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El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra

ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban


dispuestas a luchar contra el olvido: Ésta es la vaca, hay que
ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche
hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche.
Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza,
momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de
fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra
escrita.(García Márquez, Cien años de soledad, p. 22).

El razonamiento y la conceptualización:
Importancia en la toma de decisiones

Hace algunos años, como estudiante de licenciatura en ciencias sociales y gracias a la

entregada labor de mis maestros, comenzó a crecer en mi un serio interés por comprender la

manera como los seres humanos aprenden y utilizan los contenidos con que entran en

contacto en la clase de historia. Desde entonces, la vida ha permitido la construcción gradual

de rudimentos teóricos para explicar tanto el pensamiento de los seres humanos, como el

comportamiento de las sociedades a lo largo del tiempo. Dichas convicciones comienzan a

cristalizar en forma de ideas, suposiciones y tesis con imperiosa necesidad de puesta a

prueba. Una de ellas, tal vez la que mayor interés suscita actualmente, tiene que ver con la

importancia del aprendizaje como herramienta en la solución de problemas cotidianos.

Tal vez con el paso del tiempo, en la constante búsqueda de su felicidad, los seres humanos

se enfrentan a disyuntivas definitivas que determinan el curso de sus vidas y en

consecuencia el camino hacia su realización personal. En desarrollo de dicha búsqueda, las

distintas etapas de nuestro desarrollo nos permiten acceder a lo que Piaget (1947) llama “el

estado de equilibrio hacia el cual tienden todas las adaptaciones sucesivas de orden

sensorio-motor y cognoscitivo, así como todos los intercambios asimiladores y


acomodadores entre el organismo y el medio” (p. 21), es decir a la inteligencia.

En dicho tránsito, nuestro desarrollo nos permite acceder a las operaciones mentales

necesarias para que dicha adaptación tenga un resultado acorde a nuestras expectativas

como seres en búsqueda de nuestra realización. La conquista sucesiva de las operaciones

nos provee de nuevas herramientas que cada vez nos otorgan una mejor posibilidad de

adaptación frente a las exigencias del medio; la capacidad para resolver problemas en uso

de la llamada lógica formal resulta determinante en dicho empeño, pues el hecho no nos ha

sido dado como parte de la herencia genética, sino que, esa herramienta de acción frente al

medio parece ser, tal como como lo señala John B. Best (2003), “un subproducto de la

educación” (p.351).

En ejercicio de esa condición, accedemos al uso consciente y efectivo del lenguaje, que

mucho más que herramienta a la que tenemos derecho por nuestra condición humana, se

convierte en elemento esencial a la hora de resolver problemas. Una educación que tenga en

cuenta este hecho debe privilegiar el uso de un lenguaje claro y sin ambigüedades, pues

cuando éste implica la emisión y recepción de instrucciones, determina la efectividad en

dicho propósito.

Sin embargo, no basta con el uso de la lógica formal en el análisis de situaciones que nos

plantean retos a ser superados; allí también juega un papel muy importante la experiencia

específica que hayamos tenido en la solución de situaciones similares. De nuevo, la peste de

la memoria de la que padecían los habitantes de Macondo resulta ser un inconveniente de

difícil solución, pues ataca de manera directa el empleo adecuado de nuestros esquemas de

razonamiento pragmático como conjunto de instrucciones generales o claves almacenadas


en la memoria a los que acudimos en la construcción de soluciones lógicas frente a la

superación de dificultades. Ese “principio pragmático del conocimiento” que nos da la

posibilidad de utilizar aquello que aprendemos, parece ser la razón de ser de los modelos

mentales construidos a partir de la experiencia y con el fin de contar con representaciones

mentales transferibles a nuevas situaciones.

En ese sentido, en la construcción de modelos mentales o esquemas de razonamiento que

después utilizamos en la solución de problemas interviene un fenómeno advertido por

autores como Josep Novak y David Ausubel, quienes notaron que nuestra memoria se

estructura a partir de la interrelación constante de dos sistemas de registro simultáneo, uno

de orden gramático y otro de naturaleza sintáctica cuya función consiste en organizar de

manera lógica nuestro conocimiento del mundo con base en las características del lenguaje

(Trepat, 2006, p.21).

En esa misma dirección, Best (p. 367) afirma que el razonamiento se basa en una serie de

reglas sometidas al imperio de la pragmática al afirmar que si bien el pensamiento cuenta

con una base gramática–sintáctica de razonamiento, esta es puesta a prueba en las distintas

situaciones de nuestra vida a partir de una casuística del razonamiento que es determinada

por la similitud que pueda existir entre las situaciones a las que nos enfrentamos y otras que

ya hayamos sorteado.

De manera similar, en el plano de las inferencias causales, la construcción del conocimiento

histórico y de nuestro razonamiento nos plantean similitudes evidentes. La deducción de una

causa obedece en uno y otro plano de nuestra inteligencia al balance que se haga entre el

conjunto de las causas alternativas de un lado y el de las condiciones de impedimento, del


otro; el resultado, la ocurrencia o no de los fenómenos; hecho que nos permite valorar en

ambos casos la importancia relativa de los llamados eventos causales.

Finalmente, en el propósito de construir nuestras categorías mentales, en cuyo proceso

recibimos unas veces, seleccionamos otras, formulamos y verificamos o desechamos

hipótesis, la comprensión de la causalidad como categoría primordial en la construcción de la

lógica de nuestro pensamiento, así como de la explicación de los hechos del pasado y de la

comprensión de nuestra propia experiencia vital, se convierte en un rasgo definitorio de

nuestra inteligencia, en ella, la memoria se construye día a día.

Bibliografía:

Best, J. (2003). Razonar y decidir; Conceptos y categorías; Solución de problemas, En:


Psicología Cognoscitiva. Ediciones Paraninfo S.A. México. Pp. 347 – 465.

Piajet, J. (1948). La Psicología de la Inteligencia. Crítica, Barcelona.

García Marquez, G. (2007). Cien años de Soledad. Alfaguara, Madrid.

Trepat, C (2006). Procedimientos en historia: Un punto de vista didáctico. Grao, Barcelona.

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