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Condicionantes físicos
Los condicionantes naturales para la navegación serán varios. Por la naturaleza de los
océanos serán importantes las corrientes marinas, que debemos diferenciar entre las
propias del medio, es decir las corrientes marinas muy superficiales en el Mediterráneo,
y las corrientes de viento. Y luego hay otro elemento básico que es el perfil de la costa.
Es muy singular por tener tres grandes penínsulas que se adentran en el mar y
compartimentan el mar en tres grandes cuencas. Podemos hablar de corrientes generales
y corrientes menores o ciclónicas. Son importantes porque a las corrientes generales van
a estar impulsadas por un condicionante pero las menores van a estar impulsadas por
varias como la salinidad, la temperatura, etc. Luego tendremos las corrientes aéreas que
crearan vientos dominantes en las distintas demarcaciones mediterráneas. Dentro del
perfil de costa también serán importantes las llanuras aluviales como vías de penetración
al interior, la recurrencia de islas próximas a la costa y la presencia de costas abruptas y
acantilados.
Las corrientes marítimas del Mediterráneo son muy superficiales. La corriente general se
inicia en el Estrecho de Gibraltar procediendo del Atlántico, donde el agua es más fría.
Esta corriente está reforzada por el Estrecho de los Dardanelos que lo conecta con el Mar
Negro. Esta corriente bordea toda la costa mediterránea en dirección Oeste-Este, y de Este
a Oeste en su trayecto de retorno. Las otras corrientes que son menores son más
influyentes en la comunicación entre pueblos antiguos, especialmente las corrientes
ciclónicas. Estas corrientes de alguna manera están muy influidas por las corrientes
aéreas. Las fuentes de información de estas corrientes nos vienen bien por la
experimentación activa o bien por derroteros antiguos. Los casos más significativos y que
más han afectado quizás hayan sido los vientos Etesios para la zona del Egeo, unos
vientos que se configuran muy cargados de humedad y frio y suelen favorecer la
navegación entre el Egeo y el Mediterráneo Oriental. Otro tipo serían los vientos de
Sirocco que entrarían en conflicto con los Etesios, siendo vientos muy secos que al
encontrarse con estos provoca que se creen unas vaguadas que hacen la navegación muy
difícil, en la parte conocida como el Triángulo de Libia. Hay otro viento muy dominante
en la zona occidental, conocido como Mistral que originó muchos problemas, como
podemos ver por la gran cantidad de pecios entre las zonas de Marsella, Italia o Córcega.
Los vientos favorecían en la mayoría de los casos la navegación, sobre todo en dirección
este-oeste.
La orogenia también resulta influyente. Nos encontramos con costas abruptas donde es
frecuente la presencia de acantilados. Unas ¾ partes de la costa mediterránea es
montañosa y el resto eran áreas bajas y desierto. La composición geológica mayoritaria
eran las calizas, lo que daba lugar a la presencia de accidentes rocosos, acantilados y
arrecifes que dificultaban la navegación. Por otro lado las llanuras aluviales, situadas en
las costas bajas, facilitan la navegación en la costa y, en ocasiones, aguas arriba. Se
convierten en vías de penetración al interior y en puntos de búsqueda para las empresas
comerciales. Las redes fluviales mayores ejercen de ejes de transmisión a otras cuencas
de territorios relacionados siendo áreas de importante valor productivo y polos de
atracción humana que son asociados con microclimas favorables y gran biodiversidad, lo
que propician que aparezcan mercados diversificados. Importante también va a ser la
recurrencia a islas próximas o no a la costa que facilitan la navegación a modo de puente
y son polos de ocupación importantes en círculos geográficos insulares que presentan una
ubicación estratégica, con recursos singulares y aspectos propios. Algunos autores han
hablado sobre que la insularidad tiene un efecto negativo debido al aislamiento, pero se
ha visto a través de la historia de que esto no es así, sino que depende de la geo-estrategia
y geopolítica en cada momento de la Historia.
Condicionantes técnicos
Los conocimientos técnicos que se van teniendo en las determinadas culturas marítimas
son básicos. A través de las fuentes y la experiencia, sabemos que el mejor momento que
para echarse a la mar para realizar un trayecto medio-largo, eran las estaciones dadas
entre junio y septiembre, debido al mayor número de horas de sol. Las fuentes romanas
hablan de Mare Apertum desde marzo a octubre pero para rutas restringidas. Eso va a
llevar consigo una realidad, que en invierno no se navega, como dice Heródoto, y
entonces quedaría una determinada población flotante que necesitaba varar sus barcos y
esperar a volver a navegar cuando fuera propicio. Esto ha servido para justificar la
presencia de colonias muy cercanas como en el caso de Andalucía Oriental.
Los sistemas de orientación van a depender de que sea una navegación diurna o nocturna
y de que sean una navegación de altura o de cabotaje. También influye si estamos
hablando de pesca o comercio. Siempre se ha dicho que la navegación de cabotaje fue
muy frecuente, pero en rutas restringidas y de forma peligrosa. En rutas de gran distancia,
la navegación que se utilizó fue la de altura. Esto comporta varias situaciones, por
ejemplo, el cálculo de los días y de las noches debía estar muy ensayado y estudiado. La
navegación nocturna se realizaba mediante el apoyo astronómico, siendo importante el
conocimiento de Phoiniké (norte) y otros recursos. Por otro lado la navegación diurna
requería del avistamiento de la costa, donde el relieve costero jugaba un importante papel,
como podemos ver en los mapas de visibilidad de Jáuregui y sus cálculos de visibilidad
respecto al Mediterráneo.
Tenemos que hablar también del pecio de Point Iría, que naufragó en las costas Argólidas
en torno al 1200 a.C., que es importante pues sirve para comprender y poner en relieve la
importancia del comercio entre Chipre y el Egeo, destacando por un cargamento de
pithois chipriotas, ánforas cretenses y peloponésicas destinadas a aceite y vino, y vajilla.
Luego encontramos el Pecio de Ashkelon en Israel que data del VIII a.C. Es un pecio que
se encuentra a gran profundidad y que fue detectado a través de un sonar submarino.
De finales del VII o inicios del VI data la embarcación conocida como el Pecio de
Mazarrón-2. Son embarcaciones pequeñas, de unos 8 m de eslora, y 1 m de profundidad.
Otros pecios serían el pecio de Cala San Viçenç del cual se conoce muy bien el
cargamento de redes, cerámicas y vajillas, así como herramientas de hierro y que data del
VI a.C., el de Kyrenia en Chipre que data del IV a.C., el de Maaga´n Michael en Israel
que data del V a.C., que parece ser una embarcación de corto trayecto, la embarcación
griega de Gela de finales del V a.C., el barco púnico de Marsala del III a.C., y el pecio de
Pabuç Burno de mediados del VI a.C.
Para establecer las rutas a media y larga distancia, tenemos que tener en cuenta los
condicionantes físicos que ya hemos visto. Pero tenemos que tener en cuenta también la
localización o ubicación de puntos de producción de los cargamentos que van en las
embarcaciones. Se trataría de puntos de producción de objetos altamente demandados.
Para entender mejor todas estas rutas debemos entender el modelo de comercio. Para la
Protohistoria conocemos dos modelos de comercio:
Hubo una serie de productos que condicionaron las empresas comerciales. A rasgos
generales podemos hablar de: metales, obsidiana, ámbar, productos exóticos, pasta vítrea,
pesquería y madera. Estos productos se encontraban en diversos puntos, por lo que la
obtención de ellos de un lugar u otro la tenemos que presuponer a través de la
geoestrategía de cada grupo. Las producciones de metales fue la más diversificada, debido
al interés por diversos metales. En general a circuitos ya conocidos se le van a ir
añadiendo nuevas rutas según los intereses. Los circuitos restringidos se van
introduciendo en las rutas generales en los primeros siglos del I milenio a.C. Un ejemplo
de este comercio diversificado lo tenemos en la carga del navío de Uluburum que presenta
materiales en bruto de naturaleza diversa como marfil, ámbar, o diversos lingotes de
metal, e incluso objetos acabados u objetos que tenían un cierto significado. Se está
comercializando con objetos que provienen de puntos muy alejados a su punto de destino.
Hay que tener en cuenta que desde el Neolítico avanzado, ya se habían organizado
circuitos de intercambio y comercialización sobre un producto muy determinado, como
era la obsidiana, en el Mediterráneo. Estos circuitos se intensifican y se diversifican en
productos desde finales del primer milenio. El primer circuito de intercambio terrestre-
marítimo se dio la zona de Capadocia con el comercio de la obsidiana. La obsidiana se
presenta como una materia similar a las líticas del momento que tiene mucho que ver con
el recurso básico herramental que había sido para las poblaciones paleolíticas. La
obsidiana se convierte en un elemento suntuario y en un útil con mayor eficacia que el
resto. Este circuito comercial ponía ya en contacto la zona marítima del oriente
mediterráneo con el territorio de Capadocia. La obsidiana del lago Bingol sirvió para
aumentar el circuito a territorios más orientales. Esta red comercial abarcaba grandes
espacios que comprendían desde Capadocia hasta la cuenca del Jordán y el Trigris. Los
últimos datos nos informan que estas redes comerciales llegan incluso a Chipre. Estas
grandes rutas nos muestran que se está dando un comercio de redistribución, que
fomentará los contactos sociales. Se empiezan a configurar los circuitos restringidos entre
individuos o sociedades.
Algo similar debió ocurrir en el caso del Egeo y la obsidiana de Melos. En este caso, es
una explotación directa, poliédrica, es decir llevada a cabo por distintos explotadores, y
que se distribuía por medios marítimos fundamentalmente, aunque también continental.
Desde la explotación inicial, se ve como se explota el producto desde los comienzos, pero
esto no conlleva la ocupación de la isla. Esto explica que el material se va a trabajar en
los lugares de destino, es decir, talleres líticos continentales. Esto va a cambiar en el
Neolítico, cuando cambia el modelo de relación social, y cambia el valor del objeto, que
adquiere un valor suntuario. Esta red comercial se va expandiendo hacía la Ergólida,
Creta, el Peloponeso, y llegará incluso en los inicios del Bronce al extremo occidental de
Anatolia. Todas estas rutas se ven fomentadas por la explotación pesquera.
Estos viajes por la Hélade continental, por el Dodecaneso y Creta, serán el origen de los
circuitos del Calcolítico y sobre todo del Bronce, que llevarán a ampliar las fronteras de
comunicación entre el área del Egeo, Oriente Próximo y Egipto. La formación de todas
estas sociedades, que se van haciendo más complejas, hacen que en torno a finales del III
a.C., se estén desarrollando estas rutas comerciales. Incluso ciudades como Byblos,
podrían estar ya trabajando como ciudades portuarias importantes.
Las redes continentales, fueron el complemento de las redes marítimas. Podemos destacar
las rutas sobre el comercio del ámbar nórdico. No fue solo este producto, pero debemos
tener en cuenta de que eran productos de lujo o suntuosos los que se implicaban en este
comercio. Eran siempre circuitos de intermediación que conectaban Europa y el
Mediterráneo.
Estas rutas marcaron el comercio Mediterráneo, pero luego hubo otra serie de rutas que
si bien no afectaron directamente tuvieron relación con ella. Desde la zona de Tiro en
torno al XI-X, durante los reinados de Salomón e Hiran I, hay una serie de pactos que
permiten el paso de comerciantes tirios a través de Israel hasta el Mar Rojo para salir
hasta la zona del cuerno de África, e incluso la zona del Golfo Pérsico, obviando así las
dificultades que presentaba la zona del Tigris y del Éufrates. Esta vía sufrirá problemas
de tipo socio-político.
Los puertos
No podemos hablar de puertos tal como los conocemos hoy. Son espacios excavados, no
se construyen infraestructuras, o en el caso de hacerlos son muy básicas, que permiten
adaptarse a los puntos litorales. Se constituyen en las grandes ciudades-estado, sobre todo
en el ámbito de Próximo Oriente, y en zonas básicas de todo el Mediterráneo. Fueron
zonas de gran importancia, donde se iniciaron los mercados.
La información que tenemos sobre todo es a partir de los puertos del ámbito romano y la
romanización, que nos permite entrever como eran estos espacios las sociedades
protohistóricas. Encontramos representaciones de ciudades-islas-puerto en relieves del
Palacio de Sargón. También podemos encontrar representaciones que han sido
identificadas como muelles. La mayor parte de estas ciudades-puerto las encontramos en
el Levante Oriental, con casos tan paradigmáticos como el de Tiro, Sidón, Biblos,
Amathus, etc. No tenemos datos acerca de infraestructuras pues no se conservan, pero si
a través de la fuentes literarias. Todos estos puntos serán necesarios para los
intercambios, no solo de productos, sino también de personas, provenientes de diversos
puntos del Mediterráneo. Se tuvo mucho cuidado por parte de las potencias hegemónicas
en que esas ciudades-puerto no fueran tocadas en ningún momento para que se pudiera
asegurar un comercio.
Si nos retrotraemos en el tiempo, las grandes ciudades siempre están relacionadas con la
capacidad de las ciudades para establecerse como punto de acceso de grandes
embarcaciones. Es el caso de ciudades como Troya. Casi siempre se buscó un entorno
marino y resguardado, que formara por sí mismo un propio puerto. Que una ciudad no
tenga infraestructuras de puerto no significa que no pueda ser considerada portuaria. Si
esta cuenta con las posibilidades necesarias para el comercio marítimo, será considerada
una ciudad portuaria. También tenemos constancia de la existencia de puertos que actúan
como tal para ciudades o centros palaciales del interior, como el caso de Herakleion con
Cnossos. Un ejemplo paradigmático es el de Tiro, que se estableció como una ciudad
portuaria con un doble puerto.
Hay otras ciudades que ya funcionaron como zonas portuarias en etapas anteriores.
Hablamos de la zona de Thapsos con la irrupción griega. Esa unión entre la isla y el
continente hace que se hable de dos espacios de puertos. Es una imagen extrapolable a
otros enclaves coloniales como Sulcis o Tharros. También tenemos que tener en cuenta
que si hubo algunas estructuras portuarias, muchas de ellas estarían bajo el mar, debido a
la subida de las aguas, o cubiertas por arena. Además, muchas de ellas, se encuentran bajo
construcciones actuales. Importante en este contexto es el puerto de Cádiz, que buscaba
un refugio en la bahía que permitía una navegación factible y protegida. Algo parecido
ocurre con Cerro del Villa en la desembocadura del Guadalhorce donde se estableció un
puerto comercial que controlaba la zona. Otro punto sería Fonteta en la desembocadura
del Seguro, que pudo actuar como puerto o varadero.
Pero si hay que elegir una importante zona portuaria sería la de Cartago. Por su propia
naturaleza tiene puntos de resguardo que se adentran en el Golfo de Túnez. Tiene
posibilidades tremendas de funcionar como zona portuaria. De hecho es probable que la
zona este albergara el puerto más antiguo a de alrededores del IX-VIII a.C. y los más
modernos, de en torno al VI-V a.C. Tenemos que hablar de un cotón portuario que consta
de dos áreas de agua abiertas: una circular interior que parece que pudo tener una
conexión directa con el mar, y otra estancia que conectaba a través de un canal con el
mar. Uno actuaba como puerto militar y otro como puerto comercial. El cotón parece que
albergó una pequeña isla donde se sitúo el práctico donde se desarrollaban las maniobras
para acceder al puerto, y el cuartel general de la flota.
Bases económicas
La economía de los grupos europeos estaría basada en un tipo básico de subsistencia, con
sociedades fundamentalmente agro-ganaderas, con unos pequeños grupos especializados
de comerciantes, metalúrgicos, ceramistas, etc. Mientras, por otro lado, en la zona de
Oriente y el Egeo, se habla ya de economía de mercado, con la existencia de sociedades
agrícolas también, pero con grupos especializados que afectan a la totalidad del grupo.
La diferencia la encontramos en que estos segundos grupos producen unos grandes
stocks, debido a la alta producción dirigida por las instituciones estatales, que podrá ser
derivado a períodos de carestía o al comercio. Ambos grupos producen, pero solo uno de
ellos crea un stockajes para destinarlo al comercio. Esto pone en relación la idea de que
la actividad de intercambio surge cuando, a pesar del exceso de producción, hay
determinados productos que por diversas especificidades no se pueden producir y es
necesario buscarlos en otros lugares, donde será necesaria la contraprestación.
Tenemos la opinión de la escuela sustantivista que expone que hay mercado cuando hay
compradores y vendedores y el precio depende de ambos. Los elementos de la economía
de mercado serían: la empresa privada, el riesgo, el beneficio, fluctuación de precios, etc,
que serían los elementos necesarios para la existencia de un mercado. Todo esto, según
ellos, no se da hasta el IV a.C., con la incorporación de la idea de lucro y competitividad.
Por otro lado la propuesta de la escuela formalista, nos dice que cualquier sociedad arcaica
posee formas competitivas de intercambio, que podían ser interpretados, con
matizaciones, como mercados en el sentido de la economía moderna. Para justificar esa
realidad los formalistas dicen que existieron dos tipos de circulación de bienes: una
circulación premonetal con conchas, lingotes, etc, la presencia de premonedas en Ur o
Mari o la regulación de precios, salarios estipulados en plata en Sumer y Babilonia o
circulación de bienes de prestigio social como copas o páteras en metales, y por otro lado
la existencia de circulación metálica monetal que implica la circulación del dinero en
forma de una pieza equivalente en metal que dependía de una acuñación y circulación
estatal.
Polanyi habla del modelo de intercambio comercial conocido como Comercio de Tratado.
Según él es un prototipo ejercido por pueblos esencialmente comerciantes. Implica un
comercio contralado o administrado por el estado, subordinado a sus intereses y
materializado mediante pactos o tratados que dan lugar a un precio estipulado. Está
asociado a expediciones a larga distancia, sobre recursos de valor social no presentes en
suelo organizador lo que implica amplios costes y riesgos. En compensación encontramos
un comercio restringido a mercancías de alto valor y una presencia escasa del comercio
sin mercado físico. Ocasionalmente algunos mercaderes privados obtuvieron beneficios
sobre rentas del estado. El puerto mercante se establece como institución principal en la
dinámica del comercio a larga distancia y en la economía del Próximo Oriente antiguo.
Dalton nos dice que se trataría de un punto costero estratégico con organizaciones
profesionales de mercaderes que actúan bajo autoridad del estado, donde no era posible
la competencia entre mercaderes, y donde se darían precios previamente fijados por el
estado. Es posible la presencia de mercaderes en puertos mercantes que actuaban como
agentes gubernamentales y que recibían una comisión sobre el precio estipulado.
Buena parte de esos puertos mercantes se van a convertir en pequeños estados con
carácter neutral, incluso en tierra extranjera. Esto implicaba una geoestrategia interna y
externa favorable, lo que dio lugar a un interés de las grandes potencias en su desarrollo
económico sin imposiciones. Así acabaron convirtiéndose en piezas clave en la dinámica
comercial, impulsoras del engranaje político del Próximo Oriente y el Mediterráneo.
Los textos nos hablan del funcionamiento del Karum. Parece ser que se establecieron tres
tipos de comercio. Por un lado un comercio estatal, donde el Palacio de Assur, aparece
como promotor de actividades comerciales y financiera en un contexto de comercio de
tratado. El comercio estatal privado, también llevado a cabo por el Palacio de Assur como
promotor de actividades comerciales y financieras en un contexto privado. Y el comercio
privado llevado a cabo por agentes comerciales como promotores de actividades
comerciales y financieras, pagando un impuesto por sus transacciones. Esto da lugar a un
comercio de mercado muy desarrollado, donde el metal, especialmente la plata, va a
actuar como dinero.
Sin que decaiga la actividad del Estado o del palacio, que sigue estando presente tanto en
la motivación del comercio, como en su control y actividad, permitirá el comercio de
elementos privados que se consolidará en torno al II milenio a.C. Los elementos del
comercio de mercado, estarán ligados al comercio de larga distancia, que a su vez estaba
promovido y controlado por el estado y promovido por la esfera privada, lo cual interesa
al estado pues fiscaliza toda esa actividad. Los tamkarum del II milenio a.C., se convierten
en mercaderes poderosos con residencia fija y con agentes en el extranjero que hace a
veces de banquero financiando las empresas de otros a través de créditos. Encontramos
datos de la coexistencia del comercio gubernamental y privado en documentos tan
importantes como el Código de Hammurabi o lo archivos privados de Ur o Mari.
Debemos destacar que en estas fuentes aparece el cargo de Wakil Tamkari encargado de
la fiscalización en los puertos. El comercio se convertirá en un elemento diplomático y
en foco desarrollador de las sociedades con las que tienen contacto.
En la segunda mitad del II milenio a.C. se dan una serie de cambios en el comercio del
Mediterráneo Oriental. Encontramos muchos datos en los textos ugaríticos. Encontramos
un mayor protagonismo del comerciante privado, en su esfera y en la gubernamental. Esto
va a dar lugar a la creación, por parte de los granes comerciantes, de factorías comerciales
bajo mandato del Palacio destinado a la compra-venta, la creación de distintos impuestos
sobre el comercio y el comerciante privado, y la fiscalización del flete a comerciante-
agente gubernamental, lo que dará lugar a la rendición de cuentas. Se establecerán agentes
fijos en el exterior y contando ya con un grupo de socios o hubur, pues encuentran una
correspondencia en las condiciones comerciales, préstamos, deudas, insolvencia
económica, etc. Se van a ir realizando cada vez más actuaciones corporativas, donde
participaran estos comerciantes privados que a su vez estarán organizados
jerárquicamente. Estos participarían en la vida pública, cerca de palacio, en las llamadas
“casas” donde podían comercian en hubur (en grupo) para el estado o propias. Por tanto
el estatus social del tamkarum se amplía, ganando un prestigio social ya sea por status o
nombramiento, incluso a veces está integrado en la familia real.
Los hubur son consorcios mercantiles navieros aseguradores de un tráfico regular entre
Oriente y Occidente. Operan con agentes propios destacados en lugares de destino,
poseen grandes flotas que prestan al hubur, financian con dinero la empresa del hubur,
etc. Cuando aparecen en los textos identificados, se dice que los forman los “grandes
hombres de la ciudad” o los “hombres de casa del rey”. También fue muy importante el
comercio entre casas reales como vemos en el Tratado de Hiram I y Salomón.
A partir del IX-VIII a.C., por la expansión asiria se produce una disminución del comercio
estatal, sobre todo por el control de agentes asirios sobre el tráfico de puertos como se ve
muy bien reflejado en la carta de Tiglatpileser. Es entonces cuando se produce un
destacado protagonismo del comercio privado, coincidiendo con el período de la
expansión tiria al Mediterráneo Occidental.
Vemos como aparece la Península Ibérica como punto de escala, como objetivo de destino
y como redistribuidora entre los circuitos atlántico-mediterráneos desde el XIII a.C.
Podemos contar con el circuito mediterráneo que tendrá su centro en Cerdeña, donde
pronto se establecerán incluso comerciantes chipriotas, el circuito atlántico que tendrá su
núcleo en la zona del Canal de la Mancha conectando incluso con el Rin y con grandes
avances tecnológicos mayores que los del Mediterráneo, y los circuitos ibéricos. Todas
estas rutas confluirán en la zona suroeste de la Península Ibérica, actuando esta como una
zona bisagra entre dos grandes circuitos.
Ante ese panorama, podemos hablar en la Península de una serie de cambios inducidos
como el incremento del comercio a larga distancia por circuitos de intermediación, el
incremento de la riqueza entre élites de poder creando un escenario de mantenimiento de
estatus (aumento de depósitos de acumulación de metal, objetos de valor y objetos de
prestigio), y el valor del metal en una economía premonetal, es decir, el valor de cambio
en una sociedad sin moneda acuñada. Otros indicadores podrían ser la presencia cada vez
mayor de elementos bélicos, lo que nos indica que las élites controladoras de ese
comercio, también están introduciendo elementos de prestigio incluso en su vestimenta.
Comienzan a aparecer también nuevos elementos metálicos como fíbulas o navajas de
afeitar.
Otro indicio podía ser la estatuilla de Reshef de Selinunte, de unos 14 cm de altura, que
apareció en el golfo de Siracusa, y se piensa que procederá de un barco hundido
proveniente de la costa oriental, siendo la pieza salida de un taller ugarítico-cananeo del
siglo XIV-XIII a.C. Para las fuentes las fechas se van al siglo XII a.C., donde podemos
hablar de una precolonización.
También podemos ver como se producen cambios en los materiales de gran significación
tecnológica, lo que dará lugar a la presencia de nuevos tipos de herramientas y armas.
Encontramos en la Península productos que no son propios al desarrollo tecnológico de
los talleres locales. Hay en la zona de Andalucía intentos de alargar las placas de
enmangue. Es evidente que los talleres podían haber visto también objetos de mayor
rendimiento a través del comercio y que se intentaban imitar. Empiezan a aparecer en
torno al 1500 a.C., piezas típicas del bronce medio pero que presentan características
propias de otros lugares como Centroeuropa. Comienzan a aparecer elementos nuevos en
metalistería como son los enmangues de tubo que cambiarán la forma de enmangue, los
cuchillos con anilla para ser colgados, las hoces, etc. Los avances tecnológicos hacen que
estos productos se conviertan en elementos de comercio de lujo. En este contexto se ponen
hoy en día hallazgos como el Tesoro de Villena o el Tesorrillo de Villena, que son un
claro ejemplo de acumulación de riqueza en sociedades del Bronce Tardío y quizás del
Final en la Península Ibérica. En ese mismo momento la Península va a ser también
receptora de productos atlánticos, que se suman a los productos mediterráneos y europeos.