dos millones de hectáreas
necesarias para cubrir el 95% de su consumo de cereales y legumbres. Emiratos
Árabes Unidos, donde el 80% del agua viene del mar y se somete a costosos
tratamientos de desalinización, ha orquestado la primera política agrícola
nacional, que abarca desde la creación de infraestructuras para la conservación
del agua hasta una diminuta campaña de sensibilización entre los campesinos.
Los representantes de los diversos países tomaron la palabra para contar sus
logros y tomaron nota de los de los otros. La colaboración es fundamental,
porque “el futuro de la región árabe está estrechamente ligado al problema de la
escasez de agua”, dijo el secretario general de la Liga Árabe, Ahmed Abul-
Gheith. "Hay una brecha importante —explicó— entre la oferta y la demanda en
la región árabe cuando se trata no solo del agua, sino también de los alimentos.
Este déficit conlleva graves consecuencias políticas, económicas y de
seguridad".