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Jean Piaget

 Para él resulta indispensable comprender la formación de los mecanismos mentales del niño para captar su
naturaleza y funcionamiento en el adulto.
 Aunque se esfuerce por permanecer dentro de la ciencia positiva y experimental, la psicología de Piaget intenta la
elaboración de un Epistemología.
 El Desarrollo de las Funciones Superiores de la Inteligencia es comparable con el orgánico, ya que consiste
esencialmente hacia un Equilibrio. Aunque se diferencian primordialmente, en que la el último llega un punto máximo
y estático, para luego comenzar cierta involución, mientras que la primera evoluciona durante toda la vida orgánica.
Cada estadio de la inteligencia permite siempre la posibilidad de un progreso.
 Proceso de Equilibrio: Estructuras Variantes: las formas de organización de la actividad mental, bajos los aspectos
motor o intelectual, y el afectivo, así como según sus dimensiones individual y social. Estructuras
Invariantes: Equilibración y Adaptación (por medio de su elementos, Asimilación y Acomodación).
 Toda acción – o sea todo movimiento, todo pensamiento o sentimiento – responde a una necesidad, ya sea
elemental o un interés, una pregunta, etcétera. Esto proporciona un desequilibrio.

Estadios del desarrollo.

Estadio I. De los primeros reflejos. [Desde el nacimiento al primer mes de vida].


En este período, la vida mental del niño se limita a ejercitar aparatos reflejos o ajustes hereditarios, propios de
tendencias instintivas como la nutrición. En un primer momento, estos reflejos se van perfeccionando y mejorando;
luego se realizan diferenciaciones prácticas, y, por último, se dan generalizaciones de dichas actividades: el niño
coordina sus movimientos hasta succionar otros objetos.
Tal como lo entiende Piaget, en esta primera etapa, los reflejos “manifiestan desde un principio una auténtica
actividad que testifica precisamente la existencia de una precoz asimilación sensorio-motriz”.

Estadio II. De los primeros hábitos motrices y percepciones organizadas. [Del primer mes a los 7 u 8
meses].
Los primeros reflejos se irán enlazando mediante la formación de hábitos o costumbres motoras y de las
percepciones organizadas, como consecuencia de la ejercitación y asimilación del período precedente. Cuando alguno
estos movimientos lleven a un resultado asimilable al anterior, el niño repetirá toda la secuencia de nuevos
movimientos; a esta última acción se la denomina reacciones circulares, y representa una evolución en la asimilación.

Estadio III. De la inteligencia práctica o sensorio-motriz. [De 8 meses a dos años].


El proceso que lleva a la construcción de la inteligencia práctica (manipulación de objetos sólo por percepciones y
movimientos organizados), esta marcada por dos factores:

1. Los esquemas anteriores adquieren mayor flexibilidad y el niño logra registrar los resultados, consecuencia de un
aumento de las diferenciaciones y la cantidad de acciones que realiza con el propósito de experimentar.
2. Esto produce que dichas acciones puedan coordinarse mediante asimilación recíproca: el niño incorporará nuevos
objetos a los esquemas, en busca de su comprensión y logrará coordinar los esquemas, para que unos asignen un
objetivo, mientras que otros sirvan de medios para realizar la acción total.

Al finalizar el último de estos períodos, se han producido cambios profundos en el desarrollo del niño. Éste pasa de
percibir al mundo como una totalidad in disociada, a diferenciarse de los demás objetos como uno más. Y a ésta
diferenciación entre yo y mundo exterior, acompañan las construcciones de las categorías del objeto (permanente y
sólido), del espacio (general e integrador), de la causalidad (interacción de los objetos fuera de la propia acción) y
del tiempo, tomadas como categorías prácticas y no como nociones del pensamiento.
La evolución de la afectividad se da paralelamente con la intelectual: en las primeras instancias, los sentimientos se
ven limitados a afectos perceptivos, relacionados con la actividad egocéntrica. Se produce una especie de narcisismo
psicoanalítico, aunque sin una consciencia propia del yo; y ya en la etapa de la inteligencia práctica aumenta la
afectividad. Cuando se logra la disociación entre el yo y los objetos del mundo externo, los sentimientos serán
trasladados a las cosas y las personas, iniciando la afectividad interindividual y cierta “elección del objeto”
(encaminada a la madre, y luego al padre y demás personas).

Estadio IV. De la inteligencia intuitiva. [De dos a siete años de edad].


La aparición del leguaje impone cambios profundos en el desarrollo del niño, ya que en el aparecen nuevos sucesos:
la socialización y las representaciones internas. Esto tiene consecuencias en el plano intelectual y afectivo:
Se da un proceso de socialización de la acción. El lenguaje, adquirido principalmente por un proceso de imitación de
sonidos asociados a acciones, permite una interacción mayor y continua entre el niño y los demás individuos.
La comunicación con los adultos le proporciona datos sobre los pensamientos y voluntades de estos, a los que en
ocasiones deberá obedecer o intentará imitar, poniendo de manifiesto la coacción espiritual que estos ejercen sobre
él y la sumisión inconsciente tanto intelectual como afectiva que desarrolla el niño.
Aún así, el niño no logra discernir su punto de vista del de sus compañeros de juego, y en todo caso se limitan a
realizar una especie de monólogos colectivos en los que hablan para sí, sin comprensión del otro. El lenguaje
espontáneo se muestra como acompañante de la propia actividad, por lo que puede comprobarse que el niño,
durante los primeros años de esta etapa, prolonga el egocentrismo de lactante; aunque acercándose al final,
comienza a disminuir de manera regular.
Respecto de la génesis del pensamiento, tiene punto de partida en el lenguaje y la socialización. Al igual que los
demás factores de la conducta, el pensamiento evolucionará en esta etapa, comenzando con un carácter casi
egocéntrico, ligado sólo a la incorporación y asimilación, y exclusión de objetividad; caracterizado por el juego
simbólico. Luego, una etapa de pensamiento verbal, alejada del juego pero también más de lo real que la propia
intuición. Esta última, parte de un tercer momento en el pensamiento infantil, el que se adapta a los demás sujetos y
a lo real, e inicia así el pensamiento lógico.
Además, predominan dos factores importantes: el finalismo, por un lado, en el que el niño intenta encontrar la causa
y la finalidad de los hechos, su razón de ser y, por otro, el animismo, o creencia de que las cosas poseen vida propia
e intenciones verdaderas. Ambos son consecuencia de la asimilación de los objetos a la actividad egocéntrica. Aún no
se ha dado una disociación entre lo psíquico y lo físico.
Hasta los siete años, el niño reemplaza a la lógica por la intuición. Esta consiste en esquemas sensorio-motrices
interiorizados bajo las formas de representaciones y “experiencias mentales”, prolongando la postergación de
operaciones lógicas combinables y generalizables. Primeramente, aparece la intuición primitiva, caracterizada por su
rigidez e irreversibilidad, que la asemeja a los primero hábitos motrices. Y en segundo lugar, la intuición articulada,
que permite una anticipación de las consecuencias y la reconstrucción de estados anteriores, dando lugar al carácter
móvil que poseerán más adelante, junto con el de reversibilidad, las operaciones intelectuales concretas.
En la vida afectiva se producen nuevos cambios, tales como la aparición de cierto interés (prolongación de la
necesidad), que implica un sistema valores que el niño va adquiriendo en el intercambio, por medio del lenguaje, con
los demás individuos. De allí surgen y se desarrollan también los sentimientos de simpatía y antipatía, puestos en
otras personas de acuerdo a la valoración como tal y a los intereses comunes.
Dentro de estos valores interindividuales, se distingue en este período, el respeto: formado por sentimientos de
afecto y, en menor medida, de miedo. Éste da origen a los primeros sentimientos morales, tales como la obediencia
a los padres o la persona respetada. Es decir, estos primeros sentimientos morales siguen siendo intuitivos, y están
subordinadas a la voluntad exterior.

Estadio V. De las operaciones intelectuales concretas. [De siete a doce años]


En inicio de la auténtica escolaridad, marca un giro en el desarrollo mental del niño:
En cuanto a la socialización, se producen grandes progresos: el lenguaje egocéntrico desaparece casi
completamente, y las condiciones en el juego cambian, ya que los competidores acuerdan reglas comunes y se
controlan mutuamente. Estos progresos se conectan con cambios individuales: al comienzo de la etapa, el niño
comienza a reflexionar sobre su accionar. Se desprende del egocentrismo intelectual y social, permitiendo la
construcción lógica, la diferenciación en los puntos de vista y una moral de cooperación y autonomía.
En lo que respecta al pensamiento, también comienza a desprenderse el egocentrismo e intenta dar causalidades
objetivas. Y es normal que el niño intente dar explicaciones atomistas y conciben la noción de conservación de la
sustancia, así como las de velocidad y tiempo. Estas aseguran progresos en el pensamiento, respecto de estadios
anteriores.
En esta etapa, el niño sustituirá la inteligencia intuitiva por las operaciones racionales. Para ello, se debe llevar a
cabo un proceso de agrupación de las acciones que se corresponden, agrupándolas en una composición del mismo
tipo, que pueda ser revertida.
Cerca de los siete años, el pequeño logra operaciones de diversos tipos (matemáticas, físicas, mecánicas, etc.).
Además, adquiere las nociones de clase y serie, gracias a la agrupación de las operaciones, que son tomadas como
dependientes unas de otras.
En referencia a las observaciones de la afectividad, se logra ver que estos niños, con la elaboración de los procesos
dados en la socialización, conciben al respeto de modo distinto al período anterior: ahora se trata de un respeto
mutuo, regido por la valoración recíproca, que nace del respeto regido por la obediencia. De esta nueva concepción
se desprende el valor de la justicia, dando importancia a las intenciones verdaderas de las acciones cometidas.
En un proceso final, los sentimientos morales se organizan y regulan, construyendo la voluntad, no como la
necesidad de realizar una acción, sino como aspecto regulador de la conducta, que ingresa en los conflictos de
tendencias, reivindicando el deber sobre un deseo.

Estadio VI. De las operaciones intelectuales abstractas. [Adolescencia]


En esta etapa se dan cambios que proporcionarán al pensamiento y la afectividad un equilibrio superior:
Al finalizar la etapa anterior, se produce un proceso de “reflexión” sobre las operaciones, que debe sustituir a los
objetos por proposiciones hipotéticas, a partir de las cuales se desemboca en deducciones reguladas por una “lógica
de proposiciones” que traduce de forma abstracta las operaciones concretas. El pensamiento formal adquiere un
carácter “hipotético-deductivo”, y brinda la posibilidad de una libre actividad de reflexión espontánea.
Esta nueva forma de pensamiento, al igual que las que se dieron en etapas anteriores, posee una evolución que va
desde el egocentrismo, caracterizado por una exagerada creencia en estos sistemas abstractos, hacia un equilibrio
dado en el momento en que se entiende que el objetivo no es contradecir, sino anteceder e interpretar la realidad.
Con respecto a la afectividad y a la socialización, en la adolescencia se produce etapa final de la construcción de la
personalidad adulta, influenciada principalmente por el pensamiento formal, que al tiempo que logra su equilibración,
proporciona la verdadera inserción en el mundo adulto. En este camino, el adolescente obtendrá sentimientos
ambivalentes respecto de los adultos, y de la percepción de sí mismo, consecuencia de la exagerada libertad para
realizar operaciones abstractas, que incluso no permitirán una verdadera visión de la realidad.

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