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Lección 4
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16)
Así, Cristo intercedió por el hombre ante el Padre en el eterno consejo de paz (Zac.
6:13). Aunque el plan de salvación estaba creado aún antes de la fundación de la tierra
(Ap. 13:8), fue una lucha aún para el Rey del Universo entregar a su hijo a la muerte
por la raza culpable (PP), pero como leímos en el versículo central, Él nos amó tanto
que dio a su único hijo para morir por nosotros. El amor de Dios hacía un mundo que
no le amaba es un misterio que por los siglos sin fin trataremos de entender.
Era imposible que el hombre por sí mismo pudiera ponerse en armonía con el Creador,
pero Dios se mostraría en Cristo reconciliando al mundo (2 Cor. 5:19) y así, mediante el
arrepentimiento y la fe en Cristo, los caídos podrían convertirse nuevamente en "hijos
de Dios" (1 Juan 3: 2).
Los ángeles no podían estar felices mientras escuchaban el plan de redención, pues
comprendían que la salvación del pecador le costaría dolor, sufrimiento, vergüenza,
angustia y la más cruel de las muertes a su amado Creador, sería una escena tan
terrible, que los seres celestiales tendrían que velar su rostro. Y además de todo esto,
pocos lo recibirían como su salvador. Verían como Cristo dejaría el cielo, para
experimentar las tristezas y tentaciones que el hombre sufriría. Pero todo esto era
necesario para que el Soberano del universo también pudiese ayudar a quienes son
tentados (Heb. 2:18).
Entonces ellos se postraron y se ofrecieron como sacrificio, pero solo Aquel que había
creado al hombre tenía el poder de redimirlo (PP), sin embargo los ángeles tendrían
una parte importante en este plan… cuando Cristo estuviera en la tierra, ellos le
servirían y ayudarían a suavizar su sufrimiento. De igual manera, servirían a los
herederos de la salvación (Heb. 1:14) y los guardarían de los malos ángeles.
Asimismo, Cristo explicó a los ángeles que su muerte liberaría el mundo del pecado,
que los redimidos morarían eternamente con Él y que la paz del universo no sería
perturbada nunca más. Entonces se llenaron de gozo, pensar en un mundo liberado
superó la angustia y sacrificio del Príncipe de vida (PP). Ahora todas las estrellas
alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios (Job 38:7).
Antes de escuchar la sentencia que Adán y Eva merecían por su pecado, escucharon
una promesa que los llenaría de esperanza, el Señor les dijo: “Y pondré enemistad
entre ti y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; Él te herirá en la cabeza, y tú le
herirás en el calcañar” (Gén. 3: 15). Esta indicación declaraba que a través de Cristo,
satanás sería finalmente destruido.
El enemigo entonces se dio cuenta que el hombre sería capacitado de alguna manera
para resistir, sin embargo se alegró en saber que por la caída del hombre, Jesús
descendería de su elevada posición y trataría de vencerlo en la tierra.
Por otra parte se le explicó al hombre que muchos rechazarían a Cristo escogiendo una
vida de pecado y desobediencia. Sus días se acortarían, los crímenes y la decadencia
vendrían sobre la humanidad. Mediante la complacencia del apetito y las pasiones, los
hombres se incapacitarían para apreciar las grandes verdades del plan de redención
(PP). Pero el Hijo de Dios seguiría llamando a los hombres al arrepentimiento supliendo
las necesidades de quienes acudieran a Él, así habría quienes permanecerían salvos
en medio de la iniquidad.
Nota para padres. Esta lección está basada en el capítulo 4 del libro Patriarcas y
Profetas. Se recomienda leer el capítulo completo y contestar junto a sus hijos las
siguientes preguntas:
¿Los ángeles podían ocupar el lugar del hombre para morir por sus pecados? ¿Por
qué?
Basados en la lección, además de salvar a la raza caída, ¿qué más haría el Redentor
en la tierra?