Vous êtes sur la page 1sur 4

LA MUJER EN LA OBRA DE RAFAEL BARRETT

Daiane Pereira Rodrigues


Con motivo del centenario de la muerte de Rafael Barrett,
la Secretaría Nacional de Cultura de la Presidencia de la República,
con el apoyo de la Universidad del Norte, auspició la realización de un Simposio
Internacional “Rafael Barrett”, con objeto de analizar y valorar su aporte fundamental
al pensamiento social y la literatura paraguaya e hispanoamericana.
Conferencistas de España, Brasil y Paraguay participaron en el evento, enfocando
diversos aspectos de su labor. Reproducimos una de las ponencias presentadas,
la de Daiane Pereira Rodrigues, de la Universidad Federal de Paraná.

-Nos hallamos en el centenario de la muerte de Barrett y muchos estudios sobre


este autor se están realizando con tal motivo. Las nuevas publicaciones de su obra,
como la que prologó Osvaldo Bayer en Argentina, las de Santiago Alba Rico y Gregorio
Morán en España y la que está preparando la Secretaría de Cultura en el Paraguay bajo
la coordinación de Miguel Ángel Fernández, son un ejemplo de ello. Además de los
estudios sociales y de filosofía se empieza a considerarlo con mayor atención desde los
estudios literarios. Sin embargo, son raros los trabajos sobre la figura femenina en la
obra de Rafael Barrett, a pesar de la importante presencia que la crítica literaria
feminista adquirió a partir de la década de 70’, sobre todo con la publicación de Sexual
politics, de Kate Millet, en EEUU.

Se podría pensar que no hubo mayor interés en los personajes femeninos en


Barrett porque los estudiosos de la crítica feminista están más interesados en rescatar y
dar valor a los textos producidos por mujeres. Pero hay que considerar la gran cantidad
de textos que enfocan a la mujer en la obra de Roa Bastos y Gabriel Casaccia, por citar
dos ejemplos locales, o de Machado de Assis, para recordar un ejemplo clásico del
Brasil.

Creo, sin embargo, que hay muchas más cosas en Barrett que lo que busca la
mirada de la crítica feminista. Si por un lado el marco teórico crea el objeto de estudios,
por otro el texto literario instiga y exige el uso de una teoría u otra, según las
significaciones que hace emerger. En Teoria literaria: abordagens históricas e
tendencias contemporáneas Lúcia Osana Zolin afirma que la crítica feminista es un
modo de leer la literatura que tiende a la deconstrucción del carácter discriminatorio de
las ideologías de género, construidas, a lo largo del tiempo por la cultura. La obra
barrettiana exige que el crítico transcienda ese concepto de crítica feminista porque su
escritura misma representa una deconstrucción de ese carácter discriminatorio, como se
puede verificar en el siguiente trecho de la tercera conferencia a los obreros paraguayos,
titulada El problema sexual:

1
“Oíd. Donde la mujer no es respetada ni querida no hay patria,
libertad, vigor ni movimiento. ¿Por qué es esta raza una raza de
melancólicos y de resignados? ¿Por qué aquí todos los despotismos,
todas las explotaciones, todas las infamias de los de arriba se ejecutan
con una especie de fatalidad tranquila, sin obstáculo de protesta? Es que
aquí se reservan a la mujer las angustias más horrendas, las labores más
rudas: porque no se ha hecho de la mujer la compañera ni la igual del
hombre, sino la sirvienta (…)”

Como contra-argumento se podría mencionar el artículo De estética, cuyo


siguiente fragmento se puede considerar machista: “la mujer es particularmente incapaz
de sentir una grande obra y sobretodo producirla”. Sin embargo, hay que tener en cuenta
que los cambios ideológicos de Rafael Barrett empiezan después de la publicación de
este texto, hacia 1906-1907. Sus textos posteriores, en su gran mayoría, reivindicarán la
mujer en términos radicales, propios del anarquismo, como compañera y como igual del
hombre. Es decir: Rafael Barrett no escribe desde el machismo o sobre el machismo
para que se justifique una lectura feminista. El autor de El dolor paraguayo posee
personajes que están mucho más allá de las dicotomías macho y hembra, hombre y
mujer. Tomemos como ejemplo el siguiente cuento, “La madre”, incluido en el tercer
tomo de la edición paraguaya de las Obras completas:

Una larga noche de invierno. Y la mujer gritaba sin cesar,


retorciendo su cuerpo flaco, mordiendo las sábanas sucias. Una vieja
vecina de buhardilla se obstinaba en hacerla tragar de un vino espeso y
azul. La llama del quinqué moría lentamente.

El papel de los muros, podrido por el agua, se despegaba en


grandes harapos que oscilaban al soplo nocturno. Junto a la ventana
dormía la máquina de coser, con la labor prendida aún entre los dientes.
La luz se extinguió y la mujer, bajo los dedos temblorosos de la vieja,
siguió gritando en la sombra.

Parió de madrugada. Ahora un extraño y hondo bienestar la


invadía. Las lágrimas caían dulcemente de sus ojos entornados. Estaba
sola con su hijo. Porque aquel paquetito de carne blanda y cálida, pegado
a su piel, era su hijo…

Amanecía. Un fulgor lívido vino a manchar la miserable estancia.


Afuera, la tristeza del viento y de la lluvia. La mujer miró al niño que
lanzaba su gemido nuevo y abría y acercaba la boca, la roja boca, ancha
ventosa sedienta de vida y de dolor. Y entonces la madre sintió una
inmensa ternura subir a su garganta. En vez de dar el seno a su hijo, le
dio las manos, sus secas manos de obrera; agarró el cuello frágil y apretó.
Apretó generosamente, amorosamente, implacablemente. Apretó hasta el
fin.”

2
Más que en cualquier otro texto el personaje femenino gana protagonismo en este
cuento, una vez que toma mayor importancia el hecho biológico de la maternidad. Sin
embargo, no son las particularidades de lo que significa ser mujer las que son
desarrolladas, sino lo que quizás sea la más cruel y desgarrada denuncia de la
explotación humana. Explotación en la que una mujer trabaja hasta el momento de parir,
en la que una madre no tiene otra alternativa que matar al propio hijo para evitarle el
dolor de la pobreza y la miseria. En la que esta madre no se vuelve criminal por hacerlo
simplemente porque el mundo no le da otra alternativa. En la que hay tanta injusticia e
inhumanidad que las manos que trabajan son secas, improductivas, infértiles, manos que
solo logran producir muerte y dolor. No haría falta decir que, más que la explotación o
sumisión de la mujer (como quieren ver los críticos feministas), Barrett en este cuento
denuncia, describe y narra la explotación humana. Al fin y al cabo expresa lo que
Josefina Plá afirmaría muchos años después en entrevista a Marylin Godoy: “varón y
mujer son ambos seres humanos con un destino común” y en Barrett, ese destino es el
del dolor, del terror, de la explotación.

Eso no significa que ignore las diferencias que hay entre ser un hombre explotado
y ser una mujer explotada: creo que nadie mejor que Barrett supo analizar la sociedad y
sus problemas de educación, de política, de distribución de rentas y de tierras y, por
supuesto, de género. En la ya citada conferencia a los obreros paraguayos, Barrett pide
piedad para las mujeres pobres y afirma que “para el capitalista la mujer es
sencillamente una bestia más barata que el hombre y el niño una bestia más barata que
la mujer”. Lo que significa que él no ignora el género como categoría social, sino que la
ve dentro de un ámbito más amplio en donde el explotado no es la mujer sino toda una
clase de obreros y oprimidos, independientemente del sexo. Barrett, además, es
plenamente consciente de la condición de la mujer paraguaya después de la Guerra
Grande:

“He visto a las mujeres, las eternas viudas, las que aún guardan en
sus entrañas maternales un resto de energía, caminar con sus niños a
cuestas. He visto los humildes pies de las madres, pies agrietados y
negros, y tan heroicos, buscar el sustento a lo largo de las sendas del
cansancio y de la angustia, y he visto que estos santos pies eran lo único
que en el Paraguay existía realmente.”

O más bien en el siguiente fragmento:

“Detrás, en los ranchos miserables, hay concubinas o viudas, pero


madres al fin, que trabajan la tierra con su huérfanos hijos a ellas
abrazados a triste racimo. Jamás un aborto voluntario, jamás un
infanticidio que otras madres hasta por caridad cometerían. Siempre
abandonadas, pacientes, ignorantes y silenciosas, sienten en el fondo de
su alma (…) la necesidad de crear hombres, buenos o malos, de echar al
mundo la probabilidad del triunfo. ¡Madres dolorosas, madres despojadas
de toda vanidad y honor, de toda alegría, de todo adorno; madres de
3
niños taciturnos, sombrías sembradoras del porvenir, sólo en vosotras
está la esperanza; sólo vosotras, sobre vuestros inclinados y doloridos
hombros, sostenéis vuestro país.

Pero una madre no es un hogar todavía. Sin el hogar, sin el home,


reconfortante, tibio nido (…) no hay nación respetable ni segura (...). ¡Oh
cándidos legisladores, preocupados por enseñar a leer a vuestros
compatriotas! Consagrad vuestros esfuerzos en una tarea más importante
y oscura: haced que respeten a sus mujeres y amen a sus hijos”

He aquí el legado barrettiano, en el que la mujer no es la figura dependiente y


débil en relación al hombre o la que conquista su espacio volviéndose fuerte y capaz de
conducir sus acciones, como la crítica feminista suele clasificar mecánicamente al
analizar la figura de la mujer que pasa, a través de un proceso histórico, de mujer-objeto
a mujer-sujeto. La mujer en Barrett es la que sufre, la que es explotada, es la obrera, es
la prostituta, la esclava, la que tiene que ser madre y padre de sus niños no porque es
inferior o sumisa al hombre sino porque pertenece a un injusto sistema en el que los que
poseen riquezas y poder explotan a los más pobres, sin pensar a qué género pertenecen.
Su obra ultrapasa los conceptos operatorios usados en la crítica feminista, su
problemática es más amplia porque defiende la familia, el respeto, el amor, la
complementación y el compañerismo entre el hombre y la mujer y no la valoración de la
mujer en detrimento de la figura del hombre como el monstruo explotador. La mujer es
el ser digno de ser amado. Más que mujer-sujeto, es la mujer-plena, la mujer-auténtica.

Termino mi exposición con una última cita de Barrett, para que nos quedemos con
el amor y la complementación, el compañerismo y el respeto, la bondad, en fin:

“No engañéis pues a la mujer, no la empujéis hacia la sima. Vuestras


manos, que se robustecieron en la lucha, que se ennoblecieron en la
humilde labor cotidiana, no están hechas para ayudar a caer sino para
ayudar a levantarse. ¡Amad!, eso es todo. Amad, y seréis divinamente
compasivos. El que ama es verídico, fiel, inconmovible. (…) Amad, y la
tierra se ensanchará sin límites. A pesar del dolor y de la injusticia la vida
es buena. Debajo del mal está el bien: y si no existe el bien lo haremos
existir, y salvaremos al mundo aunque no quiera.”.

-***-

Vous aimerez peut-être aussi