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GIORGIO CIUCCI

FRANCESCO DAL CO
MARIO MANIERI-ELIA
MANFREDO TAFURI
LA CIUDAD AMERICANA
de la g uerra civil al New Deal

Con un prólogo a la edición


española de José Quetglas, arqto.
Título original de la obra:
La cilla americana

Versión castellana de
MONTSERRAT ALÓS y JosÉ QUETGLAS, arqto.

© Casa Editrice Gius. Laterza & Figli, Spa., Roma . Bari


y para la edición castellana
Editorial Gustavo Gili, S. A., Barcelona
Printed ÍII Spain
ISBN 84-252-0859-9
Depósito Legal: B. 34.844-1975
Industria Gráfica Ferrer Col!, S. A. - Pasaje Solsona, s/n - Barcelona-14
Mario Manicri-Elia
Por una ciudad «imperial»
Daniel H . Burnham
y el movimiento City Beautiful
Introducción. La ciudad del «laissez faire»

Los acontecimienlos sociales y organizativos que caracterizan los


Estados Unidos en el último cuarto del siglo XIX se relacionan -directa
o indirectamente- con el fenómeno de la urbanización, entendida en su
más amplio sentido: es decir, sin distinguir aún entre el movimiento de
los inmigrados desde el campo americano y los inmigrados de ultramar.
Unos y otros constituyen un flujo continuo, activado por la evolución de
las relaciones de producción, dado el incremento demográfico general y
el desarrollo económico de las ciudades, tanto en USA como en Europa.
E n efecto, al igual que los procedentes del campo americano, los inmi-
grantes del otro lado del mar son, en general, campesinos llegados a sitios
tan lejanos por la enorme atracción ejercida por la ciudad americana.
Y es en ella, captada en su momento de transformación en metrópoli,
donde podemos esludiar, ejemplificados en estructuras físicas estables
y mensurables, una serie de fenómenos vinculados a la formación del
capital moderno, siguiendo una línea que nos acerca a los mecanismos
organizativos e ideológicos que acompañan su evolución estructural, cuyo
fenómeno más claro es, precisamente, la urbanización. Desde esta óptica,
la a rquitectura se sitúa como cultura de élite y sus conlenidos específicos
encuentran inmediata y significa!iva respuesta, a escala más amplia, en
la edificación y los procesos de formación de la ciudad .
La forma americana de la ciudad de l laissez /aire puede compararse
al modelo estructural de la c iudad burguesa europea: concentración co-
mcrciéll y productiva en el centro y una amplia y elástica reserva de fuerza
de t ra bajo en la periferia. Existen, sin embargo, importantes diferencias,
debido a la preexislencia, en Europa, de estructuras de asentamiento for-
!Tlalizadas y a la inercia de los «valores» con ellas relacionados; en Améri-
t:a, por el contrario, la generalización del quadrillage funciona como so-
porte neutral para la libre explotación de la plusvalía inmobiliaria, al
"Tlismo tiempo que la gestión urbana, en el Nuevo Mundo, por lo menos
durante todo el siglo pasado, está en manos de los bosses de la construc-
ción, sin que ninguna autoridad, comparable a la de los «prefectos» eu-
ropeos pueda inlervenir, ni siquiera en controles parciales.
Todo esto va estrechamente vinculado a la otra gran diferencia que
distingue ciudades como Nueva York o Chicago de Londres o París,
4 Mario Manieri-Elia

consistente en su dinámica de desarrollo, particularmente en los años 70


y 80, decisivos para la formación de las metrópolis americanas, sin pa-
rangón en Europa.
Si bien es verdad que la colonización hacia el Pacífico y la inmigra-
ción del Atlántico son fenómenos comparables, respectivamente, a las
exµansiones coloniales y al desplazamiento hacia la ciudad de los cam-
pesinos europeos, hay que destacar que, en Estados Unidos, ambos fenó-
menos siguen un desarrollo óptimo y sin resistencias, desconocido en
Europa. Y ello porque la continua entrada de riqueza desde el Oeste, bajo
forma de tierra arrebatada a los Pieles Rojas, y la correspondiente llegada
de mano de obra a bajo precio desde el Este son procesos que se mantie-
nen fácilmente a su máximo rendimi ento: por su importancia pero, sobre
todo, por la relativa facilidad con que uno y otro pueden ser dosificados
(control de la realización del ferrocarril en el Este y de la inmigración en
el Oeste). Y, finalmente, por la posibilidad, que el sistema no deja escapar,
mediante un vigilante proteccionismo aduanero de impedir que, además
de la mano de obra, lleguen también de Europa mercancías a bajo precio.
Así, cuando con la guerra civil el Norte industrializado adquiere el
control político del país, colonización e inmigración funcionan mientras la
frontera sea algo más que un mito, como motores inagotables de acumu-
lación primitiva y de disponibilidad de fuerza de trabajo, estimulando de
manera inusitada e l desarrollo industrial, junto al crecimiento visible y
congestionado de las ciudades. Y , con las ciudades, se agigantan los pro-
blemas de gestión, de administración, las posibilidades de explotación,
de organización política y s indical , de control electoral. En la oposición
entre el yankee y el emigrante, el aspecto racial enmascara a menudo la
naturaleza estructural del conllicto, comparable, una vez más, a lo que
sucede en el Viej•> Mundo entre la clase obrera sindicalizada y el proleta-
riado y subproktariado de reciente urbanización. El gobierno maneja
bien esta contraposición; puede hacerlo, también en este caso, mejor que
en Europa, por la absoluta incomunicabilidad entre ambas categorías de
trabajadores. Y puede reservar, más eficazmente, para los segundos,
treinta millones de desarraigados, la función de masa de mano de obra
contra las huelgas, las presiones salariales y la disminución general del
standard de vida obrero. Los nativos americanos, por otra parte, exclu-
yen a los nuevos inmigrantes de sus sindicatos, perpetuando así su pri-
vilegio objetivo con una separación social y política.
Es és ta una composición de clase que hay que dosificar y controlar:
para que no crezca el malestar de los inmigrantes hasta hacer de ellos
una fuerza anárquica subversiva, e impedir, por otro lado, que la fuerza
política de las aristocracias sindicales aumente y ponga en peligro el
mismo laissez faire. La división de clase, por otra parte, imprescindible
para e l establishment, está avalada ideológicamente por las dos figuras
sobresalientes y características, en su contraposición, del momento: la
del «boss» y la del «reformador»; personajes cuya acción combinada es
parámetro esencial en la historia de la ciudad.
El boss es el organizador de la masa de inmigrantes: su obra con-
ti('ne dentro de límites tolerables el malestar, reduce al mínimo las exi-
Por una ciudad «imperial» 5

gencias de subsistencia y, a menudo, las satisface, consiente la perpetua-


ción de usos y costumbres sociales de los países de origen, en una segre-
gación que él hace soportable. Soportable a niveles ínfimos pero, de todas
formas, mejores que el standard de los negros: lodo en el que el inmi-
grante blanco no debe hundirse. En la práctica, es él quien introduce en
el ciclo productivo y, después, lentamente, en el sistema social masas de
inmigrantes de las más dispares culturas, evitando en lo posible cualquier
manifestación de descontento y manteniendo los brotes reivindicativos
a niveles personales y elementales.
El campo de acción del boss es, claro está, la ciudad. La ciudad como
residencia, como lugar de producción y de camino, de lucha política y de
huelga: como mercado de la fuerza de trabajo. Mediante la dirección
de la fluida materia urbana, puede hacer convincente su ideología. Esta
ha sido descrita en numerosas ocasiones:' en definitiva, el boss amortigua
el impacto del inmigrante con la estructura productiva americana, ofre-
ciendo unos servicios que tienen también una clara finalidad de apoyo
psicológico: reduciendo el malestar producido por las diferencias de len-
guaje y por los movimientos chauvinistas y racistas, ofreciendo sin
hacer preguntas protección .iudicial, participando en las costumbres so-
ciales y celebrativas, hasta llegar a un conocimiento individual. A cam-
bio de esto, pide una lealtad personal que se materializa en el voto.
Su existencia es consecuencia, por lo tanto, de la introducción del sufra-
gio universal; el poder político que obtiene se limita, generalmente, al
«aparato» urbano: si tiene un puesto clave en él, puede ofrecer trabajo
en la construcción y en las obras públicas, rápidas naturalizaciones, ser-
vicios sociales, favores de las autoridades locales. Naturalmente, trabaja
bajo mano y la corrupción es parte integrante de sus métodos. El perio-
dismo crítico tiene en él su personaje negativo, su blanco fundamental.
Pero el muckraking 2 representa el límite ideológico opuesto, la voz, a
menudo exaltada, de los reformadores.
Los reformadores son, frente al boss, el ala progresista autóctona de
los que actúan sobre la ciudad. Su papel consiste en la defensa de las
instituciones democráticas, en mantener a flote la solidaridad, e l interés
cívico y las sanas costumbres. A la lealtad personal exigida por los bos-
ses, oponen la promoción de una lealtad cívica, que significa también
eficiencia, organización a la luz del día, estabilidad en la legitimidad. De
5u parte está la élite de los dirigentes sindicales, que se reconocen en
!as palabras de hombres de fama radical, como Edward A. Ross o John
R. Commos, capaces de expresar durísimas condenas racistas contra los
inmigrantes, responsables de tan graves daños para las clases trabajado-
ras nativas. Aprueban las posiciones políticas y reivindicativas de la

l. La bibliografía es extensa. Citemos tan sólo: Harold Zink, City Bosses i11 the U11ited
States, Durham, Duke Univ. 1939; Charles N. Glaab, A. Theodore Brown, A Hisrory of Urban
Arnerica, The MacMillan Co., Nueva York 1967, trad. it., le cilla ne/la storia deg/i Stati Uniti,
Nápoles 1970, pp. 287 y sig.; Richard Hofstadter, Tlze Age of Reform. Frorn Bryan to F. D.
Roosevelt, Knopf 1956, trad. it., l'eta delle riforme, 11 Mulino, Bolonia 1962, pp. 140 y sig.
2. Término despectivo para indicar el periodismo y el ensayo de denuncia, a menudo
escandalosa, que se difunde en América desde fines del Ochocientos. Cfr. el ensayo de Dal Co
en este volumen.
6 Mario Manieri-Elia

Noble Orden de los Caballeros del Trabajo o, posteriormente, de la Fe-


deración Americana del Trabajo,3 y se horrorizan del grado de embrute-
cimiento en que son capaces de vivir sus nuevos conciudadanos. Su ins-
tintiva repulsión, por otra parte, pronto se verá apoyada por la autoridad
de los «ideólogos» progresistas y acelerada por su objetiva contraposi-
ción política.◄
El boss -personaje casi nunca yankee, a menudo irlandés- es,
pues, la única articulación que pone en relación la confusa masa de in-
migrantes con el sistema en su forma urbana de «aparato». Y en su ca-
lidad de articulación puede garantizar una conexión ágil, elástica a todos
los niveles, capaz de resistir empujones y desgarros, transmitiéndolos
atenuados y resolubles. La forma de madurar esta condición social, se-
gregada pero unida mediante un controlado sistema mediador, es el
ghetto: zonas compactas de slums, ni más ni menos que como en Londres
o Berlín, separadas aunque dentro de la ciudad que las rodea y a la que
se unen mediante pasos obligatorios: rótulas de la estructura urbana
que se articula, en efecto, en zonas grises, reserva de la fuerza de trabajo
dirigida por los bosses, y estructuras organizativas cualificadoras, capa-
ces de garantizar, con la dinámica de las relaciones económicas en desa-
rrollo, el armazón que sostiene el conjunto. En estas últimas pronto se
hará necesaria una planificación: pero en los campos grises reina, a nivel
de actuación, el boss de la construcción, que únicamente respeta la ley
del máximo beneficio. La retícula es el neutro soporte de su libertad Je
acción, el esquema lógico donde realizar el arbitrio legal, el elemento que·
garantiza una vital eficiencia de base.
En la retícula ya hay un principio de orden, racionalidad y medida,
un elemental intento planificador, cuya paternidad cae fuera del ámbito
del boss; y enlaza con la eficiencia del pensamiento reformador. La ideo-
logía progresista vuelve a actuar a posteriori en la ciudad como elemento
moderador de la explotación -mediante denuncias, cruzadas, escánda-
los-, funcionando como válvula de escape. Por último, la exigencia de
calidad de la que se hace portadora vuelve a promocionar la arquitectura.
El arquitecto no recibe encargos del boss -al que, si se le puede
atribuir alguna instancia cultural, no pasa del puro ceremonial o del nivel
más convencional de la tradición estilística europea-; pero tampoco los
recibe del reformador puro, en general bastante poco hábil en el ma-
nejo de capitales: sus clientes suelen ser, durante la época del laissez
faire, determinadas figuras de boss «arrepentido» o de reformador nego-
ciante; o bien son los grandes hombres de negocios o industriales, para
quienes la empresa de constru cción es sólo una manera marginal de dar

3. The Noble Order o/ tlie Knights o/ Labor nace en Filadelfia en 1869; clandestina
hasta 1878, empezará organizando sobre todo a obreros especializados; en 1886 alcanzará un
máximo de 700.000 afiliados. Entrará en declive después, rápidamente, a consecuencia del
desarrollo de la American Federation of Labor, que se constituye en Pittsburgh en 1881 y
que llegará a tener 2 millones de afiliados en 1905, año en que nace el International Workers
of the World.
4. Sobre la actitud hacia los inmigrantes del gran sindicalista Samuel Gompers, véase
Arthur Maon, Gompers and the lro11y of Racism, en "Antioch Review", 1953, pp. 203-14.
Cfr. también Frank J. Warne, The Immigrant lnvasion, Nueva York 1913.
Por 1111a ciudad «imperial» 7

brillo a su compañía y, con ella, a la ciudad. Solicitaciones, de todas for-


mas, q11e quieren «cultura» , qué la buscan donde sea, en general entre los
intelectuales «progresistas». Especialmente en Chicago, que desde su
primer desarrollo se muestra como ciudad típicamente americana, sin
nostalgia por las convenciones de ultramar, la arquitectura urbana tiene
un desarrollo dependiente del pensamiento reformador, enciclopedista
y autóctono, que, durante la época del laissez /aire, correspondiente a la
autonomía del ciclo productivo, se basa en los principios de autocultura
e individualismo desarrollados por la filosofía trascendentalista.5 Los ar-
quiteclos de la «Escuela de Chicago», oue se dedican durante la época
«dorada» a los primeros rascacielos que la historiografía ha hecho famo-
sos por su indudable calidad y atractivo, buscan, dando por descontada
la eficiencia, la creatividad en la originalidad y, aunque un inevitable
complejo de inferioridad hacia la cultura europea condiciona sus inves-
tigaciones, tienen como objetivo la fundación de una cultura americana,
que pague su deuda con Europa a no más alto precio del que cualquier
arquitectura innovadora debe a la tradición. Este objetivo, de acuerdo con
las peticiones del cliente y con la exigencia de originalidad de la que se ha
hablado, intentan realizarlo en un edificio singular, que respete la parcela
asignada en la retícula. El carácter urbano de esta arquitectura está, pues,
condicionado por la rígida regla bidimensional de la vulgar parrilla de
calles. De ahí que el margen de libertad volumétrica -por otra parte enor-
memente utilizada- consista en la tercera dimensión; pero ésta se rea-
liza sin una relación proporcional orgánica con las otras dos {aparte
unos muy limitados casos de excepcional valor estilístico). Tampoco hu-
biese sido posible llevar un control más articulado sobre el conjunto de
la forma sin poner en discusión la ley del máximo rendimiento y su con-
secuencia: es decir, el quadrillage.
Para comprender el rascacielos hemos de tener en cuenta, además,
que en el espacio «cultural» del boss, la altura, dejando de lado la espe-
culación del suelo, puede ser un intento por lograr, a falta de otros me-
dios, la calidad mediante la cantidad.
E! Loop de Chicago es el resultado perfecto del «aparato» urbano del
laissez f aire: un sistema de retícula regular; un amontonamiento de edi-
ficios en forma de prismas, cuya altura se ve determinada por. la inversión
de capital: dos operaciones, como ya se ha dicho otras veces, la primera
de división, la segunda de multiplicación.6 Una ciudad donde la forma
tiende a acabar en la casualidad y donde únicamente los signos del consu-
mo, el movimiento de la gente y su manera de vestir y de comportarse,
según las propias leyes del consumo, se convierten en caracterizantes de

5. Sobre las relaciones entre situación estructural americana del Ochocientos e ideolo-
gías trascendentalistas y post-trascendentalistas, y entre éstas y la arquitectura, cfr. M. Ma-
nieri-Elia, Louis H. Sullivan, epígono di 1m'ideologia, introducción a L. H. Sullivan, Autobio-
grafia di ur1'idea ed a/tri scritti di architellura, Officina, Roma 1970.
6. Leonardo Benevolo, Storia dell'architellura moderna, Laterza, Bari 1960, 1971', pá-
gina 320 (Trad. cast. G. Gili, S. A. Barcelona 1974'). Benevolo cita a Emilio Cecchi (America
amara, Florencia 1946', pág. 13), que define el rascacielos como "una operación aritmética,
una multiplicación" y se refiere a otra operación aritmética, la división, método de parcelación
del suelo.
8 Mario Manieri-Elia

forma perceptible. El excepcional esfuerzo de los maestros de la Escuela


de Chicago quizás sea debido también a este extremo esfuerzo que la
ciudad necesitaba para oponerse, únicamente con los instrumentos del
estilo, a la «percepción distraída», típica, como van a demostrar muy
pronto los sociólogos, del ambiente metropolitano. Y en Chicago esta
condición alcanza su límite extremo, dado su excepcionalmente rápido
desarrollo y también su tipo especial de bossismo, dependiente de aquél,
sin una figura dominante, que centralice el poder de la ciudad.
Incluso Nueva York, también con un desarrollo muy rápido, evidencia
señales de una gestión urbana muy diferente, dominada por un único
boss. Pero William Marcy Tweed sigue una veterana tradición bossista
que, desde el Ochocientos, había controlado orgánicamente el mercado de
trabajo y la organización de la ciudad: el Tammany Club.7 Cuando Tweed
obtiene el poder absoluto, las calles de Nueva York se ensanchan, los ser-
vicios de transporte -en concesión monopolista- se coordinan y se
vuelven eficaces, se adelanta la realización del Central Park. Cuando el
balance pase a estar irremediablemente en déficit, los banqueros manda-
rán a la cárcel al boss; pero al poco tiempo el partido demócrata alcan-
zará la victoria electoral, devolviendo a la máquina de Tweed, aunque sin
él, la posibilidad de seguir, más o menos, con el mismo trabajo de antes.
Y lo que sucede en Nueva York en 1871 es perfectamente análogo a
cuanto sucederá en Filadelfia diez años más tarde. Con la única dife-
rencia de que aquí los demócratas no están de parte del boss (James
McManes), republicano, sino que, por el contrario, lo atacan y, llegado el
momento, lo derrotan.
Un boss único, típico boss de la construcción y de muy alto nivel, es
Alexander Shcpherd, en Washington. Aquí, por la falta de industrias y
por la especial legislación de 1871, que hacía prácticamente no electiva
la administración pública, el bossismo no tuvo el carácter popular y bo-
nachón de otras partes. La máquina de la gestión urbana coincidía en la
práctica con el poder político, detentado por los republicanos y, en prime-
ra persona, por el presidente Grnnt, amigo de Shepherd, promocionado
inmediatamente para el cargo de gobernador del District of Columbia. En
este caso, sobre todo, la intervención sobre la ciudad es orgánica y unita-
ria, anticipando mecanismos que serán desarrollados por el movimiento
City Beautiful. Pero también en este caso la operación hace bancarrota.
Se actúa sin planificación y el único mecanismo que se pone en práctica
para moderar las arbitrariedades es un repentino cambio de dirección
provocado por un violento ataque político. Es un sistema basto y eficaz,
que se adapta bien a la prisa sin escrúpulos de los años 70 y 80. Pero, con
la crisis de 1893, todos comprenden que se hace necesario un equilibrio
más complejo y estable en todos los terrenos.
Digamos ante todo, refiriéndonos a lo dicho sobre las relaciones
entre las estructuras generales organizativas y los terrenos neutros aban-

7. Es extensísima la bibliografía sobre el Tammany C lub y el boss Tweed. Recordemos


el interesante libro de Theodore Roosevelt, New York City 1890-1895, Longmans Green, Nue-
va York 1918; Seymour Mandelbaum, Boss Tweed's New York, J . Willey & Sons., Nueva
York 1965; además de los textos sobre el bossismo (cfr. nota 1).
l. Chicago desde el lago Michigan en 1892. La retícula está generalizada y se ex-
tiende hasta perderse de vista. En el centro de la imagen y próximo al puerto flu-
vial, el Loop con la concentración de los primeros rascacielos. Nótese el Auditorium
con su torre (Adler y Sulhvan, 1889), frente al paseo del lago, y el Masonic Temple
(Burnham y Root, 1891) en pleno Loop. El ferrocarril corre por el litoral.
2. Vista del Loop de Chicago (1890?). Sobre la retícula de base crece caótica la
ciudad del laissez faire: es el resultado de la gestión urbana en manos de los bosses.
10 Mario Manieri-Elia

donados al arbitrio del boss, que, en la ciudad, estos últimos no se anulan


ni se anularán jamás. Pero sobre el armazón de base se toma, desde fina-
les del siglo pasado, la decisión de actuar en forma cada vez más determi-
nante co"n intervenciones que tendrán, además de un fuerte contenido
ideológico, también -y muy importantes- un aparato técnico y una
incidencia estructural.
Son precisamente estos desarrollos del diseño urbano lo que inten-
tamos poner en claro en este ensayo. Desde el brusco viraje disciplinar de
la White City que, con angustioso pesar para algunos, ha sido objetiva-
mente el momento del inicio de una nueva concepción urbana en los USA,
hasta las realizaciones y concepciones urbanas no realizadas que encajan
dentro del más amplio aspecto del movimiento City Beautiful. Aspecto
en el que la obra de Daniel II. Burnham es punto central.3

l. Chicago 1890 )' la idea de la Exposición de 1893

Parece ser que todos los historiadores aceptan como clara señal
de separación entre dos épocas históricas la Exposición Colombina de
1893. Muchos de ellos han tratado de señalar la fecha de nacimiento de la
idea: Reps, por ejemplo, señala 1882 9 (sólo seis años después de la ante-
rior Exposición Internacional de Filadelfia); fecha que, por extraña
coincidencia, corresponde a la indicada por Williams como fin de la gue-
rra contra los indios. 10 Puede afirmarse que el momento de maduración
de las condiciones para este inusitado lanzamiento del prestigio y del
poder americano -protagonista, Chicago- cae más o menos hacia 1887,
que corresponde al fin de la deuda del Oeste hacia el Este.
Hasta aquellas fechas se había perpetuado, en efecto, una relación
colonial, que obliga a los países de la «frontera» a hacer dinero para
enriquecer los centros del poder económico de la costa atlántica. «He
aquí la razón -escribe Ralphs en aquellos años 11- por la que Chicago
habla únicamente de negocios, he aquí por qué la leisure class no tiene
ni reservas de capital para invertir». Pero a mediados de los años 80 la

8. La demostración de la importancia del papel de Burnham y la precisión del espacio


disciplinar y operativo cubierto por él, en el ámbito de la ambigua definición del "movimiento
City Beautiful", son el objeto de este ensayo.
9. John W. Reps, The Maki111: o/ Urba11 America, Princeton University Press, 1965. "La
idea de una exposición mundial para conmemorar el 400 aniversario del descubrimiento de
América ya fue formulada en 1882, al sugerirla T. W. Zareba a un grupo de tíders de Nueva
York (... ). En 1886, el Dr. Zareba repiLió la sugerencia en el meeting de la American Histo-
rical Society de Washington. La sociedad formó un comité para entrevistarse con el presi-
dente y obtener su ap0yo" (pág. 498).
JO. William A. Williams, The Co111ours o/ American llistory, 1961, trad. it. Storia de1:li
Stati U11iti, Laterza, Bari 1964, pág. 394. Hay que advertir aquí, para poder explicar la tardía
fecha de la matanza de Wounded Knee en 1890, que este vergonzoso episodio, en el que
encontró la muerte Toro Sentado, tuvo lugar cuando ya hacía tiempo que los indios estaban
recluidos en reservas. Fue una venganza deliberada y tardía, realizada basándose en pretextos.
11. Julian Ralph, Chicago World's Fair, Harper & Brothers, Nueva York 1893.
162 Francesco Da/ Co

cionista que confía a Davis y a Eugene A. Baumann la construcción de lo


que Tunnard ha definido como la «first romantic suburban community».
La ordenación de conjunto del proyecto puede ser comparada al estilo
de los cementerios, si bien aquí nos encontramos ante un verdadero asen-
tamiento residencial. El eclecticismo de las arquitecturas que se cons-
truyen y la romántica organización de los recorridos, los intentos de am-
bientación, son fruto del lenguaje pintoresco que se va afirmando. Para
ello basta ver la Gate Lodge de Llewellyn Park proyectada por Davis,
donde las formas eclécticas y románticas se mimetizan con los elementos
de la naturaleza: el esfuerzo de ambientación crea un pintoresco efecto
cargado de tensión, explícita referencia a una actitud cultural descono-
cida en el revivalismo del Setecientos, que en lugar de ignorar la tradición
autóctona se adapta a ella, asumiéndola y reelaborándola en su interior.
Sobre estas bases el neogótico es, para las fonnas de la arquitectura, lo
correspondiente al landscape romántico para las formas de la urbanística:
de su fusión nace el picturesque planning.

4. Parques y ciudades bellas

Los ejemplos de landscape que hemos recordado en el párrafo pre-


cedente, la obra de A. Pannentier y de J. J. Ramee, las villas o los rural
cemeteries son sólo el inicio de un lenguaje pintoresco que encuentra
en Andrew Jackson Downing un intérprete muy particular. Las relaciones
de Downing con el movimiento de las Horticultura! Societies son estrechí-
simas: en 1846 se convierte en editor de la revista «The Horticulturist »
y !>U primer volumen, publicado en 1845, The Fruit and the Fruit Trees in
America, alcanza el considerable número de catorce ediciones. El primer
libro de Downing, A Treatise on the Theory and Practice of Landscape
Gardening Adapted to the North America; With a View to the Improve-
ment of Country Residence, de 1841, es uno de los textos más significati-
vos en la historia del landscape americano: en él, el romanticismo se in-
tegra con la actitud científica del horticulturism.
De la lectura de los escritos de Downing se saca la impresión de que
intenta definir una estética orgánica de la arquitectura y del landscape pin-
torescos. Por lo que respecta a la arquitectura, recoge el concepto de Cle-
veland, reconociendo en el gótico la verdadera y perfecta expresión de la
Christian Brotherhood: y, sin embargo, aunque muchos de los trabajos
de Downing puedan ser situados en el marco del gothic reviva[, él se de-
clara explícitamente contrario a una indiscriminada repetición de un
único estilo. En la medida en que Downing rechaza la simple repetición
de modelos, buscando en cambio comprender sus contenidos y leyes
estéticas, puede afirmarse que da una substancial contribución al naci-
miento de un lenguaje ecléctico, definido sobre las bases de leyes como
las de la proporción, simetría, variedad, armonía, etc., que se configuran
De los parques a la región 163

como la estructura gramatical de la est ética p intoresca.33 Adem ás, en el


concepto de belleza según Downing, aparecen a lgunos temas protofun-
cionalistas, por ejemplo allí donde niega la validez de cualquier artificio
mimético respecto a la materia arquitectónica y a las funciones inter-
pretadas; la arquitectura no debe esconder la realidad de los materiales
de construcción y, al mismo tiempo, debe hacer un esfuerzo de ambienta-
ción: dos convicciones que son consecuencia de una única predisposición
teórica y formal. El interés otorgado al problema de la a mb ientación, si
e:,cpresa una indicación concreta de carácter estético, tiene su origen, al
mismo tiempo, en el estudio «con amor y ciencia» de la naturaleza, y en
las relaciones de Downing con el pensamiento trascendentalista y unita-
riano.34 El concepto de ambientación, en efecto, tan importante para la
a rquitectura de los pequeños edificios, se convier te también en tema de-
cisivo para el landscape. No es casual, en este sentido, que Downing re-
conozca explícitamente la importancia de los rural cementeries: en un
ensayo de 1849 afirma que los cementerios son, al mismo tiempo, demos-
tración de un gusto maduro del pueblo americano y paliativo a la falta
de áreas verdes y parques en las ciudades.35
En 1850 Downing realiza un viaje a Europa y regresa a América
acompañado por Calvert Vaux y un año después presenta el proyecto de
ordenación del Mall de Washington, proyecto que le fue encargado por
el presidente Millard Fillmore. La solución para el Mall, típica del lands-
cape pintoresco, está enriquecida con algunos elementos eclécticos; el
sistema de los recorridos internos del parque, al degradarse uniéndose
suavemente a la orilla del Potomac, está programáticamente separado del
sistema viario circundante por una continua cortina de verde que en-
cierra las· cuatro principales secciones del área, casi como si el parque
tu\'iera la intención de proponerse a sí mismo como un modelo planimé-
trico cerrado, en alternativa a la ciudad. Sin embargo, no basta con ob-
servar la elegancia de esta propuesta de Downing; como ha escrito Albert
Fein , el proyecto del Mali «demuestra cómo se había desarrollado el inte-
rés nacional por el large - scale - urban planning. Downing -en un tiem-
po increíblemente breve- se había convertido en el exponente más in-
fluyente de la tendencia que intentaba traducir las imágenes naturales
de valores religiosos y sociales en la teoría y la práctica del landscape».36
Como hemos dicho, la obra de Downing es uno de los primeros in-
tentos de definición de los cánones estéticos del pintoresquismo, pero
todavía no expresa totalmente una teoría orgánica sobre el uso del lands-
cape como instrumento urbanístico específico. Al señalar la importancia
de las virtudes rurales para los procesos de crecimiento urbano, Downing

33. Para la definición de estos principios, véanse los fragmentos sacados de Andrew J.
Downing, Architecture of the Country Houses; Including Design far Cottages, Farm-Houses
arui Villas, with R emarks 0 11 lnteriors, F ,miiture and the Bes/ Modes of Warming and Venti-
laring, Nueva York 1850, en Rural Essays cit., y en D. Gifford, op. cit., pp. 199-278. _
34. Cfr. A. Fein, The American City: The Ideal and the Real, cit. pág. 75.
35. A. J. Downing, Pub/ic Cemeteries and Public Gardens, cit.
36. A. Fein, The American City: Tite Ideal and the Real cit. pág. 74. Para el proyecto del
.\lall véase J. W. Reps, Downing and the Washington Mali, en "Landscape", XVI, primavera
1967.
164 Francesco Da[ Co

interpreta substancialmente lo que Leo Marx ha definido como nostalgia


americana por el «nai've and anarchic primitivism», extrayendo de fuen-
tes literarias los elementos de su polémica a favor de los parques.37
Durante los años Cuarenta comienza a afirmarse en los Estados Uni-
dos un movimiento en favor de los parques. Entre 1843 y 1845, Robert
F. Gourlay elabora los planes de ordenación de Boston y Nueva York;
en 1844 el amigo de Downing, William Cullen Bryant, inicia en el «New
York Evening Post» una campaña a favor de los parques que encuentra
eco en las páginas del «Horticulturist» del mismo Downing. El concepto
de parque público nace del reformismo de los años Treinta y Cuarenta y,
como ha escrito Mumford, se consolida a través del estudio de las reali-
zaciones europeas, de las que Bryant es uno de los principales divulgado-
res. Londres e Inglaterra se convierten en ejemplos a imitar: los parques
londinenses y los proyectos de Paxton son los símbolos del utilitarian
planning.38 «Land of our poets! Home of our fathers! Dear old mother
England!», exclama Frederick Law Olmsted en Walks and Talks of an
American Farmer in England. El viaje a Inglaterra de 1850 es un aconte-
cimiento importante en la formación de Olmsted: como Downing, se diri-
ge hacia la old mother empujado inicialmente por intereses derivados de
su actividad de agricultor; en 1848 había iniciado una hacienda modelo
en Staten Island. En aquellos mismos años Olmsted entra además en
contacto con los grupos intelectuales de Nueva York; el éxito de las dos
ediciones de Walks and Talks sugiere a Henry Raymond confiar a Olms-
ted, en 1852, la tarea de preparar una serie de reportajes sobre las condi-
ciones de vida en el Sur para el «New York Times». En los escritos sobre
el Sur, Olmsted expresa una dura crítica contra la esclavitud, junto a la
clara percepción de las inevitables consecuencias del individualismo y del
sectorialismo socio - económico de los Estados Unidos; de todo ello deriva
una importante declaración programática sobre la función del planning

37. Leo Marx, The Machine in rhe Garden: Teclwology and rhe Pastoral Ideal in Ame-
rica, Galaxy Book, Nueva York 1967, pág. 11. Para una ulterior referencia general a esta pro-
blemática, cfr., Roderick Nash, The Americari Cu/1 of the Primitive, en "American Quarterly",
XVIII, junio 1966. Sobre Downing véase: W . G. Jackson, First /111erpreter of American Beauty:
A. l. Downing and the Pla1111ed Landscape, en " Landscape" I, invierno 1952; Sarah Lewis
Pattee, Andrew Jackson Downin!J and His lnfluence on Landscape Architecture in America,
en "Landscape Architecture", XIX, enero 1929; el artículo The Debt of America to A. J. Do-
wning, en "Garden and Forest", VIII, 29 de mayo de 1895. Diversos e interesantes detalles
pueden encontrarse en los siguientes escritos de Vincent Scully: American Villas, /11ve11tiveness
in American Suburhs from Downing to Wright, en "Architectural Rcview", CXV, marzo 1954;
Romantic Rarionalism and the Express/011 o/ Structure in Wood; Downing, Wheeler, Gardner
and the "Strick Sryle", en "The Art Bulletin" junio 1953; American House:r: Thomas Jeffer-
s011 to Frank Wright, en AA. VV., The Rise of American Archilecture cit.
38. Sobre los orígenes del concepto de parque público cfr. N. T. Newton, op. cit., pági-
na 267. Mumford habla de la importancia de la experiencia europea en Stiks and Stones cit.,
pp. 94-95. El testimonio más evidente de la obra de William C. Bryant es su libro Lellers of
a Traveller; Or Notes of Things Seen i11 Europe a11d America; George P. Putnam, Nueva York
1850, pero ténganse presentes también Curtís J. Johnson, Politics and a Belly-Ful/: The Jour-
na/istic Career of William Cul/en Bryant, Civil War Editor of the "New Y ork Eve11ing Post",
Vintage Press, Nueva York 1962. Para Londo11: A U1ili1aria11 Model cfr. A. Fein, The American
City: The Ideal and 1he R eal cit., pp. 83-84. Sobre Paxton, véase George F. Chadwick, The
Works of Sir loseph Paxto11 1803-1865, The Architectural Press, Londres 1961, pp. 44-71.
Sobre la obra de R. F. Gourrlay cfr. Fletcher Steele, Robert Fleming Gourlay, City Planner
en "Landscape Architecture", LVIII, abril 1968.
De los parques a la región 165

como instrumento dedicado a resolver las contradicciones sociales emer-


gentes de la degradación ambiental del Sur esclavista. En 1855, Olmsted
entra como financiador y redactor del grupo de vanguardia que publica el
«Putnam's Monthly Magazine» y, por último, durante la guerra civil, es
secretario de la United States Sanitary Commission.39
Desde estas breves notas se puede comprender lo complejas que ha-
bían sido las motivaciones que se encuentran en la obra de Olmsted. Sus
relaciones con la tradición utópica y con el movimiento fourierista, en
particular, sus relaciones con exponentes de la iglesia unitariana, como
Henry Whitney Bellows y, por último, su decidida crítica antiesclavista,
hacen de Olmsted una típica figura del progresismo americano; en su
formación intelectual y en sus convicciones se funden muchos de los
elementos constituyentes de la tradición del planning. A principios de
los años Cincuenta, personajes como Greeley, Br~•ant, Brace, Bellows,
relacionados todos ellos de algún modo con Olmsted, logran transformar
el debate sobre los parques de utopía literaria a problema político real,
ayudados ciertamente en esto por la publicidad dada a las primeras in-
vestigaciones sanitarias -inglesas en especial- sobre las consecuencias
patológicas de la congestión urbana.
En 1851 esta larga polémica consigue un primer e importante resul-
tado. Bajo la dirección del alcalde Kingsland el ayuntamiento de Nueva
York vota el 11 de julio la primera Park Act, que autoriza la compra del
área de Jane's Wood, entre la 3.ª Avenue y el East River, entre las calles 64
y 15. Downing interviene aún en el «Horticulturist» para polemizar sobre

39. Sobre estos aspectos de la vida de Olmsted, véanse tres importantes capítulos de
Laura Wood Roper, Frederick Law Olmsted in the "Literary R epublic", en "Mississippi Valley
Historial Review" XXXIX, diciembre 1952; Mr. Law and Putnam's Monthly Magazine: A
Sote on a Phase in the Caree, o/ Frederick Law O/msted, en "American Literature", LXXXVI,
marzo 1954; Frederick Law Olmsted and the Western-Free-Soil Movement, en "American His-
torical Review", LVI, octubre 1950. El libro de Fredel"ick Law Olmsted, Walks and Talks o/ an
American Farmer in England, ha sido publicado de nuevo por la University of Michigan Press,
Ann Arbor, 1967; los escritos sobre el Sur están sacados de Arthur M. Schlesinger (ed.), The
Co11on Kingdom: A Traveller's Observarions 011 Co/1011 and Slavery in the American Slave
States, Alfred. A. Knopf, Nueva York 1953, y comentados por Broadus Mitcbell, Frederick Law
Olmsted: A Critic o/ the O/d South, Toe John Hopkins, Press, Baltimore 1924. El texto clá-
tjco para el estudio de la obra de Olmsted es Frederick Law Olmsted jr. y Theodora Kimball
Hubbard (edts.) Frederick Law O/msted; Landscape Architect, 2 vv., G. P. Putnam's Sons,
'lueva York 1924. Buenas antologías precedidas de útiles introducciones son: A. Fein (ed),
Landscape into Cityscape. Frederick Law O/msted's Pfan for a Greater New York City, Cornell
University Press Tthaca 1968; S. B. Suuon (ed.), Civi/izing American Cities. A Selection of
Frederick Law Olmsted's Writings 011 City Landscape, The MIT Press, Cambridge (Mass.) 1971.
Los análisis históricos más logrados, además de los ya recordados de Roper, son los que nos
ofrece A. Fein : de este estudioso, además el ya citado Tlie American City: The ideal and the
Real, véanse: IFrederick Law O/msted, en "Town aod Country Planning", XXXI, diciembre
!963; Parks in a Democ,atic Society, en "Landscape Architecture", LV, octubre 1965; el más
.:ompleto 'Frederick Law O/msted and the American E11viro11mental Tradition, George Bra-
ziller, Nueva York 1972. Téngase también presente el libro de Julius G. Fabos, Gordon T .
Hilde, V. Michael Weinmayr, Frederíck Law Olmsted, Sr. Fou11der o/ Landscape Architecture
m America, The University of Massachusetts Press, Amherst 1968. Parte de la literatura más
reciente sobre Olmsted ha sido discutida por Jan R. Stewart, en una recensión publicada en el
··Journal of the Society of Architectural Historians", XXX, diciembre 1971. Del mismo J. R.
Stewart, téngase presente también el artículo Parks, Progressivism and Planning en "Lands-
cape Architecture", LVIII, abril 1968. Para un enfoque general, véase George F. Cbadwick,
The Park and the Tow11. Public Landscape in the 19th and 20th Centuries, Frederick A. Prae-
gcr, Nueva York 196'i.
166 Francesco Da/ Co

la elección hecha, inadecuada según reconoce explícitamente la aproba-


ción de la Amended Park Act, el 21 de julio de 1853. La ley de 1853 au-
toriza la adquisición del área comprendida entre las Avenues 5.a y 8.ª y
entre las calles 59 y 106; en 1859, los límites de este área se extenderán
desde la calle 106 a la 110. En 1853 se crea la primera comisión para la
ordenación de Central Park, a la que sigue en 1857 el Board of Commis-
sioners, formado por once miembros: Egbert Viele es el ingeniero jefe y
Olmsted el superintendente. En el mismo año se organiza el concurso para
la ordenación de Central Park, al que participan treinta y cinco proyec-
tos; al año siguiente, el proyecto «Greensward», obra de Olmsted y Vaux,
conquista el primer puesto en el concurso y Olmsted es nombrado arqui-
tecto - jefe. La historia de la realización de Central Park es demasiado
compleja para tercer sitio aquí. Olmsted y Vaux chocan en numerosas
ocasiones con los administradores de Nueva York, con la política de
Tweéd y se ven obligados a dimitir, varias veces, del encargo.40
A pesar de tantas dificultades y alteraciones, el proyecto de Central
Park es un episodio decisivo en la historia de la urbanística americana.
Después de los años Cincuenta el problema de los parques urbanos se ha
convertido en tema central del debate sobre el papel que el gasto público
debe asumir en la creación de los servicios sociales y, al mismo tiempo,
la construcción de Central Park estimula nuevas formas de organización
administrativa, distintas relaciones entre políticos y proyectistas, cons-
tituyendo un punto de referencia constante del debate progresista sobre
las formas de intervención en la estructura urbana. Por otro lado, con el
proyecto de Olmsted se realiza un salto cualitativo en la misma función
del planning, en su filosofía, en sus técnicas. Como ha escrito Mumford:
«Olmsted ha hecho mucho más que un proyecto de un parque, más que
una batalla con los políticos -acabó dimitiendo cinco veces- , más que
una lucha con los insolentes y corrompidos administradores ... : ha in-
troducido una idea -la idea de utilizar el landscape de forma creadora-.
By making nature urbane he naturalized the city».41
La memoria que acompaña el plan «Greensward» de 1858, de Olmsted
y Vaux, contiene muchos elementos que explican ulteriormente el signi-
ficado de la realización del Central Park. Ambos subrayan, en un párrafo
específico de la memoria, haber prestado especial atención. a las expe-
riencias europeas, refiriéndose explícitamente a los ejemplos de Regent's
Park y de los jardines de las Turneries. Pero los ejemplos europeos y, en
especial, la estructura del boulevard, son criticados por Olmsted y Vaux
como modelos imperfectos e irrepetibles por cuanto la superposición de
exigencias de carácter funcional degrada su unidad de diseño y de obje-
tivos. De este orden de consideraciones deriva el énfasis con que los pro-
yectistas demuestran la originalidad de sus propuestas, sobre todo con
referencia al hecho de que los sistemas de cruce y las exigencias funcio-
nales urbanas no son un elemento que perturbe la unidad compositiva

40. Cfr. N. T. Newton, op. cit., pág. 273; Seymour J. Mandelbaum Boss Tweed's New
York, John Wiley & Sons, Nueva York 1965, pp. 70-75.
41. L. Mumford, The Brown Decades. A Study of the Arts in America, 1865-1895,
Dover Publications Inc., Nueva York 1971, pág. 40.
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9. Andrew Jackson Downing, plan de ordenación del Mall en Washington, 1851.


10. Frederick Law Olmsted, Calvert Vaux, planta de Central Park en Nueva York,
de un grabado de 1870 (aprox.).
11. Vista área de la inserción de Central Park en la malla urbana de Manhattan.
168 Francesco Da/ Co

de la jerarquía del conjunto de recorridos internos del parque. La sepa-


ración de los sistemas viarios, la no interferencia de los tipos de tráfico,
el pintoresco tratamiento de los recorridos son soluciones innovadoras
que tendrán gran influencia en la tradición del planning; especialmente
la primera será principio central de la urbanística progresista, tanto es
así que se ha señalado a Central Park como el modelo de la solución
adoptada en Radburn por Henry Wright y Clarence Stein.42
En conjunto, las soluciones formales de Central Park están aún
ligadas al lenguaje pintoresco inglés y a los cánones de Downing, y es
especialmente en sus opciones funcionales -los recorridos- y en las re-
laciones que el parque instaura con la ciudad que el proyecto es una
piedra angular del planning americano. Central Park invierte la tenden-
cia de los rural cemeteries, programáticamente colocados fuera de la
ciudad para realizar una utópica Arcadia contrapuesta al materialismo
y al desorden de la civilización urbana. Bajo este aspecto Olmsted va má~
allá de las enseñanzas de Downiing, que quería resolver los males de la
ciudad introduciendo en ella no sólo los valores sino también los métodos
del campo.
En la descripción de las so1uciones de Central Park es evidente la
constante preocupación por la relación con la ciudad; esto no se mani-
fiesta sólo en el planteamiento del sistema de recorridos, sino también en
el intento de encontrar momentos y fórmulas de mediación entre el área
del parque y la ciudad circundante. Véase para- esto el cuidado con que se
localizan, como verdaderas bisagras, las entradas al parque y el trata-
miento de todo el perímetro externo, entendido como una especie de
telón a través del cual calculadas aberturas permiten al visitante contem-
plar un panorama de la naturaleza del parque y descubrir el aura permane-
ciendo inmerso en la atmósfera urbana. Las mismas soluciones pintores-
cas asumen, en este sentido, una caracterización compositiva como
progresivos elementos de tránsito de la vida urbana a la naturaleza pro-
yectada.43
Olmsted está profundamente convencido de la inevitabilidad y del
valor progresivo del desarrollo urbano. Precisamente refiriéndose a Cen-
tral Park afirma, en uno de los dos fragmentos de su autobiografía que nos
han llegado: «nuestro país ha entrado en una fase del desarrollo en la
que el bienestar depende de la comodidad, seguridad, orden y economía
de la vida en las grandes ciudades. No puede prosperar independiente-
42. Sobre estos elementos, véase F. L. Olmsted y Calvert Vaux, Description of a Plan
for the lmprovement of the Central Park: "Greensward", Nueva York 1958, ahora en A. Fein,
Landscape into Cityscape cit., pp. 64-88 y en particular las 65-68. Utilísima contribución para
comprender las convicciones de Olmsted, además de gran ayuda biográfica, es la investigación
realizada por Charles C. McLaughin, Se/ected L etters of Frederick Law O/msted, Ph. D. The-
sis, Harvard University, 1960. La afirmación de Mumford, por lo que respecta a Radburn,
está confirmada por Clarence S. Stein, Toward New Towns for America, Reinhold Publishing
Co., Nueva York 1957; trad. it., 11 Saggiatore, Milán 1969, pp. 72-73.
43. A. Fein, Landscape into Cityscape cit., pp. 71-74. Para comprender la actitud
protofuncionalista de Olmsted, es curioso volver a la descripción de los yachts que ve en el
puerto de Portsmouth: las barcas inglesas, afirma, son bonitas pero "de manera arbitraria",
siguen la moda "without regard to the primary beauty of utility", cfr., F. L. Olmsted, Walks
and Talks cit., .PP, 289-95. Olmsted expresa un concepto bastante similar al de otro gran apre-
ciador de las formas de las naves: Horacio Greenough.
De los parques a la región 169

mente de éstas».44 Sobre esta convicción se levanta la recuperación de la


naturaleza. La naturaleza no es sólo el instrumento para conseguir una
eficiencia más evolucionada y mejores condiciones higiénicas, sinónimo
de una conciencia civil y social más madura, sino que es también el
punto de apoyo sobre el que reconstruir la unidad global de un am-
biente degradado: el modelo de parque colma uno de los mayores vacíos
en las conquistas de la American Democracy, contribuyendo a realizar
un environment natural y orgánico. Como ha afirmado Albert Fein, el
parque substituye el edificio religioso que había simbolizado el espíritu
unitario de la primitiva comunidad; la ciudad, organizándose alrededor
de sus propios espacios verdes, vuelve a encontrar la unidad perdida y
reconstruye un símbolo laico de la community perdida. Para Olmsted el
parque, además de esto, es también un sinónimo de justicia social y de
participación democrática: las clases inferiores no están ya segregadas
en la ciudad, pueden gozar de la naturaleza igualitariamente accesible: es
decir, el parque es un instrumento de nivelación social y de educación
del pueblo a la responsabilidad colectiva del bienestar. Por último, la
constitución de los parques es tan sólo el primer escalón de una interven-
ción más compleJa de planificación física y social: Olmsted considera los
parques como demostración de la salud moral del pueblo e instrumento
de lucha contra la congestión y para la redistribución de la riqueza.45
Si la historia de Central Park es emblemática, no sólo de la madurez
alcanzada por el landscape y algunos protagonistas del espíritu progre-
sista, la actividad posterior de Olmsted demuestra que empiezan a defi-
nirse concretamente en el movimiento una serie de temáticas distintas.
Tras el paréntesis de la guerra civil, Olmsted vuelve a colaborar con Vaux.
En 1865 prepara un Report para la ordenación del Brooklyn Park en
Prospect Hill; invirtiendo las indicaciones contenidas en la propuesta
avanzada cuatro años antes por Viele, Olmsted acentúa decididamente el
carácter de intervención urbanística global que debía tener la ordenación
del parque. El proyecto de Olmsted y Vaux deja en segundo término la
ordenación interna del parque: comparado con los trabajos para Central
Park, en este caso se centra la atención en la relación entre parque y es-

44. F. L. Olrnsted, Passages i11 the Li/e of a11 Unpractica/ Man, ahora en A. Fein, Lans-
cape into Cityscape cit., pág. 52.
45. Esto se ve claro en la polémica sostenida por Olmsted contra algunas modificaciones
añadidas al Plan de Central Park; en efecto, se opone a cualquier intento de romper la rela-
ción entre el parque y la ciudad: cfr. Nueva York, Departrnent of Public Parks, Second Annual
Report of the Board of Commissioners o/ the D epartment of Public Parks for the Year End-
ing May, /, 1872, William C. Bryant & Co., Nueva York 1872, pp. 70-80. Olrnsted insiste
además sobre la alternativa que la vida del parque ofrece: cfr. New York City, Department of
Public Parks, First Amwa/ Report o/ the Board of Commissioners o/ 1he Department of the
Public Parb for the Year Ending May, /, 1871, William C. Bryant & Co., Nueva York 1871.
Sobre el interés de Olmsted hacia los problemas de la educación, véase A. Fein, Frederick Law
O/msted and the American E11viro11menta/ Tradition cit., pp. 24-27. Sobre la historia del
Central Park, véase: Henry H. Reed, Sophia Duckworth, Cemra/ Park. A. History a11d the
Guide, Clarkson N. Potter, Nueva York 1967; Clay Lancaster, Central Park 1851-1951 en
"Magazine of Art", XLJV, abril 1951; interesante también es la intervención de un colaborador
de Vaux, Samuel Parsons, Interesting Facts in R egard to the Development o/ Central Park,
American Society of Landscape Architects, Tra11sac1io11s, 1899-1908, Horace McFarland,
Harrisburg 1908, y Samuel Parsons, W. R. O'Donovan, A rt of Landsape Gardening in Central
Park, en "Outlook", LXXXIV, septiembre 1906.
170 Francesco Dal Co

tructura urbana. Mientras que en Central Park el estudio y las soluciones


adoptadas para el sistema de recorridos permanecían, en ciertos aspec-
tos, internos, encerrados en un modelo, en Brooklyn el parque se extien-
de, a través del sistema viario que determina en el interior de la ciudad,
adquiriendo tout court el significado de un vínculo urbanístico, tanto por
la forma como por los modos del desarrollo urbano. En el Report of the
Brooklyn Park Commission from Jannuary 1874 to December 31, 1879,
publicado en 1880, están contenidas las indicaciones para la reorganiza-
ción de la estructura viaria a través de la creación de un sistema de
parkways. Estos últimos determinan la reestructuración de los sistemas
de tráfico y son los ejes del futuro desarrollo urbano; las soluciones para
el parque son tan intrínsecas a la realización de este plan urbanístico de
conjunto que los proyectistas creen poder encontrar la financiación para
el desarrollo del propio parque en el aumento de valor de las áreas de
los asentamientos residenciales a lo largo de los ejes de los parkways.
Describiendo el proyecto para Prospect Hill, Olmsted expone de forma
clara sus propias convicciones: el parque es el símbolo de una nueva
vida comunitaria y habla de él en términos emersonianos, como lugar de
la alegría donde es posible cultivar todas las actividades espirituales impe-
didas por la ciudad: «I have never seen souch joyous collections of peo-
ple». Al mismo tiempo, sin embargo, el parque es también una opción
urbanística que se justifica en base a argumentos de orden económico-
funcionales, y este segundo aspecto no está en absoluto separado sino, al
contrario, integrado y dependiente de las consideraciones ético-ideológi-
cas sobre la función social del parque.4ó
El parque ya no es más un añadido, una intervención excepcional en
la ciudad: como expresión de la democracia americana es estructura por-
tante del urban environment. De este concepto central extrae también su
originalidad la investigación de Olmsted sobre la suburban community.
La civilización urbana conduce a la separación entre trabajo y residencia,
a la congestión, a la división entre ciudad y campo: todas estas dicotomías
pueden ser resueltas, según Olmsted, a través de la eficiencia y de la pta-
nificación de los servicios urbanos, con un uso adecuado de los inventos
tecnológicos y con la realización de suburban neighborhoods no sepa-
radas de la ciudad y dotadas de todos los servicios necesarios. Las ven-
tajas de estos asentamientos derivan principalmente de ser una alterna-
tiva realista a la congestión, conciliando el contacto con la naturaleza y
las ventajas de la comunidad urbana.47
Estos principios encuentran directa aplicación en el asentamiento de
Riverside proyectado por Olmsted y Vaux a partir de 1868, para la River-
side Improvement Company, en las cercanías de Chicago. Como ha seña-
lado justamente John Reps, algunos párrafos del Preliminary Report pre-
sentado por los proyectistas en 1868 a la Compañía suenan como un ver-

46. Cfr. Frederick Law Olmsted, Public Parks and the Enlargement of Towns, American
Social Science Association, Riverside Press, Cambridge 1870, ahora en S. B. Sutton (ed.), op.
cit., pp 79 y 83.
47. Cfr. A. Fein, Frederick Law Olmsted and the American Environmental Tradition
cit., pág. 33.
De los parques a la región 171

dadero manifiesto del romantic planner, cuyo núcleo central es la con-


vicción de que el desarrollo de los asentamientos suburbanos será en ade-
lante una constante de la vida metropolitana: no se trata de una «regre-
sión sino de un progreso respecto a las características de la vida urbana:
ninguna gran ciudad puede sobrevivir mucho tiempo sin grandes su-
burbs».48 El landscape olmstediano no busca producir modelos aislados,
separados y alternativos a la ciudad. El landscape se ha transformado des-
de ahora en un instrumento urbanístico concreto; los parques son el pro-
ducto de una filosofía que busca reformar las condiciones de vida a tra-
vés de técnicas refinadas de proyecto: la ciudad en su conjunto se con-
vierte en la nueva escala de la intervención urbanística. Ltewellyn Park
había sido el prototipo de romantic suburb, aislado de la ciudad, un mo-
delo utópico, si se quiere, fruto entre otras cosas de las convicciones
religiosas de su financiador. Riverside es el producto de un movimiento
ya extendido a amplia escala que tiene origen en el planteamiento dado
por Olmsted al problema de la suburban neighborhood: es decir, en la
identificación, no de una utopía urbana, sino de una tendencia concreta
de desarrollo de la ciudad.
Todas estas consideraciones se aclaran aún más con la obra que
Olmsted está llamado a realizar en Boston, quizás la ciudad más sensible
a las nuevas teorías sobre los parques urbanos. En 1872, Robert Morris
Copeland publica The Most Beautiful City in America. Essay and Plan for
the Improvement of the City of Boston, donde analiza las condiciones de
la ciudad y propone la creación de un sistema integrado de parques que
se adapte a las favorables condiciones geológicas y racionalice el uso de
los recursos hidráulicos. En 1874, el City Council de Boston elabora un
informe en el que recoge la idea de constituir un conjunto urbano de par-
ques y al año siguiente es puesto en marcha la Park Commission Act.
Olmsted trabaja en Boston desde 1867, cuando es llamado por Charles E.
Norton, de Harvard, y, tras un encargo que recibe del Massachussets
General Hospital , es nombrado en 1875 colaborador de la Park Commis-
sion. Esta última elabora un plan para los parques urbanos centrado
sobre seis intervenciones principales coordinadas en dirección este-oeste
por un sistema de parkways; en 1877, tras haber obtenido los terrenos, se
organiza un concurso para la ordenación de la zona de Back Bay. Lo
inadecuado de las soluciones imaginadas por los proyectistas, que no
tienen en cuenta la particular situación hidrogeológica del área, lleva a la
revisión de.! plan, confiada a Olmsted, cuyas propuestas son aceptadas
por los Park Commissioners en 1879.
Las propuestas para Back Bay Fens Improvement son sólo una parte
de un sistema integrado: como ha escrito el propio Olmstcd, para califi-
car el proyecto no basta con el término «parque». «Es necesario advertir
48. F. L. Olmsted, C. Vaux & Co., Preliminary Report on the Proposed Suburba11
Village at Riverside, Near Chicago, Sutton Brownes & Co., Nueva York 1866, ahora en S. B.
Sullon (ed.), op. cit., pág. 295. Cfr. sobre esta temática, J. G. Fabos, G. T. Milde, V. M. Wein-
mayr, op. cit., pp. 47-56. Para Riverside, además de las obras de carácter general, véanse:
P. L. Olmsted, Riverside Jllinois. A. Resiential Neighborhood D esig11ed ove, Sixty Years Ago,
Selected from the Papers of Frederick Law O/msted Senior, en "Landscape Architecture", XXí,
julio 1931; Howard K. Menhinick, Riverside Sixty Years Later, ibíd., XXH, enero 1932.
172 Francesco Dal Co

...... ...,.,\
/ I J:ig •·• I

Frederick Law Olmsted, Calvert Vaux; 12. Plan para Prospect Park en Brooklyn,
Nueva York, 1870; 13. Plan para el asentamiento suburbano de Riverside en Chicago,
1869.
De los parques a la región 173

-afirma Olmsted en 1882- que la constante aplicación del término "par-


que" a una empresa de estas características puede suscitar injustificadas
espectativas y críticas».49 Back Bay Fens es, antes que nada, un nudo
urbano, una presencia vinculante para la estructura urbanística circun-
dante que determina su organización; el área del parque no es un corte
en la malla urbana, sino que la integra buscando ampliarse hacia la Com-
monwealth Avenue y la Bacon Street hasta el embankment sobre el Char-
les River. Lo que más preocupa a Olmsted no es la ordenación interna de
los parques que componen el proyecto, sino la búsqueda de su continui-
dad urbanística, es decir la transformación de las intervenciones aisladas
en un sistema urbano continuo. Esto se deduce también de la definición
que Olmsted da de este sistema integrado que va de Common Boston a
Franklin Park: «the Parkway».
El trabajo de Olmsted en Bastan demuestra que la polémica iniciada
en los años Veinte del siglo XIX por el horticulturism ha dado pasos gi-
gantescos. En Boston, el sistema de los parques es la primera expresión
de la exigencia de formular yn plan urbanístico de conjunto, y de una
cultura que ya ha superado la fase de denuncia y que se va otorgando
la prerrogativa de ofrecer hipótesis realistas para la reestructuración
urbana. El plan de Boston contiene además la primera identificación de
una nueva escala de proyecto urbanístico, al estar proyectado de cara al
control global del desarrollo urbano y, con ello, de la relación entre la
ciudad y el territorio, entre la ciudad y la región. Esta hipótesis ya estaba
presente en la tesis de Copeland de 1872 quien, al defender la visión de
futuro y el realismo de sus propias propuestas a escala territorial, había
escrito: «la única diferencia o la única dificultad para este tipo de plan-
ning es que no nos han acostumbrado a planificar de esta manera. Por
alguna razón desconocida hemos supuesto que la planificación del creci-
miento y desarrollo de las ciudades debía reflejar simplemente sus mo-
dos; que nadie pudiese prever con claridad las necesidades futuras del
business para resolverlas con sabiduría. Estas creencias son equivoca-
das».50
En 1892, la Bastan Metropolitan Park Commission controla algo así
como 27 millas de boulevards, 30 millas de márgenes fluviales, 10.000 acres
de parques; secretario de la Comisión es Sylvester Baxter, uno de los

49. F. L. Olmsted, Seventh Annual Report of the Board of Commissioners of the Depart-
ment af Parks for the City af Baston for the Year 1881, City Document n. 16, Boston 1882,
ahora en S. B. Sutton (ed.) op. cit., pág. 227. Sobre el sistema de parques de Boston, además de
los estudios de carácter general, pueden verse: Sylvester Baxter, Bastan Park Guide, Small
Maynard & Co., Boston 1898; Id., The Boston Metropolitan Park Mavement, en "Garden and
Forest", V, 10 de febrero de 1892; Id., Baltimore Municipal Art Conference, en "Municipal
Affairs" III, diciembre 1899; Boston Metropolitan Park Commission, A Histary and Descrip-
tion af the Bostan Metrapalitan Parks, Wright and Potter Co., Boston 1900; F. L. Olmsted jr.,
The Metrapolitan Pa;k System of Bostan, American Society of Landscape Architects, Tra11s-
actian, 1899-1908 cit.; John C. Olrnsted, The Boston Parkway System, ibíd.; Clarence Pullen,
The Bostan Park and Parkway System, en "Harper's Weekly", XXXIV, 27 de septiembre 1890;
Andrew W. Crawford, The Develapment of Park Systems in American Cities, Filadelfia
1905, opúsculo publicado de nuevo por los "Annals of the American Academy of Political and
Social Science".
50. Robert M. Copeland, The Mast Beautifu/ City in America. Essay a11d Plan far the
lmprovement of the City of Boston, Lex and Shepard, Boston 1872, pág. 10.
174 Francesco Da/ Co

principales exponentes del Nationalist Club de Boston, íntimamente liga-


do a Olmsted y a Bellamy. Boston se ha convertido en uno de los centros
más dinámicos de difusión del progresismo de los años Ochenta; la uto-
pía de Bellamy encuentra un éxito notable: en 1890 ya se han vendido
200.000 ejemplares de Looking Backward, que sigue sus ventas a un ritmo
decididamente vertiginoso. Desde Boston se extiende desde el Este el
movimiento, que tiene como órgano propio «The Nationalist», la revista
que desde 1889 sale del círculo, dominado por componentes teosóficas,
The First Nationalist Club. En Boston, las corrientes progresistas entran
en contacto con una organización religiosa evolucionada, particularmente
comprometida en el plano civil, mientras que los grupos teosóficos se ha-
cen promotores de la constitución de los Bellamy Clubs. Esta ciudad es,
pues, una especie de laboratorio, donde todas las distintas y multiformes
componentes del impulso progresista se suman y aglutinan, conquistando
notable peso sobre la opinión pública y sobre la gestión política de las
reformas municipales; Boston parece haberse convertido en la legítima
heredera de la cultura y el espíritu del Golden Day.
Sylvester Baxter representa el trait d'union entre el utopismo el Bella-
my, el trabajo de Olmsted y el compromiso político de los Nationalist
Clubs.
Mientras que el mensaje utópico de los años Ochenta del siglo XIX -ha es-
crito Albert Fein- era idéntico al de los años Cincuenta, no lo eran, en cambio, la
estructura institucional y la forma física de la ciudad. El romántico idealismo des-
centralizador de los años Cincuenta se había transformado en una forma altamente
concentrada y estructurada, reflejada por los edificios monumentales definidos en
un contexto regulador de espacios públicos y de manzanas uniformes. El tema prin-
cipal de Bellamy era que la organización industrial, que había trastornado la vida
americana, debía convertirse en la base para reformar la ciudad. Para Olmsted y
para otros era más sugestiva la esperanza, que esto ofrecía, de liberar a los plan-
ners y a los proyectistas profesionales de interferencias políticas, del mismo modo
como durante la segunda mitad del siglo xrx se habían liberado la industria y los
negocios. El nexo más directo entre la aplicación de las teorías de Bellamy y el
trabajo de Olmsted quedaba personificado por Sylvester Baxter, fiel discípulo de
Bellamy, que intuyó que el parque, la ciudad, el regional planning representaban la
inmediata aplicación de las hipótesis nationalist."

De la obra de Olmsted derivan una serie de modelos, que serán suce-


sivamente recogidos y transformados en los últimos decenios del Ocho-
cientos, y algunos principios que encontraremos constantes en las pro-

5 J. A. Fein, Frederick Law Olmsted and the American Environmental Tradition cit., pp.
60-61. Sobre Boston como centro del reformismo, es de importancia fundamental el libro de
Arthur Mano, Ya11kee Reformers in the Urban Age. Social reform in Boston, 1880-1900; Har-
per Torchbook, Nueva York 1966, véanse en particular los capítulos dedicados al estudio del
movimiento protestante, pp. 153-59. Para las transformaciones urbanas e institucionales de
Boston en este período, véase Sam. B. Warner jr., Streetcar Suburbs. The Process of Growth
in Boston, 1870-1900; Atheneum, Nueva York 1971. Sobre Bellamy, además de algunas partes
de los ya recordados estudios de Parringlon y Morgan, véase: D. Aaron, op. cit. pp. 94-132;
Jobn H. Franklin, Edward Bel/amy and the Nationa/ist Movement, en "New England Quar-
terly", XI, diciembre 1938; Edward Bellamy, How I Carne to Write "Looking Backward", en
"The Nationulist", I, mayo 1899. Para un enfoque general de la producción utópica del 800
cfr. Allyn B. Forbes, The Literary Que~t for Utopia, 1880-1900, en "Social Forces", VI, di-
ciembre 1927.
De los parques a la región 175

puestas del progresismo urbano. Ante todo, el planning no es ya una


hipótesis marginal, intérprete de simples ideales románticos, referidos a
la estructura socioeconómica de la ciudad. A pesar de perseguir ideales
autónomos de democracia y libertad, la obra del planner no nace al mar-
gen de la realidad de las contradicciones sociales, sino que recibe su
influencia, mientras se proponga un fin educativo. Persiguiendo y ense-
ñando el respeto por las grandes virtudes democráticas, de entre las cuales
domina el amor y la consideración hacia la naturaleza, el planning hace
que la naturaleza no quede violentada por el ambiente humano, sino que
penetre orgánicamente en él como elemento constituyente.
Por último, el proyecto y las reformas urbanísticas deben confiarse
a técnicos «cualificados», libres de interferencias externas, políticas espe-
cialmente, y el planning debe tener instrumentos precisos de conocimien-
to, bases científicas de análisis. Estos principios se desarrollarán amplia-
mente en los decenios siguientes; también en la arquitectura y en la
urbanística de los años Veinte del siglo xx será posible reconocer su pre-
sencia: esta continuidad de principios y convicciones es la ulterior demos-
tración de la persistencia de una tradición común,· que se traduce en un
compromiso civil, con una única matriz qu.e se encuentra en aquel heyday
que Lewis Mumford y Van Wyck Brooks han captado en el American
Renaissance.
Olmsted está presente como proyectista o como colaborador en nu-
merosas ciudades americanas: Nueva York, Chicago, San Francisco, Wash-
ington, Detroit, Buffalo, Cincinnati, Boston, Pawtucket, Tarrytown, Ne-
wark, Newport, Bridgeport, Albany y muchas otras; elabora los planes
de varios campus universitarios, como el de Stanford, Berkeley, Harvard,
Vassar, etc., colabora en distintas ocasiones con los principales exponen-
tes del movimiento para los parques, con algunos de los más famosos
arquitectos de la época y en especial con Henry H. Richardson.52 Uno de
los exponentes del movimiento para los parques, con el que Olmsted
mantuvo estrechos contactos de trabajo, es Jacob Weidenmann, cuyos
principales méritos están ligados a la actividad propagandista y a la obra
desarrollada a partir de 1864 como superintendente de los parques de
Hartford. Sólo o en colaboración con Olmsted, Weidermann realiza nu-
merosos encargos profesionales; entre sus más significativas obras están
la ordenación de Schuykill Reservoir en Filadelfia y el proyecto de am-
bientación del Capitolio de Des Moines.53
En nuestro ensayo sería imposible seguir todas las realizaciones del
movimiento para los parques y debemos dejar de lado algunas figuras
interesantes, como por ejemplo la de A. Strauch de Cincinnati, para ocu-
parnos brevemente de los dos principales continuadores de la experiencia
olmstediana: Horace William Shaler Cleveland y Charles Eliot. Este úl-
52. Cfr. Henry-Russel Hitchcock, The Architecture of H. H. Richardson and His Time,
The MIT Press, Cambridge (Mass.) 1966, pp. 213-14, y passim; Maria Griswold van Rensselaer,
Henry Hobson Richardson and His Work, Dover Publications Inc., Nueva York 1969, passim
(ver algunas importantes citas del carteo entre Richardson y Olmsted).
53. Jacob Wiedenmann publica en 1888 el libro Modern Cemeteries, pero su obra más
importante es Beautifying Country Houses. A Handbook of Landscape Gardening, O. Judd
and Co., Nueva York 1870.
178 Francesco Da/ Co

timo es el intérprete y heredero de la obra iniciada en Boston por Olms-


ted. Eliot, formado en el ambiente de Harvard, es sobrino de Robert
S. Peabody, y en 1883 entra en el estudio de Olmsted en Brooklyn. Tras un
viaje por Inglaterra y Europa, Eliot abre un despacho profesional en
Boston entrando en contacto con los mismos ambientes en los que Olms-
ted trabajaba. Mediante el Appalachian Mountain Club, Eliot se hace pro-
motor de un proyecto de reordenación territorial de la región de Boston
basado en el desarrollo del sistema metropolitano de parques; en esta
actividad goza del apoyo de las mismas organizaciones que habían de-
fendido las propuestas de Olmsted y, en especial, de Sylvester Baxter.
En 1891 Baxter publica un breve volumen titulado Greater Boston, donde
esboza las líneas fundamentales de una reforma institucional de los ór-
ganos de gobierno y de los servicios del área metropolitana, y propone la
creación de un amplio cinturón de parques, a escala territorial, alrededor
de la ciudad. En 1892 se constituye la Boston Metropolitan Park Commis-
sion, de la que Baxter es secretario y que acoge a Eliot como landscape
architect. La f ederated Metro polis de la que Baxter habla, encuentra ex-
presión en el Report presentado en 1893 por Eliot, que ese mismo año se
asocia con Olmsted; el equipo Olmsted, Olmsted & Eliot se encarga de la
colaboración estable con la Park Commission.
La obra de Eliot lleva a una ingente ampliación del núcleo de parques
urbanos previsto por Olmsted y goza de instrumentos urbanísticos y le-
gislativos bastante avanzados, como la Boulevard Act de 1894. Su proyec-
to tiende a la constitución de un sistema de parques integrados a escala
no ya simplemente urbana, sino territorial, como lo demuestran las inter-
venciones previstas: de Revere Beach hasta Quincy se ordena la orilla del
océano, las orillas del Charles River se proyectan en la dirección de Wes-
ton; la continuidad de las intervenciones olmstedianas que iban del Bos-
ton Common al Franklin Park se extiende, a través de West Roxsbury, a
Hyde Park y Bluc Hills. Dos tipos de parques, urbanos y metropolitanos,
se integran así en un área de once millas de diámetro, uniendo con una
especie de cinturón verde y un sistema interior de parkways los dos
grandes pulmones de Blue Hills y Middlesex Fells.
En 1919 la Boston Metropolitan Park Commission presenta el pri-
mer balance de esta obra, que ha comportado unos gastos de 21 millones
de dólares, la adquisición de 7 .400 acres de tierra, la construcción de
59 millas de parkways, la ordenación de las orillas de los cursos de agua
en una extensión de 57 millas y otras numerosas obras menores.54 La im-
portancia de la obra de Eliot no se expresa sólo en estos vistosos resul-
tados. El plan para el sistema metropolitano de parques de Boston es
más que un proyecto de ordenación y creación de espacios verdes: es un
progra!T'a de reforma global urbana. El mismo Eliot afirma: «En el actual
estado de cosas la única solución está en la creación de una institución
central por encima de las partes en litigio, que sea capaz de superar los
límites municipalistas y cualquier interferencia local, para moverse hacia
la creación de un sistema de espacios públicos en beneficio de toda el

54. Boston Metropolitan Park Commission, Report 1919, Boston 1919, pág. 19.
De los parques a la regi6n 179

área metropolitana en conjunto». A estas palabras hace eco Baxter afir-


mando que el tema central del parque es la ordenación de las comunica-
ciones: afirmación confirmada por la atención con que Eliot estu dia las
soluciones técnicas para las calles y toma en consideración los efectos
a..-onómicos inducidos por la creación del sistema de parkways.55 Todos
sos atrasos que dificultan el trabajo de Eliot derivan de la incomprensión
ron que se encuentran las finalidades reales que animan a su plan y por
las dificultades de realizar, paralelamente a las intervenciones urbanísti-
cas, las adecuadas reformas institucionales implícitas en la propia es-
cala del plan; la definición de las escalas de intervención, en efecto, no es
.solo un problema dimensional sino que comporta la verificación de la
~oJuntad política de resolver los problemas de la ordenación urbana en
un cuadro de conjunto urbanístico e institucional. Tras la muerte de
Eliot, acaecida el 25 de marzo de 1897, Harvard, en su memoria, instituye
ec 1900 uno de los primeros cursos universitarios de landscape architec-
ture: si esto es síntoma de los cambios que han transformado en el Ocho-
cientos las románticas motivaciones que habían apoyado los primeros
pasos del movimiento para los parques, también demuestra, por otra par-
te. el actual reconocimiento de los nuevos roles profesionales, la u r gencia
-.- la validez de los problemas que obras como las de Eliot habían susci-
:ado; la polémica para los parques parece haberse convertido ya en sinó-
.aimo de reforma urbana.
En una dirección no diferente de la de Eliot se mueve la obra de
William Shaler Cleveland. Tras haber trabajado, a partir de 1855, con
Copeland en Boston, Cleveland colabora en Chicago con Olmsted y Vaux,
convirtiéndose en landscape architect de la Chicago South Park Commis-
sion en 1872. Durante estos primeros años de su actividad, Cleveland pu-
blica tres escritos de una cierta importancia: en 1856, firmado por Cle•
,·ela nd y Copeland se publica A Few Words on the Central Park, un es-
tudio probablemente con cierta influencia en la obra de la Central Park
Commission; en el 1869, aparece Public Grounds in Chicago, donde reapa-
recen los términos de la crítica común de Cleveland y Olmsted de la es-
:ructura en cuadrícula de gran parte de las ciudades americanas; por
último, en 1873, se publica en Chicago la obra más importante de Cleve-
land , Landscape Architecture as Applied to the Wants of the West. Este
Yolumen, comparado con el primer escrito de 1856, es la demostración
de la madurez que el landscape alcanza entre los años Cincuenta y
Ochenta; las partes de este libro dedicadas al estudio y ejemplificación
de los problemas del lenguaje del landscape son limitadas, y toda la aten-
ción del autor se concentra en la problemática urbanística, el significado
urbano del landscape, las características y perspectivas de la profesión de
~own planner, dejando en segundo lugar todo aspecto puramente for-

55. Para la cita de Eliot, cfr. Ch. W. Eliot, op. cit., pág. 357 y para las referencias a
Baxter, sacadas del artículo del mismo S. Baxter, Thirty Years of Greater Boston's Metropoli-
·an Park System, en "Boston Transcript", 29 de septiembre de 1923, cfr. Norman T. Newton,
~p. cit., pp. v33-35. De S. Baxter, hay que tener presente también, A Monumental Work of
l.Andscape Architecture; the Metropo/itan Park System of Boston, en "Architectural Record",
XXV, junio 1909.
180 Francesco Da/ Co

mal.~ La obra de Cleveland como proyectista es consecuente con esta


transformación de la «filosofía» del landscape romántico e indica algu-
nas de las características del planning profesional.
En 1883 la ciudad de Minneapolis aprueba la constitución del Board
of Park Commissioners, que confía a Cleveland la elaboración de un pro-
yecto para un conjunto metropolitano de espacios verdes. La memoria
que acompaña el plan explica las intenciones y la actitud del town
planner profesional. Cleveland sostiene que el ejemplo de Central Park
es emblemático del hecho que programar la institución de un sistema
de parques no se traduce en un gasto improductivo para la comunidad,
sino en un beneficio: el valor con que se pueden tasar las áreas de Nueva
York que rodean el parque ha aumentado, según afirma, en 54 millones
de dólares tras la decisión de crear Central Park. Cleveland, además, pone
el acento sobre el significado programático que la intervención propuesta
posee: la elaboración del master plan no significa sólo la posibilidad de
coordinar entre sí las distintas intervenciones, sino que permite controlar
su gradación, programar a priori su realización, asegurar un instrumento
de control estratégico sobre el desarrollo urbanístico. Escribe Cleveland:
«Inténtese pensar lo que pasará dentro de un siglo, cuando la ciudad ten-
ga una población de un millón de habitantes y piénsese cuáles serán sus
necesidades. Disfrutarán de un bienestar que les permitirá comprar todo
lo que puede conseguir el dinero, pero todo su dinero no les permitirá
conseguir una ocasión perdida».5;
El plan de Minneapolis es, una vez más, un proyecto global de orde-
nación urbana basado sobre un sistema integrado de áreas verdes y sobre
la previsión de la construcción de veinte millas de parkways. Esquemá-
ticamente, un amplio rectángulo formado por un gran boulevard perifé-
r ico s igue el perímetro de la ciudad, uniendo entre sí los distintos par-
ques previstos, urbanos y extraurbanos. Este sistema, hecho de espacios
públicos y de grandes vías de comunicación, no contiene sólo una pro-
puesta alternativa a la estructura urbana existente, sino que es inmediata
indicación para el desarrollo de la ciudad. El sistema es, en efecto, como
afirmará explícitamente Cleveland en 1885, en su propuesta para la veci-
na ciudad de St. Paul, el eje sobre el cual programar el desarrollo terri-
torial de una continuidad urbana que unifica dos ciudades.58
El movimiento para los parques desemboca, pues, en un puro y sim-
ple proyecto de planificación territorial. Esto queda demostrado, no sólo

56. Las obras de Cleveland recordadas son: Robert M. Copeland y Horace W. S. Cle-
veland, A Few Words on Central Park (pamphlet), Boston 1856; H. W. S. Cleveland, Pub/ic
Grounds in Chicago: How to Give Them Character and Erpression, C . D. Lakey, Chicago 1869;
H. W. S. Cleveland, Landscape Architecrure. As App/ied to the Wants of the W est, Jansen,
McClury & Co., Chicago 1873 . Importante artículo para el estudio de la obra de Cleveland es
el de Theodora Kimball Hubbard, H. W. S. C/eve/and, an American Pioneer in Lar1dscape
Architecture and City Planning, en "Landscape Architecture", XX, enero 1930.
57. H. W. S. Cleveland, Suggestions for a Systcm of Parks and Parkways for the City of
Minneapo/is, Johnson, Smith and Harrison, Minneapolis 1883, pág. 6.
58. Para estos aspectos de la obra de Cleveland, véanse: H. W. S. Cleveland, The Aes-
thetic Development of the United Cities of St. Pau/ and Min11eapolis, Minneapolis Society of
F ine Arts, Minneapolis 1888; Id., Park System of Sr. Paul and Minneapolis, H. M . Smith,
Sr. Paul 1887.
De los parques a la región 181

por la escala urbanística que propuestas como las de Eliot o Cleveland


abordan, s ino por la atención científica con la que éstos empiezan a in-
teresarse por los fenómenos estructurales de los procesos de urbaniza-
cion. Además, el razonamiento romántico sobre los parques se ha trans-
formado en un proyecto que, chocando directamente con los mecanismos
de la renta y preveyendo modificar su distribución, empieza a identificar
la perspectiva de una reforma administrativa de la ciudad, encontrándose
mmerso en polémicas sobre los sistemas de valoración y sobre el papel
del gasto público. Abordando, por último, el problema del proyecto ur-
banístico a escala metropolitana y territorial, el Park Movement se va
uniendo desde este momento con la otra importante matriz del planning
americano, el conservationism, al que dedicaremos las páginas del si-
guiente apartado.
A fines del Ochocientos, los primeros protagonistas del Park Mo-
1:ement van desapareciendo: el 1893 muere Codman, en 1887 Eliot, en
1895 Olmsted se retira de la profesión. Una nueva figura profesional se
está afirmando en las últimas décadas del siglo y algunas universidades
empiezan a ofrecer cursos regulares de Landscape Architecture; en 1897
se forma la primera asociación profesional, la American Park and Out-
door Art Association. Dos años más tarde, en el despacho de S. Parsons
en Nueva York, Frederick Law Olmsted jr., George Pentecost, Downing,
Vaux, John C. Olmsted, Warren H. Manning, Nathan F. Barret, Charles
~- Lowrie y otros fundan la American Society of Landscape Architects.
En cincuenta años, el movimiento para los parques ha cambiado de forma
substancial las perspectivas del reformismo urbano americano; el interés
romántico y literario por la naturaleza s,e ha transformado en una ideo-
logía compleja pero capaz de expresarse con propuestas basadas cientí-
ficamente, dirigidas a planificar completamente el desarrollo urbano.
Esta aspiración choca con el límite estructural del planning ocho-
centista: exceptuando algunos raros ejemplos de landscape pintoresco,
el movimiento para los parques no consigue realizar un control espacial
de la estructura urbana. El landscape, en otros términos, produce ins-
trumentos urbanísticos de planificación bidimensionales que, de hecho,
no controlan la ciudad como conjunto urbanisticoarquitectónico. Este
salto de escala y la conquista de esta dimensión espacial de conjunto
serán realizados, no por los pioneros, sino por los arquitectos de las
«ciudades bellas».
No entra en los límites de este ensayo tratar el movimiento City
Beautiful, al que se dedica una parte específica del presente volumen;
algunas observaciones son, sin embargo, necesarias. En 1893 se abre
en Chicago la Exposición Colombina; puede discutirse largo tiempo sobre
la forma de la «.blanca ciudad de estuco» pero lo que nos interesa recor-
dar es que es fruto de un evidente compromiso estilístico y formal, pero
también de un trabajo interdisciplinar entre arquitectura y landscape
y de la experimentación de un nuevo modo global de proyectar. La ex-
posición, ha afirmado Montgomery Schuyler, «is first of all a success of
unity, a triumph of "ensemble"»; el valor principal de la White City no
está, pues, en la arquitectura realizada, sino en el conjunto espacial, en el
182 Francesco Da/ Co

control global, en la unidad conseguida a pesar de tan imponentes discre-


pancias formales; es el plan, el programa, más que la arquitectura como
tal, lo que asegura este objetivo_ «El landscape plan es la clave del éxito
formal de la Exposición como conjunto: como hemos dicho, ha producido
la arquitectura de la water - court ofreciendo referencias que arquitectos
sensibles no podían dejar de seguir. En ningún otro momento la talla de
Olmsted y de su colaborador se ha manifestado mejor que en el paso
del tratamiento estático y simétrico del estanque a la irregular exten-
sión del lago ».59
Otro paso adelante respecto a esta forma de colaboración interdis-
ciplinar experimentada en Chicago se da con el trabajo de la Senate Park
Commission de 1901, en Washington, donde colaboran Olmsted jr., y
Burnham, McKim y St. Gauden's. La tarea de la Park Commission queda
claramente expresada e n las palabras del senador McMillan, uno de los
mayores defensores del plan para Washington: «La ciudad que Wash-
ington y Jefferson han planificado con tanto cuidado y con profética pre-
visión continuará extendiéndose, poniéndose al ritmo del desarrollo de la
nación, hasta que se convierta en expresión del poder y del gusto del pue-
blo de los Estados Unidos».60 Ilegemann criticará violentamente este pro-
yecto: la obra de la Park Commission no es más que el intento de tras-
plantar a Washington la Exposición de 1893, transformándola en la «Ex-
posición del derroche», afirma; además, la «Constitution Avenue es el
más dañino de todos los crímenes perpetrados contra el plan de L'Enfant»,
que había soñado «nota beautiful court of honor, but a beautiful City».61
Washington, pese a las críticas radicales de Hegemann, sigue siendo,
sin embargo, un ejemplo fundamental. La acusación dirigida contra la
Park Commission de haber actuado más sobre la base de un modelo
hausmanniano que americano no puede asustar más que a los moralistas
o a los formalistas. Más allá de toda consideración formal, Washington
es un monumento unitario que responde a los objetivos expresados por

59. Montgomery Schuylcr, Last Words About tite Wor/d's Fair, en "Architectural Re-
cord", IU, enero-marzo 1894, ahora en M. Schuyler, American Arcltítecture and Otlter
·Wrítings, William H. Jordy y Ralph Coe (edts.), Atheneum, Nueva York 1964, pág. 282. En
el marco del tema tratado aquí, son importantes los juicios de: Thomas Adams. 0111/íne o/
Town arrd City Pla1111i11g, A Review o/ Past Efforts and Modem Aims, Russell Sage Foundation,
Nueva York 1935. pp. 167-173; L. Mumford, Stiks and Stones, cit., pp. 127-35; J. M. Fitch,
American Building, cit., pp. 210-13; Charles Mulford Robinson, !,11pro1·fme111 i11 City Life,
111. Aesthetíc Progress, en "Atlantic Monthly", LXXXITT, junio l 899. Una memorable y
mordaz crítica a la escuela de Chicago, a la Exposición del 93, al plan de la Park Commission
para Washington, ... a Mumford y Whitaker (Rameses to Rockefel/er) está en Wemer Hege-
mann, City Pla1111i11g H ousing, Architcctural Book Publishing Co., Nueva York 1936, vol. 11,
pp. 343-94. Sobre el papel de Olmsted en la Exposición del 93, además de las obras de carácter
general ya recordadas véanse: F. L. Olmsted, The Landscape Architelllre of the World's Co-
lumbían Expositio11, Twenty-Seventh Annual Convention of American Tnstitute of Architects
Proceedings, Inland Architectural Pres~, Chicago 1893. Para un enfoque general, véase Mel
Scott, American City Pla1111i11g Since 1890, University of California Press, Berkeley 1969.
pp. 43 y sig. Para el estudio especial de la White City, véase el ensayo de Mario Manieri-Elia,
en este mismo libro. Algunas hipótesis del que suscribe han sido ya expresadas en Francesco
Dal Co, Louis Henry Sullivan: la qua/ita nel/'epoca della metropoli. App11111i su "A111obiogra-
fia di 1111'idea", en "Rassegna dell'Iistituto di Architel\ura e Urbanistica", a. VTI, abril 1971.
60. Citado en J . W. Reps, Mo1111me11ta/ Washington. Tite Pla1111ing arrd Development o/
the Capital Center, Princeton Univcrsity Press, Princeton 1967, pág. 109.
61. W. Hegemann, op. cit., vol. 11, pp. 387-94.
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!9. S istema urbano de parques en Buffalo, Nueva York, 1876. A. F. L. Olmsted se


debe tan sólo una parte de la intervención.
:O. Horace W. S. Cleveland, sistema urbano de parques en Minneapolis, Minnesota,
1833.
11-22. George Edward Kessler: esquema original del sistema urbano de parques en
Kansas City, Missouri, 1893, y esquema del desarrollo del sistema urbano de par-
ques en Kansas City, Missouri, 1915.
184 Francesco Da/ Co

MacMillan; ésas son, pues, las intenciones que, a inicios del 1900, pueden
parecer anacrónicas, y no la arquitectura que las realiza: pero no hay
que olvidar que «¡América es una nación joven!». El trabajo de la Park
Commission, aparte de la ideología que interpreta, por otra parte no de-
masiado avanzada, tiene una significación histórica concreta en lo que
respecta al desarrollo de las teorías urbanísticas: «Probablemente Wash-
ington - ha escrito John Reps- es, al mismo tiempo, banco de pruebas y
símbolo de la diferente actitud hacia el desarrollo urbano.62 Esta nueva
actitud frente a la ciudad no se expresa sólo en las «.ciudades imperiales»,
en los planes de Burnham o en los edificios de McKim. La Exposición
de 1893, la Washington de 1901, la Chicago de 1909, son las puntas
que sobresalen de un proceso bastante más amplio cuyas consecuencias
ya serán totalmente visibles en los primeros años del siglo.
Sobre la línea de lo afirmado hasta ahora resulta claro que el esque-
ma crítico que separa el movimiento para los parques del de las ciuda-
des bellas no es funcional para nuestros planteamientos. No sólo el tra-
bajo «interdisciplinar» de los años 90 del 800 demuestra la artificiosidad
de esta separación, sino que además el examen de obras como la de
George Edward Kessler en Kansas City demuestra que el movimiento
para los parques estaba destinado a confundir a menudo muchas de sus
motivaciones con los ideales de la City Beautiful. En 1893 Kessler presen-
ta su plan para la ordenación de un sistema de parques en la rígida cua-
drícula de Kansas City. Los dos pulmones verdes de la ciudad, North
Terrace Park y Penn Valley Park, quedan unidos mediante parkways que
se articulan en el interior de la ciudad, situando en el gran boulevard del
Paseo y en su espacio terminal, The Parade, los nudos urbanos cualifican-
tes. El sistema de parques se integra en un tema típico de la City Beau-
tiful, la reestructuración monumental y paisajística del centro urbano.
Kessler tiene perfectamente presentes las consecuencias e implicaciones
urbanísticas de su propuesta y su forma de actuar es típica de la menta-
lidad progresista: «His rethorical encomium of rural living did not blind
him to the city's social needs».63 Los parques no son sólo la ocasión de
reconciliar las alegrías, las ventajas higiénicas, el espíritu comunitario del
campo con la ciudad, sino también el principio racionalizador de la es-
tructura urbana, separando sus congestionadas funciones, estableciendo
normas y principios para la eficiencia de las comunicaciones entre zonas
funcionalmente distintas, entre áreas residenciales y comerciales, entre
la residencia y los lugares de trabajo.64

62. J. W. R~ps, Mo11ume11tal Washing/011, cit., pág. 198. E ste estudio de Reps sigue
siendo la contribución fundamental para el estudio del desarrollo de Washington.
63. William H. Wilson, The City B eautiful Movement in Kansas City, University of
Missouri Press, Columbia 1964, pág. 48. E ste estudio de Wilson es el más completo sobre el
tema y es útil para el estudio en general del movimiento.
64. Ibíd., pág. 49. Para este tema hay que tener presentes también los siguientes estu-
dios: H enry C. Haskell jr., y Richard B. Flower, City of the Future. A Narrative History of
Ka11sas City, 1850-1950, Frank Glenn Publishing Co., Kansas City 1950; W. H. Wilson,
Beginning of the Park a11d Boulevard Movement in Frontier Kansas City en "Missouri Histo-
rical Review", LVI, abril 1962; Henry Scott, A City's Fight for Beauty, en "The World's Work",
XT, febrero 1906; George B. Ford, The Park System of Kansas City, Missouri, en "The Arcbi-
De los parques a la región 185

Al prever las ventajas derivadas de sus propuestas, Kessler no deja


de subrayar que la creación de áreas verdes comporta un aumento de la
renta de posición de las áreas: una vez más, Central Park es citado apo-
yando esta tesis. Los improvements, además, son descritos como estruc-
tura portante, base de un proyecto global de saneamiento urbano: son
una explícita polémica contra la cuadrícula de la ciudad y prevén una
redistribución y una reestructuración en el uso de las áreas que no es
sólo exclusiva de las zonas monumentales, sino también de las áreas de-
gradadas y obsoletas.65 En las propuestas de Kessler se encuentran fundi-
das las más específicas temáticas del Park Movement con algunos de los
más típicos objetivos de la City Beautiful: piénsese, por ejemplo, en el
cuidado que Kessler dedica al estudio de los problemas inherentes a la
viabilidad, uno de los temas centrales del libro de Charles Mulford Ro-
binson, The Improvements of Towns and Ci!ies, que será un verdadero
manual urbanístico, entre los más importantes en estos años. El estudio
de Robinson aparece en 1901, y en sólo doce meses se reedita tres veces.
Nada mejor que el éxito de este libro testimonia la expansión del movi-
miento a favor de la reforma urbana en América: la «Civic Art» de Ro-
binson -«el altruismo es su impulso, pero más viejo que cualquier otro
altruismo momentáneo, tan antiguo como los sueños y las aspiraciones
de los hombres» 66- tiene directo enlace con el «impulso progresista»:
América va aceptando la idea de que también la Democracia necesita
planes. Pero esto, obviamente, es la ideología: detrás suyo la práctica ur-
banística y arquitectónica revela una constante tensión hacia un modelo
urbano global, irrealizable e inalcanzable dada la contingencia histórica,
un modelo que -en un marco bastante diferente- tan sólo el prefecto
Haussmann había tenido el poder de llevar a la práctica.

tectural Record" XL, diciembre 1916; C. R. Ashbee, Ka11sas City, Missouri; The lnf/uence o/
a Park System, en "The Town Planning Review", VI, abril 1916; H. van Buren Mogonigle,
In Memoriam, George Edward Kessler, en "Journal of l.he American Tnstitute of Architects",
XII, enero 1924.
65. Cfr. W. H. Wilson, The City Beauti/ul Moveme11t in Kansas City cit. pág. 52. Para
comprender el planteamiento del plan, el documento más importante es, Board Park and Bou-
levard Commissioners of Kansas City, Missouri, Report of the Board of Park and Boulevard
Commissioners of Kansas City Mo. Embracing R ecomandations far the Establishment of a
Park and Boulevard System for Kansas City. Resolutio11 of October /2, 1893, Hudson-Kimber-
ly Publishing Co., Kansas City 1893, pero téngase también presente, George E. Kessler, Kansas
City Park System and lts Effect on tite City Plan, Ninth National Conference on City Plan-
ning, Proceedings, Nueva York 1917. Para la discusión sobre las implicaciones económicas del
plan, véase: George E. Kessler, Actual Distribution of the Cost of Kansas City Parks and
Boulevards, Fifth National Conference on City Planning, Proceedings, Boston 1913; William
Buchholz, Acquirement of Kansas City Park and Boulevard System and Its Effect on R eal
Estate Value, Ninth National Conference on City Planning, Proceedings, Nueva York 1917.
66. Charles M. Robinson, Modern Civic A rt, or the City Made B eautifu/, G. P. Put-
nam's Sons, Nueva York 1904, pág. 27. En estas últimas páginas hemos hecho referencia, muy
esquemáticamente, al "movimiento" City Beautiful en conjunto, poniendo en evidencia algunas
intuibles relaciones con la praxis e ideas del "progresismo urbano". En esta perspectiva nos
parece de extrema importancia la obra de Kessler, sobre la que no nos es posible ahora dete-
nernos. De todas formas, es obvio que se han visto aquí los fenómenos en sus tendencias: la
tarea está en disgregar el concepto y definición mismos de "City Beautiful". Esta operación,
en lo que se refiere a la figura de Daniel H . Burnham, ha sido realizada en el ensayo de
M. Manieri-Elia, que abre este volumen.

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