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AYUNO AGOSTO 2018

SEMINARIO 3 DÍAS: Revisando mi corazón


En la intimidad con Papá Dios un auténtico hijo-siervo de Dios no sabe qué es el rencor, qué es
el resentimiento; no juzga; aprende a sujetarse a la soberanía de Dios sobre su vida, en todas
las circunstancias. Cuando tenemos un corazón sano, Dios puede hacer de nosotros agentes que
transmiten el ambiente propicio para que se den sanidades y manifestaciones del Espíritu Santo.
Es en ese ambiente donde nos queda fácil, con el corazón de un niño, dedicarnos y consagrarnos
a “ser” y “hacer” todo aquello que como hijos y siervos de Dios se nos ha delegado, una vida de
consagración está precedida por la reconciliación integral que solo es posible con un corazón que
se ha convertido al Señor.

DÍA 1: Poniéndome de acuerdo con mi prójimo


“Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de
juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si
traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja
allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y
entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:22-24)

Introducción

Cuando recibimos al Señor en el corazón comenzamos un proceso de restauración y formación


con nuestro Padre Dios. Recibirle, es el primer paso en la reconciliación con él, fruto de esto
cambiamos la manera de vernos a nosotros mismos y tenemos la capacidad de mirarnos como
hijos y siervos de él. Los primeros en percibir este cambio son las personas con las que
convivimos: nuestro cónyuge, padres, hijos, etc. Lo notarán porque nos verán sensibles en
nuestras relaciones, dispuestos a perdonar y pedir perdón cada vez que sea necesario, pues
tendremos temor de Dios, de no poder disfrutar todas las bendiciones que vienen a través de
nuestros seres queridos.

1. Cristo nos capacita para perdonar. (Mateo 5:23-24)

En este pasaje el Señor nos llama a perdonar no con el perdón humano, sino con el perdón
que viene de Dios que va mucho más allá, no es que alguien nos haya hecho algo, sino que
aun cuando nos hicieron algo, tengamos la valentía de tomar la iniciativa e ir a la persona
que nos ofendió y ponernos de acuerdo con ella, es decir que independiente que nos hayan
herido, nosotros propiciamos la reconciliación, como lo hizo el Señor Jesús en la cruz (Lucas
23:34a). Esa expresión inolvidable es el máximo ejemplo de perdón que tenemos los seres
humanos para mirar e imitar. Los escarnecedores del Señor Jesucristo no le pidieron perdón,
pero aun así, él los perdonó; allí mismo murió para que ellos también tuvieran lo que
nosotros tenemos hoy: el poder de su amor. ¿Por qué perdonó Jesús? Muchos dicen que, por
ser Jesús, pero tengamos en cuenta algo que lo mantuvo en la cruz: amó a sus verdugos y a
nosotros más que a sí mismo.

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Cuando perdonamos, renunciamos a la venganza, y aunque recordemos el agravio, nos
habremos librado del poder que ese agravio tenía sobre nosotros. Mientras no perdonemos a
esas personas por lo que nos hicieron, seguirán teniendo una influencia definitiva en nuestro
futuro, y ese futuro no podrá ser lo que quisiéramos.

2. El verdadero perdón es don de Dios. (Lucas 5:20-21)

En la Palabra de Dios, jamás se usa este término para referirse al perdón humano. Por eso
es comprensible la reacción de los que escucharon a Jesús diciendo al paralítico que le
perdonaba sus pecados, cuando este perdón le pertenece a Dios. Perdonar viene del hebreo
"salach" y significa absolver a alguien, liberar a alguien de la carga de su ofensa. Este verbo
y sus derivados hacen referencia al perdón de Dios solamente. Pero para sorpresa de
quienes meditaban en estas palabras, la sanidad siguió al perdón de los pecados. La culpa
fue quitada, la carga fue apartada y el cuerpo al instante manifestó una total sanidad. El
perdón es una prerrogativa divina y en ello se manifiesta el grandioso amor de Dios hacia la
humanidad, se manifiesta su clemencia y compasión hacia aquellos necesitados que le
buscan. Sin embargo, existen personas empeñadas en negar la posibilidad del perdón,
indicando que hay ofensas que no tienen lugar a ser perdonadas debido a la dimensión del
daño causado, debido a la macabra acción. Pero debemos recordar el hecho incomparable en
la historia de la humanidad: la crucifixión de Jesucristo.

3. Podemos perdonar cuando hemos aprendido del amor de Dios. (Mateo 18:21-22)

Cristo estuvo dispuesto a morir por nuestro perdón por puro amor, el amor lleva
irremediablemente al perdón; el que ama pasa por alto la ofensa, quita la carga, se duele de
la condición del otro, perdona y vuelve a perdonar cuántas veces sea necesario; como lo
enseñó Jesús a Pedro cuando le dijo setenta veces siete, que no es setenta por siete, sino es
exponencial (7 a la 70), el resultado es extremadamente grande, lo que Jesús quiso decir es
que siempre debemos perdonar.

Perdonar no significa que aprobemos lo que la gente nos ha hecho. El perdón no absuelve al
pecador, ni lo exime de dar cuentas a Dios, ni de la responsabilidad que tiene con quien
hirió, pero sí es el paso que Dios en su sabiduría omnisciente proveyó para la víctima del
dolor, a fin de sanar su corazón y restaurar sus relaciones interpersonales. El perdón sirve
tanto para el bien del perdonado, como para el de la víctima.

4. No permitamos que el enojo transcienda. (Efesios 4:26)

Dios no desconoce que somos vulnerables a infinidad de circunstancias que afectan nuestra
vida, de tal manera que logran irritarnos, pero su mandato es preciso, no debemos llegar a
la hora del descanso enojados con alguien. Tristemente, aquellos que tienen el mayor poder
para herirnos son las personas que más cerca tenemos y a quienes más amamos. Las
heridas más dolorosas son las que se dan en el seno de la familia. La mayoría de las veces
estas heridas no son intencionales, pues casi nunca nos percatamos del efecto de nuestras
palabras, actos, omisiones y negligencias en la vida de nuestros seres queridos, por eso es
con quienes debemos reconciliarnos inmediatamente, puesto que la ira consume nuestras

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fuerzas, pues después de una descarga emocional tan grande generalmente quedamos
exhaustos, para luego entrar en una etapa depresiva, en donde afloran los complejos de
culpa. Por consiguiente, lo trascendental de este mandato es no permitir que el enojo nos
lleve a extremos en los cuales causemos un daño irremediable a nuestros seres queridos,
pues son ellos los que resultan afectados por nuestros errores.

5. La reconciliación con el prójimo incluye a todos los seres que nos rodean.
 Con el cónyuge (1 Corintios 7:11). Pueden existir heridas muy profundas, especialmente
entre aquellas parejas que llevan mucho tiempo viviendo juntas y no han podido resolver
sus diferencias. La reconciliación en la pareja se manifiesta cuidando la unidad conyugal y
viviendo en el plan complemento.
 Con los hijos (salmo 127:3-5). Son muchos los padres que necesitan reconciliarse con los
hijos, porque han fallado como autoridad, como formadores, como modelo y ejemplo para
sus hijos, y lo que es peor, han visto a sus hijos como estorbo en los planes que tenían
para sus vidas.
 Con los padres (Éxodo 20:12). Nuestra reconciliación con ellos debe manifestarse
honrándolos y teniéndolos en alta estima, más allá de cualquier situación, sabiendo que el
primer mandamiento con promesa de la Biblia es el de honrar a padre y madre.
 Con los hermanos en la fe, y con el hermano consiervo (Mateo 5:23-24). Es inevitable que
se presenten diferencias con nuestros hermanos en la fe, lo que no es admisible es que
nos presentemos ante Dios después de enojarnos con nuestros hermanos como si nada
hubiera pasado.

Aplicación Teoterápica
Perdonar implica renunciar al odio y a la venganza. La solución para la restauración de las
heridas, es el perdón reconciliador. El perdón puede restablecer la armonía del hogar, libera
toda la energía que en la actualidad se está consumiendo en repasar viejas heridas, en imaginar
el desquite, en anhelar hacer justicia, y se puede canalizar para crecer y ayudar a crecer a otros.
No estamos llamados a condenar, juzgar, ni criticar, pero sí hemos sido llamados a ser
colaboradores con Dios para que esa vida se restaure y vuelva a disfrutar de la rica herencia en
la casa del Padre.

DÍA 2: ¿Estoy cumpliendo mi tarea?

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Introducción
Cuando recibimos al Señor en el corazón y somos impactados por el sobrenatural amor de Dios
en nuestra vida, comprendemos que como hijos-siervos tenemos la misión encomendada por
Dios de llevar ese mensaje de amor y salvación a todos los que nos rodean, es decir cumplir la
Gran Comisión. Con mucha facilidad, el siervo de Dios puede perder la visión, al comenzar a
mirarse a sí mismo y a vivir para sus deseos egoístas.

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1. El secreto de la Gran Comisión (Isaías 53:10)
Cuando Jesucristo colocó su vida en expiación, vio linaje, es decir, descendencia espiritual.
El secreto para llevar fruto y vivir reconciliados con la Gran Comisión, es entregar nuestra
vida de manera incondicional. En Jesucristo, vemos el cumplimiento de la parábola del grano
de trigo, que debe caer y morir para después llevar mucho fruto (Juan 12:24).

Cuando mantenemos la comunión permanente con nuestro Dios tenemos el entusiasmo para
contar las hermosas experiencias que hemos tenido con nuestro Padre, lo hermoso que ha
hecho en nuestra vida, es decir el cumplimiento de Gran Comisión se vuelve nuestro estilo
de vida (Mateo 28:18-20). Los hijos propios y espirituales están dentro del plan de Dios
para nosotros. El secreto de ser Gran comisionistas es rodearnos de hijos espirituales.
Estamos llamados a padecer con él, para regocijarnos dando a luz hijos en la fe; ese es el
camino del discipulado, no hay otro.

2. Permaneciendo en la visión (2 Timoteo 2:2)


Quien da la visión es nuestro Padre Dios. Él deposita la visión de la Gran Comisión a quien se
dispone a volverse visionario. Él, como Padre, se deleita y se goza de actuar en nosotros y a
través de nosotros. De igual manera, nuestra actitud en la acción debería ser la de
deleitarnos, en hacer su voluntad y participar de sus negocios. La visión se vuelve fría, si no
tenemos una estrategia, y ésta la encontramos claramente definida 2 de Timoteo: ser
discípulo y formador de discípulos.

3. Claves para ver la gloria de Dios en la Gran Comisión

3.1. El Servicio (Juan 13:4-8). Cuando permanecemos en comunión con nuestro Dios, el
servicio es la actitud que aprendemos de nuestro Salvador: “lavar los pies de los discípulos”,
atendiéndoles de noche y de día. El servicio hace que los demás vean en nosotros autoridad,
y trae grandes dividendos. Servir implica desvestirnos de nuestras ataduras, pues protege el
corazón del orgullo, y hace que nuestra dignidad suba a los ojos de Dios. La clave del
servicio es no mirar a quien se sirve, pues estamos llamados a servir por igual a los “vasos
de honra”, como a los “vasos de deshonra”, a los discípulos que son nuestra “corona”, y
también a aquéllos que son nuestro motivo de quebrantamiento.
3.2. La Unidad (Juan 17:11-12, 17:21-22). Cuando se cultiva el servicio en la familia de la fe,
se da también la unidad, pues nos volvemos “uno” en el servicio. La unidad no es fomentar
la debilidad u ociosidad. Es ver lo mejor para el otro, aunque tenga que decirle, algunas
veces, no. Cuando hay unidad, buscamos al otro que también desarrolla nuestra misión, y
esto nos lleva a volvernos independientes en la ejecución, pero interdependientes en el
trabajo. Podemos decir, entonces, que cuando al servicio le aplicamos unidad, también de
nosotros podrán decir: “mira, cuánto se aman”.
3.3. La Permanencia en Jesús (Juan 15:4). Cuando decimos cultivar esa permanencia en él,
cosechamos abundante frutos, no solamente en forma de resultados, sino frutos en forma de
salud, gozo, paz, disciplina, habilidades, talentos, etc.

Cuando en nuestra vida y en nuestro ministerio se combinan estos tres factores: servicio, unidad
y permanencia en él, no nos asustaremos ante los desafíos del Señor, y tampoco temeremos
caer, pues el que es de linaje, se vuelve a levantar, cuantas veces caiga.

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Aplicación Teoterápica
Papá Dios nos ha apartado para que hagamos una historia diferente, nos ha dado su poder, para
ser testigos suyos hasta lo último de la tierra. Hay cumplimiento de la Gran Comisión cuando
estamos anunciando el ministerio de la reconciliación (2 Corintios 5:20), porque nos verán con
convencimiento, con entusiasmo y con motivación; en otras palabras, nos verán actuando en la
plenitud de la unción. Es el Espíritu Santo quien nos da denuedo, dinámica y ansiedad por ver
su gloria en la tierra donde nos ha puesto.

DÍA 3: La unidad en la reconciliación

“La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos
uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo
conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has
amado.” (Juan 17:22-23)

Introducción
La verdadera unidad la da la presencia de Jesucristo. Cuando vivimos reconciliados con Dios, con
nosotros mismos y con nuestro prójimo estamos allanando el camino de la unidad. Cultivando
un espíritu de reconciliación, y proclamando la reconciliación estaremos en realidad cumpliendo
la Gran Comisión.

1. Primero, la comunión con Dios (Juan 17:1a)


Siendo Jesucristo el símbolo por excelencia de la obediencia, necesitamos seguir su ejemplo
de vida. Como Jesucristo lo hizo, debe ser prioridad para nosotros alzar nuestros ojos al cielo
cada día, pues de arriba viene la locura de la cruz, la que nos motiva a vivir una vida de
total dedicación a Dios y a sus propósitos. Jesucristo siempre tuvo su mirada dirigida a los
cielos, buscaba a su Padre para ser uno con él. Esta unidad le traía descanso, aliento y
nuevas fuerzas. Estamos llamados a hacer lo que Cristo hizo, pues él es el símbolo de la
obediencia. Invirtamos más tiempo con él, para conocerle, y crecer en el único conocimiento
que merece nuestro mayor esfuerzo y dedicación: el conocimiento del Señor Jesucristo.
Dejémonos conquistar por él y hará de nosotros grandes conquistadores.

2. La búsqueda geniuda de Dios. (Salmo 5:1-3)


Nuestro ejemplo número uno en la búsqueda genuina y constante del Dios, es Jesús, pero
tenemos el ejemplo de David quien cada día expresaba su sentir y su gemido, esperando la
respuesta a su oración. Buscar a Dios cada mañana no es una obligación; es una actitud
normal de todo hijo que sabe que lo más importante, en su diario vivir, es ponerse de
acuerdo con su Padre desde temprano. El devocional es ese maná que viene del cielo, como
sustento de nuestra vida, y que como pasó con los israelitas, no se puede guardar, sino que
se ha de buscar cada día. Siendo el esposo y padre el sacerdote de su familia, es a él a quien
corresponde dar ejemplo y cultivar con su esposa y con sus hijos, ese tiempo diario de los
que saben vivir diariamente la reconciliación, con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en célula
celestial.

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3. Comunión y unidad (Juan 17:11; 20, 21)
La auténtica comunión está planteada en la Biblia, en tres niveles:
3.1. “A los que me has dado” (Juan 17:11b). El Señor pide que los siga guardando en unidad.
La manera de ser guardados es que seamos uno, todos unánimes, juntos, en armonía.
3.2. "Para que SEAN UNO, así como nosotros." (verso 11c). Debemos identificarnos con la
unidad del Padre y el Hijo. Ser "uno," como el Padre y el Hijo. Cuando nos ven que somos
"uno", automáticamente otros van a creer, casi que por "generación espontánea", y
querrán estar con nosotros. La ganancia de estar juntos es que Jesús ora por nosotros.
3.3. "Para que todos sean uno; como tú...que también ellos SEAN UNO EN NOSOTROS"
(verso 21).
En este proceso, vemos la acción del Espíritu Santo, enseñándonos en la pedagogía de
Dios, el correcto procedimiento revelacional, cuando vean que:
 "SOMOS UNO" (verso 11)
 "OTROS CREERÁN" (verso 20)
 "EL MUNDO CREERÁ" (verso 21)
Por el solo hecho de estar en comunión, la iglesia crecía.

4. Necesitamos la acción del Espíritu Santo (Hechos 2:1-4)


Entre la familia en la sangre y la familia de Dios, el puente es la unidad, y es ese ambiente el
paso preparatorio para la acción del Espíritu Santo.
4.1. Se santifica el lugar (Hechos 2:2: Éxodo 30:26-29). El Espíritu Santo, como viento
recio, vino sobre EL LUGAR: descendió y llenó toda la casa. Esto nos ratifica la enseñanza
del Antiguo Testamento, donde no sólo se ungían las personas, sino también los objetos.
En estos versículos vemos cómo el Espíritu Santo prepara el lugar para una función
especial, con esa unción que exclusivamente viene del cielo. Todo lugar habitado por un
hijo o siervo de Dios, se convierte en casa de Dios, y puerta del cielo.
4.2. Acción limpiadora. (Hechos 2:3. En el contexto bíblico, el fuego es un símbolo del
Espíritu Santo, y hace alusión a su obra purificadora, consumiendo toda escoria y todo
aquello que no nos deja vivir la vida abundante que Jesucristo vino a darnos. Esta obra es
personal; es decir, aunque vino sobre la casa, el efecto purificador fue sobre cada uno. De
una manera increíble vemos la acción del Espíritu Santo: el viento recio atiza el fuego que
"quema," para la limpieza de todos aquéllos que están en comunión.
4.3. Llenura del Espíritu Santo (Hechos 2:4). El Espíritu Santo desciende para llenar, se
derrama donde hay comunión. Llena a todos, pero el efecto se ve en cada uno en
particular.
En este caso, el orden de los factores es importante:
 Acción del Espíritu Santo como viento
 Acción del Espíritu Santo como fuego purificador
 Llenura del Espíritu Santo.

5. Acción en la autoridad, poder y denuedo del Espíritu Santo (Hechos 2:14-39)


Cuando somos llenos del Espíritu Santo, tendremos autoridad; la gente querrá estar con
nosotros. Ya ni siquiera tendremos que estar buscando a la gente. En medio de la unidad, se
observan los diferentes tipos de vaso. Tal como lo dice la palabra de Dios, en una casa grande
hay diferentes vasos: de oro, de plata, de madera, de barro. Podemos decir que también en

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este grupo, que se reunía en obediencia, había de todo. Y precisamente vemos cómo en el vaso
más débil se manifiesta el tesoro: Pedro.

6. Obedecer para disfrutar (Deuteronomio 28:1-6).


Este pasaje nos muestra el camino para vivir el procedimiento teoterápico:
 "Si oyeres atentamente..."
 "Para guardar..."
 "Y poner por obra..."
Lo que nosotros deseemos será nuestro. Las bendiciones que vienen del cielo nos alcanzarán,
aún, si paradójicamente huyéramos de ellas. En la medida en que practicamos este
procedimiento teoterápico, de la comunión "como" el Padre y el Hijo y "en" el Padre y el Hijo,
según prioridades: Dios, esposa, hijos; el Señor enviará su bendición sobre todo aquello en que
pongamos nuestras manos. No es sólo una promesa, es una verdad, ante la cual sólo
necesitamos estar dispuestos a ser imitadores de Cristo.

Aplicación Teoterápica
No debemos mirar atrás, ni mirarnos a nosotros mismos. Al estilo de Jesucristo, levantemos los
ojos al Padre Celestial y comencemos reconciliándonos con él. Reconciliarnos con Dios nos traerá
resultados positivos en el espíritu, alma y cuerpo, pues se abre el camino para que nos podamos
reconciliar con nosotros mismos y con nuestro prójimo. Seamos de aquéllos que permanecen
"en" Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, para levantarnos por encima de nuestra
naturaleza humana y poder vivir a plenitud la naturaleza divina, manifestada en amor y servicio.

No caigamos en la trampa de vivir según la opinión de otros, que nos halagan o que nos critican;
tampoco caigamos en la trampa del ego. Dejemos que nuestro ser se consuma en el altar de
Dios, para que se levante ese "gigante", de tal manera que podamos lograr todo lo que nos
propongamos en la vida, en el Nombre del Señor.

Segunda semana: Multiplicarnos, una bendición


“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y
en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:18-20)

Introducción
La tarea que el Señor encomendó a cada uno de sus hijos es llevar las buenas nuevas a donde
quiera que se encuentren. Es el legado que él nos dejó: La Gran Comisión. Es a través de ella
que podremos ser partícipes de la transformación de la realidad injusta de la sociedad. Pero es
conveniente tener en cuenta que el evangelio se convertirá en buenas nuevas, si Cristo resuelve
los problemas concretos de la vida en la tierra.

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1. La célula como estrategia multiplicadora. (Génesis 1:26; Mateo 18:20; Efesios 4:16)
La célula nació en el corazón de Dios, desde el inicio de los tiempos. Como miembros de ésta
familia de la fe, estamos llamados a plantar a Cristo en el corazón de todo aquel que nos rodea y
cada persona del mundo, así estaremos permitiendo que llegue la primavera del Espíritu Santo a
nuestro país y a otros países. Si evangelizamos cada esfera de nuestra sociedad: política,
económica, educativa, cultural y social, permitiremos a Cristo dirigir nuestra nación. La célula es
la estrategia dada por Dios a ésta Familia Gran Comisionista para producir un movimiento
permanente de reproducción de discípulos y así cumplir la Gran Comisión, de esta manera
cumpliremos nuestro objetivo funcional , desarrollando un movimiento permanente de células
multiplicadoras de discípulos de Jesucristo. Necesitamos ampliar nuestros límites de trabajo y
colocar en perspectiva nuestra primera función: dar a conocer acerca del amor de Cristo. Los
frutos de la evangelización dependen de Dios.

2. La estrategia celular: ganar - edificar - enviar. (2 Timoteo 2:2)


Como ya lo dijimos, Dios nos encomendó la tarea de llevar las buenas nuevas a todo aquel que
aún no le conoce, desarrollando un discipulado consistente que nos llevará a la multiplicación
conformando células multiplicadoras donde vivamos la experiencia de amor y unidad, tal como lo
hizo nuestro Señor Jesucristo:
2.1. Ganar (Lucas 6:12-16). El Señor, luego de haber compartido a muchos, va a orar para
que su Padre le guie en la sección de sus discípulos, luego se dirige a ellos y los llama;
forma su célula.
2.2. Edificar (Marcos 3:14a). Para que estuvieran con él, el propósito del Señor era
edificarlos, enseñarles a través de la demostración, siendo ejemplo con su propia vida. No
solo era una predica o enseñarles un pasaje de la Biblia, él les mostro como debían vivir.
2.3. Enviar (Marcos 3:14b-15; Mateo 10:1-4). Luego de edificarlos, les dio autoridad para que
fueran a predicar. Más adelante cuando él hubo partido al cielo, no nos dejó solos, envió al
Espíritu Santo para que podamos cumplir la tarea de la misma forma que él lo hizo.

3. Características de la célula que nos enseñó Jesús:


3.1. Brindar amor y compañerismo (1 Juan 4:7-12). La célula es un lugar de amor y
compañerismo. Los hombres somos seres existencialmente solos, hambrientos de amor y
la manera como la humanidad puede ser perfeccionada es con el amor. Los miembros de
la célula son verdaderos hermanos en el sentido espiritual y son miembros de una misma
familia, la familia de Dios. Por consiguiente otro propósito de la célula es llegar a ser
psicológica y espiritualmente la fuente de amor abundante en el cristianismo. Es en el
compartir de tantas experiencias de grupo, donde aprendemos a observar y vivir el amor
de Dios, manifestado en los detalles de ternura y respaldo que nos dan nuestros
compañeros de célula. En la célula somos revestidos de entrañable misericordia para
soportar las flaquezas de los débiles que están a nuestro alrededor, así como para
perdonar a aquellos que consciente o inconscientemente nos causan daño En la célula
también recibimos perdón cuando somos nosotros los que ofendemos a nuestros amigos y
compañeros de célula.
3.2. Ser un lugar de educación (Lucas 19:47). La célula es el lugar de educación más
apropiado, un lugar ideal para comunicar la persona de Jesucristo. Al hombre le atrae
aprender tanto como enseñar y la célula es el mejor medio educacional para aprender y
trasmitir la vida espiritual. En la célula se educa al hombre en su totalidad, a través de un

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proceso de enseñanza que abarca toda su vida. No escapa a la célula el propósito que
estuvo presente en las actividades del Señor Jesucristo a su paso por la tierra: enseñar. A
Jesús se le encuentra enseñando incansablemente en todo lo que realizó.
3.3. Ser un organismo viviente (Juan 6:35). La célula trasmite vida, la vida de Jesucristo y
como tal está llamada a extenderse ampliamente sin límites de ningún tipo. Vista de esta
forma, la célula es un campo de cosecha espiritual.
3.4. Ser una unidad combatiente en la evangelización (Lucas 10:1-5). Una vez que una
célula comienza a tener vida, en cualquier lugar y comienza a ejecutar su tarea de ganar
almas y pelear por el Evangelio, siempre estará viva, en la línea del frente combatiendo
en cualquier lugar del mundo, sin importar que hayan cambios de miembros durante el
transcurso del tiempo.
3.5. Ser un medio de multiplicación espiritual (Lucas 10:17-24). La célula es un medio y
no un propósito en sí misma. A través de la célula se debe llevar a cada miembro al
crecimiento espiritual hasta que llegue a dirigir su propia célula, de ésta manera se estará
dando una multiplicación total. Viéndola así, es como el vientre de una madre, en donde
se gesta y forma una criatura de la cual brotará otra.
3.6. Convertirse en el mayor aporte para la paz de los pueblos (Colosenses 3:15-17). No
podía faltar entre los propósitos de la célula, el convertirse en una de las estrategias
claves que aportan paz a los diferentes pueblos del mundo. Es innegable que un grupo tan
revolucionario en el estilo de vida que proyecta, sea bastión para lograr la paz, en el
corazón de los hombres, en medio de las familias, comunidades y países completos.

Aplicación Teoterápica
La evangelización a través de la estrategia celular, es respuesta a la Gran Comisión. La célula es
también el ambiente propicio no sólo para el crecimiento espiritual de los cristianos sino para el
cambio social de los pueblos del mundo. El logro primordial de la célula es influir
sobrenaturalmente en las personas comunicando la vida de Jesús, para que se cumpla la Gran
Comisión y por fin cada persona experimente la verdadera paz, esa paz que Cristo nos dejó.

Tercera semana: La vida de fruto comienza por mi familia


“Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy
te entrego. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus
conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te
acuestes y cuando te levantes. Átalos a tus manos y llévalos sobre la frente como un
recordatorio. Escríbelos en los marcos de la entrada de tu casa y sobre las puertas de
la ciudad.” (Deuteronomio 6:6-9 NTV)

Introducción
Como hemos aprendido en nuestra familia en la fe, el cambio de una sociedad comienza en el
cambio de cada individuo. En cada uno de nosotros comenzó cuando recibimos al Señor en el
corazón y debido al impacto de su amor sobrenatural en nuestra vida comenzamos a
experimentar sanidad y empezamos a llevar fruto. Es nuestra responsabilidad llevar el cambio
que el Señor ha dado a nuestra vida, a nuestra familia, nación y al mundo entero.
La vida en célula, es una de las estrategias dadas por Cristo para que se lleve a cabo la Gran
Comisión, así como para fortalecer la vida y el crecimiento espiritual de los creyentes. En el
grupo discipular de Jesús, encontramos el modelo y ejemplo de la vida en célula.

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1. Inició de la vida de fruto (Gálatas 2:20).
Este versículo, es toda una declaración de fe y de verdad, que debe enseñarnos el propósito
de nuestra existencia mientras estamos en este mundo. Ya no debemos ser los mismos
desde nuestra conversión, puesto que el viejo hombre (quienes éramos antes) ha muerto
para darle vida al nuevo hombre en Cristo. Ahora vivimos para satisfacer a aquel que nos
amó y se entregó a sí mismo por nosotros. Dios nos ha dado su Santo Espíritu para tener
dominio propio, para decir no al pecado y si a su voluntad perfecta que nos lleva a la
santidad. Como ahora Cristo vive en nosotros, debemos hacer lo que él nos encargó, llevar
su mensaje de salvación al mundo entero.

2. Llevando el mensaje de salvación, a través de la estructura celular.

2.1. Células de desarrollo familiar (Deuteronomio 11:18-21). Como lo hemos aprendido,


para crecer espiritualmente, debe haber un encuentro personal diario con nuestro Dios
(célula celestial) pero es fundamental que este encuentro diario nos lleve a tal
transformación que afectemos la vida de nuestra familia. Siguiendo con el orden de la
célula, luego de tener nuestra célula con nuestro Dios, es importante tenerla con nuestra
familia, célula de desarrollo familiar. Esta célula es una reunión, donde los miembros se
juntan para dialogar sobre sus vivencias, necesidades, problemas intereses comunes, bajo
la dirección del jefe de hogar quien enseña a su familia la palabra de Dios, dejando que él
intervenga en todos los asuntos familiares. Son células cerradas, en las cuales solo
participan los miembros de la familia, y cuyo objetivo es restaurar la autoridad paterna en
el hogar, reunir la familia en torno a Dios, para que en él encuentren solución a todo tipo
de problema familiar. Esta célula busca también fomentar el diálogo abierto sobre
situaciones específicas del hogar, bajo la dirección del padre como cabeza del hogar.

2.2. La célula Colombia (2 Timoteo 2:2). Es una célula de discipulado, que tiene la meta de
lograr que cada uno de los miembros se constituyan en líderes de célula. Se busca que
sus miembros acepten el desafío de vivir para Dios y para a la conquista Teoterápica de su
patria y el mundo. Las Células Colombia constituyen las columnas sobre las cuales se
edifican los ministerios y se garantiza la constante formación de líderes que prolonguen y
proyecten el discipulado. El objetivo es lograr que cada uno de los miembros se convierta
en un multiplicador y se reproduzca a través de su propia célula, desarrollando hombres
fieles e idóneos que a su vez formen a otros hombres. Por lo cual, la célula se debe
caracterizar por:

 Un liderazgo de consagración a los discípulos, a fin de supervisar su crecimiento


espiritual y corregirles a tiempo.
 Como escuela, formar el carácter y la personalidad de los discípulos, a través de la
vida de célula.
 Que los miembros de la célula aprendan a orar los unos por los otros, a darse
mutuamente, a vivir un sano compañerismo como forma de vida.
 Desarrollar a los discípulos asignándoles tareas y actividades que contribuyan a la
unidad y reproducción de la célula, por ejemplo: evangelización, visitación de
enfermos, realizando actividades de oración y ayuno, etc.
 Una pastoral efectiva, para lo cual es importante que el líder lleve un récord de cada
miembro con respecto al estudio bíblico, citas dadas, situaciones de su vida,
supervisando así su proceso de crecimiento.

2.3. Los grupos de oración (Hechos 12:12). Son células abiertas cuyo fin es presentar a
Cristo a las personas que no lo conocen e inducirlos en un programa de edificación; el

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objetivo es iniciar a la gente en el proceso de la Teoterapia. Para conducir un grupo de
oración:
 Debe reunirse una vez por semana, es un grupo abierto para todo tipo de personas
que quieran participar, el objetivo es compartirles de Cristo, enseñarles a orar y tener
compañerismo con Dios.
 Provocar que el amor del Señor fluya hacía, en y desde los corazones de los que se
reúnen, que traiga como consecuencia amistad y compañerismo espontáneo.
 Llevar a que as cargas se hagan más livianas y las alegrías compartidas sean más
grandes.
 Provocar el crecimiento espiritual en sus miembros a través de compartir la palabra de
Dios, las oraciones de alabanza e intercesión y el sano compañerismo cristiano. Fruto
de la oración e intercesión en grupo, sucederán milagros y maravillas.
 Tener presente que los grupos se reúnen en casas particulares, como la hacían los
primeros cristianos, pero también pueden realizarse en diferentes sitios:
universidades, colegios, oficinas, o en un lugar público etc. (Hechos 1:13-14, Hechos
2:46, Hechos 5:42)
 Si el Grupo se organiza en una casa, se debe escoger una casa cuyos anfitriones estén
dispuestos, y consideren una bendición y un privilegio tener un Grupo de Oración. Los
anfitriones también deben ser personas de testimonio y comprometidas en colaborar
invitando a familiares y vecinos para que también participen del Grupo.

2.4. Célula de desarrollo comunitario (Mateo 9:36). Es vivir compasivamente como Jesús
vivió. La compasión debe llevarnos a actuar y traer soluciones a nuestras comunidades,
para eso existen estas células. Son células con enfoque social, que buscan proyectar
acciones hacia la comunidad a fin de ser respuesta a los problemas del entorno social y
propiciar la participación comunitaria en su propio crecimiento y desarrollo. Recordemos
que la célula es una unidad ideal para reformar la estructura social, por lo cual están
enfocadas al servicio en medio de quienes están afligidos sin esperanza, es llevarles la
esperanza de la salvación.

Aplicación Teoterápica
En el panorama de las estrategias que Dios nos ha dado para cumplir la Gran Comisión los 4
tipos de célula tienen una razón de ser: las células de desarrollo familiar buscan restablecer el
diálogo familiar, reunir a la familia en torno a Dios y ganar familias enteras para Cristo. La Célula
Colombia es la célula de edificación, discipulado, que busca desarrollar y formar líderes
multiplicadores. El Grupo de Oración es una estrategia evangelista, para ganar personas para
Cristo, que no acudirían fácilmente a una reunión Distrital, pero no tienen inconveniente para
reunirse a orar en la oficina o en la casa de un vecino. Por último en el contexto de la Teoterapia
Social, están las CDC (Células de Desarrollo Comunitario) que buscan reunir a las personas para
que cumplan como ciudadanos participando activamente en la solución de los problemas que
afectan el entorno social del país que habitan.

Cuarta semana: La pastoral en la célula


“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas"
(Juan 10:11)

Introducción
La Pastoral Teoterápica es un seguimiento personal, para llevar a cada discípulo a su crecimiento
y madurez. Es una relación que se entabla con el discípulo, procurando ayudarlo a enfrentarse
con mayor efectividad a los problemas de la vida, dudas, conflictos morales, debilidades,
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traumas etc. Estamos en un mundo impersonal, y cada vez más acelerado. Todo lo queremos
rápido y sin esfuerzo, la tecnología hace que las cosas se logren más rápido, pero esto no lo
podemos aplicar al discipulado. No existe la madurez y el crecimiento espiritual instantáneo. Hoy
más que nunca se requiere prestar atención, e invertir tiempo en cada discípulo de manera
"individual".

1. Propósitos de la pastoral teoterápica (Juan 10:11,14).


La Pastoral Teoterápica Personal es clave para hacer un seguimiento en la vida del discípulo. El
líder debe ser todo un padre o madre espiritual, dispuesto a brindar ayuda espiritual: les ayuda
a crecer, les cuida, les ama y les visita. Debe ser una persona confiable para guardar las
intimidades de sus discípulos, vivir y entender el concepto de autoridad e interceder
permanentemente por sus discípulos. Los siguientes son algunos de los propósitos de la Pastoral
Teoterápica Personal (1 Tesalonicenses 2:5-13):

 Dar alimento espiritual: alimentarle con la palabra de Dios y enseñarle a alimentarse por sí
mimo (Vers.13).
 Brindar protección: ayudarles a discernir la voz de Dios de las demás voces. Estar atento de
sus vidas y las circunstancias que estén enfrentando (Vers. 7).
 Dar Dirección: más que "decirle" qué hacer, confrontar su realidad ante la Biblia y guiarlo a
que él mismo tome la decisión (Vers. 12).
 Corregir y disciplinar: discernir por el Espíritu Santo la necesidad y estado "real" del
discípulo, a veces es más importante lo que calla, que lo que dice (1 Corintios 4:21).
 Es necesario pasar por aflicciones, para después poder comprender y consolar a nuestros
discípulos que atraviesan por la misma situación. Ayudarles a encontrar en todo, los
propósitos de Dios (2 Corintios 1:3-7, Romanos 8:28).
 Restaurar: cuidar al discípulo para que salga victorioso de las luchas espirituales. Enseñarle
a "usar" las derrotas para aprender, proyectarse y madurar como persona y como hijo de
Dios. En otras palabras: sacarlo de "su realidad" y llevarlo a "La Verdad" (1 Tesalonicenses
2:11).
 Formar: la pastoral debe estar encaminada a formar en cada discípulo el carácter de Cristo.

2. Una visión clara del hombre que queremos formar: hombre célula
El objetivo de la pastoral en la célula Colombia es tomar al nuevo discípulo y formar en él, el
carácter de Cristo, con el perfil de los 4 Totales y los 7 Absolutos:
2.1. Los cuatro totales:
 Gracia total. (Efesios 2:8-9). Quienes participamos en alguna de las diferentes células,
necesitamos experimentar en nuestras vidas, ese amor incondicional, sobrenatural y único
que solo puede venir del corazón de Dios. Es este amor el que nos permite aceptar
totalmente la Gracia Salvadora de Jesucristo en nuestra vida, para salvación total y vida
eterna.
 Dedicación total (Hechos 20:18-21). Como respuesta responsable a la Gracia, cada
miembro de célula se entrega con todo su ser y todas sus fuerzas a Dios, a su familia, al
cuerpo cristiano y a la patria. A Dios en una búsqueda permanente a través de la oración
y la Biblia. A la familia procurando que la realidad de Cristo se experimente también en su
familia, especialmente a través de su testimonio personal. Al cuerpo cristiano,

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entregándose con amor a los que tienen la misma dedicación especialmente a los de su
célula. A la patria, expresada en una dedicación total a la evangelización y el discipulado.
 Disciplina total (Filipenses 3:13-14). Algo de lo cual debemos estar conscientes los
miembros de una célula es de lo importante que es formarnos para llevar una vida
disciplinada que nos permita enfrentar los más grandes desafíos, resistiendo a la tentación
de ir por el camino fácil y mediocre. Por tanto como miembros de célula, hemos de llevar
una vida disciplinada en lo espiritual, intelectual, emocional y físico.
 Acción total (Mateo 28:18-20). El involucrado en una célula y fundido con Dios en un
solo amor, trabaja con el fin de ganar a los hombres para Cristo y el discipulado se
convierte en prioridad en su vida (después de Dios). Así cada uno manifiesta lo que Jesús
nos enseñó hace mucho tiempo: “Mi padre hasta ahora trabaja y yo trabajo”.
Esta acción de formación implica ayudar al discípulo en el desarrollo integral de su
personalidad, carácter, hábitos, madurez espiritual, sensibilidad a los problemas humanos,
capacidad para dirigir a otro etc.

Los siete absolutos:


 Oración absoluta (Salmo 5:1-3). Busca a Dios temprano en la mañana, antes de
emprender cualquier actividad. Consulta a Dios todas las decisiones, es una persona de
alabanza, de corazón agradecido. Se involucra en todas las actividades de oración y
ayuno.
 Fe absoluta (Hebreos 11:1,6). Confía incondicionalmente en Dios y en su Palabra. Tiene
la convicción de que la vida cristiana se vive por fe.
 Biblia absoluta (2 Timoteo 3:16-17). Permanece en la Palabra de Dios, la lee y la
estudia diariamente. Comprende la importancia de mantenerse en ella.
 Espíritu Santo absoluto (Gálatas 5:22-23). Es una persona que camina en el Espíritu,
ya no vive solo para sí mismo, vive para agradar a Dios, y se evidencia en su vida, el fruto
del Espíritu.
 Amor absoluto (Mateo 22:36-40). Ama a Dios sobre todas las cosas, y a su prójimo
(cercanos) como a sí mismo, entregándose, sirviendo, perdonando y orando. Ejercita el
amor por fe con los que lo rodean y con los compañeros de célula.
 Compañerismo absoluto (Romanos 12:10-13). Su prioridad es Cristo y después de él,
su obra. Expresará su convicción en su tarea como líder, dedicando su tiempo, dinero y
talentos al Señor, entregándose a sus discípulos y a su familia en la fe.
 Obediencia absoluta (Filipenses 2:8). Es un hombre sujeto a las autoridades en
obediencia sincera y respeto. Está dispuesto a obedecer a sus líderes en la fe, respetando
toda autoridad.

Nuestro liderazgo debe ser un liderazgo teoterápico, que nace de nuestra propia vivencia
espiritual, emocional y física; identificándonos profundamente con Dios, la familia de la fe y
nuestros líderes; para luego poder impactar positiva e integralmente en los discípulos,
llevándolos así a experimentar un nuevo estilo de vida.

Aplicación Teoterápica
No basta un buen sermón semanal, una clase de adiestramiento excelente, porque cada
discípulo requiere que le ayuden en el proceso de aplicar las verdades oídas a su propia realidad
personal. La formación del discípulo se logra a través de un trato directo y continuo en pastoral

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personal y vida en célula, no adiestrándolos para actividades sino siendo colaboradores de Dios
en la formación del carácter. La clave está en lo intensa que sea la relación líder-discípulo, sin
caer en la dependencia nociva. El líder no debe limitarse a tener al discípulo en la célula, sino
hacerle un seguimiento cercano, buscando que toda enseñanza dada, tenga aplicación en todas
las áreas de su vida, para que obtenga convicciones que lo lleven a vivir como Jesús vivió, y no
solamente una mera enseñanza.

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