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Historiales clínicos.
2 FREUD, ANNA: El psicoanálisis del niño. Ed. Imán, Buenos Aires, 1951.
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se adapta a todos los caprichos del niño; en otros sigue los vaivenes de
su humor; en otros le demuestra su superioridad o habilidad, transfor -
mándose en una persona interesante, útil y poderosa, de cuyo auxilio ya
no pueden prescindir. Su única preocupación en cada caso es crear un
vínculo suficientemente fuerte y positivo como para asegurar la continua -
ción del tratamiento. Partiendo de la base de que el niño no tiene con -
ciencia de enfermedad, no titubeaba —por ejemplo— en despertar esa
con- ciencia comparando su síntoma con los actos de un enfermo mental y
señalándoselo de esta manera: “Lo invité a describirme sus arrebatos cada
vez que se producían, fingiéndome preocupada y apesadumbrada; le
pregunté hasta qué punto era dueño y señor de sus actos en tales estados, y
comparaba sus arranques con los de un enfermo mental, al que difícil -
mente podría prestársele ya socorro alguno. Todo esto lo dejó atónito e
intimidado, pues, naturalmente, ser tenido por loco ya pasaba de lo que
perseguía su ambición. Entonces trató de dominar por sí mismo sus arre -
batos; comenzó a oponérseles en lugar de provocarlos, como había hecho
antes, advirtiendo así su verdadera impotencia y creciendo con ello sus
sensaciones de sufrimiento y displacer. Después de algunos intentos in-
fructuosos, el síntoma se convirtió por fin, de acuerdo a mis propósitos, de
un bien apreciado en un molesto cuerpo extraño, para cuya supresión el
niño recurrió de muy buen grado a mi auxilio”.3
Para Anna Freud, en el niño no puede hablarse de una neurosis de
transferencia, aunque se establece entre él y su analista una relación en la cual
expresa muchas de las situaciones vividas con sus propios padres. Considera
que “el pequeño paciente no está dispuesto, como lo está el adulto, a reeditar
sus vinculaciones amorosas porque, por así decirlo, aún no ha agotado la vieja
edición. Sus primitivos objetos amorosos, los padres, todavía existen en la
realidad y no sólo en la fantasía, como en el neurótico adulto; el niño mantiene
con ellos todas las relaciones de la vida cotidiana y experimenta todas las
vivencias reales de la satisfacción y el desengaño. El analista representa un
nuevo personaje en esta situación y con toda probabilidad compartirá con los
padres el amor o el odio del niño. Pero éste no se siente compelido a colocarlo
inmediatamente en lugar de los padres, pues en comparación con estos
objetos primitivos no le ofrece todas aquellas ventajas que encuentra el adulto
cuando puede trocar sus objetos fantásticos por una persona real 4.”
En el curso del tratamiento analítico el neurótico adulto transforma
paulatinamente los síntomas que le llevaron al análisis, abandona los
viejos objetos a los cuales se aferraron hasta entonces sus fantasías y
concentra su neurosis en la persona del analista. Sustituye sus síntomas
antiguos por síntomas transferenciales que convierten su antigua neurosis
3 FREUD, ANNA: El psicoanálisis del niño. Ed. Imán, Buenos Aires, 1951, pág. 27.
4 FREUD, ANNA: ídem, pág. 69.
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5 FREUD, ANNA: El psicoanálisis del niño. Ed. Imán, Buenos Aires, 1951, pág. 71.
6 FREUD, ANNA: ídem, pág. 72.
7 SEGAL, HANNA: “Some aspeets of the analysis of a schizophrenie”. International Journal
of Psycho-Analysis, tomo 31, 1950, pág. 268 a 278.
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que está mucho menos preparado que el analista para hacer frente a la
hostilidad del paciente.
Anna Freud llega a la conclusión de que sólo aislando al niño de su
medio familiar podría conseguirse esa neurosis de transferencia indis-
pensable para la repetición de los síntomas y su curación, pero que esto
traería el riesgo de que el niño luego no pudiese adaptarse a su hogar, o que
volviendo a él se repitiesen los síntomas.
La necesidad de conferir un rol educativo al psicoanalista y su con-
cepción sobre la transferencia que hemos expuesto, se funda en lo que ella
considera la diferencia fundamental entre el análisis de niños y el de adultos, y
que surge de la inmadurez del superyó infantil. “En el adulto el superyó ha
alcanzado ya su independencia y no es accesible a los influjos del mundo
exterior...” “...En el niño en cambio aún se encuentra al servicio de sus
inspiradores —los padres y educadores— ajustándose a sus exigencias y
siguiendo todas las fluctuaciones de la relación con la persona amada y todos
los cambios de sus propias opiniones 8.”
Dice: “También aquí trabajamos como en el análisis de adultos, en forma
puramente analítica, mientras se trate de liberar de lo inconsciente los sectores
ya reprimidos del ello y el yo. En cambio, la labor a realizar en el superyó
infantil es doble: analítica, en la desintegración histérica llevada desde el
interior, en la medida en que el superyó ya ha alcanzado su independencia;
pero también pedagógica, influyendo desde el exterior, modificando la
relación con los educadores, creando nuevas impresiones y revisando las
exigencias que el mundo exterior impone al niño”.9
Para justificar la misión educadora del analista dice: “Si reconocemos
que las potencias contra las cuales debemos luchar en la curación de las
neurosis infantiles no son únicamente interiores, sino también en parte
exteriores, tenemos derecho a exigir que el analista de niños sepa valorar con
justeza la situación exterior en la que el niño se encuentra, tal como le exigimos
que sepa captar también la situación interior”. 10
El analista debe entonces tener conocimientos pedagógicos teóricos
y prácticos y “si las circunstancias lo hiciesen necesario asumir las fun-
ciones de educador durante todo el curso del análisis 11.” El analista debe
asumir la dirección del niño para asegurar la conclusión feliz de ese análi -
sis, debe enseñarle a dominar su vida instintiva y la opinión del analista
decidirá qué parte de los impulsos infantiles ha de ser suprimida o conde-
nada, qué parte puede satisfacerse, cuál debe conducirse a la sublimación.
“Es preciso que el analista logre ocupar durante todo el análisis el lugar del
ideal del yo infantil” 12. “Así el analista reúne en su persona dos misiones
22 FREUD, ANNA: El yo y los mecanismos de defensa, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1949,
pág. 57.
23 FREUD, ANNA: ídem, pág. 58.
24 En la discusión sobre problemas de neurosis infantiles: “The psychoanalytic
study of the child”, tomo XIV, l.mago Publishing Co. Ltd., London, 1959.
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25 FREUD, FREUD: „„Más allá del principio del placer”, tomo II, Una teoría sexual y otros
ensayos.
26 KLEIN, MELANIE: “Personification in the play of children”. Int. Journal of
ego” (1930). En Contributions to Psycho-Analysis, The Hogarth Press Ltd., London, 1948.
Traducido en la Revista Uruguaya de Psicoanálisis, tomo I, N9 1, 195ó.
28 KLEIN, MELANIE: Les origines du transfert”. Revue Française de Psychana- lyse,
t. XVI, N9 1 y 2, pág. 178.
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a) Motivo de la consulta
Si he resuelto interrogar primero sobre el motivo de la consulta es
porque el escollo inicial más difícil para los padres es hablar de lo que no
anda bien en y con el hijo. La resistencia a hacerlo no es consciente; ésta
ya la han vencido cuando decidieron consultarnos. Para ayudarlos, hay
que tratar de disminuir el monto de angustia inicial y es lo que se logra al
hacernos cargo de la enfermedad o conflicto y al enfrentarnos con éste
desde el primer momento, situándonos como analistas del hijo.
Deben sentir que todo lo que recuerden sobre el motivo de la
consulta es importante para nosotros, y en lo posible registraremos
minuciosamente las fechas de iniciación, desarrollo, agravación o
mejoría del síntoma para luego confrontarlas con las que consignemos en
el transcurso de la entrevista.
Al sentirse aliviados recuerdan más correctamente los
acontecimientos sobre los cuales los interrogaremos en la segunda parte.
Sin embargo, debemos aceptar que con frecuencia ocurren olvidos totales
o parciales de hechos importantes, que meses después nos comunica el
niño estando en tratamiento. También los padres —siempre que por la
mejoría del hijo haya disminuido suficientemente la angustia que motivó
el olvido— podrán recordar las circunstancias desencadenantes
reprimidas en la entrevista inicial.
No obstante esta inevitable limitación, los datos obtenidos son
valiosos no sólo para el estudio del caso, sino también porque pueden
ayudarnos a comprender la etiología de las neurosis infantiles,
capacitándonos así para una tarea de profilaxis.
La comparación de los datos obtenidos durante el análisis del niño
con los suministrados por los padres en la entrevista inicial, es de suma
importancia para valorar en profundidad las relaciones con el hijo.
8 ELIZABETH G. DE GARMA .
9 K LEIN, MELANIE: El psicoanálisis de niños, Capítulo VI, “Neurosis en
los niños”, pág. 111.
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los mantienen en un régimen de vida que corresponde a los 3. Por eso cuando
preguntamos a la madre a qué edad camino su hijo estamos preguntando
si cuando él quiso caminar ella se lo permitió de buena gana, si lo
favoreció, lo trabó, lo apuró o se limitó a observarlo y responder a lo que
él pedía. Pocas son las veces en que este desarrollo ocurre normalmente.
El' andador es, por ejemplo, un sustituto de la madre que es mejor que la
inmovilidad, pero no reemplazará nunca los buenos brazos de la madre
que lo ayudan a caminar y se le ofrecen como una continuación de sí
mismo para iniciar experiencias en el mundo, llevándolo a él
placenteramente y sin apuros. El niño que puede así identificarse con la
marcha de la madre incorpora en su yo la habilidad para caminar. Su
desarrollo se hará por un crecimiento gradual de posibilidades por
medio de las que busque comer, dormir, hablar y caminar como sus
padres. De acuerdo a lo que el niño en su fantasía inconsciente está
recibiendo de (dios, la enseñanza se incorporará como logro del yo o
entrará a formar parte de un superyó censurador que lo trabará, o lo hará
caerse y lastimarse cuando quiera caminar y no se sienta permitido
ampliamente desde dentro.
Cuando interrogamos sobre este punto las respuestas de la madre
esclarecen mucho sobre su capacidad de desprenderse bien del hijo. Pueden
decirnos, por ejemplo, que siguen teniendo nostalgia de cuando era un
bebé tan rico y tan limpito, o comentar que si bien les dio mucho trabajo
en ese momento, daba gusto verlo hacer un progreso cada día.
Para el niño la marcha tiene el significado —entre muchos otros de
la separación de la madre, iniciada ya con el nacimiento. Por lo tanto, la
madre comprensiva deja caminar a su niño sin apurarlo ni trabarlo de
modo que el desprendimiento sea apacible y gozoso, ofreciéndole así una
pauta de conducta que lo guiará en sus pasos en el mundo.
Preguntamos si el bebé tenía tendencia a caerse al comenzar a cami-
nar y si posteriormente solía golpearse, porque las respuestas nos aclaran
sobre el sentimiento de culpa y sobre la forma de elaboración del com -
plejo de Edipo. La tendencia a golpearse o a los accidentes es índice de
una mala relación con los padres y equivale a suicidios parciales por una
mala canalización de los impulsos destructivos.
En la segunda mitad del primer año se intensifican en el niño ten-
dencias expulsivas que se manifiestan en su cuerpo y en su mente. La
proyección y la expulsión son la forma de aliviar las tensiones y si estos
mecanismos se traban, las cargas emocionales se acumulan produciendo
síntomas.
Uno de los más frecuentes en ese período de la vida es el insomnio;
éste y muchos otros se incluyen en los cuadros patológicos habituales del
niño durante el período de la dentición 12, que por lo tanto merece nuestra
12
PICHÓN RIVIÉRE, ARMINDA ABERASTÜRY DE : “Trastornos emocionales en el
niño vinculados con la dentición”. Rev. de Odontología, vol. 39, N o. 9, agosto de
1951.
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13 Es conocido que uno de los métodos de tortura más eficaces para lograr una
confesión es el de despertar a interrogado apenas se ha dormido, luego se le permite
dormir otra vez para despertarlo en cuanto concilia el sueño. La repetición cuntinuada
de este método debilita el yo a tal punto que ya no puede defender su convicción
consciente de permanecer callado.
14 Cf. Capítulo XIII.
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c) El día de vida.
La reconstrucción de un día de vida del niño debe hacerse mediante
preguntas concretas que nos orienten sobre experiencias básicas de depen-
dencia e independencia, libertad o coacción externas, inestabilidad o esta-
juntan varios niños de distintas edades para que “molesten” lo menos posible; por lo
tanto se los tiene continuamente ocupados en actividades que no siempre son las que
más necesitan en ese momento.
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bilidad de las normas educativas, del dar y recibir. Sabremos así si las
exigencias son adecuadas o no a la edad, si hay precocidad o retraso en el
desarrollo, las formas de castigo y premio, cuáles son su capacidad y
fuentes de goce, y sus reacciones frente a prohibiciones.
Esto nos permitirá una visión inesperadamente completa de la vida
familiar y lo que registremos será una valiosa ayuda al ser comparado
ron la historia del niño. Despistaremos inexactitudes, omisiones, y su
musa. Es frecuente que en la historia no nos hayan dicho, por ejemplo,
que existía un trastorno de sueño y en cambio en el relato del día de vida
se hace evidente la descripción de un complicado ceremonial nocturno
que los padres no han valorado como tal.
La descripción de los domingos, días de fiesta y aniversarios nos
ilustra sobre el tipo y grado de la neurosis familiar, lo que nos permite
estimar mejor la del niño y orientarnos en el diagnóstico y pronóstico del
caso.
Cuando interrogamos sobre el día de vida, debemos preguntar quién
lo despierta y a qué hora. Tratándose de niños mayores de 5 años, es
importante saber si se visten solos y desde cuándo; o bien quién los viste y
por qué. Es útil conocer este primer momento del día para valorar la
dependencia o independencia adquirida de acuerdo a su edad cronológica,
y la actitud de los padres frente a la precocidad o retraso en su aprendizaje.
Todo esto es de un valor innegable porque nos da una visión certera de lu
vida del niño. Pueden creer que su hijo es independiente porque mantiene
una cierta rebeldía y nos encontramos que paralelamente a esto les dan de
comer en la boca, los visten o los bañan teniendo 7 u 8 años. Es mayor el
conflicto cuando en oposición a esta dependencia patológica, le dejan salir
solo o le impulsan a actividades por encima de su edad.
d) Relaciones familiares.
Cuando llegamos al punto final de la entrevista suelen sentirse ya
poco dispuestos a hacer confidencias sobre sí mismos —como al
principio y en cambio inclinados a darnos una idea de su relación
afectiva con el niño y de lo que éste significa para ellos.
Se comprende que muy poco podremos saber sobre las verdaderas
relaciones entre ellos y nos limitaremos por eso a consignar la edad, la
ubicación dentro de la constelación familiar, a saber si los padres viven o
no, profesión o trabajo que realizan, horas que están fuera de la casa,
condiciones generales de vida, sociabilidad de ellos y de sus hijos.
Es posible que sea necesario disponer de más de una hora para
completar la historia, sobre todo para los principiantes, y conviene dedi-
cársela, pues lo fundamental es que hayamos consignado todos los datos
que podamos obtener de los padres antes de iniciar nuestra labor con el
niño, sea ésta de diagnóstico o de tratamiento.
He señalado que debemos esforzarnos por conocer el máximo de
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