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Estudio bíblico de Hageo 1:5-8

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Programación diaria

Hageo 1:4 - 8
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por este breve
libro del profeta Hageo. Es un libro que consta de sólo dos
capítulos, y como ya mencionábamos en la introducción es
eminentemente práctico. Hageo, el autor de este libro escrito
unos 520 años A.C., fue un profeta que se expresó de una manera
muy directa, franca y clara. Los temas a los que el profeta se
refirió se relacionaban con los asuntos cotidianos de la vida diaria.
Hageo transmitió el mensaje de Dios, con la ayuda del Espíritu
Santo, con gran sencillez, y empleó un lenguaje usando palabras
muy familiares y comprensibles para todos.
En su primer mensaje, el profeta presentó un reto, un gran
desafío al pueblo. Ese fue el tema con el que comenzó el capítulo
1. En los primeros cuatro versículos podemos notar la existencia
de un conflicto de intereses. La gente, el pueblo judío, tenía la
idea equivocada de que aún no había llegado el tiempo de Dios
para reanudar la construcción del templo de Dios. Ellos habían
regresado a Jerusalén, después de un largo y penoso exilio con
mucho entusiasmo y alegría, pero sus ánimos decayeron y
llegaron a enfriarse totalmente. Comenzaron a reconstruir muros
y a vallar propiedades, y hasta lograron edificar sus propias
casas. El esfuerzo y tiempo de todo el pueblo fue empleado en
afianzarse y estabilizar cada uno su situación personal. Pasó el
tiempo y no sólo se olvidaron de su promesa de construir el
Templo del Altísimo, sino que llegaron a dar excusas para no
ocuparse de ese tema. En su acomodo personal decidieron que
aún no era el tiempo adecuado para edificar la casa del Señor. El
pueblo comenzó a olvidarse de sus promesas hechas a Dios y dejó
a un lado su responsabilidad. Dios, agotada Su espera en un
cambio de mente y corazón, les envió un mensajero que les hizo
enfrentar a esta situación. Dios, a través de Hageo, les hizo una
pregunta, muy directa e incómoda, de cómo podían ellos habitar
en sus casas decoradas y bien cuidadas, mientras que Su casa,
la casa del Señor, estaba desierta. Leamos la amonestación que
Dios les hizo en el versículo 4:
"¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras
casas artesonadas, y esta casa está desierta?"
Dios estaba disgustado con Su pueblo y reveló su sentimiento en
el versículo 2: Así ha hablado el Señor de los ejércitos, diciendo:
Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que
la casa del Señor sea reedificada. Ahora, por lo general, Dios
siempre hablaba de ellos como "mi pueblo". Pero aquí no dijo eso;
la cuestión no fue que El no quisiera reconocerlos como Suyos,
no fue esa idea la que se expreso aquí. Pero al hablar de este
modo, Dios demostró Su desagrado y queja. El pueblo no estaba
viviendo y actuando en la voluntad de Dios; no le estaban
obedeciendo a Él. Para ocultar su desobediencia, en medio de su
nuevo bienestar encontraron una excusa que les parecía que
justificaba esa indolencia diciendo: "Bueno, no es un buen
momento, todavía no es la hora de emprender esta obra, no es
el tiempo adecuado para la edificación de la casa del Señor.
Siempre podemos hacerlo más adelante."
Dios sabía lo que había en sus corazones y mentes y encomendó
al profeta este serio pero todavía paciente mensaje que leemos
en el versículo 5:
"Pues así ha dicho el Señor de los ejércitos: Meditad bien sobre
vuestros caminos."
El Señor quería llamar la atención de Su pueblo, quería que ellos
mismo se dieran cuenta de la manera tan indigna en que se
estaban comportando. Dios pretendía llevar a Su pueblo a una
reflexión personal que les hiciera ver la situación de complacencia
y egoísmo a la que habían llegado, que les hiciera pensar en la
situación en que se encontraban. Dios mismo les había señalado
el camino correcto por el que debían transitar, pero cada uno
hacía lo que bien le parecía. Y el profeta les habló de parte de
Dios cuando analizó la realidad cotidiana de su pueblo, como
leemos en el versículo 6:
"Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis;
bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y
el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto."
Dios los estaba castigando en sus asuntos materiales, pero ellos
no lo estaban reconociendo. Esta situación, estimado oyente, nos
recuerda al tema que ya estudiamos en la epístola, o carta, a los
Hebreos, hace algún tiempo, y que también es un mensaje válido
para los creyentes en el día de hoy. Cuando Dios nos castiga o
disciplina, hay una razón para ello. Cuando Él juzga y disciplina a
un hijo suyo, éste debería buscar la razón, o la causa; debería
tratar de descubrir el "por qué" Dios le está tratando de esa
manera. Posiblemente ese tratamiento, no es siempre agradable,
y podría deberse a que Dios está invirtiendo tiempo y esfuerzo en
nosotros, en Sus hijos, tratando de moldear, esculpir, y limar
muchas imperfecciones y asperezas de nuestro carácter, de
nuestra personalidad. Dios quiere suavizarnos, nos quiere
transformar "a la imagen de Su hijo Jesucristo."
Ahora, el pueblo había sufrido unas desastrosas cosechas, y como
consecuencia hubo hambre. No tenían medios económicos
suficientes para comprar ropa, o adquirir los materiales para
confeccionarlos ellos mismos. No había suficiente alimento, no
había suficiente para comer o para beber. El pueblo estaba
sufriendo penalidades, pero a nadie se le pasó por la mente que
esa situación se debía a su desobediencia. Muy al contrario,
todavía trataron de justificar las dificultades que atravesaban.
Y, ¿cómo responden o actúan los hijos de Dios en nuestros días,
en el presente? Algunos dicen: "Bueno, las cosas no me salen
bien, será mi suerte". Pero no es su "suerte", amigo oyente, si
usted es hijo de Dios. Esas cosas, situaciones complicadas,
problemas inesperados y de difícil solución, circunstancias
adversas, todo ello nos sucede con algún propósito. Dios no
permite que esas adversidades ocurran inútilmente, sin fin
alguno, sino que ocurren porque Él estimó que podrían ser útiles
para algún fin que Él tiene en Su Mente divina. Dios siempre trata
de desarrollar algo nuevo y diferente en el corazón y en la vida
de Sus hijos. Es por ello que Dios le dijo al pueblo: Meditad bien
sobre vuestros caminos. Los hombres, todos nosotros tendemos
a elegir nuestros propios caminos, escogidos según nuestro
propio juicio. También afirmó esta actitud muy humana el escritor
del libro de Proverbios, al escribir; Hay camino que al hombre le
parece derecho; pero su fin es camino de muerte. (Pro. 14:12).
Quizá usted recuerda que Dios, por medio del profeta Isaías, dijo:
cada cual se apartó por su propio camino. (Isaías 53:6). Y así es
como se expresó esta realidad en el libro de Isaías: Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por
su camino. Este es el problema de la humanidad. El autor del
Salmo 1, versículo 6 escribió: El Señor conoce el camino de los
justos, mas la senda de los malos perecerá. (Sal.1:6) Y en el
capítulo 2 de Proverbios, versículo 12, leemos una advertencia:
Para librarte del mal camino, de los hombres que hablan
perversidades. La Palabra de Dios habla con frecuencia acerca de
los caminos que el hombre escoge, pero que no son los caminos
de Dios. También en el mismo libro de Proverbios, en el capítulo
6, versículo 23, podemos leer: Porque el mandamiento es
lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones
que te instruyen.
En el capítulo 13, versículo 13, de Proverbios, leemos: El que
menosprecia el precepto perecerá por ello; mas el que teme el
mandamiento será recompensado. Y en el libro del profeta Isaías,
capítulo 55, versículos 7 al 9, leemos: Deje el impío su "camino",
y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual
tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio
en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos, mis caminos, dijo el Señor.
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos
más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que
vuestros pensamientos.
El profeta Jeremías, escribió en el capítulo 10 de su libro,
versículo 23: Conozco, oh Señor, que el hombre no es señor de
su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos. Y
el mismo profeta Jeremías, en el capítulo 6, versículo 16 de su
libro, dijo: Así dijo el Señor: Paraos en los caminos, y mirad, y
preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y
andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas
dijeron: no andaremos.
Estimado oyente: el hombre, y nos referimos a hombres y
mujeres, al ser humano, está en rebelión contra Dios. Jeremías
lo expresó así en el capítulo 10, versículo 2: Así dijo el Señor: no
aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo
tengáis temor, aunque las naciones las teman. (Jeremías 10:2)
El profeta Isaías, en el capítulo 30, versículo 21 también escribió:
Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha,
ni tampoco torzáis a la mano izquierda. (Isaías 30:21). Siglos
más tarde, el Señor Jesucristo lo expresó de la siguiente manera:
De cierto, de cierto os digo: el que no entra por la puerta en el
redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y
salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas
es. (Juan 10:1-2). Y luego, él continuó diciendo, refiriéndose a la
puerta del redil: Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será
salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. (Juan 10:9).
En esto consiste lo que Dios le está diciendo a Su pueblo a través
del profeta Hageo: Meditad bien sobre vuestros caminos.
¿Cuántos de nosotros, ahora mismo, en este momento,
podríamos enfrentarnos al escrutinio de Dios, para que Él juzgue
nuestros caminos? ¿A dónde nos lleva el camino que hemos
escogido? ¿Ha pensado usted alguna vez que todos los caminos
llegan un día a su final, y qué según nuestra elección, nos
encontraremos con la última parada, el final, con Dios o sin Dios?
Dios una y otra vez nos habla de un camino, Su camino, que es
fácil, porque es estrecho, y hasta puede llegar a ser incómodo.
Él, Jesucristo es el Camino, y no hay ninguna otra forma de
comenzar a andar en ese camino, sino se entra por "la Puerta",
que es Jesucristo. Él es "el Camino, la Verdad, y la Vida", y no
hay otro camino válido para llegar a Dios. Por eso es importante
tomar una decisión personal de seguir a Jesucristo, o rechazarle.
No hay camino intermedio. Meditad bien sobre vuestros caminos,
nos recuerda nuestro estudio de hoy, en el libro de Hageo. ¿Hacia
dónde se dirige usted, amigo oyente? ¿A dónde va? ¿Cómo le va
en su trabajo? ¿Cómo está resultando su matrimonio? Y a los
estudiantes les preguntamos: "¿Cómo le va en sus estudios?
¿Tiene usted objetivos en la vida? ¿Qué nos puede decir usted,
joven, sobre sus planes personales o de pareja para formar una
familia? ¿Piensa dejar a Dios de lado a la hora de tomar esa
decisión tan importante? ¿Por qué no medita sobre sus caminos?
Nos llegan cartas, correos electrónicos y llamadas de personas de
toda condición de vida y clase social. Algunos están en el camino
correcto, y otros, tristemente, están muy desviados, y muy lejos.
Hay algunos que reconocen que han tomado un camino
equivocado. Se han dirigido en una mala dirección, y esto ha
provocado un hogar destruido, un corazón quebrantado y una
vida arruinada. Meditad bien sobre vuestros caminos - recordó
Hageo. ¡Qué sencilla recomendación que podemos aplicar
también para nosotros en este siglo 21! Meditad bien sobre
vuestros caminos.
A continuación Dios, por medio del profeta Hageo, les comunicó
a los israelitas lo que debían hacer de una manera muy sencilla y
muy clara. Dios les dijo que debían hacer tres cosas, que
encontramos en los versículos 8 al 11. Dios les ordenó construir
el templo. El problema era que aquella gente tenía era un claro
conflicto de intereses. Ellos habían construido sus propias casas,
antes de edificar la casa de Dios. Ellos habían colocado sus
propios motivos egoístas por encima del plan y el programa de
Dios. El Señor Jesucristo, en el Sermón del Monte, dijo: Buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia. (Mateo 6:33). Esa
justicia que se encuentra en Cristo, y que hay que aceptar para
ser un hijo de Dios, es la que hay que buscar, para que después,
como consecuencia y resultado, podamos experimentar la
realidad del final del versículo: Y todas estas cosas os serán
añadidas. Al mencionar "Todas estas cosas, el Señor Jesús se
refirió a un gran abanico de "cosas", dando a entender que no
había nada malo en desearlas. Creemos que el dinero, o los
bienes materiales, también pueden ser algo espiritual. Creemos
que su casa, amigo oyente, puede ser un tema espiritual. Usted
puede abrir su hogar para celebrar allí un estudio bíblico,
preparando allí un sitio acogedor donde puedan llegar los amigos,
los necesitados, en donde se pueda dar un testimonio del Señor
Jesucristo. Nosotros pensamos que un hogar puede ser una de
esas "cosas" a las que se refirió el Señor Jesucristo. No creemos
que sea censurable que se busque el bienestar, pero sí es
importante el lugar que ocupan esas "cosas" en nuestras vidas,
es decir, si llegan a ser prioritarias, desplazando a Dios de su
lugar. Mencionamos antes que Dios les encomendó hacer tres
cosas, que se encuentran en el versículo 8, que ahora leeremos:
"Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré
en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho el Señor."
Primero: Subid al monte. Segundo: Y traed madera. Y tercero: Y
reedificad la casa.
Las indicaciones de Dios fueron muy simples y claras, pero Su
pueblo se había ocupado egoístamente en mejorar su estilo de
vida, y se olvidaron de Quien les había devuelto de la cautividad
a la libertad, y a Quién habían hecho promesas que no estaban
cumpliendo. Amigo oyente, es una promesa bíblica, que si usted
coloca a Dios en el lugar que le corresponde en su vida, Él podrá
arreglar y solucionar muchas de las situaciones que usted afronta
y padece
Subid al monte, traed madera, y reedificad la casa. En la
actualidad, en esa zona, ya no quedan árboles, esas montañas
aparecen desnudas. El Estado de Israel, con un ambicioso
proyecto que requiere mucho tiempo y dinero, está reforestando
esas secas laderas.
¿Porqué no hay árboles en esa región? Toda esa zona estaba
cubierta de frondosos bosques, porque si hubiera estado en otra
condición, Dios no les hubiera dicho que subieran al monte a
cortar árboles y traer madera. Hubiera sido una buena excusa
para el pueblo, si no hubiera habido árboles allí.
Quizá Usted recuerda que en los Evangelios se nos relata que una
noche el Señor Jesús estaba descansando y Pedro y Juan se
acercaron, y allí había un fuego ardiendo. ¿Qué clase de fuego
piensa usted que era? Estaban quemando simplemente madera,
de los árboles del lugar. ¿Qué sucedió, en esa zona siglos más
tarde? Llegaron ejércitos enemigos que se apoderaron de esa
tierra, que cortaron y derribaron prácticamente todos los bosques
de esa zona.
Dios le dijo, en primer lugar al pueblo: Subid al monte, aunque
ellos opinaban que no era el tiempo más apropiado para edificar
la casa del Señor. Dios les mandó realizar el esfuerzo de subir al
monte. Dios demandó una acción de Su pueblo.
La segunda cosa que él les dijo fue: traed madera. De esos
árboles que cubrían los montes ellos tenían que hacer madera.
Tenían que derribar los árboles y con el hacha deberían cortar y
preparar la madera. Aquí tenemos una segunda acción, y un
segundo esfuerzo.
Y luego, la tercera acción que Dios les mandó era que debían
reedificar la casa, edificar un templo; debían dedicarse al
esforzado trabajo de la construcción.
Amigo oyente, creemos que Dios quiere ocupar el primer lugar en
nuestras vidas, y sólo así Él podrá indicarnos el camino correcto
por el que Él desea que transitemos en esta vida. Dios quiere que
establezcamos una relación personal con Él por el único medio y
Mediador que es Cristo Jesús. Y una vez que hayamos cedido a
Dios el lugar que le corresponde en nuestra vida, Él nos
sorprenderá una y otra vez con respuestas a nuestras oraciones,
con soluciones a nuestros problemas, con nuevos proyectos
nunca jamás soñados, porque: el dar a Dios el lugar que le
corresponde pone en orden nuestras vidas, y en todas las demás
cosas, porque Él se ocupará de todo lo demás. Dios es un Dios
celoso, no quiere competir con nadie más, ya sea una persona,
un objeto o un bien material.
También quiere Dios que pongamos acción a nuestra fe. ¿Qué
debemos o podemos hacer para agradar a Dios? El Espíritu Santo
nos puede indicar qué y dónde podemos ayudar, dónde colaborar
y trabajar. Dios es activo, Dios trabaja. Dios se preocupa, pero
también se ocupa incansablemente de animar, empujar,
fortalecer, perdonar, amar y sostener a Sus hijos. No hay ningún
sustituto para el trabajo en el programa de Dios, Él nos necesita
a todos para hacer llegar su Amor a cada rincón de este planeta
Tierra.
Bien, amigo oyente, vamos a detenernos aquí. Nos permitimos
sugerirle que lea los versículos restantes de este capítulo 1 del
profeta Hageo para estar mejor informado de lo que estudiaremos
en nuestro próximo programa. También le animamos a que se
ponga en contacto con nosotros y nos plantee sus dudas y
preguntas, o simplemente nos cuenta su opinión sobre este
programa que recorre Las Sagradas Escrituras, la Palabra de
Dios. Quedamos pues, a la espera de sus noticias. Hasta
entonces, pues, y nuestra oración es que Dios siga usando este
espacio radiofónico para ayuda y bendición de su alma!

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