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El problema de la identidad

M.P.M. (Arenas)
Antorcha núm. 5, junio de 1999
En los números 2 y 4 de Antorcha, hemos abordado algunas cuestiones de la teoría marxista-
leninista que nos parecen esenciales y que una prolongada y muchas veces compleja práctica
revolucionaria ha ido desvirtuando hasta hacerlas irreconocibles. Se trata, ante todo, de aclarar
nuestras propias ideas al respecto, pero también de intentar restituir en su lugar la doctrina
revolucionaria.
Una de esas ideas que, por su especial significación, más se ha prestado a tergiversación es la que se
refiere a la teoría marxista de la identidad. Particularmente en el socialismo, es decir, en el periodo
de la transición del capitalismo al comunismo que, por el momento, se ha visto truncado, la
interpretación de dicha teoría y su aplicación práctica se ha revelado como uno de los problemas
más importantes y decisivos. No por casualidad Mao centró su crítica a Stalin precisamente en este
punto, acusándolo de metafísico.
Pues bien, como ya apuntamos en Antorcha núm. 4, esa crítica de Mao a los errores de Stalin
merece ser estudiada de nuevo, dadas las numerosas confusiones que se han originado en torno a
ella; confusiones en las que, por lo demás, nosotros también hemos participado. Esta
reconsideración de la crítica de Mao se hace hoy tanto más necesaria si tenemos en cuenta la
situación de crisis revolucionaria en que se encuentra nuevamente Rusia. Pero igualmente lo exige
la contrarrevolución denguista que ha terminado por imponerse en China. ¿Qué conclusiones
debemos extraer de esta experiencia?, ¿es que Mao no cometió, por su parte, ningún error o estaba
vacunado contra ellos?, ¿cómo explicar, entonces, que al poco tiempo de su fallecimiento se
produjera la avalancha revisionista-burguesa que ha conducido de nuevo a China al capitalismo?
Los apologistas del pensamiento de Mao pretenden hacer de él una lamentable caricatura,
presentándolo como un santón inmune a toda crítica. Sin embargo, es sabido que Mao se burló
sarcásticamente de ellos. Saliendo al paso de ese tipo de culto, en uno de sus textos deja bien
sentado: No hay lugar alguno donde no existan contradicciones, ni hay nadie que pueda escapar a
todo análisis. Es metafísico admitir la existencia de una persona que no sea susceptible de análisis
(1).

I
En Stalin hubo mucho de metafísica. Además él enseñó a mucha gente a ponerla en práctica. En el
‘Compendio de la historia del Partido (bolchevique) de la URSS’, planteó que el método dialéctico
marxista lo caracterizaban cuatro rasgos fundamentales. Presentó como el primero de ellos la
conexión de los objetos y fenómenos y lo hizo como si todos ellos estuvieran vinculados sin más ni
más. Pero ¿qué es lo que se halla vinculado? Los dos términos contrarios. Toda cosa supone la
existencia de dos términos contrarios. Al explicar el cuarto rasgo -las contradicciones internas
implícitas en los objetos y fenómenos-, se limitó a hablar de la lucha de los contrarios sin
mencionar su unidad (2).
He ahí, según Mao, la metafísica de Stalin: la vinculación sin más ni más de los objetos y
fenómenos y la falta de mención de la unidad cuando habla de la lucha de los contrarios. Esto es, en
un caso hay unidad sin lucha, en el otro lucha sin unidad. Pues bien, esta concepción de la
dialéctica, de ser cierto lo que dice Mao -cosa que vamos a comprobar-, explicaría los errores
políticos que se le atribuyen a Stalin, ya que, como el mismo Mao afirma a continuación del pasaje
que hemos transcrito: De acuerdo con la ley de la unidad de los contrarios -la ley fundamental de
la dialéctica-, los contrarios están en lucha pero al mismo tiempo conforman una unidad; se
excluyen mutuamente pero también están vinculados entre sí y, en determinadas condiciones, se
transforman el uno en el otro. De modo que, basándose en esa supuesta falsa concepción de la
dialéctica que Mao le atribuye, Stalin habría aplicado una política errónea en la lucha contra la
burguesía que condujo a su liquidación, en lugar de conservar la unidad con ella para el desarrollo
del socialismo. De aquí se deduce claramente que Mao hace depender, como luego veremos, la
lucha de clases y el mismo desarrollo del socialismo, de la existencia de la burguesía como clase
hasta llegar al comunismo.
Hemos de decir, antes de continuar, que nosotros siempre hemos compartido esa crítica que
acabamos de exponer por considerarla justa, conforme con el marxismo-leninismo y las
experiencias del movimiento revolucionario. Sin embargo, también tenemos que decir que nunca
antes nos habíamos detenido a investigar en los textos de Stalin ni a buscar la causa de esa supuesta
debilidad metafísica que Mao le atribuye, y como resulta que éste tampoco nos ofrece ninguna
explicación de ella, al final nos hemos decidido a buscarla por nuestra propia cuenta y riesgo.
¿Cuáles pueden ser las razones o los motivos de esos supuestos errores teóricos de Stalin? ¿Acaso
su desconocimiento del marxismo-leninismo? Como es bien sabido, Stalin se convirtió en el alumno
más aventajado de Lenin. Por esta razón y otras cualidades personales suyas (como la fidelidad a la
causa revolucionaria y su firmeza frente a los enemigos y renegados oportunistas) Stalin fue elegido
por los bolcheviques para suceder a Lenin al frente del Partido y del Estado soviético. También es
conocido el papel de Stalin en la construcción económica del primer país socialista de la historia, en
la lucha contra la reacción interna así como en la derrota del nazi-fascismo durante la II Guerra
Mundial. De manera que tampoco se puede hablar de inmadurez o de falta de conocimientos
prácticos. ¿Cuál puede ser la causa de las desviaciones metafísicas de Stalin? Quizás su odio a la
burguesía. Pero este odio podría explicar la segunda tesis (lucha sin unidad), no la primera (unidad
sin lucha). ¿Acaso sus ansias de poder o su megalomanía, como aseguran los revisionistas? En este
caso no habría dejado a ninguno de ellos con vida para contarlo. Tal vez cabe atribuirlo, como lo
hace Mao, a las debilidades personales de Stalin, a su desconfianza y rigidez, pero nosotros tenemos
muchas reservas respecto a que tales debilidades puedan servir de explicación de un problema de
esta naturaleza, y por este motivo nos sentimos inclinados a buscar en otra parte las causas, no sólo
de los errores metafísicos, sino también de esas otras debilidades personales.
En nuestra opinión, sólo la concepción marxista-leninista -que Stalin conocía profundamente hasta
en sus más pequeños detalles- y su confrontación con la práctica del movimiento revolucionario, en
la que Stalin participó en primera fila, puede ayudarnos a desentrañar este misterio. Un reflejo de
esa práctica revolucionaria, basada en la aplicación del marxismo-leninismo, es la obra de Stalin ya
citada (*), la cual fue publicada en 1938, en vísperas de la II Guerra Mundial, en la que se expone,
de forma resumida, el método dialéctico marxista. ¿Habría de ser refutada por la práctica posterior
esta obra, y eso tanto en la URSS como en la RPCh? Esto es lo que más nos interesa analizar aquí,
dada la confusión que se ha originado en torno a este importante problema teórico y su indudable
trascendencia.
En esa obra, Stalin comienza definiendo el materialismo dialéctico como la concepción del mundo
del Partido marxista-leninista, para afirmar a continuación: La dialéctica es, en su base, todo lo
contrario de la metafísica. Aquí tenemos ya una contradicción: la que opone la dialéctica a la
metafísica, y esto, desde su misma base ¿Cuál es esta base? Stalin lo explica en su exposición del
primer rasgo fundamental del método dialéctico marxista que tanto ha desconcertado a Mao:
Por oposición a la metafísica, la dialéctica no considera la naturaleza como un
conglomerado casual de objetos y fenómenos, desligados y aislados unos de otros y sin
ninguna relación de dependencia entre sí, sino como un todo articulado y único, en el
que los objetos y los fenómenos se hallan orgánicamente vinculados unos a otros,
dependen unos de otros y se condicionan los unos a los otros.
Por eso, el método dialéctico entiende que ningún fenómeno de la naturaleza puede ser
comprendido si se le toma aisladamente, sin conexión con los fenómenos que le rodean
pues todo fenómeno tomado de cualquier campo de la naturaleza, puede convertirse en
un absurdo si se le examina sin conexión con las condiciones que le rodean, desligado
de ellas; y por el contrario, todo fenómeno puede ser comprendido y explicado si se le
examina en su conexión indisoluble con los fenómenos circundantes y condicionado por
ellos.

Vemos, pues, que Stalin plantea este problema desde el punto de vista del conocimiento, que es el
verdadero objeto del método materialista dialéctico, para lo cual llama a tener en cuenta la relación
o interconexión existente entre los objetos y fenómenos. Aquí, la conexión sin más ni más se
explica no sólo por oposición a la desconexión metafísica, sino también porque Stalin se está
refiriendo a fenómenos y a objetos en abstracto, es decir, no está tratando de la particularidad de
ningún objeto o fenómeno concreto, de sus contradicciones o naturaleza, etc. Dice: todo fenómeno
puede ser comprendido y explicado si se examina en su conexión... Claro que cabe preguntar:
¿existe contradicción en la conexión? Pero estamos en un primer momento del análisis, y esta
pregunta ni siquiera se nos plantea, puesto que de lo que se trata es de establecer los nexos, las
relaciones o concatenaciones que la metafísica ignora, lo que la incapacita y anula como método de
conocimiento. ¿Cómo podríamos comenzar por hablar de la separación, de la contradicción,
cuando se trata, precisamente de eso: de la unidad material del mundo? ¿Cómo podríamos
establecer la contradicción entre las cosas si previamente no hemos reconocido sus conexiones
necesarias? Por lo demás, para la dialéctica marxista, toda conexión o relación implica siempre, o es
en sí misma, una contradicción, puesto que las cosas que se conectan o relacionan entre sí son
objetos individuales o de distinta naturaleza. De otra manera no cabe hablar de tales conexiones.
Ningún objeto o fenómeno puede estar conectado sino con otros, es decir, no se puede conectar
consigo mismo. Mao pregunta: ¿Pero qué es lo que se halla vinculado? y responde: Los términos
contrarios. Toda cosa supone la existencia de dos términos contrarios. Es evidente que Mao
confunde toda cosa con las relaciones entre las cosas. Es como hablar de las contradicciones de la
famosa cosa en sí, sin distinguirlas de las contradicciones de las cosas entre sí y de su distinta
naturaleza, como si estuvieran aisladas unas de las otras y se bastaran a sí mismas para poder existir,
de modo que resultara imposible poder conocerlas.
Esta es la contradicción que pone de manifiesto Stalin en su escrito, contradicción que se crea,
digamos, por defecto del enfoque metafísico de este importante problema. Por lo demás, como
recoge -y subraya- Lenin de la obra de J. Dietzgen: Aquí no cuesta trabajo ver que nuestra cabeza
posee la facultad de ponerlo todo en relación, sumar todas las partes y dividir todas las sumas. El
intelecto hace esencias de todos los fenómenos, y conoce las esencias como fenómenos de una gran
esencia única: la naturaleza. La contradicción entre el fenómeno y la esencia no es una
contradicción, ni mucho menos, es una operación lógica, una formalidad dialéctica (3).
El segundo problema que plantea la crítica de Mao al trabajo de Stalin se refiere a la unidad de los
contrarios. Veamos cómo enfoca Stalin este otro problema cuando trata sobre el cuarto rasgo de la
dialéctica que refiere Mao: Por oposición a la metafísica, la dialéctica parte del criterio de que los
objetos y los fenómenos de la naturaleza llevan siempre implícitas contradicciones internas, pues
todos ellos tienen su lado positivo y su lado negativo, su pasado y su futuro, su lado de caducidad y
su lado de desarrollo; del criterio de que la lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que agoniza y
lo que nace, entre lo que caduca y lo que se desarrolla, forma el contenido interno del proceso de
desarrollo, el contenido interno de las transformaciones de los cambios cuantitativos en los
cambios cualitativos.
Como vemos, aquí aparece expuesta con toda claridad la contradicción que antes Mao echó tanto de
menos. Ahora Stalin habla no de la conexión entre los objetos y fenómenos sino de las
contradicciones internas de las cosas y la palabra unidad, efectivamente, no la menciona para nada.
Pero hace algo mucho más dialéctico que mencionar la palabra unidad: señala todos los lados en
que aparece dicha unidad y en la forma en que ésta se muestra. Cuando se refiere al criterio de la
lucha entre los lados opuestos, a la lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que agoniza y lo que
nace, entre lo que caduca y lo que se desarrolla como el contenido interno del proceso de
desarrollo, ¿de qué está hablando, sino de la unidad de los contrarios? Claro que Stalin pone todo el
acento en la lucha (por eso no menciona la palabra unidad) ya que se trata precisamente de eso, de
la lucha, es decir, del más importante factor del proceso de desarrollo. Según lo entendemos
nosotros, Stalin trata de la unidad de los contrarios, pero no establece una equiparación entre ambos
aspectos porque lo que le interesa sobre todo es destacar el aspecto de la lucha frente al otro aspecto
que está unido, que conforma la unidad dialéctica y que, por tanto, también se opone al lado
positivo, a lo nuevo, al futuro, al desarrollo. Esto hace que destaque la lucha sobre la unidad, o sea,
que la separación no la establece Stalin, sino que se da en la realidad, es un hecho objetivo,
inevitable; es el contenido interno de la transformación de los cambios cuantitativos en cambios
cualitativos.
Stalin expone los rasgos fundamentales de la dialéctica, pero no trata de todas las leyes, categorías y
demás elementos que componen esta doctrina del desarrollo. También Lenin, en su trabajo Carlos
Marx, en el apartado que dedica a la dialéctica hizo un resumen de la misma muy semejante, y en él
concluye: Tales son algunos rasgos de la dialéctica, doctrina del desarrollo mucho más compleja y
rica que la teoría corriente. En realidad, tanto el punto de vista como la posición de Stalin son los
mismos que adopta Lenin en ese texto, en el cual tampoco menciona la unidad cuando se refiere a la
contradicción. Y esto, como vamos a ver, no es una mera coincidencia. En cambio, en esa
exposición de la dialéctica, Lenin hizo mucho hincapié en la ley de la negación de la negación, la
ley del desarrollo en espiral, algo que Stalin ni comenta, y que tampoco parece preocupar mucho a
Mao, pues no lo hace notar en su crítica. Stalin, desde luego, aunque no trata de esa ley
expresamente, se halla, sin embargo, en este punto mucho más cerca de Lenin que de Mao, quien
nos atrevemos a afirmar que retrocede respecto a los dos.

II
La ley de la negación de la negación es una cuestión clave de la teoría marxista-leninista, cuya
importancia se ha revelado particularmente en el curso de la revolución socialista, y que Mao sólo
deja entrever en sus referencias al problema de la identidad. Como vimos al comienzo de estos
comentarios, Mao le critica a Stalin el no haber tenido en cuenta la unidad dialéctica que permite
comprender cómo en determinadas condiciones, se transforma el uno en el otro. A continuación
Mao completa esta observación refiriéndose a la cuarta edición del Diccionario Filosófico
Abreviado, redactado en la Unión Soviética que, según él, refleja en su definición de la ‘identidad’
este punto de vista de Stalin. El diccionario dice: ‘fenómenos tales como la guerra y la paz, la
burguesía y el proletariado, la vida y la muerte, no pueden ser idénticos, porque son radicalmente
contrarios y se excluyen mutuamente’. Esto quiere decir -prosigue Mao- que tales fenómenos
radicalmente contrarios, en vez de tener una identidad marxista, sólo se excluyen entre sí, no están
mutuamente vinculados ni pueden, en determinadas condiciones, transformarse el uno en el otro.
Tal afirmación es completamente errónea, concluye Mao.
A primera vista, esa radicalidad de la contradicción o exclusión mutua de los contrarios que aparece
en Stalin y que corrobora el citado Diccionario en su definición de la identidad, parece dar la razón
a Mao en su crítica, pero en realidad él no se da cuenta, o no ha comprendido, que se trata
precisamente de eso: de una radicalidad y exclusión mutua de los dos aspectos de la contradicción
en el momento del cambio de la cantidad en calidad, de la transformación del uno en el otro, que es
a lo que se refiere Stalin, y no a otra cosa. Esta identidad dialéctica no se le ha ocurrido
subjetivamente a Stalin, sino que responde igualmente, o es el reflejo, de un fenómeno real,
objetivo, que se da tanto en la naturaleza como en la sociedad: se trata del fenómeno del salto, de la
interrupción del proceso gradual del desarrollo, del cambio brusco de la cantidad en calidad
mediante el cual se produce la transformación del uno en el otro. Este fenómeno fue reconocido y
analizado por Lenin en numerosos trabajos. Pero donde más claramente lo vemos expuesto es en su
resumen del libro de Hegel Lecciones de la historia de la filosofía, donde tras comentar el esfuerzo
que hizo el filósofo alemán para conseguir que la teoría materialista sobre el átomo de Leucipo
concordara con su lógica idealista, dice lo siguiente: Hegel se extiende sobre la importancia, la
‘grandeza’ del principio del ser para sí, que descubre en Leucipo [...] Pero hay también un grano
de verdad en ello: el matiz (el ‘momento’) de la separación; la interrupción de la gradualidad; el
momento de la eliminación de las contradicciones, la interrupción de la continuidad: el átomo, la
unidad: ‘El uno y la continuidad son contrarios’ (4). Es en esta contradicción entre el uno y la
continuidad, entre el pasado que muere y el futuro que nace, donde está encerrado el meollo de este
problema, de la identidad marxista.
Resulta claro, pues, que el uno (la vieja identidad o unidad de contrarios) llegado a un punto de su
evolución gradual, ya no puede continuar como tal unidad y tiene, por tanto, que romperse,
separarse, eliminar las contradicciones para dar paso a una nueva identidad o unidad de contrarios.
Este es el momento de la revolución, del salto o del cambio brusco de la cantidad en calidad
mediante el cual se produce, como ya hemos visto, la transformación del uno en el otro. Claro que
no es lo mismo el momento en la ruptura y la transformación del átomo, que el momento de la
revolución social, ya que en este caso, obviamente, se trata de un proceso mucho más complejo y
que requiere más tiempo. Puede durar, como la experiencia lo ha demostrado, incluso decenas de
años. Mas ¿qué suponen unos años en relación con la historia de la humanidad?
La ruptura o separación de los opuestos en el curso revolucionario hay que tenerla en cuenta,
además, para no incurrir en el error metafísico (ahora sí) de considerar la transformación del uno en
el otro como una repetición o una vuelta al mismo punto de partida. No en vano se refiere Lenin al
uno y la continuidad, esto es, que no se trata de la continuidad del mismo uno, sino de su
transformación en otro cualitativamente diferente, por eso la identidad ya no es la misma, no es
idéntica a la anterior. Ha nacido una nueva cualidad. De otra manera no se produciría ningún
desarrollo. La ley dialéctica de la transformación de los cambios cuantitativos en cambios
cualitativos, nos muestra, precisamente, esa transformación de la vieja cualidad y la sustitución de
la misma por otra nueva. ¿Por qué se habla entonces del cambio de uno en el otro? ¿Acaso no
responde ese cambio a una realidad objetiva o nuestro lenguaje no se corresponde con el fenómeno
que trata de describir? Aquí, desde luego, existe un equívoco que conviene aclarar.
De los dos aspectos que forman toda contradicción, que luchan y se mantienen al mismo tiempo
unidos hasta el momento del cambio brusco, del salto en el que se produce la ruptura de la unidad y
se resuelve la vieja contradicción, uno de ellos, el aspecto viejo o ya caduco, el que ocupaba antes la
posición dominante dentro de la contradicción, es desplazado y pasa a ser dominado, en tanto que el
aspecto nuevo que antes era dominado pasa a ser dominante. Es en este sentido, y sólo en este
sentido, como se debe entender el cambio de uno por el otro, la identidad marxista, puesto que de
otra manera, tal como ya hemos apuntado, nada habría cambiado o habríamos vuelto al mismo
punto de partida.
Es con arreglo a ese cambio en las respectivas posiciones que antes ocupaban los dos aspectos,
como cambia también el carácter de la contradicción; es decir, ya no aparece la misma
contradicción de antes, sino otra nueva y distinta, la cual adquiere su carácter del nuevo aspecto que
ahora domina dentro de la contradicción.
Esta transformación del uno en el otro crea una situación nueva que parece repetir las anteriores, sin
embargo, las condiciones no son las mismas, los contrarios también se han transformado, no son
idénticos. Se ha producido un desarrollo. Con la expropiación de los expropiadores, fórmula
utilizada por Marx para describir este fenómeno (la negación de la negación), parece que se repite la
historia: los antiguos expropiadores también son expropiados, mas ya no es una clase explotadora la
que expropia a la burguesía: es otra clase que tiene como misión histórica acabar con toda
explotación y por eso se apropia, como primera medida, de todo lo expropiado anteriormente.
Engels expresa esta misma idea afirmando: El primer acto en que el Estado se manifiesta
efectivamente como representante de toda la sociedad: la toma de posesión de los medios de
producción en nombre de la sociedad, es, a la par, su último acto independiente como Estado (5).
Lo cual quiere decir que el Estado de la dictadura del proletariado, desde su nacimiento comienza a
ser un no Estado, comienza a negarse a sí mismo. Esto es lo que diferencia fundamentalmente al
Estado proletario del Estado burgués y de cualquier otro Estado de las clases explotadoras.
Enfocado el problema desde este punto de vista (y no podemos hacerlo desde ningún otro) nos
parece justo afirmar, como lo hace el diccionario que cita Mao, que fenómenos tales como la guerra
y la paz, la burguesía y el proletariado [...] no pueden ser idénticos, porque son radicalmente
contrarios y se excluyen mutuamente. El que entre la guerra y la paz, como apunta Mao, exista una
relación de identidad, es decir, el que la paz incube la guerra y la guerra traiga de nuevo la paz, se
debe tan sólo a las condiciones de la sociedad de clases y, por tanto, esos fenómenos no podrán ser
eternos. La paz y la guerra son fenómenos que están unidos por la existencia del sistema capitalista,
que es el que los engendra. Pero nosotros nos proponemos acabar con este sistema, no hablamos de
otra cosa, y desde esta perspectiva revolucionaria, la guerra y la paz, como el capitalismo y el
comunismo, son fenómenos radicalmente contrarios y que se excluyen mutuamente.
Lo mismo se puede decir de la burguesía y el proletariado. El hecho de que ambas clases formen
una unidad de contrarios y dependan la una de la otra para poder existir en las condiciones del
capitalismo, no quiere decir que sean idénticas o que la clase obrera se habrá de convertir en su
contrario. Ni siquiera la dictadura del proletariado ha sido ni será nunca idéntica a la dictadura de la
burguesía, ya que, como acabamos de ver, a diferencia del Estado burgués, el Estado proletario lleva
en sí mismo la impronta de su propia desaparición: la negación de la negación.
La burguesía y el proletariado aparecen en la historia como dos nuevas clases producto del
desarrollo económico y social, y ya desde el comienzo de su aparición formaron una nueva
identidad distinta y opuesta a la vieja identidad feudal, todavía dominante, constituida por la
nobleza y los siervos de la gleba. Sería más tarde, tras el triunfo de la revolución burguesa y el
establecimiento del capitalismo, cuando esa nueva identidad logró afianzarse y desarrollarse
plenamente al tiempo que iba desapareciendo la vieja. Pues bien, también en el socialismo habrán
de desaparecer la burguesía y el proletariado como clase explotada para dar paso a la identidad
comunista, esto es, a la sociedad sin clases, y para lo cual será necesario suprimir la propiedad
privada capitalista, y con ella a la misma burguesía como clase. Esto sólo será posible mediante la
imposición de la dictadura proletaria y la lucha más consecuente en todos los terrenos contra la
burguesía y sus remanentes, dado que, como explica Engels, la burguesía, socialmente, de día en
día, no sólo llega a ser superflua, sino que es un obstáculo para la revolución social; cada vez se
aleja más de la actividad productora; cada vez, como en otro tiempo la nobleza, es una clase que
se limita a percibir sus rentas (6).
Mientras permanecen unidos por la propia naturaleza de las relaciones de producción capitalistas, la
burguesía y el proletariado se excluyen mutuamente. Esta contradicción, la lucha de clases,
constituye la fuerza motriz del desarrollo en la sociedad capitalista, mas dicho desarrollo es tan sólo
gradual (los cambios cuantitativos), con él se va acumulando, por así decir, el material, hasta que
llegado un momento se produce la gran explosión revolucionaria (el cambio de la cantidad en
calidad), el salto a una nueva cualidad, el desarrollo. La contradicción, la lucha de los dos términos
de la contradicción que están unidos y se excluyen mutuamente, es la fuente del movimiento desde
el comienzo hasta el fin de un proceso, y como dice Lenin, sólo ella da la clave de los ‘saltos’, de
la ‘interrupción de la continuidad del desarrollo’, de la transformación en contrario, de la
destrucción de lo viejo y del surgimiento de lo nuevo (7). Esto supone una nueva identidad. Por eso
concluye Lenin a continuación del pasaje que acabamos de citar: La unidad (coincidencia,
identidad, equivalencia) de los contrarios es condicional, temporal, transitoria, relativa. La lucha
de los contrarios, que se excluyen mutuamente, es absoluta, como es absoluto el desarrollo, el
movimiento. Esta concepción se corresponde con el método de Marx, para el que, como es sabido,
no se trataba de buscar simplemente la ley o la contradicción que rige un fenómeno, sino la ley de
su variabilidad, de su desarrollo; la ley que rige el paso de una forma a otra superior, de un tipo de
relaciones a otro.
Mao, en su obra Sobre la contradicción, cuando analiza la identidad, se refiere al texto de Lenin que
hemos citado más arriba, pero se olvida de este aspecto fundamental del problema: de los saltos, de
la interrupción de la continuidad del desarrollo, de la transformación en contrario, de la destrucción
de lo viejo y del surgimiento de lo nuevo; cita el Resumen del libro de Hegel ‘Ciencia de la Lógica’,
donde Lenin explica: La dialéctica es la doctrina de cómo los contrarios pueden ser y cómo suelen
ser (como devienen) idénticos, en qué condiciones suelen ser idénticos, convirtiéndose el uno en el
otro, por qué el entendimiento humano no puede considerar estos contrarios como muertos,
petrificados, sino como vivos, condicionales, móviles y que se convierten el uno en el otro, y da
vueltas una y otra vez en torno a esa definición de la identidad que nos ofrece Lenin, a su doble
sentido; Mao insiste en que no basta con afirmar que cada uno de los dos aspectos contradictorios
es la condición para la existencia de su opuesto, que hay identidad entre uno y otro, y que, por
consiguiente, ambos pueden coexistir en un todo único, que más importante aún es la
transformación del uno en el otro. Y sólo de pasada, y como quien no quiere la cosa, Mao añade:
Los aspectos de toda contradicción se llaman contrarios porque, en virtud de determinadas
condiciones, existe entre ellos no identidad (subrayado nuestro). ¡Ah, ah, ah! ¿En qué quedamos?
¿Existe la no-identidad o ésta es una creación puramente metafísica de Stalin? Claro que Mao no
tiene tiempo para seguir tratando este problema, pues está muy ocupado con la unidad y la
coexistencia en un todo único de los contrarios. Por cierto, que para él, como acabamos de leer, la
no identidad sólo existe en determinadas condiciones. Por este motivo se les llama contrarios. Se
supone que en ausencia de tales condiciones, los contrarios no lo son o dejan de serlo y, por tanto,
pueden permanecer unidos y coexistir durante casi una eternidad.
¿Cuáles son esas condiciones a las que alude Mao, en las cuales la identidad se transforma en no
identidad, en que la vieja identidad desaparece para dar paso a otra nueva identidad? ¿No se trata,
acaso, de las condiciones revolucionarias y del cambio brusco, acelerado, de una identidad a otra
distinta? ¿No se trata del salto, de la transformación de la cantidad en calidad, de ese fenómeno que
describen Lenin y Stalin? ¿No se trata, en esas condiciones, de la desaparición de la vieja identidad
y del surgimiento de otra nueva? Y, si se trata de eso, ¿qué conclusiones podemos extraer a efectos
prácticos, políticos?
Si el mundo se halla en incesante movimiento -escribe Stalin- y si la ley de este
desarrollo es la extinción de lo viejo y el crecimiento de lo nuevo, es evidente que ya no
puede haber ningún régimen social ‘inconmovible’, ni pueden existir los ‘principios
eternos’ de la propiedad privada y la explotación, ni ‘ideas eternas’ de sumisión de los
campesinos a los terratenientes y de los obreros a los capitalistas.

Esto quiere decir que el régimen capitalista puede ser sustituido por el régimen
socialista, del mismo modo que, en su día, el régimen capitalista sustituyó al régimen
feudal.

Esto quiere decir que hay que orientarse, no hacia aquellas capas de la sociedad que han
llegado ya al término de su desarrollo, aunque en el momento presente constituyan la
fuerza predominante, sino hacia aquellas otras que se están desarrollando y tienen un
porvenir, aunque no sean las fuerzas predominantes en el momento actual.

Continuamos. Si el tránsito de los lentos cambios cuantitativos a los rápidos y súbitos


cambios cualitativos constituye una ley del desarrollo, es evidente que las
transformaciones revolucionarias llevadas a cabo por las clases oprimidas representan
un fenómeno absolutamente natural e inevitable.

Esto quiere decir que el paso del capitalismo al socialismo y la liberación de la clase
obrera del yugo capitalista no puede realizarse por medio de cambios lentos, por medio
de reformas, sino mediante la transformación cualitativa del régimen capitalista, es
decir, mediante la revolución [...]

Esto quiere decir que lo que hay que hacer no es disimular las contradicciones del
régimen capitalista, sino ponerlas al desnudo y desplegarlas en toda su extensión, no es
apagar la lucha de clases, sino llevarla a cabo hasta el fin.

Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, hay que mantener una política
proletaria, de clase, intransigente, y no una política reformista, de armonía de intereses
entre el proletariado y la burguesía, una política conciliadora de ‘integración gradual’
del capitalismo en el socialismo (8).

III
Hay que tener en cuenta que dos años antes de la publicación de ese texto, en 1936, la burguesía ya
había sido aniquilada, como clase, en la Unión Soviética. Lo que supone que Stalin no se basaba
solamente en las ideas de Marx, Engels y Lenin, sino también en las experiencias prácticas ya
acumuladas por el movimiento revolucionario, las cuales habrían corroborado el método filosófico
marxista. Desde luego, si nos atenemos a las experiencias posteriores, se puede considerar como
una precipitación ese intento de acabar con la burguesía, se puede igualmente tachar como
completo error y fracaso el método utilizado por Stalin e incluso preconizar el método de la
integración gradual del capitalismo en el socialismo. Luego, claro está, habría que confrontar,
igualmente de forma crítica, los resultados de este otro método, a ver qué nos muestra, también en
este caso, el criterio practicista.
La verdad histórica, sin embargo, nos lleva a ver que a mediados de la década de los años 30, el
régimen soviético se había consolidado en todos los terrenos, lo que significaba, como afirmó
Stalin, entre otras cosas, que en caso de guerra, la retaguardia y el frente de nuestro ejército, dada
su homogeneidad y unidad interior, serán más sólidos que los de cualquier otro país, lo que no
deberían olvidar los aficionados extranjeros a los conflictos militares (9). Esta es la principal
preocupación de los dirigentes comunistas soviéticos en vísperas de la II Guerra Mundial, y la
práctica, como todo el mundo sabe, les vino a dar una vez más toda la razón.
En ese mismo Informe que acabamos de citar, Stalin aborda algunas cuestiones de teoría
relacionadas con el problema que aquí estamos estudiando: A veces, se pregunta: En nuestro país
han sido suprimidas las clases explotadoras, ya no existen clases hostiles, no hay a quien aplastar;
por tanto, tampoco hay necesidad del Estado, y éste debe extinguirse. ¿Por qué no contribuimos a
la extinción de nuestro Estado socialista, por qué no tratamos de acabar con él? ¿No ha llegado la
hora de echar por la borda todo este trasto de la organización estatal?
Después de exponer la teoría marxista sobre esta cuestión, de explicar que el socialismo no ha
triunfado más que en un sólo país, en vista de lo cual no es posible, en modo alguno, abstraerse de
las condiciones internacionales, y de analizar las dos fases principales por las que había atravesado
el proceso revolucionario desde la Revolución de Octubre, Stalin responde a esa y a otras preguntas
afirmando: Ha desaparecido, se ha extinguido la función de aplastamiento militar dentro del país,
porque la explotación ha sido suprimida, ya no existen explotadores y no hay a quien aplastar [...]
Ahora, la tarea fundamental de nuestro Estado, dentro del país, consiste en desplegar el trabajo
pacífico de organización económica y de educación cultural. En lo que se refiere a nuestro Ejército,
a los órganos de sanción y contraespionaje, éstos van dirigidos, no contra el interior del país, sino
contra el exterior, contra los enemigos exteriores.
En un texto anterior, Sobre el proyecto de Constitución de la URSS (Informe ante el VIII Congreso
Extraordinario de los Soviets de la URSS, pronunciado el 25 de noviembre de 1936), después de
analizar los cambios producidos en la industria, la agricultura y el comercio, Stalin abordó la
cuestión de la estructura de clase:
La clase de los terratenientes, como es sabido, fue ya suprimida gracias a la victoria
obtenida en la guerra civil. En lo que respecta a las demás clases explotadoras, han
compartido la misma suerte de la clase de los terratenientes. Ya no existe la clase de los
capitalistas en la esfera de la industria. Ya no existe la clase de los kulaks en la esfera de
la agricultura. Ya no hay comerciantes y especuladores en la esfera de la circulación de
mercancías. Todas las clases explotadoras han sido, pues, suprimidas.

Queda la clase obrera.


Queda la clase campesina.
Quedan los intelectuales.

Pero sería un error creer que estos grupos sociales no han sufrido ningún cambio en este
intervalo, que siguen siendo lo mismo que eran, por ejemplo, en el período del
capitalismo [...]

¿Qué evidencian estos cambios?

Evidencian, en primer lugar, que la divisoria entre la clase obrera y los campesinos, así
como entre estas clases y los intelectuales, se está borrando, y que está desapareciendo
el viejo exclusivismo de clase. Esto significa que la distancia entre estos grupos sociales
se acorta cada vez más.

Evidencian, en segundo lugar, que las contradicciones económicas entre estos grupos
sociales desaparecen, se borran.

Evidencian, por último, que desaparecen y se borran, igualmente, sus contradicciones


políticas.

Tal es la nueva identidad que surge en las condiciones del socialismo, una vez suprimida, mediante
la lucha de clases y la dictadura del proletariado, la burguesía y demás clases explotadoras de la
sociedad. ¿Supone esto el fin de la lucha de clases, la supresión de la lucha dentro de esa unidad del
pueblo trabajador a que se refiere Stalin? No, la lucha de clases no desaparece con la supresión de la
burguesía como clase, sólo adopta otra forma: una forma fundamentalmente no antagónica dentro
del país socialista. El antagonismo entre el proletariado y la burguesía continúa vigente, e incluso se
exacerba todavía más en el plano internacional, y tiene su reflejo dentro del propio país en la lucha
contra los agentes del enemigo de clase. Esto es lo que se puso de manifiesto antes y durante la
agresión contra la Unión Soviética desencadenada por el nazismo para estrangular las conquistas
revolucionarias de la clase obrera. Por este motivo el Estado de la dictadura del proletariado no
puede ser disuelto, en tanto no sea resuelta definitivamente esa otra contradicción; al contrario: debe
ser reforzado y fortalecido.
Esta viene a ser la contradicción principal que obra en el socialismo, la que promueve el desarrollo;
una contradicción que liga estrechamente a la clase obrera, ya emancipada de la explotación del
capitalismo (la nueva clase obrera que surge del socialismo) y a sus hermanos de clase que
continúan padeciendo la explotación en todos los países capitalistas, de la misma manera que liga
entre sí más estrechamente a las burguesías de todos los países en contra del proletariado.
Estos son los dos aspectos de la vieja contradicción entre el proletariado y la burguesía que aún se
mantienen, aunque algo modificados, y eso no para suprimir la contradicción, sino para hacerla,
precisamente, mucho más aguda. Ateniéndose a esta concepción así como a las experiencias de la
lucha, Stalin combatió resueltamente el punto de vista revisionista, según el cual en el socialismo, al
ser aniquilada la burguesía como clase, también se extinguió la lucha de clases:
Es necesario destruir y echar a un lado la podrida teoría de que la lucha de clases tiene
que ir extinguiéndose en nuestro país con cada paso que avanzamos, de que el enemigo
de clase se irá amansando en la medida que avancemos [...]

Al contrario, cuanto más avancemos, cuantos más éxitos consigamos, tanto mayor será
la furia de los restos de las clases explotadoras destruidas, tantas más infamias
cometerán contra el Estado Soviético, tanto más aún recurrirán a los medios más
desesperados de lucha (10).

Por lo demás, la lucha contra el revisionismo y otros falsarios oportunistas dentro del Partido, así
como las cuestiones de la dirección ideológica y política, ocuparon siempre un lugar destacado en
las preocupaciones de Stalin: Stalin advertía al Partido que, si bien es cierto que los enemigos del
Partido, los oportunistas de todas las calañas y los partidarios de las desviaciones nacionalistas de
todos los colores, habían sido derrotados, los vestigios de su ideología vivían aún en las cabezas de
algunos miembros del Partido y se manifestaban no pocas veces. Las supervivencias del
capitalismo en la economía y, sobre todo, en la conciencia de los hombres, eran el terreno propicio
que podía infundir nueva vida a la ideología de los grupos antileninistas derrotados. La conciencia
de los hombres va, en su desarrollo, a la zaga de la situación económica. Por eso, aunque el
capitalismo estuviese liquidado en la economía, en las cabezas de los hombres se mantenían y
seguirían perdurando aún supervivencias de las ideas burguesas. Además, no había que perder de
vista que el cerco capitalista, contra el cual había que estar siempre alerta, se esforzaba en
reavivar y apoyar estas supervivencias (11).
Vemos, pues, que Stalin tiene en cuenta tanto la nueva identidad que forma el pueblo soviético,
como la unidad y la lucha que le enfrenta a sus enemigos de fuera y de dentro de la URSS. Lo que
no concibe es la unidad con la propia burguesía como elemento clave del desarrollo en la nueva
etapa, que debe conducir al comunismo, y para lo cual se hace necesario su eliminación como clase,
su expropiación de los medios de producción.
Pero cuando se enfocan las cuestiones del socialismo y la lucha de clases desde una óptica nacional,
es fácil caer en ese tipo de concepciones que conducen a la unidad con la propia burguesía, o en
otras interpretaciones que reducen el campo de actuación de las contradicciones y la identidad
dialéctica, al marco de un solo país o de cada país por separado, para deducir de ese enfoque
estrecho, unilateral, verdaderamente metafísico, unas conclusiones totalmente erróneas sobre el
proceso revolucionario.
En contra de lo que se cree, Mao no ha contribuido a esclarecer las experiencias de la construcción
del socialismo y menos aún de la lucha de clases y la dictadura del proletariado de la Unión
Soviética. Mao tenía que haber explicado que, a diferencia de China, en la Unión Soviética, tanto
los terratenientes como la burguesía habían sido suprimidos como clases; que el problema de la
propiedad privada de los medios de producción y de la explotación ligada a ellos, había sido ya
resuelto en lo fundamental y que, por consiguiente, la base económica que permite el
mantenimiento de la burguesía había casi desaparecido en el interior de la Unión Soviética. Esto no
quiere decir que hubieran desaparecido los elementos burgueses y sus intentos desesperados de
restauración del capitalismo; no quiere decir que estos elementos no contaran con el respaldo y la
ayuda que les proporcionaba el capitalismo mundial. No significa tampoco que dentro del propio
Estado y el Partido Comunista no existieran elementos revisionistas, capituladores, representantes
de la burguesía ansiosa de restaurar el capitalismo, a los cuales había que combatir con métodos
correctos, impulsando el movimiento de masas. En este aspecto, efectivamente, hay mucho que
decir sobre los métodos de Stalin. Igualmente seguía existiendo la contradicción entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción, así como la que enfrenta a la base con la
superestructura. Pero esas contradicciones habían cambiado de carácter, algunas de ellas se hallaban
en acelerado proceso de desaparición o bien no formaban parte de la nueva identidad socialista. Se
había producido un verdadero salto, un desarrollo histórico y se podía haber continuado avanzando
por ese camino, hasta alcanzar la meta del comunismo, con todo lo que eso hubiera supuesto, tanto
en el interior de la URSS como, sobre todo, en el plano internacional, de no ser desviado ese curso
por la traición revisionista. La victoria sobre el imperialismo durante la II Guerra Mundial, la
extensión del campo socialista, la revolución china y el impulso que recibió el movimiento de
liberación de los pueblos en todo el mundo, fueron una clara muestra de ello.
Sin embargo, esa traición y la posterior restauración del capitalismo se suelen utilizar como
demostración de los errores teóricos y de los métodos empleados por Stalin, como si existiera una
relación directa entre esos supuestos errores y la capitulación de los revisionistas ante el
imperialismo que ya denunciara Stalin. También la existencia de la burocracia, en la que se incuba
continuamente la ideología revisionista burguesa, es presentada muchas veces como prueba de la
existencia de la burguesía en el socialismo y en el seno mismo del Partido Comunista, como si éste
fuera un fenómeno nuevo o desconocido por el marxismo-leninismo o del que pudiéramos librarnos
sin que desaparezca antes el Estado y la existencia del capitalismo en el mundo entero. Otra
cuestión es que se pretenda utilizar ese reconocimiento como pretexto para no combatir a los
remanentes de la burguesía y se quiera convertir su existencia en la única fuente de desarrollo social
hasta alcanzar la meta del comunismo.

IV
En China, en cambio, la revolución había triunfado más tarde que en Rusia y en numerosos aspectos
seguía conservando la vieja identidad. Esto es, aún continuaba existiendo la propiedad privada
capitalista y la burguesía, muy numerosa, seguía manteniendo posiciones de poder. Esta realidad
debía ser tenida en cuenta para irla modificando. Es lo que se expresa en la línea que propone Mao
basada en su teoría sobre la identidad o unidad de los contrarios. El defecto que hemos encontrado
en esta teoría es que no concibe la identidad en su transformación, es decir, el cambio de uno en su
contrario como un cambio de identidad, y por consiguiente le falta o subestima el aspecto
fundamental y absoluto de la lucha, del cambio de la cantidad en calidad, del salto y el desarrollo.
En el terreno político esta concepción se traduce en una política de unidad con la burguesía o de
integración gradual del capitalismo en el socialismo; en lugar de utilizar las contradicciones de las
masas populares con esa misma clase burguesa para suprimirla como tal clase, es decir, para
expropiarla de los medios de producción, se coexiste con ella e incluso se la refuerza con el pretexto
de su carácter patriótico o progresista, lo que a la larga conduce a la revolución a un atolladero del
que resulta muy difícil salir.
Esto es lo que ha sucedido en China. La restauración del capitalismo que ha tenido lugar ahí
finalmente, se puede asegurar que arranca de esa situación y de esa política de unidad que ha venido
manteniendo el PCCh en aplicación de la teoría de la identidad o de la unidad de contrarios
elaborada por Mao, la cual fue mantenida contra viento y marea, aun cuando ya era más que
evidente el carácter contrarrevolucionario que había adquirido la burguesía nacional china en sus
intentos de arrebatar el poder al proletariado. Así, en la Circular del C.C. del Partido Comunista de
China del 16 de Mayo, en vísperas del inicio de la Gran Revolución Cultural Proletaria, se
manifiesta claramente: Los representantes de la burguesía que se han infiltrado en el Partido, en el
Gobierno, en el Ejército y en los distintos medios culturales, constituyen una pandilla de
revisionistas contrarrevolucionarios. Si se presentara la ocasión, arrebatarían el poder y
transformarían la dictadura del proletariado en dictadura de la burguesía. Algunos de esos
individuos han sido descubiertos por nosotros; otros todavía no lo han sido; otros más, por ejemplo
los individuos tipo Jruschov, se benefician ahora de nuestra confianza, están siendo formados para
sucedernos y se encuentran ahora entre nosotros. Los Comités del Partido, a todos los niveles,
deben prestar una atención suficiente a este punto. Desde luego, es difícil no prestar atención a este
punto: sostener que representantes de la burguesía son unos contrarrevolucionarios, y no reconocer
que lo son igualmente sus representados; pero más difícil todavía es no reparar en que individuos
tipo Jruschov se benefician ahora de nuestra confianza y están siendo formados para sucedernos
sin que acaben sucediéndonos realmente.
Entre las decenas de millones de militantes que formaban el PCCh ¿es que no había para elegir
otros candidatos a la sucesión más que esos individuos tipo Jruschov, los Deng y compañía? No lo
sabemos con certeza. Ahora, de lo que no tenemos ninguna duda es de la excesiva confianza
depositada en los métodos pedagógicos recomendados por la dirección del PCCh para el reciclado
de notorios contrarrevolucionarios a fin de que puedan ocupar los más altos cargos del Partido y del
Estado. Este solo hecho debiera servir para alertarnos y persuadirnos de ingenuidades políticas y de
todo intento de hacer experimentos ideológicos con los enemigos jurados de la clase obrera y de la
revolución socialista. Pues bien, esta teoría de la unidad de los contrarios y su aplicación práctica en
la continuación de la lucha de clases en las condiciones del socialismo, aparece plenamente
desarrollada en la obra de Mao titulada Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el
seno del pueblo, discurso pronunciado por Mao en febrero de 1957, en el que se abordan una serie
de problemas que se le plantean a la revolución socialista en China relacionados con el tema general
que se anuncia en el título.
En esta obra, Mao parte de la consideración de que hoy nuestro país está más unido que nunca. La
victoria de la revolución democrático-burguesa y el triunfo de la revolución socialista, así como los
éxitos alcanzados en la construcción socialista han cambiado rápidamente la fisonomía de la vieja
China [...] Pero esto no significa que en nuestra sociedad ya no exista ninguna contradicción [...]
Existen entre nosotros dos tipos de contradicciones sociales: contradicciones entre nosotros y el
enemigo y contradicciones en el seno del pueblo. Estos dos tipos de contradicciones son de
naturaleza completamente distinta. A continuación, Mao aclara que para comprender
completamente estos dos tipos diferentes de contradicciones, se hace necesario, ante todo, precisar
qué se entiende por ‘pueblo’ y qué por ‘enemigo’. El concepto de ‘pueblo’ tiene diferente contenido
en diversos países y en los distintos períodos de la historia de cada país. Y concluye: en la etapa
actual, período de edificación del socialismo, integran el pueblo todas las clases, capas y grupos
sociales que aprueban y apoyan la causa de la revolución socialista y participan en ella. Entre esas
clases, como vamos a comprobar, se encuentra la burguesía. El socialismo, pues, en la concepción
de Mao, no supone la supresión de esa clase, sino su mantenimiento, bajo la denominación de
pueblo, en tanto que las contradicciones en el seno del pueblo son contradicciones que se dan
sobre la base de la identidad fundamental de los intereses de éste.
Evidentemente, Mao está confundiendo el concepto marxista de pueblo, aplicado a las condiciones
de la revolución democrático-burguesa (un período de la historia por el que, efectivamente,
atraviesa todo país); ese período lo confunde con la etapa de la historia enteramente nueva en la que
dicho concepto cambia, se transforma, para dar paso a un nuevo concepto de pueblo del que queda
excluida la burguesía, como clase, por más patriótica o democrática que se quiera presentar. ¿Es
concebible el socialismo sin la lucha para la supresión de la propiedad privada capitalista y, con
ello, de la clase burguesa que se define por su relación de propiedad respecto a los medios de
producción y la explotación del trabajo?
En el socialismo, efectivamente, todavía existen las clases; existe la burguesía derrotada pero
todavía no vencida, existe la clase obrera, existe la clase de los campesinos, la capa de los
intelectuales progresistas; y la clase obrera basa su poder en la alianza con los campesinos y esos
sectores, que junto con ella forman el pueblo. Mas esta alianza tiene como objetivo fundamental
expropiar y combatir en todos los terrenos a los capitalistas, y no conciliarse con ellos para tratar de
integrarlos en el socialismo. Mao no comparte esta concepción de la lucha de clases en el
socialismo ni esa política que fue aplicada por el PC(b) de la URSS bajo la dirección de Stalin, a la
que califica de dogmática, aplicada a las condiciones chinas: En nuestro país, las contradicciones
entre la clase obrera y la burguesía nacional pertenecen a la categoría de las contradicciones en el
seno del pueblo. La lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía nacional es, en general,
una lucha de clases en el seno del pueblo, porque la burguesía nacional de China tiene un doble
carácter. En el período de la revolución socialista, al tiempo que explota a la clase obrera en busca
de ganancias, apoya la Constitución y se muestra dispuesta a aceptar la transformación socialista.
Por lo que se ve, la burguesía de China, como ya lo ha demostrado la experiencia, es una burguesía
muy particular: explota a la clase obrera en busca de ganancias pero su amor patriótico resulta
mucho más fuerte que su apego a las ganancias y al final habrá de renunciar voluntariamente a ellas
y aceptar la transformación socialista. Para ello bastará con ejercer cierto tipo de control y de
persuasión sobre ella, ya que es imposible que el pueblo ejerza la dictadura sobre sí mismo, e
inadmisible que una parte del pueblo oprima a otra. Mao completa esta apología de su propia
burguesía asegurando que la absoluta mayoría de los elementos burgueses y de los intelectuales
provenientes de la vieja sociedad son patriotas, están dispuestos a servir a su ascendente y
floreciente patria socialista. O sea, que la burguesía china está dispuesta a todo menos a dejar de ser
burguesía y, por tanto, a dejar de explotar a los obreros, incluso en su ascendente y floreciente patria
socialista.
Este es el nuevo tipo de contradicción social o de unidad de contrarios a que ha dado lugar la
revolución china: el cambio de uno en su contrario que define su nueva identidad. ¿Qué sentido
tiene hablar aquí de dictadura del proletariado? La dictadura seguirá siendo democrática y popular
y no puede estar dirigida contra esa parte del pueblo que forma la burguesía; resulta inadmisible que
ejerza la dictadura sobre ella. Más tarde, cuando esa burguesía patriótica y socialista se fortaleció
económica y políticamente, hizo crecer su influencia en la sociedad, y constituyó un centro de poder
incluso dentro del propio partido comunista, Mao y sus partidarios recordaron algunos principios
del marxismo-leninismo sobre la lucha de clases y la dictadura del proletariado, y levantaron a las
masas durante la Gran Revolución Cultural Proletaria dirigida contra los representantes de esa
burguesía dentro del PCCh. Pero ya era demasiado tarde. Además, se vieron lastrados en su
actuación política por su propia concepción. Así lo expresa un importante documento publicado en
la prensa china en 1975, en el que se resumen las experiencias de la Gran Revolución Cultural
Proletaria, bajo el título Acerca de la dictadura integral sobre la burguesía: Es completamente justo
darle una gran importancia al decisivo papel de la propiedad privada en las relaciones de
producción. Sin embargo, se cometería un error si no se observase con mucho cuidado si el
problema de la propiedad ha sido efectivamente resuelto o sólo en apariencia. Basándose en estas
consideraciones, el autor del escrito, después de exponer la teoría de Marx sobre la lucha de clases y
la dictadura del proletariado, prosigue: Reflexionemos un poco, camaradas. Si en lugar de
comprender así las cosas, uno se ocupa, tanto teóricamente como en la práctica, de limitar, trucar
y alterar el marxismo, hacer de la dictadura del proletariado una palabra vacía, mutilar la
dictadura integral sobre la burguesía y que esta dictadura se ejerza sólo en algunos terrenos y no
en todos, sólo en cierta etapa (por ejemplo, antes de la transformación del sistema de propiedad) y
no en todas; dicho de otro modo, si en lugar de destruir totalmente todas las ‘aldeas fortificadas’
de la burguesía, se conservan algunas y se deja aumentar de nuevo sus efectivos ¿no se está con
eso preparando las condiciones para la restauración de la burguesía y haciendo de la dictadura
del proletariado una tapadera de la burguesía, en particular de la burguesía nuevamente
generada? (12).
Se comprende fácilmente que sin resolver el problema de la propiedad y sin imponer para ello la
dictadura sobre la burguesía en todos los terrenos, resulta vana toda referencia a las clases y a la
lucha de clases en el socialismo, así como a otras contradicciones como la existente entre las
fuerzas productivas y las relaciones de producción y entre la base económica y la superestructura
política e ideológica. Y ese problema era el que estaba planteado en China desde el comienzo de la
etapa socialista y cuya solución había sido postergada, incluso por la Gran Revolución Cultural
Proletaria, de la manera que hemos visto, con lo que la burguesía ha encontrado un campo abonado
para su reproducción a la nueva y vieja forma, hasta acabar imponiendo de nuevo su régimen de
explotación y su dictadura de clase a todo el pueblo trabajador.
Notas:
(1) Mao Zedong: Método básico para la unidad interna del Partido.
(2) Mao Zedong: Discurso en una Conferencia de Secretarios, 1957.
(3) J. Dietzgen: Pequeños escritos filosóficos, citado por Lenin en Cuadernos Filosóficos.
(4) Lenin: Cuadernos filosóficos.
(5) Engels: Anti-Dühring.
(6) Engels: Ibidem
(7) Lenin: En torno a la cuestión de la dialéctica.
(8) Stalin: Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico.
(9) Stalin: Informe ante el XVIII Congreso del Partido sobre la labor del Comité Central del PC(b)
de la URSS, 10 de marzo de 1939.
(10) Stalin: Acerca de las deficiencias del trabajo partidista y las medidas para la liquidación de
los trotskistas y otros falsarios.
(11) Comité Central del PC(b) de la URSS: Historia del Partido Comunista(bolchevique) de la
URSS, Capítulo IX.
(12) Zhan Chungqiao: Acerca de la dictadura integral sobre la burguesía, publicado en Bandera
Roja (Hongqi), 1975, núm. 4 y reproducido en Peking Review el 4 de abril de 1975.
(*) Esta parte de la obra de Stalin a la que se refiere Mao fue publicada posteriormente en folleto
aparte bajo el título Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico.

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