Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
lógica de Leibniz:
Historia de un con hermenéutico
Javier AnuAno
1. Introducción
1.2. Este artículo versa sobre las más relevantes interpretaciones del posi-
ble programa leibniziano de reducción de las expresiones relacionales. Una
dificultad se levanta ya al comienzo: la imposibilidad de ofrecer una caracte-
rización neutra, universalmente aceptable, del supuesto proyecto. A falta de
consenso entre los intérpretes del pensamiento de Leibniz sobre el sentido y
alcance de los diversos ejercicios lógicos que constituirían tal programa
reductivo, no podemos comenzar con una formulación demasiado precisa del
mismo. Sólo a lo largo de este escrito, y a través del estudio de las divergen-
emas hermenéuticas que en él se recogen, iremos viendo de qué se trata cuan-
do se habla del programa reduccionista de las relaciones.
Por ahora, y con el fin de facilitar una idea genérica de esos ensayos lógi-
cos, conviene tener presentes dos tipos de clasificación de las relaciones.
Estas pueden ser, según Leibniz, de comparación (comparalio) o de conexión
(conexio). Relaciones de comparación son, entre otras, la semejanza, la iden-
tidad, la oposición; relaciones de conexión son las de todo-parte, causa-efec-
to, etc. Las relaciones de conexión parecen señalar un influjo o una depen-
dencia mutua tales que no puede existir un miembro de la relación sin los
demás; en cambio, los re/ata de la comparación sc muestran independientes
unos de otros. En la conexión parece corno si se diera un vinculo real, lo que
no es el caso de la comparación. A su vez, las relaciones pueden ser simétri-
cas y asimétricas. Son simétricas aquellas en las cuales ‘Si aRb, entonces
bRa’; son asimétricas aquellas en las que no se cumple ese condicional. Esta
distinción entre relaciones simétricas y asimétricas tiene gran importancia, ya
que Leibniz adopta estrategias diferentes de análisis para sendas formas de
relaemon.
El análisis leibniziano de una relación simétrica consiste en sustituirla por
.4 nálisis- de las- iclociones en lo gramática lógica de Leiboiz 225
una serie de sentencias en las que se predicaln dc los sujetos relacionados la/s
propiedad/es que fundamenta/n dicha relación. Por ejemplo, si decimos:
‘Juan y Pedro son parecidos’ (por ser pelirrojos), obtendremos: ‘Juan es peli-
rrojo’ y ‘Pedro es pelirrojo’; y, si afirmamos que ‘Juan es diferente dc Pedro’
(en altura, ya que el primero mide 190 cms. y el segundo, 170), tendremos el
siguiente resultado: ‘Juan mide (de altura) 190 cms.’ y ‘Pedro mide (de altu-
ra) 170 cms.’
La “reducción” de las relaciones asimétricas es más compleja. Leibniz
vacila sobre este punto, pero la estrategia que suele seguir queda bien ejem-
plilicada con los dos casos siguientes: la comparación ‘Ticio es más sabio
que Cayo’ devendría ‘En tanto en cuanto Ticio es sabio y lo es Cayo, por esa
misma razón Ticio es superior y Cayo inferior’; la relación de conexión
‘Paris es el amante de Helena’ deberia ser traducida a ‘Paris ama y por eso
mmsmo Helena es amada’.
¡900).
3 La ¡esis cada vez más extendida es quc. constituyendo la filosotia de Leibniz un siste-
ma, no loes en la lénna jerarquizada en que la concibe Russcll. Se suele afirmar que en el sis-
tema leibobiano sc puede empezar por cualquiera dc sus proposiciones.
-I Que no haya deducido Lcibniz de ese solo principio un sistema, obviamente distinto del
226 Javier Aguado
Al hacer este comentario nos complace reconocer que fue el profesor Quintín Racionero
quien, en particular, nos hizo ver este aspecto, casi oculto, dc la aportación russelliana a la
comprensión del pensamiento de Leibaiz, y a quien, en general, debemos la conciencia deque
falsea la filosofla de Leibniz toda exégesis que no conceda a la noción de relación la impor-
tancia extrema que en ella le corresponde.
7 (i. H. R. Parkinson, Logie aud Realitv in Leibnizs A4eiaplwsics, Oxford, 1965 (espe-
3 Es sabido que esto e permite a Russell distinguir en Lcibniz una doctrina esotérica, que
se deduciria de sus principios lógicos y le aproxiínaria a Spinoza, y otra exotérica, debida a
consideraciones no estrictamente teóricas e incompatible con su lógica.
14 U 239: “Si a esta, et b est a, et neqne a est 6 neque 6 esí a, [seo si a ct 6 sunl dispara-
taj sunt pIura ni’’; GP ( =Die phílosopl;ts-chen Schri/ien cd. U. 1. (icrhardt •-—-. Berlin, ¡575-
1590, l-lildcsheiín. ¡960-1961), vol. Vil. pág. 225: Disparata sunt a et 6, si a non est 1>, ct b
non esta. ut horno cl apis. Nam homo non est apis. Et lapis non est horno”. Debe advertirse
que en esta ocasión dota Leibniz al término dtsparota dc un sentido distinto dcl que es usual
en sil terminologia. Con este término suele í-eferirse nuestro filósofo a unos átomos lógicos,
absoLutamente simples de los que estarían compuestos en última instancia ¡os conceptos com-
pl ejos. Aquel los, precisamente por ser absolutaíncnle simples, no pueden tener ninguna reía—
clon entre ellos: son ¿lírpat¿ii¿,
.4 mi/isis- de las relaciones- en la gramática lógica de Leiboiz 231
más morena que Jacinta’ o ‘Federico es el más agresivo del grupo’. Es el sen-
tido actual de la palabra ‘predicado’, y desde luego el que le concede Russeli.
Ahora bien. Parkinson no descarta que Leibniz hubiera utilizado este térmi-
no con un sentido menos estricto, gracias a lo cual pudieran ser llamados tam-
bién predicados expresiones comno las que aparecían en la segunda pareja de
ejemplos: ‘más morena que Jacinta’, el más agresivo de la clase’ 15
‘...
Pero Parkiiison abandona esta linea exegética, lo que parece muy razo-
nable ya que dicha solución es meramente verbal. Si el pensador de leipzig
pretendió fundar los enunciados relacionales en otros categóricos, y, no thl-
tan en su obra pasajes que impiden descartar que esa fuera su idea, no podia
confórmarse simplemente con llamar ‘categóricos’ a los primeros: eso hubie-
ra sido una for¡na tramposa y trivial de reducir las sentencias relacionales. En
otras palabras, y a modo de ejemplo, la idea de Leibniz parece ser que, dados
dos sujetos ci y / que miden respectivamente uno y dos metros de altura, si a
creciese hasta ti-es metros, la correspondiente menor altura dc h respecto de
a ——expresada por lo que Leibniz, siguiendo la tradición terminológica esco-
lástica, llama ‘denominación extrinseca’ debe fundarse en alguna modifica-
ción intrinseca de A. La tan repetida aseveración por parte de Leibniz de que
no hay denominaciones puramente extrínsecas querría decir que las denornu-
nac¡ones extrínsecas se basan en, y por ello son reducibles a. denominac¡o-
nes intrinsecas. Lo que no parece decir nuestro pensador es que las denom¡-
nacIones extrínsecas puedan se¡, sin más, consideradas intrínsecas: eso
hubiera sido un mero truco verbal.
l)escartada esta via, Parkinson ensaya una interpretación del programa
reduccionista que ejercerá gran influencia en posteriores investigaciones. El
objetivo último de Leibniz en sus ensayos lógico-gramaticales. sostiene este
estudioso, no seria la sustitución de proposiciones relacionales por categóri-
cas. Esta reducc¡on seria sólo un aspecto parcial de un proyecto con fines
muy distintos.
3.3,1, Parkinson llama la atención sobre las razones que cree percibir en
el proyecto reduccionista leibniziano (págs. 47 y ss.). El fin de este programa
sería mostrar la validez formal de algunos argumentos no-silogisticos que
Leibniz encontró en la Logica Hamburgensis de Joachim Jungius. En esta
obra aparecían dos clases de inferencias inmediatas, esto es, sin término
medio, algunas de cuyas expresiones eran relativas: las inferencias de lo
directo a lo oblicuo (consequentia a rectis ad obliqua)m6 y las inversiones de
relación (inversio relationis)17. Jungius se había limitado a clasificar argu-
mentos de este tipo y a ofrecer ejemplos de los mismos, sin dar la prueba de
su validez lógica. Leibniz intentará su demostraciónl5. Para lograrla, es muy
seguro que se guiara básicamente por la idea de que hay pruebas que sólo son
posibles si se introducen ciertos cambios en los términos.
3.3.1.1. Veamos, en primer lugar, una muestra del modo en que Leibniz
pretendió justificar en alguna ocasión la validez de las inferencias a redús ad
oblicua. Basándose en el siguiente ejemplo dado por Johann Vagetius19: ‘La
pintura es un arte (graphice est ars), por tanto el estudiante de pintura es estu-
diante de un arte (gui discit graphicem, discil artem)’, Leibníz formula esta
argumentación2O:
1<’ Inferencia oblieua es la que incluye algún término oblicuo, y térínino oblicuo ese1 que
no está en nominativo. Una inferencia a ;ecli. ad oblicua consiste en concluir a partir de una
sentencia con términos en nominativo otra en la que al menos uno de ellos aparezca en otro
caso. Estas sc dividen en dos clases: afirmativas directas (por ejemplo, ‘Un reptil es un ani-
mal, por tanto la cabeza dc nn reptil es la cabeza de un animal’) y afirmativas inversas (por
ejemplo. ‘Todo reptil es un animal, de ahi que El que creó todos los animales creó todos los
reptiles’).
17 La inversión de relaemon es una inferencia, también inmediata-- es decir, sin término
eipiis Grammaticis... sunt demostrando” ( = ~‘.., hay en lógica inferencias que no pueden ser
demostradas a partir de principios lógicos, sino por medio de principios derivados de la gra-
mática...’).
‘~ G. W Leibnitii Opera Oninia (cd. L. Dutens), Ginebra, 1768, vi., 1, págs. 38-9 [cit. por
Parkinson, op. cit. pág. 49, n. 63. Vagetius fue el editor de la Lógica tlambuq’ensi.s de Junghís
y corresponsal de Leibniz.
~ UIt. Máximo Mugnai, Leibuiz t Theorv o/Relations, Stuttgart. 1992, pág. 61,
.4náli,sis de las relaciones en la gramática lógica de Leibniz 233
tenus que no deja de expresar una cierta relación. (Esta clase de conecti-
—
ved by the consideration that in this way alone can substances be incomnpos-
sible, as the actual Adam is incompossible with a Noah characterized as (mier
alia> “dic father of Cain” “(pág. 58).
Parkinson, op. ci!.. pág. Sí. Para la carta mencionada por Parkinson dcl? A u. 1,498.
2]
N. Reseher, ‘tu imiterinonad e relations”. en Leiboiz N Mcmvii vsicw o! Natare,
22
Leibniz habría concebido las relaciones entre las sustancias como reales,
no como meras apariencias, piensa Reseher. Lo que no habría estimado aquel
como propio de las relaciones es el carácter sustancial e independiente. Al no
ser madependientes. su realidad les debe venir de otra instancia, que será cl
fundamento de su realidad: las sustancias y sus propiedades (no-
relacionales), que st son reales. Dice Leibniz: ‘ ... je dis que la notion de la
substance individuelle enferme tous ses evenements et toutes ses denomtna-
tions, méine celles qu’on appelle vulgairement extrinseques (c’est á dire qui
nc ¡uy appartiennent qu’en vertu de la connexion generale des choses et dccc
qu’elle expri¡nc tout l’univcrs á sa maniere), puisqu’il faut tousjours qu’il y
ait quelque fondement de la connexion des termes d’une proposition qui se
do it trou ver claus 1etír notíons23.
Si esto es así, las sentencias que enuncien relaciones entre tnónadas
podrán y deberán ser reducidas a sentencias que atribuyan una propiedad, un
accidente, una modiheacion intrínsecos a un sujeto que sea el concepto de
una mónada. Este. y nada más que este, sería cl alcance del proyecto leibni-
z¡ano de reducción de relaciones a propiedades no-relacionales.
4.2.1. Leibniz habría intentado, según Reseher, llevar a cabo algún tipo
de reducción. Desde el punto de vista lógico, esta adoptó dos formas, según
se trat~tra de imna relación de comparación (comparatio) o de conexión (cune—
ño). [Sn el primner caso (por ejemplo, ‘Ticio es más sabio que (‘ayo’). basta-
ba la sustitución del enunciado relativo (aRt) por otro complejo. formado por
dos enunciados simples con predicados no-relacionales (P
8a & Qp/i), en el
que la única relación que aparecía era una conectiva lógica (la conjunción —
-= A - A man Id. 14. 7. ¡ 656 (GP II. 56). Cfr. pág. 48: ‘la nolion individuel le dc chaque pci—
sonne entorme [Inc Ibis pour toutes ce qui 1 uy arrivera á jamais. \-‘ous en ay iés tiré d’ahord cette
consequence, que de cetle seule supposilion. que l)ieu ait resolu de créer Adam, tout le reste
des evenemenís humajos arnves á Adam et á Sa poslerité s ‘en seroient sui vis par une necessí—
té fataL ( ... A quov j ‘avoi s répondu. q oc les dcssei os de Dieu í.ouchant tout ccl univers. estaní
lié» entre cux contormeínent á Sa sotiveraine sagessc, i 1 oil pus auctíne resol utiun á 1 ‘égard (le
bu] ce qui a cíuclcíue liosio,, ayee luy-’ [las cursix-as 500 nuesíras].
236 Javier Aguado
del análisis— nos permite ver el doble sentido de la patio leibniziana: por un
lado, como fundamento o razón; por otro, como relación (pág. 63). La correc-
ta interpretación de la reducibilidad de las relaciones permite, en opinión de
Reseher, conciliar la realidad de estas con la tesis ‘praedicatum inest subjec-
te’.
A menudo se consideran ambas cosas incompatibles en el sistema leibni-
ziano, afirmándose que la tesis dc que en toda proposición verdadera afirma-
tiva el predicado está contenido en el concepto del sujeto no puede ser soste-
nida a la vez que se defiende que hay una conexión real entre las cosas. Dado
que el principio ‘praedicaíam inesÉ sub¡ecío’ ha sido tradicionalmente consi-
derado central en la filosofia leibniziana, la otra tesis ha solido ser margina-
da. Ahora bien, la universalidad y realidad de las relaciones intermonádicas
en la filosofia leibniziana, argumenta Reseher, no puede ser negada en modo
alguno (pág. 72). Así, dice el pensador de la corte de Hannover: “...dans la
rigucur rnethaphysique il soit vray. qu’il n’y a point de denomination entie-
rement exterieure (denominatio pure extrinseca) á cause de la conexion rée-
líe de tontes choses”24.
Rescher ha advertido la necesidad de conciliar ambos aspectos de la filo-
sofia de Leibniz. Haberlo intentado es uno de los principales méritos de la
obra que hemos comentado.
Nouveau.v Fssaít II 25 y (GP y. 21 1). No querríamos rasar por alto cl sentido peculiar
24
26 Además, no tiene sentido hablar de reducción de una expresión a una propiedad real.
Mates también se opone (págs. 2 15-8) a los que defienden que, según el
mtsmo Leibniz. no todas las proposiciones podrían ser reducidas a proposi-
ciones de la forma A es B27. Russell había descartado28 la posibilidad de una
reducción general de los enunciados relacionales a categóricos. La úr¡ica
reducción de este tipo que admite el filósofo y matemático británico es la de
aquellos que expresan relaciones simétricas. Por ejemplo, viene a decir
Russell, el enunciado ‘Polifemo es diferente (en altura) de Galatea’ puede ser
sustituido por ‘Polifemo y Galatea tienen alturas diferentes’. En cambio, una
proposición que exprese una relación asimétrica nunca puede ser sustituida
por una categórica. Por ejemplo, el enunciado ‘Polifemo es más alto que
Galatea’ no puede ser cambiado por ‘Polifemo y (jialatea tienen alturas dife-
rentes’, ya que este último enunciado también sería verdadero en el caso de
que Galatea friera más alta que Polifemo.
Alguien podria estar tentado de contestar a esto que hay otra posible
reducción de las relaciones, que evitaría la critica russelliana, y que goza ade-
mas de la virtud de aproximarse mucho más a los ensayos lógicos de Leibniz.
Según dicho objetor, y siguiendo con el anterior ejemplo, el enunciado
‘Polifemo es más alto que Galatea’ se basaría en las alturas de cada uno dc
ellos, por lo que podria ser resuelto en, pongamos por caso, ‘Polifemo mide
dos metros (de altura) y Galatea uno’.
Ahora bien, ajuicio de Russell, la proposición final sigue siendo relacio-
nal lo que impediría decir que se había cumplido la reducción buscada ya
que uno’ y ‘dos’ no expresan otra cosa que una sucesión, un orden; no tie-
nen un contenido intrínseco y absoluto. Lo que viene a decir Russell es que,
suponiendo que Polifemo mida dos metros (de altura) y Galatea uno, el enun-
ciado ‘Polifemo es más alto que Galatea’ deberia ser convertido en la con-
junción tórmada por los enunciados siguientes: a. ‘Polifemo ¡nide dos metros
(de altura)’. It ‘Galatea mide un metro (dc altura)’, y e. ‘Dos es mayor que
uno
Pues bien, este reparo de Russell a los ensayos leibnizianos de reducción
dc las proposiciones relacionales asimétricas es precisamente el objeto de la
critica de Mates que nos interesa en este apartado29. Russell habria introdu-
cido algo innecesario en la interpretación de la tesis reduccionista. Mates afir-
ma que e sólo es necesario si se pretende que el resultado de la sustitución
sea equivalente al enunciado original. Ahora bien, Mates defiende que
Leibniz no habría identificado reduetibilidad con equivalencia (pág. 216, en
la que declara haber compartido anteriormente este error). Mates juzga que la
reduetibilidad sólo exige que las proposiciones que sustituyen a la primera la
impliquen, de tal modo que esta no pueda ser falsa si aquellas son verdade-
ras. De ello se desprende que el enunciado ‘Polifemo es más alto que
Galatea’ puede ser reducido, siempre según Mates, a la conjunción de enun-
ciados a y b, sin que haya necesidad de añadir a
29 No podemos pasar por alto que esta objeción de Russell a la reducción asimétrica le
obligaria - •- cosa que no hizo •— a declarar también ilegítimos los análisis de relaciones síme-
tricas aportados por el filósofo alemán, si la mcta era la eliminación dc toda relación. Por eiem-
pío, si a es semejante a b’ puede reducirse a ‘a es E, y 6 es E
2’, la equivalencia parece estar
basada precisamente en la relación de semejanza de las dos propiedades. Ñ y E2, predicadas
respectivamente dc a y de b. La consecuencia de todo esto es que seguimos encontrando
relaciones cii donde ya no deberian aparecer.
30 A. de Volder (GP II, 226): “En mi opinión no hay nada en el conjunto del inundo creado
cuyo concepto perfecto no necesite de todo el resto de las cosas, dado que todo influye en cada
cosa de tal modo que si cualquiera es removida o cambiada, todo en el mundo será distinto de
corno es ahora.”
A nális-i,s cíe lcn- relaciones en la gramática lógica de Leibniz 241
conceptus alieni, etiam proprietates erunt modi. Est autem modis et proprie-
tatibus commune, quod insunt. Sed eadem definitio etiam iis competet quae
non insunt ut effeetibus, quae causis indigent ut concipiantur LI Aliud ergo
requiritur ad modificationem quam indigentia conceptus alieni, et inesse
(quod proprietatibus et modis comímne est) plus est quam conceptu alterius
indigere”3’.
De este modo. Leibniz habría distinguido entre una relación universal,
que do¡ninaría todas las cosas (exigir, necesitar, envolver), y otra más res-
tringida, como es la pertenencia del predicado a un sujeto (contener, incluir).
ibídem: “Tratará ahora de los ¡nodos, que, como vos, distingo de otros predicados, esto
es, dc los atribulos y l:ís propiedades. Sin embargo, si los definimos meramenle en términos
de su necesidad de otros conceptos, las propiedades también serán modos. F,s común tanto a
las propiedades como a los modos ser en algo. Pero a misma definición convendrá también a
cosas que no son en algo, tales eotno los efectos, c¡ue necesitan a las causas para ser entendi-
dos 1...] Algo atas sc necesita en la definición de una modificación, por consiguiente, que la
necesidad (le otro concepto. y estar ‘contenido en’ (una cualidad que es común a las prupieda-
des y a los modos) es más que ‘necesitar alguna olía cosa. En mi opinión no hay nada en el
ct)fl¡UOtu del inundo creado que no necesite, para su concepto perfecto, dc todo el resto de la
universalidad de las cosas
32 J - Hintikka. ‘t,cibniz on Plenitude, Relationsand thc “Reigo of Law” ‘. en LE (i.
l-lintikka estima (pág. 164) que Leibniz no tenía tanto interés en eliminar
los conceptos relativos como en reducir las proposiciones relacionales (por
ejemplo, ‘Paris ama a Helena’ puede ser convertida en ‘Paris ama y por eso
mismo Helena es amada’). No está claro si Leibniz pretendió en alguna oca-
stón eliminar también los términos relativos, si bien Hintikka se inclina a
pensar que no. En apoyo de esto, esgrime (pág. 165) pasajes de Leibniz como
el que sigue: u n’y a point de terme si absolu ou si detaché, qu’il n’en-
“...
3< Noov-eaox Es-sais- II 27 i tGP V. 213): “Es siempre necesario que. además de la dije-
reacia en liempo 5’ espacio, haya un principio inierno de distineión...de nodo que, aunque
liempo y lugar (..) sirven para distinguir cosas que no son fácilmente distinguibles por sí solas,
las cosas no dejan dc ser distinguibles por sí mismas. La esencia de la identidad y dc la diver-
sidad no consiste, pues. en tiempo y lugar, aunque es verdad que la diversidad de las cosas es
acompañada por la dc tiempo y lugar’. Lo alirínado en este text.o difiere, a nuestro }uco. de
lo que sc ¡e suele. atribuir a Leibniz cuando fe,rmula aseveraciones de este tenor. En elbeto. se
suele entender que. en general. t.cíbniz alirma que propiedades relativas tales como ocupar un
tiempo o rin espacio determinados, con su consiguiente efecto individuador. sc basan cii pro-
piedades no reí iíí’~ as; en otra.s palabras, que las ditbrencias numericas están fundadas cii pro-
piedades intrinsee is. Pero en el texlo anterior no queda claro cloe 1 legue Leibo iz tan lejos. En
él sólo parece afirmar que, aunque a menudo no podamos distinguir dos Cosas entie sí por sus
propíed idus intrínsecas, y por ello nos atengamos a sus diferencias de lugar y tiempo, esas dos
cosas son ííítí insueamente diferenciables. A modo de ilustración, podríamos decir que 00 hay
dos gotas dc agtía exactamente iguales, y que sus diferencias son discernibles si bien es mucho
más fñcml distinguir esas gotas por su diversa ubicacióíí en el espacio. t,o que no llega a decir
claramente Leibuiz en este texto es que la ditbrencia formal sea el fundamento dc la diferen-
cta o ti méri ca so It> cii ce que es a acompaña a aqoc1 la. y no es!á nada clan, que aconí pafla
deba ser interpretado como ‘estar basado en’. Por el lo, aqui no apoyaría una tesis reduccionisla
(le las reíaciones.
246 Javier Aguado
usage de l’esprit de se férmer, á l’occasion des accidens qui sont dans hes
sujets, quelque chose qui leur responde hors des sujets. La raison ou propor-
tion entre deux lignes L et M peut etre conque de trois fayons: comme raison
du plus grand L au moindre Al, comme raison du moindre Al au plus graud L,
et en fin eomrne quelque chose d’abstrait des deux, c’est á dire comme la rai-
son entre L et Al, sans considerer lequel est l’anterieur ou le postericur, le
sujet ou ‘ob ject... Daus la premiere consideration, L le plus grand est le sujet;
dans la seconde, Al le ¡noindre est le sujet de cet accident, que les philosop-
hes appellent relation ou rapport. Mais quel en sera le sujet dans le troisieme
sens? On nc sauroit dire que tous les deux, 1 et Al ensemble, soyent le sujet
d’un tel aecident, car ainsi nous aurions un Accident en deux sujets, qui auroit
une jambe dans l’un, et l’autre dans l’autre, ce qui est contre la notion des
accidens. Done 1 faut dire, que ce rapport dans ce troisieme sens est bien hors
des sujets; mais que n’étant ny substance ny accident, cela doit etre une chose
purement ideale, dont la consideration nc laisse pas d’etre utile”~~.
3~ A des Bosses (GP II. 486): “Así sostengo, en lo que se refiere a las relaciones, que la
paternidad en David es una cosa y la filiación en Salomón otra. pero que la relación común a
ambos es algo meramente mental, cuyo lundamenio son las modificaciones de los individuos’.
A Clarke (GP VII. 4(11) En [a misma inca de pensamiento, escribe el 21,4. 1714 a des
Bosses: Neque eniín admittes credo accidens, quod simul sit in duobos subjeetis’ (GP II.
248 Javier .4guczdo
486): “En efecto, no admitirás, creo, un accidente que esté al mismo tiempo en dos sujetos”.
No puedo pasar por alto que esta fórmula, de raíz escolástica, no tiene, por lo general, el sen-
tido que aquí le adjudica Leibníz. Lo que se suele afimnr con ella es la individualidad dc todo
accidente, sea este absoluto o relativo. Por ejemplo, el color blanco de una vela seria exclusi-
yo de esta, aunque haya otras velas con un color blanco similar.
4« Si nos ceñimos a la relación entre ambos. Ciertamente, también se puede predicar, por
43G. W Leibniz, Texíes inédits (cd. G. Grua). 2 vols., Paris, 1948, pág. 547.
44Cfr.GPIV, 158.
,4,íá/lvis de las te/aciones en la gramcicica lógica de Leibaiz 253
realidad extra animam, si bien, por tratarse de algo fundado, no podía tener
la relación el mismo rango ontológico de su fundamento, las sustancias indi-
viduales con sus modificaciones intrínsecas, prefiriéndose por ello atribuirle
una entidad débil.
una identidad específica entre ambas relaciones. Pero nunca se da una identidad numérica. Si
A y B son iguales, una cosa es la igualdad dc A respecto a fi y otra la igualdad de A respecto
aA.
46EIPVII,401.
,4nális,v cíe la,s ,tlc¡c,ones en la gramática logica de Leiboiz 255
naturaleza expresiva.
álÁ
1bé id iéducidain lo~ demás? Así ‘Paris ama a Helena’ devendría Paris es el amante de
Helena’.
52 Cfr. L. Cotítural, La logique de Leiboiz, Paris, 1901, pág. 73 donde se dan las siguien-
tes conversiones: ‘Paris es el amante de ¡¡elena’ = ‘Paris es amante en tanto que (qucitelus)
Flelena es amada’; ‘Esta es la espada de Evam,dro’ ‘Esta espada es un instrumento en manto
que Evandro es poseedor’.
53 VE, pág. 1063 [cít. por Mugnai. pág. 68, n. 45]: Cuando digo ‘la mano de Pedro’....
estoy diciendo: que pertenece a Pedro”. Cfi. 1.. Couturat, ibidein: la espada de Evandro’ ‘la
espada que posee Evandro’; ‘la leettíra de los poetas’ = el acto por el que se lee a los poetas’.
54 Si Leibníz se hubiera mantenido firme en esta estrategia, no sería aventurado sostener
que la interpretación antírrelatíva de su lógica, y por ende de todo su sistema, habría errado.
La especial atención prestada por nuestro pensador a sentencias, y en general expresiones.
relacionales, junto con los repetidos in¡entos de anal izarías de nodo tal que apareciesen en la
InólLs-is dc las- relaciones en la gramática logica dc Leiboiz 259
la que nos ofrece Mugnai es doble. Desde luego, la relación ni tiene una realidad independiente
4na’lis-í\ de las relaciones en ¡cl gramática lógica de Leiboiz 261
que son de naturaleza relativa. Así: “Quand on considere en Adam une partie
de ses predicats, par exemple, qu’il est le premier homme, mis dans un jardin
de plaisir, de la coste du quel Dieu tire une femme o también: “Dieu
voyant la notion individuelle oc hecceYté d’Alexandre, i voit en méme temps
le fondernent et la raison de tous les predieats qui sc pouvent dire de luy ven-
tablement, comme par exeínple qu’il vaincroit Darius et Porus ; o este otro
pasaje: “puisque .lules Cesar deviendra Dictateur perpetuel et maistre de la
Republique, et renversera la liberté des Roínains, cette action est comprise
dans sa notion. .
ni como accidente, es algo que pueda atímentar el ser del sttjeto en el que iniíiere. Pero tam-
poco la reduce nuestro filósofo a su fundamento, Leibniz admite, sígtiiendo la postura mode-
radamente concepitíalista de Suárez, que entre la cualidad relacional y su fbndamento hay una
(listínción de razón-
Esta entidad débil de la relación en la metafisica leibnizíana no es óbiee para que juegue
en la misma un papel de suma importancia. Las relaciones no son algo existente, pero son la
razon, tenida en etienta por Dios. dc qtíe existan unos posibles en vez de otros. L-a raión dc
que exista este intinclo es qtíe en él se da la mayor cantidad posible de conexiones. Este mdxi-
no de relaeiones es, incluso. lo que define la existencia.
>~ Nl. A - 4 ulstad, ‘‘A Closer Look at Leibnizs Al leged Reduction of Relation’’, Southero
.Jouroaí <4- 1’!;iío.s-opbv, 1 8 <1980>, págs. 417—32. Este artículo pivota sobre la idea, que ya
hemos visto defendida por ¡ shiguro, dc qcíe Leibn iz tenía una noción de predicado intrínseco
bajo la que quedaban subsumidos también los predicados re lamívos. De ahí deduce Kulstad
que, aun en el caso de haber ensayado Leibníz algún tipo de reducción de las sentencias
relacionales a la forma suijeto—pied icaclo. eso no significaría que pensara que los predicados de
las sentencias restil tantes httbieran de ser no—relacionales.
II obiérainos deseado dccl icar tío capítulo a este ímaportante trabajo cíe Kulstad, en e [ que
destacan la extremada pulcritud de la argumemítaeión y la sólida base textcíal. perc la falta de
espacío y el hecho (le que una posición en lo esencial idéntica a la suya, como esa tic lshigurct
va haya quiedado registí ada en nuestro articulo nos han disuadido de hacerlo. Análogas tazo-
oes nos han aeonseíado no nc ¡tíír otros escritos sobre el mismo tenía. de los qtíe destacaremos
los sígtíicntes: de K ( E lattcrbaugh, ‘Leíbniz’s Doctrine of Individual Aceidenís”. 5/odia
l.eibniúoxía, 4 <1973) p sus 61 73; dc L. [3,MeCal logh. l.,eíbníz on the Ideali¡y of Re latíans’.
,Soothís-estcqo jou<,ial oíl lí;losopín-, 8(1977), págs.3 1—41; cíe D. Wong. l.eibniz’s lhecrx- of
Rclations’, ]‘hiíos-úphu cl 11< ‘‘it, 89, 2 <1980), págs. 241-56; dc D. Mer,. Leibnízs Moaadíc
Trealmeol of Reluí.íons \uslcgting A Jojonal of Plíilosc
4’ln, 7 <1980), págs. 256—69. y de E.
[3- dAgostíno. Leibiíiz on Co’npossíbilíty ancí Relational Predícates’. en R. 5. Wou[hous
<ecl.>. lció,ííz: N-tctaj’hí-sics <md f>hilc¡s-ophv o/,Scico; -c. Ox tbrd, 1981 . págs. 89—103.
01> II. 42: IX-’, 433. y IV. 437.
262 Javier Aguado
9. Conclusión
A lo largo dc las páginas que ahora terminan hemos visto cómo las inter-
pretaciones del programa llamado reduccionista oscilaban entre dos extre-
mos: a. Leibniz habría intentado la eliminación, si no total por lo menos lo
más amplia posible, de las expresiones relativas; b. No habría procurado otra
cosa que no fuera mostrar con la mayor nitidez que cupiese la estructura lógi-
ca, relacional por supuesto, de esas expresiones. A pesar dc sus profimdas
diferencias, las obras que hemos comentado coinciden al menos en el
siguiente punto: al margen de cuál sea cl sentido y alcance del programa
reduccionista de Leibniz, el concepto de relación es esencial en el conjunto
de su filosofia. Hasta tal extremo lo es, añadiremos por nuestra parte. que
podría decirse incluso que, para el autor del sistema de la armonía preesta-
blecida, la actividad dc la razón es mm juego dc estrategias consistentes en for-
mular relaciones: cuantas más, mejor.
Si del escrito que hemos pergeñado cabe extraer alguna utilidad, quizá
esta adopte la forma de una advertencia a quien quiera continuar el camino
trazado por los autores estudiados. Cualquier investigación futura deberá evi-
tar la tentación, tan grande en el caso de Leibniz, de encen-arse en una exé-
gesis sesgada y unilateral; por el contrario, habrá de plegarse a la naturaleza
poliédrica de un sistema que, entre los muchos juicios a que es acreedor,
merece cl de ser una de las expresiones más audaces de integración de mate-
riales conceptuales de muy diversas procedencias, a veces incluso opuestas.
Esta integración, que confiere a menudo a la obra de Leibn¡z una índole ver-
daderamente insondable, es acaso el principal motivo por el que no ha deja-
do de ejercer la fascinación propia de lo que sc muestra refractario a toda, al
menos a toda precipitada, determinación.